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Bíblica: Lucas 9,1

Habiendo reunido a los doce, Jesús les dio poder y autoridad para expulsar a todos
los demonios y para sanar enfermedades. Entonces los envió a predicar el reino de
Dios y a sanar a los enfermos. «No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa,
ni pan, ni dinero, ni dos mudas de ropa —les dijo—. En cualquier casa que entren,
quédense allí hasta que salgan del pueblo. Si no los reciben bien, al salir de ese
pueblo, sacúdanse el polvo de los pies como un testimonio contra sus
habitantes.» Así que partieron y fueron por todas partes de pueblo en pueblo,
predicando el evangelio y sanando a la gente. Herodes el tetrarca se enteró de
todo lo que estaba sucediendo. Estaba perplejo porque algunos decían que Juan
había resucitado; otros, que se había aparecido Elías; y otros, en fin, que había
resucitado alguno de los antiguos profetas. Pero Herodes dijo: «A Juan mandé que
le cortaran la cabeza; ¿quién es, entonces, éste de quien oigo tales cosas?» Y
procuraba verlo.

¿Cuál es la manera en que han de vivir aquellos que dicen servirle?

No son las palabras ni las doctrinas las que definen la centralidad de Jesús en
nuestra vida sino nuestras prácticas, es decir, en qué invertimos la vida.

¿Qué lugar esencial ocupa la misión de Jesús en nuestra vida personal?

I. Lucas 9,1-6 – Un verdadero discípulo

En estos primeros versículos podemos ver que para aquellas personas que Jesús
es decisivo en su existencia se han de ocupar por darle continuidad a la práctica de
Jesús.

Nuestra manera de definir nuestra comunión con Jesús es participando de su


práctica. Decir “yo soy de Cristo” y “estoy enamorado de Jesús”

La verdadera manera de identificarse con Jesús es en la manera que participamos


de su misión, es decir, la práctica de Jesús llega a ser nuestra práctica.

Si no hay práctica de Jesús en nuestro caminar, todo lo demás será nada más pura
religiosidad. A Dios se le sigue en la práctica.

¿Qué espera Jesús de alguien que dice amarle? Cuando se acerca a Pedro le dice:
“Pedro, ¿me amas?” y cuando esté le respondía que sí, Jesús le hacía un llamado
a participar del ministerio.
PRIMER MOVIMIENTO: LOS LLAMÓ
Lucas 9,1

Habiendo reunido a los doce, Jesús les dio poder y autoridad para expulsar a todos
los demonios y para sanar enfermedades. Entonces los envió a predicar el reino de
Dios y a sanar a los enfermos.

Estos versículos nos hablan de la práctica esencial de un verdadero discípulo. Quien


se atreva a decir que es cristiano debe saber que será enviado, es decir, un
discípulo.

Dado que todos somos enviados, somos apóstoles. No somos apóstoles porque
andemos grandes vestidos o por algún tipo de comportamiento sino porque
practicamos el envío de Jesús.

Si no hay participación comprometida con la práctica de Jesús no somos cristianos.


El problema es que muchos creen que con ir a la iglesia a unos cultos han cumplido
con su cuota semanal, que al final solo sirve para callar la conciencia.

En la Biblia se dice: “los llamó y los envió” porque son los dos verbos que marcan
la relación con Jesús.

Primero somos llamados a estar con Jesús, a crecer y congregarnos en torno a él.

El creyente se definirá por estos dos movimientos “llamar y enviar” pero quien falle
en una de estas dos no será nada, podrá ser pentecostés o bautista más no
discípulo de Jesús.

No estamos congregados porque nos guste la iglesia o porque nos caiga bien el
pastor sino porque sabemos que él nos llamó. Cuando alguien está convencido que
ha sido llamado por Dios en una tarea específica podrá caerle bien o no la iglesia o
el pastor más está seguirá firme.

Un verdadero discípulo se congrega y aprende pero no se queda solo en esto sino


que sabe que debe salir a cumplir el llamado.

SEGUNDO MOVIMIENTO: LOS ENVIÓ


Lucas 9,2

Si el primer versículo habla del primer movimiento: “llamó” este segundo versículo
nos habla de envío.
Y no es tan sencilla la tarea que Jesús va a poner a sus discípulos porque para
mucha gente ser verdadero cristiano es andar peleando por las cosas que son o no
son pecados.

La gente discute por todo esto y no se dan cuenta que la violencia, la enfermedad
y los demonios siguen allí. El problema de la iglesia es que discute por cuestiones
sin sentido y la realidad humana sigue igual.

Dios no envió a su hijo para escribir un manual de doctrina que nos iba a tener
peleando sino para deshacer las obras del diablo, a sanar a los enfermos, a traer
salvación y vida eterna. La iglesia que quiera llamarse de verdad cristiana es la que
participa de manera comprometida en la práctica de Jesús.

Alegrémonos mejor cuando podamos decir que estamos predicando y sirviendo en


los asuntos del Reino.

Mucha gente anda feliz porque salen adelante en sus asuntos personales pero
¿eso a Dios qué? A Dios le interesan nuestras cosas en la medida que estas están
al servicio del Reino. Podremos ser multitud, pero

Así que partieron y fueron por todas partes de pueblo en pueblo, predicando el
evangelio y sanando a la gente.

El Padre disfruta ver una iglesia que predica el Reino y restaura, una iglesia que
participe en la práctica de Jesús. Por eso si decimos ser cristianos pongámonos a
hacer lo que a Dios le encanta. No hay que tener pena, no hay que poner excusa,
hay que ponerse a trabajar.

II. Lucas 9,7-9

Herodes tuvo el privilegio de escuchar a Juan el Bautista, claro este no era de su


agrado porque a la gente le gusta los mensajes de Dios que animen a seguir
adelante.

El enviado de Dios pagó caro su fidelidad a Dios y Herodes que tuvo la oportunidad
de escuchar lo que Dios le quería decir le mató. No nos sorprendamos que aquellos
que andan en el camino de Dios terminemos como los primeros discípulos.

El problema ha sido que se nos ha planteado un cristianismo fácil sin problemas


que no debe terminar en muerte y cuando vemos que los profetas mueren ya no
nos gusta. Pero Jesús cuando escuchó que Juan había sido encarcelado no se
encerró sino que salió y desde entonces comenzó a predicar.

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