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MARIO CASTRO ARENAS

ííieu
EL LIBERALISMO
EL PENSAMIENTO
POLÍTICO
II TOMO -

Mario Castro Arenas

Panamá, 2007
EL LIBERALISMO
EL PENSAMIENTO
POLÍTICO
= : II TOMO =

© Mario Castro Arenas, 2007

ISBN: 978-9962-623-60-1

Primera Edición: 2007

Se reservan todos los derechos. Ni la totali-


dad ni parte de esta obra puede reproducirse
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mecánico, incluyendo fotocopia, grabación
magnética o cualquier almacenamiento de
información y sistema de recuperación, sin
autorización expresa de su autor.

Impresión
Universal Books
Panamá, Rep. de Panamá
Dedicatoria:

Raquel, Aurelio, Juan Carlos:


Gracias por su cariño
Gracias por su comprensión

Gracias a la vida que nos ha dado tanto


PRESENTACIÓN

Proseguimos en el segundo volumen de "El Pensa-


miento Político" el análisis del desenvolvimiento histórico
de la ideología liberal a partir del derrocamiento del
sistema feudal de la monarquía inglesa de los estuardos y
la implantación del sistema parlamentario de whigs y
tories, y el Estado de Derecho basado en la Carta Magna,
el Petition of Rights y el Bill of Rights. Al momento de
estudiar el desenvolvimiento del liberalismo en Inglaterra
y Francia entre los siglos XVII y XVIII, se corre el riesgo de
perder la comprensión de su significado integral si sólo
atendemos al rol del pensamiento económico de Adarn
Smith y David Ricardo, sin valorar lo que representa el
legado de los derechos humanos de la Revolución Inglesa,
más d u r a d e r o s y eficaces que los principios post-
Revolución Francesa.
Estudiamos el derrotero del Liberalismo en las obras
fundamentales de sus principales representantes europeos
de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX, a saber, Harrington,
Burke, H u m e , Lord Halifax, Bentham, Stuart Mill,
Benjamín Constant, loseph de Maistre, y contemporáneos
y m o d e r n o s como Weber, Popper, Mises, Hayek,
Friedman. Como un inevitable tour de force presentamos
también a los liberales norteamericanos de la primera
generación decimonónica tales como Emerson, Thoreau,
Henry Adams; más otros pensadores de la acepción
izquierdista del liberalismo norteamericano, algunos
marxistas o neomarxistas, otros no, Henry George, Veblen,
Mumford, Schlesinger, Schumpeter, Galbraith, Samuelson,
Huntington, Fukuyama. Raymond Aron y lean Francois
Revel de Francia; Ortega y Gasset y Unamuno, completan
los matices, mutaciones, hipertrofias del Liberalismo
desde su fundación a nuestros días.
Trabajamos en el tercer libro dedicado a las diversas
escuelas y tendencias del Socialismo, de próxima
•publicación.
EL PENSAMIENTO
POLÍTICO
™ II T O M O ™

íé
y a Riqueza de las Naciones" de Adam Smith
i , j y "El Capital" de Karl Marx constituyen el alfa y
el omega del debate ideológico del siglo XIX. Variaciones
conceptuales sobre el mismo tema del liberalismo y el
marxismo, también, ocupan un importante espacio en el
debate ideológico de los siglos XIX, XX y XXL No obstante
los ditirambos de sus sedicentes discípulos y de las seve-
ras recusaciones de sus detractores, el primer sorprendido
por el interminable debate suscitado por "La Riqueza de
las Naciones" sería el propio Adam Smith. El se propuso
solamente escribir un tratado de Economía - y muy pocos
tratados poseen su capacidad analítica y el extraño don de
proyectarse sobre la historia contemporánea-. La relectura
de la obra de Adam Smith invita a rescatarla de los prejui-
cios y deformaciones alimentados por apologistas y
detractores. Primero hay que conocerlo como tratadista de
economía política y de moral; después, interpretar las
proyecciones ideológicas que pueden derivarse de sus
libros.
Hasta la Edad Media, la teología es la fuente doctri-
naria del poder político. En el Renacimiento, Nicolas
Maquiavelo clausura el debate teológico entre el Papa y el
Rey y lo seculariza, lo arranca del contexto religioso y
ético. A pesar de las raíces económicas de las disputas de
los magnates del Renacimiento italiano, Maquiavelo se
concentró en la praxis militar para retener el poder político
y percibió la Fortuna no por su connotación económica
sino con el fatalismo idealista de los pensadores griegos.
8 MARIO CASTRO ARENAS

Los fisiócratas franceses, con Turgot y Quesnay,


ponderaron la importancia de la propiedad de la tierra en
la riqueza de las naciones. Colbert, como sabemos, fue el
ministro que promovió el extraño dualismo económico de
prohibir la venta de mercadería extranjera dentro de
Francia, pero vender productos franceses por el mundo
entero. Fue uno de los últimos aleteos ideológicos de la
monarquía feudal que empezaba a batirse en retirada en
Inglaterra. Adam Smith inició el análisis de los modos de
producción feudales y mercantilistas para debatir en un
cotejo rigurosamente científico cuáles debían ser la bases
sólidas de la riqueza y la pobreza de las naciones. . Con él
nace la Economía Política, como estudio riguroso y obje-
tivo, despojado de la intencionalidad política que le
atribuyen tanto sus panegiristas como sus adversarios. "El
Capital" surgió como la antítesis ideológica de "La riqueza
de las naciones", porque Marx concibió a Smith y a sus
discípulos como profetas del industrialismo que crearía, a
su juicio, profundas contradicciones entre desarrollo y
miseria, entre apogeo material e injusticia social, creci-
miento de los empresarios y pobreza de los trabajadores.
Sin "La riqueza de las naciones" como un modelo de
sociedad de propietarios, Marx no habría escrito la gran
refutación del modelo industrialista que creó "El Capital".
Por encima de propósitos ideológicos, la obra de
Adam Smith describe las características técnicas del siste-
ma de producción industrial. Smith observó el funcio-
namiento temprano, desde los principios del siglo XVII, de
la división del trabajo. Pone el ejemplo clásico de la
fabricación de alfileres. Mientras un artesano sólo puede
producir pocos alfileres si él individualmente debe estirar
el alambre, enderezarlo, cortarlo, afilarlo y limarlo, dentro
de la división del trabajo industrial un obrero estira el
alambre y otro lo endereza, otro lo corta, otro lo afila y otro
lo lima. La división del trabajo no solamente permite una
mayor producción de mercancías, sino que, al crear
segmentos productivos secuenciales pero independientes,
propicia el surgimiento de diversos obreros especializados
en cada una de las fases de la producción, fomentando
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO 9

mayores puestos de trabajo y mejorando el ingreso de los


trabajadores. "¡Cuántos oficios resultan empleados en cada
rama de la industria del lino o la lana, desde quienes
cultivan la planta o cuidan el vellón hasta los bataneros y
blanqueadores del lino o quienes tintan y aprestan el
pañoj" exclama, con indisimulable euforia, el profesor
escocés, observador lúcido del sistema de producción
introducido por la primera revolución industrial. Avizora
Smith que la riqueza de las naciones no estriba en lo que
producen sino en los sistemas de producción. La agri-
cultura, base de la sociedad agraria monárquico feudal,
concentró en el nivel laboral en la familia campesina
europea, el sembrío, cosecha y venta de cereales. La pro-
ducción agropecuaria era ajena a la división del trabajo. El
cereal de Francia podía tener el mismo precio del cereal de
Inglaterra. La diferencia estribaba en que la agricultura
británica generaba la participación de mayor mano de
obra especializada que la francesa y mucho más que otras
agricultura más retrasadas. "Este gran incremento en la
labor que un mismo número de personas puede realizar
como consecuencia de la división del trabajo"- explica el
profesor Smith - se debe a tres circunstancias diferentes;
primero, al aumento en la destreza de todo trabajador
individual; segundo, al ahorro del tiempo que normal-
mente se pierde al pasar de un tipo de tarea a otro; y
tercero, a la invención de un gran número de máquinas
que facilitan y abrevian la labor, y permiten que u n
hombre haga el trabajo de muchos". Por otro lado, la
multiplicación de la división del trabajo en todas y cada
una de las fases de la producción general va creando el
mercado. El obrero de las tintorerías del lino, verbigracia,
satisface sus necesidades personales y familiares de orden
alimenticio acudiendo a otras estructuras productivas
diseñadas específicamente por la división del trabajo. El
mercado se crea por la concurrencia de una red de
manufacturas y mercaderías cada vez más especificada y
ampliada por la división del trabajo. El campesino ya no
tejerá su camisa sino que la comprará en establecimientos
mercantiles que son la última fase, el remate comercial ele
1 0 — MARIO CASTRO ARENAS

una pirámide de producción especializada. Así el granjero,


el carpintero, el herrero, al igual que el obrero de la fábrica
de textiles de Birmingham se inscribieron en la estructura
de la división del trabajo, percibiendo los frutos corres-
pondientes. La división del trabajo rescató al agricultor del
primitivismo de su estructura feudal productiva y lo
instaló progresivamente en la modernidad industrial. El
simple cambio de modo de producción provocó una
revolución económica y social
El propósito cardinal de Smith fue establecer que el
trabajo es la fuente más sólida y genuina de la riqueza de
las naciones. Pero un trabajo organizado con técnicas
productivas de rango científico y eficiencia pragmática.
En las rudas sociedades patriarcales, la riqueza se medía
por el número de cabezas de ganado o la extensión de las
tierras. Los metales fueron la base del trueque. Entre los
espartanos, el hierro fue el valor de cambio; el cobre, entre
los romanos del imperio; y el oro y la plata midieron la
riqueza de las naciones a partir del siglo XVI.
Con la amenidad didáctica de un profesor de econo-
mía, Smith revisa la influencia del oro y plata extraídos de
las minas americanas en el siglo XVI. Destaca el econo-
mista inglés que el descubrimiento de los yacimientos
mineros del Nuevo Mundo redujo a cerca de un tercio el
valor del oro y la plata en los mercados de Europa. Es
posible que la caída del valor del oro y la plata americanos
se debiera principalmente a que el oro era exiguo en
Europa por esos tiempos. Portugal empezaba a explotar
sus minas del Oriente y Africa , pero la entrada masiva de
los metales preciosos del Nuevo Mundo a Europa aumen-
tó la oferta. Adam Smith es muy perspicaz en señalar la
diferencia entre precio real y precio nominal Sin embargo,
en el caso del oro y plata de América no toma en cuenta
que los españoles que transportaban los metales preciosos
a Europa no valorizaban el costo de la mano de obra
indígena que los extraían, sin percibir salarios, bajo el
régimen esclavista de la mita. Otro fenómeno importante
no analizado por Adam Smith es que el oro y la plata y en
general la riqueza acumulada por los españoles produjo
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - -• 1 1

una gran inflación en España, inflación que repercutió en


Europa, al concentrarse en pocas manos una enorme
capacidad adquisitiva para la compra de bienes. A todo
esto se añadieron las especulaciones financieras de los
banqueros genoveses en el otorgamiento de créditos a la
corona española para cubrir el costo de las fuerzas de
ocupación (mercenarios) en los Países Bajos, Ñapóles,
Milán y otros estados italianos.
Adam Smith tiene una visión crítica del mercado de
metales preciosos en la formación de la riqueza de las
naciones europeas en los siglos XVI y XVII. Por relatos de
viajeros europeos, el francés Frezier y el español Antonio
Ulloa, estaba al corriente de la depreciación del oro y la
plata no solamente por fluctuaciones de precios en el
mercado europeo, sino, también, por tributos aplicados a
los conquistadores, como el quinto del rey que luego bajó
a décimo del rey, pero que redujo las ganancias de los
explotadores de las minas. Su análisis lleva a la conclusión
que el trabajo es superior al valor de ios metales preciosos
como fuente de la riqueza de las naciones. "Una gran
abundancia de minas de piedras o metales preciosos
añadiría poco a la riqueza del mundo. Un producto cuyo
valor se origina principalmente en su escasez resulta
degradado cuando proliféra. Así se podría comprar una
vajilla de plata y otros adornos frivolos para el vestido y
el mobiliario con una cantidad menor de trabajo o de
mercancías: en esto radicaría la única ventaja que eí
m u n d o cosecharía merced a dicha abundancia. "A. la
incertidumbre del valor ele los artículos de oro y plata,
fabricados, como joyas, ornamentos y mercadería suntua-
ria y frivola, en el potencial ele la riqueza de las naciones,
acompaña otros elementos de análisis que expresan en
términos generales el escepticismo de Smith por el predo-
minio de las materias primas en general corno cimiento de
una riqueza estable y sólida de las naciones. El cuero del
ganado vacuno, la lana de las ovejas o el cáñamo de la
India impulsaron diversos segmentos productivos de la
primera revolución industrial, creando fuentes de riqueza
con apoyo de máquinas y tecnologías novedosas. Sin
1 2 -— MARIO CASTRO ARENAS

embargo, la confianza de Smith radica no propiamente en


ia materia prima, cuyo precio es altamente coyuntural y
varía con las oscilaciones nerviosas del mercado (entonces
no existía la sustitución en laboratorio de las materias
primas). Para Smith es el valor agregado del hombre, vale
decir su creatividad como inventor de máquinas, su
capacidad en el diseño de la distribución del trabajo, y
sobre todo el trabajo racional y eficiente del ser humano, la
causa eficiente de la riqueza de una nación. Más aún, el
factor humano plasmado en mano de obra antecede a la
máquina y a la materia prima. El razonamiento de Adam
Smith es profundamente humanístico, al contrario de lo
que suponen algunos despistados detractores. Su huma-
nismo procede de las fuentes ideológicas del Siglo de las
Luces. Es conocido que en Ginebra trabó amistad con
Voltaire; y en París conoció a otros miembros del grupo de
los enciclopedistas, al igual que a los padres del pensa-
miento fisiócrata Turgot y Quesnay. Su contacto con los
enciclopedistas franceses produjo una fecunda osmosis
ideológica desparramada en "La riqueza de las naciones",
en 1776. Sin embargo, Adam Smith no es un ideólogo
como pudiera serlo, verbigracia, Voltaire, ni se propuso
escribir un catecismo doctrinario, mucho menos construir
un modelo de sociedad ideal, como Tomas Moro o
Harrington. Además de los enciclopedistas, en París
compartió su estada con el filósofo liberal británico David
Hume, secretario de la embajada inglesa. Pero su voluntad
pedagógica resulta ajena al proselitismo doctrinario. No
p u d o impedir que "La riqueza de las naciones" sea
asumida hasta nuestros días como la biblia del liberalismo
económico y que su tesis sobre la economía política, yazga
en la trama de la sociedad capitalista.
Carlos Rodríguez Braun advierte: "es curioso que con
frecuencia que Adam Smith sea caracterizado como la
imagen del capitalismo salvaje desconsiderado y brutal. El
primero que se indignaría ante semejante descripción
sería, sin duda, él mismo, que después de todo un profesor
de moral y que se preocupó siempre por las reglas éticas
que limitan y constriñen la conducta de los seres humanos.
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO 13

La base de su teoría es la simpatía y el amor propio.


Dentro de cada persona hay un "espectador imparcial"
que juzga la medida en que las medidas son beneficiosas
para el individuo o para su entorno". Ciertos apologistas
del neoliberalismo se aferran a la referencia a "la mano
invisible del mercado" para deducir que aconseja prescin-
dir de regulaciones estatales en la economía , exaltando la
regula áurea del mercado como supremo valor de la
economía, prescindente de preocupaciones humanísticas o
sociales metaeconómicas. Aunque conservó un apoliticis-
mo moderado, Smith, un moralista por encima de todo,
zahirió al empresario codicioso y arbitrario con estas pala-
bras: "El interés de los empresarios siempre es ensanchar
el mercado pero estrechar la competencia. La extensión del
mercado suele coincidir con el interés general, y solo
puede servir para que los empresarios, al elevar sus bene-
ficios por encima de lo que naturalmente serían, impongan
en provecho propio un impuesto absurdo sobre el resto de
sus compatriotas. Cualquier propuesta de una nueva iey o
regulación comercial que provenga de esta categoría de
personas debe siempre ser considerada con la máxima
precaución, y nunca debe ser adoptada sino después ele
una investigación prolongada y cuidadosa sino también
con el máximo recelo. Porque provendrá ele una clase ele
hombres cuvos intereses nunca coinciden exactamente con
los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en
engañar e incluso oprimir a la comunidad, y que de hecho
la han e n g a ñ a d o y oprimido en n u m e r o s a s oportu-
nidades" .
Adam Smith estaba al tanto de las especulaciones y
acaparamientos de los comerciantes de granos y cereales y
de cómo se las ingeniaban para reducir la competencia o
presionar para el dictado de regulaciones que le entregaba
el control de los mercados. Una cosa era la "mano invi-
sible" que ajustaba el juego libre de la oferta y demanda, y
otra cosa "la mano demasiado visible" de los especula-
dores, que desnaturalizan la e libertad de las fluctuaciones
económicas con aranceles proteccionistas, o prefabricada
presión tributaria. En el siglo XVIII, y en nuestro tiempo,
14 MARIO CASTRO ARENAS

lo que parecen muchas veces coacciones estatales a la


economía libre son, en realidad, iniciativas de empresarios
p r i v a d o s a la b ú s q u e d a de beneficios excluyentes.
Proviniera de empresarios o del Estado, Smith se oponía a
los monopolios productivos y comerciales. Critica los
errores de España en el siglo XVI al cerrar el mercado de
las colonias americanas. Las limitaciones productivas de
España y Portugal para abastecer con sus fábricas la
demanda de tejidos de hilo los obliga a abastecerse en
Francia, Flandes, Holanda y Alemania, revendiéndolos
como mercadería de Iberia. Simulacro de protección de la
fachada monopolista del establishment español que
beneficiaba, en verdad, a países a los que les vedaba
acceso directo a los mercado americanos .
Lo que más enaltece la imparcialidad de tratadista de
la economía son sus comentarios contrarios al monopolio
de la corona británica del comercio de sus colonias de
América del Norte, monopolio tan falso y nefasto como el
español y el portugués. Los fabricantes alemanes de
tejidos de hilo enviaban la mercadería a Londres para que
desde allí se despachara a las colonias norteamericanas.
Para comprar tabaco de Virginia, los comerciantes de
Hamburgo estaban prohibidos, por una maleza proteccio-
nista inglesa, de adquirirlo directamente de la colonia sino
obligadamente a través de Londres, "Es evidente que a
primera vista -razona Smith- el monopolio del enorme
comercio de América parece naturalmente una conquista
de máximo valor. Ante los ojos miopes de la necia ambi-
ción parece un objetivo deslumbrante por el cual luchar
entre la confusa arrebatiña de la política y la guerra. Pero
precisamente el rutilante esplendor del objetivo, la inmen-
sa grandeza del comercio, es lo que hace que su mono-
polio resulte perjudicial, lo que hace que una inversión,
por naturaleza necesariamente menos ventajosa para el
país que el grueso de los demás, aborba una proporción
del capital mucho mayor de lo que sucedería en otra
circunstancia desde el establecimiento de la Compañía
Inglesa de las Indias Orientales, por ejemplo, los habi-
tantes de Inglaterra no sólo han quedado apartados de ese
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO 15

comercio sino que debieron pagar en el precio cié los


bienes de la compañía que consumían no sólo los
beneficios extraordinarios que la empresa cosechaba como
consecuencia de su monopolio, sino todo el derroche
extraordinario que el fraude y el abuso, inseparables del
manejo de una compañía tan g r a n d e , debieron
necesariamente ocasionar/' Smith era manifiestamente
antimercantilista al estilo de Colbert.
Asombra la modernidad del tratado de economía
escrito por Adam Smith, especialmente cuando expone la
naturaleza y funciones del capital, desde el modesto
aporte del capital del pequeño comerciante y granjero
hasta las emisiones de moneda y letras de cambio del
Banco de Inglaterra (fundado en 1694 por una ley del
Parlamento) y el capital global de una sociedad. A partir
del capítulo titulado "De la división del capital" hasta el
titulado "De la naturaleza, acumulación y empleo del
capital" procede al desmontaje de las formas proteicas que
diversifica el capital en la Europa del siglo XVIII . Habla
del capital circulante, del capital fijo, de la fusión continua
y dinámica de capital circulante y capital fijo: " la parte del
capital del granjero asignada a los instrumentos ele la
agricultura es capital fijo; la invertida en salarios y manu-
tención ele sus sirvientes es capital circulante; el capital
global de cualquier país o sociedad es el mismo que
poseen todos sus habitantes o miembros y por tanto se se
divide naturalmente en las tres secciones, cada una de las
cuales tiene una función o papel específico". Por primera
vez se menciona la diferencia, y al mismo tiempo la vincu-
lación., entre el dinero circulante en el mercado interno y el
valor total del esfuerzo productivo y de consumo que se
refleja en el producto interno bruto anual que gracias a él
circula". En otras palabras, por primera vez maneja el
concepto de producto interno bruto como un índice
imprescindible para la fijación de la riqueza de una nación,
su meta, en última instancia. "La riqueza de todo país y su
poder en la medida en que el poder depende de la riqueza
estará siempre en proporción al valor de su producto
16 ~ ~ MARIO CASTRO ARENAS

anual/ el fondo del cual se pagan lodos los impuestos. La


meta de la economía de cualquier país es incrementar la
riqueza y el poder de una nación, en términos reales. No
debería por tanto otorgar preferencia o estímulo superior
al comercio exterior de consumo sobre el comercio interior/
ni al comercio de tránsito sobre ninguno de los otros dos...
cuando la producción de cualquier rama concreta de la
economía supera a la demanda del país, el excedente debe
remitirse al exterior, y ser intercambiado por algo por algo
para lo que exista una demanda en el país/'
Por donde se le observe, el pensamiento de Adam
Smith posee una visión que se proyecta a los esquemas de
la economía contemporánea. Analiza minuciosamente la
economía arcaica del trueque de mercadería primaria ; la
economía colonial asentada en la explotación de metales
preciosos y materias primas. Disecciona las debilidades de
los modelos económicos del pasado para avanzar, paso a
paso, a la exposición de las características de la economía
inglesa de la primera revolución industrial, cimentada en
el uso y acumulación del capital. A su juicio, la riqueza de
las naciones reside en la racionalización del trabajo
productivo. Sin embargo, simplemente Smith expone: no
recomienda éste o aquel modelo económico. No polemiza;
más bien elude la controversia. Se circunscribe al rol que
ha elegido: ser el espectador de la evolución de los mode-
los económicos desde la antigüedad hasta su presente, es
decir el siglo XVIII, en la alborada de la primera revo-
lución industrial inglesa. Existen, por supuesto, postu-
lados tácitos de las ventajas del capitalismo como
resultado pragmático de la racionalización de modos de
producción, división del trabajo, creatividad tecnológica.,
desarrollo económico interno y desarrollo económico
externo. En esta dirección, ataca sus antítesis económicas,
esto es los monopolios, los mercados cerrados, el protec-
cionismo arancelario y propugna un comercio interna-
cional basado en la apertura de los mercados despojados
de barreras arancelarias. Adam Smith fue un economista
del siglo XVIII que escribió para los siglos XX y XXI.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • •1 7

El moralista Smith
Antes de la publicación de "La riqueza de las
naciones", Adam Smith dio a conocer en 1759 otra obra
que expresa sus ideas sobre la ética del ser humano a
escala individual y a escala social. Si sólo hubiera escrito
"La Teoría de los Sentimientos Morales", Smith se
inscribiría en la filosofía moral europea como discípulo
dieciochesco de los estoicos romanos"™ Séneca y Marco
Aurelio - y como continuador de una corriente más
moderna de pensadores representada por Locke, Hobbes
y Hume. Sin mengua de la influencia de sus predecesores
ideológicos, lo que privilegia intelectualmente al moralista
Adam Smith es el economista Adam Smith. En otras
palabras, existen vasos comunicantes entre "La Teoría de
los Sentimientos Morales" y "La Riqueza de las Naciones".
A contrapelo de lo que sostienen sus exégetas liberales del
siglo XX, su obra no es un alegato deshumanizado sobre
la preponderancia del mercado y el libre comercio. Por el
contrario, Adam Smith tuvo muy presente el impacto
social y moral que puede sobrevenir por la instrumen-
tación de las reglas económicas ele la división del trabajo y
la acumulación del capital. Como Locke, admira el
esfuerzo personal del empresario privado y reconoce el
derecho a buscar el interés lucrativo. "No hay duda ele que
cada persona"- dice- es, por naturaleza, la primera y la
principal recomendada para procurarse su propio cuido y
ella está en mejor disposición de resguardar su bienestar
que lo que podría hacer otra persona. Ninguno por lo
general se propone originariamente promover el interés
público , y acaso ni siquiera conoce cómo lo fomenta
cuando no abriga tai propósito. Cuando (actúa) sólo busca
su propia ganancia; pero en éste, como en muchos otros
casos, es conducido por una mano invisible, a promover
un fin que nunca tuvo parte de su intención. No es contra
la sociedad el hecho de que este laudable fin deje de ser
por todos premeditado, porque, siguiendo cada particular
por un camino justo y bien dirigido, las miras de su propio
interés promueve el común con más eficacia, a veces, que
cuando de intento piensa promoverlo directamente". Hay,
1 8 -~~ MARIO CASTRO ARENAS

pues, dos manos invisibles: una mano, la mano económica,


equilibra los movimientos económicos libremente, sin
monopolios ni mercados cerrados; la otra mano, la mano
moralista, busca el interés común, al estimular el creci-
miento económico con el valor agregado social de más
puestos de trabajo y mejores salarios. El moralista que
nunca abandonó al economista le alertó de las consecuen-
cias de la idolatría del rico y el desprecio al pobre: "La
disposición a admirar, y casi adorar, al rico y al poderoso y
a despreciar o al menos menospreciar a las personas
pobres y de medios limitados, aún cuando sea necesaria
para establecer y para mantener la distinción de jerarquías
y el orden social, es a su vez la causa más grande y uni-
versal de la corrupción de nuestros sentimientos morales".
Antepone la primacía de la sabiduría y virtud como un
estoico romano a la riqueza y la grandeza material. El
empresario no debe perder de vista los valores morales; se
degrada si su meta es egoístamente utilitaria. Adam Smith
reprobó los abusos de los terratenientes ingleses del siglo
XVIII y vio en la modernización de la técnicas productivas
una nueva era de bienestar para los campesinos paupe-
rizados de Escocia e Irlanda. Presintió que la industria-
lización podía acarrear las mismas o mayores calamidades
a las falanges de trabajadores de la industria textil si se
perdían de vista los paradigmas que él alentaba como
filósofo preocupado por la dignidad ética del hombre
pobre. "Las sociedades no pueden subsistir si sus miem-
bros están prontos a causarse daño. En el momento que
comienzan los ataques y los daños, en el momento en que
resurgen el resentimiento y la animadversión mutuas,
todos los lazos se rompen y los diferentes miembros que la
componen parecen disiparse y alejarse por la violencia que
engendra su falta de afecto. Si existiese una sociedad de
ladrones y asesinos (¿intuición de las novelas de
Dickens?), ellos deben • - al menos - abstenerse de robarse
y asesinarse mutuamente. La beneficencia , por tanto, es
menos esencial para la existencia de la sociedad, que la
justicia. La sociedad p u e d e subsistir, aunque o de la
manera más confortable, sin beneficencia; pero cuando
EL L I B E R A L I S M O •• EL P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O • '1.9

prevalece la injusticia la sociedad necesariamente se


destruye". Esto escribió el moralista casi veinte años antes
que el economista. Pero el economista no abdicó de sus
principios primigenios de filósofo moral. Al contrario de
ello, ética y economía se acoplan en su obra de madurez.
"La Riqueza de las Naciones" no es sinónimo de los ricos
de las naciones. Adam Smith concibe la riqueza como un
resultado social , como producto de la racionalización de
las fuerzas del trabajo y el capital en la prosperidad
general de una sociedad. No hay atisbos en su pensamien-
to de la formulación de recetas para consolidar el poderío
económico de Inglaterra para lanzarla a la hegemonía
imperialista del siglo XIX. Desde el punto de vista econó-
mico Adam Smith, es antiimperialista. Así lo demuestra en
el análisis retrospectivo de las economías de las potencias
europeas del siglo XVI, en el que subraya con acidez los
errores en los que incurrieron los imperios de España y
Portugal al priorizar los metales preciosos y cerrar a
piedra y lodo los mercados de las colonias americanas,
engañándose a sí mismos al exportar paños ingleses como
si fueran fabricados en España. Como antes indicamos, le
refriega a Inglaterra los desaciertos de su manejo en el
intercambio comercial con sus colonias y casi justifica la
independencia de Norteamérica como parte de su derecho
de buscar autonomía económica. Recomendó la apertura
de ios mercados internacionales, avizorando los beneficios
de la globaiizaeíón comercial. Postuló una economía libre,
de aranceles tan bajos que estimularan un intercambio sin
desigualdades ni barreras; una economía sin subsidios ni
proteccionismos arancelarios. Preconizó, en resumen, la
economía del futuro.
Otra muestra de la modernidad intelectual de Adam
Smith son sus reflexiones orientadas sobre el rol del
Estado en la educación de la clase trabajadora, plantea-
miento escandalosamente insólito para su época. Sostiene
que "la educación del pueblo llano requiere quizás más la
atención del estado en una sociedad civilizada y comercial
que la de las personas de rango y fortuna... con un gasto
muy pequeño el estado puede facilitar, estimular e incluso
20 MARIO CASTRO ARENAS

imponer sobre la gran masa del pueblo la necesidad de


adquirir esos elementos esenciales de la educación. El
estado puede facilitar esa adquisición estableciendo en
todas las parroquias y distritos una pequeña escuela
donde los niños puedan estudiar pagando una tasa tan
moderada que incluso un trabajador común sea capaz de
pagarla".
"El conocimiento es el poder" había dicho antes
Bacon, con adelanto de siglos. Al diseñar la estructura de
la nueva sociedad industrial, atribuye Smith al trabajo
racionalizado importancia suprema en la riqueza de las
naciones. La riqueza será más sólida y más a cubierto de
distorsiones si se educa al niño, si se rescata de la igno-
rancia a las masas de campesinos irlandeses y escoceses. El
trabajador educado con una buena formación humanística
y con habilidades para m a n i p u l a r las m á q u i n a s del
desarrollo industrial coadyuvará a la auténtica riqueza de
las naciones. Tal es uno de los mensajes vigentes del
economista que extrajo lecciones positivas de los desa-
ciertos y arbitrariedades de los monarcas y príncipes de la
antigüedad en materia de absolutismo comercial para
forjar una economía industrial moderna en la que la
libertad económica y la ética social se equilibraran hasta
donde se pudiera para proteger al pobre de la riqueza de
los poderosos y a éstos de la incomprensión hostil de loe
gobiernos.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO 21

GENESIS D E L L I B E R A L I S M O

INGLATERRA
Los tratadistas b r i t á n i c o s , s o r p r e n d e n t e m e n t e ,
aceptan las dificultades del rastreo de los orígenes
históricos del pensamiento liberal, Harold Laski va muy
lejos en tal empeño y cree ver asomos de adhesión o
repulsa doctrinaria, desde Maquiavelo hasta Calvino,
desde Lutero hasta Copérnico, desde Enrique VIII hasta
Tomás Moro, desde Pascal hasta Bacon. En la evolución
del liberalismo, a su juicio, participan elementos religiosos,
económicos, políticos y filosóficos. P a r t i e n d o de la
naturaleza heterodoxa del luteranismo y el calvinismo
ante la ortodoxia católica, Laski distingue trazas de
liberalismo en la Reforma Protestante. Es conocido que el
sociólogo moderno Max Weber atribuyó a la ética del
protestantismo, a la libre predestinación y a su confor-
midad con el lucro que conduce a la riqueza, la raíz del
capitalismo moderno, viéndose esta tesis derribada por los
suelos con la irrupción de la economía libre de mercado en
Corea del Sur, Singapur, China Continental y otras nacio-
nes de credo budista o de marxistas laicos. Achacar-
tendencias liberales a las tendencias heterodoxas, a ios
cismáticos del absolutismo de variada ¡jiel urbi et orbi
resulta una asignación temeraria. Por lo general, las hete-
rodoxias engendran rápidamente ortodoxias dogmáticas
para la subsistencia de su institiicionalidad, El cristianis-
mo brotó como un cisma de la ortodoxia judía. Y el protes-
tantismo fracturó la dogmática católica romana y luego se
sub di vi el i ó en credos nacionales de nombre propio.
Considerando que también existen cismas y confron-
taciones entre budistas, musulmanes, y aún entre ios
agnósticos y los ateos, resulta prudente evadir la conno-
tación religiosa del liberalismo para no incurrir en un
rompecabezas doctrinario sin punto de salida, Laski llega
finalmente al convencimiento que las iglesias y credos
desregulados tienden a la hostilidad contra los cismáticos
incubados en su seno. Hasta en asuntos políticos, la
2 2 -— MARIO CASTRO ARENAS

búsqueda de protagonistas de ciertas postura de libera-


lidad más personal que de secta aconseja moderación en
el rastreo de antecedentes. Si no se frena a los investiga-
dores de las fuentes del liberalismo acabarían poniéndole
la etiqueta liberal a Sócrates. Aristóteles, Cicerón, Séneca,
Marsilio de Padua, Guillermo de Ockham, Siger de
Brabante, Giordano Bruno, Grocio, Spinoza, Montesquieu,
Voltaire, Diderot, de la misma manera que ciertos trata-
distas buscan las raíces del comunismo en los espartanos
de Licurgo, los profetas del A n t i g u o Testamento,
Campanella, Moro, los incas y cuanto hay más o menos
con asomos de colectivismo en la viña del Señor.
La Carta Magna de Inglaterra
Podríamos convenir en que el proceso histórico de
lucha por las libertades públicas y privadas empieza en
Inglaterra en los siglos XI, XII y XIII, como consecuencia
de los conflictos permanentes típicamente feudales entre
los barones y los monarcas. A partir del siglo XI, los
señores feudales ingleses se organizaron para defender
mecanismos legales que sirvieran de contrapeso a la brutal
hegemonía monárquica. Con perspectiva histórica se
pueden rastrear los intentos pioneros de la nobleza inglesa
encaminados a la morigeración del poder de los monarcas
por derecho divino. En ese afán apreciaremos una pionera
carta de libertades jurada por el rey Enrique I en el año de
1100 al momento de suceder a su hermano Guillermo II,
comprometiéndose a regirse por leyes antiguas de los
tiempos de Eduardo el Confesor y Guillermo el Conquis-
tador. Posteriormente, Esteban de Blois asumió compro-
misos ante la baronía vigilante mediante dos nuevas cartas
de 1135 y 1136. Sin embargo, lejos de disiparse, cíclica-
mente se endurecía el clima de confrontaciones entre los
barones y los monarcas, cada vez que un rey pretendía que
los terratenientes financiaran sus aventuras guerreras con
p e s a d a s cargas t r i b u t a r i a s . Tras este legado desdi-
chadamente consuetudinario del régimen monárquico, los
barones juraron desatar la guerra civil y atacaron los
castillos del rey. El Arzobispo de Canterbury estaba en
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 23

desacuerdo con el apoyo del Papa Inocencio III al


monarca de la Casa Plantagenet, y se sumó a las banderas
antimonárquicas. Fue así que los barones, la iglesia y los
habitantes de Londres aprovecharon las desastrosas
consecuencias de la derrota de Juan Sin Tierra, hermano
del legendario Ricardo Corazón de León, en Francia para
imponerle la Magna Carta Libertatum, o Carta Magna,
redactada en latín. Pero Juan Sin Tierra ciertamente había
aprobado a fortiori los artículos de la Carta Magna, razón
por la cual, sintiendo que se habían cercenado sus poderes,
escribió al Papa quejándose que le habían obligado a
poner su sello real al documento que le presentaron los
barones en la pradera vecina a Windsor. Juan Sin Tierra
logró reunir una hueste de soldados mercenarios franceses
y de cortesanos incondicionales, encarnizándose en el
saqueo y pillaje de las tierras de sus adversarios, Su
resistencia fue estéril, Juan quedó sin tierra y sin corona.
Lo depusieron finalmente los señores feudales, recono-
ciendo corno soberano a su hijo Enrique HI, ele nueve años
de edad, Inglaterra plantó ante la Europa de la Edad
Media su voluntad histórica de no permitir el ilimitado
despotismo de ios monarcas, construyendo instituciones
políticas para equilibrar la estructura del poder,
La Carta Magna de Inglaterra se reconoce como el
texto precursor de los derechos individuales de todos ios
tiempos, algo así como el acta bautismal de los derechos
de la persona humana en el mundo occidental., tanto en lo
referente a garantías procesales sobre la libertad cuanto a
lo relativo a garantías de la propiedad privada y obliga-
ciones tributarías. En la Carta Magna se estipulan las
garantías individuales básicas adoptadas hasta hoy por
los textos constitucionales de los regímenes democráticos.
Entre ellas figura la garantía que, desde entonces, esta-
blece que ningún hombre libre podrá ser detenido o
encarcelado o privado de sus bienes, ni puesto fuera de la
ley ni desterrado o privado de su rango de cualquier otra
forma, ni usaremos de la fuerza contra él ni enviaremos a
otros que lo hagan, sino en virtud de sentencia judicial de
sus pares y con arreglo a la ley del reino. Los 63 artículos
2 4 • — MARIO CASTRO ARENAS

de la Carta Magna de las Libertades de Inglaterra, adopta-


dos el 12 de junio de 1215. abarcan una amplia gama de
dispositivos, algunos muy coyunturales sobre herencias,
testamentos, matrimonios y divorcios, tutores, pagos de
intereses sobre deudas acumuladas de los señores feudales
y otros tópicos característicamente medievales. Hay un
curioso artículo ilustrativo sobre intereses usurarios de la
época: "Si alguien que haya tomada prestada una suma de
dinero a los judíos, muriese antes de haberse pagado la
deuda, su heredero no pagará interés alguno sobre esta
mientras sea menor de edad, sea quien fuere la persona a
la que daba la posesión de sus tierras. Si la deuda viniese a
parar a manos de la Corona ésta no recabará mas que la
suma principal indicada". Igualmente la Carta dispone la
devolución de tierras, castillos y bienes a quienes se les
haya arrebatado sin legítimo juicio de sus pares. Asimismo
el histórico documento reconoce privilegios, libertades y
franquicias a la ciudad de Londres, tanto por tierra como
por mar. Por otro lado, se acumula la construcción de
derechos económicos contra los abusos de la monarquía,
y en general se implantaron frenos a las restricciones a la
libertad de circulación por territorio inglés. Bajo el reinado
de Eduardo I, el 5 de noviembre de 1297, la Carta Magna
se amplió, pero el rebrote de arbitrariedades estaba lejos
de reconocerla como una conquista estable, no obstante el
dispositivo que fijó que veinticinco barones harían
cumplirla en forma integral.
En la Carta Magna subyace un tácito reclamo de
cogobiemo, que trasunta la vocación participativa de la
baronía feudal en la deliberación y aprobación de leyes y
normas reguladoras del reino que los afectan directa o
indirectamente. Los señores feudales rechazan el mono-
polio del poder de decisión de los monarcas de las
diversas dinastías inglesas. Exigen que se les tome en
cuenta en la toma de decisiones, sobre todo en los asuntos
que les atañen. El preámbulo de la carta se refiere a "todos
ante Dios", una invocación que engloba a reyes, duques,
condes, barones, arzobispos, obispos, abades, jueces,
gobernadores forestales (foresters), corregidores (sheriffs),
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO • • 25

mayordomos (stewards) y a todos los vasallos y hombres


libres. Cristaliza en la Carta Magna el ensayo de el witan o
witenagemot de los reyes medievales y también la Curia
Regís, el consejo real que sirve de órgano consultivo del
monarca. Son los antecedentes de la. creación del Parla-
mento inglés, que institucionaliza la representación de las
clases sociales y que, progresivamente, modera, regula,
una por entonces muy novedosa coparticipación política
europea.
Pero a períodos de convivencia siguieron períodos de
alteración en la difícil coexistencia entre la Corona y el
Parlamento. Así se presentó la situación a la muerte de
Isabel de Inglaterra cuando subió al trono Jacobo I, el
primer rey Estuardo de Inglaterra, y se entabló una guerra
abierta entre Corona y Parlamento. El conflicto se
agudizó con el advenimiento al poder del rey Carlos I,
quien adoptó la temeridad de casarse con una francesa,
hija del rey francés Enrique IV, católica para agravar la
discordia, la reina Enriqueta María. Antes intentó casarse
con la infanta española María Ana, hija de Felipe III. Los
protestantes interpretaron la boda real como un acto de
provocación al credo de las mayorías inglesas. El conflicto
se elevó a niveles más críticos cuando Carlos I disolvió
por tres veces el Parlamento, gobernando por más de una
década, sin ningún tipo de contrapeso político. El monarca
tuvo manos libres entonces para exigir mayores contri-
buciones económicas a los subditos, sobre todo para finan-
ciar guerras con los tradicionales rivales de Inglaterra.
Volvió a presentarse esta sofocante coyuntura con
ocasión de ía contienda de Carlos I de Inglaterra contra
Francia y España. Para sufragar los gastos bélicos, el
monarca inglés se sintió en la necesidad de convocar a
dedo al Parlamento, es decir a lo que él denominó el Parla-
mento Largo, con miembros leales escogidos por su doci-
lidad. No demoró el Parlamento en oponerse a los
partidarios de Carlos í. Según Frederich A. Hayek, Carlos I
intentó nacionalizar la industria del carbón, pero deses-
timó el proyecto al temer que podía originar una rebelión.
La arremetida hostil de los señores feudales a los privi-
2 6 — MARIO CASTRO ARENAS

legios de diversa índole reaparece corno una vulneración


al derecho común y la libertad de los ciudadanos. Anota
Hayek que en esa coyuntura los ingleses aprendieron que
el control de la producción significa la creación de privi-
legios, sean éstos públicos o privados.
En el análisis de este período decisivo de la evolución
de las instituciones políticas inglesas, debemos enfatizar el
significado histórico- social de la rebelión encabezada por
el parlamentario Oliver Cromwell. Este áspero, intran-
sigente puritano, que no fue un señor feudal ni un corte-
sano pegado a la monarquía sino el autodidacta hijo de un
modesto funcionario, se perfiló como símbolo del nuevo
líderazgo de una incipiente clase media emergente de
funcionarios e intelectuales. Cromwell rompió la bipolari-
dad histórica rey - señor feudal, introduciendo una especie
de Tercer Estado como una cuña para abrir espacio propio
en la estructura feudal de la sociedad inglesa. Algo precoz
e insólito en la Europa del siglo XVII, todavía sometida a
las estructuras hegemónicas del poder monárquico.
Cromwell disolvió el Parlamento por intentar reponer en
el trono a Carlos I y para dominar el poder sin controles,
depuró la cámara y nombró legisladores subordinados, y
de este parlamento manipulado personalmente por él
obtuvo la votación para declararlo reo de alta traición y
ordenar su ejecución en 1649. El derrocamiento sangriento
de Carlos Ï expresó no sólo el drástico cambio ele las
relaciones de poder de la sociedad inglesa sino también la
aparición de una nueva clase social que rechazó tanto el
absolutismo político monárquico como las desmesuras cíe
la gran propiedad feudal, preludiando lo que acontecería,
un siglo después con la Revolución Francesa. Después de
consolidarse en los campos de batalla, Cromwell proclamó
la República, como alternativa al absolutismo monárquico,
pero implantó otro autoritarismo con otro nombre. Para
fortalecer los cimientos de la república, el sedicente Lord
Protector organizó un nuevo ejército, New Model Army,
que obtuvo victorias resonantes contra España, conquis-
tando Jamaica. Otra medida de tipo nacionalista fue el
Acta de Navegación, que impidió el atraque de buques
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • ?!/

extranjeros en puertos ingleses que transportaran mercan-


cía cuya materia prima no produjera el país. La revolución
de Cromwell sacudió Europa en niveles diversos, ya
políticos, ya comerciales. Introdujo en el siglo XVII un
tipo de régimen político dotado de características que,
siglos más tarde, rehabilitarían el bonapartismo francés y
el fascismo italiano y español. Disciplina militar, identi-
ficación religiosa con el puritanismo y subordinación al
jefe, fueron los elementos de esta combinación de
militarismo populista.
Sin embargo, tras la muerte de Cromwell, se desva-
neció el proyecto republicano inglés, pero continuó
vigente el Parlamento como fuerza de presión contra el
autoritarismo monárquico.
Como contrapeso a las desmedidas exigencias econó-
micas del rey, el Parlamento (Cámara de los Lores y
Cámara de los Comunes), la Revolución Inglesa forzó la
aprobación de dos leyes de blindaje de la libertad econó-
mica y la libertad individual: la Petición de Derechos, el
Bill of Rights y la Ley de Modificación del Habeas Corpus,
raíces del pacto social del liberalismo de todos los tiempos.
La Petición de Derechos surgió como resguardo de
las conquistas de la Carta Magna, amenazadas cada 'vez
que un soberano inglés llegaba al trono y sentía el
cosquilieo de la tentación totalitaria. El 7 de junio de 16?.8
se estableció, como refrendo a la ley Ctaíutum de Tallagio
non concedendo de Eduardo I, que "ningún tributo a
ayuda impondrán el Rey o sus herederos en sus dominios,
sin la voluntad y asentimiento de arzobispos, obispos,
condes, barones, caballeros, burgueses y otros hombres
libres". Asimismo dispone la Petition of Rights que a
ninguna persona se le obligaría a hacer contra su voluntad
ningún préstamo al Rey, porque tales préstamos eran
contra razón y contra las libertades ciel país; y por otras
leyes de este reino está provisto que a nadie se le debe
gravar con n i n g u n a carga o imposición, llamada
Benevolencia, o con carga parecida, por virtud de cuyos
estatutos antedichos y otras buenas leyes y estatutos de
2 8 •— MARIO CASTRO ARENAS

este país, sus subditos han heredado esta libertad de que


no se les debe obliga a contribuir a ningún impuesto,
tributo o ayuda parecido, que no se fije por común consen-
timiento en Parlamento''.
Reitera asimismo la Petición de Derechos la obliga-
toriedad de usar el debido proceso judicial para encarcelar
o desposeer de sus bienes y libertades a los subditos
ingleses, ya fijados por la Carta Magna, como una muralla
parlamentaria de protección jurídica al reciclaje frecuente
del despotismo monárquico. A todas luces se aprecia que
el Parlamento nació en Inglaterra como un órgano de
control a lo que habían sido poderes irrestrictos para
imponer gravámenes o cesión de derechos de propiedad
privada y detener a los adversarios sin juicio ni sentencia
judicial.
La defensa de la libertad de la persona y la protección
de la propiedad privada se concibieron no separadamente
sino como un todo en las pioneras leyes inglesas, al igual
que el principio de ningún hombre (o monarca) está sobre
la ley. Este legado histórico fue recogido por John Locke en
el "Ensayo sobre el gobierno civil" como si fuera una
fuente del derecho natural, pero, exi verdad, pertenece a
los anales de las luchas históricas del Parlamento inglés en
el siglo XVIII contra la omnipotencia monárquica.
Por otro lado, la Ley de Modificación del Habeas
Corpus de Inglaterra de 1679, aprobada un año después de
la original ley de Habeas Corpus, bajo Carlos II, obedece
al propósito de cerrar los posibles vacíos o lagunas proce-
sales para la tramitación y ejecución del recurso. Así,
verbigracia, dispone la ley de modificación que cuando
una persona sea portadora de un "habeas corpus", diri-
gido a un "sheriff", carcelero o cualquier otro funcionario
a favor de un individuo puesto bajo su custodia, y dicho
"habeas corpus" se presente ante funcionarios o se le deje
en la cárcel, quedan obligados a manifestar la causa de
esta detención a los tres días de su presentación (a no ser
que la prisión se m o t i v a d a por traición o felonía
mencionada inequívocamente en el "warrant"). El plazo
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO -• 9.9

de tres días rige solamente en el caso de que el lugar de la


prisión no diste más de veinte millas del tribunal. Si
excede de las veinte millas hasta cien millas el plazo será
de diez días y veinte días si pasa ele cien millas. También
se estipula en esta ley que ninguna persona puesta en
libertad por un "habeas corpus/' puede ser detenida de
nuevo por el mismo delito.
Este nuevo y revolucionario procedimiento del
Habeas Corpus, matriz ideológica del liberalismo histó-
rico, reprimió el autoritarismo contra la libertad individual
al obligarse las autoridades a que la persona detenida
fuera sometida al discernimiento de un juez a los efectos
de determinar la procedencia o improcedencia de la
detención, de su traslado de prisión en prisión y procurar
el resarcimiento de daños y perjuicios en casos de trans-
gresiones de las normas legales. El Parlamento aprobó el
Acta de 1679 o ley de modificación bajo el reinado de
Carlos II para proteger a los ciudadanos de abusos corrien-
tes de la época en materia de encarcelamientos sorpresivos
e insólitos. Carlos II repitió los errores de su padre Carlos
I • • cerrar el Parlamento y legislar en solitario, reprimir las
garantías i n d i v i d u a l e s y saturar las contribuciones
económicas sin control parlamentario • • hasta su muerte
en 1685,
La sucesión de Jacobo renovó el enírentamiento entre
el Rey y el Parlamento, estirándolo ai borde de un conflic-
to de características más radicales que las anteriores que
coagularía en la Revolución Gloriosa, que selló el nuevo
status de la monarquía constitucional "Las corrientes parla-
mentarias se unificaron en la redacción de un documento
fundamental, la Declaración de Derechos o Bill of Rights,
de 1689, condición sine qua non impuesta a Guillermo de
Orange, yerno de Jacobo, para su arribo al poder. En el
dilema de continuar su vida de exilado perpetuo en
Holanda o someterse al nuevo status de un Parlamento
que derrocaba y decapitaban reyes, Guillermo de Orange
asumió la estrechez de su campo de maniobras y no vaciló
en aceptar la nueva realidad inglesa, que tal vez no corres-
pondía a sus estrictos ideales monárquicos, pero que la
3 0 — MARIO CASTRO ARENAS

historia real escribía a contracorriente de sus apetencias


políticas.
El Bill of Rights, remate jurídico del movimiento
parlamentario que gestó el Habeas Corpus y la Petición de
Derechos, fundamenta retrospectivamente en el preám-
bulo las tropelías perpetradas por los gobiernos abso-
lutistas de los Estuardos Carlos II y Jacobo II "con la
ayuda de malos consejeros, jueces y ministros nombrados
por él, se esforzó en subvertir y proscribir la religión
p r o t e s t a n t e y las leyes y libertades de este Reino;
usurpando y ejerciendo el poder de dispensar de las leyes
y aplazar su entrada en vigor y su cumplimiento, sin el
consentimiento del Parlamento; encarcelando y procesan-
do a varios prelados que, respetuosamente, le solicitaron
que les excusara de prestar su consentimiento a la usur-
pación de este poder; ideando y patrocinando la creación ,
bajo la autoridad del Gran Sello, de un Tribunal denomi-
nado Tribunal de Delegados para las causas eclesiásticas;
cobrando en beneficio de la Corona, ciertos tributos, bajo
la excusa de una s u p u e s t a prerrogativa, para otros
períodos y en forma distinta de la que habían sido votados
por el Parlamento; violando la libertad de elegir a los
miembros del Parlamento; considerando que en ios
últimos años personas corrompidas, partidistas e inhabili-
tadas, han sido elegidas y han formado parte de jurados, y
que, especialmente, personas que no eran propietarios
libres han intervenido corno jurados en procesos por alta
traición". Los considerandos no fueron mera retórica
legalista sino que constituyeron capítulos medulares ele la
historia negra del monarquismo despótico condenado a
desparecer con una partida de defunción firmada por el
representante de una nueva monarquía regulada por el
Parlamento. Así fue que Guillermo y María, príncipes de
Orange, se comprometieron a declarar la ilegalidad de los
actos de sus antecesores en suspensión de leyes aprobadas
por el Parlamento; de cobranzas de impuestos so pretexto
de prerrogativas reales, sin consentimiento del Parla-
mento; del derecho de los subditos a presentar peticiones
al Rey y ser encarcelados a causa de ellas; de imponer
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • • 31

tribunales para causas eclesiásticas; del reclutamiento o


mantenimiento de un ejército en tiempo de paz, sin visto
bueno del Parlamento; de la libre elección de los miembros
del Parlamento; de que las libertades de expresión,
decisión y actuación no pueden ser juzgadas ni investi-
gadas por otro tribunal que el Parlamento.
Manos de arzobispos y abogados escribieron el Bill of
Rights, como una nueva y ampliada carta magna regu-
ladora de la libertad religiosa y el equilibrio de poderes
entre el Rey y el Parlamento. El sentido pragmático de los
ingleses los instó a complementar el Bill of Rights con la
Toleration Act, que en d e t r i m e n t o de los católicos
batiéndose en retirada concede a los protestantes, derechos
y libertades de cultos públicos, abrir escuelas y de ingreso
a todas las funciones públicas; la Triennal Act que limitó a
tres años la duración del Parlamento, impidiendo que el
Rey convocara a una asamblea a la medida de sus inte-
reses. En 1695 el Parlamento votó una libertad de expre-
sión que comprendía a libelos y pasquines satíricos y
estimuló la creación de diarios y revistas a finales del siglo
XVIII.

ideólogos de la Revolución inglesa


Terratenientes, abogados, comerciantes, clérigos,
poetas, escritores, periodistas, economistas, filósofos
contribuyeron a la reconstrucción del sistema absolutista y
a la construcción de la Revolución Inglesa. Pero ésta no
fue producto de la prédica teórica previa de pensadores
inconformistas como Montesquieu, Voltaire o Diderot
dirigida a crear las condiciones para el estallido de la
Revolución Francesa. El paso del absolutismo monárquico
a la democracia parlamentaria fue el fruto pragmático ele
una legislación work in progress que fue haciéndose y
rehaciéndose según lo iban demandando ios abusos de los
monarcas y las reacciones del Parlamento. Las arbitrarie-
dades de los reyes mermaban las tierras privadas de los
señores feudales. Los abusos de los monarcas reducían los
emolumentos de los abogados imposibilitados de sacar a
un cliente de la prisión o ejercer la defensa de los límites
32 MARIO CASTRO ARENAS

de los campos de cultivo de un terrateniente porque se


carecía de mecanismos legales para que un juez dentro de
u n plazo establecido decidiera la anulación de un
encarcelamiento o la autenticidad de una escritura.
Los publicistas, por un comentario satírico o una
caricatura, podían dar con sus huesos en una cárcel
simplemente por la denuncia de un sicario de la monar-
quía amparado en un juez venal. En resumen, mientras no
existiera un cuerpo de leyes acatado e instrumentado
debidamente por el Parlamento, la arbitraria omnipotencia
del Rey se desencadenaba sobre los subditos del reino a su
sola voluntad.
Los caprichos de monarcas tornadizos y frivolos,
transfigurados en normas de gobierno, insultaron la inte-
ligencia de los ingleses hasta que se decidieron a ponerle
tope. Lo hicieron sin cambiar el sistema monárquico, pero
contraponiéndole regulaciones. Lo hicieron creando un
constitucionalismo de cepa monárquica. Lo hicieron
modelando un sistema de checks and balances, mediante
el cual el Parlamento era el órgano de fiscalización y
aprobación definitiva de las leyes. Sin el consentimiento
del Parlamento, nada se podía. Con el consentimiento del
Parlamento, todo se podía, dentro de la ley El Rey ya no
fue una figura sacrosanta e intocable. El rey ya no fue el
depositario único de las leyes divinas solamente a él
reveladas y entregadas a él para su libérrima interpre-
tación. Ya no estaba por encima de la ley civil. Por el
contrario, debía regir sus actos por las leyes que elaboraba
y hacía cumplir el Parlamento. Con el barroquismo ele sus
ceremonias anacrónicas, con las chaquetas de raso de sus
cortesanos, con sus carrozas afiligranadas, con la ficción de
estar en el gobierno pero sin gobernarlo, la monarquía
inglesa salió del museo de figuras de cera estuardianas y
se adecuó a los nuevos tiempos, regida por un aristócrata
holandés, para, literalmente, ya no volver a perder la
cabeza.
Harold Laski reconoce que "se patentiza el cambio en
los ensayos de Bacon, a principios del período, a la ligera
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — - 33

facilidad de Swift y Addison, a fines del mismo. Pasa del


misticismo conmovedor de Vaughan y Crashaw, a través
del tono religioso, como de órgano, de Milton a la arrogan-
cia de Pope. La sociedad puede todavía admitir una
distinción rígida de clases. Pero el gran hombre de ciencia
como Newton, el gran hombre de letras como Milton o
Dryden, el gran pensador como Locke, empiezan a tener
una autoridad independiente de la corte o el protector".
Empíricos de raza como son los ingleses, concibieron
el nuevo régimen de monarquía constitucional o de
parlamentarismo con unos cuantos retoques de pintura de
fachada monárquica, como consecuencia de una transac-
ción política entre whigs (liberales) y tories (conserva-
dores). Como sostiene Ranke, la revolución inglesa del
siglo XVII fue una revolución aristocrática, a diferencia de
la revolución francesa eminentemente popular. El monarca
era el enemigo común. A los señores feudales les arre-
bataba tierras y los flagelaba con i m p u e s t o s . A los
pequeños propietarios, comerciantes, abogados, burgueses
en general, les podían encarcelar sin derecho a una
mínima asistencia legal. Por estas circunstancias de
exacciones y agravios, el control de los monarcas no res-
pondió a premisas teóricas, a un cuerpo de ideas racional-
mente antimonárquico, sino a necesidades prácticas de
buen gobierno. La tercería cromwelliana fue demasiado
lejos en materia de arbitrariedad.es y puniciones; y, al final
de cuentas, la República, fue el nombre de una. especie cié
Monarquía sin rey, o de un rey sin corona, una nueva
forma de despotismo, con un dictador plebeyo de cabeza
dura, amarrado a un ejército implacable. Tal vez por esa
experiencia irrepetible, por este conato adelantado de
bonapartismo y de fascismo, los dictadores no fertilizan en
Inglaterra hasta el día de hoy.
Salvo los discursos que pudieron conservarse en las
actas del Parlamento, o diario de los debates, no hubo en
la Inglaterra convulsionada del siglo XVII un gran alegato
fundamentalmente parlamentarista, una obra teórica
rigurosa en la que se expusieran la sustentación de los
principios del régimen parlamentario. Contrario a ello,
3 4 — MARIO CASTRO ARENAS

algunos pensadores ingleses se escurrieron por los reinos


de la utopía. En "La República de Oceana" ("The
Commonwealth of Oceana") de James Harrington (1611 •
1677), aristócrata y amigo personal de Carlos I a quien
acompañó al patíbulo, se propone la existencia de un
Senatus Consulta elegido por sufragio directo, inspirado
en el gran consejo de Venecia y en el Senado de Roma-
Pero "Oceana", más que un discurso parlamentarista, es
un viaje por el reino etéreo de la utopía. Busca la sociedad
ideal de justicia y de distribución igualitaria de la tierra
como la "Utopía" de Tomás Moro. Se aparta del empiris-
mo político típicamente británico. El nombre de Oceana
es el disfraz fantástico de una Inglaterra que recibe una
constitución idealista de manos de un legislador irreal y
magnánimo llamado Olphaus Megaletor. Desde la publi-
cación de la obra en 1656, se murmuró que Harrington
quizás vio en Cromwell una aproximación del gobernante
ideal de Inglaterra y que el sujeto de nombre extravagante
no es otro que el mismo Oliverio, tan ajeno a deliquios
utópicos. Sin embargo, esas deducciones pro republicanas
son contrapesadas por un pensador que no abdicó de su
concepción de una aristocracia natural y una división de
clases sin convulsiones sociales. Para Harrington, el poder
político radicaba en la propiedad en general y de la
propiedad agraria en particular. Pero la propiedad de la
tierra no es una apología ai feudalismo, sino del comu-
nismo ya que lo que el autor propugna es la división de la
tierra en parcelas de un rendimiento de dos mil libras
esterlinas anuales para bloquear la concentración del
poder agrario en pocas manos, siguiendo la línea de Moro.
Hay quienes creen que Harrington se anticipó a Marx en la
noción de que la infraestructura política crea la super-
estructura política. Pero no queda duda que el aristócrata
in gles apuntaba a objetivos divergentes a los de Marx, ya
que habla de equilibrios de poderes político y no acepta
nada análogo a una concentración de poder político a
través de una dictadura de clase. Hay contradicciones y
ambigüedades que Harrington intentó aclarar en polémica
con Hobbes, pero se quedó como uno más de los utopistas
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • •••• 3 5

ingleses de su generación. La invocación de Harrington a


un pasado recargado de poesía histórica tuvo que resul-
tarle un producto político insufrible a un pragmático
recalcitrante como Cromwell, que ordenó se recogiera de
la imprenta la edición de "Oceana". Gracias a la
intervención de una de las hijas del dictador, la obra pudo
circular, pero con una dedicatoria grandilocuente a
Oliverio.
Francis Bacon (1561-1626), aunque fue Canciller del
Reino en el reinado de Jacobo I, y burócrata de alto nivel al
servicio de los Estuardos, tuvo, también, un momento de
arrebato utopista y escribió "La Nueva Atlántida" (Nova
Atlantis). Bajo la innegable influencia de los viajes de
Colón y los navegantes españoles y portugueses del siglo
XVI, Bacon relata un viaje imaginario que parte de las
costas del Perú y se adentra en el Océano Pacífico en busca
de la nueva Atlántida, que sitúa como isla intermedia
entre Japón y China. Es una extravagancia geográfica que
explorara la Atlántida navegando por el Pacífico. El fin
propuesto de la novela utópica de Bacon, publicada en
1627 después de su muerte, fue encomiar una civilización
desconocida, una sociedad ideal, de leyes avanzadas
dictadas por los legisladores y gobernantes en la Casa de
Salomón, dedicada al estudio de las criaturas de Dios. Pero
el instituto tiene, no obstante su cariz hebraico, y poco cié
teología cristiana. Está concebida la utopía como si fuera
una fundación científica dedicada a investigar las proba-
bilidades del ser humano de inventar máquinas que le
permitieran volar corno las aves y navegar por el fondo
del mar. Filósofo a caballo entre la época isabelina (se le
imputó la autoría de las obras ele William Shakespeare) y
el ocaso de la monarquía estuardiana, Bacon es el precur-
sor de un audaz racionalismo científico de cepa renacen-
tista que anuncia una nueva era en la que el derecho
divino del gobierno de los reyes estaba condenado a su
amputación o a su reajuste. Las dimensiones audaces del
pensamiento de Bacon se deducen de la lectura de su obra
fundamental "Novum Organum" (1620). "Conocimiento
y poder humano vienen a ser lo mismo"escribe Bacon,
3 6 ••— MARIO CASTRO ARENAS

trascendiendo los límites de su tiempo para avizorar lo


que advendría en el siglo XX. "...la figura capital de la
filosofía del Renacimiento en Inglaterra fue un pensador
que se opuso conscientemente al aristotelismo, y no en
nombre del platonismo o de la teosofía, sino en nombre
del progreso científico y técnico al servicio del hombre. El
valor y la justificación del conocimiento, según Francis
Bacon, consiste, sobre todo en su aplicación y utilidad
práctica; su verdadera función es extender el dominio de
la raza humana, el reino del hombre sobre la naturaleza.
En el Novum Organum, Bacon llama la atención sobre los
efectos beneficiosos y prácticos de la invención de la
imprenta, la pólvora y la brújula que" han cambiado la faz
de las cosas y el estado del mundo; la primera en la litera-
tura, la segunda, en la guerra y la tercera en la navega-
ción" expresa Frederick Copleston, s u b r a y a n d o la
modernidad del pensamiento del filósofo inglés. La posi-
bilidad de entender la revolución de la ciencia requería
revolucionar previamente el conocimiento, estructurando
una revolución del lenguaje y cambiar así los tópicos
pensantes tradicionales. Probablemente, otros pensadores
del siglo XVI avistaron antes de Bacon el cambio revolu-
cionario científico inherente al descubrimiento de Amé-
rica, que afectaría la astronomía, la geografía, la climato-
logía, la ingeniería, la botánica, la geopolítica. Pero pocos
pusieron el énfasis de Bacon en la necesidad de una nueva
teoría del conocimiento, comprendiendo cambios filosó-
ficos, lingüísticos y cosmológicos, vale decir un "novum
Organum", un nuevo órgano de comprensión de la nueva
realidad que se abrió a los fascinados, aunque algo
incrédulos, ojos de los hombres de los siglos XVI y XVII.
La toma de posición baconiana supuso la anulación de los
lugares comunes de los sistemas de raciocinio de la Edad
Media. La escolástica, el dogmatismo religioso, la teología,
sostenidas en principios revelados y en un empirismo
primitivo de deducciones, constreñían la exploración
científica y por ende debían ceder el espacio. Había que
borrar del intelecto los errores y lugares comunes de la
tradición, los "ídolos" reverenciados y repetidos mecáni-
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - -37

camente: los "ídola tribus, los ídolos de la tribu, de la


colectividad aprehendidos por los sentidos primarios en
forma rústica( el sol gira alrededor de la tierra, el universo
es plano); los "idola specus", los ídolos de la caverna,
obtenidos de las rutinas de la educación, lecturas, tempe-
ramento, nociones fosilizadas sin crítica ni investigación
en la madriguera subjetiva de la formación espiritual: los
"idola fori", esto es los ídolos o iconos de la plaza del
mercado inducidos por errores del lenguaje unilateral y
empobrecedor de sus connotaciones semánticas; y los
"idola theatri", los iconos del pasado, conceptuados como
los sistemas filosóficos que son meras representaciones
artificiales, carentes de realidad científica.
Una visión del mundo derivada de la monarquía de
los Tudores y los Estuardos era arrasada por el pensa-
miento de Bacon, acaso sin que el autor de la propuesta de
cambio estuviera conciente del significado iconoclasta del
cambio. Las proposiciones del Novum Organum propug-
naban la modificación ele las premisas políticas, desde los
ídolos de la tribu a los ídolos del escenario ideológico, de
la monarquía feudal. Así lo interpretó, siglos después, el
Diccionario soviético ele filosofía, al presentar a Francis
Bacon casi como heraldo del materialismo dialéctico. "En
cuanto al desarrollo del materialismo filosófico • • reza el
diccionario soviético - • Bacon, en primer lugar reestabledó
la tradición y llevó a cabo- • desde ese punto de vista •• -
una re valorización de las teorías filosóficas pasadas; exaltó
el materialismo griego de los primeros tiempos y puso al
descubierto ios errores del idealismo", fín resumen, el
proyecto de reforma de las ciencias, denominado Instan •
ratio Magna, pretende abolir la silogística de Aristóteles y
aplicar nuevos métodos de lógica inductiva, pero no se
detiene en los confines académicos de la filosofía sino que
avanza al campo de las ciencias políticas, corno lo expresa
el Diccionario soviético que lleva aguas a su molino,
redefiniendo al pensador renacentista como un materia-
lista en contraposición al idealismo de la escolástica
aristotélica. Hay quienes distinguen serias contradicciones
en la vida y la obra de Francis Bacon, abogado del reino
3 8 — MARIO CASTRO ARENAS

acusado de soborno, funcionario apologético de la monar-


quía y a la vez exegeta de la modernidad política. En esa
lid de cuestionamientos ad homine acabaríamos negando
o minimizando a Platón por haber sido consejero del
tirano de Siracusa y a Aristóteles, como mentor intelectual
del imperialismo de Alejandro Magno.
El poeta y ensayista inglés John Milton (1608-1674)
experimentó en carne propia los acaecimientos traumá-
ticos de la transición del autoritarismo monárquico al
parlamentarismo y su obra en prosa transparenta las
convulsiones políticas de la Inglaterra del siglo XVIL No
evadió las responsabilidades sociales de su época y se
definió tajantemente en la guerra civil contra la monarquía
de Carlos I y a favor del régimen parlamentario al que
sirvió como secretario de asuntos exteriores en el gobierno
de la Commonwealth. Con la llegada de la Restauración
de Carlos II, fue condenado a prisión por su fervor parla-
mentario. Existe un manojo de escritos sobre temas
mezclados de política y religión que acentúan su figura de
libre pensador, aunque no tiene la magnificencia literaria
del "Paraíso perdido" de 1667 y "La agonía de Sansón" de
1671, o el notable Soneto a Shakespeare de 1630. Supo
desdoblarse, sin embargo, para dejar una escritura que nos
importa por su carácter testimonial sobre el debate de su
tiempo. "Reformas a la disciplina de la Iglesia en Ingla-
terra" , la "Razón del gobierno de la Iglesia" de 1641- 1642,
"Doctrina y disciplina del divorcio" de 1643 , "Sobre la
educación" de 1644, "El ejercicio de la magistratura y el
reinado" de 1649 y el "Tratado de poder civil en causas
eclesiásticas" de 1659 muestra la versatilidad del poeta
para reflexionar sobre asuntos de diversa naturaleza de la
existencia inglesa del siglo XVII, en la que política y
religión formaban un haz inextricable, en la que ser
miembro de la iglesia nacional, ser puritano o ser católico
entrañaba mucho más que un compromiso estrictamente
intelectual y podía ser el limes entre la persecución o la
cárcel, la vida o la muerte.
De estos textos se yergue, al través de los siglos y las
contingencias políticas, la célebre "Areopagítica" de 1644,
EL L I B E R A L I S M O •• EL P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O — • • 3 9

que enfoca uno de los problemas medulares de la repre-


sión monárquica de las libertades públicas y privadas. Tan
importante es en el siglo XVII determinar quién gobierna,
si la Monarquía o el P a r l a m e n t o , cuanto definir el
horizonte, estrecho o abierto, de la libertad de expresión.
Redactado como un alegato ante el Parlamento para que
desaparezcan las restricciones a la libertad de prensa, la
"Areopagítica" es un himno en prosa a la libertad de
expresión en todos los tiempos. Milton no concibe la liber-
tad de publicar diarios o libros sin censura ni requisitos de
aprobación civil como una conquista meramente política.
Concibe la libertad como una virtud inherente a la natura-
leza humana, como un don de Dios, pero, asimismo, la
represión representa una ofensa a la dignidad humana.
Una de las frases más citadas y significativas de la
Areopagítica es ésta: "Quien mata un hombre mata a una
criatura pensante, que ha sido creada a semejanza a Dios;
pero quien destruye un buen libro mata a la razón misma,
mata la imagen de Dios mismo. Mucho hombres viven
atribulados, pero un buen libro es la sangre preciosa que
da vida al alma inmortal que ha sido conservada y
cuidada para que dure más que la vida...por lo tanto
deberíamos tener cautela con el nivel de persecución que
generamos en contra del trabajo de los hombres públicos;
deberíamos cuidarnos de derramar una vida humana que
ha sido conservada y cuidada en los libros; ya que
consideramos que esto constituiría una especie de
asesinato que crearía mártires y que, de extenderse a la
totalidad de la vida humana, sería una masacre".
Cuando la libertad de expresión se conculca o desa-
parece, equivale a un "paraíso perdido". Y cuando res-
plandece en el horizonte inglés es un "paraíso recupe-
rado". Milton formuló el alegato en el Parlamento Trienal,
tratando de convencer a los legisladores de Cromwell a
que retiraran el decreto Permisos de Impresión que
estipulaba que no se imprimiera ningún libro, folleto o
papel que no hubiera recibido permiso previo de una junta
de censores. Exhortaba a los parlamentarios puritanos a
que aceptaran las discrepancias, con tolerancia y ecuani-
40 MARIO CASTRO ARENAS

midad, y que aprendieran a distinguir la adulación corte-


sana del elogio sincero, la crítica veraz de la insidia
política. La iglesia compartía la represión de la República
de Cromwell, aunque por distintos móviles. "Deberíamos
tener cautela con el nivel de persecución que generamos
contra del trabajo de los hombres públicos y cuidarnos de
derramar una vida humana que ha sido conservada y
guardada en los libros; ya que consideramos que esto
constituiría una especie de asesinato que crearía mártires y
que, de extenderse a la totalidad de la palabra escrita, se
convertiría en una masacre; de ahí que la ejecución no
termina con la matanza de una vida elemental, sino que
con la matanza de la quintaesencia del ser, del hálito
mismo de la razón, destruyendo un alma inmortal más
que una vida". A primera lectura podríamos tener la
impresión que el poeta Milton estaba melodramatizando
la defensa de la libertad de expresión, empleando palabras
patéticas como asesinato, masacre, matanza. Lo que
explica la tensión extrema del discurso miltoniano es el
afán de convencer a los parlamentarios republicanos • •
cabezas duras en toda la extensión de los vocablos
ingleses del siglo XVIÏ- a i m p e d i r que la censura
eclesiástica y civil siguiera guillotinando la libertad de
expresión, obligando a que, para aprobar la impresión de
un libro, se exigiera cinco autorizaciones o imprimatur "
con venias t o n s u r a d a s " . Tengamos en cuenta que la
libertad de expresión es un antiguo reclamo de la sociedad
inglesa que cristaliza en el Bill of Rights como una de las
conquistas básicas de la Gloriosa Revolución de 1689. En
1695, el Parlamento llegó a aprobar la libertad total de
expresión que deroga las restricciones y censuras a libros y
folletos, extendiéndose a periódicos y libelos, gracias al
apoyo intelectual del gran poeta. En la "Areopagítica" de
1644, Milton expresó un anhelo del alma inglesa que
demoró medio siglo en lograr la plena institucionalización,
porque sin la libertad para imprimir, razona el poeta, no se
habría p r o d u c i d o cabalmente la Revolución Inglesa.
Inglaterra se adelantó en varios siglos en el rescate y
consolidación de una doctrina libertaria arraigada, desde
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • 41

entonces, en la trama profunda de la cultura occidental.


Voltaire, que muy joven fue huésped involuntario de las
ergástulas de París por sus comentarios ácidos sobre la
monarquía francesa, regresó de Inglaterra, prodigando
elogios a la libertad de expresión como resultado del
espíritu de tolerancia de los gobernantes británicos a las
divergencias políticas.
Si John Locke y Thomas Hobbes protagonizaron el
enfrentamiento teórico frontal entre parlamentaristas y
monarquistas, Algernon Sydney y Robert Filmer, aunque
en cierto tono menor, representaron también la confron-
tación dialéctica de las dos corrientes políticas inglesas del
siglo XVII. Algernon Sydney( 1622-1683) registró reper-
cusión en la Revolución de Estados Unidos contra Ingla-
terra y se les reputa como uno de los padres fundadores de
la unión americana por su defensa del gobierno como
emanación del derecho natural. Se formó intelectualmente
en el seno de una familia aristocrática. Su padre fue el
Conde de Leicester, un diplomático que había reunido
una gran biblioteca de clásicos de historia, filosofía y
religión y le acompañó a Dinamarca y Francia en la
adolescencia, donde conoció a Hugo Grotius o Grocio,
entonces representante de Suecia ante la corte francesa. En
su hogar respiró política desde la niñez. Entre 1645 y 1648
se desempeñó corno gobernador ele Chichester, gober-
nador de Dublin y Teniente General de Caballería en
Irlanda. Fiel a una vocación en parte heredada a su padre,
Sydney se incorporó al Parlamento Largo, llamado así
porque duró once años, destacándose en el tratamiento de
temas de economía y política exterior. La fogosa actividad
parlamentaria lo situó en el centro de una vorágine
traumática: contra sus deseos personal, fue nominado
miembro de la comisión encargada de enjuiciar al contro-
vertido rey a Carlos I. Votó por la deposición y enjuicia-'
miento del monarca, pero se opuso a su ejecución
demandada por los puritanos fanáticos de Cromwell. Los
principios republicanos de Sydney no concordaban con el
republicanismo iconoclasta del Protector. Se retiró a su
mansión solariega poco antes que se definiera la suerte del
4 2 •—• MARIO CASTRO ARENAS

desgraciado monarca. Cayó en desgracia hasta la muerte


del Protector. A la caída de Ricardo Cromwell, hijo del
Protector, luego del frustrado segundo capítulo de la
República, Sydney reasumió su curul y fue elegido en 1659
miembro del nuevo Consejo de Estado. Más adelante
desempeñó funciones diplomáticas, encontrándose en
Suecia cuando aconteció la Restauración de Carlos II.
Viéndose en medio del fuego cruzado de los partidarios de
Cromwell, que lo despreciaban como si fuera un desertor
de la causa republicana, y de los favoritos políticos de la
corte, que lo denigraban como uno de los responsables de
la ejecución de Carlos I, partió al exilio, agitándose en
planes conspirativos en Alemania, Italia, Suiza, Holanda y
Francia. Más de una vez emprendió tentativas para regre-
sar sigilosamente con apoyo de agentes antimonárquicos;
sus adversarios le respondieron con atentados contra su
vida. Sydney estaba marcado por los monarquistas,
resentidos por su intervención en el juicio a Carlos I. En
1677 se le permitió el retorno a Inglaterra. Se entregó a los
negocios familiares, pero siguió conspirando, apasionado
por el destino político de su país. Intentó cuatro veces sin
éxito volver al Parlamento. Ño cesó de mantener reunio-
nes secretas con representantes diplomáticos extranjeros,
entre ellos el embajador francés Barillon, señalado por su
apoyo financiero clandestino a políticos ingleses del
partido whigs en formación, S3'dney entre ios primeros,
para aplicar la máxima divide y vencerás a tu rival. El
complot de Rye House se generó por el temor de los whigs
que Carlos II, alentado por su hermano católico Jacobo, se
proponía restaurar el absolutismo monárquico para desva-
necer las conquistas políticas arrancadas a los reyes desde
la Charta Magna. A u n q u e Carlos II dimitió ante el
Parlamento en 1681, una ala radical de los whigs consideró
su asesinato, ante la posibilidad de que retuviera el poder
a través de leyes manipuladas. Sydney participó proba-
blemente en el devaneo de esa salida, por lo que fue
detenido y encerrado en la Torre de Londres. Rencoro-
samente, los estuardianos rechazaron las gestiones de
familiares y colegas para salvarle la vida. No obstante que
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 4 3

no se descubrieron pruebas concretas de su implicación en


el complot y que los jueces recurrieron a aventurar hipó-
tesis sobre la base de sus escritos políticos para descifrar
alguna ingerencia en el complot para asesinar al rey.
La presunta evidencia de su beligerancia regicida
estaba supuestamente en la escritura de su obra política,
señaladamente en sus "Discourses concerning Govern-
ment" (Discursos sobre el gobierno), una lúcida refutación
del "Patriarca or the Natural Power of Kings" de Sir
Robert Filmer, apología del derecho divino de los reyes,
escrita en respuesta al Leviatán de Hobbes. La obra de
Sydney fue editada después de su muerte. Sin embargo, la
policía requisó una copia del manuscrito original redac-
tado entre 1680 y 1683, y la usó como dudosa evidencia de
la complicidad en el complot de los whigs radicales contra
el monarca inglés.
Es recomendable una lectura comparativa de los
"Discourses concerning Goverment" de Sydney y el
Patriarca de Filmer, lo mismo que las obras ele Hobbes y
Locke, para apreciar panorámicamente la dialéctica ideo-
lógica del siglo XVÏI inglés. Filomonárquico a ultranza,
Filmer falleció en 1653 (no se conoce la fecha del naci-
miento), dejando un legado de folletos de defensa de la
monarquía hereditaria que fue conocido, más allá del
ámbito familiar, recién en 1680, Mientras Hobbes recri-
mina el empleo ele las fuentes ele la Biblia corno modelo de
gobierno ad peddem íitteratae, Filmer se recuesta en la
doctrina de teólogos medievales corno el Cardenal
Belarmino para insistir en que las Sagradas Escrituras
transmiten la autoridad de Dios en el discernimiento de
privilegiar el poder político de la monarquía. Sostiene en
esa dirección: "Voy a examinar el argumento usado por el
Cardenal Belarmino, y es el único argumento que puedo
utilizar como prueba de la libertad natural del pueblo.
Dios es quien da y ordena el poder mediante la Escritura,
pero Dios no lo ha otorgado a una persona particular
porque por naturaleza todos los hombres son iguales. Para
ampliar este razonamiento de la igualdad de los hombres
por naturaleza me auxilio en las palabras de Belarmino.
44 • MARIO CASTRO ARENAS

No solamente Adán sino todos los patriarcas que le


sucedieron por derecho de paternidad, tienen autoridad
real sobre sus criaturas. Lo que hicieron los patriarcas fue
dotado con poderes de reyes y así como Adán fue señor de
sus criaturas, así estos hijos fueron puestos para comandar
a sus propios hijos, pero subordinados a sus padres. No
alcanzo a ver cómo los hijos de Adán, o cualquier otro
hombre, podrían estar libre de la sujeción a sus padres. Y
esta sujeción a los padres es la fuente de toda la autoridad
real por orden de Dios, de lo que se sigue que el poder
civil en general viene por institución divina." Por su
apelación a los patriarcas, se conoce su doctrina como
patriarcalismo.
Sydney, no tan ceñido a la teología como Filmer, en
sus reflexiones, no excluye a Dios como fuente de autori-
dad, pero no circunscribe la autoridad a una casta o fami-
lia sino la generaliza a todos los hombres virtuosos:
Platón, Aristóteles, Hooker y otros, puedo decir, en resu-
men, son hombres sabios que se dirigen a los más sabios,
mejores y valientes hombres ubicados en los oficios donde
la sabiduría, virtud y valor son exigidos. El sentido común
así nos lo enseña corno podemos leer en las Escrituras.
Cuando Dios llevó al pueblo a la guía de Moisés, Josué,
Samuel y otros, los dotó con las virtudes y gracias que se
requieren para el recto cumplimiento de sus deberes.
Por otro lado, Sydney, como los principales pensa-
dores políticos ingleses del siglo XVII, no se oponía a la
monarquía como fórmula de gobierno válida sino a que la
monarquía unipersonal y absolutista fuera la única opción
política. Adelantándose a Rousseau, concibió el gobierno
como p r o d u c t o de un contrato social con el pueblo,
asistido de derechos para elegir la forma más conveniente
de gobierno: "Dios le deja al hombre la elección de la
forma de gobierno y abrogarla si fuera necesario". Insiste
en que es injusto creer que la efervescencia de una nación
para optar por una forma de gobierno debía ser consi-
d e r a d a como u n a rebelión. Enfatizó que las leyes y
constituciones debieran ser sopesadas para definir lo que
resulta más conducente al establecimiento de la justicia y
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 45

la libertad. Filmer, en cambio, conceptuó que el vocablo


pueblo aludía en el siglo XVII a una "masa acéfala" y
como aristócrata temía al poder que podía asignársele a lo
que para sus anteojeras monárquicas era la canalla de
campesinos. Sus críticas al Leviatán de Hobbes enhebra-
ban una visión del mundo regida por el orden jerárquico
de las Escrituras, de las cuales dedujo que Dios al
momento de la creación le dio al hombre soberanía sobre
la mujer y a los profetas soberanía sobre los hijos de Dios.
Siendo el rey el descendiente de los profetas evangélicos,
se le debía obedecer como los primeros humanos obede-
cieron a Adán. No olvidemos que los escritos de Filmer
fueron d e s e m p o l v a d o s , treinta años d e s p u é s de su
redacción, para usarlos como refuerzo doctrinario a la
supuesta primogenitura bíblica de los derechos reales al
presentarse el acceso al trono de Jacobo 1, rey católico
interpretado por los protestantes ingleses como una
amenaza a sus derechos de mayoría religiosa.
El examen de las polémicas inglesas del siglo XVII
identifica la complejidad de los sutiles hilos políticos,
religiosos, económicos que estuvieron, en juego. 'Los
filomonárquicos recurrieron a textos bíblicos para justificar
el poder absoluto de los reyes como un legado ele Dios que
se remontaba a la creación del universo. La amplitud
ecuménica de su argumentación semiteológica involucró
la aceptación de jerarquías tan antiguas y acreditadas
desde la aparición del hombre sobre la faz de la tierra.
Remover al rey representaba romper el orden cósmico, un
pecado mortal difícil de expiar que merecía el cadalso. Sin
embargo, la instrumentación de la doctrina resultaba
específicamente inglesa y unilateralmente protestante. Los
protestantes repudiaban al Papa por ser un príncipe
romano, no por ser el representante de Dios. Rechazaban a
católicos, luteranos y calvinistas por no ser ingleses.
Construyeron una iglesia nacional no subordinada a Roma
porque los reyes no aceptaron que sus obispos no se some-
tieran a los intereses de Inglaterra, sino a los de Roma. Así,
pues, eran antes protestantes ingleses que cualquier otra
cosa y si un rey británico católico como Jacobo pretendía
46 MARIO CASTRO ARENAS

privilegiar a sus correligionarios, lo derrocaban en defensa


de su identidad nacional. Por otro lado, los reformistas de
la monarquía de diversos matices no aspiraron a aboliría
sino someterla al control del Parlamento mediante leyes
puntuales para proteger las garantías constitucionales
individuales y colectivas, balanceando los poderes públi-
cos y desvaneciendo el absolutismo. En resumen, no
fueron librepensadores o ateos materialistas como los
pensadores franceses del Siglo de las Luces sino religiosos
ortodoxos creyentes del Dios de los cristianos. Pero en el
universo de cristianos, eran, primero, miembros de la
Iglesia Anglicana sin un ápice de dudas. Del mismo modo,
crearon la monarquía constitucional como un modelo
político que erradicara los excesos del absolutismo de
origen divino y pusiera la conducción del gobierno en
manos de la sociedad civil representada por el Parlamento,
foro de debate entre whigs y tories, esto es entre liberales y
conservadores, aunque existieron whigs-tories que se las
arreglaron para combinar ambos credos divergentes en la
praxis política. Jonathan Swift fue un periodista whig que
dirigió "The Examiner", órgano periodístico de los conser-
vadores, donde escribió sátiras vitriólicas contra sus
excompañeros de partido. Se pudo decir, desde entonces,
que hay algo de tory en un whig y partículas de whig en
un tory. No olvidemos el caso de Winston Churchill para
ejemplificar mudanzas teóricas por razones pragmáticas
en Inglaterra y en muchas naciones más. Pero no hubo un
caso tan sugerente de cambios pragmáticos del siglo XVIÏ,
cambios suavemente acicalados por la elegancia y la
inteligencia, como el de George Savile, Lord Halifax (1633-
1695). Al contrario de otros teóricos ingleses de la época,
Halifax fue un protagonista destacado de los acecimientos
políticos, como parlamentario y como responsable de otros
cargos políticos. Descendía del rancio abolengo de barones
de nombradía política, como Sir William Coventry y de
Lord Shaftesbury, y su linaje aristocrático, más sus
conexiones con el poder económico y político, promovió
su incorporación a la vida pública. Fue contemporáneo de
John Locke, al que sobrepasó como estadista y político
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - - 4 7

militante, aunque sin su brillantez intelectual. Pero a


Halifax más le interesaron los resultados prácticos que la
teoría política, por la que mostró un sofisticado desdén.
Estuvo en el meollo de deliberaciones sustantivas, por una
y otra razón, tanto en la política interna como en la
externa. Como miembro del Parlamento apoyó la línea
antifrancesa de la Triple Alianza de 1668 y creó una suerte
de cancillería secreta dentro de la cancillería general para
tratar las cláusulas altamente estratégicas del Tratado de
Dover, en el que intervino para negociar los términos de
paz con Luis XIV. El éxito de su misión diplomática fue
rebajado por maniobras de Arlington y Buckingham, para
lucrar con los dividendos políticos personales del arreglo.
En cambio no se regatearon méritos a su participación
parlamentaria en la Test Act (ley ele pruebas) y en la
aprobación de leyes que restringían la presencia política de
ios católicos y encajonaron a los reyes a casarse sólo con
mujeres de religión protestante, Sin embargo, se opuso a la
ley presentada por Lord IJanby, que imponía juramentos
de lealtad a parlamentarios y funcionarios. Por esprit de
finesse, Halifax buscó siempre el término medio como
lubricante de las negociaciones y le r e p u g n a r o n los
extremismos fanáticos. La ironía destellaba en su oratoria
parlamentaria. Lanzaba sarcasmos contra las graneles
palabras del vocabulario político porque algunas veces
solían encubrir propósitos prácticos subalternos. Confiaba
en las personas; pero era escéptico ante la grandilocuencia
retórica. Fue un convencido que las abstracciones políticas
alcanzan valor solamente cuando se materializan en actos
de gobierno. No fue un posseur antiintelectualista, él
mismo era un hombre de ideas forrado en las tradiciones
pragmáticas del espíritu inglés. No permitió que lo
embaucara el doble discurso de los que clamaban libertad
en sus ensayos y panfletos, pero dictaban leyes, al mismo
tiempo, a favor de la censura de prensa. Todavía se
recuerdan y repiten sus frases como máximas políticas: 'Ta
esperanza es una guía equivocada, sin embargo es muy
buena compañía para el camino"; "el miedo nunca debe
ser un a r g u m e n t o porque raras veces contiene algo
4 8 — MARIO CASTRO ARENAS

bueno"; "existe una crueldad acumulada en una variedad


de hombres, sin embargo ninguno ha sido desprotegido
por la fortuna". Más que escepticismo hubo acaso algo de
cinismo realista de aceptar las cosas como son y no como
uno quisiera que ocurrieran en el gran parlamentario cuya
trayectoria política estuvo jalonada por metamorfosis de
un campo a otro, de favorito del rey Carlos a enlace de
Guillermo de Orange, vale decir el cierre y el ajuste de la
crisis inglesa.
¿Fue u n político acomodaticio que cambiaba de
bandera, al ritmo de sus intereses? ¿Fue, más allá de las
banderías políticas, u n estadista comprometido con el
destino estable de su nación? Hay una frase de Halifax
recogida por George Sabine, que induce a pensar esto
último:" Hay una razón natural de estado, una cosa
indefinible basada en el bien común de la humanidad, que
es inmortal, y que en todos los cambios y revoluciones
conserva su derecho original de salvar a una nación cuan-
do acaso la destruyera la letra de la ley". Inevitablemente
las mudanzas de sus posiciones, el mecanismo de apoyar o
atacar a un ministro por circunstancias cambiantes, las
envidias de los nobles que no resistían su inteligencia,
fatigaron a Halifax y desembocaron en un retiro temporal
de la política, encerrándose en la casona familiar de
Rufford Abbey De pronto, con ocasión de la presentación
de Exclusión Bill en la cámara ele los lores, abandonó su
retiro para enzarzarse con su tío Lord Shaftesbury en uno
de los duelos oratorios más memorables de los anales
p a r l a m e n t a r i o s británicos. El rechazo de la ley fue
atribuido por todos los partidos, que lo detestaban en el
fondo, a las intervenciones tremendamente convincentes
de Halifax. Sin embargo, tiempo después, la bancada whig
presentó una petición al rey, demandando su dimisión
para siempre. Volvió a retirarse a la abadía de Rufford a la
búsqueda de oxigenarse, en la campiña inglesa. Cambian-
do para no cambiar, regresó al Parlamento donde por un
año tuvo en sus manos, una vez más, el manejo de los
asuntos públicos. Y así fue desenvolviéndose en el servicio
público por décadas entre elogios y denuestos, entre odios
EL LIBERALISMO •• EL PENSAIVIIENTO POLÍTICO - • • 4 9

y simpatías, sin que en algún momento político se dudara


de su influencia como orador y escritor, para separar o
unir las facciones. El mismo se calificó como un "trimmer"
porque, de acuerdo a la teoría que desarrolló, el clima
inglés es un "trimmer", una adaptación, entre la parte del
m u n d o donde los hombres se asolean y la otra parte
d o n d e se congelan. La iglesia, dijo Halifax es u n
"trimmer" entre el frenesí de visiones de fanáticos y la
letárgica ignorancia de los sueños papistas. Entre sus obras
escritas figuran "A letter to a Dissenter" (Carta a un
disidente) de 1687, que alcanzó seis ediciones; The
Anatomy for an Equivalente, 1688; Maxims found amongs
the papers of te Great Almanzor, 1693. Se ha recogido y
editado su vasta correspondencia y sus obras completas en
1969.
En una de sus obras de mayor significación política
"New Model at Sea", Halifax describe el panorama de las
formas de gobierno con criterio aristotélico. De acuerdo a
su. juicio valorativo, la monarquía absoluta inglesa o
francesa posee la ventaja de aglutinar el poder en una sola
mano en circunstancias que así lo requiere la estabilidad
de la nación, pero tiene en contra su inclinación al abuso y
al. despojo ele la libertad de ios ciudadanos, La República,
asimismo, dota de ventajas importantes a la sociedad civil
desde un determinado punto de vista, pero no tiene
factibilidad porque los ingleses no la. quieren, menos
después de la dictadura de Oliverio Cromwell y sus
palurdos. Más satisfactorias posibilidades ele ecuanimidad
y equilibrio ofrece la monarquía mixta en la que el rey y el
Parlamento comparten el poder en forma balanceada,
dentro del imperio de la ley.
En el primer volumen de esta obra analizamos los
aportes teóricos de Hobbes y Locke, puesto que son los
ideólogos más prestigiosos y conocidos de la monarquía y
el liberalismo del siglo XVII. Para comprenderlos mejor,
para identificar qué recibieron y qué aportaron al proceso
revolucionario británico, resulta pedagógico que ubique-
mos sus obras en el contexto histórico en el que las escri-
bieron, esto es, la primera revolución de 1642-1649,
50 MARIO CASTRO ARENAS

signada por el período de las guerras civiles, y el período


de la Revolución Gloriosa de 1688-1689. Hobbes residió en
Francia como exilado político entre los años 1640 y 1651,
en medio del convulsionado periodo de las guerras civiles.
Su tratado "Elementos de las leyes naturales y políticas"
(1640) , en el que desarrolla teorías mecanicistas afiliadas
al pensamiento de Francis Bacon, Galileo Galilei y René
Descartes, creó una gran confusión sobre su verdadero
objetivo. Había escrito la obra como un asesoramiento
privado al Rey Carlos I en su disputa con el Parlamento,
mostrándose partidario de un gobierno fuerte en el que las
decisiones políticas recayeran en una o pocas manos. La
teoría de la concentración del poder respaldaba al monarca
y adversaba al Parlamento. Sin embargo, los consejeros
monárquicos se alarmaron de que Hobbes deslegitimaba
el origen divino del gobierno de los reyes y justificaba su
autoridad sólo en la necesidad de contener "el estado
natural de guerra", imponiendo un orden jerárquico
derivado del conocimiento científico. Algunos asesores
monárquicos interpretaron la obra como una velada
justificación de una república gobernada por un dictador,
tesis a la medida de las ambiciones de Cromwell. Por otro
lado, los parlamentarios que leyeron su informe a Carlos T,
lo t o m a r o n como u n apologista de la m o n a r q u í a .
Cromwell, que no había leído a Descartes, tampoco lo
entendió y más bien lo observó coa desconfianza y hosti-
lidad. Incomprendido y detestado por todos los sectores
políticos ingleses, "Hobbes se fue a París y allí residió once
años como contertulio de Descartes y Gassendi, en veladas
pacíficas, lejos del t u m u l t o de las guerras civiles,
esperando que la situación favoreciera sus miras políticas
y le garantizara una residencia inglesa sin zozobras.
Monarquista por afinidad a los hechos de la monarquía
antes que a su doctrina religiosa, fue profesor de matemá-
ticas del príncipe que después fue Carlos II , y vivía
entonces en París también como exiliado. Después de su
proximidad a los círculos monárquicos de Carlos II, no
dudaban sus lectores que, luego de las interpretaciones
indebidas, sus obras asumieran el perfil inequívoco de un
exegeta del gobierno del monarca. Sin embargo, siguió fiel
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 5 1

a sus tesis dualistas, mezclas de ciencia y política. Así su


obra capital "Del Ciudadano y Leviatán" (1651) prolongó
y ratificó su convicción sobre el absolutismo del poder
político y, al mismo tiempo, reiteró su rechazo a la
vigencia de libertades individuales por las que venían
luchando los ingleses desde la Carta Magna de 1213, pero
que él conceptuaba lanzarían a la sociedad inglesa a un
estado de guerra permanente. Su monarquismo es ambi-
guo. No menciona la palabra monarquía sino la república
(commonwealth) entendida como comunidad. Una inteli-
gencia como la suya, sustentada en las leyes de la física y
la exactitud de los teoremas matemáticos, no aceptaba
normas idealistas por ser proclives al desorden social
creado por la multiplicidad de la asamblea política, o Parla-
mento. Lo espantó la anarquía de las sangrientas guerras
civiles, sin asumir que la ruptura del orden jurídico feudal
era el corolario a la violencia del despotismo monárquico.
Hobbes fue presa de sus contradicciones y de su exagera-
do cientificismo. Concibió un Estado, o un Supen-Estado,
con la fisonomía de un titán inexpugnable (Leviatán), un
Estado absolutista en el que las órdenes surgieran en la
cúpula y se acataran obedientemente. Es el gran teórico cíe
la dictadura, que ella misma se legitima por su control del
poder total, una como fuerza suprema reguladora de una
sociedad regida por leyes inobjetables como una tabla de
cálculo. El absolutismo ele Hobbes reniega de la tutoría de
la iglesia romana, y disuelve la presencia de lo divino en la
sociedad civil. Hasta los parlamentarios de su tiempo
consideraron que era un ateo y prohibieron la circulación
del Leviatán. En suma, fue un ideólogo arcaico y hierático
que no comprendió que la monarquía tal como él la
modelaba marchaba contra la corriente histórica de la
Revolución inglesa.
En cambio, John Locke poseyó un agudo sentido de
la historia de su país y sincronizó teoría y práctica como
un buen ciudadano. Al lado de su protector el Conde de
Shaftesbury, fundador de los whigs, asimiló, por tempera-
mento personal y convicción ideológica.la tolerancia
religiosa, las libertades civiles individuales y el modernis-
5 2 — MARIO CASTRO ARENAS

mo del régimen parlamentario. Como Llobbes, se exilió y


residió en Francia, pero por razones distintas. Locke
detestaba a los estuardianos no por monárquicos sino por
frivolos e intransigentes a los cambios. En Montpellier
estableció contacto con los cartesianos y libertinos y el
pretendiente Guillermo de Orange. Al regresar a Inglaterra
tomó parte activa en la Revolución Gloriosa. A diferencia
del estado de guerra permanente de Hobbes, donde el
hombre era lobo de los lobos, Locke proclama el estado de
completa libertad e igualdad, donde cada hombre vela por
el derecho a la libertad y a la propiedad de los otros
hombres, sin sometimiento al absolutismo de los monar-
cas. "Y para impedir que los hombres atropellen los dere-
chos de los demás, que se dañen recíprocamente, y para
que sea observada la ley de la naturaleza, que busca la paz
y la conservación de todo el género humano, ha sido
puesta en manos de todos los hombres , dentro de ese
estado, la ejecución de la ley natural- (Ensayo sobre el
gobierno civil). Más adelante fundamenta sin ambages:
"Resulta, pues evidente, que la monarquía absoluta, a la
que ciertas personas consideran como el único gobierno
del mundo, es, en realidad, incompatible con la sociedad
civil y, por ello, no puede ni siquiera considerarse como
una forma de poder civil".
Los ideales de Locke se tipifican como los ideales del
liberalismo en tanto postula que la. soberanía procede del
pueblo, que el derecho a la libertad y a la propiedad priva-
da deben ser protegidos por el Estado, que, en su turno,
debe sustentarse en la separación e independencia del
poder legislativo y el poder judicial. En rigor, Locke no
hizo otra cosa que recoger el legado histórico de la Carta
Magna, el Habeas Corpus, la Declaración de Derechos y el
Bill of Rights, Su obra expresa y refleja no los desvarios de
un totalitario de laboratorio sino hechos y principios reales
que le permitieron a Inglaterra construir, paso a paso,
una sociedad de hombres libres en una época de agresivo
apogeo del autoritarismo de un puñado de monarcas que,
como dijo Locke, son h o m b r e s como cualquiera de
nosotros.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •- - 53

Recapitulando lo dicho sobre la Revolución Inglesa,


convengamos que en este escenario de la evolución
política del siglo XVII debemos asumir "La riqueza de las
naciones" como una secuela transferida al plano econó-
mico. A la suma de libertades civiles consolidadas con
sangre en el siglo XVII, la obra de Adam Smith postula
una economía basada en libertades comerciales. La liber-
tad de comercio siguió a la larga y dura travesía en la
lucha por las libertades de la persona y la sociedad. No
hay que cesar de repetir que se llegó a la libertad econó-
mica del siglo XVIII después de conquistar la Carta
Magna, el Habeas Corpus, la Petición de Derechos, el Bill
of Rights y el conjunto de libertades y derechos que sostie-
nen, ayer y hoy, la monarquía constitucional. Primero se
forjó la libertad en sus dimensiones privadas y públicas
para llegar a la economía libre. Asiste razón a Hayek
cuando afirma que la libertad moderna nace en Inglaterra,
El Habeas Corpus se ha internacionalizado como principio
matriz del derecho constitucional occidental. La libertad
de expresión forma parte del patrimonio de la humanidad
y va de la mano con la separación de poderes recogida por
la mayoría de las constituciones de nuestro tiempo.
La monarquía constitucional arrancó la cabeza a un
rey obstinado, pero ahorró el baño de sangre de la revo-
lución francesa, La revolución inglesa precede en orden
cronológico a la revolución francesa y, sobre todo, la
antecede en los cambios que reformularon el sistema
monárquico. Los ingleses no eliminaron la monarquía sino
que la reajustaron a la convivencia constitucional con el
Parlamento, mientras que los revolucionarios franceses , al
principio, dieron la impresión que abolían todo vestigio
monárquico, pero después pasaron por períodos breves de
restauración monárquica hasta crear una neo-monarquía
basada en la nobleza de espada con Napoleón Bonaparte.
Con retoques y matices se ha extendido la influencia ingle-
sa a los modelos de las monarquías del siglo XX. Sobre la
revolución inglesa del siglo XVII no se ha derramado la
frondosa literatura política que se tributa a la revolución
francesa en los países latinoamericanos. En verdad, la
5 4 — MARIO CASTRO ARENAS

Revolución Inglesa nutrió el conocimiento de los enciclo-


pedistas franceses sobre los sistemas de gobierno mucho
más de lo que aceptaron sus discípulos. En el otro lado del
mundo, el absolutismo español impidió que en las colo-
nias americanas se conocieran y aplicaran los principios
entonces juzgados disolventes por las autoridades monár-
quicas peninsulares de poner a un detenido a órdenes de
un juez 48 horas después de su encierro; de tener una
asamblea de deliberaciones libres para elaborar y dictar
leyes; de imprimir un libro sin autorización eclesiástica o
civil; y de no aceptar tributos o expropiaciones que no
procedieran de la legislación de un parlamento. Todos esos
derechos llegaron con tardanza y rigieron únicamente en
las colonias para un sector privilegiado de la población.
Hasta el siglo diecinueve, el absolutismo español vivió a
espaldas de las libertades individuales y colectivas vigen-
tes en Inglaterra doscientos años atrás. A despecho de esta
premeditada ignorancia tutelada por las autoridades
españolas, las colonias inglesas recibieron las obras de
Locke, Sydney y y Payne como aportes a su libre determi-
nación y buen gobierno. El pensamiento crítico ingles creó
su antítesis, el pensamiento político norteamericano. La
Gloriosa Revolución Inglesa forjó la Revolución Norte-
americana con la gloria estruendosa de liberar a sus
propios oprimidos.

Bib lio grafía Genera l


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EL LIBERALISMO - El, PENSAMIENTO POLÍTICO -- • 5 7

C O R R I E N T E S L I B E R A L E S D E L S I G L O XVÏH

La destitución de Jacobo II, protector de los católicos,


a la sombra del Bill of Test, que impedía el nombramiento
de ingleses católicos en cargos públicos, agravó el clima de
intolerancia religiosa de la mayoría de credo protestante
con el advenimiento al trono de su hija mayor María.
Mientras Jacobo II abandonaba Inglaterra, después que el
bautizo de su posible sucesor como católico soliviantó a
los protestantes antipapistas, María llamó a su esposo
Guillermo de Orange para que compartiera la corona.
Enfrentado al dilema de enfrentarse a su suegro o acatar la
invitación de su esposa, Orange dejó el exilio y asumió el
trono inglés como Guillermo III. Todo quedó en familia, al
fin y al cabo. Sin embargo, el ejercicio del poder lo distan-
ció progresivamente de las ideas políticas de su suegro,
tanto en el campo local como en el internacional. Bajo la
tutela del Parlamento, controlado por los whigs, Orange
respetó los avances constitucionales y los profundizó. Se
declaró la independencia del Poder Judicial y la libertad
ele culto de los protestantes disidentes. Pero se radicalizó
mucho más el recorte de los espacios de los católicos en la
propiedad privada y en la enseñanza. Los católicos mayo-
res de dieciocho años debían prestar juramento a la llama-
da "Acta de Supremacía" para no perder sus propiedades
o mantener su credo bajo la exigencia de legarlas a los
parientes protestantes más allegados. Los profesores
jesuítas fueron expulsados de los colegios y los sacerdotes
de la Compañía de Jesús fueron encarcelados. Recrudeció
la persecución religiosa que se arrastraba desde los
tiempos en los que Enrique VIII y su asesor jurídico
Thomas Cromwell llevaron al cadalso a Tomas Moro por
no abjurar de su obediencia al Papa romano. En tanto la
monarquía española enfrentó la reforma de Lutero por
motivos religiosos, la monarquía británica, desde la
dinastía Tudor hasta la dinastía de los Estuardos, rompió
con Roma por razones eminentemente políticas. No
aceptaban que las propiedades eclesiásticas en territorio
inglés rindieran cuentas al Papa. No aceptaban que los
58 -— MARIO CASTRO ARENAS

obispos católicos ingleses recibieran directivas de una


iglesia en manos de pontífices extranjeros. No toleraban,
en suma, que el catolicismo produjera efervescencias
internas, como la de Escocia, y que su política exterior
recibiera las alianzas del papado con España y Francia,
rivales históricos de Inglaterra, como un guión de política
exterior. De resultas de las incompatibilidades religiosas y
políticas con Roma, España y Francia, Inglaterra forjó una
iglesia nacional controlada por la corona. Iglesia y Corona,
s u b o r d i n a d a a la dirección política del Parlamento,
marcharon juntas para todos los efectos.
Desde el punto de vista ideológico, el proceso político
inglés continuó la apertura del liberalismo preconizado
por John Locke, con características muy peculiares. Fue un
liberalismo volcado sólo para los ingleses protestantes. Un
liberalismo cuya e s t r u c t u r a constitucional protegía
derechos individuales y colectivos de puertas adentro. Un
liberalismo que admitía la proscripción de los católicos y
la hegemonía del protestantismo a la inglesa. Un liberalis-
mo que también fue belicismo y colonialismo interna-
cional. Inglaterra amplió su dominio colonial en América
del Norte, extendiéndose a Nueva Escocia, Terr ano va y las
bahías de Hudson y San Cristóbal. Por otro lado, durante
el reinado de Ana (1702-1704) Inglaterra tomó posesión de
Gibraltar y logró la suscripción del Tratado de Utrecht ele
1715, vigente hasta el presente.
Con la muerte ele la reina Aria cesó el poder de la
rama protestante de los Estuardos y entró en la liza la Casa
Hannover.
Todo cambió, para no cambiar la política. Los whigs
siguieron dominando los gabinetes y mantuvieron el
control del Parlamento y del monarca de turno, en esta
coyuntura el incompetente y abúlico Rey Jorge I. Ante la
inercia política del monarca de los Hannover, Sir Robert
Walpole asumió las riendas del poder casi como una
derivación natural de los años y la experiencia ganada en
las lides políticas desde que entró al Parlamento en 1701 a
la edad de 25 años. Refinado producto de la tradición
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • -• 5 9

universitaria inglesa, se adiestró en Eton Collage y en


Cambridge. Fue secretario de guerra y tesorero de la
marina, antesalas del liderazgo político a la máxima
potencia. Los tories le desalojaron de estos espacios
cuando llegaron al poder en 1710. Pero los tories que
apreciaban su talento político no se sorprendieron cuando
Walpole asumió la vanguardia de la oposición en los
Comunes. Urdieron cargos brumosos de corrupción por su
lujoso tren de vida para sacárselo de encima, pero no
pudieron deshacerse de él. Los whigs lo proclamaron
mártir de venganzas políticas. Dejó la prisión en un año y
regresó al Parlamento en 1713, no para ejercer represalias
personales contra sus detractores sino para aplicarle el
peor castigo que se le puede imponer a los políticos:
estabilizarse en el comando gubernamental por muchos
años. Le favoreció el ingreso de los Hannover. Lord del
Tesoro en el gobierno de James Stanhope y Charles
Spencer, conoció a fondo los resortes de la economía,
creando el fondo de amortización como una primera
experiencia de modernización fiscal. Repitió esta función
clave en 1721 y desde ella tomó impulso para acceder ai
primer plano de la autoridad política como un Primer
Ministro de hecho. Si se había perfilado como financista
g u b e r n a m e n t a l le faltaba la prueba de la habilidad
política. Aprovechó con brillante astucia la debelación de
una conspiración de los adeptos de jacobo • • los jacobiias • >
en la que se enredó un prelado religioso de tendencias
torie, Francis Atterbury. Walpole demostró que el objetivo
del complot de Atterbury era derrocar al gobierno y obvia-
mente favorecer a los partidarios del retorno a Inglaterra
de la dinastía de los Estuardo. Algunos conspiradores
cayeron en las manos del verdugo y el obispo Atterbury
fue condenado a destierro perpetuo. Los tories llevaron
encima el estigma de la conspiración hasta que Walpole
dejó el poder. Por un período de 20 años, Robert Walpole
fue el político más influyente del reino, comprendiendo a
Jorge I y Jorge II. Sin embargo en el interregno vivió
sobresaltos, como el que surgió en su flanco débil de la
administración de la política exterior que lo enfrentó a
60 — MARIO CASTRO ARENAS

Stanhope y Spencer, estrechos colaboradores del rey. Dejó


el ministerio en 1717 con su cuñado y asesor Townshend,
sosteniendo que los intereses del rey sacrificaban los
intereses nacionales. Tres años después volvió Walpole al
poder, con el apoyo amistoso de la Princesa de Gales,
apoyo decisivo para la reconciliación con el rey Jorge II.
Hubo ingleses escépticos sobre el manejo honorable de los
asuntos públicos al estallar las especulaciones por su
aparente asociación con la South Sea Company que deten-
taba el monopolio del comercio ingles con América espa-
ñola y el entrelazamiento con la deuda externa. Walpole
había invertido fuertemente en la South Sea Company y
aunque se esforzó en argumentar que no había utilizado el
favoritismo político en sus finanzas personales, reapareció
el estigma de la corrupción que recayó también en otros
líderes whigs. Bajo esas desfavorables circunstancias, se
desencadenó contra él una violenta campaña de prensa. El
semanario "The Craftsman" y pasquines y tonadas popu-
lares que no le dieron respiro, en la repetición de cargos de
corrupción en todos los tonos y registros de la sátira
inglesa. Los tributos al parecer excesivos al tabaco y ai
vino, que promovieron el auge del contrabando, registra-
ron la impopularidad de Walpole. Pretendió salvarse
derogando el impuesto. Había llegado la hora del retiro de
la política, pero Walpole no lo entendió así. Perdió bancos
en el Parlamento. Swift, Pope y Fielding se unieron en
lanzarle dardos de mordacidad por imposición de inútiles
regulaciones a los teatros de Londres. Los vendedores
callejeros y las prostitutas del West End tarareaban sarcás-
ticas letrillas contra Walpole. Por otro laclo, la muerte de
la Reina Carolina debilitó más aún su estabilidad política.
Sus vacilaciones en la política hacia España llevaron a
muchos whigs al convencimiento de que Walpole carecía
del vigor político suficiente para lidiar con los archirri-
vales de Inglaterra. Así las cosas se forzó su dimisión en el
año de 1742. Para atemperar su caída el rey le nombró
Conde Oxford y le concedió una pensión anual de 4 mil
libras. Asimismo le obsequió la casona del número 10 de
Downing Street, que es la sede de los primeros ministros
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO •-- • 6 1

desde entonces. Se dijo en broma que la longevidad de


Walpole se incubó por las caminatas de cinco minutos de
Downing Street al Parlamento. Se formó una comisión en
los Comunes para investigar los cargos de corrupción
circulados por los panfletos. Ciertas o falaces, las
denuncias se robustecieron por la imponente mansión que
construyó en Houghton may, Norfolk, y por la valiosa
colección de obras de arte que, después de pasar por
herencia a su hijo el escritor Horace Walpole, fue vendida
por un nieto a la Zarina de Rusia, y hoy reposa en el
Hermitage Museum de San Petersburgo.
Visto en perspectiva el gobierno de Walpole, que
abarcó los períodos de dos reyes de la Casa de Hannover,
le dio estabilidad al desenvolvimiento del siglo XVIII
inglés, en contraste a la agitación de Francia y al estanca-
miento de España. Consolidó la supremacía política de los
whigs como protagonistas y promotores del constitucio-
nalismo. Se institucionalizó el régimen parlamentario y el
Parlamento fue el foro indiscutido del debate político y
taller de las leyes. Se abolió el mito estuardiano y jacobita
de que la libertad de impresión de libros y periódicos
fomentaría el caos de la sociedad inglesa. La libertad de
prensa abrió el debate nacional a las capas medias de la
sociedad inglesa, cultivando su interés por la cosa pública.
Walpole resistió a píe firme las arremetidas virulentas de
la oposición torie y las invectivas de ios libelistas. Nadie
fue a la cárcel por insultar al primer ministro. El Habeas
Corpus y la protección de los derechos civiles constituye-
ron procedimientos rutinarios en la jurisprudencia inglesa
y adquirieron carta de ciudadanía. En fin, con aciertos y
desaciertos, Walpole construyó el largo paréntesis del
dominio whig a lo largo del siglo XVIII en medio de la
prosperidad económica general, aunque con altibajos y
apremios.

Jeremy Bentkam (1748-1832)


Cien años después de los avances de la Revolución
Inglesa, los intelectuales no acompañaron el proceso ideo-
lógico en la forma crítica y creadora de Locke, Hobbes,
6 2 — MARIO CASTRO ARENAS

Milton, H a r r i n g t o n , Sydney o Filmer. El proceso de


cambios políticos estructurales fue consolidándose, sin
prisa y sin pausa, por acción de los operadores políticos -
estadistas y legisladores - más que por el imaginario de
los pensadores. El cogobierno de parlamento y monarquía
fue afianzándose en los siglos XVIII y XIX con Walpole,
los Pitt el viejo y el joven, George Greenville, Henry
Pelham y otros gobernantes intermedios. Las ambiciones
desesperadas de los restauradores jacobitas fueron parte
del pasado. Por otro lado, el derecho, la filosofía y la
economía se entremezclaron en las preocupaciones de los
pensadores de la generación dieciochesca. Por supuesto,
quedaba el trabajo de pulimento de las instituciones del
nuevo régimen parlamentario y la observación vigilante
de la conducta de los partidos políticos y los gobernantes.
En esa dirección sobresalen los valiosos aportes de Jeremy
Bentham( 1748- 1832) en el derecho penal y la filosofía del
derecho. Discípulo y protegido del eminente abogado y su
biógrafo mejor acreditado, John Stuart Mill (1806- 1873)
supervaloriza a Bentham y los proclama " el padre de la
innovación inglesa, tanto en las doctrinas como en las
instituciones... él es el gran subversivo , en el lenguaje de
los filósofos continentales, el gran pensador crítico de su
época y su país". Agrega que Bentham "se encontró con la
filosofía del derecho hecha un caos, y la dejó convertida en
ciencia. Se encontró con la práctica de la ley hecha un
establo asqueroso, y ha dirigido hacia ella un chorro de
agua que va sacando y barriendo montones de basura".
Uno de sus más célebres tratados jurídicos, "Introducción
a los principios de la Moral y la Legislación" (1789) plan-
teó la eliminación de la pena de muerte y p r o p u s o
reformas de gran alcance al sistema penal ingles. El jurista
italiano Cesare Beccaría (1735- 1794) fue el primer euro-
peo del siglo XVIII que fundamentó la abolición de la pena
de muerte, y la desaparición de torturas a los reos. Los
tratados de Beccaria influyeron en el pensamiento de
Bentham. Las propuestas penales y jurídicas del penalista
inglés tienen un ingrediente propio: se basaron en los
principios filosóficos del Utilitarismo. Esta típica corriente
EL LIBERALISiVÍO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 63

del p e n s a m i e n t o pragmático ingles sostuvo que las


acciones humanas debían regirse por el predominio de los
principios de la utilidad, entendida ésta como el otorga-
miento de la mayor felicidad al mayor número de perso-
nas. La vida útil, la vida práctica, debía estar despojada de
abstracciones y sentimentalismos. Las doctrinas deben
someterse a la prueba máxima de la experiencia para
decidir si son útiles al bienestar de la comunidad o son
simplemente enunciados líricos carentes de valor práctico
para las instituciones. Reflejo espontáneo de la idiosin-
crasia inglesa, el utilitarismo es el nombre filosófico del
empirismo inherente a su carácter nacional. Bentham
elaboró sus propuestas filosóficas y jurídicas a partir de la
experiencia de los hechos. Raymond G. Gettell puntualiza
que "el Utilitarismo está estrechamente ligado, por consi-
guiente, a la moral práctica y a la realidad de la política;
rechaza cualquier ideal ético que no tenga su base en
hechos concretos y comprobados y sólo atiende aquellas
concepciones que arranquen de la observación y la expe-
riencia y que puedan ser realizables. Para juzgar los actos
de la vida hay que fijarse, simplemente, en sus resul-
tados". Bacon, Harrington, Moro, Sydney y otros utopistas
ingleses dieron rienda suelta a la imaginación y tejieron
bellas elucubraciones sociales desprovistas ele sentido
práctico, Rescatan, es cierto, el lado poético cíe una
actividad como la política proclive a instrumentaciones
sórdidas. Pero la Revolución inglesa trasladó a la práctica
principios tangibles •• detenidos a órdenes de los jueces en
48 horas, no aplicar impuestos que no fueran aprobados
por los contribuyentes, que no se deben fijar fianzas
exageradas ni multas excesivas" • y huyó de la retórica ele
un senado al estilo romano o de aldeas de propiedad
colectiva.
Bentham llevó el utilitarismo al plano penal para que
la legislación garantizara la reinserción del reo a la comu-
nidad, dotando a las cárceles de talleres que transformaran
al delincuente iletrado en carpintero, sastre, o labrador.
Apostrofó la inutilidad de la pena de muerte, guiándose
por estadísticas que probaban que no reducía la crimina-
6 4 — MARIO CASTRO ARENAS

lidad. Demandó la proporcionalidad de la pena, esto es


que si falta era grave la pena también debe serlo. Abogó
por la implantación de políticas preventivas para limitar la
delincuencia: rondas policiales nocturnas, zonas señaladas
para bares y prostíbulos, calles bien iluminadas. Reco-
mendó la conversión de las cárceles en panópticos en los
que el director del establecimiento pudiera observar direc-
tamente el comportamiento de los reos. Criticó la inflexi-
bilidad de las leyes penales inglesas que castigaban con
prisión las deudas. La vigencia contemporánea de algunas
de las iniciativas de Bentham demuestran la actualidad de
su sentido práctico.
En lo político, el inquisitivo jurista no alentó el cam-
bio radical de la constitución inglesa sino su perfeccio-
namiento y progresiva actualización. Propuso el sufragio
universal de los hombres, la reunión anual del Parlamento,
y el voto mediante papeletas. La experiencia acumulada
en más de un siglo de la Revolución Inglesa lo impulsó a
proponer la implantación del sistema republicano susten-
tado en un solo cuerpo legislativo, desactivando la monar-
quía por inútil y a los tories por ultraconservadores. Negó,
por impráctico, el ideal del derecho natural, recogido por
Locke , Thomas Jefferson y Rousseau, argumentando que
los hombres no poseen derechos por naturaleza sino dere-
chos fijados por las leyes. Se asegura que, en una primera
instancia simpatizó con la Revolución Francesa y la
Revolución Americana, pero que no llegó a transigir con
los ideales algo etéreos calificándolos de- •" vaciedades
retóricas sobre zancos".

John Stuart Mili (1806- 1873)


Educado, fuera de escuelas y academias, en la sun-
tuosa m a n s i ó n de Jeremy Bentham, por su p r o p i o
protector y por su padre John Mill, John Stuart Mill fue un
niño cuya precocidad fue martirizada a los tres años de
edad con el aprendizaje del alfabeto griego. Insisten sus
biógrafos que a los ocho años había leído la Anabasis de
Xenofonte, la historia de Herodoto, los grandes poemas
atribuidos al ciego rapsoda Homero. No conocemos el
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 6 5

impacto de estas obras eruditas en su torturado espíritu,


pero en sus escritos se habla de filosofía, lógica, economía
y política, mas no de historia o poesía. Su padre y su
linajudo protector lo atiborraron de lecturas clásicas para
que algún día se constituyera en el más ilustrado de los
apologistas del Utilitarismo. Desde la tumba, tienen dudas
si John Stuart cumplió la misión que, arbitrariamente, le
e n c o m e n d a r o n . En la hipótesis más benévola para
Bentham, Mili se entregó a la misión de sus tutores. Pero a
medida que escribía la apología del pensamiento del
penalista londinense se fue convenciendo del limitado
vuelo teórico del autor de reglamentos carcelarios y del
simplismo casi apabullante de sus aforismas utilitaristas.
En medio de los elogios desliza escepticismo sobre el
abogado en cuestión:" Le tocó (a Bentham) estar incrus-
tado en una generación compuesta por los hombres más
secos y estériles que Inglaterra había producido hasta
entonces. Y ya era un anciano cuando una raza mejor entró
con el siglo presente. Así, lo que vio en el hombre fue poco
más de lo que el ojo más vulgar podía ver: no reconoció
diversidades de carácter sino aquéllas que podían ser
cambien detectadas por la gente común. Sabiendo tan poco
acerca de los sentimientos humanos, sabía aún menos de
las influencias por las que se forman esos sentimientos.
Todas las operaciones más sutiles ejercidas por la mente
sobre sí misma se le escapaban. Y, probablemente, ninguna
persona de las que en una época ilustrada han intentado
ofrecer una regla para toda conducta humana emprendió
jamás esa tarea con un concepto más limitado de los
agentes por los que la conducta humana es o debería ser
influida". En el año de 1843 dio a luz el breve tratado "Un
sistema de la Lógica" en el que discute algunos principios
de la lógica de la escuela geométrica de Francia. Mili
estaba convencido de que "resulta evidente el error de los
que deducen el tipo de conducta apropiado a cada caso
particular a partir de supuestas máximas prácticas univer-
sales, olvidando la necesidad de retrotraerse constante-
mente a los principios de la ciencia especulativa, a fin de
estar seguros de conseguir siquiera el fin específico que las
66 MARIO CASTRO ARENAS

reglas tienen a la vista. Todavía mucho mayor debe ser el


error de establecer dichos principios inconmovibles no
solamente como reglas universales para conseguir un fin
determinado, sino como reglas generales de conducta, sin
considerar la posibilidad de no sólo de que alguna causa
modificadora pueda impedir la consecución del fin deter-
minado, con los medios que la regla prescribe sino que su
propia consecución pueda entrar en conflicto con algún
otro fin, que p u d i e r a darse el caso que fuera más
deseable". En 1848 expresó cierta adhesión condicionada
por el liberalismo de Adam Smith, introduciendo matices
de disidencia sobre el rol del Estado, en la obra "Principios
de Economía Política con algunas de sus aplicaciones a la
filosofía social". No se proclama partidario total del
Laissez Faire de la Escuela de Manchester. Asume una
posición ecléctica entre el mercado libre y los deberes
sociales del Estado en una era en la que se debatía el
egoísmo del lucro individual y se abrían paso las corrien-
tes socialistas europeas, que también cobija con reservas.
Contra la tradición de Locke y los continuadores liberales,
sostiene que la propiedad privada no es un derecho
absoluto y que la sociedad puede mediar si se presentan
conflictos que aconsejan su regulación en nombre del
bienestar social. Impregna al Utilitarismo de una conno-
tación social distinta a las tesis de Bentham. Mili no
concibió el utilitarismo en su búsqueda de la felicidad
corno si fuera una meta hedonista de naturaleza indi-
vidual. Dijo: "Aunque sólo en un estado muy imperfecto
de la organización social uno puede servir mejor a la
felicidad de los demás mediante el sacrificio total de la
suya propia, en tanto en cuanto la sociedad continúe en
este imperfecto estado, admito por completo que la
disposición a realizar tal sacrificio es la mayor virtud que
puede encontrarse en un hombre". Más adelante enfoca
sus ideas de la felicidad social con estas palabras: "La
multiplicación de la felicidad es, conforme a la ética
utilitarista, el objeto de la virtud: las ocasiones en las que
persona alguna tiene en sus manos hacer esto en gran
escala - en otras palabras, ser un benefactor público - no
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - • 6 7

son sino excepcionales, y sólo en tales ocasiones se le pide


que tome que tome en consideración la utilidad pública".
En esa perspectiva general, el utilitarismo puede propug-
nar medios de distribución de la propiedad sin objetivos
igualitarios, como la expropiación de tierras. Argumentó
Mill que su aporte partía de una nueva visión de la distri-
bución distinta a las reglas o leyes de la producción.
Considera que las primeras son el resultado de esfuerzos
naturales de productores privados, en tanto que las segun-
das forman parte de compromisos sociales de orden
general. Por otro lado, subrayó sus concordancias y discre-
pancias con Adam Smith, abogando por el fortalecimiento
del comercio internacional, atendiendo al potencial del
ascendente desarrollo inglés en el siglo diecinueve con una
dinámica comercial que se extendía casi por todo el uni-
verso. Formuló una teoría psicológica de los ciclos econó-
micos. En la discusión sobre la teoría del valor abierta por
Smith, continuada por Ricardo y cuestionada por Marx,
Mili conceptuó que en los costos de producción, los costos
monetarios constituyen los costos reales de las desutilida-
des del trabajo y la abstinencia del consumo de los
capitalistas.
Muchas ele las ideas económicas de Stuart Mill se han
desfasado en el ejercicio de la práctica comercial o han
sido asimiladas por Inglaterra y la comunidad interna-
cional como parte ele un conjunto ele tendencias y mecanis-
mos de diversa procedencia y origen doctrinario. Sin
embargo, hay reflexiones políticas que perduran y se
reformulan en nuestro tiempo. Tai es el caso del ensayo
"Sobre la Libertad" publicado en 1859. Es un alegato sobre
la libertad de conciencia, la libertad de expresión y, sobre
todo, la libertad del individuo para decidir sobre los
asuntos que le atañen directamente como persona huma-
na, sin perjuicio de sus semejantes. Hegel dijo en su
Filosofía de la Historia que los principios abstractos y
universales no dicen nada a los ingleses y son como vacíos
a sus oídos debido al ejercicio autonómico cotidiano de sus
municipios y organizaciones provinciales, sin intervención
del Estado central. Mili es una excepción ilustre a la afir-
6 8 •— MARIO CASTRO ARENAS

mación del filósofo germánico. "La única libertad que


merece este nombre"- razona Mili- es la de buscar nuestro
propio bien a nuestra propia manera, en tanto que no
intentemos privar de sus bienes a otros, o frenar sus
esfuerzos para obtenerla. Cada cual es el mejor guardián
de su propia salud, sea física, mental, o espiritual. La
especie humana ganará más en dejar a cada uno que viva
como le guste más, que en obligarle a vivir como guste al
resto de sus semejantes". El pensador inglés repasa la
historia antigua, desde las m o n a r q u í a s orientales y
occidentales, reparando que los gobernantes practican el
control de los c i u d a d a n o s en sus formas de vida,
pensamiento y expresión con fórmulas preestablecidas por
el Estado. Platón en "La República" apoyó la ingerencia
del Estado hasta en fijar edades topes de hombres y
mujeres con fines reproductivos, lo mismo que en otros
aspectos de su vida privada, intentando rehabilitar los
paradigmas éticos, políticos y militares de la sociedad de
Esparta, que la llevaron al fracaso y a la desaparición. Es
una proclividad inherente a los regímenes absolutistas de
todos los tiempos y de todas las variedades ideológicas, el
control sistemático de lo que lee, piensa, expresa, reza,
elige y procrea el individuo. Los fines no cambian; los
medios pueden ser distintos. El faraón egipcio y el empe-
rador chino tutelaron a los subditos, escogiéndoles el color
de la túnica y las plegarias al sol. El emperador romano
regulaba si el hombre debía ser soldado, granjero o gladia-
dor. Los monarcas europeos instauraron la reglamentación
de su parte alícuota en los botines saqueados en el extran-
jero. Las iglesias y las sectas se infiltraron en la mente de
los adeptos para ordenarles qué libros podían leer y cuáles
estaban prohibidos. Las dictaduras modernas instituyeron
el pensamiento oficial y la prensa, la radio y la televisión
monopolizadas, crearon sistemas de represión ideológica e
intelectual y una gama de groseros o refinados procedi-
mientos sadomasoquistas para espiar el más tenue de los
movimientos del individuo hasta convertirlo en un subor-
dinado total. A pesar de los avances del parlamentarismo
desde la Gloriosa Revolución en la defensa de las liberta-
EL LIBERALISMO - EL P E N S A M I E N T O POLÍTICO - • 69

des civiles, reaparecía en Inglaterra el control guberna-


mental de la prensa. Un año antes de la primera edición
del "Ensayo sobre la libertad", sobrevino en 1858 la perse-
cución gubernamental de la prensa. Con su larga expe-
riencia política, Mili escribió su obra para su presente
decimonónico y para el futuro de la humanidad, presin-
tiendo que los atropellos a la conciencia individual
rebrotan en los pueblos como las epidemias de sarampión
y tos ferina. Conceptuó que el sociólogo francés Augusto
Comte a través de su obra "Systeme de politique positive"
trató de justificar "un despotismo de la sociedad sobre el
individuo". Los alcances de su defensa de la libertad
abarcan la noción actual de los derechos humanos de las
minorías por su convicción que el Estado y la sociedad
deben respetar la soberanía espiritual del individuo,
permitiéndole que cada uno eligiera su modus vivendi,
según le placiera, sin ofender o vulnerar bienes o derechos
de otros. En su dilatada metamorfosis ideológica, los
gobiernos republicanos se proclamaron representantes del
pueblo, cambiando el contrato social de la monarquía que
se atribuyó ilimitados poderes sobre el vasallo. Pero, corno
observa agudamente Mili, la representatividad del gober-
nante fue elástica y quimérica. A menudo las relaciones del
ciudadano y el poder fueron de abierta hostilidad si éste
rio se ajustaba a sus propósitos. Eos gobiernos populares, a
partir de la Revolución Francesa, desembocaron en la
represión del pueblo al que argüían defender. Pero la
intolerancia acortaba el terreno entre la verdad oficial y la
verdad individual y coaccionaba con multas, destierros y
confiscaciones la posibilidad de una discrepancia razo-
nable. " N u n c a será excesivo recordar a la especie
humana"-- escribe Mili • • que antaño existió un hombre
llamado Sócrates y que se produjo una colisión memorable
entre este hombre, de un lado, y del otro, las autoridades
legales y la opinión pública. Había nacido en un siglo y en
un país ricos en valores individuales, y su memoria nos ha
sido transmitida por los que le conocieron bien, no sólo a
él, sino a su época, como la memoria del hombre más
virtuoso de su tiempo... y pasemos ahora a ese otro ejem-
70 • MARIO CASTRO ARENAS

pío singular de iniquidad judicial ... nos referimos al gran


acontecimiento que tuvo lugar en el Monte Calvario, hace
más de dieciocho siglos. El hombre que, por su grandeza
moral, dejó en todos los que le habían visto y escuchado
una tal impresión que, dieciocho siglos le han rendido
homenaje como al Todopoderoso, fue ignominiosamente
llevado a la muerte. ¿Por qué? Por blasfemo. No solamente
no le reconocieron los hombres como su bienhechor sino
que le tomaron por todo lo contrario de lo que era, y le
trataron como un monstruo de impiedad". El absolutismo
transformó en criminal al maestro supremo del raciona-
lismo laico y en peligroso heresiarca al Hijo de Dios. Mili
repudió la violencia del pensamiento, de la intolerancia
creadora de mártires, del absoluto dominio del Poder
simbolizado en política en el Estado, en una iglesia en
religión o el pensamiento único en filosofía de la historia.
Su magnífico alegato trasunta el drama del hombre libre
ante el Estado absolutista. Es, en suma, uno de los más
consistentes expositores de la ideología liberal del siglo
XIX en la defensa de las libertades de la persona humana.

David Hume (T/TL-1776)


Osciló entre la filosofía y la teoría política. Se formó
en los rangos del empirismo ingles, siguiendo a Locke y a
Berkeley en el desarrollo de la tesis que lo que contiene la
mente humana son percepciones que se transforman en
ideas. En el prefacio de los tres volúmenes del "Tratado de
la naturaleza humana" (1739) explicó que su obra filosó-
fica era "un intento por introducir el método experimental
de razonamiento en los temas morales". Nacido en Escocia
en el seno de una familia de la pequeña burguesía, estudió
un tiempo en la Universidad de Edimburgo y luego viajó a
Francia para vincularse en el círculo de Rene Descartes y
sus discípulos, aunque escribió ensayos de temas ecumé-
nicos y miscelánicos a la manera de Montaigne, pero sin la
leve sutileza del maestro francés. Se empeñó en apoyarse
en el empirismo de los sentidos para, a partir del mundo
sensorial, explorar el mundo ideal: "La primera propo-
sición es que todas nuestras ideas, o percepciones débiles,
E L L I B E R A L I S M O - E L P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O - -— 71

derivan de nuestras impresiones o percepciones fuertes; y


que nunca podemos pensar en nada que no hayamos visto
fuera de nosotros o no h a y a m o s e x p e r i m e n t a d o en
nuestras mentes". Si su contribución a la filosofía todavía
obtiene comentarios mordaces como los de Voltaire~"el
señor Hume en su Historia no es parlamentarista, ni
realista, ni anglicano, ni presbiteriano; simplemente es
judicial" -en política y economía remó, inútilmente, contra
la corriente. Fue monárquico y torie cuando la revolución
inglesa del siglo XVII encontraba su camino en el régimen
parlamentarista alentado por los whigs. En 1742 apare-
cieron en Edimburgo los "Ensayos morales y políticos"
(Essays, Moral and Political) que fue incrementando con el
correr de su desenvolvimiento. Los ingleses republicanos
tuvieron desde el principio una percepción certera de
quién era Hume y qué pensaba sobre el origen divino del
poder de los reyes y el pacto social innato en el instinto
social del hombre. Sin embargo, al filósofo escocés le
fallaron los sentidos y el sentido práctico que debió
emanar de ellos porque no percibió que apoyaba un statu
quo en proceso de descomposición. En la "Historia de la
Revolución Inglesa" Hume emprendió la defensa de los
reyes estuardos y jacobitas y un ataque abierto contra las
reformas políticas del nuevo régimen. Dice: "La aniqui-
lación de la Monarquía fue el preliminar de la muerte del
Rey. Este príncipe fue destronado de hecho, y la consti-
tución inglesa fue derrocada (en 164.8) por el Bill ele no
petición, que la separó de la constitución. Pronto las
calumnias más atroces y más ridiculas fueron sembradas
sobre el Rey para matar aquel respeto que es la salva-
guarda de los tronos"...la muerte del Rey puso el sello a la
destrucción de la monarquía.,, todas las formas cambiaron
y el nombre del Rey desapareció de todos los lugares
poniendo en su lugar el de los representantes del pueblo...
los pretendidos representantes del pueblo no gozaban, en
el fondo, de ninguna popularidad. Incapaces de pensa-
mientos elevados y de grandes concepciones, nada era
más apropiado para ellos que el papel de legisladores.
Egoístas e hipócritas, avanzaban tan lentamente que la
72 MARIO CASTRO ARENAS

nación comenzó a temer que su intención no fuese el


perpetuarse en sus puestos y repartir el poder entre sesen-
ta personas, que se titulaban los representantes de la
nación inglesa". Las incongruencias políticas del filósofo
Hume produjeron inesperadas reacciones. Isaiah Berlin ha
destacado que el racionalismo empírico de Hume generó
el movimiento de los irracionalistas alemanes como una
respuesta furiosa al racionalismo empírico del filósofo
escocés. Uno de sus infrecuentes aciertos prácticos fue su
crítica al mercantilismo y su respaldo a las ideas económi-
cas de su amigo Adam Smith en lo referente a que la
genuina riqueza de una nación no reposa en la acumula-
ción de dinero metálico sino en lo que produce. Fue, como
Smith, abanderado del comercio internacional y de la
apertura de los mercados. "Of Money" ( 1752) condensó
sus reflexiones sobre intereses bancarios, flujo de dinero, y
el comercio de Inglaterra con Alemania, España, Italia y
Francia.

David Ricardo (1772-1823)


Cuando David Ricardo abrió los ojos al mundo (1772--
1823), este hijo de un banquero judío que emigró de
Holanda a Inglaterra, la economía inglesa no había resuel-
to los problemas fiscales dejados por Walpole. Para afron-
tar los gastos de la campaña bélica contra Luis XIV de
Francia, la corona, británica se obligó a contraer emprés-
titos públicos por la insuficiencia de sus ingresos tradicio-
nales. Las campañas militares entre 1689 y 1715 requirie-
ron el reclutamiento de más de cien mil hombres en pie de
guerra permanente. Los gastos bélicos oprimieron exa-
geradamente los índices de la economía inglesa, a pesar de
los buenos rendimientos de los cereales debidos a los
métodos científicos que modernizaron los cultivos y a las
exportaciones crecientes de lana, algodón y lino y de
géneros manufacturados como paños de lana, el tejido ele
lino escocés, productos alimenticios, estaño y el cobre de
Cornualles. Los economistas Charles Wilson y Geoffrey
Parker, analizando los cuadros del comercio interno y
externo, llegan a la conclusión que Inglaterra se adelan-
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO -— 7 3

taba en el contexto europeo, aunque la. deuda externa


provenía de prestamistas extranjeros, holandeses especial-
mente. " A u n q u e la sociedad y la economía inglesas
estaban semidesarrolladas en algunos aspectos y en otros,
francamente atrasados •- aseveran los m e n c i o n a d o s
investigadores modernos ~, en comparación con las de
otros países de Europa poseían un dinamismo singular
que permitió a Inglaterra ir absorbiendo poco a poco las
economías de sus dos vecinos más próximos: Irlanda y
Escocia. Ambos países conocieron una actividad comercial
muy considerable a ser integrados en la economía mperial
británica. Ambos comenzaron a exportar cantidades sin
precedentes de productos agrícolas y manufacturas a
Londres y, a través de Londres, al resto del mundo...
ambos países participaron en el comercio de las colonias:
Irlanda como punto importante de avituallamiento en la
ruta a América , y Escocia, y en especial, Claydeside, como
centro independiente del comercio atlántico, que generaba
una demanda de productos de fabricación nacional".
David Ricardo no se preocupó tanto como Adam
Smith en determinar las causas de la riqueza de Inglaterra
sino que se concentró en el estudio ele la distribución de la
renta en relación al crecimiento. En su obra clásica "Princi-
pios de economía política" sostiene que el valor de una
mercancía se determina por la cantidad de trabajo que
contiene, abriendo la polémica sobre la plusvalía que Marx
erigió como la columna mayor de la teoría ele la explo-
tación capitalista, cimentada en la apropiación del empre-
sario del excedente generado por el trabajador. Ciertamen-
te, Ricardo tomó, también, en cuenta que los beneficios del
capital están incluidos en los precios de las mercancías en
proporción ai capital invertido en la producción. Observa
el economista, de origen judío convertido después al
cuaquerismo que la distribución del salario tenía que ser
afectada por el crecimiento de la población, lo cual lo llevó
a plantear el control de la natalidad y la derogatoria de las
leyes de protección a los pobres. Controlista de la. expan-
sión demográfica, Ricardo, sin embargo, dedicó buena
parte de sus reflexiones a polemizar con Malthus. Asimis-
7 4 •— MARIO CASTRO ARENAS

mo entregó al autor de "El Capital" con su teoría del valor


una apreciable cantidad de la leña seca que encendió la
hoguera contra el liberalismo capitalista.
Así como Maquiavelo erradicó los términos teoló-
gicos del pensamiento político a partir del siglo XVI ,
Adam Smith fue el responsable intelectual de la intro-
ducción de la economía como punto de partida del análisis
social. Bentham, Mili, Hume, fusionaron política y econo-
mía en sus razonamientos, en los que, también, palpitaban
el derecho, la filosofía y la historia. Inglaterra despuntaba
en el horizonte económico europeo y no europeo como la
mayor potencia del comercio internacional merced al
empuje del naciente desarrollo industrial. Así como
surgieron apologistas del desarrollo económico y su
desplazamiento imperial por territorios y océanos, de
igual manera aparecieron las elucubraciones de los que
vieron en esa pujanza económica el incubamiento de
perniciosas desigualdades sociales y de cataclismos de
scbrepoblación y hambrunas por los desbordamientos
demográficos.

Thomas Robert Malthus (T/76- 1834)


"Essay on the Principle of Population" es el título de
la pesadilla demográfica que sintetizó Thomas Robert
Malthus (1766-1834) en una frase: la población crece en
proporción geométrica, mientras los medios de subsisten-
cia crecen en proporción aritmética. Asumió que hay
perversos controles que la naturaleza contrapone al desen-
freno demográfico: crímenes, enfermedades, guerras,
vicios, serían los antídotos sociales engendrados por las
sociedades. Como el segundo miembro de una familia de
ocho hermanos, Malthus creyó ver en casa el anticipo de
su funesta profecía. Ardiente jacobino y reproductor a
destajo, su padre Daniel Malthus, mantuvo correspon-
dencia con Voltaire, y fue amigo y contertulio de Rousseau
y Hume, a quienes acogió en su propia casa. Thomas
creció entre los libros de los ilustres visitantes de su padre,
sin adivinar que iba a destruir los paisajes bucólicos del
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • - 75

Buen Salvaje de Juan Jacobo con sus vaticinios de una


lucha sin cuartel de la humanidad, selección antinatural
pre- darviniana, por conseguir alimentos en medio de
disputas con muchedumbres famélicas, Malthus detestaba
a los visionarios que alentaban las leyes de los pobres y el
mantenimiento de subsidios sociales. Mientras Adam
Smith analizó las causas de la riqueza, Malthus buscó las
raíces de la pobreza.
Los contrastes de riqueza y pobreza marcaron su vida
y su obra. Desde niño, Thomas Robert transcurrió apaci-
blemente, muy lejos de los descaecimientos de los pobla-
dores de los barrios bajos de Londres y de los desnutridos
campesinos de Irlanda y Escocia. Fue educado entre
tutores que tempranamente aliviaron ciertos impedimen-
tos síquicos y físicos que lo llevaron de la timidez a la
afasia. Finalmente se sobrepuso a los inconvenientes, y su
oficio fue la enseñanza de jóvenes de la gran burguesía en
Haileybury Collage, financiado por la compañía East
india. Después fue pastor ele las almas de las buenas
familias.
El pronóstico apocalíptico de Malthus nació con dos
lastres ideológicos. Primero, una visión pesimista del
mundo centrada en la hipotética incapacidad inglesa de
alimentar a una cada siglo más congestionada población.
Segundo, un gran desprecio por ios ingleses pobres, con-
denados por el insensible religioso a reducirse a privacio-
nes materiales, sin subsidios ni apoyos de cualquier
naturaleza en medio de las calamidades de la primera
revolución industrial. "Los pobres se casan con una lige-
reza inexcusable y sin preocuparse por el porvenir de sus
hijos...los pobres no tienen derecho a ser mantenidos. No
corresponde a los ricos el proporcionar a los pobres ocupa-
ción y pan; y, en consecuencia, los pobres, por la natura-
leza misma de las cosas, no tienen ningún derecho a
pedírselo" fueron algunas de las frases emblemáticas del
precursor de la lucha de clases, pero desde el punto de
vista de los ingleses adinerados. Malthus estaba aterrado,
indudablemente, por el hecho de que la población de
7 6 •— MARIO CASTRO ARENAS

Inglaterra y Gales se duplicó entre 1500 y 1700 y se cuadri-


plicó entre 1500 y 1800. Según documentos históricos
investigados por Wilson y Parker, también la población de
Escocia e Irlanda aumentó rápidamente en el siglo XVIII.
La población total de las islas Británicas fue de cinco
millones a principios del siglo XVI y de 16 millones a
finales del XVIIL Sin embargo, las estadísticas demográ-
ficas no eran confiables porque no registraban, por
ejemplo, las muertos de las guerras civiles ni los muertos
provocados por la peste, el hambre y las guerras contra
Francia y España. A pesar de las estadísticas parciales, las
defunciones debidamente registradas eran superiores a las
de nacimientos y bautismos en Londres, por lo que los
políticos de la época discutieron sobre la crisis de la
mortalidad. Por otro lado, Malthus no reparó suficiente-
mente en hechos económicos que podían puntos de inte-
rrogación sobre la solvencia de su tesis, vale decir el
mejoramiento de la producción de cereales por la apli-
cación de métodos científicos de cultivo y el incremento de
la cría de ganado vacuno y lanar, entre otros factores
productivos. Otro hecho destacado por Wilson y Parker
fue la racionalización de la tierra mediante los enclosures
(cercamiento de tierras), que habilitaban más tierras de
cultivo. Todo esto contribuyó a la elevación en un cuarenta
por ciento de la producción de cereales en Inglaterra y
Gales en el siglo XVÏÏI.
El Ensayo sobre la Población surgió como réplica a
las ideas de William Godwin (1756-1836) expuestas en su
obra "Political Justice", breviario de utopismo ensalzado
por Saint- Simon, Proudhom y los anarquistas rusos, ade-
más de las loas de su yerno el poeta Percy Shelley. Godwin
atacó la propiedad privada y la desigualdad de la riqueza,
postulando repúblicas utópicas al modo de Tomas Moro.
Con afilada ironía, Malthus reprochó a Godwin que el
esquema de sociedad que alentaba podía causar deleite y
admiración, "but ¡alas¡ that moment can never arrive".
Sobre los conceptos catastrofistas de Malthus cayó un alud
de refutaciones que denostaron sus comparaciones y
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 77

deducciones sobre las supuestas leyes que rigen los reinos


vegetal y animal y tienen supuestas analogías con el reino
de los seres humanos en su crecimiento y expansión de
semillas de vida. William Cobbett, demagogo de la época,
se mofó de Malthus y sus seguidores, inculpándolos de
buscar la abolición de las leyes a favor de los pobres, pero
exigiendo a la vez que empuñaran las armas cuando los
ricos los llamaban a defender sus propiedades. En la
"Reply to Malthus", el famoso ensayista Hazlitt se refirió a
las extravagantes conclusiones que levantaba, con espíritu
de intolerancia, contra los intentos de reforma social.
Malthus modificó parte de sus premisas en la segunda
edición de su obra, pero con una leve autocrítica que no
varió la sustancia de su extremismo demográfico. El daño
era casi irreparable. El liberalismo optimista de Smith
recibió la maledicencia engendrada por el liberalismo pesi-
mista de Malthus. El estigma maltusiano persiste y sale a
relucir a menudo en el arsenal teórico contra las fuentes
del neo-liberalismo. Así se han sucedido, desde entonces,
diatribas letales, pero también investigaciones cautelosas y
advertencias sensacionalistas sobre las consecuencias
sociales creadas por el desbalance entre crecimiento
demográfico y producción de alimentos. Los neo-maltusia-
nos saltaron de la Inglaterra del siglo XVÏ.ÏÏ a la China del
siglo XXI. Nuevas razones se recopilan ¡jara controlar la
natalidad • • explosión demográfica, sub des arrollo
productivo, degradación ambiental, hipertrofia urbana,
centralismo demográfico • • a contracorriente del punto de
vista estable cíe la iglesia católica, que se opone a las
antiguas y modernas justificaciones conírolistas. Todavía
se debate si el vaticinio de Malthus conserva vigencia en
medio de la interminable polémica sobre la pobreza. Pero
si hay un rechazo compacto a sus deplorables soluciones
en desmedro de los pobres.
De resultas de ello, más otros motivos, la triada
liberal Adam Smith- Thomas Malthus- David Ricardo
suministró, dialécticamente, la densa, copiosa, muy elabo-
rada antítesis socialista de "El Capital" de Carlos Marx.
7 8 •—• MARIO CASTRO ARENAS

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80 —- MARIO CASTRO ARENAS

EL LIBERALISMO Y LA REVOLUCIÓN
FRANCESA

Un siglo antes de la Revolución Francesa, la Revolu-


ción Inglesa de 1688 había sometido la monarquía absolu-
tista de Carlos I, a cambios políticos y regulaciones jurídi-
cas que removieron sus estructuras históricas. Un siglo
antes de la Revolución Francesa, la Revolución Inglesa
desmembró el absolutismo unipersonal de los monarcas,
sobreimponiendo un nuevo régimen parlamentario que
marcó espacios tajantes entre un gobierno real a cargo de
civiles y un cogobierno monárquico más ceremonial que
pragmático. Un siglo antes de la Revolución Francesa, y
quizás mucho antes, en el temprano medioevo, la Revolu-
ción Inglesa conquistó derechos humanos fundamentales
para la consolidación de la libertad individual y la protec-
ción colectiva. Un siglo antes de la Revolución Francesa, la
Revolución Inglesa recurrió al derramamiento de la san-
gre de un rey y a la dimisión y fuga de otro monarca que
pretendió sin éxito la restauración del el anden régime.
Un siglo antes de la Revolución Francesa, la Revolución
Inglesa demostró que una monarquía estructuralmente
constitucionalizada podía coexistir con un régimen parla-
mentario. Un siglo antes de la Revolución Francesa, la
Revolución Inglesa cohesionó un sistema bipartidista de
whigs y tories que m a d u r ó progresivamente sin los
traumas y contradicciones de los tumultuosos grupos polí-
ticos galos. Así, pues, de hecho y de derecho, los ingleses
construyeron un modelo político sui generis que fue un
ejemplo para ios revolucionarios franceses.
Sin embargo, los hijos de la Revolución Inglesa y de
la Revolución Francesa, a pesar de sus afinidades ideoló-
gicas y empíricas, no se entendieron ni colaboraron entre
sí, sino, por lo contrario, rivalizaron y contendieron en los
campos de batalla.
Aconteció la singular paradoja del enfrentamiento
diplomático y bélico de liberales ingleses y liberales
franceses. Pero ¿eran realmente liberales los revoluciona-
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO —< 8 1

ríos franceses ¿Para esclarecer las aparentes contradiccio-


nes de ambos procesos revolucionarios es imprescindible
un serio esfuerzo de interpretación del contexto político
que generó las divergencias y el texto de las reflexiones
antagónicas.

Edmund Burke (1729- 1797) y Tom Paine (1737- 1809)


Los pensadores revolucionaros europeos no cesarán
de lamentar la merma intelectual procreada por la obra
contrarrevolucionaria de uno de los escritores y parlamen-
tarios más brillantes de las islas Británicas. Edmund Burke
(1729-1797), irlandés, de padre anglicano y madre católica,
fue educado como anglicano para no tropezar con las
interdicciones de los católicos en la función pública. Sin
embargo, el catolicismo y todo lo que representaba el
orden providencialista en su tiempo yacía agazapado en
los pliegues más influyentes ele su espíritu y lo llevó a
repeler el anticlericalismo, el ateísmo, y tocio lo que había
negativo para la religión en el pensamiento y la acción de
ios adeptos de la Diosa Razón. Estudió artes liberales en el
Trinity College de Dublin y en su cabecera estuvieron
siempre Aristóteles corno maestro de moderación filosó-
fica y Cicerón como guía de un orador cié vuelo
ecuménico.
Su padre ambicionó formarlo como un jurista ele la
escuela del eminente abogado William Bíackstone y lo
matriculó en la asignatura de Derecho en el Middle
Temple. A Burke sólo le interesó el conocimiento teórico de
las Ciencias Jurídicas, del Derecho Romano a las obras de
Richard Hooker (1553-1600), el juicioso Hooker de Locke,
y el jurista Edward Cooke (1552-1634), y desdeñó el
materialismo mercantil de la práctica de la profesión de
abogado. Alrededor de 1756 escribió una pieza literaria del
cuño de Diderot, "Indagación filosófica sobre el origen de
nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello // . Al año
siguiente no dio reposo a la producción y publicó las
primeras partes de " A b r i d g e m e n t of the History of
England''. Poco después ganó el modus vivendi como
director del "Annual Register", la publicación literaria más
82 MARIO CASTRO ARENAS

prestigiosa de la época. Su propósito era abrirse carrera en


el Parlamento, escenario apropiado para el desarrollo de
su talento oratorio y de su formación erudita como histo-
riador y jurista. Después de un valioso intervalo como
secretario privado y asesor político de William Gerard
Hamilton, Burke accedió al Parlamento, donde acometió
célebres batallas como legislador whig del ala conser-
vadora de Charles Watson- Wentworth, segundo marqués
de Rockingham. Se habla de las cuatro batallas parlamen-
tarias: la primera en la que apoyó los derechos constitucio-
nales de los colonos norteamericanos, considerándolos
miembros de la Commwealth británica, por supuesto, en
medio del asombro de William Pitt el joven, que temía el
estallido de la independencia algún día; la segunda batalla
es en la misma línea de defensa de derechos, esta vez de
sus paisanos irlandeses, fuera de los beneficios británicos
como los colonos de América del Norte; la tercera fue la
temible denuncia contra el gobernador de la India Warren
Hastings, convertido en un sensualizado maharaja que
bebía cherry al caer la tarde, mientras el desgobierno abría
grietas en el imperio. La hora final de las batallas parla-
mentarias aconteció con los debates sobre la Revolución
Francesa que abrieron un cisma entre los new whigs libe-
rales de Charles James Ford y los old liberales acaudilla-
dos por Burke, asociados estratégicamente con los lories
de Pitt el joven. Burke era, en verdad, un whig-torie, un
liberal de pensamiento conservador, una ambivalencia
política no extraña en los anales parlamentarios ingleses,
donde las diferencias no se marcaban por desacuerdos
ideológicas sino por negociaciones de política real, esto es
transacciones, apoyos y / o votaciones.
En "Reflexiones sobre la Revolución en Francia",
Burke reaccionó contra el paralelismo político que diseñó
el clérigo unitario Richard Price, presidente de la "Revo-
lution Society" entre el proceso ingles y el proceso francés.
Antes que producto de una revolución, Burke, por encima
de todo era ingles, y un político e historiador por añadi-
dura, y por ende demuestra que no toleraba una apología
del rival histórico de Inglaterra en la escena internacional.
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO •• 83

Los ingleses desarrollaron gradualmente el proceso de


cambios de la monarquía absolutista a la monarquía mixta.
Los franceses rompieron el viejo orden vertiginosa y
traumáticamente, de un día para otro. Cuestión de tempe-
ramentos. Pero los ingleses ahorcaron al rey Carlos II y
derrocaron a Jacobo. Implantaron la dictadura de los
anglicanos y decretaron la muerte civil de los católicos.
Cuando Burke adviene a la política ya se había apagado el
eco de los cascos de las cabalgatas de los cabezas de hierro
de Cromwell cruzando las ciudades y las campiñas, no se
oía el frufrú de las conspiraciones de los estuardianos y
jacobitas, estaba en reposo el brazo de los verdugos de la
Torre de Londres. Sin embargo se impresionó por "el
sonido y la furia" de los tumultos de la Bastilla, el vocin-
glerío de las sesiones de los Estados Generales , las perse-
cuciones siniestras de los agentes del Terror de Robes-
pierre y Saint- Just. Sus cuestionamientos no se afincan en
la ideología de los Ilustrados y más parecen percepciones
basadas en la coreografía ele la revolución francesa,
impregnados de la retórica fustigante de los panfletos: "Un
gobierno ele quinientos ab o g aduchos de campaña y
oscuros curas de parroquia no es bueno para veinticuatro
millones ele .hombres, aunque fueran elegidos por cuaren-
taiocho millones, ni será mejor por el hecho de estar dirigi-
do por una docena de p e r s o n a s de abolengo que
traicionaron su mandato para lograr dicho poder",.,!
Pobre, asimismo, del Estado que, pasando al otro extremo,
considera que una baja educación, una estrecha concep-
ción de las cosas y una sórdida ocupación mercenaria son
títulos preferibles para el mundo¡"... "Parece que en las
academias del Palais Royal y de los Jacobinos han descu-
bierto que ciertos hombres no tenían derecho a las propie-
dades de que estaban en posesión por la ley, el uso y las
decisiones judiciales y la acumulada prescripción de mil
años. Dicen que los eclesiásticos son personas ficticias,
criaturas del Estado, a quienes puede destruir a su placer,
y por supuesto limitar y modificar en cualquier punto
particular; que los bienes que poseen no son propiamente
suyos sino que pertenecen al Estado creador de la
84 MARIO CASTRO ARENAS

ficción"... "los escritores, y especialmente, cuando operan


en corporación, y en una sola dirección, ejercen gran
influencia en el espíritu público; por lo tanto la alianza de
estos escritores con los grupos financieros contribuyó no
poco a hacer desaparecer la animosidad y la envidia
populares que rodeaban aquella especie de riquezas. Estos
escritores, como los propagandistas de todas las nove-
dades, fingían gran celo a favor de los pobres y de las
clases bajas, mientras en sus sátiras volvían odiosos, con
todos los medios de la exageración, los defectos de las
cortes, de la nobleza y el clero" ("Reflexiones sobre la
Revolución en Francia").
No se oculta que el pensamiento de Burke no era
únicamente acrimonia contra la escenografía populista de
los jacobinos sino que estaba teñido de punzante oposición
a los principios doctrinarios que proclamaban libertad,
igualdad y fraternidad. Más aún, yacía en el escritor
irlandés una segunda intención contrarrevolucionaria que
desacreditaba solapadamente los avances burocratizados
de la Revolución Inglesa. En otras palabras, se impugnaba
a Francia lo que había hecho Inglaterra.
En los ataques a la destrucción del antiguo régimen
de los luises palpitaba la crítica revisionista a lo empren-
dido a contracorriente del statu quo de las casas reales
inglesas. La creación de clubs políticos que, con apoyo del
gobierno de Pitt, formaron grupos de activistas volun-
tarios se revistió de tintura nacionalista antifrancesa. Se
agigantó el temor a una posible propagación del extremis-
mo revolucionario que cercenaba pelucas empolvadas
frente al corro de las comadres de los suburbios de París.
Se gestó una ola de agitación oficial contra las posibili-
dades de una invasión de tropas francesas a la isla. No en
vano Inglaterra y Francia en un siglo se habían enfrentado
siete veces en los campos de batalla. La cautela resultaba
legítima, con revolución o sin revolución. Sin embargo, los
hilos de la manipulación gubernamental resaltaban en
medidas de represión interna so pretexto de frenar la
contaminación revolucionaria propulsada desde los acan-
tilados de Normandía. Envuelto en las banderas de un
EL LIBERALISMO •- EL PENSAMIENTO POLÍTICO -~ • 8 5

nacionalismo espúreo, William Pitt, desde los gabinetes


del Ministerio del Interior, oficializó el control de la
correspondencia, la persecución de las publicaciones
supuestamente sediciosas amparado en el "Libel Act" de
1792, la declaratoria de traición a la patria a quien tuviera
relación con Francia o los franceses sin autorización oficial
previa o cualquier ofensa escrita o de palabra contra el rey
Jorge III o el gobierno. Fue una época de retrocesos que
pusieron en la criba conquistas paradigmáticas como la
libertad de prensa y la libertad de pensamiento. Burke
había abonado el terreno de la represión, martillando que
"la efectos de la incapacidad puesta en evidencia por los
dirigentes populares en todos terrenos fundamentales del
Estado van a ser cubiertos en nombre de la libertad que
todo lo excusa... ¿pero qué es la libertad sin sabiduría y
sin virtud? Quienes saben lo que es la libertad virtuosa no
pueden soportar verla deshonrada por cabezas incapaces
para tener palabras altisonantes en sus bocas."

nomas Paine (1737-1809)


Se irguió en la defensa de los principios germina-
mente liberales de la Revolución Inglesa, concentrándose
en la refutación ele las ideas conservadoras subliminal-
mente promonárquicas de burke en su famosa obra
"Derechos del Hombre", que le valió la expulsión de
Francia. Este autodidacta ele origen popular, hijo de un
cuáquero y una anglicana, al decir de Jules Michelet, tenía
tres patrias; Inglaterra, América del Morte y Francia. Más
allá ele las nacionalidades, su patria ideológica eran los
derechos h u m a n o s , corno ya dijeron sus discípulos
internacionales. A la búsqueda de un medio propicio a la
difusión de su credo, Paine arribó a Filadelfia, con cartas
de presentación de Benjamín Franklin. Tomó la dirección
del Pennsylvania Magazine, donde desahogó su pluma
impulsando su fervor liberal contra la esclavitud de los
descendientes de africanos y la superstición disfrazada de
religión, abogando por la independencia de las colonias
americanas en "El Sentido Común". Defendió la Revolu-
ción Francesa, como una continuación del ideario de la
86 • MARIO CASTRO ARENAS

Revolución Inglesa. ¿No era el Bill of Rights la simiente


filosófica de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de
1789? ¿La Declaración de la Independencia de Nortea-
mérica se fundó en los principios de la Gloriosa Revo-
lución? Mientras Burke r e p r e s e n t ó el nacionalismo
pequeño de los conservadores ingleses, Paine significa una
de las primeras tomas de conciencia de una ideología
grande puesta al servicio de la humanidad. "La causa de
América"- escribió- es, en cierta medida, la causa de la
humanidad. Han surgido y surgirán muchos fenómenos
cuya vocación de universalidad rebasa el ámbito local". La
universalidad de su pensamiento rebasa las fronteras
nacionales, investigando la u n i d a d profunda de los
movimientos revolucionarios de inspiración liberal que
liga a Inglaterra a Francia y Norteamérica a Francia. Su
estirpe lo vinculaba a La Fáyette. El amplio espectro de su
internacionalismo ideológico lo tipifica como una ciuda-
dano peligroso en Inglaterra. Mortifica a los censores de
Pitt las ediciones sucesivas del libro - " D e r e c h o s del
Hombre" - significativamente traducido al francés. Su
respuesta a los ataques del Señor Burke es interpretada
como propaganda a la subversión en territorio inglés. En
la prensa oficialista es descrito como un "propagandista
sedicioso y sinvergüenza". La policía le pisa los talones.
Una oportuna y disimulada advertencia del poeta William
Blake -—"no regreses a tu departamento esta noche"-'
impidió su arresto. Abandona Inglaterra forzado por la
hostilidad de sus propios compatriotas. En Calais, en
cambio, es recibido en triunfo. Se le otorgó el título de
ciudadano francés y fue elegido como representante de
cuatro departamentos por la Convención. Intervino en la
discusión crucial sobre la suerte de Luis XVI. Defensor de
los derechos del hombre sin distingos de cargo o ideología,
Paine se opuso a la ejecución del monarca, entre la ira de
Marat. Los jacobinos franceses le salpican la bilis nacion-
alista. Otra vez es visto como un sospechoso, pero en su
patria adoptiva. Trabaja con el filósofo Condorcet en la
redacción del preámbulo de la Declaración de los Dere-
chos Naturales, Civiles y Políticos del Hombre, chocando
EL LIBERALISMO •- EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - - 8 7

en el debate con los convencionales de La Montaña. Cada


vez más solitario en los debates, escribió a Danton:
"Cuando salí de América en 1787 era mi intención regresar
allí el año siguiente; pero la Revolución Francesa y la
esperanza de que propagaría los principios de la libertad y
la fraternidad por casi toda Europa me llevaron a
prolongar mi estancia más de seis años. Ahora he perdido
la esperanza de ver cumplido el gran proyecto de la
libertad europea. La causa de mi desesperación no reside
en la coalición de potencias extranjeras, ni en las intrigas
de los aristócratas y sacerdotes sino más bien en el
descuido con que se han llevado los asuntos internos de la
Revolución". Paine se siente atrapado por las contradiccio-
nes del proceso revolucionario francés. La fraternidad de
Marat desaparecía cuando alguien insinuaba el cuestiona-
miento de sus métodos. La libertad se convertía en un
privilegio exclusivo del extremista al timón del poder. La
igualdad resultaba un mito irrisorio: las verduleras des-
preciaban a las marquesas; los carniceros constituían una
casta; el mercado negro enriquecía a los proveedores de
los sans-culottes. Paine fue encarcelado por oponerse al
régimen de terror controlado por Robespierre. En ei
presidio medita sobre la sinrazón de la Diosa Razón. Sale
enfermo de la cárcel, pero lo reeligen como diputado de la
Convención. Se dice que apoyó el golpe de estado del
Directorio para salvar los últimos vestigios de la Revo-
lución. Aunque se resiste a la decepción por el curso
inesperado y abrupto del proceso revolucionario, opta por
abandonar Francia y refugiarse en Estados Unidos. Los
habitantes de Nueva York miraron al hombre que camin-
aba vacilantemente por sus calles con la apariencia de un
anciano prematuro. Los ingleses no lo libraron mucho
tiempo del estigma de la traición a la patria. No le perdo-
naron su apoyo a la colonias rebeladas. A ojos de los
franceses radicales fue un británico entremetido en los
asuntos revolucionarios. Los norteamericanos lo reve-
renciaron como un patriarca. No resistió verse transforma-
do en una reliquia del museo de la revolución. Semi-
paralítico, olvidado por amigos y detractores, dejó el
mundo en 1809.
88 • MARIO CASTRO ARENAS

foseph de Maistre (1753- 1821)


Si "Reflexiones sobre la Revolución en Francia" fue la
voz de alerta de la monarquía inglesa, "Consideraciones
sobre Francia" de Joseph de Maistre es una elegía, una
inteligente, desconsolada elegía por el violento epílogo de
la monarquía francesa. El Conde de Maistre no fue un
francés convencional. Había nacido en Saboya, pero estaba
entroncado con una familia de la aristocracia de toga del
Languedoc y se sintió siempre profundamente francés.
Aunque estudio en universidades italianas, estuvo al
servicio de la administración de justicia de Francia, pero
no recibió favores o privilegios de la monarquía a la que
tan ardorosamente defendió, mientras callaban los que
disfrutaron de beneficios de los luises. De todas formas, la
vida del conde saboyano y su herencia familiar fueron
alteradas por la Revolución Francesa. Como Burke, su
obra fue una reacción dialéctica contra una publicación
que, a su juicio, distorsionaba los hechos históricos.
Benjamín Constant publicó en el Monitor de París frag-
mentos de un ensayo pro revolucionario "De la force du
gouvernement actuel" (1796), que indignó al conde. Ai
conservador padre de familia de Saboya le disgustaba la
vida licenciosa del amante de Madame de Stael , uno de
una larga e ilustre lista, y consideró una ofensa que el
inconstante Constant escribiera a favor ele los destructores
del sistema. De esa doble indignación brotó "Conside-
raciones sobre Francia". Ni el vizconde de Bonald, seco y
generalizante, ni el vizconde de Chateaubriand, poeta
antes de ideólogo, edificaron un corpus teórico de la
contextura de la obra contrarrevolucionaria del conde.
Mirabeau se había alineado con la revolución.
C h a t e a u b r i a n d cambió con la dirección del viento:
monárquico y enemigo de la revolución, fiel a sus tradi-
ciones al principio; luego fue liberal y rompió con el
Imperio; más adelante, "esclavo de sus rencores y sus
ambiciones" según Jean Touchard, repudió en la cámara
de los pares el régimen que había apoyado. En cambio, de
Maestre fue leal a su pensamiento monárquico contra-
rrevolucionario, sin dudas ni vacilaciones. De Maistre
EL LIBERALISMO • EL PENSAMIENTO POLÍTICO - •- 89

seduce por el estilo y el fondo a sus lectores. Como panfle •


tario, su prosa alcanza brillantes registros: "la Revolución
francesa y todo lo que sucede en Europa en este momento,
es tan maravilloso en su género como la fructificación de
un árbol en el mes de enero; sin embargo, los hombres, en
lugar de admirar, miran a otro lado o dispar atan... lo que
hay de más sorprendente en la Revolución francesa es esta
fuerza arrebatadora que doblega todos los obstáculos. Su
torbellino arrastra como a una paja ligera todo lo que la
fuerza humana ha sabido oponerle...se ha observado, con
gran razón, que la Revolución francesa lleva a los hombres
más que los hombres llevan a ella... nunca Robespierre,
Collot o Barére p e n s a r o n en establecer el gobierno
revolucionario y el régimen del terror fueron conducidos
insensiblemente por las circunstancias, y nunca se volverá
a ver algo semejante. Estos hombres, excesivamente
mediocres, ejercieron sobre una nación culpable el más
espantoso despotismo del que la historia haga mención, y
seguramente eran los hombres del reino más asombrados
de su p o d e r " . En unos pasajes se lanzó al ataque
personal:" Considerad aquel Mirabeau que tanto ha
destacado en la revolución; en el fondo era el rey del
mercado. Por los crímenes que ha. hecho, y por los libros
que ha hecho hacer, ha secundado el movimiento popular;
se colocaba detrás de una masa ya puesta en movimiento y
la empujaba en un determinado sentido; su poder no se
extendió nunca más allá; compartía con otro héroe de la
revolución el poder de agitar la multitud sin tener el de
dominarla, lo que constituye el verdadero sello de la
mediocridad en los desórdenes poli ti eos,., nunca se
repetirá demasiado que no son los hombres ios que llevan
la revolución; es la revolución la que emplea a ios
hombres. Se dice muy bien cuando se dice que ella va
completamente sola. Esta frase significa que nunca la
Divinidad se había mostrado de una manera tan clara en
ningún acontecimiento humano. Si emplea los instrumen-
tos más viles es porque castiga para regenerar".
La palabra Providencia es clave para entender el libro
del magistrado saboyano y las citas que de sus frases se
90 MARIO CASTRO ARENAS

hacen, aún en tiempos actuales. De Maistre concibió como


un dogma de fe el origen divino de la monarquía borbó-
nica. Creyó que Dios había confiado a Luis XVI, y a los
monarcas que le antecedieron en Francia y Europa, la
misión sagrada de velar por los franceses, como un padre
bondadoso vela y protege a sus hijos pequeños. Siguió al
obispo Bossuet en la apología del orden monárquico como
instrumento retórico de la Suprema Providencia. Con la
diferencia que Bossuet no contempló lo que sus ojos
mortales le permitieron ver a él: el derrumbe estrepitoso y
pusilánime del orden político, económico y religioso que
Dios encomendó a los reyes. El libertinaje de Versalles no
perturbó su visión del mundo. Pero si contiene un tácito
reproche. Interpretó la Revolución como la expiación de
los excesos pecaminosos de la casta monárquica. En esa
concepción de cielo para los b u e n o s monárquicos e
infierno para los malos revolucionarios, la Revolución es el
castigo desencadenado por la Divinidad. Empero, es un
castigo pasajero. Imaginó que las truhanerías de Robes-
pierre y Marat engendrarían la reimplantación de la
Monarquía, La Restauración alimentó esta efímera
esperanza. Pero de Maistre no arrió bandera. Sus briosos
alegatos lo llevaron a sostener asuntos insostenibles: el rey
guiaba sus actos por las leyes; el pueblo exponía sus
problemas en los Estados Generales y el rey aprobada sus
demandas; existió en Francia antes de Montesquieu y
Voltaire un importante respeto a la independencia de
poderes. Ergo, la Revolución era una acción ele locos y de
ateos a p o y a d a por o p o r t u n i s t a s como Constant y
Mirabeau. Entonces, la vana ilusión del Gatopardo: todo
cambiaría para no cambiar. Dios restituiría las piezas y
engranajes del sistema monárquico y las reorganizaría a su
debido tiempo.
La defensa de la monarquía como si fuera una insti-
tución religiosa establecida y santificada por Dios tiene en
apariencia un cierto grado de integridad moral"- por no
emplear la expresión pureza - que coloca a de Maistre
fuera de sospechas. A menudo su tono es del un moralista
apasionado: "Hay en la Revolución francesa un carácter
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO ••- - 9 1

satánico que la distingue de todo lo que se ha visto y quizá


de todo lo que se verá. ¡Recuérdense las grandes sesiones!
El discurso de Robespierre contra el sacerdocio, la
apostasía solemne de los sacerdotes, la profanación de los
objetos de culto, la inauguración de la Diosa Razón, y esa
multitud de escenas indauditas en que las provincias
trataban de superar a París... algunos hombres de la época
en que vivimos me han parecido, en ciertos momentos,
elevarse hasta el odio de la Divinidad". Sin embargo, hay
elementos de la escritura del autor de las "Considera-
ciones sobre Francia" que lo delatan como un intolerante
religioso, acérrimo enemigo de las otras religiones. En
resumen, un fanático disfrazado por el racionalismo
analítico. Prueba de esto son las "Cartas a un noble ruso
sobre la Inquisición española" (Lettres á un gentilhomme
russe sur l'Inquisition espagnole (1815). En esta
recopilación de supuestas cartas, de Maistre se identifica
como apologista de la Inquisición española y de sus actos
de hostilidad contra musulmanes y judíos. Pretende que
los inquisidores no ejercieron la violencia sino que sus
armas fueron la oración, la paciencia y la instrucción.
Deplora que los mahometanos y el m a h o m e t a n i s m o
constituyen un grave peligro y que sus raíces perviven en
España, no obstante su expulsión. Y acepta que a muchos
españoles se les considera sospechosos por sus enlaces con
familias judías o moriscas, aunque niega que la Inqui-
sición, como entidad del Estado, persiga a tales herejes.
Expone que" el inquisidor, en virtud de las bulas cíe S.S. y
el rey, en razón de las que le competen por el poder real,
constituyen la autoridad que arregla y ha arreglado los
tribunales de la Inquisición, tribunales, que a un mismo
tiempo, son eclesiásticos y reales; cualquier poder de los
que no concurra interrumpe necesariamente el curso de su
exposición". Si a estos escritos agregamos que de Maistre
perteneció a la cofradía de los "Penitentes Negros", que
asistía a los condenados a muerte, y a la organización
secreta del Colegio de los Caballeros, profesos mayores de
la Santa Ciudad", tipificaríamos al magistrado saboyano
dentro de conceptos religiosos bajo los cuales defiende a la
92 -— MARIO CASTRO ARENAS

monarquía. Es un inquisidor elocuente, pero un inquisidor


que defendió a la monarquía de derecho divino por creerla
derivada de la voluntad de Dios. Abomina la Revolución
francesa, como un inquisidor abomina a los albigenses o a
los calvinistas. El acento apocalíptico de sus críticas a los
revolucionarios desciende de los profetas del Antiguo
Testamento. Fulmina a los revolucionarios franceses como
si fueran cataros o maniqueos. Debajo de la toga de juez
escondía a un inquisidor, a un Torquemada anacrónico,
intolerante con los judíos, racista contra los mahometanos.
Si hubiera nacido en el siglo XVI no habría vacilado en
derogar el Edicto de Nantes por su exagerado liberalismo
y en atizar contra los hugonotes la matanza de la Noche
de San Bartolomé, por s u p u e s t o , con u n a prosa
espléndida.

Benjamín Constant (1767-1830) y el liberalismo francés


La contrastación del sistema monárquico absolutista
y del nuevo régimen de la Revolución Francesa permitió a
Benjamín Constant la exploración ideológica de una terce-
ra vía de liberalismo decimonónico inspirado básicamente
en las tesis de Adam Smith.
Miembro de una familia francesa que emigró a Suiza
a causa de las guerras de religión del siglo XVIII, Henri
Benjamín Constant de Rebeque (1767-1830) se formó desde
la adolescencia en un medio cultural despojado de las
tensiones religiosas polarizadas cíe Inglaterra, España y
Francia. Respiró tolerancia y antidogmatismo en la uni-
versidad de Edimburgo. No se vio obligado a ser adepto
de la iglesia anglicana para poder abrirse paso como
abogado en Inglaterra. No abjuró, como otros emigrados
franceses, de principios doctrinarios católicos o calvinistas
debido a que, por temperamento natural, guardó distancia
de los guardianes de la fe. Sus contactos con Escocia le
pusieron en contacto con la filosofía moral escocesa y del
repertorio de libertades entroncadas con el pensamiento
de Adam Smith en "La riqueza de las naciones 7 '.
Lo que p o d r í a m o s d e n o m i n a r sus licencias o
heterodoxias, fueron de otra índole. Su madre falleció poco
EL LIBERALISMO -• EL PENSAMIENTO POLÍTICO --• ' 9 3

tiempo después de alumbrarlo. Su padre, comandante de


un regimiento holandés, fue una figura ausente en la
delicada fase de transición entre una niñez solitaria y una
adolescencia muy bien acompañada de madrinas intelec-
tuales. Tuvo relaciones sentimentales algo turbulentas con
una dama de edad otoñal a la que lo separaban treinta
años cronológicos y que, por añadidura, escribía novelas,
Isabel de Charriere. Luego casó, se dice, por razones de
conveniencia con Wilhelmine von Cramm, d a m a de
compañía de la influyente duquesa de Brunswick. Pero la
educación sentimental adquirió perfiles más que
flaubertianos cuando conoció en 1795 y anudó relación
con la minervina Anne Louise Germaine de Staël, mujer de
inteligencia deslumbrantemente dominante, hija del
prominente banquero suizo Jacques Necker, ministro de
hacienda de Luis XVI de Francia. El hotel de Salm, 64, rue
de Lille, vivienda de Madame Necker, casada nominal-
mente con el embajador sueco en Francia, fue el salón
sofisticado por el que circulaba el gratin de la inte-
lectualidad y la política cosmopolitas: el Canciller de
Napoleón Tailleyrand, Emmanuel- Joseph Sieyés, ios
hermanos Bonaparte, el Conde ele Saint-Simon, Mirabeau,
el marqués de Lafayette. Después del Terror abrió otro
salón donde Benjamín Constant pudo encontrar y hacer
tertulia con cierta frecuencia con Lord Byron, Joseph de
Maisíre, Chateaubriand, el poeta romántico alemán
August Wiíheml Schlegel, también prendado de Madame
de Stael, y otros personajes ele la política y cultura cié
Europa, que padecieron su fascinación. Jules Barbey
d'Aurevilly, sutil crítico y narrador francés, definió a
Constant como un soprano de la Capilla Sixtina metido en
la política. Leon Daudet lo caracterizó como un liberal,
como un jugador de naipes, como explorador de emo-
ciones reales y ficticias, aficionado a los riesgos. Por enci-
ma de los alfileterazos de sus coetáneos, Constant absorbió
la atmósfera de los salones de Madame de Stael para
nutrir su obra con el conocimiento personal de los prota-
gonistas del movimiento político de esos años decisivos en
los que el bonapartismo fue la transición y la consolida-
9 4 •— MARIO CASTRO ARENAS

ción del gobierno de la burguesía post-revolucionaria.


Cuando Constant escribió en los "Principios de Política"
que "sin una definición exacta y precisa, el triunfo de la
teoría podría llegar a ser una calamidad en la práctica"
tenía en mente las máscaras que suelen asumir las pala-
bras en el territorio político. Si bajo el régimen monárquico
el concepto de soberanía residía en el soberano, bajo el
régimen napoleónico se dijo que la soberanía radicaba en
la voluntad general del pueblo, pero, en realidad, la
concentraba el emperador. El autoritarismo había mudado
de piel como las serpientes y las mariposas, entre la
monarquía borbónica, el jacobinismo revolucionario y el
imperio napoleónico; más, en esencia, fue el mismo
absolutismo sofocador de conciencias. Sostiene Frederic
Bluche que "la dictadura napoleónica fue una dictadura
civil. Aunque nació de la anarquía y de la guerra, jamás
fue militar. "Yo no gobierno como general, sino porque la
nación considera que poseo las cualidades civiles para
gobernar" dijo Napoleón en una carta al Consejo de
Estado de 1802. Benjamín Constant y Madame de Stael
comprendieron con lucidez y rapidez la distancia entre los
enunciados y los hechos en el régimen napoleónico.
Escribió Constant, en defensa del liberalismo ahogado por
el general corso:" El reconocimiento abstracto de la
soberanía del pueblo no aumenta en nada la libertad de
los individuos; y si se le atribuye a esta soberanía una
latitud que no debe tener, la libertad puede perderse a
pesar de este principio, o incluso por este principio. La
precaución que recomendarnos y que nosotros vamos a
tomar es tanto más indispensable cuanto que los hombres
de partido, cuan p u r a s p u e d a n ser sus intenciones,
rehusan siempre limitar la soberanía. Ellos se consideran
sus presuntos herederos, e incluso facilitan que ésta pase a
las manos de sus enemigos en el futuro... cuando se
establece que la soberanía del pueblo es limitada, se crea y
se lanza al azar en la sociedad humana un grado de poder
demasiado grande en sí mismo, y que es un mal cuales-
quiera sean las manos en que se le coloque. Confiadle a
uno, a varios, a todos, e igualmente seguirá siendo un mal.
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - • 9 5

Podéis atacar a los depositarios de este poder, y según las


circunstancias, acusaréis por turno a la monarquía, la
aristocracia, la democracia, los gobiernos mixtos, el siste-
ma representativo/' Constant, como Chateaubriand, al
principio se deslumbre con el resplandor romántico de la
leyenda napoleónica, incluso trató en la intimidad al
general del Consulado y redactó un manifiesto favorable a
su política. Pero al aparecer los rasgos autoritarios inhe-
rentes a la idiosincrasia de los militares, empieza a apar-
tarse del primer bonapartismo y, al revelarse el nuevo
imperio de sus hermanos y sus generales, se atrincheró en
la defensa de las libertades individuales. Alguna vez
defendió las variantes del liberalismo en economía,
filosofía, política, asimilando los legados de Adam Smith y
John Stuart Mill. Sin embargo, progresivamente postula un
liberalismo específicamente individualista y hasta hedo-
nista, más siglo XX que siglo XIX, que no acepta que el
Estado intervenga como un tutor que le diga al hombre
qué leer, qué poseer, qué pensar, bajo el paraguas de
cualquier sistema político. No se piense que el liberalismo
de Benjamín Constant es reflejo de un elitismo romántico
sin sustentación doctrinaria, o únicamente un relámpago
en la Restauración francesa. Los epítetos de p e q u e ñ o
burgués arribista que lo persiguieron en su tiempo para
embotellar la resonancia de sus escritos se disuelven
cuando uno se percata de la vigencia de sus análisis y la
intemporalidad de su mensaje ideológico. Constant nos
alerta de la disociación peligrosa de teoría y praxis en la
política de todos los tiempos y de todas las ideologías. En
nombre de la soberanía del rey o de la soberanía popular,
se pueden cometer barbaridades contra la libertad indivi-
dual. Enfatíza el relativismo del concepto de soberanía:
"La soberanía no existe sino de una manera limitada y
relativa. En el punto donde empiezan la independencia y
la existencia individual, se detiene la jurisdicción de esta
soberanía. Si la sociedad atraviesa esa línea se declara tan
culpable como el déspota, quien no tiene por título sino el
poder exterminado! 1 . La sociedad no puede exceder su
competencia sin ser u s u r p a d o r a ; la mayoría, sin ser
9 6 — MARIO CASTRO ARENAS

facciosa. El asentimiento de la mayoría no es en absoluto


suficiente en todos los casos para legitimar sus actos;
existe algo que nadie puede sancionar cuando una auto-
ridad, cualquiera sea, comete actos semejantes, poco
importa la fuente de la que ella dice emanar, importa poco
que se llame individuo o nación: será la nación entera,
menos el ciudadano que ella oprime, la que dejará de ser
política" ("Principios de Política"). Deplora doctrina-
riamente, verbigracia, que El Contrato Social de Rousseau,
"invocado tan a menudo a favor de la libertad", se haya
convertido en "el más terrible auxiliar de todos los tipos
de despotismo". Por otro lado, establece una nítida distan-
cia de los liberales a la inglesa que, siguiendo a Locke,
estiman que p r o p i e d a d y libertad son indisolubles."
"Varios de los que han defendido la propiedad de los otros
derechos, por razones abstractas, me parece que han caído
en un gran error: han representado la propiedad como
algo misterioso, anterior a la sociedad, independiente de
ella. Ninguna de estas aserciones es cierta. La propiedad
no es en absoluto anterior a la sociedad ...la propiedad
existe en virtud de la sociedad...la propiedad no es otra
cosa que una convención social; pero de lo que recono-
cemos por tal no se deduce que la consideraríamos menos
sagrada, menos inviolable, menos necesaria, como los
escritores que adoptan otro sistema." Al mismo tiempo
que reconoce que la propiedad está bajo la jurisdicción de
la sociedad, deja claro que "la abolición de la propiedad-
sería destructiva para la división del trabajo, base del
perfeccionamiento de todas las artes y todas las ciencias".
Tiene, asimismo, pasajes memorables en los que formula
una apología, pero mesurada y responsable, de la libertad
individual: "Todas las constituciones que ha tenido
Francia garantizaban igualmente la libertad individual, y
bajo el imperio de esas constituciones, la libertad indi-
vidual ha sido violada sin cesar. Es que no basta una
simple declaración; son necesarios cuerpos bastante
potentes para para emplear a favor de los oprimidos los
medios de defensa que consagra la ley escrita. Nuestra
actual constitución es la única que ha creado sus garantías
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - • 97

e investido de bastante poder a los cuerpos intermedios.


La libertad de la prensa, colocada encima de todo ataque,
gracias a los juicios con jurados; la responsabilidad de los
ministros, y sobre todo, la de sus agentes inferiores; final-
mente la existencia de una representación numerosa e
independiente, tales son los bulevares de los cuales la
libertad está hoy día rodeada. En efecto, esta libertad es la
finalidad de toda asociación humana: sobre ella, se apoya
la moral pública y privada; sobre ella reposan los cálculos
de la industria; sin ella no hay para los hombres ni paz, ni
dignidad, ni felicidad".

Alexis de Tocqueville( 1805- 1859)


La Revolución Francesa produjo un opositor ideoló-
gico de singular valía retórica: Joseph de Maistre. El
Bonapartismo, cristalización de muchos males y de
muchos bienes post revolucionarios, engendró a Benjamín
Constant y a Alexis de Tocqueville . "La Democracia en
América" lo situó como observador de los primeros
vagidos de una modernidad política un tanto rústica y
preocupante para su sensibilidad aristocrática. En el
contexto francés, la existencia política de Tocqueville
transcurrió entre el paréntesis histórico abierto con la
Revolución de 1830 y el paréntesis cerrado con la
Revolución de 1848 y el golpe ele estado ele Napoleón IÏL
Atravesó los grandes períodos de turbulencia del.
siglo XIX. Le dejaron lecciones ideológicas terribles para
su clase social y le abrieron traumas familiares, cual
heridas vivas que nunca pudo cauterizar. De acuerdo a sus
perspectivas peculiares, unos observadores vieron el
triunfo del liberalismo en 1830; otros analistas, corno Marx,
divisaron la presencia de una fracción de pequeños
burgueses que tomó el poder para servir los intereses de
los banqueros, los reyes de la bolsa, los reyes de los
ferrocarriles y los propietarios de las minas de carbón y de
hierro, detrás de la casaca dorada de Luis Felipe de
Orleans. Tocqueville, aterrado por el desplazamiento de la
aristocracia, vio en 1830 "el triunfo de la clase media (que)
había sido definitivo, y tan completo, que todos los pode-
98 — MARIO CASTRO ARENAS

res políticos, todos los privilegios, todas las prerrogativas,


el gobierno entero se encontraron encerrados y como
amontonados en los estrechos límites de aquella burgue-
sía". Admiraba y temía a los miembros de una clase
media que había tenido la habilidad algo siniestra de
derrocar a la monarquía, usando al pueblo como carne de
cañón, para controlar los diversos estamentos del poder,
sin participación popular. Los diputados liberales no
aprovecharon la recaída absolutista de Carlos X, suspen-
diendo la libertad de prensa y disolviendo la Cámara
recién elegida, para cambiar a fondo el statu quo monár-
quico como los ingleses. En Francia no hubo un Bill of
Rights. Thiers y Guizot se redujeron a maniobras parla-
mentarias para que los republicanos no tomaran el poder
y, al disolverse la pólvora de las calles, se limitaron a
m e d i d a s formalistas. El r e s u l t a d o fue lo que unos
llamaron una monarquía burguesa y otros una monarquía
conservadora. Fue, empero, una monarquía coloidal, sin
las fortalezas de la m o n a r q u í a inglesa, y con las
debilidades de las monarquías de Europa Central.
"Recuerdos de la Revolución de 1848" condensa las
experiencias directas e indirectas de un parlamentario
dubitativo. Mezcla de testimonio político y de diario
íntimo, es la introspección de un agonista cuya enferme-
dad mortal lo va derrumbando, simbolizando el desmo-
ronamiento de los vestigios de un pasado amargamente
irrecuperable. "El Antiguo Régimen y la Revolución" es el
resultado del paralelismo de sistemas que superponen
estructuras políticas y administrativas con más conexiones
de las que aceptan los jacobinos.
Pero en lo que en esta obra resulta ser un ejercicio
comparativo académico y algo distante a sus íntimas
fibras, en cambio, "Recuerdos de la Revolución de 1848",
es una autobiografía, un recuento patético de las jornadas
políticas que vivió a consecuencias del estallido de la
revolución popular y el golpe de estado de Luis Bona-
parte. Tocqueville escribió los Recuerdos como un
autoanálisis reservado a la lectura de sus amigos y sus
familiares, como una "liberación espiritual", y no como
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 9 9

texto político destinado a la imprenta. El carácter reser-


vado de los Recuerdos lo enriquece por su sinceridad
anímica y al mismo tiempo lo exaltan por su verismo
político porque no escribió para halagar a sus compañeros
y adversarios. En su viaje a Estados Unidos, Tocqueville
tuvo el presentimiento que esa democracia de granjeros,
en estado crudo, se proyectaba como augurio del fin del
sistema general de vida modelado por una clase social en
camino al ostracismo. Cuando regresó a Francia y entró al
Parlamento, advirtió que la hora final estaba más cerca de
lo que había calculado en su estada norteamericana. Luis
Felipe de Orleans había asimilado el espíritu y los hábitos
de la clase media. Casi era un rey de opereta: discreto en
sus costumbres, sin pasiones ardientes, locuaz hasta la
charlatanería, vacío de ideas propias, trivial y prolijo en los
detalles. La actividad política cuidaba el formalismo
constitucional, retocándolo y barnizándolo, pero mante-
niendo su fofa madera estructural. La aburrido oratoria
parlamentaria y la inocuidad de los ministros llevaban a
Francia de los bostezos a la siesta. "El país estaba entonces
dividido en dos partes, o, mejor dicho, en dos zonas
desiguales ••• dice Tocqueville ••• en la de arriba, que era la
única que debía contener toda la vicia política de la nación,
no reinaba más que la languidez, la impotencia, la
inmovilidad, el tedio; en la de abajo, la vicia política, por el
contrario, comenzaba en manifestarse en síntomas febriles
e irregulares que el observador atento podía captar
fácilmente". Las revueltas obreras de 1832, 1834, y 1839, no
estaban suficientemente calibradas en los sismógrafos del
príncipe de Orleans y sus diputados manipuladores. "La
monarquía de julio no era más que una sociedad por
acciones para la explotación de la riqueza nacional de
Francia, cuyos dividendos se repartían entre los ministros,
las cámaras, 240 mil electores y su séquito. Luis Felipe era
el director de esta sociedad, un Roberto Macaire en el
trono. El comercio, la i n d u s t r i a , la agricultura, la
navegación, los intereses de la burguesía industrial, tenían
que sufrir constantemente riesgo y quebranto bajo este
sistema" apostrofó Carlos Marx en "Las luchas de clases
1 0 0 -— MARIO CASTRO ARENAS

en Francia de 1848 a 1850". En el discurso de apertura de


la legislatura de 1848, Luis Felipe caldeó los ánimos
parlamentarios al referirse a los opositores como hombres
animados por pasiones ciegas o enemigas. No toleraba el
monarca que los legisladores de la oposición se reunieran
periódicamente en b a n q u e t e s que desembocaban en
pronunciamientos políticos ante la prensa. La algarabía
p a r l a m e n t a r i a fue t o m a n d o caracteres motinescos a
medida que las tribunas se llenaban de parisinos que, al
principio, salpicaron de oprobios a los oradores del oficia-
lismo, mas luego denigraron a todos los parlamentarios
enfrentados por fruslerías insignificantes ante las angus-
tias y necesidades de obreros y pequeños agricultores. Luis
Felipe, al conocer las inclinaciones insurreccionales de un
batallón, destituyó al gobierno, pretendiendo que esa clase
de cambios bastaban para aplacar ánimos. Lanzó a la
represión a la Guardia Nacional, sin reparar, como dice
Tocqueville, que "los hombres que se encargaban de frenar
la revolución de 1848 eran precisamente los mismos que
habían hecho la revolución de 1830". Cuando los obreros
levantaron barricadas y las paredes de París se cubrieron
de pintas reclamando la proclamación de la República
Francesa, Luis Felipe comprendió que, antes de que se
levantaran nuevos cadalsos, debía fugar en el postillón
más veloz. En medio de sablazos y tumultos se formó un
gobierno provincial que, bajo presión popular, proclamó la
república y el sufragio universal. Aparecieron Louis Blanc,
Cabet, Blanqui, Raspad, en las barricadas con otros
anarquistas y socialistas, mientras la duquesa de Orleans,
el conde de París y el duque de Nemours y otros perso-
najes patéticos hacían mutis por el foro de la historia.
Tocqueville no interpretó como Marx la transacción de
clases que se enlazó en la República y el fondo de movi-
mientos financieros que bullía bajo el pavimento de las
barricadas para adjudicarle nuevas formas de poderío
económico y político a una nueva burguesía industrial y
financiera. Otra vez los obreros asumían el costo humano
de las barricadas. Otra vez la proteica y camaleónica
pequeñaburguesía se las arreglaba para no soltar las
riendas del estado republicano.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - • 1 0 1

En la serie de metamorfosis que va de la monarquía a


la revolución, de la restauración a la república, hacía falta
un leve toque característicamente francés, no olvidado por
las capas populares: el hombre fuerte, el hombre del desti-
no, el napoleonismo sin napoleón, en suma, el bonapar-
tisme). Había estado agazapado en la nostalgia de los que
repudiaban la charlatanería parlamentaria y los desórde-
nes de las barricadas. Tocqueville fue un francés afortuna-
do en medio de sus desdichas porque también vivió el
período neobonapartista inaugurado por Luis Napoleón.
El ocaso del general había frenado el resurgimiento del
hombre del destino. La creación de un nuevo imperio,
antiborbónico pero imperio al final de cuentas, ensom-
breció el resplandor de los tintes liberales del Primer
Consulado. La primera generación de poetas románticos
estigmatizó el caudillismo napoleónico y forjó la lírica de
los viejos tiempos. Sin embargo, la publicación del
Memorial de Santa Elena volvió a encandilar a los que
reclamaban mano dura contra el desorden y la anarquía.
Aunque Tocqueville denostaba el imperio "bastardo" de
los Bonaparte, colaboró cierto tiempo como ministro de
asuntos exteriores del gobierno provisional que tendió
puentes a Luis Bonaparte, Tocqueville era un legitimists
de corazón, un republicano cerebral, un francés patriótico
que no rehusó colaborar con las buenas causas. Ha dejado
una semblanza amable del primer Luis Bonaparte: "Como
p e r s o n a p r i v a d a, L u is Bo n a p a r t e p ose í a a 1 g u n a s
cualidades atractivas: un humor benévolo y fácil, un
carácter humano, un espíritu dulce e incluso bastante
tierno sin ser delicado, mucha seguridad, en las relaciones,
una perfecta sencillez, una cierta modestia en cuanto a su
persona en medio del inmenso orgullo que le daba su
origen". Aceptó Tocqueville que Luis Bonaparte fue el jefe
que las circunstancias que vivía Francia estaban reclaman-
do. Sin embargo, su formación liberal constitucionalista lo
distanció de la llegada del sobrino del general a la
magistratura francesa.

El golpe de estado de Luis Napoleón no le dejó duda


que el bonapartismo republicano abolía definitivamente el
1 0 2 — MARIO CASTRO ARENAS

viejo orden monárquico. En una carta privada a su esposa


escribió hacia 1856:" Formamos parte de un orden que se
extingue. Una antigua familia en una vieja residencia de
sus padres, todavía rodeada de un respeto tradicional y de
recuerdos queridos para ella y la población que la circun-
da, son éstos los residuos de una sociedad que se desmo-
rona y de la cual pronto no quedarán huellas". El era
miembro del Parlamento cuando se abatió el golpe y poco
tiempo después fue expulsado del Palais Bourbon y
detenido por algunas semanas. El bonapartismo resurgió
como un fantasma, veintisiete años después de la muerte
de su creador. Ninguno de los hermanos tenía madera
para construir la continuidad de un régimen derrotado en
los campos de batalla y en los cenáculos políticos.
Sólo la segunda generación de bonapartes tendría
agallas para emprender el regreso al poder. Pero, a medida
que se llenaba el vacío político con liberales reformistas y
monarquistas moderados, las posibilidades del retorno se
limitaban a conspiraciones de cuartel de veteranos algo
achispados por el vino que recuperaba remembranzas y
lubricaba ambiciones. Las intentonas militares de 1830 y
1836 chocaron con la indiferencia de una nueva oficialidad
más preocupada por ascensos y así reemplazar rápida-
mente a los nostálgicos veteranos de la Grand Armee. Sin
embargo, el hijo de Luis Bonaparte y de la reina Hortensia
soñaba con la restauración de las glorias de su tío y vivía
el día a día de las conspiraciones con la devoción inextin-
guible de los desterrados. Estraburgo y Boulogne reviía«-
lizaron su esperanza. Estaba convencido que el ejército y el
pueblo ¿moraban la restauración, pero con otro Bonaparte,
La revuelta de Estraburgo tuvo un epílogo desalentador
para alguien que no fuera el sobrino del emperador: sólo
duró tres horas y muchos de los conjurados desertaron al
comprobar la ausencia de calor popular. Mientras tanto, en
su bureau de Asuntos Exteriores, rechinaba la desilusión
de Tocqueville por los prohombres de la República. Igual
que sus colegas de la Asamblea Nacional, eran oportu-
nistas, mediocres, ambiciosos de vuelo corto sin fuste para
enarbolar el liderazgo de los ideales republicanos. Los
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO ' • 103

puestos diplomáticos se distribuían a base de sugerencias


de parlamentarios para premiar a sus amigos o deshacerse
de los adversarios con embajadas lo más lejanas de París.
En buena cuenta, la República no había cambiado sustan-
cialmente la monarquía de Julio. Continuaban los mismos
métodos de gobierno administrados casi por los mismos
personajes. Tocqueville vivió la fragilidad de las institu-
ciones republicanos y se convenció intimamente que el
principal objetivo debía ser cerrarle el paso a Luis Bona-
parte:" ...comprendí que era preciso subordinar todos los
fines secundarios al principal que consistía en impedir el
derrocamiento de la República y, sobre todo, en prevenir la
implantación de la m o n a r q u í a b a s t a r d a de Luis
Napoleón".
Mas la estrategia del delfín napoleónico previo
contactos con personajes republicanos no para fortalecer el
sistema republicano y el Estado de Derecho sino para
llevarlos a su tolda para construir un híbrido de cesarísmo
y republicanismo por mucho que lucieran incompatibles
en su formulación teórica. Por otro lado, en el folleto
"Extinción del p a u p e r i s m o " (1844) expuso algunos
conceptos socializantes que le aproximaron a persona-
lidades de banderas obreristas como Louis Blanc y Cabet.
Antes, en 1832, en "Ensueños Políticos" expuso los linea-
mientos de un nuevo ordenamiento constitucional en el
que reafirma el concepto de soberanía, nacional encarnado
por el caudillo principesco. Postuló, también, viejos temas
napoleónicos, como la unidad nacional, para soldar la
fragmentación de ios partidos políticos y la convocatoria a
plebiscitos para obtener el respaldo de las mayorías. Un
poco liberal, otro tanto proletarista, el ideario externo de
Luis Napoleón escondía el auténtico ideario interno: un
bonapartismo renovado con brochazos de modernismo
para la exportación, pero, en definitiva, dictadura. Presen-
ciando los m o v i m i e n t o s de masas de 1830 y 1848,
comprendió la necesidad política de organizar a las masas
obreras no, por supuesto, como presión en pro de reivin-
dicaciones sociales, más bien como instrumento de apoyo
social a su gobierno. En el intervalo de la dictadura se
1 0 4 — MARIO CASTRO ARENAS

presentó a las elecciones complementarios de 1848 con


resultados desiguales. En las calles de París y en las
provincias se escucharon voces de abajo la República y
viva el Emperador. Fue un ejercicio parlamentario de
medición de fuerzas con los republicanos y conservadores,
presentándose como una tercera vía distinta a la tradi-
cional compulsa de los viejos partidos. Pero a la postre el
ejercicio fue progresivamente afortunado, pues gestó la
ubicación de una nueva fuerza política cuya identidad
estaba profundamente vinculada al bonapartismo clásico,
La presidencia no resultará suficiente para el cumplimien-
to de políticas estorbadas por liberales y conservadores. El
golpe de estado de 1851 recuperó la identidad napo-
leónica. Los "Recuerdos" de Tocqueville no alcanzaron
esta etapa controversial preñada de contenidos ideológicos
específicamente franceses.
A diferencia de la estabilidad política de los ingleses
a partir del siglo XVII, Francia cambió con la Revolución,
pero con retrocesos monárquicos y tímidos avances
liberales, para volver al caudillismo napoleónico. Con
otros nombres -- Clemenceau, De Gaulle, Mitterrand •- no
cesa la experimentación francesa a menudo más enraizada
a los caudillos que a las ideologías. ¿ A qué causas
históricas o culturales debemos atribuir la desincronía
entre la evolución política de Inglaterra, y la de Francia? ¿
Por qué razones los ingleses lograron la subordinación
secuencial de la monarquía al parlamentarismo, mientras
los franceses fracasaron en atar la monarquía para siempre
al republicanismo, reviviéndola con otras denominaciones,
pero manteniendo el patrón de autoritarismo?
De acuerdo a politólogos ingleses, "los años 1792. y
1848 en Francia tienen su antecedente no en el siglo XVÏÏ,
sino a principios de la Edad Media. Los ingleses entraron
en Inglaterra como colonizadores y, después de asesinar o
expulsar a sus habitantes, implantaron sus instituciones,
libres de toda carga y derechos señoriales, y su modo de
autogobierno local. La historia de Francia, sin embargo,
asume lo inevitable de la tragedia griega desde el momen-
to de la conquista de los francos". "La Ciencia Política y
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - 1 0 5

las lecciones de la Historia'', Stefan Collini. Donald Winch.


John Burrow. FCE.
Si ei desarrollo del feudalismo fue distinto entre
ingleses y franceses creando anticuerpos de compleja
definición; si la monarquía fue sometida en Inglaterra con
algo de sangre pero primordialmente con un constitu-
cionalismo ínclaudicable; y si en Francia monarquia y
caudillismo identificaron una misma visión del pais y un
mismo estilo politico, el liberalismo, asimismo, asumió
perfiles distintos en la isla y en el continente.
La fuente nutricia del nacimiento del liberalismo
ingles proviene del movimiento revolucionario del siglo
XVII y las banderas civilistas del whiguismo con su lucha
a favor de la desaparición de los obstáculos al sistema de
libertad n a t u r a l y de eliminación de los abusos y
privilegios inherentes al absolutismo de Estuardos y
jacobitas. A partir de Adam Smith, de Malthus y Ricardo,
el liberalismo inglés adquiere connotaciones económicas
singulares, sin renunciar a sus variaciones jurídicas con
Bentham, filosóficas con John Locke y Stuart Mill y
sociales con Godwin. Smith, sobre todo, extendió la noción
del liberalismo civilista al de liberalismo económico, corno
fundador de la economía política corno una innovación
académica y empírica de las ciencias "políticas. Libertades
civiles preconizadas por Locke y libertades comerciales
sustentadas por Smith se fusionaron, desde hace tres-
cientos años, corno una tipología ideológica subsistente en
el siglo XX, en contraposición ai autoritarismo político y al
intervencionismo estatal.
El liberalismo francés, con otros nombres, nació como
una fuerza contrarrevolucionaria, es decir corno respuesta
al radicalismo girondino y jacobino de la Revolución de
1789, y antes al absolutismo de los Borbones. Designar a
Voltaire o a Diderot como liberales ideológicos sería
anacrónico y abusivo, no obstante su talentoso antagonis-
mo a la yugulación borbónica de libertades individuales.
Pero un siglo antes de la Ilustración los intelectuales whigs
se movieron en el territorio del liberalismo en lo que
1 0 6 — MARIO CASTRO ARENAS

significa defensa de libertades de pensamiento y expre-


sión. Los representantes del liberalismo francés, Benjamín
Constant y Alexis de Tocqueville, no fueron afectados por
los conceptos económicos de Smith; más bien, se afincaron
en los predios intelectuales humanísticos. Sin embargo,
Constant tuvo simpatías claras por la Revolución Francesa,
pero oponiéndose al bonapartismo autoritario, en tanto,
Tocqueville fue liberal desde la perspectiva de la aristocra-
cia restauracionista a la que perteneció por abolengo fami-
liar. Con todos los matices y diferencias, el algo olvidado
Benjamín Constant tiene más afinidades que Tocqueville
con los liberales o neoliberales contemporáneos en su
defensa de la libertad de las minorías coaccionadas o
regimentadas por el Estado moderno, democrático o
autoritario, en nombre de las mayorías sociales.

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1 0 8 — MARIO CASTRO ARENAS

E L L I B E R A L I S M O D E L S I G L O XIX

Harold Laski, cicatero en el reconocimiento de los


avances constitucionales de la Revolución Inglesa, se
exalta al p o n d e r a r la vigencia del liberalismo en las
reformas económicas y políticas:" El siglo XIX es la época
del triunfo liberal; ninguna doctrina habló con la misma
autoridad o ejerció influencia tan general desde Waterloo
hasta la iniciación de la Gran Guerra. Su triunfo, sin duda,
fue un fenómeno complejo; complejo siquiera porque,
como en su crecer, muchos de los que más lo reverenciaron
se imaginaron estar adorando ante un altar diferente. Sus
conquistas eran tan vastas que el mundo que creó en esos
cien años habría parecido muy próximo a lo inconceible
aún a quienes como Adam Smith fueron los principales
arquitectos doctrinales de su advenimiento. Fue el profeta
del industrialismo y transformó a la Gran Bretaña en el
taller del mundo. Fue el exponente del librecambio; y creó
un mercado mundial que ha roto el aislamiento aún de los
pueblos más distantes. Fue el defensor de la tolerancia
religiosa; y rompió a la vez el poder temporal de Roma y
acabó con el derecho de la religión a definir los límites de
la ciudadanía. Sostuvo que los derechos del Estado
deberían estar en general de acuerdo con los límites de los
Estados, y bajo égida, Italia y Grecia, Hungría y Bulgaria,
adquirieron una nueva conciencia de sí mismas. Estableció
el sufragio universal y el parlamentarismo casi como
principios del derecho natural; y estuvieron siempre a la
defensiva aquellos que en la Europa Occidental se opusie-
ron a su advenimiento. Hay un sentido, en efecto, en que
la civilización norteamericana de ios últimos cien años
puede considerarse no ilegítimamente como la realización
del ideal liberal. Tanto América como el despertar del
antiguo Oriente no son sino un tributo a su imperio
mundial".
Sin embargo, el desarrollo de los principios liberales
en el siglo XIX no fue un lecho de rosas. Antes de exa-
minar el antagonismo ideológico desde el territorio del
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - — 1 0 9

socialismo, que expondremos en otro aparte, es ilustrativo


ponderar los cuestionamientos que surgieron en el seno
del liberalismo, simultáneamente con el proceso social
desencadenado por la Primera Revolución Industrial.
Liberalismo e industrialismo se hermanaron, para bien y
para mal, en los cambios estructurales que se venían arras-
trando desde el siglo XVIII con la Revolución Francesa, la
Declaración de la Independencia de Estados Unidos , el
neoimperialismo napoleónico y la expansión industrial
inglesa con las innovaciones tecnológicas de Arkwright,
Wedgwood, Boulton y Watt. Como señalan T.K. Derry y
Trevor I.Williams, "la revolución inglesa había estado
largo tiempo en gestación. En conjunto, es menos sorpren-
dente el hecho de que haya aparecido a mediados del siglo
XVIII, por ser éste un período de gobiernos estables, con
una clase media confiada, unas guerras llevadas a cabo
por profesionales, con escaso daño para la economía, y
sobre todo con un comercio europeo en expansión, que el
hecho de que llegase primero a Inglaterra. Mientras que
Italia, ios Países Bajos, Francia y las grandes ciudades
alemanas habían mantenido en los pasados siglos el lide-
razgo tecnológico y permanecido a la cabeza durante largo
tiempo, ahora le había llegado a Inglaterra el turno de
sacar un provecho decisivo ele su geografía y de su histo-
ria/' Por otro lado, la Revolución. Industrial, con la inci-
dencia tecnológica que suscitó en la marina inglesa el
cambio de la madera al hierro y al acero en ios barcos
mercantes y de guerra, más la derogatoria del Acta de
Navegación en 1849, lanzó a Inglaterra a la expansión del
comercio interoceánico por todo el planeta, y , obviamente,
el poder marítimo afianzó el imperialismo británico en el
Lejano Oriente. El liberalismo fue interpretado como
sinónimo de imperialismo en lo económico y político. El
Übrecambismo se vio como una herramienta del dominio
monetario internacional. Las materias primas de Asia,
Africa y América Latina no saciaban la voracidad de los
hornos y las usinas de las potencias industriales. La
revolución industrial se expandió por Europa, compi-
tiendo con el despegue británico. Una división del trabajo
110 MARIO CASTRO ARENAS

a escala internacional cuyos alcances de agresividad no


previo Adam Smith convirtió a los países del norte en
fabricantes de manufacturas y los del sur en productores
de materias primas. Guano, salitre, algodón, bananos,
azúcar, café, lino, látex, petróleo, carbón, hierro, se alinea-
ban en los puertos del sur para ser transportados en barcos
del norte para beneficio del consumo de los países del
norte. En poco tiempo, Inglaterra, "el taller del mundo",
quedó rezagada a un taller parroquial. En 1870 extraía un
cincuenta por ciento de carbón más que Estados Unidos,
Francia y Alemania juntas. Pero en 1900 estos países
obtenían un setenta por ciento por encima de Gran
Bretaña. La producción total inglesa se duplicó en ese
lapso, mientras Estados Unidos la multiplicó por ocho,
Alemania por cuatro y Francia por dos y medio.

Herbert Spencer (1820-1903)


Este ya no fue el liberalismo benigno de Smith, ni el
liberalismo jurídico de Bentham, o el liberalismo filosófico
de Locke. El poder económico había depravado la doctrina
de las libertades civiles. O, por lo menos, había tomado
rutas torcidas. Ante las vilezas sociales desencadenadas
por la revolución industrial, el pionero de la sociología
inglesa Herbert Spencer concibió un modelo de sociedad
de perfiles biológicos, producto de una evolución seme-
jante a la de las espedes animales en la que la lucha por la
supervivencia podía garantizar la vitalidad de los más
fuertes y dejar a su suerte a los más débiles. Spencer se
adelantó en siete años a Darwin en la formulación de la
teoría de la evolución orgánica, como parece demostrarlo,
un artículo que publicó sin firma, pero de autenticidad
acreditada, en 1852. Explayó su teoría en "Social Statics"
(1850) , en el que adelantó un esbozo de su teoría socio-
lógica sobre el paso de lo homogéneo a lo heterogéneo en
los organismos vivientes y sociales. Luego editó "Prin-
cipies of Psychology" (1855), obra en la que sostuvo que
propiedades físicas y químicas determinaban las condi-
ciones mentales, fomentando acidas condenas. No desma-
yó, sin embargo, este excéntrico pensador que rehusaba
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • - 111

los honores académicos v desdeñaba la asistencia a fuñe •


rales. Logró la colaboración de un prestigioso hombre de
ciencia, Thomas Huxley, en la maduración teorética de
"Principles of Biology" (1864), en la que afinó su tesis.
Describió a la sociedad como la evolución de un organis-
mo simple a un organismo progresivamente madurado,
algo semejante a los primitivos núcleos familiares que
después se transformaron en gobiernos. En 1858 apareció
el "Origen de las especies" de Charles Darwin. Sin renun-
ciar a su prioridad teórica cronológica, Spencer asimiló los
principios de la evolución biológica, pero recalcando su
autoría en los artículos publicados por la Westminster
Review en 1852, siete años antes.
"Investigaciones de Wolf, Goethe, and Van Baer -
sostiene Spencer en-'Trincipios de Biología" han estable-
cido la verdad de la serie de cambios durante el desarrollo
de la semilla en árbol, de un óvulo en un animal, constitu-
yendo un avance de la homogeneidad de la estructura a la
heterogeneidad de otra estructura. En los primeros pasos,
cada germen consiste en una sustancia uniforme, en textu-
ra y composición química. El. primer paso en su desarrollo
es la aparición de la diferencia entre dos partes de esa
sustancia, o de ese fenómeno, como se le describe en el
lenguaje fisiológico, haciendo una distinción. Cada una ele
esas divisiones diferenciadas presenta al principio cierto
contraste en ambas partes; y esas diferenciaciones secun-
darias se convierten en definitivas. Este progreso es conti-
nuamente repetido y simultáneamente toca todas las
partes de ese creciente embrión; y al final la multiplicación
de esas diferenciaciones es produce la compleja división
de tejidos finos y organismos que constituyen el animal
adulto o la planta. Tal es el curso de la evolución seguida
por cualquiera de los organismos. Más allá de las disputas,
se establece que el proceso orgánico consiste en un cambio
de lo homogéneo a lo heterogéneo. "Trasladando la teoría
biológica al campo de las sociedades, según Spencer," "en
el curso de las edades, también aparece una organización
política altamente compleja de monarcas, ministros, seño-
res y hombres comunes, con sus departamentos adminis-
1 1 2 — MARIO CASTRO ARENAS

trativos, cortes de justicia, oficinas, complementadas en las


provincias por gobiernos municipales, c o n d a d o s y
gremios- todos ellos elaborados de menos a más".
Los nexos de Spencer con la teoría de Darwin tiñeron
y demonizaron su obra sociológica con la fuerza de las
condenas teológicas que niegan la evolución biológica de
los homínidos al Homo Sapiens. Se debatió si Spencer
había achacado al liberalismo industrialista la animali-
zación materialista de la sociedad inglesa y si la tesis
central de su obra podía llamarse "darwinismoo social"
Gorilas aparte, los antropólogos modernos de la escuela
funcionalista, como Kroeber y Sapir, reconocen a Spencer
la primacía en el uso de conceptos como estructura,
función, organismos y evolución. El pensador inglés no se
desanimó por la crítica hostil de sus contemporáneos. Con
el asesoramiento de varios eruditos produjo, uno tras otro,
varios tratados monumentales, a saber, ''Principles of
Sociology" (1877), y los volúmenes "Descriptive Socio-
logy" y "Study of Sociology". Los liberales modernos han
revisado la obra de Spencer, levantando los cargos de
darwinismo sociológico esgrimidos por quienes no han
entendido a Darwin y mucho menos a Spencer. La obra
"El Hombre ante el Estado" (The man versus the State),
que lo definió corno un nuevo tory, lo sitúa casi como un
anarquista de salón que rechaza la ingerencia del Estado
en la vida de los individuos. Fue frecuentemente acusado
de inconsistencia por sus conclusiones sobre la naciona-
lización de la tierra, los derechos de ios niños, el sufragio
de las mujeres y el rol del gobierno. Recibió honores de la
Academia de Francia, sección de Filosofía, y sus estudios
sociológicos fueron el ojo del huracán de una controversia
entre profesores de la Universidad de Yale, extendiéndose
su influencia en Estados Unidos al punto de calificarse
como "spencerianos" algunos fallos del Tribunal Supremo
de Justicia. Nicolás Timasheff, en la línea opuesta a los
sociólogos, repara en que la ley de la evolución no es
sociológica sino cósmica, es decir esencialmente filosófica,
describiéndola como "una sublimación de la física de su
tiempo, la cual se hallaba en una fase de transición".
E L L I B E R A L I S M O - EL P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O - — 113

Henry George (1839-12897)


Mientras los debates y discusiones sobre el libera-
lismo tuvieron como órgano de difusión a la muy erudita
y académica Edinburgh Review, fundada por Francis
Jeffrey Henry Brougham, Francis Horner y Sydney Smith,
alumnos de Dougald Stewart, los alcances teóricos del
liberalismo en la economía se reservaron como un inter-
cambio de doctos y sabios, a espaldas del gran público de
Londres. He aquí, sin embargo, que un impresor de nacio-
nalidad norteamericana, Henry George, a quien nadie
conocía entre los estirados lectores de la Edinburgh
Review, llevó a la calle los temas más importantes de la
revolución industrial. Carecía de formación universitaria y
escribía en el estrecho tiempo libre que le dejaba la im-
prenta. Con su célebre libro " Progress and Poverty"
(Progreso y Miseria", 1880) , Henry George desmitificó la
revolución industrial decimonónica, señalando que el pro-
greso incubaba la pobreza fomentando la desigualdad
social entre industriales y trabajadores por la injusta distri-
bución de la riqueza. Los editores no aceptaban los origi-
nales escritos por un autor desconocido. Pero modificaron
su criterio cuando el prestigioso escritor y sociólogo ingles
Alfred Russe! Wallace dio a conocer su opinión de que
"Progreso y Miseria" podía ser una de las obras más
importantes de la época. Wallace no se refirió únicamente
a la brillantez metafórica de George, sino principalmente a
su notable esfuerzo de analizar los tópicos más resaltantes
ele las obras de economía de Smith, Malthus y Ricardo, así
corno ios tratados más densos de Mili y Spencer, y expo-
nerlos y explicarlos con sencillez a las masas de lectores. El
filósofo John Dewey expresó que Henry George estaba
entre los filósofos sociales más originales, de Platón para
abajo. León Tolstoy polemizó a favor de la implacable
lógica del pensamiento de George, en tanto George
Bernard Shaw dijo en una carta privada a la hija del autor
que la lectura del libro le cambió la mente. Durante su
vida, Henry George gozó de una popularidad comparable
a la de Thomas Alva Edison y Mark Twain. Marx no había
sido traducido al inglés cuando George concibió su obra.
1 1 4 —- MARIO CASTRO ARENAS

Su devastadora disección de la sociedad industrial fue


producto de su experiencia como observador individual
de los cambios socioeconómicos operados en Estados
Unidos porque, al parecer, no conoció Europa, y no de
ideologías establecidas a priori en su pensamiento. Desde
el primer capítulo, la prosa de George arrebata al lector
con metáforas incitantes sobre los inventos de la Revo-
lución Industrial: "Si, en una visión del futuro, un Franklin
o un Priestley, hubiese visto al buque de vapor reempla-
zando al velero, el ferrocarril a la diligencia, la máquina
segadora a la guadaña, la trilladora al mayal; si hubiesen
visto el árbol de la selva convertido en madera acabada en
puertas, marcos, postigos, cajas o barriles, sin apenas
tocarlo las m a n o s del h o m b r e ...si h u b i e s e n visto
martinetes de vapor modelando inmensos ejes y poderosas
áncoras, y delicadas maquinarias construyendo diminutos
relojes; si hubiesen imaginado los cien mil progresos que
estos solos ya sugieren ¿ qué conclusión habrían sacado
respecto a la situación social de la humanidad? ...de esta
generosa situación material habría visto surgir, como
obligada consecuencia, un ambiente moral realizador de la
Edad de Oro, que siempre ha soñado la humanidad. La
juventud no cohibida ni famélica, la vejez no acosada por
la avaricia...Verdad es que un desengaño ha seguido a
otro desengaño. Descubrimiento tras descubrimiento e
invento tras invento, ni han disminuido la fatiga de los
que más necesitan descanso, ni han traído la abundancia al
pobre, .de todas partes del mundo civilizado llegan quejas
de depresión industrial; de trabajo condenado al paro
forzoso; de capital acumulado que se desperdicia; de
apuros pecuniarios entre los hombres de negocios; y de
escasez, sufrimiento y ansiedad entre las clases traba-
jadoras".
Quizás las frases que transcribimos de George
pueden sonar como efectistas y retóricas. Pero no son otra
cosa que la introducción apasionada a los análisis más
transparentes y educativos que, en el siglo XIX, se escri-
bieron sobre los tópicos de Adam Smith, Thomas Malthus
y David Ricardo. Veamos lo que dice de la Economía
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 1 1 5

Política: ''Que la Economía Política, como ahora se enseña,


no explique de acuerdo con las más arraigadas percep-
ciones humanas la persistencia de la pobreza en medio de
la creciente riqueza; que las verdades indiscutibles que
enseña estén inconexas y dispersas; que no haya logrado
difundirse en el pensamiento popular, ha de ser debido, a
mi juicio, no a la incapacidad de la ciencia cuando se
estudia como es debido, sino a algún paso en falso en sus
premisas o algún factor olvidado en sus apreciaciones. Y
como por respeto a la autoridad se suele disimular estas
equivocaciones, me propongo en esta indagación no hacer
ninguna concesión. Me propongo no esquivar ningún
problema, no retroceder ante ninguna conclusión, sino
seguir la verdad a dondequiera que nos lleve".
Busca George la clarificación de algunos términos
como salario, capital, tierra, trabajo, renta, que tienen
significaciones distintas y aún discordantes entre los
economistas. Dice sobre el concepto de salario: En el
lenguaje usual, "salario'' significa una compensación que,
por sus servicios, se paga a una persona contratada; y
hablamos de uno que trabaja "a salario", distinguiéndose
de otro que "trabaja por cuenta propia." La costumbre de
aplicar este término solamente a la compensación pagada
por el trabajo manual reduce, aún más su empleo. No
-hablamos de salarios de hombres de carrera, adminis-
tradores u oficinistas, sino de sus honorarios, pagas o
suélelos. Por esto el significado vulgar de la palabra
"salario" tiene un significado mucho más amplio e incluye
toda recompensa del esfuerzo. Pues, como explican los
economistas, los tres agentes de o factores de la produc-
ción son la tierra, el trabajo y el capital, y a la parte del
producto que va el segundo de estos factores la llaman
salario. Por consiguiente, en el sentido político-económico
del término salario, no se distingue la clase de trabajo ni si
su recompensa se recibe de un patrono o no. Salario
significa la recompensa recibida por el esfuerzo del
trabajo, en cuanto se distingue de lo que se recibe por el
uso del capital y de la que recibe el propietario por el uso
déla tierra".
1 1 6 ' — MARIO CASTRO ARENAS

Encara, igualmente, George las discordantes defini-


ciones del capital: "Comparemos entre sí las definiciones
de unos pocos economistas típicos. "Aquella parte del
caudal de un hombre", dice Adam Smith, "de la cual
espera un rédito es llamada su capital" y el capital de una
nación o sociedad, sigue diciendo, consistel) máquinas e
instrumentos profesionales que facilitan y abrevian el
trabajo; 2) edificios no meras viviendas, sino que puedan
ser considerados instrumentos del oficio, tales como
tiendas, casas de campo etc; 3) mejoras de la tierra que la
adaptan a la. labranza o cultivo; 4) las aptitudes adquiridas
y provechosas de todos los habitantes; 5) dinero; 6)
existencias en poder de productores y negociantes, que de
su venta esperan tener provecho; 7) materiales para las
manufacturas o artículos parcialmente elaborados, aún en
manos de los productores o negociantes; 8) mercancías
listas, en poder de los productores o negociantes. Los
cuatro primeros de estos grupos los denomina capital fijo
y los cuatro últimos capital circulante, distinción de la
cual, para nuestro propósito, no es necesario tomar nota".
La definición de David Ricardo es "Capital es aquella
parte de la riqueza de un país empleada en la producción
y consiste en alimentos, vestidos, herramientas, materias
primas, maquinaria etc. necesarias para efectuar el trabajo
(Principios de Economía Política, capítulo 5). La defini-
ción de J.R. McCuíioch es: "El capital de un a nación real-
mente comprende todas aquellas porciones del producto
del trabajo existentes en ella, que puedan ser directamente
empleadas, ya en sostener la existencia humana, ya en
facilitar la producción". John Stuart Mill, siguiendo las
mismas orientaciones de Ricardo y McCullogh, no define
el capital según el uso o aptitud para el uso, sino el uso a
que se destina:" Cualquier cosa destinada a suministrar el
trabajo productivo albergue, protección, herramientas y
materuiales que aquél requiere para nutrir y, en general,
mantener al trabajador durante el proceso productivo, es
capital" (Principios de Economía Política). De acuerdo a
George: "Las dificultades que acompañan el uso de la
palabra capital como término exacto, y de las cuales, en las
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - •• 117

discusiones políticas y sociales corrientes se ven ejemplos


aún más notables que en las definiciones de los econo-
mistas, surgen de dos hechos: primero, el que ciertas cosas,
cuya posesión le resulta al individuo exactamente lo mis-
mo que si poseyera capital, no son parte de la colectividad;
y segundo, el que cosas de una misma clase pueden ser o
dejar de ser capital, según la finalidad a que se destinen".
George participó en el debate sobre el tema clave de
"El Capital" de Marx, sin advertir que se había intro-
ducido en la pulpa de una definición de alcances ideoló-
gicos que rebasa el ámbito técnico de la Economía Política.
George no perseguía organizar una revolución política,
como Marx, sino que se propuso exponer los significados
contrastados de capital al alcance del conocimiento de la
masa no ilustrada de Estados Unidos y el m u n d o de
estreno de la Revolución Industrial, con las connotaciones
inherentes a tal conocimiento. En busca de ese objetivo de
pedagogía social explica a sus lectores del pueblo, no a los
eruditos del nivel intelectual de Marx:" Pero, aunque tocio
capital es riqueza, no toda riqueza es capital. El capital es
solamente una parte de la riqueza, a saber, aquella parte
que se dedica a ayudar a la producción. "Avanzando en el
deslinde del concepto de capital en relación al salario, no
vacila en rectificar a Adam Smith con estos términos:" One
los salarios, en vez de proceder del capital, en realidad
proceden del p r o d u c t o del trabajo por el cual son
pagados." Se aproxima al concepto de pkis valía ele Marx
cuando escribe:" ,..si los salarios se sacan, no del capital,
sino del producto del trabajo, se deben desechar tocios los
remedios propuestos, sea por profesores de Economía, sea
por trabajadores que miran de aliviar la pobreza, ya
aumentando el capital, ya restringiendo el número de
trabajadores o el resultado de su trabajo. Si cada traba-
jador, al efectuar su trabajo, realmente crea el fondo del
cual su salario procede, el aumento de trabajadores no
puede disminuir los salarios. Al contrario, puesto que la
eficacia del trabajo crece visiblemente al aumentar el
número de trabajadores, cuanto más trabajadores haya,
tanto mayores serán en igualdad de circunstancias los
salarios." ("Progreso y Pobreza").
118 — MARIO CASTRO ARENAS

Henry George, con una lucidez asombrosa para su


formación empírica de autodidacta, rebate los principios y
conceptos establecidos por la Economía Política y sus prin-
cipales expositores. Una a una discute, con seriedad y
notable sencillez didáctica, las bases teóricas y pragmáti-
cas de la economía liberal que asentó la primera revolu-
ción industrial. En sus conclusiones finales sobre el primer
capitalismo norteamericano, manifiesta desilusión por las
consecuencias sociales de una nueva era de auge y de crea-
tividad teconológica, cuyas contradicciones engendraron
progreso y pobreza, riqueza y miseria. Repudia el laisse
faire, por castrar al Estado, y al maltusianismo, por anate-
matizar a los pobres y loar a los ricos. No postula la lucha
de clases ni agita banderas revolucionarias. Razona como
sociólogo, no cual si fuera militante político. Mantiene
hasta la última página de su libro la esperanza de que "las
leyes que gobiernan la producción y distribución de la
riqueza demuestran que la privación y la injusticia, del
presente estado social no son inevitables. Por el contrario,
demuestran que es posible un estado social en el que se
desconozca la pobreza y en el que todas las mejores
cualidades y más facultades de la naturaleza humana
hallen oportunidad para desarrollarse completamente".
Henry George abrió una puerta de teoría, pero no
señaló caminos de acción.
Nuevas fronteras del liberalismo
En nuestro empeño metodológico de seguirle el
rastro histórico- ideológico a las huellas del liberalismo, y
después hacer lo mismo con el socialismo, observamos
cómo se enriquece su contenido teórico con la Economía
Política, la Biología( darwinismo social) y la Sociología, en
el paréntesis entre el siglo XVII y el siglo XIX. Existe una
plantilla política fija liberal - separación de los poderes
del Estado, sufragio universal, renovación calendarizada
de los representantes del Poder Ejecutivo y el Poder
Legislativo, protección de los derechos civiles, libertad de
expresión y libertad de pensamiento - que se repite y
adapta a los regímenes de origen cultural occidental.
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - • 1 1 9

Conduciéndose en forma paralela a los cambios sociales y


tecnológicos, el liberalismo se nutre de concomitancias
doctrinarias y de nuevos métodos de investigación cientí-
fica, a medida que se renuevan las ciencias sociales. Como
antes se anotó, la ideología liberal se asoció progresiva-
mente con la economía política entre el XVÏÏ y el XÍX con
las versiones de Adam Smith y David Ricardo; con el dere-
cho, la literatura y la filosofía a través de Jeremy Bentham
John Stuart Mill, Alexis de Tocqueville y Benjamín
Constant; con la biología a través de Herbert Spencer.

Auguste Comte (1798-1857)


La capacidad de mimetismo cultural del liberalismo
entendido como el antidogma teológico par excellance se
ensanchó con la sociología francesa, particularmente con
Auguste Comte y Emile Durkheim, en las últimas fraccio-
nes del diecinueve. La flexibilidad del liberalismo resulta
tan proteica que, frecuentemente, se aloja en las entrañas
de las corrientes y tendencias políticas sin que lo advier-
tan sus expositores y, a veces, no se divisa con nitidez, o se
toma por antiliberalismo a sutiles y tenues variantes del
liberalismo que cambian de nombre, democracia política,
democracia social, economía de mercado, economía social
de mercado, en las que los instrumentos de producción
suelen ser los mismos, pero cambia el concepto de la
distribución.
Así, por ejemplo, el fundador de la sociología moder-
na, Auguste Comte, con sus creencias en el Progreso con
mayúscula y el Positivismo con premisas extraídas de los
gabinetes de física y química, posee un linaje liberal aná-
logo al de Spencer. Así como el pensador inglés ligó la
teoría social a la teoría del evolucionismo biológico, y
fundó el "darwinismo social", Comte se dejó arrastrar por
la ilusión positivista y encuadró la sociología como si fuera
una física social: "Poseemos ahora una física celeste, una
física terrestre, ya mecánica o química, una física vegetal y
una física animal; todavía necesitamos una más y la última
para completar el sistema de nuestro conocimiento de la
naturaleza. Entiendo por física social la ciencia que tiene
1 2 0 — MARIO CASTRO ARENAS

por objeto el estudio de los fenómenos sociales consi-


derados con el mismo espíritu que los astronómicos / los
físicos, los químicos y los fisiológicos, es decir sujetos a
leyes naturales invariables, cuyo objeto es el objeto espe-
cial de investigación''. Timasheff anota que el sociólogo
francés empleó cuatro m é t o d o s para cohesionar la
estructura de una sociedad, vale decir la observación, la
experimentación, la comparación y el método histórico.
Asimismo tuvo en cuenta el rasgo organicista de la socie-
dad al compararla con un organismo en el que se conoce el
conjunto mejor que las partes. En verdad, lo que Comte
pretendió decir es que la sociedad es un sistema en el que
se integran y regulan las partes como en un mecanismo
fisiológico. Distinguió tres esferas internas en cada socie-
dad: el individuo, la familia y las combinaciones sociales.
Sin embargo- y éste es un matiz antilberal - rehusó tomar
al individuo, a la persona humana, como medida de unid-
ad social, privilegiando al grupo social, a la familia, en un
contexto de anillos sociales que conducen al sistema social,
como enfatizaba su maestro el conde de Saint- Simon.
Aunque adhirió en esencia los principios del evolucionis-
mo puestos en boga por Spencer y Darwin, Comte no cayó
del todo en las redes de un determimsmo mecánico,
distinguiendo diferencias sutiles pero trascendentes entre
la evolución de la naturaleza y la evolución de la sociedad
como un sistema sujeto a las contradicciones inherentes al
hombre. Advirtió que el desarrollo progresivo de la socie-
dad no sigue una línea recta sino que pueden producirse
oscilaciones por intervención humana.
En resumen, la fundación formal de la Sociología
como parte de las ciencias sociales contribuyó al proceso
de fortalecimiento científico del pensamiento político. El
arte de gobernar diseñado en el Renacimiento por Maquia-
velo como lecciones desprendidas de la historia tradicio-
nal buscará, a partir de Comte, el conocimiento científico
de la sociedad como si fuera una estructura basada en
parámetros y constantes que tienden a convertirse en leyes
sociales.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 121

Entile Durkheim (1858- 1917)


Quien auspició la introducción de la Sociología como
una rama moderna de las ciencias sociales, legitimada por
el pensum de las universidades europeas y norteameri-
canas, fue un discípulo de Comte y Saint- Simon: Emile
Durkheim, francés de ascendencia judía, nació en Epinal,
Lorena, en la frontera nordeste de Francia, reputada como
una de las regiones de más ardiente nacionalismo. Está a
caballo entre la sociología y la antropología, pues se le
reconoce como pionero del estructuralismo funcionalista
del cual descienden las supersofisticadas investigaciones
antropológicas de Marcel Mauss y de Claude Levy-
Strauss, Algunos de sus apologistas, como Talcott Parsons,
sostienen que sus estudios sobre muertes por mano propia
en Europa, reflejados en su obra "El Suicidio7' (1897) avala-
ron la incorporación de la Sociología como una. disciplina
apartada de disquisiciones metafísicas, cimentada, por el
contrario, en informaciones estadísticas, Al respecto
comenta Timasheíí que "la extensa monografía de
Durkheim sobre el suicidio contiene a veces en la forma
más aguda posible la teoría de la coacción social, que está
estrechamente relacionada con sus opiniones sobre la
conciencia colectiva. Aceptando ía idea de Ouételeí según
la cual las técnicas cuantitativas son útiles, sino esenciales,
en la ciencia social, Durkheim investigó cuidadosamente
(y con notable ingenio estadístico para aquel tiempo) los
índices del suicidio en diferentes segmentos de la pobla-
ción social. Emplea su extenso análisis estadístico para dos
fines: primero, para refutar las teorías que pretenden expli-
car las variaciones del grupo en el número de suicidios a
base de de factores psicológicos, biológicos (raciales),
genéticos, climáticos o geográficos, en lo que tuvo éxito
notable; y segundo, para apoyar con pruebas empíricas su
propia explicación teórica sociológica". El uso científico de
estadísticas fue, a partir de Durkheim, un instrumento
empírico sumamente valioso en un amplio espectro de
investigaciones sociológicas avaladas por pruebas verifi-
cables y cuantificables. La ciencia política hoy cuenta con
estudios sobre tendencias y conductas electorales, hábitos
1 2 2 — MARIO CASTRO ARENAS

y valores de segmentos de clases sociales, estímulos y


respuestas sobre referéndum, plebiscitos, sondeos de
opinión y una gama innumerable de posibilidades de
investigaciones sociológicas que suministran a institu-
ciones públicas y privadas un tipo de información y de
conocimiento desconocidos para los gobernantes del siglo
diecinueve. Tal vez las conclusiones de Durkheim sobre las
causas que generaban los suicidios en el pasado no tienen
validez en nuestro tiempo. Sin embargo, su aporte subsiste
porque el manejo de estadísticas y otros auxilios empíricos
semejantes le permite a la Sociología evitar el chapaleo en
teorías que no fueron otra cosa que ejercicios de
divagación y especulación enteramente idealistas.
Las raíces liberales de la sociología de Durkheimer se
hilvanaron en la atmósfera política e intelectual de la III
República, con su devoción por el Progreso y la convicción
que la salvación de Francia estaba en las universidades,
como sostuvo Renan, en tanto se reorganizaran tal si
fueran núcleos de la formación científica de una nueva
elite positivista de ingenieros, médicos, químicos, físicos,
biólogos, economistas y científicos sociales. Pero esto no
fue fácil ni pudo hacerse de un día para otro. Las univer-
sidades francesas estaban ufanas de su tradición huma-
nística. Los profesores miraban de reojo a los asistentes de
las cátedras de Química y Física que manipulaban matra-
ces y retortas. La Sociología tenía un dudoso certificado de
nacimiento. Los libros de Comte eran más apreciados en
Inglaterra. La defensa de la tesis de grado en la Sorbona
fue una polémica entre Durkheim y los miembros del
jurado de formación moralista. Fue algo así como la
batalla de Hernani de la sociología, criatura republicana
sospechosa de bastardía académica. Los títulos de las
obras de Durkheim, "División del Trabajo Social" (1893)
revelan, por un lado, la tardanza de la recepción de las
ideas de Adam Smith en Francia; pero, por otro lado,
ostentan el enlace entre la universidad y la sociedad. La
efervescencia de la III República registraba la dinámica de
los cambios de una sociedad que seguía aferrándose a
estructuras ideológicas monárquicas, pero arrastrada
EL LIBERALISMO •- EL PENSAMIENTO POLÍTICO • — 1 2 3

inexorablemente por las transformaciones científicas esti-


muladas por el positivismo republicano. Comprendió
Durkheim que la nueva disciplina, para ser aceptada en la
academia universitaria, debía construir una metodología
autónoma que garantizara su especificidad científica. La
metodología debía ser amplia y compleja para cubrir las
facetas innumerables, horizontales y verticales, de la
sociedad, con propiedad y rigor científicos. Con esas
exigencias surgió en su mente ' T a s reglas del método
sociológico'' , como un modelo de selección de los hechos
sociales objeto de estudio.
"Hay en toda sociedad un grupo determinado de
fenómenos que se distinguen en base a características muy
marcadas de aquéllos que son objeto de estudio de las
otras ciencias de la naturaleza... consisten en maneras de
actuar, pensar, y sentir exteriores al individuo y dotadas
de un poder de constricción en virtud del cual se imponen
sobre aquél" explica Durkheimer en el doloroso alum-
bramiento de una disciplina que pretende constituir reglas
de análisis y verificación distintas a las regias de las
ciencias naturales y que tienen, o aspiran a tener, un uni-
verso propio de materiales (hechos) sociales. Un hombre
solo no alcanza para examinar ios hechos de una sociedad
en convulsión y compulsión. Para que éste esfuerzo sea
una empresa colectiva, Durkheimer fundó la revista
"Année Sociologique" (1898), desde esta fecha un taller o
laboratorio de estudios que porfiarán en demostrar que la
sociología es cabalmente la nueva ciencia de la sociedad.
¿Se conjugan el pensamiento político y el pensa-
miento sociológico? ¿Es pertinente situar a Durkheimer en
los listados del pensamiento político? El pensamiento
político y el pensamiento sociológico son concomitantes
porque proceden del estudio de una misma matriz teórica
y empírica: la sociedad, o si se quiere, el sistema social.
Una y otra disciplina se auxilian, se interpénétrai!, se
asocian, aunque tienen sólidos y al mismo tiempo finí-
simos rasgos diferenciales. Los poderes públicos, la divi-
sión del trabajo, la mentalidad ideológica y aún la menta-
lidad religiosa que investigó Durkheimer, ios hábitos
1 2 4 •— MARIO CASTRO ARENAS

sociales de los ciudadanos, el feminismo como fuerza


política, el sistema electoral, las estadísticas sociales, las
encuestas estéticas económicas, los sondeos de opiniones y
preferencias, y otros modernos instrumentos de investi-
gación empírica corresponden, como sustento teórico o
como auxilio metodológico de investigación, tanto a la
política como a la sociología. Durkheim coadyuvó, como
pocos, a esa alianza académica y pragmática, que, poco a
poco, destierra el verbalismo intrascendente y la astrología
electoral.

El Liberalismo en Alemania
Por motivos primordialmente políticos, las corrientes
del liberalismo procedentes de Inglaterra y Francia no
prosperaron entre los pensadores prusianos (alemanes) de
los siglos XVIII y XIX. Tal vez la fragmentación de los
principados germánicos y la búsqueda de unidad nacional
alimentaron corrientes hostiles a las estructuras políticas
liberales, inclinadas más bien a la formación de un Estado
fuerte, hegemónico, de tono revanchista. Karl Popper
atribuye a la influencia filosófica de Hegel el predominio
de las tendencias estatistas en la Prusia decimonónica:
"Hegel fue designado primer filósofo oficial de Prusia en
el período de la " restauración" del feudal que siguió a las
guerras napoleónicas. Más tarde, el estado apoyó también
a sus discípulos...y éstos a su vez se apoyaron entre sí. Y
aunque la mayoría de ellos renunció al hegelianismo, los
filósofos hegelianos continuaron dominando la enseñanza
de la filosofía y, de este modo, indirectamente, aún las
escuelas secundarias de Alemania". Collingwood acepta el
antiliberalismo de Hegel y desaca que "Hegel parece
personificar la razón en algo fuera de la vida humana, lo
cual, a través de la agencia de h o m b r e s ciegos y
apasionados, efectúa propósitos que no son los suyos y no
los de los hombres. Quizá a veces caiga Hegel en una
posición como teológica de la Edad Media donde los
planes que se ejecutan en la historia son los planes de Dios
y de n i n g ú n m o d o los planes del h o m b r e " . Más
moderado, el historiador de la filosofía alemana Nicolai
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - - 125

Hartmann sitúa el pensamiento de Hegel en un plano más


cercano al metafísico religiosa que al político y concluye
que para él, " lo Absoluto es lo divino... lo que Hegel se
propuso en la Lógica es penetrar, mediante la fuerza del
pensamiento y con el sobrio rigor del concepto en la
esencia de Dios, cosa que ni una piadosa visión ni una
conciencia crítica de los límites conceptuales jamás han
alcanzado".
A Hegel lo analizaremos en capítulo aparte, al igual
que a Fichte en sus coincidencias o divergencias
ideológicas con liberales y socialistas.

Inmanuel Kant
En medio de los vacíos del pensamiento prusiano
respecto del liberalismo europeo, sobresale por su insu-
laridad ideológica el notable filósofo Inmanuel Kant, cuya
obra ''Ideas para una historia universal en clave cosmo-
polita" y otros escritos sobre Filosofía de la Historia
concuerda con algunos aspectos fundamentales de la
doctrina liberal. Kant no tuvo un prurito político especial
por el liberalismo, ni tampoco por ningún otro credo
político de la época. Fue, por encima de contingencias de
partidos políticos, o de gobiernos contemporáneos, un
filósofo puro, alejado de los rumores de la multitud, más
interesado en la razón pura, en la investigación de las
posibilidades del conocimiento y en las herramientas
cognoscitivas para llegar al conocimiento, que en la razón
práctica o la razón histórica, Sin embargo, en un ensayo
breve, "Ideas para una historia universal en clave cosmo-
polita", mostró su preocupación por temas temporales
adscritos a la realidad de su tiempo. Su objetivo central
roza la diplomacia y el Derecho Internacional Público: la
organización de una confederación de pueblos (Foedus
Amphyctyonum) "de un poder unificado y de la decisión
conforme a leyes de la voluntad común". A primera
lectura de la propuesta kantiana, pareciera que exhumara
la idea de la Anfictionía griega. Pero el propósito de la
idea tiene alcance y profundidad más vastos que la idea
griega original, idea que, como sabemos, se planteó como
126 MARIO CASTRO ARENAS

alianzas estratégicas eminentemente coyunturales y pasa-


jeras. El estado- ciudad griego convocó la anfictionía para
la guerra. Kant quiso una anfictionía para la paz, una
anficitionía pacifista, una confederación de pueblos para
construir la paz. Su reflexión parte de un interrogante
capital: ¿qué quiere la Naturaleza que hagan los hombres
para salir del estado de bestialidad y belicismo? Al revés
de Hobbes que parte del estado de guerra permanente en
los estadios primarios de las sociedades, Kant establece el
predominio de la razón para articular un estado de convi-
vencia pacífica, por encima de las pasiones instintivas de
la barbarie humana. La premisa mayor, la Razón, sustenta,
como en la filosofía, el punto de partida de su reflexión.
Dice: "La razón es en una criatura la capacidad de ampliar
las reglas e intenciones del uso de todas sus fuerzas por
encima del instinto natural, y no conoce límite alguno a
sus proyectos. Ahora bien, ella misma no actúa instinti-
vamente sino que requiere tanteos, entrenamientos e
instrucción, para ir progresando paulatinamente de un
estadio a otro del conocimiento. De ahí que cada hombre
habría de vivir un lapso de tiempo desmesuradamente
largo para a p r e n d e r cómo emplear cabalmene sus
disposiciones naturales; en otro caso, si la Naturaleza ha
fijado un breve plazo a su vida (corno ocurre de hecho) ,
ella precisa entonces de una serie - • acaso interminable • • de
generaciones para terminar de conducir los gérmenes
depositados en nuestra especie hasta aquel grado de
desarrollo que resulta "plenamente adecuado a su inten-
ción". Entiendo la expresión la Naturaleza cono equiva-
lente al destino humano, Kant entiende que la Naturaleza
"ha querido que el hombre extraiga por completo de si
mismo todo aquello que sobrepasa la estructuración
mecánica de su existencia animal y que no participe de
otra felicidad o perfección que la que él mismo, libre de
instinto, se haya procurado por medio de la razón".
¿Dónde residen los nexos de Kant con el liberalismo
en su expresión más acendrada? El filósofo de Koenisberg,
al tiempo que reconoce en los seres humanos la tendencia
a socializarse, tendencia acreditada por Aristóteles, privile-
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 127

gia la inclinación irresistible a individualizarse, vale decir


a constituirse como persona humana y así defender su
identidad individual. Resiste Kant la transformación del
individuo en miembro de un rebaño de ovejas" "propor-
cionando así a su existencia un valor no mucho mayor que
el detentado por un animal doméstico y, por lo tanto, no
llenaría el vacío de la creación respecto de su destino como
naturaleza racional. ¡ Demos, pues, gracias, a la Naturaleza
por la incompatibilidad, por la envidiosa vanidad que nos
hace rivalizar, por el anhelo insaciable de acaparar o
incluso de dominar!".
Una meditación de esta envergadura necesitó una
mayor ampliación en el pensamiento kantiano, sobre todo
al plantearla como reflexión sobre la especie humana de
acuerdo al registro de la historia universal. Empero, queda
incólume la gravitación pionera de su propuesta encami-
nada a resolver lo que él estima como el mayor problema
de la especie humana: la instauración de una sociedad
civil que administre umversalmente el derecho, sobre la
base de una constitución civil "perfectamente justa" como
la tarea más alta impuesta por la Naturaleza, corno un
gran, desafío, a la humanidad, que previamente haya
alcanzado una reglamentación de las relaciones interesta--
tales. Kant prefigura una sociedad ele naciones, una
organización de naciones unidas, en la que predomine la
razón antes que el poder de los más fuertes, No resulta
fácil al filósofo describir una a una la casuística que
pudiera surgir de las relaciones de los pueblos. Ante el
formidable impedimento de establecer qué hacer en cada
caso en el complejo campo de las relaciones internacio-
nales. Kant postula el imperio de la ilustración, como el
grado máximo de la razón. "Tampoco puede atentarse hoy
en día contra la libertad civil" - sostiene en tono liberal -
sin perjudicar con ello a todas las actividades profesio-
nales , particularmente, al comercio, lo cual repercutiría en
detrimento de las fuerzas del Estado de cara a sus
relaciones exteriores. A pesar de todo, esta libertad va
ganando terreno poco a poco. C u a n d o se impide al
ciudadano buscar su libertad según el modo que mejor le
1 2 8 -— MARIO CASTRO ARENAS

parezca - siempre y cuando este método sea compatible


con la libertad de los demás - se obstruye la dinámica de
los negocios en general, y, por ende, las fuerzas del todo; y
así, entremezclada con ilusiones y quimeras, va emer-
giendo poco a poco la Ilustración, como un gran bien que
el género humano incluso de la de la egoísta megalomanía
de sus soberanos", si éstos saben qué les conviene". Como
remate de su propuesta a la comunidad de naciones
inexistente en su época, Kant propone "un estado cosmo-
polita universal en cuyo seno se desarrollen todas las
disposiciones originarias de la especie humana".
En recensiones sucesivas a una obra de Herder, Kant
expone sus ideas sobre el origen de la humanidad y se
adscribe a la teoría aristotélica del hombre como animal
político. Es un cruce de ideas y criterios sobre el evolucio-
nismo de las especies, sin registrar conocimiento directo
de las teorías de Spencer y Darwin. En otra recensión
sorprende la crítica punzante del filósofo germánico al
régimen político inglés. Se muestra escéptico sobre la
monarquía limitada por el control de las dos cámaras y
considera que las leyes esconden a una m o n a r q u í a
absoluta disfrazada. Dice:" "...como todo el mundo sabe
muy bien, el influjo del monarca sobre esos representantes
es tan grande e indefectible que, en dichas Cámaras, sólo
se acuerde cuanto él desea y propone a través de sus
ministros. Aunque algunas veces propone acuerdos a
sabiendas que le serán discutidos ( v.g. la trata de negros) e
incluso hace que se le opongan, para dar una prueba de
aparente libertad parlamentaria. Esta fraudulenta presen-
tación de su naturaleza hace que no se busque una consti-
tución verdaderamente ajustada a derecho, puesto que
cree haberla encontrado en un ejemplo ya existente y una
publicidad engañosa embauca al pueblo con el espejismo
de una monarquía limitada por leyes que dimanan de él,
mientras que sus representantes, sobornados por las
corruptelas, lo someten subrepticiamente a un monarca
absoluto". En nota a pie de página, Kant ofrece como
prueba de sus delicadas aseveraciones sobre el supuesta-
mente fraudulento régimen inglés las declaratorias de
EL LIBERALISMO •- EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 129

guerra del monarca, a espaldas del pueblo. ¿Qué impulsó


al autor de la Crítica de la Razón Pura a un tan duro
ataque político contra los ingleses? ¿Un virulento antimo-
narquismo, reflejo de un genuino liberalismo? ¿ O es,
solamente, el estallido de una pasión germánica, natural-
mente o racionalmente, antibritánica?

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1 3 2 -—- MARIO CASTRO ARENAS

EL LIBERALISMO EN EL SIGLO XX

En el curso del siglo XX, el liberalismo ha dejado de


ser un tópico de discusión académica y de disquisiciones
filosóficas. Ha entrado de lleno, para bien y para mal, en el
campo de la praxis en el que se confirma o se desvanece la
viabilidad de las teorías. Se extiende la convicción de que
la libre competencia predicada por los teóricos del libera-
lismo industrial concentra la riqueza y fomenta la pobreza
y la desigualdad en las clases productoras. Después de la
Revolución Francesa y la Revolución de 1848, las clases
productoras - campesinos y obreros - adquieren concien-
cia de clase y copan las calles y se organizan con una
renovada visión del gremialismo primitivo. Se censura
acremente al Código Napoleónico por la omisión de la
presencia jurídica, económica y política de las clases
productoras. El derecho al voto, de acuerdo a la concep-
ción del Tercer Estado de Sieyés, es un derecho reservado a
los contribuyentes y rentistas.
Los trabajadores se organizaron en internacionales
obreras en los países europeos industrializados. El socia-
lismo, el cooperativismo y otras formas de corrientes ideo-
lógicas y de nuevas organizaciones sociales se propagaron
por doquier. Cual patriarcas de libros arcaicos, Marx y
Engels profetizaron apocalipsis sociales sino se corregían
las dolencias diseminadas por el laissez faire del liberalis-
mo manchesteriano que ellos habían diseccionado con
minuciosos e implacables análisis. La palabra capitalismo
reemplazó a la palabra liberalismo en las condenas incen-
diarias de los adalides del pensamiento socialista. Y muy
pronto el nuevo concepto de imperialismo surgió en el
lenguaje de los doctrinarios antiliberales. (Como hemos
anotado, en capítulo aparte examinaremos y analizaremos
el desarrollo del pensamiento socialista, anarquista y
social-demócrata a partir de la Revolución Francesa).
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - • 1 3 3

El laissez faire liberal


En los debates parlamentarios en Inglaterra se discu-
tió la necesidad o la inutilidad de la intervención del
gobierno en la determinación de la cuantía de los salarios.
Harold Laski menciona que "el Parlamento inglés se hizo
cada vez más refractario a intervenir por medio de la
reglamentación industrial Su actitud era en mucho lo que
el deán Tucker expresaba en algunas palabras enfáticas.
"Los estatutos para regular los salarios y el precio del
trabajo - escribió - son otro absurdo y un daño muy
grande para el comercio. Absurdo y descabellado debe
parecer seguramente el que una tercera persona intente
fijar el precio entre comprador y vendedor sin su mutuo
consentimiento. Pues ¿para qué sirve un ciento de leyes
reglamentarias, si el jornalero no quiere vender su trabajo
al precio estatuido, o el amo no quiere pagarlo? No sólo
sino ¿cómo, en efecto, puede idearse una regla fija que sea
lo bastante flexible para prever la abundancia o escasez de
trabajo, la baratura o carestía de las provisiones, las dife-
rencias de vivir en la ciudad o en el campo, la calefacción,
el alquiler de casa e t c . . también la bondad o defectuo-
sidad de la mano de obra, los grados diferentes de
habilidad o rapidez del obrero, la calidad desigual de los
materiales en que trabaja, el estado de la manufactura, la
demanda o su estancamiento en el país o en el extranjero".
De la mano invisible de la oferta y la demanda preconi-
zada por Adam Smith se pasó a la neutralidad del Estado
en los conflictos obreros por condiciones de salario o de
trabajo, sustentada por los tories. Ciertamente, casi
imposible resultaba especificar los detalles máximos y
mínimos de los acuerdos obrero- patronales y lo más
sensato era dejarlo a las negociaciones de las partes
regidas por la libertad de contratación. Sin embargo,
expresaban los objetores de la libre contratación, ¿ qué
debía hacerse cuando aparecían patrones opuestos a la
libre contratación y en cambio, brotaban empresarios que
despóticamente, unilateralmente, i m p o n í a n reglas y
normas al precio de deshacerse del trabajador que no las
134 — MARIO CASTRO ARENAS

aceptaba? ¿Debía mantener neutralidad el Estado en tales


circunstancias de abuso e injusticia? Las reclamaciones
salariales y los paros y huelgas debieron ser motivo de
codificación laboral ante las pruebas de la inocuidad del
Estado deliberadamente neutralizado en los roces conflic-
tivos de patrones y obreros. Los países más desarrollados
concordaron en que el laissez faire requería empresarios
realistas y consecuentes en un empeño en línea recta al
fracaso. Fue entonces que los regímenes liberales acepta-
ron el sindicalismo y la legislación obrera debidamente
d e b a t i d a y c o n s e n s u a d a hasta d o n d e fuera posible
lograrlo. Los excesos resultarían fatales para las partes en
contienda. Como recuerda Laski, "Marx insistió en que la
revolución burguesa no había hecho sino mudar el poder
político de los dueños de la tierra a los dueños de la
industria. En su concepto, el Estado no era un órgano
neutral que buscara como mejor pudiera el bienestar de
toda la comunidad sino un poder coercitivo que imponía a
la clase trabajadora la disciplina social exigida por los
poseedores de la propiedad en su afán de lucro". La
alternativa, según Marx y sus innumerables discípulos era
la captura del poder por la acción revolucionaria de la
clase trabajadora.
;Cómo reaccionaron las modernas versiones del libe-
ralismo económico ante el tsunami ideológico y pragmá-
tico del socialismo? No se replegaron. Con flexibilidad se
adecuaron a la legislación social, apostando que, por la vía
de la mayor creación de riqueza, se generarían mejores
salarios que mediante las dádivas del Estado beneficencia.
Pero el liberalismo no se atrincheró en la defensa de la
libertad económica. Para darse impulso hacia delante,
formuló el recuento de sus conquistas civiles no para rego-
dearse en ellas sino para perfeccionarlas. El liberalismo
industrial transformó a Inglaterra en una gran fábrica de
manufacturas y bienes de capital. Creó un mercado
internacional entre el imperio y sus colonias, hasta que
comprendió que la libertad de exportación, en vez de
d i s m i n u i r l a s , ampliaría sus r i q u e z a s . Defendió la
tolerancia religiosa hasta el límite de su conflicto con el
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO ----- 1 3 5

catolicismo papista. Estableció el parlamentarismo como


regla, universal de gobierno mediante el mecanismo,
igualmente poco a poco unlversalizado, del sufragio
universal. Consolidó las libertades de expresión y de
pensamiento y la garantía de principios civiles como el
habeas corpus. Pero también forjó anticuerpos en la
primera revolución industrial como las jornadas de doce
horas de trabajo, el trabajo infantil, la prisión por deudas,
la minusvalía política de las mujeres etc. Por otro lado, el
profesor George Sabine anota que el laissez faire no abarcó
todo el programa de la legislación liberal, destacando que
en el lapso comprendido entre 1850 a 1914 fue extraordi-
nariamente estable, en comparación con los períodos que
le antecedieron y prolongaron. Guerras mundiales, crisis,
conflictos sociales, ideologías hostiles que buscaban su
exterminio, pusieron a prueba la capacidad de mimesis o
metamorfosis, de subsistencia, en resumen, de lo que fue,
desde el principio, una revolución tecnológica, además de
una revolución económica, por su preservación del
desarrollo paralelo y combinado de ciencia y técnica; por
la adopción de de nuevas formas de acumulación de
capital creando empresas trasnacionales que tienen al
planeta como mercado; por la configuración ele nuevas
formas de dominación ya no regidas por el control de
materias primas del primer imperialismo sino por refina-
das fórmulas ele .hegemonía tecnológica.

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EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — •• 1 4 1

EL LIBERALISMO DEL SIGLO XIX


EN ESTADOS UNIDOS

El paso del liberalismo o industrialismo o capitalis-


mo, como quiera llamársele a este fenómeno, de Inglaterra
a Estados Unidos ha significado importantes cambios
cuantitativos y cualitativos desde la proclamación de la
Declaración de Independencia hasta el siglo XX. ¿A qué
factores o a qué fuerzas positivas y negativas se debió el
apogeo de la transferencia de la posta liberal a Estados
Unidos? Además del hecho obvio que la monarquía parla-
mentaria inglesa incubó las condiciones para la creación
de Estados Unidos, uno de los principales apologistas del
liberalismo m o d e r n o , el ensayista anglo- austríaco
Frederich A. Hayek, lo atribuye al descubrimiento del
federalismo. Dice: "Mucho se deduce del hecho de que la
Constitución americana sea producto deliberado de la
mente y de que por vez primera en la historia moderna un
pueblo organice con pleno conocimiento la clase de
gobierno bajo el cual desea vivir. Los mismos americanos
tuvieron plena conciencia ele la singular naturaleza de su
empresa y en cierto sentido estuvieron guiados por un
espíritu de racionalismo, por un deseo ele construir
deliberadamente y de establecer procedimientos pragmá-
ticos que están más cerca de lo que hemos denominado la
tradición francesa que de la tradición inglesa. Tal actitud
fue reforzada a menudo por una desconfianza general de
lo tradicional y el exuberante orgullo de que la nueva
estructura fuese en su totalidad obra de los propios
americanos. El fenómeno es más justificable en este caso
que en muchos otros similares, aunque no deje de ser
esencialmente erróneo. Es de destacar cuan diferente de
ninguna otra estructura deliberadamente pensada es el
marco de gobierno que en definitiva emergió y cuanto de
dicho resultado se debió a accidentes históricos o a la
1 4 2 —- MARIO CASTRO ARENAS

aplicación de principios heredados a una nueva situación;


qué nuevos descubrimientos contenidos por la Constitu-
ción federal fueron resultado de la adscripción de princi-
pios tradicionales a problemas particulares y cuáles
surgieron como consecuencia de ideas generales
oscuramente percibidas".

Henry David Thoreau (1817- 1862)


Uno de los principios "oscuramente percibidos",
como dice Hayek, por Estados Unidos fue el de copar los
espacios territoriales de propiedad extranjera, Louisiana
en manos de Francia y Florida en manos españolas.
Thomas Jefferson asumió la concepción estratégica del
"espacio vital", primero para poseer y poblar vacíos terri-
toriales desde el Missisipi hasta las montañas Rocosas;
segundo, para cubrirse las espaldas ante la posibilidad de
que Nueva Orleans o la República Dominicana fueran
o c u p a d a s por los s o l d a d o s veteranos de la Francia
napoleónica. "El día que Francia se apodere de Nueva
Orleans ... debemos unir nuestra suerte a la flota y a la
nación inglesa" fue parte del mensaje que transmitió
Jefferson al ministro norteamericano en París. Después de
comprar Louisiana y Florida y de incorporarlas a su
territorio, no se detuvo la ola expansionista de Estados
Unidos. La Alta California, N u e v o México y Texas,
provincias mexicanas limítrofes, no estaban a la venta.
México consideró insultante la propuesta de compra de
Texas, una provincia del tamaño de Francia, planteada por
el presidente John Quincy Adams. Los sureños norteame-
ricanos ensayaron entonces otras tácticas anexionistas para
irrumpir en Texas y apoderarse, ya no por arrendamiento
a colonos, como los Austin y los Houston, sino por la
fuerza de las armas tan vastas planicies ricas en petróleo, y
convertirlas en una pequeña república proesclavista y,
después, en parte del territorio de la unión. La táctica se
repitió en los episodios de California, territorio que el
gobierno de James Knox Polk desconocía y que exploró
poco antes de ocuparlo luego de escarceos bélicos contra
tropas mexicanas en el río Grande.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 143

Oponiéndose rotundamente al apetito anexionista de


los políticos y colonos, el notable pensador norteamerica-
no Henry David Thoreau se negó a pagar los impuestos
estatales y fue detenido en prisión hasta que familiares y
amigos lo rescataron y entregaron una fianza. Explicitando
que su d e s a c u e r d o no era estrictamente tributario,
Thoreau escribió el célebre "Ensayo sobre la desobediencia
civil" ("Resistance to Civil Goverment" 1849, remarcando
su repudio ideológico al insurgente imperialismo territo-
rial norteamericano y al estilo de gobierno del sombrío y
cecijunto Polk. Algunos historiadores norteamericanos
modernos se obstinan en presentar una imagen caricatural
de Thoreau - el excéntrico ermitaño que vivía en la sole-
dad del bosque en una cabana de troncos, cuyas ideas son
las de anarquista de salón. Otros ensayistas ignoran deli-
beradamente su pensamiento, a espaldas de la repercusión
de los principios que inspiran y siguen inspirando la deso-
bediencia civil, continuada y revitalizada por Mahatma
Gandhi y Martin Luther King. "Leí el ensayo de Thoreau
sobre la desobediencia civil por primera vez - • confesó el
líder de los derechos civiles Martin Luther King •••• durante
mis primeros años en la facultad. Fascinando por la idea
de rehusar cooperar con un sistema injusto, me conmovió
tan profundamente que releí la obra muchas veces, Quedé
convencido que la. no cooperación con el mal es una obli-
gación moral en la misma medida que lo es la cooperación
con el bien, Nadie ha logrado transmitir esta idea de forma
más apasionada y elocuente que Henry David Thoreau,
Corno resultado de sus escritos y de su testimonio perso-
nal, somos los herederos de un legado de protesta
creativa",
¿En qué se basan las ideas de Thoreau para mantener
vigencia?
Una de las premisas guías de su reflexión "El mejor
gobierno, el que tiene que gobernar menos", podría inter-
pretarse, prima facie, como una bandera anarquista, o
nihilista desde el punto de vista filosófico. No es así, sin
embargo. Es parte de un pensamiento sólidamente arti-
culado por reflexiones profundas sobre cómo debe reaccio
144 —- MARIO CASTRO ARENAS

nar un ciudadano ante un mal gobierno. O para decirio de


otra forma, se trata de la necesidad de la desobediencia
civil frente a leyes o decisiones arbitrarias. Santo Tomás
reconoció el derecho a la rebelión contra los regímenes
tiránicos. Thoreau respeta al gobierno de decisiones en-
marcadas en el ordenamiento jurídico y en el respeto a la
soberanía de otros estados. Su desobediencia civil es la
respuesta ante un gobierno agresor que, por añadidura,
prohija la esclavitud, y transgrede la libertad y, en térmi-
nos generales, los derechos civiles. Thoreau repudia la
usurpación de territorios mexicanos con estas palabras:
"Somos testigos de la actual guerra con México, obra de
unos pocos individuos comparativamente que utilizan
como herramienta al gobierno actual; en principio, el pue-
blo no habría aprobado esta medida". Quiere decir esto
que, en época temprana, un intelectual norteamericano
observó lúcidamente que el sistema de gobierno creado
teóricamente bajo principios de exaltación de la libertad
como un don de Dios, se distorsionaba cuando un gobier-
no invadía territorios de los países vecinos con miras de
lucro personal. Desestima que el gobierno fuera el tipo de
régimen que el pueblo norteamericano deseaba. Por el
contrario, asevera que en los casos de deformación guber-
namental "el gobierno no es más que una conveniencia,
pero, en su mayoría, los gobiernos son inconvenientes y
todos han resultado serlo en algún momento". Liga su
desacuerdo con el gobierno a sus objeciones sobre el ejérci-
to permanente puesto al servicio de campañas de agresión
interna y externa. "El ejército permanente es sólo el brazo
del gobierno establecido. El gobierno en sí, que es única-
mente el modo escogido por el pueblo para ejecutar su
voluntad, está igualmente sujeto al abuso y la corrupción
antes que el pueblo pueda actuar a través suyo." La tergi-
versación de la nación democrática está patente también
en que la Constitución declara que todos los hombres de-
ben ser iguales, mas en los hechos existe la esclavitud y su
correlato la explotación y la segregación de los afroameri-
canos. "Yo no puedo, ni por un instante - dice - reconocer
una organización política que como mi gobierno es tam-
bién el gobierno de esclavos. Todos los hombres reconocen
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 1 4 5

el derecho a la revolución, es decir el derecho a negarse a


la obediencia y poner resistencia al gobierno cuando éste
es tirano o su inef i ciencia es mayor e insoportable.., en
otras palabras, cuando una sexta parte de la población de
una nación que ha tomado como propio ser el refugio de la
libertad está esclavizada, y todo un país está injustamente
subyugado y conquistado por un ejército extranjero y
sujeto a la ocupación militar, no creo sea demasiado pron-
to para que los honestos e rebelen y hagan revolución".
Al remarcar las incongruencias entre los principios de
la Declaración de Independencia y la Constitución Federal
y el quehacer de los gobernantes como Polk, Henry David
Thoreau inició, históricamente, la vocación crítica de pen-
sadores y artistas norteamericanos. Thoreau y sus suceso-
res comprendieron muy temprano la naturaleza dialéctica
del sistema democrático y la necesidad de la crítica como
requisito para la revisión y pulimento de la praxis política.
Fue un liberal casi extremista en su individualismo. Conci-
bió al Estado como un enemigo potencial de los derechos
civiles y desconfió por instinto de sus resoluciones inter-
nas y externas. Denunció el anexionismo de territorios
mexicanos y la guerra contra la república vecina como la
iniciación de una estrategia de dominación geopolítica
mundial, confirmada por acontecimientos posteriores.
Alfred Kazan sostiene que "Thoreau no previo el Estado
moderno y desconfió de tocio gobierno y lo comprendió
mucho menos que Jesucristo cuando aconsejó a los judíos
que dieran al César lo que es del César." Al contrarío ele
ello, del "Ensayo sobre la desobediencia civil" y de su
repercusión en las tácticas de no violencia de Gandhi y el
doctor King deducimos que una de sus facultades más
sobresalientes fue la de intuir el desarraigo del Estado de
los principios morales de la Declaración de Independencia.
Describió el militarismo y el segregacionismo racial como
las lacras que desviaron a los gobiernos de Estados Unidos
de las fuentes morales de su nacimiento como una nación
creada para proteger a los oprimidos y velar por la igual-
dad de los seres humanos conforme a los principios cris-
tianos. No aceptó que un estado que lucrara de la esclavi--
1 4 6 •—• MARIO CASTRO ARENAS

tud y de las conquistas de la guerra se inmiscuyera en


actos de su vida privada como ciudadano y persona hu-
mana. La cobranza de los impuestos estatales lo llevó a es-
clarecer los aspectos éticos que conlleva la ayuda econó-
mica de los contribuyentes a un gobierno moralmente
extraviado. Dijo entonces algo que desdichadamente se ha
olvidado en Estados Unidos y otras naciones: "De hecho,
le declaro la guerra al Estado a mi manera, aunque lo uti-
lice y me sirva de él en cuanto pueda, como es usual en
tales casos. Si otros, por simpatía con el Estado, pagan el
impuesto que a mi me piden, hacen lo mismo que cuando
pagaron el suyo, es decir apoyan una injusticia más de lo
que el Estado les exige. Si pagan el impuesto parece una
solidaridad equivocada con la persona a la que se le ha
cobrado para salvarle sus propiedades o evitarle que ter-
mine en la cárcel, porque no han medido con inteligencia
hasta dónde dejan de interferir sus sentimientos perso-
nales con el bien público". Tampoco debemos dejar que se
pierda, para bien de una genuina democracia, estas frases
finales ele la desobediencia civil preconizada por el filósofo
de los bosques de Concord: "¿Es la democracia que cono-
cernos la última mejora posible de gobierno? ¡No es posi-
ble adelantar un paso para el reconocimiento y organiza-
ción de los derechos del hombre? Jamás existirá un Estado
realmente libre e iluminado hasta cuando ese Estado reco-
nozca al individuo como un poder más alio e indepen-
diente, del cual se deriva su propio poder y autoridad, y lo
trate de acuerdo a ello.,,un Estado que produjera ese fruto
y lo entregase tan pronto estuviese maduro abrirá el cami-
no para otro Estado aún más perfecto y glorioso que yo he
soñado también, pero que aún no he visto por ninguna
parte". Ciertamente, la resonancia de sus palabras llegó
algo tarde, pero llegó, al profundo sur profundamente ra-
cista y a la prédica de Gandhi en Africa del Sur y la India.

Ralph Waldo Emerson (1803-1882)


La desilusión que produjeron las contradicciones del
Estado fundado por Washington y Jefferson en Thoreau
también está omnipresente en la obra de un poeta, ensa-
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO -— 1 4 7

yista, moralista y charlista incansable: Ralph Waldo


Emerson, Personaje de calendario, aplaudido, pero asimis-
mo detestado, en Estados Unidos y Europa, Emerson fue
una suerte de filósofo de bolsillo que recorrió ciudades y
aldeas dictando charlas accesibles al gran público del siglo
diecinueve, granjeros rústicos, campesinos iletrados,
pastores de parroquias remotas, carpinteros y pescadores
de ballenas inmortalizados por H a w t h o r n e . Fue, en
realidad, un bostoniano educado en Harvard, descendien-
tes de siete pastores de la iglesia unitaria. Pero la estrechez
de los círculos universitarios de la época lo movió a
convertirse en el predicador de un evangelio laico dirigido
al hombre común y corriente. Fue, fundamentalmente, un
pedagogo, un comunicador de buenas nuevas heterodoxas
y perturbadoras de las iglesias convencionales. A su
manera, Emerson y Thoreau son la versión americana de
los enciclopedistas o los ilustrados. No tuvieron el vuelo
literario de Voltaire y Diderot o la profundidad política de
Montesquieu. Pero sus sencillas lecciones de vida llegaron,
a las masas de Nueva York, M as s a chus sets, Indiana,
Pennsilvanía, Illinois, Wisconsin o Iowa, con la intensidad
que Voltaire no logró en los cerebros de los labradores de
Toulousse y los pueblos a las orillas del Loire.
Concibió y desarrolló una concepción democrática de
la cultura intrínsecamente opuesta ai elitismo hermético y
anillado de los "brahmanes" de Boston. "Supongo que mis
lectores son una clase muy apacible, llana y hasta oscura,
hombres y mujeres de cierta cultura y aspiraciones religio-
sas, jóvenes o bien místicos, y que están lejos de pertenecer
al gran ejército literario que está de moda, al que nadie
puede contar hoy , que hoy lee vuestros libros ...Preferiría
tener menos lectores y sólo los que me corresponden"
escribió en una ocasión describiendo a sus lectores y
auditores de la clase llana. Sin embargo, no encarnaba la
antiilustración. Respetaba la autoridad intelectual, pero su
especificidad de educador radicaba en la elección del
auditorio y en la forma de transmitir el mensaje. Temió
que la consideración cruda y primaria de la democracia
como se estilaba entonces pudiera lesionar los fueros
148 MARIO CASTRO ARENAS

íntimos de la cultura: "Lejos de creer que la autoridad


intelectual deba desaparecer, yo conjeturo que fácilmente
llegaría a ser m u y grande y que podría suceder que
encerrase la acción del juicio individual en límites más
estrechos de los que conviene a la grandeza y felicidad de
la especie humana. Veo claramente en la igualdad dos
tendencias: una que conduce al hombre al ánimo de
nuevas ideas, y otra que lo vería con gusto reducido a no
pensar. Y concibo cómo bajo el imperio de ciertas leyes , la
democracia extinguiría la libertad intelectual que el estado
social democrático favorece, de tal suerte que después de
haber toto todas las trabas que en tiempos pasados le
imponían las clases a los hombres, el espíritu humano se
encadenaría estrechamente a la voluntad general del
mayor número."
En otro pasaje aclara y refina su concepto de la demo-
cracia: "Cuando yo hablé o hablo del elemento demo-
crático, no quiero decir esa cosa nociva, vana y ruidosa
que escribe periódicos falaces, que declama en las conven-
ciones y vende sus mentiras por oro...no hay nada del
verdadero elemento democrático en lo que se llama Demo-
cracia; debe caer, pues enteramente comercial ... ¿Por qué
son las masas, desde el amanecer de la historia, carne para
cuchillos y pólvora? La idea dignifica a unos cuantos
dirigentes que tienen sentimiento, opinión, autodevoción,
y que hacen sagrada la guerra y la muerte; pero ¿ qué
decir de los miserables a quienes alquilan y matan? La
baratura del hombre es la tragedia de cada día...la clave
de todas las épocas es: imbecilidad; imbecilidad en la gran
mayoría de los hombres de todos los tiempos, y aún en los
héroes de todos los momentos, a excepción de ciertos
momentos eminentes, Víctimas de la gravedad, la costum-
bre y el miedo. Esto da su fuerza a los fuertes; que la
multitud no tenga el hábito de la autoconfianza o de la
acción original".
Emerson no fue ajeno a las turbulencias políticas. Por
el contrario, su magisterio populista lo instó a fijar posicio-
nes en temas candentes como la esclavitud, la guerra de
México y el comportamiento del Estado. Hombre eminen-
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •— 1 4 9

teniente espiritualista, la esclavitud lo sublevó en tanto en


cuanto significaba la especie h u m a n a convertida en
mercadería, mano de obra africana tasada y pignorada
como colmillos de elefante.
La ley de esclavos fugitivos lo indignó y censuró a
sus panegiristas, su amigo Daniel Wesbter entre ellos.
Acremente zarandeó a quienes asistían puntualmente a las
misas dominicales y repetían con el sacerdote las líneas
del evangelio, y al mismo tiempo eran esclavistas lucra-
tivos. Aconsejó a sus lectores: "Temo que no se deba poner
confianza en ningún tipo o forma de contrato, ni en formas
sagradas, ni en iglesias, ni en biblias. Pues habríase dicho
que un cristiano no tendría esclavos; pero los cristianos
tienen esclavos...Citan la Biblia, citan a Pablo, citan a
Cristo, para justificar la esclavitud. Si la esclavitud es
buena, entonces la mentira, el robo, el incendio y el
homicidio son buenos todos ellos y deben ser mantenidos
por las sociedades de la unión...Cada vez que un hombre
llega a esta opinión, no hay Iglesia para él más que cu
plegaria ele creyente; no hay más constitución que el tratar
bien y con justicia a su prójimo".
Cuando estalló la guerra de Estados Unidos con
México, no dudó Emerson en expresar por escrito y de
viva voz en sus charlas la repulsión irónica que le provo-
caban las acciones del gobierno belicista: "El Estado es
una bestia pobre y buena con la mejor intención: quiere ser
amiga. A una pobre vaca, que se porta bien no hay que
negarle su pastura. No puede comer pan como nosotros;
no le regateemos un poco de pasto para sus cuatro estó-
magos... vosotros que sois hombres que caminan limpia-
mente sobre dos pies, no iréis a pelear con una pobre vaca.
Toma este puñado de trébol, y enhorabuena. Pero si me
corneas cuando paseo por los campos, entonces, pobre
vaca, te cortaré el pescuezo".
En la segunda serie de Ensayos (1884), hay uno dedi-
cado a los Reformadores de Nueva Inglaterra, en el que
observó, con atenta curiosidad, la aparición de comuni-
dades en Massachussetts inspiradas en las ideas socialistas
1 5 0 —- MARIO CASTRO ARENAS

y cooperativistas de Saint- Simon, Fourier, Owen. "Cama-


radería y asociación son cosas finas y una gran falange de
lo mejor de la especie humana, la abanderó por algunos
objetos católicos. Si, excelente. Pero recuerden que lo social
no debe sobrepasar al individuo". Como Thoreau, la
divisa emersoniana fue la defensa de la libertad del indivi-
duo frente a la acechanza del Estado y el conglomerado
social. Por ello marcó distancias con los ensayos de
socialismo utópico.
Cuando dejó los bosques de Concord y viajó a Ingla-
terra se enfrentó cara a cara con la realidad de una cultura
vieja en la que poco faltaba por hacer, por lo menos en
apariencia, y todo estaba hecho. Castillos medievales,
catedrales góticas, ruinas druidas, muros cubiertos de
hiedra de universidades antiguas, dramaturgos y poetas
isabelinos, agobiaron, en una primera etapa, a un talento
silvestre, oxigenado por las praderas. Emerson reaccionó
con acidez y cierto resentimiento ante el encuentro con la
cultura anglosajona, como se le hubiera caído la estantería
de una inmensa biblioteca sobre su frágil humanidad. La
amistad con el ensayista inglés Thomas Carlyle le
atemperó su relación cultural inicialmente dura y brusca
con la madre patria. Acuñó un libro de medallones huma-
nos, "Hombres Representativos", bajo la fascinación
formal de "Los Héroes" de Carlyle. Sin embargo, no
incurrió ni en las ideas íiloesclavistas, ni seleccionó sus
propios héroes en los moldes del pretorianismo autori-
tario que seducían el ego del escritor inglés. A su regreso a
Estados Unidos, adscribió a la causa abolicionista que
estaba en su apogeo durante la presidencia de Van Buren.
La conciencia crítica liberal norteamericana fue forjada en
el siglo diecinueve por Emerson y Thoreau. Pero debemos
recordar, dentro de otra perspectiva, la presencia intelec-
tual de Henry Adams.

Hennj Adams (1838- 1918)


Biznieto y nieto de presidentes; amigo personal de
jefes de estado; secretario privado de su padre en la
embajada en Inglaterra; hombre de m u n d o y a la vez
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •- - 1 5 1

misántropo; historiador y sociólogo; miembro de la cofra-


día política y estética más cerrada de Washington con el
secretario de estado John Hay y el novelista Henry James.
Como si fuera un personaje de Nathaniel Hawthorne, con
el transcurrir de los años se evadió de la política práctica,
yéndose a vivir a una mansión victoriana frente a la Casa
Blanca. Estuvo tan lejos como pudiera estarlo un abisinio
y a la vez, como una ama de llaves, muy cerca de la histo-
ria íntima de su país, gobernado por tres generaciones de
Adams. Su tragedia familiar - el suicidio de su esposa y
las causas de la decisión - fue un enigma que jamás reveló.
Abrumado un tiempo por el drama de su esposa, se sintió
un fracasado y se sumergió en el estudio del arte europeo
del Medioevo para mitigar las desdichas de su presente.
Sin embargo, de sus flaquezas personales extrajo fuerzas
interiores para escribir dos libros claves para la cabal
comprensión de las paradojas decimonónicas del siglo
diecinueve de su país: --"La educación de Henry Adams"
(1918) y ''History of the United States of America during
the a d m i n i s t r a t i o n of Thomas Jefferson and James
Madison" ( 1889-1891). Alfred Kazin no vacila en decir que
"entre todos los historiadores norteamericanos intere-
santes, Adams tuvo la mayor ambición intelectual y el más
seguro clon literario. Por ello es natural pensar en él como
un gran historiador, y no sólo porque lo reconocemos
como artista." De "La Educación de Henry Adams",
autobiografía que también es crónica y también historia,
brota lo que unos ven como el diario personal ele un joven
y novel diplomático, miembro de una familia poderosa
que eligió convertirse en un observador y rehusó ser un
actor, tal vez aplastado por la responsabilidad de ser
brillante o mejor que John Adams , John Quincy Adams y
su padre, senador y embajador Charles Francis Adams.
Era u n gnomo de menos de u n metro cincuenta de
estatura, arrogante y patilludo, que emergía de las raíces
sarmentosas de los cerezos del Potomac y cruzaba el
césped que separaba su casa particular de la casa de los
presidentes de la república para tomar el te con John Hay
y H e n r y Cabot Lodge y m a n t e n e r conversaciones
152 MARIO CASTRO ARENAS

socráticas, y también chismografía de Washington. "Si


algún escritor en los Estados Unidos conocía la "sociedad"
como las yemas de sus dedos, por sus modales y sus
vanidades, como espectáculo, y como tantos novelistas
norteamericanos d e s e a b a n conocerla, ese era Henry
Adams, que había estado con Charles Sumner en mítines
antiesclavistas y con S w i n b u r n e en casas de campo
inglesas, que había estado en la Stafford House en Londres
"cuando Garibaldi, con su capote gris sobre su camisa roja,
recibió a todo Londres, y tres duquesas literalmente lo
adoraban a sus pies", y había observado a su padre , el
ministro de los Estados Unidos, enfrentarse a arrogantes
enemigos británicos de la causa de la Unión, como
Gladstone y lord John Russell" como lo pinta su exégeta
Kazin.
La "educación" refleja la experiencia humana y polí-
tica de los Adams padre e hijos en Inglaterra bajo circuns-
tancias difíciles que Henry matiza con ironía y humor.
Charles Francis carecía de experiencia política. Le debió el
nombramiento a su amistad personal con el gobernador
Seward, con la oposición del jefe de la comisión de
relaciones exteriores senador Sumner. El nombramiento
diplomático pudo ser su debut, beneficio y despedida del
mundo de las relaciones exteriores. El Primer Ministro
británico Lord Palmerston reconoció la beligerancia de los
sudistas de la Confederación en medio ele la guerra civil.
En otras palabras, dialogaba y se entendía con los
enemigos del gobierno, antes de recibir las credenciales del
bisoño Ministro Charles Francis Adams. En el primer
m o m e n t o , los A d a m s p e n s a r o n hacer las maletas y
regresar a Washington ante la felonía del juego doble de
Lord Palmerston. Sin embargo, comprendieron que la
división de la Unión convenía a los intereses de Inglaterra,
p e n s a n d o que p o d í a n tomarse tal vez un d e m o r a d o
desquite por la independencia. Pero, por encima de todo,
fue un desafío a la inteligencia de los Adams . Decidieron
seguirle el juego a Lord Palmerston y derrotar a los sudis-
tas en el nivel diplomático. Con los malabares diplomá-
ticos de la "pérfida Albion", la educación de Henry recibió
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - - 153

una enseñanza superior a los claustros de Harvard y


Berlín. Ambos, padre e hijo, eran unos perfectos inútiles, lo
reconocía Henry, pero la soberanía del talento familiar
acabaría con las diferencias entre sureños y norteños
maestramente atizadas por los ingleses. Con la distancia
de esta retrospectiva diplomática de 1861 y la edición post
mortem del libro en 1918, nuevas generaciones de norte-
americanos celebraron el humor de Henry Adams al
recordar que, con palabras del escritor/ / "no era la historia
de las aventuras diplomáticas de Charles Francis Adams,
sino de su hijo Henry en busca de una educación, que, sino
se tomaba muy seriamente, tendía al humor. La posición
de su padre en Londres no fue mala en conjunto; era
absurda para el hijo. Gracias a una cierta disposición
familiar, Charles Francis miraba a todos los ministros
británicos como enemigos. La ocupación públicas de todos
los Adams por ciento cincuenta años, salvo breves inter-
valos, fue sus disputas con la calle del Estado...el hijo no
tenía m u c h a s compensaciones. La Legación era u n
ostracismo social terrible más allá de lo que hasta entonces
había conocido, Estar en la soledad en la gran sociedad
londinense le era doblemente desesperado debido a que
sus deberes como secretario privado consistían en acom-
pañar a su padre y a su madre cuando necesitaban acom-
pañante. No tenía enemigos, ni amigos.,.y nunca le dio a
sus p a d r e s la más p e q u e ñ a ayuda, a no ser corno
caminante o compañía de niños/'
Con humor inimitable, Henry evocó en tercera perso-
na aquella época en que fue diplomático en las mañanas e
hijo de familia en las tardes.
Monárquico republicano en cuyo espíritu se conden-
só la conciencia de pertenecer a una casta más su identi-
dad con la conciencia histórica de la nueva nación norte-
americana, Henry Adams escribió una historia crítica, una
historia desgarrada por el desvío político dramático de las
bases de fundación de la Unión. Adams temió, como el
poeta Baudelaire, que el niño con estatura de gigante
perdiera la inocencia y usara la maquinaria de la tecnolo-
gía industrial como si fuera juguetes de guerra. "El tema
154 • • MARIO CASTRO ARENAS

de la Historia de Adams es el sometimiento del principio


al poder. En todo lo que Adams escribió, el tema subya-
cente es, en realidad, lo ineluctable del poder...Adams es,
primero, el estudioso, y luego el profeta del poder: el
poder nacional, el poder de una fuerza concentrada, el
poder ejercido por ciertos espíritus poderosos o por
grandes personalidades políticas...desde luego, creyó...
que los políticos norteamericanos eran demasiado inge-
nuos para comprender el poder que tenían en sus manos,
que los científicos eran demasiado especializados para
saber lo que habían creado.. .sólo el historiador, con toda la
escala del desarrollo abierta ante él, podía hacer justicia a
la concentración - cada vez más abrumadora del poder en
los tiempos modernos , y ante todo en los Estados Unidos,
el país "moderno". Sólo el historiador conservaba claros
todos los renglones de la historia y podía ver todas las
dimensiones de esta situación sin precedentes" explica
Kazan las facultades visionarias del patricio en un ejercicio
de perspectivas históricas realmente asombroso. En una
carta a su hermano Brooks adelantó una sombría profecía:
"El hombre ha montado la ciencia y ahora corre con ella.
Firmemente creo que antes de muchos siglos, la ciencia
será d u e ñ a del h o m b r e . Los motores que habremos
inventado estarán más allá de su fuerza para contenerlos.
Algún día, la especie humana cometerá suicidio haciendo
estallar el mundo."
Tan en serio tomó la ciencia Henry Adams que coque-
teó en la "educación" con la posibilidad de la teoría de una
historia como ciencia. Desarrolla, esta teoría histórica
empapada de positivismo en los capítulos "A dynamic
theory of h i s t o r y " , "A law of Acceleration", "The
Grammar of Science" y "The height of Knowledge". Sus
viajes incesantes por Europa y Asia lo convencieron de la
validez científica de conceptos como movimiento, unidad,
fuerzas magnéticas, puestos a circular por el libro "Gramá-
tica de la Ciencia" de Karl Pearson. Con la cultura
enciclopédica de un humanista del Renacimiento, Adams
revisa la historia universal, la religión, la ciencia y, sobre
todo, la mente humana y la naturaleza, en el esfuerzo de
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 1 5 5

un Francis Bacon o un Picco de la Mirándola, encontrando


nexos físicos, humanos y religiosos en la construcción del
poder político como si nombres y naturaleza fueran parte
de una entidad superior. "Una teoría dinámica - expone
en " la teoría dinámica de la historia""- asigna fuerzas a la
oposición de los cuerpos en proporción a las leyes de
masas, dando por sentado que las fuerzas de la naturaleza
capturan al hombre. La suma de fuerzas atrae; la molécula
llamada hombre es atraída por esas fuerzas: él asimila
educación y conocimiento; él es esa suma de fuerzas que lo
atraen; su cuerpo y su pensamiento son consecuencia de
ese producto; el movimiento de las fuerzas controla el
progreso de su mente, desde que no sabe nada, pero el
movimiento incide en sus sentidos y esa síntesis es la que
lo educa...el universo que había formado tomó forma en
su mente como reflejo de su propia unidad, conteniendo
todas las fuerzas, excepto él mismo". La educación de
Henry Adams es la educación del siglo diecinueve; fe
ciega en la ciencia y el materialismo como catapultas del
Progreso en línea recta, la visión del mundo como un
motor dinámico, ingenua creencia en que la fórmula de la
felicidad universal estaba en los matraces y retortas de los
laboratorios, darwinismo y sociología, Positivismo en una
palabra.
Pronto, muy pronto, el Progreso y el Positivismo se
disolvieron corno una nube de gas carbónico.
Con algo de previsión, a pesar de la teoría dinámica
de la historia, Adams no se contiene ai expresar su temor
a las distorsiones de la ciencia y la técnica al momento de
ser utilizadas como un poder malsanamente nocivo. Lanza
advertencias al futuro disparadas como luces de bengala
por la concepción del "destino manifiesto" iniciado por
Jefferson: un espacio vital al principio sellado con la com-
pra de territorios al este y el sur ocupados por potencias
europeas; y, décadas después, la prolongación del "destino
manifiesto" diseñado para usurpar, primero, tierras
vecinas bajo el impulso de una fisiofagia insaciable; y ,
segundo, bajo la presión de una visión estratégica interna-
cional planificada para el dominio comercial, tecnológico y
1 5 6 — MARIO CASTRO ARENAS

político del mundo. Una nación de naciones. Después de


la guerra civil, con su secuela de tensiones raciales y el
choque entre el norte industrializado y el sur agrario y
señorial, se cicatrizaron algunas heridas o sólo se apli-
caron ungüentos . La unidad nacional quedó maltrecha. El
racismo no estaba únicamente en la estructura de la
p r o p i e d a d de las plantaciones de algodón. Estaba
arraigado en el alma de seres moralmente enfermos. Sin
embargo, renació el optimismo y se abrieron las puertas a
torrentes de inmigrantes. Emerson pronosticó que "en este
continente - asilo de todas las naciones— la energía de
irlandeses, alemanes, suecos, polacos y cosacos y de todas
las tribus europeas, de los africanos y de los polinesios,
construirá una nueva raza, una nueva religión, un nuevo
Estado, una nueva literatura, y serán tan vigorosos como
los de la Nueva Europa que salió del crisol de la Época de
las Tinieblas''. Empero, Henry Adams introdujo una nota
de escepticismo al comprender que la clase política de su
país, estaba por debajo, moral e intelectualmente, de las
exigencias de la gran nación nacida bajo el principio de la
igualdad de los seres humanos y el derecho a vivir en
libertad . Corroborándolo, pronto aparecieron barreras
raciales y laborales contra chinos y japoneses durante la
fiebre del oro de California. Samuel Eliot Morison recoge
una significativa frase del Secretario de Estado Charles
Evans Hughes, al lamentar la ruptura del acuerdo de
caballeros entre Estados Unidos y japón: "Nuestros
amigos del Senado en unos cuantos m i n u t o s han
estropeado la labor de años y causado un daño duradero a
nuestro país común".
Pero ¿Henry Adams fue un liberal? El agudo histo-
riador excede una clasificación ideológica ortodoxa. Con la
inquina que tuvo a los ingleses, difícilmente habría acepta-
do ser considerado un liberal a la inglesa. Sin embargo, en
su filosofía hay rasgos de John Stuart Mill y del Herbert
Spencer de "El h o m b r e versus el Estado". Hay que
recordar que en Estados Unidos existió un partido whig en
el siglo diecinueve. Por momentos Adams parece una
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •— 157

r e m e m b r a n z a del desencuentro político del francés


Tocqueville. Este murió sin aceptar lo que consideraba
una curiosidad del futuro: la democracia de granjeros de
Estados Unidos; tampoco entendió, por razones locales, el
bonapartismo de segunda generación de Francia. Tuvo
que encajarse en un molde político extraño a su herencia
ideológica que sólo le producía disgusto espiritual. Adams
perteneció a una aristocracia patriarcal, sin escudo
nobiliario ni árbol genealógico, pero tuvo una profunda
conciencia de clase o de casta que lo movió a despreciar a
los políticos arribistas y a los parvenues sociales. Cuando
regresó de Inglaterra, tras una ausencia de diez años,
tropezó con gente ajena a su grupo de amigos, gente prag-
mática por completo extraña a refinamientos culturales,
senadores millonarios que hablaban de negocios en los
largos pasillos del Capitolio y que, obviamente, chocaban
con el distinguido expatriado que venía de escuchar la
oratoria parlamentaria de whigs y tories y había escrito
libros sobre las catedrales de Saint- Michel y Chartres y el
arte de los vitralistas de la Edad Media. Por su indivi-
dualismo insobornable, por su arbitrario desdén de la
masa norteamericana formada por inmigrantes arrojados a
la bahía de Nueva York por la resaca de las olas del
Mediterráneo y el Atlántico, Adams fue un superviviente
del patriciado de ios fundadores de la nación. Para prote-
ger su hermoso pasado del abominable tiempo presente,
se encerró en su mansión de Washington para conversar
con Henry Cabot Podge y John Play y escribir libros de
ediciones limitadas con claves que sólo sus amigos podían
descifrar. Más allá de la frivolidad de las tertulias exqui-
sitas y del ronroneo de las jóvenes favoritas que giraban a
su alrededor, dejó una autobiografía salpimentada de
humor y una historia plagada de preocupaciones sobre el
destino de su país que, en poco tiempo, engulló vastas,
polvorientas tierras aztecas y un estratégico ramillete de
islas desde Cuba a Puerto Rico, desde Hawai a Honolulu,
desde Pearl Harbor a las Filipinas. El se manifestó en
contra del "destino manifiesto".
158 •— MARIO CASTRO ARENAS

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EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 159

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Alfred Kazin. Una procesión. Cien años de literatura
norteamericana. FCE.
1 6 0 •—- MARIO CASTRO ARENAS

LIBERALES DEL SIGLO XX

La profecía de Alexis Tocqueville sobre Rusia y


Estados Unidos como grandes potencias mundiales del
siglo XX planeaba como siniestra bandada de aves de
rapiña sobre el paisaje de fines de siglo diecinueve y prin-
cipios del veinte. Explicando ese panorama, el historiador
ingles Paul Johnson hace notar en la línea de corrobora-
ción de Tocqueville que ''a finales del siglo XIX la expan-
sión industrial y agrícola de los Estados Unidos y la
expansión militar de Rusia hicieron que varios observa-
dores europeos se preocupasen por un orden mundial en
el siglo XX que, según se decía, sería dominado por el knut
ruso y las bolsas de dinero norteamericanas. Talvez porque
las ideas comerciales neomercantilistas prevalecían de
nuevo sobre las de sistema global pacífico, como Cobden,
y librecambista, se tendía mucho más que antes a argüir
que el cambiante poder económico conduciría también
cambios políticos y territoriales. Incluso, el generalmente
cauteloso Primer Ministro británico Lord Salisbury reco-
noció en 1898 que el mundo estaba dividido en potencias
"vivas" y "moribundas". La reciente derrota china en su
guerra de 1894-1895 contra el Japón, la humillación inflin-
gida España por los Estados Unidos en su breve conflicto
de 1898 y la retirada francesa ante Gran Bretaña a raíz del
incidente de Fashoda en el Nilo Superior (1898-1899)
fueron sucesos interpretados en conjunto corno prueba de
que la ''supervivencia de los más fuertes" dictaba el desti-
no de las naciones tanto como el de las especies animales".
Este era el contexto histórico en el que se reflejaba el
liberalismo a fines del siglo diecinueve y principios del
veinte en medio de la dura polémica sostenida, primero,
con el socialismo francés, después con el marxismo.

El liberalismo español
En el proceso de reconstrucción arqueológica de la
ideología liberal, empezaremos con el liberalismo español,
desde de los tenues hilos liberales que asoman en el tapiz
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - - 161

del despotismo ilustrado de Carlos III, hasta el instante en


que empiezan a dibujarse las siluetas de un liberalismo
latinoamericano. En la España del siglo XVIII el libera-
lismo tiene connotaciones distintas al liberalismo inglés y
francés. Mientras en esos países fue obra de procesos revo-
lucionarios, en España surgió dentro del orden monár-
quico con la forma de un reformismo laico y cultural cuyo
propósito central es modernizar el sistema, no subvertirlo.
Ministros y asesores como Esquilache, el Conde de
Aranda, Campomanes, Floridablanca, Feijoo, Olavide,
Cadalso, y los propulsores de las Sociedades Económicas
levantaron a España de los escombros del feudalismo y la
llevaron a la modernidad europea. Nunca antes el absolu-
tismo político y teológico español había soportado una
fractura como la inflingida por el rey borbón. Decisión
emblemática de la voluntad de cambio fue la expulsión de
los jesuitas para renovar la educación primaria, secundaria
y universitaria basada en la escolástica aristotélica y abrir
la puerta a las corrientes avanzadas de la ciencia, "...lo
mismo en el terreno de la química que en el de la botánica,
el progreso científico sigue en España el mismo derrotero
que en otros países. El paso de Tournefort a Jussieu a
través de Linneo, y el de Stahl a Lavoisier, se llevan a cabo
en la Península por lo menos entre la porción más selecta
de los trabajadores científicos" pondera el historiador
francés Jean S ar rail h en "La España ilustrada de la
segunda mitad del siglo XVÏÏÏ". De paso, dichos cambios
atajaron las conspiraciones de talante clerical y nobiliario,
como el motín contra Esquiladle, embozado en protestas
por los cambios de la capa larga y el sombrero de ala
ancha por la capa corta y el sombrero de tres picos, ade-
más del encarecimiento de alimentos de consumo popular
manipulado por especuladores enemigos de la liberación
de los cereales. Sin embargo, contra viento y marea,
Carlos III buscaba liberalizar el comercio interno y externo
y a la vez, más que esto, liberalizar las formas y conte-
nidos, el atuendo y el pensamiento, de los miembros de la
atrasada sociedad española. El Conde de Aranda concibió
la creación de una Commonwealth con las colonias ameri-
1 6 2 — MARIO CASTRO ARENAS

canas; Olavide se agitó en la reforma agraria en Andalucía


de la mano con Campomanes que proyectaba la repo-
blación de la Sierra Morena y del valle medio del Guadal-
quivir. Con la muerte de Carlos III, la reforma cultural
liberal, quedó inconclusa. El estallido de la Revolución
Francesa creó una nueva contrarreforma ideológica espa-
ñola, mientras los asesores ilustrados caían bajo los
pinchos de la Inquisición( Olavide) o se esparcían por
doquier. El minoritario pero influyente movimiento liberal
se replegó ante la persecución de los monarcas conser-
vadores sucesores de Carlos III hasta que reapareció con
las reformas de la Constitución de Cádiz de 1812, paradó-
jicamente alentada por los invasores franceses. Destacados
liberales como Diego Muñoz Torrero, Antonio Oliveros,
Agustín Arguelles, José Espiga y Evaristo Pérez de Castro
aprovecharon inteligentemente el estado de ánimo cal-
deado por las insurrecciones populares contra la invasión
napoleónica para influir en la teoría constitucional de
Cádiz. Los liberales no pertenecían a un partido político
debidamente legitimado y cohesionado como agrupación
institucional. Pero se identificaban por el común denomi-
nador de contribuir, en forma espontánea y coyuntural, a
la modernización doctrinaria de un país que, después de la
experiencia de los asesores ilustrados, recayó en el
anacronismo político y cultural, "Esta doble y contradic-
toria tarea explica en buena medida - escribe el historiador
español Joaquín Várela Suanzes- Carpegna • que los dos
más importantes veneros del liberalismo alboreal español
fuesen el iusracionalismo y el historicismo nacionalista.
Una mixtura doctrinal ciertamente difícil de cohonestar. El
liberalismo revolucionario se había manifestado en la
Francia de 1789 como una ideología abstracta y con franco
desdén hacia el pasado. El nacionalismo historicista y
romántico se había manifestado en Europa como un movi-
miento antiliberal, conservador, cuando no reaccionario.
En España, en cambio, el liberalismo pretendió conjugar la
defensa de la libertad con el nacionalismo, las doctrinas
revolucionarias con la apelación a la tradición histórica
nacional. Una pretensión que en gran parte era fruto de
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - — 1 6 3

esa doble y contradictoria tarea a la que antes aludíamos:


la de defender a España frente a la invasión francesa y a
las ideas francesas frente a buena parte de España",

José Ortega y Gasset (1883- 1955)


Los traumas políticos y culturales desencadenados
por la desaparición de las reformas de los Ilustrados del
siglo XVIII y la derogatoria de la Constitución de Cádiz de
1812 resurgieron con la crisis derivada de la derrota en
Cuba. Simultáneamente con el ocaso del colonialismo
español emergió una corriente revisionista de la historia
española. Sus principales adalides intelectuales fueron el
filósofo José Ortega y Gasset y el filólogo y escritor Miguel
de Unamuno. Madrileño uno, vasco el otro. Nacidos en
territorios de pensamiento opuesto, el madrileño rebasó el
centralismo de la ciudad del oso y el madroño para tratar
de alcanzar el europeismo de España, la universalización
de la España conservadora hasta el tuétano, en tanto que el
pensador vasco excedió la premeditada margínalidad
reivindicacionista de su etnia buscando en sus símbolos
culturales, en la lengua, y en la intrahistoria, el descifra-
miento de las claves de las frustraciones hispánicas.
En el prólogo a la segunda edición de "España inver-
tebrada", Ortega no vacila en hablar de "la gran enfer-
medad que España sufre". À los reproches de pesimismo
respondió Ortega que él era un pesimista vital. Escribió
como el cirujano .hunde el bisturí para extirpar el cáncer en
proceso de metástasis y salvarle la vida ai extenuado
paciente. Ortega abrió la piel del toro ibérico, lo hizo
cuartos y esparció sus miembros por aquí por allá corno la
implacable justicia real del siglo XVI. Descubrió la
invertebración, la desarticulación de los compartimentos
estancos, el particularismo regionalista suicida, la carencia
de una legítima unidad nacional. Dijo: "La esencia del
particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí
misma como parte y, en consecuencia, deja de compartir
los sentimientos de los demás. No le importan las esperan-
zas o necesidades de los otros y no se solidarizará con ellos
para auxiliarlos en su afán. ..en cambio, es característica de
1 6 4 -— MARIO CASTRO ARENAS

ese estado social la hipersensibilidad para los propios


males. Enojos o dificultades que en tiempos de cohesión
son fácilmente soportados, parecen intolerables cuando el
alma del grupo se ha desintegrado de la convivencia
nacional". Sin embargo, no reconoce la secular hegemonía
de Castilla, el reconocimiento de la legalidad ganada como
centro del imperio donde no se ponía el sol como medio
para conjurar de la crisis. Castilla ascendió del particu-
larismo al regionalismo y al nacionalismo construyendo
un proyecto de vida común. Esta era la hipótesis triun-
falista del imperialismo castellano de Carlos V y Felipe II.
A medida que el imperio avanzó empezaron a crujir las
desavenencias internas, vale decir la hegemonía castellana
contrastada a la postergación catalana, gallega, vascuence,
en niveles e instancias distintos. Cuando el imperio ya
harto carcomido se desmoronó, ineluctablemente, brota-
ron, y siguen brotando, los particularismos con perfiles de
desintegración secesionista. En el frontis del siglo XX,
Ortega levantó algo más que una afirmación. Un clamor,
una d e n u n c i a , u n grito d e s e s p e r a d o que continúa
resonando cíclicamente por colinas catalanas, rías galle-
gas, montañas etarras: "Hoy es España, más bien que una
nación, una serie de compartimentos estancos".
La anormalidad de la vida española es el leit motiv
de las tareas de Ortega como ensayista, historiador de las
ideas y filósofo. Detecta la anomalía en todas las épocas
españolas, y es por eso la presencia de la historicidad en
todas sus meditaciones. Señaladamente en la Edad Media
encuentra la raiz de la problematicidad hispana: "El
secreto de los grandes problemas españoles está en la
Edad Media. Acercándonos a ella corregimos el error de
suponer que sólo en los últimos siglos ha decaído la vitali-
dad de nuestro pueblo, pero que fue en los comienzos de
su historia tan enérgico y capaz como cualquiera otra raza
continental. " Ortega no avanzó al siglo XVI en esta lúcida
búsqueda del tiempo perdido. Si lo hubiera hecho habría
reparado que lo más crítico advino cuando se dio el salto
de presa de colonia por ocho siglos a imperio sin haber
soldado sus internos remiendos. En otras palabras, España
EL L I B E R A L I S M O - EL P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O - • 165

no fue España, lo que se entiende como una nación en el


que las partes se imbrican en un todo, sino un conjunto de
pueblos superpuestos unos encima de otros, con un
liderazgo exógeno impuesto por un rey borgoñés que
impuso los ideales extraños del Sacro Imperio Románico a
una asociación de castellanos y aragoneses que apenas de
había liberado de una muy fuerte dominación musulmana
de ochocientos años. El brusco cambio de colonia a impe-
rio, con el aval de bulas papales, trastornó a los dirigentes
históricos y España perdió el rumbo, catapultándose al
dominio de territorios de ultramar cuando aún no se había
cohesionado como estado. Sin revoluciones a la inglesa y a
la francesa que a trancazos crearon sistemas propios de
gobierno, corrigiendo las distorsiones absolutistas de la
monarquía, España siguió arrastrando la manta hasta la
aparición de la Generación del 98 y aún más allá. Y en esta
época, el debate sobre los particularismos, hoy conocidos
con el eufemismo legalista de regionalismos, no ha cesado
sino que, por lo contrario, se exacerba con estatutos que
tienen arrestos de constituciones nacionales. Volviendo al
punto de origen, hay que indagar si fue Ortega realmente
un liberal. No lo es a la manera economicista de Adam
Smith o al estilo de liberales contemporáneos corno Karl
Popper o ïsaiah Berlin. Su liberalismo fue básicamente
ideológico en la medida que sus obras privilegiaron la
libertad de pensamiento y expresión y que él, como ciuda-
dano, prefirió un republicanismo de riesgos que un
monarquismo de comodidades. Más aún, en "La Rebelión
de las Masas" vaticinó el avasallamiento del individuo por
la multitud masificadota de reglas y estilos de vida. En "El
tema de nuestro tiempo" marcó diferencias entre una
interpretación colectivista y una interpretación individua-
lista de la realidad histórica: "Para aquélla (la colectivista)
el proceso sustantivo de la historia es obra de las muche-
dumbres difusas; para ésta (la individualista), los agentes
históricos son exclusivamente los individuos. El carácter
activo, creador de la personalidad, es, en efecto, dema-
siado evidente para que pueda aceptarse la imagen colecti-
vista de la historia. Las masas humanas son receptivas; se
166 MARIO CASTRO ARENAS

limitan a oponer su favor o su resistencia a ios hombres de


vida personal e iniciadora. Más por otra parte, el indivi-
duo señero es una abstracción. Vida histórica es convi-
vencia. La vida de la individualidad egregia consiste,
precisamente, en una actuación omnímoda sobre la masa.
No cabe, pues, separar los "héroes" de las masas. Se trata
de una dualidad esencial al proceso histórico". En el lapso
de su educación filosófica en Alemania, Ortega segura-
mente vio el vislumbre de las despóticas regimentaciones
del nacional socialismo dentro de un nuevo orden que
disponía qué libros estaban prohibidos, en qué barrios de
Friburgo o Berlín debían residir los judíos. Los primeros
intelectuales rusos llegaban a Europa Occidental huyendo
de las persecuciones de los comisarios culturales
soviéticos. Maiakowski se suicidó, después de loar la
revolución bolchevique con poemas de aliento heroico, sin
sospechar que su propia elegía la escribiría a balazos.
En "El ocaso de las revoluciones" Ortega hizo una
distinción perfectamente kantiana entre la revolución de
los hechos y la. revolución de pensamientos: "No se es
radical en política porque se sea radical en política, sino
porque se es radical en pensamiento. Bajo su aspecto de
vana sutileza, esta distinción es decisiva para la compren-
sión del fenómeno histórico propiamente revolucionario.
Las escenas que siempre en él se producen ostentan un
cariz tan patético, que nos sentimos inclinados a buscar el
origen de la revolución en un estado pasional. Unos verán
en la explosión de cierto heroísmo civil el motor del gran
acontecimiento. Napoleón, en cambio, decía:" La vanidad
ha hecho la revolución; la libertad fue sólo el pretexto".

Miguel de llnamuno (1864-1936)


A riesgo de simplificar el paralelismo, alguien podría
opinar que, en la Generación del 98, Ortega y Gasset
representa a la razón mientras que Unamuno a la pasión.
A veces los espejismos estilísticos nos confunden la pista:
vemos sólo razón donde también palpita la pasión, o sólo
pasión donde, asimismo, late, escondida pero viva, la
razón. Ortega defendió su racionalismo con pasión ejem-
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 167

piar. Unamuno vistió su racionalismo con el ropaje estri-


dente de la pasión. Sus inquisiciones filológicas sobre el
casticismo tienen el rigor de un científico de la lengua.
Pero su estilo es ardiente, apasionado, y por eso a menudo
desciende a la proclama de plazuela, al grito ante a la
muchedumbre civil o en el pulpito laico frente a los cre-
yentes ahitos de sinceridad, aburridos de sosos sermones.
En la "Vida de Don Quijote y Sancho", Unamuno expone
su patetismo estilístico dirigiéndose al lector con estas
palabras insólitas: "Mira, lector, aunque no te conozco, te
quiero tanto que si pudiera tenerte en mis manos te abriría
el pecho y en el cogollo del corazón te rasgaría una llaga y
te pondría allí vinagre y sal para que no pudieras descan-
sar nunca y vivieras en perpetua zozobra y en anhelo
inacabable". Sea España, sea el hombre de carne y hueso,
sea Don Quijote y Bolívar, Unanumo escribió siempre con
las entrañas en las manos. "Me duele España" clamó a sus
lectores trasmutando su dolor metafísico a una especie ele
grito de combate no retórico sino real y de alto riesgo,
corno lo probó a. lo largo ele su existencia, arriesgando
libertad y sufriendo exilio en defensa de sus ideas hetero-
doxas sobre política, religión, literatura, lingüística.
El sentimiento trágico de España, el esclarecimiento
de su identidad histórica y cultural, las causas profundas
de su crisis histórica, se imbrican como el tópico obsesivo,
omnipresente, desgarrado de las meditaciones ele Una-
muno. Cuando discierne sobre el sentido de casticismo
enarbolado por los puristas de la lengua; o cuando refle-
xiona sobre la agonía del cristianismo; o cuando indaga
acerca del rumbo de la filosofía, Unamuno se encierra en
la perspectiva española, mejor diríamos en su perspectiva
reflexiva, que es revolucionaria por antiacadémica, liberal
por opuesta al proteccionismo comercial, reformista por su
ruptura del dogma católico archiconservador. Ha sentido
el sacudón de la guerra de Cuba. De imperio mundial
España decae a provincia. Su visceral análisis de la deca-
dencia hispana es plataforma de un revisionismo radical
de lo que fue España y de lo que España debe ser.
Aparenta a veces incurrir en las letanías exasperantes de
1 6 8 -— MARIO CASTRO ARENAS

un autoflagelamiento despiadado. Embiste los lugares


comunes, el falso tradicionalismo, las ideas inertes. Pero
elige finalmente el vía crucis, el camino del sacrificio
asumiendo, catárticamente, la redención de las deudas y
pecados del ser español, y de esa manera alcanzar la
liberación espiritual, cristológica y quijotesca, que posi-
bilite la cancelación del separatismo beligerante y armo-
nice dialectos, economías, culturas, esperanzas, sueños, en
un proyecto común de convivencia.
Su pensamiento ataca en todos los frentes el desba-
lance crónico entre la España oficial y la España real, entre
la España ideal y visible y la España subterránea y esper-
péntica. Nos dice a los lectores: no, esta no es España; no
es España los angulosos y seráficos devotos de la pintura
del Greco, también están las brujas desdentadas del
aquelarre de los grabados y aguafuertes de Goya y los
picaros y truhanes de Quevedo y el Lazarillo; no es
literatura española los arcaísmos petrificados con olor a
jamón rancio de las academias, ni las doncellas del jardín
de rosas y azucenas de Garcilaso y Boscán; ahí están
también las trotaconventos del Arcipreste de Hita y la
celestina de Fernando de Rojas, la lozana andaluza de
Francisco Delicado y las criadoras de gallinas ponedoras
del Arcipreste de Tala vera. Detrás de la Dulcinea asoman
los trastos de las fregonas y la lascivia rnercantilizada de
las mozas del partido. No tomemos por cristianismo los
exvotos, las catedrales ele Toledo y Sevilla, la Inquisición y
sus hierros. Regresemos al cristianismo crítico y ascético
de Juan de Valdes, a la plegaria íntima de los iluminados,
Desbaratemos la impostura. Confianza en el ojo, descon-
fianza en los anteojos: "Es inútil callar la verdad. Todos
estamos mintiendo al hablar de regeneración, puesto que
nadie piensa en serio regenerarse a sí mismo. No pasa de
ser un tópico de retórica que no nos sale del corazón sino
de la cabeza. ¡Regenerarnos¡ ¿ Y de qué, si aún de nada nos
hemos arrepentido" ("La vida es sueño").
Teniendo en cuenta el significado plural, lingüístico y
político, del idioma castellano, "En torno al casticismo" es
una de las reflexiones más violentamente desmitificadoras
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •—- 169

de Unanumo. Rastrea el origen etimológico de casta como


sinónimo de pureza, una pureza que puede ser zoológica y
racial y también estilística o lingüística. No puede alardear
de pureza racial, de acuerdo al escritor vasco, un pueblo
en cuya mixtión hay cartagineses africanizados y godos
germánicos, romanos y celtíberos, judíos de rulos nigérri-
mos y árabes oliváceos como dátiles maduros. Tampoco
podría vanagloriarse de casticismo o de tener descen-
dencia castiza, pura y transparente como el agua de un
arroyuelo de montaña, el escritor que se autorrestringe y
amuralla a la repetición monótona de los latinazgos de
Cicerón o la sintaxis de Cervantes, envejece estilística-
mente y no acusa conciencia de la mezcla de vocablos
griegos, latinos, germánicos y arábigos que confluyen en el
castellano. Rechaza el concepto de fijeza de la academia ele
la lengua y adelanta la noción moderna de un castellano
siempre en proceso de absorción de otras lenguas y por
ende abierto a la influencia exógena del francés, del
italiano, y del inglés, Este es una reflexión que expresa la
amplitud conceptual de la visión de España y del mundo
de don Miguel. Españolizarse o europeizarse es una
disyuntiva falsa, porque no son antagónicas, corno se cree
sino conciliables, y se puede ser profundamente español
dentro de una perspectiva mental europea: "No fue la
restauración de 1875 la que reanudó la historia de España;
fueron los millones de hombres que siguieron haciendo lo
mismo que antes, aquellos millones para los cuales fue el
mismo el sol de después que el de antes del 29 de setiem-
bre de 1868, las mismas sus labores, los mismos los canta-
res con que siguieron el surco ele la arada. Y no reanu-
daron en realidad nada, porque nada se había roto".
En punto a su presunta filiación ideológica liberal,
Unamuno tiene en su obra pasajes que parecieran situarlo
en esa tendencia desde el punto de vista de la renovación
lingüística: "...ningún idioma puede llegar a ser de verdad
culto sino por el comercio con otros, por el librecambio. El
proteccionismo lingüístico es, a la larga, tan empobrecedor
como todo proteccionismo; tan empobrecedor y tan
embrutecedor". Forzaríamos los términos clasificando a
1 7 0 —- MARIO CASTRO ARENAS

Unamuno como de ideología liberal en el sentido político


y restrictivo del liberalismo. Sí es liberal de espíritu y de
pensamiento en la medida que sus anticuerpos innatos
están en contra del conservadurismo, del academicismo,
del m o n a r q u i s m o , del p u r i t a n i s m o apócrifo de los
casticistas y de los que reniegan de la política: "No me
entusiasman grandemente las democracias, pero hoy son
ya inevitables. La democracia es, acaso, como la guerra y
tal vez la civilización misma - ¡y quién sabe si la vida ¡...-
un mal necesario. Hay que aceptarla o sucumbir. Y la
democracia nos impone más obligaciones y deberes que
nos confiere privilegios y derechos. Y el primer deber que
la democracia nos impone es el de interesarnos en el
manejo de la cosa pública, de la "res publica"...casi todas
nuestras clásicas categorías políticas europeas, las de
liberalismo y conservadurismo, socialismo e individua-
lismo, estatismo y anarquismo, regalismo y ultramon-
tanismo etc. casi todas ellas marran cuando se trata de
clasificar a los partidos de las más de esas repúblicas. Y se
encuentra uno como se encuentra en nuestros pequeños
lugares rurales, divididos también en partidos, pero en
partidos puramente personales".
Aunque Unamuno combatió a los apolíticos por su
pobre espiritualismo y su desdén por la cosa pública, él
fue inmensamente individualista. Tuvo el ego más grande
y atronador de la generación del 98. No por estéril egola-
tría sino por erigir una trinchera belicosa para la defensa
del yo, del encastillamiento de su vehemente personalismo
crítico intransferible. El yoismo de Unamuno es el yoismo
de España. A través de su yoismo monologa España, se
introspecciona una comunidad de hombres y mujeres
lanzados al rescate de una identidad estrujada y dividida
desde su origen por fraccionalismos lingüísticos y
regionalistas. Una identidad que no encuentran porque no
saben dónde es que está, dónde reside, cuáles son los
puntos básicos de alianza. La historia condenó a castella-
nos, valencianos, catalanes, gallegos, vascos, mallorquíes a
ser otros y a convivir en la diversidad. Son herederos de
muchos pueblos, pero pretenden seleccionar sus ancestros
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — - 1/1

culturales, alabando a unos y repudiando a otros. La


maldición es que rechazan a los que más deben cultural-
mente y se apegan a los de más débil influencia. Mientras
presenten como Reconquista - ¿reconquista de qué?"- los
ochocientos años de influencia cultural árabe y no
reconozcan la legitimidad de su valioso mestizaje semítico
y vean la Alhambra como simple objeto turístico y sigan
hablando de la expulsión de los moros cuando los moros
llegaron para quedarse, y permanecen dentro del alma
nacional, la exploración del haz muy complejo de sus
identidades los seguirá confundiendo. La obra de Miguel
de Unamuno es un alegato formidable sobre la crisis
histórica española. Su monologo crispado abre diálogo con
el lector para debatir sobre las causas de la decadencia
española que se examinan a menudo en función de aconte-
cimientos externos y no dentro de lo que el llamó la intra-
historia española, es decir de su volcamiento hacia las
galerías espirituales de los españoles, que reeditan las
taifas y combaten, incesantemente, sañudamente, unos a
otros.

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Francois Meyer. La ontología de Unamuno. Gredos.
1962.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - • 1 7 3

LIBERALES GERMÁNICOS

Quizás, como compensación a la inhabilidad de polí-


ticos prusianos, alemanes y austríacos - en la realización
de movimientos sociales de la magnitud de la Revolución
Inglesa y la Revolución Francesa, los germánicos produ-
jeron filósofos, pensadores políticos y economistas de
trascendente revolución conceptual del campo de las
ideas. Marx dijo que no quería interpretar el mundo sino
transformarlo. Pero, primero, había que comprenderlo
para innovarlo después y no ahogarse en un maelstrom
ideológico. Con Kant se convirtió Alemania en el centro de
gravedad de la filosofía. Con Hegel giran en el ojo del
huracán el Derecho, la Historia y la Filosofía. Con Marx la
teoría política ilumina y enceguece varias generaciones de
pensadores. Con Von Mises la economía liberal ensancha
la trocha abierta por Adam Smith. Con la "Crítica de la
Razón Pura", Kant fue el eje cié la filosofía idealista, y de él
descienden, para confirmarlo o negarlo, una ilustre serie
de filósofos: Fichte, Reinhold, Schulze, Maimón, Beck,
jacobi y Bardili; también los románticos Schelling,
Schlegel, Hoderlin, Novalis, Schleirmacher, sólo en
Alemania. Derivan del pensamiento de Hegel, tanto Marx
como Engels, Fuerbach, Adorno, Bloch, Dilthey, Fischer,
L.ukacs, Hartman, Marcuse, Kojéve, Sthieler y muchos
más. De la obra conjunta de Marx descienden Lenín,
Trosky, Plejanov, Bernstein, Lukacs, los miembros de la
Kscuela de Frankfurt, Gramsci, Labriola, Sorel, Lange,
Leontief, M. and el, Wallerstein, Manne im, Focault,
Althusser, Kardelj, Hobsbawm, y varias generaciones de
exégetas y críticos . De la renovación de las ideas liberales
de Von Mises y Max Weber, proceden Rôpke, Sombart,
Friedman, Hayek, Berlin, Popper, Aron, Strauss, de
Jouvenel, Lippman, Kissinger, Brzinski, Riesman, Rostow,
Samuelson, Huntington, Drucker, Fukuyama, Horowitz,
Toffler, Revel; la bibliografía a favor y contra el neolibe-
ralismo continua in crescendo.
1 7 4 — MARIO CASTRO ARENAS

Max Weber( 1864-1920)


Natural de Prusia. hijo de un político del Partido
Liberal Nacional durante el gobierno de Bismarck, estu-
diante en las u n i v e r s i d a d e s de Heidelberg, Berlín y
Gotinga en cursos de Derecho, Historia y Economía,
Weber destacó desde m u y joven como catedrático e
investigador de las ciencias sociales. En el plano político se
caracterizó como liberal democrático y reformista, contri-
buyendo a la fundación del Partido Demócrata Alemán. Se
opuso al expansionismo prusiano que desembocó en las
acciones de la Primera Guerra Mundial. Después de la
derrota alemana, formó parte del comité de expertos que
participó en la Conferencia de Paz de París ( 1918) y cola-
boró en la redacción de la Constitución de la República de
Weimar (1919).
Abrazó la nueva disciplina de la Sociología cuando
estaba en auge en Europa por la difusión de las obras de
Comte y Durkheimer. Sin embargo, temprano estableció
distancias con la sociología francesa, descartando la adhe-
sión a las ciencias físicas y naturales postulada por Comte
y Spencer. Weber conceptuó que, antes de las teorías, debía
tomarse en cuenta a los agentes sociales como entes racio-
nales movidos por la conciencia, la voluntad y las decisio-
nes individuales. Propuso la creación de tipos ideales, o
categorías subjetivas que investigaran la subjetividad de
los agentes sociales. Pero es difícil sintetizar una obra tan
rigurosa, tan exhaustiva, tan racional y tan fría, académi-
camente hablando. Erudición, densidad y racionalidad se
articulan rigurosamente en las obras fundamentales de
Weber, como "Economía y Sociedad 7 ' (1922), en la que
expuso su teoría de los sistemas de dominación con un
tecnicismo supremo que roza la aridez. Estos atributos
también están presentes en estudios anteriores a "Econo-
mía y Sociedad", que editó postumamente su viuda, como
el dedicado a la estructura de la propiedad agraria en el
Imperio Romano.
Su obra más abierta al público mayoritario y a la
polémica política resulta "La ética protestante y el espíritu
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 1 7 5

del capitalismo" (1905) en la que plantea la ecuación de la


austeridad supuestamente inherente a los reformistas disi-
dentes y la acumulación de capital derivada de una ética
de trabajo opuesta, por principio, al despilfarro y la
suntuosidad a la que son proclives los católicos latinos y
de otras latitudes no europeas: "En una historia universal
de la cultura, y desde el punto de vista puramente econó-
mico, el problema central no es, en definitiva, el del
desarrollo de la actividad capitalista (sólo cambiante en la
forma), desde el tipo de capitalista aventurero y comercial,
del capitalismo que especula con la guerra, la política y la
administración que las formas actuales de economía
capitalista; sino más bien el del origen del capitalismo
industrial burgués con su organización racional del trabajo
libre; o, en otros términos, el del origen de la burguesía
occidental con sus propias características, que sin duda
guarda estrecha conexión con la organización capitalista
del trabajo; aún cuando, naturalmente, no es idéntica con
la misma; pues antes de que se desarrollase el capitalismo
occiodental ya había "burgueses", en sentido estamentario
(pero obsérvese que sólo en Occidente):"
En resumidas cuentas, Weber achaca a la cultura occi-
dental la forja, del capitalismo moderno, constituyéndose
como un continuador incondicional del pensamiento de
Adam Smith, no sólo por el realce de la importancia de la
división del trabajo sino en su crítica acerba al capitalismo
español católico del siglo XVí y su hipervaloración del
capitalismo inglés protestante. Weber traza una revisión
sumaria del desenvolvimiento histórico universal, acep-
tando que en China, India y Babilonia existió capitalismo,
pero destacando que le faltaba el "ethos" del capitalismo
moderno. Su conclusión es: "...el carácter eminentemente
protestante tanto de la propiedad y empresas capitalistas,
como de las esferas superiores de las clases trabajadoras,
especialmente del alto personal de las modernas empresas
de superior preparación técnica o comercial".
Pensó el filósofo alemán que, al desaparecer la hege-
monía espiritual de Roma sobre los reformistas de Lutero
y Calvino, se alivió de un peso enorme la mente de los
1 7 6 •—• MARIO CASTRO ARENAS

disidentes ingleses, alemanes, holandeses, y al romper el


acatamiento a aquella tiranía católica, esa mente religio-
samente liberada de dogmas y prohibiciones, aplicó su
libre albedrío, su libre determinación, a la creación de
empresas en las que el lucro engendró una nueva ética y
un estilo de vida de austeridad. La experiencia contem-
poránea ha dado pruebas de la fragilidad conceptual de
atar la religión, cualquiera que ella sea, al desarrollo
económico. También, con cautela relativista, la historia
enseña a guardar reservas sobre conclusiones definitivas,
y más bien nos previene sobre el carácter temporal de los
ciclos de apogeo económico de ciertas regiones, ciertas
razas y ciertas religiones. La noción de distribución del
trabajo existió siglos antes a la aparición del industria-
lismo europeo. Por ejemplo, las caravanas de comerciantes
árabes cumplieron una función de mediadores entre los
productores de materias primas y de manufacturas y los
compradores, dentro de un escenario intercontinental de
división del trabajo. "El Islam es, por excelencia, una
civilización de movimiento, de tránsito, lo que supone
lejanas navegaciones"- explica Fernand Braudel— y una
múltiple circulación caravanera, tendida, ante todo, entre
el Océano Indico y el Mediterráneo, lanzada generalmente
desde el mar Negro a China y a la India, y por último,
eficaz desde el país de los negros a Africa del Norte...
como una caravana reúne hasta 5.000 y 6.000 camellos, su
volumen global puede compararse al de un velero de
carga muy capaz...una caravana se mueve lo mismo que
un ejército, con un jefe, un estado mayor, unos reglamen-
tos estrictos, unas etapas obligadas, unas precauciones
rituales, contra los nómades dedicados al saqueo , con los
cuales conviene llegar a un acuerdo...este sistema carave-
nero no puede adherirse a las navegaciones sin una exten-
sa organización medio capitalista. El Islam tiene sus
comerciantes (musulmanes y no musulmanes). Se han
conservado por casualidad las cartas de los comerciantes
judíos de El Cairo desde la época de la primera cruzada
(1095-1099): demuestran que los musulmanes conocían
todos los instrumentos de crédito y de pago y todas las
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO 177

formas de asociación comercial...son testimonios también


de comercio a larga distancia: comercio del coral que va de
Africa del Norte a la India; esclavos comprados en Etiopía;
de hierro traído de las Indias; al mismo tiempo que la
pimienta y las especias.Todo ello implica un enorme
movimiento de dinero, de mercancías y de hombres".
Innegablemente, durante un tiempo, la primera revo-
lución imperial tuvo como agentes a devotos de la nueva
iglesia anglicana -y también líderes y pensadores de origen
judío (Ricardo, Malthus, Disraeli). Estos agentes políticos y
económicos construyeron el imperio inglés en el último
tercio del siglo diecinueve y el primer tercio del veinte.
Luego el imperio colonial inglés se desmoronó y la antor-
cha del potencial económico pasó a otros países. Estados
Unidos, conglomerado de protestantes holandeses y
alemanes, católicos italianos e irlandeses, y judíos ajenos al
catolicismo y al protestantismo, catalputaron nuevas
formas de capitalismo industrial, financiero, tecnológico.
Luego, el capitalismo de origen occidental adopta otras
variantes en países ciel sudeste asiático, incluyendo diver-
sas ramas budistas y sintoístas y ateos de China Continen-
tal, Hasta ahora el capitalismo se caracteriza, por el plura-
lismo religioso de sus agentes y la transitoriedad de sus
alzas y bajas bursátiles y productivas. Impulsado por la
globaiización, predomina el neocapitalismo trasnacional
irreligioso, en el que ya no se divisan los atributos que vio
Weber, al principio del siglo XX, en su estrecho contorno
europeo protestante.
Una empresa intelectual menos expuesta a las
mudanzas étnicas y religiosas de los sistemas políticos y,
sin duela, su contribución orgánica a las ciencias sociales es
"Economía y Sociedad", voluminoso estudio de más de un
billar de páginas en el que Weber sistematizó lo que
llamó, humildemente, "esbozo de sociología compren-
siva". El prólogo a la cuarta edición alemana informa que
la primera parte de la gran sociología de Max Weber, que
c
°ntiene la teoría de los conceptos, fue concebida después
^ e la Primera Guerra Mundial durante los años de 1918 a
1920. p a segunda parte del manuscrito, en cambio, fue
1 7 8 — MARIO CASTRO ARENAS

redactada antes de dicha guerra y, esencialmente, con


excepción de algunas adiciones posteriores, durante los
años de 1911 a 1913. De la existencia de ese manuscrito
anterior el autor sólo dio noticia por vez primera en la
nota de introducción a su artículo sobre las categorías
sociológicas, del año 1913. El plan de su contribución
destinada al Grundriss der Sozialokonomik, sección
tercera: "Economía y Sociedad". Max Weber sólo lo
publicó, después de aparecido ya el manuscrito anterior,
en el resumen de "la división de la obra conjunta", que
inicialmente se adjuntó en forma de suplemento a los
distiontos volúmenes que fueron apareciendo a partir del
año 1914."
De las teorías de Weber seleccionamos, por su conte-
nido político, a la teoría del dominio, donde examina los
tres tipos de dominio legítimo; el dominio político y hiero-
crático; el dominio ilegítimo; tipología de las ciudades; el
desarrollo del Estado moderno y los partidos políticos
modernos. La definición de dominación no adhiere única-
mente a la dominación económica y política del marxismo.
Weber fundamenta su concepción de la sociología en la
construcción de conceptos- tipo a partir de los cuales se
sustenta la investigación pragmática de las variedades de
la casuística social, "(la sociología)" La construcción con-
ceptual de la sociología encuentra su material paradigmá-
tico muy esencialmente, aunque no de modo exclusivo, en
las realidades de la acción consideradas también impor-
tantes desde el punto de vista de la historia. Construye
también sus conceptos y busca sus leyes con el propósito,
ante todo, de si pueden prestar algún servicio para la
imputación causal histórica de los fenómenos cultural-
mente importantes". Con el indispensable imperativo de
construir conceptos- tipo sobre la dominación, Weber
clasifica los tipos de dominación, a la que define como "la
probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo
determinado para mandatos específicos( o para toda clase
de mandatos)". La dominación, según Weber, no siempre
responde a un mandato imperativo jurídico o económico o
de motivos puramente materiales, sino que busca y fomen-
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - — 179

ta la creencia de su""legitimidad" para obtener acata-


miento. Cada clase de legitimidad es diferente, tanto por
el tipo de obediencia que consigue, como por el cuadro
administrativo destinado a garantizarla. Existe para Weber
la dominación legal con administración burocrática
sustentada en derechos pactados u otorgados a personas y
asociaciones que tengan como requisitos un ejercicio
continuado, sujeto a ley, de funciones, dentro de una
competencia, con los poderes necesarios para su ejecución.
Tal es la situación de estados, iglesias, corporaciones
privadas, ejércitos y partidos, en las que la dominación se
ejerce de presidentes o ministros a ciudadanos, de prela-
dos a feligreses, de gerentes a empleados, de oficiales de
alto rango a los de rango inferior. Estas autoridades no
ejercen dominación u obediencia por haberse apropiado
de los cargos. Su dominación es legítima, procede del
imperio administrativo, legal, político. La dominación
tradicional, de acuerdo a Weber, "descansa en la santidad
de ordenaciones y poderes de mando, heredados de tiem-
pos lejanos, "desde tiempo inmemorial", creyéndose en
ella en méritos de esa santidad. El señor o los señores
están determinados en virtud de reglas tradicionairnente
recibidas. La "asociación de dominación", en el caso más
sencillo, es primariamente una "asociación ele piedad"
determinada por una comunidad de educación. El sobera-
no no es un "superior", sino un señor personal, su cuadro
administrativo no está constituido por funcionarios sino
por "servidores"; los dominados no son miembros de la
asociación sino por compañeros tradicionales y subditos.
..las relaciones del cuadro administrativo para con el
soberano no se determinan por el deber objetrivo del cargo
sino por la fidelidad personal del servidor. No se obedece
a disposiciones estauídas sino a la persona llamada por la
tradición o por el soberano tradicionairnente determi-
nado". Entre las clases de dominación tradicional se
refiere a la gerontocracia y patriarcalismo originario. Por
otro lado, está la categoría de la dominación patrimonial-
estamental concerniente a poderes priblicos y privados. La
define como "la dominación patrimonial y especialmente
1 8 0 — MARIO CASTRO ARENAS

la patrimonial estamental - en caso del tipo puro - a todos


los poderes de mando y derechos señoriales económicos a
la manera de probabilidades económicas apropiadas de un
modo privado. Lo cual no excluye que las distinga cualita-
tivamente. Especialmente cuando apropia algunas de ellas
como preeminencias en forma particularmente regulada. Y
en especial c u a n d o trata la apropiación de poderes
judiciales y militares como fundamento jurídico de la
posición estamental privilegiada de los apropiantes frente
a la apropiación de probabilidades puramente económicas
(de dominios, de tributos, o de emolumentos), y cuando
separa dentro de estas últimas las fundamentalmente
p a t r i m o n i a l e s de las f u n d a m e n t a l m e n t e extrama-
trimoniales". Weber denomina dominación carismática a
la atracción que ejercen personalidades en posesión de
poderes sobrenaturales o sobrehumanas que se erigen
como jefes, caudillos, guías o líderes. P u e d e n ser
chamanes, mesiánicos, monarcas, héroes, literatos,
caudillos militares y civiles. "El carisma - expone el
sociólogo alemán - es la gran fuerza revolucionaria en las
épocas vinculadas a la tradición. A diferencia de la fuerza
igualmente revolucionaria de la ratio
Que, o bien opera desde fuera por transformación de
les problemas y circunstancias de la vida • - y por tanto, de
modo mediato, cambiando la actuitud ante ellos- o bien
por intelectualización, el carisma puede ser una renova-
ción desde adentro, que nacida de la indigencia o del
entusiasmo, significa una variación de la dirección cié la
conciencia y de la acción, con reorientación ele todas las
actitudes frente a las formas ele vida anteriores o frente al
"mundo" en general."
La casuística que recoge Weber brota de investiga-
ciones de épocas arcaicas y también del tiempo presente,
pero en menor cantidad. Empero, la nota distintiva es la
enorme capacidad de racionalización teórica del sociólogo
germánico en su obra capital "Economía y Sociedad".
¿Sobreintelectualizó la política?
¿Remarcó distancias fatales entre teoría y acción
políticas? ¿Confinó al teórico a las bibliotecas, aulas y
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 1 8 1

gabinetes y al hombre de acción a ia tribuna parlamentaria


y a los mítines?
En "El Político y el Científico", Weber se planteó la
disyuntiva, que acaso fue su drama personal, pues fue
militante liberal una época y luego aparentó refugiarse en
la enseñanza universitaria.
Como señala Raymond Aron en la introducción a la
edición en lengua española de "El político y el científico",
la entrega a una u otra actividad, bajo un denominador
común, podría ser categórica o relativa, conforme a la
manera que se ejerce. Existen científicos asépticos, enclaus-
trados en torres de marfil, premeditadamente distanciados
de la praxis. También existen políticos entregados a la
praxis pura, desconectados de la teoría como de la peste,
políticos impulsados por fuerzas irracionales o ellos
mismos anclados en una irracionalidad voluntaria que
considera la reflexión ideológica cual si fuera una debi-
lidad enfermiza, incompatible con su accionar pragmático.
Weber explora los casos de fusión de político y científico,
de político divorciado de la reflexión, de científico que ve
la política como infección letal. Habría que acotar que el
pensamiento puede ser una forma de acción política.
Porque ¿a qué reduciríamos a Voltaire capaz de derrumbar
al sistema monárquico, sin vociferar en las callejuelas de
París, sólo usando la pluma desde la biblioteca de un
castillo medieval? ¿Á. qué ínfima categoría descendería
Kart Marx por no haber participado nunca en las reunio-
nes de un sindicato obrero o en una huelga? ¿Y Lenín,
sagaz administrador de la polémica teórica, y líder de la
toma del poder por los soviets?
Weber desestimó la irrupción de la política en las
aulas, aún en los estamentos estudiantiles. Creyó que un
profesor militante trataría de convertir a los estudiantes en
correligionarios de su credo. O que los estudiantes ideólo-
gizados actuarían unilateralmente, tratando de expulsar a
los profesores de otras creencias políticos. Pensó que el
científico- político desencadenaría el fomento de la opaci-
dad por ser un dualismo imposible. ¡Quién sabe qué
182 — MARIO CASTRO ARENAS

desilusiones personales vivió en el período de la salida de


Bismarck a la República de Weimar que le llevaron a dejar
la acción de un acólito del liberalismo y dedicarse al ciento
por ciento a escribir libros y a la cátedra en Friburgo y
Berlín¡ Los temores que presintió son reales, pero esa
misma realidad presenta innunmerables casos de compa-
tibilización de ciencia y política. "Las profecías lanzadas
desde la cátedra podrán crear sectas fanáticas, pero nunca
una auténtica comunidad. A quienes no pueden soportar
virilmente este destino de nuestro tiempo hay que decirles
que vuelvan en silencio, llana y sencillamente, y sin la
triste publicidad habitual de los renegados, al ancho y
piadoso seno de las viejas iglesias, que no habrán de
ponerles dificultades. Es inevitable que de uno u otro
modo tengan que hacer allí el "sacrificio del intelecto".
Weber optó por la despolitización de la cátedra y por su
propia despolitización. Muy pocos años después de
asumir esa posición de neutralidad ante los acaeceres
políticos, y de su muerte, los estudiantes alemanes fueron
presa del hipnotismo colectivo del nacional socialismo
predicado por Adolfo Hitler, mientras crecía la diaspora de
profesores alemanes y europeos, sobre todo de religión
judía, a las universidades de Estados Unidos, donde
escribieron libros encarnizadamente anticapitalistas.

Karl Popper (1902-1994)


A siglos luz de la objetividad académica de Weber,
Kart Popper vivió y murió entre el tumultuoso fuego de la
polémica ideológica. Fruto del matrimonio de un abogado
judío nacido en Praga y de una dama vienesa relacionada
a la música clásica (fue pariente de músicos del siglo XIX y
XX, entre ellos el famoso director de la orquesta sinfónica
de Austria Bruno Walter), Popper tuvo una agitada expe-
riencia estudiantil en la Viena de la década de los años
veinte, dominada por la izquierda marxista. Bajo la seduc-
ción de la llamada Viena Roja, se integró a las juventudes
socialistas y después al partido comunista. Por causas no
del todo esclarecidas, el estudiante Popper protagonizó un
violento enfrentamiento con los dirigentes comunistas a
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 183

raíz de un episodio aniversario en el que la policía fue


acusada de la muerte de ocho estudiantes. Momentá-
neamente abandonó el activismo político y se concentró en
1928 en la preparación de una tesis doctoral sobre temas
científicos, dirigida por el lingüista y sicólogo Kart Bûhler,
En 1929 inició carrera de docente universitario impar-
tiendo clases de matemáticas y física. El célebre cónclave
de hombres de ciencia, el Círculo de Viena, le abrió la
puerta. La publicación de "La lógica de la investigación
científica" lo situó como un importante contribuyente a la
teoría de la ciencia, aunque formulaba reparos al despla-
zamiento del positivismo a las ciencias sociales, asunto
que es una de las líneas de controversia metodológica más
recurrentes en su obra. La toma del poder por el nazismo
en Austria convirtió en sospechosos a los miembros del
Círculo de Viena. Por judío y por ser integrante del grupo
de estudiosos, Popper fue doblemente sospechoso a la
policía hitleriana. Se exilió a Nueva Zelandia como medida
de emergencia, pues su meta era llegar a Inglaterra. Su
familia y su achacosa madre quedaron en Viena. La familia
Popper entró a los archivos funestos de la SS. En total,
dieciséis miembros de la familia Popper fueron asesinados
por los nazis austríacos. Bajo el torbellino desatado por la
Segunda Guerra Mundial, escribió "La sociedad abierta y
sus enemigos", enjunclioso alegato contra el totalitarismo a
través de la historia. Cuando llegó a las costas inglesas se
había disipado la humareda ele los bombardeos sobre
Londres. Popper disfrutó de una tranquila existencia aca-
démica en la London School oí Economics. "Había dejado
atrás su carrera de hombre de ciencia y enseñaba filosofía.
En el campus de Oxford se rerlacionó con Fíedricht
August Von Hayek, jurista y pensador político austríaco
ganado por el liberalismo smithiano clásico, adversario del
intervencionismo estatísta en la programación econóinica.
Como veremos adelante, Popper podría ser descrito como
un liberal más abierto a la temática social, un tanto a la
manera de John Stuart Mill. En 1969 dejó la enseñanza
universitaria y se concentró en la producción bibliográfica
hasta su deceso en East Croydon ( (Londres).
1 8 4 —- MARIO CASTRO ARENAS

"La sociedad abierta y sus enemigos" reelabora la


antinomia sociedad cerrada- sociedad abierta propuesta
por el filósofo francés Henri Bergson, pero con otros
propósitos y con otra metodología / como reconoce el mis-
mo Popper. El plan de la obra es sumamente ambicioso:
revisar las tendencias totalitarias empezando con los
filósofos griegos presocráticos (Heráclito, sobre todo) y los
filósofos socráticos con Platón delante, siguiendo con
Hegel y Marx. Pocas veces se emprendió un análisis social
revisionista del pensamiento de los filósofos griegos
anteriores a Cristo con la profundidad de Popper. La teoría
de Heráclito" todo fluye, todo cambia, no es posible
bañarse dos veces en el mismo río", planteada desde la
perspectiva física de la estructura del cosmos, y no con
fines políticos, es el punto de partida de Popper para
rastrear los primeros brotes de la ingeniería social que
postularía explícitamente Platón en
"La República". Como sabemos todos, la dialéctica,
como dinámica de cambios, empieza con Heráclito. Pero lo
que éste enunció como fuente del origen del universo en
términos de física fue trasladado al pensamiento filosófico
por Sócrates y Platón y luego fue sujeto de reinterpreta-
ciones por Hegel y Marx. Popper creyó ver, debajo de la
teoría cosmológica heraclitiana sobre la transformación
por contrastes de los componentes básicos del universo, el
principio de formas para organizar un orden predestinado
de sucesos. "La vida y la muerte; la vigilia y el sueño; la
juventud y la vejez; todo esto es idéntico, pues lo primero
se convierte en lo segundo y esto vuelve a ser lo primero
...lo divergente concuerda consigo mismo: es una armonía
resultante de tensiones opuestas como en el arco o en la
lira ...los opuestos se pertenecen mutuamente; la mejor
armonía resulta de la disonancia" dijo Heráclito ilumi-
nando desde la antigüedad clásica el dualismo que imbri-
ca a la naturaleza humana y a la naturaleza pura, como el
ying y el yang de los chinos. De acuerdo a la singular
interpretación del filósofo vienes, Heráclito se deslizó de la
física a la ética y de ésta a lo social y como consecuencia
del relativismo de su teoría construyó " una ética tribalista
EL LIBERALISMO •- EL PENSAMIENTO POLÍTICO — - 1 8 5

de la Fama, del Destino y de la superioridad del Gran


Hombre, todo lo cual se asemeja extrañamente a algunas
ideas sumamente modernas". Pero no resulta convincente
para algunos la transmutación de una teoría del origen del
universo en una teoría social basada en la exaltación del
destino de hombres privilegiados y adjudicarle propósitos
reformistas a un cosmólogo. Sin embargo, Ortega y Gasset
interpretó la teoría de la relatividad de Einstein desde el
punto de vista histórico, convencido que el científico abría
una vía revolucionaria de análisis también a las ciencias
sociales y no solamente a los principios de la física y la
astronomía. En el ensayo "El sentido histórico de la Teoría
de Einstein" de "El tema de nuestro tiempo" (1923),
Ortega anotó lo siguiente:" La perspectiva es el orden y
forma que la realidad toma para el que la contempla. Si
varía el lugar que el contemplador ocupa, varía también la
perspectiva. En cambio, si el contemplador es sustituido
por otro en el mismo lugar, la perspectiva permanece
idéntica. Ciertamente, si no hay un sujeto que contemple, a
quien la realidad aparezca, no hay perspectiva. ¿Quiere
decir esto que sea subjetiva? Aquí está el equívoco que
durante dos siglos, cuando menos, ha desviado toda la
filosofía, y con ella la actitud del hombre ante el univer-
so,., la teoría cíe Einstein es una maravillosa justificación
de la multiplicidad de vista de todos los puntos de vista.
Amplíese esta idea a lo moral y estético, y se tendrá una
nueva manera de sentir la historia y la vida. El individuo,
para conquistar el máximum posible de verdad, como
durante siglos se le ha predicado, suplantar su espontáneo
punto de vista por otro ejemplar y normativo, que solía
llamarse "visión de las cosas" sub specie aeternitatis. El
punto de vista de la eternidad es ciego, no ve nada, no
existe. En vez de esto procurará ser fiel al imperativo
unipersonal que representa su individualidad. Lo propio
ocurre con los pueblos. En lugar de tener por bárbaras las
culturas no europeas, empezaremos a respetarlas como
estilos de enfrontamiento con el cosmos equivalente al
nuestro. Hay una perspectiva china como la perspectiva
occidental."
1 8 6 •—- MARIO CASTRO ARENAS

En rigor, más que a Heráclito, Popper achaca a Platón


la reelaboración de las teorías del físico presocrático,
poniéndolas al servicio de la incubación de una sociedad
ideal, regimentada al mínimo detalle por guardianes
robóticos, eugenósica por su búsqueda cruel del atleta
bello, musculoso y obediente como un ilota; militarizada al
modelo de Esparta, sociedad de hombres robustos y
complacientes ante el estado, en resumen. Platón creyó en
la sociedad totalitaria, en la sociedad cerrada en la que
unos mandan, la minoría, y otros, la mayoría, acatan,
como el antídoto a la sociedad depravada ateniense, cuyos
potentados enriquecidos con la venta de aceite, eliminaron
a su maestro Sócrates. Platón fue el ingeniero social, al
decir de Popper, "que no se plantea ningún interrogante
acerca de la tendencia histórica del hombre o su destino,
sino que se considera dueño del mismo, es decir, capaz de
influir o modificar la historia exactamente de la misma
manera en que es capaz de modificar la faz de la tierra. El
ingeniero social no cree que estos objetivos nos sean
impuesto por nuestro marco histórico o por las tendencias
de la historia, sino, por el contrario, que provienen de
nuestra propia elección, o creación incluso, de la misma
manera en que creamos nuevos pensamientos, nuevas
obras de arte, nuevas casas o nuevas máquinas". Popper
conceptúa que las Formas o ideas de Platón tienen una
apariencia idealista en el espacio y el tiempo, pero el idea-
lismo abstracto se rompe c u a n d o el filósofo de La
República establece que sólo hay una Forma para cada
raza o clase de objeto, llevándolo a materializarlas en el
terreno empírico como partes de sistemas unívocos de
gobierno. Hay pasajes extensos de la obra de Platón que
reivindican el Idealismo, el predominio de lo espiritual
sobre lo material, de suerte que se le puede colorarear
como una apología de la regímentación de los seres huma-
nos. Sin embargo, no queda duda que la atroz muerte de
Sócrates y la sensualización de ciertos períodos de la
democracia ateniense construida para la discusión de
todos los temas en el Agora concurrieron a la construcción
de una respuesta, una antítesis, a la democracia ateniense
EL L I B E R A L I S M O - EL P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O • - • 187

en lq que le tocó vivir. El contramodelo de Atenas es, a


juicio de Platón, el modelo de Esparta, sociedad cuya
supervivencia se concentró en la preparación de niños y
jóvenes bajo una disciplina severa apta para la defensa de
la patria permanentemente a m e n a z a d a y u n tipo de
gobierno de un mando concedido a los más fuertes y a los
más celosos guardianes del orden. Pero, en resguardo de la
integridad del pensamiento platónico, convendría tomar
en cuenta de manera preferente la naturaleza abierta del
debate en el que Sócrates y los sofistas, dialécticamente,
discuten tesis y antítesis de lo humano y la divino. "La
República" es un largo y enriquecedor diálogo sostenido
por Sócrates y los injustamente desacreditados sofistas
sobre el amor, la belleza, la justicia, la sociedad y otros
tópicos. Los lectores de los diálogos platónicos en unos
tópicos se identifican con Sócrates, pero en otros temas
dan razón a los sofistas. Sócrates piensa que los abogados
no deben defender a los ciudadanos acusados de tal o cual
crimen sino a los ciudadanos justos, porque deben asumir
la defensa de la verdad el rechazo del m a l , porque si no lo
hacen infringen los principios de la ética. Al contrario de
Sócrates, ios sofistas sostienen que el ejercicio ele la
defensa penal no compromete al defensor y a su credo, ya
que actúa, proíesionalmente, apoyando el derecho del
cliente a tener defensor, sin una necesaria adhesión
ideológica a la causa, que ventilan ios tribunales. Sócrates
expuso una brillante apología de la verdad, y de la ecua-
ción imperativa entre la verdad y el defensor. Las objecio-
nes de ios sofistas son el principio de un liberalismo avant
la lettre, que Popper, liberal de fuste polémico, no
aprovechó para enhebrar una antología de máximas
liberales desde los dorados tiempos griegos.
Los cuestionamientos de Popper a Platón no pueden
compararse al desvastador ataque lanzado contra Hegel.
Lo estima el sucesor directo de Heráclito, Platón y Aristó-
teles: "Hegel logró hacer los milagros más fabulosos.
Maestro de la lógica, era para él un juego de niños extraer
mediante sus poderosos métodos dialécticos, palpables
conejitos físicos de sus galeras puramente metafísicas". Le
1 8 8 —- MARIO CASTRO ARENAS

imputa, entre otras cosas, el uso de un lenguaje oscuro,


ininteligible, barroco y pretencioso, con el que teoriza o
aspira a filosofar sobre asuntos científicos: "el sonido es el
cambio en la condición específica de la segregación de las
partes materiales y en la negación de esta condición; tan
solo una idealidad abstracta o ideal , por así decirlo, de
esta especificación. El aumento del calor en los cuerpos en
resonancia , semejante al que experimentan los cuerpos
por el rozamiento, señala la aparición de calor que se
origina, conceptualmente, junto con el sonido". Popper
sostiene sin ambages que la influencia de la filosofía de
Hegel se debe a que fue designado primer filósofo oficial
de Prusia en el período de la restauración feudal que
siguió a las guerras napoleónicas. Más tarde, el estado
apoyó también a sus discípulos y éstos a su vez se apoya-
ron entre sí. Y a u n q u e la mayoría de ellos renunció
oficialmente al hegelianismo, los filósofos hegelianos
continuaron dominando la enseñanza de la filosofía y, de
este modo, indirectamente, aún las escuelas secundarias".
Definiciones de Hegel como "el Estado es la Divina Idea
tal como existe sobre la tierra,..por consiguiente debemos
adorar el Estado en su carácter de manifestación de la
divinidad sobre la tierra y considerar que si es difícil
comprender la naturaleza, es infinitamente más arduo
captar la esencia del Estado..el Estado es la marcha de Dios
a través del mundo.,.el Estado sabe lo que quiere... el
Estado es real y la verdadera realidad es necesaria,..el
Estado existe por y para sí mismo...el Estado es lo que
existe realmente, es la vida moral materializada". La
exaltación estatista de Hegel, de acuerdo a Popper, no es
resultado de una reflexión cognoscitiva sino reflejo de
sumisión política al monarca Federico Guillermo. Pero
esta interesada subordinación a u n rey prusiano fue
aprovechada por regímenes reaccionarios y regímenes
marxistas para elevar el Estado a cimas inaccesibles que
transformaban las decisiones de un partido, un comité o
una persona sola en dictados de una divinidad o una
entidad laica superior a la inteligencia humana. En apoyo
de sus afirmaciones, el pensador austríaco parafrasea una
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 189

de las más peoyorativas calificaciones contra Hegel, la


calificación del filósofo alemán Schopenhauer que conoció
y trató personalmente a Hegel: "Hegel, impuesto desde
arriba por el poder circunstancial con carácter de Gran
Filósofo oficial, era un charlatán de estrechas miras, insípi-
do, nauseabundo e ignorante, que alcanzó el pináculo de
la audacia garabateando e inventando las mistificaciones
más absurdas. Toda esta tontería ha sido calificada ruido-
samente de sabiduría inmortal por los secuaces mercena-
rios, y gustosamente aceptada como tal por todos los
necios aue unieron así sus voces, en un perfecto coro
laudatorio como nunca antes se había escuchado. El
extenso campo de influencia espiritual con que Hegel fue
dotado por aquellos que se hallaban en el p o d e r le
permitió llevar a cabo la corrupción intelectual de toda
una generación". Por supuesto Popper no se limita a
transcribir viejos y repetidos ataques contra Hegel.
Analiza también la médula de su razonamiento, esto es "la
triada dialéctica", la tesis, la antítesis y la síntesis, que
niega y perfecciona porciones de tesis y antítesis, renován-
dolas como una conciliación de teorías superiores. La
aplicación de la dialéctica de la naturaleza de Herácliio
pasa al campo de ios asuntos sociales con Sócrates y
desemboca después en Hegel abarcando tenias varios.
Siempre, sin embargo, su meta es la justificación del
Estado Prusiano cuyas leyes y normas deben ser acatadas
por sí y ante sí, Se siente una repugnancia interior ante
afirmaciones categóricas corno las de Schopenhauer y
Popper sobre la dependencia de la filosofía de Hegel ante
el Estado Prusiano. Pero las dudas y vacilaciones intelec-
tuales desaparecen c u a n d o nos enfrentarnos a la
instrumentalización laica de la divinización del Estado
practicada por Marx y los marxistas. El Estado ya no es la
representación del Monarca sino de la Revolución, con
más precisión de la Revolución Proletaria. Marx creyó que
le había torcido el cuello a Hegel.
Sin embargo, sólo cambió el destinatario de la ideas
de Hegel: antes el rey; después la revolución socialista.
Permanecía la esencia del pensamiento: el encumbra-
1 9 0 -— MARIO CASTRO ARENAS

miento del Estado por encima del hombre y los grupos


sociales. Popper no trata a Marx con la irreverencia satírica
que rebate a Hegel. Compara el cisma de Marx al que
produjo Lutero sobre la Iglesia Romana: "Ambas repre-
sentaron un desafío, ambas condujeron a una contrarre-
forma en el campo de sus enemigos y a una revisión y
re valorización de sus patrones éticos". En esta perspectiva,
aunque desmenuza las teorías económicas de Marx sobre
el capitalismo y el aumento exponencial de la miseria de la
clase trabajadora internacional, el filósofo reconoce los
fines éticos perseguidos por el socialismo marxista: " Pero
si bien Marx se opuso vehementemente a la tecnología
utópica, así como también a toda tentativa de justificación
moral de los objetivos socialistas, sus escritos contienen,
indirectamente, una teoría ética. ..después de todo, la
condenación marxista del capitalismo es, en esencia, una
condenación moral. Se condena al sistema por su cruel
injusticia intrínseca combinada con la completa justicia y
corrección "formales" que lleva aparejadas...se condena al
sistema porque al forzar al explotador a esclavizar a los
explotados les priva a ambos de la libertad...Marx no
combatió la riqueza ni alabó la h u m i l d a d . Odió al
capitalismo no por la acumulación de la riqueza sino por
su carácter oligárquico; lo odió porque porque en este
sistema de riqueza significa p o d e r político ele unos
hombres sobre otros. La capacidad de trabajo se convierte
en un artículo y esto significa que los hombres deben
venderse en el mercado. Marx aborreció el sistema porque
se parecía a la esclavitud".
La lectura del pensamiento de Popper se completa
con "La miseria del historicismo". En""La Sociedad
Abierta" hay un capítulo titulado "La teoría moral del
historicismo". Pero no concuerda con el meollo de la
argumentación de""La miseria del historicismo", título
endeudado a""La miseria de la filosofía" de Marx y a
"Filosofía de la Miseria" de Proudhon. Popper rechaza el
concepto de "historicismo", según lo entiende, como "un
punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que
la predicción histórica es el fin principal de éstas, y que
E L L I B E R A L I S M O - EL P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O - - • 191

supone que este fin es alcanzable por medio del


descubrimiento de los "ritmos" o los "modelos" o las
"tendencias" que yacen bajo la evolución de la historia.
"En pocas palabras, Popper se opone a las profecías
sociales que surgan como resultado de metodologías
tomadas de las ciencias naturales en forma de modelos o
tendencias. Objeta que las ciencias sociales reposen en
leyes similares a las ciencias naturales, tomando en cuenta
que las leyes físicas son estables y no los movimientos
políticos que pueden alterar su curso por razones fortuitas.
Pareciera a primera lectura que los cuestionamientos de
Popper son estrictamente metodológicos, es decir
formales. Pero en el fondo retoma la argumentación de su
obra "La lógica del descubrimiento científico" y la traslada
al campo de las ciencias sociales. Sus críticas empiezan por
las formas y luego desembocan en las esencias, vale decir
en el carácter predi ctivo o prof ético de las teorías sociales.
Niega la aplicación holística, totalista, generalista, de las
teorías sociales, con lo cual niega concepciones que
empiezan con Aristóteles y prosiguen a lo largo de los
siglos con John Stuar Mill, Herbert Spencer, Comte y la
sociología francesa, incluyendo a Marx y Toynbee. Su furia
polémica arrasa con los utopistas, ios mesiánicos, y tocios
los que elucubraron teorías impregnadas de espíritu
reformista. La posición de P o p p e r es pragmática,
empirista. Se puede analizar acontecimientos en forma
descriptiva. Pero es falaz formular leyes a partir de hechos
atenidos a circunstancias de espacio y tiempo. I,as
sociedades son m u d a b l e s , cambiantes, m a r c h a n
transformándose y reajustándose, siguiendo coyunturas
específicas. Al final ele cuentas, P o p p e r concluye
avasallado por Heráclito. Y por rebatir un dogmatismo
incurre en otro d o g m a t i s m o , el d o g m a t i s m o de la
estabilidad de las ciencias físicas, pasando por alto las
evoluciones que ha sufrido y continúa sufriendo desde
Galileo, Kepler, Newton hasta el relativismo de Einstein.
Mutatis mutandi, las sociedades, o mejor los cambios
sociales - la jornada laboral de ocho horas, el sistema
parlamentario, la autonomía de los poderes públicos, el
192 MARIO CASTRO ARENAS

sufragio femenino ~- impulsados como constantes jurídicas


y políticas se han estabilizado progresivamente en el
m u n d o , d e s p u é s de haber nacido como fenómenos
coyunturales dentro de una determinada circunstancia
social. Entre avances y retrocesos, se afirma la estabilidad
del cambio social, más allá de la disconformidad de
Popper y sus discípulos.

Ludwig von Misesi 1881- 1973)


Quizás el más estrecho, y actualizado, discípulo de
Adán Smith en los tiempos modernos fue Ludwig von
Mises, austríaco del imperio austro-húngaro, hijo de un
ingeniero dedicado a trabajos ferroviarios, sobrino del
doctor Joachim. Landau, destacado diputado liberal del
Parlamento austríaco. Nació en la ciudad de Lemberg, que
después de la primera guerra mundial formó parte de
Polonia con el nombre de Lwow, y después de la segunda
guerra mundial fue insertada a Ucrania con el nombre de
Lviv. Los von Mises fueron leales a su origen austríaco. Al
ingresar en 1900 a la universidad de Viena descubrió que
no existía un departamento de economía sino que esta
disciplina era parte de la enseñanza de Derecho Romano y
Canónico. Persistió en el aprendizaje de la economía e
ingresó al seminario del célebre economista profesor von
Böhm- Bawerk, luego de graduarse en derecho. Von
Böhm- Bawerk había escrito un libro refutando la teoría
del valor de Marx. Pero lo que realmente ganó su adhesión
a la economía liberal fue "Principles of Economics" de
Carl Menger, reputado como el fundador de la Escuela
Austríaca de Economía, caracterizada por la apología a la
economía de mercado libre y el rechazo a la planificación
económica estatal.
En 1912 von Mises dio a publicidad su primer libro
"Teoría del Dinero y el Crédito", en el que revivió el
antecedente de la escuela monetarista inglesa de 1850,
sosteniendo que el aumento desmedido del dinero y el
crédito bancario en el mercado provoca inflación y que,
para contrarrestarlo, el gobierno austríaco debía mantener
un encaje bancario de oro al cien por ciento de la emisión
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO •- - • 1 9 3

monetaria. Esta tesis arremolinó polémicas y se vio distan-


ciado hasta de los colegas de la escuela austríaca de
economía. Mises pronosticaba no solamente que el exceso
de dinero en el mercado no sólo crearía inflación sino que
el aumento del circulante acarrearía malas inversiones,
induciendo a los hombres de negocios a sobreinvertir en
maquinaria y bienes de capital en general y a reducir en la
producción y ventas de mercancías de consumo, generan-
do males económicos mayores como la recesión. Mises y
su discípulo Hayek desarrollaron la teoría de los ciclos
económicos contra viento y marea en la década de los
veinte. Fue el umbral de lo que se proclamó como una
nueva era de prosperidad económica, pero que a la postre
resultó un gran fiasco con la gran recesión norteamericana,
con el pánico bancario y bursátil . Mises se sintió capaz,
basado en la teoría de los cíelos económicos, de advertir
los daños que originaría la inflación al pasar a una gran
recesión. De acuerdo a la teoría de Mises, después de estas
consecuencias traumáticas, se debía empezar por un dolo-
roso pero necesario proceso mediante el cual el mercado
liquidaría las inversiones erróneas y reestablecería la
inversión y la estructura de producción que mejor satis-
faciera las preferencias de los consumidores. Sin embargo,
el gobierno de KD. Roosevelt no aplicó la teoría de los
ciclos cié Mises- Hayek sino un modelo de recuperación
económica p r o v e n i e n t e del economista inglés John
Maynard Keynes que prescribió el aumento del gasto
público a través de graneles obras de infraestructura
estatal que dieron empleo a los millones de desocupados
dejados por el huracán del crac. Hayek polemizó dura-
mente con los discípulos de Keynes en Cambridge, pero
perdió la batalla en los hechos, aunque no disminuyeron
los adeptos a la teoría del mercado libre. Dentro del capita-
lismo combatieron dos fuertes corrientes: la de Keynes
que prescribía la intervención de la inversión estatal en la
economía para enrumbar la crisis, y la de Mises recostada
en la mano invisible del mercado desregulado, y diame-
tralmente opuesta a las poiííticas de macroeconomía.
194 — MARIO CASTRO ARENAS

Por otro lado, en la Unión Soviética y en países de la


órbita comunista imperaba la economía estatal centrali-
zada, sin alternativas de economía de mercado. El modelo
económico marxista- leninista creó una cuña consistente al
modelo liberal en los peores momentos de la historia del
capitalismo moderno, intentando conciliar el capitalismo
de estado b a s a d o en impresionantes inversiones en
infraestructura (centrales hidroeléctricas, producción de
hierro y acero, industria de armamentos etc) con empleo
intensivo que cumplía, o parecía cumplir, los postulados
de la justicia social.
Al arreciar el debate entre economía socialista plani-
ficada por el Estado y economía privada sustentada en el
laissez faire, Mises se lanzó a la arena con el artículo
"Economie Calculation in the Socialist Commonwealth",
escrito en 1920, c u a n d o no r e s u l t a b a n notorias las
posiciones contrarias al marxismo por sus perfiles de
humanitarismo social de entonces. El artículo ampliado
fue un capítulo importante del libro "Socialismo" (1922)
originalmente en alemán que, años más tarde, en 1936
apareció con el mismo título en versión inglesa en Estados
Unidos. Un periodista norteamericano especializado en
asuntos económicos Henry Hazlitt comentó el libro de
Mises en The New York Times Books Review en términos
elogiosos. La conversión de un prominente compañero de
ruta del comunismo soviético J.B Matthews ai campo de la
economía de mercado fue atribuida a su lectura de
"Socialism" de Mises. También se dijo que gracias a Mises
las simpatías de Hayek, Wilhelm Roepke y Lionel Robbins
por el socialismo se desvanecieron para siempre.
Posteriormente Mises publicó en Estados Unidos, bajo el
auspicio editorial de la Rockefeller Foundation, dos
tratados que complementaron su visión del comunismo:
"Omnipotent Goverment" y " The rise of the Total State
and Total War and Bureaucracy", ambos de 1944, después
varias veces reeditado.
Mises no es un economista a secas, basado en curvas
ascendentes o descendentes de flujos de capital o de
producción de mercancías. Es un filósofo de la historia de
EL LIBERALISMO -• EL PENSAIvíIENTO POLÍTICO • - • 1 9 5

sólida formación complementaria de derecho y economía.


Por ello se enzarza en debates con historiadores y econo-
mistas para deslindar conceptos claves de sociología y
moral. En el ensayo "Relativismo epistemológico en las
ciencias de la acción humana", de "La acción humana",
por ejemplo, propuso la teoría de la acción humana como
respuesta a la teoría de la acción social de Max Weber.
Abrigó la convicción que había creado una nueva ciencia,
o una rama de la ciencia, la praxeología, esto es la teoría de
la acción humana, decisiva, en su criterio, para interpretar
los fines y objetivos de la economía. "Plantea un indivi-
dualismo económico, una economía o microeconomía
desconectada deliberadamente de la macroeconomía, más
bien concentrada en la persona humana, en la acción
humana. "Es obvio que las pretensiones de esta nueva
ciencia ~ explicó- no pueden dejar de ser ofensivas, y esto
desde tres puntos de vista. En primer lugar, están los
gobiernos. Ni a los déspotas ni a las mayorías democrá-
ticas les gusta saber que su poder no es absoluto. Empren-
den una y otra vez políticas destinadas a fracasar, y fraca-
san porque no toman en cuenta las leyes de la economía.
Pese a ello, no aprenden la lección y recurren a numerosos
seudoeconomistas para desacreditar lo que llaman las
enseñanzas abstractas (i.e vanas) de la economía correcta.
Hay, pues, doctrinas eticas que echan sobre la economía el
tardo del. materialismo ético, por considerar que el hombre
debe apuntar exclusivamente, o en primer lugar, a la
satisfacción ele los apetitos ele los sentidos. Se niegan
obstinadamente a aceptar que la economía es neutral con
respecto a la elección de ios fines últimos y que sólo le
interesan los métodos para alcanzar dichos fines, sean
éstos cuales fueren". En esa dirección estrictamente
neutralista de los métodos económicos, Mises cuestiona las
generalizaciones de los economistas clásicos concentrados
en el destino final de la riqueza de las naciones, ya fuere
su producción, ya por su distribución. Tropieza en el
camino con Adam Smith, Ricardo y Hume y se sitúa en el
punto extremo de un liberalismo aséptico, descontextua-
lizado, premeditamente desinteresado de los usos y resul-
1 9 6 — MARIO CASTRO ARENAS

tados de la economía. Defiende el mercado tanto por las


conclusiones que dicta su análisis como porque, en su
concepto, los precios del mercado reflejan "no sólo el lado
materialista del hombre sino sus ideas filosóficas, sus
ceonceptos éticos y sus convicciones religiosas. La obser-
vancia de los preceptos religiosos - la construcción y
mantenimiento de templos para el culto, la prohibición de
trabajar en los días santos, la evitación de ciertos alimen-
tos, siempre o en días y semanas festivos, la abstención de
bebidas alcohólicas y de tabaco, la obligación de ayudar a
los necesitados, y muchos otros"- es uno de los factores
determinantes de la oferta y demanda de bienes de servi-
cio y con ello el manejo de los negocios. En lo que respecta
a los fines últimos que los individuos esperan alcanzar, la
praxeología es neutral; lo que le interesa no son los fines
sino simplemente los medios para llegar a ellos, el hecho
de que sean adecuados o no para lograr los fines adecua-
dos" . El neutralismo de Mises, en esa primera etapa de su
producción intelectual, fue tan extremista que lo llevó a
escribir algo de lo que después se retractó; "La economía
no defiende el capitalismo ni rechaza el socialismo; sim-
plemente trata de mostrar cuáles son los efectos necesarios
de cada uno de esos sistemas. El que esté en desacuerdo
con sus enseñanzas debería tratar de refutarlas mediante
el razonamiento discursivo, sin apelar al abuso, las insi-
nuaciones y las normas arbitarias, presuntamente éticas".
Años más tarde, Mises rectificaría el extremismo de
su ubicación neutralista en cuanto a regímenes ideoló-
gicos. Sin duda, mediaron en su rectificación su residencia
en Inglaterra, donde vivió la política económica de los
laboristas, y en Estados Unidos, donde se enfrentó a pro y
contras del capitalismo práctico. Descubrió que las accio-
nes humanas pueden blindar las perspectivas del capita-
lismo individualista de los empresarios, pero que las
acciones humanas se desdibujan o anulan por la regimen-
tación totalitaria que puede partir de la economía estatal
planificada como de un monopolio o un cartel privado. En
"Los objetivos inmediatos de la educación económica"
sostiene que "de una manera irrefutable se ha demostrado
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO ---- 1 9 7

que todas las medidas intervencionistas producen conse-


cuencias que, desde el punto de vista de los gobiernos y
partidos que recurren a ellas, son menos satisfactorias que
el estado anterior de cosas para cuyo arreglo se idearon. Si
ni el gobierno ni los políticos aprenden de estos fracasos
las lecciones que enseñan y si no quieren dejar de entro-
meterse con los precios de las mercancías, con los salarios
y las tasas de interese, tendrán que agregar más y más
regimentación a sus medidas iniciales, hasta que todo el
sistema de la economía de mercado haya sido reempla-
zada por la planificación y el socialismo integrales".
Luego rescata la preocupación por los fines o resultados de
una política económica cuando estalla la desocupación
masiva y sus consecuencias sociales: ''La consecuencia más
desastrosa de la crisis económica consiste en que el desem-
pleo en masa que se prolonga a través a de los años. La
gente se muere de hambre porque la iniciativa privada es
incapaz de proporcionar trabajo suficiente para todos. El
adelanto tecnológico que podría ser una bendición general
se convierte bajo el capitalismo en una. calamidad para la
ciase más numerosa". Asimismo acepta, ya sin posturas
inflexibles, como en su primera etapa que " bajo el capita-
lismo la producción tiene corno finalidad obtener ganancia
en vez de producir cosas más útiles posibles, las que de
hecho se fabrican no son las que podrían satisfacer ele
manera más eficaz las verdaderas necesidades ele los
consumidores sino aquéllas cuya venta deja mayores
provechos. Los "comerciantes en muertes" producen
armas destructoras. Oíros grupos ele negociantes envene-
nan el cuerpo y el alma ele las masas mediante las drogas,
cuyo consumo se convierte en hábito, las bebidas intoxi-
cantes, el tabaco, ios libros y revistas pornográficas, las
películas imbéciles y las idiotas historietas cómicas".
Sin embargo, Mises no abdicó de las premisas funda-
mentales de su pensamiento: que la expansión de los
mercados, la división del trabajo y la inversión de capital
privado constituyen el paso indispensable hacia la prospe-
ridad; que el socialismo es desastroso para la economía
moderna por la ausencia de inversiones y propiedad
198 — MARIO CASTRO ARENAS

privadas de tierras y bienes de capital y la carencia de


precios racionales; que la intervención gubernamental en
la economía tiende a estorbar y a lisiar el mecado, gestan-
do la caída de la producción de toda clase de mercancías,
llevando inevitablemente al socialismo marxista. Son
aspectos sustantivos de obras como "Socialismo: u n
económico y sociológico análisis" (1922) , "Liberalismo"
(1927), reeditado en en inglés con el título "The free and
prosperous commonwealth" en 1962. Por otro lado, Mises
analizó certeramente el trasfondo de motivaciones socio-
económicas de la primera guerra mundial que disolvieron
el imperio austro- húngaro. Asimismo, después de haber
soportado a Hitler y Musolini, estaba entrenado para
juzgar a Stalin y su progresiva política de anexión de las
regiones integradas en la Unión Soviética. Fue uno de los
primeros teóricos que empleó la expresión "social impe-
rialismo" para g r a n e a r la c o n t i n u i d a d histórica del
zarismo al comunismo ruso, succionador de regiones
vecinas y otras no tan vecinas de Europa Oriental. Para
efectos prácticos, no cambiaron los medios ni los fines. La
Unión Soviética, con nuevo nombre, conservó el imperio
zarista y amplió el sometimiento de otras gentes y otros
territorios. Los Romanov se metamorfosearon en Lenín y
Stalin. La oligarquía monárquica fue reemplazada por una
oligarquía de partido único. Se centralizó el poder en una
persona con los zares (Pedro el Grande, Catalina de Rusia)
y siguió el poder unipersonal con los bolcheviques (Stalin).
Una minoría de personas coacta, a las mayorías bajo el
zarismo y bajo el comunismo; las oprime con cárceles,
deportaciones, y las segrega del poder con exclusiones de
instituciones, clases, razas, personas, que no tienen posibi-
lidad de acceso a un poder concebido en la estructura de
una sociedad cerrada, impermeabilizada para la crítica
interna y para la crítica externa. Un sistema de vasos
comunicantes une el absolutismo zarista al absolutismo
bolchevique. El zarismo fue una dictadura uniclasista, la
dictadura de clanes aristocráticos de origen feudal. El
bolchevismo es también la dictadura de una clase, la
dictadura del proletariado de origen industrial. En ambos
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — - 1 9 9

sistemas, las mayorías sociales son fantasmales, no tienen


imagen, visión, identidad autónoma. Si protestan, son
barridos por la represión estatal. Si adhieren al sistema se
eternizarán como entes pasivos sin participación en las
decisiones vitales, a saber, qué adquirir en los almacenes,
qué casas elegir como vivienda familiar, qué escuelas o
universidades escoger. Es una calle one way. La existencia
sólo tiene un camino por el que el hombre masa deambula
sin salida. Nadie puede construir un destino individual a
priori. El modelo soviético se transladó al sector oriental
de Alemania, pero el objetivo macropolítico es interna-
cionalizar el bolchevismo soviético mediante patrones
económicos, políticos, institucionales. La bolchevización
de Alemania lesionó el fuero íntimo de Mises, nacido
como miembro del imperio austro- h ú n g a r o . Pocos
intelectuales germánicos de su generación criticaron el
bolchevismo ruso, y los compañeros de ruta de un marxis-
mo moderado a los que llamó "progresistas", con la pasión
de Mises, desmenuzando los mecanismos estructurales de
la economía socialista centralizada y , por contraste, expo-
niendo las ventajas de la economía liberal y del sistema
liberal de vida. Tampoco ahorró críticas ai capitalismo
desenfrenado que manipula precios, construye mono-
polios y carteles, envileciendo la espontaneidad de las
fuerzas del mercado. "En ausencia del control oficial de
precios, los hombres de negocios manipulan los precios de
las mercancías a su antojo. Si no fuera por el salario
mínimo y ios contratos colectivos de trabajo, ios patrones
también manipularían los salarios en la misma forma...la
descripción del capitalismo como un sistema ele compe-
tencia en los negocios, puede haber sido correcta en sus
etapas iniciales, pero hoy es manifiestamente inadecuada.
Los trusts gigantescos y las combinaciones monopolísticas
dominan los mercados nacionales. Su lucha por alcanzar
un monopolio exclusivo del mercado mundial culmina en
guerras imperialistas, en que los pobres dan su sangre a
fin que los ricos se enriquezcan más. "(Los objetivos
inmediatos de la educación económica".
200 — MARIO CASTRO ARENAS

Friedrich von Hayek( 1899- 1992 )


Con Karl Popper y Ludwig von Mises, Fredrich
August von Hayek, forma parte de la trilogía de ilustres
pensadores neoliberales de origen austríaco, apologistas
máximos de la economía libre y detractores supremos de
la economía central planificada y del sistema político
marxista. Más afín a Mises que a Popper, Hayek combinó
estudios políticos y económicos, diferenciándose de su
maestro Mises en el acento jurídico de sus obras principa-
les. En su primera juventud, los tres asimilaron la influen-
cia socialista imperante en los medios universitarios en los
que el desmoronamiento del imperio austro-húngaro y sus
secuelas sociales y morales traumatizaron varias genera-
ciones. El socialismo se irguió como la opción más a la
mano para la reconstrucción del anden régime austríaco,
también afectado por el período autoritario de Bismarck y
el desenlace de la guerra franco-prusiana. Participó Hayek
como combatiente del ejército austríaco en la Primera
Guerra Mundial. Regresó a Viena con mala salud provo-
cada por la malaria contagiada en las trincheras y con la
angustia espiritual de pertenecer a un universo social
desestructurado por los descaecimientos militares. Ingresó
a la Universidad de Viena con el aval intelectual legado
por sus a n t e p a s a d o s , unos profesores de enseñanza
superior, otros funcionarios públicos de primer nivel.
En poco tiempo se convirtió en un socialista "íabia-
no" bajo el magisterio ideológico y académico del profesor
Friedrich von Wieser, miembro conspicuo de la Escuela
Austríaca de Economía. Al principio de esta etapa estuvo
convencido que se requería la mano benévola del Estado
para cohesionar la nueva Austria, supérstite desmejorado
del imperio austro- h ú n g a r o d e s c u a r t i z a d o por las
potencias aliadas. Cuando lo asaltaron las primeras dudas
sobre la eficacia de un estado que había fracasado en las
decisiones que, con Bismarck y el Kaiser, lo hundieron en
conflictos inútiles, recibió el rayo de Patmos a través del
libro "Socialismo" de Ludwig von Mises. Tan intenso fue
el impacto de su conversión ideológica que buscó la proxi-
midad con el hombre que lo había rescatado del error.
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO •- -- 201

Colaboró con Mises en la oficina de reparaciones de


guerra que éste dirigía y en el Instituto Austríaco del Ciclo
Económico. Se anudó una estrecha relación humana v
académica con su mentor, del cual fue heredando sus
"simpatías y diferencias", como decía Alfonso Reyes, en el
plano económico e ideológico.
Al arreciar el nazismo, Hayek emigró a Inglaterra,
donde ambos enseñaron en la London School of Econo-
mics, ajustándose mucho más la colaboración. Deslindar
dónde empieza Mises y dónde se inicia Hayek en la teoría
económica es un riesgo enredado por el subjetivismo
psicológico. No queda duda, sin embargo, que Mises
aportó la matriz teórica del neoliberalismo económico que
Hayek asumió como punto de partida de su desarrollo
intelectual.
La teoría económica de Hayek fue afinándose luego
en las polémicas con John Maynard Keynes, con econo-
mistas marxistas, incluso con los miembros de la Escuela,
de Chicago y Milton Friedman, anotando, sorprende-
mente, que, después de la Teoría General ele Keynes, el
libro más peligroso eran ios "Ensayos sobre economía
positiva" de Friedman.
Como elijo Jesús Huerta de Soto, "Hayek debe a von
Mises el punto de partida de casi tocio lo que hizo en
teoría económica. Gracias a von Mises, Hayek abandonó
gran parte de la malsana influencia de Wieser y retomó el
tronco fundamental ele la concepción austríaca de la
economía, que teniendo su origen en Menger, y habiendo
sido enriquecida por Bohn Baverk, von Mises se había
propuesto desarrollar y defender frente a las veleidades de
teóricos positivistas como Schumpeter, o más proclives al
modelo de equilibrio, como Wieser. Las relaciones entre el
maestro von Mises y ek discípulo Hayek fueron hasta
cierto punto curiosas. Por un lado de gran admiración y
respeto. Pero, por otro, de cierto distanciamiento, según
las épocas y circunstancias. Debiéndose notar un cierto
énfasis hayekiano por resltar la independencia intelectual
respecto de un maestro, que, como reconocía el propio
202 •— MARIO CASTRO ARENAS

Hayek, a la larga la evolución de la propia realidad


siempre terminaba poniéndose de manifiesto que tenía
razón". (La Ilustración Liberal No A octubre"- noviembre
de 1999). Sin embargo, la popularidad de las obras de
Hayek contribuyó a opacar algo la importante contri-
bución de Mises. En 1974, no Mises sino Hayek recibió el
Premio Nobel de Economía, compartido con el sueco
Gunnar Myrdal.
Hayek retomó el tema del individualismo metodo-
lógico económico de Mises:
"Los hechos sociales son p u r a m e n t e opiniones,
puntos de vista que tienen las personas de quienes estu-
diamos las acciones. Difieren de los hechos de las ciencias
físicas, porque los primeros son creencias u opiniones
individuales; creencias que como tales, son nuestros datos,
independientes del hecho de saber si son verídicas o falsas;
además no podemos observarlas directamente en los
espíritus, pero podemos reconocerlas en lo que las perso-
nas hacen y dicen, simplemente p o r q u e tenemos un
espíritu semejante al de las demás personas" ("Cientismo
y ciencias sociales"). Planteada de esa manera, la econo-
mía, o mejor la iniciativa individual de un empresario, es
una acción, mas no un hecho social. Se sustrae del contexto
de la sociedad, sin responder a regulaciones estatales sino
a su acción, a su opinión o pensamiento. Actúa libremente,
a veces intuitivamente, espontáneamente, sin tutelas de
ninguna especie. Ciertamente, la acción económica está en
la conciencia del empresario privado; él delibera ante sí si
es que emprende la inversión de su peculio o proveniente
de un préstamo. Es su responsabilidad individual la que
actúa, después de auscultar su conciencia. Siendo esto
cierto, no lo es menos que la economía no puede desa-
gregarse del contexto social. La conciencia individual
puede ser el punto de partida que pone en marcha los
m o v i m i e n t o s de capital, pero tiene que estudiar el
mercado, que es un hecho social, por agregación de los
deseos y necesidades del conjunto de consumidores. Si no
estudia el mercado de consumidores; si no toma en consi-
deración a Jos técnicos y trabajadores que deben cuajar su
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •— 2 0 3

proyecto de inversión; si no evalúa los impuestos, el costo


de seguridad social, los seguros de protección de la
empresa; si no adhiere normas y pautas inherentes a la
naturaleza del proyecto, sus acciones, por muy libres que
sean, lo enrrumbarán al fracaso de su iniciativa. Como
sostiene Raymond Aron, "Hayek defiende el individualis-
mo metodológico, ante todo para oponerse a la planifi-
cación y a la actitud cientioficista de ciertos ingenieros que
quisieran reconstruir, organizar y manipular el mundo
económico de los individuos y sus decisiones. Huelga
decir que su insistencia en el papel decisivo de los indivi-
duos y de sus decisiones contiene implícitamente una
resonancia de individualismo, político o moral. En otros
términos, quiere que el mecanismo económico sean los
individuos y sus decisiones las que tengan la última
palabra; no sólo pretende explicar el funcionamiento de la
economía mediante las decisiones de los sujetos; piensa
también que sólo ios sujetos son jueces de sus preferencias
y de sus necesidades, y huye de los economistas como de
la peste". Pero el mismo liberal Aron se descoloca, del
disíanciamiento del sujeto (inversionista privado) ante el
objeto social (mercado de consumidores) y no cree que sea
"la ley de los profetas" la ley del mercado.
Rn otro estudio, el liberalismo de Hayek se insería, en
el mundo jurídico, recostándose en el lema "el derecho
protege la libertad: las leyes la matan", Rescata la imper-
sonalidad de la ley como una necesaria protección de las
leyes dictadas por hombres contra hombres. Dice: "Es de
suma importancia llegar a tener claridad respecto a esto:
todos los grandes pensadores políticos que vieron la
esencia de la libertad en que el individuo esté sujeto
solamente a la ley y no a la voluntad de un gobernante,
comprendían como la ley no todo lo que una corporación
legislativa había decidido sino exclusivamente aquellas
normas generales de justicia, originadas de la tradición de
la administración de la misma y del trabajo de los juris-
consultos. La asamblea popular en la A tena de Pericles no
estaba ni siquiera investida de derecho a cambiar el
n o m o s " - eso era reservado a nomotetas especiales^ y
204 •—• MARIO CASTRO ARENAS

podía solamente p r o m u l g a r psefismata, ordenanzas.


Cuando Cicerón escribía "omnes legum servi summus, ut
liberi esse possumus "(todos somos servidores de la ley
para que podamos ser libres), se refería, no a las decisiones
legislativas sino al jus, derecho, que se había ido desarro-
llando lentamente/' Revisa los antecedentes y principios
de las leyes inglesas - the rule of law, the goverment of
law not of men or of will y the goverment under the law -
para concluir que se trata de principios normativos de
carácter muy general y no de leyes restrictivas. Discrepa
de quienes interpretan las normas generales como leyes
restrictivas con poderes que pesan y desvirtúan la libertad
de los ciudadanos.
El objetivo liberal que propugna Hayek es impedir
que el Estado aplique leyes coercitivas sobre el individuo y
no al revés, avalándolas como función suprema del
Estado. Hijo legítimo de Smith en lo económico y de Locke
en lo jurídico, pone la mano invisible del mercado por
encima de las regulaciones y valoriza la propiedad priva-
da como fuente exclusiva de desarrollo. Bajo esas premi-
sas, acepta únicamente el laissez faire que excita e impulsa
la iniciativa individual como representación y encarnación
de la libertad, fin supremo de la sociedad. El estado es un
administrador general cuya única misión es proteger la
propiedad privada y cuidar que el mercado fluya libre-
mente sin ingerencias extrañas. Eos detractores del neoli-
beralismo de Hayek objetan su visión de la economía en la
que coloca, el individualismo de las decisiones en una
esfera de idealismo metafísico radical y, so pretexto de
priorizar las reglas espontáneas del mercado, fosiliza al
Estado o, a lo más, le convierte en una asamblea de
sombras inocuas. El idealismo cuasi filosófico del génesis
de la acción individual, según el evangelio económico de
Hayek, choca con la praxis de la economía real. Pretende
sustituir el extremismo de la abolición del mercado y la
inversión privado con el extremismo de la abolición de la
normatividad estatal. Mises corrigió en su madurez el
puritanismo teórico al comprobar los pecados capitales de
la economía privada - monopolios, trusts, carteles, la
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 2.05

economía de muerte - • sin abdicar ele su rechazo a la


economía planificada estatal. Hayek, sin embargo, no
aceptó caminar en la calle de en medio, el jus terminus, y
persistió en la ortodoxia idealista, no obstante declararse
como un confeso agnóstico.
Como constitucíonalista, como ensayista político, el
pensador austríaco mostró agudeza analítica para revisar
los acontecimientos históricos y una gran elocuencia
expresiva.
En el ensayo "La evolución del estado de derecho"del
libro "Los fundamentos de la libertad" investiga el origen
de la libertad individual y recupera algo importante, pero
postergado u olvidado por la memoria política occidental:
el nacimiento de la libertad moderna en la Inglaterra del
siglo XVII. "Más alia del siglo XVII inglés - expresa- es
difícil encontrar antecedentes de la libertad individual en
los tiempos modernos. La libertad individual surgió
inicialmente y - es probable que así ocurra siempre como
consecuencia de la lucha por del poder, más bien que
como el fruto de un plan deliberado. Ahora bien, hubo de
pasar mucho tiempo hasta que sus beneficios se recono-
cieran. Por más de doscientos años, la conservación y
perfección de la libertad individual constituyó el ideal que
guió a Inglaterra y sus instituciones y tradiciones fueron el
modelo para el m u n d o civilizado, "Reforzando sus
apreciaciones, Hayek enfatiza la lucha por el poder entre
el rey y el Parlamento, tras la muerte de Isabel de Tuclor,
desencadenada por los monarcas estuardos y jacobinos.
Recuerda el famoso Pleito de los Monopolios y el Memo-
rial de Agravios de 1610 corno dos fases de la pugna
contra los privilegios productivos y las reglamentaciones e
interdicciones exageradas de la autoridad. Recoge los
argumentos de Sir Edward Coke, el teórico magistral de
los whigs, que se convirtieron en una interpretación
aceptada de la Carta Magna en relación a los monopolios.
"Gradualmente surgieron dos concepciones cruciales
sobre la manera de salvaguardar los ideales básicos: la
idea de una constitución escrita y el principio de la sepa-
ración de poderes. Cuando en enero de 1660, poco antes
206 — MARIO CASTRO ARENAS

de la Restauración, en la "Declaración del Parlamento


reunido en Westminster "(Declaration of Parliament
Assembled at Westminster) se hizo un último intento de
de formular mediante un documento formal los principios
esenciales de la Constitución, se incluyó este impresio-
nante pasaje: "No hay nada más esencial para la libertad
de un estado que el 'pueblo sea gobernado por leyes
preestablecidas y que la justicia sea administrada sola-
mente por aquellos a quienes cabe exigir cuentas por su
proceder. Formalmente se declara que, de ahora en ade-
lante, todas las actuaciones referentes a la vida, libertades
y bienes del libre pueblo de esta comunidad deben ser
acordes con las leyes de la nación, y que el Parlamento no
se entrometerá en la administración ordinaria o parte
ejecutiva de la ley. La misión principal del actual
Parlamento, como lo ha sido en todos los anteriores, es la
de garantizar la libertad del pueblo contra la arbitrariedad
del gobierno" destaca Hayek, al tiempo que revaloriza los
aportes a la codificación de la doctrina whig en la obra de
Hume, Blackstone y Paley y la transferencia de esos princi-
pios a las colonias norteamericanas que se basaron en la
tradición constitucional inglesa y el pensamiento de John
Locke para fundamentar el movimiento independentista.
Dedica al proceso del debate histórico de las colonias y al
consenso sobre la Constitución de Estados Unidos, desde
sus orígenes hasta tiempo presente, uno de los más
objetivos y lúcidos análisis salidos de su pluma.
Cuando Hayek examina el proceso de Inglaterra en el
siglo XVII y el proceso de Estados Unidos en el siglo XVIII
está asentado en el territorio de la realidad histórica y
puede con legitimidad teórica y pragmática deducir que si
funcionan determinados regímenes de gobierno garantes
de la libertad individual y de la libre economía, con virtu-
des y contradicciones. Sin embargo, cuando se basa en la
actualidad y formula nuevos modelos de gobierno se
retrotrae a la antigüedad y formula proyectos de frágil
naturaleza utópica. En pocas palabras, sus proposiciones
políticas se divorcian de la realidad y se convierten, como
él mismo acepta, en ejercicios mentales de orden personal.
Su concepción del Estado se sustenta en el ideario del
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO ---• 2 0 7

Estado Jurídico, o gobierno bajo ia ley. Distingue y


delimita el Estado Ideal basado en el Derecho, del Estado
Real, basado en leyes. El Estado Ideal sería algo así como
el custodio de los principios jurídicos básicos - libertad
individual, libertad económica, imperio del Derecho. La
vigencia de las garantías constitucionales correspondería
al poder ejecutivo, supervisado por un tribunal constitu-
cional. El poder ejecutivo funcionaría no mediante presi-
dentes de la república sino de una cámara alta, algo así
como una Cámara de los Lores. Otra asamblea de gobier-
no, d i s e ñ a d a v a g a m e n t e como u n a Cámara de los
Comunes, se limitaría a revisar y aprobar el presupuesto
general con activación de los agentes económicos o contri-
buyentes cuyo pago de impuestos nutre los gastos esta-
tales. La rama de gobierno preceptuamente del derecho
sería una corporación estable elegida para largos períodos
cuyos integrantes serían reemplazados paulatinamente sin
posibilidad de reelección. Por otro laclo, la asamblea
gubernamental asumiría labores de corto plazo y tendría
poder solamente sobre los gastos del estado, En suma, una
sociedad nomocrática en la cual rigen reglas jurídicas
generales, y una sociedad íelecrática que compele al
individuo a servir determinados fines señalados por el
gobierno. Innegablemente, modelos de la Grecia clásica y
de ia Inglaterra parlamentaria, incompatibles por una y
otra razón por la sociedad, coniemporáea, Hayek, que
falleció en 1992, omite referencias a las instituciones comu-
nitarias europeas que comparten mercados, moneda,
tribunales de justicia, regulaciones presupuéstales , de
inversión y finanzas privadas y públicas, como también a
las organizaciones supranationales de relaciones interna-
cionales, comercio, salud, culturel, tecnología etc. La noto-
ria omisión es resultado del puritanismo radical de su
pensamiento neoliberal que rehusó el consenso, es decir la
posibilidad de pactar proyectos comunes regionales o
universales, salvaguardando la soberanía nacional y, al
mismo tiempo, fortaleciendo la unidad comunitaria conti-
nental. Hayek prefirió irse del mundo antes de aceptar la
impracticidad del ultraliberalismo, a la postre, tan dogmá-
tico como el socialismo absolutista.
208 MARIO CASTRO ARENAS

Ernst Cassirer( 1874-1945)


Cuando el distinguido filósofo e historiador Ernst
Cassirer llegó al mundo en 1874, su suelo natal - Breslau—
pertenecía a Alemania, pero ese territorio ahora tiene otro
nombre - Wroclaw- y forma parte de Polonia. Era una
típica época de inestabilidad territorial. Dos años antes de
su nacimiento, empezó la guerra franco-prusiana y hubo
golpes de estado en España en 1784 y un año después
guerra de Serbia y Montenegro contra Turquía.. La familia
Cassirer, de origen judío, conservó la identidad alemana.
Ernst cursó estudios de Derecho en la Universidad de
Berlín y luego los amplió a filosofía, historia, ciencias y
lenguas en las universidades de Leipzig, Heidelberg y
Munich. Se decidió a perseverar en la filosofía en la Uni-
versidad de Marburgo, donde su maestro Georg Simmel lo
estimuló al conocimiento de la obra de Hermann Cohen,
también profesor de José Ortega y Gasset.
En verdad, Cassirer había entrado al círculo de
Marburgo, fortaleza intectual de los neokantianos. Presen-
tó la tesis doctoral en Marburgo sobre la teoría del
conocimiento de René Descartes, desde una perspectiva
kantiana. Se inició en la docencia en la Universidad de
Berlín y siguió enseñando flosofía en la universidad de
H a m b u r g o . Bajo el atractivo espiritual de la ciudad
hanseática, escribió y publicó ios tres volúmenes de su
obra filosófica capital "Filosofía de las hormas Filosóficas".
(1923- 1929). Fue nombrado Rector de la Universidad de
Hamburgo en 1929. Las victorias electorales nacionalistas
de 1932 pusieron en guardia a Cassirer y a los intelectuales
alemanes de ascendencia hebrea. En 1933 se produjo el
incendio del Reichstag, se otorgaron plenos poderes a
Adolf Hitler y empezó la campaña antisemita. Cassirer
emprendió la diaspora para nunca regresar a su país natal.
Conocido y respetado en Europa y Estados Unidos, fue
aceptado como catedrático de filosofía en Francia, Ingla-
terra y Suecia. Su enseñanza en las universidades de
Oxford y Goterborg acumuló discípulos atraídos por la
inteligencia y la serenidad del profesor alemán de niveo
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - • 2 0 9

cabello, reputado como la figura cimera del pensamiento


kantiano del siglo XX. Siguiendo la trayectoria de otros
profesores alemanes, ancló en universidades norteame-
ricanas; en Yale fue profesor visitante y, sobre todo, enseñó
en Los Angeles. California, donde obtuvo una cátedra.
Sus obras filosóficas no corresponden a la índole de
esta investigación sobre el pensamiento político, pero sí
"El mito del Estado", estudio transparente sobre la apari-
ción del pensamiento mítico desde la antigüedad hasta las
nuevas formas del mito en las corrientes ideológicas del
siglo XX. Cassirer parte de su raíz kantiana eminente-
mente racionalista para abordar las investigaciones, con
espíritu crítico, desde vertientes etnológicas, lingüísticas,
estéticas, psicológicas y psiconalíticas, para llegar al
campo de la política, vale decir los trasfondos míticos de
los modelos de estado. Cada una de esas investigaciones,
pautadas por disimilitudes metodológicas características
de su ámbito científico, a pesar de su autonomía teórica,
en verdad no se contraponen dado que arriban a espacios
de conclusiones válidas. Los estudios etnológicos de
Frazer y Taylor sobre la mentalidad mágica de los pueblos
primitivos; las investigaciones de Muller, Frobenius y
Winkler sobre la pluralidad de los mitos lunares, solares,
eólicos: los trabajos sobre el lenguaje primitivo de Boas,
Levy-Bruhl; de Freud acerca del tabú del incesto y la
nomenclatura de animales totémicos como representa-
ciones antropornorficas del valor, la astucia y la cobardía,
todos ellos, dice Cassirer, concluyen en la revelación de la
tendencia humana a construir símbolos, alegorías, vale
decir mitos sobre su origen cósmico y terrenal. "El mito
fue, mucho antes que la filosofía, el primer maestro de la
humanidad, el único pedagogo en la infancia del género
humano, capaz de plantear y resolver el problema de la
muerte en un lenguaje comprensible para la mente
humana" dice Cassirer. Reproduce una cita de Jenófanes
que testimonia la identidad peculiar de los mitos: "Los
etíopes hacen sus dioses negros y chatos, los tracios les
dan ojos azules y cabello rojo. Y si los bueyes, los caballos
y leones tuvieran manos y pudieran pintar con ellas, los
2 1 0 —- MARIO CASTRO ARENAS

caballos pintarían a los dioses en forma de caballos y los


bueyes como bueyes".
¿Cómo se presentan los mitos en la política? ¡Cuáles
son los símbolos de su manifestación? ¿Cómo se arraigan
en el alma humana? ¿Qué resulta de la minupulación de
los mitos con fines políticos? Platón fue un sembrador de
mitos. Allí están en "La República" un lugar supraceleste o
paraíso, los hombres mediocres prisioneros de la caverna,
la propiedad del alma humana para buscar su destino, el
juicio final después de la muerte, cuyo origen está en la
mitología religiosa egipcia y se trasladó a la doctrina
cristiana. El Estado Ideal de Platón revisa y crítica los
mitos en el debate dialéctico de Sócrates y los sofistas;
después de triturarlos y reducirlos al absurdo elige el
modelo del gobierno de los filósofos y los guardianes para
formar hombres y mujeres bellos y saludables al servicio
de la justicia y el bien de los ciudadanos elegidos por el
estado. A partir de Platón y Sócrates, Cassirer excava la
transfiguración de los mitos antiguos en mitos modernos
en los principales representantes de diversas escuelas.
Descifra, por ejemplo, cómo el logos griego es readaptado
por San Agustín, qué lega la República de Platón a la
Ciudad de Dios, bajó qué nuevas formas simbólicas el
cristianismo altera el fin de la sociedad utópica del hombre
en la civita dei como refugio último donde el alma huma-
na alcanza la perfectibilidad, teológica. Traza, asimismo, el
encuentro de los ideales universales de los estoicos griegos
y de los estoicos romanos en la encrucijada del pensa-
miento en el que se alcanza una nueva forma simbólica de
la humanitas y la igualdad de los seres humanos en el
e c u m e n i s m o cristiano. Sin embago, el p e n s a m i e n t o
político medieval inspirado en la doctrina evangélica
ilustrada por los Padres de la Iglesia cambia radicalmente
en el Renacimiento con una nueva concepción del Estado
basada en la teoría secular del Estado Civil, despojada ya
de trascendencia. Interesa menos la esencia para dar salida
a la forma. El racionalismo político es llevado a sus
fronteras más atrevidas. La razón de Estado prevalece por
encima de la moral y las metas humanísticas. Cualquier
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 211

método, cualquier medio, es lícito si conduce a la conse-


cución del poder. La fuerza, ya provenga de la ideología,
ya se obtenga mediante las armas, se sobrepone a la razón.
La toma del poder, la conquista del Estado per se cons-
tituyen forma y esencia al mismo tiempo. Como explica
Cassirer, "la religión no mantiene ya ninguna relación con
el orden trascendente de las cosas y ha perdido todos sus
valores espirituales. El proceso de secularización ha
llegado a su término. Pues el estado secular existe ya de
jure y no sólo de facto; ha encontrado su definida legiti-
mación teórica". Maquiavelo no midió, en rigor, no era
posible que midiera en términos de futuro, las conse-
cuencias de la teoría secular del estado moderno. El fue un
funcionario florentino de segunda categoría empeñado en
poner término al régimen de las grandes familias de las
ciudades- estado, en perpetuo caos por los intereses
dinásticos en conflicto. No llegó a advertir que la lectura
diferente de su teoría provocaría las dictaduras contem-
poráneas en las que la fuerza se utilizaría para desguazar
religiones, razas, clases sociales, grupos económicos,
colectivos culturales. Los mitos arcaicos despertaron mitos
modernos. Los héroes germánicos del anillo de los
Nibelungos, el rubio, imperfecto, vulnerable Sigírido,
sostuvieron el mito intolerable de la Raza Superior. En
sentido moderno, la teoría estoica de la igualdad de ios
hombres reapareció en el preámbulo de la Declaración ele
la i n d e p e n d e n c i a r e d a c t a d o por Thomas Jefferson:
"Reputamos como evidentes estas verdades: que todos ios
hombres fueron creados iguales: que su Creador ios ha
dotado de ciertos derechos inalienables; y que entre éstos
se cuentan el de la vida, de la libertad y de la prosecución
de la felicidad". Rousseau, Voltaire, Diderot, Montesquieu,
los filósofos de la Ilustración, arrastraron y diseminaron
los mismos ideales estoicos a la Declaración de los Dere-
chos del Hombre de la Revolución Francesa. La teoría del
culto de los Héroes de Thomas Carlyle fue expuesta a un
puñado de aristócratas ingleses de la era victoriana en un
gesto de arrogancia y de exaltación para justificar un
imperio como una proyección del materialismo del poder
obtenido por la primera revolución industrial. Sin embar-
212 MARIO CASTRO ARENAS

go, los totalitarios del siglo siguiente la asimilaron como


parte de la armazón teórica del nuevo absolutismo del
estado fascista y el estado nacional socialista que era la
misma cosa al final de cuentas. La exaltación grandilo-
cuente de los héroes del Imperio Romano y de las sagas
germánicas incubaron el monstruoso engendro del Super-
hombre, que, de alguna manera, con otro propósito, insti-
gó Nietszche. Hegel llevó a su máxima potencia su
concepción del Estado concibiéndolo como la encarnación
del Espíritu, pero no al servicio del ideario religioso sino
del Estado prusiano. Hegel deformó el imperativo categó-
rico kantiano al servicio de la voluntad moral a escala
individual y lo elevó como una divinización aberrante del
Estado sin reparar que la abstracción filosófica de un
arquetipo político serviría a los fines siniestros del Estado
nacional socialista. "En cierto sentido, afirma Cassirer,
aquí tenemos una transmutación de valores, una inversión
de todas las normas anteriores. De acuerdo con esta
revaloración, no existe ya ninguna obligación moral para
el estado. La moral vale para la voluntad individual, no
para la voluntad universal del Estado". Hegel se refocila
de su construcción teórica, al margen de los resultados
pragmáticos de su instrumentación, aunque estaba con-
ciente que loaba al Estado prusiano al que debía sus
honores universitarios: "El estado es el espíritu que habita
en el mundo y se realiza a sí mismo en el mundo mediante
la conciencia... la marcha de Dios por el mundo es lo que
constituye el Estado". En resumen, sostiene Cassirer,
desde el magma de la irracionalidad mágica de los mitos
arcaicos, renacen y se transfiguran muchos mitos, con la
apariencia de nuevos, algunos realzados para defender la
libertad inherente a la condición humana, otros para
subyugar la libertad, como los mitos del Superhombre, del
Estado Nacional Socialista, de la dictadura de una clase
para exterminar a las otras clases, sociales. Como discípulo
de Kant, como neokantiano de las formas simbólicas, Ernst
Cassirer rescata, también, como teórico político, los valores
inmanentes de la razón, que constituyen el primer deber
ético de la conciencia crítica.
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO • • 213

Joseph Schumpeter (1883- 1950)


Es posible que algunos lectores de esta obra se
sorprendan por la inclusión ciel economista austríaco
Joseph Alois Schumpeter en el casillero general del
pensamiento liberal y se apresuren a manifestar su discre-
pancia, clasificándolo como marxista o neomarxista. Paul
Sweezy, economista marxista, discípulo y divulgador de la
obra de Schumpeter, lo presenta como teórico marxista.
Por el contrario, O.H.Taylor considera el marxismo de
Schumpeter como un exceso académico de Szeezy, ya que,
según su criterio, el economista austríaco desarrolló en su
obra teórica importantes divergencias con el pensamiento
de Marx. También se objetará casi como un escándalo
ideológico su presunto neoliberalismo y su inserción en
esos rangos al lado de Popper, Mises y Hayek. Creo que
para entendernos debemos empezar por romper el mani-
queísmo que ata el liberalismo al capitalismo y al antica-
pitalismo como antinomia al liberalismo. Las raíces
históricas de los defensores de la libertad son anteriores a
la aparición de la palabra liberalismo en su acepción
moderna. Como subraya Cassirer, tantos los estoicos
griegos como los estoicos romanos postularon la igualdad
de los seres humanos, como los Padres de la iglesia, San
Agustín y Santo Tomás de Aquino rescataron la dignidad
humana, pero desde diferentes perspectivas, una moral la
de los estoicos, otra religiosa, la de los cristianos. A su
manera, Martín Putero propugna la lectura libre de la
Biblia y reinterpreta devociones, ritos y liturgias que le
llegaban impuestas desde el centralismo católico romano.
No hay que olvidar que la Revolución Inglesa del
siglo XVII, y antes la Carta Magna, es una antítesis ideoló-
gica al absolutismo monárquico, con la protección a las
libertades de la persona humana y la implantación del
sistema parlamentario de gobierno; y que la reforma
económica de Adam Smith contradijo las ortodoxias
agraria y mercantil del feudalismo monárquico. Poco antes
de motir, Mises asestó duras críticas al capitalismo absolu-
tista que deviene monopolio, trust, cartel, y no por ello
dejó de ser liberal.
2 1 4 — MARIO CASTRO ARENAS

Joseph A. Schumpeter, que nació en la localidad de


Triesch, cuando pertenecía a Moravia y que hoy forma
parte de la República Checa, tuvo la misma formación
universitaria de Popper, Mises y Hayek en la Universidad
de Viena, y al mismo profesor de economía que los influyó
un tiempo, Eugen von Bohm-Baverk. Pero, desde enton-
ces, estableció distancias con sus compatriotas y condiscí-
pulos, y llegó a adversar la supremacía del mercado.
En verdad, Schumpeter pasó por varias etapas en su
desenvolvimiento teórico. Los economistas concuerdan
que, en sus inicios, se destacó por sus investigaciones
sobre el ciclo económico y el rol del empresario en los
negocios, investigaciones que expuso en "Teoría del
desenvolvimiento económico" (1912), y "Los ciclos econó-
micos" (1939). Asumen los expertos que una de sus princi-
pales aportaciones a la teoría de los ciclos económicos es
que éstos se caracterizan por la irregularidad del creci-
miento productivo, pues a una etapa de auge puede seguir
otra etapa de depresión y viceversa, sin que necesaria-
mente exista relación de dependencia entre ciclo econó-
mico y estabilidad política. Los regímenes autocráticos
pueden generar estabilidad económica (Singapur, Chile de
Pinochet, China Popular), mientras en la estabilidad
política (democracia representativa) no es extraño que los
países se suman en la inflación por exceso cíe circulante
monetario, o en la deflación por escasez de circulante.
Rompe Schumpeter las identidades categóricas en econo-
mía y política de Mises y Hayek y se coloca en el camino
tercerista del relativismo. Asimismo pondera los riesgos y
beneficios que asumen los empresarios privados por la
irregularidad cíclica del crecimiento económico, que exige
la competitividad de las fluctuaciones del mercado. Como
estudiante se opuso a la guerra y se insertó en grupos de
scholars marxistas como Kautsky, Hilfferdin y también en
la Escuela de Kiel de economistas y como asesor de la
Comisión de Socialización de la Economía de Berlín.
El teórico de la economía se involucró en experien-
cias que, indudablemente, afinaron y m a d u r a r o n los
puntos de vista sobre los ciclos y el crecimiento econó-
EL LIBERALISMO •- EL PENSAMIENTO POLÍTICO • — 2 1 5

mico. Administró los bienes de una princesa egipcia,


según se afirma. Fue Ministro de Finanzas de Austria en el
período post- primera guerra mundial, acabando arrastra-
do por la hiperinflación; y fracasó como presidente de un
banco privado, el Biederman Bank. El banco quebró en
1924 y, al parecer, la bancarrota arrastró las finanzas
personales de Schumpeter. Estas frustraciones y la llegada
del nazismo a Austria movilizaron la expatriación de
Schumpeter a Estados Unidos, donde antes había sido
conferenciante en la Universidad de Colombia y donde
después enseñó economía en la universidad de Harvard
uniéndose a un plantel de profesores en el que destacaban
el ruso Vassily Leontief, John Kenneth Gailbraith, Paul
Sweezy. Schumpeter rigió la enseñanza de la economía en
Harvard en la época de la depresión y entre los alumnos
más d i s t i n g u i d o s estuvieron Samuelson, Tobin,
Heilbroner, Metzler y otros. Los expertos discuten la
influencia ambiental de Walras y Keynes en su teoría de
los ciclos económicos y también señalan su contribución a
la Econometric Society, fusión de corrientes matemáticas y
economía. A u n q u e Schumpeter dijo alguna vez que
prefería a Turgot antes que a Adam Smith y que también la
objetaba a Keynes la tendencia a los modelos económicos
teóricos, su aliento como docente a la econornetría revela
que lo entusiasmaban las innovaciones teóricas. Cierta-
mente, como teórico universitario, le fue mejor que como
banquero y ministro de finanzas obligado a tomar decisio-
nes en medio de la borrasca social que siguió a la primera
guerra mundial.
Básicamente, el economista Schumpeter nos interesa
menos que el sociólogo Schumpeter y, particularmente,
nos i m p o r t a n más sus obras " I m p e r i a l i s m o , Ciases
Sociales", "Capitalismo, Socialismo y Democracia", que
examinaremos en su perspectiva política.
Al revés de Hilferdin, John Hobson y Vladimir Lenin
que se circunscribieron al análisis del capitalismo moder-
no, Schumpeter es uno de los teóricos que concibe el
imperialismo como un fenómeno histórico en el derrotero
de las civilizaciones, pero obedeciendo a una variedad de
2 1 6 -— MARIO CASTRO ARENAS

causales y no sólo a causas económico- sociales buriladas


por los teóricos marxistas. En una interpretación altamente
discutible del imperialismo inglés, Schumpeter lo reduce a
una contienda de slogans electorales. Disraeli buscó
motivaciones políticas, banderas de seducción electoral,
para contrapesar la arrolladora popularidad de Gladstone
en la campaña de 1874. Antes había descrito a las colonias
como "una rueda de molino colgada a nuestro cuello" por
los gastos que carcomían el erario público y las parvas
ventajas económicas. De la frase "Federación Imperial"
surgió la necesidad de inventar un sistema de privilegios
aduaneros a las colonias y diseñar una estrategia de políti-
ca exterior más pulida que llevó a la creación de la
Commonwealth. Esta frase había sido utilizada por los
utilitaristas como sinónimo de bien común. Disraeli la
reinventó con el genio de la improvisación que se le
reconoce para articular una nueva relación entre Inglaterra
y las colonias, vale decir una comunidad con el imperio
colonizador a la cabeza como eje del sistema y las colonias
en la periferia pero receptivas de ventajas arancelarias,
comerciales, inmigratorias que no eliminaban la depen-
dencia sino la e n d u l z a b a n . La n u e v a federación o
commonwealth incendió el nacionalismo y hasta los taber-
neros, mendigos y prostitutas de los suburbios de Londres
se referían a los indios, malayos y caribeños como
"nuestros subditos". Bautizada como la Emperatriz de la
India, la Reina Victoria mitigó la soledad de su viudez, y
llenó las horas vacías con la recargada oratoria literaria de
Disraeli y los pregones de los vendedores de diarios que
proclamaban victoriosas jornadas militares de las tropas
británicas contra los boers y los zulúes. Inglaterra vivía al
galope de la Carga de los Seiscientos y la saga melancólica
del cipayo Gunga Din. En lo que acierta Schumpeter en
esta desteñida versión del imperialismo ingles del siglo
diecinueve, c o n t e m p l a d o d e s d e la City y no desde
Bombay, es en traer a colación el origen antiimperialista
del sistema político de whigs y tories; antiimperialista por
antagonismo al imperio de Tudores y Estuardos; liberal
por oposición al absolutismo monárquico. Por definición
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •--- 2 1 7

doctrinario, el liberalismo es antiimperialista, aunque su


concepción del antiimperialismo difiere de la concepción
marxista atada a una teoría determinista basada en
contradicciones económicas. Schumpeter sostiene que,
contrario sensu a la teoría marxista, el capitalismo no es
imperialista. "Es una falacia - asevera- describir el
imperialismo como una fase superior del capitalismo", tal
cual aduce la teoría leninista. Agrega: "Hemos visto
anteriormente que la forma de vida del mundo capitalista
no es propicia a las actitudes imperialistas y vemos ahora
que el alineamiento de intereses en una economía
capitalista - incluso los intereses de sus estratos superiores
- no apunta en absoluta de forma inequívoca hacia el
imperialismo."
Su discrepancia del marxismo determininsta parte
del análisis de algunas variantes del imperialismo
tradicional que responde a una casuiística histórica de
diversos tipos y características. Menciona el imperialismo
egipcio que se desarrolló como una estrategia de los
faraones para deshacerse ele los feudales señores de la
tierra en alianza con la nueva nobleza militar y guerreros
mercenarios, creándose una nueva organización social
basada en una maquinaria militar belicista. En cambio, el
imperialismo persa era una proyección de una aristocracia
guerrera que no surgió como fruto de alianzas y íran-
saciones corno la egipcia sino por impulso expansiorúsía
de la casta militar de los Cambises y Daríos. Describe el
imperialismo árabe corno r e s u l t a d o ele una curiosa
inspiración religiosa emanada del Corán; aunque la guerra
al infiel no era para exterminarlo ni para imponer credo y
cultura. Los árabes convivían pacíficamente con el infiel;
lo aprovechaban como mano de obra y tendían un velo de
tolerancia a los credos de los infieles. Cataloga al
imperialismo árabe como un imperialismo p o p u l a r
producto de la caballería que hizo del jinete árabe un
invasor nato desparramado por las áreas circunvecinas. La
interpretación de Schumpeter prescinde de las oligarquías
comerciales formadas por los dueños de las caravanas
transportadoras de joyas, telas, perfumes, desde el oro del
218 — MARIO CASTRO ARENAS

Sudán hasta sedas chinas y especias orientales, sin contar a


los esclavos africanos que usaban como mano de obra
forzada o vendían en los mercados públicos de los oasis.
Las caravanas árabes fueron organ izadas como empresas
ambulantes de exportación/ importación que terciaban
cual si fueran cadenas o redes de comercialización de
materias primas subsaharianas y manufacturas de Oriente
suministradas a compradores de Occidente y Oriente que
navgeban por ambas orillas del Mediterráneo. Por el
sedentarismo cíclico de las caravanas sus propietarios no
podían ser imperialistas belicistas porque la violencia y los
d e s ó r d e n e s r e s u l t a b a n incompatibles con la paz
i n d i s p e n s a b l e de las transacciones comerciales
estabilizadas.
En Europa Occidental, los clodoveos y carolingios
constituyeron otra versión de imperialismo popular, dado
que,en concordancia con su peculiar interpretación del
imperialismo, lo que buscaban los germanos era tierra
donde asentarse en forma pacífica. Excepción de los
francos salios liderizados por Clodoveo y Carlomagno que
se expandieron aniquilando y expulsando a los regnícolas
y crearon uns nobleza guerrera tanto para invadir como
para rechazar invasores. En la era m o d e r n a , dice
Schumpeter, imperialismo y capitalismo se repelen, aun-
que el imperialismo puede apoyarse en el nacionalismo
como impulso de origen - tal el caso del nazismo que
nació como nacionalismo y se trastrocó en imperialismo -
o en el militarismo expansionista, igualmente presente en
el caso nazi. Esta es la clave del desacuerdo esencial de las
teorías imperialistas de Lenin y Schumpeter: uno concep-
túa que el capitalismo lleva el germen de su autodestruc-
ción al evolucionar al imperialismo generando la miseria
de las masas por apropiación de la plus valía; el otro
razona al revés, esto es no es la pobreza sino la abundancia
de ingresos y bienes desencadenada "por el capitalismo
deviene el factor de su destrucción. "Cualquiera que sea la
opinión que se tenga sobre la vitalidad del capitalismo,
cualquiera que sea la duración que se le pronostique, es
seguro que resistirá los asaltos a muerte de sus enemigos y
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •-•• - 219

su propia irracionalidad mucho más que el insostenible


monopolismo de exportación insostenible incluso desde el
punto de vista del capitalismo. El monopolismo puede
perecer en una revolución o ser simple y pacíficamente
arrinconado; esto puede ocurrir pronto o tomar algún
tiempo y exigir una lucha desesperada; pero una cosa es
cierta: sucumbirá" enjuicia Schumpeter. Las críticas al
capitalismo y al antimperialismo marxista surgen de su
confrontación con la realidad de los sistemas económicos.
El comunismo soviético ha resultado una fase previa al
capitalismo ruso con ingredientes autoritarios estatales y
no al revés, como pronosticaron las profecías marxistas.
Pero a la tesis de Schumpeter no se le encuentra consis-
tencia. El neo- imperialismo está en fases sucesivas de
mutación. Antes se pudo empecinar en el control de los
mercados de materias primas. Pero perdió este control y
sigue más fuerte, con mutaciones al imperialismo finan-
ciero y al imperialismo tecnológico. Tanto como es riesgo-
so apostar acerca de qué nuevos rumbos o formas pueden
adquirir los sistemas de dominación también lo es pronos-
ticar su desaparición. En otro volumen examinaremos las
metamorfosis de capitalismo y socialismo como sus
fusiones y su resultado pragmático ••• Rusia, China
Popular, Vietnam etc.
Para Francis Fukuyama, Schumpeter tuvo una falla
en su obra "Capitalismo, Socialismo y Democracia" cíe
1942, al augurar que la caída del capitalismo llevaría al
socialismo, cuando, al revés de su pronóstico de cepa
marxista, el socialismo soviético invirtió las premisas al
entrar al capitalismo. Reconoce que Schumpeter acertó al
anticipar que los dueños ele las empresas privadas, esto es
los auténticos capitalistas, entregarían a otros la admi-
nistración de sus corporaciones. Pero su error de fondo fue
pasar por alto las debilidades de la planificación socialista
con su sistema de controles de precios y subestimar la
vitalidad de la renovación del sistema capitalista. "Capita-
lismo y Democracia". Facetas. Número cien. 1993.
Werner Sombart (1863- 1834) y Wilhelm Ropke( 1899-
1966) aportaron criterios sobre el origen y desenvolvimien-
220 — MARIO CASTRO ARENAS

to del capitalismo y sobre la inflación. Sombart, oriundo


de una ciudad del centro de Alemania - Ermsleben am
Harz - estudió la participación judía en el nacimiento y
crecimiento del capitalismo. Los judíos semitas son para
Sombart lo que ios protestantes de Weber: motores étnicos
y religiosos del capitalismo materialista. En las universi-
dades de Brelau y de Berlín actuó como docente en
sociología y economía adhiriendo la teoría marxista, de la
que se alejó hasta convertirse en un disidente de fuste
polémico. En 1902 publicó la primera edición en alemán
de "El Moderno Capitalismo", traducida posteriormente al
inglés y lenguas romances. "El socialismo y el movimiento
social" aglutinó severas objeciones al marxismo. Publicó
t a m b i é n "La riqueza judía en el siglo XIX" y "El
Proletariado" en 1906. Sombart conceptúa que el capita-
lismo se desarrolla desde la Edad Media gracias al
i m p u l s o de b a n q u e r o s judíos y que se exacerbó la
presencia de los hebreos a partir del siglo XVI con motivo
del descubrimiento de América. Traza el derrotero del
capitalismo en tres momentos o etapas: una que empieza
el siglo XV y avanza hasta el siglo XVIII como un capita-
lismo primario; sigue la segunda etapa de 1760 a 1914,
vísperas de la primera guerra mundial. De 1933 a 1939 los
teóricos del nacional socialismo acreditaron un período de
auge debido a la recuperación económica fomentada por
Hitler. De hecho se convirtió Sombart en apologista del
régimen nazi, razón por la cual sus investigaciones sobre
la participación de banqueros y comerciantes judíos en
Alemania y Europa se tradujeron como uno de los puntos
de partida del delirante y genocida antisemitismo del
nazismo. Atribuyó al capitalismo los rasgos negativos
destacados por los detractores antisemitas en circunstan-
cias que no se había fundado el estado de Israel y muchos
judíos carecían de un homeland. La ingerencia de prejui-
cios racistas resta validez científica a la tesis de Sombart. El
capitalismo es apatrida, es trasnacional por su propia
naturaleza no por osmosis con la diaspora hebrea. El
supuesto conflicto de semitas vs askenazim para controlar
el capitalismo internacional siembra incoherencias y male-
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 2,21

dicencias. El apogeo capitalista en Asia derriba la teoría


étnico - económica de Sombart y desvaloriza sus investi-
gaciones históricas y sociológicas por tendenciosas.
Wilhelm Roepke (1899-1966), oriundo de una peque-
ña ciudad próxima a Hannover, Alemania, pasó, al igual
que otros economistas germánicos, del socialismo post-
primera guerra mundial al liberalismo. Ropke confesó que
la lectura de "Nación, estado y economía" (1919) de von
Mises lo convirtió en adepto del capitalismo. Participó con
Mises y Hayek en la fundación de la Sociedad Monte
Pèlerin, Suiza, entidad privada, bastión del estudio del
neoliberalismo. Luego de obtener el doctorado de Ciencias
Políticas de la universidad de Marburgo en 1921, se
desempeñó como docente en la universidad de Jena en
1924. Invitado por la Fundación Rockefeller visitó Estados
Unidos entre 1926 y 1927. Regresó a Europa, pero truncó
su permanencia en el viejo continente a partir de 1933, año
en que criticó severamente al partido nacional socialista.
Emigró con su familia a Turquía, donde trabajó como
profesor de economía en la universidad de Estambul y
fundó el Instituto de Estudios Económicos bajo el gobierno
de Kemal Atartuk. El Instituto de Estudios Internacionales
de Ginebra le acogió en 1937 y allí enseñó su tenia favorito
•- ia inflación y sus consecuencias desastrosas • • hasta su
fallecimiento.
Como sus compañeros de generación, Roepke sufrió
en carne propia la pavorosa inflación post- primera guerra
mundial. La inflación administrada por Hitler permitió
que observara dos tipos de génesis de inflación y extrajese
conclusiones sobre causas distintas pero igualmente funes-
tas para la economía de cualquier régimen ideológico. La
primera inflación alemana fue provocada por la desinte-
gración del aparato productivo derivada de la guerra. La
recluta militar privó a la industria y a la agricultura de
mano de obra indispensable en las fábricas y los campos
de labor. Líneas de producción industrial destinada al
mercado fueron absorbidas por la fabricación de armas. El
estado alemán cerró la exportación de bienes de capital
para satisfacer las crecientes demandas de la producción
222 —- MARIO CASTRO ARENAS

militar. El ingreso de moneda convertible se obturó con la


guerra y la emisión de moneda local fue la alternativa
indeseada. Cuando los alemanes de la nueva generación
abandonaron el frente y volvieron a casa, la economía
estaba en ruinas. Fábricas cerradas, campos abandonados,
escasez de alimentos, mercado negro, se hilaron en la crisis
de una deflación que disparó al cielo, artificialmente, el
valor de la moneda. La parálisis productiva y la secuela de
desempleo y miseria articularon un gran desorden econó-
mico generado por la contracción del dinero y, consi-
guientemente, por la ínfima capacidad de consumo de las
masas alemanas famélicas. En el interregno de la primera a
la s e g u n d a guerra m u n d i a l , Alemania sustituyó la
deflación por la inflación. En palabras de Roepke, "desde
1933, el nacional socialismo alemán que un gobierno
dispuesto a todo es capaz de convertir una inflación
abierta en inflación reprimida manteniendo la presión de
la inflación sobre precios, salarios, tipos de cambio y
valores mediante una economía coercitiva que lo abarque
todo (control de divisas, inmovilización de precios y
salarios, regulación del consumo, fiscalización de
inversiones) , y todas las demás medidas encaminadas a
impedir el libre empleo de los medios de pago. Pero desde
que Hitler demostró hasta qué extremo y cuánto tiempo
p u e d e manejar el Gobierno la inflación mediante la
economía coercitiva, hay que preguntarse si en otro
gobierno que se decida a seguir el mismo camino en tanto
disponga de un aparato político que funcione. Pero cuanto
más aumenta la inflación tanto más se acentúa la presión
que sólo se p u e d e compensar con una economía
coercitiva". De acuerdo al economista alemán, el cáncer de
la inflación no sólo ataca a las economías controladas por
el Estado sino también, por metástasis del mal, a aquéllas
de países no socialistas en los que la emisión de billetes
por encima de la producción y los excesivos gastos
burocráticos, provocan la inflación, que es el mal del siglo
de las economías. La praxis ha corroborado, y continúa
asintiendo, el análisis de la inflación de Roepke y de otros
economistas de origen germánico, cuya primera juventud
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 223

fue arrasada por las olas inflacionarias de los conflictos


bélicos europeos; la madurez intelectual les permitió
profundizar el conocimiento, en el laboratorio de la
investigación y la enseñanza académica, los desastres del
controlismo monetario instrumentados por los totali-
tarismos de signo diverso.

Bibliografía
Max Weber. La ética protestante y el espíritu del capi-
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E L L I B E R A L I S M O EN F R A N C I A

Raymond Awn ( 1905- 1983)


El credo religioso de su familia y su filiación filosófica
liberal recluyeron a Raymond Aron en el ostracismo uni-
versitario y político. Ostracismo a la francesa: modales de
la escuela de Versalles, sin escándalo ni estridencia, pero
terriblemente coactivo. Sus Mémoires registran cincuenta
años de reflexión política y las penurias inflingidas por sus
adversarios ideológicos. Perteneció a una familia origina-
ria de Europa del Este establecida en Francia desde fines
del siglo XVIII. Su abuelo paterno dirigió una empresa de
comercio de textiles al por mayor de Rambervillers,
Lorena, fundada por sus ancestros. Algunos descendientes
continuaron el negocio; otros derivaron a profesiones
liberales anclando en la pequeña burguesía. Unos de los
desertores de la textilería fue su padre dotado para artes y
letras, filosofía y derecho. Al obtener la agregaduría de
derecho en París, se encuadró como profesor, marcando el
camino que su hijo no pudo desempeñar con la intensidad
que ameritaba su formación académica. El affaire Dreyfus
y algunos incidentes escolares a los once años deslizaron
en su espíritu las primeras nociones de su judeiclacl. Adivi-
nó que esos episodios eran corno el preludio ele la soledad
coactiva a la que le llevaría su ascendencia. Paradoja!-
mente, a nombre del pensamiento de un judío corno
Carlos Marx, los marxistas lo atacaron, y de alguna
manera, impidieron que fuera un profesor universitario
más o menos estable en las universidades francesas
emblemáticas. Nominalmente, no lo execraban por el
credo religioso, sino por sus ideas liberales, peste negra
del marxismo. Para todos los efectos negativos, Raymond
Aron sufrió la doble segregación del régimen de Vichy y
del profesorado v a g a m e n t e marxista, s i n u o s a m e n t e
izquierdizante del medio ambiente universitario de la
post-guerra. La insinuación del flagelamiento antisemítico
apareció con hostil nitidez en Alemania, cuando consiguió
un puesto de asistente de enseñanza de francés en el
2 2 8 - - MARIO CASTRO ARENAS

período 1930-1931, en la universidad de Colonia, donde


señoreaba el notable filólogo Leo Spitzer, como director
del departamento de lenguas romances. Poco a poco, el
nazismo del pintor de brocha gorda Adolf Hiter, con sus
proclamas de flamígero revanchismo, infectaron el espíritu
de los alemanes resentidos por las consecuencias impues-
tas por la derrota de la primera guerra mundial. La
Alemania del racionalismo puro de Kant y sus discípulos,
la Alemania de los bosques lluviosos de los poetas román-
ticos, la Alemania humanística y mágica de Goethe, fue
oscurecida y suplantada por la otra Alemania en la que
Sigfrido despedía rayos y centellas por los ojos clamando
venganza, la Alemania del aquelarre convocado por el
Mefistófeles fáustico, la Alemania que usaba el Estado del
Espíritu Superior creado por Hegel al servicio del Kaiser,
relanzado, después, al servicio del Fuhrer nazi. Con la
clarividencia que lo caracterizó, Aron escribió una serie de
artículos alertando a Francia y a Europa sobre los brebajes
nacionalistas que se cocían en las populosas cervecerías de
Munich. ''Viví en Alemania los meses patéticos del año
1933, cuando, de una semana a otra, las calles de Berlín se
llenaban de uniformes pardos, cuando parecían desa-
parecer súbitamente en una trampa mágica, los obreros
que, desde hacía medio siglo, daban sus sufragios a un
socialismo civilizado, y la voz de los hombres de cultura,
herederos de una gran tradición, se veía ahogada por ios
ecos que repercutían en todos los altoparlantes de los
aullidos roncos de un cabo austríaco" rememoró en "La
noción del sentido de la historia". Mientras ios países
aliados hablaban de las alternativas de la paz, con la
suficiente tranquilidad de los vencedores, Alemania
ganaba tiempo, preparándose, con las oleadas de rencor
diseminadas por el nazismo, para la guerra de ajuste de
cuentas por los pagos de reparaciones estipulados por el
tratado de Versalles. Aron observó entonces que los esta-
distas europeos partían de presupuestos morales que
Hitler interpretaba de manera diferente. Para el Fuhrer,
dijo Aron, la política no es un problema moral. Dicho esto,
en 1931, por u n joven profesor de filsofía no llamó la
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 229

atención, con su carga de pronóstico casi profético, a los


diplomáticos veteranos del Quai d'Orsay, salvo a un
subsecretario del ministerio de asuntos extranjeros en el
ministerio de Edouard Herriot. Un amigo, Emmanuel
Arago, le llevó a hablar con el funcionario, quien después
de escuchar sus temores sobre el revanchismo alemán, le
respondió que Herriot era un ministro fuera de serie y le
inquirió a Aron qué haría él si estuviese en el puesto del
político de marras. Aron no estaba en los zapatos de
Herriot y se disculpó por no conocer la respuesta adecua-
da a su propia y angustiada pregunta. Por entonces, los
diplomáticos sólo veían los rejuegos de los políticos de la
república de Weimer, sin reparar que el nacional socialis-
mo les hacía creer que también era víctima del bizantismo
de las coaliciones y los gabinetes mixtos, cuando, en
verdad, se proponía mandarlos al museo de cera y tornar
todo el poder. Dijo Aron en sus Memorias: "Caímos en el
error de subestimar a Hitler. Por supuesto, detestaba al
hombre con todo mi ser. ¿Pero era porque soy judío y él
antisemita? Mi judeidad era mucho menos de lo que se
podía creer. El orador me erizaba; su voz, hipnótica para
algunos, me resultaba intolerable; su vulgaridad, su
grosería me repugnaban y no entendía la estupidez de
millones de alemanes. Hitler respiraba odio, encarnaba el
nial y para mí, la guerra".
El entrenamiento antinazi de ios treinta volvió a
cobrar impulso cuando, una década más tarde, el régimen
de Vichy, encarnación del colaboracionismo francés al
antisemitismo, clasificó a los judíos como despreciables
enemigos a ios que había que segregar del resto de los
galos, encerrarlos en ghettos, fusilarlos de inmediato si
ayudaban a la Resistencia o transportados a los campos de
concentración. Bajo el pretexto de un iluso nacionalismo a
nombre del renacimiento galo, escritores de la derecha
como Charles Maurras,Drieu de la Rochelle, Maurice
Barres, fundamentaron la afinidad francesa con el nazismo
y abominables secuelas como el ostracismo de los
franceses de creencia hebrea de las funciones públicas.
Aron fugó a Inglaterra. Allí se reunió con los patriotas del
230 — MARIO CASTRO ARENAS

movimiento France Libre. Escribió en la revista La France


Libre por invitación de Andre Labarthe. Allí nació su
aproximación al General Charles De Gaulle; más tarde, de
regreso a Francia, fue jefe del gabinete del Ministro Andre
Malraux y luego candidato a la asamblea nacional por la
agrupación del general, del que se distanciaría, a la postre,
por primacía al liberalismo nato de Aron, opuesto al
caudillismo neobonapartista del general.
La formación liberal del filósofo se definió, poco a
poco, por antítesis. Por oposición al nazismo antisemita.
Por oposición al gaullismo. Por oposición al marxismo
stalinista. No fue un adepto doctrinario ortodoxo al libera-
lismo inglés de Adam Smith o de John Locke, aunque son
evidentes sus afinidades doctrinarias con el teórico de la
separación de los poderes públicos. Más aún, discernió
coincidencias y divergencias con Popper, Hayek, Mises, y
teóricos del republicanismo norteamericano. Pero la
máxima afinación de su centroliberalismo surgió en las
polémicas con sus camaradas generacionales, Sartre,
Merleau- Ponty, con militantes marxistas, y compañeros de
ruta. Su libro "El opio de los intelectuales" fue el
parteaguas de su liberalismo y su atlantismo antagónico a
los marxistas, semimarxistas y compañeros de ruta de
todos los matices y especies. Dándole un giro de tuerca a
la frase de Marx, enfrentó a quienes se habían convertido
en adictos a una doctrina estupefaciente que los atrapaba
con el ensueño de una sociedad sin clases. Los choques
polémicos de Aron y Sartre englobaron una disidencia
internacional coreada a ambas orillas del Atlántico. Sartre,
más fino y literato, proteico escribiendo sobre Baudelaire y
Flaubert como sobre Heidegger, pero en lo ideológico,
fluctuante y ubicuo, apologista de las dictaduras de
Europa Oriental y el Caribe, Aron, denso, racionalista,
árido en sus argumentos, no deslumbraba con el virtuo-
sismo estilístico de Sartre, pero convencía por la objetivi-
dad de sus propuestas y la distancia guardada entre
militancia sectaria e independencia crítica. Después de un
rápido tránsito en Toulouse, la universidad francesa le
cerró las puertas durante la Guerra Fría. Aron abrazó otra
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO -- • 731

forma de pedagogía, la pedagogía social y populista del


periodismo. Fue editorialista de" "Le Figaro" especializado
en asuntos de política exterior global. Y d e s p u é s ,
columnista en el semanario "1/Express". Este ejercicio
cotidiano de escribir contra el reloj aligeró la pluma y
ílexibilizó la capacidad de síntesis, el arte de decir mucho
en muy pocas líneas de escritura. Amplió y fortaleció su
destreza dialéctica, en distintos frentes de polémica y
diferentes tópicos. Desilusionado de la u n i v e r s i d a d
dogmática, Aron encontró refugio en una actividad
incesante, múltiple, que le abrió escenarios interna-
cionales. Fue invitado a congresos donde conoció a los
protagonistas de la política y a seminarios de univer-
sidades prestigiosas donde entabló amistades lucrativas
desde el punto de vista intelectual. Venció así la segre-
gación intelectual francesa, la más cruel de las exclusiones
de un hombre de pensamiento. Se multiplicaron sus
adversarios ideológicos, ya porque adhirió la formación de
la Comunidad Europea, ya porque denunció tenazmente a
los mandarines de los cafés de Saint Germain des Prés, va
porque no rehusó apoyar el liderazgo militar de Estados
Unidos durante la Guerra Fría. Solitario, invulnerable a las
invectivas, racionalista divorciado, hasta la gelidez, de la
pasión política.
Arón se formó para ser un profesor de filosofía de
liceo, según dijo en sus Memorias, Sin embargo, desem-
bocó en otras disciplinas, sociología, historia, ciencias
políticas, relaciones internacionales para asir la conñictiva
realidad contemporánea. No quiso congelarse en estudios
de filósofos de la antigüedad. La vida lo empujó a abrir
ventanas y así poder asomarse al horizonte de las ciencias
sociales, para encontrarse consigo mismo y para enfrentar
el maremagnurn ideológico que conspiraba por la domi-
nación social. En ese sentido, fue un escritor compro-
metido, pero con un entendimiento del compromiso de
mayor rango al enarbolado por Sastre.
"La sociología alemana contemporánea" de 1935,
"Introducción a la filosofía de la historia" de 1938 y
"Ensayo sobre una teoría de la historia en Alemania"
2 3 2 — MARIO CASTRO ARENAS

reflejan el fervor por el sociólogo alemán Max Weber,


fervor que no excluye crítica a su sociología. Entre 1940 y
1955, antes y después de la segunda guerra mundial, su
producción se concentra en temas políticos: "El hombre
contra los tiranos" de 1944 y "La era de los imperios y el
porvenir de Francia" de 1945. De 1945 a 1955, su obra ataja
la reflexión científica para entrar al tumulto de la polémica
política: "El Gran Cisma" de 1948, "El opio de los
intelectuales" de 1955 y selecciones de artículos perio-
dísticos. De 1955 a 1969 se refresca el ardor de la polémica
política, al entrever Aron, por ejemplo, la irrupción de la
nueva tecnología que cambió los modelos tradicionales de
la industria: "Diez lecciones sobre la sociedad industrial"
de 1962; los problemas del colonialismo francés en "La
tragedia algerina y "Argelia y la República" de 1957 y
1958, y tópicos más generales en "Dimensiones de la
conciencia histórica" de 1960. También recoge versiones
mecanográficas de cursos en La Sorbona como "Las etapas
del p e n s a m i e n t o sociológico" de 1967 y "Estudios
Políticos" de 1972. De 1964 a 1977 son "De una Sagrada
Familia a otra. Ensayo sobre marxismos imaginarios" de
1969, "Historia y dialéctica de la violencia" de 1972.
De la densa y vasta obra de Raymond Aron elegimos
algunos títulos que condensan y culminan su pensamiento
en el que se imbrican sociología, filosofía, historia, ciencia
política. Aron no dividió sus reflexiones en comparti-
mentos estancos sino que fusionó las ciencias sociales
dentro de una corriente de pensamiento a la que alimentan
como afluentes de un gran río doctrinario. Modelo de esta
fusión son los "Estudios Políticos" , publicados en la
edición francesa de 1972 y en la edición española de 1997.
Se dividen en tres partes, dos de ellas dominadas por la
política y algo la economía, y la tercera por las relaciones
internacionales. En el primer ensayo "Ciencia y conciencia
de la sociedad" revisa las tesis sociológicas del siglo XIX(
Marx, Comte, Weber, Pareto) y, de manera particular, la
n e u t r a l i d a d política del sociólogo en la docencia,
postulada por Weber. Las relaciones de las sociedades y
los sociólogos tienden a una relación de amor/odio. Los
marxistas realizan una prematura cirugía de médicos
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 2,33

forenses y descuartizan a la sociedad burguesa capitalista


para encontrar la enfermedad que la llevó a la muerte. Lo
hacen a sabiendas que se trata de un diagnóstico antes que
una autopsia. Según Aron, la sociología marxista, con el
profeta máximo a la cabeza, se guía por generalizaciones
no confirmadas por la praxis: clasifica como sociedad
burguesa a lo que es una élite de poder económico, pero la
totalidad de los miembros de la sociedad no son específi-
camente burgueses; de la misma manera, a priori, presenta
al partido, al comité central del mismo partido, o al
secretario general que aglutina todos los poderes, como si
fuera la totalidad de los obreros y campesinos en el poder,
"...la fórmula de "la clase en el poder", dice Aron, no
tiene, evidentemente, sino un significado mitológico
cuando se aplica al proletariado, Tal vez el partido esté en
el poder, tal vez el comité central o el Politburó( o el
Presidium), tal vez el propio Stalin, en el tiempo del culto
a la personalidad, y no los millones de obreros en las
fábricas. Pero la distinción entre clase social y minoría
políticamente dirigente incita a volver a poner en
entredicho la pretendida confusión entre ciase burguesa o
capitalista o clase políticamente dirigente en las socie-
dades occidentales. El absurdo de esta confusión no es tan
evidente como de la confusión entre proletariado y
p a r t i d o / ' Por otro laclo, sobre el a poli tí cismo de los
profesores ele sociología preconizado por Weber lo refuta
con estas palabras;" Falsamente convencido de que la
neutralidad abre el camino de la objetividad, Max Weber
deja al sociólogo en la constitución de los tipos ideales,
una gran libertad. Lo que es objetivo, umversalmente
válido, son los hechos o las relaciones de causalidad. En
cuanto a todos los conceptos que él llamaba tipos ideales,
porque no eran reflejos de la realidad ni conceptos
aristotélicos, y que incluían una especie de racionalización
utópica, el versado los compondría en función de las
preguntas que plantea al objeto, del interés que muestra en
el pasado o el presente de la sociedad. El elemento de
elección o de arbitrariedad que forma parte del tipo ideal
no contradiría el ideal de objetividad por el hecho de que
el tipo se reduciría a un instrumento, a un medio de captar
234 MARIO CASTRO ARENAS

la realidad comparando la imagen intelectual con el


acontecimiento concreto". Sin embargo, Aron no niega la
abstracción del hecho real, la racionalización geométrica
del evento, como auxilio de la investigación social. Lo que
hace es llamar la atención sobre los riesgos de la ideali-
zación extrema de los tipos en tanto en cuanto puedan
constituirse como coto cerrado de análisis científico divor-
ciado de la realidad política, o que el sociólogo se inhiba
de conocer el magma de los hechos en aras del purita-
nismo teórico que conduce a la esterilidad del conoci-
miento. En sus primeros tanteos de investigador de la
sociología alemana, Aron conceptuó a Weber en la catego-
ría de fetiche de la teoría social. Pero a medida que se fue
adentrando en la política viva, en la humanización de las
doctrinas ideológicas por su instrumentación pragmática,
emprendió una nueva lectura de la sociología weberiana
en las manifestaciones de un refinamiento teórico lindante
con abstracciones de razón pura, cuando ardía Europa
subvertida por extremos de la razón práctica del nazismo
y el comunismo.
La conferencia que dictó en Italia a manera de un
paralelismo entre Maquiavelo y Marx calza en la compren-
sión de teoría ligada a la práctica de Aron. ¿Qué afinidades
detecta Aron entre el florentino del siglo XVI y el renano
del siglo XIX? ¿Cómo encontrar analogías entre uno que
teorizó para un príncipe renacentista degenerado y otro
para una clase social revolucionaria destinada al exter-
minio de los explotadores? En primer lugar, el método
comparativo no es, en este caso, sinónimo de analogías
sino de divergencias. Por lo demás, pocos pensadores
como Maquiavelo y Marx han sido objeto de tan brutales
desinterpretaciones. Aron nos enfrenta a lo que Rousseau
y Spinoza p e n s a r o n sobre Maquiavelo: Juan Jacobo
descubre que "fingiendo dar lecciones a los Reyes ha dado
grandes lecciones a los pueblos"; el autor de los Tratados
Políticos opina que "quiso mostrar cómo una multitud
libre debe guardarse de confiar exclusivamente su salva-
ción a un solo hombre". Por su lado, Marx fue desfigurado
por los stalinistas, por los revisionistas alemanes, por los
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 2,35

neomarxistas que pretenden encajarlo a las corrientes de


moda, desde el maoísmo hasta el estructuralismo antro-
pológico, desde el nacionalismo étnico hasta el cristia-
nismo de los cónclaves conciliares tercermundistas. A
fuerza de distorsiones y lecturas filosóficas, lingüísticas y
psicoanalíticas, Maquiavelo y Marx han perdido su iden-
tidad original. Aron no incurre en el error de " descubrir"
la verdad del maquiavelismo y el marxismo. Marca terri-
torios comunes ~ el realismo, el misterio - y los horizontes
a los que cada uno de ellos se asomaron sin poder asistir a
su materialización. "...Maquiavelo y Marx representan,
cada uno a su manera, un modo típico de interpretar la
historia, la política, la acción. Uno de ellos no percibe en
este mundo más que la constancia de los hombres incons-
tantes, la precariedad esencial de los regímenes siempre
'provisorios, la lucha p e r m a n e n t e de los Príncipes,
ansiosos de dar bases a su poder si se trata de principados
nuevos y de sostenerlas si se trata de las antiguas. El otro,
sin hacerse ilusiones sobre lo que piensan y lo que son los
regímenes económico- sociales, mantiene fija la mirada en
un porvenir radiante, radicalmente nuevo en comparación
con el pasado...tesis y antítesis. Tesis: Maquiavelo y Marx,
comparables por sus herederos innumerables y divididos,
por una problemática cercana sino idéntica: una vez
planteada la necesidad prioritaria de estudiar la realidad
tal cual es. Antítesis: Maquiavelo y Marx representan dos
maneras de pensar, dos visiones del mundo, dos figuras,
dos maestros ejemplares y contradictorios"'.
Raymond Aron se manejó en el campo del debate
ideológico y en el ele la cátedra universitaria con una
objetividad científica que hoy talvez no apreciamos debi-
damente porque ya se han apagado los fuegos de la
controversia de la Guerra Fría. Por encima de las pasiones
en Aron prevaleció el docente, en lo que ello tenía como
esfuerzo didáctico y como expositor riguroso de corrientes
históricas, sociológicas, filosóficas, que conoció de primera
mano, en otras lenguas, sobre todo alemán. En Colonia y
Berlín estudió la opera omnia de Weber, Heidegger,
Husserl, que algunos antagonistas conocieron en traduc-
ciones no siempre pudieron vencer la oscuridad concep-
236 -—• MARIO CASTRO ARENAS

tuai de un Heidegger o un Husserl, de un Winch o un


Radnitzky. Fue el i n t r o d u c t o r de la filosofía y el
historicismo alemán en Francia en la mitad de los treinta y,
al estimular a J.P. Sartre al e s t u d i o de Husserl en
Alemania/ se le responsabilizó del suplicio de la aridez de
"El ser y la nada". Muchos de sus trabajos fueron clases o
conferencias que, al imprimirse como partes de libros,
desbordaron las aulas y los auditorios especializados. Sus
análisis de obras de Marx y Sartre son ejemplares: no
tienen juicios a priori, posiciones irreductibles que acusen
tendencia, subjetividad, maniqueísmo. Los ataques y
desprecios de sus a d v e r s a r i o s no le p e r t u r b a r o n el
equilibrio intelectual; al responder los mandobles y
puñaladas demostraba que su interés no era negar teorías
o interpretaciones de teorías ajenas, sino explicarlas,
divulgarlas, comprenderlas, primero, para que la enten-
diera el lector del libro o de la columna del diario o la
revista, y luego se formara su popio punto de vista. Ajeno
a las iglesias, ajeno al proselitismo, ajeno a los odios
ideológicos. Fue un liberal por reflejo, por desapego innato
al totalitarisme también al caudillismo gaullista), aunque
comprendió temprano que hay imperialismos de izquierda
y de derecha, imperialismos inspirados en el liberalismo
manchesteriano y también socialismos imperialistas.
Escribió una obra. "República imperial: los Estados Unidos
en el mundo", un título asaz expresivo de su contenido
crítico. Pero también escribió con sentido del humor un
ensayo sobre "La política y la ciencia política francesa" en
el que muestra las vueltas y revueltas, las contradicciones,
incoherencias e inestabilidades, tanto de la derecha como
de la izquierda, a partir de la Tercera República. Los
radicales lucían de izquierda; los neobonapartistas usaron
un lenguaje revolucionario y acabaron confundidos con
los aires imperiales de Luis N a p o l e ó n , quien antes
impugnaba a los orleanistas; las distribuciones de los
electores no en función de ideas sino de la ubicación
geográfica. En tono divertido dijo Aron: "El desenvolvi-
miento de la Revolución tuvo por consecuencias que
constituyentes, feuillants, girdondinos y jacobinos se
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO •-- • 2 3 7

mataran entre sí antes de inclinarse todos ante el general


coronado. Asimismo en 1848, los revolucionarios victorio-
sos se separaron al cabo de algunos meses. La mayoría se
volvieron republicanos en la Asamblea, elegida por sufra-
gio universal. La querella de los orleanistas con los
legitimistas no permitió la restauración de la monarquía.
Luis Napoleón, elegido presidente por aplastante mayoría
del sufragio universal, se hizo proclamar emperador.
Demócratas y socialistas no se reconciliaron una vez más
sino en la oposición y el exilio. La izquierda no se unió en
la acción sino en el momento de la consolidación de la
República, y los dos bloques sólo cobraron una apariencia
de realidad en la época de la crisis de Mac-Mahon, del
caso Dreyfus y de las leyes de la separación de la Iglesia y
el Estado. Parecían tanto más reales cuanto más ocupaba el
centro del escenario la cuestión religiosa o escolar".
("Estudios Políticos")- En "Dimensiones de la conciencia
histórica" escribió un breve ensayo sobre la responsa-
bilidad de los filósofos. Exploró el comportamiento de ios
filósofos griegos en su vida privada y pública al revés y al
derecho, admitiendo que Sócrates, Platón y Aristóteles,
pagaron altos precios, uno abatido por la cicuta, otro
escarnecido por ios tiranos a cuyos hijos educó, y el
estagirita perseguido y exiliado al final de su vida por los
nacionalistas de Demóstenes, tras la muerte ele Alejandro
Magno. El fatum envolvió en sus recles al filósofo francés y
lo sometió a los descaecimientos de ser judío en el apogeo
del nazismo y liberal en el auge hostil del marxismo
universitario y de la izquierda de las cafeterías de moda ele
la orilla izquierda del Sena. Quizás la polémica con el
marxismo absorbió demasiado sus meditaciones. Se fue
del mundo debiéndonos un análisis en profundidad de la
filosofía de la historia de Hegel, Spengler y ïoynbee,
Aunque no compartió al pie de la letra la idea de Sartre
sobre el compromiso de los filósofos, él cumplió su deber
en sentido inverso, siempre a su manera y estilo, situando
el debate en un nivel de objetividad científica, hurtándole
el cuerpo al dogmatismo y a la pasión.
2 3 8 —~ MARIO CASTRO ARENAS

Jean Francois Revel ( 1924- 2006)


Era grueso, rubicundo, sanguíneo, como un borgo-
ñón, aunque nació en el puerto de Marsella. Hizo sus
estudios secundarios en Lyon y en 1943 logró ingresar al
más exigente y exclusivo taller donde se forma la élite de
los intelectuales franceses, la Escuela Normal Superior,
donde se especializó en filosofía. Llevó una vida más o
menos tranquila como profesor de filosofía en Argelia, y
como profesor de francés en México y Florencia, Italia.
Completó después el período de docencia en Lille y París
hasta que ingresó a trabajar en un gabinete ministerial, no
sabemos en cuál gobierno, y decidió abandonar la ense-
ñanza de la filosofía dentro de las aulas. Escribió un libro
que fue la bandera de su ruptura académica:" Para qué los
filósofos" ("Pourquoi des philosophes?"). Fue el manifiesto
de su hastío, pero lo que hizo no fue abandonar la filosofía
sino sacarla a la calle, romper el muro de las escuelas y
escribir libros y artículos periodísticos sobre los conflictos
ideológicos entre comunismo y capitalismo, democracia y
totalitarismo, el tema de nuestro tiempo, como dijo Ortega
y Gasset, Fue redactor jefe de las páginas literarias de
France-Observateur( 1966-1978) y editorialists literario y
político del semanario "L'Express", que después dirigió
hasta su rompimiento con el propietario de la revista, el
hombre de negocios inglés Sir James Goldsmith, por un
d e s a c u e r d o con Olivier Todd que p u s o en jaque la
independencia política de los redactores. Revel se sintió
como pez en el agua en la época en que el fundador y
propietario de la revista Jean Jacques Servan- Schreiber y
la directora Françoise Giroud colocaron al semanario en la
cresta de la ola de los acontecimientos franceses. Argelia,
De Gaulle, Stalin, el muro de Berlín, Mitterrand, el neo-
gaullismo, la revolución tecnológica, los hippies, desfila-
ron en las portadas del semanario, versión francesa de
"Time", pero con esprit y savoir faire. Servan- Schreiber
exigía en tono desafiante que Francia abandonara la
obsolescencia cultural y se alineara en la revolución, otros
prefirieron llamarla revuelta n o r t e a m e r i c a n a de la
tecnología, la liberación sexual, la pildora anticonceptiva,
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - - 2 3 9

las computadoras gigantes del Pentágono, Woodstock, el


ácido lisérgico. Revel fue uno de los más audaces surfistas
cíe aquella ola que amenazaba ahogar las tradiciones y
costumbres de las buenas familias burguesas y produjo
una obra memorable: "Ni Marx ni Jesús".
"Marx murió/ pero los franceses no quieren saberlo"
dijo Revel en medio de las viñas de la ira de la izquierda
reacia a reconocer la insurgencia de los nuevos iconos de
la juventud rebelde, los Beatles, Jimmy Hendrix, Janis
Joplin, Timothy O'Leary, Rolling Stones, Johnny Holliday,
Jean- Claude Brialy, Andy Warhol, las sopas Campbel, el
pop-art, y muchos otros destructores del santa sanctorum .
La premisa de que Stalin había sido reemplazado por
Hugo Hefner y que el Che Guevara sólo es un arabesco
publicitario de los t-shirts de los beatniks de los conciertos
de Pink Floyd, ya fue demasiado. Con estilo provocador,
Revel llevó la filosofía a la calle, bajando un peldaño a los
fríos raciocinios antimarxistas de Raymond Aron, recluí-
dos en la escolástica ideológica. Entrenado por el periodis-
mo, Revel comunicó a las masas un mensaje heterodoxo,
corrosivo, satírico, un mensaje semiológico ele claves y
símbolos creado por los rebeldes no por el filósofo, que
nada más los reinterpreíaba.
"La tentación totalitaria", otra de las obras más divul-
gadas y discutidas de Revel, significa el retorno, acaso el
inicio, del debate de las fuentes ideológicas antagónicas
del siglo XX. Aquí desarrolla tres tesis; que el actual
mundo evoluciona .hacia el socialismo; que el principal
obstáculo para el socialismo no es el capitalismo sino el
comunismo; que la sociedad del futuro tiene que ser
planetaria subordinada no a las naciones- Estado sino a un
orden político mundial. Sobre la primera tesis, argumenta
Revel que puede definirse como progreso al socialismo
toda evolución o reforma o revolución que tenga como
consecuencia que la economía trabaje un poco más en
beneficio del hombre y el hombre un poco menos en
beneficio de la economía. Agrega que no hay socialismo
económico sin socialismo político y reconoce que sólo hay
2 4 0 — - MARIO CASTRO ARENAS

socialismo "si se da un aumento simultáneo de la justicia


social y de la democracia política". A primera consi-
deración podría pensarse que Revel expone conclusiones
políticas sin darse el trabajo de explicarlas y menos
probarlas. En otras palabras, no cumple la frase célebre de
Jean Cocteau que él mismo invoca: no existe el amor sino
las pruebas del amor. Entonces¿ cuáles son las pruebas de
que el mundo marcha hacia el socialismo? ¿A qué clase de
socialismo se refiere Revel? Según el polémico marsellés, "
al escribir que el mundo evoluciona hacia el socialismo,
entiendo, pues, que el cuadro de las necesidades mundia-
les aboga con fuerza por una economía administrada
globalmente por un poder político adaptado a esta gestión
global, en interés de toda la Humanidad (concepto que ha
dejado de ser teóricamente estúpido) y en la mayor
igualdad posible". Más adelante razona que "nada llevará
a la Humanidad hacia el socialismo como no sea el cono-
cimiento de la realidad, el espíritu crítico y la rectificación
de los errores, virtudes y disciplinas que no suelen cultivar
los socialistas de hoy". En verdad, las pruebas que aporta
Revel resultan insuficientes, puesto que otro sistema de
gobierno podría realizar una gestión global en interés de
toda la humanidad sin ser socialista. Podría denominarse
humanista, globalista, universalista. No aducimos que el
socialismo no esté preparado para cumplir esos objetivos.
Aducimos que son débiles las pruebas de Revel. Más
parecen definiciones teóricas que conclusiones basadas en
análisis históricos del proceso socialista, por lo menos, a
partir de Saint-Simon y Fourier, y en todas las variantes
importantes que ha registrado, variantes que llevaron a
Lenin a burlarse de "la enfermedad infantil del izquier-
dismo". Por otro lado, identificar socialismo al espíritu
crítico y a la rectificación de los errores podría resultar una
contradicción si previamente no aclaramos de cuál de los
socialismos hablamos. Socialismo y libertad crítica son
incompatibles en determinados régimenes y en otros son
compatibles, por ejemplo, en el socialismo escandinavo.
Hay tal vaguedad, tal escepticismo, en la supuesta defensa
del socialismo que algún incrédulo pensaría que el filósofo
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO -- • 2 4 1

francés es un antisocialista disimulado. En el plano del


dilema entre el estado- nación y el estado- planeta, el
panorama es más complicado -• así lo admite Revel-
puesto que la tendencia general es que las g r a n d e s
potencias pretenden que su estado- nación sea el modelo
del estado- planeta.- "La propensión natural del Estado-
nación consiste en poner la política interior al servicio de
la política exterior, o sea, de todo cuanto pueda servir para
hacer la competencia a los otros Estado- nación y
debilitarlos". La creación de organismos internacionales
con fines de interactuación de las relaciones diplomáticas,
de impulsar la cultura, de mitigar hambre y enfermedad,
de sentar bases para el intercambio comercial, todavía está
lejos de aproximarse a un modelo funcional de gobierno
planetario. Se camina hacia ese objetivo, pero el camino es
largo, más largo de lo que, utópicamente, pensó Revel.
Asimismo, los proyectos unionistas de repúblicas, como la
Unión Soviética, fracasaron, porque la supuesta unidad
asentó, en realidad, el predominio de una etnia o una
ideología con yugos y privilegios, como también fraca-
saron, históricamente, el imperio turco, el imperio austro-
húngaro y otros imperios del pasado, por esas y otras
razones. En cuanto a la tercera tesis"- el comunismo es el
peor enemigo del socialismo - • ésta absorbió la capacidad
dialéctica de Revel y balanceó las limitaciones de las otras
dos tesis. Así corno son débiles sus proyecciones sobre el
socialismo, son consistentes sus argumentos adversos al
comunismo staiinista. El comunismo, y el anticomunismo,
son el anverso y reverso del pensamiento de Revel. Sus
críticas se internan en la praxis de la política soviética
antes que en el campo ideológico, coto reservado a su
compatriota Aron. Revel analiza el aparato de control de la
economía, de la culturel, del periodismo, del pensamiento,
inherente al comunismo. Y se sorprende que las demostra-
ciones palpables y agresivas del totalitarismo comunista,
lejos de mermar las adhesiones, acrecentaron las simpatías
de numerosos intelectuales del m u n d o a causa de un
fenómeno que describe y llama" temor al anticomu-
nismo". En otras palabras, ante el temor de no parecer
2 4 2 — MARIO CASTRO ARENAS

corno vanguardistas, o conservadores o pronorteame-


ricanos o procapitalistas, los compañeros de ruta del Tercer
Mundo simularon aceptar, o de hecho aceptaron, las reglas
de las políticas represivas que de habérselas aplicados a
ellos mismos, representaban su estrangulación como
poetas, pintores, novelistas, dramaturgos etc. Por largo
tiempo, los intelectuales filomarxistas franceses desestima-
ron los relatos e informes reveladores de la situación
interna de la Unión Soviética, desde el viaje de Andre Gide
a la URSS, amparándose en que eran complots internacio-
nales maquinados por la CIA para denigrar el socialismo
ruso. Se sucedieron las revelaciones de disidentes expa-
triados y de reclusos internos - la purga stalinista de la
vieja guardia bolchevique que le hizo sombra; el asesinato
de Leon Trotsky; los informes sobre las prisiones de
Siberia para intelectuales rusos, de Daniel y Siniavski; el
Archipiélago Goulag de Solzhenitzyn; el informe del
secretario general Nikita Khruschev al Vigésimo Congreso
del Partido Comunista de la URSS - . Pero ninguno de esos
documentos doblegó el espíritu de quienes se negaron,
según sus palabras, a caer en las trampas del anticomu-
nismo. "Cuando reelemos los comentarios de Prensa sobre
los Soljenitsin, Sajarov, Medvedev, y otros contestatarios
soviéticos, o sobre las secuelas de la invasión de Checo-
eslovaquia de 1968, o la acción de los comunistas en
Portugal desde la liquidación de la antigua dictadura,
tenemos que frotarnos los ojos ante el perenne espíritu de
conciliación de los periódicos y ele los políticos de la
izquierda no comunista. Placen todas las concesiones que
pueden hacer, sin renegar de sí mismos por completo, y
sirven de c a p a r a z ó n para a m o r t i g u a r el efecto de
revelaciones o recuerdos que pudieran empañar la imagen
de los países o los partidos comunistas" rezonga Revel en
"La Tentación Totalitaria".
Del temor al anticomunismo a la tentación totalitaria
hay una distancia mínima en el seno de los políticos más o
menos izquierdistas, que apañaron a Cuba como a la
URSS, así como a un número significativo de regímenes
dictatoriales militares y civiles de América Latina, Africa y
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • -• 2 4 3

Asia. Desde el punto de vista izquierdista, el anticomu-


nismo no era elegante; lució como retrógado, marcó
fronteras entre el anacronismo feudal y el modernismo
revolucionario. El descarnado informe de Khruschev sobre
los crímenes de Stalin y los tanques soviéticos arrollando a
los obreros de Checoeslovaquia, Hungría, Alemania
Oriental, no derribaron el temor al anticomunismo de las
sofisticadas esferas intelectuales y políticas de Europa y
América. Después cayó el muro de Berlín y el glasnot y la
perestroika de Gorbachov oficializaron la crisis soviética;
sin embargo, surgió la excusa sutil de las diferencias entre
el socialismo real y el socialismo ideológico, p a r a
amenguar la crisis del sistema antes omnipotente.
Estos fantasmas y angustias poblaron las obras de
Revel, al final de su vida convertido en un escéptico
político por la hipotética debilidad de las democracias. En
"El conocimiento inútil" y "Cómo terminan las demo-
cracias" desahogó sus frustraciones. Desmenuzó las
impresionantes maquinarias informativas construidas por
las dictaduras que le llevaron a aseverar que""la primera
de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira".
En este caso Revel, que en otros libos elogió el capitalismo
privado de Estados Unidos, omitiendo políticas fascistas
recurrentes, como la segregación racial, la cacería de brujas
desatada por el senador McCarthy contra actores,
directores y guionistas de Hollywood, involucró en "El
conocimiento inútil" la maqinaria de mentiras o desinfor-
madones consentidas o negadas, a la revista Time, a la
CBS y a otros medios de comunicación de Estados Unidos.
Citó ios casos de Westmoreland y Sharon, al igual que el
de Renata Adler, abogada que recopiló las actas del
proceso entablado por Sharon contra Time, pero no pudo
publicarlas porque su editor fue intimidado. La muerte
civil sepultó a la letrada, Alfred Kpnoff no publicó los
documentos en los que ella indicaba, a su juicio personal,
la responsabilidad judicial de la multimillonaria empresa
de comunicaciones. Revel sufrió en carne propia las
presiones de los propietarios de los medios de comuni-
cación y las enfrentó con entereza, renunciando a la
2 4 4 -— MARIO CASTRO ARENAS

dirección de "L"Express". En otras circunstancias, según


relata, ia publicación de una entrevista periodística a un
funcionario francés antisemita del régimen de Vichy, un tal
Darquier de Pellepoix, autor de reglamentos para excluir a
los judíos franceses de la vida nacional, fugado a España
después de haber sido condenado a muerte, destapó los
espumarajos de una campaña que pretendió exhibirlo
como pronazi. La tentación totalitaria fascina a capitalistas
y a comunistas, hasta a demócratas cuando el poder se les
sube a la cabeza, y quieren aniquilar a sus cuestionadores,
ya difamándolos, ya enjuiciándolos, ya persiguiéndolos
para que no se les dieran empleos bien remunerados,
confinándolos a oscuros oficios. Algún sector de los lecto-
res de Revel quiso que éste no solamente viera los vicios
totalitarios del comunismo y sus anexos socialoides
africanos, sino que también posara la mirada crítica en los
gobiernos militares apoyados por Estados Unidos, empa-
pados de la sangre de los fusilamientos y torturas de
comunistas o simpatizantes de grupos izquierdistas, como
los regímenes militares sudamericanos, o el régimen suda-
fricano sostenido en el apartheid. Exterminar un comu-
nista por sus ideales resulta tan nefasto como aniquilar a
un demócrata por las mismas razones, y yo diría aún peor,
porque contradice la naturaleza de la genuina batalla
contra el totalitarismo per se. Tal fue la situación en Chile
bajo la dictadura de Pinochet, de Argentina bajo sucesivos
generales, de Paraguay bajo Stroessner, pero en "El
conocimiento inútil" no hay condena para, ellos, salvo
referencias al paso, mientras minuciosamente no pierde
pisada a los gobiernos africanos post-coloniales, que
ultrajaron los derechos humanos ayudados por Moscú.
Revel cargó la tinta sólo a un lado del totalitarismo; al otro
lado casi lo ignoró, alentando la impresión, indudable-
mente equívoca, que su silencio era indulgencia, una
implícita aprobación su vacío crítico. Las investigaciones
y procesos abiertos a las dictaduras militares y civiles
chilena, argentina, paraguaya, brasileña, peruana, por
desapariciones de personas en los calabozos, en los
descampados, en ciudades extranjeras donde perpetraron
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •- — 2 4 5

atentados, hacen muy difícil marcar diferencias entre un


totalitarismo malo y un totalitarismo bueno, particular-
mente a los que repudiamos los totalitarismos comunistas,
fascistas, y de todos los signos ideológicos de todos los
tiempos. Si hubiera descrito Revel los horrores inflingidos
por los dictadores sudamericanos a sus adversarios, quizás
nos habríamos beneficiado de "un conocimiento útil" para
impedir su regreso al poder, a pesar de la bendición non
sancta de una potencia extranjera.

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EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 247

L I B E R A L I S M O EN I N G L A T E R R A

Isaiah Berlin ( 1909-1997)


Nada podría ser suficiente para agradecerle a Isaiah
Berlin la decisión de abandonar la enseñanza de la filo-
sofía en Oxford para consagrarse a la historia de las ideas,
a la teoría política. Pero, en verdad, no hubo tal cosa como
un cambio premeditado de una disciplina por otra. Lo que
aconteció es que Berlin sufrió una crisis de dudas sobre el
destino de su vida académica cuyo origen está en la filoso-
fía. Las dudas fueron estimuladas por una conversación
que el pensador inglés sostuvo con el profesor H.N.
Sheffer de la universidad de Harvard, un eminente
lógico matemático, sobre el incierto destino de la filosofía
moderna. Según relató Berlin en el prólogo a "Conceptos y
Categorías", ''no existían más que dos disciplinas filosó-
ficas que pudiese hacernos abrigar la esperanza de contri-
buir a incrementar el conocimiento permanente: una de
ellas era la lógica, en la cual los descubrimientos y las
técnicas nuevos sustituían a los antiguos...; la otra era la
psicología, que para él seguía siendo, en algunos de sus
aspectos...un estudio empírico,., pasó luego a informar
que la filosofía constituía un maravilloso dominio del
pensamiento, al cual, en su opinión, no había hecho un
buen servicio lo que los positivistas lógicos, bajo la in-
fluencia de los lógicos simbólicos, como él mismo, estaban
haciendo entonces el trabajo que Carnal y cia. (corno los
llamó) estaban llevando a cabo le repugnaba; y acabaría
por arruinar a la verdadera filosofía, según la concebían él
y su maestro Royce. Aunque no estuve, ni estoy de acuer-
do, con con la amplísima condena que hizo Seller del valor
y la ínflencia de positivismo lógico...sus palabras me
causaron profunda impresión. En los meses siguientes me
pregunté si deseaba consagrar el resto de mi vida a un
estudio, por más fascinandor e importante que fuese en sí
mismo, que, a pesar de los transformadores que eran
indiscutiblemente sus logros, nada pudiese añadir, como
2 4 8 — MARIO CASTRO ARENAS

la crítica o la poesía, al cúmulo del conocimiento humano


positivo. Llegue poco a poco a la conclusión de que prefe-
ría un campo en el cual pudiese tener la esperanza de
llegar a ser al término de mis días algo más que al princi-
pio de mi existencia; y por eso abandoné la filosofía; para
dedicarme a la historia de las ideas, campo que desde hace
varios años había tenido para mi un interés absorbente".
Cuánto perdió la lógica simbólica y la lógica matemática
es competencia académica del círculo clamorosamente
minoritario de los especialistas de Harvard y Oxford. Pero
lo que sí p o d e m o s ponderar es la gratificación de la
historia de las ideas por los ensayos sobre Marx, Maquia-
velo, Disraeli, Herzen, Hess, Vico, Hume, los pensadores
rusos pre-bolcheviques, y los valores del pluralismo,
escritos a lo largo de su existencia por el brillante judío de
Riga, Letonia (cuando formaba parte del imperio zarista),
emigrado a Inglaterra en 1921 cuando tenía doce años de
edad. Su familia se había transladado a Andreapol, Rusia,
en 1915 y a Petrogrado en 1917, donde los aturdió el
estruendo tumultuoso de la revolución bolchevique. Al
permitírsele el regreso a Riga , iniciaron ios Berlin trámites
burocráticos para escapar de los progroms anti judíos y de
otros peligros y embarcarse a Londres en un barco colma-
do de expatriados en 1919, según él mismo contó en su
ensayo "Reuniones con escritores rusos en 1945 y 1956" de
"Impresiones personales". (Algunas fichas biográficas
dicen que la familia salió a Inglaterra en 1921) Estas
circunstancias influyeron en la formación inglesa de
Isaiah, desde St Paul's School hasta Corpus Christi College
de Oxford, donde se nutrió de la enseñanza clásica de
filosofía e historia antigua, y también política y economía.
Las versiones de la inteligencia del emigrado judío se
expandieron por Oxford y sus alrededores. En 1932 fue
nombrado lector en el New Collage y el mismo año se
convirtió en el primer judío en ser elegido a un Prize
Fellowship en All Souls, uno de los grandes privilegios de
la vida académica inglesa. Tuvo como colegas a J.L.
Austin, A.J. Ayer y Stuart Hampshire, cerebros de la
filosofía británica. En la Segunda Guerra Mundial, viró
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 249

Berlin de los claustros tapizados de musgo a las oficinas


modernas del servicio informativo ingles en Nueva York,
donde su trabajo era leer diariamente la prensa norteame-
ricana y resumir las noticias políticas. Luego fue transía-
dado a como asistente temporal a la embajada inglesa en
Washington. Luego recaló a Moscú en la postguerra por
unos meses para ayudar a los diplomáticos ingleses con su
conocimento del idioma ruso a prepararse para la Confe-
rencia de Postdam. Sus horas de ocio en Moscú las invirtió
en visitar museos, librerías, teatros, lugares históricos y a
conversar con escritores rusos bajo el clima de angustiosa
cautela que prohibía a los intelectuales soviéticos a tratar
extranjeros de las potencias aliadas. Llevaba un par de
botas al poeta Boris Pasternak, regalo de sus hermanas
avecindadas en Londres. Conversó en varias ocasiones con
el autor del Dr. Zhivago y comprobó su aislamiento
intelectual. Sólo leía las traducciones de las obras de
autores occidentales seleccionados por ios comisarios
culturales, por lo general novelitas policiales de segunda
clase; no sabía quiénes eran Sartre, Camas, Faulkner;
apenas conocía algo de Hemingway que no le había
i m p r e s i o n a d o . Conoció también a la poetisa Auna
Andreevna Ajmátova, "una dama majestuosa, de cabello
gris, con un chai blanco alrededor de los hombros". La
primera visita a su habitación( en la URSS ¡JOCOS escritores
vivían en apartamentos; el dinero les permitía sobrevivir
apenas) fue interrumpida por los gritos de Randolph
Churchill algo achispado que le llamaba bajo la ventana,
sin advertir que ía policía política le seguía las pisadas y
que su presencia podía suscitar delicadas encrucijadas a la
poetisa si ella le recibía, siendo, como era, hijo de un
primer ministro belicosamente anticomunista. Las conver-
saciones de Berlin con Ajmátova y Pasternak y el ambiente
literario en que vivían y el siniestro acoso de comisarios
literarios y agentes policiales infundieron mayor consis-
tencia a sus convicciones liberales. Regresar a Rusia le
había arrancado recuerdos y vivencias de su efímera
infancia allí; indudablemente, también brotaron intuicio-
nes lacerantes de lo que pudo haber sido su vida atrapada
2 5 0 — MARIO CASTRO ARENAS

por la maquinaria bolchevique que reducía a los escritores


a escombros o frustraba a los universitarios al obligarlos a
aprender solamente la filosofía que determinaba el partido
y a omitir la lógica simbólica por ser decadente, y al
existencialismo por provenir de un apologista del nazismo
como Heidegger. "Mis reuniones y charlas con Boris
Pasternak y Anna Ajmátova, mi comprensión de las condi-
ciones apenas descriptibles en que vivían y trabajaban, y el
trato al que se vieron sometidos - evoca Berlín - así como
el hecho de que se me permitiera entrar en una relación
personal, de hecho, una amistad con ambos, me afectó
profundamente, afectando permanentemente mi visión".
El toque personal, la vivencia vinculada profunda-
mente a la esencia, marcan, a mi criterio, la producción
ideológica de Isaiah Berlin. En el fondo, su espíritu tuvo
un poco de Pasternak, otro tanto de Ajmátova. Triple-
mente emigrado por su religión y su país de origen, al
igual que algunos de sus colegas de Oxford, Mises, Hayek,
agregó a sus desventuras la emigración política desenca-
denada por el nazismo y el comunismo. No pudo ser un
profesor de filosofía, descontextualizado, descompro-
metido, despolitizado en la más hidalga de las acepciones.
Y a u n q u e quizás fue u n judío "desjucleizado" como
Raymond Aron y Karl Marx, significativamente/ una de
sus obras p r i m e r a s fue una biografía de Karl Marx,
editada en 1939. Pero talvez el ensayo "Benjamín Disraeli,
Karl Marx y la búsqueda de la identidad", por su trasfon-
do autocatártico, es el más luces nos da sobre la tragedia
de Berlin. Persiguiendo la huella de Disraeli para disol-
verse en la comunidad inglesa y llegar a ser aceptado
como si su árbol genealógico tuviera raíces en Devonshire
o en Stradford on Avon, y él fuera un adepto al crícquet,
un antiguo suscriptor de The Times y Punch, o un adicto al
tea o'clock y al pudding, Berlin se mira, como Narciso, en
las aguas del arroyo. "El sentido de continuidad con el
pasado", explica Berlin, es uno de los lazos más poderosos
de los judíos. Mas sin poder negar esos nexos indestruc-
tibles que justifican la supervivencia de judíos y árabes por
formar parte de lo que Oswald Spengler llamó "pueblos
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - 251

mágicos", Berlin, como Spinoza, Ricardo, Disraeli, Marx,


Freud, Bergson, Proust y tantos otros más, logró distan-
ciarse del Talmud y de Sión y, obviamente, del sionismo y
de las secuelas políticas de la creación del estado de Israel.
Celebra, por ello, en Disraeli y en Marx la capacidad
hebrea de inventarse una identidad opuesta al de los
abuelos y padres. Disraeli lo logró, inventándose un pasa-
do de nobleza en sus novelas con sus modales artificiales
de dandy, sus chalecos de seda y sus anillos barrocos. Las
semblanzas de Disraeli y Marx constituyen un dechado
brillante de la prosa de Berlin: "Al principio, el contraste
entre ellos puede parecer muy agudo: el primero, una
figura un tanto fantástica, oportunista, ambicioso, social y
políticamente aventurero, llamativo, exagerado en el
vestir, epítome del dandismo y la artificialidad: anillos en
las manos enguantadas, elaborados bucles que caían sobre
sus rasgos pálidos y exóticos, fantasiosos chalecos; su
elocuencia barroca, sus epigramas, su malicia, sus halagos
y sus deslumbrantes talentos sociales y políticos, admi-
rado pero con desconfianza y temido y aborrecido por
algunos; un flautista de H ame lin que conducía una.
divertida colección de duques, condes, sólidos caballeros
campesinos, y fornidos granjeros, uno de los extraños y
más fantásticos fenómenos de todo el siglo XIX. Y, por otro
lado, un severo y pobrísimo panfletista subversivo, un
exiliado amargo, solitario y fanático que lanzaba impreca-
ciones contra los ricos y los poderosos, un complotisía sin
remordimientos que reparaba la condenación de la malde-
cida clase de explotadores y enemigos de ios trabajadores;
un trabajador resuelto y solitario en el Museo Británico
que con su pluma había causado una transformación en el
mundo más grande que cualquier jefe de estado, soldado
u hombre de acción".
La búsqueda de identidad, advierte Berlin, es el élan
que catapultó a nmerosos dirigentes políticos no judíos, y
a veces antijudíos, a conquistar posiciones en los centros
de poder con la tenacidad apasionada del revanchismo de
los autóctonos de las periferias regionales: Napoleón fue
oriundo de una isla italiana colonizada por Francia no
2 5 2 —- MARIO CASTRO ARENAS

mucho antes que naciera el general de mayor gloria entre


los galos nacionalistas; Gambetta marcó distancias desde
su apellido proveniente de las fronteras australes; Stalin
fue un georgiano de tez cobriza y astutos ojos nigérrimos
que no miraban sino interrogaban, y, antes de él, ningún
hijo de ese remoto y oscuro rincón triguero había figurado
en el gotha de los zares y de los revolucionarios, ni había
gobernado con tanta insolente omnipotencia sobre los
eslavos (esclavos) de rubio cabello y ojos azules; Hitler fue
consecuencia del apurado trajín adulterino de una obrera
y un incierto padre austríaco, pero se dio maña para
marchar a la cabeza de los más puros especímenes de la
manada encabezada por el mitológico Sigfrido de los
Nibelungos, y con fondo musical de Richard Wagner,
exigir, más allá de la impureza de su turbio origen bioló-
gico y civil, limpieza de sangre con radicales patrones
arios; De Valera fue medio irlandés, medio español;
Kipling, rapsoda del imperialismo británico, poseía la fibra
de un narrador de cuentos populares que, cual encantador
de serpientes, hipnotizaba a los andrajosos y candidos
d e s o c u p a d o s crónicos en las plazas públicas de los
arrabales de Calcuta y Bombay.
Disraeli no renegó de su entronque judío, pero incu-
rrió en una de las más pérfidas y amaneradas de las
negaciones de su judeidad populista, falsificando su
origen mediano con opulentos linajes de Venecia. Marx
fracasó en ocultar que descendía de abuelos rabinos de
Alemania y Polonia; Bakunin y Duhring le clavaron
banderillas de fuego en el lomo, pero las expulsó con
jactancias de renegado y obscenidades de ateo materia-
lista. Berlin puntualiza que en "Sobre la cuestión judía" de
1844 dijo que la moralidad secular de los judíos es el
egoísmo, su religión es el regateo y su dios el dinero. Hasta
dónde llegó la magia orientalista de Disraeli para seducir a
los ingleses aristócratas y hasta dónde avanzó la impla-
cable lógica del pensamiento de Marx para enrolar a
sucesivas generaciones de políticos e intelectuales no
podemos establecerlo con exactitud meridiana. Si sabemos
que no dudaron en transfigurarse: uno con boato de rey
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 253

del Antiguo Testamento siendo nieto de u n tendero


londinense; otro con el raído atavío de los obreros de las
fábricas de textiles de Manchester, siendo, en el fondo, una
amalgama de teólogo y filósofo que se ganó la vida como
periodista corresponsal de los diarios de la capitalista
Norteamérica.
Pareciera que nos deslizamos por los lados de la
psicología behaviorista para interpretar el pensamiento de
Berlin y su trabazón con la personalidad de los ideólogos.
Realmente no prescindimos de la ecuación idea- hombre
porque así lo asiente su obra. A diferencia de Popper,
Hayek o Aron, analistas de ideologías desconectadas del
ejecutante pragmático de un ideario específico, Berlin
enlaza la doctrina al protagonista que la aplica. Más aún
observamos que en el plano de la teoría, sus planteamien-
tos responden a la preponderancia ad homine. La teoría
del pluralismo de valores se sustenta en la tolerancia de
ideas contrastadas expuestas por seres humanos. "Llego a
la conclusión que así como hay una pluralidad de ideales,
hay también una pluralidad de culturas y de temperamen-
tos. No soy un relativista. "Yo prefiero café, tú prefieres
champán, tenernos gustos diferentes, no hay más que
decir. Eso es relativismo. Pero el punto de vista de Vico, y
el de Herder, no es ése, sino lo yo definiría como pluralis-
mo.Es decir, la idea de que hay muchos fines distintos que
pueden perseguir los hombres y aún así ser plenamente
racionales, hombres completos, capaces de entenderse
entre ellos y simpatizar y extraer luz unos de otros, lo
mismo que la entendernos leyendo a Platón o las novelas
del Japon medieval, que son mundos, puntos de vista,
muy alejados del nuestro. Porque si no tuviésemos ningún
valor en común con estas personalidades remotas cada
civilización estaría encerrada en su propia burbuja impe-
netrablle y no podríamos entenderlas en absoluto... la
intercomunicación de las culturas en el tiempo y en el
espacio sólo es posible porque lo que hace humanos a los
hombres es común a ellas, y actúa como puente entre
ellas".
2 5 4 •—- MARIO CASTRO ARENAS

Esta vision de la pluralidad de ideas y de hombres,


ecos del humanismo y la tolerancia estoicas, tiñe la obra de
Berlin, propiciando que, lejos de clasificarlas de verda-
deras o erróneas, despliegue un gran esfuerzo cognos-
citivo para comprenderlas y extraer lo que pueda existir en
ellas, tal como pepitas de oro ocultas en una montaña de
deshechos minerales. En esa perspectiva destaca que existe
un mundo de valores objetivos, tal como designa a los
fines o propósitos que los hombres persiguen. No importa
que los hombres y las culturas parezcan, o realmente se
configuren como incompatibles; siempre existe un terreno
común de compatibilidad con distintos medios y fines. La
libertad y la igualdad - otros rasgos distintivos del pensa-
miento de Berlin - permiten que los hombres tengan su
propio desarrollo histórico, una búsqueda autónoma y a
veces conflictiva que, contemplada desde una atalaya
superior, satisface deseos propios de cada especie. El valor
objetivo que yacía en la mente de Maquiavelo es quizás no
el uso de la fuerza per sé para resguardar el Estado de sus
enemigos y conservar el control del poder sin conside-
raciones humanitarias sino lograr la unión de los estados
italianos a través de un príncipe o general que disipase la
inestabilidad y el fraccionalisrno crónicos atizados por los
detentadores del poder económico, fueren ios Médicis o
los papas. El valor objetivo omnipresente en la mentalidad
de Marx es la desaparición de la explotación de los pobres
y forjar un nuevo tipo de relaciones humanas y sociales,
aunque los medios que recomienda no son altruistas ni
benévolos. Berlin se cubre de no ser calificado de ingenuo
y utópico aclarando que "la noción del todo perfecto, la
solución final, en la que todas las cosas coexisten, no sólo
me parece inalcanzable (eso es una perogrullada) sino
conceptualmente ininteligible". No todos los hombres son
lobos o corderos al ciento por ciento. Lo que evitaremos,
como aconsejó Francisco de Quevedo, es que sólo gobier-
nen los lobos o los lobos disfrazados de corderos. La
defensa elocuente de los valores objetivos y del pluralismo
tolerante otorga primacía a su visión liberal de la historia
de las ideas. Berlin fue liberal como innata, casi genética,
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - — 2 , 5 5

reacción a los absolutismos zarista o comunista envene-


nados de antijudaismo crónico. Fue liberal p o r q u e
procedió de una minoría letona avasallada, primero, por
los zares, luego por los comisarios soviéticos. Por esos
motivos, tanto su vida como su producción intelectual
atrajeron admiración y rechazos, a izquierda y derecha. A
la izquierda marxista no le satisfizo muchas cosas, por
ejemplo, su comprensión de los intelectuales rusos
finiseculares"- Tolstoy, Herzen, Turgueniev— y que
prefiriera a los "zorros" y no a los "erizos"; tampoco a la
incomprensión y declarada hostilidad comunista a la
intelligentsia prebolchevique y su batalla por la libre
expresión al precio de encarcelamientos, persecuciones y
destierros. Cuando expresó su simpatía respetuosa por la
obra de Plejanov, barrido por la purga stalinista, se le vio
como un conspirador y sus relaciones h u m a n a s con
Pasternak y Annátova incrementaron sospechas de espio-
naje y manipulación política. A la derecha también sembró
desconfianza en ciertos círculos por su aproximación a los
escritores rusos, interpretada como exceso de tolerancia
atípica o de connivencia con enemigos j u r a d o s del
liberalismo ortodoxo a la europea. íncomprendido por los
extremistas de los dos bandos ideológicos, Berlin fue una
figura solitaria de resonancia estrictamente universitaria al
que poco se invitó a los congresos internacionales cíe
intelectuales organizados para negarse unos a otros a
nombre de monismos intolerantes y cerrados, Berlin
implicó que el liberalismo monista caía en los excesos del
marxismo monista, pues su fundamentado]! ele los valores
objetivos y el pluralismo ideológico tolerante contradice la
visión del liberalismo restrictivo de Mises, Popper y
Hayek. Esas oposiciones en la coincidencia - coincidencia
oppositorum - no perturbaron el sueño de Berlin, espiri-
tualmente, me parece, ajeno a facciones y grupos de
marcado acento ideológico. Desconocemos cómo fueron
sus relaciones en Oxford con Mises y Hayek, y con Popper
o Aron en otros lugares. Ellos no lo mencionan; tampoco
él. Como sabemos, cultivó la amistad de filósofos ingleses,
Sir Alfred Ayer, J.L. Austin y otros positivistas lógicos.
2.56 — MARIO CASTRO ARENAS

Concitó la devoción de discípulos o simpatizantes de su


obra como Henry Hardy, recopilador de sus ensayos en
diversas publicaciones, Bernard Willams, Michael Walter,
David Millar, Yael Tamir, Michael Ignatieff y el destacado
p e n s a d o r John Rawls, con el que tiene i m p o r t a n t e s
coincidencias. Con esos amigos vivos, más los pensadores
desaparecidos, cuya obra frecuentó a lo largo de su faena
de historiador de las ideas, Berlin no necesitaba compañía
más benévola.

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EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • — 2 5 ' /

LIBERALES DE ESTADOS UNIDOS

Ya es conocido que el liberalismo de Estados Unidos


tiene en el siglo XX connotaciones de afinidad izquierdi-
zante, contrarias y radicalmente antagónicas a la interpre-
tación del liberalismo en Europa. Lo que se cataloga como
liberalismo en Inglaterra, Francia, Alemania, tiene equiva-
lencia ideológica en Estados Unidos con la centro- derecha
y la derecha conservadora. Pero no es un sinónimo político
exacto debido a la complejidad de las definiciones ideoló-
gicas del proceso político norteamericano desde su inde-
pendencia de Inglaterra. El liberalismo nació en Inglaterra
para m o d e r a r el sistema monárquico, a n u l a n d o sus
excesos en derechos civiles y regulaciones económicas.
Surge como contrapeso al absolutismo monárquico. La
independencia de Estados Unidos no fue una confronta-
ción entre monárquicos y liberales, sino una disputa
tributaria. Los productores de algodón y tabaco reclama-
ban el fin de la intermediación británica en la comercia-
lización internacional. Querían romper el monopolio
inglés de la comercialización de sus mercaderías y abrir los
controles aduaneros. Eue una aspiración alentada por
Adam Smith y los políticos whigs. En las raíces del
proyecto independentista no existieron impugnaciones
ideológicas al sistema político inglés. Antes al contrario,
los norteamericanos aprobaron y copiaron el régimen
parlamentario bicameral.
Las primeras oleadas de inmigrantes si llevaron
consigo los ingredientes de la disidencia religiosa al angli-
canisme) intolerante. Pero los ideólogos de la revolución, a
partir de la Declaración de Principios, implantaron el
modelo político liberal de John Locke, base de la demo-
cracia norteamericana. Liberal de nacimiento, defensora de
la igualdad del género humano, de la elección de los
gobernantes por el sufragio, en el camino se torcieron los
cimientos de la democracia admirada por Tocqueville,
pero picoteada por Thoreau y Emerson, diluyéndose en
parte el concepto clásico del liberalismo político, aunque
258 —- MARIO CASTRO ARENAS

no tanto el económico. Thoreau y Emerson se opusieron al


expansionismo de conquista, a la guerra, y a la industria-
lización a expensas de la integridad ecológica. Nadie los
llamó liberales quizás porque era una tautología ideoló-
gica. El capitalismo norteamericano cumplió en teoría los
apotegmas de Smith. La libre empresa, la división del
trabajo, la industrialización, la libertad de comercio,
fueron acatadas en sus bases esenciales por republicanos y
demócratas, hasta que aparecieron las grandes corporacio-
nes privadas y con ellas, las regulaciones estatales de los
gobiernos demócratas. En qué m o m e n t o y bajo qué
circunstancias el liberalismo de Locke se cambió al libera-
lismo de los progresistas (progressives) de las inmedia-
ciones, no lo sabemos, pero fue una misteriosa metamor-
fosis. Un liberal norteamericano es un enemigo del laissez
faire, un fervoroso de la planificación económica en la paz
y en la guerra, partidario encendido del Estado Benefi-
cencia, y de la libertad de pensamiento y de expresión. Un
republicano norteamericano es un enemigo del Estado
Beneficencia, protector de la empresa y la inversión
privada a rajatabla, un absolutista económico que lleva a
Adam Smith hasta las últimas consecuencias, incluso va
más lejos que el economista escocés en la primacía sin
regulaciones de la empresa p r i v a d a . El presidente
republicano Calvin Coolidge expresó en un discurso de
Estados Unidos "this is a bussiness country". Asimismo, el
Presidente Herbert Hoover, ingeniero exitoso en su
profesión, escribió el libro "American Individualism", que
en medio de las frustraciones de la primera guerra
mundial, es una apología del capitalismo como resultado
del esfuerzo personal del hombre americano contrastado
al radicalismo europeo iniciado por la Revolución France-
sa y que desemboca en el comunismo soviético en el que el
Estado avasalla al individuo. Obviamente, en medio de
las divisiones de gruesos brochazos, hay un vasto espacio
de grises y matices que sutilizan las diferencias entre
conservadores de viejo cuño y liberales de nuevo cuño,
diferencias sobre sexualidad, etnia, familia, cultura, arte,
costumbres, que carcomen y modifican el estereotipo del
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO ~ -•- 2 5 9

american way of life. Más aún, sociólogos, politólogos e


historiadores de la cultura, cambiaron el clásico conflicto
de liberales y conservadores, introduciendo temas como
clasicismo, modernismo, postmodernismo, vanguardismo,
que afectan no solamente patrones estéticos sino también
patrones sociales. Uno de los sociólogos más alertas a los
cambios de la sociedad norteamericana, Daniel Bell,
escribe en "Las contradicciones culturales del capitalis-
mo": "A pesar de nuestra preocupación por la revelación,
y más tarde por la revolución, las estructuras de una
sociedad ~ los modos de vida, las relaciones sociales, las
normas y los valores - no se trastrocar! del día a la noche.
Las estructuras de poder puedan cambiar rápidamente:
llegan nuevos hombres, se abren nuevas rutas para el
ascenso social, se crean nuevas bases de mando. Pero tales
alteraciones espectaculares son, en gran medida, una
circulación de élites. Las estructuras de la sociedad cam-
bian mucho más lentamente, sobre todo los hábitos, las
costumbres, y los modos tradicionales establecidos. Nues-
tra fascinación por el Apocalipsis nos ciega a lo mundano:
las relaciones de intercambio, económicas y sociales, el
carácter del trabajo y las ocupaciones, la naturaleza de la
vida familiar y los modos tradicionales de conducta que
regulan la vida cotidiana. Hasta cuando el orden político
es derribado por una guerra o una revolución, la tarea de
edificar una nueva estructura de la sociedad es larga y
difícil, y necesariamente debe asar los ladrillos del viejo
orden. Si la intención ele una ciencia es mostrarnos las
estructuras de la realidad subyacente en las apariencias,
entonces, debemos comprender que las dimensiones
temporales del cambio social son mucho mayores, y los
procesos más complejos, de los que nos haría creer la
visión apocalíptica, religiosa y revolucionaria".
Para situar los cambios sociales y culturales descritos
por Bell nos inclinamos a decir que el parteaguas de la
sociedad norteamericana fue la década entre 1920 y 1929 y
el estallido de la Depresión entre los gobiernos de Herbert
Hoover, remate a tres gobiernos republicanos sucesivos, y
las presidencias igualmente sucesivas de un solo demó-
2 6 0 —- MARIO CASTRO ARENAS

crata, Franklin Delano Roosevelt. El paisaje norteame-


ricano es pintado realistamente por Samuel Eliot Morison,
Henry Steele Commager y William E. Leuchtenburg en la
"Breve Historia de los Estados Unidos": "En los años que
siguieron a la Primera Guerra Mundial, el viejo país de la
cultura protestante de la antigua cepa se sintió profunda-
mente amenazado por los valores de la ciudad hormi-
gueante, y levantó barreras contra el cambio. El censo de
1920 reveló que por primera vez la mayor parte de los
norteamericanos vivía en las zonas urbanas, definidas en
términos generales: aterradora estadística para quienes
vivían en las granjas y los pequeños poblados, cuyo modo
de vida había prevalecido durante tres siglos. Atribuían a
las metrópolis todo lo que había de perverso en la socie-
dad norteamericana: la revolución de la moral, el bar de la
esquina, el dominio del gobierno municipal por inmi-
grantes urbanos y el escepticiasmo modernista ante la
interpretación literal de la Biblia... el fundamentalismo
religioso tomó una fuerza agresiva después de la guerra.
En 1925 todo el país se vio envuelto en la controversia
fundamentalista cuando un maestro de biología de high
school fue procesado por violar un estatuto de Tennessee
que prohibía la enseñanza cíe la evolución...el impulso por
valerse de la coacción por mantener los valores antiguos
tomó una forma mucho más horrible en la creación del Ku
Klux Klan.Organización de protestantes blancos, el Klan
era agresivamente antinegro, pero sus principales víctimas
no eran los negros sino los católicos, también era anti-
semita y enemigo de los extranjeros...mientras Hoover
anunciaba en su discurso de toma de posesión que en
ninguna nación están más seguros los frutos del trabajo,
los inversionistas sagaces estaban retirándose del mercado
...las deudas de guerra eran incobrables, el comercio
exterior había declinado precipitadamente y tampoco se
cobraban los intereses de los miles de millones de dólares
de las inversiones privadas...la quiebra ocurrió en octubre
de 1929. En menos de un mes los valores sufrieron una
declinación promedio del 40 por ciento. Al principio
muchos supusieron que la quiebra de Wall Street, aunque
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 2 6 1

desvastadora, era tan sólo el último de esos pánicos


financieros familiares, que el país había experimentado
antes. En realidad, ayudó a causar una depresión que
dejaría Lina enorme falla en los Estados Unidos.""La
quiebra del mercado de valores - escribió el crítico lite-
rario Edmund Wilson— sería para nosotros como si se
abriera la tierra en preparación del Día del Juicio. Antes
que terminara la gran depresión, unos trece años después,
alteraría todo el panorama de la sociedad norteamericana,
daría fin al largo reinado de los republicanos como partido
de la mayoría, acabaría con la carrera política de Herbert
Hoover y enterraría bajo sus ruinas la brillante perspectiva
de la Nueva Época".
El historiador Arthur M. Schelesinger Jr. anota la
presencia de la filosofía liberal norteamericana desde 1919,
estimulada por las fracturas internas desencadenadas por
las consecuencias sociales de la primera guerra mundial en
temas relacionados al poder público, la legislación social y
la situación del campo. John Dewey, Herbert Crol y,
Thorstein Veblen y Charles A.Beard fueron ios pensadores
liberales dominante en ese período: Dewey por sus
principios filosóficos y educativos; Croly por su linea
política progresista; Veblen por sus críticas aceradas a ía
clase ociosa y Beard por su sentido revisionista del pasado
y su visión del futuro. "Juntos, ios cuatro hombres
realizaron el trabajo de reorganizar la mente liberal y
reconstruir la tradición liberal" explicó Schelesinger en
"The crisis of the old order". En la dirección ciel
liberalismo contestario se incorporaron otros intelectuales
de los veinte, desde el ácido Henry L. Mencken hasta los
novelistas de la Generación Perdida •- Hemingway, Dos
Passos, Fiztgerald, Steinbeck- y otros que no formaron
parte del grupo como James Branch Cabell; economistas y
expertos en ciencias sociales, como F.W. Taussing, Irving-
Fisher, Wesley Mitchell, Paul H. Douglas, Arthur Almeyer,
Abraham Epstein, W.Z. Ripley, William Trufant Foster y
Waddill Catchings; y periodistas como Walter Lippmann,
Stuart Chase, George Soûle y John T.Flynn. mencionados
por Schlesinger. En-"The Literary Situation" y en "Exile's
2 6 2 — MARIO CASTRO ARENAS

return", el crítico Malcolm Cowley registra el fenómeno a


un tiempo cultural y social de la crisis de valores de los
veintes que suscitó el viaje a Francia, España, Inglaterra de
narradores, poetas y ensayistas que vieron en Europa
posibilidades de desarrollo que les negaba, o creían que les
negaba, el medio ambiente cultural forjado por la política
tradicional de estadistas republicanos, Me Kinley,Theodore
Roosevelt, Taft, Harding, Coolidge, Hoover. Expatriados
voluntarios, cada uno de ellos buscó lo que no les daba la
Norteamérica del capitalismo salvaje del republicanismo:
atmósfera bohemia a Gertrude Stein, lazos ecuménicos
culturales a Ezra Pound, estabilidad sicológica a T.S. Elliot,
aventura ilimitada a Hemingway, concomitancias socialis-
tas a Dos Passos, o, sencillamente, la tentativa de aperturas
lúdicas en el París del armisticio. Otros intelectuales no
salieron del país. Desdeñaron la expatriación, y se qued-
aron para asumir compromisos ideológicos frente al orden
que aniquiló a los anarquistas italianos Nicola Sacco y
Bartolomeo Vanzetti. Apareció el grupo de los Nuevos
Humanistas, contéstanos de la derecha, capitaneados por
Irving Babbit, que rechazaron el anarquismo individualista
de Mencken y el fervor social de los liberales, reclamán-
dole garantías a la sociedad que, según estos peculiares
humanistas, no les brindaba la democracia con asaltos
continuos a la propiedad privada de sindicalistas anar-
quistas y marxistas.
El mismo año de la ejecución ele Sacco y Vanzetti
viajaron a Rusia, John Dewey, Paul H.Douglas y Stuart
Chase, pero n i n g u n o de ellos regresó convertido; al
contrario, establecieron significativas diferencias con el
marxismo- leninismo. Dewey fue miembro de una
comisión investigadora del asesinato de Leon Trotsky.
Sin embargo, una indisimulada impregnación de
filomarxismo, no sólo producto de viajes a la URSS o de
lectura de textos marxistas sino de la docencia univer-
sitaria de miembros de la Escuela de Frankfurt en Estados
Unidos (Marcuse, Adorno, Habermas, Benjamín) fue algo
así como el código de barras de la identificación ideológica
de los liberales norteamericanos. Las teorías marxistas, no
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •--• 2 6 3

necesariamente el derrocamiento del sistema capitalista,


fueron, siguen siendo, punto de partida para análisis
políticos, económicos, literarios, antropológicos, filosó-
ficos, y de otros tipos de los intelectuales y artistas del
siglo XX. Marx arraigó en la conciencia crítica de los
intelectuales de todas partes en grado superior a la toma
del poder por marxistas en ios países. Se p u e d e ser
marxista sin saberlo, como los hablantes de Monsieur
Jourdain. Desde luego, menudearon actos de contricción,
arrepentimientos y deserciones, después de romperse el
entendimiento estratégico de Estados Unidos y la Unión
Soviética. Alrededor de las lámparas políticas encendidas
por el New Deal de F.D. Roosevelt revolotearon mariposas
socialistas, luciérnagas liberales, libélulas progresistas.
Pero Roosevelt, asistido por intelectuales moderados como
Felix Frankfurter, antes consejero de T.R. y de Wilson, se
dejó cortejar sin compromisos, conciente que las mariposas
depositan el polen y siguen volando y que el resplandor
de las luciérnagas es intermitente. Corroborando la natura-
leza efímera de los liberales, un puñado de ellos emigró a
la candidatura del socialista Norman Thomas; otros se
alejaron radicalmente a los nidos marxistas, poniendo la
firma a los manifiestos procomunistas. "El liberalismo ha
muerto "rezongaron, expidiendo un prematuro certificado
de denunción antes que el New Deal se pusiera en marcha
y que las políticas keynesianas de fomento al empleo
mediante grandes obras de infraestructura pública, como
ei Tennnesse Valley, aseguraran la continuidad de las
presidencias ele F.D. Roosevelt, innumerables familias ele
las granjas retuvieron sus tierras gracias a que el gobierno
manejó los juicios hipotecarios y a que las familias acosa-
das por las deudas de las ciudades no sucumbieron a los
lanzamientos coactivos de los propietarios. Pensiones a los
ancianos, seguro contra el desempleo, ayuda económica a
los hijos dependientes, entre otras medidas, construyeron
el Estado de Beneficiencia, detestado por los republicanos
adamsmithsonianos. Los liberales se alejaron, pero F.D.
Roosevelt instrumentó sus propuestas sociales. Después
llegó la segunda guerra mundial con el séquito de alaban-
264 — MARIO CASTRO ARENAS

zas recíprocas entre capitalistas y comunistas. Los liberales


y compañeros de ruta vivieron el interludio idílico de las
doctrinas que hicieron un alto en el camino para luchar
contra el enemigo común nazifascista, mas luego volvie-
ron a la fatalidad dialéctica del exterminio recíproco. A la
muerte de Roosevelt ingresó a la Casa Blanca el vice-
p r e s i d e n t e demócrata Harry S. Truman, exsastre de
Missouri al que los intelectuales no le hicieron carantoñas.
Más interesado estaba en el aprovechamiento de los físicos
y matemáticos europeos emigrados a Estados Unidos.
Ellos concibieron la bomba atómica y lanzaron a Estados
Unidos y a la URSS a la fabricación de armamento nuclear.
La guerra de Corea, las denuncias de infiltración comu-
nista del senador Joe McCarthy, la guerra de Viet Nam, la
toma del poder por los barbudos cubanos de la Sierra
Maestra, la lucha por los derechos civiles de los afro-
americanos, crearon nuevos nichos de controversia entre
los liberales y el establishment El liberalismo norteameri-
cano mudó su vieja piel. Sus posturas fueron sutilizándose
con arabescos barrocos para adecuarse a la revolución de
las costumbres tradicionales del movimiento hippie, la
liberación femenina, las leyes de convivencia racial en el
Deep South. Surgió un neoliberalismo menos ideológico,
menos retórico, pero más franco, más realista, menos
maniqueo. Con John F. Kennedy entró a la liza una nueva
generación de tecnócratas sociales, sin concesiones a
soviéticos y vietnamitas. Con Richard Nixon, aunque se
formalizaron relaciones diplomáticas con China Conti-
nental, resurgió el liberalismo ideológico ya no contra los
regímenes comunistas sino contra los regímenes dicta-
toriales sudamericanos impulsados por el vuelo de la
Operación Cóndor. De James Carter a Ronald Reagan, de
William Clinton a la familia Bush se operaron transiciones
arrítmicas en la escena nacional e internacional. El movi-
miento de los neo- conservadores, los neo- con, de Reagan
y George W.Bush alcanzó ciertos perfiles filosóficos y
religiosos con el expatriado alemán Leo Straus y el
norteamericano Allan Bloom al asumir cargos estratégicos
sus discípulos Paul Wolfowitz y Donald Runsfeld. Con el
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - -•• 2 6 5

auxilio de esta vue de ensamble podemos examinar la vida


y pensamiento de las principales personalidades del
liberalismo sui géneris de los Estados Unidos del siglo
veinte.

John Dewey ( 1859» 1952)


La celebridad de John Dewey como pedagogo y como
filósofo se interpone en la interpretación de su pensa-
miento como fruto de la ruptura del tradicionalismo de la
educación norteamericana, vale decir de su posiciona-
mento orgánico como un pensador liberal no necesaria-
mente de izquierda. Procedente del seno de una familia
de clase media de Vermont, estudió en escuelas públicas
con sus hermanos, con la mira de sus padres puesta en
profesiones liberales que reforzaran los ingresos hogare-
ños. Su paso por las escuelas púdicas permitió que
adquiririera una t e m p r a n a conciencia crítica de las
deficiencias de los sistemas de la enseñanza tradicional
imperante en su país. Conciencia crítica que se afinó y
ahondó con su experiencia personal como profesor de
escuela y catedrático de universidades. No se duda en
Estados Unidos en valorizarlo como el reformador cíe la
educación y como el filósofo norte americano más
i m p o r t a n t e del siglo XX. Tal como indica Robert B.
Westbrook en "Perspectivas", revista de la Unesco, "a lo
largo de su extensa carrera, Dewey desarrolló una filosofía
que abogaba por la unidad entre la teoría y la práctica,
u n i d a d que ejemplificaba en su propio quehacer de
intelectual y militante político. Su pensamiento se basaba
en la convicción moral de que "democracia es libertad",
por lo que dedicó toda su vida a elaborar una argumen-
tación filosófica para fundamentar esta convicción y a
militar para llevarla a la práctica. El compromiso de
Dewey con la democracia y con la integración de teoría y
práctica fue, sobre todo, evidente en su carrera de refor-
mador de la educación". Existieron, pues, vasos comuni-
cantes entre educación, filosofía y democracia, muy bien
trabadas y cohesionadas, en el pensamiento de Dewey. Esa
línea básica de comunicación interdisciplinaria se percibe
2 6 6 — MARIO CASTRO ARENAS

en su obra básica, a saber, "The school and society" (1899),


"How we think"( 1910), "Democracy and education"
(1916), y "Experience and Education"( 1938). Había sido
alentado al conocimiento de la filosofía por el neohege-
liano George S. Morris, al que acompañó a la universidad
de Michigan, luego de obtener el doctorado de filosofía
con una tesis sobre la psicología de Kant. En Michigan
conoció a la estudiante Alice Chipman, que llegó a la
universidad a tonificar su experiencia como maestra de
escuela y conocía de primera mano qué había de limar y
qué de cambiar en la enseñanza. El coloquio entre la
estudiante y el profesor llegó al matrimonio, fusión
afortunada de intelecto y amor, según reconoció Dewey en
todo momento. Ella ejerció influencia en el interés del
doctor en filosofía en la enseñanza pública, de modo que
al llamarlo el presidente de la Universidad de Chicago a la
docencia de la flamante casa de estudios propuso que se le
permitiera organizar una escuela experimental o taller
pedagógico en el que pudiera iniciar la investigación del
sistema educativo de su país. Poco a poco fue entendiendo
Dewey que debía pasar de la crítica ele la razón pura de su
inspirador modélico Emmanuel Kant a la razón práctica
de la cultura empírica del niño para poder modificar las
bases conceptuales de la educación. A fines del siglo XIX
estaban en boga dos corrientes: la de los programáticos,
esto es los educadores apegados al programa de estudios,
y la de los románticos algo roussoneanos que se ajustaban
a la espontaneidad de los cambios de la época. Advirtió
que ambos bandos veían el problema desde fuera de la
mente del niño, príorizando programas y sistemas como
reglas de severo cumplimiento. En otras palabras, pensa-
ban que la mente del niño estaba en blanco cuando llegaba
a la escuela, prescindiendo de la materia prima humana
forjada por el medio ambiente hogareño o geográfico.
Dewey partió de la premisa de que el niño portaba un
contenido cultural informe y borroso al ingresar a la
escuela. Dichos "contenidos" primarios no eran apro-
vechados, porque al maestro no conocía, ni le interesaba
conocer, lo que subyacía en la mente del niño de las riberas
del Missisipi o de las marismas de Florida o de los barrios
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 2.6Y

de inmigrantes de Nueva York y les permitía conocer sin


haber leído algún libro cuándo llovía, en qué estación
aparecían los cardúmenes para pescar, cuál idioma se
hablaba en casa en las comunidades de irlandeses, pola-
cos, alemanes. Los intereses y actividades extraescolares
de los niños se desconocían, pues los tradicionalistas
impartían una enseñanza de copia de cuadernos, divor-
ciada del medio ambiente del estudiante. Los hechos y
certezas que entran en la experiencia del niño - sostuvo
Dewey - y los que figuran en los programas de estudio
constituyen los términos iniciales y finales de una
realidad. Oponer ambas cosas es oponer la infancia a la
madurez de una misma vida; es enfrentar la tendencia en
movimiento y el resultado final del mismo proceso; es
sostener que la naturaleza y el destino del niño se libran
batalla". Para formar buenos estudiantes, es menester
formar nuevos profesores. Profesores de una nueva gene-
ración que entienda a los niños, que recupere la enseñanza
ele vida que lleva el niño a. la escuela y enriquezca la
enseñanza magistral. En vez de imponer la materia de
estudio a los niños, estudiar su psicología para explorar
sus nociones y aptitudes preescolares y desarrollarlas
conjuntamente en sentido armónico con el programa
convencional. La incidencia de Dewey pedagogo en la
historia de las ideas es su convicción de que la escuela
¡ludiera fomentar el espíritu social del niño y desarrollar
un espíritu democrático. "La educación para la democracia
requiere que la. escuela se convierta en una institución que
sea, provisionalmente, un lugar de vida para el niño, en la
que éste sea un miembro de la sociedad, tenga conciencia
de su pertenencia y a la que contribuya". En medio de la
tormenta que su propuesta educativa suscitó en los
medios conservadores de las escuelas privadas, Dewey
llevó a la práctica su concepción de la educación para la
democracia en una escuela experimental, laboratorio de
sus principios, revolucionarios para los Estados Unidos de
principios del siglo XX. Numerosos países lo incitaron a
que los visitara para asesorarlos en el cambio de la ense-
ñanza tradicional. México, Japón, Turquía, la Unión
2 6 8 •— MARIO CASTRO ARENAS

Soviética, China, lo recibieron efusivamente. Sin embargo,


las ideas de Dewey más influencia alcanzaron fuera que
dentro de Estados Unidos, donde siguió como fuente de
acerbas críticas como si fuera un epígono anacrónico de
Juan Jacobo Rousseau puesto al día, erróneamente, por el
liberalismo de izquierda. Algunos politólogos conser-
vadores reconstruyeron remembranzas de Dewey única-
mente para atacarlo, como ejemplo de progresismo inocuo.
Cuando los soviéticos lanzaron el Sputnik al espacio se
derramó una ola de críticas conservadora a la enseñanza
en Estados Unidos, enrrostrándole a Dewey haber levan-
tado barreras para una educación científica actualizada, no
obstante que el sistema Dewey sólo tuvo una limitada
aplicación práctica. Las ideas de Dewey sobre la educación
para la democracia fueron expuestas en un escenario
tradicional incompetente para reconocer que no tenían
traza alguna de ser iconoclastas. Dewey pretendió atajar la
corriente del self made man, el hombre que, sin educación
y a base de audacia individualista, se enriquecía, creando
el estereotipo del capitán de empresa exitoso, primitivo e
inescrupuloso. Al igual que Emerson, Thoreau y Adams,
Dewey concibió una articulada antítesis pedagógica a la
distorsión del legado democrático de Jefferson. En
"Human Nature and Conduct" de 1922, , fundamentó su
preocupación por el sesgo que iba tomando de la sociedad
n o r t e a m e r i c a n a al i m p o n e r s e la maleabilidad del
individuo por encima del grupo social. La idolatría del
capitalismo salvaje llevaba a la sociedad a una grave crisis
si no se rescataban a tiempo los valores sociales de la
democracia m e d i a n t e la formación t e m p r a n a de la
conciencia de los niños norteamericanos en las escuelas. El
crash del 29, con la quiebra de los millonarios surgidos en
la escuela del individualismo egoísta, reivindicó de alguna
manera la revolución pedagógica de Dewey. El Presidente
F.D. Roosevelt, con sus programas de apoyo a los agri-
cultores arrastrados por el crack, restauró la concepción de
una democracia para todos y no solamente para el disfrute
de un puñado de privilegiados de la fortuna propulsado
por los republicanos, de Teddy Roosevelt a Hoover.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • --• 2 6 9

Thorstein Veblen (1857-


Hubo algo del puritanismo protestante del primer día
de la fundación de la república moral de Norteamérica en
el alma del anarquista más irracional que racional que fue
Thorstein Veblen. Algo también de sus ancestros noruegos,
rudos y naturalistas campesinos instintivamente opuestos
a las reglas que estrujaban el espíritu y embotaba la
sensibilidad rural de los campos abiertos. Veblen no execró
el capitalismo como un sistema al que debía sustituirse por
otro sistema colectivista donde se diluyera la identidad
individual. Esto es lo que, primordialmente, se debiera
tomar en cuenta para despejar cualquier semejanza de las
ideas de Veblen con el marxismo, al que, también, rechazó
por interpretarlo como un sistema basado en el determi-
nismo socioeconómico. Desde esa perspectiva, fue un
liberal anticapitalista, por paradójico que suene la
existencia de esta especie ideológica; anticapitalista no sólo
por la acumulación de capital; anticapitalista moral como
los católicos conciliares, porque el capitalismo,«! tanto
que perversión materialista, incubó en Estados Unidos una
" ciase ociosa'' de financistas y rentistas que, en el máximo
grado de la esterilidad hedonista, lucraba y gozaba,
parasitariamente, del trabajo de los demás.
¿Pero dónele estaban los descendientes de ios
pioneers de las praderas sin horizontes ensalzados por los
poemas ele Walt Whitman y ios relatos de Willa Gather?
¿Tergiversaba Veblen la realidad de la sociedad norte-
americana al exaltar el dominio de la "clase ociosa"? ¿Fue
una invención de la imaginación exuberante del dionisíaco
profesor, expulsado de las escuelas públicas por sus
relaciones sexuales con sus pupilas? Desde las alfombras
de las mansiones de Nueva York, asentía la veracidad de la
clase ociosa un miembro de ella que la conoció en sus
detalles como un tallador de confianza imita a sus clientes
nuevos ricos los muebles Luis XV fabricados en el taller a
la vuelta de la. esquina. Edit Wharton, neoyorquina de
alcurnia, desposada a un millonario algo demente, descri-
bió minuciosamente, con sus vajillas y achaques, a las
familias emblemáticas de la clase ociosa. "Edith Warton"-
270 — MARIO CASTRO ARENAS

manifiesta Morton Dauwen Zabel - se rebeló contra la


sociedad porque se hallaba presa entre las reglas y los
códigos de un mundo aristocrático poderoso y vacío...
poco a poco fue descubriendo su verdadero material, la
sociedad plutocrática de Nueva York, y su primera novela
auténticamente vigorosa, "La casa de la alegría", fue una
tragedia de ese mundo. En esa obra conocemos a una
joven brillante y hermosa, Lily Bart, nacida en ios círculos
privilegiados de Nueva York, y que ocupa en ellos un
lugar reconocido, aunque la bancarrota de su padre la ha
dejado en la miseria y a merced de sus parientes ricos. Su
vida se convierte en una larga lucha para mantener las
apariencias y conseguir una avenencia entre sus
ambiciones sociales y su libertad personal...en un mundo
en que todos los valores son valores monetarios no le
puede salvar su dignidad personal, y al fin se hunde en el
ostracismo social y se mata". Ciertamente, otras obras
escritas desde las sedas de la clase ociosa, corroboran la
abulia moral del núcleo de los ensayos de Veblen. Hijo de
noruegos de los bosques que emigraron a Estados Unidos,
como apunta la célebre boutade de Raymond Aron, "entre
todos los sociólogos es el más famoso de los descono-
cidos... Veblen no ofrece argumentos fáciles a escuela de
pensamiento o partido político alguno. La nueva izquierda
encontraría en él, quizás, un talante coïncidente con el
suyo...es una p e r s o n a l i d a d fuera de lo común, un
viandante solitario, perdido en medio del cuerpo docente,
un descendiente de emigrantes escandinavos que se siente
perdido en la época de los barones de la industria, un
nostálgico ele la vida simple y libre". Más que análisis de
los engranajes de la sociedad de clases, "Teoría de la clase
ociosa" es como un inventario puntilloso, cuasi prous-
tiano, de lo que consumen los ricos en la selección de
comidas, bebidas intoxicantes y narcóticos, casas, muebles,
ropa, enseres; en otras palabras, la panoplia lujosa y
excéntrica del consumismo. A Veblen no le interesan tanto
las causas de las disfunciones de la clase ociosa; más bien,
lo fascinan las consecuencias materiales y morales del
consumismo por el consumismo. En el capítulo cuarto
EL LIBERALISMO » EL PENSAMIENTO POLÍTICO --— 2 7 1

"consumo conspicuo" expresa Veblen: "Se ha dicho de la


evolución de la vicaria clase ociosa y su diferenciación del
cuerpo general de las clases trabajadoras, se ha convertido
en un referente de la división del trabajo... la forma más
obvia del consumismo sucede en las prendas de vestir y en
la ocupación de numerosos servidores. Otra es, proba-
blemente la más obstructiva forma de consumo, es la
adquisición de comida, ropa, vivienda, muebles por la
señora y el resto del establecimiento doméstico...la
utilidad del consumo como evidencia de poder debe ser
tomada como un crecimiento continuo. Y su adaptación
por un proceso selectivo de una distinción previamente
existente existe como algo muy bien establecido en los
hábitos y el pensamiento del "consumidor". En una
proyección post-marxiana, Veblen no analiza lo que
produce sino lo que consume la clase ociosa. Un análisis
futurista de la sociedad de consumo que emprendieron,
cincuenta años más tarde, ios teóricos de la Escuela de
Frankfurt. Pero no lo anima un propósito estadístico del
consumo refinado y costoso de la clase ociosa. Construye
una teoría moral sobre el estilo de vicia creado por el
consumo de mercadería suntuosa. Un estilo cíe vida que
revela la i n a u t e n t i c i d a d existencia! de la refinada
burguesía forjada en el siglo diecinueve con la opulenta
acumulación de capital de los Astor, Morgan, Rockefeller,
Vanderbílt, Mellon, sostenida en la explotación de
ferrocarriles, bancos, petróleo. Por inevitables limitaciones
culturales de la época en que vivió, Veblen no previo las
dimensiones macroeconómicas y sociales de la industria
que generaría la sociedad consumista que él llamó, clase
ociosa, y hoy, los sociólogos denominan sociedad ele
consumo. Alcanzó a describirla como una excentricidad de
ios nuevos millonarios del siglo XIX antes que como un
nuevo segmento de desarrollo industrial y financiero.
Como radical moralista, Veblen vislumbra una decadencia
de los hábitos sociales engendrados por lo que asumió
como si fuera un despilfarro. El consumo ostentoso fue en
la época de Veblen símbolo de un status social que él
concibió como signos de una patología social, siguiendo la
272 • MARIO CASTRO ARENAS

teoría de las novelas de Edith Warton y Honorato de


Balzac. Pero lo que empezó como una viciosa forma de
despilfarro de una élite de 400 familias del Social Register
de Nueva York, Boston, Filadelfia, Baltimore, se masificó
más allá de los augurios tenebrosos de Veblen. En una
muestra de su faústica capacidad de metamorfosis, el
capitalismo industrial llevó a las masas los más estridentes
objetos de culto antaño reservados a las madames de
Manhattan. En ese vertiginoso proceso de permuta de
hábitos consumistas, la institutriz oscureció los párpados
con el negro de humo que usaban no las femmes fatales
sino la señora Astor debido a que a la industria del consu-
mo conspicuo la puso a la altura de su monedero de falsa
piel de nutria. La obrerita de Chicago pasó a ser de una
larva en los días laborales a mariposa los fines de semana
en los picnics a orillas del lago con los sales de los mails.
Lo que empezó, pues, como símbolo de exclusión social, lo
que fue un consumo frivolo y segregacionista de los ricos,
se abrió, se democratizó en cierta manera, por la sencilla
razón que la naturaleza intrínseca del capitalismo busca la
extensión del mercado. Cuánto más vasto es el mercado,
más se adecúa a la voracidad inconmensurable de la
industria dedicada al consumo personal. Como Marx,
Veblen subestimó el sistema de producción que pretendió
desacreditar ligándolo a los ghettos sofisticados ele la clase
ociosa. Veblen se equivocó al anticipar los símbolos como
si fueran pruebas definitivas de una rápida desintegración
moral y económica, como, también, falló la percepción de
Weber de que la austeridad de vida de los protestantes fue
la fuente del capitalismo, sin pensar que se pasaría de la
frugalidad primitiva de los cuáqueros y anabaptistas del
Mayflower al consumismo hedonista de las 400 familias.
La maquinaria industrial usó a las señoras elegantes de
Nueva York como conejillos de India. Después que expe-
rimentó con su refinamiento; después que exploró los
sueños insatisfechos de las mujeres de las clases trabaja-
doras, elevó el consumismo a sus más altos niveles pro-
ductivos para satisfacer sus gustos alevemente atizados.
La alienación brotada del consumo masivo de mercaderías
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •- -• 2 7 3

aprisionó a los consumidores y les robó la capacidad de


decisión. Y planteó un análisis neomarxista del consu-
mismo que Veblen no realizó debido a su visión congelada
del desarrollo industrial, o porque sus metas eran socio-
lógicas, vale decir de investigación de hábitos de clases
sociales y no económicas. En esta perspectiva, Veblen se
insertó en la tendencia sociológica de Durkheimer más que
en la sociología economícista de Marx. A este respecto
anota C Wright Mills que "la Theory of the Leisure Class"
no es la teoría de la clase ociosa. Es la teoría de un sector
de las clases altas en un período de la historia de la nación.
Es una información sobre la lucha por la posición social
entre la riqueza nueva y la vieja, y, en particular, es un
estudio del nuevo rico tan notorio en la época en que se
formó Veblen, los Estados Unidos de la segunda mitad del
siglo XIX, de los Vanderbilt, los Gould y ios Harriman de
Saratoga Springs y de Newport, del brillo y el oro. Es el
análisis de una clase social alta que sube socialmente
traduciendo su dinero en símbolos representativos de po-
sición social, pero que lo hace en un estado ele la posición
social en la que los símbolos son ambiguos. Además, el
auditorio del drama vebleniano no es tradicional, ni los
actores están firmemente asentados en una estructura
social hereditaria, corno en el feudalismo. Por lo tanto, los
tipos de consumo son los únicos medios de competir por
el honor de la posición social. Veblen no analiza socie-
dades con una nobleza, antigua ni una sociedad cortesana
en que el cortesano era un estilo de vida triunfante'", indu-
dablemente, ana cultura sin feudalismo ni renacimiento
no podía producir cortesanos; simplemente un "café
society" de nuevos ricos, celebridades del show bussines y
artistas bohemios, o clubs de caballeros al estilo del
Somerset Club de Boston y el Knickerbocker Club de New
York, donde se fuman grandes tabacos y se tratan todos
los temas profanos y divinos, menos asuntos de negocios.
Con el correr de los tiempos, se ha evaporado la clase
ociosa de Astor y Vanderbilt y de ella sólo subsisten, como
desvaído recuerdo, las fotografías color sepia de añejas
revistas de sociedad. Las páginas de Veblen permanecen
274 MARIO CASTRO ARENAS

como reliquias de fines del diecinueve, una época de


frenético arribismo en que las candidas solteras de las
novelas testimoniales de Henry James viajaban a Europa
en busca de los pergaminos nobiliarios de un conde
generalmente impostor, además de arruinado. La nueva
elite del poder posee fortunas de dimensión interplane-
taria, pero no ostenta, se cuida de no hacerlo por segu-
ridad; viste trajes grises arrugados, bluejeans y jerseys y
zapatillas. Ya no se busca estilos de vida exóticos, sino
sumergirse y pasar inadvertido en el american way of life.
La discreción es la consigna. No se exhibe el poder de los
accionistas mayoritarios de las gigantescas corporaciones
trasnacionales, a la manera tradicional de los nortea-
mericanos del siglo XIX que veraneaban en la Riviera o
invernaban en Suiza. En esa escala no hay símbolos de
status, o son claves secretas de hombres casi invisibles.
Veblen se adelantó a los cambios. Describió una sociedad
de consumo en sus comienzos. Ahora que el consumismo
aliena a las muchedumbres tendría material humano y
social para una opera omnia de innumerables volúmenes.

Lewis Munford ( 1895- 1990)


"La c o n t r i b u t i o n del capitalismo al cuadro del
m u n d o mecánico consistió en pensar en términos
simplemente de peso y número, el hacer de la cantidad no
sólo una indicación de valor sino el criterio del valor. De
esta manera las abstracciones del capitalismo precedieron
las abstracciones de la ciencia moderna y reforzaron en
todos los p u n t o s sus lecciones típicas y sus típicos
métodos de proceder. La clarificación y la conveniencia,
particularmente para el comercio a larga distancia en el
espacio y en el tiempo fueron grandes; pero el precio social
pagado por estas economías fue elevado". Quien escribió
estas frases sobre el sutil e n t r e l a z a m i e n t o entre el
capitalismo y la técnica y la revolución de los paradigmas
que fue desencadenando a partir del siglo XVI fue uno de
los intelectuales norteamericanos mejor entrenados para
captar esos cambios al principio imperceptibles. Lewis
Mumford, oriundo de Flushing, Nueva York, hacia los
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO ••-— 275

finales del siglo diecinueve, articuló en su mente nociones


capitales de literatura, arquitectura, economía, ciencia,
tecnología, ecología, que fue reelaborando y filtrando para
tratar de comprender la nueva civilización de las finanzas
y las máquinas. Malcolm Cowley llamó "el último de los
humanistas" a este neoyorquino al que la tuberculosis
arrinconó en Amenia, bucólico poblado del condado
holandés, donde vivió noventaicinco años totalmente
absorbido por sus investigaciones sobre la técnica y la
civilización. En un primer momento lo atrajo la literatura y
dejó constancia de su inquietud pionera en estas primeras
reflexiones sobre la experiencia cultural americana en "The
story of Utopias"(1922), "The golden day" (1926) y, parti-
cularmente, en "Herman Melville" (1929) y "The Brown
Decades" (1931), donde empezó a relacionarse con la
arquitectura y el urbanismo de Frank Lloyd Wright. Con
estos primeros libos Mumford quizás podía haberse
establecido con una cierta comodidad en la república de
las letras. Pero en 1923 se amplió su interés por la plani-
ficación urbana ele Nueva York y fundó la Regional
Planning Association con Clarence Stein, Benton MacKaye,
Henry Wright y otros. Sus intereses intelectuales se ensan-
charon notablemente con el impulso de su maestro Patrick
Geddes, que le ayudó a captar las repercusiones del empa-
te de técnica y economía. Fruto de esta influencia, corno lo
reconoció públicamente, fue la publicación de su obra
capital "Técnica y Civilización", valorizado como monu-
mento de la historia de la tecnología. Mumford explicó el
proceso de gestación de esta obra: "La primera redacción
de este libro fue escrita en 1930 y la segunda fue comple-
tada en 1931. Hasta 1932 mi propósito era tratar de la
máquina, la ciudad, la región, el grupo, y la personalidad
en un solo volumen. Al tratar de la sección sobre técnica
fue necesario aumentar la escala de todo el proyecto, por
lo que el presente libro sólo cubre una parte limitada del
primer borrador. Si bien "Técnica y Civilización" consti-
tuye una unidad, ciertos aspectos de la máquina, tales
como su relación con la arquitectura y ciertos aspectos de
la relación que a la larga pueden afectar el curso de la
276 •— MARIO CASTRO ARENAS

máquina quedan para ser tratados en otro momento".


Mumford entró como un practicante bisoño en el universo
de la técnica a los doce años cuando intentó construir un
aparato de radio. Luego ingresó a la Stuyvesant High
School donde se familiarizó con las nociones básicas de los
primeros descubrimientos y las herramientas que los
materializaban, tornos de madera y metal, fundiciones
pequeñas, para la herrerías y la ebastinería a escala
hogareña. De esa experiencia juvenil pasó a trabajar en los
laboratorios de la U.S. Bureau of Standards de Pittsburg y
poco a poco fue asimilando en seminarios pioneros de la
Universidad de Columbia la profunda conmoción que la
técnica provocaba en las herramientas de la industria y,
sobre todo, en la forja de una nueva concepción de la
cultura que la máquina exaltaba económicamente al
mismo tiempo que la deprimía espiritualmente. Mumford
cohesiona una visión retrospectiva, desde los confines del
siglo X, y una visión prospectiva sin límites para marcar la
ecuación hombre- máquina y su interrelación social y
cultural. El hombre nómade primitivo tajó del fragmento
de sílex un hacha, t r a n s f o r m a n d o la materia prima
primordial en una herramienta para adecuar la naturaleza
(el medio ambiente) a su bienestar o defensa. Se dio el
primer paso de la tecnología cíe las hordas cavernícolas.
Del mineral pasó el hombre al bosque para combinar
metal y madera en el arado. Nació la tecnología de la
agricultura sedentaria. Las primeras aldeas engendraron
nuevas exigencias comunitarias que conllevaron nuevas
técnicas de servicio grupal • hornos, flechas, canoas,
curtiembres. Del tránsito de la aldea a la ciudad emerge
una revolución de necesidades sociales de logística -
puentes, molinos, caminos, acueductos, despensas de
alimentos. Mumford no exploró a fondo las tecnologías de
las civilizaciones no occidentales, punto de arranque de
técnicas occidentales que aprovecharon la creatividad
ajena para extenderlas — pólvora, imprenta, sistemas de
regulación hidráulica, alimentos de origen farináceo, seda,
especias. Con el reloj se inicia, a juicio de Mumford, la
gran revolución tecnológica que llega hasta nuestros días -
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - -- 277

"El reloj , no la máquina de vapor, dice, es la máquina-


clave de la moderna edad industrial. En cada fase de su
desarrollo el reloj es a la vez el hecho sobresaliente y el
símbolo típico de la máquina; incluso hoy ninguna máqui-
na es omnipresente". En la Edad Media las campanadas de
las iglesias y monasterios medían la eternidad: la división
horaria de las plegarias relacionaron al creyente con Dios.
Al alba y al crepúsculo se desplegaban el tiempo y el
espacio detrás de las ojivas góticas. El reloj secularizó el
tiempo, desde que Heinrich von Wyck construyó en París
un reloj moderno. Las horas de trabajo en el campo y el
taller, después en la fábrica, amarraron el tiempo, lo
subdividieron con fines productivos (y reproductivos) bajo
el imperio del canon regulado por el lucro del latifundista
y el industrial. Era una nueva máquina en la que la fuente
de energía y la transmición eran de tai naturaleza que,
anota Mumford, " aseguraban el flujo regular de la energía
en los trabajos y hacían posible la producción regular y
p r o d u c t o s e s t a n d a r i z a d o s " . La energía h u m a n a fue
pautada como maquinaria ele producción y a la vez la
máquina computó el tiempo con racionalidad remu-
nerativa/'' "La ordenada vida puntual que primeramente
tomó forma en los monasterios no es connatural a la
humanidad, aunque ya hoy ios pueblos occidentales están
tan c o m p l e t a m e n t e r e g l a m e n t a d o s por el reloj que
constituye "una segunda naturaleza", considerando su
observancia como un hecho natural. Muchas civilizaciones
orientales han florecido teniendo poca cuenta del tiempo:
los indios han sido en realidad tan indiferentes al tiempo
que les falta incluso una auténtica cronología de ios años" .
No el desprecio sajón sino el desconocimiento es el que
aquí habla. Los incas, por ejemplo, observaron que el
recorrido del sol sobre la tierra como planeta subordinado
es la medida del tiempo en la vastedad astronómica, antes
de Galileo Galilei. Construyeron un reloj de sol, de piedra
tallada, el Intihuatana, que evolucionaba con las luces y
sombras de los giros del astro rey. Reloj cósmico, enlazó el
tiempo a la medida del hombre, sacralizándolo o desacra-
lizándolo según se aplicara en el culto solar, en la observa-
2 7 8 — MARIO CASTRO ARENAS

ción de planetas y estrellas, o en las faenas de abono,


siembra, cosecha y conservación de los productos de la
tierra. Corresponde a otro estudio la investigación de los
rituales y servicios vicarios del tiempo en las culturas
precolombinas. Mumford avanzó, como pocos historia-
dores de la técnica, en la investigación del tiempo en
función del desarrollo del capitalismo: "Las categorías de
tiempo y espacio, antes prácticamente disociadas, habían
quedado unidas: y las abstracciones de tiempo medido y
espacio medido minaban las antiguas concepciones de
infinito y de eternidad, ya que la medición debe empezar
con un arbitrario aquí y ahora, incluso si el espacio y el
tiempo están vacíos. El deseo de emplear el espacio y el
tiempo se había desembarazado de obstáculos: y una vez
coordinados con el movimiento podían ser contraídos y
dilatados: la conquista del tiempo y el espacio había
empezado". Lo que no anotó el perspicaz Mumford es la
revolución del espacio y el tiempo provocada por el descu-
brimiento de América. La esfericidad de la tierra, probada
por los viajes oceánicos de portugueses y españoles,
demostró la unidad del espacio y reveló de paso que el
tiempo no fluye en una sola dirección, como el río de
Heráclito. En una aplicación preeinsíeniana de la teoría de
la relatividad sobre cómo la posición física o geográfica del
observador condiciona el tiempo, los navegantes europeos
del siglo XVI demolieron la concepción teológica del
tiempo sub especiae eternitatis. Antes que disquisiciones
sobre filosofía de la historia, lo que atrajo a Munford fue la
concepción capitalista del tiempo con sus premisas de
rendimiento productivo y su incidencia en la máquina. El
tiempo era ahora dinero; el dinero era poder; y el poder
planteaba el fomento del comercio y la producción
racionalizados por planes y plazos medidos sistemá-
ticamente por relojes de lucro económico. Al transformarse
en técnica, el tiempo medido fue la base del desarrollo
capitalista. Es en este punto en que se revela la filosofía
liberal de Mumford, atenta a esclarecer si la técnica capi-
talista se construye para el bienestar de los grupos sociales
o para el beneficio particular: "El capitalismo utilizó la
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 279

máquina no para fomentar el bienestar social, sino para


incrementar ei beneficio particular: los instrumentos mecá-
nicos se utilizaron para la elevación de las clases domi-
nante. Fue a causa del capitalismo por lo que las industrias
artesanas tanto en Europa como en otras partes del mundo
fueron destruidas sin consideración por los productos de
las máquinas... en virtud de las posibilidades de beneficio,
el lugar de la máquina fue sobrestimado y el grado de
regimentación se llevó más allá de lo necesario para la
armonía o la eficiencia".
Ese dilema - la relación de la máquina y el hombre-
domina el pensamiento de Mumford en la revisión del
proceso histórico de la creación tecnológica a través de los
años. Aboga ardientemente por la perfección de la técnica
maquinística, pero se distancia del uso deshumanizado de
la máquina. "El triunfo específico de la creación de la
imaginación técnica residió en el ingenio para disociar ei
poder elevador del brazo y crear la grúa, para disociar el
trabajo de la acción de los hombres y ios animales y crear
el molino hidráulico, para disociar la luz de la combustión
de la madera y crear la lámpara eléctrica. Durante miles ele
años el animismo fue el obstáculo en el camino de este
desarrollo, pues ocultó la faz total de la naturaleza detrás
de garabatos de formas humanas/' Por otro lado reflexio-
na Mumford cómo a partir del siglo XV el invento y el
control estricto obraron recíprocamente. Bacon, Descartes,
Galileo, Newton y Pascal delimitaron el dominio de la
ciencia, abriendo el camino a la utilización prodigiosa de
la creación técnica debidamente sistematizada para despo-
jarla de servidumbres excesivas que consumían el esfuerzo
del hombre y aperturar nuevos escenarios que no lo
oprimieran sino que lo aliviaran de cargas pesadas como
mano de obra. La división del trabajo descubierta por
Adam Smith en el siglo XVII fue el primer paso en el
descargo y racionalización de la energía humana. "Las
m á q u i n a s " - y sólo las m á q u i n a s - satisfacían por
completo las demandas del método científico y del punto
de vista nuevos. Cumplían la definición de "Realidad"
mucho más perfectamente que los organismos vivos. Y
2 8 0 »—• MARIO CASTRO ARENAS

una vez establecido el cuadro mundial mecánico , las


máquinas podían prosperar y multiplicarse y dominar la
existencia: sus competidores habían sido exterminados o
habían sido desterrados a un universo de penumbra en el
que sólo los artistas, los enamoradols y los criadores de
animales se atrevían a creer...renunciando a una parte
considerable de su humanidad, el hombre podía alcanzar
la divinidad según su propia imagen; amanecía en su
s e g u n d o caos y creaba la m á q u i n a según su propia
imagen; la imagen del poder, pero el poder se desgarraba
sobre su carne y aislado de su h u m a n i d a d " . Algunos
pensadores como Francis Bacon vieron en medio de las
tinieblas medievales un ascenso prodigioso de inventos
mecánicos que llevarían al hombre a una cúspide en la que
podía ser un dios o un demonio: "Mencionaré ahora
algunas de las maravillosas obras del arte y la naturaleza
en las que no hay ninguna magia y que la máquina no
podría realizar. Se pueden crear instrumentos mediante los
cuales los barcos más grandes, guiados sólo por un hom-
bre, p u e d e n n a v e g a r a una velocidad mayor que si
estuvieran llenos de marineros. Se podrán construir carros
que se muevan con increíbles rapidez sin la ayuda de
animales. Se podrán construir aparatos de vuelo en los que
un hombre sentado cómodamente y meditando sobre
cualquier tema pueda batir el aire con sus alas artificiales a
la manera de las aves... así como también máquinas que
permitan a los hombres pasear por el fondo de los mares o
de los ríos sin barcos". Las visiones futuristas de Bacon y
Da Vinci aterraron a sus coetáneos y las subvalorizaron
como excentricidades de charlatanes ambulantes de feria.
Nuestra época permite jerarquizar tanto a los precursores
medievales y renacentistas como también a visionarios
anónimos que iniciaron el casi inadvertido desarrollo de la
técnica como oficios rupestres. Mumford se recuesta en
una visión cohesionada del continuum técnico en los
últimos mil años, que él logró asir intelectualmente gracias
a las contribuciones del profesor Patrick Geddes. A ese
proceso de superposición e interpenetración de máquinas
y civilizaciones las divide en lo que denominó las fases
EL LIBERALISMO •- EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 281

eotécnica, paleotécnica y neotécnica. Según su teoría, la


fase eotécnica es un complejo agua y madera; la fase
paleotécnica es un complejo carbón y hierro; y la fase
neotécnica es un complejo electricidad y aleación. El
período eotécnico fue " uno de los períodos más brillantes
de la historia. Pues, además de sus grandes realizaciones
mecánicas, construyó ciudades, cultivó paisajes, edificó
obras y creó pinturas, que igualaron en el reino del
pensamiento y del goce humanos, los adelantos realizando
decisivamente en la vida práctica. Y si este período fracasó
al no establecer una organización justa y equitativa en
general hubo momentos por lo menos en la vida del
monasterio y del municipio que se acercaron a su sueño: el
resplandor crepuscular de esta vida fue registrada en la
Utopía de Moro y en la Cristianópolis de Andreae". La
fase paleotécnica correspondió a la primera revolución
industrial. Los tiempos se aceleraron. Los espacios se
estrecharon. El hombre de la revolución industrial sacudió
la pereza de los telares domésticos y ei mundo vivió otro
ritmo al compás de la dinámica de los telares mecánicos.
Como dice Mumford, la vicia se cuaníiíicó en términos de
la tabla de multiplicar. Sobre tocio, en Europa Occidental
los cánones económicos fueron alterados por el uso
intensivo de máquinas y materia prima vegetal y mineral
T.K, Derry y Trevor I. Williams indican en la ''Historia de
la Tecnología" desde 1750 que "el progreso experimentado
en estos años por la industria de algodón, donde la
máquina de hilar, continua o intermitente, e incluso el telar
mecánico, fueron aceptados con mayor facilidad que en la
conservación industrial lanera, que durante siglos había
sido la principal fuente de riqueza británica, tuvo, con
certeza, consecuencias revolucionarias; sin embargo, hasta
diez años después de clausurado el período que estamos
analizando, el valor de las exportaciones de algodón no
superó el de la lana. La expansión de la industria del
hierro, con sus nuevos y numerosos usos en la paz y en la
guerra, fue, quizá, más sobresaliente. Cuando la práctica
de la fundición del coque se difundió en todas las indus-
trias entraron en acción enormes altos hornos en las
282 —- MARIO CASTRO ARENAS

proximidades de las minas de carbón más accesibles, pero


sólo en 1784, cuando fue posible transformar el arrabio en
hierro forjado gracias al proceso de pudelación, pudo
verso cómo la p r o d u c c i ó n total británica de hierro
aumentaba".
La revolución industrial rompió los paradigmas esta-
blecidos hasta el siglo diecinueve en las estructuras econó-
micas, sociales, políticas, culturales, estéticas. Mumford
detalla cómo la pintura impresionista absorbió las nuevas
tonalidades cromáticas derivadas del humo de las chime-
neas. Se aparejaron cambios y contradicciones, optimismo
por el progreso técnico y pesimismo por la explotación de
la mano de obra, elogios a la elevación de la calidad de
vida y ataques al ahondamiento de la división de clases,
luz de gas en las calles y obreros apiñados, ferrocarriles y
mineros contaminados. Se creyó que la máquina ataría al
hombre a una cadena de dependencias fatales. Luego se
comprobaría que la máquina (el maquinismo) es ambi-
valente, ya que al mismo tiempo, según como se emplee,
puede llegar a ser un instrumento de liberación o de
represión. De lo que no quedó duda es que se estaba
creando una nueva civilización que abarcaba tocias las
manifestaciones de la actividad humana y que es factible
conciliar progreso y justicia si el perfeccionamiento tecno-
lógico respeta los valores esenciales y la integridad de la
naturaleza. Liberal de inspiración humanista, Mumford
inventarió, como pocos han hecho, los hitos fundamen-
tales de la historia de la técnica, pero, sin renunciar al
reconocimiento de la creatividad tecnológica impulsada a
a partir de la primera revolución industrial, abogó para
que en la fase neotécnica ( sólo llegó hasta los inventos de
1930) se produjera el empate entre la hybris y la sofrosine.

John Kenneth Galbraith (1908-2006)


Si Lewis Mumford fue el crítico por excelencia de la
cultura capitalista maquinística, el larguirucho hijo de un
granjero de Ontario, Canadá, transformado en sus años en
Estados Unidos en g u r ú de H a r v a r d y consejero de
presidentes, llegó a ser el más agudo y mejor cultivado de
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •-— 2 8 3

los críticos del neocapitalismo de postguerra. El descen-


diente de escoceses canadienses se graduó en el Ontario
Agricultural College y cruzó la frontera de su país de
origen para siempre en busca de su doble destino de
economista y político. Recibió el Ph.D de Economía de la
Universidad de California, Berkeley, en 1934 y tres
años más tarde se naturalizó como ciudadano de Estados
Unidos en la época en que no regían acuerdos de doble
nacionalidad. Ese mismo año de 1937 partió a la univer-
sidad de Cambridge a recibir la enseñanza del economista
inglés John Maynard Keynes cuyas lecciones modificaron
su visión del mundo. A su regreso a Estados Unidos, la
elegante silueta del profesor de dos metros de altura y
cabello plateado paseó intermitentemente por los claustros
de Harvard y Princenton. Su vocación por los gabinetes de
estudio la compartió con el ejercicio del periodismo de
asuntos económicos donde desplegaba un fluido sentido
del humor para animar la aridez de las teorías. Al princi-
pio fue u n columnista i n d e p e n d i e n t e y polémico en
permanente confrontación con los defensores a ultranza ele
la mano invisible del mercado. La defensa de los princi-
pios de Keynes no obstaculizó su desempeño entre 1943 y
1948 como editor de la revista Fortune del imperio de
Henry B.Luce, abanderado de la empresa privada. '1res
años después, se apeó del caballo de "Fortune", pero con
fortuna en su prestigio académico: Harvard lo nombró
profesor titular de Economía en 1949. Durante la Segunda
Guerra Mundial fue nombrado algo así corno el zar de los
precios del gobierno de F.D. Roosevelt. Encabezó la Oficce
of Price Administration, engranaje clave para vigilar la
inflación en un período en el que las necesidades bélicas
impulsaron la fabricación de armamento de todo tipo y
remansaron la producción de bienes domésticos. Como
liberal de corte keynesiano, Galbraith comulgó con las
políticas de Roosevelt que levantaron al país del piso en
que yacía como consecuencia funesta del crash de las
empresas privadas. Keynesiano de doctrina, fue keyne-
siano empírico con Roosevelt. Esta gran experiencia
consolidó sus puntos de vista sobre el rol del Estado como
2 8 4 — MARIO CASTRO ARENAS

factor de equilibrio con las gigantescas corporaciones


privadas que llenaron las páginas más polémicas y brillan-
tes de sus libros. Fue también asesor de los gobiernos
demócratas de Truman, Kennedy y Clinton, y profesor de
Adlai Stevenson. Con John y Jackie Kennedy sostuvo una
relación de simpatía carismática en su colaboración
política, llegando a estrenarse en la diplomacia como
embajador en la India en el gobierno del Primer Ministro
Jawarharlal Nehru. Colaboró estrechamente con Nehru en
materias de asesoramiento económico y de enseñanza de
la moderna informática.
Desde el punto de vista del liberalismo manches-
teriano, Galbraith fue un iconoclasta, un heterodoxo, un
adversario tenaz del imperio del libre mercado como regu-
lador de la economía nacional. Fue, en sentido contrario a
los liberales de derecha, un devoto de la participación del
Estado como un deus et machina del desarrollo, ya como
inversionista en obras de infraestructura pública - represas
hidroeléctricas, carreteras, acueductos, redes íerroviaras -,
ya en centros de enseñanza y de salud pública. No
propició la minimizado!! de la empresa privada sino su
regulación y compatibilidad con las directrices estatales.
En sus numerosas obras divulgó las líneas de su pensa-
miento de linaje keynesiano m o d e r n i z a d o . E n - "La
sociedad opulenta" remarcó los grandes contrastes de la
riqueza de bienes de consumo, suntuarios o innecesarios
en algunos casos, y la pobreza de los servicios públicos: "
Cuanto mayor sea la cantidad de bienes que adquiere la
gente, tanto mayor es el volumen de envoltorios que dese-
cha y tanto mayor es la cantidad de basura que se debe
eliminar. Si no se proporcionan los servicios de saneamien-
tos adecuados, la contrapartida de una opulencia creciente
arrojará una suciedad cada vez más intensa''. Siguiendo la
corriente de los neomarxistas de la escuela de Frankfurt,
Galbraith increpó a la publicidad la creación de un sistema
de estimulación artificial del consumismo al servicio de las
corporaciones industriales. En "El Capitalismo Ameri-
cano" describió las características del sistema de produc-
ción surgido al final de la segunda guerra mundial en el
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — - 2 8 5

que se presentó la concentración de los oligopolios mode-


rada por el poder de las organizaciones sindicales, las
organizaciones de consumidores debidamente instituidas
en el cuadro económico, más la acción del Estado contraria
a la creación de carteles, arreglos secretos de precios y
otras formas ilegales de colusión empresarial.
En una célebre alocución ante la Asociación Econó-
mica N o r t e a m e r i c a n a en 1972, en Toronto, Canadá,
Galbraith resumió así las líneas vertebrales de su pensa-
miento económico:
"Las características más conocidas de la economía
neoclásica y neokeynesiana son los s u p u e s t o s que
eliminan del estudio al poder y, con ello, al contenido
político. La empresa comercial está subordinada a lo que
disponga el mercado, y por lo tanto, al individuo o la
unidad familiar. El estado está subordinado a lo que
disponga el ciudadano, con excepciones, pero en relación
con una regla general y contraladora, y la teoría neoclásica
está firmemente arraigada a la regla. Si la empresa está
subordinada al mercado • si éste es su amo • no tendrá
poder que ejercer en la economía, salvo en la medida en
que beneficie al mercado y al consumidor. Y aparte de la
influencia que pueda tener para modificar el compor-
tamiento de los mercados, la empresa no puede ejercer
poder sobre el Estado porque en este caso es el ciudadano
quien manda,., específicamente, la exclusión del poder y
de su concomitante contenido político de la economía hace
que ésta solo pueda vislumbrar dos problemas económicos
intrínsecos e importantes. Uno de ellos es el problema
macroeconómico de la imperfección del mercado • • más
concretamente del monopolio u oligopolio en los merca-
dos de productos o factores •• que conduce a aberraciones
en la distribución de los recursos y el ingreso. El otro es el
problema macroeconómico del desempleo o la inflación,
de una deficiencia o exceso de la demanda agregada de
bienes y servicios, incluyendo la asociada a efectos mone-
tarios. Y en ambos casos, el fracaso es dramático. La econo-
mía neoclásica lleva a la solución errónea del problema
macroeconómico y a ninguna solución del problema
286 —- MARIO CASTRO ARENAS

macroeconómico. Al mismo tiempo, deja de analizar en


gran medida toda una constelación de otros problemas
económicos urgentes/'
Los liberales manchesterianos aún ven a Galbraith
como un profesor de economía política cuyas críticas al
sistema de economía libre sólo tienen valor académico y
muy poco sentido práctico. En una de sus obras pioneras
"American Capitalism: the concepto of the countervailing
power" (1952) prevalece en sus opiniones y propuestas el
efecto traumático del crash del 1929 y propone un cambio
sustancial en el sistema económico ya no regido por las
oscilaciones del mercado sino regido por una suerte de
trunvirato de empresas privadas, sindicatos laborales y un
Estado vigilante y activo en las decisiones. Su proposición
se basa en hechos económicos reales y no en especula-
ciones teóricas. El crash tuvo como núcleo generador de la
crisis a factores como las exageradas especulaciones del
mercado bursátil, fenómeno recurrente en la economía
capitalista; el desbalance del ingreso: la estructura de las
corporaciones industriales, la deficiente estructura banca-
ria, desbalances de la estructura comercial y finalmente
por lo que llama "el pobre estado de la economía
ionteligente". En otro de sus libros "La sociedad opulenta"
(The affluent society) Galbraith retorna el análisis de la
crisis del 29 para prevenir su repetición. Detecta que la
opulencia económica es artificial y vulnerable debido a un
crecimiento basado en la estimulación del consumo de
productos prescindibles a nivel doméstico, por efecto de la
publicidad generada por los productores cuyo propósito
es alienar la voluntad de los consumidores. Rehabilita y
afina argumentos de Henry George y de Lewis Mumford
contra la sociedad capitalista, pero con la innovación de
que propone un rol más activo del estado en inversiones
sociales"- educación, carreteras, infraestructura en general
~ para contrabalancear las desmesuras consumistas de la
producción empresarial.
Los economistas de la escuela austríaca (Mises,
Hayek, Roepke, Friedman) contradicen los conceptos de
Galbraith aduciendo que usa y abusa de los términos de
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - • 287

pobreza y opulencia sin definirlos con claridad. Que, por


otro lado, sus ideas sobre regulaciones del mercado violan
los derechos de elección de los consumidores sobre qué
comprar y en qué cantidades para subordinarlos a los
criterios gubernamentales. Asimismo, desestiman lo que
Galbraith denomina "investment in men", inversiones en
los hombres porque se dirigen supuestamente a la creación
de una "nueva clase" de tecnócratas profesionales que
pretenden concentrar los poderes de decisión en el campo
económico. Un profesor de economía Murray Rothbard
escribió un largo comentario sobre "La sociedad opu-
lenta", sosteniendo que está llena de falacias y afirma-
ciones dogmáticas y no en argumentos razonados". Milton
Friedman, desde la vertiente de la escuela neoliberal de
Chicago, presenta a Galbraith como un tory radical del
siglo XIX que cree en la superioridad de la aristocracia
paternalista, mientras los consumidores compran en base a
sus propias preferencias y no por lo que les aconsejen las
"mentes elevadas". También llovieron las críticas neoli-
berales sobre "El nuevo estado industrial" porque allí
Galbraith disparó artillería pesada sobre las grandes
corporaciones industriales enrrastrándole que la noción de
mercado competitivo sólo sobrevive en los manuales "a
título de mero caso excepcional".
Agrega a manera de respuesta a ios economistas
neoliberales;
"Sólo los defensores profesionales del sistema de la
libre empresa, miembros de un gremio decadente y
pobremente pagado, siguen argumentando el valor y la
existencia de la regla de la competición en el mercado,
prueba, dicho sea de paso, a la que sus clientes no se
someten. Pero generalmente se está de acuerdo en que el
poder sobre el mercado conseguido por la compañía
gigante gracias a sus dimensiones absolutas y relativas es
la base no sólo del poder económico sino también de un
poder social y político considerable". Quizá "El nuevo
estado industrial" constituya el ataque más radical a las
gigantescas compañías privadas al negar que traicionan la
libre competencia p o r q u e i m p o n e n o influencian la
288 MARIO CASTRO ARENAS

formación del precio, engañando a los compradores y


creando mercados no por "una mano invisible" como
creyó Adam Smith, sino por ambiciones de poder bastante
visibles. El enlace de capital y poder domina la economía a
su criterio. Un poder que va más allá de las formas
convencionales de naturaleza política y representa un
poder corporativo real cuyos actores pocos conocen. Sus
argumentos remarcan que "el control, la gestión o mani-
pulación de la demanda es efectivamente una industria
enorme y en rápido crecimiento. Comprende una gigan-
tesca red de comunicaciones, un gran dispositivo de orga-
nizaciones comercializadoras y vendedoras, casi la entera
industria de la publicidad, numerosa investigación servil o
auxiliar, la preparación de vendedores y otros servicios
análogos y muchas cosas más. La clave de la manipulación
de la demanda es la manipulación eficaz de las compras
del consumidor final, o sea, de los individuos y del estado.
Si éstos se encuentran de verdad bajo un control eficaz, la
gran firma tendrá entonces una demanda relativamente
fiable de materias primas, partes o piezas, maquinaria y
otros artículos de los que componen el producto final". El
vertiginoso cambio ele los patrones tecnológicos modificó
el control manipulât o rio de la d e m a n d a tal como lo
describió Galbraith cuando escribió "El nuevo estado
industrial" allá por 1967. La globalización estableció un
nuevo marco a la competencia por el mercado, de modo
que si, por ejemplo, General Motors o Ford manipulaban
precios y la preferencia por determinados modelos auto-
motrices, la concurrencia de los carros japoneses al merca-
do norteamericano acabó con esas prácticas y los obligó a
enfrentar otros desafíos similares a los que encaró la
industria norteamericana de audiovisuales. Se insiste en
que Galbraith fue un teórico al que la administración
Roosevelt abrió el apetito con el puesto que tuvo en la
Oficina de Control de Precios de la post-guerra y quiso
continuar, como un burócrata a la máxima potencia, con
poder para satisfacer la vanidad de sus ideas personales e
introducirlas en la economía norteamericana. Tal vez sea
cierto que en él predominó el político sobre el economista,
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 289

convencido, como estuvo, que el poder verdadero está en


el control privado de la economía. Le fascinó explorar las
sinuosidades del poder. Pero no fue enemigo del capitalis-
mo ni socialista académico, como creen algunos. Criticó
duramente a las empresas públicas creadas por los laboris-
tas ingleses, Y desdeñó que la economía se convirtiera en
una rama de la ciencia política, considerándola una
perspectiva repelente porque tuvo la convicción que "la
ciencia política es también un cautivo de sus estereotipos,
incluyendo el del control del Estado por el ciudadano".
Abogó por un capitalismo moderado en el que no impe-
rase, como un déspota ilimitado, el mercado, mucho
menos las perversiones del mercado por manipulaciones e
intereses creados. Si alentó la planificación de la economía,
e n t e n d i é n d o l a como una organización coherente y
equilibradora de la producción y el mercadeo, en la que
fueran actores u observadores con derecho a voz y voto la
empresa, el sindicato y el estado. Fue, por los principios
alegados, un liberal de la escuela intelectual norteame-
ricana de pensadores opuestos a la deshumanización del
capitalismo. Como economista fue, en cierta manera, un
iconoclasta que reflexionó sobre la experiencia histórica de
los fenómenos económicos y sacó conclusiones de esa
experiencia, no de modelos, ciclos o teorías de tiza y
pizarra. Quien leyó "Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero" de John Maynard Keynes apreciará
que en los libros de Galbraith no hay ecuaciones matemá-
ticas ni es afecto a disquisiciones sobre la teoría del valor o
la eficiencia marginal del capital. Si fue keynesíano como
algunos aseveran lo fue en el espíritu de la filosofía econó-
mica y, sobre todo, en el enfoque del papel del Estado para
paliar la desocupación en tiempos de crisis, tema presente
en "Essays in Persuasión". Pero no concibió un estado
omnipotente que prescribiera qué producir, qué consumir
y qué precios. "Cuando incluimos en nuestro sistema al
poder y por tanto a la política - dijo en el discurso de la
asociación de economistas -, ya no podemos eludir o
disfrazar el carácter contradictorio del Estado moderno. El
Estado es el objetivo primordial del poder económico. Es
290 • MARIO CASTRO ARENAS

un cautivo. Y sin embargo en todas las restricciones que he


m e n c i o n a d o — las restricciones al uso excesivo de
recursos, la organización para contrarrestar el uso inade-
cuado de recursos, la acción para corregir la desigualdad
derivada del sistema, la protección del ambiente, la
protección del consumidor - la acción correctora corres-
ponde al Estado.-El zorro tiene poder en la administración
del gallinero/'

Arthur Meier Schlesinger Jr. (1917-2007)


A su alrededor, libros alineados en estantes elevados.
No muy cerca de sus ojos, como un mapamundi de signos
cordiales, viejos manuscritos de historiadores del siglo
XVIII, ajadas páginas de memorias de políticos y rodeán-
dolo siempre, una apacible atmósfera de recogimiento,
como si hubiera crecido en la sala de lectura de una biblio-
teca universitaria. Todo concurría a llevarlo de la mano,
siendo un niño todavía, hacia el reino encantado de la
historia. Su padre, Arthur M. Schlesinger (1888-1965), fue
historiador de asuntos sociales y profesor de Harvard, y su
madre Elizabeth Bancroft estaba conectada al árbol genea-
lógico del historiador George Bancroft. Todo lo conducía,
también a que dejara Columbus, Ohio, para estudiar y
graduarse en Harvard con una tesis sobre Orestes A,
Brownson, que publicó en 1939. Al entrar Estados Unidos
bajo la égida de Franklin Delano Roosevelt a la segunda
guerra m u n d i a l , el tablero de ajedrez de la vida de
Schelesinger movió la primera ficha con su incorporación
a la Office of War Information. Su destino era trabajar por
la causa de Roosevelt y también por la causa de otros
ilustres presidentes demócratas como John F. Kennedy.
Entre 1946 y 1961 se agitó como profesor de historia de su
alma mater, la Universidad de Harvard. Un año antes
editó 'The age of Jackson", estudio biográfico- histórico
sobre el expresidente que dio la primera medida de su
talento como historiador político. La obra fue saludada
por la crítica como una "brillante reinterpretación de los
factores sociales, políticos y económicos de la era de
Jackson". El Premio Pulitzer recompensó sus esfuerzos de
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — - 2 9 1

investigador de una etapa histórica poco estudiada. Para-


lelamente a su labor de docente y escritor, Schlesinger
empezó a activarse en la política como cofundador de
Americans for Democratic Action que reclutó más intelec-
tuales a la plataforma del Partido Demócrata. Alternó, a
partir de entonces, con intelectuales que se movían en los
círculos próximos a la administración Roosevelt o que
formaban parte de los cenáculos, unos bohemios, unos
militantes, otros más formales, de la inteligencia liberal
norteamericana, John F. Galbraith, Seymour E. Harris,
Herman Kahn, entre los amigos más cercanos. John F.
Kennedy lo invitó a formar parte de su equipo de asesores
políticos y le encargó la función de asistente en asuntos
latinoamericanos. Esta proximidad humana y política fue
base del libro que dedicó al gobierno de Kennedy, "A
thousand days'', que volvió a conferirle el Premio Pulitzer
por biografías, Empezó e n s e ñ a n d o en el Centro de
Graduados de la Universidad ele Nueva York en 1966 y se
le designó Profesor Emeritus en 1994. Igualmente escribió
la biografía ele Robert Kennedy en 1978.
De las numerosas obras que Schlesinger ha escrito,
'The crisis of the Old Order. "The age of Roosevelt" es la
que mejor expone, a nuestro juicio, la filosofía liberal que
sustenta sus investigaciones sobre la historia de Estados
Unidos. Traza un arco histórico desde los gobiernos repu-
blicanos del siglo XX hasta los regímenes de Woodrow
Wilson y el de Franklin Delano Roosevelt en 1933 para
explorar las diferencias conceptuales y de los matices
humanos específicos de la personalidad de cada uno de los
gobernantes y de sus principales colaboradores del
período. Combina estilos biográficos, análisis de políticas
económicas, relaciones internacionales, movimientos
laborales, tratando de insertar a los estadistas como seres
humanos en la amplitud de sus contextos ideológicos
coyunturales. Su mira fundamental es remarcar la línea
divisoria entre el "viejo orden" de los conservadores
republicanos que gobernaron Estados Unidos como si se
tratara de una empresa privada, y el "nuevo orden" en el
que el Welfare Estate encarnado por F.D. Roosevelt asumió
2 9 2 — MARIO CASTRO ARENAS

funciones regulatorias en la economía y emprendió deci-


siones audaces, introduciendo mecanismos compensa-
torios de tipo social a la economía de mercado. Schlesinger
no polemiza con los adversarios políticos, ni aplica el
estilo sentencioso de los ideólogos, como Galbraith.
Presenta situaciones fácticas. Describe personas y esce-
narios. Enumera objetivamente leyes, decretos, medidas
gubernamentales. Deja que la historia discurra sin inter-
poner posiciones apriorísticas unilaterales. Tampoco
esconde su inclinación ideológica. En líneas generales
p r e d o m i n a el recuento objetivo de la secuencia de
acontecimientos que causó la crisis del 29. Quizás, para los
intelectuales demócratas, de Galbraith a Schlesinger, el
crash del 29 es un tema obsesivo. El gran tema de las
definiciones ideológicas entre republicanos y demócratas.
El Mercado Libre vs el Estado de Beneficiencia. El libera-
lismo clásico vs el liberalismo socialista. Una divergencia
que no cesa en Estados Unidos y el mundo.
Somos concientes que valorizar "The crisis of the Old
Order" solamente por las abstractas líneas ideológicas que
subyacen en el trasfondo político no amerita los atractivos
narrativos, casi periodísticos, del estilo de Schlesinger ni el
esfuerzo de investigación desplegado para reconstruir los
hechos no sólo a base de documentos sino hasta de
reproducción de conversaciones consultadas por el autor a
los actores. El primer capítulo "Darkness at Noon" atrapa
al lector con el relato de la actuación de los jóvenes
norteamericanos que formaron parte de la comisión que
acompañó a Woodrow Wilson a las negociaciones de 1918
de reparaciones de guerra con los rusos, a saber, William
C.Bullit de 28 años, Walter Lippmann de 30, John Foster
Dulles y su hermano Allen de 31 y 26 años, Adolph Berle
de 24. Bullit era el más efervescente de la trouppe de
jóvenes idealistas que soñaron un mundo de paz. Viajó a
Moscú y logró hablar p e r s o n a l m e n t e con Lenin y
consiguió términos aparentemente más favorables que los
esperados por los diplomáticos. Sin embargo advirtió
preparativos de guerra por las calles de Moscú que lo
llevaron a descender de las nubes del optimismo pacifista.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO -— 2 9 3

Comunicó su versión de ia conversación con Lenin a


Wilson y a Lloyd George. Luego la marcha de los aconte-
cimientos aplacó el optimismo idealista de los jóvenes
norteamericanos y varios de ellos- Bullit, Berle, Morison,
Verter - y desertaron de la frágil misión de paz, renun-
ciando al ver la inminencia de desastres bélicos en lonta-
nanza que Wilson se obstinaba en desconocer, creyendo
que sus Catorce Puntos de Paz evitarían las guerras por
mucho tiempo. Se decepcionaron mucho más cuando
Lloyd George dijo, respondiendo a cuestionamienoas de la
oposición en la Cámara de los Comunes que no sabía nada
de viajes a Rusia que jóvenes norteamericanos habían
reportado. Bullit y sus amigos se fueron a la Riviera
francesa, jurando no entrometerse más en asuntos de
negociaciones diplomáticas y cultivar prolijamente el
hedonismo de los balnearios de moda. Otro capítulo
fascinante es el de la transición de Wilson al republicano
Warren Gamaliel Harding. Fue ei cambio cíe las mentes
elevadas de los intelectuales universitarios a las mentes
pueblerinas pero infectadas por un anticornunismo que
veía bolcheviques por todas partes. El magnate petrolero
Edward L. Doheny repetía que el gran peligro era el
socialismo y que en las universidades los profesores
enseñaban doctrinas comunistas. Según Doheney, las ideas
de Henry Ford tenían pizcas de socialismo puesto que
ambicionaba venderles carros a los pobres. Harding tenía
una mentalidad de bungalow, según la frase atribuida a
Wilson. Harding exudaba la atmósfera de un somnoliento
pueblo de Ohio, de acuerdo a la versión recogida por el
historiador demócrata de labios de Alice Roosevelt
Longworth, hija de Teddy Roosevelt. La Casa Blanca pasó
a estampa de aldea: desayuno de pollo frito y pankcakes
bañados de sirope; en la noche, poker y wiskey destilado
en las montañas; tacones de botas tejanas sobre el escri-
torio y escupitajos de tabaco mascado por las alfombras.
Hacía el amor en los closets a sus queridas para cegarle las
miradas a la Duchesse Florence Harding, cuenta Gore
Vidal. Mientras Harding bebía y jugaba con sus amigos de
Ohio para distraerse, porque sentía la Casa Blanca como
2 9 4 — MARIO CASTRO ARENAS

una prisión, el Secretario del Tesoro Andrew Mellon


manejaba las finanzas públicas como si fueran sus finanzas
personales. Cuando Harding estaba leyendo un artículo
favorable a su gobierno en el Saturday Evening Post al
lado de su esposa, empalideció de pronto y empezó a
sudar copiosamente. La Duquesa le tomó el pulso y movió
la cabeza elegantemente peinada. Dijo resignadamente:
"Ya nadie p u e d e herirte, Warren". Un mensajero de
Western Union, horas más tarde, llevó el telegrama fúne-
bre a la casa del vicepresidente Calvine Coolidge cuando
planeaba la medianoche en Plymouth, Vermont. A la luz
vacilante de u n a l á m p a r a de kerosene el p a d r e de
Coolidge, un notario que dormía en un sillón leyendo la
Biblia, miró el telegrama y le requirió que hiciera maletas,
inmediatamente, con trajes y corbatas de color oscuro.
Coolidge no tenía al llegar a Washington ni la menor
idea de cuan lejos galopaba la corrupción. Después de la
indolencia de Harding, la situación exigía un presidente
de carácter para atajar los negociados. "El concepto de
carácter - escribe Schlesinger- • era básico en la moralidad
del conservatisme». J.P. Morgan había establecido el princi-
pio del carácter como un aval persuasivo de las personas,
poco antes de la primera guerra mundial. Los comités
bancarios aducían que la entrega de créditos no estaba
basada en la prosperidad del solicitante de crédito. "No,
señor" replicó Morgan. La primera cosa es el carácter".
Poco a poco se aclararía lo que Morgan y los millo-
narios que rodeaban al gobierno republicano de Coolidge
entendían por carácter. Schlesinger rememora que en 1925
el boletín de la Cámara de Comercio llamaba al hombre de
negocios como la persona más influyente de la nación,
ocupando una posición de liderazgo como nunca antes
había acontecido. Por su lado, el taciturno Coolidge confir-
mó la estrecha alianza de gobierno y negocio privado:
"Este es un país de negocios y yo quiero un gobierno de
negocios". Esa era la esencia de la filosofía republicana
encarnada principalmente por el Secretario del Tesoro y
acaudalado hombre de negocios Andrew Mellon. A los
setenta años, Mellon había sacado ganancias máximas a la
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 295

transformación de Estados Unidos de un país rural a un


enorme emporio industrial. Era entonces un caballero de
gentiles maneras eduardianas y trajes grises y sobrios.
Pero debajo de sus abotonados trajes latía un epicúreo que
degustaba finos vinos, fumaba habanos, y vivía rodeado
de jarrones chinos. Su filosofía de vida y de gobierno se
resumía en las recomendaciones lacónicas de los boletines
comerciales: "El gobierno es sólo un negocio". Sus priori-
dades eran presupuestos balanceados y amortizar deudas,
Pero el interés real de Mellon radicaba en reducir los
impuestos que grababan a los capitalistas de primer nivel.
Existían sobretasas que estimó intolerables: de un ingreso
de cien mil dólares, se tributaba treinta mil al Fisco. "Hav
una diferencia grande entre tributación y confiscación.
Para restaurar la diferencia he propuesto establecer una
tasa máxima de 25%." explicó a la nación con solemnidad
cultivada. Sin agitarse mucho, se dio maña para distribuir
su tiempo entre el gobierno y sus empresas, The New York
Times reportó en 1926 que las compañías de Mellon sólo
en aluminio y petróleo registraron operaciones por 300
millones. Pero al igual que Mellon otros inversionistas
fueron favorecidos no solamente con reducciones de
impuestos sino también con beneficios colaterales conce-
didos a puerta cerrada. En los primeros ocho años de su
gestión en la Secretaría del Tesoro, el Pisco concedió
alicientes tributarios calculados en 3.5 billones de dólares
que no ingresaron al tesoro. Schelensiger condena los
desembolsos millonarios por sus contradicciones en la
equidad y la etica. Si la reducción, de la deuda y los presu-
puestos balanceados constituyeron, supuestamente, un
sedativo para una economía nerviosa, en sentido contra-
rio, reflotó la especulación financiera y las utilidades
desproporcionadas. Mellon actuó pensando que la baja de
impuestos "es una inspiración para el comercio". Por otro
lado, Coolidge levantó una alta muralla de protección
arancelaria a través de las tarifas republicanas de 1922,
creyendo que obstruía las importaciones y promovía las
ventas de mercaderías norteamericanas en el exterior. Se
desmanteló la Federal Trade Commisión creada por la
2 9 6 —- MARIO CASTRO ARENAS

administración Wilson como agencia regulatoria guberna-


mental, pintándola como "un instrumento de opresión, un
bureau público de propaganda socialista". Al desaparecer
la oficina concebida, entre otros fines, para desalentar
monopolios privados, imperó un nuevo status que desre-
guló normas y despejó el camino para la concentración de
poderes económicos privados. Surgieron holdings en los
que se disimulaban las utilidades de las compañías
mediante artimañas contables, como cadenas de comercia-
lización y compras a precios subidos a empresas del
mismo grupo. Grandes firmas engulleron empresas peque-
ñas o las fusionaban a sus holdings. Alrededor de 1930,
doscientas compañías, pasaron a controlar la mitad del
poder empresarial del país. Desde el punto de vista del
gobierno, el poder de la economía privada estaba bajo
manos responsables. Estados Unidos tuvo la percepción de
vivir al filo de una era de abundancia. Hubo una mejora
espectacular en la eficiencia tecnológica y productividad
industrial. El output de hora- hombre en la industria creció
40 por ciento en una década. Pero el desafió central
consistió en distribuir las ganancias de la productividad en
una forma equilibrada que mantuviera el empleo y el nivel
de prosperidad. De acuerdo a las reglas económicas orto-
doxas, la reducción de los costos de producción debía
repercutir o en la reducción de precios o en el crecimiento
de los salarios, o en ambas cosas. Sin embargo, la rigidez
de la economía creada por el proceso de concentración del
poder económico, anestesió el mercado. El sistema de
precios, tan delicadamente sensitivo en la teoría clásica,
fue cambiando a una etapa de inactividad indolente en la
práctica por los desbalances surgidas del proceso de
concentración. Los peces gordos tragaron a los peces
chicos. Las ganancias fueron capturadas por los sectores
poderosos, mientras se debilitaban los sectores medíanos y
pequeños desquilibrados por el desbalance. Los beneficios
de las instituciones financieras tuvieron un salto fantástico
de 150 por ciento. El incremento de los beneficios presionó
la cotización de los valores y así los especuladores
encontraron la forma más rápida de obtener cash para
EL LIBERALISMO - EL PEîMSAxVIIENTO POLÍTICO -— 2 9 7

reciclar los mecanismos de bolsa y adquirir nuevos valores


y repetir el mecanismo ad infinitum. Apareció el dinero
barato por acción de jugadas de bolsa sin tomar en cuenta
los stocks industriales, más la inexistencia de costos finan-
cieros. Muchas corporaciones usaron el dinero barato para
expandir sus plantas industriales y el flujo de mercaderías,
sin importales que el mercado estaba atestado de ellas.
Otras empresas recondujeron sus fondos más y más a la
especulación bursátil, inflando la burbuja de un creci-
miento que al principio dio la impresión de una importan-
te bonanza. Por ejemplo, la industria automotriz contri-
buyó al desarrollo de la producción de acero, caucho,
herramientas, combustible, caminos, y obras públicas.
Pero poco a poco fue desvaneciéndose el espejismo del
crecimiento industrial incubado por el dinero abatarado de
la especulación y se comprendió dramáticamente que el
apogeo se sostenía, principalmente, en papeles. En 199.9 el
2.3 por ciento de la población con ingresos por encima de
los diez mil dólares era responsable de los clos tercios de
15 billones de dólares en ahorros. Sesenta mil familias
vivían con ios ingresos más altos de la nación por debajo
de 25 millones. Por otro lado, la depresión rural distor-
sionaba la estructura de la demanda. Pos farmers habían
perdido los mercados extranjeros, y, después de la guerra,
casi habían cesado ele exportar. La reducción del aporte de
la agricultura desató un desbalance decisivo en la econo-
mía. Los republicanos creían en el boom de los negocios, y
no tomaban en cuenta la estrechez de la producción
agrícola en sus pronósticos cuasi místicos de crecimiento.
Coolidge remarcó filosóficamente al director del Farm
Loan Bord, dice Schelensigner, que los agricultores nunca
ganaban dinero. Los atribulados farmers sobrevivían en
condiciones difíciles, bajo la amenaza de ser expulsados de
las tierras por el incumplimiento al pago de las hipotecas.
Los nubarrones de la crisis avanzaban sombríamente
del campo a la ciudad cuando en 1929 llegó al poder un
ingeniero de ideología republicana cuya capacidad profe-
sional había brillado en los puentes de Mandalay, en los
desiertos de Australia y en las minas de oro del Transvaal,
298 MARIO CASTRO ARENAS

antes de ocupar la Secretaría de Comercio en el gobierno


de Coolidge. Había reabsorbido su éxito profesional como
el triunfo del individualismo típicamente norteamericano.
Su vida era el credo de un self made man y de su credo
había extraído una filosofía general para todos los hom-
bres de su generación. Gracias a la articulada inteligencia
que imprimió en sus recorridos por el mundo entero, allá
por 1909, Hoover gozaba de fortuna personal. Estaba
convencido que había abierto una trocha en el mar para
que la cruzaran los nuevos peregrinos del desierto rocoso
del Sinaí. El recorrido había empezado en su natal West
Branch, Iowa. Después de su larga peregrinación por
Shangai, Ciudad del Cabo, Bruselas y Londres, la tierra
p r o m e t i d a lo esperaba en Washington. Schelesinger
reconstruyó con estas palabras su camino a la Casa Blanca:
"Por 1908, Hoover había hecho la base de su fortuna
personal. El decidió ponerse en marcha desde sus oficinas
de ingeniero consultor. En poco tiempo, tuvo oficinas
desde San Francisco hasta Petrogrado, y fue figura domi-
nante, abiertamente, o en las sombras, en grandes consor-
cios de estilo eduardiano" - Russo- Asiatic Consolidated,
the ínter.- Argentine Syndicate, the Ïnter.-Siberian
Syndicate, Norther Nigerian Tin Mines, y muchos otros.
Sus intereses se extendían del Yukon a la Tierra del Fuego
y de las Montañas de Altai a las Sierras. "Mis ingresos
acumulados por actividades profesionales en varios países
probablemente excedían los de cualquier otro ingeniero
americano" relató Hoover. Había disfrutado las delicias de
la Inglaterra pre-primera guerra mundial y en conjunto de
los lugares más confortables de vivir en aquella época en
el mundo entero. Desconocía entonces que la Casa Blanca,
la tierra prometida, tenía trampas ocultas por doquier,
cuya amargura lo llevó a revivir persistentemente los días
dorados de su juventud trashumante. La guerra desinte-
gró su paraíso de cartón piedra y esa desilusión impregna
su libro "Individualismo Americano". Marcó diferencias
enérgicas con el individualismo europeo, para él, lleno de
egoísmo y petulancia. Marcó, también, significativos
contrastes entre su concepción del individualismo ameri-
EL LIBERALISMO » EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 299

cano forjado por los pioneers en las praderas abiertas y el


colectivismo socialista que despedazaba la personalidad.
Estaba convencido que la ruta del radicalismo europeo, de
la Revolución Francesa a la Revolución Rusa, llevaba a la
pauperización de las masas, mientras que la Revolución
Americana abrigaba oportunidades inéditas a quienes se
guiaban por su esfuerzo individual y no por doctrinas.
Aclaró, sin embargo, que se debía neutralizar las tenden-
cias egoístas del individualismo para afirmar dos grandes
principios morales, los principios de o p o r t u n i d a d y
servicio". Hoover no respondía a la estirpe de los Mellon o
los Vanderbilt. Tuvo una resuelta vocación de servicio que
puso de manifiesto en sus períodos como Secretario de
Comercio bajo Coolidge y como presidente de la nación.
Como Secretario de Comercio se convirtió en promotor de
las inversiones en el exterior y éstas como promotoras de
la imagen de la prosperidad norteamericana en ultramar.
Sin embargo, la crisis del 29 puso de .manifiesto que no íe
tornó el pulso en forma adecuada a la situación interna, A
su sugerencia, se convocó una conferencia sobre la
desocupación durante el gobierno de Harding en 1921, en
la que se llegó a la conclusión que se trataba de un proble-
ma que debía, resolverse a nivel de cada comunidad,
cerrándose los ojos a la dimensión nacional de la crisis. Por
contraste, Franklin D. Roosevelt, presidente de la comisión
americana de la construcción por esa época, recomendó
encarar los perjudiciales picos de inflación que podrían
llevar a una depresión iguálente nociva, que planteaba
desde 1923 el encaramiento colectivo del problema. En la
campaña electoral de 1928, Hoover insistió en repetir que
los gobiernos republicanos durante siete años consecutivos
habían sentado una nueva base en la relación entre el
sector privado y el Estado, convalidando la tesis jubilosa
de Harding y Coolidge que el gobierno debía adminis-
trarse como un negocio:
"Sin las sabias políticas que el Partido Republicano
hizo efectivas durante los pasados siete años y medio no
habríamos podido gozar de la gran prosperidad. La conti-
nuación de las políticas republicanas es fundamentalmente
300 MARIO CASTRO ARENAS

necesaria para seguir fomentando ei avance de ese pro-


greso". Remató con una patada en ei tobillo de los demó-
cratas, añadiendo que las amenazas a la prosperidad eran
las políticas demócratas en la agricultura y el presagio de
que el poder público aplicara ideas socialistas a los nego-
cios. El pueblo norteamericano, por tanto, debía resolver el
dilema de elegir entre el "vigoroso individualismo"
republicano versus la filosofía controlista demócrata. Las
palabras de Hoover dejaron sentado la responsabilidad
colectiva del Partido Republicano en las políticas econó-
micas. De esa manera, cuando se desencadenó la crisis, las
críticas no fueron a personas, ni a la acción personal de
funcionarios o a movidas de empresarios privados, sino al
sistema de gobierno construido por el partido republicano.
Hoover le puso la soga al cuello al partido republicano por
el tono arrogante de su discurso político. Schlesinger
resume las causas del colapso a los siguientes puntos: 1) la
disposición administrativa de mantener precios para inflar
beneficios, mientras los holdings privados bajaban ios
salarios y trapeaban los precios de materiales afectando el
poder adquisitivo de agricultores y obreros. Este patrón de
distribución de ingresos no podía alargar la prosperidad.
2) siete años de inversión de capitales en altas tasas
habían creado una sobreproducción y se había saturado la
economía. Era sintomático el perezoso comportamiento de
las industrias automovilísiticas y de la construcción. 3) La
succión de ganancias debidas al dinero abaratado al Stock-
Exchange convirtió al mercado de valores en un casino. 4)
El desplome del mercado de valores completó la debacle.
5) En resumen, el gobierno federal aprobó y alentó las
políticas que d e s e m b o c a r o n en la crisis del 29,
concentrando el poder económico en pocas manos, por
acción directa de los magnates que trabajaron en los
regímenes republicanos durante siete años sucesivos y
maniobraron en las reducciones de impuestos, abaratando
el dinero y fomentando la especulación en el mercado de
valores. Fue un error descomunal poner por encima los
intereses particulares a los intereses nacionales, con un
modelo de gobernar el país como si fuera un negocio.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 301

Fue, en consecuencia, la crisis de un viejo orden,


como sostiene Schelesinger, no una eventualidad finan-
ciera coyuntural y pasajera, la que estalló a finales de la
década de los veinte. La crisis de una sociedad tradicional,
la crisis de una visión del mundo y del país, la crisis de
una filosofía que involucraba una filosofía de gobierno a
manos de políticos y empresarios privados. El acucioso
historiador recopiló un listado de opiniones elocuentes de
grandes empresarios que el mismo año de crisis seguían
hablando maravillas del sistema republicano, Henry Ford,
Charles M. Schwab, chairman of the board de Bethlehem
Steel, George Roberts, vicepresidente del Nacional City
Bank de Nueva York y John E. Edgerton, presidente de la
asociación de manufactureros. Después de varios meses
del crash, Andrew Mellon sostenía tercamente que no veía
nada en la presente situación que justificara el pesimismo,
En la primavera de 1930 cuatro millones de norteameri-
canos estaban desempleados sin trabajo a la vista. Hoover
decidió que había llegado el principio de la era de los
cambios y convenció a Mellon que dejara la secretaría del
tesoro y partiera a Londres corno embajador d o n d e
resplandecerían sus buenas maneras en la corte de Saint
James y de paso se aprovisionaría de nuevos y sobrios
trajes grises a la medida. Mientras tanto el desempleo
seguía alimentando, año a año: cuatro millones en 1930,
ocho millones en 1931, doce millones en 193?,. Uno de cada
cuatro trabajadores estaba buscando trabajo.
El político del Nuevo Orden no salió de las fatigadas
filas de los desocupados ni de las bibliotecas de los intelec-
tuales progresistas sino de Hyde Park, donde las "River
families 7 ' de las lujosas mansiones de las orillas del
Hudson tenían un pasar placentero que ni la Depresión
ensombrecía. Franklin D. Roosevelt, hijo de James
Roosevelt y de la aristocrática Sara Delano, cuyos padres
eran viejos amigos de club y cabalgatas. Desde niño se
había familiarizado con Europa. Pasaba los veranos
pedaleando por la Selva Negra con la escolta de un tutor
alemán. Fue educado por una institutriz francesa que lo
aficionó a los relatos de la historia y al cultivo de lenguas
302 -— MARIO CASTRO ARENAS

extranjeras. En 1900 ingresó a Harvard donde sus profe-


sores rápidamente le apreciaron por la rapidez con que
asimilaba las lecciones. La muerte de su padre estrechó
más la devoción por su madre. Viuda orgullosa de su
origen, Sallie Roosevelt protegía las relaciones sociales de
su hijo sin que percibiera su celo. Sin embargo, se sorpren-
dió cuando Franklin le comunicó que estaba enamorado
de su prima Eleanor Roosevelt y deseaba casarse sin
demora. Sallie amaba a los Roosevelt, pero, después de la
noticia de Franklin, entendió los límites de la moderación.
No hubo manera, sin embargo, de que pudiera desalentar
la posibilidad de tener una nuera que también era su
sobrina. La madre de Eleanor murió de difteria cuando
ella tenía ocho años. Y, dos años más tarde, se estremeció
su soledad con el fallecimiento de su padre Elliot. En 1904,
Franlin fue aceptado en la escuela de leyes de Harvard.
Fue estudiante y esposo a medio tiempo. Contaron sus
amigos que recién la pareja vivió una verdadera luna de
miel después de graduarse. Luego de una experiencia
efímera en un bufete al servicio de corporaciones privadas,
F.D.R empezó a sentir el estímulo de las causas públicas,
interesándose en problemas municipales hasta que llegó a
ser senador estatal por Duchess County. En el ejercicio de
esas nuevas funciones trabó relaciones de amistad de un
desaliñado reportero del New York Herald, un periodista
de dedos amarillentos de tabaco y corbata permanen-
temente deshilvanada llamado Louis McHenry Howe.
Según Schlesinger, el astuto reportero despreciado por
Eleanor suplemento la inexperiencia de F.D.R. con la
astucia adquirida como espectador del ruedo político.
"Roosevelt adquirió una nueva dimensión en política
cuando Howe empezó a asesorarlo y éste a su vez reforzó
su identidad como persona al lado del joven patricio.
F.D.R. fue reeelegido senador estatal en 1912. Woodrow
Wilson estaba buscando un asistente de la Secretaría de
Marina cuando en los medios demócratas cobraba fuerza
el nombre del primo de Theodore Roosevelt. Su afición
por los veleros se convirtió en una actividad rentada. Viajó
a Washington con su asesor Howe. Su trabajo como asis-
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO -— 3 0 3

tente del Secretario de Marina, consistió en supervisar los


contratos y negocios de la armada. Al lado del Secretario
Daniels conoció a los peces gordos del partido y también
al enjambre de representantes de la industria naval que
zumbaba alrededor de los contratos de la flota. Pero su
verdadera incorporación a la maquinaria de Tammany y
su alianza con los grandes bosses del partido como
McAdoo advino con su candidatura al senado federal en
1917. Fue una candidatura negociada a espaldas del Secre-
tario Daniels y del asesor Howe. F.D.R. quería organizar su
propia maquinaria política, pero entendió que esto le
ganaba el resentimiento de Tammany y se comportó con
discreción, a instancias tardías pero certeras de Howe.
Había llegado al centro del poder y cada paso debía ser
analizado al revés y al derecho para no frustrarse en el
camino como tanta gente. Las inquietas relaciones con
japón y México levantaron el interés gubernamental por la
Marina. Japón emergía como una potencia naval dispuesta
a salirle al paso a la expansión de Estados Unidos por las
islas del Pacífico Sur. F.D.R. recomendó movimientos
estratégicos de la flota americana por el área, pero Wilson
vetó la sugerencia porque iban contra la corriente ele su
obsesivo pacifismo diplomático, Una misiva confidencial
de Theodore Roosevelt que leyó F.D.R., advertía las
intenciones japonesas y presagiaba la confrontación que
derivaría cíe la rivalidad naval y posibles ataques por
sorpresa. Retuvo en la memoria las advertencias ele su
primo, después de Pearl Harbor.
El servicio de inteligencia comunicó que F.D.R figu-
raba en una lista de funcionarios eliminables preparada
por agentes alemanes residentes en Washington y sugirió
que llevara pistola. El riesgo no lo amedrentó. Más aún,
propuso al Secretario Daniels un viaje a Europa para
entablar formas de contacto personal con los oficiales de la
Marina de los países aliados. El viaje fue por mar. Un
destroyer escoltaba a la nave, con luces apagadas en las
noches. En las vecindades de las islas Azores pululaban
submarinos alemanes. Sin contratiempos arribó a Londres
donde en una cena de Lloyd George conoció a un brillante
304 • MARÍO CASTRO ARENAS

sujeto de cuarentaitantos años casado con una norteame-


ricana. William Spencer Churchill recordó en sus memo-
rias la presencia del joven norteamericano en la cena de
Gray's Inn en la que distinguió su juventud y fuerza de
personalidad. Abrirse paso en política es atravesar un
bosque de orquídeas y hortigas. F.D.R. acumulaba simpa-
tías con su sonrisa de dientes perfectos; pero también se
compactaban a su alrededor odios y resentimientos. El
Secretario Daniels reveló en sus memorias que Wilson lo
declaró persona no grata al círculo estrecho de sus afectos
aparentemente políticos, aunque no es improbable que la
antipatía del presidente viudo estuviera enlazada al
susurrado affaire de F.D.R. con Lucy Mercer, exsecretaria
de Eleanor y segunda esposa de W.R.W. Pero ya nada
podía detener el irresistible avance por los pasadizos
tortuosos y planicies de la política. Se rumoró el nombre
de F.D.R. en la campaña en que contendieron Al Smith y
James M.Cox. El Chicago Tribune recogió los disgustos
surgidos alrededor de F.D.R. y dijo que compararlo a su
primo Theodore equivalía a comparar una almeja a un oso.
Cuando el republicano Harding tomó el poder a F.D.R. le
ocurrió algo peor: los primeros síntomas de la poliomelitis
empezaron a debilitarle seriamente las piernas. Un paseo a
Campobello Island, con el añadido de un incendio forestal
que se empeñó en apagar, lo dejó con las piernas agarro-
tadas en lo que pareció el principio de un fuerte resfriado.
Quedó prácticamente tullido en. la cama, sin fuerzas para
ponerse en pie. Uno de los médicos ele cabecera aventuró
el diagnóstico de un lumbago pasajero que se podía elimi-
nar con masajes. Análisis, exámenes, consultas sucesivas
llegaron a la conclusión temida para un hombre de la
energía vital de F.D.R. El ataque de la poliomielitis lo
condenaba a la parálisis de las piernas. Podía intentarse
ejercicios de barras paralelas, o baños en la piscina. Mule-
tas o silla de ruedas, no hubo alternativa. Es el momento
en que Schlesinger relata cómo, mientras su madre se
alegraba en el fondo porque podía alejarse del triquitraqui
de la política y recluirse en Hyde Park para llevar la
existencia sedentaria de un caballero de su estirpe, F.R.D. y
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO ----- 3 0 5

su esposa Eleanor decidieron que no sería un paralítico


convencional y que seguiría luchando por abrirse paso,
con silla de ruedas o muletas, hasta la Casa Blanca. Deci-
sión heroica que mantuvo contra la opinión profesional de
todos los médicos que le auscultaron en aquéllas duras
jornadas. Un viejo amigo, George Foster Peabody, le reco-
mendó baños en las aguas termales de Warm Springs,
Georgia, de 89 grados. Luego de solicitar a médicos ami-
gos que investigaran las propiedades de las aguas terma-
les, decidió crear una fundación con un aporte financiero
personal de doscientos mil dólares para que Warm Springs
pudiera atender a otros aquejados de polio. Fue Warm
Springs un balneario legendario, símbolo de la resistencia
contra la poliomielitis con métodos de medicina tradicio-
nal. Por momentos fue el cuartel general del destino
político de F.D.R. Desde allí impulsó la candidatura a la
gobernación de NuevaYork en medio de las críticas
despiadadas de la prensa republicana cruelmente concen-
trada en mostrarlo como un discapacitado que no podía
"correr" en la campaña. El equipo de asesores se fortaleció
con el asesoramiento de Henry Morgenthau Jr. y de jóve-
nes abogados inspirados en su ejemplo de lucha contra las
a d v e r s i d a d e s . Los ideales del futuro Welfare State
surgieron en ios temas de apoyo a Smith que, en verdad,
condensaban su filosofía política personal. Dijo,
respondiendo a los republicanos: "Si el programa de
reducción de las horas de trabajo de mujeres y jóvenes es
socialista, somos socialistas. Y si el p r o g r a m a de
mejoramiento de los hospitales y prisiones del estado son
socialistas, somos socialistas ... y estamos orgullosos de
este nombre". F.D.R. buscó una aproximación estrecha
entre los ideales del partido demócrata y la filosofía
liberal, con el acento puesto en la ayuda estatal a la reso-
lución de los problemas sociales. Analistas y operadores
políticos se m o s t r a r o n confundidos al ver que el
gobernador de Nueva York se involucraba en el desem-
pleo, educación, salud, ayuda comunitaria y en otros
aspectos de dimensión nacional. Veían el árbol de la
gobernación de Nueva York, mas no el bosque de la grave
304 MARIO CASTRO ARENAS

sujeto de cuarentaitantos años casado con una norteame-


ricana. William Spencer Churchill recordó en sus memo-
rias la presencia del joven norteamericano en la cena de
Gray's Inn en la que distinguió su juventud y fuerza de
personalidad. Abrirse paso en política es atravesar un
bosque de orquídeas y hortigas. F.D.R. acumulaba simpa-
tías con su sonrisa de dientes perfectos, pero también se
compactaban a su alrededor odios y resentimientos. El
Secretario Daniels reveló en sus memorias que Wilson lo
declaró persona no grata al círculo estrecho de sus afectos
aparentemente políticos, aunque no es improbable que la
antipatía del presidente viudo estuviera enlazada al
susurrado affaire de F.D.R. con Lucy Mercer, exsecretaria
de Eleanor y segunda esposa de W.R.W. Pero ya nada
podía detener el irresistible avance por los pasadizos
tortuosos y planicies de la política. Se rumoró el nombre
de F.D.R. en la campaña en que contendieron Al Smith y
James M.Cox. El Chicago Tribune recogió los disgustos
surgidos alrededor de F.D.R. y dijo que compararlo a su
primo Theodore equivalía a comparar una almeja a un oso.
Cuando el republicano Harding tomó el poder a F.D.R. le
ocurrió algo peor: ios primeros síntomas de la poliomelitis
empezaron a debilitarle seriamente las piernas. Un paseo a
Campobello Island, con el añadido de un incendio forestal
que se empeñó en apagar, lo dejó con las piernas agarro-
tadas en lo que pareció el principio de un fuerte resfriado.
Quedó prácticamente tullido en la cama, sin fuerzas para
ponerse en pie. Uno de los médicos de cabecera aventuró
el diagnóstico de un lumbago pasajero que se podía elimi-
nar con masajes. Análisis, exámenes, consultas sucesivas
llegaron a la conclusión temida para un hombre de la
energía vital de F.D.R. El ataque de la poliomielitis lo
condenaba a la parálisis de las piernas. Podía intentarse
ejercicios de barras paralelas, o baños en la piscina. Mule-
tas o silla de ruedas, no hubo alternativa. Es el momento
en que Schlesinger relata cómo, mientras su madre se
alegraba en el fondo porque podía alejarse del triquitraqui
de la política y recluirse en Hyde Park para llevar la
existencia sedentaria de un caballero de su estirpe, F.R.D. y
E L L I B E R A L I S M O •- E L P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O - - - 305

su esposa Eleanor decidieron que no sería un paralítico


convencional y que seguiría luchando por abrirse paso,
con silla de ruedas o muletas, hasta la Casa Blanca. Deci-
sión heroica que mantuvo contra la opinión profesional de
todos los médicos que le auscultaron en aquéllas duras
jornadas. Un viejo amigo, George Foster Peabody, le reco-
mendó baños en las aguas termales de Warm Springs,
Georgia, de 89 grados. Luego de solicitar a médicos ami-
gos que investigaran las propiedades de las aguas terma-
les, decidió crear una fundación con un aporte financiero
personal de doscientos mil dólares para que Warm Springs
pudiera atender a otros aquejados de polio. Fue Warm
Springs un balneario legendario, símbolo de la resistencia
contra la poliomielitis con métodos de medicina tradicio-
nal. Por momentos fue el cuartel general del destino
político de F.D.R. Desde allí impulsó la candidatura a la
gobernación de NuevaYork en medio de las críticas
despiadadas de la prensa republicana cruelmente concen-
trada en mostrarlo como un discapacitado que no podía
"correr" en la campaña. El equipo de asesores se fortaleció
con el asesoramienío de Henry Morgeníhau jr. y de jóve-
nes abogados inspirados en su ejemplo de lucha contra las
a d v e r s i d a d e s . Los ideales del futuro Welfare State
surgieron en los temas de apoyo a Smith que, en verdad,
c o n d e n s a b a n su filosofía política personal. Dijo,
respondiendo a ios republicanos: "Si el programa de
reducción de las horas de trabajo de mujeres y jóvenes es
socialista, somos socialistas, Y si el p r o g r a m a de
mejoramiento de los hospitales y prisiones del estado son
socialistas, somos socialistas ... y estarnos orgullosos de
este nombre". F.D.R. buscó una aproximación estrecha
entre los ideales del partido demócrata y la filosofía
liberal, con el acento puesto en la ayuda estatal a la reso-
lución de los problemas sociales. Analistas y operadores
políticos se m o s t r a r o n confundidos al ver que el
gobernador de Nueva York se involucraba en el desem-
pleo, educación, salud, ayuda comunitaria y en otros
aspectos de dimensión nacional. Veían el árbol de la
gobernación de Nueva York, mas no el bosque de la grave
306 ~—• MARIO CASTRO ARENAS

problemática social engendrada por la Depresión que el


gobierno republicano de Hoover y los empresarios en el
p o d e r m i n i m i z a b a n i r r e s p o n s a b l e m e n t e . Bajo esa
atmósfera de incomprensión de las políticas emprendidas
por F.D.R. Walter Lippmann comentó en su columna leída
por millones de costa a costa:" El problema con Franklin
D. Roosevelt es que su mente no es muy clara, sus metas
no son simples y sus métodos no son directos". Ex socia-
lista reconvertido a la glorificación del individualismo
capitalista, Lippmann no entendía el tránsito de Hyde
Park a Washington. En sentido contrario al célebre colum-
nista, numerosos profesores universitarios interpretaban el
sentido del cambio preconizado por ED.R, y sus asesores y
se alistaban para remover las arcaicas estructuras del viejo
orden de Hoover, Mellon, Vanderbilt y otros millonarios
en funciones de secretarios de estado. Pero el cambio más
significativo era consecuencia de la enfermedad de F.D.R.:
"Sin transformar su intelecto"™ anota Schlesinger -, la
enfermedad le dio n u e v o poder y penetración. La
inmovilidad forzada concentró su energía y voluntad.
Cuando le preguntaban cómo lo había logrado respondía
que los amigos de dos piernas pasaban el tiempo jugando
golf o disparándole a los patos en las cacerías, él hacía
ejercicios con un libro al lado. El había aprendido a
concentrarse. Sólo los íntimos de Roosevelt vieron esos
aspectos a veces enigmáticos, con vislumbramientos temi-
bles. Los ojos eran cordiales, pero impenetrables, la sonrisa
genial pero evasiva, las maneras abiertas pero inescru-
tables. Todo indicaba que interiormente resultaba inacces-
ible". Tampoco los intelectuales de izquierda entendieron
antes de iniciarse el New Deal cuál era la sustancia de los
cambios en el estilo del gobierno que F.D.R. estaba
concibiendo. Se precipitaron en publicar un manifiesto
denominado la "Cultura y la crisis de octubre" en el que
sostenían que si el republicanismo era la bancarrota, los
demócratas eran la demagogia de los republicanos.
Sostuvieron que el comunismo suministraba la línea del
progreso social y que no existía otra alternativa en la liza.
"El capitalismo es destructivo de toda las formas de
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO — • 3 0 7

cultura y el comunismo desea salvar la civilización del


abismo en que lo precipita el mundo en crisis". Firmaron
el manifiesto John Dos Passos, Theodore Dreiser,
Sherwood Anderson, Erskine Caldwell, Edmund Wilson,
Malcolm Cowley. Lincoln Steffens. Mientras tanto, Hoover
aseveró que la política de Roosevelt era la misma que
había envenenado Europa, el humo del caldero de las
brujas que hervía en Rusia". Y en el período de trans-
ferencia del poder insinuó a F.D.R. que tomara su posta en
una reunión convocada para tratar la deuda externa y
aceptara decisiones asumidas por el gobierno republicano
en las vísperas de abandonar la Casa Blanca. Schlesinger
marca el contraste en las actitudes del gobierno saliente y
el entrante debido primordialmente a que éste estaba
concentrado en la elaboración del programa económico y
social de salida de la Depresión, y en la nominación del
gabinete, en tanto los republicanos maniobraban para
enredar al gobierno demócrata. Conciente de la respon-
sabilidad que se avecinaba, F.D.R. tuvo muy en claro que
recibía un legado presidencial de trascendencia histórica
que exigiría el desarrollo ilimitado de sus facultades de
estadista. Como indica Schlesinger, si Washington perso-
nificó la idea de la unión federal, Jefferson y Jackson la
idea de la democracia, Lincoln la idea de libertad, Cleve-
land la honestidad, F.D. encontró la o p o r t u n i d a d ele
reaplicar esos valores bajo nuevas condiciones históricas.
"El objetivo • • enfatizó F.D.R. en uno de sus discursos antes
de la toma ele posesión • • es poner a la cabeza de la nación
a alguien cuyos intereses no sean particulares sino gene-
rales, alguien que comprendiera y tratara al país como
"totalidad". Para ello necesitaba reafirmar en la delicada
coyuntura que Estados Unidos surgiera como una entidad
orgánica, sin intereses de clase, secciones o cualquiera otra
forma de separación porqxre los intereses de todos estaban
por encima. Lo animaba el espíritu del Nuevo Naciona-
lismo y la Nueva Libertad. Había recorrido cuarentaiun
estados para conocer la realidad social y económica in situ
antes de entrar a la Casa Blanca y caer atrapado por
complicaciones protocolares y burocráticas. Uno de sus
308 MARIO CASTRO ARENAS

asesores más capaces, el abogado Félix Frankfurter escri-


bió después de la elección que F.R.D. estaba muy bien
equipado para comprender la expresión de los diversos
intereses, esperanzas, sentimientos, y pensamientos de las
múltiples fuerzas que se unifican en la nación. Excepto la
Guerra Civil, ningún otro presidente encaraba un desafío
como la quiebra de economía y voluntad amasijada en la
Depresión. Los peligros no solamente estaban en casa. En
el año de 1933, a innumerables kilómetros de distancia, el
presidente alemán Von Hindenburg, desde una iluminada
oficina de la Cancillería, rígido y erecto, contemplaba,
columna tras columna, el desfile de antorchas por las
sombrías calles de Berlín de la juventud nazi. En otra
ventana, sonreía con soberbia y malevolencia, Adolfo
Hitler. Por contraste, por la misma fecha, F.D.R. sentado en
una silla de ruedas en su residencia- hospital de Warm
Spring celebraba cincuentaiun años, serenamente, en
medio del discreto regocijo de su esposa y sus familiares,
aguardando los desafíos espantosos del porvenir.

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3 1 2 -— MARIO CASTRO ARENAS

Milton Friedman (1912)


La mente de un economista norteamericano, nacido
en Brooklyn, Nueva York, hijo de inmigrantes judíos
oriundos de la Besarabia, hoy conocida como Moldavia,
reivindicó y actualizó la doctrina del laissez faire de Adam
Smith con una solvencia académica que le valió la conce-
sión del Premio Nobel de Economía. Desde muy temprano
se abrió paso, pues a la muerte de su padre, cuando tenía
quince años, tuvo que ganarse el sustento y pagarse los
estudios. Los profesores de la secundaria no se sorpren-
dieron cuando lo que había revelado como estudiante de
matemáticas llevaron rápidamente a Milton Friedman a
las páginas de los genios precoces de la Universidad de
Rutgers. Por entonces no había estudiado las obras de Von
Mises y Hayek . Antes de graduarse consideró las opcio-
nes de la Universidad de Chicago, centro de las teorías del
neoliberalismo, y de la Universidad de Columbia, donde
la economía se enseñaba a partir de bases de aplicación
empírica. Un sentimiento algo difuso lo i m p u l s ó a
Chicago, accediendo a un entorno económico nacional
regido por el New Deal en pleno proceso de ejecución de
i m p r e s i o n a n t e s obras de infraestructura alentadas
principalmente por el gobierno de Franklin D. Roosevelt
para paliar el desempleo galopante desencadenado por la
Depresión. En 1935 apenas se habían cumplido tres años
del gobierno demócrata y Friedman tenía 23 años y
muchas necesidades materiales insatisfechas. Fue recluta-
do por el New Deal a la búsqueda de talentos jóvenes de
las facultades de economía para que trabajaran en la
Comisión Nacional de Recursos. Su trabajo consistía en
aportar información fidedigna sobre aspectos del consu-
mo. Siguió prestando servicios al gobierno de Roosevelt
más adelante al lado del conocido economista Kuznets en
la Conferencia sobre el Ingreso y la Riqueza. Era una
mezcla de investigador de los resortes internos de la
economía a la vez que un asesor entrenado para sumi-
nistrar estudios y memorandum sobre la coyuntura. En la
universidad de Chicago tuvo como compañera de clases a
Rose Director, que en 1938 se convirtió en su esposa y
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO -— 3 1 3

parte de un team de estudios económicos. A medida que


fue adentrándose en los mecanismos de subsidios, control
o supervisión de precios, en suma, de la política planifi-
cadora del Estado de Beneficencia, característicos de la era
de Roosevelt, Friedman encontraba que los postulados de
la Escuela de Chicago favorables a la economía libre y a la
no ingerencia estatal lo empujaban a una toma de decisión.
Sin embargo, resguardando su modus vivendi, continuaba
colaborando con la administración estatal, que, por otro
lado, le permitía un conocimiento directo del plano
práctico del manejo económico. En la Oficina Nacional de
Investigaciones Económicos emprendió estudios empíricos
que ampliaron sus conocimientos y afinaron sus puntos de
vista. Una de sus investigaciones fue sobre el ejercicio de
la medicina y las oportunidades u obstáculos que encon-
traban los estudiantes de medicina para graduarse. Había
escasez de profesionales de la medicina, Clínicas privadas
y hospitales públicos reclamaban más doctores y no tenían
respuesta. Friedman identificó el alto costo de los estudios
de medicina como el gran factor del desaliento de la
carrera. En su informe abogó por un costo más bajo de la
enseñanza universitaria. Algunos doctores atacaron a
Friedman sosteniendo que la rnasiíicación de la medicina
que él propugnaba acabaría arruinando lo que debía ser
una sólida formación científica. Friedman observó que el
círculo de ios médicos en ejercicio formaba una oligarquía
científica obstinada en cerrarle las puertas a ios aspirantes
pobres y así eliminar la competencia profesional en el área
institucional. Más adelante tropezó con otros intereses
poderosos cuando laboró en la Fundación para la Educa-
ción Económica, contratado para estudiar el problema de
la vivienda. La política de vivienda se regía rígidamente
por los ingresos salariales de los solicitantes de hipotecas
y, en función de ello, resolvía la aprobación o desapro-
bación de las hipotecas. Friedman recomendó que se
liberalizara por completo el mercado de vivienda, a pesar
de las desigualdades del ingreso, que pudieran corregirse.
Simultáneamente lo criticaron liberales y keynesianos.
De regreso a la Universidad de Chicago, Friedman rompió
3 1 4 — MARIO CASTRO ARENAS

con los últimos hilos que lo habían enlazado a la adminis-


tración estatal y se definió como un liberal de avanzada. El
mercado debía ser el soberano de la dinámica económica,
debía marcar las pautas de la economía positiva tratada
con rigurosa objetividad científica como si fuera una
ciencia exacta. La economía positiva, de acuerdo a sus
apologistas, es, en principio, independíente de considera-
ciones éticas. Como esclareció Keynes, la economía debe
basarse en lo que es, no en lo que debe ser, partir de
realidades desligadas de buenas intenciones. Consolidó su
criterio con la experiencia adquirida en un estudio de la
Universidad de Columbia con la finalidad de estimar
cómo calcular la inflación futura y determinar el índice
tributario para bloquearla. Su desenvolvimiento como
economista al servicio del gobierno lo había encarrilado a
la investigación de asuntos microeconómicos. En la
Universidad de Chicago inició los estudios macroeconó-
micos que ampliaron su visión y comprensión de los fenó-
menos económicos. Por este camino se entrenó en trabajar
con modelos para mostrar el funcionamiento de la econo-
mía como un conjunto, Así fue que abordó la teoría
cuantitativa del dinero y pudo analizar los principios de
Lord Keynes desde perspectivas generales. Blindado por
la teoría y la praxis, Friedman emprendió estudios como
Ensayos sobre la Economía Positiva, Ensayos sobre la
Brecha inflacionaria, Estructura Monetaria y Fiscal de la-
Estabilidad Económica, Un p r o g r a m a de estabilidad
monetaria y reforma b anearía, Estudios de la Teoría
Cuantitativa del Dinero, El Bakmce de Pagos. Tipos de
cambio libres y tipos fijos, y otras monografías traducidas
al español. La Historia Monetaria de Estados Unidos lo
avaló como importante teórico de la escuela monetarista.
Los gobiernos de Kennedy y Jonson recibieron su
asesoramiento especializado.
Examinaremos algunas de estas obras, seleccionándo-
las por la vigencia p e r m a n e n t e de sus temas. "Un
programa de estabilidad monetaria y reforma bancada",
verbigratía, constituye un asunto de perenne análisis y
debate de los regímenes contemporáneos de gobierno.
EL LIBERALISMO » EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 315

Friedman, como liberal convicto y confeso, empieza


abordando un asunto crucial: por qué el gobierno debe
intervenir en cuestiones monetarias y bancadas. Admite
que "la necesidad de la responsabilidad gubernamental en
el sistema monetario ha sido ampliamente reconocida
desde hace tiempo. En el caso de Estados Unidos está
explícitamente prevista en la cláusula constitucional que
da al Congreso el poder "acuñar moneda", regular su
valor y el de monedas extranjeras"...esta aceptación
habitual y ahora casi inconsciente de la responsabilidad
gubernamental exige una completa comprensión de las
bases de tal responsabilidad, ya que aumenta el peligro de
que el campo de la intervención gubernamental se extien-
da de actividades propias del gobierno en una sociedad
libre a otras que no lo son, y se extienda de proveer una
estructura monetaria a determinar la distribución de
recursos entre los individuos". No niega el economista que
la Depresión contribuyó al reconocimiento de que la
inestabilidad de la economía privada de mercado fue
responsable de los principales períodos de calamidad
económica. Sin embargo, Friedman estima que la interven-
ción gubernamental ha ido demasiado lejos en Estados
Unidos y le achaca al gobierno la autoría de las inflaciones
y depresiones más severas por la acción gubernamental de
financiar sus gastos y de controlar la oferta de dinero, a
veces en tiempos de guerra. Su análisis se remonta a la
Depresión de 183'/ en la que .hubo pánico bancario y un
período de contracción que avanzó hasta 1843, excepción
de la breve recuperación de 1838 a 1839, Examina el rol del
Sistema de Reserva Federal corno un ente oficial separado
con responsabilidad puntual sobre las condiciones mone-
tarias, y provisto con poderes para asegurar la estabilidad
monetaria. Desde el siglo XIX Estados Unidos atravesó
varios períodos de perturbación económica -• la inflación
de los greenback de la Guerra Civil, la difícil década de
1890 con la caída de los precios mundiales por la baja de la
producción de oro, la contracción de 1907-1908 con el
pánico bancario que dio lugar a la creación de la Comisión
Monetaria Nacional y a la reforma bancaria. Menciona los
3 1 6 -—• MARIO CASTRO ARENAS

33 años de paz después de la Primera Guerra Mundial que


los califica como- "los más inestables económicamente de
nuestra historia", con las contracciones severas de 1920-
1921, 1929-1933 y 19374938. Friedman es historiador del
desenvolvimiento monetario de su país y conoce sus
fluctuaciones desde el punto de vista técnico. Pero da la
impresión de contradecirse al cuestionar la acción guber-
namental en las etapas de crisis. "Mi interpretación signi-
fica que el problema central no es el de construir un
instrumento altamente sensible que pueda compensar
continuamente la inestabilidad introducida por otros
factores, sino - concluye- el de evitar que los arreglos
monetarios en si mismos se conviertan en una fuente
primaria de inestabilidad. Lo que necesitamos no es un
hábil conductor monetario del vehículo económico que
esté continuamente girando el volante para ajustarse a las
irregularidades inesperadas de la carretera sino algún
sistema de evitar que el pasajero monetario que va sentado
atrás como lastre se incline hacia delante y le dé tal golpe
al volante que eche el automóvil fuera de la carretera".
Objeta los instrumentos del Sistema de Reserva Fede-
ral y propone la simplificación de su poder en lo relativo a
crédito, r e d e s c u e n t o s , c a n t i d a d de circulante en el
mercado. Pero no plantea la eliminación del Sistema de
Reserva Federal sino la moderación de su poder, prescin-
diendo de i n s t r u m e n t o s defectuosos y conserve los
adecuados a una función eficiente de sus fines. Asimismo
recomienda una mejor coordinación de la Reserva Federal
y el Tesoro en la gestión de la deuda. En cuanto a la
reforma bancaria, aclara que "desde 1954 he sido parti-
dario de un sistema bancario con porcentajes obligatorios
de reserva del cien por ciento y los que estamos a favor de
este plan ya nos hemos acostumbrado a que nos llamen
ilusos: estamos acostumbrados a que nos digan que propo-
nemos una reforma que no tiene ninguna posibilidad de
ser adoptada, sin embargo, es curioso anotar que un efecto
totalmente desapercibido de los cambios en los activos
bancarios (durante y después de la guerra) nos ha llevado
ya a a la mitad del camino de la total adopción del plan".
E L L I B E R A L I S M O -• EL P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O — • 817

"Estudios sobre la teoría cuantitativa del dinero" es el


resultado de investigaciones emprendidas en la Univer-
sidad de Chicago, considerada como uno de los centros
académicos norteamericanos que más dedicación ha dado
a este asunto. Según la define "la teoría cuantitativa es, en
primer lugar, una teoría de la demanda de dinero. No es
una teoría de la producción o del ingreso monetario ni una
de nivel de precios. Cualquiera exposición de estas varia-
bles requiere una combinación de la teoría cuantitativa con
algunas especificaciones acerca de las condiciones de la
oferta monetaria, y tal vez acerca de otras variables
también". Por otro lado, "El Balance de Pagos. Tipos de
cambios libres y Tipos fijos", contiene las tres sesiones de
debate de Milton Friedman con Robert V. Roosa, organi-
zadas por el Instituto Norteamericano de la Empresa para
la Investigación de Políticas Gubernamentales". Como
liberal de pura cepa, Friedman se opuso a la fijación de
tipos fijos de cambio, con unas preguntas cargadas de
ironía:" ¿Desea provocar la escasez de algún producto?
Consiga sencillamente que el gobierno fije y haga observar
un precio mínimo legal superior al que reigiría en el
mercado libre, y que para ello declare ilegales los precios
inferiores al mínimo establecido, u ofrezca comprar tocia la
cantidad del producto que se venda a ese precio. Esta
misma razón explica el excedente de jóvenes obreros no
calificados en busca de trabajo: el gobierno considera
ilegal que las empresas paguen sueldos inferiores a ios
mínimos establecidos por ley. Lo mismo ocurre con los
excedentes agrícolas, que durante tantos años nos han
importunado: el gobierno estabilizó los precios de los
productos agrícolas a niveles superiores a los que habían
regido en un mercado libre...como lo indican estos ejem-
plos, la técnica de fijación de precios es un arma suma-
mente poderosa. El resultado a menudo parecerá muy
desproporcionado en relación con la causa. Si el precio se
fija un tanto más alto se producirá un gran excedente
porque dicho precio desalentará a los compradores al
mismo tiempo que alentará a los compradores. "Además
de sus discrepancias teóricas, los críticos de Friedman y de
318 • MARIO CASTRO ARENAS

la Escuela de Chicago en conjunto objetan el asesora»


miento a la dictadura militar chilena que él personalmente
brindó y después complementaron algunos discípulos
llamados los Chicago Boys. Sería exagerado deducir que el
asesoramiento técnico representó un aval a los desmanes
de la dictadura militar contra los derechos humanos de
personas de tendencias políticas izquierdistas opuestas a
la supremacía del mercado libre en la economía nacional.
Sin embargo, las tachas subsisten no solamente entre los
partidarios de la intervención reguladora estatal en la
economía sino, inclusive, en quienes consideran que
libertad económica y libertad política son compatibles.
Friedman sostiene en sus libros que "el espacio de acción
del gobierno debería limitarse. Su principal tarea debería
ser proteger nuestra libertad, asegurar el orden y los
contratos privados y promover mercados competítivos".
Al parecer, en sus mandamientos no figuran los derechos
humanos ni la solidaridad social, puesto que piensa que
"la conclusión errónea fundamental con respecto al Estado
de Bienestar que conduce tanto a las crisis financieras
como a la pérdida de libertad, reside en el intento de
cargar los costos de ios bienes sobre otros".

Paul Samuel son (1915)


Premeditadamente descomprometido de escuelas o
tendencias teóricas, empírico más que ecléctico, pedagogo
ante todo, el profesor Paul Samuelson se propuso abrir ai
conocimiento universal una ciencia especializada y a
menudo esotérica como la economía. La impresión de
millones de ejemplares de su clásica obra "Economía"
comprueba que cumplió su objetivo de divulgador social
independiente de dogmas. Sus libros han sido traducidos
a una veintena de lenguas en once ediciones. John
Maynard Keynes comentó en cierta ocasión que las nuevas
generaciones a p r e n d e r í a n economía en las obras de
Samuelson.
Esto es posible por dos razones: la claridad expositiva
y la revisión constante del texto en cada edición . Según
Samuelson y su colaborador William D.Norhaus, la
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - — 3 1 9

undécima edición de 1990 es la revisión más completa


desde que se publicó la primera de 1948: "Hemos reorga-
nizado totalmente el orden de presentación: ahora los
capítulos dedicados a la macroeconomía se basan en el
enfoque de la oferta y la demanda agregadas; los dedica-
dos a la macroeconomía se han acortado; los capítulos de
aplicación se han reorientado a los problemas de la década
de 1980, y, por supuesto, se han actualizado los ejemplos y
los datos empíricos". En otra edición, si es que no se ha
divulgado en inglés, el octogenario Samuelson deberá
explicar el desarrollo económicos real de los tratados de
comercio bilaterales y multilaterales, los resultados de la
globalización a través de la Organización Mundial de
Comercio y otros organismos afines, el proceso de la
acumulación de capital y tecnología a través de fusiones
empresariales y otros aspectos que no alcanzó a compren-
der en la edición de 1990, Empero, los puntos clásicos,
permanentes, de la economía de los estados modernos son
abordados por Samuelson, ya se trate de la política fiscal,
la oferta agregada y los ciclos económicos, el desempleo, la
inflación, el dinero y bancos comerciales, la bolsa de
valores y sus fluctuaciones, el monétarisme) y la demanda
de dinero, y otros temas que incumben a estadistas,
empresarios y el hombre común y corriente. Sobre el
controvertido tema de la política fiscal, explica: "Por
política fiscal entendemos el proceso de configuración de
los impuestos y el gasto público para (a) ayudar a amorti-
guar las oscilaciones de los ciclos económicos y (b) contri-
buir al mantenimiento de una economía creciente ele
elevado empleo y libre de una alta y volátil inflación. La
Reserva Federal, banco central de Estados Unidos, podría
utilizar la política monetaria para tratar de estimular la
inversión; o el Congreso y el Presidente podrían introducir
programas de impuestos y gasto público para ayudar a
alcanzar de nuevo sus objetivos de producción y precios.
La acción fiscal, pero a la inversa, es necesaria en el caso en
que la inflación es inaceptablemente elevada, sobre todo, si
se debe al hecho de que la producción está traspasando el
nivel potencial. En ese caso, el Congreso podría decidir
3 2 0 —- MARIO CASTRO ARENAS

iniciar p r o g r a m a s de subida de los i m p u e s t o s y (o)


reducción del gasto público en un intento de contener la
inflación. El banco central podría reducir la oferta mone-
taria y elevar los tipos de interés, aspirando así a reducir la
inflación. En suma, las políticas fiscales de impuestos y
gastos públicos, en cooperación con la política monetaria,
tienen como objetivo acelerar el crecimiento económico,
con elevado empleo, y precios estables. El ideal es • luchar
contra la corriente económica existente". En los países
subdesarrollados, el desempleo, y su secuela la pobreza,
constituye tema de debate continuo en las ofertas electo-
rales de candidatos y en regímenes en ejercicio. Samuelson
considera que antes de lanzarse a la ejecución de progra-
mas específicos, hay que analizar la interpretación econó-
mica del desempleo: ''¿Cómo encaja el desempleo en
nuestro análisis económico? ¿Cómo debemos interpretar el
hecho de que una persona no tenga trabajo? ¿Tienen algún
significado o alguna importancia para la política econó-
mica los términos desempleo "voluntario" e "involun-
tario? La existencia de desempleo voluntario en una
economía competitiva apunta a un importante error en la
concepción del d e s e m p l e o . En algunos casos, una
economía puede funcionar eficientemente cuando permite
que haya un cierto nivel de desempleo. En el caso del
desempleo voluntario, por ejemplo, los trabajadores
podrían estar desempleados porque el salario de mercado
es inferior al valor que dan a su tiempo. En algunos casos,
las personas que tienen una baja productividad quizá
prefieran el ocio a un trabajo mal remunerado y, por lo
tanto, a estar desempleados. Estos resultados serían
eficientes desde el punto de vista de la maximización del
bienestar económico neto o el PNB de la nación, aún
cuando pueda parecer muy injusto que ciertos grupos no
pueden encontrar un empleo bien pagado. El hecho de que
una economía eficiente pueda llevar al desempleo a las
personas que tienen una baja productividad refuerza una
observación hecha frecuentemente sobre las economías
competitivas: son eficientes, pero pueden ser ciegas a la
equidad. En un mercado caracterizado por unos salarios
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - - 321

perfectamente flexibles, no puede haber ni exceso de


producción ni desempleo involuntario. El precio o el
salario fluctúa simplemente hasta que el mercado se vacía.
En ese mundo, el tipo de desempleo que experimentaban
los países cuando Keynes escribió su Teoría General en la
década de 10930 o del que Estados Unidos fue testigo a
principios de los años ochenta sería sencillamente
imposible. El gran avance de Keynes fue dejar que los
hechos expulsaran a una bella, pero a veces irrelevante
teoría. No podía presentar un elegante paradigma de la
rigidez de los precios y los salarios que explicara exacta-
mente cómo es posible que haya desempleo involuntario y
puestos de trabajo vacantes. Por lo tanto, supuso simple-
mente que la fijación de los salarios sería tal que permitiría
que existiera un desacoplamiento entre las personas que
buscan empleo y los puestos de trabajo vacantes y entre
los bienes que desean vender las empresas y los que
p u e d e n vender realmente. "Lo que transcribirnos de
Samuelson es sólo una parte del análisis que dedica a
analizar el desempleo, la fuente y tipos de desempleo,
desempleo juvenil, tasa natural de desempleo etc.
También es ilustrativo el capítulo dedicado a la infla-
ción, considerando que hay varias y a menudo contra-
puestas definiciones de sus causas. Expone Samuelson:"
Sorprendentemente, la inflación es ubicua, pero amplia-
mente incomprendida. Comencemos definiéndola cuida-
dosamente: "Existe inflación cuando aumenta el nivel
general de precos y costos: los precios del pan, de la
gasolina y de los automóviles, los salarios, los precios de la
tierra y los alquileres de bienes de capital. Existe deflación
cuando disminuyen en general los precios y los costos... al
igual que las enfermedades, la inflación muestra diferentes
niveles de gravedad. Es útil clasificarlas en tres categorías:
moderada, galopante e hiperinflación. La inflación mode-
rada se produce cuando los precios suben lentamente.
Podríamos clasificarla arbitrariamente como una tasa de
inflación anual de un dígito, es decir, inferior a un 10%
anual. Cuando la inflación es moderada y estable, los
precios relativos no se desajustan mucho. El público no
3 2 2 — MARIO CASTRO ARENAS

demora mucho tiempo en deshacerse de su dinero porque


su tipo de interés real no es demasiado bajo. Inflación
galopante ocurre cuando los precios comienzan a subir a
tasas de dos o tres dígitos de 20, 100 o 200% al año. Una
vez que la inflación galopante arraiga surgen graves
distorsiones económicas. Generalmente la mayoría de los
contratos se liga a un índice de precios o a una moneda
extranjera, como el dólar. Dado que el dinero pierde su
valor tan de prisa"- el dinero que tiene tipos de intereses
reales de 50 o 100% al año - el público evita tener más del
mínimo indispensable. Los mercados financieros desapa-
recen y los fondos generalmente se asignan mediante el
racionamiento y no mediante los tipos de interés. El
público acapara bienes; compra viviendas y nunca jamás
presta dinero a los tipos de interés ordinarios. De hecho, lo
sorprendente es que las economías que tienen una infla-
ción anal de 200% consigan funcionar tan bien. Los países
como Brasil e Israel crecieron rápidamente, durante un
tiempo, aún cuando los precios siguieran al mismo tiempo
una tendencia galopante. Aunque las economías parezcan
sobrevivir y algunas incluso prosperar, con la inflación
galopante, cuando golpea el cáncer de la hiperinflación se
afianza una tercera y mortal tensión. No es posible decir
nada bueno de una multiplicación de los precios por
muchos miles de millones como la que tuvo lugar en
Alemania en 1920-1923 o después de la Segunda Guerra
Mundial en China y Hungría. Las hiperinflaciones son
especialmente interesantes para los estudiosos de la
inflación porque ponen de manifiesto sus efectos. La
patología ilustra la anatomía. Lo mismo que adminis-
tramos dosis de sustancias a las ratas con la esperanza de
poder comprender los efectos que producen cantidades
más pequeñas en los seres h u m a n o s observamos las
hiperinflaciones por la luz que arrojan sobre las tensiones
menos virulentas de la inflación. "Aunque se ha hecho
mucho daño en nombre de los controles antiinflacionarios,
Samuelson considera y evalúa la influencia de la inflación
en la producción y el empleo, en la distribución de la renta
y la riqueza, en la concentración de la riqueza en pocas
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - - 323

manos y la pobreza de las mayorías, distorsionando las


estructuras económicas y ensanchando a límites peligrosos
la inequidad social, desatando modalidades perniciosos de
delincuencia y extremismo político. Teniendo en cuenta la
recurrencia de las "burbujas bursátiles" en Estados Unidos
y el mundo, es ilustrativo recordar lo que dijo Samuelson
sobre la gran crisis de la Depresión:" El gran auge de la
bolsa en los años veinte fue una clásica burbuja especu-
lativa, en la que los precios subieron como consecuencia
de esperanzas y sueños y no porque estuvieran aumen-
tando los beneficios y dividendos de las compañías. Al
final, como sucede con todas las burbujas, explotó y la
crisis comenzó en el "negro octubre" de 1929. Todo el
mundo quedó atrapado, desde los grandes profesionales
hasta los aficionados insignificantes: Andrew Mellon, John
D. Rockefeller, el ingeniero convertido en presidente de la
Casa Blanca y el gran profesor de economía Irving Fisher.
El volumen de negocios cayó en picado...el mercado
alcista había terminado y había ocupado su lugar el
bajista. Del mismo modo que el primero había vivido de
sus sueños, el segundo se vio consumido por sus propias
pesadillas. Títulos valorados en miles de millones desapa-
recían cada mes, llevándose con ellos no sólo el capital de
ios especuladores sino también los pequeños fondos de las
viudas, supuestamente invertidos con la aspiración de
tener una renta fija. Tina acción tan solicitada como la de
United Steel cayó de una cotización máxima de 261 en
1929 a una mínima de 21 en. 1932. Acciones menos
respetables (Studebaker, por ejemplo,) perdieron todo su
v a l o r . . . d e s p u é s de la Segunda Guerra M u n d i a l , el
mercado se expandió extraordinariamente, aunque con
caídas temporales asociadas frecuentemente a las recesio-
nes. Alcanzó un máximo en 1965, después fluctuó hasta
despegar de nuevo a finales de 1982, ¿Dónde terminará?
¿Existe una bola de cristal en la que se puedan prede-
cir las variaciones de las acciones? "Samuelson explica los
antídotos financieros que se han adoptado en Estados
Unidos para s u p u e s t a m e n t e predecir y prevenir las
bruscas caídas de la bolsa. Sin embargo, la crisis del
324 — MARIO CASTRO ARENAS

mercado teconológico del Nasdaq de los años últimos


indican que las burbujas reaparecen y que las alzas de las
acciones no corresponden necesariamente al valor real en
términos de bienes de servicios y de expansión del merca-
do y que la especulación subsiste como mal inherente al
sistema bursátil, involucrando en sus riesgos de inversión
a fondos de jubilación e inversiones individuales en un
país en que la bolsa es una tentación abierta como una
lotería de enriquecimiento instantáneo. Existe la teoría del
mercado eficiente sustentada en que los precios del merca-
do contienen la información correcta; pero el movimiento
del mercado puede oscilar por factores imprevisibles, una
sorpresiva declaración de guerra o un cambio de gobierno
de un privatista a un estatista, una huelga general larga, o
caídas dentro de la inestabilidad de los precios de materias
primas por plagas, sequías, inundaciones, etc. Samuelson
concluye que en los llamados mercados eficientes los
precios varían en respuesta a las noticias, a las sorpresas.
"Dado que éstas son inherentemente aleatorias, los precios
de las acciones y otros precios especulativos varían
erráticamente corno en un paseo aleatorio". Casi no hay
aspecto en materia económica privada y pública que deje
de estudiarse en esta obra, "Economía", dedicada a la
v u l g a r i z a c i ó n de ternas g e n e r a l m e n t e en manos de
especialistas. En un nivel académico más estricto, los
especialistas valorizan los aportes teóricos del profesor
Samuelson, formado en la brillante generación de los 30 de
Harvard, donde tuvo como profesores a Schumpeter y
Leontief. Se le considera por su obra "Foundations of
Economic Análisis" (1947) como es estudioso de las teorías
neoclásicas y de la era de la introducción de las materna-
ticas en la economía, y también como uno de los
progenitores del revivalismo de las ideas de Pareto en la
microeconomía y de una síntesis neokeynesiana en la
macroeconomía en el período de la post-guerra. Estudió
en la Universidad de Chicago - lo mismo que Friedman,
pero con orientación distinta - y se doctoró en Harvard en
1941. Después fue nombrado profesor del MIT donde
fundó u n centro de estudios económicos. En 1970 la
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 3 2 5

Academia Sueca le distinguió con el Premio Nobel de


Economía-" por el trabajo científico a través del cual ha
desarrollado una teoría económica estática y dinámica y
ha contribuido a elevar el nivel de análisis en la ciencia
económica". Redactó el Informe sobre el estado de la
economía estadounidense al Presidente Kennedy. Algunos
lo ubican como un keynesiano intervencionista, y otros
aseveran que ha distorsionado el legado del economista
británico. En cualquier opción, sí puede afirmarse que su
interpretación de la economía está en las antípodas
doctrinarias del Premio Nobel Milton Friedman.

Samuel Huntintong (1927)


Un artículo del profesor Samuel H u n t i n t o n g de
Havard en la revista Foreign Affairs sacudió los medios
académicos de Relaciones Internacionales al plantear que
la guerra ideológica se ha sustituido por el choque de
culturas. Al pasar de artículo periodístico a un libro de
más de trescientas páginas, acompañado de estadísticas,
mapas y diagramas, algunos lectores se convencieron que
la tesis de "The clash of civilizations. Remaking of World
Order" era parte de la vision del mundo del Consejo de
Seguridad Nacional de Estados I Jrridos al que pertenece el
autor. Si la Guerra Fría fue el marco del antagonismo
ideológico entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en la
post-- guerra el esquema varió a un choque de culturas
entre Occidente y Oriente, entre la democracia liberal y el
mundo islámico; tal es la propuesta sintetizada del nuevo
esquema de relaciones internacionales del profesor
Huntintong. La convicción de los puntos de vista cíe
Huntintong invita a reflexionar sobre los cimientos de su
argumentación. Asume, en primer término, que Estados
Finidos es el representante actual de la cultura occidental.
"En 1940, sin embargo, empezó la fase americana de
dominación occidental, y en 1945 rápidamente dominó el
mundo en un alcance comparable a las fuerzas aliadas
combinadas de 1918. La post-guerra de descolonización,
además, redujo la influencia europea, pero no redujo la de
Estados Unidos, que remplazó con un nuevo imperialismo
3 2 6 — MARIO CASTRO ARENAS

trasnacional al imperio territorial tradicional".( pg.83).


Esta afirmación conlleva presupuestos que es indispen-
sable deslindar. En otro libro •—''Who are We: The
challenges to America's Nacional Identity" - , Hutintong
define a Estados Unidos con estas palabras: "Estados
Unidos fue creado, en los siglos XVII y XVIII, por colonos
fundamentalmente blancos, británicos y protestantes. Sus
valores, instituciones y culturas proporcionaron los
cimientos de la nación e inspiraron su desarrollo en los
siglos posteriores. En un principio definieron el país desde
el punto de vista de la raza, el origen étnico, la cultura y la
religión". De acuerdo a Fernand Braudel, "el término
civilización"- un neologismo- aparece tardía, casi furtiva-
mente, en Francia, en el siglo XVIII. Fue fabricado a partir
de las palabras- "civilizado" y "civilizar" que existían
desde hacía mucho tiempo y que eran frecuentemente
utilizadas en el siglo XVI. Al cobrar nuevo sentido,
"civilización" se opone, grosso modo, a barbarie". En el
siglo XX, Spengler y Toynbee cambiaron y ampliaron el
sentido de civilización. La decadencia de Occidente fue
planteada por Spengler con un entendimiento renovador:
había que refundar la civilización occidental, para crear un
nuevo orden cultural, arañando la concepción del Tercer
Reich de Hitler. En cambio, partiendo de una visión
ecuménica de la historia, Toynbee visualiza alrededor de
siete u ocho civilizaciones en el transcurrir ele la huma-
nidad. Por otro lado, circulan diversas versiones sobre el
génesis y desarrollo de la cultura occidental, la más
aceptada de las cuales es la que parte de la Grecia clásica,
sigue con el Imperio Romano, el Sacro Imperio Románico
de Carlomagno, y a finales de la Edad Media y el Renaci-
miento, destella con los imperios de Portugal, España y
Francia. Continúa con la Revolución Inglesa del siglo XVII,
el Siglo de las Luces y la Revolución Francesa del siglo
XVIII hasta el advenimiento de los estados modernos de
los siglos XIX y XX. Ahora bien: ¿cómo encajan los
carpinteros, granjeros, cerrajeros, disidentes religiosos de
sectas menores, fundadores de Norteamérica, en la cultura
occidental? ¿cómo se acoplan culturalmente esos sencillos
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - 327

artesanos con los cosmólogos presocráticos Heráclito el


Oscuro, Tales, Anaximandro y Anaxímenes; con Sócrates,
Platón y Aristóteles; con Voltaire y Rousseau; con
Mirabeau y Robespierre, con Maquiavelo y Pico de la
Mirándola? ¿Por qué Estados Unidos asume la represen-
tación de la cultura occidental, amenazada por los musul-
manes, según el profesor Huntintong? Los inmigrantes
italianos, irlandeses, polacos, alemanes, sí podían alegar
alguna partícula de representación de la cultura occiden-
tal, pero el razonamiento de Huntintong los excluye. Sólo
reconoce la herencia étnica británica de la primera etapa
de la fundación, desconociendo a los italianos portadores
de la carga cultural del Renacimiento, y a los alemanes
herederos del pensamiento filosófico de Kant a Hegel, por
lo menos. Pero la herencia británica es de segunda clase en
términos culturales porque los que llegaron a Norte-
américa en barco en el siglo XVII llevaron más herra-
mientas que libros y no eran discípulos de Bentham, Stuart
Mill, Burke, Locke, o Hobbes. Jefferson, Franklin,
Hamilton bebieron en las fuentes de los estoicos romanos
y los enciclopedistas franceses. Buscaron una tradición
cultural que sintieron ajena. Sin embargo, basándose en el
poderío militar y tecnológico fortalecido a partir de 1945,
Hantingtong reclama a nombre de "Estados Unidos la
representación cultural de Occidente, y estigmatiza, en
forma genérica y arbitraria, a la comunidad islámica. ¡
Abismal contraste entre la arrogancia cultural del
republicano ultraconservador Samuel R Huntintong y el
realismo cultural del pensamiento liberal norteamericano
de Emerson y Thoreau, de H e n r y A d a m s a Lewis
Mumford, de John Kenneth Gailbrath a Daniel Beilj. En
relación al desarrollo cronológico de la evolución cultural
occidental, obviamente no son suficientes cincuenta años
de auge material para reclamar la representación del
m u n d o occidental, c o m p a r a d o s con la duración del
Imperio Romano y el Imperio Español. H u n t i n t o n g
resume el poderío occidental (norteamericano) en los
puntos siguientes: propiedad y operación del sistema
bancario internacional; control de las monedas duras;
3 2 8 — MARIO CASTRO ARENAS

principales clientes del mundo; abastecedor de la mayoría


de los p r o d u c t o s t e r m i n a d o s ; d o m i n i o del capital
financiero; liderazgo moral dentro de muchas sociedades;
capacidad de una intervención militar masiva; control de
vías marítimas (¿); la más avanzada investigación tecno-
lógica; delantera en la educación técnica; acceso domi-
nante al espacio; posición dominante en la industria aérea;
posición dominante en la comunicación internacional; y
dominio de la industria de armamentos de alta tecnología.
La h e g e m o n í a a d u c i d a por el consejero estratégico
Huntintong se sustenta en rubros materiales, algunos de
ellos compartidos con otras naciones. Ahora bien. El
sistema bancario es un espacio abierto a la transnacio-
nalización de sus operaciones y técnicas. El euro y el yen
rivalizan con el dólar. Si de productos de nueva tecnología
se trata hay que reconocer, verbigracia, los celulares
creados y fabricados por Finlandia , Corea del Sur y
Japón. Francia y Gran Bretaña venden aviones Concorde y
Boeing a Estados Unidos, y avanzan por ese camino Rusia
y Brasil. Los avances en tecnología militar nuclear y
convencional comprenden a Rusia, China y Francia. En lo
que si marcha Estados Unidos a la vanguardia es en la
mayor capacidad de ofensiva militar en un conflicto de
armas convencionales, mas no en la administración in situ
de la superioridad militar vs la resistencia interna( Viet
Nam, Irak, Afganistán). El mismo reconoce que desde 1990
diversos análisis clan por sentado que el poder relativo
norteamericano declinará a paso acelerado, lo mismo que
la posición económica frente a Japón y China. El problema
estriba en que Huntintong concibe el desarrollo principal-
mente en términos militares, es decir ve como una ame-
naza el crecimiento económico chino o de cualquier otro
país porque parte de la premisa de una necesaria hege-
monía norteamericana, sin reparar en la existencia de un
creciente entendimiento entre China, Estados Unidos y
otros estados en asuntos comerciales y tecnológicos
concertados. El orgullo nacional choca con la trasnacio-
nalización económica en la mentalidad hegemónica del
consejero de asuntos estratégicos.
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - - 3 2 9

Otra de las serias confusiones conceptuales de


Huntintong proviene de su concepción unilateral de la
cultura occidental, Por la naturaleza de sus contenidos
culturales, Occidente, lo que se llama occidente, es
eminentemente dualista, y hasta pluralista, pero funda-
mentalmente es dialéctica, puesto que cada proposición
puede conllevar su negación. Queremos decir con ello que
la cultura griega creó la democracia, pero también la
esclavitud, vale decir la antidemocracia. Aristóteles aceptó
la esclavitud, la propiedad de un hombre sobre otro
hombre, como algo inherente de la cultura griega, que
reservó el ejercicio político a los atenienses y excluyó de su
sistema restrictivo de derechos civiles a los esclavos, a los
ilotas, a los metecos o extranjeros. La cultura política
romana heredó esta aberración griega hasta que las mayo-
rías marginadas del poder exigieron su inserción en la
sociedad. La Declaración de Derechos de Jefferson
proclama la verdad cristiana de la igualdad de los seres
humanos, pero dejó por fuera de los beneficios sociales,
políticos y culturales a los que no fueran de tez blanca,
vale decir a los pieles rojas y a ios esclavos africanos. La
democracia norteamericana engendró contradicciones
internas, como la democracia griega, A lo largo de los
siglos, la cultura occidental creó la monarquía y la revolu-
ción liberal que la derrocó, el colonialismo y el redentoris •
mo cristiano, el liberalismo y el socialismo, el capitalismo
y el comunismo, cara y anverso de la misma moneda ideo-
lógica. Dinámica permanente de la teoría de los contrarios
en la naturaleza y en las ideas, recogidas en los principios
chinos del Ying y el Yang, y en la cosmología de Heráclito
el Oscuro. Oposiciones ideológicas en el racionalismo
dialéctico de Sócrates y los sofistas. Y a partir de la Edad
Media, renovación de la pugna dialéctica de absolutismo
monárquico y parlamentarismo, de tiranía y liberación, de
autocracia y anarquismo, de utopismo y totalitarismo, de
capitalismo y comunismo. Tan occidentalista, culturalmeiv
te hablando, es Adam Smith, reelaborador de la herencia
ideológica de la Revolución Inglesa, como su impugnador
Karl Marx, vaso receptor del socialismo francés de Saint-
330 • MARIO CASTRO ARENAS

Simon, Proudhon y de la filosofía alemana de Hegel. El


conflicto entre capitalismo y comunismo pertenece a la
historia de la cultura occidental. Las fronteras étnicas, al
igual que las ideológicas y las tecnológicas, se disuelven
cuando verificamos que naciones geográficamente orienta-
les absorben técnicas y culturas políticas de origen presu-
miblemente occidental, en Japón, Corea del Sur, Singapur,
Taiwan, Malasia, Indochina. La China post-maoísta es un
laboratorio sincrético de ideología comunista y economía
de mercado. Rusia, Polonia, Hungría, las repúblicas checa
y eslovaca, Ucrania, Lituania, Estonia, y las repúblicas hoy
independientes que formaron parte de la Unión Soviética,
asimismo, fusionan progresivamente, en forma desbalan-
ceada a veces, sistemas políticos y económicos inicial-
mente antagónicos.
Sin embargo, el nuevo esquema de conflictos de
culturas de H u n t i n t o n g pasa por encima del rápido
proceso de cambios que se opera en el mundo, después de
la desintegración de la Unión Soviética y la asunción al
control político chino de Deng Tsiao Peng y la generación
de cuadros jóvenes que profundiza los cambios. Se aferra a
la concepción estratégica del partido republicano de
Estados Unidos que marca la división hostil entre occiden-
tales cristianos y musulmanes orientales, reconfigurando
la nueva política global sobre la base de un hipotético
choque de culturas. La debilidad inicial de esta hipótesis,
militar antes que cultural, es que se basa en generali-
zaciones arbitrarias y no toma en cuenta diferencias y
matices importantes en la comunidad islámica. Los gober-
nantes de Arabia Saudita, Kuwait y los países del Golfo
Pérsico son de religión musulmana, pero son aliados
estratégicos y socios de intereses económicos de Estados
U n i d o s . También, hay s a u d i t a s , como Bin Laden, y
kuwaitíes terroristas, radicalmente antinorteamericanos.
Pero ni en los peores momentos del terrorismo, Estados
Unidos ha roto relaciones diplomáticas o comerciales con
Arabia Saudita, no obstante que el dirigente máximo de Al
Qaeda pertenece a una opulenta familia Saudita, que tiene
depósitos billonarios, como otros clanes dinásticos de los
EL LIBERALISMO » EL PENSAMIENTO POLÍTICO •- - 3 3 1

estados petroleros del área, en bancos norteamericanos.


Egipto, Jordania, Marruecos, Turquía, Túnez, Paquistán,
Afganistán, son aliados estratégicos de Estados Unidos, y
la creencia islámica no parece perturbar el statu quo. El
frente musulmán de adversarios va en una escala de diez a
uno, de Irak a Irán, de Palestina a Siria, del Líbano, a Libia,
Argelia. Los antagonismos tienen un discurso religioso y
cultural superficial, pero subyacen razones decisivas
militaristas de tecnología nuclear. Además, los antagonis-
mos internos no son sólo entre cristianos y musulmanes
sino principalmente de ramas y tendencias islámicas,
como existieron, tiempo atrás, disidencias de católicos y
protestantes. Existen estados subsaharianos de religión
musulmana distantes de una posición beligerante. Hay
musulmanes en Chechenia, Bosnia, China Continental,
trabados en conflictos no por antiimperialismo occidental
sino por defensa de su identidad nacional. Hay bolsones
étnicos de inmigrantes musulmanes en Europa, particular-
mente en Francia, donde estallan en revueltas urbanas
periódicas por el reconocimiento de su identidad. No son
necesariamente antinorteamericanos. Tampoco empobre-
cen culturalmente a los países huéspedes. El profesor
Huntington debe tener presente que la cultura occidental
es deudora de la cultura árabe milenaria en muchas cosas.
Leopold Von Ranke recoge esta significativa cita de
Dawson: "La cultura occidental creció a la sombra ele la
más adelantada civilización islámica, siendo ésta más que
la del mundo bizantino de donde recibió la cristiandad
medieval su parte de la herencia de la ciencia y la filosofías
griegas. Solamente en el siglo XV, con el Renacimiento y la
gran expansión marítima de los Estados europeos, adqui-
rió el Occidente cristiano el papel director ele la civiliza-
ción que nosotros disfrutamos hoy como una especie de
ley de la naturaleza". Para desconcierto de Huntintong,
Oswald Spengler vio afinidades sorprendentes entre los
conquistadores árabes y los peregrinos que llegaron a
Norteamérica en 1620: "El Islam es una religión nueva casi
tan sólo en el sentido en que lo es el luteranismo. En reali-
dad, prolonga las grandes religiones anteriores. Tampoco
332 MARIO CASTRO ARENAS

la propagación del Islam significa, como se cree, una


migración de pueblos que salen de la península arábiga,
sino una torrentera de entusiastas fieles que arrastra
consigo a cristianos, judíos, y mazdeístas, con fanáticos
muslimes a la cabeza. Fueron bereberes de la patria de San
Agustín los que conquistaron a España y persas del Irak
los que llegaron al Oxus... todos poseían la conciencia de
una gran misión, lo que les hacía despreciar la vida y el
lucro; todos habían adquirido por la predestinación, la
c e r t i d u m b r e de ser elegidos por Dios. Ese mismo
sentimiento animaba en las emigraciones a América que
comenzaron con los peregrinos de 1620. Ese mismo
sentimiento ha creado lo que hoy pudiera llamarse la
religión americana, y ha alimentado la evidencia con que
el inglés practica su política, evidencia fundada en la
certidumbre de la predestinación". El análisis del profesor
Huntintong debe tomar en cuenta, por otra parte, el
pasado colonial de Francia, España, Inglaterra, y asumir la
posible existencia de rescoldos de resentimientos entre los
inmigrantes por segregacionismos más o menos disi-
mulados; hay otros que no se adaptan del todo a la rela-
jada cultura urbana de esos países; y no son escasos los
que no digieren el apoyo norteamericano al estado de
Israel. Prevalece, pues, un mundo diverso, heterogéneo, de
complejos contrastes, en las relaciones internacionales
dentro de la comunidad islámica, incompatible con las
afirmaciones inflexibles de Huntintong: "En el mundo
emergente, las relaciones entre estados y grupos de
diferentes civilizaciones no son estrechas sino antagónicas.
Quizás algunas relaciones entre civilizaciones algunas son
mas propensas al conflicto que otras. A micronivel, las más
violentas líneas de culpas están entre los islámicos y los
ortodoxos, hindúes, africanos y los vecinos cristianos
occidentales. A macronível, la división dominante es entre
"el Occidente y el resto", con los conflictos entre musul-
manes y las sociedades asiáticas, por un lado, y Occidente,
en el otro. Los peligrosos choques del futuro provienen de
la arrogancia occidental, la intolerancia islámica y la
imposición sínica (china)".
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - • 3 3 3

Tratando arrogancias de occidentales (norteameri-


canos) como Huntintong, debemos, también, discutir las
ideas desarrolladas en su libro "¿Who are We?: los desafíos
a la identidad nacional americana", que se articula al
pensamiento estratégico de "The clash of civilizations".
Expone su ira, y su temor, por la amenaza que, según él,
representa la ola de inmigrantes latinoamericanos sobre
todo los vecinos mexicanos, a la cultura norteamericana,
subsecuentemente, a la identidad nacional de Estados
Unidos.
Aficionado a las estadístisticas, denigradas por su
abuso por el sociólogo Piritim Sorokim en un tratado
célebre, explica con preocupación el profesor de Harvard
la ascendente curva inmigratoria mexicana: "en 1990, los
mexicanos representaron más de la mitad de los nuevos
inmigrantes latinoamericanos, y en 2000, los hispanos
fueron aproximadamente la mitad de todos los inmigran-
tes en EE.UU. continental. Ese mismo año los hispanos
eran el 12% de la población total del país. Entre 2000 y
2003, el grupo creció casi en un 10%, y ahora ha superado
a los negros. Se calcula que para 2030 los hispanos pueden
constituir un 25% de la población. Estos cambios se deben
no sólo a la inmigración sino a la natalidad. En 2Ö02, ios
índices de natalidad en E.U. se calculaban en un 1.8% para
los blancos no hispanos, un 2.1% para los negros y un 3%
para los hispanos, "Las primeras oleadas de inmigrantes
europeos se desplazaba por todo el espacio territorial; sin
embargo ahora los mexicanos se concentran en California
(Los Angeles), los cubanos en Florida (Miami) y domini-
canos y portorriqueños en Nueva York, Brooklyn, Queens,
Patterson, New Jersey. El flujo creciente de hispanos es
una realidad innegable, sobre todo de braseros mexicanos
que nadan el río Bravo o cruzan desiertos para arribar a la
nueva tierra prometida, El gobierno de Estados Unidos
tiene el derecho de poner reglas migratorias y aplicarlas
para evitar desbordes demográficos y el ingreso de terro-
ristas, contrabandistas de drogas e ilegales de marca
mayor. Por supuesto, sin vulnerar derechos humanos ni
perpetrar arbitrariedades contra los hispanos establecidos
334 — MARIO CASTRO ARENAS

antes de las reglas restrictivas que suplen necesidades de


mano de obra, pagan impuestos y contribuyen con enorme
esfuerzo al desarrollo económico norteamericanos y, por
ende, tienen derecho a recibir prestaciones del sistema de
s e g u r i d a d social y asimismo a la educación de sus
descendientes.
Aceptando los derechos inherentes a un estado sobe-
rano, hay atingencias significativas a la argumentación
general de Huntintong desde puntos de vista históricos y
culturales. Con hispanos más o hispanos menos, Estados
Unidos, desde su fundación, es un melting pot, en el que
se cuecen razas, culturas, religiones, con resultados
afortunados. La migración de la primera ola de británicos,
holandeses, alemanes, escandinavos, africanos, se enrique-
ció con nuevas oleadas de italianos, judíos, rusos, irlan-
deses, polacos, armenios, a las que siguieron, en menor
escala, otras de chinos, japoneses, mexicanos, portorri-
queños basados en un status especial, y en los últimos
años intensificadas torrencialmente por hispanos del sur,
centro y el norte de América. Hay presidentes de origen
inglés, escocés, holandés, irlandés. Venciendo barreras
raciales de antaño, ahora hay secretarios de estado judíos
alemanes, afroamericanos, mexicanos; congresistas y
alcaldes cubanos. Quizás el aporte más original e impor-
tante de la cultura norteamericana a la cultura universal es
el jazz, creación musical de origen eminentemente africano
que se imita y aclimata en el mundo entero, sin resabios
nacionalistas. ¿Renunciaría el profesor Huntington a la
identidad artística forjada por el trompetista de origen
africano Louis Armstrong, el clarinetista de origen judío
Benny Goodman y el guitarrista de origen mexicano
Santana, sólo porque sus ancestros no provienen del
núcleo británico protestante de los Padres Fundadores? ¿
Despreciaría por la misma razón la notable creatividad de
directores alemanes, italianos, polacos, rusos, austríacos,
checos, españoles, guionistas europeos, actores y actrices
de raíces europeas, africanas, asiáticas, expresada en el
cine norteamericano? Un análogo internacionalismo refle-
jan la literatura narrativa, la música clásica y vanguardista,
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - • 335

el teatro, la filosofía, la economía, la sociología, la física,


con su caudal de inmigrantes espontáneos o selectiva-
mente importados para la educación universitaria y en la
industria, el comercio, la tecnología industrial y militar. Es
curioso que Huntintong reduzca su crítica a la contami-
nación cultural de los extranjeros en Estados Unidos y no
se haga cargo de las críticas foráneas por la "norteameri-
canización" cultural allende los mares. El american way of
life se ha extendido por doquier, con el ingles como lingua
franca, con la TV y el cine como vehículo cultural, con las
innovaciones tecnológicas de la creatividad nortamericana
en todas las esferas del quehacer humano contemporáneo,
incorporadas a la modernidad. Los marines han exporta-
do, y siguen transmitiendo, el american way of life, desde
siglos atrás, con sus armas y mochilas, a México, Francia,
Alemania, Cuba, Filipinas, Hawai, Puerto Rico, Panamá,
Corea, Viet Nam, Afganistán, Irak. Pero el unilateralism o
ideológico y cultural de Huntintong funciona en una sola
vía. En cuanto a la presencia mexicana, debe comprender
que el élan que los impulsa a la aventura, a menudo
dramática, del cruce fronterizo no es para debilitar la
identidad cultural estadounidense; es cierto que la fuerza
de sus valores produce efectos. Lo que sucede es que el
campesino mexicano, como heredero de la cultura del
Renacimiento español y el imperio azteca, ambos imperios
muy poderosos cu 1 tur aim ente, porta consigo valores
diferentes a ios que recibe a través de ios estereotipos
anglosajones. Tiene, por ejemplo, una sólida lealtad a su
estructura familiar caracterizada por la presencia de lazos
permanentes, indisolubles, de padres a hijos, que com-
prende, asimismo, primos, y relaciones no consanguíneas
de compadres y paisanos regionales. Los jóvenes urbanos
anglosajones se desarraigan de la familia en la adolescen-
cia, se desenvuelven en forma independiente, su entorno
social no tiene los vastos paraguas familiares que poseen
los mexicanos y los hispanos cuando los bautizan, estu-
dian, se casan, viajan o mueren. Son católicos tradicio-
nales del tronco romano y repudian las ramas diversas del
cisma protestante. En sus genes históricos están la Contra-
3 3 6 -— MARIO CASTRO ARENAS

rreforma, la devoción a los santos, las procesiones y


m a n d a s , las fiestas religiosas, los cumpleaños como
ceremonias rituales de participación colectiva.
La cultura y la lengua española son parte de una
cadena de integración social que no destruye la residencia
en el extranjero. No pierden sus raíces y, aunque les
desagrade la vida de pobreza que llevaban en México,
Guatemala o Perú, los unen la comida, las fiestas, la
música. El hispanic (mexican) way of life es diferente del
american way of life, en muchos sentidos. En contraste al
pauperismo ritualístico de la reforma protestante, el
hispano posee una concepción barroca de las formas del
ejercicio religioso. Su relación con Dios o la Virgen de
Guadalupe, o el Señor de los Milagros, es cíclica, está
impregnada de oraciones, de incienso, de oro y plata de
exvotos. Cada festividad renueva cíclicamente el culto.
Rige las etapas de su evolución vital, desde bautizos,
confirmación, primera comunión, matrimonio, hasta la
muerte. Pero la relación con la divinidad no cesa con el
fallecimiento; se proyecta a la lúgubre oscuridad del más
allá: misas de difuntos, aniversarios familiares, rosarios.
Hay un culto a los muertos que seguramente escandaliza a
los protestantes anglosajones, como seguramente les
repugnaría comer panes y bizcochos ele siluetas de huesos
y cráneos. Esta es una de las claves del hermetismo reli-
gioso con los protestantes anglosajones, de la resistencia
espiritual a integrarse del todo ai american way of life.
Huntintong, que no se ha dignado estudiar la visión del
mundo de los hispanos, teme que los grupos de inmigran-
tes mexicanos algún día reivindiquen los territorios que
pertenecieron al lar nativo hasta que los arrebató el anexio-
nismo norteamericano por fuerza de las armas, es decir,
Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada y Utah.
Ciertamente, un extraño tropismo los impulsa a reivindi-
car con su presencia los territorios de sus ancestros. Pero
no lo hacen arrastrados por una estrategia preconcebida;
reaccionan a impulsos espontáneos, casi irresistibles. La
vuelta a los orígenes se les plantea a los mexicanos "moja-
dos" como una fuerza magnética, casi mágica, de pueblos
EL L I B E R A L I S M O - EL P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O • -•• 337

antiguos, pero que las nuevas generaciones no dejan que


perezca esta muy arraigada adhesión telúrica. Huntintong
no entiende la trascendencia espiritual de la movilidad
social: plantea en términos de ingreso per capita y estadís-
ticas demográficas una movilización territorial imposible
de medir con argumentos estadísticos sino con premisas
históricas y culturales. Los romanos llamaron bárbaros a
los pueblos cuya cultura no entendieron y despreciaron;
esa arrogancia fue una de las causas de la perdición del
Imperio. Roma sometió militarmente a Grecia, pero la
cultura griega prevaleció sobre el Imperio. El verdadero
choque cultural es entre culturas sólidas y culturas frágiles
y por lo mismo vulnerables. La historia de la cultura uni-
versal demuestra la fortaleza de las tradiciones hispano-
americanas. Las lecciones de la historia tienen un mal
discípulo en el profesor de Harvard Samuel P. Huntintong.
Complejos racistas obnubilan su raciocinio cultural. Hay
una impregnación en sus tesis del complejo de superiori-
dad étnica de los Minute Men, versión actualizada del Klu
Kíux Klan y los miembros de The John Birch Society,
enemigos de negros y judíos, ahora adversarios de los
inmigrantes mestizos hispanoamericanos, que constituyen
el proletariado interno de Estados Unidos, si aplicáramos
la tesis ele Arnold Toynbee.
A despecho de las contradicciones del pensamiento
de H u n t i n t o n g , la cultura h i s p a n o a m e r i c a n a de los
migrantes eleva la fermentación d e l " " m e l t i n g poL"
norteamericano, inyectándole valores sociales y éticos a la
desintegración de la familia y a la soledad metafísica de
ios habitantes de las urbes babilónicas. Los "grasientos"
impulsados por el eterno retorno al punto de origen
pueden ser quizás la salvación de la sociedad materialista.

Francis Fukuyama (1952)


La desintegración de la Unión Soviética en la última
década del siglo XX y la cada vez más improbable desa-
parición de la pugna entre el sistema capitalista y el siste-
ma comunista movilizaron la fina reflexión ideológica de
Francis Fukuyama, ciudadano norteamericano de aseen-
338 — MARIO CASTRO ARENAS

dencia japonesa, nacido en Chicago, formado en las uni-


versidades de Harvard y Yale. Doctor en Filosofía y Letras,
ha sido director de adjunto de planificación política en el
Departamento de Estado y asesor residente de la Rand
Corporation de Washington. La discusión alrededor de "El
fin de la historia y el último hombre" brotó con perfiles de
caldeada polémica por una conferencia suya en el año
académico de 1988-1989 en el Centro John Olin para la
Teoría y la Práctica de la Democracia de la Universidad de
Chicago. La conferencia se resumió en un artículo perio-
dístico publicado por la revista The Nacional Interest. Al
parecer, algunos lectores se limitaron a deducir el conteni-
do por el título del libro y lo comentaron en tonos virulen-
tos, rechazando que el modelo de la democracia liberal al
estilo norteamericano representase "el fin de la historia".
Por otro lado, Fukuyama al principio se vinculó al grupo
de los ideólogos neo-conservadores formados por el
filósofo alemán Leo Strauss. Este llegó a Estados Unidos
en 1937, después de ejercer docencia universitaria en
Alemania, Francia e Inglaterra. En su obras más conocida
"Natural Right and History", Strauss analiza la evolución
del Derecho Natural con una severa crítica a Rousseau y
objeta también algunas parcelas del pensamiento político
de Locke, Hob bes, y Weber. Su formación clásica se expre-
sa en otra obra que es una recopilación de ensayos, en la
que destacan mordaces señalamientos al filósofo alemán
Martín Heidegger. Strauss formó una brillante generación
de dentistas políticos, entre ellos los profesores Alian
Bloom y Nathan Tarcov, tutores intelectuales de Fukuyama
en su primera etapa formativa, sobre todo Bloom. Por eso
figuró Fukuyama entre los fundamentadotes del Proyecto
para el Nuevo Siglo Americano difundido durante el
gobierno de Bill Clinton. Entre los firmantes del proyecto
estuvieron Dick Cheney, Paul Wolfowitz, Donald
Rumsfeld y Lewis Lobby, después "halcones" de la polí-
tica exterior de George W. Bush. Caracterizándose él
mismo como un "neocon", Fukuyama reclamó a Clinton la
intervención bélica en Irak a través de una carta firmada
con Robert Kagan, Richard Perle, Irving Kristol y John
E L L I B E R A L I S M O •• E L P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O • • - • 339

Bolton. Sin embargo, el fervor falcónida fue apaciguán-


dose con la intervención militar unilateral de Bush en Irak.
Escribió un artículo rechazando la tesis del choque de
civilizaciones de Huntintong. Expresó: "El conflicto actual
no es parte de un choque de civilizaciones; más bien, es
sintomático de una acción de retaguardia por parte de
quienes se sienten amenazados por la modernización y, en
consecuencia, por su componentes moral: el respeto a los
derechos humanos". El adiós definitivo llegó cuando escri-
bió en el periódico inglés The Guardian: "El neoconser-
vadurismo ha evolucionado en algo que yo no puedo
apoyar". Se refería a la invasión de Irak y a la estrategia
republicana en el Medio Oriente.
Si la propuesta original del libro conllevó aprecia-
ciones dogmáticas sobre el liberalismo , Fukuyama fue lo
suficientemente perspicaz para recular y reformular su
tesis general con un sustento doctrinario apegado a Locke,
Hobbes y, particularmente, a Hegel. Al final de cuentas, la
polémica cosechó opimos frutos: "El fin de la historia y el
último hombre" es una de las meditaciones más serias y
agudas producidas en Estados Unidos sobre las corrientes
ideológicas, superior en todo sentido a los esquemas
estratégicos belicistas de Huntintong. A manera de defensa
de su tesis explica Fukuyama en el prefacio;" Los distantes
orígenes de este libro se encuentran en un artículo titulado
"¿El fin de la historia?", que escribí para la revista The
Nacional interest en el verano de 1989. En él argumentaba
que un notable consenso respecto a la. legitimidad de la
democracia liberal como sistema de gobierno había surgi-
do en el mundo, durante los años anteriores, al venciendo
a ideologías rivales, como la monarquía hereditaria, el
fascismo, y más recientemente, el comunismo. Más que
esto argüía que la democracia liberal podía constituir "el
punto final de la evolución ideológica de la humanidad",
"la forma final de gobierno" y que, como tal, marcaría " el
fin de la historia". La destrucción del muro de Berlín por
manos de los propios alemanes que sufrieron engendró
ilusiones utópicas sobre el epílogo final del totalitarismo y
la victoria de la democracia. Fukuyama, como otros tantos
340 - - MARIO CASTRO ARENAS

científicos políticos, se encandiló con los fuegos artificiales


que celebraron el colapso del comunismo marxista-
leninista de la Unión Soviética y los estados satélites de
Europa Oriental. Y creyó que se cerraba para siempre la
búsqueda de la sociedad socialista menos imperfecta
cuando, en verdad, fue solamente una tregua, un efímero
período de transición de una pugna política permanen-
temente renovada por la metamorfosis de los sistemas
políticos. La firma del Tratado de Versalles, también,
alimentó la utopía de una paz definitiva. Desde que
Aristóteles catalogó la democracia, trescientos años de la
era cristiana - esto es la olvidada simbiosis demos - cracia,
el gobierno del pueblo- ; desde que San Agustín escribió-
"La ciudad de Dios", tras la toma de Roma por Alarico,
machacando que la sociedad ideal está en el cielo y no en
la tierra; desde que Marx profetizó con un nebuloso
mesianismo rabínico que, después de la destrucción del
capitalismo, llegaría la sociedad sin clases, el hombre, que
es hacedor de historia viva y rediviva, viene pronosti-
cando el non plus ultra de la historia. Fukuyama, tímido y
prudente como todo japonés, no incurrió ni en las profe-
cías apocalípticas ni en las utopías al estilo de Moro. Pero
sostuvo quizás algo peor para disgusto de los detractores
del capitalismo norteamericano: el vaticinio vertiginoso
que la democracia neoliberal sin equidad social sería el
modelo universal de gobierno al haberse auíoaniquilado la
democracia popular comunista. Antes del colapso comu-
nista, como anota Fukuyama, numerosos regímenes auto-
ritarios de derecha fueron eclipsándose en Europa,
América y Asia. Como fichas de dominó cayeron una iras
otra las dictaduras de España, Portugal y Grecia, y des-
pués los regímenes militares de Paraguay, Perú, Ecuador,
Bolivia, Uruguay, Nicaragua, al igual que la dictadura civil
de Filipinas. Casi todos estos gobiernos autoritarios fueron
reemplazados por gobiernos surgidos de las urnas. Sin
embargo, no sucedió el fin de la historia sino una historia
sin fin. El autoritarismo renace con ideales nacionalistas,
religiosos, y hay inclusive dictaduras constitucionales,
monopartidistas, teocráticas.
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO • - - 341

F u k u y a m a reconoce contradicciones internas y


externas, que objetan tanto liberales como socialistas, para
la aceptación de la democracia norteamericana como
modelo político único. Muchos neoliberales aseveran que,
después del New Deal, el intervencionismo es flagrante en
el sistema bancario, en la determinación de los intereses,
en regulaciones de la bolsa de valores y en otros aspectos
controlistas mediante entidades estatales criticadas por
Von Mises, Hayek, Friedman y otros puritanos de la
economía libre de mercado. Sin embargo, los gobiernos
republicanos posteriores a F.D. Roosevelt no se han arries-
gado a un retorno a la época de Hoover, precursora de la
Gran Depresión. De esa guisa, lo que se domina corriente-
mente democracia liberal es un eufemismo que, a ojos de
los ortodoxos de Mont Pellerin, encubre la intervención
del estado en la economía. Por otro lado, la incredulidad
social demócrata sobre el pensamiento único fustiga el
imperialismo financiero y tecnológico de traza corpora-
tiva, los subsidios estatales que obstaculizan la globaliza
ción del comercio, la hostilidad rampante de la Guerra
Preventiva, como unos entre otros hechos antagónicos a
un liberalismo real. Fukuyama se refiere a la segregación
racial como otra contradicción antiliberal: "T.,a experiencia
americana es única en el sentido de que, para usar una
frase de Tocqueville, los americanos nacieron iguales". A
despecho de la diversidad de antecedentes, países o razas,
a los que los americanos atribuyen su ascendencia, allegar
a América abandonaron esas identidades y se asimilaron a
una nueva sociedad sin clases sociales tajantemente défini"
das y sin divisiones étnicas o nacionales de larga dura-
ción... además, ni siquiera la democracia americana ha
tenido especial éxito en resolver su más persistente proble-
ma étnico, el de los negros americanos. La esclavitud de
los negros constituía la gran excepción del principio de
que los americanos "nacían iguales", y la democracia
americana no pudo, de hecho, resolver la esclavitud por
medios democráticos. Mucho después de la abolición de la
esclavitud, m u c h o d e s p u é s incluso que los negros
americanos consiguieran la plena igualdad legal, no pocos
342 — MARIO CASTRO ARENAS

permanecen alienados de ia corriente cultural americana .


Dada la profunda naturaleza cultural del problema, tanto
de parte de los blancos como de los negros, no está claro
que la democracia americana sea realmente capaz de hacer
lo necesario para asimilar plenamente a los negros y para
avanzar de la igualdad formal de oportunidades a una
más amplia igualdad de condición social".
Cuanto más se desligan de la coyuntura política, los
juicios de Fukuyama alcanzan profundidad y estabilidad
académica, pero sin despojarse de su inclinación a la polé-
mica. Sostiene, por ejemplo, que Hegel es un apologista
del liberalismo, en sentido contrario a los textos en los que
el filósofo alemán proclama que el Estado encarna la "idea
divina", es el summum de la omnipotencia y la omnisa-
piencia, preparando el terreno a la hegemonía del Estado
en el militarismo prusiano y el totalitarismo nazi. Dice
Fukuyama: "Hegel nunca ha tenido buena reputación en el
m u n d o anglosajón, donde se le ha acusado de ser un
apologista reaccionario de la monarquía prusiana, un
antecesor del totalitarismo del siglo XX y, cosa aún peor
desde una perspectiva inglesa, un metafísico difícil de leer.
Este prejuicio contra Hegel no ha dejado ver a muchos su
importancia como uno de los filósofos creadores de la
modernidad. Reconozcamos o no nuestra deuda con él, lo
cierto es que debemos a "Hegel los aspectos más funda-
mentales de nuestra conciencia del presente". Hay, indu-
dablemente, un Hegel para todos los gustos ideológicos.
Hay un hegelianismo de izquierda y un hegelianismo de
derecha. Un hegelianismo oscuro, indescifrable, que nutre
el barroquismo del lenguaje de los idealistas y los estruc-
turalistas, y un hegelianismo liberal, caro a la revaluación
de F u k u y a m a . Marx vació las entrañas de la lógica
dialéctica de Hegel, politizando su raciocinio, poniéndolo
de cabeza al sustituir la conciencia idealista por la lucha de
clases. Los cambios del método dialéctico creado por los
griegos (Sócrates, Platón y los sofistas), fueron impulsados
por el propio Hegel en la "Fenomenología del Espíritu",
pero otros filósofos alemanes habían trabajado la dialéctica
antes que él. "Pensadores como Herder, Goethe, y filósofos
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO - - - 3 4 3

anteriores como Platón, Aristóteles, Heraclite, Leibnitz etc.


influyeron en forma inmediata en su dialéctica. Hegel
profundizó en la dialéctica, tal como la había encontrado
en Schelling, sinomo dialéctica de la realidad efectiva en
todas sus esferas. Simultáneamente, Hegel adoptó el
idealismo de la filosofía alemana, intentando conferirle
una profunda base histórica y sistemática. Pensó que la
Naturaleza y la Historia son razonables, las leyes del
mundo exterior son expresión de su razón interna" ase-
vera el filósofo alemán de la izquierda hegeliana Gottfried
Stiehler, quien de pasada critica la interpretación de
Lukacs. Lo cierto es que la maquinaria de pensamiento
que puso en acción Hegel es quizás más fértil que lo ini-
cialmente se supuso, aunque para otros concluyó arrollán-
dolo. Uno de los liberales doctrinarios más importantes,
Kart Popper, siguió la línea de fuertes invectivas de
Schopenhauer y crucificó a Hegel con estas palabras: ...y
toda la historia de Hegel no merecería que se la relatara si
no fuera por sus más siniestras consecuencias, que
demuestran con qué facilidad un payaso puede llegar a ser
"un hacedor de historia". Fukuyama hizo caso omiso de
los insultos de Popper y se inclina a reiníerpretarlo a partir
de la versión hegeliana del ruso-francés marxista
Alexander Kojéve, profesor cíe Raymond Aron. Llega a
decir el politólogo norteamericano que la visión del libera-
lismo de Lïegel es más noble que la visión del liberalismo
anglosajón. Identifica la adhesión de Hegel al nacionalis-
mo alemán corno una forma de reconocimiento de la
identidad germánica que surge del thymos, valor clásico
griego referido al coraje y a la grandeza que Fukuyama
reinterpreta como valor contemporáneo de la dignidad.
"El Estado liberal ...es racional porque reconcilia estas
exigencias de reconocimiento sobre la base posible mutua-
mente aceptable, o sea, la base de la identidad individual
como ser humano. El Estado liberal ha de ser universal, es
decir, ha de reconocer a todos los ciudadanos porque son
seres humanos, y no porque sean miembros de tal o cual
grupo nacional, étnico o racial, Y ha de ser homogéneo en
la medida en que crea una sociedad sin clases, basada en
3 4 4 — MARIO CASTRO ARENAS

la abolición de la distinción entre señores y esclavos".


Desde el principio del análisis de Fukuyama hay que
reconocerle probidad intelectual en el tratamiento de sus
fuentes bibliográficas. No se rige por lo que dicen los
adversarios de Hegel sino por lo que dice el mismo Hegel.
El lugar común es el conocimiento de Hegel por la inter-
pretación distorsionada de Marx. Se le critica el idealismo
desde la perspectiva materialista, olvidando que él fue leal
a la raigambre filosófica de la matriz kantiana del idea-
lismo, y no le interesó el materialismo como escuela de
pensamiento sino como base de análisis. Aún asi, su
discutida "dialéctica de la naturaleza" delató su fabuloso
desconocimiento de los avances científicos que impulsaba
Inglaterra con la máquina y el vapor. Se ataca a Hegel por
su relación a los intereses de la burguesía, cuando sus
intereses no podían tener otro origen por su origen de
cuna y sus miras burocráticas de funcionario universitario.
Ahora bien. Fukuyama promete un Hegel por Hegel. Sin
e m b a r g o , sus p r u e b a s heurísticas son débiles, casi
inexistentes, en lo que atiende al recorrido histórico del
liberalismo. "La Filosofía de la historia", el libro que más
contiene definiciones políticas, suministra una visión
pálida, declinante, del liberalismo de su tiempo. En el
capítulo subtitulado: El liberalismo en los países romá-
nicos. Fas direcciones seguidas por Austria, Inglaterra y
Alemania" el juicio general es desfavorable al liberalismo;
está escrito con manifiesta hostilidad: "El liberalismo
dominó principalmente a todas las naciones románicas, es
decir al mundo católico romano: Francia, Italia y España.
Pero en todas partes hizo bancarrota: primeramente en
Francia, donde fue fabricado; luego en España y en Italia,
y por cierto que fue por dos veces que sucumbió en los
Estados d o n d e se había i n t r o d u c i d o . El liberalismo
dominó una vez en España a través de la Constitución
napoleónica, y luego con la Constitución de las Cortes; en
el Piamonte, por primera vez, cuando este país estuvo
incorporado al reino francés, y luego por obra de una
insurrección; también en Roma y Ñapóles imperó dos
veces. La abstracción del liberalismo, pues, partiendo de
EL LIBERALISMO - EL PENSAMIENTO POLÍTICO •• - 3 4 5

Francia recorrió el mundo románico, pero éste, debido a su


servilismo religioso, se vio aherrojado a una falta de
libertad política. Pues es un falso principio eso de que las
cadenas que atan al derecho y a la libertad puedan ser
cortadas sin que haya a la vez una liberación de la con-
ciencia, como lo es, también, eso de que puede haber
revolución sin una reforma". Podría Fukuyama contrar-
gumentar la notoria antipatía de Hegel por los países
románicos y por el catolicismo romano, como guía de sus
apreciaciones acerca del derrotero efímero y algo tortuoso
del liberalismo tratado como un préstamo ideológico
coyuntural. No hay en sus palabras ninguna señal al
supuesto thymos de los liberales románicos. En cuanto a la
nación fundadora del liberalismo en su doble vertiente
política y económica, no hay reconocimiento a los esfuer-
zos de los nobles por construir una estructura jurídica
protectora de los derechos civiles (Habeas Corpus, Bill of
Rights) sino un tenaz regateo de Hegel que no oculta su
desdén envidioso por las conquistas inglesas. Describe los
derechos civiles como simples derechos particulares y
privilegios especiales de iglesias, municipios, condados,
mientras que el gobierno es un mero ente administrativo,
Sentencia que ios ingleses tienen vacíos ios oídos ante ios
principios abstractos universales y que el Parlamento
gobierna, aunque no lo admitan ios británicos. Para mofa
del liberalismo, Hegel enciende el fulgor de la pluma para
retratar al verdugo de liberales Napoleón .Bonaparte y a
los hombres fuertes en general. Aludiendo a Napoleón
exclama:" Jamás se obtuvieron mayores victorias, jamás se
realizaron unas expediciones más geniales; pero tampoco
se manifestó nunca con una luz más clara que entonces la
impotencia de la victoria". Por la ventana del thymos y de
Hegel, Fukuyama se lanza al vacío de una especulación
teórica de fundamentación dudosa. Mayores posibilidades
de conexión podría aceptarse entre Hobbes y el liberalis-
mo moderno, pero más débilmente en la línea de relación
sostenida por Fukuyama. Hobbes es un defensor par
excellence del autoritarismo monárquico sin interferencia
religiosa. No tienen sus ideas destellos del reconocimiento
3 4 6 —- MARIO CASTRO ARENAS

al individualismo del deseo de reconocimiento. Sostiene


Fukuyama que "el carácter central, en su teoría, del miedo
a la muerte es lo que conduce a Hobbes al estado liberal
moderno. En el estado de naturaleza, antes del estableci-
miento de la ley positiva y el gobierno, "el derecho de
naturaleza" de cada hombre de conservar su propia
existencia le da derecho de usar cualquiera medio que
considere necesario para conservar la vida, incluyendo los
violentos... para Hobbes el derecho humano fundamental
es el derecho a la vida, es decir, a la conservación de la
existencia física de todos los seres humano, y el único
gobierno legítimo es el que pueda proteger adecuada-
mente la vida e impedir la vuelta a la guerra de todos
contra todos". Hay otra lectura de Hobbes que lo aproxi-
ma al liberalismo más directamente. El razonamiento
político de Hobbes identifica a la sociedad humana por el
estado de guerra en que se desenvuelve. Tengamos
presente que la época de Hobbes está marcada por la
rivalidad entre Inglaterra, España y Francia, y por los
traumas internos que vive cada una de estas naciones por
motivos religiosos: anglicanos vs puritanos, católicos
romanos contrarreformistas vs reformistas protestantes,
monarquistas católicos franceses vs hugonotes y calvinis-
tas de Ginebra. Existió una acusada rivalidad, una fuerte
competencia para vencer al rival y no dejarse vencer en la
competencia. El liberalismo económico se basa en una
mano invisible que promueve la competencia, que excita la
rivalidad de un industrial o comerciante para ser más
poderoso que sus competidores. Del estado de guerra de
Hobbes brota el estado de competencia del liberalismo. La
racionalidad política insta a la teoría del equilibrio estraté-
gico para preservar la paz internacional, pero dentro de
una incesante rivalidad. La racionalidad económica del
mercado se nutre de la competencia. Trata de evitar los
monopolios, pero no suprime la rivalidad comercial. La
economía liberal, ergo, se nutre del estado permanente de
guerra económica. La tendencia materialista de las ideas
de Hobbes influenciadas por Descartes y Galileo refuerzan
el materialismo el liberalismo económico que funda Smith.
EL LIBERALISMO •• EL PENSAMIENTO POLÍTICO — 347

Por donde se analicen las ideas y teorías de Fukuyama se


divisa una formación filosófica h u m a n í s t i c a que se
esfuerza en consolidar principios básicos del estoicismo,
también de los filósofos de los siglos XVIÍ y XVIII y
conjugarlos en beneficio del liberalismo. El quid del
asunto es el liberalismo norteamericano como paradigma
de gobierno urbi et orbi tropieza con la pérdida de ios
valores que alimentaron su fundación. Por más totalitario
que resulte el régimen comunista o por más intolerante
que sea un gobierno de raíz islámica, es difícil aceptar
como sustituto un sistema que nació proclamando la
igualdad de los hombres, pero que, en los hechos, los
segrega, agrede y anula; un sistema que invade los
territorios de otros países, los anexa a la fuerza y reprime
las fuerzas nacionalistas internas; un sistema que, como
esta versión moderna del liberalismo, dice cuestionar el
totalitarismo político, pero practica, o tiende a practicar,
totalitarismos financieros y tecnológicos. Por otro lado,
liberalismo y democracia no siempre son compatibles.
Chile, Singapur, Taiwan, Corea del Sur un tiempo,
mejoraron el rendimiento económico indudablemente,
pero sacrificaron las libertades y los derechos humanos,
Por lo demás, no existe modelo políticos único. Su sola
formulación implica intrínsecamente un pensamiento
único, es decir un totalitarismo cxcluyente. Más vale que
se permita a cada país a buscar el modelo de gobierno que
más se ajuste a su cultura y a su idionsicrasia en nombre
del derecho a una libre determinación, que no subyugue
los derechos humanos.

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Proseguimos en el
segundo volumen
de "El Pensamiento
Político" el análisis
del desenvolvimien-
to histórico de la
ideología liberal a
partir del derroca-
miento del sistema
feudal de la monar-
quía inglesa de los
estuardos y la im-
plantación del siste-
Dr M a r i o
ma parlamentario de - Castro Arer
whigs y tories, y el
Estado de Derecho basado en la Carta Magna, el Petition
of Rights y el Bill of Rights. Al momento de estudiar el
desenvolvimiento del Liberalismo en Inglaterra y Francia
entre los siglos XVII y XVIII, se corre el riesgo de perder
la comprensión de su significado integral si sólo
atendemos al rol del pensamiento económico de Adam
Smith y David Ricardo, sin valorar lo que representa el
legado de los derechos humanos de la Revolución
Inglesa, más duraderos y eficaces que los principios
post- Revolución Francesa.
Estudiamos el derrotero del Liberalismo en las obras
fundamentales de sus principales representantes euro-
peos de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX, a saber,
Harrington, Burke, Hume, Lord Halifax, Bentham, Stuart
Mill, Benjamín Constant, Joseph de Maistre, y contem-
poráneos y modernos como Weber, Popper, Mises,
Hayek, Friedman. Como un inevitable tour de force pre-
sentamos también a los liberales norteamericanos de la
primera generación decimonónica tales como Emerson,
Thoreau, Henry Adams; más otros pensadores de la
acepción izquierdista del liberalismo norteamericano,
algunos marxistas o neomarxistas, otros no, Henry
George, Veblen, Mumford, Schlesinger, Schumpeter,
Galbraith, Samuelson , Huntington,
Fukuyama. Raymond Aron y Jean
Francois Revel de Francia; Ortega y
Gasset y Unamuno, completan los mati-
ces, mutaciones, hipertrofias del Libera-
lismo desde su fundación a nuestros días.

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