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LOS ESPÍRITUS AVIVADOS

Los "espíritus" que se manifiestan en los pentecostales

1 Juan 4:1).">

Levantando manos, orando, gimiendo, llorando, aun gritando, todos a la vez, son acciones
características de la inmensa mayoría de los pentecostales y carismáticos en todo el mundo. Atribuyen
estas manifestaciones al poder del Espíritu Santo, creyendo que él more en ellos. A quien cuestione sus
convicciones o ejecutorias le condenan con fiera indignación como 'blasfemo, hijo del diablo'. Pero, nos
atrevemos a auscultar a los 'espíritus' que se mueven entre los pentecostales, pues el verdadero
Espíritu Santo nos instruye: 'Probad a los espíritus, porque muchos falsos profetas han salido por el
mundo' (1 Juan 4:1).

Al final de este estudio anotamos un enlace electrónico para una "DEFENSA seria del
pentecostalismo".

Algunos temas tratados en este estudio:

-Errores en el culto avivado.

-Orden, desorden, hacerlo "todo decentemente y con orden".

-Confusión, alboroto, desbarajuste, desconcierto.


-"Dios no es Dios de confusión sino de paz."
-Dios: cuerdo, racional, decoroso, consecuente y responsable en sus actos y palabras. También el
Espíritu Santo.
-Los pentecostales pierden el " dominio propio" en sus cultos.
-El complejo psíquico, el bloqueo mental y emocional que sufre la mayoría de los pentecostales.
-La mentalidad de esclavizarse a los pastores, de tolerar "si alguno os devora... toma lo vuestro... se
enaltece... os de de bofetadas...", de recibir "otro espíritu".

-¿Tienen los avivados al Espíritu Santo?

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-Los que más hablan de él ¿no lo tienen?
-Una legión de espíritus inferiores del error y del engaño. "Legión Pentecostal".
-Espíritus que se disfrazan de santidad y de fogoso fervor religioso.
-El pentecostal promedio sabe poca Biblia.
-El alma que busca de Dios en el Pentecostalismo no preparada para discernir a los espíritus.
-La ¡combinación fatal!
-Adultos que engañan a niños.
-Sermones candentes.
-Alabanzas espontáneas a todo pulmón.
-Alma ingenua que se convierte al pentecostalismo.
-Fuertes olas de excitación mental y emotiva.
-Como ovejas al trasquilador.
-Preciosas almas en las manos del pastor o de la pastora pentecostal.
-"Clases de candidato" donde el "espíritu de error" ostenta sus poderes.
-Círculo vicioso pero muy efectivo: el alumno que se convierte en maestro.
-Los espíritus avivados predican el amor de Dios. Prometen villas y castillas.
-El engaño completo. Forjadas las cadenas; endurecido cada eslabón.
-¿Los católicos y los musulmanes tienen la verdad porque son muchos?

-Errores en torno a las lenguas extrañas

-El significado de "otras lenguas" conforme a la Biblia.


-¿Hablan todos lenguas?
-Hablar no más de tres; callar de no haber intérprete.
-Los pentecostales y las lenguas extáticas o jerigonzas.

-Muchos hablan a la vez, no hablan por turno, no usan intérpretes.


-Exigen que todos hablen lenguas para ser sellados con el Espíritu.
-Dando vueltas como un topo, bailando, orando, alabando, ayunando para hablar lenguas.
-¡Desesperado para hablar lenguas!
-¿Lenguas para edificar o para alabar?
-¡Los pentecostales quebrantan todos los reglamentos del capítulo catorce de 1 Corintios!

-Jerigonza, extático, éxtasis, angelical.


-Desatinos avivados.
-¿Balbucir chorros de sonidos extraños e ininteligibles frente al trono de Dios?

-Experiencias síquicas y místicas versus la Palabra Divina.


-Los instrumentos de música, el éxtasis y la presencia del Espíritu Santo.
-Cómo los líderes pentecostales manipulan a su "espíritu".
-También los católicos y los prostestantes carismáticos hablan lenguas.
-¡Aprende usted a hablar lenguas!

Observaciones preliminares

Desde los primeros años del Siglo XX, los pentecostales, también conocidos comúnmente en algunos
lugares como “avivados” o “aleluyas”, vienen efectuando, con extraordinario éxito, una campaña
intensa de evangelización en casi todo el mundo. Su crecimiento numérico ha sido nada menos que
fenomenal y tanto es su impacto en ámbitos religiosos-espirituales-morales-sociales-políticos que ahora
se les considera una fuerza, al menos en algunos renglones, hasta mayor que el catolicismo o el

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protestantismo. Han corrido muy ligero, esparciendo la semilla de su doctrina a los cuatro confines de
la tierra. Saliendo a la lucha con celo ardiente, han peleado bajo el estandarte del Espíritu Santo,
reclamando en su nombre virtual inmunidad contra exámenes críticos.

Durante la década del año 1960 al 1970, el pentecostalismo recobró aún más fuerzas. Muchos líderes
de las “iglesias muertas”, o sea, de las sectas cristianas no avivadas, fueron conquistados y
“convertidos”, aceptando y promoviendo vigorosamente la teología pentecostal acerca de la promesa y
del bautismo del Espíritu Santo, lenguas extrañas, sanidad divina, profecías, el Milenio, el rapto de la
iglesia y otras doctrinas relacionadas. Se formaron movimientos avivados (o carismáticos ) dentro de
iglesias tales como la Católica, la Episcopal, la Bautista y la Discípulos de Cristo. El brote de
pentecostalismo dentro de referidas iglesias ha dado por resultado mucha confusión y disensión,
creando conflictos y tensiones difíciles de resolver, desembocando en no pocas divisiones.

Lo sorprendente es que, al parecer, muy pocos predicadores, profesores religiosos o teólogos analizan
bíblicamente al pentecostalismo. Hay infinidad de libros que promueven el pentecostalismo, pero muy
pocos libros o escritos que lo someten a un riguroso escrutinio profundo. Si bien muchos líderes
espirituales no lo abrazan públicamente, tampoco lo resisten o rechazan, dándole, en efecto,
aprobación tácita. Sin duda, gran número lo considera una secta o un movimiento más que cuenta con
la aprobación de Dios. Ya que respaldan la teología protestante de la multiplicidad de iglesias,
sencillamente no se oponen al avance del pentecostalismo, a pesar de que esta nueva ola del
cristianismo arrastre a sus propias congregaciones. ¿Saben que las iglesias pentecostales no se
consideran “una secta más”, sino la única iglesia verdadera? Tal cual la Iglesia Católica Romana, se
presentan como la única iglesia verdadera. Esta convicción los motiva a evangelizar no solo a las
personas del mundo sino también a católicos y a protestantes por igual. El apóstol Juan exhorta que
probemos a “todo espíritu”. (1 Juan 4:1) Al decir “todo espíritu”, se incluyen también a los espíritus
de los pentecostales, a quienes no debemos eximir de un análisis imparcial simplemente porque
predican y vociferan incesantemente acerca del Espíritu Santo.

Los pentecostales reprochan severamente, con amenazas fuertes de blasfemia contra el Espíritu
Santo, a cualquier persona que tenga la audacia de poner en tela de juicio su teología y práctica. Le
gritan “hijo del diablo” o lo declaran “lleno de demonios”. Valiéndose de esta táctica, infunden miedo
e intimidan a todos los que cuestionan la validez bíblica de sus profecías, sueños, visiones, lenguas y
cultos alborotosos a Dios. Pero sus amenazas y denuncias, por fuertes que sean, no nos detendrán. Ya
que el Espíritu Santo mismo nos autoriza a poner a prueba a todos los espíritus, no tememos cometer
blasfemia al hacerlo en el caso de los espíritus pentecostales.

Durante un periodo de unos cuantos años, el que escribe estuvo en contacto estrecho con las
iglesias avivadas. Observó que sus pastores no querían que los feligreses escucharan a predicadores
que no fuesen avivados, ni que leyeran folletos o libros escritos por autores que no fuesen
pentecostales, ni que dialogaran con los líderes de otras iglesias. Por alguna razón, y pronto la
identificaremos, los ministros pentecostales no aceptan de buena gana el reto de corroborar la
veracidad bíblica de sus propias doctrinas. Tal vez teman someter a prueba su doctrina. Parece que no
se atreven a dudar, ni siquiera un poquito, de su autenticidad espiritual. Cuestionarla sería, según su
modo cerrado de pensar, cometer el terrible pecado de blasfemar al Espíritu Santo. De manera que el
pentecostal promedio vive su vida, rinde culto y sirve a su Dios, encerrado en un mundo aislado -
espiritual, social, intelectual y doctrinalmente aislado. En ese mundo, velado celosamente y dominado
por los pastores pentecostales, no hay libertad de investigación . Su rígida interpretación de la Biblia
los líderes pentecostales la imponen con severidad en las congregaciones bajo su mando, no tolerando
que ningún miembro la cuestione. Los pastores y los evangelistas pentecostales suelen ser de

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mentalidad intransigente, manifestándose renuentes al diálogo ameno sobre su fe y práctica. En
muchos concilios, iglesias y movimientos pentecostales la palabra de los pastores y de los profetas
avivados se tiene como infalible. De hecho, muchos líderes pentecostales se atribuyen la misma
inspiración que tenían Pablo, Pedro, Juan y los demás apóstoles.

Quienquiera que tenga la temeridad de siquiera intimarle a un pentecostal que quizás haya en
su religión creencias, doctrinas, interpretaciones, tradiciones y prácticas que carezcan de fundamento
bíblico, se expone a una reacción bien agresiva, aun violenta. El pentecostal promedio suele responder
a tal insinuación o crítica, gritando: “¡Blasfemia”! ¡Usted está blasfemando contra el Espíritu!” Se
descontrola; se enfada. Su defensa más común es acusar a su “enemigo” de estar lleno de demonios.
Piensa haber ganado la batalla al exclamar “¡Hijo del diablo”! No se da cuenta de que la suya es nada
más que una estratagema evasiva sicológica, ni se percata, al parecer, de que sus acusaciones y sus
griterías no representan defensa alguna de sus creencias.

Pues bien, pensamos que los avivados debieran tranquilizarse un poco, dejando de gritar
“¡Blasfemo! ¡Endemoniado!” a todo aquel que no acepte su mensaje. Su deber es enfrentarse
varonilmente a los que exigen que defiendan sus credos y prácticas, no con acusaciones pueriles que no
resuelvan ningún conflicto doctrinal ni prueben nada, sino con hechos y argumentos irrefutables. No se
ve bien de parte suya que sigan escudándose tras el personaje del Espíritu Santo. Nombrar o invocar al
Espíritu Santo infinidad de veces no prueba que sus creencias y prácticas sean bíblicas, que tengan la
aprobación del Espíritu de Dios. ¡Definitivamente, no lo hace! Al contrario, es preciso que encuentren
apoyo claro e indiscutible en las Sagradas Escrituras inspiradas por el verdadero Espíritu de Dios.

Hemos sometido a prueba a los espíritus de los pentecostales, siguiendo la amonestación del
Espíritu Santo: “ Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque
muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1). Lo que hemos descubierto nos ha dejado
atónitos y perplejos. No quisiéramos sacarlo a la luz. Nos es penoso hacerlo, pero no hay, en realidad,
otra opción aceptable. Enterrar nuestros hallazgos en la Tumba del Silencio sería actuar
irresponsablemente ante Dios y los hombres que aman la verdad. Nos consta que entre las multitudes
que profesan la fe pentecostal hay muchas, muchas personas de buen corazón, incluso pastores, que
buscan con sinceridad y honestidad a Dios, ardientemente deseando ser salvas. Nuestra plegaria es que
estas almas sinceras, al leer lo que por medio de este estudio presentamos con amor no fingido, no se
escandalicen sino que encuentren el camino más seguro de salvación. Al haber comparado el camino
pentecostal con el camino espiritual trazado en el Nuevo Testamento, afirmamos, categóricamente,
que hay un camino de salvación mucho más seguro que el que siguen los avivados.

De pertenecer usted, estimado lector, a alguna iglesia o movimiento pentecostal, le rogamos,


humildemente, que no se ofenda al considerar nuestros planteamientos, ni diga “el Señor reprenda al
diablo”. Le rogamos que lea todo este estudio hasta el final. Su deber ante Dios es escudriñarlo todo,
reteniendo lo bueno, refutando y desechando lo malo (1 Tesalonicenses 5:21). El contenido de este
mensaje le será, pensamos, muy inquietante y chocante. No tema. Léalo con calma; analícelo con
imparcialidad. Hágalo, se lo suplicamos, aunque le cause muchos dolores en lo más profundo de su
alma, aunque sufra mucha angustia mental. No permita que encierren su mente y espíritu en las
celdas de prejuicios, egoísmo, intolerancia, fanatismo y orgullo religioso. Tenga presente el hecho de
que ningún hombre o mujer es infalible, no importa cuántas veces afirme estar bajo la influencia del
Espíritu Santo. Todo ser humano puede equivocarse, ¡hasta el pastor que más Biblia sabe! Al tratarse de
la persona, las obras, los dones y la enseñanza del Espíritu Santo, no existe maestro o predicador alguno
totalmente exento de caer en errores. Aunque insista el cristiano tener al Espíritu en su corazón, cabe la
posibilidad de que todo lo contrario sea la realidad. De hecho, quedará comprobado que algunos

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creyentes no siguen la Biblia ni siquiera en lo más fundamental, a pesar de que afirman con vehemencia
predicar y obrar con el poder del Espíritu Santo. El que escribe no es infalible. A usted, estimado lector,
le corresponde cerciorarse de la validez de sus argumentos y conclusiones.

Algunas verdades elementales

Al comienzo de este estudio, asentamos algunas verdades claves e irrefutables, a saber:

1. El Espíritu Santo ha revelado toda la verdad que se encuentra en la Biblia.

2. Por lo tanto, la Biblia es un libro inspirado mediante el cual se le comunica al hombre la voluntad
completa y perfecta de Dios.

3. El Espíritu Santo no miente.

4. El Espíritu no tuerce nunca la Palabra de Dios.

5. El Espíritu Santo no se contradice nunca en sus revelaciones, ni tampoco contradice al Padre o al


Hijo.

Entendemos que la gran mayoría de los pentecostales, quizás todos, dicen “Amén” a estas
verdades. Dado que son verídicas tanto para ellos como para este servidor, si demostramos que la
teología y la práctica avivada violan la revelación divina, completa y perfecta, del Espíritu Santo en la
Biblia, quedará probado que los pentecostales no andan conforme a la verdad de Dios. Lo podemos
demostrar con pruebas abundantes e indisputables.

ERRORES en el CULTO AVIVADO

Empezamos con lo más sencillo, con lo que se puede palpar en todos los cultos avivados. Al entrar
en cualquier lugar de reunión de los pentecostales, lo que más impresiona es el ambiente de confusión
y de alboroto que prevalece.

-Comienzan orando todos a la vez en voz alta.

-Luego cantan coritos calientes (término inventado por ellos y no por nosotros) al son de la música de
panderetas, guitarras, baterías, maracas o cualquier otro instrumento que los miembros sepan tocar,
palmoteando, meneándose.

-A medida que se desarrolla el culto, se incrementa notablemente el nivel de emocionalismo, y algunos


son movidos a danzar, otros a gritar, aullar, saltar, correr, tumbando bancas o sillas, dar pisadas duras
o revolcarse en el piso. -Observamos que algunos, incluso, algunos de los pastores o co-pastores,
entran y salen, conversan y se ríen, ¡aun durante las oraciones!

-Hay quienes hablan lenguas; otros profetizan.

Se nos explica que los miembros adoran de tal manera porque el Espíritu Santo está presente y dirige,
él mismo, todo lo que se hace, manifestándose de las maneras indicadas en los miembros de la
congregación. Todo cristiano bien instruido en la “sana doctrina” de la Biblia y sin prejuicios
religiosos sabe que semejante culto el Espíritu Santo no lo ordena ni lo dirige personalmente porque
constituye una violación patente del mandamiento encontrado en 1 Corintios 14:40, donde el mismo
Espíritu exhorta que todo se haga “ decentemente y con orden”. “DECENTEMENTE y con ORDEN.”

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¿Capta usted, estimado lector, el significado de estas dos palabras sumamente importantes en el
vocabulario del Espíritu Santo? ¿Figuran en su propio vocabulario espiritual?

-“Orden. Organización. Circunstancia de marchar un asunto o funcionar una cosa con regularidad y
coordinación.” (Diccionario de uso del español, Tomo 2, Página 577)

-“Orden. (latino ordine ) Correspondencia armónica de las partes que constituyen un conjunto
organizado . Normalidad, tranquilidad en un grupo, institución.” (Microsoft Bookshelf en español,
CDROM)

¿Nos equivocamos al observar que no hay “normalidad” o “tranquilidad” en un culto avivado tipo
pentecostal? No hay “correspondencia armónica de las partes” de acuerdo con las instrucciones del
Espíritu Santo. Hay poca “organización” o “coordinación”. La conclusión es ineludible: el culto
pentecostal no obedece a las directrices del Espíritu Santo. Por consiguiente, el Espíritu Santo no es el
“espíritu” que se mueve en medio de tal culto. El antónimo de “orden” es “desorden”.

-“Desorden . Confusión. Desbarajuste. Desconcierto. Falta de orden.” (Diccionario de uso del español,
Tomo 1, Página 955)

Lamentablemente, estos cuatro vocablos son los más acertados para describir el culto
pentecostal:“Confusión, desbarajuste, desconcierto, desorden”. Por lo tanto, reiteramos: el Espíritu
Santo no se mueve en tal culto.

Tenga presente, estimado lector, que el Espíritu Santo, siendo de la misma naturaleza de
Jehová y teniendo el mismo criterio moral, es incapaz de contradecirse a sí mismo. Pues, al prohibir él
mismo el alboroto y la confusión, como lo hace con tanta claridad en 1 Corintios 14:40, ¡es del todo
imposible que incite o promueva lo que él mismo condena: el alboroto y la confusión característicos
de los cultos pentecostales! El Espíritu Santo nunca se contradice. Es imposible que se contradiga. Por
lo tanto, concluimos que el Espíritu Santo de Dios no es el autor o el instigador de las cosas extrañas
que pasan en las reuniones de los pentecostales. Esta deducción es sencilla, fundamental y, de cierto,
totalmente inevitable. He aquí una declaración axiomática: dondequiera que haya confusión y
alboroto, el Espíritu Santo NO está presente. Cueste lo que le cueste a los pentecostales aceptarlo, el
Espíritu Santo no los acompaña en sus cultos, aseveración que expresamos sin acarrear el más mínimo
peligro de blasfemar. No está presente; no los dirige. Lo hace otro “espíritu”.

También planteamos, para la consideración de los avivados, lo que dice el Espíritu Santo en 1
Corintios 14:33. Conforme al texto referido “nuestro Dios no es Dios de confusión sino de paz”.
Querido lector, ¿se registra debidamente en su menta y alma el significado y la importancia de esta
declaración? ¿Cómo es Dios? “No es de Dios de confusión.” Se deduce que Dios es ordenado,
organizado y disciplinado. Tocante a estos atributos divinos, el Espíritu Santo no difiere en nada del
Padre Dios. Es decir, el Espíritu Santo también es ordenado, organizado y disciplinado. Él no es un
Espíritu de confusión y caos, sino de paz. Pues, él no es, ni puede ser jamás el “espíritu” que se da a
conocer en los cultos avivados, ya que el espíritu de los avivados, sí, incita y promueve la confusión. De
nuevo, amado lector, llegamos a la conclusión sencilla e incontrovertible de que los pentecostales caen
en un error grave al creer que el Espíritu Santo sea la fuerza que se mueve en sus cultos de confusión y
alboroto.

Procedamos a la consideración de otro factor igualmente importante para nuestro estudio. El


Espíritu Santo es un ser muy superior al hombre, más Inteligente que nosotros, más santo, más
poderoso y de más dignidad. Cuerdo, racional, consecuente y responsable en sus actos y palabras, el

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Espíritu refleja la grandeza infinita de Dios por medio de un comportamiento siempre decoroso.
Preguntamos: ¿es razonable, es lógico que un ser celestial de carácter tan noble, disciplinado y
organizado sea el autor de la confusión y del alboroto que reinan en los cultos avivados? A nuestro
parecer, no lo es ya que tales manifestaciones son incompatibles con el carácter y el proceder del
Espíritu de Dios.

Además, es preciso tener presente que el Espíritu Santo enseña el “dominio propio” (2 Timoteo
1:7; 2 Pedro 1:6; 1 Corintios 14:9-40). Entonces, de producir él en nosotros los creyentes una
excitación emotiva tan grande y fuerte que perdiéramos el dominio propio, ¿no estaría él obrando en
contra de sí mismo? Sin duda, estaría violando los principios que él mismo expone, como también
invalidando el don que él mismo otorga, el don del dominio propio. El Espíritu Santo no puede hacer
semejante cosa. Por lo tanto, es imposible que él sea el espíritu que se mueve en los cultos alborotosos,
ya que en estos los participantes suelen perder el dominio propio.

En resumen, las características más sobresalientes del culto avivado son incompatibles con la
naturaleza, el genio y las enseñanzas del Espíritu Santo. Por eso, sabemos que el Espíritu de Dios no
hace acto de presencia en las reuniones de los pentecostales. Queda probado que los pentecostales no
andan conforme a la doctrina del verdadero Espíritu Santo. Amado lector, si usted pertenece a una
iglesia pentecostal, ¿qué hará? ¿Seguirá quebrantando la voluntad de Dios y ofendiendo al verdadero
Espíritu Santo mediante la participación en cultos alborotosos? Le suplicamos que aprenda a adorar
conforme al Nuevo Testamento, es decir, “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).

El que escribe es consciente de haber hecho acusaciones terriblemente ofensivas para los
pentecostales. Extremadamente sensibles en todo lo concerniente al Espíritu Santo, se escandalizan a la
mera intimación de que estén equivocados. ¡Ojalá que no fueran tan sensibles! Dios quiera que al leer
ellos este estudio no se enfurezcan ni pierdan la fe sino que razonen despasionada y objetivamente.
Está en juego la salvación de sus almas. Por su bien, no conviene que rechacen precipitada y
terminantemente lo que, con amor, estamos señalándoles. Pueden gozar, como nosotros, de la
plenitud del Espíritu, pero si se vuelven obstinados en su error, tememos que nunca reciban ni
conozcan al verdadero Espíritu de Dios.

Para que el pentecostal llegue al pleno conocimiento de la verdad divina y goce de libertad en
Cristo, es preciso que se deshaga de su complejo psíquico, de su bloqueo mental y emocional,
respecto al Espíritu Santo. Por ejemplo, no debe desmayarse de miedo cada vez que se le ocurra que
quizás alguna profecía, doctrina o actividad religiosa suya no tenga la aprobación del Espíritu, pensando
haber blasfemado al cuestionar. Tampoco es lógico que dé la espalda a todo aquel que le señale
posibles errores en su doctrina. El pentecostal comienza a hacer pedazos a complejos y bloqueos al
reconocer, admitiéndolo abiertamente, que no todas las obras y las manifestaciones que los pastores y
los profetas avivados atribuyen al Espíritu Santo son inspiradas o aprobadas por él. Al darse cuenta de
que no comete pecado alguno al poner a prueba la práctica de los avivados, tal vez logre
desencadenarse de las doctrinas humanas que le atan al sistema religioso de los pentecostales. Resistir
el poder dictatorial de los pastores y hacer caso omiso a sus interminables amenazas fuertes no es
malo, no es blasfemia. Al contrario, se trata de pasos valientes que toma el alma que vence la
esclavitud mental y espiritual. Independizarse de los prejuicios y del fanatismo religioso es la clave para
conocer y disfrutar la verdadera libertad en Cristo. Lamentablemente, la mentalidad de muchos
pentecostales es la misma que el apóstol Pablo censura en los corintios: “Pues toleráis si alguno os
esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de
bofetadas. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís
otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis" (2

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Corintios 11:20, 4). Es la mentalidad peligrosa de tolerar, de recibir, de aceptar a espíritus que
esclavizan al error religioso. Ojalá se despierten y cambien de mentalidad para que sean libres y no
esclavos.

¿TIENEN los AVIVADOS al ESPíRITU SANTO?

Reanudemos el análisis objetivo del pentecostalismo. Son muy fuertes las implicaciones de lo que
ya hemos sacado a la luz acerca de los errores evidentes en el culto avivado. Efectivamente, hemos
declarado que los pentecostales ni aun cuentan con el Espíritu Santo en sus congregaciones. Por ende,
la implicación es que tampoco cuentan con su apoyo para sus demás obras. ¿Es esto lo que realmente
queremos decir? Pues, sí, amado lector, aunque Dios sabe que no quisiéramos tener que decirlo. Ironía
de ironías, un pueblo espiritual cuya existencia misma se atribuye a la obra personal del Espíritu Santo
¡ni aun goce de la presencia o el poder del verdadero Espíritu de Dios! Sobreabunda la evidencia. ¿Es
posible que los que más hablan del Espíritu pertenezcan al campamento de los que menos entienden
referente a las obras, las manifestaciones y los dones del Espíritu? Extraña circunstancia, pero no
imposible. Su caso es muy parecido al de los religiosos que hablan y escriben mucho en cuanto a la
iglesia apostólica, pero que no la imitan en casi nada. Precisamente, esta tragedia espiritual es la que
viven los avivados: incesantemente, hablan del Espíritu Santo, pero quebrantan la mayoría de las leyes
del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento.

Si las deducciones hechas hasta ahora son verídicas, si, en verdad, el Espíritu Santo no es él que
se mueve en los cultos avivados, entonces, ¿a qué poder o a qué espíritu se atribuyen las
conmociones extraordinarias y las manifestaciones descomunales observadas cuando los
pentecostales se reúnen para alabar a Dios? ¿No hablan ellos lenguas extrañas? ¿No imponen sus
manos a los enfermos, sanándolos? ¿No son los pentecostales personas muy santas, dedicadas a la
oración, que repudian enérgicamente los vicios? ¿No son los avivados creyentes fervientes que pasan
mucho tiempo en ayunos y vigilias, esperando firmemente que Cristo vendrá muy pronto? Si todo esto
lo hacen, ¿con qué razón catalogarlos como impulsados por un espíritu que no sea el Espíritu Santo?
Estas interrogantes merecen respuestas convincentes.

Podemos identificar correctamente al espíritu que se mueve entre los pentecostales volviendo a
considerar el culto avivado. Sus características más notables son el alto nivel de ruido y de caos. Se
sabe a ciencia cierta que el Espíritu Santo, por las razones ya presentadas, no puede ser la fuerza o
influencia que pone a los pentecostales a alborotar. La deducción ineludible es que otro poder o
espíritu se adueña de ellos. De nuevo, nos vemos obligados a darle expresión concreta en estas páginas
a una gran verdad inquietante y sombría: el espíritu que convulsiona a los pentecostales no puede ser
un espíritu bueno que provenga de Dios. De hecho, según las evidencias disponibles, los poderes que
obra en los pentecostales, dominándolos, empujándolos hacia el fanatismo, haciéndolos alborotar de
manera escandalosa, aun logrando que lastimen sus cuerpos (al chocar con paredes o columnas, tirarse
al suelo), es nada más y nada menos que una legión de los espíritus inferiores del error y del engaño,
enviados con órdenes específicas de sembrar confusión y crear divisiones entre los creyentes en Jesús,
corrompiéndolos por medio de doctrinas y prácticas carentes de apoyo bíblico. Se identifican como
sigue:

-“Espíritu caliente del emocionalismo desbordante;”

-“Espíritu sutil de experiencias psíquicas religiosas;”

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-“Espíritu jubiloso del existencialismo religioso” (o sea, el que exalta los sentimientos por encima del
conocimiento, despreciando la “doctrina” como “fría, secundaria, poco interesante, muerta”);

-“Espíritu elevado del éxtasis;”

-“Espíritu loco de desatinos;”

-“Espíritu desordenado de torpezas;”

-“Espíritu engañoso de falsas interpretaciones doctrinales;”

-“Espíritu altanero de fanatismo;”

-“Espíritu intransigente de dogmatismos;”

-“Espíritu poderoso de señales engañosas;”

-“Espíritu sin vergüenza de mercaderías;”

-“Espíritu príncipe, autor del evangelio de prosperidad.”

Y la lista sigue porque son legión. En su incansable viajar, Cristo vino “a la región de los gadarenos”
donde encontró a un hombre muy fuerte que hacía proezas descomunales. “Porque muchas veces
había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y
desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.” Jesús le pregunta: “¿Cómo te llamas? Y respondió
diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos” (Marcos 5:1-14). También hacen proezas
sorprendentes los pentecostales, pero, tal cual el gadareno, su poder no procede de Dios. Tal cual el
gadareno, pueden ser sanados por Cristo, recuperando el “juicio cabal”.

Comprendemos que esta declaración desnuda, hecha sin rodeos, da duro contra el fundamento
mismo del pentecostalismo, tumbando las columnas más fuertes de su estructura doctrinal. Para los
creyentes que están bajo el dominio de “Legión Pentecostal” nuestras aseveraciones quizás sean tan
ofensivas como las verdades anunciadas por Cristo a los fariseos, quienes, al oírlas, “volvieron atrás”
(Juan 6:60-68). Dios sabe que nuestro propósito no es lastimar a nadie sino descubrir a la luz la verdad,
y esperamos que los pentecostales tengan más valor que los fariseos, que se enfrenten con valentía
mental y espiritual a la realidad de su situación. Seguramente, a la mayoría le costará mucho trabajo,
desvelos y no poca angustia de alma. Al escuchar que el espíritu que tienen no es bueno, se sentirán
gravemente heridos. No dudamos que algunos sufran un trauma psíquico. Pero, tarde o temprano,
cada uno debe reconocer que el espíritu que está manifestándose en su vida espiritual no es el Espíritu
Santo.

Un factor clave: el ENGAÑO.

Pues bien, amado lector, la realidad desconcertante en extremo es que el espíritu al cual claman los
avivados no es de Dios, pese a sus grandiosas pretensiones y obstinada insistencia. Pero, se replica:
¿cómo es posible que tantos millones y centenares de millones de creyentes sigan a “Legión
Pentecostal"? La razón básica no es difícil de discernir: estriba en que “Legión” se disfraza, con gran
astucia y poder, como el Espíritu Santo, presentándose, mediante señales y prodigios mentirosos (2
Tesalonicenses 2:8-10), como un espíritu...

-de fogoso fervor religioso...

-de entrega absoluta...

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-de evangelismo dinámico...

-de mucha santidad...

-de fiero valor frente al mundo con sus vicios (2 Corintios 11:13-15).

Pero, su verdadera naturaleza se descubre, no mirando lo que aparenta ser, sino por medio de
examinar sus acciones y mensajes, utilizando la Biblia como único criterio infalible.

Surge la siguiente problemática: el pentecostal promedio sabe poca Biblia , a pesar de cargarla
dondequiera que vaya. He aquí la causa de su fracaso ante el espíritu de error: ignora o desentiende
muchas enseñanzas de las Sagradas Escrituras, particularmente las que el Espíritu Santo reveló a través
del apóstol Pablo; carece del conocimiento divino que le capacitara para distinguir entre los espíritus.
Cuando el espíritu de error hace acto de presencia en el escenario, el pentecostal que desconoce la
“sana doctrina” (Tito 2:1; 1 Timoteo 4:16) le confunde con el Espíritu Santo. El espíritu malo, con su
disfraz bien arreglado, encuentra enseguida albergue en el corazón de la persona que desconoce la
verdad. Y si aún queda siquiera un poquito de superstición o de espiritismo en ese corazón, al espíritu
de engaño (2 Tesalonicenses 2:10) le será mucho más fácil hacerse pasar por el verdadero Espíritu de
Dios. He aquí, a continuación, la combinación fatal que produce el tremendo engaño existente en el
pentecostalismo:

(1) Por un lado, un corazón con grandes lagunas doctrinales, pero deseoso de tener un encuentro
con Dios, y...

(2) Por el otro, un espíritu sagaz que sabe producir un encuentro impresionante que, al indocto,
aparenta ser auténtico .

Analice bien usted, estimado lector, y verá que un porcentaje notable de las personas que se convierten
al pentecostalismo...

(1) O no habían estudiado nunca la Biblia...

(2) O, leyéndola, no llegaron a entenderla.

Valiéndose de su disfraz con la maestría de un actor dotado de grandes talentos, el espíritu de error,
trabajando a través de los pastores que le sirven (¡Ay de ellos!), engaña a tales personas con la misma
facilidad con que un adulto engaña a un niño de dos o tres años de edad. Al niño, porque es inocente,
inmaduro y crédulo, sus padres pueden hacerle creer los cuentos más fantásticos, y el niño se queda
impresionado, pasmado, el mundo imaginario convertido para él en realidad. En términos de su
desarrollo espiritual, la persona promedio que busca de Dios en el pentecostalismo es como un niño.
Por consiguiente, el espíritu de error suele tener mucho éxito en hacerle creer que las manifestaciones
fantásticas observadas en el culto avivado provengan del Espíritu Santo, y que fuera del
pentecostalismo no hay salvación. ¿No es acertada esta comparanza, por mucho que duela? Semejante
experiencia vive el alma indocta que busca de Dios, dejándose llevar por los Testigos de Jehová.
Desconoce la “sana doctrina” de la Biblia. Por tanto, su mente es tierra fértil donde los Testigos
siembran las semillas espirituales de la “Torre de Vigilancia”. La semilla germina y brota otro Testigo de
Jehová, y ¿quién es capaz de hacerle creer que haya sido engañado? En cambio, la persona que disfruta

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del conocimiento adecuado de la “sana doctrina” jamás es conquistada por los Testigos de Jehová.
¡Tampoco por los pentecostales!

La persona que acude a los templos avivados, o asiste a los servicios de una campaña auspiciada
por los pentecostales, escucha sermones candentes acerca de los vicios, las modas carnales, la idolatría
y el terrible castigo que le espera a todo pecador; también sobre la perdición moral que arropa al
mundo entero, los demonios, la gran ira de Dios y los juicios venideros; además, sobre el poder de
Cristo para sanar y salvar, como también sobre el bautismo del Espíritu Santo y el poder del Espíritu
para proteger y librar. Se le dice que Dios quiere acabar con todos sus sufrimientos, resolverle todo
problema y quitarle toda angustia a todo ser humano oprimido bajo el yugo insoportable de esclavitud
que imponen los vicios, las dolencias, el temor a la muerte, los traumas emotivos, los complejos y los
conflictos psíquicos que embotan y atormentan la mente humana. Con fervor casi irresistible, se le
exhorta que crea, que tome el paso de fe para que pueda ser salvo y reciba la sanidad.

El típico mensaje avivado contiene algunas verdades bíblicas, es presentado con autoridad y promete
mucho. No es de sorprenderse que haga mella en los corazones susceptibles y necesitados,
conmoviendo y convenciendo a incontables miles y centenares de miles de almas, satisfaciendo,
aunque sea temporalmente, sus necesidades espirituales y emotivas. Al que acepta este tipo de
mensaje en un culto avivado le piden que alce la mano, luego que pase al frente y que se arrodille ante
al altar. A gritos, con muchas expresiones y gesticulaciones sumamente emotivas, oran por su
salvación, y que se sane de cualquier enfermedad o dolor. Suelen imponerle manos enseguida,
induciendo, mediante plegarias, aplausos y mucha conmoción, un éxtasis emotivo cuyo propósito es
hacerle hablar lenguas. Le declaran sano y salvo, instándole repetidas veces a dar gracias a Dios por su
salvación y que alabe en voz alta el nombre de Cristo, dejando que su alma irrumpa en alabanzas
espontáneas a todo pulmón. También, le brindan la oportunidad de contar su “testimonio” a los
congregados.

Llevadas por las fuertes olas de excitación mental y emotiva, muchas personas, aun centenares, pasan
al frente en los cultos y las campañas pentecostales, haciendo profesión de fe. Sin embargo, las
indagaciones indican que algunas permanecen poco tiempo, ¡quizás ni un día! Con todo, muchas se
entregan de todo corazón porque desean establecer relaciones permanentes para con Dios. Se trata de
almas sinceras y honestas que desean estar preparadas para el regreso del Señor en gloria. ¿Por qué
aceptan a Cristo en el pentecostalismo?

(1) Porque su primer contacto con los “cristianos” o los “evangélicos” es con los del avivamiento.

(2) Porque se sienten decepcionadas con las demás iglesias protestantes. ¿Cuáles son sus quejas
contra “las demás iglesias”?

(a) Que no suplen el alimento espiritual que al alma le hace falta.

(b) Que están carcomidas del liberalismo doctrinal y moral, haciendo un mero pretexto de seguir las
directrices de la Biblia.

(c) Que son frías.

Cualquiera que sea la causa de su acercamiento al pentecostalismo, lo triste del asunto es que,
en el momento de arrodillarse ante el altar avivado, son tal cual ovejas empujadas , lenta pero
inexorablemente, por poderosas fuerzas invisibles, hacia el precipicio de la posible destrucción
espiritual. En muchos casos, se trata de personas bastante ingenuas, propensas a la manipulación
psicológica, presas fáciles de mentes más recias y agresivas . Al no conocer íntimamente al

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pentecostalismo, no se imaginan lo que les espera: el trasquilador, el lobo rapaz, el látigo del
asalariado, la bota puntiaguda del mandón, las locuras del desatinado. Poco o nada entienden de las
enseñanzas bíblicas acerca del Espíritu Santo, hablar lenguas, profetizar, la duración de los dones
sobrenaturales, el culto “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24), las provisiones del Espíritu para el
sostenimiento de la obra de Cristo en la tierra, la organización bíblica de la iglesia o el Milenio. Por
consiguiente, se les hace imposible juzgar con juicio sano e “inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9) lo
que les está aconteciendo.

En las campañas de los pentecostales, el que se acerca al altar avivado buscando la reconciliación
para con Dios ha de someterse, en el instante, al dominio del pastor o de la pastora pentecostal al
frente. En sus manos está. Ignora lo que tiene que hacer para ser salvo. El deber del pastor es
enseñárselo. Si fuera el tal pastor o evangelista un verdadero siervo de Dios, andando y enseñando
conforme al Espíritu, cumpliría con el deber de enseñarle al “candidato” la “sana doctrina”, lo cual,
efectuándose, daría por resultado la salvación legítima del creyente, contribuyendo, además, a la del
predicador (1 Timoteo 4:16). Pero, ¡el evangelista o pastor avivado no cumple el deber de “ministro
competente”! (2 Corintios 3:6) Al contrario, se aprovecha de la ocasión para comenzar un
procedimiento que, una vez terminado meses o quizás años más tarde, dejará al “candidato”
completamente pentecostalizado, es decir, saturado de la doctrina avivada. Lejos de predicarle el
evangelio puro y de anunciarle el verdadero Reino de Dios (Hechos 2:36-47; 20:25; 28:31), le exhorta a
que se integre a una iglesia o “movimiento” avivado, advirtiéndole que cualquier otro tipo de iglesia
está “muerta”. Al obedecer el “candidato” tal consejo, le inscriben en "clases de candidato” donde
aprende algunas doctrinas bíblicas, pero muchas doctrinas, interpretaciones y prácticas de origen
humano (a identificarse y estudiarse en breve) que componen la “teología pentecostal”. El “espíritu de
error” se manifiesta a sus anchas en las “clases para candidatos”. Cita la Biblia, pero tuerce con gran
agilidad muchos textos, tergiversando y ajustando, pasando por alto no pocos, en el empeño de probar
que toda la teología pentecostal es totalmente bíblica, que los pentecostales son el pueblo verdadero y
único de Dios y que son los que tienen la verdad.

Los candidatos, en su mayoría, se lo creen, tragando interpretaciones extrañas y soportando abusos


y sacrificios vanos, incluso la mercadería practicada extensa e incesantemente en las iglesias avivadas.
Lo hacen porque, antes de matricularse en las “clases”, no habían aprendido la verdad, y, por lo
tanto, cuando se enfrentan al error, no lo reconocen como tal sino que lo aceptan con entusiasmo,
creyendo que es la verdad. Dígame, estimado peregrino espiritual, si no acierto. El mismo mecanismo
satánico es muy útil para engañar en cualquiera materia. ¿No queremos ser engañados? La clave es
aprender la verdad sobre el tema que sea. Entonces, la ventaja es nuestra y no del enemigo de las
almas.

Al empaparse los “candidatos” de la doctrina pentecostal, comienzan a promulgarla con el


mismo fanatismo de sus maestros. Se desarrolla un círculo vicioso pero muy efectivo: los maestros
errados en su doctrina inculcan a los alumnos sus errores; a su vez, los alumnos se hacen maestros,
enseñando a todavía otros “candidatos” los mismos errores, y de esta manera, sucesivamente, sigue el
proceso interminablemente, multiplicándose y expandiéndose los círculos hasta encerrar al mundo
entero. El “lavado de cerebro” que reciben los “candidatos” es completo, rindiéndoles casi incapaces
de razonar objetivamente. Según ellos ¡tienen la verdad, punto, y se acabó! ¿Por qué escuchar a
cualquier otro maestro que no sea pentecostal? Escuchar a cualquier otro ¡sería blasfemar al Espíritu!
Este último cuco, este último carcelero fornido, es el que cierra la prisión para el pentecostal promedio.
Con dificultad saldrá, quizás jamás.

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Así es, preciosa alma de Dios, que millones de personas han llegado a someterse a “Legión
Pentecostal”, la manada de espíritus inferiores que se mueven feliz y revoltosamente entre los
avivados. Citando la Biblia, de la manera que Satanás se la citó a Cristo, los “espíritus avivados”
(entiéndase los líderes pentecostales) hablan mucho del amor de Dios. “Dios te ama. Dios te quiere
sanar y salvar. Dios quiere llevar tu carga. Dios quiere darte la victoria.” No es cosa extraña que hable
un espíritu errado y engañador del amor divino. “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se
disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros
de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:14-15). Pues, los “espíritus avivados”
hablan de las cosas bellas de Dios para hacer aparentar que procedan de él. Prometiendo salvación y
sanidad divina, los “espíritus avivados” han persuadido a millones y millones a que entren en los rediles
de los concilios pentecostales o de las iglesias avivadas independientes. Engañar a los candidatos le fue
fácil porque los ingenuos candidatos no sabían la verdad de Dios ni conocían al verdadero Espíritu
Santo.

Y ahora, ¿qué? Pues, las almas conquistadas permanecen en el engaño porque “Legión” no permite
que aprendan la verdad, guardándolos celosamente bajo su propio dominio. Logra aislarlos dentro de
los confines de su propio sistema religioso. Los hace creer...

-Que los avivados, y solo los avivados, nadie más, posean la plenitud del Espíritu;

-Que las demás iglesias están muertas, que no hay salvación en ellas;

-Que solo los avivados tienen las señales y los dones del Espíritu y...

-Que solo ellos viven en santidad.

Creyéndolo a ciegas, se llenan de prejuicios, se vuelven intolerantes y, tal vez sin darse cuenta, con
pena se lo señalamos, ¡se encierran a sí mismos tras las paredes de su propia ignorancia espiritual y
egoísmo personal! Al hacerlo, cometen uno de sus errores más grandes y peligrosos: su fanatismo les
rinde incapaces de razonar con calma e imparcialidad acerca de lo que les ha acontecido en el ámbito
religioso y espiritual.

El proceso del engaño es completo. Impulsados por sus necesidades espirituales, los “candidatos”
acudieron a los pastores o los evangelistas pentecostales. Oyeron dulces palabras; también palabras
que infundían temor; además, palabras que prometían mucho. Se sintieron atraídos y se entregaron,
pero, ¿a qué? No lo sabían con certeza. Mediante clases y cultos celebrados casi todos los días de su
vida, recibieron un adoctrinamiento muy fuerte, el cual produjo muy fuertes convicciones y prejuicios.
Tanto en los cultos como en las “clases de candidato” se forjaron las cadenas que les amarran al
pentecostalismo, y se endurecieron los eslabones en el fuego del apasionamiento religioso. ¡Cuán
difícil es romper siquiera una de esas cadenas! Bien lo saben algunas almas valientes que han salido del
pentecostalismo, superando todo obstáculo para aprender, por fin, la “sana doctrina”. Pero, ¿es esta
explicación la más acertada de por qué millones siguen a los “espíritus avivados”? No nos cuesta
aceptar que el espíritu de error pudiera engañar a unas pocas personas, aun a miles. Sin embargo,
parece imposible que logre apoderarse de millones y centenares de millones de almas. (A principios
del siglo veintiuno, se calcula en más de mil millones los adeptos pentecostales y carismáticos en el
mundo.) Apreciado lector, no debemos subestimar el poder del espíritu de error, ni la credulidad de
los seres humanos. Considere...

-A los mil millones que se adhieren a la doctrina católica romana, haciéndole reverencia al Papa,
venerando imágenes y creyendo en el purgatorio.

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-Los millones que siguen ciegamente a los falsos profetas tales como:

-Elena White (Los Adventistas del Séptimo Día),

-Charles Russell y el juez Rutherford (Testigos de Jehová),

-Mita (Juanita García, quien alegaba ser el Espíritu Santo encarnado),

-William Branham (profeta de los Jesús Solo),

-José Smith (profeta fundador de los Mormones).

¿No viven el engaño todos estos? Los pentecostales aseguran que todos los grupos nombrados
están engañados y perdidos, pero resisten obstinadamente analizar objetiva y bíblicamente su propia
condición espiritual. Cristo dice que “muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22:14). Los
pentecostales admiten esta verdad. Por lo tanto, ¿no es lógico que hagan un alto en su precipitada
carrera, razonando que el hecho de que una multitud muy grande sigue a los “espíritus avivados” no
significa, por sí solo, que referidos espíritus hayan venido de Dios? El éxito de cualquier iglesia o
movimiento religioso en conquistar almas para su fe no constituye prueba alguna de que cuente con
el apoyo o la aprobación de Dios. “Somos muchos; por lo tanto el Espíritu Santo está con nosotros”
encierra una falacia patente. De ser así, los Católicos Romanos y los Musulmanes podrían reclamar, con
más razón que los pentecostales, tener al Espíritu de Dios a su favor, pues ¡son más que los avivados! Se
valen de un criterio inválido los pentecostales que deducen que su espíritu procede de Dios,
simplemente porque él ha conquistado a millones de almas en campañas intensas y exitosas.

________________________________________

Paciente viajero por la dimensión del tiempo, proseguimos a quitarle a “Legión Pentecostal” lo
que le queda de su disfraz (y le queda mucho), utilizando la Palabra del verdadero Espíritu de Dios,
para que toda alma pentecostal sincera y todo estudiante imparcial vea que nuestras observaciones y
conclusiones son justificadas. Pretendemos dejar desnudo a “Legión” ante los ojos de toda persona
para que no haya excusa y ninguno nos acuse en el día del Juicio Final de no haber cumplido nuestro
deber.

Orando y hablando en lenguas. www.photobucket.com

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ERRORES en torno a las

LENGUAS EXTRAÑAS

Para los pentecostales, su habilidad de hablar “lenguas extrañas” o “angelicales” es evidencia


indisputable de que gozan de la plenitud del Espíritu Santo. Desconociendo el significado verdadero del
don de lenguas, creen que su experiencia es igual a la que tuvieron muchos cristianos de la época
apostólica. Indudablemente, las lenguas de los pentecostales constituyen una experiencia electrizante,
llena de misterio y de manifestaciones descomunales. Por tal razón, se la atribuyen al Espíritu Santo, sin
pensarlo dos veces. Pero, afirmamos categóricamente que su experiencia no la produce el Espíritu
Santo. Su “don de lenguas” no es el mismo que recibieron algunos cristianos primitivos. Los
pentecostales simplemente no pueden hablar lenguas extrañas como lo hacían los apóstoles y los
demás cristianos del primer siglo que recibieron el verdadero don de lenguas extrañas.

Analicemos detenidamente el tema. Llegado el día de Pentecostés, los apóstoles se llenaron del
Espíritu Santo y “comenzaron a hablar en otras lenguas” (Hechos 2:4). Esas “otras lenguas” eran los
idiomas actuales hablados por las personas que se juntaron para oír a los apóstoles. “Cada uno les oía
hablar en su propia lengua” (Hechos 2:6). Subrayamos: “en su propia lengua”, es decir, en su propio
idioma o dialecto. Cuando los que se congregaron se dieron cuenta de que todos los que hablaban eran
galileos, se preguntaron : “¿Cómo; pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la
que hemos nacido?” (Hechos 2:8) ¿Habían nacido donde se hablaban lenguas angelicales, extáticas o
jerigonzas? ¡Claro que no! “En la que hemos nacido” quiere decir los idiomas de los países de donde
procedían los oyentes. Al recibir los apóstoles el don de lenguas, de repente podían hablar a perfección
esos idiomas. Eran “hombres sin letras y del vulgo” (Hechos 4:1). Sin embargo, al recibir el verdadero
don de lenguas, podían hablar otros idiomas con asombroso desenvolvimiento y completa fluidez. ¡Al
instante! ¡Sin haberlos estudiado! He aquí en el ejemplo de los apóstoles la demostración clásica y
auténtica de lo que significa hablar lenguas extrañas por el poder sobrenatural de Dios.

Según 1 Corintios 12:7-10 y 30, palabra del Espíritu Santo, no todos los cristianos primitivos hablaron
lenguas extrañas. La pregunta retórica “¿hablan todos lenguas?” (12:30) demanda una respuesta en lo
negativo, o sea, “No. No todos hablan lenguas.” Los que recibieron el don de lenguas debían usarlo o
para proclamar el evangelio a los inconversos, como en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-8), o para
edificar a la iglesia (1 Corintios 14:1-28). ”Hágase todo para edificación” (14:26). Lo utilizaron para
hablar revelación, ciencia, profecía y doctrina (1 Corintios 14:6). Al predicar u orar en lenguas extrañas
en presencia de quienes no las entendían, debían usar intérprete (1 Corintios 14:27-28). De no haber
quien tradujera, debían callarse. “Si no hay intérprete, calle en la iglesia.” (1 Corintios 14:28). En las
reuniones de las iglesias apostólicas, no más de tres podían hablar en lengua extraña. “Si habla alguno
en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres.” Aun así, debían hablar “por turno” (1 Corintios
14:27), pues la regla del Espíritu Santo es que todo se haga “decentemente y con orden” (1 Corintios
14:40). Estas directrices sobre el uso del don de lenguas el Espíritu Santo mismo se las dio a la iglesia
del primer siglo. Al que alegue osadamente que el apóstol Pablo las impusiera por su cuenta, le
convendría tener presente la aclaración del apóstol cuando dice: “Si alguno se cree profeta, o espiritual,
reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37).

Fíjese bien, estimado estudiante de materias espirituales, en las citas bíblicas que hemos
presentado. No las traemos para confundirle, sino para dejar bien esclarecido el tema de las lenguas
extrañas. ¿Cuántas de las personas que pasan al frente en las campañas pentecostales tienen
conocimiento de estos textos bíblicos? Pues bien, ni aun se supone que tenga el pecador conocimiento

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de estos textos antes de arrepentirse y entregarse a Cristo, ya que ha sido pecador, incrédulo o
creyente a medias, y no un estudiante asiduo de la Biblia. Sin embargo, al ignorar estas verdades sobre
el don de lenguas, queda expuesto al peligro de ser engañado. En este caso, el espíritu de error, al
encontrar un corazón sin la protección de la verdad, no tarda en obrar el engaño. Así es que la persona
que carece de conocimiento bíblico cae víctima de las artimañas del enemigo de las almas, aceptando
que el hablar extático de los avivados sea el don auténtico de lenguas extrañas. No lo es, sino que se
trata de jerigonzas sin sentido que saltan de la boca del que es vencido por un éxtasis inducido, no por
el Espíritu de Dios, sino por el espíritu de engaño. A continuación, veremos cómo la teología y la
práctica de los pentecostales contradicen la revelación del Espíritu Santo sobre lenguas extrañas.

-Muchos (más de tres) hablan “lenguas” a la vez.

No hablan “por turno”.

Al asistir a una reunión de los avivados, observamos que muchos, tanto mujeres como
hombres , tanto niños y jóvenes como adultos, hablan lenguas, todos a la vez. No hablan sólo dos o
tres, sino muchos. Tampoco hablan “por turno”, sino muchos a la vez. De inmediato, comprendemos
que se hacen culpables de infringir la ley divina. Obviamente, no están acatando las ordenanzas más
sencillas y enfáticas del Espíritu Santo sobre el uso del don de lenguas. Parece increíble que pasen por
alto instrucciones tan elementales, pero lo hacen. El que lo hagan tan descaradamente, aun invocando
y alabando al Espíritu Santo mientras lo desobedecen abiertamente, es demostración fehaciente del
tremendo poder engañador del espíritu de error, un “espíritu” capaz de cegar al extremo de que no
entiendan frases tan rudimentarias como “no más de tres” y “por turno”. Un niño de cuatro añitos
entiende estas frases, pero ¡los avivados no logran asimilarlas! ¡Cuán profundas son las tinieblas que los
rodean! O, ¡cuán implacables sus prejuicios!

No usan intérpretes

Al seguir comparando la práctica avivada con la doctrina bíblica, descubrimos que existen todavía más
discrepancias entre la una y la otra. Por ejemplo, los pentecostales suelen hablar lenguas sin
interpretarlas. Audazmente, transgreden el mandamiento explícito del Espíritu Santo al no callarse si
no hay intérprete. En ocasiones, intentan interpretar sus jerigonzas, pero, estimado investigador
intelectual, ¡las jerigonzas no pueden ser interpretadas, pues no dicen nada! ¡Que verifiquen los
pentecostales la interpretación de sus jerigonzas, consiguiendo a eruditos, no de los suyos sino
imparciales, que corroboren la traducción! Es fácil confirmar la traducción correcta de un idioma o de
un dialecto, por ejemplo, la traducción de un mensaje del español al inglés. Sólo hace falta la
certificación de personas fidedignas que dominan los dos idiomas. Pero, ¿quién certificará la traducción
de las jerigonzas? ¿Acaso él que las dice? ¿Por qué creerle? Su testimonio no es admisible porque da
testimonio acerca de sí mismo. “Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es

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verdadero” (Juan 5:31). Dice el evangelista o el pastor pentecostal: “El mensaje de lo que acabo de
expresar en lenguas por el Espíritu es el siguiente”. ¿Por que creerle? O, se para otro pentecostal,
diciendo: “Lo que acaba de revelar el hermano pastor en lenguas es lo siguiente”. ¡No confiamos en él!
Actúa en tal persona el mismo espíritu de error que actúa en el pastor. No admitimos que el espíritu de
error se interprete a sí mismo. ¡Qué haga la traducción alguna persona que no sea pentecostal! La pura
realidad es que nadie puede traducir jerigonzas o lenguas extáticas por la razón de que no dicen nada.
¡No dicen nada! No son mecanismos legítimos de comunicación. No comunican idea o enseñanza
alguna.

Exigen que todos hablen lenguas

Mediante sus exposiciones doctrinales sobre el don de lenguas, casi todo líder pentecostal enseña
que el discípulo del Señor no recibe el sello del Espíritu Santo, o sea, no da evidencia indisputable de
haber sido bautizado con el Espíritu, hasta no hablar lenguas. Esta doctrina es uno de los rudimentos
del pentecostalismo. Según la teología de los avivados, todo aquel que acepta a Cristo tiene que hablar
lenguas, tarde o temprano, aunque hable unas pocas sílabas sueltas o emita unos pocos sonidos
extraños, nada más. De no hacerlo, le miran con sospechas, como si tuviera algún pecado secreto que
impidiera la manifestación del don de lenguas. Al adepto que no hable enseguida lenguas extáticas o
jerigonzas, le aplican una terapia desarrollada para vencer cualquier impedimento psicológico. Por
ejemplo, le imponen manos y con suspiros cargados de emociones fuertes, gemidos, gritos y aun
alaridos, le ordenan a repetir rápidamente alguna palabra o frase tal como “séllame, séllame, séllame,
séllame”. Al obedecer el candidato, conmovido y llevado por el remolino de emocionalismo que gira
frenéticamente en derredor suyo, quizás se le trabe la lengua. Si empieza a decir disparates ( “Élleme,
llámese, mesellá, lámeme” ), los que le escuchan exclaman eufóricamente: “¡Está hablando lenguas! ¡El
Espíritu Santo lo ha sellado! ¡Gloria a Dios! ¡Alabado el nombre del Señor!” Algunos pentecostales
hablan lenguas extáticas una sola vez. Otros las hablan solo en los cultos. Unos pocos las pueden hablar,
haya o no haya el ambiente de excitación y entusiasmo religioso. Ninguno habla las "lenguas extrañas"
tal cual los apóstoles y algunos cristianos de la iglesia primitiva.

De fallar la primer artimaña, los pentecostales se recurren a otra más agresiva: hacen al candidato
ponerse de pie, con los ojos cerrados. Le agarran y le ponen a dar vueltas y vueltas rápidamente, como
un topo, orando todos a gritos, con súplicas que lo bautice el Espíritu con fuego. Esta acción hace que
algunos candidatos se mareen y pierdan dominio tanto de su cuerpo como también de sus facultades
racionales. Si este truco tampoco funciona, tal vez le pongan a gritar alabanzas a Dios, a brincar y a
bailar hasta no más poder. O, es posible que le manden a hincarse ante el altar, diciéndole que ore, ore
y ore, que alabe, alabe, alabe, esperando con mucha fe que Dios le concediese el don de lenguas. Estos
ritos extraños pueden durar horas y horas. Cualquier observador perspicaz y objetivo detecta en todas
estas maniobras el fuerte elemento de sicología humana. Los espíritus avivados, incluso los
analfabetos, son expertos en la manipulación de ambientes y de emociones que logran el fenómeno
de lenguas extáticas o jerigonzas.

Pero, se deslizan por un tangente equivocado y peligroso, llevando consigo a multitud de almas
ingenuas. En primer lugar, jamás enseñó el verdadero Espíritu de Dios que era menester que todo
cristiano recibiera el don de lenguas. Todo lo contrario, ya hemos aprendido que no todos los
cristianos del primer siglo hablaban lenguas (1 Corintios 12:7-10,30). No hay evidencia alguna de que
los aproximadamente tres mil convertidos en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-47) hablaran lenguas
extrañas. En aquel día, solo los apóstoles hablaron lenguas e hicieron milagros. “Muchas maravillas y

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señales eran hechas por los apóstoles” (Hechos 2:43) y no por los ciento veinte o la multitud de
creyentes. En segundo lugar, no encontramos ningún caso bíblico donde los líderes de la iglesia
primitiva tuviesen que enseñarle a los cristianos cómo hablar lenguas extrañas. La mera idea de recibir
el don de lenguas mediante algún proceso pedagógico es absurda, ya que el hablar lenguas fue un
poder otorgado por Dios, y no una habilidad adquirida mediante instrucciones o maniobras
humanas.

Todavía más absurdas son aquellas artimañas artificiosas empleadas por los pastores avivados para
lograr que sus seguidores pierdan el dominio propio y hablen lenguas extáticas. La fraseología que
utilizamos es fuerte, escogida adrede para hacer destacar las ridiculeces practicadas por los avivados en
su empeño de forzar al creyente a hablar lenguas extáticas. ¿Dónde en la Biblia se lee que los
apóstoles le dieran vueltas a los creyentes para que recibiesen al Espíritu? ¡Inaudito! ¿Cuál texto de la
Biblia autoriza al creyente a buscar el don de lenguas por medio de la repetición de frases tales como
“séllame, séllame, séllame”? ¡Ninguno! ¿Enseña la Biblia que el don de lenguas se adquiere mediante
interminables ayunos, vigilias y súplicas? ¡De modo alguno! ¿Qué tiene que hacer el creyente para
recibir el don? ¿Saltar? ¿Alabar a Dios, gritándole como si fuera sordo? ¿Bailar hasta caer exhausto?
Nada de esto aparece en la Biblia; ninguna escena semejante a las que son comunes en las campañas
y los cultos avivados. Sin embargo, estas prácticas son el pan de cada día en las reuniones de los
pentecostales. ¡Cuán lejos es su doctrina de las enseñanzas inspiradas asentadas por el Espíritu Santo
en las Sagradas Escrituras! De cierto, la Biblia, la razón y el sentido común respaldan nuestra
conclusión, a saber: los avivados no entienden la naturaleza del don de lenguas extrañas, para
quiénes era, con qué propósito fue dado, cómo fue obtenido, cómo había que utilizarlo o hasta
cuándo estaría disponible. Si enseñan crasos errores sobre el don de lenguas, desobedeciendo todos
las instrucciones que el Espíritu Santo dio sobre el uso del don, ¿cómo pretenden convencernos que
more y se mueva en ellos el verdadero Espíritu de Dios? ¡No se lo creemos!

No pocas personas se sugestionan con suma facilidad, quizás porque sean algo crédulas por naturaleza,
demasiado dóciles o sumisas, no teniendo filtros para su mente y espíritu que rechacen ideas dañinas o
peligrosas. Tienden a dejar que su mente caiga bajo la influencia y el dominio de seres más agresivos.
Tales personas, al someterse al espíritu “Legión” de los avivados, suelen hablar lenguas extáticas
enseguida. En cambio, a otras personas de mente más independiente y de voluntad más recia, les
cuesta trabajo doblegarse a las exigencias de “Legión." Buscan y buscan y buscan. Claman a Dios con
lágrimas. Con angustias indecibles le ruegan que los bautice con el Espíritu para que digan al menos
unas pocas palabras en lenguas extrañas. Sienten una presión tremenda. Ayunan. Pasan horas alabando
a Dios en voz alta, dando palmadas, bailando, saltando. Solicitan y reciben una y otra vez la imposición
de manos, la cual algunos pastores suelen administrar con tanta fuerza que cae el candidato al suelo,
tumbado por los empujones y golpes, levantándose con chichones y el cuello torcido. Algunos salen en
busca de los pastores o de los evangelistas de más renombre, esperanzados en recibir el don de lenguas
mediante la intervención de un personaje supuestamente más lleno del Espíritu. ¡Cuántas frustraciones
y desilusiones sufren, cuántos regaños soportan, cuántas insinuaciones de “pecado escondido”
escuchan, cuántos bochornos pasan, haciendo un esfuerzo sobre humano para hablar lenguas! Y, ¿por
qué tanto empeño, tanta desesperación? Amado, porque la doctrina pentecostal exige la señal de
lenguas extrañas como prueba indispensable de que el creyente haya sido bautizado con Espíritu
Santo y es salvo. Pero, amado, ¡esa doctrina es totalmente falsa! Dios no exige que todo creyente
hable lenguas. “¿Hablan todos lenguas?” ¡NEGATIVO! ¡De modo alguno! Ningún creyente tiene que
hablar lenguas para que se salve. Ningún creyente obediente tiene que hablar lenguas para recibir el
sello del Espíritu Santo. La Biblia nos enseña que nacemos del Espíritu, o sea, que recibimos el
bautismo del Espíritu, cuando nos llenamos de la Palabra inspirada por el Espíritu, sumergiéndonos en

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las verdades, la vida y las influencias benéficas del Espíritu (Juan 3:1-7; Santiago 1:18; Romanos 8:1-
16; Efesios 5:18). Somos “sellados con el Espíritu Santo de la promesa” al oír “la palabra de verdad, el
evangelio de” nuestra “salvación”, obedeciéndolo al creer, arrepentirnos y bautizarnos “para perdón”
(Efesios 1:13; Hechos 2:38). Definitivamente, no hay que hablar lenguas para recibir el sello del Espíritu
Santo.

Una sola creencia errónea tiende a engendrar toda una manada de equivocaciones. Esto mismo le ha
pasado a los pentecostales. Por ejemplo, al dar por asentado que todo aquel que cree ha de recibir el
don de lenguas para ser sellado por el Espíritu, (1) han inventado varias estratagemas sicológicas,
totalmente carentes de fundamento bíblico, para lograr que todo pentecostal encuentre el don, ¡a
cómo dé lugar! Con miras a desarrollar un ambiente cargado de emocionalismo, sin el cual difícilmente
se manifestaría el espíritu de lenguas jerigonzas, (2) ponen a todos a hablar a la vez. Este error conlleva
a todavía otro, a saber, el de (3) provocar mucho ruido, confusión y desorden en el culto. Este tercer
error desemboca en ofensas y persecuciones innecesarias.

-En algunas instancias, el clamor y el escándalo que levantan los avivados son tan fuertes que el
estruendo se escucha a dos o tres kilómetros de distancia.

-Pese a las explicaciones y las justificaciones que ofrecen los pentecostales, es del todo imposible que
su alboroto agrade a Dios, pues Dios no es Dios de confusión sino del orden. (1 Corintios 14:33)

- Tampoco agrada a los vecinos quienes se ven obligados a soportar el bullicio del culto alborotoso
avivado, aun hasta altas horas de la noche. En no pocas ocasiones, los incrédulos, hartos del ruido y de
la gritería, han llevado a los avivados a las cortes. Éstos, al ser denunciados legalmente, sufren oprobios
y persecuciones, padeciéndose, pero, que conste, no “por causa de la justicia” sino porque
desobedecen las leyes de Dios (1 Pedro 3:14-17), pues sus lenguas jerigonzas o extáticas y sus cultos
ruidosos Dios no los ha ordenado ni los aprueba. Sin embargo, los pentecostales, no percatándose de su
error, se glorían cuando son perseguidos por sus errores, excesos, obstinación y soberbia. Los testigos
de Jehová hacen otro tanto cuando son perseguidos por sus propios errores.

-Los indoctos y los incrédulos dicen que están locos porque hablan y gritan todos a la vez. El Espíritu
Santo previno esta reacción y para evitarla dijo: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y
todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? Si habla alguno en
lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete,
calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios” (1 Corintios 14:23, 27-28). Aunque intenten los
pentecostales acatar estos mandamientos, quedan en ridículo ante los indoctos y los incrédulos, como
también ante todo cristiano bien instruido, porque las lenguas que hablan no son idiomas sino
jerigonzas o lenguas extáticas las cuales no pueden ser traducidas.

Se incurren los avivados en todavía otro error doctrinal grave al enseñar que el propósito primordial
del don de lenguas es capacitar al adorador para alabar a Dios mediante un lenguaje celestial. Citan 1
Corintios 14:2, donde dice: “el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios”. Cometen la
equivocación común de no tomar en cuenta todo el contexto de estas palabras. Pablo explica
claramente por qué el que hablaba en lenguas en la iglesia en Corinto no hablaba a los hombres sino a
Dios, diciendo: “Pues nadie le entiende”. Y, ¿por qué no le entendían? Porque la lengua hablada no era
conocida por los oyentes y porque ningún traductor la interpretaba (1 Corintios 14:1-28). Por
consiguiente, los que le escuchaban no entendían nada. Dios, sí, podía entender, pues entiende todo
idioma. Con todo, hay una “lengua” que ni siquiera Dios puede entender, a saber, la lengua extática o
de jerigonzas, por la sencilla razón de que tal lengua nunca expresa nada entendible. Estimado lector
inteligente y analítico, lea atentamente, por favor, el capítulo catorce de 1 Corintios hasta el versículo

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veinte ocho, y comprenderá que Pablo instruye a los cristianos en Corinto sobre el uso correcto y el
propósito divino del don de lenguas. Repetidas veces, exhorta a que lo utilicen para la edificación de la
iglesia. De no contar con intérprete, no podían cumplir este propósito explícito y práctico. Por
consiguiente, debían callarse. Asombrosamente, los pentecostales practican los mismos errores
señalados por el apóstol Pablo en 1 Corintios 14, añadiendo todavía otros que ni siquiera se daban en
aquella congregación bastante descarriada de Corinto. Nos maravillamos de ellos, pues, reclamando
autoridad bíblica para sus doctrinas, ¡osadamente echan a un lado la misma autoridad que reclaman!
Lo que el Espíritu Santo censura y condena es, justamente, lo que ellos practican. ¿Quién puede
entenderlos? “Legión” los tiene enredados hasta las narices. Ojalá pongan a trabajar sus dotes
intelectuales para el exégesis acertado de 1 Corintios 14.

A continuación, presentamos un análisis conciso de las contradicciones entre la práctica avivada y la


doctrina bíblica referente al don de lenguas.

El Espíritu Santo enseña.... Lo que hacen los pentecostales.

-Que no más de tres hablen lenguas en la iglesia. -Hablan más de tres. Hablan muchos.

-Que hablen por turno. -No hablan por turno.

-Que se calle si no hay intérprete. -No se callan si no hay intérprete.

-Que el propósito de las lenguas es edificar. -Utilizan las jerigonzas para alabar.

-Que el cristiano siempre debe hablar -No hablan "palabra bien comprensible".
"palabra bien comprensible" (1 Corintios 14:9).

-Que no todo cristiano recibe el don de lenguas. -Obligan a todos a hablar "lenguas."

-Que el poder de hablar lenguas es don de Dios. -Enseñan tácticas para hablar lenguas.

Infoquemos los vocablos “extáticas,” “éxtasis,” “angelicales” y “jerigonza”.

-“Jerigonza”, en el contexto de este estudio, quiere decir: “Lengua... enrevesada o incomprensible.”


(Diccionario de uso del español, María Molinar, Gredos, Tomo II, Página 187)

-“Extático.” “Q ue está en éxtasis.” (Microsoft Bookshelf en Español, Diccionario de español)

-“Extásis.” “Estado del alma en que se une místicamente con Dios, experimentando una felicidad
inefable, al mismo tiempo que el cuerpo y los sentidos suspenden sus funciones. ” (Diccionario de uso
del español, María Molinar, Gredos, Tomo I, Página 1262)

Se puede añadir que también suspende sus funciones la mente racional .

-“Angelical.” “Como de ángel.” (Diccionario de uso del español, María Molinar, Gredos, Tomo I, Página
182)

Los pentecostales no son ángeles. Por lo tanto, no pueden hablar las lenguas de los ángeles. Los seres
humanos que necesitan oír el evangelio no son ángeles. Por lo tanto, no hay por qué dirigirse a ellos
hablando las lenguas de los ángeles. Lo que necesitan es escuchar el evangelio en su propio idioma para
entenderlo perfectamente y obedecerlo. El apóstol Pablo se expresa hipotéticamente al escribir: "Si yo
hablase lenguas humanas y angélicas" (1 Corintios 13:1). No afirma hablar entre los hombres las
lenguas de los ángeles. De hecho, el apóstol insiste en que se hablen siempre palabras bien

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comprensibles entre los hombres, que se hable en el idioma de los oyentes, que de no poder hablar el
orador el idioma de los oyentes utilice intérprete, que se calle de no haber intérprete.

“Extáticas”, vocablo derivado de “éxtasis”, se aplica a las lenguas de los avivados porque ellos suelen
hablar sus lenguas estando en trance o éxtasis, es decir, como fuera de sí, en un estado de excitación tal
que se suspende la razón.

Al entregarse al espíritu de excitación, el adorador avivado pierde el dominio sobre los miembros de su
propio cuerpo, incluso, la lengua. Ya no es dueño de sí mismo; otro “espíritu” se adueña de su cuerpo y
alma, manipulándolos. He aquí la clave para entender por qué el avivado actúa, en ocasiones, tal cual
una persona demente. Amigo lector, si usted es de la fe pentecostal le rogamos que no se escandalice
sino que piense objetivamente. ¿Qué cosas hacen los “espíritus avivados?” Las cosas que hacen no las
hacen personas cuerdas. Disculpe que repitamos la lista de acciones ya dada. Lo hacemos para tener
presentes los desatinos de “Legión”. ¿Qué hace él? Tumba al avivado, poniéndolo a revolcarse en el
suelo; le tira contra paredes, le pone a bailar frenéticamente, le hace llorar, gritar, aullar como un
animal, correr locamente y gesticular descontroladamente. ¿Son típicas estas acciones de una persona
cuerda y normal? ¿Dirá usted que sí? Pensamos que no.

Para colmo de locuras, “Legión” hace salir de la boca del avivado bajo su dominio sonidos confusos
que carecen totalmente de significado. Referidos sonidos extraños, compuestos, en la mayoría de los
casos, de sílabas sueltas o de combinaciones nuevas de sílabas, tomadas del vocabulario del mismo
idioma natal de la persona que habla, son las “lenguas extrañas” de los pentecostales. No son las
“lenguas extrañas” de la Biblia. No son las lenguas que hablan los ángeles o los idiomas hablados en la
tierra, sino “lenguas extáticas”. Sin lugar a dudas, el que cae en éxtasis y las habla tiene una
experiencia rara, excitante, conmovedora y mística. Tal vez no sea capaz de entender, por falta de
conocimiento u objetividad, lo que le está pasando. En su mente, alma y cuerpo siente el vaivén de
fuertes corrientes emotivas, espirituales y psíquicas, atribuyéndolo todo al poder del Espíritu Santo.
Pero, su experiencia, por duro que le sea aceptarlo, no la obra el Espíritu de Dios, ni es válida delante de
Dios. Fuerzas poderosas de error y de engaño la provocan. Por lo tanto, no es de extrañarse que los
frutos de semejante experiencia sean corruptos. Entre ellos contamos: sonidos extraños sin sentido o
edificación alguna, y acciones torpes, cómicas o ridículas, aun violentas.

¡Dios nos libre del espíritu de “lenguas extáticas”! No queremos las experiencias engañosas que él
ofrece, prefiriendo más bien hablar siempre palabras bien comprensibles (1 Corintios 14:9). Esas
lenguas extáticas, ¿para qué sirven? No revelan ningún mensaje, no enseñan nada ni edifican. (1
Corintios 14:6) No se pueden interpretar porque no son lenguas verdaderas. “Tantas clases de idiomas
hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado ” (1 Corintios 14:10). Pero, la
“lengua extática” carece de significado porque no es idioma. No nos prepara para la batalla espiritual
porque se compone de sonidos inciertos. “Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará
para la batalla?” (1 Corintios 14:7-11) Si se ora en “lengua extática” los que oyen no pueden decir el
Amén porque no saben lo que se ha orado. De hecho, no se ha orado nada, pues la “lengua extática” no
dice nada. No se puede orar utilizando “lenguas estáticas” porque los sonidos de dichas lenguas no
comunican ningún pensamiento o petición racional. La Biblia nos presenta a Dios como un Ser
sumamente inteligente, racional y perfectamente cuerdo. El alma que intenta alabarle mediante
“lenguas extáticas,” afrenta su dignidad e inteligencia suprema. ¿Quién, estando en la presencia del
Dios que ideó, creó y organizó este universo, poniéndolo todo a funcionar con absoluta precisión, se
atrevería a saltar y a correr locamente ante su trono, como un demente, a balbucir chorros de sonidos
extraños e ininteligibles o a gritar y aullar como un animal salvaje? Tales acciones son del todo
incompatibles con la inteligencia, el dominio propio, la dignidad, la gravedad, la compostura y la

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grandeza del Dios Todopoderoso. Son igualmente incompatibles con los atributos de todo cristiano
maduro, pues sus atributos son, en escala menor, parecidos a los del Dios a quien sirve.

Experiencias psíquicas y místicas versus la Palabra Divina

Entre los errores más graves de los avivados figura el de darle más importancia a sus experiencias
psíquicas espirituales que a la misma Palabra Divina. Amada alma que busca de Dios, medítelo sin
pasiones: ninguna experiencia emotiva, por mística, elevada o edificadora que sea, es válida si
contradice las normas establecidas por el Espíritu Santo para la vida cristiana, el culto a Dios y la obra
evangelística. La verdad de Dios no fluye de las emociones humanas hacia él o hacia el hombre. Las
emociones no determinan lo correcto y lo incorrecto ante Dios. El existencialista religioso dice: “Una
porción sustancial de la verdad para mí se compone de mis sentimientos espirituales.” Quizás Dios se ría
de él, pues ni la más mínima porción de la verdad que salva se origina en el corazón del hombre sino
que el Padre mismo la concibió toda y se la revela al hombre mediante la Palabra inspirada encontrada
en la Biblia, y no mediante los supuestos mensajes inspirados de los profetas pentecostales.

El mensaje pentecostal se centra en el corazón, o sea, en los sentimientos, las experiencias emotivas,
las impresiones, los presentimientos y las interpretaciones subjetivas de casi todo aspecto de la vida
espiritual. En cambio, el mensaje del Espíritu Santo se centra en la mente, o sea, apela principalmente
al intelecto, a través del conocimiento de la verdad revelada, el entendimiento, la “inteligencia
espiritual,” la lógica, la razón, la sabiduría celestial. Pero, los pentecostales desprecian el mensaje
espiritual dirigido al intelecto, catalogándolo de “frío”. Prefieren su mensaje “caliente” del corazón.
Esta preferencia los precipita al fiasco espiritual que viven, pues su “evangelio” es “otro evangelio”
(Gálatas 1:6-10) muy distinto al evangelio dado a conocer por los apóstoles. El vocabulario espiritual de
los apóstoles es muy distinto al vocabulario de los avivados. En los escritos apostólicos abundan los
vocablos “conocimiento” y “entendimiento” (Colosenses 1:9-10), también frases tales como “sana
doctrina” (1 Timoteo 1:10; Tito 2:1), “buena doctrina” (1 Timoteo 4:6), “sanas palabras” (1 Timoteo 6:3;
2 Timoteo 1:13) y “la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación” (Efesios 1:13). Este
vocabulario es notable por su ausencia en el típico escrito o mensaje pentecostal.

A los pentecostales les encanta hablar de sus “experiencias”. Siempre están dando “testimonios”,
contando sus “sueños” y hablando de sus “visiones”. Pero, no suelen someter sus testimonios, sueños,
visiones, lenguas y trances a un examen crítico, utilizando la Biblia para determinar su veracidad, o la
falta de ella. Por tal razón, al espíritu de error no le da trabajo engañarlos. El éxtasis que experimenta el
pentecostal no es inducido por Dios, ni tampoco por el Espíritu Santo. Lo afirmamos sin titubeos o
reservas, sin temor de equivocarnos, porque lo que hace y dice el pentecostal bajo el poder de su
éxtasis contradice la Biblia. Si su éxtasis no lo produce el Espíritu Santo, entonces ¿cómo ocurre? Una
combinación complicada de factores sicológicos y espirituales lo causan, entre ellos:

(1) La expectativa intensa de la intervención espectacular de una fuerza sobrenatural.

(2) El deseo ardiente de experimentar sensaciones extrañas.

(3) La necesidad imprescindible, según la teología pentecostal, de hablar lenguas.

(4) La sugestión.

(5) El ritmo acelerado de la música instrumental, de los coritos calientes.

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(6) Las palmadas entusiastas, las patadas, los gritos, las alabanzas a todo pulmón.

(7) La imposición de manos.

(8) Las oraciones a viva voz.

Todos estos elementos, más otros no apuntados, crean un ambiente de emocionalismo desmandado,
ruido ensordecedor y caos espiritual. Bombardeado y estremecido por estos “poderes” emotivos y
psíquicos, rodeado por personas carismáticas que le animan a soltar las riendas de su espíritu, el ser
humano susceptible y predispuesto a tales influencias, pronto cae en éxtasis, como por hipnosis.
“¡Suelta la lengua! ¡Suéltala!”, exhorta el pastor avivado. “¡Alaba, alaba, alaba, alaba!” Y siguen los
corritos calientes, una y otra vez, hasta surtir el efecto que buscan los líderes avivados, a saber, el
éxtasis que hace a los ingenuos adoradores perder el dominio propio, abriendo paso a las
manifestaciones anormales que tipifican el culto pentecostal. Manifestaciones que atribuyen al Espíritu
Santo, pero que pertenecen, en realidad, a otro “espíritu” quien no procede de Dios. A “Legión
Pentecostal” pertenecen.

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Los instrumentos de música, el éxtasis y la presencia del Espíritu Santo

¿Se imagina usted, perspicaz lector, lo que pasaría si los pentecostales dejaran de usar guitarras,
panderetas, tambores, maracas y otros instrumentos de música en sus cultos, si dejaran de orar
usando vanas repeticiones, gritando y clamando todos a la vez (Mateo 6:7) y si hicieran todo
“decentemente y con orden”? (1 Corintios 14:40) ¡El espíritu de éxtasis y de lenguas extáticas no se
manifestaría! ¿Es correcta esta conclusión? Bien saben los líderes pentecostales que cuando no
aparece el músico o los músicos, sus cultos están “muertos”. “Muertos,” porque el “espíritu de
emocionalismo” no se presenta. Esta circunstancia problemática debe ser suficiente para hacerlos
detenerse siquiera un ratito en su carrera frenética, llevándolos a estudiar sobriamente las serias
implicaciones de semejante anomalía. Quizás entraran en entendimiento. Quizás se dieran cuenta de
que su “espíritu de lenguas extáticas y de alabanzas alborotosas” sale cuando se tocan los instrumentos
de música, y que no suele hacer acto de presencia si no los tocan. ¿Qué significa este hecho? La
inferencia lógica es evidente: el “espíritu de error” responde a la música instrumental, como duende
hechizado y movido por los ritmos calientes. En contraste, el verdadero Espíritu Santo de Dios actúa
independientemente de la música instrumental. Es más: el verdadero Espíritu Santo está presente
donde los cristianos cantan sin instrumentos de música, pues el mandamiento que él da a la iglesia es
CANTAR, no añadiendo tocar (Efesios 5.19; Colosenses 3:16; 1 Corintios 14:15). El espíritu de error se
manifiesta poderosamente cuando reina el ambiente de emocionalismo, pero su poder mengua
notablemente, aun hasta desaparecer, cuando el ambiente vuelve a ser normal.

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Cómo los líderes pentecostales manipulan a su “espíritu”

Curiosamente, los pastores avivados manipulan al espíritu que se mueve en medio suyo. En cambio,
¡nadie manipula al verdadero Espíritu Santo! Considere: si quieren que cese el clamor de voces,
supuestamente inspirado por el Espíritu Santo, mandan a la congregación a callarse, ¡y se calla de una
vez el “espíritu” que obra en ellos! Algunos pastores utilizan una campanita para controlar el ambiente.
Al hacerla sonar, los feligreses que estaban alabando en voz alta, hablando lenguas y bailando ¡de
repente se callan y se tranquilizan, tomando asiento! Asombrosamente, el pastor pentecostal domina
con una campanita al “espíritu” que obra en su congregación. ¡Qué maravilla! Con otros gestos y

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expresiones los pastores pueden, en un santiamén, reavivar a ese “espíritu”. “¿Cuántos alaban a
Jesús? ¡Aleluuuuuuuya! ¡Cristo viiiiive! ¡Un aplauso para Dios! Riquitesayamara. Mi aaaalmaaa te
alaaaaaaaba. ¡Cuidado! ¡Por ahí viene el Espíritu! ¡Ábranle paso!” Brazos levantados al cielo; un
bailecito, y ¡maravilla de maravillas, se reavive el “espíritu”! Con letra minúscula, porque si su “espíritu”
fuese el verdadero Espíritu Santo, seguramente, los pastores no lo manipularían de semejante modo
arbitrario. Inteligente lector, el Señor le dé entendimiento. No se alarme usted ni se escandalice por
nuestra forma de hablar del “espíritu avivado” típico de reuniones pentecostales, pues estamos
hablando de un “espíritu” de letra minúscula y no, por cierto, del Espíritu Santo.44

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También los católicos y los protestantes carismáticos hablan lenguas.

Muchos católicos y protestantes, incluso sacerdotes, predicadores y profesores de religión, han


abrazado con entusiasmo la teología pentecostal. Se identifican como “carismáticos”, palabra derivada
del griego para “dones”. También hablan las lenguas del avivamiento, fenómeno embarazoso para los
pentecostales ya que éstos repudian a la Iglesia Católica Romana y a las iglesias protestantes,
tildándolas de “frías, muertas y apostatadas”. El protestante carismático, liberal en doctrina y vida
moral, habla las lenguas del avivamiento, luego sale a fumar, tomar y bailar. El cura católico carismático
habla las mismas lenguas del avivamiento, pero no deja de venerar a María, ensalzar al Papa, bautizar a
niños por rociamiento, celebrar misa, etcétera. ¡Qué dilema para los pentecostales! ¿No son
exactamente iguales las lenguas habladas tanto por el cura como por el pastor pentecostal ? Sin duda,
¡son iguales! Son del mismo género. Son idénticas. Si las lenguas de los pentecostales son auténticas,
¡también lo son las de los católicos carismáticos! Entonces, si el Espíritu Santo da las de los
pentecostales, ¡también da las de los católicos carismáticos! Replica el pastor pentecostal: “¡Negativo!
El Espíritu Santo no da sus dones a los maristas, a los idólatras de la Iglesia Católica Romana”. Si no se
los da, entonces ¿se los da el diablo? ¿Da Satanás auténticos dones sobrenaturales? ¡Imposible! Sólo da
dones ficticios, “señales y prodigios mentirosos” (2 Tesalonicenses 2:9). ¿Significa que las lenguas de los
católicos carismáticos no son auténticas, que se trata de un don ficticio, engañoso? Asimismo. Pero, si
las lenguas de los católicos carismáticos no son auténticas, ¡tampoco lo son las de los pentecostales,
ya que son idénticas! Pues bien, esta deducción es inevitable e irrefutable. Definitivamente, las lenguas
de los pentecostales no son auténticas; no son la manifestación del verdadero don de lenguas del
verdadero Espíritu Santo.

También es inevitable otra deducción, a saber, tanto los pentecostales como los católicos y los
protestantes carismáticos están todos en el mismo barco. Sí, lector racional, todos viajan en el gran
“Barco del Existencialismo y del Error Religioso” cuyo destino final no es el glorioso “Puerto del Cielo”.
Los unos ocupan un extremo del gran “Barco,” y los otros ocupan el otro. Son frecuentes los rocíos
entre los dos bandos, pero todos viajan hacia el mismo puerto. ¿Viaja usted con ellos? El que escribe
prefiere viajar en el limpio y elegante “Barco de la Sana Doctrina”, que atracará, al final de su travesía,
en el hermoso “Puerto del Cielo.” Acompáñeme, ¿quiere?

A propósito, ¿sabía usted que algunos mahometanos hablan el mismo género de lenguas que hablan
los pentecostales y los carismáticos? También hay paganos orientales y animistas africanos que las
hablan. El fenómeno no se manifiesta exclusivamente en los avivados sino aparece dondequiera que
predominan la credulidad, el misticismo, el sentimentalismo, la superstición y el fanatismo religioso.
Por lo contrario, el verdadero don de lenguas extrañas que el Espíritu dio a los apóstoles y a algunos
miembros de la iglesia del primer siglo, era una señal única y exclusiva que ningún pagano o sectario
religioso podía imitar.

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¡Aprende usted a hablar lenguas!

Algunos neo-pentecostales del tiempo presente han escrito manuales que enseñan técnicas para hablar
las lenguas del avivamiento. ¡Qué extraño! En lugar de seguir el manual del apóstol Pablo donde se
desglosan los reglamentos para el verdadero don de “lenguas extrañas”, componen su propio manual.
Su decisión y su acción prueban que no se trata de la misma clase de lenguas. De cierto, las “lenguas del
avivamiento” son lenguas extáticas. En cambio, las lenguas que el Espíritu Santo reglamentó mediante
Pablo eran otros idiomas. Ya lo hemos señalado: no era preciso que los miembros de la iglesia primitiva
que recibieron el don de lenguas extrañas estudiaran las lenguas dadas por el Espíritu para poder
hablarlas. ¿Por qué se consideraba “sobrenatural” el don de lenguas dado por el Espíritu?
Precisamente, porque capacitaba, al instante, a los recipientes para que hablaran a perfección otros
idiomas sin haberlos estudiado ni treinta segundos o haberlos escuchado nunca (Hechos 2:4-11).
Semejante hazaña es un verdadero milagro de Dios.

¿Quiere usted aprender a hablar las “lenguas del avivamiento”? Escucharlas muy a menudo, una y otra
vez, una y otra vez. Se memorizan. Se graban en la mente y en la sub conciencia. Si el inconverso pone
el empeño, también puede aprender a hablarlas. Pero, de hacerlo, no logra nada, pues la lengua
extática no dice nada nunca. De cierto, se sabe que algunos inconversos, vencidos por el emocionalismo
del culto pentecostal, se caen en éxtasis y hablan las lenguas del avivamiento. Después de la
experiencia, no obedecen al evangelio sino que siguen viviendo la vida mundana. Mas, también se sabe
que ningún inconverso del primer siglo recibió jamás el verdadero don de lenguas extrañas.

Hacemos un pequeño reto: Estimado pentecostal que habla solo el idioma español, haga usted un viaje
a Rusia para evangelizar. Al llegar a Moscú y bajar del avión, si rompe de inmediato hablando ruso
perfecto, sin acento, sin errores gramaticales, no habiéndolo estudiado ni treinta segundos,
aceptaremos que ha recibido el verdadero don milagroso de lenguas extrañas. Hasta no hacerlo, o una
proeza igual, seguiremos afirmando que lo único que tiene usted es un don ficticio, el de lenguas
extáticas.

Escribe el indagador espiritual Homero Shappley de Álamo

Referente al tema de la "SANIDAD DIVINA", la "Primera Carta Abierta para el evangelista Yiye Ávila"
contiene mucha enseñanza.

El pastor Nelson, de Colombia, reacciona a "Los espíritus avivados" escribiendo una "DEFENSA fuerte
del pentecostalismo", disponible en el Archivo "D", Aportación Número 9.

-DESGLOSE de estudios e intercambios sobre el pentecostalismo en esta Web

Volver al principio de este estudio.

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