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UNA APROXIMACIÓN1
Si las acciones de las políticas unipolares se reflejan en un sentido ascendente, los componentes
de los conflictos se multiplican por los redimensionamientos políticos, económicos y culturales,
que con una base histórica de pueblos hambreados, de diferenciación socio-económica
intolerable y de pérdida de atributos culturales, entre otros fenómenos, convergen en un
potencial de tensiones que devienen, a mediano o largo plazo, en explosiones sociales.
Lo expresado hasta aquí apunta a llamar la atención en la necesidad del estudio de los
conflictos sociales por parte de la Teoría Política Contemporánea.
Se define el concepto de conflicto social como la relación entre dos o más agentes que tienen
metas incompatibles, observando que en el estudio del conflicto el término agente está
vinculado a cualquier tipo de unidad social o sujeto histórico (individuos, grupos, clases
sociales, sectores poblacionales, países, etc.).
El concepto meta podrá ser definido sintetizadamente como todo aquello que quiere ser
alcanzado o poseído.
Los conflictos y su tipologización son diversos, dependen del enfoque teórico o del grado de
generalización o especificación del análisis y la naturaleza de la situación abordada.
La tipología de los conflictos está vinculada a los diversos grados de especificidad del escenario
en que se manifiestan; partiendo de tal criterio podemos plantearnos que existen conflictos
políticos, económicos, étnicos, ideológicos, etc.
De una forma más específica pueden definirse los conflictos reales e irreales.
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Este artículo aparece publicado en: Duharte Díaz, Emilio y coautores: Teoría Sociopolítica. Selección de temas.
Tomo I, Editorial “Félix Varela”, La Habana, 2000.
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Los conflictos reales surgen de la frustración de demandas específicas dentro de un marco de
relaciones y de estimación sobre las ganancias que los participantes pueden lograr, y que
benefician al presunto sujeto frustrador. De forma sintetizada se puede plantear que el conflicto
real se manifiesta como un medio para lograr un resultado concreto.
Los conflictos irreales no surgen por los fines divergentes entre los participantes dentro de un
marco de relaciones, sino que se expresan por la necesidad de que al menos uno de los
participantes libere la tensión; es decir, en este caso el conflicto no está orientado hacia el logro
de un resultado específico, ya que surge sin depender de un asunto concreto en disputa.
Otra forma de tipologización de los conflictos los define como endógenos y exógenos. Los
llamados conflictos exógenos son aquellos que desde afuera se llevan a un escenario
determinado, mientras que los conflictos endógenos son los generados en el interior de un
escenario.
Es necesario tener en cuenta que un porciento relativamente amplio de ideas relacionadas con
esta temática y llevadas al orden de la generalización, han partido de observaciones científicas
utilizando como unidades de análisis los grupos.
Este acercamiento investigativo ha sido por consideraciones tales como que el grupo permite,
en condiciones de magnitud, espacio-tiempo y controles rígidos, con técnicas de observación
preestablecidas, determinar aquellos factores que son de interés observar, registrar y medir de la
resultante conflictual, y de ahí obtener posibles respuestas a las preguntas de por qué surge un
conflicto, cuáles son los factores que intervienen en él, su grado de intensidad, etc.
De esta experiencia experimental se han podido generalizar paradigmas que, aunque han sido
resultado de observaciones científicas limitadas a los grupos, trascienden como
comportamientos probables en unidades sociales mayores y más complejas; ellos son los
siguientes:
Existen diversos modelos que reflejan el desarrollo de los conflictos sociales. Uno de ellos
promueve la idea de establecer una relación de proceso en la que el conflicto emerge como una
de sus etapas; ellas son:
A. La competencia.
B. El conflicto.
C. La acomodación.
D. La asimilación.
E. La cooperación.
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La competencia es la etapa en la que se crea un orden distributivo en la sociedad, donde los
individuos, grupos u otros agentes tratan de conseguir valores escasos. La competencia surgirá
por la escasez de mercancías, posiciones, etc, y estará restringida por la tradición, las
costumbres y la ley.
El conflicto ya ha sido anteriormente definido, pero hay que añadir que, como etapa del proceso
social, en él se despiertan los sentimientos más profundos y las pasiones más fuertes, hasta el
extremo de que, en ocasiones, los contendientes se dedican a la neutralización de sus oponentes
como objetivo definitorio. El conflicto siempre subraya las diferencias.
La acomodación es una consecuencia del conflicto, durante la cual los antagonismos entre los
participantes de éste quedan sometidos. El conflicto desaparece en su forma activa, pero queda
en su forma latente.
La cooperación es la etapa en que los fines pueden ser conseguidos por todos los interesados,
ya que éstos trabajan juntos para lograr uno común, a diferencia de la competencia, en que los
fines perseguidos se pueden conseguir en cantidades iguales para algunos, pero no para todos
los individuos o grupos.
Las etapas antes descritas se manifiestan secuencialmente, aunque los procesos sociales son
altamente complejos y este modelo sólo pretende abstraer de forma analítica probables
momentos distintivos de su desarrollo, por lo que la estructura expositiva, que va desde la
competencia hasta la cooperación, no refiere una relación ordinal en la aparición de estos
diferentes momentos.
Teóricamente el modelo prescribe una relación ordinal sólo en el caso del conflicto y la
acomodación, en que la orientación de los procesos está dirigida a que siempre después de un
conflicto se manifiesta una etapa de acomodación.
De forma general lo anteriormente expuesto podrá transitar indistintamente desde una etapa de
acomodación a una de competencia, asimilación o cooperación, siempre y cuando existan
condiciones propicias para ello aunque, en casos extremos, y a partir de factores adversos
propiciantes, se puede pasar de la acomodación a la reanudación del conflicto.
Llegado hasta aquí el análisis, es necesario adelantar algunas ideas del término o culminación
de estos fenómenos.
Tal y como se ha indicado, el alcance de una meta incompatible por dos o más sujetos sociales
puede ser definida como conflicto, por lo que su culminación o término se determinará por la
aniquilación de una de las partes, o por el logro de su disuasión del alcance de la meta, o por
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que las partes involucradas en el conflicto lleguen a un equilibrio precario en que ninguna de
ellas, de acuerdo a los medios utilizados, alcance el objetivo propuesto.
Por lo general, el papel de la mediación como una función facilitadora del restablecimiento de
la comunicación entre las partes y la consiguiente negociación, de ser aceptada, será uno de los
medios posibles para la culminación o término de un conflicto.
En el Manifiesto Comunista Marx y Engels definieron que la historia de todas las sociedades
hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases.2 El conflicto así visto deviene en una
lucha entre opresores y oprimidos, la cual es constante, velada unas veces y franca y abierta
otras, lucha que deviene punto culminante en la transformación revolucionaria de la sociedad o
en el hundimiento de las clases en pugna 3. Todo conflicto tiene, por ende, un carácter social,
que expresa los aspectos más estables de su contenido político y de su orientación socio-
clasista. Los conflictos exponen la contraposición de los intereses de las clases en pugna y se
manifiestan en todas las esferas de la vida social de una nación o a escala internacional; de ahí
que como corolario definitorio Marx demostró "que todas las luchas políticas tan variadas y
complejas, sólo giran en torno al poder social y político de una u otras clases sociales: por parte
de las clases viejas, para conservar el poder y por parte de las ascendentes clases nuevas, para
conquistarlo" 4.
2
Marx, Carlos; Engels, Federico. Manifiesto del Partido Comunista. Obras Escogidas. Tomo I, p.111.
3
Véase Ibid, p. 11.
4
Marx, Carlos; Engels, Federico. Obras Escogidas. Tomo II, p. 86.