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Duque, en busca del poder.

Alejandro Reyes. https://www.elespectador.com/opinion/duque-en-busca-


del-poder-columna-818659

El poder es uno de los hechos más elusivos e impredecibles en una sociedad. Su


estudio, muy antiguo, se ha cristalizado como el objeto de la ciencia política, que
le busca leyes y regularidades para poder anticipar sus consecuencias, casi
siempre sin éxito, pues cada acto de poder condensa el universo de fuerzas y
circunstancias en las que surge. Una larga tradición de pensamiento lo identifica
con la violencia, pues también ella logra el mismo resultado, la obediencia y el
acatamiento a los mandatos del poderoso. La violencia, en efecto, puede destruir
el poder, pero no lo reemplaza ni lo genera, pues es lo opuesto al poder, como
enseñó Hannah Arendt.

Una sociedad dominada por los violentos está vacía de poder, que finalmente es
la capacidad de la sociedad para actuar sobre sí misma, resolver sus conflictos y
encauzar la acción colectiva hacia objetivos concertados. En la democracia, el
poder resulta de una continua relación entre gobernantes y gobernados, los
primeros proponiendo y los segundos reaccionando a favor o en contra de las
propuestas y decisiones. Existen clases, minorías, estamentos y hasta clanes
familiares poderosos al lado de mayorías excluidas e invisibles, que forman la
materia oscura del universo político, pero de las cuales depende finalmente la
gravitación del poder.

El presidente Duque es el jefe de un Estado que no tiene la capacidad para


controlar todo el territorio, con grandes debilidades institucionales por haber sido
cooptado por el clientelismo y la corrupción política, donde los más ricos no
contribuyen en proporción a su riqueza y en cambio capturan las rentas de la
propiedad y el monopolio empresarial, y donde la legalidad compite en
desventaja con el crimen organizado para proveer ingresos a la población. Es un
Estado en construcción, que ha sufrido el asedio de las guerrillas y el intento de
cooptación y refundación de los narcos y paramilitares, aliados de las fuerzas
más conservadoras, defensoras de un orden social en mora de transformarse para
dar cabida a las mayorías.

La protesta social es la incubadora de construcción de Estado de abajo hacia


arriba y los líderes sociales son los mejores ciudadanos de cada comunidad,
orientados al servicio de los demás, que condensan la información y los sueños
de sus vecinos para crear instituciones legítimas e inclusivas. Por eso la
intimidación y eliminación de líderes sociales son los indicadores más claros de
la vigencia de los poderes de facto que reemplazan la legalidad y el Estado, y la
impotencia del Gobierno para protegerlos revela la fragilidad del poder estatal.
Para asumir el poder de verdad, más allá de los primeros escarceos retóricos de
lograr un gran acuerdo nacional sin propósitos definidos, el presidente Duque
tendrá que moverse en el horizonte de los conflictos reales de poder, que
definirán si se afianza esa coalición entre mafias y sectores rentistas de las élites
o si se abre paso a la construcción democrática y participativa de un verdadero
Estado social de derecho, como dicta la Constitución. Como bien dijo Dani
Rodrik, la democracia es una meta-institución para generar instituciones, y el
presidente Duque haría un buen trabajo si logra responder a la presión popular
con más y mejor Estado, construido de abajo hacia arriba entre todos, y lo libera
de los intereses privados que lo han cooptado a su favor.
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