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EL AMOR Y LA RESONANCIA POSITIVA

Por Alfredo Pérez

EL PODER DE LAS EMOCIONES POSITIVAS

Durante el tercer módulo de nuestro diplomado, dedicado completamente a cultivar las emociones positivas, supimos
que ellas tienen un impacto directo y multiplicador en nuestro organismo, ya que generan hormonas que modifican las
reacciones de nuestro cuerpo y expanden las funciones de nuestro cerebro.

De entre las emociones positivas, la más potente y transformadora es el Amor. Como lo ha podido comprobar la ciencia,
el amor provoca una resonancia positiva sin igual. De eso hablaremos en esta lección. Hagamos una reflexión:

Para ti, ¿qué es el amor? ¿Cómo lo definirías?

¿Qué es lo que la cultura occidental, a través de sus medios, nos enseña sobre qué es el amor?

RE-HACIENDO EL AMOR

La Dra. Barbara Fredickson, de quien hemos escuchado en varias lecciones anteriores, ha realizado investigaciones muy
interesantes sobre este tema, que ha puesto por escrito en su libro titulado “Amor 2.0”, del que ella misma explica: “es
2.0, porque es una invitación a superar nuestras versiones comunes acerca del amor, y apoyados en la ciencia, elevarnos
a nuevo nivel de amor, que nos lleve a vivirlo más plenamente”.

Lo primero que señala la Dra. Fredrickson es lo que el amor no es, desde la perspectiva científica: ciertamente, el amor
no es deseo sexual: puede estar involucrado en él, pero no son lo mismo; no es romance; no es un compromiso u
obligación; no es tampoco un enlace o promesa; no es exclusivo; no es perdurable y no es incondicional. Iremos
explicándolo a lo largo de la lección.

Según la Dra. Fredrickson, el amor, desde una perspectiva científica, tiene dos modos de entenderse: desde la ciencia de
las relaciones y desde la ciencia de las emociones, que combinadas nos dan un nuevo entendimiento de lo que el amor
es y lo que puede causar en nosotros.

Desde la ciencia de las relaciones, el amor se ve como un estatus. Analizando toda clase de relaciones que podemos
tener: de pareja, de padres e hijos, de hermanos, de compañeros de trabajo, amigos, etc., todas ellas tienen un
elemento en común. Cuando alguien realiza una acción buscando el bienestar del otro, sólo por beneficiarlo, entonces
decimos que en esencia, eso es verdadero amor. Y si en una relación no vemos ese tipo de acciones desinteresadas,
entonces afirmamos que en esa relación no hay amor.

Otro elemento, desde la visión de la ciencia de las relaciones, es cuando sientes que el otro está invirtiendo tiempo e
interés en ti; cuando sientes que te comprende y sabe lo que piensas y usa ese conocimiento en tu beneficio. Entonces
decimos que hay amor verdadero. Si no te conoce ni actúa dando preferencia a tus gustos y necesidades, entonces no
hay amor.

Esta perspectiva tiene una limitante: se ve al amor como un estatus que se alcanza y que es permanente. Es decir, una
vez que alguien invierte en la relación demostrando amor por el otro y lo valida con sus acciones, entonces, ha llegado al
“estatus del amor”, lo ha conquistado, y por ende, debe ser perdurable, constante. Si tú inviertes amor, obtienes amor…
siempre. Al menos eso creemos o esperamos.
Esta percepción es limitante, porque si no se dan estas condiciones entonces pensamos que no hubo amor, y se tiene la
sensación de que se fracasó; y terminamos abandonando la relación. Cualquiera que sea el tipo de relación. Entonces,
como solución a ese fracaso, vamos y buscamos “llegar a encontrar el amor” en otra relación.

Desde la otra perspectiva, la de la ciencia de las emociones, el amor es algo que es parte de nosotros; es una experiencia
interior que se vive en fases, en pequeños instantes, pues el amor es una emoción positiva, y las emociones son
momentáneas. Además, como es una emoción, es interna y tiene repercusiones en nuestro organismo y en nuestro
entorno, gracias a la resonancia positiva que provoca.

Esta visión aporta al amor la perspectiva de los detalles, de la importancia de los momentos y de su influencia
instantánea, y a veces de larga duración, en nosotros. Entonces, desde esta mirada, el amor no es algo a lo que se llega o
se conquista, sino algo que se vive y se experimenta con frecuencia desde nuestro interior. Y el amor en ese sentido,
tiene grados: puedo sentir esta emoción positiva, en un momento dado, por la presencia de una persona muy querida o
la de un completo extraño, o incluso, por mi mascota. Y aunque sea una experiencia distinta, más fuerte en unos casos
que en otros, no deja de ser amor.

LOS EFECTOS DEL AMOR

Para comprender mejor esto, busquemos comprender la descripción que hace la Dra. Fredrickson sobre el amor: “Es
una experiencia interpersonal concreta, marcada por incrementos momentáneos de emociones positivas
compartidas, de sincronía bio-comportamental y de cuidado mutuo, que con el tiempo construye una conexión
orgánica, lazos sociales y compromisos.”

Como “experiencia interpersonal concreta” se refiere a la interacción entre dos o más individuos, en que hay una
atención plena a ese momento y a esa relación. Sólo ocurre en el “aquí y ahora” y con estas personas. Son micro-
momentos de conexión positiva.

Pero esa vivencia única provoca en nosotros “emociones positivas compartidas”, que ambos o todos los involucrados
experimentamos en alguna medida, y que van aumentando por momentos, la intensidad de la experiencia.

También se incrementa la “sincronía bio-comportamental”, o sea, la emoción positiva que experimento ante, digamos,
mi pequeño bebé, provoca la emisión de oxitocina en mi cuerpo, lo que genera una ampliación de las capacidades de mi
cerebro para comprender lo que estoy experimentado (bio), lo que se traduce en un “comportamiento” específico –
sonrío y comienzo a balbucear como bebé para comunicarme con mi hijo- lo que a su vez, provoca en él una respuesta,
se establece una conexión (sincronía) que empieza a generar en su organismo también la segregación de las mismas
hormonas de la felicidad, lo que traerá cambios en su comportamiento –me sonreirá y empezará a copiar mis sonidos,
moviendo todo su cuerpo, emocionado. Esta experiencia momentánea, aumentará en ambos los lazos de amor.

Y también, esta experiencia, se traduce en un “cuidado mutuo”, en un interés genuino por la otra persona y por su
bienestar. Todos nuestros sentidos se enfocan en generar un ambiente de seguridad y confianza que le haga sentir bien.
Pero ella, a su vez, lo hará también por mí.

Según la descripción de Bárbara Fredrickson, la repetición de este tipo de experiencias en una relación, con el tiempo,
tendrá como fruto una “conexión orgánica”. En el original en inglés ella lo llama “embodied rapport”, que es difícil de
traducir, pero que significaría algo como que se establece una conexión o enlace (rapport) que es asumido por todo el
organismo; no es sólo una conexión mental o comunión de ideas, sino que el cuerpo “la siente”, es intuitiva, es como
“hacer click” con alguien más. Entonces, al paso del tiempo, al estar con esa persona, me siento conectado con todo mi
ser a su ser; nos “entendemos” aún sin hablar.
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Junto con lo anterior, también al paso del tiempo, se provocan lazos sociales; salimos de la solitariedad y buscamos la
solidaridad. Los demás comienzan a importarnos. Los necesitamos en nuestra vida y nosotros somos importantes en las
suyas.

Y finalmente, como fruto del amor, surge el compromiso. No es que el amor sea un compromiso, sino que éste surge
como una necesidad en la relación. Me importa tanto la otra persona que me comprometo a estar en su vida y buscar su
bienestar, más allá del instante que estamos viviendo juntos. Quiero compartir mi vida con él o ella. Y no sólo en las
relaciones de pareja. Con los hijos, con los amigos, con los compañeros de trabajo, etc., nace en nosotros el deseo y la
voluntad de comprometerme con ellos, de hacerme presente en sus vidas y de que ellos estén en la mía; no con una
idea ilusoria de que nada va a cambiar y será así para siempre, sino en el aquí y ahora, en cada momento, según vaya
transcurriendo la vida, pero sintiendo “incrementos momentáneos de emociones positivas” que nos eleven a la mejor
versión de nosotros mismos y a la de los demás.

LA RESONANCIA POSITIVA DEL AMOR

Ya en el tercer módulo habíamos conversado sobre la Resonancia Positiva, y en esa ocasión la describimos como la “la
sintonía de dos o más seres en una misma frecuencia vibracional” y dijimos que las emociones, al ser energía, nos
conectan con los demás a un nivel muy profundo que va más allá de nuestro espacio.

El amor no es la excepción, sino al contrario, es la emoción cumbre que tiene un impacto positivo muy importante en
nuestro entorno, siempre que se cumplan algunas condiciones. Por eso, la Dra. Fredrickson dice que el amor no es
incondicional, sino que requiere ciertas condiciones para poder nacer, crecer y madurar. ¿Cuáles son esas condiciones?

La primera, que se necesita un clima de seguridad y confianza, donde el otro pueda sentirse libre de ser quien es, sin
miedo a ser juzgado o rechazado, e incluso peor, ignorado.

La segunda, se necesita tener contacto sensorial con la persona. Sólo cuando hay contacto visual o auditivo o táctil con
alguien, es que podemos realmente resonar con el otro. También, sólo en el contacto sensorial es posible establecer el
grado de seguridad que se requiere para confiar en alguien más. Al mirar a los ojos podemos saber si alguien es
confiable o no. Al escuchar podemos empatizar con la emoción del otro. Al abrazarlo o tomarle de la mano, podemos
establecer una conexión emocional genuina.

De ahí que las relaciones que se establecen sólo por las redes sociales virtuales sean tan poco seguras y confiables. Si
sólo usamos las redes virtuales como medio de comunicación y de relacionamiento con los demás, poco o nada de amor
sincero y veraz se puede sembrar. Sólo en el contacto cara a cara con los demás, se puede incrementar un amor
emocionalmente maduro.

Una última condición importante de considerar es que debe existir un interés real en el bienestar del otro. Si no hay una
preocupación genuina por hacer sentir bien al otro y por provocar su felicidad y su crecimiento, el verdadero amor no
germinará. Quizás sólo se convierta en una relación de conveniencia mutua, pero no en amor. El verdadero interés en el
bienestar del otro, es un requisito que puede ayudar a superar dificultades, limitaciones, temores, deficiencias… por que
el otro vale la pena.

¿AMOR 2.0?

¿Estás dispuesto o dispuesta a revisar tus actuales relaciones para saber si el amor que sientes tiene micro-momentos
de conexión positiva que auguren un buen futuro a la relación? ¿Tienes el interés verdadero de generar las condiciones
necesarias para que tu amor por otros crezca a un nuevo nivel? ¿Qué vas a hacer para lograrlo?

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ACTIVIDAD PRÁCTICA

Escribe una carta a alguien que ha influido mucho en tu vida y con quien mantienes una buena relación actualmente.
Piensa en todas las maneras que afectó positivamente tu vida. Agradécele que ha ayudado a que seas lo que eres ahora,
y que con su presencia y con lo que han vivido juntos, está abonando a que vivas con salud. Y comprométete a brindarle
lo mejor de ti para que también él o ella reciban más salud y bienestar en su vida.

Ahora, tomando en cuenta lo que hemos reflexionado, piensa, de qué manera puedes ayudar a mejorar todavía más
esta relación. ¿Qué puedes aportar para generar más micro-momentos de conexión positiva? ¿Cómo puedes
garantizarle mayor seguridad a su relación? ¿Cómo puedes establecer mayor contacto cara a cara con esa persona?
¿Cómo puedes demostrarle tu interés en su bienestar? Con estas ideas en mente, escribe en la carta eso a lo que te
comprometes para que suceda y entonces, busca a la persona y léele la carta. Vive la experiencia de comunicarte en
otro nivel con él o ella. Agradece esta experiencia en tu corazón.

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