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Paideia, la educación en la

Grecia clásica
Manuel Luis Rodríguez U. / 29 de August de 2012
PREFACIO
En los fundamentos de la educación occidental se encuentra la experiencia educativa en Grecia.

La original solución griega al problema educativo de las nuevas generaciones fue resuelta en función de la realidad socio-
política y geográfica de cada Ciudad-Estado y conforme a dos paradigmas diametralmente distintos durante la época
clásica: el paradigma espartano y el paradigma ateniense a partir de una matriz ideológica e histórica común: la paideia
arcaica. Es esta matriz la que queremos analizar aquí.

Este ensayo tiene por propósito describir y analizar -desde una perspectiva interdisciplinaria entre la Historia y la
Sociología- los rasgos y contenidos fundamentales del paradigma educacional griego antiguo y proponer algunas
reflexiones críticas para confrontar aquel ideal educativo con el actual modelo educacional prevaleciente y en boga en las
sociedades occidentales.

Manuel Luis Rodríguez U.

Punta Arenas – Magallanes, invierno de 2012.

CONCEPTOS CLAVES
Educación, Educación en Grecia, Paideia, Grecia Antigua.

RESUMEN
El ideal educativo griego en la Antiguedad, se configuró sobre la base de una búsqueda de la armonía entre la educación
física, la educación intelectual y la educación moral. El punto de equilibrio en la paideia griega reside en un ideal de
perfección del ser humano donde se encuentran la razón tras el conocimiento, los valores éticos, la gimnasia del cuerpo y
la respuesta a las tareas prácticas de la existencia cotidiana. El paradigma educacional griego tiene todavía en el presente
numerosas resonancias éticas y culturales.

LA PAIDEIA GRIEGA ARCAICA


El punto de partida de la experiencia educativa griega se concentra en un conjunto de ideales que denominamos paideia
arcaica.
La paideia arcaica, inspirada en el primer milenio AnE, por Homero y Hesíodo, parte del concepto de kalokagathia (kalos,
bello y agathos, bueno) ideal perfecto en que lo bueno es lo bello, en que la belleza se entiende como bondad, de donde
desprende la idea de armonía entre la educación física o corporal y la educación espiritual, intelectual y moral del
individuo. El paradigma educativo homérico se fija como tarea la imitación o “mimesis” de los dioses y héroes.
Conforme a este modelo, la educación física o gimnástica tiene por propósito cultivar el cuerpo mediante la práctica
deportiva, los ejercicios físicos y la práctica en el uso de las armas, pero tomando en consideración además, la dimensión
técnica de la gimnasia, o la techné, es decir, la formación y aprendizaje de un oficio, de manera que los conocimientos y
virtudes aprendidos tengan una aplicación útil para la posterior vida adulta del joven.
La integralidad humanística del enfoque educativo griego, reside por lo tanto en la articulación de la gimnasia física con el
aprendizaje de un oficio, pero ensamblado con la formación moral e intelectual.

En efecto, la areté espiritual supone y comprende la formación cultural y moral. Se suman al esfuerzo pedagógico la
música, la poesía, la lengua, el saber hablar y debatir, o sea, la retórica, el aprender a manejarse en la vida, el aprender a
vivir en comunidad, junto a una formación moral centrada en ciertas virtudes como la piedad (la llamada eusebeia, o
temor a los dioses), así como el respeto a las demás personas, la nobleza de espíritu, el orgullo de sí mismo y la bondad.
Hesíodo en su obra “Los trabajos y los días”, situado dentro de este paradigma de paideia arcaica, elogia los trabajos
cotidianos, la laboriosidad y la sabiduría del artesano, poniendo el valor moral de la educación espiritual en la valoración
del trabajo como ideal y como práctica ordenada y metódica donde el ser humano se realiza día a día.

En este modelo educativo, se incorpora además la comprensión del concepto de dike, es decir de la justicia como derecho,
como la ley que construye la comunidad de los ciudadanos.
No debe olvidarse que en la tradición educativa helénica, la familia convocaba a un preceptor para que se encargue de la
educación de los hijos, punto de partida lejano a lo que hoy llamamos “educación personalizada”, en el sentido de
formación focalizada en el individuo mediante todos los recursos del pedagogo.

En la época clásica ateniense, esta conjunción entre la reflexión y el ejercicio corporal se encuentra en el modelo del Liceo
socrático y aristotélico, un gimnasio en Atenas donde los estudiantes o discípulos (lukeioi peripatetikoi: los que se pasean
cerca del Liceo) ejercitaban combinadamente la gimnasia, la retórica y la reflexión filosófica.
Estos principios dan forma al fundamento del paradigma griego clásico de la educación.

ALGUNAS REFLEXIONES CONTEMPORÁNEAS


El ideal educativo griego continúa resonando en nuestras épocas actuales. La contemporaneidad del modelo griego reside
tanto en la exigencia de integralidad, en la visión holística del ser humano como persona integral cuya formación debe
abarcar todas las dimensiones de la vida y de la experiencia: razón, inteligencia, cuerpo, mente, moral y sentimientos y en
la búsqueda de una perfección que tiene un profundo sentido ético.

La areté espiritual, es decir, la formación del intelecto, incluye cultura y ética, es decir, abre la mente del niño y del joven
hacia todas las formas de expresión de la cultura en la que el estudiante vive, pero al mismo tiempo, la areté
gimnástica se conecta armónicamente con la formación y cultivo del cuerpo humano, en una vertiente físico-deportiva y
práctica.
Toda educación, todo paradigma educativo asentado en una cultura determinada, obedece siempre a un ideal de
perfección: la dirección, rumbo y orientación que le damos a la educación, obedece en definitiva, a la idea que la sociedad
se forma del hombre perfecto. En los griegos antiguos, el ideal educativo era el ser humano que reúne armónicamente la
perfección moral y la perfección física, mientras que en el hombre moderno o post moderno, el ideal es el individuo que
busca su propia felicidad y su propio éxito material, al costo de la felicidad y del éxito material de los demás. El resultado
es un individuo estresado y quebrado entre tratar de ser feliz con los bienes materiales que logra acumular o tratar de
sobrevivir en una sociedad que lo explota y aliena.
En la sociedad actual, producto de la expansión del uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones, la
educación parece perder el ímpetu y la capacidad para llevar al joven hacia la reflexión, hacia la búsqueda del
conocimiento y la investigación, hacia la crítica y hacia el desarrollo de los valores cívicos y éticos. Dentro del modelo
educacional economicista, memorizador y basado en competencias para el trabajo, proveniente del neoliberalismo, el
estudiante se enfrenta a la tarea de definir su especialidad, su oficio o su profesión a temprana edad, porque el sistema
educacional está construido para producir mano de obra especializada y no seres humanos o ciudadanos integralmente
formados.

Un modelo educacional que resulta en la castración de la razón crítica y pensante y en el predominio de la razón práctica e
instrumental.

Una educación centrada en el ejercicio de las habilidades laborales, una enseñanza que privilegia la memorización de
conocimientos filtrados desde la ciencia, una formación que pone el acento en la preparación cada vez más mecánica y no-
reflexiva de test para acceder a la universidad y que reduce o segmenta el rol curricular de la educación cívica y valórica,
solo conduce a una deformación de la conciencia ciudadana del joven.

Por otra parte, en el marco de este modelo educativo individualista, la individualización de la razón pensante del joven,
abre la puerta lógicamente, para que el futuro estudiante universitario se sienta un cliente que está comprando un servicio,
dando paso también a que la universidad pueda funcionar como un supermercado modular (la universidad de mercado)
donde los “alumnos-clientes” vienen a comprar saberes dosificados y estandarizados y los “docentes-educadores”
concurren a vender conocimientos.

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