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LA INFRACCIÓN AL DEBER OBJETIVO DE CUIDADO EN


LA ACTIVIDAD AUTOMOTOR: ASPECTOS
PROBLEMATICOS

VICTOR DANIEL CASTILLA PLAZA

FACULTAD DE DERECHO
UNIVERSIDADES SANTO TOMAS
MAESTRÍA EN DERECHO PENAL

Septiembre de 2015
2

LA INFRACCIÓN AL DEBER OBJETIVO DE CUIDADO EN


LA ACTIVIDAD AUTOMOTOR: ASPECTOS
PROBLEMATICOS
3

TABLA DE CONTENIDOS

INTRODUCCIÓN……………………………………………………….6

MARCO REFERENCIAL……………………………………………...11

MARCO TEÓRICO Y ESTADO DEL ARTE……………………….. 15

LA CULPA……………………………………………………………….21

EL TIPO CULPOSO…………………………………………………….22

CONCEPTO………………………………………………………………22

ORIGEN DEL DELITO CULPOSO…………………………………….26

ELEMENTOS DEL TIPO CULPOSO…………………………………..33


4

COATORÍA Y PARTICIPACIÓN EN EL TIPO CULPOSO……….37

LA IMPRUDENCIA EN LA DOGMÁTICA NEOCLÁSICA………..53

LA IMPRUDENCIA EN EL NORMATIVISMO………………………54

EL DELITO CULPOSO EN LA TEORÍA FINALISTA……………….56

EL DELITO IMPRUDENTE EN LA DOGMÁTICA

NORMATIVA……………………………………………………………..57

LA ANTIJURIDICIDAD EN LA CULPA................................................64

REGLAS QUE IMPONEN EL DEBER OBJETIVO DE CUIDADO…66

PRINCIPIO DE DEFENSA…………………………………………….....66

PRINCIPIO DE CONFIANZA…………………………………………….68

PRINCIPIO DE RIESGO………………………………………………….70

RESPONSABILIDAD DE LA VICTIMA………………………………...73

EL DOLO EVENTUAL EN COLOMBIA………………………………..76


5

MARCO LEGAL…………………………………………………………76

JURISPRUDENCIA NACIONAL………………………………………77

CONCLUSIONES Y PROPUESTAS……………………………………94

BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………..97
6

INTRODUCCIÓN

Hoy no existe duda que el problema del delito imprudente concierne también
al tema de la imputación objetiva, pues el legislador penal de la Ley 599 de
2000 estableció en la definición de la culpa el elemento normativo incluido en
el tipo objetivo de tal construcción, denominado infracción al deber objetivo
de cuidado y su relación vinculante con el resultado típico, violación al deber
objetivo de cuidado que coincide con el primer criterio de imputación
conocido como creación del riesgo jurídicamente relevante. Conforme con
ello, nos interesa establecer las pautas a tener en cuenta en la imputación de la
conducta siempre que se trate de atribuir responsabilidad en un delito culposo
referido al tráfico rodado.

Con un ejemplo traído de la jurisprudencia española podemos graficar lo que


se pretende con el trabajo investigativo. Ella es, la sentencia del 14 de mayo
de 1984, en la misma el tribunal acotó lo siguiente:

―Si el procesado hubiera circulado reglamentariamente y adoptado la debida


separación del ciclomotor al proceder a rebasarlo, no le hubiera rozado ni
desplazado de su marcha, haciéndolo caer y no habría ocurrido el atropello
inmediatamente posterior‖.
7

Para efectuar tal apreciación es indispensable conocer la norma o pauta que


determina la infracción al deber objetivo de cuidado en esta actividad, para
luego especificar la forma como ella debe ser cumplida y analizar si en el caso
materia de análisis se vulneró esa regla.

Además del conocimiento de esas reglas hay unos principios jurisprudenciales


y doctrinales que se constituyen en soporte de la determinación del deber
objetivo de cuidado en el delito imprudente y específicamente en la actividad
del tráfico rodado que ya empiezan a ser aplicados en nuestro país, tales como
el principio de confianza, el principio de defensa o seguridad y el principio del
riesgo. Ese es otro de los cometidos de este trabajo: identificar y desarrollar
estos principios para hacerlos prácticos y puedan ser aplicados de forma
correcta por los jueces nacionales. Ello, claro está, una vez identificados sus
componentes e implicaciones y la necesidad y utilidad de su práctica.

Otra de las pretensiones, por estar íntimamente vinculado al problema de la


imprudencia tanto en su caracterización como en la punibilidad por la
fragilidad de la línea que los separa, concierne al tema del dolo eventual, en
ese sentido verificaremos cuando sería justo desde el punto de vista de la
coherencia dogmática la imputación a este título cuando esté de por medio la
infracción de una norma de tránsito.
8

La pretensión del trabajo tampoco es agotar toda la temática de la violación al


deber objetivo de cuidado en la actividad en mención, sino contribuir de
alguna manera a identificar unas pautas objetivas para que los operadores del
derecho penal cuenten con unas herramientas de sencillo manejo, en el
tratamiento de este tipo de delitos.

Así como muchas investigaciones se han dedicado a la actividad médica, esta


aportará al derecho nacional, en el campo del tráfico viario, unas reflexiones e
ideas en un tema sumido en el olvido, bajo la manta del engañoso diagnóstico
de que en este campo ―todo se sabe‖.

De ahí que en el diseño de la temática desde el punto de vista descriptivo


destacaremos de manera breve el desarrollo que ha tenido el tratamiento del
delito imprudente en la teoría del delito, haciendo hincapié en el concepto
deber objetivo de cuidado, pero centrándolo en la actividad del tráfico
automotor. El análisis de los problemas básicos se situará en la casuística de
esta actividad, por ejemplo la coautoría en la imprudencia en sede del tráfico
rodado.
Se tomará posición acerca de si es necesario en esta materia el adelantamiento
de la barrera de protección, estableciendo delitos de peligro abstracto y
concreto como existen en el derecho comparado, como lo son la conducción
temeraria y la conducción bajo el influjo de bebidas embriagantes o tóxicas.
9

Además no se puede pasar por alto que las normas de tránsito tienen el
carácter de normas extrapenales de seguridad, y se constituyen en un indicio
para determinar el deber de cuidado con la vida, con la salud o con los demás
bienes jurídicos de terceros. De ahí la importancia de poder determinar reglas
claras en esta materia.

El abandono investigativo de esta temática no es un problema en el que resulta


comprometido nuestro país, sino también el derecho penal comparado. No
existe en Colombia una sola investigación publicada que haya tocado el tema
de la infracción al deber objetivo de cuidado en la actividad automotor o de
tráfico viario. En Alemania los profesores Günther Jakobs y Claus Roxin, se
han ocupado de establecer pautas para solucionar discusiones en torno a la
jurisprudencia en temas referidos a las creaciones de riesgo en la actividad del
tráfico rodado.1

La tarea que emprendemos tiene una pretensión científica y es establecer y


conocer unas pautas normativas reglamentarias y otras que no tienen ese
carácter, necesarias para determinar si la conducta específica que pudo dar
lugar a la producción del resultado lesivo, se mantiene dentro del riesgo
1
La imputación objetiva en el derecho penal, Günther Jakobs, Universidad Externado de Colombia, 2004
10

permitido, esto es, con ella se infringe o no el deber objetivo de cuidado. Dar a
conocer las pautas existentes ofrecidas por la legislación y comprender las
construidas por la doctrina nacional y foránea, permitirán establecer unas
bases sólidas que sirvan de topois o puntos de arranque en la solución de los
casos complejos que han sido discutidos en el contexto del derecho penal.

Proponer y establecer unas bases sólidas que permitan ofrecer seguridad


jurídica en una actividad bastante reglada, pero que permite juicios de
valoración individual de los operadores judiciales, y poder así determinar
baremos o parámetros que sirvan para complementar el tipo culposo.

Establecer el concepto de violación al deber adjetivo de cuidado en el ámbito


de la actividad automotor o tráfico viario.

Identificar pautas normativas reglamentarias y no reglamentarias que permitan


conocer si el resultado lesivo de una conducta imprudente en la actividad
automotor se mantiene dentro del riesgo permitido.

Conocer las pautas existentes en la legislación y comprender las construidas


por la doctrina nacional y foránea en cuanto al tráfico rodado.

Establecer pautas con relación a la imputación de las conductas en lo referente


al tráfico rodado y su implicación a la infracción al deber objetivo de cuidado
y la relación de este con el resultado típico.
11

Identificar y demostrar los principios jurisprudenciales y doctrinales como, el


principio de confianza, el principio de defensa y seguridad y el principio del
riesgo los cuales sirven de soporte de la determinación del deber objetivo de
cuidado.

Analizar cuando sería válido desde el punto de vista de la coherencia


dogmática, el tema del dolo eventual, cuando esté de por medio una
infracción a la norma de transito.

MARCO REFERENCIAL

La investigación se contextualiza en el tema general del delito imprudente o


delito culposo, en ese sentido la primera parte de la labor investigativa
analizará lo concerniente al desarrollo de la culpa en la teoría del delito. En
segundo término, nos referiremos en concreto al surgimiento del concepto
infracción al deber objetivo de cuidado, sus modalidades, los factores que lo
fundamentan, los principios que lo orientan en la activad automotor y luego
los temas que mayor discusión suscitan en la doctrina.
12

Sin lugar a dudas tratar el tema del delito imprudente y de la infracción al


deber objetivo de cuidado en el ámbito automotriz implica también hacer
referencia necesaria a la imputación objetiva, pues es en sede del delito
imprudente donde la teoría de la imputación objetiva ha alcanzado los
mayores frutos y rendimientos. Además, debe tenerse en cuenta que la
infracción al deber objetivo de cuidado determina la creación de un peligro
típicamente relevante.

En un primer momento la infracción al deber objetivo de cuidado en la teoría


del delito por virtud de las posturas dogmáticas causalistas, se ubicaba en la
categoría de la culpabilidad, haciendo parte de una de sus modalidades, la
culpa; posteriormente y por los aportes del penalista Engisch, entre otros, la
inobservancia del cuidado debido pasó a estudiarse en sede del injusto, esto es,
ha de ser un elemento del tipo2 y ya por los progresos dogmáticos propuestos
por Hans Welzel el tema se trata en sede de tipicidad. Hoy puede decirse sin
hesitación alguna, que el elemento objetivo del tipo culposo, infracción al
deber objetivo de cuidado, es realmente lo que prohíbe la norma, y no
solamente la simple causación. De ahí que una acción adecuada al riesgo
permitido no puede ser valorada como descuidada, en tanto el riesgo permitido

2
Engisch, 1930, 344
13

excluye la tipicidad de la acción al excluir consecuentemente el desvalor de la


acción.

Constituye hoy día posición mayoritaria en la doctrina especializada que la


tipicidad del delito imprudente se hace depender de la verificación de la
producción de un resultado manifestado en lesión o puesta efectivamente en
peligro del bien jurídico, que pueda ser atribuido objetivamente con la
infracción al deber objetivo de cuidado.

En la medida en que la estructura del delito culposo es especialmente


compatible con la imputación objetiva, pues en la imprudencia no se
desaprueba la mera causalidad sino la infracción a un norma de cuidado, el
delito culposo solo puede ser estudiado y explicado desde una arista
normativa. La norma constituye el baremo en virtud del cual se puede inferir
que ella no prohíbe la mera causalidad sino aquella conducta que es contraria
al cuidado debido. En ese entendido, sin la infracción de la norma de cuidado
no se puede hablar de una conducta imprudente. Ya en el ámbito de nuestro
estudio se podrá decir que con la observancia del cuidado necesario en la
actividad automotor desaparece el desvalor de la acción y en el evento de
darse un resultado lesivo de bienes jurídicos podrá hablarse de una situación
fortuita o de una desgracia, más no de un injusto imprudente. Una conducta
que crea un riesgo permitido, que se mantiene dentro del margen de lo
permitido, no realiza en consecuencia, tipo alguno.
14

Para mejor comprensión de la temática nuestra postura parte de la base de


entender que el contenido del deber de cuidado se determina a partir de dos
elementos integradores: uno primero de naturaleza eminentemente intelectual
que se manifiesta con la posibilidad de considerar que el agente estaba en
posibilidad de prever los efectos del comportamiento haciendo un juicio
inteligente; otro de naturaleza normativa, conforme con el cual, no todo
comportamiento que según el juicio de previsibilidad, cree un peligro para los
bienes jurídicos infringe el deber de cuidado, ello en tanto se paralizaría la
sociedad. De ahí que solo el riesgo que excede lo permitido en el ámbito
social da lugar a configurar el indicio de infracción imprudente.

La determinación de la imprudencia en Colombia está regulada a través del


sistema de numerus clausus, esto es, solo es punible el comportamiento
imprudente cuando expresamente lo señala la ley, así se manifiesta en el
artículo 21 de nuestro código penal. Salvo algunas excepciones, como la
contemplada en el artículo 360 del estatuto punitivo nacional, en el que el
intérprete define conforme a los elementos estructurales del reato la
posibilidad culposa, el legislador ha determinado de forma precisa que
comportamientos delictivos admiten la modalidad imprudente.

El sistema de regulación cerrada de la imprudencia no impide sin embargo,


que al tipo culposo se le caracterice como tipo abierto, en la medida en que la
concreción de lo que resulta adecuado al estándar de lo permitido en el tráfico,
únicamente es posible por medio de la valoración judicial, auxiliada
15

dependiendo de la actividad social, por las correspondientes reglamentaciones


o presupuestos normativos que las rigen. La configuración del delito culposo
siempre habrá de completarse mediante valoraciones judiciales adicionales a
la parte del tipo reglado. Ello ha dado lugar a que se considere que tal
circunstancia propia de la culpa constituya vulneración del principio de
determinación o de tipicidad, en la medida en que el tipo culposo debe
rellenarse con las valoraciones de los jueces. Lo que de por sí propicia
inseguridad jurídica.

MARCO TEÓRICO Y ESTADO DEL ARTE

Los sistemas dogmáticos funcionalistas tan en boga en la actualidad


determinan, como función del derecho penal, entre otras, la de asegurar la
confianza general en las normas penales y mantener su respeto en el contexto
social. Para el logro de ese cometido se valen no de una prevención general
negativa como función de la pena que encuentre en la intimidación y en la
coacción psicológica el mejor instrumento para evitar el delito, sino que por el
contrario encuentran su fundamento en una prevención general positiva en
virtud de la cual con la imposición de la sanción lo que se pretende es asegurar
16

la confianza en el derecho, en las instituciones jurídicas y estatales, y con ello


restablecer el ordenamiento jurídico quebrantado con el delito, de esa manera
se reafirma la vigencia de la norma3.

Ese mantenimiento de la confianza en las normas propio de esas visiones,


concreta en el ámbito penal el denominado principio de confianza, en cuya
virtud las relaciones sociales están orientadas no por la desconfianza en el
comportamiento de los demás, sino que las personas confían en que los demás
adecuaran su conducta a las exigencias normativas, de manera tal que los
ciudadanos puedan convivir en paz.

Esa confianza en que los demás respetaran las normas es un principio básico
de los ordenamientos jurídicos, pues sin confianza reina el caos y el desorden.
Precisamente esa circunstancia de ser un principio básico del ordenamiento
jurídico en un Estado social y democrático de derecho, propicia utilidad como
criterio normativo de imputación en el ámbito de atribución de conductas
penales. Y es precisamente en sede del delito imprudente y en las actividades
realizadas mediante estructuras jerarquizadas donde tal principio ha adquirido
mayor vigencia.

3
Marcelo Ferrante, Una introducción a la teoría de la imputación objetiva, Universidad externado de
Colombia, 1998.
17

Es en el concreto tema de la actividad del tráfico rodado, en el campo del


delito imprudente, desde donde tal principio propició su extensión a otras
esferas. Ello ha quedado evidenciado al punto que Günther Jakobs ha dicho
que: ―Aquellos comportamientos que generan un riesgo permitido no tienen
por qué estar inscritos en un contexto especial para ser tolerados socialmente,
sino que son tolerados de modo general. En este sentido, por ejemplo, los
riesgos del tráfico rodado y aéreo, realizados cumpliendo con las respectivas
normas, son tolerados sin tener en cuenta si los intervinientes participan en el
tráfico por razones urgentes o por simple placer: tales comportamientos son
socialmente adecuados de manera general‖4. Desde esta perspectiva es desde
la cual, el principio de confianza ha tenido una función dogmática más
evidente y consolidada.

El principio en comento sirve para determinar los límites de la norma de


cuidado en la realización de las actividades cotidianas por parte de los
ciudadanos. Ello significa que en la actividad del tráfico rodado también
presta mucha utilidad para determinar el ámbito de lo permitido y de esa
forma establecer si la producción del resultado puede ser atribuida al agente.

4
Günther Jakobs, La imputación objetiva en Derecho Penal, Universidad Externado de Colombia, 2004
18

Este principio implica conforme con ello, la limitación de la previsibilidad


como fundamento psicológico de la responsabilidad penal de quien ejecuta la
acción.

Este principio es de suma valía también en el contexto del delito imprudente


en la medida en que fija parámetros de comportamientos tanto de quienes
realizan las acciones como también de quienes como terceros intervienen en la
misma actividad. En el tráfico viario tendrá en consideración tanto al
conductor del vehículo como al peatón que atraviesa la vía, para determinar a
quién se imputa la conducta lesiva. O frente a otro evento, la conducta entre
conductor y conductor.

El límite del principio de confianza está en el comportamiento cuidadoso y


adecuado de quien realiza la acción, sin embargo en cada caso en concreto
habrá que efectuar un juicioso análisis, toda vez que quien realiza un
comportamiento descuidado no en todos los eventos habrá lugar a imputar el
resultado, ya que es preciso determinar que otros aspectos incidieron de mayor
forma en la realización de esa consecuencia.

Entre los temas actuales álgidos por los que pasa la discusión del delito
imprudente en el tráfico rodado y el mismo concepto de violación al deber
objetivo de cuidado, está el enfrentamiento entre dos principios, el de
confianza y el principio de seguridad o de conducción dirigida. Éste último
19

encuentra su fundamento en el principio de autorresponsabilidad e implica que


quienes conducen vehículos son dueños y titulares en todos los momentos de
los movimientos de los mismos y tienen el deber de controlar y dirigir su
conducción de forma responsable. De ahí que los conductores deban moderar
la marcha o interrumpirla cuando la autoridad competente lo determine o
cuando las circunstancias de tiempo, terreno, luminosidad, estado mecánico
del vehículo, concurrencia de otros rodantes, lo hagan aconsejable.

En este trabajo tomo partido por la necesidad de armonizar los dos principios,
de forma tal que los dos tengan una práctica constante en esta actividad.

No se puede realizar un trabajo como este sin acudir a la doctrina


contemporánea impulsada por autores como Claus Roxin, Gunther Jakobs,
Francisco Muñoz Conde, Marcelo Ferrante entre otros, profesores que han
dedicado su actividad profesional a los temas del delito imprudente, la
imputación objetiva y la infracción al deber objetivo de cuidado. En el ámbito
nacional de la doctrina se pueden citar: Jesús Orlando Gómez López, Jorge
Perdomo Torres y Eduardo Montealegre Lynett. Las obras de estos autores
serán la base documental de la investigación, acompañadas de las reflexiones
que aportaré en el concreto tema de la actividad automotor.

La imprudencia en el contexto actual es tema que interesa a quienes se han


dedicado también al estudio de los progresos científicos y la denominada
20

sociedad del riesgo, pues los diseños de nuevas vías, la utilización de medios
de transporte más veloces y más aerodinámicos ha contribuido de esa misma
forma para que el riesgo de accidentes se incremente o adquiera diversas
modalidades de ocurrencia.

La sociedad de riesgo en que vivimos ha conllevado a que los niveles y límites


del riesgo tolerado en cada uno de los sectores de actividades sean, con
frecuencia, regulados por normas primarias extrapenales o penales que
implican una pre-valoración acerca de las condiciones idóneas del
comportamiento para prevenir la ocurrencia de resultados lesivos, esas
disposiciones funcionan en este modelo de sociedad como reglas preventivas
de cuidado, tal es el caso del Código Nacional de Tránsito Terrestre, El
Código de Minas y otros estatutos regulatorios de actividades que implican
riesgos y que exigen puntuales medidas de prevención, para evitar
consecuencias lesivas.

En las situaciones de conductas típicas, la regulación previa delimita las


condiciones del comportamiento que aún siendo peligroso, es permitido
dependiendo el sector de actividad en el que se realiza, persiguiendo reducir
los riesgos de daños lesivos a una medida socialmente aceptable. En ese
sentido el análisis investigativo debe partir del derecho positivo y de las
normas extrapenales que se constituyen en la base de la delimitación de la
conducta penalmente relevante.
21

La discusión actual en la imprudencia pasa por los siguientes puntos: la


posibilidad de la coautoría, la ubicación de los conocimientos especiales del
autor, la existencia de un tipo subjetivo en la modalidad imprudente, la
ubicación de la previsibilidad subjetiva en sede de tipicidad o de la
culpabilidad, la diferencia con el dolo eventual, la necesidad de consagración
de nuevos tipos penales que recojan situaciones peligrosas que de suyo no
impliquen afectación efectiva de un bien jurídico, y los ámbitos de
punibilidad. En el contexto de la infracción al deber objetivo de cuidado el
estado de la cuestión propicia, principalmente, dos discusiones: una primera
referida a sí la infracción de la norma extrapenal de seguridad constituye ya de
por sí la vulneración al deber objetivo de cuidado, o si por el contrario tal
comportamientos es simplemente tan sólo un indicio para determinar el deber
de cuidado; el otro tema, alude a la distinción entre el deber objetivo de
cuidado y las reglas generales de cuidado, esta diferenciación es importante
para evitar que en la configuración del deber objetivo de cuidado se infrinja el
principio de legalidad.

LA CULPA

EL TIPO CULPOSO
22

CONCEPTO

Dispone el artículo 21 del Código Penal (Modalidades de la conducta


punible): ―La conducta es dolosa, culposa o preterintencional. La culpa y
la preterintención solo son punibles en los casos expresamente señalados
por la ley”.

Lo anterior nos indica que, todos los delitos son dolosos, pero los culposos
estarán expresamente señalados en la parte especial del Código Penal:
homicidio y lesiones por culpa (artículos 109, 120, 121), lesiones culposas al
feto (artículo 126), contaminación ambiental culposa (explotación de
yacimiento minero o hidrocarburo- artículo 333 del CP), daño a los recursos
naturales y contaminación ambiental culposos (artículo 339 CP), delitos de
peligro común por culpa (artículo 360 del CP), peculado culposo (artículo 400
CP), fuga culposa (artículo 450 CP).

El tipo culposo describe el comportamiento humano que mediante la violación


de un ―deber objetivo de cuidado‖ produce un resultado típico no querido pero
que era previsible y evitable por el autor si hubiese observado el cuidado
debido en el ámbito de relación5. En la culpa hay necesariamente una conducta
voluntaria pero no intencional6 del resultado, esto es, el autor realiza
voluntariamente un acto, conducir, cazar, tomar puntería, competir, practicar

5
Antolisei, Manual de Derecho penal, pag. 269
6
Romero Soto Luis E., Derecho Penal, pag. 166
23

una intervención quirúrgica, etc., en el desarrollo de esa actividad viola un


deber de cuidado que debía observar a consecuencia de lo cual deviene el
resultado típico7 (lesión a un bien jurídico).

Lo anterior nos indica que los delitos culposos son conductas que lesionan
efectivamente un bien jurídico o lo ponen en peligro, pero, el fin no es
previsto por el actor; pero no milita la intención de producir el resultado
típico. La acción imprudente es también una actividad voluntaria, es decir,
encausada a un objetivo previsto, conducir, intervenir quirúrgicamente, operar
una máquina, explotar recursos mineros o de hidrocarburos, etc., pero no hay
una actividad finalistica de lesionar el bien jurídico tutelado. Por el contrario
en el delito doloso la acción voluntaria está encausada a la realización del
resultado; la diferencia radica en que en las conductas dolosas se quiere el
resultado típico u en las culposas se quiere un hecho no típico.
Según Antolisei, ―El deber de cuidado no surge del tipo mismo sino de un
ámbito regulativo que se encuentra fuera del sistema punitivo (reglamentos de
la actividad), por lo tanto el tipo culposo contiene unos elementos de remisión
cuyo contenido corresponde al Juez completar con apoyo en las regulaciones
existentes. Ese ámbito de previsión y cuidado puede surgir de usos sociales (el
mantenimiento de un arma), de las costumbres, de los reglamentos de

7
Betiol, Derecho Penal, pag.399
24

actividades que requieren destreza o especiales conocimientos, de la propia


ley o inclusive de órdenes o instrucciones dadas por la autoridad pertinente8.

En los delitos cometidos en accidentes de tránsito, el Juez debe remitirse al


Código de Tránsito, en punto a la explotación de recursos mineros la remisión
se hace de cara al Código de Minas y demás reglamentos que regulan la
actividad de la minería.

De conformidad con el artículo 23 del Código Penal (Culpa): ―La conducta es


culposa cuando el resultado típico es producto de la infracción al deber
objetivo de cuidado y el agente debió haberlo previsto por ser previsible,
o habiéndolo previsto, confió en poder evitarlo”.

Esta definición parece mesclar diversas teorías del delito, la clásica y la


teoría finalista de Welzel que considera la culpa como la violación de un deber
objetivo de cuidado.

―Lo esencial en la culpa es la forma en que se produce el resultado, o sea no


ya intencionalmente sino mediante la violación del ―deber objetivo” de
cuidado que el individuo debía observar y que se ha infringido, vulneración
que se deduce según la previsión legal del comportamiento del término común
de las personas, o sea el cómo obraría una persona razonable y prudente en las
condiciones concretas en que le correspondió obrar al agente. Ahora bien, el

8
Antolisei, Manual de derecho penal, pag 273
25

resultado típico deviene como consecuencia de la violación de ese deber


objetivo de cuidado, pero que en particular era previsible y evitable para el
autor o habiéndolo previsto confió en poder evitarlo. Al lado del deber
objetivo de cuidado el tipo culposo se edifica sobre la ―previsibilidad” del
resultado como consecuencia de la violación del deber de cuidado‖9.

El deber de cuidado no tiene su origen en el tipo penal; sino, en un ámbito


exterior al sistema penal, esto es, en la ley, los reglamentos, regulaciones
especiales, código de tránsito, código de policía, etc. (la reglamentación de la
actividad de que se trate).

Es por lo anterior, que el delito culposo no es completo, ya que contiene unos


elementos foráneos que al Juez le corresponde retrotraer; incluso el ámbito de
remisión puede emanar de las costumbres sociales (la cacería, el
mantenimiento de las armas) y de la ley en cuanto se trate de actividades
reguladas por la ley, como la medicina y otras profesiones reguladas.

En fin, lo fundamental es la actitud frente a lo que sería el comportamiento de


una persona razonable, prudente frente a las circunstancias.

Expresa el profesor Jesús Orlando Gómez: “Ahora bien, el resultado típico


deviene como consecuencia de la violación de ese deber objetivo de cuidado,
pero que en particular era previsible y evitable para el autor o habiéndolo

9
Jesús Orlando Gómez López, Teoría del delito (2003)
26

previsto confió en poder evitarlo. Al lado del deber objetivo de cuidado el tipo
culposo se edifica sobre la ―previsibilidad” del resultado como consecuencia
de la violación del deber de cuidado‖10.

ORIGEN DEL DELITO CULPOSO

“Hasta hace relativamente poco tiempo el delito imprudente ocupaba un lugar


secundario en el derecho penal, consagrado fundamentalmente al delito doloso
a cuya estructura respondían los delitos más graves y cualitativamente más
importantes. El delito imprudente era un quasi delictum, más afín con el
derecho civil que con el penal propiamente dicho.

El proceso de industrialización que comienza con la revolución industrial en el


Siglo XIX y que continúa y aumenta en este, supuso la manipulación de
máquinas y medios peligrosos para la vida, la salud la integridad física y el
patrimonio de las personas. El tráfico automovilístico representa actualmente
una de las fuentes principales de peligro para la vida y la integridad física, con
sus secuelas de muertes lesiones y daños. No es, por ello, extraño que las

10
Jesús Orlando Gómez, ibidem
27

imprudencias en este sector constituyan estadísticamente hoy la parte más


importante del número de delitos apreciados por los tribunales‖11.

La sociedad actual, en el contexto de los avances tecnológicos y el acelerado


desarrollo de los medios de comunicación y del transporte aéreo y terrestre,
implica cada vez nuevos riesgos, y evidentemente no existe ninguna forma de
garantizar una seguridad total, sino que por el contrario, las personas se ven
obligadas a tolerar y afrontar los riesgos.

El automovilismo, hoy en día, constituye una de las fuentes principales de


riesgo para la vida y la integridad humana, por lo cual, la doctrina y la
jurisprudencia penal, se han visto abocadas a desarrollar a fondo las teorías
más importantes acerca del delito imprudente, ya que es precisamente en esta
esfera donde han tenido ocurrencia la mayor cantidad de delitos contra la vida
y la integridad personal.

Acota Muñoz conde: ―Frente al aumento cuantitativo de este tipo de


delincuencia, la doctrina no estaba preparada para resolver técnicamente los
problemas jurídicos que planteaba; las teorías penales y la dogmática
juridicopenal se habían desarrollado sobre el delito doloso, dejando
prácticamente abandonado el delito imprudente. Tradicionalmente se
concebían el dolo y la culpa como formas de culpabilidad o, como la

11
Francisco Muñoz Conde, Teoría general del delito (1999).
28

culpabilidad misma, considerando que era una cuestión valorativa, pero no


dogmática, la que obligaba a hacer la distinción. Pronto se observó, sin
embargo, que la distinción dolo-culpa era algo más que un problema de la
culpabilidad. Igual que antes decíamos respecto al delito doloso, pronto se
observó que el delito culposo ofrecía ya particularidades notables en el tipo de
injusto‖12

―En 1930, el penalista alemán Engisch destacó que entre la pura conexión
causal de la acción imprudente con el resultado y la culpabilidad (elementos
que eran los únicos que se exigían entonces) había un tercer elemento
importantísimo, sin el cual no podría fundamentarse el tipo de injusto del
delito imprudente: el deber objetivo de cuidado”13

Efectivamente, son las condiciones sociales y económicas las que permiten y


condicionan la aparición de nuevos saberes y doctrinas cuya finalidad esencial
es apuntalar el tipo de sociedad de que se trate. La expansión del derecho
penal a cada vez más esferas de control, constituye el paradigma fatal del
derecho penal, sobre cuyos hombros se recargan todas las crisis y necesidades
sociales.

12
Francisco Muñoz Conde, Teoría general del delito,1999
13
Francisco Muñoz Conde, ibidem
29

Estas circunstancias, y, evidentemente el desarrollo tecnológico y las nuevas


formas de propiedad privada sobre las tecnologías modernas y herramientas,
devienen en el incremento de la punibilidad del Estado, en un mayor control
social que garantice a los grupos que detentan el poder un absoluto control
sobre los ciudadanos; mediante mecanismos de prevención general negativa,
mediante la amenaza de la sanción penal, o mediante la prevención especial
negativa, imponiendo a los transgresores de las normativas penales, duras
penas.

En palabras de Michel Foucault: ―Me propongo mostrar a ustedes como es que


las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no solo
hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen
nacer además formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de
conocimiento14.

Agrega Foucault: ―Entre las prácticas sociales en las que el análisis histórico
permite localizar la emergencia de nuevas formas de subjetividad, las
prácticas jurídicas, o más precisamente, las prácticas judiciales están entre las
más importantes‖.

Las prácticas judiciales- la manera en que, entre los hombres, se arbitran los
daños y las responsabilidades, el modo en que, en la historia de Occidente, se

14
Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas (1995)
30

concibió y definió la manera en que podían ser juzgados los hombres en


función de los errores que habían cometido, la manera en que se impone a
determinados individuos la reparación de algunas de sus acciones y el castigo
de otras, todas esas reglas, o si se quiere todas esas prácticas regulares
modificadas sin cesar a lo largo de la historia- creo que son algunas de las
formas empleadas por nuestra sociedad para definir tipos de subjetividad,
formas de saber y, en consecuencia, relaciones entre los hombres y la verdad
que merecen ser estudiadas‖15

Los desarrollos que se dieron en la primera mitad del Siglo XX sobre la


temática jurídico-penal del delito culposo; constituye la implantación de un
nuevo saber orientado y afincado en la necesidad de controlar al individuo
desviado que potencialmente podía atentar contra los novísimos ―bienes
jurídicos‖ que nacían con el desarrollo tecnológico y por consiguiente con las
nuevas formas de propiedad. Conductas humanas que no estaban cubiertas por
los estatutos punitivos comenzaron a ser incluidas en los listados cada vez más
voluminosos de comportamientos típicos.

Para tales efectos los saberes jurídico-penales en constante evolución y


crecimiento, desarrollaron nuevas teorías donde podían caber conductas que
antaño no eran cubiertas por el derecho penal, y de paso se rotularon a nuevos
contingentes de personas como delincuentes, traidores a la sociedad.

15
Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas (1995)
31

―Cuando nos preguntamos por los elementos de contenido de la conducta


imprudente, nos topamos en la jurisprudencia y en la doctrina científica con
una profusión de elementos diferentes. En primer término se menciona la
mayoría de las veces la ―infracción del deber de cuidado‖. Junto a él se
encuentran la ―previsibilidad‖, ―cognoscibilidad‖, o ―advertibilidad‖ y
―evitabilidad‖ del resultado como presupuestos o requisitos de la conducta
imprudente.

Además se recurre a la teoría de la imputación objetiva para limitar la


responsabilidad por imprudencia. La mayoría de las veces se recurre a la
contrariedad al cuidado debido para el injusto de la acción, y a la causación de
un resultado típico imputable para el injusto del resultado. Pero en concreto
los mencionados criterios se ponen en relación entre sí de forma muy
diferente.

Así, Jeschek distingue entre la ―infracción al deber objetivo de cuidado‖ como


injusto de la acción y la ―producción, causación y previsibilidad del resultado‖
como injusto del resultado de los delitos imprudentes. En el marco de la
causación trata el ―nexo de antijuridicidad‖, que contempla como problema de
imputación objetiva. Cramer caracteriza así mismo la infracción del deber de
cuidado como el desvalor de la acción de los delitos imprudentes, pero
pretende concretar esta contrariedad al cuidado debido mediante los criterios
de la evitabilidad y previsibilidad, así como el de la superación del riesgo
socialmente adecuado. En el desvalor del resultado ubica el nexo de
32

antijuridicidad y el encaje en el fin de protección de la norma. Otros autores


renuncian por completo al criterio de la infracción del deber de cuidado y
colocan en lugar de ésta en primer plano elementos como la ―cognoscibilidad‖
o ―advertibilidad‖ de la posible realización del tipo o su ―evitabilidad‖; no
obstante también se tienen en cuenta elementos de la imputación objetiva‖16

―A diferencia del delito doloso, el delito imprudente, es decir, la realización


imprudente de los elementos objetivos de un tipo, no se castiga en todo caso.
El principio de intervención mínima obliga a una doble restricción,
seleccionando, por un lado, aquellos comportamientos imprudentes que
afectan a bienes jurídicos fundamentales (vida, integridad física, salud) y
castigando, por otro, de entre todos estos comportamientos aquellos que llegan
a producir realmente un resultado lesivo para dichos bienes jurídicos.
Hasta cierto punto esto es lógico que suceda, porque la penalización
indiscriminada de todo comportamiento imprudente, cualquiera que sea el
bien jurídico a que afecte o independientemente del resultado que produzca,
supondría una enorme inflación del derecho penal y una paralización de la
vida social.
Una vez más hay que decir que el derecho penal solo debe intervenir en casos
de ataques graves a bienes jurídicos muy importantes y en la medida en que
sean insuficientes para sancionarlos otros medios jurídicos menos radicales.

16
Claus Roxin, Derecho Penal, Parte General, pag. 999
33

Normalmente, para prevenir las infracciones de tráfico (comportamientos la


mayoría de las veces imprudente) es suficiente con la aplicación de las
sanciones administrativas contenidas en el código de la circulación. Solo
cuando la infracción sea muy grave o produzca un resultado lesivo, debe
acudirse al derecho penal para sancionarla, pero en este caso, siempre con una
pena más leve que la imponible por la comisión dolosa del mismo hecho‖17

ELEMENTOS DEL TIPO CULPOSO

―Tal como aparece reglamentado en la ley nacional, el tipo culposo se


estructura básicamente a partir de un conducta imprudente o violatoria de un
deber de cuidado, y del resultado típico previsible y evitable; el delito culposo
es esencialmente de resultado no se supone la lesión al bien jurídico, no siendo
posible la tentativa culposa. El tipo culposo se describe comúnmente
indicando ―el que por culpa..‖ sin que se defina en forma específica la acción
culposa, lo cual tiene que ser completado con la definición dada por el artículo
23 y con el contexto normativo que reglamenta la respectiva actividad, la cual
señalará en concreto o en términos generales cual era la acción prudente; en
otros eventos, el deber de cuidado se extraerá de usos sociales o de la
conducta que en el evento concreto debía asumir una persona diligente y
cuidadosa‖18

17
Francisco Muñoz Conde, ibidem
18
Jesús Orlando Gómez López, ibídem
34

Uno de los temas más espinosos en la ciencia del derecho penal es el relativo a
los delitos culposos, dado que, determinar que lo no intencional puede ser
culpable, implica un gran esfuerzo teórico.
En principio, los clásicos se centraron en el tema de la voluntad, al afirmar que
la diferencia entre el dolo y la culpa era la falta de voluntad.
A partir de la doctrina de la acción finalista desarrollada por el alemán Han
Welzel, se logró una mayor precisión en punto al delito culposo; señalando
puntualmente que, en los delitos imprudentes el reproche se produce no en el
desvalor de la acción, sino en el desvalor del resultado.
En la práctica, el delito culposo se tipifica, cuando el autor no tiene la
intención de producir el resultado típico, pero que finalmente se realiza al no
observar el cuidado debido; esto es, se produce una divergencia fáctica entre
la acción emprendida por el autor y el resultado no deseado, pero que pudo
evitarse si se hubiera tenido el cuidado necesario.
La teoría del cuidado debido o necesario que se atribuye a la teoría final de la
acción, constituyó un paso determinante de cara al delito culposo o
imprudente, que precisó que, el desvalor de la acción en los delitos
imprudentes surge al no observarse el cuidado debido; y que, como

12 Luzón Peña, Curso de Derecho penal, pag 497


35

consecuencia de la inobservancia del cuidado debido, se produce el resultado


típico.

En punto a los elementos del delito culposo, debe señalarse que, de entrada
debe militar la ausencia de dolo.
―Como elementos del tipo culposo se tienen: a) El sujeto activo. b) Un deber
objetivo de cuidado, el cual se determina con criterios generales. c) La
conducta que viola el deber de cuidado, que se determina con criterios
individuales. d) La previsibilidad y evitabilidad del resultado como secuela de
la violación del deber de cuidado, el cual se determina con criterios
individuales y e) La imputación jurídica del resultado. Como se puede ver, el
tipo culposo a semejanza del doloso tiene una faz subjetiva y una objetiva‖19

A. SUJETO ACTIVO

Los delitos culposos se estructuran de forma parecida a los dolosos y


comportan elementos objetivos y subjetivos. Los objetivos hacen referencia a
todos aquellos aspectos fácticos, normativos (deber de cuidado), de
circunstancias de tiempo, modo y lugar, esto es, los elementos descriptivos
que hacen parte del tipo objetivo (resultado, causalidad); en cambio el

19. Jesús Orlando Gómez López, Teoría del delito (2003)


36

elemento de la previsibilidad del resultado, a partir del conocimiento del deber


de cuidado que ha sido transgredido, hace parte del tipo subjetivo.

El sujeto activo puede ser simple o calificado (fuga culposa, articulo 450 del
C.P.). Es fundamental precisar que la calidad de sujeto activo la determina, el
deber objetivo de cuidado, esto es, quien estaba obligado a observar el deber
objetivo de cuidado; por esto el autor es quien determina el resultado con su
actuar imprudente y haber violado su deber objetivo de cuidado.

―En el caso de la coautoría culposa el deber objetivo de cuidado debe darse


para varias personas que en la situación concreta están obligados a vigilar una
situación de riesgo, o a observar una medida de precaución, por lo tanto la
coautoría culposa presupone varias personas en situación de obligados a
observar un deber objetivo de cuidado‖20.

En el delito culposo no pueden darse la complicidad ni el instigador; sin


embargo, cuando alguien dolosamente instiga a otra persona a que incurra en
la violación de un deber objetivo de cuidado, será responsable como
determinador doloso; la complicidad es una acción accesoria dolosa, ya que el
cómplice doloso se supone que conoce de la realización de una conducta
dolosa; además, debe precisarse lo preceptuado por el artículo 21 del estatuto
penal.

20
Ricardo Robles, Participación en el delito e imprudencia, pag. 200
37

COAUTORÍA Y PARTICIPACIÓN EN EL TIPO CULPOSO

Realiza el tipo culposo, quien estando obligado a observar un deber de


cuidado no lo hace. Por lo anterior es posible la coautoría en el injusto
culposo; esto es, que varios sujetos concurran conscientemente a la violación
del deber de cuidado que la ley o los reglamentos le exigen, según el caso.
Esto es, la ejecución común de la imprudencia que genera el resultado, como
sería el caso de varios funcionarios de prisiones que descuidan
simultáneamente al prisionero y este se les escapa.
La complicidad y/o la participación no son posibles en la culpa, dado que estas
modalidades de participación son fundamentalmente dolosas. Tampoco cabe
la complicidad culposa en hecho doloso, ni complicidad culposa en hecho
principal doloso.

La evolución que ha tenido en nuestra legislación, y muy especialmente en la


Jurisprudencia y la Doctrina, la concepción teórica sobre la imprudencia como
forma de culpabilidad, incluso durante la vigencia del Decreto Ley 100 de
1980; constituye un hito muy importante en la teoría del delito.
38

En el artículo 37 del decreto ley 100 de 1980 aún imperaba la concepción


clásica que consideraba la imprudencia como una forma de culpabilidad
cimentada en criterios subjetivos.
Según lo ha expresado la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia en
diversos pronunciamientos, su concepción se fue desplazando hacia criterios
meramente objetivos en punto a la realización del delito culposo.
Esta postura de la Corte, explicada en la Sentencia 27388 de 2007, se
fundamenta, en la concepción de la escuela finalista de Hans Welzel; referida
al concepto de la infracción al deber objetivo de cuidado.
Según la Corte, ya lo esencial de la culpa no residía en ―actos de voluntariedad
del sujeto agente, como se consideraba en la concepción clásica, sino en el
desvalor objetivo de la acción por él realizada, siempre y cuando estuviera
acompañada del resultado típico, es decir, del desvalor del resultado‖.
Con el nuevo Código Penal, ley 599 de 2000, el legislador, al decir de la Corte
acogió sus planteamientos teóricos, y en el artículo 23 del mencionado
estatuto, definió la conducta culposa como aquella que produce un resultado
típico mediante la infracción a un deber objetivo de cuidado.
La teoría de la imputación objetiva, desarrollada esencialmente por los
profesores alemanes Claus Roxin y Günther Jakobs, según la Corte, se ha
venido imponiendo en la Jurisprudencia nacional, y parafraseando a Roxin,
39

indica que: ―para constatar la realización imprudente de un tipo no se precisa


de criterios que se extiendan más allá de la teoría de la imputación objetiva‖21

En punto al tema de la Coautoría, a que se refiere este apartado del presente


trabajo, y que, evidentemente no constituye el eje sobre el cual gira, sino un
acápite teórico, dentro del contexto de nuestro tema: la infracción al deber
objetivo de cuidado en la actividad automotor, es obvio que en desarrollo de
la teoría Welzeniana del deber objetivo de cuidado, en lo que atañe a la
coautoría y la participación, se sigue por la misma cuerda. Tal y como lo
ilustra la Corte en el pronunciamiento precitado (Sentencia dentro del proceso
27388 de 2007: ―En términos de la teoría de la imputación objetiva, lo anterior
implica, entre otras cosas, que para la realización de un mismo resultado
pueden concurrir en la creación del riesgo de manera individual o conjunta en
comportamiento de varias personas, sin importar que siempre se las trata como
autoras‖.
Lo fundamental es que la administración del riesgo puede corresponderle a
varias personas, en dado caso, se tratan conjuntamente todos los partícipes;
por lo tanto la coautoría si se puede plantear en el delito imprudente.

―Pero a nuestro juicio si es posible la autoría mediata culposa o sea cuando


una acción imprudente determina el movimiento o conducta imprudente de un
21
Sentencia proceso 27388 de 2007 Sala Penal Corte Suprema de Justicia
40

tercero que genera el resultado típico, de suerte tal que el evento viene
causalmente determinado por la primera culpa. Así ocurrirá cuando un
conductor embriagado que irrumpe a gran velocidad en contra vía determina
que otro conductor para esquivar la peligrosa colisión tenga que realizar una
desesperada maniobra arrollando sin proponérselo a un peatón; de igual forma
cuando un agente de circulación, quien se encuentra ebrio da indicaciones
erradas en el tráfico automotor originando un accidente‖22

B. EL DEBER OBJETIVO DE CUIDADO

―Es el punto de partida del tipo culposo, por la naturaleza del cuidado a
observar en una determinada actividad (medicina, conducción de máquinas,
cuidado de personal de reclusos, administración de recursos del Estado, la
explotación de yacimiento minero o de hidrocarburos, cuidado de los recursos
naturales, etc.) no es posible que la ley penal señale en el tipo cual era el deber
de cuidado, por lo tanto el Juez deberá completar este elemento en ―blanco‖ o
de reenvío deduciéndolo de las normas descritas o de tradición que regula la
respectiva actividad o de los usos o normas de experiencia a observar por una
persona prudente y diligente. De esta manera, el deber de cuidado se fija
determinando cual era el exigido en el ámbito de relación‖23.

22
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
23
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
41

Evidentemente, esta actividad de reenvío del Juez, genera una problemática


que muchas veces se desarrolla en ámbitos de arbitrariedad y de
discrecionalidad, ya que, aunque la doctrina claramente señala que el Juez
no puede deducir de su íntima convicción el deber objetivo de cuidado, sino
que se debe remitir a los reglamentos o usos que regulan la actividad de que se
trate, el accionar del Juez en punto al deber objetivo de cuidado, en los delitos
culposos constituye un espacio sumamente riesgoso, que inevitablemente
debe ocurrir, por cuanto la norma penal no estaría materialmente en capacidad
de señalar en cada caso cual es el deber objetivo de cuidado y se debe remitir a
la reglamentación del oficio o actividad de que se trate.

―La ley penal vigente estableció como elementos del tipo culposo, la violación
al deber objetivo de cuidado, para denotar que el deber vulnerado hace
relación al cuidado y prudencia exigible en general en el tráfico humano,
atendiendo sus particulares condiciones. En cambio el deber subjetivo de
cuidado, es el exigible al autor concreto atendidas sus capacidades y
limitaciones subjetivas; el deber subjetivo de cuidado atiende a las
particularidades del autor, y se presentará violación, siempre que al agente se
le pueda exigir personalmente, atendidas sus aptitudes, el cuidado debido. La
violación del deber subjetivo y particular de cuidado, o sea el que al autor
42

concreto se le puede exigir, no resulta a nuestro juicio elemento del tipo, sino
del juicio de culpabilidad‖24.

Cabe expresar que, la simple inobservancia de la norma de tránsito, por


ejemplo (norma de cuidado), no significa automáticamente que haya
culpabilidad por imprudencia en el caso concreto, pues para tales efectos hay
que tener en consideración las circunstancias concretas, ya que la norma de
cuidado está prevista para situaciones normales, por lo cual, puede ocurrir, que
en determinada situación no sea correcto observar la norma genérica, sino que
se impone no cumplirla.

―Como el deber de cuidado es un comportamiento que se exige observar a


quienes realizan ciertas actividades; él, implica muchas veces la concurrencia
de varios sujetos que deben observar cada uno un deber, por lo tanto su
determinación, supone la apreciación de otros deberes concurrentes y
simultáneos. Así el deber de cuidado de un cirujano se estructura en la
situación concreta a partir de la confiabilidad de los informes de laboratorio;
el deber de cuidado de un laboratorista se deriva de la lectura de los
indicadores. El autor cumple el deber de cuidado realizando un

24
Ibidem
43

comportamiento que habría observado un hombre razonable y prudente en el


caso‖25.

Afirma el profesor alemán Günther Jakobs: ―En lo que se refiere a la


concreción del riesgo permitido, lo más adecuado es comenzar con una
determinación negativa, puesto que ésta es la más exacta: deja de estar
permitido aquél comportamiento que el derecho mismo define como no
permitido, prohibiéndolo ya por su peligrosidad concreta o abstracta, incluso
bajo amenaza de pena o de multa. A través de la creación de la prohibición de
la puesta en peligro – que es al menos de carácter abstracto - , el
comportamiento queda excluido del ámbito de lo socialmente adecuado, es
definido como perturbación de la vida social, y ello, además, sin tener en
cuenta el resultado del comportamiento, ya por la simple ejecución de un
comportamiento configurado de ese modo. Hablando en términos
ejemplificativos, esto significa lo siguiente: crea un riesgo no permitido quien
conduce un automóvil estando ebrio, quien demasiado aprisa o infringe algún
otro precepto que regule el tráfico rodado, en la medida en que tal precepto no
solo pretenda facilitar la administración de ese ámbito vital, si no esté
destinado a limitar el peligro – aunque solo sea abstracto - de que se produzca
el resultado de un delito de lesión de modo correspondiente, se comporta de
manera no permitida quien trata de modo contrario a las disposiciones

25
Ibidem
44

pertinentes materiales venenosos o radiactivos o que entrañan otro tipo de


peligro, o quien vende armas a personas no habilitadas para ello, también
quien presta falso testimonio ante un tribunal, quien siendo comerciante no
lleva libros de comercio…‖.26

Agrega Jakobs: ―Esta determinación desde el lado de lo no permitido es


posible en muchos ámbitos vitales, especialmente en ámbitos genuinamente
peligrosos, ya que en los Estados modernos lo que es susceptible de ser
regulado, suele estarlo. El tráfico rodado, el tráfico aéreo, la manipulación de
substancias peligrosas, la manipulación de alimentos, la construcción de un
edificio y otras muchas áreas están aprehendidas jurídicamente de tal modo
que cabe delimitar lo que no está permitido de lo que sí lo está, con cierta
claridad.

Además esta cuestión plantea una problemática que hasta el momento no ha


sido reconocida como tal y mucho menos formulada con exactitud: respecto
de algunos ámbitos vítales puede advertirse que el Derecho, más exactamente
el Derecho civil admite incluso en sujetos que son titulares del mismo rol
distintos comportamientos como prudentes (al menos cumpliendo el límite
mínimo), al considerar decisiva en cuanto criterio la ―diligencia en asuntos
propios‖.27

26
Günther Jakobs, La imputación Objetiva en el Derecho Penal, pag 54
27
ibidem
45

―El Derecho penal ha de asumir esta manera individualizada de determinar el


cuidado debido, y ello por dos razones: en primer lugar la regulación civil no
hace otra cosa que reflejar que, por lo general, socialmente se tiene en cuenta
la configuración individual de usos en tales ámbitos, es decir, reproduce
acertadamente lo que es socialmente adecuado (y no una mera expectativa de
quedar libre de responsabilidad), y, en segundo lugar, aunque se trate de una
mera exención de responsabilidad, sería una conclusión chocante querer
intervenir a través del Derecho penal en un ámbito en que la víctima ni
siquiera puede exigir la reparación civil del daño‖28.

Después de estas descripciones realizadas por el eminente profesor alemán, no


cabe duda de su visión eminentemente expansionista del derecho penal, y,
aunque manifieste la innecesaria intervención del Derecho penal en ámbitos
civiles, es manifiesta su perspectiva de una regulación de control absoluta en
todas las dimensiones de la vida social, que, aunque parezca adecuada y
necesaria en muchos ámbitos peligrosos, el fin último, la visión teleológica es
la de someter todos los escenarios sociales posibles al control del derecho
penal.

C. LA VIOLACIÓN AL DEBER DE CUIDADO

28
Ibidem
46

Según el profesor Luzón Peña: ―En la culpa el autor conoce cuál es el deber de
cuidado en la situación concreta, se lo representa y no obstante ello, no coloca
la diligencia de que es capaz, o conociendo cual era el deber de cuidado no se
lo representa, y actúa sin prevenir ni representarse nada respecto del resultado
lesivo. Si por el contrario el concreto cuidado que era necesario en el caso a
examen era imprevisible, se estaría ante un hecho que escapa a la culpa. La
acción culposa implica voluntariedad pero no intencionalidad, si bien la
voluntad en la culpa se encamina a un evento atípico, la voluntad de
realización de la acción (intervenir quirúrgicamente al paciente) conlleva un
dejar de observar la prudencia por incuria o por una voluntad confiada; pero lo
que no existe en la culpa es la voluntad de producir el resultado típico, por lo
tanto presupuesto lógico de la culpa es la ausencia de dolo respecto del
resultado típico‖29

Como quiera que el deber de cuidado es una forma de cuidado que la sociedad
le exige al actor, el Juez por lo general tendrá que desarrollar una actividad de
reenvío a la normatividad o reglamentación o la costumbre que regula la
actividad dada. En todo caso el actor no revela en su accionar una intención
dolosa.

29
Luzón Peña, ibidem
47

D. LA PREVISIBILIDAD Y EVITABILIDAD DEL RESULTADO

PREVISIBILIDAD

―El resultado típico efectivamente producido debe ser un evento previsible y


evitable; la esencia de la culpa precisamente consiste en no prever lo
previsible‖30
Si el resultado se produce por factores causales imprevisibles o incontrolables
no milita la culpa; de igual forma si a la culpa inicial del autor, se adiciona un
elemento sobreviniente que determina el resultado; como sería el caso de la
conducta dolosa de la misma víctima.
De otra parte se plantea la situación de si la previsibilidad que se exige es
objetiva o por el contrario, es subjetiva, esto es, referida al autor especifico.
Según Luzón Peña: ―La fórmula de previsibilidad objetiva supone, si se aplica
jurídicamente…un juicio del Juez sobre lo que en el momento de actuar
hubiera podido prever el hombre – o en su caso el profesional inteligente y
cuidadoso (el sujeto ideal, de comportamiento jurídicamente ideal), con el
saber común de la época para ese hombre o profesional ideal, colocado en la
posición del autor concreto‖31

30
Quintero Olivares, Manual, pag., 357

31
Luzón Peña, Ibidem
48

Para otros autores, entre ellos, el profesor Jesús Orlando Gómez López(Teoría
del delito, 2003) la previsibilidad requerida es de tipo subjetivo, referida al
sujeto concreto, y teniendo presente sus especiales conocimientos y aptitudes
(Rol); ya que, la negligencia es referida a las posibilidades especificadas del
autor, al esfuerzo personal que podía realizar y no realizó; y no a las
posibilidades del hombre común o medio.
―Previsibilidad es la característica del resultado en el sentido de que el autor
habría podido representarse efectivamente el posible resultado típico; como se
trata de la cognoscibilidad del resultado propio del tipo, es a nuestro juicio de
una previsibilidad en concreto, pues el autor solo falta a la anticipación del
resultado, cuando él lo habría podido prever. La ley exige para la culpa que el
autor ―debió haber previsto‖ el resultado por ser previsible, o habiéndolo
previsto, confió en poder evitarlo, con lo cual señala, que se trata de un
conocimiento actualizable, esto es que el autor podía representarse y no
obstante no lo hizo.
La imprevisibilidad del resultado puede originarse en un desconocimiento de
los medios utilizados en la acción o de que el evento es en concreto
imprevisible para el autor, pues en tal situación se presentaría un verdadero
caso fortuito o sea un hecho que resulta imprevisible o inevitable.
Cuando el resultado ha sido previsto – culpa consciente o con previsión – la
acción está acompañada de un efectivo elemento psíquico, pero se diferencia
del dolo, en que, en la culpa el autor pese a prever el hecho no lo quiere y obra
con una voluntad confiada en que lo evitará; pero de todas formas en la culpa
49

la falta de previsión genera un riesgo para el bien produciéndose el resultado


precisamente por el riesgo que engendra la falta de previsión o la previsión
confiada‖32

EVITABILIDAD

―El resultado típico debe ser además evitable, esto es que el autor haya podido
y debido evitar el resultado atendiendo a su previsibilidad y posibilidad de
control. Si el resultado no podía evitarse, pese a su previsibilidad el evento no
es imputable a culpa o negligencia del autor, pues el derecho penal no puede
imponer lo que supera las posibilidades humanas. La evitabilidad del resultado
es un factor que debe medirse con referencia a la capacidad del autor y a lo
que a éste se podía exigir en el ámbito de la situación. Si bien la exigibilidad
de un comportamiento es elemento propio del juicio de culpabilidad, la ley en
forma expresa ha incluido la evitabilidad del resultado como elemento propio
de la estructura del tipo culposo; de lo anterior se deduce que si el resultado

32
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
50

era en concreto inevitable para el autor, se está en presencia de un caso


fortuito‖33
En relación con lo que Günther Jakons denomina las compensaciones, de cara
a los estándares fijados por el derecho penal (Günther Jacobs, La imputación
objetiva en derecho penal, 2004), esto es, la posibilidad de parte del autor de
apartarse de los estándares o parámetros fijados en la ley en relación con
conductas inadecuadas socialmente, atendiendo ciertas compensaciones,
Jakobs rechaza esta posibilidad, y afirma que no importa que el sujeto trate de
compensar el peligro con medidas adicionales, si ha violado la regla jurídica.
―En lo que se refiere a los estándares fijados por el Derecho, esto es, las
normas contra las puestas en peligro abstractas, eliminan de manera radical un
determinado tipo de comportamiento del ámbito de lo socialmente adecuado;
precisamente por esta razón se trata de vitar puestas en peligro abstractas. Por
lo tanto, si el sujeto que ejecuta el comportamiento no respeta estas reglas
jurídicas, su actuar no se convierte en socialmente adecuado por el hecho de
que en él se incluyan elementos destinados a compensar el peligro. Desde
luego, un conductor experimentado y atento sigue conduciendo un automóvil
con mayor seguridad que un principiante, aun si se haya ligeramente ebrio o
supera el límite de velocidad, etc. Sin embargo, su comportamiento, a pesar de
ello, no está permitido, mientras que el principiante sea sólo eso, es decir, un
principiante inseguro que no cometa actualmente un error, permanece en el
33
Ibidem
51

ámbito de lo permitido; pues la prohibición de la puesta en peligro abstracta


discrimina un determinado tipo de comportamiento y no un determinado nivel
de riesgo‖34
Este planteamiento de Jakobs, evidentemente representa una afirmación poco
pacífica y comporta una complejidad empírica solo superable desde la
perspectiva normativista del alemán.

E. LA IMPUTACIÓN JURÍDICA DEL RESULTADO

Según la dogmática el delito culposo es de resultado, es decir, que milita la


culpa si efectivamente se produce la lesión al bien jurídico protegido por el
tipo penal.
―Como ya se ha dicho las acciones imprudentes solo son castigadas, por
imperativo del principio de intervención mínima, del derecho penal, en la
medida en que se producen determinados resultados. El desvalor de la acción
(la acción imprudente) no es, por sí, suficiente para determinar una sanción
penal, es preciso, además, que se conecte con el desvalor del resultado (la
producción de un resultado prohibido).
La producción del resultado es el ―componente de azar‖ de los delitos
imprudentes, porque solo cuando existe pueden ser estos castigados, por más
que la acción imprudente sea la misma, se produzca o no se produzca el
34
Günther Jakobs, ibidem
52

resultado. Pero esto no quiere decir que el resultado sea una pura condición
objetiva de penalidad y que basta que se produzca, aunque sea fortuitamente,
para que la acción imprudente sea ya punible. El resultado para ser imputado
al autor de la acción imprudente, debe estar en una determinada relación con
esta y ser la consecuencia lógica del peligro inherente o creado por la acción
misma.
En los delitos imprudentes de resultado lesivo debe mediar, por tanto, entre la
acción imprudente y el resultado lesivo, en primer lugar, una relación de
causalidad, es decir, una conexión que permita imputar ya en el plano objetivo
ese resultado concreto que se ha producido, al autor de la acción imprudente
realizada‖35.
En el derecho penal colombiano los delitos culposos deben estar
expresamente consagrados en la ley penal- numerus clausus- (artículo 21 del
C.P.)

En el delito imprudente, es esencial la relación de causalidad entre la conducta


imprudente y el resultado lesivo ocasionado. Lo cual quiere significar que el
resultado típico lesivo debe estar íntimamente conectado con la violación al
deber objetivo de cuidado.
Si la acción imprudente ocasiona varios resultados típicos, habrá en
consecuencia concurso de delitos culposos (ej: varios homicidios en accidente

35
Francisco Muñoz Conde, ibidem
53

de tránsito por conducta imprudente-embriaguez-), ya que varios bienes


jurídicos tutelados han sido vulnerados con la acción imprudente (vida).

―Se ha dicho que el tipo culposo es de resultado o sea que solo existe culpa si
se produce la lesión al bien jurídico tutelado previsto en la norma. Si la acción
imprudente generó peligro de producción del resultado, la acción es atípica
pues el resultado es elemento imprescindible de la culpa, por lo mismo debe
producirse la muerte, lesión personal, la pérdida de los bienes administrados,
contaminación ambiental, daño a los recursos naturales, fuga del detenido, etc.
Si no se producen todos los elementos objetivos que integran el tipo culposo,
la acción será atípica, pues en la culpa no es posible la tentativa‖36

LA IMPRUDENCIA EN LA DOGMÁTICA NEOCLÁSICA

En el esquema neoclásico, que se fundamenta en la filosofía neokantiana,


apartándose del naturalismo, sustenta el derecho en valores supremos.
―Con relación a la culpabilidad también se encontró que esta no era
enteramente una relación subjetiva, pues en casos como la culpa sin

36
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
54

representación, no existe nexo psicológico con el resultado y sin embargo


había culpabilidad…‖37.
―Por lo mismo, primero Frank hacia 1907 y luego hacia 1930 Mezger,
encontraron que la separación entre injusto y culpabilidad no puede
mantenerse sobre la diferenciación objetivo y subjetivo, entonces la distinción
radicaba en que en el injusto se valora el acto desde el punto de vista de la
dañosidad social, y al apreciar la culpabilidad se valora como
reprochabilidad, es decir que la culpabilidad es más un desvalor que algo
psicológico, chocándose así los fundamentos para la concepción normativa de
la culpabilidad propuesta por Frank y Goldschmidt‖38
Por tanto, según Dohna, culpabilidad es la determinación de la voluntad
contraria al deber.

LA IMPRUDENCIA EN EL NORMATIVISMO

La Concepción del injusto penal, desarrolló varios elementos


complementarios de tipo normativos y elementos subjetivos. El concepto
causal entra en crisis.

37
Dohna A., La estructura de la teoría del delito, pag. 60
38
Frank, Acerca de un concepto normativo de la culpabilidad, citado por Jeschek, pag. 280
55

La culpabilidad es apreciada en el normativismo como un concepto


valorativo, juicio de desvalor que puede ser, puro, mixto o complejo,
integrado por elementos naturalisticos y/o elementos normativos.
El sujeto es culpable del injusto cuando se le puede hacer un reproche por
haber incurrido en el hecho.
―J. Goldchmit pretendió dar fundamento al reproche de culpabilidad en la
―infracción de una específica norma de deber‖; junto a la norma jurídica que
impone un comportamiento, existiría implícitamente una ―norma de deber‖
que impondría a cada cual disponer su conducta interna de modo necesario
para que se pueda corresponder con las exigencias impuestas por el
ordenamiento jurídico a su conducta externa‖39
―La teoría normativa ve a la culpabilidad como un concepto cultural
valorativo, mixto o puro según las diferentes tendencias, pero en esencia la
culpabilidad es en esta construcción un ―juicio de valor‖ integrado por
elementos naturalisticos y/o elementos normativos, valorativos, por lo mismo
culpabilidad es reproche, es decir, ―desvalor‖. Según Reinhard Frank, la
culpabilidad sería una relación psicológica (entre autor y resultado)
reprochable; es algo más que dolo o culpa, pero también algo más que simple
reproche.
En nuestra opinión, el concepto normativo de culpabilidad como
reprochabilidad no obstante ser un juicio jurídico de desvalor, no puede
39
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
56

ocultar un contenido ético, pues se le reprocha no haber adoptado unos moldes


exigidos de comportamiento conforme a valores, lo cual presupone una
sociedad legitimada para reprochar al hombre por sus actos, lo que no siempre
ocurre con nuestras sociedades latinoamericanas‖40

EL DELITO CULPOSO EN LA TEORÍA FINALISTA

―Tradicionalmente la culpa era ubicada por la concepción tradicional subjetiva


como una forma de culpabilidad, el finalismo consecuente con su posición de
la acción y el tipo objetivo-subjetivo la ubica en el tipo; pero la esencia de la
culpa estriba en la divergencia entre la acción realmente emprendida y la que
debía haber sido realizada en virtud del cuidado necesario en el tráfico, por lo
mismo la culpa consiste en el <desvalor de la acción>, en tanto que el
desvalor del resultado producido tiene una significación restrictiva,
delimitadora, al destacar entre las conductas que no responden al cuidado
debido aquellas que tienen relevancia para el Derecho penal‖41.

40
Jesús Orlando Gómez López, ibidem

41
Hans Welzel, El nuevo sistema del derecho penal, pag. 69
57

Por lo anterior se entiende que el punto de partida del finalismo es la violación


al deber de cuidado; lo que conlleva a que la relevancia típica se determina
sobre el desvalor del resultado.
Inicialmente se entendió que la culpa era una estructura diferente a la acción
culposa, pero Welzel posteriormente reformuló su concepción y llegó a la
conclusión que en los delitos dolosos la finalidad coincide con el fin
tipificado, en los delitos culposos también existe una actividad final, solo que
la finalidad se determina, atendiendo no al resultado producido, sino al
objetivo perseguido por el autor, en el delito culposo la finalidad es
completamente diferente a realizar el resultado típico: llegar con el coche
rápido a un lugar determinado, y matar a una persona por exceso de velocidad
es una acción final, no se trata de una acción final de matar, sino de llegar
rápido a un lugar determinado, por lo tanto la acción final es la base de los
delitos dolosos y culposos.42

EL DELITO IMPRUDENTE EN LA DOGMÁTICA NORMATIVA

―Luego de Welzel, la dogmática alemana se caracteriza por un eclecticismo y


por el rechazo a una fundamentación ontologista del derecho penal, siendo
marcada la tendencia hacia construcciones normativistas y teleológicas que
42
Han Welzel, ibidem
58

parten de la relación existente entre el hecho y la pena; no se parte de un


concepto de acción como base del delito, sino del concepto de realización
típica; así mismo se integra el dolo en el tipo (salvo la concepción de Gallas
que ubica el dolo tanto en el tipo como en la culpabilidad), como también se
entiende que el tipo penal conlleva o expresa el injusto, el cual es
comprendido como injusto personal, se distingue entre error de tipo y error de
prohibición; la culpabilidad se aprecia como un concepto normativo.
No obstante que existen autores como Baumann, que continúan con la
construcción clásica del delito ubicando el dolo y la culpa en la culpabilidad,
ésta se considera como un desvalor normativo, hasta llegar a las concepciones
normativas funcionalista de Jakobs. En el derecho alemán contemporáneo se
introduce como criterio de imputación objetiva del resultado el principio del
riesgo o de incremento del mismo, desplazando prácticamente la relación de
causalidad, en tanto se discute la ubicación del error acerca de las
circunstancias de justificación.
El panorama actual si bien no es de predominio, si es de gran influencia de los
sistemas teleológicos o funcionalistas, bien por la vía de Roxin quien orienta
el derecho penal sobre el presupuesto de la Política Criminal y los fines del
derecho penal, apartándose de las estructuras lógico-objetivas o bien por el
camino de Jakobs, quien niega que el derecho penal esté vinculado por las
realidades ontológicas, y construye una teoría del delito puramente normativa;
para el citado autor los conceptos de acción, culpabilidad, dolo, culpa no
poseen una estructura prejurídica, sino que sus contenidos vienen dados por la
59

normatividad penal; así las cosas, las ideas de Roxin están innegablemente
emparentadas con el funcionalismo de Jakobs el cual por cierto plantea una
posición mucho más radical‖43

―La cuestión de cómo se ha de determinar y como se ha de delimitar el dolo


eventual frente a la imprudencia (consciente) no solo posee una extraordinaria
importancia práctica, sino que es considerada también ―una de las cuestiones
más difíciles y discutidas del Derecho penal‖. Nos acercaremos a ella a partir
de un caso que influyó de manera esencial en la discusión en la postguerra.
Ejemplo 6: K y J querían robar a M. Decidieron estrangularlo con una correa
de cuero hasta que perdiera el conocimiento y sustraerle entonces sus
pertenencias. Como se percataron de que el estrangulamiento podría conducir
en determinadas circunstancias a la muerte de M, que preferían evitar,
resolvieron golpearle con un saco de arena en la cabeza y hacerle perder la
conciencia de ese modo. Durante la ejecución del hecho reventó el saco de
arena y se produjo una pelea con M. Entonces K y J recurrieron a la correa de
cuero que habían llevado por si acaso. Hicieron un lazo en torno al cuello de
M y tiraron de ambos extremos hasta que aquél dejo de moverse. Acto seguido
se apoderaron de las pertenencias de M. A continuación les surgieron dudas
sobre si M estaría aún vivo y realizaron intentos de reanimación, que
resultaron inútiles.
43
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
60

¿Existe aquí una muerte doloso-eventual y por tanto un asesinato o sólo un


homicidio imprudente? Para responder esta cuestión se ha de recurrir a la
diferencia material que existe entre dolo e imprudencia y que se caracterizó
señalando que el dolo es ―realización del plan‖, mientras que la imprudencia
consciente es solo ―negligencia o ligereza‖. Si se parte de este criterio
directriz, se puede reconocer que se trata aquí de un caso límite pero que hay
que ubicar (precisamente aún) en el dolo eventual.
Pues los sujetos no actuaron de manera descuidada e irreflexiva, sino que, se
dieron perfecta cuenta de que su actuación podría conducir fácilmente a la
muerte de M y precisamente por eso renunciaron a ese plan. Cuando después,
al fracasar el plan sustitutivo, volvieron al proyecto original, se arriesgaron
conscientemente a la muerte de M, por muy desagradable que les resultara tal
consecuencia. ―Incluyeron en su cálculo‖ la –eventual—muerte de la víctima,
la hicieron parte integrante de su plan y, en esa medida, la ―quisieron‖44.

―Dos posiciones caracterizan el pensamiento de Roxin, en cuanto a la teroría


del delito: la primera es la teoría de la imputación al tipo objetivo, en la cual
se desplaza la relación causal del resultado por la realización de un riesgo no
permitido dentro del fin de protección de la norma; la segunda posición
doctrinal del teleologismo roxiniano es el cambio de la culpabilidad por la
categoría de la responsabilidad penal, para Roxin la culpabilidad es condición

44
Claus Roxin, Derecho Penal Parte General, 424 y 425
61

necesaria pero no suficiente para el delito, a la culpabilidad debe agregarse


siempre la necesidad preventiva de la sanción penal, solo de la concurrencia
de estas dos condiciones puede originarse la responsabilidad penal‖.45

Günther Jakobs quien representa la línea radical del llamado funcionalismo


normativo, no plantea un cambio en la estructura formal de la teoría del delito,
sino que pretende dar nuevos contenidos a esos elementos, contenidos que
vendrían vinculados a las funciones del derecho penal y de la pena y a una
dependencia de las definiciones normativas. Esta visión normativista y
teleológica no acepta como sí lo hace el finalismo, que el sistema penal esté
vinculado a las realidades ontológicas previas, conceptos como la acción, la
causalidad, el dolo, poder, capacidad, etc. (que el finalismo considera como
estructuras lógico reales de contenido prejurídico).
La conducta típica presupone, por lo tanto, la creación de un riesgo
jurídicamente desaprobado. Esto tiene igual validez tanto para los delitos
culposos como para los dolosos; así, ―una conducta solo puede ser imputada
cuando ha creado un riesgo jurídicamente desaprobado que se concreta en la
producción del resultado”. Con relación a la imputación, es clásico su
concepto sobre la imputación objetiva del comportamiento e imputación
objetiva del resultado. Sólo aquello que es objetivamente imputable puede
denominarse en sentido general ―acción‖; para la imputación objetiva de
45
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
62

comportamientos, Jakobs, propone cuatro instituciones o principios para


determinar la tipicidad de la acción: el riesgo permitido, principio de
confianza, actuación a riesgo propio de la víctima y prohibición de
regreso”46.

―El presupuesto básico de la imputación objetiva con relación a que la vida


social por definición extraña riesgos cuyo desencadenamiento no ha de ser
ilícito, en la medida en que no puede prescindirse de la vida en sociedad, es
sistematizado mediante el instituto del riesgo permitido. En su conformación y
justificación el riesgo permitido responde directamente al postulado de que la
sociedad no es un mecanismo de protección de bienes sino que es un contexto
de interacción. Dado que no es posible la interacción sin la constante puesta en
peligro de bienes- piénsese en el riesgo de transmisión de enfermedades que
comporta un simple darse la mano, o el peligro de intoxicación oculto en la
más trivial ingesta de alimentos-, ciertos riesgos han de ser irremediablemente
tolerados. De sus reglas debe desprenderse, pues, ese riesgo vital general,
ubicuo e insoslayable, así como los riesgos que deben ser aceptados según la
conformación de cada contexto especifico. En este sentido último, se trata de
la integración de los tipos penales con las reglamentaciones estatales para
ámbitos especialmente peligrosos- el caso paradigmático es el del tráfico vial-,
con las leges artist en los casos de actividades profesionales regladas de ese
46
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
63

modo, o bien de la formulación de estándares de cuidado adecuados en los


ámbitos no regulados‖47

La teoría de Jakobs de los estándares personales y roles que deben ser


cumplidos por determinadas personas en orden a las posiciones que ocupan en
el contexto de la interacción social constituye una concepción
extremadamente peligrosa que deriva la perspectiva del control social a
extremos insospechados; mediante una atribución teleológica al derecho penal
para controlar a las personas en sus más mínimas relaciones familiares y
sociales.
De cierta forma Jakobs parte de la teoría de la división social del trabajo, del
reparto del trabajo y aborda la construcción de una teoría del derecho penal
que se ocupa de crear estándares normativos para cada ciudadano; quien tiene
que preocuparse de cumplir su rol dentro de los estrictos marcos visualizados
como un autómata jurídico al servicio de los intereses del Estado y de los
grupos que lo controlan.
Su ―extraña‖ teoría de carácter expansiva visualiza la vida social desde la
figura que él denomina ―riesgo permitido” que no es más que el estrecho
límite que le traza la norma al individuo en el discurrir de su vida profesional,
cultural, comercial, económica, etc. Con una visión que aparenta un falso
garantísmo afirma que los diversos roles, en su teoría, gozan de un margen
47
Marcelo Ferrante, Una introducción a la teoría de la imputación objetiva, pag. 88
64

residual del riesgo permitido; que la norma deberá respetar, tal y como él lo
expresa ―al menos en el caso normal”.
Para Jakobs, quien no se sale de su rol según el estándar y obra dentro del
riesgo permitido no es imputable del resultado lesivo.
Esta concepción evidentemente violatoria de los postulados del Estado Social
Democrático de Derecho no reconoce parámetros garantistas, y no traza
límites a su peligroso concepto acerca de la restitución de la confianza y
fidelidad en el derecho. En palabras del profesor Jesús Orlando Gómez: ―lo
grave es que la culpabilidad no dependería de lo que uno haga y como lo haga,
sino de lo que al legislador y al Juez les parezca necesario para el
restablecimiento de la confianza en el ordenamiento‖.48

LA ANTIJURIDICIDAD EN LA CULPA

―El término antijuridicidad expresa la contradicción entre la acción realizada y


las exigencias del ordenamiento jurídico. A diferencia de lo que sucede con
otras categorías de la teoría del delito, la antijuridicidad no es un concepto
específico del derecho penal sino un concepto unitario, válido para todo el
ordenamiento jurídico, aunque tenga consecuencias distintas en cada rama del
mismo.
48
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
65

El derecho penal no crea la antijuridicidad sino que selecciona, por medio de


la tipicidad, una parte de los comportamientos antijurídicos, generalmente los
más graves, conminándolos con una pena. Normalmente la realización de un
hecho típico genera la sospecha de que ese hecho es también antijurídico
(función indiciaria de la tipicidad); pero esta presunción puede ser desvirtuada
por la concurrencia de una causa de justificación excluyente de la
antijuridicidad. Si no concurre ninguna de estas causas, se afirma la
antijuridicidad y el siguiente paso es, entonces, la constatación de la
culpabilidad del autor de ese hecho típico y antijurídico‖49
La antijuridicidad en la acción, es en realidad su naturaleza contraria a la
normatividad penal, sin que concurra un elemento que justifique el
comportamiento ilícito (Por ej: la legítima defensa).
En el delito culposo, la antijuridicidad debe examinarse de cara al
comportamiento del autor, cuando éste con su comportamiento omisivo
lesione el bien jurídico protegido, al haber sobrepasado el riesgo socialmente
permitido.
―La antijuridicidad en la acción culposa se presentará cuando la imprudencia
ocasiona sin justa causa el resultado previsto en el tipo. Pero respecto de la
culpa también es referible el concepto material de antijuridicidad el cual
supone que la lesión al bien jurídico sea socialmente relevante, así como
también que la violación al deber de cuidado sea importante o relevante. Para

49
Francisco Muñoz Conde, ibidem
66

que la acción culposa sea antijurídica no basta cualquier imprudencia, siendo


necesario que la violación al deber de cuidado sea grave, así como el resultado
sea socialmente relevante por su lesividad. Por lo tanto en virtud del principio
de antijuridicidad material y del derecho penal como última ratio, quedan
excluidas de la antijuridicidad las imprudencias levísimas o insignificantes, lo
mismo que los resultados culposos insignificantes‖50

REGLAS QUE IMPONEN EL DEBER OBJETIVO DE CUIDADO

EL PRINCIPIO DE DEFENSA

―El sistema de jakobs parte de la premisa de concebir que el derecho penal


está orientado a garantizar la identidad normativa, a garantizar la constitución
de la sociedad, a diferencia de nuestro punto de vista entiende el derecho penal
como un sistema legal encaminado a proteger al individuo humano, al hombre
como ser natural y como ser social, al hombre primero que al sistema. Por lo
mismo con esa visión que ubica al sistema por encima de los individuos, no se
entiende a la sociedad, como un sistema compuesto de sujetos, sino por
personas en procesos comunicativos; es el < hombre comunicacional > el que

50
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
67

interesa al derecho penal, pues la sociedad es un contexto de comunicación


que se estructura por normas o reglas de configuración‖51

―La función del derecho penal es la de contradecir (negar) a su vez la


contradicción de las normas determinantes de la identidad de la sociedad, por
lo tanto el derecho penal confirma, la identidad social, con lo cual se establece
no otra cosa que una estructura hegeliana para el delito, el derecho penal busca
negar la negación del derecho, y la pena es la negación de la negación del
derecho. La pena es fundamentalmente un medio para mantener la identidad
de los valores sociales, una autocomprobación o reafirmación del sistema
social imperante, el derecho penal restablece en el plano de la comunicación la
vigencia perturbada de la norma, esto es, que con la pena se restablece la
identidad no modificada de la sociedad. Como se aprecia esta concepción no
es otra cosa que la teoría de la << defensa social>> con otro nombre, y la pena
se torna en un instrumento adecuado de autoafirmación de la vigencia de la
norma, esto es de la vigencia de un sistema social de desigualdades,
privilegios, violencia y discriminación (al menos en nuestro medio)‖52

Esta teoría parte del consenso social que legítima la defensa de los valores
sociales establecidos mediante la normatividad penal, esto es, que la ley penal
debe ser el reflejo de los valores sociales imperantes, y proceder a su defensa.

51
José Almaraz, Niklas Luhmann, La teoría de los sistemas sociales antes de la autopoiesis, 1997
52
Jesús Orlando Gómez López, ibidem
68

La norma penal está concebida exclusivamente para la defensa de los valores


(intereses) sociales, económicos y políticos imperantes impuestos por el
núcleo social dominante que controla el poder y tiene la facultad de
criminalizar.

La concepción de Jakobs y sus seguidores apunta a considerar las necesidades


sociales” desde las perspectivas de los intereses de la clase que controla el
poder, a partir de una visión a ultranza del consenso social, que en realidad
genera una periferia que no participa de tal consenso y actúa por fuera de éste
autogenerando sus propias expectativas; quizás por fuera de la legalidad que el
consenso de la minoría proclama.

EL PRINCIPIO DE CONFIANZA

“En el universo propio del riesgo permitido se valora la conducta de quien


individualmente determina la producción del resultado, sin consideración de
los aportes de otro.

Cuando el riesgo es administrado por varios intervinientes que acoplan o


anudan sus aportes, las reglas del riesgo permitido deben ser completadas con
otras. El primer grupo de ellas se desarrolla de la mano del instituto
denominado principio de confianza. Con éstas se trata de determinar cuándo
existe el deber de examinar la corrección de las conductas que se acoplan a las
69

propias, o bien cuando se puede confiar lícitamente en que ellas han sido
llevadas a cabo adecuadamente, o que así se harán cuando acabe la propia. En
los supuestos en los que existe un principio de confianza es lícito obrar como
si los otros intervinientes obraran de modo correcto, aun cuando de hecho no
lo hagan. Especialmente problemática es aquí la cuestión de si se trata de una
confianza contrafáctica fundada en la normatividad del derecho y, en su caso,
cuáles son sus límites. Personalmente, me inclino por darle ese carácter.
Véaselo con el siguiente ejemplo: el conductor se acerca a una bocacalle en la
que él posee derecho de paso y ve que, por la calle transversal, se aproxima
otro automóvil que llegará a la encrucijada en el mismo momento que él. Si el
autor pretendiera resguardar sus bienes- y la acción transcurriese en Buenos
Aires- debería frenar al llegar a la esquina y conciliar con el otro conductor,
mediante rápidas señas, un modo de resolver el conflicto.
Pero si ninguno de los dos reflexionara de ese modo, y ambos pretendieran
imponer fácticamente su poder de paso, quien no tenía derecho de paso
cargaría con la responsabilidad por la colisión, pues, por principio, la
expectativa cognitiva acerca de que una norma jurídica será incumplida, aun
cuando se funde en una enjundiosa experiencia, no resta valor obligante a
dicha norma. Esto es así precisamente porque el derecho, ya de por sí,
manifiesta que el otro debe hacer honor a la confianza normativa que en él
deposita, sin que quepan contraargumentos probabilísticos, pues las normas
jurídicas se formulan de modo contrafáctico y su vigencia se desenvuelve en
el plano del deber ser. El principio de confianza se anuda a sí al presupuesto
70

básico de la imputación culpabilista: el hombre no sólo es capaz de cumplir


con el derecho sino que, además, es su cometido procurarse buenos motivos
para cumplir con sus normas. De otro modo, no habría lugar para esperar que
cumpliera‖53
De lo que se trata en punto al principio de confianza, es que, cada persona
pueda ser responsable de sí misma y desempeñar su rol de la forma en que la
comunidad espera que lo desempeñe. Esto es, que las demás personas no
tengan a su cargo el control del resto de los asociados para que se desempeñen
como debe hacerlo; sino que exista un autocontrol.
Suelen plantearse casi los mismos ejemplos: el del cirujano que al practicar
una operación confía en que la persona encargada de hacerlo, haya esterilizado
correctamente el instrumental quirúrgico; o en el tráfico rodado el conductor
que tiene confianza al atravesar un cruce de semáforo en verde, confía en que
el conductor que avanza por la otra calle respetará la luz roja y no cruzará
irresponsablemente en rojo.

PRINCIPIO DEL RIESGO

CONCEPTO

53
Marcelo Ferrante, Una introducción a la teoría de la imputación objetiva, universidad Externado de
Colombia, 1998
71

“Todo contacto social entraña un riesgo, incluso cuando todos los


intervinientes actúan de buena fe: a través de un apretón de manos puede ser
que se transmita, a pesar de todas las precauciones, una infección; en el tráfico
rodado puede producirse un accidente que era inevitable, al menos mientras
exista tal tráfico; un alimento servido por alguien puede estar en mal estado
sin que sea posible percibirlo; una anestesia indicada medicamente y realizada
conforme a la lex artis puede provocar una lesión; un niño puede tener un
accidente en su camino a la escuela aunque en éste se hayan establecido
medidas de seguridad adecuadas y, al menos para personas de edad, puede que
un acontecimiento que es motivo de alegría sea demasiado excitante. Esta
constatación trivial, sin embargo, no conduce a la conclusión de que deben
evitarse tales contactos sociales, desde el contacto corporal, pasando por el
tráfico rodado, la invitación a comer y beber, el tratamiento médico y que los
niños acudan a la escuela hasta provocar alegría, y ello por una doble razón:
en primer lugar, renunciando a tales contactos en la mayoría de los casos no se
obtiene un balance positivo- el ermitaño probablemente sólo vive sano y feliz
en la leyenda-, y, en segundo lugar, y sobre todo por regla general, no hay
alternativa a estos contactos: ¿quién puede permitir convertirse en ermitaño?.

Puesto que no es posible una sociedad sin riesgos y no se plantea seriamente la


renuncia a la sociedad, no puede haber una garantía normativa de total
ausencia de riesgos, sino que, por el contrario, el riesgo inherente a la
configuración social irremediablemente ha de tolerarse, y ello como riesgo
72

permitido. Para no desbordar la exposición, resulta conveniente limitar el


análisis a aquellos casos en los que la persona cuyo comportamiento se
enjuicia es el último sujeto responsable en la cadena de causantes y, en este
sentido, ejecuta el comportamiento arriesgado; habiendo otros sujetos
responsables que actúan con posterioridad, esto es, si el actuar de la persona
en cuestión precede al comportamiento de otro que ejecuta, puede que deban
tomarse en consideración determinadas reglas especiales o, al menos,
modificaciones de las reglas que han de desarrollarse aquí, por ejemplo,
relativas al principio de confianza o a la prohibición de regreso.
―Riesgo permitido‖: este término suena como un concepto formal del que no
cabe extraer nada acerca de las razones del permiso; hablando en términos
ejemplificativos, es sabido que también una situación de legítima defensa
permite el riesgo de lesión del atacante con ocasión de la defensa necesaria, o
una situación de estado de necesidad el riesgo de que resulten lesionadas
terceras personas. Sin embargo, en la presente exposición únicamente se trata
del permiso de aquél riesgo que se halla vinculado necesariamente a la
configuración de la sociedad; por tanto, se trata de una concreción de la
adecuación social. No se tendrán en cuenta las situaciones de justificación. El
riesgo permitido no se refiere a la disolución de una colisión de bienes, sino a
la fijación de lo que es el caso normal de interacción, ya que la sociedad de
73

cuyo caso normal se trata no es un medio para obtener la protección de bienes,


sino un contexto de interacción‖54.

El riesgo de producir una lesión no intencional a otro, es algo que


objetivamente existe en el mundo social; y la sociedad reconoce que tal riesgo
presentarse; es por ello que, de conformidad con las teorías planteadas por
Jakobs sobre la imputación objetiva, la sociedad traza un límite al riesgo que
puede tolerarse para que la interacción social no se detenga, no se haga
imposible. Y es por ello que se considera dentro de la perspectiva de esta
teoría que mientras el actor no se salga de su rol, según los estándares
aceptados, no se le puede imputar un resultado lesivo.

RESPONSABILIDAD DE LA VÍCTIMA

―Finalmente con relación a la competencia de la víctima se indica: puede que


la configuración de un contacto social competa no sólo al autor, sino también
a la víctima y ello incluso en un doble sentido: puede que su comportamiento
fundamente que se le impute la consecuencia lesiva a ella misma, y puede que
se encuentre en la desgraciada situación de estar en la posición de víctima por
obra del destino, por infortunio. Cuando la víctima da con su propio
54
Günther Jakobs, La imputación objetiva en Derecho penal, pag. 46 y 47
74

comportamiento la razón para que la consecuencia lesiva le sea imputada a


ella misma, se excluye la imputación del autor, igualmente cuando la víctima
lesiona un deber de autoprotección o cuando acepta conscientemente una
situación de riesgo, los resultados no son imputables a terceros; así, quien
acepta un combate de boxeo, no tiene derecho a que no le produzcan lesiones,
quien tiene trato sexual con una persona drogodependiente o que se prostituye,
actúa, en lo que se refiere a un contagio con el virus del VIH, a propio
riesgo‖55

En relación con este apartado sobre el riesgo de la víctima, realmente no hay


un aporte novedoso, simplemente se realiza un desarrollo extenso acerca del
riesgo permitido, de cara a la víctima, y las consecuencias de no tomar las
precauciones necesarias en los relaciones sociales en tratándose de actividades
riesgosas.

Sobre este particular, Manuel Cancio Melía, expresa lo siguiente:


―Lo primero que hay que decir respecto de éstas es en lo que se refiere a la
dogmática jurídico-penal, la extendida imagen de que en fechas relativamente
recientes se había producido un ―redescubrimiento de la víctima‖ no se ajusta
a la realidad. Lo que sí se puede constatar, en cambio, es que la atención al
comportamiento de la víctima se ha venido produciendo hasta cierto punto de
55
Jakobs, La imputación objetiva en derecho penal, pag 110
75

modo ―encubierto‖, o, valga la expresión, emboscado en instituciones


dogmáticas no configuradas específicamente para el problema.
Como segunda cuestión común a las distintas aproximaciones puede
observarse que existe una fragmentación notable en el debate. La discusión se
produce en gran medida bajo distintos ―rótulos dogmáticos‖, sin tener en
cuenta a veces los argumentos y problemas materiales idénticos planteados
desde otras perspectivas. En este sentido, puede decirse que esta dispersión en
el tratamiento dogmático ha conducido a que el debate doctrinal sobre la
intervención de la víctima sea en alto grado desordenado y confuso‖56.

Ha sido reiterado desde diversos ángulos de la crítica, tanto positiva como


negativa, que en torno al tema del delito culposo, y de la violación al deber de
cuidado en el acápite de la víctima que, la dogmática de la imputación
objetiva de Günther Jakobs, ha hecho un importante aporte que ha permitido
entender con mayor claridad y precisión aquellas situaciones de la vida social
en que la víctima de hechos lesivos culposos es responsable de su propia falta
de previsión y de cuidado.
En últimas se extrae de la teoría expuesta por Jakobs y sus seguidores que, el
control sobre el riesgo no solamente es obligación del autor, sino también de
la víctima, ya que si la víctima no responde positivamente al desempeño de su

56
Manuel Cancio Melía, La exclusión de la tipicidad por la responsabilidad, pag 42,43
76

rol, puede serle imputada la consecuencia lesiva a ella; en tales circunstancias


el autor es exonerado de imputación.

EL DOLO EVENTUAL EN COLOMBIA

MARCO LEGAL

Por primera vez, el código penal de 1980 (decreto ley 100/80) consagró la
figura del dolo eventual, en el artículo 36 que prescribía: ―La conducta es
dolosa cuando el agente conoce el hecho punible y quiere su realización, lo
mismo cuando la acepta previéndola al menos como posible” (negrillas
fuera de texto original).
Lo anterior no quiere decir que ya la doctrina nacional de tono causalista, no
se hubiera pronunciado sobre el particular, la cual predicaba que: las formas
de culpabilidad eran el dolo, la preterintención y la imprudencia.
La ley 599 de 2000 (Código Penal actual), trae una la figura del dolo eventual
en el artículo 22 aunque, la definición trae nuevos elementos: ―También será
dolosa la conducta cuando la realización de la infracción penal ha sido
prevista como probable y su no producción se deja librada al azar‖. Se acoge
la teoría de la probabilidad para definir el dolo eventual.

En nuestra opinión, los dos códigos penales, el de 1980 y el de 2000,


equiparan el dolo eventual con el dolo directo; lo que, conlleva a ampliar el
77

espectro de punición de los delitos imprudentes, al equipararlos con los


dolosos, aunque comporte una causal de atenuación de la sanción penal, por la
modalidad de la conducta.
Desde esta perspectiva no podrían sancionarse con dolo eventual, conductas
que requieren ingredientes subjetivos especiales, tales como una motivación
especial, propósito, finalidad, impulso y de igual forma la participación sería
imposible, pues la estructura es similar a la imprudente, mientras que la
complicidad y la inducción son accesorios a conductas directamente dolosas.

JURISPRUDENCIA NACIONAL

En la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, las conductas que


mayoritariamente dan lugar a aceptar o no la existencia del dolo eventual, son
las siguientes:
1. Las relacionadas con accidentes de tráfico terrestre
2. Casos contra la Administración Pública (fuga de presos culposa por
imprudencia, prevaricato culposo, etc.)
3. Situaciones en que se dispara indiscriminadamente o en defensa propia y se
ocasiona la muerte a otro o se lo lesiona sin intención
78

4. Casos de maltrato a menores y acaece la muerte o se ocasionan lesiones


graves por castigos excesivos.

―La sentencia 14355 de 2000 es una de las más importantes que la Corte
Suprema de Justicia ha emitido sobre dolo eventual porque denota lo que es
constante en muchas de sus decisiones: la utilización de múltiples-y distintas-
teorías para fundamentar sus posiciones.
La sentencia aludida estudia el fallo proferido en los procesos acumulativos
por homicidio imprudente y homicidio doloso, los sucesos, aunque ocurridos
en meses diferentes, sucedieron en vigencia del Código Penal de 1980. Los
hechos constitutivos de homicidio imprudente son los siguientes: el procesado
conducía un bus infringiendo los límites de velocidad máxima permitida y
pasó un semáforo en rojo colisionando con otro vehículo y ocasionando la
muerte de su conductor, lesiones personales a los acompañantes del vehículo
con el que colisiona, y la muerte a un pasajero que salió despedido por el
parabrisas del bus y fue posteriormente atropellado por este.
En los hechos constitutivo para el tribunal de homicidio con dolo eventual, el
procesado conducía un bus ejecutivo a exceso de velocidad, en estado de
embriaguez y bajo los efectos de la marihuana, y al pasar un semáforo en rojo
atropella un motociclista, quien muere en el traslado hacia el hospital; esto
sumado a un intento de evasión del lugar de los hechos por parte del
procesado. La defensa y el Procurador delegado sostuvieron que los elementos
del Tribunal para deducir la existencia de dolo eventual (el quebrantamiento
79

de las reglas de circulación, el conducir bajo los efectos del alcohol y la


marihuana, la naturaleza de la máquina que dirigía y ―la experiencia que le
indicaba como, si transitaba en tales condiciones, lo más seguro era que a su
paso saliera otro automotor autorizado por la luz verde del semáforo y que el
encuentro trajera consecuencias fatales‖) no se compadecían con el principio
de culpabilidad y no desvirtuaban la imprudencia.
La Corte Suprema de Justicia, conformándose con la definición de dolo
eventual del Tribunal señala que la derivación de responsabilidad dolosa
deducida de ―la experiencia trágica anterior que podría determinar los
resultados fatales no solo en la conciencia sino también en la voluntad del
procesado, ―dada la naturaleza de la máquina que dirigía‖.57

De igual forma la Sentencia 27431 de septiembre 26 de 2007, con ponencia


del Magistrado Yesid Ramírez Bastidas, relacionado con un accidente de
tránsito, reviste gran importancia en la temática del delito imprudente. Sobre
este particular la Sala de Casación Penal de la Corte, en referencia con los
accidentes de tránsito expresó lo siguiente:
―Considera la Sala oportuno precisar lo siguiente:

3.1 La acción típica en los accidentes de tránsito:

57
Vaneza C. Escobar Behar y Sebastian Monsalve Correa, pags. 86-87
80

Tradicionalmente se ha considerado que los accidentes de tránsito que generan


lesiones o muertes deben ser considerados como acontecimientos cubiertos
por una acción culposa o imprudente. Se ha entendido que el riesgo ejecutado
apenas corresponde a un aumento del riesgo permitido por infracción del
deber objetivo de cuidado.
Sin embargo, cuando la lesión de los bienes jurídicos vida o integridad
personal deviene por acontecimientos que ex ante resultan previsibles para el
autor y éste es indiferente ante la posible ocurrencia de los mismos, conviene
que la judicatura examine con detalle la posible ocurrencia de una acción
dolosa a título de dolo eventual, toda vez que la creación del peligro muchas
veces desborda los estrechos límites del delito culposo o imprudente.
Con frecuencia pueden ser observados conductores de vehículos pesados o
personas que gobiernan automotores bajo los efectos de diferentes substancias,
actuando con grosero desprecio por los bienes jurídicos ajenos sin que se
constate que en su proceder ejecuten acciones encaminadas a evitar resultados
nefastos; al contrario, burlan incesantemente las normas que reglamentan la
participación de todos en el tráfico automotor sin que se les observe la
realización de acciones dirigidas a evitar la lesión de bienes jurídicos,
pudiéndose afirmar que muchas veces ese es su cometido. En tales supuestos
no se estará en presencia de un delito culposo sino doloso en la modalidad
denominada eventual”58.

58
Sentencia 27431 de septiembre de 2007, MP Yesid Ramírez Bastidas
81

Agrega la Corte en la precitada sentencia: ―Adicionalmente, la naturaleza y


gravedad de lo ocurrido ameritan que el procesado, sistemáticamente dedicado
a vulnerar las reglas de tránsito, cumpla la pena en establecimiento de
reclusión.
Resulta inadmisible que a pesar de todas las campañas publicitarias dedicadas
a crear conciencia ciudadana para que se respeten las reglas que permiten la
participación de los asociados en el tráfico automotor, entre las que sobresale
la insistente advertencia del peligro que representan para la propia integridad,
y por supuesto para la de los demás, conducir en estado de embriaguez,
algunos persistan en tan deplorable comportamiento.
Pésimo mensaje estaría enviando la judicatura a la comunidad cuando el
responsable de delitos ocurridos bajo los efectos del alcohol inopinadamente
regresa a su casa como si nada hubiese pasado‖59

Como es de observar, la Corte Suprema de Justicia en buena hora sobre esta


temática, aplica sin cortapisas las teorías de la imputación objetiva; esto es, en
lo referente a las precisas reglas que rigen la interacción de los asociados, en
el caso concreto, en la actividad del tráfico automotor, de cara al deber
objetivo de cuidado y al riesgo permitido que debe observarse so pena de
incurrir en la realización de conductas típicas dolosas con dolo eventual.
59
Ibidem
82

De otro lado, es muy famosa la sentencia 32964 de agosto 25 de 2010 con


ponencia del magistrado José Leónidas Bustos, en otro caso relacionado con el
tráfico automotor.
En esta oportunidad la Corte Suprema de Justicia adopta las teorías del riesgo
no permitido para deducir el dolo eventual, señalando que en el caso concreto
se produjo un riesgo que sobrepasa los límites permitidos en el tráfico, el cual
se dejó librado al azar por el agente, pues no realizó actividades encaminadas
a evitar el resultado lesivo.
En la precitada sentencia del 32964 del 2010, la Corte toma partido por el
dolo eventual en conductas realizadas dentro de accidentes de tránsito
terrestre; sin embargo, no hace mayor énfasis en el tema del riesgo permitido
y de la violación del deber de cuidado, referido a los comportamientos
socialmente permitidos y a las reglamentaciones especiales en el ámbito de
determinadas actividades o roles sociales.
En la sentencia mencionada, la Corte expresa:
―El dolo ha sido definido tradicionalmente como la simbiosis de un conocer y
un querer, que se ubica en la vertiente interna del sujeto, en su universo
mental. En materia penal se dice que actúa dolosamente quien sabe que su
acción es objetivamente típica y quiere su realización.
De acuerdo con esta definición, alrededor de la cual existe importante
consenso, el dolo se integra de dos elementos: Uno intelectual o cognitivo que
exige tener conocimiento o conciencia de los elementos objetivos del tipo
penal respectivo. Y otro volitivo, que implica querer realizarlos.
83

Estos componentes, no siempre presentan los mismos grados de intensidad, ni


de determinación. Ello, ha dado lugar a que la doctrina dominante distinga, en
atención a la fluctuación de estos aspectos, tres clases de dolo: El directo de
primer grado, el directo de segundo grado y el eventual.
El dolo directo de primer grado se entiende actualizado cuando el sujeto
quiere el resultado típico. El dolo directo de segundo grado, llamado también
de consecuencias necesarias, cuando el sujeto no quiere el resultado típico,
pero su producción se representa como cierta o segura. Y el dolo eventual,
cuando el sujeto no quiere el resultado típico, pero lo acepta, o lo consiente, o
carga con él, no obstante habérselo representado como posible o probable.

Agrega la Corte: En todos los eventos es necesario que concurran los dos
elementos del dolo, el cognitivo y el volitivo, pero en relación con este último
sus contenidos fluctúan, bien porque varía su sentido o porque su intensidad se
va desdibujando, hasta encontrarse con las fronteras mismas de la culpa
consciente o con representación, que se presenta cuando el sujeto ha previsto
la realización del tipo objetivo como probable (aspecto cognitivo), pero confía
en poder evitarlo.
En estas especificas fronteras es que surge el problema jurídico que hoy ocupa
la atención de la Sala: definir si el tribunal acertó al ubicar la conducta del
procesado dentro del marco del dolo eventual como modalidad del tipo
subjetivo, o si esta decisión es equivocada, y la categoría llamada a regular el
caso es la culpa consciente o con representación.
84

Las dificultades surgen de sus similitudes estructurales. Tanto en el dolo


eventual como en la culpa con representación o consciente el sujeto no quiere
el resultado típico. Y en ambos supuestos el autor prevé la posibilidad o
probabilidad de que se produzca el resultado delictivo. Por lo que la diferencia
entre una y otra figura termina finalmente centrándose en la actitud que el
sujeto agente asume frente a la representación de la probabilidad de
realización de los elementos objetivos del tipo penal.
Muchos han sido los esfuerzos que la doctrina ha realizado con el fin de
distinguir el dolo eventual de la culpa consciente o con representación, y
variadas las teorías que se han expuesto con ese propósito, pero las más
conocidas, o más sobresalientes, o las que sirven generalmente de faro o
referente para la definición de este dilema, son dos: la teoría de la voluntad o
del consentimiento y la teoría de la probabilidad o de la representación.
La teoría de la voluntad o del consentimiento hace énfasis en el contenido de
la voluntad. Para esta teoría la conducta es dolosa cuando el sujeto consiente
en la posibilidad del resultado típico, en el sentido de que lo aprueba. Y es
culposa con representación cuando el autor se aferra a la posibilidad de que el
resultado no se producirá.
La teoría de la probabilidad o de la representación enfatiza en el componente
cognitivo del dolo. Para esta teoría existe dolo eventual cuando el sujeto se
representa como probable la realización del tipo objetivo, y a pesar de ello
decide actuar, con independencia de si admite o no su producción. Y es
85

culposa cuando no se representa esa probabilidad, o la advierte lejana o


remota.
Lo decisivo para esta teoría, en palabras de MIR PUIG, es el grado de
probabilidad del resultado advertido por el autor. Aunque las opiniones se
dividen a la hora de determinar exactamente el grado de probabilidad que
separa el dolo de la culpa, existe acuerdo en este sector en afirmar la presencia
de dolo eventual cuando el autor advirtió una gran probabilidad de que se
produjese el resultado, y de culpa consciente cuando la posibilidad de éste,
reconocida por el autor, era muy lejana. No importa la actitud interna del
autor- de aprobación, desaprobación o indiferencia-frente al hipotético
resultado, sino el haber querido actuar pese a conocer el peligro inherente
a la acción”60

Acerca de la política criminal que aplica la Sala Penal de la Corte, existen


muchas críticas en punto a la utilización de teorías dominantes en Europa,
especialmente en Alemania, que, no son de mucho recibo en nuestro entorno
jurídico; esto cabe para la aplicación de la teoría Roxiniano-Jakobiana de la
imputación objetiva.
Desafortunadamente en parte por la inflación legislativa en el campo penal; en
parte por la grave crisis social que afronta el país de viaja data, las altas cortes
han venido respondiendo a la problemática del delito en forma desordenada,
60
Sentencia 32964 de agosto de 2010, magistrado Ponente José Leónidas Bustos Ramírez
86

hasta el punto de que, se producen cambios de paradigmas doctrinarios de una


jurisprudencia a otra.

En la sentencia citada, la 32964 de 2010, es evidente la falta de coherencia


temática. La Sala penal recurre a tratar de precisar conceptualmente el tema de
la comprobación directa de los elementos internos del dolo eventual-cognitivo
y volitivo; a partir de presunciones basadas en hechos objetivos pero que
devienen en conceptualizaciones teleológicas abstractas, tales como en mayor
o menor grado de peligrosidad de la conducta, que implica obviamente un
juicio de inferencia subjetivo del Juez.

Sobre esta temática es procedente citar algunos pasajes de la jurisprudencia en


comento:

―Las dificultades que suscita la comprobación directa de los componentes


internos del dolo eventual (Cognitivo y volitivo), han obligado a que su
determinación deba hacerse a través de razonamientos inferenciales, con
fundamento en hechos externos debidamente demostrados, y en constantes
derivadas de la aplicación de reglas de la experiencia, como el mayor o menor
grado de peligrosidad objetiva de la conducta, o mayor o menor contenido de
peligro de la situación de riesgo, o la calidad objetiva del riesgo creado o
advertido.
Estos criterios de distinción, que la doctrina y la jurisprudencia abrazan cada
vez con mayor asiduidad, no han sido ajenos a esta Corporación. En decisión
87

de 2007, la Corte llamó la atención sobre la necesidad de examinar frente al


dolo eventual los delitos de tránsito en los que la creación del riesgo
desbordaba las barreras de la objetividad racional y el sujeto actuaba con total
desprecio por los bienes jurídicos que ponía en peligro,

En punto al tema del dolo eventual, el profesor alemán, Armin Kaufmann, en


su trabajo: ―El dolo eventual en la estructura del delito‖ (1960); expresa que
en referencia con el dolo eventual, no se trata ya de la determinación de los
criterios del dolo malo, sino de la delimitación de la frontera entre hecho-dolo
y hecho-culpa‖, refiriéndose a la teoría finalista de la acción.
Para la doctrina de la acción finalista el dolo es un caso particular de la
―voluntad de realización final‖, dice Kaufmann refiriéndose a lo afirmado por
Hans Welzel, concretamente la voluntad de realización final en referencia a
circunstancias de un tipo legal.

Es evidente que, como lo ha expresado la Corte Suprema de Justicia: ―Las


dificultades que suscita la comprobación directa de los componentes internos
del dolo eventual (cognitivo y volitivo), han obligado a que su determinación
deba hacerse a través de razonamientos inferenciales, con fundamento en
hechos externos debidamente comprobados‖; lo que nos lleva a afirmar que, la
diferencia entre dolo y no dolo se basa en el conocimiento de circunstancias
de hecho o fácticas debidamente comprobadas.
88

A pesar de lo cual, según el profesor alemán Eberhard Struensee: ―Dado que


el elemento volitivo es sin embargo un componente necesario de todo
comportamiento, resulta de ello una tesis que voy a defender y a fundamentar
en lo que sigue: la voluntad de acción que posee todo acto voluntario debe
obviamente existir también en los casos de acción no dolosa, en caso contrario
no sería cierto que el concepto general de acción también se aplica a la acción
imprudente‖61
Agrega el profesor alemán: ―En este postulado se oculta la información y la
premisa de que el elemento volitivo de la acción no es capaz de aportar un
criterio diferenciador para separar el ámbito del dolo del ámbito del no dolo.
De ello resulta necesariamente que la voluntad de acción no puede constituir
el lugar o la categoría donde se decide si una acción concreta fue realizada de
manera dolosa o no dolosa.
Dicho de otro modo: lo que es atributo de toda acción, no puede ser un criterio
apropiado-en este nivel de abstracción del concepto de acción- para
diferenciar entre acciones dolosas y no dolosas (eventualmente imprudentes).

De tal suerte que, las elaboraciones teóricas o doctrinarias para efectos de


precisar la naturaleza del dolo eventual y su comprobación objetiva, por parte
de la Corte Suprema de Justicia, tiene sus defectos de cara a las teorías
actuales, dado que, los que predica como elementos internos del dolo eventual,
61
Eberhard Struensee, Consideraciones sobre el dolo eventual (2009)
89

lo son también de conductas no dolosas, es por ello que para la Corte resulta
supremamente difícil la comprobación directa de estos componentes.
Para el profesor Armin Kauffmann: ―Para la acción final interesan solamente
criterios ontológicamente aprehensibles‖.

Desde esta perspectiva, el profesor Struensee afirma que Kaufmann lanza la


siguiente propuesta: ―Autodelimitación de la voluntad de realización‖.
Y a continuación sostiene Struensee: ―La idea básica es la siguiente: el
problema del dolo eventual reside en que en la ejecución de una acción no se
desea la producción de un resultado posiblemente vinculado con ella (el así
llamado resultado accesorio)‖.
En cuanto al resultado accesorio de la acción, el profesor Armin Kaufmann
plantea lo siguiente: ―La cuestión decisiva es si ―…la voluntad de
realización…estaba dirigida precisamente a no dejar que se produjera la
consecuencia accesoria tenida en cuenta como posible, es decir, a evitarla.
Ello así pues la voluntad de realización no puede, por un lado, estar dirigida a
dejar que se produzca el resultado reconocido como posible y por otro lado
también tender a evitar precisamente ese resultado mediante el modo de obrar.
La voluntad de realización encuentra su límite, por tanto, en la voluntad de
realización!”. ―La <<voluntad de evitación>> excluye la aceptación de
<<voluntad de causación>>‖62

62
Armin Kaufmann, El dolo eventual en la estructura del delito (1960)
90

En referencia con los resultados accesorios de la acción, militan infinidad de


circunstancias que se relacionan con sucesos independientes de la acción.
Expresa Struensee: ―Respecto de circunstancias de hecho dependientes de la
acción me parece posible y sensata la diferenciación entre dolo y no- dolo
obre la siguiente base: la escala de peligros en el ámbito de aplicación de una
y la misma ley causal, se confecciona cuantitativamente conforme a la
cantidad de condiciones que sean requeridas para los distintos grados de
peligro‖. Agrega Struensee: ―La graduación de riesgos suficientes para el dolo
y suficientes para la imprudencia constituye finalmente un problema
axiológico. Entre el dolo y la imprudencia no corre por consiguiente un límite
estructural sino uno normativo‖.63
Sobre este particular Struensee coloca el siguiente ejemplo. ―Como conductor
de automóviles, K sabe que durante una maniobra de adelantamiento en una
curva con escasa visibilidad (o niebla) se puede producir un choque con algún
vehículo que transite por la mano contraria. A pesar de ello, sobrepasa en una
situación semejante al camión que circula delante de él. ¿Actúa K con dolo de
Homicidio, de lesiones o de daños?‖64

―La solución no depende de la probabilidad con la que el autor considera


posible en esa situación un curso causal desafortunado. Lo decisivo es tan solo

63
Eberhard Struensee, ibidem
64
Ibidem
91

la estimación normativa acerca de la cantidad de factores causales


representados. ¿Es suficiente la intensidad de la representación para fundar un
dolo de causación? La representación de una probabilidad suficiente no
constituye ninguna magnitud que pueda elegirse libremente, no es una
estimación librada al criterio del sujeto actuante, sino que está sujeta a un
juicio objetivo orientado en leyes causales y reglas de la experiencia‖65

―La reconducción de las representaciones suficientes para el dolo a una base


sustanciada de circunstancias fácticas posee dos ventajas:
En primer lugar, permite atribuirle a las circunstancias de hecho dependientes
de la acción y las circunstancias de hecho no dependientes de la acción una
idea directriz común para la determinación del dolo: se trata, en el caso de
circunstancias de hecho dependientes de la acción, del establecimiento
normativo del Quatum mínimo del pronóstico causal suficiente para el dolo y
en el caso de suposición de circunstancias de hecho no dependientes de la
acción, del establecimiento de la cantidad mínima de indicios suficientes para
el dolo.
En segundo lugar, permite sortear una crítica habitual contra las teorías que
distinguen al dolo del no- dolo exclusivamente en el ámbito cognitivo, de
acuerdo con la cual tendría que ser suficiente para el dolo cualquier

65
Ibidem
92

representación de la posibilidad de resultado o de la presencia de una


circunstancia de hecho, sin importar cuan lejana sea esta posibilidad‖66

Si bien es cierto que las teorías finales de la acción han hecho un aporte
fundamental en punto al dolo eventual, es innegable que la teoría de la
imputación objetiva de Roxin y Jakobs, especialmente la imputación objetiva
normativista de Günther Jakobs han permitido esclarecer y manejar el tema de
una forma más sistemática, coherente.

Jakobs parte de la teoría del riesgo permitido y de la interacción social como


fuente de riesgo permitido, dilucidando las circunstancias que operan al
interior de una sociedad determinada; los cálculos que en una sociedad se
hacen en referencia con actividades peligrosas.
Afirma que en determinadas actividades peligrosas se hacen sacrificios que
irremediablemente deben hacerse, como por ejemplo en el tráfico rodado, que
es el escenario de este trabajo, a partir de la fórmula de costos-beneficios.
Señala Jakobs que en estos procesos de costo-beneficio, lo jurídico puede
hacer un acompañamiento, pero que, fundamentalmente se tratan de cambios
sociales. Según Jakobs: ―Dicho de otro modo, lo socialmente adecuado por

66
Ibidem
93

regla general precede al Derecho; su legitimación la obtiene del hecho de que


constituye una parte de aquella configuración social que ha de conservarse‖67
Afirma Jakobs: ― Ha de llegarse a la conclusión de que lo socialmente
adecuado, especialmente también cuando aparece en forma del permiso de un
riesgo, no queda legitimado por la referencia al Derecho, sino es legitimado de
manera histórica, es decir, por haber madurado tal como es. Es interpretado,
definido, en sus rasgos más finos y redondeado jurídicamente. En parte, ello
tiene lugar, como veremos, incluso a través de normas jurídicas, pero el
Derecho no tiene más que esta función auxiliar‖68

Y acota: ―Desde luego, en una sociedad de libertades sólo puede generarse el


permiso de un riesgo, si el beneficio de la actividad de que se trata tiene una
fundamentación plausible para quien potencialmente ha de soportar los costos;
en una sociedad de libertades no puede fundamentarse la libertad de
comportamiento a expensas de otro‖69

Para Jakobs un comportamiento que implica un riesgo permitido, se considera


socialmente normal, aceptable; por lo tanto, los comportamientos que se
configuran dentro del riesgo permitido, no requieren ser justificados, sino que
no vulneran tipo alguno.

67
Günther Jakobs, La imputación objetiva en Derecho penal, 2004

68
Ibidem
69
Ibidem
94

CONCLUSIONES Y PROPUESTAS

EL DOLO EVENTUAL SEGÚN LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

La aplicación de la teoría del dolo eventual en Colombia, no ha sido pacífica.


Desde el código penal anterior- decreto ley 100 de 1980-, que según la Corte
Suprema de Justicia, la legislación penal colombiana se inclinó por la teoría
estricta del consentimiento, y hasta el año 2001 se mantuvo fiel a tales
postulados, como estructura dogmática que busca delimitar la frontera entre el
dolo eventual y la culpa con representación. Pero, a partir de la entrada en
vigencia de la ley 599 de 2000, se tomó partido por la denominada teoría de la
representación: Artículo 22 Dolo. …También será dolosa la conducta cuando
la realización de la infracción penal ha sido prevista como probable y su no
producción se deja librada al azar.
Según la visión teórica de la Corte, el código de 2000 abandona la concepción
volitiva que sustentaba el decreto ley 100 de 1980; lo que corresponde a la
evolución de las doctrinas dogmáticas, esto es, el código de 1980, estaba
95

imbuido de las teorías causalista que otorgaban al elemento volitivo papel


esencial a la hora de determinar el dolo en la acción. A partir del predominio
de las teorías finalistas de la acción, acogidas en la legislación colombiana el
elemento volitivo pasó a un segundo plano; otorgándosele prioridad al
elemento cognitivo o intelectual en cuanto hace referencia a la probabilidad de
que se produzca el resultado antijurídico.

Según lo expuesto por el profesor alemán Eberhard Struensee, citado atrás, el


elemento volitivo de la acción, no está en capacidad de aportar un criterio
diferenciador para separar el ámbito del dolo del ámbito del no dolo, ya que el
aspecto volitivo es atributo de toda acción.

Afirma la corte que, la actual propuesta teórica lo que sostiene es que, la


representación debe recaer sobre la conducta capaz de producir el resultado,
no sobre el resultado delictivo, ya que lo que se sanciona es que el sujeto
prevea un resultado probable de la realización del tipo penal objetivo y no
obstante su no producción se deja librada al zar.
La normatividad actual (artículo 22 del Código Penal) lo que exige para que se
configure el dolus eventualis es que el sujeto se represente como probable la
infracción penal y que la deje librada al azar.

SEGÚN LA DOCTRINA
96

Ahora bien, el desarrollo teórico del tema del dolo eventual,


indiscutiblemente, tanto en la legislación penal colombiana, como en la
doctrina nacional y la jurisprudencia, ha acogido las teorías desarrolladas por
las escuelas alemanas actuales, en donde predominan las doctrinas
funcionalistas y funcionalistas-normativistas, representadas en forma
predominante por los profesores Claus Roxin y Günther Jakobs entre otros.
De manera tal que, a la visión doctrinaria que afirma que el lugar donde debe
buscarse el elemento diferenciador del dolo y el no dolo, es en el cognitivo o
intelectual que se refiere a la representación del resultado como probabilidad
de su producción, deben sumarse las novísimas concepciones de Roxin y
Jakobs que aportan la teoría del riesgo especifico, el deber objetivo de cuidado
y todos sus ingredientes tales como el principio de confianza, de defensa, de
seguridad; que involucran para la configuración de la conducta antijurídica la
infracción a la norma de cuidado.
Todos estos criterios que, según la Corte han sido abrazados por la doctrina y
la jurisprudencia, han dado ligar a que la Corte Suprema de Justicia haya
puntualizado frente al dolo eventual, el tema recurrente de los delitos de
tránsito, en que, a criterio de la Corte, se desbordan permanentemente las
barreras de la objetividad racional.
97

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