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ISSN: 0717-3512
revsociedadhoy@udec.cl
Universidad de Concepción
Chile
Burchardt, Hans-Jürgen
Pierre Bourdieu y la miseria de la globalización
Sociedad Hoy, núm. 11, segundo semestre, 2006, pp. 127-138
Universidad de Concepción
Concepción, Chile
HANS-JÜRGEN BURCHARDT*
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Los hábitos son principios para generar diferentes prácticas que al mismo tiempo
sirven para diferenciar – qué come el trabajador y sobre todo cómo lo come, qué
deporte hace y cómo lo hace, qué opiniones políticas tiene y cómo las expresa, se
diferencia sistemáticamente de las costumbres de consumo y de comportamiento de
los empresarios industriales; estos diferentes esquemas y principios de clasificación
también son principios de percepción y articulación, de varios gustos. (Bourdieu 1997a).
El análisis del hábito permite comprender más que las relaciones entre las dife-
rencias. Permite entender cómo un actor social hace la diferenciación y cómo ésta
es percibida, estimada y admitida por otros actores.
En esta definición de hábito trasluce lo que finalmente se extiende como hilo
conductor de la teoría de Bourdieu: Ni concibe la conducta social como mecanis-
mo de determinantes objetivas –y por tanto no se puede detectar objetivamente–
como el estructuralismo, ni como diseño puramente subjetivo, como se represen-
ta de manera más radical en el existencialismo. Bourdieu más bien trata de lograr
una síntesis de estas dos antípodas. Del estructuralismo extrae el pensamiento
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relacional, quiere decir que todo elemento social requiere la relación con otros
elementos para estar capacitado de actuar socialmente. Sólo sobre esta base se
desarrollan el sentido y las funciones para la actuación social de cada uno – y por
lo tanto respectivamente la determinan. Del subjetivismo toma la idea de que
cada realidad social es una realidad doble, porque la misma objetividad con la que
nos parecemos encontrar, es interpretada y construida socialmente. Según esta
idea también se puede influir en las estructuras con estas construcciones sociales.
Dicho de otra manera: Para Bourdieu, una sociedad nace de actores que la
construyen, y los actores nacen de la sociedad que los construye. Así es que cada
vez se volvieron más importantes para el análisis empírico de Bourdieu las dife-
rentes prácticas sociales de los actores, con las cuales éstos interpretan las estructu-
ras objetivas, actúan dentro de ellas, las reproducen o en ocasiones las cambian.
Esta práctica social se desarrolla para Bourdieu en campos sociales. Habla de cam-
pos generales como la política, la escuela, la cultura, la economía, etcétera. Para él,
los campos sociales son la arena donde se concentran las relaciones de poder entre
los actores, quiere decir las arenas sociales donde los diferentes actores luchan por
ventajas sociales y donde se determinan las relaciones de poder.
De esa manera, Bourdieu llama la atención hacia una característica básica de
cada campo: la lucha. Para él, cada campo social está determinado por un grupo
de actores que forman una ‘ortodoxia’ y que someten a los otros actores –a los que
denomina heterodoxos o heréticos. La lucha permanente de estos diferentes acto-
res crea una “situación dinámica” (Bourdieu, 1988) de relaciones de poder en
cada campo social –que finalmente refleja el desarrollo de la sociedad. Así es que
las relaciones sociales para Bourdieu siempre se basan implícitamente en las dife-
rencias sociales, que se expresan como jerarquías en relaciones asimétricas de po-
der. Las relaciones solidarias simétricas, que pretenden convivir por medio de la
comunicación y compartir sus diferencias en vez de buscar un beneficio social, las
ignora en gran parte.
Bourdieu dividió los recursos utilizados por los actores o grupos en esta lucha,
en diversos tipos de capital. Estos tipos de capital están, fuera del capital económi-
co (bienes materiales), el capital social (redes familiares, de amistades, profesiona-
les y otras relaciones), el capital cultural (conocimientos, títulos, arte, etcétera) y
el capital simbólico (reputación, prestigio).
La formación de la opinión política y la participación dependen, para él, por
ejemplo fuertemente del capital cultural del hábito de la respectiva clase social, de
la que proviene un individuo. En su teoría, tanto las formas institucionalizadas de
la participación política (como, por ejemplo, elecciones) como también las dispu-
tas políticas relevantes en lo cotidiano y la distribución de opiniones políticas en
el espectro de las posiciones conservadoras, liberales y progresivas, coinciden casi
por completo con la localización de los actores sociales según su dotación en
capital económico y cultural (Bourdieu, 1988). Las personas no son críticas o
actúan de manera crítica ante la sociedad porque aspiren a otras normas de justicia
o alternativas políticas, sino porque proceden de un determinado espacio social.
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Con conceptos como los del capital social y cultural, Bourdieu quiere poner
en claro que en la lucha por la posición social de un individuo o de un grupo
dentro de un campo social no se trata solamente de disposiciones de recursos
materiales, sino también de relaciones sociales, de conocimientos y títulos o repu-
tación. Tan importante como poseer un capital social, él considera la manera con
la cual el individuo logre hacer convertible las diferentes formas de capital, es
decir ‘cambiar’ un tipo de capital por otro. Un ejemplo clásico para una tal
‘convertibilidad de capitales’ es la cuestión cuán provechoso es para la carrera
profesional vivir un tiempo en el extranjero y/o el aprender otro idioma.
En la descripción de la posesión y utilización de estas formas de capital, Bourdieu
usa consecuentemente su propia síntesis teórica. Por ejemplo, las relaciones socia-
les que reflejan el capital social son difíciles de objetivizar porque dependen mu-
cho de las actividades individuales del sujeto, es decir son incorporadas, son parte
del individuo y no pueden ser transferidos a gusto.
Por ejemplo, es más difícil que uno le haga un favor a alguien que no le es
simpático. Pero con conceptos como el del capital social, al mismo tiempo se
destaca el propio carácter de las relaciones sociales, que para Bourdieu se pueden
objetivizar. Por tanto, para Bourdieu el capital tiene la característica que se repro-
duce y que así crea un valor objetivo. Uno posiblemente le hace un favor a una
persona que le es antipática, porque ésta dispone de una posición social que algún
día le puede ser de beneficio social a uno mismo. Pero si realmente lo hago o no,
es decir si prevalece mi antipatía, depende de mí, del individuo –así se me abre no
una libertad absoluta, así como también una libertad limitada. Porque como la
reproducción solamente es una tendencia probable del desarrollo social, también
algunos actores se podrán oponer a esta tendencia – lo que puede llevar hasta a
otra forma de reproducción social. Aunque me sea posible alejarme con mis acti-
tudes de mi espacio social – es poco probable que uno se separe radicalmente.
Aquí se cierra el círculo de Bourdieu del objetivismo y del subjetivismo.
Como el concepto de Bourdieu del procedimiento social presupone la des-
igualdad, también son repartidas de manera desigual las formas de capital y su
convertibilidad. Un hijo de trabajadores no posee los mismos recursos que un
hijo de empresarios. Este último tiene la posibilidad de adquirir un capital cultu-
ral más alto por medio de su capital económico más grande (por ejemplo, por
medio de un estudio en una costosa universidad elitista), lo que nuevamente eleva
sus posibilidades de obtener un capital social, y finalmente simbólico, más alto.
De este modo, aunque en el Estado de bienestar ocurran nivelaciones económicas
y sociales crecientes, se van reproduciendo sutil, pero continuamente las desigual-
dades existentes.
Frente al concepto general de la sociología contemporánea que muchas veces
supone una destradicionalización social y estructural como una disolución de
capas sociales y de clases de la sociedad industrial, que en forma de individualiza-
ción, estetización o pluralización de estilos de vida desemboca en una
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El poder simbólico es un poder que existe en tal medida, en la que se logre reconocer,
conseguir apreciación, es decir, un poder (económico, político, cultural u otro), que
tiene el poder de no dejarse reconocer en su carácter verdadero como poder, como
violencia, como arbitrariedad. La vigencia real de este poder no se desarrolla en el
nivel de la fuerza física, sino en el nivel del sentido y del reconocimiento. (Bourdieu
1997b: 82).
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ble para el Banco Central Europeo, sobre la base de un fatalismo que se podría
describir como determinista. Ahora, llamando las cosas por su nombre, una Eu-
ropa para el Banco Central en vez de un Banco Central para Europa. En cambio,
Bourdieu aboga por una Europa social y democrática, y evoca en especial la segu-
ridad social, los derechos humanos, la protección de los trabajadores, el derecho
de emigrar, la limitación del tiempo laboral a 35 horas, etcétera (Bourdieu, 1999).
Para alcanzar estas metas, Bourdieu les asigna un rol importante a los intelec-
tuales críticos: Porque, para él, ellos tienen que facilitar las armas simbólicas con
las cuales se debe armar la lucha contra el neoliberalismo. Estas armas son por un
lado la deconstrucción de conceptos como la globalización, la flexibilidad, la
desregulación, etcétera, así como los modelos de argumentación y las metáforas
repetidas. Los intelectuales deben demostrar que estas ideas o estos conceptos no
son valores absolutos, sino que por el contrario son estrategias de encubrimiento
de relaciones de dominio y de dependencia – es decir de poder simbólico.
Por el otro lado, los intelectuales tienen la obligación de demostrar que los
efectos de la política neoliberal vividos por el individuo, como el desempleo o el
empobrecimiento, que a primera vista parecen no tener mucho en común con la
globalización, son resultados de la misma causa. Mostrar objetivamente los efec-
tos neoliberales en los contextos subjetivos de vida le facilita a los involucrados
salir de su aislamiento y así lograr la capacidad de actuar política y solidariamente.
Por ese camino, Bourdieu quiere llevar sus ideas de La miseria del mundo a la
práctica.
Por lo tanto, Bourdieu aboga por una ciencia comprometida, que no siga de-
jándose utilizar en nombre de la libertad de valores, sino que realice un aporte
para ampliar la conciencia crítica sobre los mecanismos del dominio simbólico.
Su gramática de la práctica se convierte en una práctica de la gramática: El cientí-
fico desenmascara lo inconsciente en la sociedad y muestra lo que es posible en la
sociedad. El individuo cotidiano entonces debe identificar estas reglas para con-
cretar el campo virtual del científico en la práctica política. Al reproche cercano
de perder demasiado la distancia científica a su objeto de investigación, Bourdieu
replica con un método riguroso, que lo distingue de muchos otros científicos
sociales. Es decir, el enlace riguroso de su desarrollo teórico con la investigación
empírica de fenómenos sociales concretos.
Especialmente a la sociología, Bourdieu le otorga una fuerza explosiva política
que consiste en quitar la apariencia natural a las relaciones de poder existentes,
realizando un trabajo de demistificación crítico y racionalista, y así mostrar a los
sin derechos y marginados posibilidades de acción, cubiertas hasta este momento,
que les den una mayor autonomía de acción. Partiendo de este punto, luego debe
proporcionar a los individuos las ‘armas simbólicas’ que les faciliten defenderse
contra el dominio simbólico identificado.
Dicho con las palabras de Bourdieu:
El monto de dinero que es otorgado por los gobiernos tanto derechistas como izquier-
distas para financiar investigaciones derrochadoras y desde el punto de vista científico
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cios sociales, ahora se debe detectar esta impotencia con la ayuda de los intelec-
tuales, y se debe convertir en actividad política. Bourdieu logró romper con el
espacio social solamente rompiendo con su propia teoría.
Además, en sus trabajos sociológicos Bourdieu todavía emplea el término po-
lítico-económico de capital, y lo utiliza conscientemente para describir los proce-
sos inherentes de reproducción, explotación y acumulación de la acción social.
Esto le atrae en parte el reproche de utilitarismo (Honneth, 1984). Mientras que
Bourdieu toma prestadas ideas de la economía para explicar las prácticas sociales,
hace todo lo contrario en sus ensayos políticos. Su figura de argumentación cen-
tral en estos trabajos es el antagonismo entre la economía y la regulación social.
Por otra parte, en sus ensayos sociológicos Bourdieu parte de una continuidad
de la estructura social de las sociedades capitalistas modernas, es decir que sigue la
idea de una reproducción de los espacios sociales y del dominio por medio de
formas de capital incorporadas. Por el contrario, en sus ensayos políticos destaca
la discontinuidad de la globalización neoliberal, debido a lo cual el capitalismo
‘domesticado’ se transforma en un capitalismo ‘desatado’. Pero ni siquiera en sus
últimas publicaciones, Bourdieu responde la pregunta de cómo se llega a esta
ruptura del desarrollo. Critica al neoliberalismo más bien como crítico de ideolo-
gía, sin analizar con más profundidad el nuevo orden de la sociedad de mercado y
las estrategias de sus actores principales.
Este cambio de posición acentúa dos problemas analíticos dentro del trabajo
completo de Pierre Bourdieu: Primero la ausencia de una relación entre su teoría
y la economía. Mientras que su punto fuerte está en la identificación de los me-
canismos sutiles de reproducción de los actores y grupos sociales, Bourdieu dejó de
lado por ejemplo que la expansión de la educación y del bienestar público, la pros-
peridad económica y el pleno empleo de las primeras décadas de la posguerra en
Europa oriental modificaron las relaciones sociales de poder a favor del dominio
exclusivo, y este hecho, a pesar de todas las ‘finas distinciones’, conllevó en parte una
democratización del poder. El neoliberalismo parece reconfigurar nuevamente esta
relación –sobre todo por coopción de una parte de los ascendidos socialmente, que
ahora se pueden perfilar como elites de función– entre la economía y la sociedad.
En segundo lugar, hay que mencionar la unidimensionalidad de su análisis
sociológico. Éste se concentra casi únicamente en la lógica del poder, pero no
puede captar o bien explicar la lógica de la acción social per se. Sus categorías
espacio social, hábito, campo y capital definen cómo se determinan en la práctica
las diferencias sociales y cómo se convierten en distinciones aceptadas que nueva-
mente llevan a reproducir relaciones sociales desiguales. Pero no pueden explicar
por qué surgen las relaciones sociales. Bourdieu reduce sus condiciones constitu-
tivas a una sola: el poder. El poder condiciona las relaciones sociales, y las relacio-
nes sociales condicionan el poder. Pero si no tengo ninguna explicación de por
qué se originan relaciones sociales, y si no puedo denominar en preciso la relación
entre la sociedad y la economía, también se reduce mi entendimiento de las (dis-
)continuidades del cambio social.
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