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JORNADAS TOMISTAS 2018

LA CREACIÓN Y LA NOCIÓN METAFÍSICA DE PARTICIPACIÓN

Introducción. Planteo

La creación de la nada es un dato revelado. En Gen1. 1, 1: Al principio creo Dios el cielo y la


tierra, se afirma expresa y directamente la creación del mundo de la nada, según interpretación
común de judíos y cristianos. Obsérvese que en este importantísimo texto no se habla de ningún
sustrato material que precediera al acto creador (materia ex qua). La expresión «Al principio», sin
otra ulterior determinación, significa el principio absoluto, es decir, el instante antes del cual nada
existia fuera de Dios y en el cual comenzaron a existir las cosas distintas de Dios. «El cielo y la
tierra» es el universo entero, es decir, todas las cosas distintas de Dios, el mundo. Además es de fe
definida que “todo cuanto existe fuera de Dios ha sido sacado de la nada por Dios en cuanto a la
totalidad de su sustancia”.

“Crear, en sentido filosófico y teológico, significa producir una cosa de la nada: «productio rei
ex nihilo =non ex aliquo»); concretando más: «ex nihilo sui et subiecti» (y no «ex nihilo causae») es
decir, que antes del acto creador no existía la cosa como tal ni tampoco sustrato material alguno del
que pudiera haber sido sacada”2. Según Santo Tomás, la creación es la producción de algo en toda
su sustancia sin presuponer nada increado o creado por alguien3.

Deducimos a partir de estas concepciones, y es lo que queremos presentar en este trabajo, que la
Creación coincide sustancialmente con la noción de participación, en su punto más metafísico y
dinámico, que es el descenso o la disrupción 4 del Ipsum Esse al ente, pues, como veremos, tal
participación tiene una dimensión tanto extensiva (de todos los entes), como intensiva (de todo el
ente), lo cual implica necesariamente causar totalmente el ser, sin un ser o existir previo. La clave
entonces, el punto de encuentro, es la razón de totalidad del ente, y lo que su misma estructura
interna nos revela, en el momento en el que llegamos al esse como fundamento del ente.

1
En otros lugares del NT: Rom. 4,17: ‘Dios… que llama a lo que es, lo mismo que a lo que no es’; Ap. 4,11:
“Porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad lo que no existía fue creado”
2 OTT, Ludwig., (1966) Manual de Teología Dogmática. Herder. Barcelona. P. 140.

3 S.th. 1 65, 3

4 El término disrupción (del latín, “disruptio”) procede del campo lingüístico de la electricidad: se trata de la

“descarga” eléctrica, como paso brusco de la electricidad a través de gas, aire, etc..., en una interrupción del
conductor o desde éste a tierra. En la disrupción metafísica hay un paso por comunicación del esse a los entes por
parte del Esse mediante el esse participado en una discontinuidad metafísica. Expresa al mismo tiempo la
inmanencia extrínseca y la diferencia originaria como situaciones concomitantes de la relación ente-Esse en la
participación trascendental.
1
Para el desarrollo nos valemos sobre todo de la hermenéutica de la Suma Contra Gentiles5 que
realiza como tesis doctoral el P. Julio Raúl Méndez, acerca del Amor como Fundamento de la
Participación Metafísica, tesis que fue dirigida y muy bien presentada en su publicación por el
mismo Cornelio Fabro.

Totalidad extensiva e intensiva

El tipo de causalidad que se explicita en la doctrina de la creación se corresponde con la misma


estructura que el ente por participación denuncia, como el efecto revela su Causa. En la SCG (II,15)
se lee que la causalidad trascendente del Esse tiene carácter universal extensivo e intensivo, en el
sentido de que es causa de todos los entes y causa total, de todo el ente. Así el adjetivo “omnis-e”
refleja el momento extensivo, como en el mismo título de II, 15: “Quod Deus sit omnibus causa
essendi”6. En cambio, el momento intensivo es señalado por “totus-a-um”, “Deus est totius esse
actius universaliter” (al ser Dios el autor exclusivo del ser universal, no hay ninguna materia que le
corresponda proporcionadamente).7

Santo Tomás se preocupa en mostrar, en primer lugar, que no hay ente, como lo revela su
misma estructura, que se sustraiga al momento extensivo, aunque lo negaron algunos antiguos
(materia eterna), y algunos contemporáneos suyos, que dijeron que Dios solo causaba el
movimiento del Cielo, cuando la misma substancia de los cuerpos celestes se revela como
participada, es decir, causada:

Ahora bien, a todas las cosas les es común el ser. Luego es necesario que sobre todas las
causas haya alguna que le sea propio dar el ser. Pero la primera causa es Dios, como se ha
evidenciado anteriormente (l. 1, c. 13). Luego es necesario que todo lo que existe sea por
Dios8.

El ser es lo que tienen en común todas las cosas, y donde se resuelve toda otra perfección. Por
eso dice Santo Tomás que la causa de las creaturas debe ser total y universal en todo sentido: es
necesario que haya un principio del ser por el que tengan ser las cosas, incluso las más diversas,
tanto si son invisibles y espirituales como si son visibles y corporales. Así entonces, en la misma
explicación sobre la causalidad extensiva de los entes, se revela la causalidad intensiva; Dios es
causa del ser de todas las cosas, perfección común a todas ellas.

5
Tomamos principalmente lo referido al CAPÍTULO XV: “Dios es causa de todo cuanto existe”, y al CAPÍTULO
XVI: “Dios produjo las cosas en el ser de la nada”.
6 Como también su paralelo en S Th q 44, a1. “Utrum sit necessarium omne ens esse creatum a Deo”.

7 SCG II,16 a,9

8 SCG II,15 a.3

2
Lo que subyace también a este desarrollo en la SCG y a este tipo de causalidad intensiva, es que
el Aquinate trabaja con una elaboración original a partir de la emergencia del acto aristotélico,
asumida en la noción de esse intensivo. Es el acto aristotélico, con toda su emergencia y prioridad
respecto a todo tipo de potencia, reinterpretado según la noción de esse. Esto hace que la
universalidad de la Causa trascendente tenga por sí carácter extensivo y sobre todo, intensivo. Con
esta elaboración Santo Tomás puede operar la máxima radicalización del Acto Puro Intensivo, que
emerge como el Ipsum Esse, ser por esencia que causa el ser por participación.

Así, la dependencia del ente por participación respecto al Esse Subssitens resulta “total” en
sentido fuerte, es decir con sus dos momentos, extensivo e intensivo, implicados en una sola
situación metafísica: la participación metafísica trascendental. Lo real es esta situación metafísica,
los momentos sólo se distinguen en el análisis que realiza el metafísico; aquí y en el orden de la
fundación el momento intensivo resulta razón del momento extensivo. Lo explica el p. Méndez9:

Santo Tomás considera el proceso de fundamentación causal en la via del esse intensivo y
arriba a un Dios que es Acto Puro como Esse Subsistens, por lo que puede decir que el Primer
Principio nada supone: el Esse Intensivo Real no es un Acto Puro que suponga materia prima
o potencia pasiva real sobre la cual actuar, por ello crea sin partir de una potencia pasiva
real10.

En los argumentos que desarrolla SCG II,16, la clave está en la causalidad universal que
por el pasaje al límite de los momentos extensivo e intensivo descubre la singularísima
modalidad de la participación metafísica trascendente: la creación a partir de la nada.

En este capítulo se muestra cómo la Creación a partir de nada manifiesta la emergencia absoluta
del esse ut actus que excluye toda potencia pasiva real fuera del compuesto (ente sintético) y remite
a la participación trascendente directa del ente respecto al Esse Subsistens.

La creación entonces es el tipo de causalidad que trasciende todas las categorías


predicamentales en cuanto produce sin contar con un sujeto previo, por eso es una participación
trascendental:

Lo que obra solamente moviendo y cambiando no es causa universal del ser; pues por el
movimiento y el cambio no resulta el ente del no-ente sin más, sino este ente de este no-ente.
Mas Dios es el principio universal del ser, según se ha probado (c. 15); por tanto, no se limita

9
Cf. MÉNDEZ, Julio Raúl. (1990). El Amor Fundamento de la Participación Metafísica. Hermenéutica de la
‘Summa contra Gentiles’. Sudamericana. Buenos Aires. p. 127
10 Ni potencia pasiva subjetiva, porque es Acto Puro, ni objetiva, porque es Esse Subsistens Intensivo: como se

demostró en el primer libro, Dios no es materia de cosa alguna y ni puede haber nada fuera de El que no exista
por Él, como se vio. Es forzoso concluir, pues, que Dios no requiere materia previa para obrar en la producción
de sus efectos.(SCG, II, 16, n. 933).
3
su obrar al que encierra movimiento o cambio. Luego tampoco necesita que haya con
antelación materia para obrar11.

En el quinto argumento del c. 16, STA parte del principio de que “Todo agente produce algo, de
algún modo, parecido a él. Además, todo agente obra según como está en acto” Pero el Esse
Subsistens no posee el acto como en un compuesto, sino que su sustancia es el Acto Puro, por tanto
su causalidad no se limita a un determinado acto inherente sino que abarca intensivamente toda la
sustancia del efecto.

La materia, entendida como pura potencia pasiva, recibe de diversa manera cierta actualización,
pero siempre de una manera determinada. No hay potencia pasiva que reciba universalmente el ser,
por lo que no puede haber una materia o potencia preexistente a la participación trascendental
dinámica.

El décimo argumento señala que la dependencia real procede de la causalidad; se trata de la


resolución metafísica en el acto emergente.

El primer ente tiene que ser causa de los demás entes existentes, porque de no ser causados
no Serian ordenados por él, según ya Pernos demostrado (l. 1, c. 13). Ahora bien, entre el acto
y la potencia hay tal orden, que, aunque en una misma cosa que a veces está en potencia y a
veces está en acto la potencia sea anterior en el tiempo al acto -por más que el acto sea anterior
a la potencia en naturaleza-, sin embargo, hablando en absoluto, es preciso que el acto sea
anterior a la potencia; cosa evidente, porque la potencia no se actualiza sino por un ser en acto.
Luego, como la materia es un ser en potencia, es preciso que Dios, que es acto puro, sea en
absoluto anterior a ella y, consiguientemente, causa de la misma; y, en consecuencia, su acción
no presupone necesariamente la materia.

Explicitación de la noción metafísica de creación

La creación como comunicación del esse intensivo incluye la comunicación, junto con el actus
essendi y por el actus essendi, de los principios potenciales que de él dependen en el orden
trascentendal real (la forma, y por ésta, la materia). El principio potencial que se encuentra en cada
ente depende en último témrino del Acto Puro como de su Causa Primera, en la cual se resuelve
intensivamente.

Cuando STA define a la asimilaicón que encierra la participación real como causalidad, en el
término de la creación, permite ver con mayor claridad aún cómo en este extremo todo depende del
acto creador.

11
SCG II, 16

4
La participación real encierra una asmiliación del efecto a la Causa. La “assimilaio” es real en
cuanto se comunica un acto, es laperfección recibida la que hace al efecto. Por el esse participado es
que el ente cmienza a ser real y tiene realidad aun su potencialidad intrísnseca: por el esse
partipicado intrísneco el ente sintético se asemeja a Dios: la semejanza de cualquier substancia
creada con Dios es mediante el ser (SCG II, 53)

El esse participado es al mismo tiempo lo metafísicamente más intrísneco del ente (más
intrínseco que la esencia que funda) y el principio real de dependencia respecto a aDios. Por ellos e
peude decir que es el esse quien cumple la mediación trascendental entre el finito y el infinito. Por
ello la creaión primariamente se refiere al esse, y por el esse a la esencia y los accidentes. En el seno
del ete sinténtico el primer efecto con prioridad metafísica es el esse, la esnecia y los accidentes son
secundarios: más que decir que son creados, de éstos hay que decir que son concreados.

No se trata de una doble producción como si fuerna dos entes que luego se reúnen; la creación
es del ente sintético como plexo real originariio en el cual el principio perfectivo de realidad es el
esse y mediante el esse (ut quo) es creada y tiene realidad la esencia como principio potencial de
limitación (y determinación formal).

Este singularísimo modo de causalidad universal total extensivo-intensivo es el llamado


“creación”, y resulta en la metafísica de STA una adquisición de la especulación sobre la fundación
del ente y coincide con la noción revelada en el primer libro del a Biblia. Como afirma el mismo
STA: La divina Escritura confirma esto diciendo: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra”. Y
crear no es otra cosa que producir algo en el ser sin materia previa.

En In Sententiarum (II, d. 1 q.1 a.2) indica claramente este doble acceso a la noción de creación:
“La creación no solo se sostiene por fe, sino también por demostración racional”. Esta resolución
metafísica trascendental que incluye dos notas (la prescindencia de todo elemento precio la
efectualidad intensiva dependiente del esse recibido) es una adquisición de la razón humana, y ha
sido en este sentido conocida por algunos filósofos12. La noción reveldad de “creación”, dice STA,
añade una tercera nota: la temporalidad de la creación. Esto no puede ser demostrad ni es admitido
por los filósofos, sino que se supone de la fe.

Conclusión

12 Otros
progresaron más hasta considerar el ser en cuanto ser; y consideraron la causa de las cosas no en cuanto
que son éstas o aquéllas, sino en cuanto que son seres. Así pues, lo que es causa de las cosas en cuanto que son
seres, es necesario que sea causa de las cosas, no sólo en cuanto que son tales cosas por las formas accidentales ni
tampoco en cuanto que son estas cosas por las formas sustanciales, sino también en cuanto todo aquello que
pertenece a su ser en el modo que sea. Así, es necesario sostener que también la materia prima fue creada por la
causa universal de todos los seres. S Th 44 a2)
5
Destaca de una manera particular el genio providencial de Santo Tomás de Aquino, en su
síntesis original reflejada en la noción de participación, por el mismo hecho de que no es, después
de todo, ni el primero ni el último de los filósofo pertenecientes a un contexto judeo-cristiano,
que pudo contar con la doctrina de la creación en su reflexión sobre la aparición de lo múltiple a
partir del Uno.

Él mismo relata, con gran humildad y sagacidad, cómo sus predecesores contaron con la verdad
sobre la Creación y se vieron favorecidos por la misma en su reflexión filosófica13:

Otros se elevaron aún más, hasta considerar el ser en cuanto ser, y éstos investigaron la
causa de las cosas, no sólo en cuanto son esto o aquello, sino bajo la razón absoluta de ser.
Ahora bien, lo que es causa de las cosas en cuanto seres, debe ser causa de ellas no sólo
según que son éstas por sus formas accidentales o según que son tales por sus formas
substanciales, sino también en cuanto a todo lo que de cualquier modo hay de ser en ellas.
Según esto, es necesario admitir que aun la materia prima ha sido creada por la causa
universal de los seres.

En lugares como estos, donde Santo Tomás realiza una escala histórico-genética en la
especulación filosófica de la filosofía precedente, ubica en esta tercera etapa a la consideración
del ser en cuanto ser, reclamando una causalidad universal, y se piensa que estos filósofos
corresponden a las fuentes neoplatónicas de Santo Tomás, como Plotino conocido mediante
Agustín o Macrobio, y también Avicena, Averroes, y tal vez el Pseudo-Dionisio14.

De todas maneras, por todo lo visto, no se puede dudar de que la noción del esse ut actus y el
teorema de la creación explicitado por la noción metafísica de la participación no pertenece ni a
ellos ni a los neoplatónicos griegos, árabes o latinos, sino que lo más propio de esta “tercera
etapa” es del mismo Santo Tomás, y constituye su aporte especulativo más alto en la historia del
pensamiento filosófico: es la clave de bóveda de todas sus tesis15.

13
S. Th I, q44, a2 corpus: Si la materia prima ha sido creada por Dios.
14
Cf. MÉNDEZ, Julio Raúl. (1990). El Amor Fundamento de la Participación Metafísica. Hermenéutica de la
‘Summa contra Gentiles’. Sudamericana. Buenos Aires. p. 135-136
15 Cf. Ibidem.

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