Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
La libertas era la situación de aquel que carece de dominus. En el ámbito del derecho
público, no se es libre cuando hay regnum o monarchia, es decir, dominio (absoluto) de
uno solo, o cuando se pertenece a un territorio que está sujeto involuntariamente a la
soberanía de otro estado. En el campo del derecho privado, el individuo no es libre
cuando es esclavo o es alieni iuris (porque está sujeto a la potestad doméstica de otro, lo
que lo equipara en gran medida al esclavo). En los demás casos se es libre, y por ende
sujeto de derechos siempre que se sea ciudadano. La libertas así concebida (es decir la
libertas como no dominación) tiene múltiples manifestaciones también en el ámbito del
derecho privado, que es en el que se especializaron los juristas, y que encontraron
reflejo en el Corpus Iuris justinianeo.
Por otra parte, también en sus manifestaciones jurídico patrimoniales la libertas romana
ofrece una imagen netamente individualista. El concepto romano de propiedad está
estrechamente ligado a la expansión de la libertas del sujeto de derecho, a una
expansión de la voluntad individual. Idealmente, la libertad, expresa una
correspondencia unívoca: cada objeto debe corresponder a un único propietario. Ya
hemos señalado la aversión del derecho romano hacia las situaciones de comunidad de
propietarios: desde el punto de vista romano, toda comunidad patrimonial tiende, por su
propia naturaleza, a la disolución, y esta se ve favorecida por el ordenamiento jurídico.
Tampoco encontramos en las fuentes romanas ninguna remisión explícita a la “función
social” de la propiedad, como declaran nuestras constituciones modernas. La propiedad
se subordina a los intereses individuales del dominus, es una manifestación de su
libertas, que no tolera intromisiones del poder público.
1
Libertad es no dominación, es libre el individuo que no está sujeto a dominium ni en el
ámbito del Derecho privado, a la patria potestas de otro. Pero, además, es que la libertas
no es infinitamente expandible, sino que se encuentra limitada, en primer término, por la
ley.
No hay libertas, pues, sin ley, y la libertas solo se entiende para los romanos como
sumisión voluntaria a la ley votada en común: sólo existe libertas allí donde el
ciudadano está sujeto a normas aprobadas por la voluntad popular dentro de un marco
constitucional con garantías. Esta es una consideración que se halla implícita en el
núcleo del pensamiento romano y se traduce en una determinación jurídica: “la libertad
es la facultad moral de hacer cada cual lo que le parezca, a menos que la fuerza o el
derecho impidan algo”.
Son las regularidades normativas que determinan en particular tres amplias materias:
cómo cubrir las posiciones de autoridad en la sociedad –legislativas, ejecutivas y
judiciales, qué constricciones tienen que dirigir el ejercicio de estas distintas formas de
autoridad; y cómo se pueden realizar cambios, si pueden realizarse, con respecto a estas
dos materias.
2
arbitrario y dominante y no defenderá la libertad de los ciudadanos en el sentido de
dominarles. (…) El ideal republicano era constitucionalmente discriminante, en el
sentido de que daba claras indicaciones sobre cuándo una constitución era satisfactoria y
cuándo no. Cualquier constitución o régimen que permita que los gobernantes tengan un
grado de poder arbitrario sobre su pueblo, un poder que no está obligado a servir el
interés común percibido por el pueblo, sería bajo esos términos objetable.
La idea es que el estado y la ley, si siguen fielmente el interés común percibido por el
pueblo no atentarán contra su libertad en el sentido primigenio y más básico de
dominarlo; si se quiere, no comprometerán la libertad del pueblo. Pero el estado y la ley
afectarán necesariamente a la libertad de la gente en otro sentido secundario: sin
dominarles, sus imposiciones coercitivas restringirán el ámbito de libertad en el cual
pueden disfrutar de la ausencia de dominación. Sin comprometer su libertad, esas
imposiciones no obstante la condicionarán: tendrán el mismo efecto condicionante
restrictivo que tienen los obstáculos y las limitaciones naturales. Si es éste el caso, la
concepción republicana de la libertad enseña una doble lección al pensamiento
constitucional. En primer lugar, las constituciones deben ser diseñadas para minimizar
la dominación del estado. Y, en segundo lugar, que entre dos constituciones no
dominadoras que sean igualmente buenas en evitar la dominación por parte de otros, la
que impone menores restricciones será la mejor. Permitirá al pueblo disfrutar de
ausencia de dominación para un rango mayor de elecciones.
El imperio de la ley
Hay dos aspectos a tener en cuenta en la condición del imperio de la ley. El primero
prescribe que las leyes deben tener una cierta forma: en general, que deben ajustarse a
las constricciones descritas por los teóricos contemporáneos del imperio de la ley.
Deben ser generales y de aplicación universal, incluyendo a los mismos legisladores.
Deben ser promulgadas y anunciadas anticipadamente a aquellos a quienes se aplican. Y
deben ser inteligibles, consistentes y no estar sujetas a constantes cambios, y así
sucesivamente.
Debe quedar claro por qué los republicanos querrán leyes que se ajusten a
constricciones de este tipo. Si las leyes no satisfacen esas constricciones entonces todo
aquel que hace, ejecuta o aplica la ley puede conferirse fácilmente poderes arbitrarios
sobre otros. Los legisladores que puedan hacer leyes sin estar sujetos a ellas, por
ejemplo, tendrán poder arbitrario. Igualmente, legisladores que puedan hacer leyes con
carácter retroactivo o que se apliquen, como las leyes individuales por alta traición, a
individuos o familias particulares interferirán de manera más o menos arbitraria en las
vidas de las personas. E igualmente, los administradores o los jueces que puedan
escoger a voluntad aplicar leyes que no han sido promulgadas, o que puedan explotar la
oscuridad o la inconsistencia de la ley para sus propios propósitos, representarán un
3
régimen arbitrario. Si se rompe la constricción del imperio de la ley, entonces la ley se
convierte en campo abonado para la voluntad arbitraria de las autoridades.
La lógica republicana de todo esto es que, aunque la decisión particularista puede ser
conformada arbitrariamente por la voluntad de quien la toma, la norma legislativa
basada en principios no es tan fácilmente manipulable. La legislación será aplicable
universalmente, incluidos potencialmente los propios legisladores y no les será fácil,
aunque desgraciadamente no les será imposible orientarla de forma arbitraria.