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El alcohol es una droga depresora del sistema nervioso central que inhibe los centros
cerebrales del autocontrol. No es una droga estimulante, como se cree. La euforia
inicial que provoca es debida precisamente al efecto de inhibir dichos centros
responsables del autocontrol.
El alcohol es la droga más aceptada socialmente y la más usada, y también la que más
problemas sociales y sanitarios causa.
Según la cantidad de etanol que tengan, las bebidas alcohólicas tienen una diferente
graduación, siendo más elevada en bebidas destiladas en las que puede llegar a 40º y
50º.
Los efectos del alcohol y del alcoholismo en el organismo dependen varios factores
como el peso, edad, sexo, velocidad en su ingesta, etc, y a pesar de la euforia y
deshinibición iniciales, afectan negativamente a los músculos, al sistema nervioso,
estómago, sistema cardiovascular, hígado, páncreas, intestino o genitales, provocando
enfermedades como la miopatía, polineuropatía, neuritis, encefalopatía, psicosis,
gastritis, vómitos, hipertensión arterial, arterioesclerosis, hepatitis, cirrosis, pancreatitis,
deficiencias nutricionales, impotencia, atrofia testicular, etc.
El estilo de vida y el entorno que rodea a la persona puede ser otra causa del
alcoholismo. Si la persona lleva unos hábitos y rutinas poco saludables y poco
beneficiosas en su vida que le incitan a beber, es fácil que caiga en el alcoholismo.
Otro motivo por el que la persona puede verse con una adicción al alcohol y un grave
problema de alcoholismo es una mala situación familiar. Situaciones de violencia dentro
de la familia, o una mala situación sentimental con la pareja llevan a la persona al
consumo de alcohol y al alcoholismo, en vez de afrontar las situaciones.
Los problemas de salud provocados por el consumo de alcohol o por el estilo de vida
asociado hacen que la persona tenga que cambiar sus hábitos y conductas para
superar las enfermedades asociadas, pero no querer afrontar estos problemas puede
provocar que precisamente se "refugie" en el consumo de alcohol para no tener que
hacer frente a su realidad en materia de salud.
Una vez conocidas las causas y efectos del alcoholismo, y con la experiencia de años
tratando la adicción al alcohol, hemos comprobado que las Comunidades Terapéuticas,
como centros de desintoxicación del alcoholismo son el mejor recurso para el
tratamiento, desintoxicación y deshabituación del alcoholismo en adictos al alcohol, ya
que cuenta con unos beneficios para el paciente que otros recursos no tienen.
Los cambios de hábitos y rutinas que van asociados a la propia identidad de este tipo
de centros de tratamiento para adicciones. Al estar conviviendo en el centro, la persona
tiene que adecuarse a los horarios, rutinas y métodos del centro, por lo que varía sus
hábitos anteriores relacionados con el consumo de alcohol.
Además de las terapias individuales, en los centros y comunidades terapéuticas los se
crean grupos de autoayuda, lo que favorece notablemente que adquieran habilidades
sociales, sientan empatía, aprendan a gestionar y solucionar conflictos y establezcan
relaciones personales positivas.
Rodrigo, 30 años
Me inicié en el alcohol a los 16 años de edad una noche que un amigo me invitó a
dormir a su casa, ya que no estarían sus padres. Lo que bebimos fue brandy con
refresco de cola. Esa fue mi primera borrachera. Esa noche inició una peda que hoy, a
mis 30 años, no ha terminado.
En épocas navideñas me gusta recordar una noche que llegué de la calle y lo primero
que vi al abrir la puerta de la casa fue a mi papá tambaleándose frente al pino navideño.
El árbol, por fortuna, todavía no tenía colocados los regalos y, digo por fortuna, porque
mi papá lo estaba orinando con canciones de Chavela Vargas de fondo. Un año
después mi papá ingresó a AA y yo repetí su hazaña orinando en la estufa, donde mi
mamá nos preparaba la comida.
En eso nos parecemos mi papá y yo: si estamos muy ebrios y con la mirada perdida
podemos orinar en donde sea.
Julieta, 34 años
Empecé a beber alcohol a los 20 años de edad. Acababa de terminar una relación de
cuatro años y estaba confundida y triste. Una amiga comenzó a llevarme a todas las
fiestas que la invitaban, pero también iniciaron los problemas en mi casa y en mi
trabajo, porque ya cualquier día de la semana podía llegar tarde, cruda, ojerosa,
cansada, de mal humor y con los nervios hechos pedazos.
Ahora tengo 34 años, dos hijos, un divorcio y una forma de divertirme que no es posible
si no estoy borracha. La gente que me rodea piensa que disfruto mucho beber alcohol.
Lo que no saben es que es frustrante no poder dejarlo. Además, su consumo es
juzgado más duramente en mujeres que en hombres.
Uno de los momentos más penosos en familia sucedió la navidad del año pasado. Mis
hijos y yo la festejaríamos en casa de mi mamá, o sea, su abuela. Lo malo fue que el
día 23 de diciembre me salí a una reunión de amigos que terminó en un after que se
prolongó hasta las siete de la tarde del día de Nochebuena, o sea el mero 24. Se
supone que yo hornearía un pavo para toda la familia. En lugar de eso llegué a la hora
de la cena navideña medio cruda, ebria, sin pavo y con una cara espantosa. De castigo
tuve que salir a la calle a buscar una taquería para, de perdida, recibir recibir la navidad
con tacos de carne asada. Este año lo único que deseo es llegar sobria a la navidad.