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2. La curación del hombre con un espíritu inmundo (Marcos 1:23-28; Lucas 4:33-37)
Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a
gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.» Jesús entonces le conminó
diciendo: «Cállate, y sal de él.» Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle
ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta!
Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen.» Y su fama se extendió por
todos los lugares de la región.
3. Jesús sana a la suegra de Pedro (Mateo 8:14-17; Marcos 1:29-31; Lucas 4:38-39)
Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Pedro, donde la suegra de
éste estaba en cama y con fiebre. Se lo dijeron y rogaron por ella a Jesús, y él se acercó, se inclinó
sobre ella y tocó entonces la mano de ella, y reprendió a la fiebre, y la fiebre se le quitó, así que al
momento ella se levantó y comenzó a atenderlos.
4. Muchos sanados por la tarde (Mateo 8:16-17; Marcos 1:32-34; Lucas 4:40-41)
Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, todos los que tenían enfermos de diferentes
enfermedades los llevaron a Jesús; llevaron a Jesús muchas personas enfermas, endemoniadas; y él
puso las manos sobre cada uno de ellos. y con una orden expulsó a los espíritus malos, y también
sanó a todos los enfermos. De muchos enfermos también salieron demonios, que gritaban: ¡Tú eres el
Hijo de Dios!, pero Jesús no dejaba que los demonios hablaran, porque ellos lo conocían, sabían que
él era el Mesías. Y el pueblo entero se reunió a la puerta. Esto sucedió para que se cumpliera lo que
anunció el profeta Isaías, cuando dijo: Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras
enfermedades. Mateo 8:14-17; Marcos 1:29-34; Lucas 4:38-41
único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo,
levántate.
15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre
11. Jesús calma la tempestad (Mateo 8:23-27; Marcos 4:35-41; Lucas 8:22-25)
22Y[a] uno de aquellos días, entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado
del lago. Y se hicieron a la mar. 23 Pero mientras ellos navegaban, El se durmió; y una violenta
tempestad[b]descendió sobre el lago, y comenzaron a anegarse y corrían peligro. 24 Y llegándose
a El, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y El, levantándose,
reprendió al viento y a las olas embravecidas, y cesaron y sobrevino la calma. 25 Y El les
dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Pero ellos estaban atemorizados y asombrados, diciéndose unos a
otros: ¿Quién, pues, es éste que aun a los vientos y al agua manda y le obedecen?
12. Los endemoniados Gadarenos (Mateo 8:28-34; Marcos 5:1-20; Lucas 8:26-39)
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Cuando llegó al otro lado, a la tierra de los gadarenos, le salieron al encuentro dos endemoniados que salían de los
sepulcros, violentos en extremo, de manera que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y[a]gritaron, diciendo: ¿Qué
tenemos que ver contigo[b], Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo[c]? 30 A cierta
distancia de ellos había una piara de muchos cerdos paciendo; 31 y los demonios le rogaban, diciendo: Si vas a
echarnos fuera, mándanos a la piara de cerdos. 32 Entonces El les dijo: ¡Id! Y ellos salieron y entraron en los cerdos; y
he aquí que la piara entera se precipitó por un despeñadero al mar, y perecieron en las aguas. 33 Los que cuidaban la
piara huyeron; y fueron a la ciudad y lo contaron todo, incluso[d] lo de los endemoniados.34 Y[e] toda la ciudad salió al
encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de su comarca.
13. La curación de una mujer con el flujo de sangre (Mateo 9:20-22; Marcos 5:25-34; Lucas 8:43-48)
Y he aquí, una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le
acercó por detrás y tocó el borde de su manto; 21 pues decía para sí: Si tan sólo toco su
manto, sanaré[c]. 22 Pero Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha
sanado[d]. Y al instante[e] la mujer quedó sana[f].
14. Jesús resucita a la hija de Jairo (Mateo 9:18,23-26; Marcos 5:21-24,35-43; Lucas 8:40-42,49-56)
Jairo acaba de ver cómo curó Jesús a la mujer que tenía hemorragias, así que está seguro de que
también puede ayudar a su hija, aunque cree que ya debe de estar muerta (Mateo 9:18). ¿Podrá
todavía hacer algo por ella?
Mientras Jesús aún está hablando con la mujer a la que ha curado, llegan unos hombres de la casa de
Jairo y le dicen a Jairo: “Tu hija ya murió. ¿Para qué molestar más al Maestro?” (Marcos 5:35).
La noticia lo deja destrozado. Este hombre, que es alguien muy respetado en la comunidad, se siente
completamente impotente ante esta situación. ¡Su única hija acaba de morir! Sin embargo, Jesús, que ha
oído lo que le han dicho, lo mira y lo anima con estas palabras: “No temas, solo demuestra fe” (Marcos
5:36).
Entonces, Jesús lo acompaña hasta su casa. Al llegar, se encuentran con un gran alboroto. La gente está
llorando, gritando y golpeándose el pecho de tristeza. Jesús entra en la casa y les dice algo sorprendente:
“La niña no ha muerto, está dormida” (Marcos 5:39). Al oír eso, la gente empieza a burlarse de él porque
sabe que la niña está muerta. No obstante, Jesús está a punto de demostrarles que, con el poder de Dios,
es posible devolverle la vida a alguien que ha muerto, tal y como se despierta a alguien de un sueño
profundo.
Jesús hace salir de la casa a todo el mundo excepto a Pedro, Santiago, Juan y los padres de la niña.
Luego va con ellos hasta donde está echada la pequeña y, tomándola de la mano, le dice: “Tálitha
cúmi”, que significa “pequeña, te digo ‘¡Levántate!’” (Marcos 5:41). Al instante, la niña se levanta y empieza
a caminar. ¡Imagínese la inmensa alegría que sienten Jairo y su esposa! A continuación, Jesús pide que le
den a la niña algo de comer, dando así una prueba más de que está viva.
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Al irse Jesús de allí, dos ciegos Lo siguieron, gritando: “¡Hijo de David, ten misericordia de
nosotros!” 28 Después de entrar en la casa, se acercaron a Los dos ciegos, y Jesús les dijo: “¿Creen que
puedo hacer esto?” “Sí, Señor,” Le respondieron. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Hágase en
ustedes según su fe.” 30 Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les advirtió rigurosamente: “Miren que
nadie lo sepa.” 31 Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron Su fama por toda aquella tierra.
18. Jesús sana al hombre de la mano seca (Mateo 12:9-14; Marcos 3:1-6; Lucas 6:6-11)
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Pasando de allí, entró en la sinagoga de ellos. 10 Y he aquí, había allí un hombre que tenía una mano
seca. Y para poder acusarle, le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? 11 Y El les
dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una sola oveja, si ésta se le cae en un hoyo en día de
reposo, no le echa mano y la saca?12 Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito
hacer bien en el día de reposo. 13 Entonces dijo* al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue
restaurada, sana como la otra. 14 Pero cuando los fariseos salieron, se confabularon[a] contra El, para
ver cómo podrían destruirle.
19. Alimentación de los cinco mil (Mateo 14:13-21; Marcos 6:32-44; Lucas 9:10-17; Juan 6:1-15)
13Al oír esto, Jesús se fue de allí en una barca, solo, a un lugar desierto;
y cuando las multitudes lo supieron[a], Lo siguieron a pie desde las ciudades. 14 Cuando Jesús desembarcó,
vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos y sanó a sus enfermos. 15 Al atardecer se acercaron los
discípulos, diciendo: “El lugar está desierto y la hora ya es avanzada; despide, pues, a las multitudes para
que vayan a las aldeas y se compren alimentos.”
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Pero Jesús les dijo: “No hay necesidad de que se vayan; denles ustedes de comer.” 17
Entonces ellos
dijeron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.” 18
“Traigan acá los panes y los peces,” les
dijo.
19
Y ordenando a la muchedumbre que se sentara sobre la hierba, Jesús tomó los cinco panes y los dos
peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo los alimentos. Después partió los panes y se los dio a los
discípulos y los discípulos a la multitud. 20 Todos comieron y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los
pedazos: doce cestas llenas. 21 Y los que comieron fueron unos 5,000 hombres, sin contar las mujeres y
los niños.
20. Jesús anda sobre el mar (Mateo 14:22-33; Marcos 6:45-52; Juan 6:16-21)
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En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre
tanto que él despedía a la multitud.
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Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
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y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.
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Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la
noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.
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Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron;
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porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: !!Tened ánimo; yo soy,
no temáis!
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Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se
maravillaban.
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Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
21. Las curaciones en Genesaret (Mateo 14:34-36; Marcos 6:53-56; Juan 6:22-25)
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret, y atracaron.54 Cuando salieron de la
barca, enseguida la gente reconoció a Jesús[a],55 y recorrieron apresuradamente toda
aquella comarca, y comenzaron a traer a los enfermos en sus camillas adonde
oían decir que El estaba.56 Y dondequiera que El entraba en aldeas, ciudades o campos,
ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el
borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados
26. Jesús sana a un muchacho endemoniado/epiléptico (Mateo 17:14-21; Marcos 9:14-29; Lucas 9:37-43)
33. Jesús sana la oreja del siervo del sumo sacerdote (Malco) (Lucas 22:50-51)
Con cuánta prontitud desenvainó Pedro su espada y arremetió contra aquel siervo. En un acto de furia; muy
habitual en él, se tomó la libertad de defender al maestro de una forma que distanciaba mucho de la manera de
proceder que Jesús había enseñado.
Malco, un hombre sumido a las órdenes del sumo sacerdote sufrió en su propio cuerpo las consecuencias de
aquel acto violento. Jesús se acerca hasta él y obra el milagro. Recubre con amor lo que Pedro ha mancillado.
Sana la herida, mitiga el dolor, expande ternura propagando el significativo e inigualable aroma de una bondad
sin precedentes. Manifiesta que Él el Dios, y lo hace de la manera más correcta, más sublime, posicionándose
en el umbral de la humildad unida a la perfección.
34. La resurrección
Jesús murió un viernes en la tarde. Unos amigos rápidamente colocaron su cuerpo en una tumba en una ladera rocosa
y bloquearon la entrada con una enorme piedra. Unos guardias fueron enviados a proteger la tumba.
El domingo, cuando dos mujeres, una llamada María Magdalena y la otra María fueron a visitar la tumba presenciaron
un terremoto. Ellas vieron a un ángel acercarse y, este movió la enorme piedra que protegía la entrada a la tumba.
¡Los guardias estaban tan asustados que temblaron y se desmayaron!
El ángel dijo a las mujeres que no tuviesen miedo, que Jesús no estaba, que El había resucitado. ¡Esto significaba
que Jesús estaba vivo! El ángel les indicó que fueran rápidamente a notificarle a los amigos de Jesús que El estaba
vivo.
De manera repentina, Jesús se acercó y dijo: "No teman. Díganle a mis hermanos que vayan a Galilea, allí ellos me
verán."
¡Y así como Jesús había prometido, Él resucito de entre los muertos al tercer día después de su muerte!
35 LA PESCA MILAGROSA
Sucedió que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la multitud se agolpaba a su alrededor para oír
la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas
y estaban lavando las redes. Entonces, subiendo en una de las barcas, que era de Simón, le rogó que la
apartase un poco de tierra. Y sentado enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar,
dijo a Simón:
- Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Simón le contestó:
- Hemos pasado toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo dices, echaré la red.
Al momento la red se puso tensa y se rompía por la abundancia de peces. Hicieron señas a sus socios
que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarles. Estos socios eran el joven Juan y su hermano
Santiago. Las dos barcas se llenaron tanto que casi les entraba agua por la borda.
Simón se echó a los pies de Jesús y le dijo:
- Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
- No temas. Desde ahora serás pescador de almas.
Cuando llegaron a tierra Jesús pidió a Simón y a Andrés que le siguieran. Lo mismo dijo a Santiago y a
Juan. Ellos, dejando todo, se fueron con Él.