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Carta a los Gentiles

Por Marcus Eli Ravage

Nos odiáis. No es bueno que lo neguéis. Así que no perdamos más tiempo en negaciones e hipocresías.
Sabéis lo que hacéis, y yo lo sé, y creo que nos entendemos. Seguramente, algunos de vuestros amigos
son judíos, y todo eso. Creo que he oído ese argumento varias veces. Y sé también, que no me incluís
personalmente -"yo", es decir, cualquier judío particular- cuando acusáis a los judíos en vuestra forma
particular, porque yo soy "diferente", casi tan bueno como cualquiera de vosotros. Esa pequeña
excepción, de algún modo, me hace gracia, pero olvidémoslo por ahora. Es el judío agresivo, trepador, y
materialista al que odiáis -aquel, que os hace recordar tanto a vuestros propios hermanos. Creo que nos
entendemos perfectamente. Yo no tengo nada contra vosotros.

No odio alguien que rechaza a otra persona. Pero hay algo que me intriga acerca de este tema anti-
judío, como lo practicáis, es que hacéis excusas tan fantásticas y transparentes, que parecierais estar
sufriendo horriblemente de mala consciencia, y si vuestra actitud no fuese tan grotesca seria irritante. Y
no sucede porque seáis novatos en esto: habéis estado haciéndolo durante quince siglos. Sin embargo,
al ver y oír vuestros pretextos infantiles, uno podría tener la impresión que no os conocéis a vosotros
mismos ni lo que defendéis. Nos odiáis, pero no podéis decir porqué. Creáis una nueva excusa -una
"razón" como la llamáis- cada día. Habéis estado amontonando justificaciones durante todos esos
cientos de años y cada nueva invención es más risible que la anterior y cada nueva excusa contradice y
aniquila la otra.

No hace muchos años yo oía la acusación de que nosotros éramos materialistas y capitalistas; ahora la
acusación es que ningún arte ni profesión alguna no mercantil está libre de la invasión judía. Éramos,
según lo que creéis, etnocéntricos y exclusivistas, e inasimilables porque no nos mezclamos con
vosotros, y ahora nos reprocháis lo contrario, es decir, que contaminamos vuestra integridad racial.
Nuestro estilo de vida es tan bajo que creamos vuestros barrios obreros e industrias, y tan alto que os
expulsamos de vuestras mejores zonas residenciales. Nos descalificabais como pacifistas y
humanitaristas por naturaleza y tradición, y ahora, al creer en la validez de los Protocolos nos atribuís el
papel de señores del mundo, de imperialistas y de fomentadores de toda guerra. Nos acusáis de ser los
creadores del capitalismo, pero, al mismo tiempo, nos atribuís el papel fundamental en la revuelta contra
el capitalismo.

Seguramente, la historia no tiene a nadie tan versátil como nosotros! Oh! Casi olvido la razón de las
razones: nosotros somos ese pueblo renegado que nunca aceptó convertirse al Cristianismo, y somos
además el pueblo criminal que crucificó a su fundador. Pero os digo, os engañáis. No tenéis el
conocimiento o la voluntad para enfrentar los hechos y aceptar la verdad. Odiáis a los judíos no porque,
como algunos de vosotros pensáis, crucificamos a Jesús sino porque engendramos a Jesús. La razón
secreta de vuestro resentimiento no se encuentra en el hecho de que nosotros hayamos rechazado al
Cristianismo, sino que nosotros os lo hemos impuesto!.

Vuestras acusaciones contradictorias contra nosotros no son sino un parche en la oscuridad de nuestro
verdadero crimen histórico. Nos acusáis de haber hecho la revolución comunista. Bien, aceptamos la
acusación. ¿Y? Comparado con lo que el judío Pablo de Tarso hizo en Roma, la revolución rusa no es
más que un pequeño escándalo de palacio. Hacéis tanto barullo por la indebida influencia hebraica en
vuestros teatros y en vuestro cine. ¡Muy bien!. Aceptado, vuestros lamentos son justos. Mas, ¡qué puede
significar esto contrapuesto a la influencia cultural ilimitada que nosotros ejercemos en vuestra Iglesia,
en vuestras escuelas, sobre vuestros gobiernos y formas de vida, sobre todo en vuestro mundo
intelectual!.

Un ruso plagió un grupo de papeles y los publicó en un libro llamado "Los Protocolos de los Sabios de
Sión" que muestra que nosotros conspiramos para provocar la última Guerra Mundial. Vosotros creéis
en ese libro. Bien. Supongamos que 'Los Protocolos de los Sabios de Sión' sean auténticos. ¿Qué cosa
podría significar esto frente a la innegable acción histórica de conspiradores que hemos desarrollado, de
la que nunca hemos negado porque nunca habéis tenido el coraje para acusarnos, y de la cual el
registro histórico es abundante para quien quiera leer?.

Si fuerais serios cuando habláis de conspiraciones judías, ¿Debería yo dirigir vuestra atención hacia una
de las más importantes? ¿Qué sentido tiene gastar palabras sobre el presunto control de vuestra
opinión pública por financistas, periodistas y magnates del cine judíos, cuando podríais simplemente
acusarnos correctamente de haber controlado vuestra entera civilización por medio de los Evangelios
Judíos?.

Sois incapaces de conocer nuestro verdadero crimen. Nosotros somos invasores, destructores,
subvertores. Nosotros hemos tomado posesión de vuestro mundo natural, de vuestros ideales, de
vuestro destino y hacemos juego de todo esto. Nosotros hemos sido no sólo los promotores de la última
guerra, sino de casi todas vuestras guerras. Hemos sido no sólo los promotores de la Revolución Rusa,
sino de todas las otras grandes revoluciones. Nosotros hemos suscitado y continuamos promoviendo
disturbios en las ciudades, en las calles y en vuestra vida privada. Y aún estamos haciéndolo. Nadie
puede decir cuánto tiempo, seguiremos haciéndolo.

Retrocedamos un poco y veamos lo que ha sucedido. Hace mil novecientos años atrás vosotros erais un
pueblo inocente, pagano y libre. Vosotros rendíais culto a innumerables Dioses y Diosas, a los espíritus
del aire, de las corrientes de los arroyos y del bosque. Os enorgullecíais de la gloria de vuestros cuerpos
desnudos. Tallabais imágenes de vuestros dioses y de figuras humanas. Gustabais de los combates del
campo y la arena. Os emboscabais en las laderas y en los valles de los grandes campos, y
especulabais sobre la maravilla y el misterio de la vida e iniciabais las bases de la ciencia natural y la
filosofía. La vuestra era una cultura noble, sensual, liberada de la consciencia social o de cualquier
moralismo sentimental sobre la igualdad humana. Quien sabe que gran y glorioso destino podriais haber
tenido si nunca os hubieseis encontrado con nosotros…

Pero nuestros caminos se cruzaron. Nosotros abolimos la hermosa y generosa estructura que habíais
creado y cambiamos el curso entero de vuestra historia. Os hemos conquistado como ningún imperio
vuestro jamas ha subyugado al Africa o Asia. Y lo hicimos sin necesidad de armas, derramamiento de
sangre o rebeliones, sin fuerza de ningún tipo. Lo hicimos solamente con el irresistible poder de nuestro
espíritu, con ideas y con propaganda.

De vosotros hemos hecho los portadores inconscientes de nuestra misión al mundo entero, a las razas
barbaras del mundo, a las incontables generaciones por nacer. Sin una comprensión completa de lo que
os hemos estado haciendo, vosotros os habéis convertido en los agentes de nuestra tradición racial,
llevando nuestro evangelio a los confines inexplorados de la tierra.

Nuestras costumbres tribales han inspirado vuestro código moral. Nuestras leyes tribales han
amueblado el fundamento básico de todas vuestras constituciones y sistemas legales. Nuestras
leyendas y nuestros cuentos populares son la sagrada literatura que leéis a vuestros infantes. Nuestros
poetas han llenado vuestros himnarios y vuestros devocionarios. Nuestra historia nacional ha devenido
parte indispensable del aprendizaje de vuestros pastores, sacerdotes y académicos. Nuestros reyes,
estadistas, nuestros profetas y nuestros guerreros son vuestros héroes. Nuestro pequeño país de un
tiempo ha llegado a ser vuestra Tierra Santa. Nuestra literatura nacional ha llegado a ser vuestra Biblia.
Lo que nuestro pueblo penso y enseño se ha vuelto una parte inseparable de vuestro discurso y
tradición, al tanto que no hay nadie entre vosotros que pueda ser considerado educado que no este
familiarizado con nuestra herencia racial.

Artesanos y pescadores judíos son vuestros maestros y santos, con incontables estatuas erigidas a su
imagen e innumerables catedrales alzadas a sus memorias. Una joven judía es vuestro ideal de
maternidad y de la femineidad. Un profeta judío rebelde está en el centro de vuestra devoción. Hemos
destruido vuestros ídolos, hemos destruido vuestra herencia racial, y la hemos sustituido con nuestro
Dios y nuestras tradiciones. Ninguna conquista en la historia puede compararse remotamente con
nuestra conquista de vuestro espíritu.

¿Como lo hicimos? Casi por accidente. Hace dos mil años en la lejana Palestina, nuestra religión había
caído en decadencia y materialismo. Los mercaderes estaban en posesión del Templo. Los rabinos
degeneraban y engordaban. Entonces un joven patriota idealista apareció e hizo un llamado al
reavivamiento de la fe. Él no pensaba en crear una nueva iglesia. Como todos los profetas que le
precedieron, su único objetivo era purificar y revitalizar el viejo credo. Él ataco a los sacerdotes y
expulso a los mercaderes del Templo. Esto le llevo a enfrentarse con el orden establecido y sus
guardianes. Las autoridades romanas, que ocupaban militarmente el país, temiendo que su agitación
revolucionaria provocara una rebelión política, le arrestaron y le condenaron a muerte en la cruz, una
forma común de ejecución en aquel tiempo. Los seguidores de Jesús de Nazaret, principalmente
esclavos y trabajadores pobres, se separaron de la sociedad y formaron una hermandad de pacifistas
no-resistentes, que compartía la memoria de su líder crucificado y vivía de forma comunista. Eran
meramente una nueva secta en Judea, sin poder o influencia, ni eran los primeros ni los últimos.

Este fue el inició de nuestro dominio en vuestro mundo. Pero fue solo el comienzo. Desde ese tiempo
vuestra historia no es más que el relato una lucha entre vuestro propio espíritu pagano y nuestro espíritu
judío. La mitad de vuestras guerras, grandes o pequeñas, han sido guerras religiosas, peleadas por la
interpretación de uno u otro aspecto de nuestras enseñanzas. Cuando intentasteis regresar a las
maravillas del mundo romano pagano, Lutero tomo nuestro Evangelio y lo volvió entronizar en vuestra
cultura. Observad las tres principales revoluciones de los tiempos modernos, la francesa, la americana y
la rusa. ¿Qué es lo que son, sino el triunfo de la idea hebraica de la justicia social, política y
económica?.

Y el fin todavía no ha llegado. Todavía os dominamos. En este mismo momento vuestras iglesias están
enfrentadas por una guerra civil entre Fundamentalistas y Modernistas, es decir, entre aquellos que
interpretan literalmente nuestras enseñanzas y tradiciones y aquellos que desean separarse de ellas. Y
una vez mas, la herencia puritana de Judea vence por medio de la censura, las leyes del Domingo y las
actas de prohibición. Y mientras esas cosas tan graves suceden, vosotros os preocupáis de la influencia
hebraica en el cine!.

¿Es extraño que nos odiéis? Hemos puesto un obstáculo en vuestro progreso. Os hemos impuesto un
libro extranjero y una fe extranjera que no podéis digerir, que contradice vuestro espíritu nativo, que os
mantiene inquietos, y que vosotros no tenéis el espíritu para o rechazar o aceptarla por completo.

En resumen, nunca habéis aceptado nuestras enseñanzas cristianas. En vuestros corazones aún sois
paganos. Aún os enorgullecéis de la figura humana desnuda. Vuestro igualitarismo, a pesar de toda la
democracia y de todas vuestras revoluciones, es aún una cosa imperfecta. Hemos dividido vuestra
alma, confundido vuestros impulsos y paralizado vuestros deseos. Así, en medio de la batalla sois
ordenados a rendirle culto a quien os indico que dierais la otra mejilla a los enemigos, a quien dijo
"resistir es malo" y "Bienaventurados sean los pacifistas."

En vuestra búsqueda de la ganancia sois perturbados de repente por la memoria de vuestras lecturas
de la Biblia y sus doctrinas igualitarias. En vuestras luchas contra los izquierdistas, vuestra acción es
confundida por la idea de que los pobres son bendecidos por Dios y que todos los hombres son
hermanos en Cristo. Y cada vez que estéis a punto de rendiros a la tentación, nuestro entrenamiento
judío impide vuestra acción. Vosotros cristianos nunca os habéis vuelto realmente cristianos. Hasta este
punto hemos fracasado con vosotros. Pero hemos destruido para siempre el paganismo.

¿Por qué no deberíais odiarnos? Si estuviésemos en vuestro lugar probablemente os odiaríamos en una
forma menos cordial que en la que vosotros nos odiáis. Pero nosotros no tendríamos ningún problema
en deciros porque. No nos iríamos por las ramas. Con millones de judíos burgueses respetables no
insultaríamos vuestra inteligencia diciendo que el comunismo es una filosofía judía. Y con millones de
trabajadores y proletarios judíos sería ridículo mantener la idea de que el capitalismo internacional es un
monopolio judío. No, nosotros iríamos directamente al grano. Nosotros contemplaríamos esta confusión
que llamamos civilización, esta mezcla medio-pagano medio-cristiana, y - señalaríamos el origen - en un
espacio en blanco: "Este enredo es gracias a vosotros, a vuestros profetas, y vuestra Biblia."

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