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Estaba dormida, pero notaba que iba subiendo y subiendo, con el cabello rojo, en pie junto a la cama, mirándola

irándola con sus ojos


para salir del sueño, igual que un globo. Le parecía que era un pez llenos de manchitas doradas.
de colores en una pecera redonda como una pelota, que subía y El chico volvió a decir:
subía en las tibias aguas del sueño, hacia la superficie. Cuando - Levántate
llegara, se despertaría. Y la niña dijo:
Y se despertó, pero no abrió los ojos en seguida. Se quedó - No estoy vestida
muy quieta, en la cama caliente, y le parecía que tuviera otro globo El chico contestó:
dentro de su cuerpo, y que este globo se hiciera más y más grande, y - Sí que lo estás. Anda levántate.
subiera y subiera. Pronto le llegaría a la boca, saldría y se elevaría
hacia el techo. El pequeño globo crecía y crecía y le producía La niña apartó las sabanas y saltó de la cama. Era verdad,
cosquillas en los brazos y en las piernas, igual que si hubiera comido estaba ya vestida, con zapatos, medias y su vestido nuevo, con la
una hoja de menta. Se preguntó: ¿Por qué me pasa esto hoy?. Y cinta del color igual que el de sus ojos. El chico del cabello rojo
mantuvo los ojos cerrados, procurando acordarse de lo que había estaba junto a la ventana, con la cara pegada al cristal, y miraba
pasado ayer. afuera.
Una voz, muy cerca, dijo:
- Es tu cumpleaños. La niña le preguntó:
Abrió los ojos, de repente. Allí, en pie al lado de la cama,
- ¿Todavía llueve? Anoche llovía.
había un chico muy raro, feo y con cabello tan rojo que hasta
resplandecía, iba con un traje de terciopelo negro, calcetines y - Ven a verlo.
zapatos rojos, y llevaba colgada del hombro una gran cartera vacía.
La niña, asombrada, miró al chico del cabello rojo, y le preguntó: La niña acudió al lado del muchacho, y, por la ventana, vio
-¿Quién eres? los árboles negros, con las ramas desnudas, goteando agua.
El chico contestó: Desilusionada, la niña dijo:
- Me llamo Maurice.
En los ojos tenía manchitas doradas, como chispas. —Me gustaría que no lloviera, el día de mí cumple años. A
Entonces, el chico dijo: lo mejor deja de llover, no crees?
- Levántate.
La niña se quedó quieta, y miro el dormitorio. Lo más divertido El Chico del cabello rojo la miro, y levanté te baja de la
era que allí sólo estaban Maurice y ella. Todas las mañanas, cuando ventana. Entonces la niña dijo:
la niña se despertaba, su madre y Dicky entraban en la habitación, y,
poco después, venía Alice para ayudarla a vestirse y a prepararse —i No, no hagas esto!
para ir al colegio. Pero, hoy, en el dormitorio sólo estaba aquel chico
Pero se calló en seguida porque, en cuanto la ventana - Y si, en la noche anterior, te metes en cama poniendo
estuvo levantada, dejó de ver lluvia y negros árboles de invierno, y primero el pie izquierdo, y después das la vuelta a la almohada, el
vio una suave niebla gris que olía a flores, y, lejos, en la niebla, oyó dia siguiente te pueden pasar las cosas más Intendentes.
unas vocecillas que le decían: La niña exclamó:
- ¡Baja, Dulcie! ¡Baja, Duicie…! - ¡Esto es toque hice anoche! Pero, ¿quién me llama?

Cuando miró a través de los cristales fijos de la parte alta de - ¿Por qué no miras y lo sabrás?
la ventana, vio que todavía llovía, y que los árboles seguían siendo
La niña saco la cabeza por la ventana, metiéndola en la
negros y tristes. En cambio, sin el cristal, veía la niebla gris que olía a
niebla cálida y perfumada, y, abajo, mirándola, con la cabeza
flores, y oía las voces que le decían: levantada, vio a Alice, la niñera negra, y a Dicky, y también a George,
el chico que vivía en la casa de enfrente.
- ¡Baja, Dulcie,..! ¡Baja, Dulcie,..!
- ¡Baja, Dulcie!
La niña miró al chico del cabello rojo, que ahora buscaba
algo dentro de la cartera, y le dijo: - ¡Esperadme!
-¡Es la cosa más extraña y divertida que he visto en mi vida! El chico del cabello rojo volvió a ponerse a su lado. En la
mano tenía una escalerita pequeña, de menos de un palmo. Se llevó
El chico le explicó: la escalera a los labios, soplo, y la escalera fue creciendo, hasta que,
- Todo se debe a que es tu cumpleaños. al fin, llego a tocar el suelo. Alice, abajo, cogió la escalera para quese
estuviera firme y la niña bajo.
- Pero antes, en mis cumpleaños, nunca me había pasado
nada parecido. George le dijo:

El chico sacó algo de la cartera, y dijo: - Vaya, al fin te despertaste, dormilona...

- Pues hubiera podido pasarte. Para esto están los Y Dicky, que era muy pequeño, repitió cantando:
cumpleaños. - ¡Dormilona, dormilona, dormilona...!
La miro y añadió: Como era tan pequeño, siempre repetía lo que los demás
decían.
El chico del cabello rojo bajó por la escalera, y Duicie le preguntó:
después, oprimió un botón dorado que había en ella. El aire salió
silbando, haciendo “ fiiiii........”, y la escalera volvió a ser pequeña, de - ¿Cómo sabes que no le gusta? No me ha prohibido que
menos de un palmo. Con sus ojos de manchas amarillas, el chico del monte a Caballo
cabello rojo miró a Alice, a Dicky y a George, y les dijo:
- ¿Y cómo quieres que te lo prohíba, si no sabe qué quieres
—Me llamo Maurice. Vamos, en marcha. montar a caballo? A mi me parece que podemos ir a pie, aunque
todavía no se donde vamos a ir…
La niebla les cubría como el techo de una gran tienda de
campaña, y soplaba una brisa tibia que olía a flores Cruzaron todo el Dulcie dijo:
jardín y salieron a la calle, donde el chico del cabello rojo se paró y
- ¡Alice, por favor!
dijo:
Y Dicky cantó a gritos:
-Bueno, ¿cómo queréis ir? ¿Andando, en automóvil o a
caballo? - ¡Quiero montaor a caballo, quiero montar a caballo!
Dulcie y George gritaron: El chico del cabello rujo propuso:
-¡A caballo, a caballo! - Alice y DiGky pueden ir en un carrito. ¿No te da miedo ir en
carrito, verdad, Alice?
Y Dicky dijo:
Alice, dudándolo un Poco, dijo:
-¡Caballos, caballos! ¡Quiero montar a caballo!
- Me parece que no. Y también me parece que Dulcie
Pero a Alice no le gustaba montar a caballo. Y dijo:
debiera ir en el carrito.
-No señor, Dicky y yo no vamos a montar a caballo, vaya que
- No. Yo quiero montar a caballo. ¡Por favor, Alice!
no. Y Dulcie tampoco montará.
EI chico del cabello rojo dijo:
- ¡Alice, por favor!
- Hay caballos que tienen muy buen carácter. Mirad.
Alise repitió:
Metió la mano en la cartera, y sacó un caballo pequeño
- No señor. Y sabes que a tu mamá no le gusta que una niña
como una ardilla, con riendas rojas de las que colgaban campanillas
monto a caballo.
de plata, y una silla también roja Dulcie gritó de entusiasmo, y Dicky
intento subirse por la pierna del muchacho. Mientras George - No este es para Dulcie
gritaba:
Alice, sin pensarlo un instante, dijo:
-¡Es mío, es mio!¡Yo lo he dicho primero, yo lo he dicho
primero! - No señor, es demasiado grande para Dulcie.

Dicky también gritó: Pero Dulcie no estuvo de acuerdo:

- ¡Mío, mío! ¡Yo primero, yo primero! - ¡No, no, Alice! iMira que bonito es!

El muchacho del cabello rojo levantó la mano, en la que el Dulcie cogió hierba y se la dio al caballo, que comenzó a
caballo piafaba, y dijo: mordisquearla, y a sacudir la cabeza, haciendo sonar las campanillas
que daba gusto. Después lo cogió por la brida, mientras el chico del
- ¡Esperad, esperad un poco! Vamos, apartaos… cabello rojo sacaba dos caballitos más de la cartera. Al verlos, Dicky
gritó:
Todos se apartaron. El chico del cabello rojo se arrodilló,
dejó el caballito en el suelo, y comenzó a soplar en el pomo de la - ¡Yo primero, yo primero!
silla. A medida que el chico soplaba, el caballito iba creciendo y
creciendo, mientras movía las patas y hacía sonar las campanillas. El Dulcie preguntó al chico del cabello rojo:
chico se tuvo que poner en pie, para seguir soplando, y el caballo
- ¡Cómo es que llevas tantas cosas en la cartera, y a pesar de
creció y creció.
todo parece que esté vacía?
Por fin, el chico levanto la cabeza, y dijo:
El chico del cabello rojo contestó:
- Ya está. ¿Os parece lo bastante grande?
- Porque soy Maurice.
Alice preguntó enseguida:
Y, muy serio, añadió:
-¿Para quién es?
- Además, en el día del cumpleaños todo es posible.
George y Dicky gritsron a la vez:
Dulcie exclamó:
- ¡Para mí, para mí!
- ¡Oooh...!
Pero el chico del cabello rojo dijo:
El chico sopló en los caballitos, después dio las riendas a - ¡Yo primero, yo primero, en el carrito!
George para que las aguantara, y sacó de la cartera un cuarto
caballo enganchado a un carrito. Al verlo, Dicky se puso como loco. Después, Dulcie, George y el chico del cabello rojo montaron
El chico del pelo rojo también sopló, mientras Alice le observaba, a caballo, y avanzaron hacia final de la calle.
muy nerviosa, hasta le dijo:
Pasaron por delante de la última casa y, entonces, de
- No soples mucho, no sea que crezca demasiado, porque repente, salieron de entre la niebla. Al mirar hacia atrás, vieron que
aquí vamos a ir Dicky y yo. la niebla lo cubría todo como el techo de una gran tienda de
campaña, pero alrededor había árboles con las hojas verdes, como
El chico siguió soplando. Y Alice, inquieta, le dijo: en verano, la hierba también era verde, y en todas partes había
florecillas azules y amarillas. Los pájaros cantaban en los árboles y
- ¡No te parece que ya es bastante grande? volaban de un árbol a otro, el sol brillaba, y los tres caballos corrían
más y más aprisa por el camino, dejan do atrás el carrito con Alice y
George dijo:
Dicky. Los tres se pararon para que Alice y Dicky les alcanzaran.
-A Alice le gustaría que el caballo fuese como un conejo. Alice se aguantaba el sombrero con la mano, para que no volara, y
Pero si fuera como un conejo no podría tirar del carro. parecía un poco asustada. Por esto, los tres le prometieron que no
correrían tanto, y siguieron avanzando por el camino. Poco después
El chico del cabello rojo siguió soplando hasta que el caballo llegaron a una casita gris con rosas a los lados de la puerta, y allí
y el carrito fueron del tamaño debido. Mientras volvía a meter la había un vejete, de barba gris, sentado, ocupado en cortar con un
mano en la cartera, dijo: cuchillo una porción de madera.

- Y, ahora, necesitáis un látigo. El chico del cabello rojo, saludó con mucha educación al
viejecito:
Rápidamente, Alice dijo:
- Buenos días.
- No señor, nosotros no necesitamos látigo. Ya te lo puedes
guardar. Y el vejete, con mucha educación, le contestó:

Pero Dicky ya había visto el látigo, y cuando el chico del - Buenos días.
cabello rojo volvió a guardarlo en la cartera, Dicky se puso a aullar.
Entonces, el muchacho dio el látigo a Dicky, que subió en el carrito, El chico del cabello rojo le dijo:
junto con Alice, y Dicky cogió las riendas con una mano, mientras
Estamos buscando el Árbol de los Deseos.
con la otra aguantaba el látigo. Entonces, Dicky gritó:
El vejete repuso:
- Está muy lejos. El viejo miró cautelosamente hacia atrás, a la casita, y dijo:
- Pues, sí, parece que os acompañaré.
Sacudió tristemente la cabeza, y añadió:
Cerró el cuchillo y se lo metió en el bolsillo, junto con la
- Y no creo que podáis llegar. madera que estaba cortando. Se levantó y volvió a mirar la casa.
Dijo:
- Preguntaremos a alguien que encontraremos en el camino
– dijo el chico. - Me parece que más valdrá que os acompañe porque…
Y el vejete dijo: Entonces, la esposa del viejecito salió de la casa. y le tiró a la
cabeza una plancha, un rodillo para hacer pasteles y un despertador,
- En estos contornos no hay nadie que haya visto este árbol.
gritando:
Y el chico del cabello rojo le preguntó:
- ¡Viejo y perezoso sinvergüenza! ¡Ahí sentado al e fresco y
- ¡Entonces, cómo sabe que está lejos? hablando con desconocidos, mientras yo no tengo ni una astilla de
leña para hacer la comida!
- Porque yo lo he visto muchas, muchas, veces. Antes,
cuando tenía tu edad, iba casi todos los días a verlo. Pero, ahora, - Maggie… - protestó el vejete.
hace muchos años que no he ido.
La mujer entró en la casa. Volvió a salir en seguida y tiró un
El chico del cabello rojo le dijo: zapato al viejo, que echó a correr, y se escondió en la esquina. La
mujer, en pie ante la puerta, miró con furia al chico del cabello rojo
- ¿Y por qué no viene con nosotros, y nos enseña el camino? y a quienes iban con él diciéndoles:

Alice refunfuñaba en voz baja. Y Dulcie le preguntó: - Y vosotros, ¿es que no tenéis otra cosa que hace que no
dejar trabajar a los demás?
- ¿Qué dices, Alice?
Les dirigió otra furiosa mirada, entró en la casa, y cerró
- Pues digo que no quiero que este viejo desastrado nos dando un portazo. Alice, que era negra, exclamó:
acompañe. Parece un mendigo. Y estoy segura de que a tu mamá no
le gustaría que venga con nosotros. - ¿Qué os dije? No son más que chusma blanca.

El chico del cabello rojo repitió: El chico del cabello rojo dijo:

- Vamos, acompáñenos.
- Bueno, me parece que no nos quedará otro reme dio que Pues he dicho que Dicky y yo no queremos que este viejo
buscar solitos el Árbol de los Deseos. Vamos, adelante. carcamal venga con nosotros en el carrito. A tu mamá no le gustaría
ni pizca.
Avanzaron a lo largo de la verja que rodeaba la casita, y al
llegar allí donde formaba esquina oyeron una voz que les llamaba En tono ofendido, el viejo dijo:
cautelosamente. Vieron al vejete que les miraba escondido detrás
de una tomatera. El vejete les preguntó: - ¿Y por qué no puedo ir en el carrito?

- ¿Se ha ido ya? El chico del cabello rojo se dirigió a Alice.

El chico del cabello rojo le contestó: - Déjale ir en el carrito. No te molestará.

- Sí - Claro que no la molestaré, señora – exclamo el vejete - Ni


siquiera me cabe la idea en la cabeza.
Entonces el viejo salió de detrás de la tomatera, y saltó la
verja, entrando así en el jardín de su casa. Desde allí dijo: Todos dijeron:

- Si esperáis un momento, voy con vosotros. - Vamos, Alice, deja que vaya en el carrito.

Esperaron y le vieron correr agachado, junto a la parte Muy secamente, Alice dijo:
interior de la verja. Después, cogió la plancha, el rodillo y el
- Bueno, que suba. Pero a tu mamá no le gustará nada, si
despertador, volvió a alejarse a lo largo de la verja, la saltó y
sabe, Dulcie.
escondió las tres cosas junto a la esquina, diciendo con expresión de
astucia en la cara: El vejete saltó ágilmente al carrito, y todos siguieron
adelante. Alice soltó un bufido de desagrado.
- Así no me lo podrá volver a tirar a la cabeza.
El vejete dijo:
El chico del cabello rojo dijo al vejete:
- Vaya, tenéis un carrito y un caballo muy bonitos...
- Usted puede ir en el carro, con Alice y Dicky.
Dicky dijo:
Alice volvió a refunfuñar, y Dulcie le preguntó:
- Es mío, es mío. ¡Yo primero!
- ¿Qué has dicho, Alice?
El vejete dijo:
- Antes, yo tenía muchos caballos. - No es nada. Nadie ha visto jamás una cosa así.

Alice volvió a soltar un bufido, y dijo: Dulcie pregunto:

-Me parece que lo único que ha tenido en su vida han sido - ¿Qué es?
planchas para que su mujer se las tire a la cabeza.
El vejete contestó:
Cuando llegaron a una bifurcación del camino, el chico del
cabello rojo se detuvo, y preguntó: - No lo sé. La verdad es que no sé con certeza lo que es, pero
me parece que es un gilipus.
- ¿Qué camino seguimos?
George preguntó:
El vejete señaló con el dedo y contestó:
- ¿Y qué es un gilipus?
- Este.
- No lo sé, pero supongo que se parece a esto.
Y siguieron adelante. Entonces, Dulcie preguntó al vejete:
-¿Y por qué le llama un gilipus si no sabe cómo son los
- ¿Qué era lo que tallaba en el trozo de madera, cuando gilipus?
hemos llegado?
-Porque entre todo lo que he visto en mi vida esto es lo que
El viejo se metió la mano en el bolsillo y sacó la porción de más se parece a un gilipus.
madera. Todos lo rodearon para verla. Dicky dijo:
Alice dijo:
- Un bicho pequeño.
- A mí me parece que esto no se parece a nada, ni siquiera a
George dijo los bichos del circo.

- Es una lagartija. Dulcie preguntó al viejecito:

Dulcie dijo: - ¿Ha estado alguna vez en el circo? Alice sí que ha estado.

- Que no, que es un dragón, ¿verdad que si? El viejecito contestó:

Alice dijo:
- No sé, no sé si he estado o no. Me parece recordar que Todos habían oído una trompeta. Y un poco más adelante se
una vez fui al circo, pero hace tanto tiempo que no sé si me acuerdo encontraron frente a un gran castillo gris. El chico del cabello rojo
o no. volvió a detenerse, y preguntó:

George dijo: - ¿Por dónde seguimos ahora?

- Es una gran tienda de campaña, una tienda de campaña - Por allí - contestó el viejo, señalando con el dedo.
tan grande que, dentro, cabria la casa en que vivimos. Me gustaría
tener un circo. En la muralla del castillo había un soldado tocando la
trompeta. Rebasaron el castillo, y, un poco más allá vieron un árbol
Dulcie añadió: muy curioso, junto al camino. Era blanco, y, al principio, creyeron
que se trataba de un cornejo en flor. Pero, cuando estuvieron más
- Y además, tiene banderas, muchas banderas de colores cerca, vieron que también las hojas eran blancas. Dulcie dijo:
arriba, en lo alto la tienda.
- ¡Qué árbol tan raro! ¿Qué es?
- Quiero ir al circo, quiero ir al circo - dijo Dicky.
EI vejete dijo:
- La próxima vez que venga un circo, iremos. Mamá nos ha
dicho que sí. Alice nos llevara, ¿verdad, Alice? - Es un melomax. En este bosque hay muchos.

Alice dijo: Dulcie dijo:

- Y, en los circos, también hay una banda de música, y un - Nunca había visto un árbol con las hojas blancas.
elefante grande, muy grande, grande como diez caballos como éstos
puestos uno encima de otro. Aquel elefante era el animal más Se acercó y arrancó una hoja, pero en cuanto la tocó la hoja
grande que he visto en mi vida. ¡Señor, Señor, qué grande...! cambió de color y se volvió de un azul muy bonito. Entonces, cada
uno una del árbol. La hoja George se volvió de color morado y la del
Dicky dijo: chico del cabello rojo se volvió de color de oro. Alice vio que la suya
se volvía roja, y después, Alice cogió a Dicky y lo alzó para que
- Alice, quiero que me lleves al circo. cogiera también una hoja. La hoja de Dicky no tomó un color
determinado, sino que se cubrió de débiles manchas rosáceas y
- Claro que sí, pequeño. También a mí me gusta. En el circo
verdosas y azulencas.
hay caballos con manchas de colores, y gente que salta por los
aires... ¿Oyes? ¿No oyes música, ahora? El viejo les enseñó su hoja que era casi igual que la de Dicky,
con la diferencia de no tener manchas azules.
- ¿Qué color es éste? - preguntó Dulcie. Y, en aquel instante, a George poco le faltó para caerse del
caballo, de la sorpresa que se llevó, porque en la mano tenía ya un
Entonces, el chico del cabello rojo dijo: bocadillo. George lo miro, lo olió, lo mordió, y lanzó un grito de
alegría.
- Cada hoja tiene el color de los deseos de cada cual Los
deseos de Dulcie son azules, los de Dicky tienen color porque Dicky -¡Yo también quiero comer, yo también quiero comer! -
es muy chico todavía, pero sus deseos llegarán a ser azules, cuando gritó Dicky.
crezca, debido a que es hermano de Dulcie. Los deseos de Alice
rojos, los de George son morados, los míos son dorados, y los suyos Y apenas lo hubo dicho, se encontró con una cosa en la
- dijo dirigiéndose al viejecito - son del mismo color que los de Dicky mano.
porque ahora, usted, ya apenas tiene deseos.
Alice le preguntó:
Dulcie dijo:
- ¿Qué tienes en la mano?
- Entonces, ¿éste es el Árbol de los Deseos?
Y todos rodearon el carrito para ver lo que Dicky tenía.
El vejete contestó:
- ¿Qué es? -preguntó Dulcie.
- No, no, éste no es el Árbol de los Deseos. Yo he visto
muchas, muchas veces el Árbol de los Deseos, y este árbol es sólo un El chico del cabello rojo pellizcó lo que Dicky tenía en la
melomax. mano, se llevó la porción a la boca, y, entonces, Dulcie le preguntó:

El chico del cabello rojo preguntó: - ¿A qué sabe?

- Bueno, ¿entonces, qué camino hay que seguir para llegar El chico contestó:
al Árbol de los Deseos?
- No sabe a nada porque no es nada. Es algo, y sólo algo. Es
Sin dudarlo un instante, el vejete contestó: lo que Dicky ha deseado, ¿sabes? Dicky no ha dicho que quería pan
o un dulce, sólo ha dicho que quería algo.
- Por allí.
Dicky dijo:
Y siguieron adelante, hasta que George dijo:
- ¡Quiero un dulce!
- Llevamos mucho tiempo de camino. Tengo hambre Me
gustaría comerme un bocadillo. E inmediatamente tuvo un pastel de chocolate en la mano.
Entonces, Dulcie dijo: Alice miró furiosamente al viejecito y dijo:

- Alice, sabes muy bien que Dicky no puede comer dulces. - Alguien me lo ha quitado, y él era quien estaba más cerca
de mí.
Y Alice contestó:
El chico del cabello rojo explicó:
- Es verdad. Anda, Dicky, deja esto, ¿verdad que no quieres
comer el pastel? - Ha desaparecido, así, por las buenas. Dicky era quien
había deseado el pastel, y cuando Alice se lo quitó, el pastel
Dicky dijo: desapareció porque Alice no lo había deseado.
- ¡Quiero comer pastel, quiero comer pastel! Alice dijo:
- Más valdrá que comas cualquier otra cosa. Anda, dame el - Bueno, bueno, la verdad es que esta clase de líos no me
pastel. gustan nada, no señor, y creo que debiéramos todos volver a casita.
Dicky dijo:
Alice le quitó el pastel, pero, en el momento en que quitó lo
en la mano, el pastel desapareció. -¡Tengo hambre! Quiero...
Alice dijo, dirigiéndose al vejete: Muy rápidamente, Dulcie le interrumpió:
- ¡Vamos, vejestorio, devuélveme el pastel! ¿No te da - ¿Quieres pan con mantequilla y azúcar? ¿O pastelillos?
vergüenza quitar pasteles a los niños? ¡Dámelo! ¿Oyes?
- ¡Quiero pastelillos!
Sorprendido, el vejete contestó:
Y apenas lo hubo dicho, tuvo un pastelillo en cada mano.
- ¡Pero si no se lo he quitado a Dicky! ¡Has sido tú! Dulcie exclamó:
Alice exclamó: - ¡Es increíble! Seguramente se debe todo al Árbol los
Deseos.
- ¡No intentes tomarme el pelo! ¿Si no me lo has quitado tú,
quién puede haberlo quitado? Lo tenía en la mano! El vejete dijo:
Dulcie dijo: - No, no. Este no era el Árbol de los Deseos. Conozco muy
bien el Árbol de los Deseos. Este que hemos visto era sólo un
- No, Alice, no te lo ha quitado él, puedes estar segura.
melomax.
El chico del cabello rojo dijo: - Y ahora tú, George.

-Bueno, el caso es que yo también tengo hambre. ¿Por qué - Quiero un gran montón de fresas, muchas, muchas fresas,
no nos paramos, y cada cual desea algo que comer? y un pastel de chocolate tan grande, tan grande que me deje una
semana empachado.
Todos se pararon y bajaron de los caballos. El chico de
cabello rojo dijo: E inmediatamente, ante él tuvo gran cuenco lleno de fresas,
y un enorme pastel de chocolate.
- Dulcie, tú primero.
El chico del cabello rojo dijo:
- Yo quiero… yo quiero... A ver, a ver, deja que lo piense. ¡Si!
¡Quiero guisantes, y una pera de agua, y leche con chocolate! - Y ahora tú, Alice.

Apenas lo hubo dicho, allí, en la hierba, estaba todo lo - Quiero jamón con tomates, pan de maíz y café.
deseado.
El chico del cabello rojo se dirigió al vejete:
El chico del cabello rojo dijo:
- Ahora le toca a usted.
- Y ahora tú, Dicky.
- Quiero tarta de manzana y un helado.
Dulcie dijo:
A continuación, el viejecito explico:
- Alice, más valdrá que seas tú quien pida lo que Dicky va a
comer. - Es que ahora, en casa, nunca me dan helados.

Alice preguntó a Dicky: El chico del cabello rojo dijo:

- ¿Verdad que tú quieres arroz con leche? - Me toca a mí. Yo quiero una torta caliente y una manzana.

Dicky dijo: Se sentaron todos en el suelo, y empezaron a comer.

- ¡Arroz con leche, arroz con leche! Entonces, Dulcie dijo:

Y, apenas lo hubo dicho, allí lo tuvo, en la hierba. El chico - Oye, George, ¿no te parece que te vas a poner enfermo si
del cabello rojo dijo: te comes todo eso?
George murmuró: - No, no, nada de eso. Este no es el mismo árbol. Se trata de
otro melomax. En este bosque hay muchos.
- Da igual. Me gusta mucho.
El chico del cabello rojo dijo:
Cuando hubieron terminado, volvieron a montar a caballo.
El chico del cabello rojo preguntó al viejo: - Pues a mí me parece el mismo árbol.

- ¿Qué camino debemos seguir ahora? Alice dijo:

- Por allí. - Y a mí también. Me parece que el vejete sabe tanto como


nosotros el sitio en que está el Árbol de los Deseos. ¿Lo has visto
Y, siguiendo las instrucciones del viejo, entraron en un alguna vez?
bosque. Entonces George dijo:
- Lo he visto cientos de veces, y sé exactamente dónde se
- Me gustaría no haber comido tanto... encuentra.
Dulcie dijo: Dulcie preguntó:
- A mí, lo que de veras me gustaría es llegar al Árbol de los - ¿De veras?
Deseos.
- Palabra de honor. Cuando era joven, iba todos los días. Y
Un poco más adelante, el camino se bifurcó. El veje te dijo: así me muera ahora mismo si no es verdad.
- Por aquí. Alice dijo:
Y por allí siguieron, Poco después, George dijo: - No le hagáis caso. Sabe tanto como yo dónde está el yo no
tengo ni idea.
- Me encuentro mal.
Después de decir estas palabras, Alice musitó para sí, y
Dulcie, sorprendida, exclamó:
Dulcie le preguntó:
- ¡Mirad, el árbol blanco otra vez! ¡Hemos desandado el
- ¿Que dices, Alice?
camino!
- Pues digo que este viejo es un mendigo, y que cualquier
El vejete dijo:
mendigo vale más que él. Si señora, esto es lo digo.
Volvió la cabeza y dirigió una furiosa mirada al vejete que -Más valdrá que se calle, y tire la escopeta.
quedó encogido, en un rincón del carro.
El vejete se inclinó y puso la mano sobre la escopeta, pero
Al cabo de un rato, el vejete dijo a Dicky: tan pronto la tocó el arma desapareció, porque no era él quien la
había deseado.
- Si tuviéramos una escopeta, podríamos cazar ardillas y
pájaros. Hay mucha caza en este bosque. Entonces, Alice dijo:

Dicky dijo: - ¿Dónde está? ¿Dónde está la escopeta? ¡Viejo, saca la


escopeta de debajo de la chaqueta, que es donde la tienes
- Quiero una escopeta, quiero una escopeta. escondida! ¡Sácala o avisaré a un guardia!
Y Alice levantó las manos al cielo y chilló, porque en las Dulcie exclamó:
manos de Dicky había aparecido una escopeta, una escopeta tan
grande que Dicky no la pudo aguantar, y cayó sobre un pie del - ¡Alice! ¿No ves que la escopeta ha desaparecido? El
viejecito. Entonces, Alice volvió a gritar y dijo: viejecito no deseó la escopeta, fue Dicky quien la deseó.

- Tú, jovencito del cabello rojo, devuélvenos ahora mismo a Alice rebullo inquieta, y dijo:
casa, porque, si no, este viejo loco nos matará a todos con la
escopeta. ¡Mira, mira cómo nos apunta a mí y a este pobre niño! - Volvamos inmediatamente a casa. Dile al chico de cabello
rojo que emprenda ahora mismo el camino de vuelta. Ya estoy
Dulcie exclamó: cansada de tantas tonterías.

- ¡Alice! ¡Él no tiene culpa de nada! ¡Ha sido Dicky quien ha Y Alice refunfuñó para sí. Siguieron adelante, y pronto
deseado la escopeta! volvieron a encontrarse ante el castillo gris. En aquellos momentos,
un grupo de soldados, marcando el paso, entraban en el castillo.
- Me importa muy poco quién haya deseado la escopeta. Lo
que me preocupa es este viejo. Fíjate como nos mira y la cara que Dulcie dijo:
pone, esperando el momento de robarnos y matarnos a todos.
- Mirad, mirad, soldados.
Y Alice dirigió una mirada de odio al vejete, que dijo:
George dijo:
- Le aseguro, señora, que nunca he robado a nadie. No, ni
siquiera se me ha ocurrido la idea. - Me encuentro mal, estoy enfermo.
Los soldados que entraban en el castillo llevaban una Alice dijo:
bandera. En otros tiempos, Alice estuvo casada con un cabo. Quiero
decir que Alice había tenido un marido que era soldado. Y, por esto, - ¡Mala persona! ¡Perdido!
Alice dijo:
Y comenzó a bajar del carrito. Al verlo, Dulcie dijo:
- La vida de los soldados es muy dura.
- ¡Alice! ¿Qué te pasa?
Dicky dijo:
- Este soldado es el marido que yo tenía, el que se escapó de
- Quiero un soldado. casa, dejando a deber el alquiler de un mes y yo me quedé sola, sin
nadie, sin siquiera un pedazo de pan, y tuve que pagar a un abogado
Y, entonces, Alice exclamó: para que se enterase del sitio al que el gobierno había enviado a mi
marido. ¡Él y su ejército! ¡Ahora sabrá lo que es bueno! ¡La guerra le
- ¡Tu! ¿Se puede saber dónde has estado todo este tiempo? parecerá una broma comprado con lo que lo va a pasar ahora! ¡En
su vida ha visto una guerra como la que le voy a organizar yo! ¡Sal de
El soldado que Dicky habia deseado, se llevo la mano al
detrás del árbol cobarde!
sombrero, y dijo:
Dicky gritó:
- ¡Alice!
- ¡No le hagas daño a mi soldado!
Alice gritó:
El vejete dijo al soldado:
- ¡Alice. Alice! ¡Ya te voy a dar yo Alice! ¡Ojalá tuviera un
leño en la mano! - ¡Huye, huye! ¡Y da gracias de que esta mujer no tenga a
mano una plancha y un rodillo!
Y Alice parpadeó, porque tenía un leño en la mano, que,
acto seguido, tiró a la cabeza del soldado. Pero el leño desapareció El soldado dijo:
tan pronto tocó al soldado. Alice dijo:
- ¡Basta, basta! ¡No me tires más leños! ¡Puedo explicarte
- ¡Ojalá tuviera otro leño! muy bien las razones por las que no volví a casa!
Y en su mano apareció otro leño, que tiró al soldado, y que Alice contestó:
desapareció tan pronto lo tocó. El soldado, escondido detrás de un
árbol, dijo: - ¡Si, claro que sí, ya lo supongo! Pero ven aquí, sube al
carrito, y guárdate las explicaciones hasta que estemos en casa.
- Esta mujer está loca. ¿Qué me tira? ¿Pájaros?
El soldado se acercó, y subió al carrito. Dicky volvió a decir: - Pues, por lo que dice, parece que era la misma en que yo
estuve.
- No hagas daño a mi soldado.
El vejete dijo:
Dulcie dijo:
- Bueno, es que casi todas son igual, me parece.
- Este soldado es de Alice. Dicky. ¿Este es el soldado que
perdiste en la guerra, Alice? El marido de Alice dijo:

- Este, éste es. Y lástima que no se haya quedado para - Si señor, también es verdad eso que dice. ¿Esta guerra suya
siempre en la guerra. Miradlo, miradlo…¡Ni en la guerra le quieren! fue en el otro lado del mar, quizá?

Siguieron adelante. El soldado y el vejete iban sentados en El vejete repitió:


la parte trasera del carrito, uno al lado del otro.
- ¿En el otro lado del mar?
Dulcie preguntó:
Y el marido de Alice dijo:
- ¿Cómo se llama tu marido, Alice?
- Si, al otro lado de un mar grande, muy grande. Esa sí que
- Se llama Exodus. Antes tuve otro, que se llamaba Génesis, fue una guerra de veras, Pasamos cientos de días viendo agua y
pero era tan malo, tan malo, que se murió de malo. agua, Todo era agua. Y mirases donde mirases, sólo veías agua. Yo
sabía que en la guerra matan a la gente, pero allí, con tanta agua, no
El vejete dijo al marido de Alice: había modo de que mataran a nadie. La verdad, yo no sé a quién
se le ocurrió hacer un charco tan grande, y tampoco sé para qué
- En cierta ocasión, estuve en una guerra.
sirve. Allí, cabrían todos los botes del mundo, todos, todos.
El marido de Alice dijo:
- Pues no, ésta no es la guerra en que yo estuve. En la mía,
- ¡Si? ¿En cuál de ellas? vinieron los enemigos y entraron en los terrenos mi papa, y allí
tuvimos la guerra.
El vejete contestó:
El marido de Alice dijo:
- No lo sé. Pero sí sé que había mucha gente, en aquella
guerra. - Así da gusto hacer la guerra. Es mucho más cómodo.

El marido de Alice dijo:


- Y también estuve en otra guerra que hubo en un sitio que tengan una guerra, me parece que no iré. No señor, me parece que
se llamaba los Siete Pinos. me quedaré en el ejército, en vez de ir a la guerra.

Dulcie le preguntó: El vejete le dio la razón:

- ¿Y te escondiste detrás de un pino? - Si señor es lo mejor que se puede hacer, en estos casos.

El vejete contestó: George dijo:

- No señora, no pude porque en aquella guerra había más de - Me parece que voy a vomitar.
siete generales.
Se puso muy tieso, y, después, vomito y vomito.
El marido de Alice dijo:
El marido de Alice dijo:
- Las guerras siempre son igual.
- Ni siquiera yendo en barco a la guerra hubiera podido
George dijo: vomitar más.

- Me encuentro muy mal. Me parece que voy a ….. Todos se detuvieron, y cuando George se sintió un poco
mejor, le ayudaron a subir al carrito. Después, el dijo al chico del
En los ojos de George había una mirada extraña, muy lejana. cabello rojo:
Terminó la frase:
- ¿Puedo montar el caballo de George, señor?
- Voy a vomitar.
El chico del cabello rojo dijo que sí, y el vejete se bajo del
Dulcie preguntó al vejete: carro y montó en el caballo.
- ¿Y, en la guerra en que estuviste, quién garno? Dulcie preguntó al vejete:
- No lo sé. Desde luego, yo no. - ¿Y por qué no has deseado un caballo, si querías montar?
Sólo has deseado tarta de manzana y un helado. ¿Es que no se te
El marido de Alice estuvo de acuerdo:
ocurre nada que desear?
- También es verdad lo que dice el señor. En mi vida he visto
El vejete contestó:
a un soldado que ganase algo en la guerra. Además, las guerras de
los blancos nunca me han gustado. La próxima vez que los blancos
- No sé, si quieres que te diga la verdad, no había pensado El vejete le contestó:
en desear algo. Pero, vamos a ver, vamos a ver… Me gustaría que
todos tuviéramos un paquetito de caramelos blancos y rojos. - Me parece que no. Estoy acostumbrado a no tener dientes,
¿sabes?
Y tan pronto lo hubo dicho, cada cual tuvo en la mano un
saquito de caramelos blancos y rojos. El viejo dijo: Se quitó la dentadura postiza y la miró:

- Los míos blandos. Antes, me gustaban más los duros, pero - Son bonitos estos dientes, ¿verdad? Los pondré en la
ahora he de contentarme con los blandos, porque mis dientes ya no repisa de la chimenea, como adorno. Sí, me los guardaré sólo para
son lo que eran en mi juventud. esto.

Dulcie dijo: Y siguieron avanzando por el bosque, bajo las copas de los
gigantescos robles. En estos árboles había muchos pájaros que
- A ver, enséñame los dientes. parloteaban entre sí y las ardillas pasaban corriendo por el suelo de
un árbol a otro, y en la hierba había flores de todas las clases y
El vejete abrió la boca, y Dulcie vio que no tenía ni un diente, colores.
Dulcie le preguntó:
El vejete golpeó con los talones la barriga de su caballo, y el
- ¿Y por qué no deseas una dentadura postiza? caballo saltó y se agitó, de manera que todas las campanillas de
plata sonaron que daba gusto.
El vejete le preguntó:
- En la guerra a la que fui - dijo el vejete - íbamos a caballo.
- ¿Qué es una dentadura postiza?
Y hacíamos esto.
Dulcie le aconsejó:
El vejete puso su caballo al galope, y se alejó por el camino,
- Deséala, y lo sabrás. corriendo mucho, como un rayo. Luego dio media vuelta y volvió,
también como un rayo. Alice le dijo:
El vejete dijo:
- Me parece que nunca has estado en una guerra.
- Bueno. Pues deseo una dentadura postiza.
George, que ahora se sentía mucho mejor, dijo:
Y en el mismo instante. se llevó la mano a la boca, y miró a
Dulcie, que le preguntó: -También a mí me parece que no has estado en ninguna
guerra. Y creo que si vieras a un enemigo echarías a correr.
- ¿Te gusta?
El vejete replicó: - Pues a mi parece que ni siquiera a un perro partirías en
dos. Te daría miedo.
-Pues a mí me parece que no. No señor. Y si viera un
enemigo, le partiría en dos con mi espada. Si tuviera una espada, te El vejete contestó:
enseñaría cómo lo haría.
- Pues yo creo que no. Y creo que…
Y, en aquel mismo instante, tuvo una espada en la mano. Era
una espada nueva y brillante, con un puño de oro. El vejete la miro, George dijo:
y, después, froto la hoja en su chaqueta hasta que la dejó reluciente
- Estoy seguro de que un tigre o un león te darían miedo.
como un espejo. Después enseño la espada al marido de Alice, que
dijo que era una espada muy hermosa, pero también dijo que - He matado cientos de tigres y de leones, aquí, en este
aquella es pada era demasiado larga para él, y que le gustaban más bosque, con una espada como ésta. No, no es verdad. La espada la
los cuchillos, porque los podía llevar colgados de un cordel, de modo usé en la guerra, y ahora no recuerdo con qué mataba a los tigres y
que fueran a parar en la espalda y quedaran ocultos bajo la camisa. a los leones. Sería con algo diferente.
Entonces el vejete dijo: - Pues a mí me parece que los mataste tirándoles planchas y
rodillos a la cabeza - dijo Alice.
- Mirad, mirad, lo que hacía en la guerra.
El marido de Alice dijo:
Puso el caballo al galope, y se alejó por el camino,
blandiendo la espada, y luego volvió, como un rayo, blandiendo la - Pues si yo dirigiera alguna vez una guerra, cogería a unas
espada. cuantas mujeres casadas, les taparía los ojos, y les diría: “ld andando
hacia adelante, y cuando tropecéis con algo pensad que este algo es
George dijo:
vuestro marido”. Sí señor, así dirigiría yo una guerra.
- Me parece que en la guerra te morirías de miedo.
El vejete dijo:
El vejete contestó:
- Te ahorrarías mucho dinero, porque las planchas y los
- Pues yo estoy seguro de que ni siquiera cien enemigos me rodillos se podrían recoger del suelo, y volverlos a usar.
darían miedo. Y me parece que los partiría a todos en dos, con la
El marido de Alice dijo:
espada. Así, y así…
- Conozco a algunas mujeres que no necesitan planchas y
George dijo:
rodillos.
George dijo: - No volveremos hasta que hayas quitado a esa bestia de en
medio. ¡Dulcie, quieta! ¡Ni se te ocurra ir allá!
- Sí, estoy seguro de que si ahora saliera un león de detrás
de un árbol, te morirías de miedo. El chico del cabello rojo dijo:

El vejete volvió a blandir la espada, y dijo: -Lo único que hace falta es que quien ha deseado que
apareciera el león desee que desaparezca. ¿Quién lo ha deseado?
- No señor, no es verdad, y si saliera un león… Me parece que fue George.
- Me gustaría que saliera un león, y… George contestó:
Dulcie lanzó un grito, George ni siquiera pudo terminar la - Me parece que sí.
frase, el marido de Alice gritó como una rana, y l voz de Alice ahogó
con sus gritos las de los demás. Todos echaron a correr. El marido de El chico del cabello rojo le preguntó:
Alice se subió a un árbol. Alice corría con Dicky en un brazo, y
arrastrando a Dulcie con la otra mano. Tras ellos iba George - Bueno, ¿y sigues deseando que el león esté aquí?
gritando de miedo. Y el vejete, con la espada en la mano, fue quien
George contestó:
más corrió, tomándoles la delantera a todos.
- No, no, no. Y no quiero volver a ver un león en mi vida.
El chico del cabello rojo gritó:
Y, en aquel instante, el león desapareció. Dulcie dijo:
- ¡Deteneos! ¡Deteneos!
- Ahora, podemos volver.
Alice se paró, y se apoyó en el tronco de un árbol, para
recuperar la respiración. El león estaba sentado en medio del Alice exclamó:
camino, y a su lado se encontraba el chico del cabello rojo, montado
en su caballo. - ¡Dulcie! ¡Ni lo pienses! ¡Este animal se ha escondido detrás
de un árbol!
El chico les gritó:
El chico del cabello rojo dijo:
- Volved, que no os hará daño.
- No. Se ha ido, y ya podéis volver.
Alice dijo:
Todos regresaron. Alice miró detrás de todos los árboles
hasta convencerse de que el león realmente se había ido.
Dulcie preguntó: - Pues claro que si, ahora mismo lo deseo. Era el mejor que
he visto en mi vida.
- ¿Dónde están los caballos?
Y apenas hubo el vejete dicho estas palabras, todos oyeron
El chico del cabello rojo contestó: un rumor en la hierba, y, después, una vocecilla que decía:
- Habéis deseado todos que desaparecieran, porque tan - Aquí estoy, Egbert, aquí estoy…
pronto habéis visto el león habéis deseado correr, y no se puede
correr, si se está encima de un caballo o dentro de un carro. El vejete dijo:

Todos se miraron asombrados, y entonces Dulcie preguntó: - Egbert es mi nombre Si, me llamo así.

- ¿Y tendremos que ir a pie? Y el rumor se acercó y se acercó, y pronto vieron al gilipus


corriendo por entre la hierba
- No llevo más caballitos en la cartera.
Dicky exclamó:
Alice dijo:
- ¡Animalito pequeñito!
- Bueno, pues iremos a pie. Pero no olvidéis que cuanto más
andemos más nos alejaremos de casa. Si, es muy curioso eso, pero Y Dicky cogió un palo que encontró en el suelo y comenzó a
así es. pegar al gilipus con el palo.

Y dirigió una furiosa mirada al vejete, que se les acercó, con Pero a cada golpe que le daba más grande se hacia gilipus.
la espada en la mano, y dijo:
Dulcie exclamo:
- He perdido mi gilipus. Se me saltó del bolsillo, y no lo
encuentro. - ¡Dicky, no pegues más al gilipus de Egbert! ¡Alicel, Alice!

Dulcie dijo: Dicky dijo:

- ¡Qué pena! Era un gilipus muy bonito. ¿Por qué no deseas -Mataré al animalito pequeñito.
que el gilipus se ponga a hablar y a moverse, y así lo podrás
Ahora, el gilipus ya era grande como un perro. Dicky dijo:
encontrar?
- Partiré en dos al animalito pequeñito.
El vejete contestó:
Y el gilipus quedo partido en dos. Entonces, el vejete grito: - Bueno, ahora ya no se qué hacer. Dicky tendrá que
quedarse así de pequeño hasta que haga una buena obra en favor
- ¡Mira! ¡Mira lo que has hecho! de alguien. Y Dulcie y Alice no volverán a crecer hasta que Dicky
crezca.
Se puso el brazo en la cara, y lloró.
El vejete dijo:
Dulcie dijo:
- Pues yo creo que lo mejor será que todos nos ha gamos tan
-Lo siento mucho, Egbert, Dicky es un chico muy malo, muy
pequeños como ellos, y así podremos estar juntos.
requetemalo, y no debiera nunca haber partido el gilipus en dos.
El chico del cabello tojo estuvo de acuerdo:
Entonces, oyeron otra vocecilla entre la hierba y cuando
miraron, vieron a Dicky que se había quedado pequeño, pequeño, - Si, me parece lo mejor.
como un soldado de plomo.
Rápidamente, George dijo:
El chico del cabello rojo se puso terriblemente serio y les
explico: - No, yo no. Yo no quiero hacerme pequeño. ¡Como me
gustaría estar en casa!
-Se ha quedado así porque ha tenido un mal deseo, ha
deseado hacer daño. Y, entonces. George desapareció. El vejete dijo:

Dulcie grito: Lastima que se haya ido. Si, porque yo hubiera matado a
aquel león, caso de que volviera a aparecer. Lo que pasa es que, la
- ¡Culdado! iNo aplasteis a Dicky! primera vez, no lo he matado porque me he quedado así, muy
sorprendido.
Y, casi en el mismo instante. Dulcie y Alice quedaron
reducidas al mismo tamaño que Dicky. Alice cogió a Dicky en un Y, entonces, todos se empequeñecieron, y quedaron tan
brazo y dio la otra mano a Dulcie. En una vocecilla muy débil, Alice pequeños como Dicky, Dulcie y Alice.
grito dirigiéndose el vejete, allí, arriba, arriba.
El vejete dijo:
- ¡Viejo loco! ¡Mira lo que has hecho! ¡Cuidado, no nos
pises! - ¡Ole!

El chico del cabello rojo dijo:


Estaban en un bosque con unos árboles rarísimos. Eran Siguieron adelante, saliendo del extraño bosque, para entrar
verdes de arriba abajo, y planos, planos igual que hojas de sable, en un gran desierto, en medio del cual había el animal más grande
unas hojas muy grandes, y no tenían ramas ni hojas. que Alice había visto en su vida, e incluso el animal más grande que
el marido de Alice habla visto en su vida.
El chico del cabello rojo explicó:
Alice dijo:
- Es hierba. Mejor será que sigamos este camino.
- Es más grande que el elefante del circo.
Avanzaron por entre los extraños árboles planos. y pronto
llegaron a una montaña amarilla. El chico del cabello rojo les explicó:

El vejete dijo: - Es mi caballo. De todos modos, sabe volver a casa solo.

- Es una montaña muy extraña. Es de madera. Cruzaron el desierto, y, de repente, un grajo, dos ve ces más
grande que un águila, pasó volando sobre sus cabezas. Alice volvió a
Rodearon la montaña en busca de un sendero por el que coger Dicky y a Dulcie, mientras el grajo daba vueltas y más vueltas
subir por ella. Pero la montaña se movió, alejándose de ellos. Y el sobre ellos, intentan do coger a Dicky con el pico. El marido de Alice
chico del cabello rojo dijo: se echó rifle a la cara, y disparó contra el grajo, pero el grado siguió
dando vueltas y vueltas, intentando comerse a Dicky. El grajo
-Esta montaña no es una montaña. Es el gillpus de Egbert.
pensaba que Dicky era un gusanito.
El vejete dijo:
Mientras el marido de Alice intentaba hacer huir al grajo, el
- Me gustaría volver a tener mi gilipus. chico del cabello rojo dijo al vejete:

Y todos quedaron pasmados, debido a que la montaña - ¡Pon el sombrero en el suelo!


desapareció. Entonces, el vejete dijo:
Así lo hizo el vejete, y el chico del cabello rojo deseo que el
- Se me ha metido algo en el bolsillo. sombrero del vegeto fuese tan grande como un plato sopero. El
sombrero creció y creció, y todos se metieron dentro. Desde dentro
Metió la mano en el bolsillo y sacó al gilipus. Entonces, el oían como el grajo picoteaba el sombrero, pero sabían que no podía
vejete dijo: levantarlo.

-La verdad es que estoy muy contento de volver a tener el Por fin, dejaron de oír al grajo. El marido de Alice sacó la
gilipus. Es el mejor gilipus que he hecho en mi vida. cabeza, y dijo:
- Se ha ido. rojo y el vejete. Sólo podían ver la cabeza del marido de Alice, el
cielo y las copas de los árboles. Dicky no tardó en dormirse, y Dulcie
Y volvió a meterse dentro del sombrero, en cuyo momento se quedó un poco adormilada, pero se sentía muy incómoda, porque
gritó: en el sombrero del marido de Alice no había almohada.
- ¡El Señor nos ampare! ¡Un terremoto! Dulcie se dijo "Me gustaría estar en mi cama, tan blanda…”
Inmediatamente gritó:
De repente, el suelo se había levantado, y todos rodaron
unos encima de otros, por una pendiente, y rodaron y rodaron, - ¡No, no! ¡No me gustaría!
junto con el sombrero, hasta que vieron que el terremoto se
alejaba. El suelo iba levantándose, formando como una joroba que Pero lo dijo demasiado tarde ya que se encontró en cama,
avanzaba. en el dormitorio de su casa, sola, Entonces, Dulcie gritó:

El chico del cabello rojo les explicó: - ¡No quiero estar aquí! ¡Quiero encontrar al señor Egbert
para que me diga dónde están los otros?
-Es un gusano de tierra. Bueno, más valdrá que volvamos al
bosque y pensemos cómo salirnos de ésta. Y, una vez más, se encontró delante de la casita gris con
rosas junto a la puerta. Dulcie dijo:
Volvieron al extraño bosque de árboles planos. Y al el chico
del cabello rojo dijo: - No es aquí donde les dejé. Quiero estar en el sitio en que
se encuentran Alice, Dicky, Maurice, el señor Egbert y Exodus.
- Me parece que lo mejor será que deseemos que el marido
de Alice vuelva a ser grande, y, de esta manera, nos podrá devolver Pero nada ocurrió. Dulcie se acordó de su hoja azul, se
a casa, metidos dentro de su sombrero. metió la mano en el bolsillo para cogerla, pero no la encontró.
Había desaparecido.
Así lo desearon, y el marido de Alice volvió a ser grande, les
cogió a todos con mucho cuidado, y los metió dentro del sombrero. Dulcie no sabía qué hacer. Se quedo en pie, delante de la
casita gris, hasta que oyó el ruido que alguien hacia al cortar leña, en
Con su vocecilla, Alice le grito: la parte trasera. Entonces, abrió la puerta de la verja, y entro en el
jardín delantero. La puerta de la casita estaba cerrada, y delante de
- ¡Ten cuidado! ¡Si me haces daño o si haces daño a este
la puerta, en el suelo, había unas porciones de madera que alguien
niño pequeño, te partiré la cabeza y la espina dorsal!
había cortado con un cuchillo. En el suelo, también vio una plancha,
Con el sombrero en la mano, el marido de Alice inicio un rodillo y un despertador. Dulcie fue a la parte trasera, y allí
camino. En el sombrero iban Dulcie, Dicky, Alice, el chico del cabello
encontró a un vejete, con larga barba gris, cortando leña. Dulcie se - Antes, en mis buenos tiempos, comía más helados que
acercó al vejete, le preguntó: nadie. Pero, ahora, la verdad, no puedo decir que coma muchos.

- ¿Dónde están los otros, señor Egbert? El vejete dejó en el suelo el tronco que había estado
cortando, y dijo:
El vejete dejó caer la destral, la miró y dijo:
- ¿Por qué no te sientas en este tronco?
- ¿Qué?
Muy triste, Dulcie se sentó y preguntó al vejete:
Dulcie le explicó:
- ¿Y no sabe dónde están los otros?
- Estaba con ellos, luego me he ido, y ahora no puedo
encontrarlos. El vejete también se sentó, dijo:

El vejete le preguntó: - ¡Señor, Señor, hace un montón de años que no he ido de


merienda! Pero la verdad es que ya no soy joven como antes, y me
- ¿Habíais salido de merienda, quizá? Antes, cuando era he vuelto un poco perezoso. Por esto corto leña, para hacer un poco
joven, salía mucho, mucho, de merienda. de ejercicio, ¿sabe?
- ¡Pero si usted estaba con nosotros! ¿Es que también se ha Dulcie le preguntó:
perdido?

El vejete, que tenía unos ojos azules muy amables, dijo:


- ¿Cuántos años tiene?
- Si, antes iba mucho de merienda, pero hace muchos años
que no voy. -El pasado mes de abril cumplí los noventa y dos.

Muy sorprendida. Dulce dijo: - ¿Y no sabe dónde están los otros? Yo estaba con ellos, y,
de pronto, me pe-pe-perdí, y, ahora, no les en- en- cuentro, y te- te-
- ¡Pero si estaba con nosotros, esta mañana! ¿No acuerda? te tengo miedo.
Comió tarta de manzana y un helado.
Dulcie hablaba llorando. El vejete se puso en pie de un
- ¿De veras? salto, muy nervioso, chasqueó la lengua haciendo “¡clac!”, y se
metió la mano en el bolsillo, diciendo a Dulcie:
El vejete se pasó la mano por la barba, y añadió:
- Mira, mira lo que he hecho.
Dulcie se secó los ojos y miró

- ¡Si es el gilipus!
El buen San Francisco les miró, y en sus ojos nacieron
chispas.

- ¿Y lo habéis encontrado?

Dulcie replicó:

- No lo sabemos. Al llegar, pensábamos que tú eras el Árbol.

El buen San Francisco pensó durante unos instantes, y los


pájaros, como una nube de colores, se posaron sobre él. Cuando
hablo, los pájaros echaron a volar otra vez, y volaron alrededor de la
cabeza de San Francisco. El buen San Francisco pregunto:

- ¿Habéis cogido acaso, cada uno de vosotros, una hoja de


un árbol que hay más atrás, en el bosque?

Dulcie repuso:
El chico del cabello rojo dijo:
- Si Hermano Francisco.
- Buenos días. Hermano Francisco.
- Pues esté es el árbol de los Deseos. Ahora bien,
- Buenos días, Maurice – replicó el buen San Francisco.
supongamos que este Árbol tuviera mil hojas, y que llegarán a él mil
Y los pájaros de colores volaron a su alrededor y cantaron, chicos y chicas, y que cada cual cogiera una hoja. Entonces, el Árbol
posándose luego en sus hombros y brazos. se quedaría sin hojas ¿verdad?

El chico de cabello rojo dijo: Dulcie dijo:

- Hermano Francisco, éstos son Dulcie, Dicky, Alice y el - Sí, es verdad


marido de Alice.
- Por lo tanto, cuando deseáis algo de esta manera, el deseo
Dulcie explicó: es egoísta, ¿verdad?

- Estamos buscando el Árbol de los deseos. - Sí, Hermano Francisco.

Y el buen San Francisco dijo:


- Entonces, dadme vuestras hojas y yo las devolveré al Árbol,
y por cada una de vuestras hojas os daré un pájaro. Y si alimentáis y
cuidáis a este pájaro, jamás tendréis un deseo egoísta, porque
quienes cuidan y protegen a los seres indefensos no pueden tener
deseos egoístas, ¿lo haréis así?

Todos a una contestaron:

- Sí, Hermano Francisco

Y, entonces, dieron al buen San Francisco las hojas y éste


saco de su túnica una jaula de juncos y metió dentro un azulejo para
Dulcie. Sacó otra jaula y puso dentro una oropéndola para el chico
del cabello rojo. A Alice le dio un cardenalillo, y a Dicky un pájaro
blanco con pálidas manchas azuladas en las puntas de las plumas
porque Dicky era pequeño, y, además hermano de Dulcie.

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