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HERMANDAD BLANCA MISIONARIA DE LUZ

Universidad de los Siete Rayos


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Unidad IX
QUETZALCOATL
Lección 26
La Serpiente Emplumada

En Centro América y el sur de México,


las estatuas y leyendas olmecas dicen que la
población de la Atlántida constaba de dos
razas, negros y blancos, negros de África
occidental y blancos de ojos azules y rubios,
como los celtas.

Junto a estas dos razas que vivían en


grandes ciudades de piedra, algunos otros
vivían en el interior como cazadores
recolectores. Sin embargo las muestras de
cada raza y color fueron encontradas en
Atlantis, como sucede hoy en las capitales del mundo como Nueva York
o Londres. Cada raza tiene su propia especialidad, establecida para
siempre por la Tradición. Todos vivían en armonía. A juzgar por las
estatuas olmecas, estas muchas razas estaban en buenos términos y
tenían entre si un respeto mutuo. Pero cada grupo étnico acrecentó sus
especialidades: por ejemplo, los negros eran expertos en artes mágicas
y marciales, los rubios eran ingenieros y constructores. En previsión de
la inundación, funcionarios de ambos grupos étnicos habían encontrado
refugio en la Cordillera de los Andes. Eran un puñado, pero gracias a su
conocimiento y sus poderes, comenzaron a educar a los nativos que los
tomaron por dioses. Las poblaciones indígenas, probablemente de
origen asiático, se habían mantenido alejadas de los grupos
«civilizados» pre-inundación, o es que después de haber conocido el
desarrollo mucho antes, los nativos habían regresado a la vida silvestre
natural. Con una propensión a los sacrificios humanos, lo que es
aborrecible para Viracocha, nombre andino de los dioses Atlantes.

En México, se le llama Quetzalcoatl, o Kukulcan. Estos dioses


pacificadores predicaron el amor al prójimo, como los apóstoles de Jesús
Lo que es inquietante es que ocurrió miles de años antes que la llegada
de Jesús.

Recordemos que la Atlántida, ese continente magnífico que se


hundió en el mar, tuvo una imponente civilización que tras el
hundimiento, fue llevada a distintos lugares del planeta: Algunos sabios
llegaron a Egipto y se fundó la gran civilización faraónica. Otros llegaron
a India, a China, a Tíbet, a Europa, el gran Quetzalcoatl tomó rumbó al
suroeste.

Quetzalcoatl era hijo de un sacerdote atlante, que le enseñó como


padre, pero también como maestro a discípulo, la ciencia sagrada oculta
y lo preparó en todo tipo de artes y oficios: Matemáticas, lectura y
escritura, oratoria, agricultura, astronomía, construcción, entre muchas
otras.

Al pasar de los tiempos, o como dicen los textos olmecas, los


soles y las lunas, Quetzalcóatl llego al reino del Tollan, se presentó ante
los líderes y mostró su sabiduría. Era un hombre blanco de cabellos
rubios, ojos grandes y barba, inteligente y entendido de muchas artes y
ciencias y los habitantes del Tollan, los toltecas lo tuvieron en gran
estima.

Quetzalcóatl, enseñó a los Toltecas las artes y los oficios de la


Orfebrería, Alfarería, la Agricultura, el ayuno y no aceptaba de los
sacrificios humanos, apenas si, consentía que mataran en el altar de los
dioses a culebras y mariposas, él decía que la mejor ofrenda a la
divinidad consistía en el pan, las flores y los perfumes.

No pasó mucho tiempo en que fue aclamado por los ciudadanos de


Tollan (actual Tula) y nombrado rey, permitiéndole profundizar sus
reformas en beneficio de las personas. El sabio sacerdote rey gobernó
con paz y armonía durante muchísimos años, pero siempre en medio de
los iniciados se incuban traidores y ésta no era la excepción.

Como se opuso a los sacrificios humanos, algunos sacerdotes de


los dioses antiguos, vieron en él a un enemigo así que, procuraron
perturbarlo y hacerlo pecar, se congregaron y discutieron, su plan, así lo
describen las leyendas, mostrando a los propios dioses discutiendo cómo
perjudicar a Quetzalcoatl:

– Tú, Tecaztlipoca, -dijeron Huitzilopochtli y Xipe Tótec-, te


encargaras de mortificar, burlar y engañar a Quetzalcóatl.
– Hermanos cumpliré fielmente su deseo- contestó el poderoso
dios de cutis negro.

– Tecaztlipoca bajo entonces a la tierra por el hilo de una araña y


se presento ante Quetzalcóatl disfrazado de forastero.

– Comenzaré por burlarme de él- se dijo el Dios, y se anunció


pidiendo audiencia. – Decid a Quetzalcóatl que aquí está un forastero
que desea conocerlo y que traigo un obsequio para el.

Después de dos recados, logró ser introducido por los sirvientes a


al lugar en donde estaba Quetzalcóatl.

– ¿De dónde vienes forastero?- Pregunto Quetzalcóatl.

– Vengo de Nonalco- Contesto el forastero.

– ¡Estarás muy cansado entonces! ¿Por qué no te sientas?, se


bienvenido y por favor muestra que es lo que traes para mí.

Tecaztlipoca sacó un espejo y se lo presentó diciendo;

– ¡Aquí esta!, ¡ve!, ¡Reconócete Señor!

Quetzalcóatl se contempló un instante y arrojó con espanto el


espejo. ¡Se había visto la cara toda llena de arrugas y llagas!.

– ¿Cómo es posible que me vean los toltecas con calma? ¿No


deberán con razón huir de mí? ¡Mi figura es espantosa! ¡Ya nadie me
verá: aquí permaneceré encerrado para siempre!

Tecaztlipoca, al oír esto último, se desconcertó un poco, pues


comprendió que no lograría que en esa forma se presentará en Tollan,
que era su propósito principal para ridiculizarlo.

– Yo te arreglaré y compondré para que te vean- le dijo


Tecaztlipoca.

Llamo a unos artistas muy hábiles y en un momento lo


transformaron. Concluido el trabajo le volvieron a presentar el espejo y
Quetzalcóatl sonrío de satisfacción. Así volvió a presentarse con los
Toltecas.
En tanto Tecaztlipoca fue a un pueblo cercano y convenció a los
habitantes para que se sacrificaran en honor a Quetzalcóatl. Los
habitantes que se sacrificaron fueron convertidos en alimento, mientras
que los que quedaron recibieron la orden de traer pulque, animales, pan
y flores de hermosos aromas y colores.

Terminado eso Tecaztlipoca regreso a Tollan acompañado de los


otros dioses.

Llegados los tres dioses suplicaron les permitieran ver y hablar a


Quetzalcóatl, así es como lograron entrar.

Lo saludaron y le ofrecieron, deleitarlo con los manjares que


llevaban. Quetzalcóatl comió con gran contento.

– Bebe pulque Señor.

– Me siento enfermo- replico- Quetzalcóatl, ¿Que me han dado de


comer?

– Bebe un poco más mi Señor, te sentirás mejor, replicaron.

– ¡No, no!, siento una gran tristeza.

– Señor no temas, bebe un poco más es muy rico y saludable.

Quetzalcóatl, replico repetidamente que no. Al fin de tanta


insistencia acepto y continúo bebiendo.

Tomo y volvió a tomar, y así hasta por cinco veces más. Se sintió
lleno de vigor y alegría.

– Sirvan más amigos míos – volvió a decir- Pero también tomen


ustedes.

Ellos también tomaron, pero no se embriagaron. Perdida la razón


se cayó al suelo sin sentido y se durmió.

Pero al día siguiente, al despertar recordó lo que había pasado,


Quetzalcóatl se había dado cuenta del engaño. ¡Había comido carne de
sus hermanos sacrificados y había bebido hasta embriagarse!!!!, con
tristeza en su corazón y se sintió lleno de vergüenza y de pesar.

Quetzalcóatl dijo:
– “Me he embriagado, he comido carne humana y me he vuelto
como mis hermanos, nada podrá borrar la mancha que ha oscurecido mi
nombre y mi divinidad.

Sus remordimientos fueron tan grandes, su angustia no tenía


límites. Nadie se atrevía a consolarlo ni alentarlo. Entonces lloro
amargamente.

– Es preciso que me vaya del Tollan- dijo un día – aquí no puedo


vivir más.

Salió y dispuso su viaje. Tecaztlipoca y sus hermanos habían


vencido.

Quetzalcóatl en sus viajes realizaba prodigios. Pasando varios


años en un poblado y en otro, no podía olvidar su pena y continuo triste
y desalentado. Después de un tiempo se detuvo a la orilla del mar
donde contempló su imagen, todavía era hermosa. Encendió una gran
hoguera.

Se vistió lujosamente y se adornó con oro y piedras preciosas.


Contempló el mar donde había llegado, y suspiro hondamente.

Una vez que la hoguera estaba en toda su fuerza con las llamas
muy altas, se arrojó en ella para morir valerosamente. Sin embargo,
prometió volver, algún día, por mar, a sus queridas tierras mexicanas.

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