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DANIEL, Ute, Compendio de historia cultural.

Teorías, práctica, palabras clave, traducción de


José Luis Gil Aristu, Madrid, Alianza, 2005, 444
páginas.1

El libro ofrece, de acuerdo con la introducción, una síntesis densa de una de las principales
corrientes de pensamiento y que gira en torno a la historia cultural. La autora, la profesora
alemana Ute Daniel, brinda un panorama nuevo sobre esta cuestión que resulta gratificante
por ser un intento plausible de llenar las lagunas que se tienen en cuanto al conocimiento de
las ciencias de la cultura y básicamente nos invita a reflexionar no sobre una definición de
historia cultural, sino sobre sus contenidos y principios que la han puesto en los debates
más polémicos por delimitarla. Según la autora, unos de los grandes problemas radica en la
inutilidad de definir a la historia cultural por lo que prefiere explicar qué no es la historia
cultural, aunque con ello vaya implícito lo que sí es la historia cultural. Para lograr su
cometido se apoya de tres pilares: a) la historia cultura no es una historia adjetivada, es
decir, no pertenece a una división de una historia general, b) no es una manual que por su
método garantice un saber y c) no es un símbolo que puede usarse como bandera para
combatir otras teorías. En la introducción que Daniel hace a su libro, manifiesta su
preocupación ya no por saber qué es y qué no es la historia cultural, sino para qué sirve y
cree conveniente señalar que la historia cultural, como ciencia que es, no sólo que se asuma
sino que se asa como “local y relativa” lo que le impedirá refugiarse en teorías o métodos
que alardean ser seguros y veraces.

Por otro lado, la profesora Daniel propone un “catecismo” para la historia cultural que
además de ser harto interesante, mete el dedo en la llaga de algunos paradigmas en la
historia. Dicho catecismo se sustenta en tres puntos: 1) los objetos de historiografía, 2) los
sujetos de la historiografía y 3) la historia cultural como una ciencia insatisfecha. Para el
caso primero, los objetos de la historiografía, se hace hincapié en que el conjunto de “todo
aquello” digno de historiar no puede ser arrancado de su contexto cultural, de lo contrario
perdería su significado que es otorgado por ese mismo contexto. Los sujetos de la
historiografía llega a convertirse en el ´punto más importante de estos tres propuestos pues
revela el papel tan importante que juega aquel que escribe historia sobre esa historia escrita.
Es decir, quién escribe no puede mantenerse displicente como si no le importara nada de lo
que escribe, pues finalmente es él (el que escribe) quien influye en el cómo se está
escribiendo y en qué cosas puede ser considerados como objetos del análisis histórico. De
aquí se desprende el problema de la subjetividad contrapuesta a la objetividad y, por

1
En este texto sólo se comentan las páginas 11-53, que corresponden a la Introducción a una parte del
Capítulo I.

1
extensión, al de verdad, problemáticas que aborda más adelante pero que siempre están
saliendo a colación.

El libro de la profesora Daniel, especialista en Historia Moderna, está segmentado en varios


capítulos que van enlazados el uno del otro y destacan “El saber de la ciencia de la cultura
I” (que explicaremos abajo de manera muy breve), “Derivaciones” (en el que se hace un
tratado de las personas y las instituciones que han participado los planteamientos sobre la
historia de la cultura como la Escuela de los Annales), “Temas” (que explica la manera en
que los estudios desembocan en la producción de símbolos, en las formas de percepción o
en las practicas: historia de la cotidianidad, de los conceptos o de la ciencia), y “Palabras
clave” (que se destina no como un glosario sino que presenta los problemas y conceptos de
los que han servido las teorías y los métodos: verdad, hecho, objeto o cultura, por ejemplo).

El capítulo I “El saber de la ciencia de la cultura I” se ajusta, grosso modo, a autores del
periodo en torno a 1900 (año en que la autor identifica el origen de los debates alrededor de
las ciencias de la cultura) y que considera como pioneros en el conocimiento de las ciencias
de la cultura, tales como Nietzsche y Ernst Cassirer (filósofos), John Dewey (pragmatista) y
Georg Simmel (sociólogo), los cuales, sin embargo, sustentan sus propuestas sobre la
cientificidad del saber del hombre en autores como Kant, del cual, Daniel nos brinda un
panorama general pero muy preciso. Con Kant se establece un modelo para las ciencias que
perdurará hasta, según se dice, hasta el siglo XX y que se sustenta en la eliminación de la
incertidumbre o, lo que es lo mismo, en la seguridad científica. En este sentido, Kant
excluye el saber del hombre por no producir un saber seguro, tal como su modelo propone.
Más tarde, ya en 1900, las ciencias del ser humano se resguardaba a la sombra de las
ciencias naturales cuyos principios derivaban de los kantianos.

En este capítulo la autora enfatiza en la figura de Friedrich Nietzsche como crítico vigoroso
de ese modelo kantiano y como pionero de las ciencias de la cultura. Para Daniel, Nietzsche
cuestiona la fe en las causas, se pregunta sobre la utilidad y los inconvenientes de la historia
para la vida, se pregunta qué es la verdad e identifica a la ciencia como una explicación del
mundo casi nada distanciada de la religión.

A grandes rasgos, los segmentos analizados representan una propuesta un tanto aventurada
si consideramos la amplitud del campo en el que se desarrolla la propuesta de la profesora
Daniel y que recae, todo, en la historia cultural, por eso ella misma advierte lo tedioso que
puede resultar para el lector, desayunar, comer y cenar historia cultural. Por otro lado es
impresionante la manera en cómo es abordada la cuestión de la historia cultural pero a
través de ¡la filosofía o la sociología! Y no podría ser de otra manera si atendemos que la
reivindicación de las ciencias del ser humano frente a las de la naturaleza (la física sobre
todo) fue trabajo de sociólogos o filósofos como el capítulo I deja establecido. Dicha
oposición, ciencias de la cultura-ciencias naturales, más que resaltar una controversia en
torno a un único modelo de conocimiento que se pretendiera seguir, son las diversas

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concepciones de ciencia y de verdad lo que desencadena los debates entre filósofos y demás
estudiosos del hombre.

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