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La primera parte del ensayo incluye el recibimiento de las personas; notar las ausencias y
socializarlas; hacer una descripción breve de lo que se piensa abordar en el encuentro, y
propiciar actividades corporales de relajación y de preparación de los músculos que
intervienen en la ejecución musical.
Se requiere una insistencia constante sobre las posturas adecuadas, la sujeción del
instrumento y la postura corporal. La afinación es una búsqueda permanente que debe
mantenerse aún desde el mismo calentamiento hasta el final del ensayo.
Esta metodología de trabajo permite que en cada ensayo sucedan avances casi y se
logren uno o varios montajes de obras nuevas que entran a ampliar el repertorio de la
agrupación. Cuando una partitura requiere demasiadas repeticiones e insistencias
produciendo demoras y frustraciones es la muestra de haber fallado tácticamente en la
selección y planificación y de haber seleccionado repertorio que no corresponde con el
nivel de la agrupación.
Es importante, además del repertorio acorde al nivel del grupo, estar realizando
estratégicamente el montaje segmentado de una obra de nivel superior, que se constituya
en un reto, pero que no absorba la mayoría del ensayo. Para el buen avance de este tipo
de montajes se requiere la ayuda de los líderes de cada una de las filas o secciones y que
el director agende ensayos parciales, previos y posteriores a los ensayos generales.
El espacio de trabajo debe reunir las condiciones más aptas posibles en lo relacionado con
la adecuación de los aspectos climáticos. El manejo acústico debe ser correspondiente
con el lugar donde se realicen los conciertos. En lo humano debe suceder mucha
cordialidad y propiciar la participación equilibrada de todas las secciones de la agrupación.
Las intervenciones verbales deben ser valoradas por igual ya que el crecimiento del grupo
es un asunto de todos.
Toda la capacidad de observación del director debe estar puesta en percibir las señales de
su auditorio. Saber decidir cuándo repetir, cuándo seguir adelante, cuándo retomar una
etapa previa del ensayo; saber mejorar el aspecto técnico de la interpretación musical pero
también la corporalidad y la emotividad de los músicos. Un ensayo musical debe tener un
ritmo constante como si describiera el viaje a través de un paisaje, siempre variado y
novedoso. Es necesario que la planeación del director involucre estrategias didácticas para
que desde el inicio hasta el final se perciba un crescendo de pequeños logros que
alimenten la motivación de los músicos y se sientan invitados a regresar para obtener más
avances en el siguiente encuentro.