Sie sind auf Seite 1von 4

Crítica película: Los 7 años

La película no deja de perder su rumbo mientras vemos pasar por el mar,


la oportunidad de criticar a nuestra sociedad y las relaciones que se
pueden crear en las empresas.

Me encanta ver como los cuatro personajes, aprovechan para sacar a la luz
problemas que incluso, desde mi humilde opinión, ni tan siquiera había
pensado.

El machismo presente en las prisiones. Por cuánto seríamos capaces de


vender nuestra vida. Los roles de cada uno de los trabajadores de cada
empresa… Acaba generando pequeños titulares que nuestros personajes y los
guionistas acaban por sembrar en nuestra lista de cosas para pensar más
adelante. Y eso me gusta.

Por ese lado es difícil ponerle pega alguna a ‘7 años’, ya que existe un
equilibrio tanto en importancia como en lo que cada uno de ellos aporta.
También he mencionado también la acertada decisión formal de Gual, pero
tampoco quiero olvidar de la gran fluidez que imprime al relato ideado
por José Cabeza y Julia Fontana -un gran acierto el uso de los planos
secuencia-, logrando evitar transmitir una sensación de estatismo que a
priori parecía casi inevitable al transcurrir la práctica totalidad del
relato en un único escenario de dimensiones bastante limitadas.

Ese minimalismo seguro que fue clave para que Netflix confiase en ‘7
años’, ya que además aborda unos temas muy universales con los que es
sencillo que pueda sentirse identificado por igual tanto alguien que viva
en Madrid como en Nueva York. Es cierto que se podría haber ampliado más
el rango de la historia echando mano por ejemplo de flashbacks o de un
mayor número de llamadas telefónicas para intentar enriquecer más a los
personajes, pero muchas películas han caído en ese error -un buen ejemplo
de ello lo tenemos con la fallida 'El contable' ('The Accountant'),
porque más al final puede ser perfectamente menos.

¿Hay entonces algo que falle realmente en ‘7 años’? A mi entender no,


pero sí que he de reconocer que el desenlace no terminó de rematar tan
bien la historia como me hubiese gustado. Lo cierto es que encaja muy
bien con, por así llamarlo, el mensaje de la película pese a rozar la
calificación de deus ex machina, pero sí que veo un pequeño paso atrás en
la contundencia tanto moral como de suspense hasta entonces. Tampoco
logro pensar en algo mejor, pero tiene algo que no me termina de encajar.
UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES

CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

UNIV. EDGAR ROBERTO GONZALES


PARRADO
MATERIA. SEMINARIO DE CINE
FECHA. 23-oct-18
CRITICA DE PELICULA: EL CAMINO

Como pasa con todas las grandes películas, mucha gente no comprende ni comprenderá
"Camino". Y quizá tenga bastante que ver con el momento que vivimos, en el que está tan de
moda "satanizar" todo lo que tiene que ver con la religión, en especial la católica. Por ello, todo
lo que signifique tratar los temas religiosos desde una perspectiva laica, poniendo en tela de
juicio su valor moral, es percibido por los sectores afines al catolicismo como un ataque directo
a su fe. Nada más lejos de la intención de Fesser que criticar a la Iglesia de Benedicto XVI.
Aquí el único que sale mal parado es el Opus Dei.

Y es que la susodicha organización tiene tela. Resulta que, por el hecho de nacer, todos
somos culpables de un gran pecado, y la única manera de purgarlo y de acercarnos a Dios es
mediante el dolor y el sacrificio. Pero sacrificio con mayúsculas, es decir, renunciar a todo lo
que nos de el mínimo placer. Como cuando le recomiendan al personaje de Manuela Vellés
que deje su costumbre de mirar escaparates para mostrar aún más su amor por Dios. Y es
que, como bien se aprecia en esta película, esos extremismos religiosos que tanto hacen por
"salvar" nuestro alma, al final acaban robándonosla. Coincidirán conmigo en que para estar
orgulloso del sufrimiento y la inevitable muerte de una niña hay que tener una carencia
considerable de alma.

Como ya digo, ni una solo referencia positiva o negativa hacia el catolicismo o la Iglesia,
porque no es ese el tema que se trata aquí. La fe es entendida en la película de dos maneras:
como única guía posible para lograr la felicidad, o como clavo ardiendo al que agarrarse ante
la confusión que produce el simple hecho de vivir. Es inevitable que Fesser muestre su clara
afinidad por la segunda opción, pero sigue respetando a quienes eligen la primera. Y de paso,
y muy sabiamente, nos dice que la figura de Dios no es la única fe que nos puede hacer
afrontar la vida con optimismo. La fe en el amor puede ser todavía más grande, más valiosa.
Todo un canto por el amor terrenal, que estamos seguros de que existe, en detrimento del
amor divino, que bien podría ser un cuento infantil.

Pero entre tanto dogma, un mensaje que escapa a toda confesión religiosa: el eterno triunfo
de la vida sobre la muerte. La muerte es inevitable, y puede llegarnos en cualquier momento.
Pero, como bien nos enseña la niña protagonista, ni siquiera ella puede robarnos la alegría de
vivir. El ser humano siempre sentirá el impulso de adorar la vida, no la muerte, el sufrimiento y
el sacrificio. Y está en nuestra mano el ganarle la partida a la muerte, sólo tenemos que vivir la
vida.

Los actores, resumiendo, todos soberbios. Una película para quien vive para vivir y no para
morir.
UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRES

CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

UNIV. ADRIAN BLADES ALARCON


MATERIA. SEMINARIO DE CINE
FECHA. 23-oct-18

Das könnte Ihnen auch gefallen