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ERRANCIA LITORALES AGOSTOO 2014

EL ACTO (PASAJE AL ACTO Y ACTING OUT) EN EL SUJETO


CONTEMPORANEO

EUGENIA FLÓREZ Z.1 LUZ ELENA GAVIRIA2


Grupo de investigación en Psicoanálisis con Niños (GIPN), de la NEL-Medellín3

Resumen: El título propuesto sugiere que existen diferentes modos de abordar este
problema, dado que bajo la forma del pasaje al acto o del acting out, el sujeto moderno se
nos revela de manera muy frecuente, y muchas veces sin siquiera hacer demanda ante ello.
De lo que se trata, entonces, es de establecer las coordenadas subjetivas que se ponen en
juego para un sujeto respecto a su acto, puesto que es lo que ha de orientarnos como
principio básico del psicoanálisis. A lo que el sujeto moderno nos confronta, en
consecuencia, es a una clínica donde la actuación prevalece sobre el síntoma y a tratar de
situar ciertas coordenadas estructurales que permitan dar cuenta de por qué un sujeto, más
que hacer un síntoma, actúa.

Palabras clave: sujeto, pasaje al acto, coordenadas subjetivas, síntoma, psicoanálisis.

Miller señala que “el acto se encuentra siempre bajo la premisa del impase que se
inaugura a causa de la no existencia de una relación de correspondencia entre los sexos, y
es eso por lo que el acto propende por un pasaje para realizar lo imposible. De esta
manera, el acto es una decisión, una osadía, algo del orden de lo que inaugura, lo que
funda, crea”.4 Sin embargo, como respuesta ante ese imposible, el estatuto que el acto

1
Asociada a la NEL-Medellín. Psicóloga de la Universidad de Antioquia. Especialista en clínica y
salud mental, Universidad Pontificia Bolivariana.
2
Psicoanalista, miembro de la AMP y de la NEL-Medellín. Psicóloga Universidad de Antioquia.
3
El material clínico y las elaboraciones que sirvieron de base para esta clase del curso, fueron
discutidos y trabajados en el Grupo de Investigación en Psicoanálisis con niños GIPN, de la NEL-
Medellín. Este grupo está inscrito como actividad regular de la sede. Está integrado por José
Fernando Velásquez, Luz Elena Gaviria (Responsables), Juan David Arango, Luz Adriana Bedoya,
María Mercedes Botero, Marlon Cortés, Eugenia Flórez, Luis Fernando Gómez, Reina Amparo
Lopera, John Jairo Quiceno, Cecilia María Restrepo, Jorge Iván Zapata.
4
Miller, Jacques-Alain, Jacques Lacan: anotaciones sobre su concepto de paso al acto. En:
Infortunios del acto analítico. Buenos Aires: A. Tuel Editores, 1993.
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adquiera será diverso para el sujeto, si bien el acto como acto puro sólo se realiza en la
radicalidad del suicidio consumado. Veremos más adelante esto.

ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO

Es necesario considerar algunos elementos teóricos que nos orienten con respecto al acto, y
para ello el punto de partida tiene que ser Freud. Lacan5 subraya la manera como Freud se
refiere al pasaje al acto: en tanto lo sitúa como un más allá del principio del placer, está
enteramente ligado a la pulsión de muerte. Se deduce que un hecho en sí y por sí mismo no
permite discriminar entre acting out y pasaje al acto. Un intento de suicidio, un suicidio
consumado, un robo, un asesinato, por ejemplo, pueden ser uno u otro.

Un segundo elemento que encontramos en Freud y que es orientador, es el concepto de


repetición. El acting out se relaciona con el concepto de repetición -repetición de lo
reprimido-, donde el sujeto actúa aquello que por la represión de los significantes no puede
recordar. Es decir, el acting out está del lado del sentido, del sentido reprimido; hay un
significante enlazado al acting out. En cambio, el pasaje al acto está asociado a la pulsión
de muerte, separado del eros. Hay en él una repetición, pero repetición pulsional mortífera.

Por su parte, el punto de partida en la enseñanza de Lacan tiene que ver con comprender la
función del fantasma en la economía psíquica del sujeto, puesto que el fantasma, en la
estructura subjetiva, se articula al deseo, regula el goce y “civiliza la acción de la pulsión”.

En el Seminario “La Angustia”, Lacan retoma una distinción ya hecha por Freud, cuando
establece que la realidad psíquica es la realidad del sujeto, para hacer el énfasis en cómo es
en esta distinción entre el mundo real y la escena del fantasma, donde está lo decisivo del
aporte freudiano, puesto que el hombre sólo puede constituirse como sujeto que habla en
una estructura de ficción que es el fantasma. Da a entender que el mundo de lo real es
inhabitable como tal. La única manera de vivir es a través de esta escena que nos ofrece el
fantasma, que enmarca al sujeto y lo hace vivible.

5
Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 5: Las formaciones del inconsciente. Clase 13. Buenos Aires:
Paidós. 1999.
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Esto hace pensar en lo problemático que pueda ser para el sujeto cuando no encuentra esta
estructura de ficción para asumir ciertos papeles en la vida, por lo que es arrojado fuera del
fantasma, hacia lo real y responde de la única forma que puede: con el pasaje al acto. Es por
ello que Lacan, en el Seminario La angustia se refiere a que La violencia real surge cuando
la ficción simbólica, la estructura simbólica que garantiza la vida de la comunidad se
desmorona”.6 Ese es un momento en el que se desgarra ese velo que el fantasma posibilita,
y sobre el cual se proyecta el sujeto en una escena, enmarcando así la angustia estructural.
Y agrega Lacan en este seminario “…la ventana ejemplifica el límite que existe entre la
escena y el mundo, ventana que está determinada por la angustia, es decir es la angustia
ese límite”.7

Por ello, atravesar el fantasma en el pasaje al acto implica que toda la estructura del sujeto
queda desarticulada, cayendo el sujeto de la escena fantasmática. El pasaje al acto supone
entonces un atravesamiento salvaje y radical del fantasma. Por el contrario, el acting out se
inscribe siempre en la lógica misma del fantasma.

El atravesamiento salvaje del fantasma o pasaje al acto supone un franqueamiento de ese


límite y Nos indica el signo de un acto que hace volver al sujeto a un punto de exclusión
fundamental.

El sujeto en el pasaje al acto cae fuera del campo del Otro, fuera del fantasma. Piensen,
por ejemplo en el sujeto consumidor de sustancias: en el momento de “mayor embarazo”
con la adicción, el sujeto, se precipita desde allí desde donde está, desde el lugar de la
escena donde sólo puede mantenerse como sujeto fundamentalmente historizado. Es en este
punto en el que, como lo enseña Lacan, se revela la estructura misma del pasaje al acto.8

Desde el primer capítulo del Seminario “La angustia”, Lacan insiste en cómo esta emoción
como embarazo, es la angustia que desborda al sujeto, lo desborda sin poder articular

6
Lacan. J. El Seminario, Libro 10: La Angustia. Buenos Aires: Paidós. 2006

7
Ibid.
8
Ibid, pág 128
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ninguna respuesta simbólica: no hay significante que represente al sujeto y cae fuera de la
escena a través del pasaje al acto. Es lo que manifiestan algunos sujetos en su decir a
posteriori, tratando de ponerle palabras a sus actos: “No puedo controlarlo, es como perder
las amarras y me lanzo como loco”. Es claro que es un momento en el que el recurso al
fantasma falla, deja de actuar como soporte, y el sujeto cae, identificándose a su ser de
resto. Es un momento en el que “hay que lanzarse; no se piensa, se actúa; es como estar
fuera de todo”, manifiesta un joven tratando de explicar el momento subjetivo antes de
producir un atraco.

Cosa distinta pasa en el acting out, en el que siempre hay un marco para ese mensaje que va
dirigido al Otro. Es una identificación de un sujeto a un significante, donde se juega el ser y
el goce, pero en relación al sentido sin perder en ningún momento la relación con el Otro.
En el pasaje al acto lo que ocurre es que el sujeto se identifica al objeto a produciéndose
ahí una súbita relación del sujeto con lo que él es como objeto a, es decir al caer el sujeto
del campo del Otro, identificándose con ese resto excluido de la operación cae; es un corte
radical con respecto a ese Otro.

Esto es posible de constatarlo en los dichos mismos de algunos sujetos. M manifiesta en


una sesión, refiriéndose a sus actos agresores: “Llega un momento en que me desengancho,
ya no soy yo, sé que yo la golpeo, pero en ese momento ya dejé de ser yo”. Se pierde el
enlace a un significante que le dé un sentido, el pasaje al acto se produce por la
imposibilidad de recibir o de dar respuesta ante la pregunta de ¿quién soy? Ante este
interrogante sin respuesta, cae, identificándose al objeto a, al resto.

Dos cuestiones se ponen aquí en juego. De un lado, cuando hay una identificación al objeto
a, esto implica, de una u otra manera, una cierta voluntad de aniquilación del ser, ante esta
ausencia de significante para responder a él. De allí que el suicidio surja como paradigma
de esa voluntad de aniquilación, en la que se aísla de la manera más pura el “yo no soy” o
“yo no soy nada”, “yo sólo soy esa porquería”.

En segundo lugar, se abren algunas preguntas, puesto que si bien el pasaje al acto es
transestructural, muchas veces nos hace pensar en los casos inclasificables, puesto que es

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en la psicosis donde se observan con mayor claridad y es en esta clínica donde el pasaje al
acto alcanza su “máxima pureza” y característica. Se verifica con mayor nitidez cómo el
sujeto queda identificado al objeto a, a su ser de desecho.

PASAJE AL ACTO Y NOMINACIÓN

En el artículo “Deseo y destino”, Guibelalde caracteriza el pasaje al acto como una


situación en la que un sujeto se embarca en algo absolutamente insospechado, ya que en el
actuar se desconoce lo que puede suceder. Es un momento en el que no se piensa, se actúa.
Se expone a lo incierto, y en esto el sujeto se encomienda a sí mismo: “Si algo en el acto se
apuesta, es algo esencial de sí mismo: su vida, su libertad, su destino”.

Esta antinomia entre pasaje al acto y pensamiento se observa en muchas situaciones, desde
pasajes al acto simples, hasta homicidios. Hay una rotunda separación entre el orden
simbólico y el pasaje al acto, no hay significante detrás de este acto violento.

Miller y otros autores coinciden en cuanto al valor que obtiene el pasaje al acto: el pasaje
al acto, por más paradójico, contradictorio e incierto que aparezca, define a posteriori al
sujeto que actúa, lo deja encadenado a ese acto que le da, siempre posteriormente un
nombre, un estado civil, un signo imaginario, una marca. Tal como expresa una frase muy
usada: “Uno es lo que hace”, y el sujeto relata sus actos y proezas porque él es alguien a
partir de esos pasajes al acto, que lo enlazan a un orden imaginario, en una relación y
reconocimiento del otro. El sujeto a través de su acto es reconocido por su grupo, en el
barrio, o incluso por la ley que convierte el acto en una huella indeleble que ya no lo
abandonará., es su “chapa” de identificación. En su entorno, es alguien, adquiere un
nombre o un sobrenombre que reemplaza a su verdadero nombre, que en muchos casos
desaparece bajo esta nueva nominación. En muchas ocasiones estos sujetos son conocidos
por su “alias”. Piensen en los alias de los hoy llamados re-insertados o ex-paramilitares, de
quienes desconocemos su nombre original.

El valor de acontecimiento que tiene el pasaje al acto para el sujeto, sitúa un antes y un
después que hace que a partir de una situación límite, emerja un sujeto otro. No tiene que

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ser un hecho de gran magnitud; lo que cuenta es el estatuto fundador de ese sujeto otro, que
será el sujeto del acto. En algunas circunstancias, el acto permite ser otro y en otras, el acto
les permite sostenerse, les brinda un estado civil de sujeto.

LO QUE UN CASO NOS ENSEÑA Cuando en la angustia prevalecen los


actos y no el síntoma.

El acto suicida en sí no es un fenómeno que pueda servirnos para orientarnos a nivel del
establecimiento de un diagnóstico diferencial. Es un fenómeno transestructural, que
encontramos tanto en la neurosis como en la psicosis.

Privilegiamos, en lugar del acto, la angustia, pero no de una manera fenomenológica, sino
pesquisando en ella, en su emergencia, y en su solución. “… la angustia, -dice Stella
Solano-, es un afecto que revela lo más singular de una existencia, ya que el fenómeno de
la angustia se desencadena para cada sujeto a partir de una contingencia, de un encuentro
y es en esa contingencia que para cada sujeto confrontado a la angustia se revela algo de
lo más singular” (…) “En la clínica tratamos siempre de construir las coordenadas del
evento que desencadenó la angustia, puesto que son siempre fecundas”.9

Esto último es lo que ponemos de relieve en un caso estudiado en el GIPN. Un joven de 14


años se encierra en la habitación de la terraza de su casa y ejecuta cuidadosamente un acto
suicida haciéndose varios cortes en las muñecas. Es descubierto más tarde y logra ser
salvado.

Se trata de un joven aislado de todo vínculo social, retraído a nivel escolar, sin relación de
pareja y sin amigos. Su guitarra es su compañera. Dice de ella: “la guitarra es a la única
que le cuento todo y la amo más que a cualquier cosa”. El goce que ofrece la guitarra le

9
Solano, Estela, La angustia, el cuerpo sexuado y lo real. En: The Wannabe, No. 4. Disponible en:
http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov.htm.

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evita el encuentro con el otro, le da la ilusión de completud, de dominio, y le evita el


malentendido, el no saber y demás impasses que conocemos en la vida sexual de los seres
hablantes. Llama la atención que no había manifestado estar deprimido o con algún
malestar localizado con su familia, sus pares o en su colegio. Más bien, se presentaba ante
esos otros bajo una inercia que hace que su estado pasara un tanto desapercibido. Su madre
es quien se preocupa por su aislamiento social y lo incita a participar de un grupo de teatro.
Preparan una obra que debe ponerse en escena. Durante un ensayo, sin esperarlo, recibe un
beso de una compañera. Lo que inmediatamente produce como respuesta es un desmayo.
Días después sucede el acto suicida.

El psicoanálisis lee los síntomas y los actos de un sujeto con un sentido histórico y con
referencia a una estructura psíquica. Más allá de lo fenomenológico considera que “los
síntomas cambian en sus manifestaciones debido a que están en función de la lengua y del
discurso del tiempo y que son trans-históricos en su estructura”.10

A propósito de este modo de responder del sujeto, existe un antecedente importante como
dato clínico: cuando tenía tres o cuatro años, ante una disputa por lo sexual entre el padre y
la madre, él se manifestó con un mutismo que duró un año.

La respuesta a los enigmas del goce habían sido anteriormente tramitados por la vía del
mutismo, el retraimiento y el objeto guitarra, sin otra identificación así fuera a alguna de las
llamadas “tribus urbanas” como los punk, los emo, o cualquiera de las que la sociedad del
consumo le oferta a los jóvenes. En este momento de su vida, frente a la sexualidad, no sólo
el Otro se muestra insuficiente para orientarlo, porque para este sujeto siempre lo ha sido,
sino que sus propias construcciones previas también se hicieron insuficientes.

Estos elementos dan cuenta que sus invenciones son radicales, mediadas por la supresión
bien sea del objeto en lo Real (la voz), o de sí mismo (ubicado él mismo en posición de
objeto, con el desmayo o con el acto suicida). El suicido se sitúa en una clínica donde

10
Ortega de Spurrier, Piedad, Adolescentes, depresión y modernidad. En: Virtualia Revista de la
Escuela de la Orientación Lacaniana. Año V, Número 14. Enero / Febrero 2006. Disponible en:
http://www.eol.org.ar/virtualia/014/default.asp?dossier/spurrier.html

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prevalece el acto sobre el síntoma, como respuesta a lo imposible o lo innombrable. En este


caso el suicidio aparenta ser una solución. El sujeto esquivaba la inminencia del encuentro
con una sexualidad distinta a la de la infancia, para la cual no hay un saber preestablecido.
Se trata de una encrucijada tan inesperada que en gran medida deja al joven sujeto sin
recursos, entre estos, los de la palabra.11 Este encuentro que lo desborda y que sobrepasa su
capacidad habitual de elaboración, desbarata lo cotidiano de su vida en lo que se sentía
amparado. Así se abre el abismo del sin sentido donde se instaló el acto de la muerte.

QUÉ ESTATUTO PARA ESTE INTENTO DE SUICIDIO: ¿PASAJE AL


ACTO, O ACTING OUT?

El acto se encuentra siempre bajo la premisa del impasse que se inaugura a causa de la no
existencia de una relación de correspondencia entre los sexos, y es eso por lo que el acto
propende por un pasaje para realizar lo imposible. De esta manera, el acto es una decisión,
una osadía, algo del orden de lo que inaugura, lo que funda, crea.12 El pasaje al acto está
marcando una imposibilidad de saber hacer con el lenguaje y con el otro sexo, mientras que
el acting out va inscrito en una relación a un otro semejante.

En ese sentido, el acto de este joven está más del lado del pasaje al acto; frente al encuentro
con lo Real sexual hay un agujero, no hay recursos, entonces aparece la angustia y para
tramitarla no le bastan los síntomas ni los semblantes previos, el retraimiento, la guitarra, o
el mutismo. Se desacomoda la construcción que el sujeto tenía hasta ese instante.

En el acting out la angustia si hace signo para el mismo sujeto, en el pasaje al acto, no. El
sujeto pasa al acto sin reconocer la angustia, pero la nómina con el acto mismo incluyendo
el cuerpo: Sí la lalengua afecta al cuerpo dejando trazas que son afectos, produciendo
acontecimientos de cuerpo a título de síntomas, en el caso lo que se observa es como el
mismo sujeto hace un trazo de goce en su cuerpo, una marca haciéndola con su propia
estética singular. Como si ese acto fuera el recurso del sujeto para inscribir algo de su goce

11
Idem.
12
Miller, Jacques-Alain, Op. Cit.
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de lalengua en su cuerpo, porque originariamente esto no estaba articulado, ensamblado, y


entonces el sujeto lo tiene que hacer por una vía real.

La huella no participa de lo simbólico sino de lo Real, tal como dice Lacan, “sujetos para
los que el actuar ocupa el lugar del lenguaje”.13 Si hay algo desprendido, no es lalengua,
sino el lenguaje, la nominación. En este caso el estatuto de nominación lo va a dar el corte,
el cuerpo tasajeado.

Este caso nos enseña, en tanto nos muestra el anudamiento entre pasaje el acto y la
angustia, por la ausencia de un S2 y de un síntoma, lo que no le permite al sujeto hacer una
invención con el saber del inconsciente, sino que lo lleva a responder cayendo él mismo
como objeto, haciéndose él, el objeto mismo. Es la anulación del yo que se imbrica con el
objeto ante la imposibilidad que tiene el sujeto de responder al signo de la angustia que no
remite a ninguna cosa. Imposibilidad de “recurrir a la referencia paterna para la
tramitación de la angustia vía lo simbólico”.14

En la psicosis, solo hay equivalente fantasmático y no el fantasma mismo, porque el objeto


nunca ha estado en el campo del Otro, nunca ha hecho la negación, no tiene meta lenguaje.
El Real no está agujereado por el objeto a como lo está en la neurosis, porque el objeto
pequeño a como plus de goce en la neurosis es un semblante en tanto que resto de goce
producto de la articulación significante. Precisamente por ello es que este joven no ha
tenido la posibilidad de hacer lazo social, solamente se encierra a tocar guitarra, la llama su
mejor amiga, su amante, su todo -su metonimia- , y por ello es que se puede hacer la
hipótesis que el objeto a está del lado de él y no del Otro; que no ha negativizado el objeto.

LO REAL SEXUAL EN EL ADOLESCENTE

13
Lacan. Jacques, El Seminario, Libro 10: La Angustia. Buenos Aires: Paidós. 2006.

14
Zawady, Megdy, El acting out, la angustia y el influjo del superyó. En: The Wannabe No. 4.
Disponible en: http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov.htm

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Todo sujeto fracasa respecto a lo real de lo sexual y signos de ello son la angustia y el
síntoma mismo. Frente a ese fracaso el neurótico tiene recursos semánticos y además
cuenta con la posibilidad de articular un semblante privilegiado a partir de un cierto
principio de orientación que es la función fálica. “La función fálica tal como la define
Lacan, es un significante del goce, es la inscripción a nivel del semblante con la que el ser
hablante cuenta para determinarse con respecto a lo sexual”15. En el caso comentado, este
sujeto no tiene ese significante del goce para construir un semblante y poder hacer lazo
social o sexual.

En este sentido, es posible situar en el adolescente tres paradojas: la paradoja del


imperativo “Hazte adulto sin tener recursos”, “defiéndete solo sin tener con qué”; y la
paradoja del cuerpo: un cuerpo que no responde a lo que estaba habituado. Y el joven
intenta construir respuestas a lo sexual. Pero si no hay recursos porque desfallece la función
fálica o porque ésta nunca ha estado presente, entonces, como el síntoma no abrocha lo
imaginario, lo simbólico y lo real, las otras respuestas factibles son: el pasaje al acto como
elección forzada, una identificación imaginaria rigurosa, o la construcción de un aparato de
elucubración de saber, el delirio.

ALGUNAS COORDENADAS BORROMEAS ORIENTADORAS

“Se trata de situar ciertas coordenadas estructurales que permitan dar cuenta del por qué
un sujeto, más que hacer un síntoma, actúa”,16 nos dice Fridman. Esto lo entendemos de la
siguiente forma: ¿Cuáles son los recursos sintomáticos, las invenciones de semblantes, los
enganches de que ha dispuesto el sujeto para enfrentar el agujero, el significante que falta,
la angustia, o las iniciativas para orientarse frente a la inexistencia del Otro?, ¿cómo se las
arregla con lo sexual?, ¿cuál es la realidad que se ha procurado?, ¿en qué puntos aparece la
angustia?, ¿Qué objeto es el que privilegia y cuál es el uso singular que da a ese objeto?

15
Solano, Estela. La angustia, el cuerpo sexuado y lo real. En: The Wannabe No. 4. Disponible en:
http://www.nel-amp.com/tw/04/tw04_mov.htm
16
Fridman, Pablo. La determinación suicida en la psicosis. Revista Lacaniana de Psicoanálisis,
publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL), Nº 2, Septiembre de 2004, Buenos
Aires.
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Esas preguntas son las que orientan respecto a la estructura del sujeto y sobre qué recursos
pueden ser utilizados más adelante durante el proceso.

En el acto suicida miramos el detalle. En el caso que nos ocupa, este muchacho planea dejar
un resto de su acto: un objeto estético. Ha estudiado el gesto suicida, ha consultado en
Internet, sabe de la anestesia que debe aplicarse, estudia las diferentes formas, elige el
corte, un corte particular, (diferente al tradicional): longitudinal sobre el antebrazo y varios
cortes transversales. Una vez sobrevive, estas intervenciones sobre el cuerpo continúan
siendo un elemento fundamental para este sujeto, que cuando es llevado al servicio de
urgencias, orienta al médico que lo sutura sobre cómo debe hacerlo y cuida muy bien de su
herida posteriormente. Este es un rasgo en el que el objeto mirada recae sobre el propio
cuerpo, bajo una estética del corte y la sutura. La estética de la herida regula, localiza, la
mirada del Otro. Es así como se presenta ante la analista, demandando mirada sobre la
sutura.

EL ANALISTA Y SU QUE HACER FRENTE AL ACTO DEL SUJETO.

La estrategia para hacer posible la relación transferencial, el lazo a un analista, es a partir de


escuchar y leer cuál es la brújula que orienta su vida, lo qué lo mantiene enganchado a su
existencia: en este caso, como hipótesis, el valor que da a la mirada del Otro sobre su
estética singular. Se puede afirmar que en ese lugar emerge el sujeto y deja ver en donde
goza con el objeto, es decir, que no es el objeto de la tecnología solamente el que está en
juego allí, sino que el cuerpo goza cuidando que el otro mire la herida hecha. El analista
acompaña al sujeto en esta invención. Es importante señalar, que si bien le permite modular
el goce y pacificarse en el lazo social, ese semblante va a ponerse a prueba en un nuevo
encuentro con una mujer. Y al respecto, ante la carencia en el sujeto de una elaboración, el
analista podría proponerle una construcción al respecto.

En conclusión, si uno de los modos de tratamiento de la angustia pasa por el consumo del
objeto a, donde el sujeto termina siendo consumido, la propuesta del discurso analítico es
que sea el analista el que ocupa el lugar de objeto pequeño a, bien sea para causar el deseo

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de querer saber, o para valorizar el significante S1 como principio de legitimidad, y el i(a)


como brújula para el deseo.

El analista privilegia su lugar como objeto a frente a un S1 y un i(a) del sujeto, separándose
de cualquier moral aplicable a la situación, o diferenciándose de la exigencia que le hace el
Otro social o parental.

Hay que ocupar el lugar de objeto a para que el sujeto produzca su propia nominación,
poder nombrar lo que está viviendo. Es decir, los nombres son terapéuticos para la
angustia.

BIBLIOGRAFIA

Bassols, Miquel. El acto y su borramiento. En: Virtualia Revista de la Escuela de la


Orientación Lacaniana. Año I, Número 3. Octubre de 2001. Disponible en
http://www.eol.org.ar/virtualia/003/default.asp?notas/mbassols-01.html

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investigación y estudios clínicos), 2007

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http://www.elistas.net/lista/descartes/archivo/indice/141/msg/150/

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Psicoanálisis, publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL), Nº 2,
Septiembre de 2004, Buenos Aires.

Guibelalde, Gabriel, Deseo y destino: Contribuciones para un psicoanálisis de las


transgresiones. Córdoba: Editorial Dimas, 1998

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Editorial Siglo XXI, 1985

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la Escuela de la Orientación Lacaniana. Año V, Número 14. Enero/Febrero 2006.

Solano, Esthela, La angustia, el cuerpo sexuado y lo real. En: The Wannabe No.4.
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Zawady, Megdy, El acting out, la angustia y el influjo del superyó. En: The Wannabe No.4.
Disponible en: http://www.nelamp.com/tw/04/tw04_mov.htm

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