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Hemingway, Ernest, Adiós a las armas, trad. de Joana M. Vda. de Horta y Joaquin Horta,
Barcelona, Orbis-Fabbri, 1991, 300 p.
Habiendo leído El viejo y el mar hace algunos años, y no habiéndome gustado esta obra
necesaria del escritor estadounidense Ernest Hemingway, al enterarme de que habría que
leer otro trabajo suyo para la materia inmediatamente me resigné. No busqué hacer esperar
el encuentro pero tampoco esperaba un relato agradable. Empero, no fue sino cuando
terminé el libro que admití la traición a mis prejuicios, y en este texto explicaré lo que
valoré.
Preguntas como, ¿es verdad lo escrito?, ¿qué perspectiva da de los hechos o procesos?,
didáctica para la historia? son a menudo repetidas incluso entre pláticas de compañeros
estudiantes.
caso. Es quizás ostentoso, pero preciso, decir que su autor, Ernest Hemingway, vivió la
guerra desde el frente de batalla, y el relato se sitúa precisamente en el frente italiano con
Austria-Hungría de 1917.1 La obra fue publicada en el año 1929 en Nueva York por la
editorial Charles Scribner’s Sons y su primera edición en español se dio veintiséis años
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Aunque él no se encontraba en esa batalla y más bien llegó después a la guerra, sí vivó algunas de las
experiencias contadas en la novela, como el romance con una de sus enfermeras, Agnes von Kurowsky,
mientras se recuperaba de las graves heridas de sus piernas, y la condecoración de plata que recibió por su
heroísmo.
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voluntario como conductor de ambulancias, es herido gravemente en las piernas y la cabeza
y gracias a ello da a parar en un hospital inglés, en donde su relación amorosa con una
enfermera, Catherine, miss Barlkey, se desarrolla y llega a su punto máximo cuando ella
cuanto se recupera por completo, pero gracias a una serie de intrincadas circunstancias en
las que llega incluso a asesinar a un hombre, logra escapar de ella y reencontrarse con su
amada. Tragedia es lo que le espera a Henry, y bajo un camino de lluvia deja la alegría y la
Alguien preguntará que cuál es la relevancia que un relato como este tiene para la
la que se encontraba Henry representaba a tal otra que en la guerra efectivamente sucedió,
símbolo de una de las peores derrotas de ese país por mucho tiempo, la habilidad apelativa
que tuvo el autor al escribir esta obra, con su prosa sencilla, cruda y al mismo tiempo
flexible, es capaz de levantar la curiosidad del lector interesado en la historia para que él
Hemingway como alguien que vivió la guerra, es que está repleto de pequeños detalles que
la hacen creíble, vívida, y que a su modo dan cuenta de aspectos culturales, sociales,
económicos o políticos del momento. Desde una carrera de caballos hasta un hombre
confundido que trata mal en el hospital a Henry por creer que era austriaco, Adiós a las
armas está repleta de referencias. Algo que en un trabajo histórico podría decir: “los
soldados y la población civil comenzaban a sentirse agobiados de una guerra que no era
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suya y parecía carecer de sentido, y sin embargo seguían luchando”, Hemingway lo escribe
como: “Dijo que todos estábamos acabados, pero que esto no tenía importancia mientras
uno no se da cuenta de ello. Estábamos todos bien apañados. Lo principal era no admitirlo.
La victoria sería del último país que se diera cuenta de que estaba listo”. A lo que en
aspectos, él le apela diciendo: [Napoleón] Los hubiese dejado bajar [a los austriacos] y los
habría zurrado cerca de Verona. Pero en el frente occidental no zurraban a nadie. Hoy día
Por supuesto que la explicación no viene sola, pero como todo escrito, hay alrededor
empatía con un relato construido ágilmente por alguien que vivió los hechos, y los hechos,
al menos para aquellos que vivieron la bien denominada Gran Guerra, no pudieron ser ni
algo cercano a insignificantes, sino todo lo contrario, y eso, sea en una novela o en un libro
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