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1. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo trata de explicar cuál es el tipo de legitimación que asiste a los
sindicatos para comparecer a un procesal judicial de carácter laboral.
Así como los modos de producción de hoy no son ni por asomo los de hace algunas
décadas, los conflictos laborales y la forma de abordarlos también ha tenido sustanciales
variaciones. Actualmente hay una tendencia, que encuentra su origen en el Derecho
Constitucional, de tutelar no solo los intereses o derechos de particulares con nombre
propio, sino también el de grupos indeterminados de sujetos, pero no por ello carentes
de derechos.
Como señala Montero Aroca, “lo más destacado en esa evolución es que, arrancándose
de la idea de que solo está legitimado para ejercitar un derecho en juicio quien afirma su
titularidad sobre él, estamos llegando a situaciones en las que los titulares de algunos
derechos no pueden ejercitarlos en juicio por sí mismos, no están legitimados, mientras
que la ley confía esa legitimación a otras personas”[1].
2. CUESTIONES PRELIMINARES
En opinión distinta, Monroy Gálvez señala que no existe la llamada legitimidad para
obrar extraordinaria, puesto que “cuando el sujeto de derechos, que es la parte material,
no es la parte procesal es porque en la relación procesal se ha presentado la figura de la
representación procesal; de lo contrario, la relación procesal estará totalmente
viciada”[5]. El citado autor precisa que en caso la persona parte de la relación material
carezca de capacidad procesal, estaremos ante la representación procesal obligada,
mientras que si deliberadamente se encarga la actuación procesal a un tercero, se tratará
de una representación procesal voluntaria.
Esta institución –la representación procesal– posibilita que la parte material actúe en un
proceso a través de la actividad procesal realizada por otra persona en su nombre, es
decir, lo que el representante legal haga no lo afecta a él, sino a su representado[6].
Representar, en sentido procesal, quiere decir actuar en juicio por otro[7].
Así también, las facultades de representación pueden ser voluntariamente otorgadas por
el sujeto titular del derecho material para que otro actúe en su nombre. Al ser un acto
voluntario, el poderdante asume todos los efectos del desempeño procesal de su
representante. Es relevante el caso de los abogados, quienes asumen la defensa de sus
patrocinados[8] y en muchos casos estos no toman conocimiento del estado de su
proceso sino hasta culminada la etapa decisoria, una vez emitida la sentencia.
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destacados en litigio laboral
Los sindicatos son sujetos colectivos -esto es, personas jurídicas- conformados por
trabajadores vinculados por prestar servicios en una determinada empresa o, laborando
en empresas distintas, porque se dedican a actividades afines. La finalidad de los
sindicatos puede sintetizarse en la búsqueda de mejores condiciones de trabajo y de vida
para sus afiliados; entonces, sus pretensiones pueden versar desde una disminución de la
jordana laboral o un aumento de salario, hasta un mayor número de semanas de
vacaciones de las que dispone la ley.
Hoy en día, quizá no en el Perú, pero sí en el mundo, los sindicatos se han convertido en
actores determinantes del desarrollo de la sociedad, tendiendo a regularizar aquella
disparidad que existe entre los empresarios y sus subordinados. Por ello, Palomeque
señala que “el sindicato ha llegado a ser una organización característica del sistema de
trabajo asalariado, un elemento definidor de la sociedad capitalista industrial, en cuyo
seno nace, para alcanzar la condición de verdadero sujeto político que no se limita tan
solo a la negociación de condiciones de trabajo”[9].
Estos conflictos pueden solucionarse de forma directa entre los sujetos de la relación
laboral mediante un convenio individual o colectivo, el arbitraje potestativo o el Poder
Judicial, según corresponda.
Ahora bien, los sindicatos son sujetos inmateriales o ficciones jurídicas, por lo que
necesariamente comparecen al proceso mediante sus representantes legales, los cuales
serán nombrados en su estatuto, sin que esto signifique que no sean los sindicatos las
partes del proceso. Hay una identidad entre la relación jurídico material y la relación
jurídico procesal. Estamos entonces bajo un supuesto de legitimidad para obrar
ordinaria.
Se debe tener cuidado con diferenciar este caso con uno en el que se afecte un derecho
colectivo. Un derecho colectivo no es de titularidad del sindicato sino de un colectivo de
personas que, en este caso, son los trabajadores que se ven representados por ese
sindicato. Por ello, cuando la norma señala que el sindicato comparece en causa propia
no se refiere a un derecho colectivo, sino a un derecho que es únicamente del sindicato,
entendiendo a esta entidad como un sujeto de derecho particular (persona jurídica) que
es titular de derechos y obligaciones[10].
Como ejemplo, imaginemos que hay un sindicato conformado por veintiún trabajadores
y ya se encuentra inscrito en el registro de la “autoridad de trabajo” a la que se refiere el
artículo 17 de la T.U.O. de la Ley de Relaciones Colectivas de Trabajo[11] (en lo
sucesivo, LRCT), motivo por el cual cuenta con la personería gremial y los beneficios
que ella le confiere. Sin embargo, por un error de la Administración, se piensa que han
fallecido dos de los afiliados al sindicato, habiendo supuestamente quedado el sindicato
con solo diecinueve afiliados, por lo cual ya no cumpliría con el requisito constitutivo
de un mínimo de veinte trabajadores afiliados. Luego, algún sujeto con interés demanda
judicialmente la disolución del sindicato y correspondiente cancelación del registro[12].
Ante lo sucedido, se está afectando un derecho que le es inherente en principio al propio
sindicato, dado que lo que se encuentra en juego es su existencia.
De otro lado, los intereses o derechos colectivos son aquellos que pertenecen a un grupo
indeterminado, pero determinable de personas. En este caso, sí existe un vínculo
jurídico entre los miembros del grupo, como bien señala Priori: “El vínculo jurídico que
está presente en los intereses colectivos determina que este tipo de intereses corresponda
a grupos o colectividades organizadas, a las que el ordenamiento jurídico les atribuye
relevancia”[14].
El artículo 9.2 de la NLPT dispone que “cuando se afecten los derechos de libertad
sindical, negociación colectiva, huelga, a la seguridad y salud en el trabajo y, en
general, cuando se afecte un derecho que corresponda a un grupo o categoría de
prestadores de servicios, pueden ser demandantes el sindicato, los representantes de los
trabajadores, o cualquier trabajador o prestador de servicios del ámbito”. Al referirse
este artículo a derechos que pertenezcan a un grupo o categoría de sujetos, es claro que
se refiere a derechos colectivos, puesto que de su lectura conjunta no se identifica que
exista una afectación individual a un interés o derecho, por el contrario, se trata de
derechos de una trascendencia que supera la personal.
Por ejemplo, si producto del fracaso de las negociaciones colectivas, los afiliados y no
afiliados de un sindicato deciden hacer una huelga, en ejercicio de un derecho
reconocido constitucionalmente, pero pese a cumplir con todos los requerimientos
legales, el Ministerio de Trabajo declara como ilegal la paralización de las labores de un
grupo de trabajadores, se está afectando un derecho colectivo, que pertenece de modo
inescindible a todo el grupo mencionado, cuyo vínculo jurídico es la situación de
prestadores de servicio de una empresa determinada. Es aquí donde uno de los
legitimados para plantear una pretensión ante el Poder Judicial es el sindicato.
Lo anterior tiene sentido, porque si los trabajadores crean un nuevo sujeto distinto de
ellos mismos es con la finalidad de que se defiendan de modo más eficaz sus intereses.
Dicha eficacia se entiende en dos sentidos. El primero de ellos es la coerción que puede
ejercer la pretensión o defensa de un sindicato, integrado por mínimo veinte miembros,
en comparación con la voz de un solo trabajador representado por sí mismo. El segundo
se trata de los medios económicos y estratégicos o de logística con los que cuenta un
sindicato, que recibe aportes de sus miembros y tiene como razón de ser la tarea de
buscar el bienestar de sus miembros.
Una particularidad que tiene la NLPT es que en su artículo 8.3 señala que el empleador
debe poner en conocimiento de los trabajadores representados la demanda que se
hubiere interpuesto por un sindicato, sin embargo, el incumplimiento de ese deber no
nulifica los actos del proceso[16]. Es decir, puede darse el caso que un trabajador sea
parte en un proceso sin jamás saberlo. Evidentemente, le corresponde al sindicato
efectuar la comunicación a los afiliados interesados cuáles son las acciones legales que
está promoviendo en su favor. En todo caso, de ese modo se logrará una defensa más
efectiva e idónea.
Conviene hacer mención al artículo 9.1 de la NLPT, el cual señala que “las pretensiones
derivadas de la afectación al derecho a la no discriminación en el acceso al empleo o del
quebrantamiento de las prohibiciones de trabajo forzoso e infantil pueden ser
formuladas por los afectados directos, una organización sindical (…)”; así, en el citado
artículo se expresa que las pretensiones son individuales, en tanto se delinea la
legitimidad para obrar ordinaria cuando son los propios afectados quienes pueden
comparecer al proceso laboral. Sin perjuicio de lo anterior, adicionalmente, para estos
casos neurálgicos como lo son la discriminación y el trabajo forzoso, los sindicatos
también están legitimados extraordinariamente, para la defensa de los afectados por la
conducta lesiva de los empleadores.
Hay ocasiones en las que hay situaciones jurídicas subjetivas que tienen un solo titular,
individualizado y con una pretensión determinada, pero, sin embargo, las mismas se
acoplan a otras iguales o similares, para que sean sustanciadas todas en un solo proceso
de carácter colectivo. “Se trata de conflictos que se reconocen en su origen como
derechos subjetivos; por ello son eminentemente divisibles, dado que podrá verificarse
la existencia de una pretensión en cabeza de cada uno de sus componentes que resultará
escindible de las restantes, aunque por diversos motivos es conveniente su tratamiento
como un conflicto colectivo”[17].
Como en el caso de los intereses o derechos colectivos, del artículo 9.2 de la NLPT
también se pueden extraer supuestos en los que se vean afectados intereses o derechos
individuales homogéneos. Es necesario entonces analizar el caso concreto, porque, por
ejemplo, del derecho a la salud en el trabajo se puede derivar un derecho colectivo,
como es el contar con servicios sanitarios, o un derecho individual homogéneo, como es
la indemnización que se produciría luego de una intoxicación masiva de trabajadores
debido a una ración de alimentos brindada por el empleador en precarias condiciones de
higiene.
4. CONCLUSIONES
Se trata de una regulación aislada de los derechos colectivos, tal como la que se haya en
el artículo 82º del Código Procesal Civil y en unas cuantas leyes más. Bajo esta
premisa, creemos que lo ideal sería que exista una regulación propia y completa sobre
los intereses o derechos difusos, colectivos e individuales homogéneos. Si bien la NLPT
es innovadora, de igual modo es deficiente, en tanto se refiere expresamente tan solo a
los derechos colectivos, y no de modo claro por medio de una simple lectura. Es cierto
que hasta hace no mucho para la doctrina ni siquiera había una diferencia entre intereses
o derechos difusos y los colectivos[19]: hoy sabemos que la diferencia se haya
sustancialmente en el vínculo entre los miembros del grupo. Por ello, para que los
operadores jurídicos de nuestro país se familiaricen con los nuevos avances del
Derecho, el Estado debe promover la creación de normas claras y modernas, que sirvan
para tutelar efectivamente las situaciones jurídicas subjetivas que trasciendan al sujeto
individualmente considerado.
Como guía se puede hacer uso del Código Modelo de Procesos Colectivos, elaborado
por el Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal y aprobado en las XIX Jornadas
Iberoamericanas de Derecho Procesal en el año 2004.
5. BIBLIOGRAFÍA
[1] MONTERO AROCA, Juan, “El Derecho Procesal en el siglo XX”, Tirant lo
Blanch, Valencia, 2000, p. 70.
[2] DEVIS ECHANDÍA, Hernando, “Teoría general del proceso”, Tomo II, Editorial
Universidad, Buenos Aires, 1985, p. 422.
[3] COUTURE, Eduardo, “Estudios de Derecho Procesal Civil”, Tomo III, 3ra. Ed.,
Depalma, Buenos Aires, 1979, p. 208.
[5] MONROY GÁLVEZ, Juan, en: “Estudios de Derecho Procesal Civil”, Ediciones
Legales, 2da. Ed., Lima, 2013, p. 524.
[6] Ibidem.
[8] Conviene revisar los artículos 80 del Código Procesal Civil y 290 del Texto Único
Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
[9] PALOMEQUE LÓPEZ, Carlos Manuel, “El sindicalismo en el siglo XXI y sus
objetivos en tiempos de transformación”, en: Hacia un nuevo sindicalismo en el siglo
XXI, Congreso de la República del Perú, Lima, 2010, p. 20.
[10] PRIORI POSADA, Giovanni, “Comentarios a la Nueva Ley Procesal del
Trabajo”, Ara editores, Lima, 2011, p. 91.
[15] Tal facultad de los sindicatos también se encuentra reconocida en el inciso c) del
artículo 8 de la LRCT, de la siguiente manera: “ARTÍCULO 8.- Son fines y funciones
de las organizaciones sindicales: (…) C) Representar o defender a sus miembros en las
controversias o reclamaciones de carácter individual, salvo que el trabajador accione
directamente en forma voluntaria o por mandato de la ley, caso en el cual el sindicato
podrá actuar en calidad de asesor”.
[16] Criticando este artículo de la NLPT, Monroy Gálvez sostiene lo siguiente: “Se dice
que el empleador –por tanto el emplazado– tiene la carga de avisar a los trabajadores
que el sindicato ha demandado derechos de ellos. No hay razón para que esa carga la
soporte el emplazado. Si existe la hipótesis que el sindicato actuó sin conocimiento de
sus dirigentes o afiliados por derechos que son de ellos, situación de por sí
sorprendente, quien debe evitar que ello genere perjuicios es el juez, quien podrá
citarlos con la demanda, acto que implica no imponerle carga procesal alguna.
Precisamente la ausencia de fundamento de regular una situación tan extraña como la
carga del emplazado de notificar a sus reales demandantes, ha determinado que el
legislador diga, a continuación, que si ello no ocurre no es relevante, y que, por lo tanto,
no afecta la validez del proceso”. MONROY GÁLVEZ, Juan, “Comentarios a la Ley
Procesal de Trabajo”, en: Themis – Revista de Derecho, Nº 58, Lima, 2010, p. 174.
[17] SALGADO, José María, “Tutela individual homogénea”, Astrea, Buenos Aires,
2011, p. 42.
[18] TOVALINO CASTRO, Angélica, “Aciertos y desaciertos en la regulación de la
comparecencia en la Nueva Ley Procesal del Trabajo”, en: Nuevas instituciones del
proceso labora, Gaceta Jurídica, Lima, 2014, p. 89.
[19] Por ejemplo, el destacado profesor Vincenzo Roppo, mientras definía a los
intereses difusos, señaló lo siguiente: “Es claro que el ciudadano o el grupo de
ciudadanos que exigen protección contra tales hechos dañosos actúan, por un lado, en su
propio interés (por haber sido afectados personalmente), pero por otro lado, y al mismo
tiempo, actúan por un interés colectivo (…)”. En el párrafo citado puede identificarse
que se da un tratamiento conceptual igualitario a los intereses difusos y los colectivos.
ROPPO, Vincenzo, “Situaciones jurídicas y relaciones jurídicas”, 4ta. Ed., Monduzzi,
Boloña, 2001, en: LEÓN HILARIO, Leysser (traductor), “Las relaciones obligatorias”,
Jurista Editores, Lima, 2007, p. 52.