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Valsendero:

Roberto Rodríguez Guerra a la sombra de Doramas


(25/10/2018)

II
Un primer acercamiento:
Valsendero y el Bosque de Doramas

«¡Es el hacha! Es el golpe de su oficiar violento


que, bruscamente, llega, desolador y cruento,
de la entraña del bosque,…»
(Tomás Morales, Tarde en la selva).

«El gallardo laurel, el prócer tilo,


la yedra que a sus troncos se abrazaba,
soberbia de tener un dulce asilo,
todos, todos caerán, y donde estaba
anidado el placer, puro y tranquilo,
entrará la ambición, que todo acaba»
(Rafael Bento, La destrucción de Doramas»)

Valsendero, un pequeño pueblo grancanario «hundido en profundidades de misterio» 1 y


«donde aún es posible escuchar “el sonido del silencio”»,2 pervive a la sombra de montañas, a
caballo de pendientes y laderas, al paso de cañadas y barrancos, entre hoyas, umbrías y solanas.
Podría decirse, en líneas generales, que por el Este está flanqueado por el Lomo del Prado, el
Lomito del Morro y el Lomo de Castellano. Al Oeste se elevan El Lomo Gordo, la Montaña de
Pajaritos, el Lomito del Espigón y el Lomo de los Inciensos. Al Norte linda con El Barranco (de la
Virgen) y al Sur con El Andén, El Lomo Pelao (El Paso) y El Malpey. Entre esos límites, abajo, al pie
de las montañas, sumergido en un sereno y frondoso silencio puntualmente roto por el diurno
tañer de las campanas de su iglesia, en las tierras y llanos aledaños al largo y profundo barranco,
Valsendero descansa entre el rumor del viento y el canto de los pájaros. Ahí viven y reposan el
pueblo, sus barrios y sus gentes entre fincas, heredades, aguas, hoyas, barranquillos, casas,
cuevas, árboles, aves,…, y senderos. Senderos que van y vienen, que nacen en cualquier recodo y
te llevan a cualquier parte, aunque, eso sí, siempre cuesta arriba (o cuesta abajo) entre

1
José Artiles, Las campanas son de bronce, Madrid, 1968, p. 149
2
Humberto Pérez Hidalgo, Origen y noticias de lugares de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, Fundación
Canaria MAPFRE GUANARTEME, 2010, p. 760.

1
abundantes vueltas y difíciles vericuetos que –como veremos- acaso fueran el origen del
significado de los primeros topónimos con que el pueblo fue nombrado, conocido y reconocido.
Sus orígenes como lugar habitado son remotos e inciertos. Parece que los indígenas
canarios estuvieron por estos lares, pues no falta quien sugiera que sus caminos, sus casas-cuevas
y sus cuevas-corrales de El Andén o de las Cuevas de Lana pudieron tener algún uso indígena.3
Pero, por el momento, no se han encontrado restos arqueológicos que lo prueben. Tampoco
disponemos aún de mayor información sistemática acerca de lo ocurrido en estas tierras durante
los años de la conquista y después de ella.
No será fácil pues esbozar mínimamente los avatares de este pueblo a lomos de un
barranco. Habría que datar la aparición de propiedades, casas, ganados, pobladores, etc…, Pero
poco a poco quizá sea posible, a partir de pequeños avances y aportaciones,4 ir subsanando
algunas de estas lagunas y, sobre todo, ir extendiendo algo más el conocimiento de nuestra propia
historia. Ese es el propósito último de estas notas escritas a la sombra de Doramas, pues -como
decía más arriba- el pueblo se encuentra en el límite Sur de lo que en su momento se conoció
como la Selva o Bosque de Doramas. Así, por ejemplo, Antonio Santana Santana –de quien tomo la
imagen que más abajo reproduzco acerca de la localización y extensión de la Montaña de
Doramas- señala que
«En la segunda mitad del siglo XVIII la extensión de Laurisilva se encontraba bastante
reducida. Sin embargo, aún abarcaba un amplio sector de la vertiente Norte central de la
isla. El limite oriental de la Montaña de Doramas se extendía desde Valsendero hasta la
Cruz de Firgas, desde donde continuaba, por la margen derecha del barranco de Azuaje
descendiendo hasta La Montaña de los Dragos, en Moya. Desde allí hasta el pueblo de
Moya, continuando, ya en el municipio de Guía, hasta La Montañeta. De esta última partía
el límite occidental, que pasando por Montaña Alta, llegaba a la Atalaya Chica. El limite
meridional enlazaba esta última con Valsendero, salvando los terrenos agrícolas de La Hoya
del Cavadero, en Fontanales, puestos en cultivo desde mediados del siglo XVII». 5

3
Humberto Pérez Hidalgo, Origen y noticias de lugares de Gran Canaria, p. 227. Esto es también lo que se sugiere,
entre otros lugares, como en El Portal del Turista de la Villa de Moya
(http://villademoya.es/turismo/modules.php?mod=portal&file=ver_gen&id=TkRneE5RPT0=) donde se dice que pese a
las dificultades para transitar por sus caminos y senderos «los aborígenes canarios lo hicieron con más facilidad pues
se asentaron allí y después lo hicieron los pastores con su ganado».
4
De particular interés a este respecto son las aportaciones de Humberto Pérez Hidalgo en el libro que acabamos de
mencionar (Origen y noticias de lugares de Gran Canaria, pp. 760 y s.) en la voz «Valsendero (Valleseco)».
5
Antonio Santana Santana, Historia de un bosque: la Montaña de Doramas, Las Palmas de Gran Canaria, Instituto de
Ciencias de la Educación, 1986, p. 26. Véase también, del mismo autor, «El bosque de Doramas: Historia y destrucción
de un paisaje», Aguayro, 174, 1987, pp. 21-25.

2
Pero lo relevante en estos momentos es que de dicho Bosque y Montaña se han
comentado maravillas. El propio José Miguel Alzola comienza Don Chano Corvo recordando que en
su Comedia del recibimiento (considerada por algunos como una obra fundacional de la literatura
canaria) Bartolomé Cairasco de Figueroa –poeta, dramaturgo y músico grancanario (1538-1610)-
aseguraba, aludiendo a su frondosidad, altura y espesura, que en este bosque «de Apolo Délfico
no puede penetrar el rayo cálido».6 Pero no menos elogiosas fueron las palabras que le dedicó
José de Viera y Clavijo (1731-1813). Este sacerdote realejero (que fue también historiador, biólogo
y escritor) dice en su Diccionario de Historia Natural que:
«Extendíase entonces Doramas cosa de seis millas. Casi nada era comparable en el mundo
a su espesura, lozanía, verdor y deliciosa frondosidad. La robusta, descollada y numerosa
arboleda que la poblaba tenía el raro privilegio de componerse, por la mayor parte, de
árboles y arbustos indígenas, esto es, de vegetales propios y privativos del país. Tales eran
el palo blanco, el barbusano, el viñátigo, el acebiño, el follado, la llamada haya, el llamado
til, el escobón, la jinja, la mocanera, el drago, el poleo de montaña, etc.; sin contar con los
innumerables laureles y otros árboles apreciables».7

Todo ello nos muestra la frondosidad y la diversidad, la riqueza y la originalidad, en suma,


la belleza y el carácter único del espacio natural a que nos referimos. En todo caso, del mismo se
ha dicho también que «era de todos y de nadie»8 o, insistiendo en ello, que era «de

6
Bartolomé Cairasco de Figueroa, Comedia del recibimiento, Las Palmas de Gran Canaria. Ediciones Archipiélago,
2005, p. 30.
7
José de Viera y Clavijo, Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, Tomo II, 1866, Santa Cruz de Tenerife,
Valentín Sanz, 1944, p. 129 y s.
8
José Miguel Alzola, Don Chano Corvo (Crónica de un jardinero y su jardín, p. 9.

3
aprovechamiento comunal, cubierto de formaciones de laurisilva en un clima húmedo y lluvioso».9
Pero –nos recuerda asolado Alzola-
«de tan hermoso paraje solo nos quedan hoy, para mayor desconsuelo, las descripciones
de algunos coetáneos y al leerlas se acrecienta más nuestra congoja por su desaparición». 10

Ciertamente, hoy, de aquellas tierras comunales poco o nada queda, aunque de las
«formaciones de laurisilva» si pueden encontrarse unos pocos espacios y reservas naturales. Pero,
como decía, Valsendero se encuentra en los límites del antiguo Bosque de Doramas. De ahí la
exigencia de volver, si bien escuetamente, sobre la historia del mismo y, en especial, sobre los
repartimientos de tierras y aguas en Gran Canaria tras la conquista. De este modo, podemos
evidenciar cómo lo que en su día fueron tierras y aguas de los indígenas canarios pronto, tras la
conquista, pasó sin embargo a ser propiedad realenga o, previa concesión real, del
Cabildo/Concejo de la isla o de determinados conquistadores y personajes11mediante
«repartimientos» cuya finalidad era pagar a estos últimos por su participación (personal o
financiera) en la conquista de la isla. Pero también mediante muy diversas «demasías»,
usurpaciones, ocupaciones ilegales, altercados y violencias. De cualquier modo, conviene tener
presente que estos repartimientos y datas -como indica Suárez Grimón- «representan una
concepción elitista de la propiedad de la tierra por no permitir el acceso a la misma de los
campesinos desposeídos y sí a los propietarios o instituciones que ya las poseen».12
En este proceso de general desposesión indígena y particular apropiación real, cabildicia o
privada jugó un papel decisivo la intención –ya expresada por los Reyes Católicos y continuada por
sus herederos- de «conquistar la ysla de gran canaria, que los infieles enemigos de nuestra santa

9
Vicente Hernández Jiménez, «Prólogo» a Vicente Suárez Grimón, Valleseco. Crónicas de un siglo, Las Palmas de Gran
Canaria, Anroat Ediciones, 2007, p. 13.
10
José Miguel Alzola, Don Chano Corvo (Crónica de un jardinero y su jardín, p. 7. Para un acercamiento a muchos de
esos relatos y, en el fondo, a la presencia de El Bosque de Doramas en la historiografía y literatura canaria véase A.
Sánchez Robayna, «Cairasco de Figueroa, y el mito de la selva de Doramas», ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS, 37,
1991, pp. 230-321.
11
Ya los Reyes Católicos, según consta en la Real Cédula de 1480, otorgaron poderes a Pedro de Vera (por entonces
gobernador de Gran Canaria) para que repartiese «todos los exidos y dehesas y heredamientos de la dicha vsla entre
los Caualleros e escuderos E marineros. E otras personas que en la dicha ysla estan y estuuieren y en ella quisieren
biuir e morar: dando a cada vno aquello que vieredes que segun su merescimiento e estado». (Pedro Cullén del
Castillo, ed., Libro Rojo de Gran Canaria o Gran Libro de Provisiones y Reales Cédulas, Las Palmas de Gran Canaria,
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Caria, 1947, p. 1.
12
Vicente Suárez Grimón, «La Montaña de Doramas y la conflictividad social en Gran Canaria en el tránsito del antiguo
a nuevo régimen», en VII Coloquio de Historia Canario–Americana, Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones del Cabildo
de Gran Canaria, 1986, p. 540. Este trabajo de Suárez Grimón, del que hemos tomado algunas expresiones y diversas
referencias, es -como ya sugiere su propio título- de especial interés e importancia para un acercamiento a la
conflictividad social generada en torno a los repartos de tierras y aguas en la Montaña de Doramas.

4
fee catholica tenían ocupada», así como de poblarla y cristianizarla.13 Pero también lo jugaron las
ansias de fortuna de los conquistadores y sus herederos, así como sus posteriores necesidades de
madera para la construcción de «ingenios», casas, alpendres, carretas, navíos y otros enseres
propios de una nueva economía y modo de producción.
Las consecuencias de la colonización y repartición de Gran Canaria, de la introducción de
muy diversos cultivos e industrias (en especial la caña de azúcar y los ingenios) no se harían
esperar. Se traducirían en el arrinconamiento, la desposesión y la forzada aculturación de la
población indígena, así como –por lo que aquí nos interesa pero al igual en otros muchos espacios
naturales (Montaña de Gáldar y Monte Lentiscal)- en la gradual y feroz tala del Bosque de
Doramas hasta reducirlo a su más mínima expresión. Con ello se perdía un entorno natural de
enorme valor simbólico y cultural. Pero también de decisiva importancia social y económica. De
hecho, tanta fue la conmoción que estos hechos provocaran que hasta se promulgaron diversas
«Ordenanzas» por las que se prohibía o limitaba severamente la tala de árboles, la recogida de
maderas o la presencia de animales (vacas, cabras, ovejas,…) en estos bosques. 14 Es más, el ya
mencionado Viera y Clavijo -hacia finales del siglo XVIII, después de trasladar su residencia a Las
Palmas (1784) y en un momento en que el Bosque de Doramas ya había sufrido una drástica
reducción- se muestra profundamente afectado por las consecuencias que la tala de los bosques
de Gran Canaria tenían sobre la flora, la fauna y las riquezas de nuestra isla. Así, especialmente
acongojado por la deteriorada situación del Bosque de Doramas, se refiere al mismo en algunos de
los versos del «Canto Décimo. Invierno. Diciembre» de Los meses. Poema (1796).15 En ellos,
abiertamente afligido, Viera se lamenta:
«Mas ¡ah!, ¡¿preciosos árboles! qué lejos
De daros sucesores que os hereden,
No tememos con mano temeraria
A golpes de las hachas insolentes

13
Pedro Cullén del Castillo, ed., Libro Rojo de Gran Canaria o Gran Libro de Provisiones y Reales Cédulas, p. 3. Este
famoso e importante libro se recogen y transcriben gran parte de las «REALES CÉDULAS GANADAS POR LA ISLA», esto
es, los «Privilegios» o «Provisiones» que diferentes reyes –desde los Reyes Católicos hasta Carlos V- concedieron a la
isla de Gran Canaria.
14
Sobre el Bosque de Doramas puede consultarse, además de las obras ya citadas, A. Santana Santana, Historia de un
bosque: la Montaña de Doramas, Las Palmas de Gran Canaria, Universidad Politécnica de Las Palmas, Instituto de
Ciencias de la Educación, 1986. También la ya citada obra de José Miguel Alzola, El bosque de Doramas.
15
José de Viera y Clavijo, Los meses. Poema, Santa Cruz de Tenerife. Imprenta, litografía y librería Isleña, 1849, p. 88 y
s. Viera divide Los meses. Poema en cuatro partes (consagrando cada una de ellas a las diferentes estaciones) y en
doce cantos (respectivamente dedicados a cada uno de los meses). Como dato curioso, Viera decide empezar este
«año poético» con la primavera («en que toda la naturaleza revive») y el mes de marzo, pues según él esta era la
«época en que casi todas las ciudades Asiáticas, y aún los primeros romanos lo empezaban» (p. III y s.). De ahí que el
Canto Primero corresponda al primaveral mes de marzo y el Canto Décimo al invernal mes de diciembre.

5
Derribar vuestros troncos venerables,
Que llorarán los pueblos que nacieren;
Sitios queridos de las nueve musas
En cuyos frondosísimos andenes
Paseó, de su numen agitado
El divino Cairasco tantas veces.
¡Montaña de Doramas deliciosa!
¿Quién robó la espesura de tus sienes?
¿Qué hiciste de tu noble barbusano?
Tu palo blanco ¿qué gusano aleve
Le consumió? Yo vi el honor y gloria
De tus tilos caer sobre tus fuentes…
Huid ya de estas selvas, pajarillos;
Nada os puede alegrar: peligrar debe
El nido maternal de vuestra prole,
Si el leñador y el carbonero quieren.
Huid también vosotros a otra parte,
Zagalas y pastores inocentes:
Ya no hallareis en este monte bajo,
Corteza dura ó plana suficiente
Para grabar vuestros amables nombres
Como vuestros abuelos y ascendientes.
Huid: huid: sacad de esta montaña
Las manadas de cabras y los bueyes,
Que devoran los brotes cuando nacen,
Y no permiten que nacidos medren».

Todo esto –a lo que quizá sea necesario volver en algún que otro momento- forma parte
del devenir del espacio natural en que se encuentra Valsendero. No obstante, por el momento
acaso basten estas breves notas para dar cuenta –siquiera sea a vuela pluma- de su difícil historia,
de su vinculación con el Bosque de Doramas y, ¡cómo no!, de la necesidad de prestar especial
cuidado a ese entorno natural y a su lenta recuperación.

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