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El De excessu fratris sui se compone de los dos discursos fúnebres que pronunció
Ambrosio a la muerte de su querido hermano Sátiro. El primero, de tono de lamentación, el
día de su entierro; el segundo, ya más expositivo, doctrinal y exhortativo, ocho días
después.
Sin embargo, la muerte no deja de ser de un dolor insoportable para los hermanos que
permanecen en esta tierra. En efecto, dice Ambrosio: "Todo esto es insoportable. Pues,
¿qué es soportable sin tal compañero de vida, sin tal socio de mis trabajos y deberes. Ni
siquiera he tenido tiempo de prepararme para su muerte, de modo que fuera más
llevadera"2.
Al final de este primer discurso, le habla a su difunto hermano y le dirige una oración,
donde se ve patente la fe en la comunión de los santos: "No me abandones, por favor,
durante mucho tiempo en esta añoranza de ti: espérame mientras me acerco, ayúdame
1
AMBROSIO DE MILÁN, De excessu fratris sui Satyri, I, 30.
Editado como: AMBROSIO DE MILÁN, Discursos consolatorios, Ciudad Nueva, Madrid, 2011. Edición
bilingüe, traducción de AGUSTÍN LÓPEZ KINDLER.
2
Ibíd, I, 35.
mientras me apresuro y, si te parece que me retraso demasiado, llámame. Pues nunca
hemos estado demasiado tiempo lejos el uno del otro, porque tu solías visitarme. Ahora,
puesto que tu ya no puedes volver, yo iré hacia ti"3
3
Ibíd, I, 79.
Vale la pena aquí citar, también, un texto de Cipriano, en el n° 20 de su De mortalitate, escrito a raíz de la
peste que había asolado a la ciudad de Cartago en el año 252: "...cuántas veces se me ordenó por la bondad de
Dios que clamase sin cesar, que predicara en público que no debía llorarse por nuestros hermanos llamados
por el Señor y libres de este mundo, sabiendo que no se pierden, sino que nos preceden; que, como viajeros,
como navegantes, van delante de los que quedamos atrás, que se pueden echarlos de menos, pero no llorarlos
y cubrirnos de luto, puesto que ellos ya se han vestido vestidos blancos..."
4
Ibíd, II, 46.
5
Ibíd, II, 47.
6
Como ya hemos dicho más arriba, Cipriano escribe su tratado De mortalitate a raíz de la peste que había
asolado a la ciudad de Cartago en el año 252.
7
CIPRIANO DE CARTAGO, De mortalitate, 3.
8
Íbid., 9.
lucha; ni deben debilitar ni quebrantar la fe de un cristiano, antes bien han de poner de
relieve el valor en la pelea"9.
Por eso quizás el centro de cuanto queremos expresar tiene que ver en cómo afrontan los
cristianos el sufrimiento y la muerte, lo que los distingue de los demás habitantes de
Cartago, judíos y paganos, tanto por el sentido del sufrimiento cuanto por los bienes que
esperan recibir en la vida eterna: "Es verdad que perecen en esta peste muchos de los
nuestros; esto quiere decir que muchos de los cristianos se libran de este mundo. Esta
mortandad es una pestilencia para los judíos, gentiles y enemigos de Cristo; mas para los
servidores de Dios es salvadora partida para la eternidad"10.
En Orígenes la muerte física tiene una doble función: es a la vez castigo y (gracias a la
muerte de Cristo) expiación. Por eso dice, por ejemplo, que personajes como el Faraón,
Ananías o Zafira, que recibieron la muerte como castigo, dejaron esta vida más purificados
(CMt 15, 15).
La muerte se presenta como la separación del cuerpo y del alma. A diferencia de lo que
va a decir Gregorio, el cuerpo se corrompe mientras que el alma subsiste. Hilario explica
que la vida en este mundo no es en verdad una vida sino una muerte (Tello también), de
hecho vivimos en un cuerpo de muerte.
9
Íbid, 12.
10
Íbid, 15.
11
E. DAL COVOLO, "Muerte", en A. MONACI CASTAGNO, Diccionario de Orígenes, Monte Carmelo, Burgos,
2003, 586-589.
12
L. F. LADARIA, "Muerte", en L. F. LADARIA, Diccionario de San Hilario de Poitiers, Monte Carmelo,
Burgos, 2006, 209-210.
13
L. F. MATEO-SECO, "Muerte", en L. F. MATEO-SECO - G. MASPERO, Diccionario de San Gregorio de Nisa,
Monte Carmelo, Burgos, 2006, 650-654.
La muerte es introducida por el pecado, no era parte de la condición original del hombre.
Gregorio utiliza la imagen de los "vasos de barro" para dejar claro que la muerte es un
remedio amargo dado por Dios al hombre para rehacerlo de nuevo mediante la
resurrección. En el vaso de barro se introdujo un trozo de plomo, por lo tanto el alfarero
debe romperlo y hacer un vaso nuevo, libre ya del plomo. Esto es lo que hace Dios por la
muerte y la resurrección.
Antes de Agustín estaba muy fuerte la idea de vencer el temor de la muerte como
muestra de la fe en la resurrección, tal como lo hemos visto expuesto en algunos de los
Padres ya citados. El temor de la muerte revelaba una duda, una falta de fe, una culpa y un
apego incorrecto al cuerpo. Agustín, que gran parte de su vida se ubicó dentro de esta
tradición, fue cambiando de parecer a raíz de las disputas con los maniqueos, los donatistas
y sobre todo, los pelagianos, y terminó rechazando esa visión triunfalista de la anterior
tradición.
Conclusión
Creemos que estos autores pueden ser de gran aporte al tema de nuestra tesis (La
salvación por la muerte en la perspectiva de Rafael Tello) al encontrar en las primeras
fuentes quienes ya nos hablaban de cómo Dios, dando la muerte, nos salva.
Vista la vida y la muerte desde los pobres (como lo hace Tello), encontramos mucho eco
con la doctrina expresada con los Padres citados. Cuando uno contempla vidas que son,
como bien decía Hilario, muertes en vida15 cae en la cuenta que la muerte es camino de
salvación, paso para la vida de Dios, y por lo tanto es el medio a través del cual Dios salva
a mucha gente. En esta vida, nada más que morir. ¿Cuándo y cómo llegará la salvación para
esa inmensa mayoría de gente? En, con y a través de la muerte. Matándolos, Dios los habrá
salvado. Hasta el mismo suicida, según Agustín, parece convertir su último acto dentro de
este mundo en un acto de fe, al expresar la esperanza de una vida eterna, sin pecado ni
sufrimiento alguna.
14
C.STRAW, "Timor mortis", en A. D. FITZGERALD, Diccionario de San Agustín, Monte Carmelo, 2001, 1273-
1279.
15
Todas lo son; quizás en los pobres se ve más patente y por eso parecería haber más esperanza.
Por otro lado, creemos que pastoralmente puede ser de gran ayuda el primer discurso
para entender cómo se vivía y se sentía la muerte en los primeros siglos del cristianismo,
incluso en un obispo de la importancia de Ambrosio. Cómo los sentimientos afloraban e,
incluso cuando la fe en la resurrección era tan fuerte, no por eso se opacaba el dolor
inmenso de la ausencia de un hermano tan amado que la muerte dejaba.
Por último, aparece muy patente algo que está muy presente en la piedad de nuestro
pueblo que es la comunión de los santos. Tanto en la oración que Ambrosio dirige a su
hermano como en la consideración que hacía Cipriano sobre aquellos que nos preceden en
el camino a la vida eterna y citábamos como nota al pie, hay una profunda expresión de fe
en la comunión de los santos, donde se ve aquello de ut legem credendi lex statuat
supplicandi16.
Lucas Schcolnik
16
PRÓSPERO DE AQUITANIA, Indiculus Caelestini, 8.