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ACADEMIA LIBRE
Boletín N° 267. Del 27 de octubre al 9 de noviembre de 2018.
EDITORIAL
Autoridades celebran el Día de la Ciencia recortando el presupuesto del sector para 2019
Aprobada unánimemente en el Senado, la iniciativa que instaura por primera vez en el país el Día de la Ciencia, la Tecnología, el Conocimiento y la Innovación
establece que la celebración del mismo tendrá lugar el primer domingo de octubre de cada año (Diario Oficial, 5 de julio). ¿Qué significa esto en el país de menor inversión
sectorial de la OCDE? En realidad, no mucho. Durante una semana, “las instituciones que abordan el quehacer científico, tecnológico, del conocimiento y la innovación —
ya sea chilenas o extranjeras con sede en Chile—, podrán realizar actividades de promoción que involucren a toda la sociedad, tales como visitas públicas y gratuitas a sus
centros de investigación, ferias científicas y otras actividades tendientes a promover la importancia de estas disciplinas en la sociedad chilena”, explicó la Comisión
Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (conicyt.cl, 13 de julio). La paradoja es que, mientras las autoridades arrastraban al conjunto de la institucionalidad del
área a festejar ese verdadero saludo a la bandera, convenciendo además a la prensa de hablar de una “exitosa primera celebración” (latercera.com, 7 de octubre), el gobierno
aprovechaba el vacío cotillón para adelantar al Congreso algo que nada tiene de simbólico: que el presupuesto 2019 de Ciencias no sería incrementado ni congelado, sino
resueltamente reducido. En efecto, la notificación del Ejecutivo en la materia apunta a una baja de 4,6% respecto de 2018, lo que significa 32 mil millones de pesos menos,
recorte que entrará en vigor justo el año en que entrará en funciones el respectivo ministerio. “Vamos a pedir al gobierno coherencia”, señaló la Comisión Desafíos del
Futuro del Senado, al calificar de “inconcebible” e “inaceptable” la reducción planteada por Hacienda (cooperativa.cl, 8 de octubre). La situación es, a todas luces,
impresentable, no solo porque convierte en un fantasma la nueva cartera, sino porque hace 12 meses el entonces presidente de CONICYT, Mario Hamuy, declaraba una
meta histórica. “Evidentemente que están los espacios para crecer y ojalá llegar al 1% del Producto Interno Bruto en 10 años más”, señaló en la oportunidad (latercera.cl,
19 de octubre de 2017). Un año después, cuando el sector apenas percibe el 0,38% del PIB, y el anuncio de reducción de fondos ya ha sido comunicado al Poder
Legislativo, el mismo personero prefierió afirmar, justamente en medio de las celebraciones del Día de la Ciencia, que “el presupuesto para CONICYT es de continuidad.
Eso se enmarca dentro de la política de austeridad fiscal que tiene el gobierno y, por lo tanto, vamos a poder seguir realizando todas las actividades que hemos estado
desarrollando” (cooperativa.cl, 7 de octubre). ¿Tanto puede cambiar la opinión del destacado astrónomo cuando pasa a convertirse en autoridad gubernamental? Basta
hacer un poco de memoria. Hamuy —quien recién el 19 de octubre renunció— acababa de ser galardonado con el Premio Nacional de Ciencias Exactas 2015 cuando
concedió una entrevista al Programa Explora, de la propia CONICYT, en la que señaló que “la comunidad nacional tiene claro cuáles son sus objetivos y trabajamos todos
en pos de lograr una mayor inversión en Ciencia y Tecnología por parte del Estado, que es muy baja. Chile hoy invierte un 0,4 por ciento de su PIB” (explora.cl, 31 de
agosto de 2015). ¿Qué tan exactas son las ciencias si, con una inversión menos deplorable que la actual, y desde luego menos vergonzosa que la ya anticipada, se pasa del
calificativo de “muy baja” al de presupuesto “de continuidad”? Si la situación era, por décadas, lamentable, ahora el panorama es sencillamente oscuro. A partir de un
financiamiento paupérrimo para la generación de conocimiento —disimulado gracias a la apertura de un ministerio de papel y la celebración de un día testimonial —, el
asunto puede seguir empeorando si, como tristemente cabe temerse, los gobiernos consiguen, al designarlos en cargos de la administración, el silencio de los científicos.
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