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Visita al Convento de San Francisco

El recorrido por el Convento de San Francisco comprendió diez estancias: escalera


principal, biblioteca, sala del coro, sala de penitencia, sala capitular, claustro principal, sala
museo, sala de refectorio, sala de la antesacristía y catacumbas.

El desplazamiento por la escalera principal fue acompañado por la explicación de


tres atendibles: la cúpula, los escalones y las pinturas. El primero es una semiesfera de
estilo mudéjar, sostenido por cuatro pilares; fue construido por Fray Miguel de Huertas en
1625, y restaurado, por tercera vez, en 1969 por Alberto Barreto Arce y Juan de Dios
Muñoz. El segundo es particular por su anchura; esta característica fue considerada en su
construcción para que los franciscanos, mientras, atentos a una lectura, subieran o bajaran
la escalera, evitaran caer por esta. El tercero son dos óleos sobre lienzo que representan
escenas de la vida de San Diego de Alcalá: uno en que su cuerpo es adorado por la familia
real, y otro en que predica en las Islas Canarias; su autor fue José Joaquín del Pozo, y
pertenecen al s. XVIII.

La segunda estancia fue la biblioteca. Su construcción está fechada en el s. XVII.


Cuenta con veinticinco mil volúmenes aproximadamente; además de numérica, su
diversidad es material (derecho, literatura, filosofía, etc.) e idiomática (inglés, latín, aimara,
etc.). La estructura de la habitación destaca tres componentes: las escaleras, los ventanales
y el cráneo. El primero es un par de escaleras caracoliformes; estas conducen a los libros
mejor conservados. El segundo es un conjunto de ventanales que abre el techo de la
biblioteca; por la ausencia de lámparas, su función fue iluminar el espacio con luz natural.
El tercero es un objeto semejante a un cráneo; presenta tres agujeros, los que simbolizan
los tres votos de los franciscanos, a saber, pobreza, castidad y humildad.

La sala del coro fue el siguiente destino. Fue usada por los franciscanos para
realizar ceremonias u oficios religiosos. La constituyen seis partes: la sillería general, los
paneles, los lienzos, un retablo, el facistol y el órgano. La sillería general está puesta por
130 asientos; estos se agrupan en dos filas; a su vez, cada fila los organiza en los niveles
superior (71 asientos) e inferior (59 asientos); por otra parte, cada asiento está ornado por
representaciones vegetales, animales y heráldicas. Los paneles y los lienzos están ubicados
sobre la sillería general, y representan a los santos franciscanos. En la unión de las dos filas
de asientos está un retablo; el Abrazo fraternal entre San Francisco y Santo Domingo, y la
Inmaculada Concepción son dos obras destacables en él. El facistol es una estructura
ubicada en el centro del coro; su función era contener la escultura del Niño Jesús, libros
corales apergaminados, etc. Finalmente, está el órgano tubular, ubicada al lado de la
sillería, y que aún funciona.

La sala penitenciaria fue usada para la aplicación de los castigos corporales.


Actualmente, funciona como sala de exposición en homenaje a San Francisco Solano. Por
tal razón, en ella se exhiben dos óleos de madera que conmemoran su canonización: Viaje
de San Francisco Solano de Panamá al Perú y San Francisco Solano predicando en la Plaza
de Armas de Lima; dos retratos, dos esculturas (una realizada con la técnica del encolado;
otra para vestir) y un relicario (que conserva un pedazo del hábito del santo). Por otro lado,
se muestra la escultura de Juan Gómez, quien, por más de diez años, fue el enfermero
personal del canonizado.

La estancia siguiente fue la sala capitular. En ella, los franciscanos se reunían para
discutir la elección del nuevo superior. La explicación del lugar comprende cuatro
observables: la tribuna, los lienzos, el retablo y las pinturas. En la tribuna destacan la
imagen del escudo de la orden franciscana, de los brazos de Cristo y de San Francisco, y de
la Virgen Inmaculada. Entre los asientos y el techo, un conjunto de lienzos anónimos
retrata a teólogos y doctores franciscanos. En cuanto al retablo, este muestra cuatro figuras
importantes: el águila (símbolo de la inspiración elevada), el toro (símbolo del sacrificio),
san Francisco de Asís y la Virgen Inmaculada. Para finalizar, la Virgen de la Antigua (s.
XVII) y el Cristo Yacente (s. XVIII) son dos pinturas anónimas más, hechas al óleo sobre
lienzo, que complementan el ambiente.

Sigue a la sección anterior el claustro principal. Esta estructura comprende 44


pilastras. Sus paredes están adornadas con azulejos sevillanos. Por cada lado del claustro
hay aproximadamente tres pinturas murales (s. XVII). El artesanado o techo cuenta con
9075 piezas, y es restaurado.

Inmediatamente después está la sala museo. Servía de lugar de reunión para el


rezo. Son destacables los once lienzos (s. XVII) que bordean la estancia, ya que
representan la pasión de Cristo. La técnica empleada para elaborar los cuadros fue la de
“luz de cueva”; esta consistía en resaltar al personaje principal mediante la dación de
mayor luminosidad.
Luego está la sala de refectorio. Esta estuvo destinada a servir como comedor de
los franciscanos. En ella, destacan dos oleos sobre lienzo (s. XVII) atribuidos al taller de
Francisco de Zurbarán (Cristo resucitado y Virgen María), y uno (s. XVII) atribuido a
Alonso Cano (Cristo crucificado). Además, un conjunto de trece lienzos constituye la serie
de los Hijos de Jacob, símbolo de las doce tribus de Israel. Al fondo de la habitación, se
visualiza un óleo sobre lienzo de una versión de la Última Cena; en ella, y a diferencia del
original, la mesa es ovalada, los mozos son niños, aparece un perro pequeño (símbolo de la
fidelidad), Judas indica sobre sí al traidor (a su vez, un demonio le susurra) y el plato
principal es el cuy; la finalidad de esta obra era enseñar mediante la imagen (para facilitar
la comunicación con los indígenas) la doctrina cristiana.

La penúltima sección corresponde a la sala de la antesacristía. Lo más destacable


de esta estancia es el árbol genealógico de la orden franciscana; san Francisco de Asís
aparece como el fundador de la orden. Por otra parte, se contemplan tres lienzos: la
resurrección de un niño ahogado, san Agustín y san Ambrosio.

El circuito culmina en las catacumbas bajo las capillas de la iglesia. Estas sirvieron
como lugar de sepultura para los franciscanos; actualmente, aún se realizan entierros. Los
techos son planos o abovedados, y fueron construidos con ladrillos y cal y canto. Sirven
como soporte los pilares, edificados a partir de ladrillos y clara de huevo. Los pasajes y
arcos de medio punto conectan el complejo sepulcral. Fémures y cráneos atiborran
distintos sectores de las catacumbas. También podemos visualizar pozos con cráneos y
fémures distribuidos concéntricamente; la finalidad de estas estructuras es absorber ondas
sísmicas.

En conclusión, el Convento de San Francisco es un complejo en la que la orden


franciscana aún realiza las actividades propias de la vida santa. En ella convergen la
arquitectura barroca, el estilo árabe (mudéjar), el sincretismo pictórico (versión de la
Última Cena), etc. Es una fuente para conocer la concepción que la orden tenía sobre lo
que realmente es importante en el mundo (los votos, los santos, Cristo, la Virgen
Inmaculada, etc.), su forma de vida, así como un importante repositorio de bibliografía
antigua.

Como opinión crítica, considero que el recinto es de indudable valor cultural,


histórico y artístico. En cuanto a la cultura, aún es escenario de la fe religiosa tanto de la
orden franciscana como del público creyente. Históricamente, constituye, desde el
Virreinato, uno de los focos de difusión, asentamiento, práctica y preservación de la
doctrina cristiana (franciscana) en el Perú. En el arte, la arquitectura (estilo mudéjar) del
convento es la expresión del encuentro entre las culturas cristiana e islámica, ya que es
mezcla de las corrientes artísticas respectivas (renacentista, gótica y románica para la
primera; musulmana para la segunda), además del estilo barroco.

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