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ENSAYO
GENEALOGÍA
Ya desde el texto Las palabras y las cosas, Michel Foucault nos muestra su
proyecto: una arqueología del saber.
¿Qué es una arqueología del saber?
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Como se da por entendido, origen, Ursprung se refiere a la compleja y azarosa configuración que se analiza
en los términos Erfindung, Herkunft y Entstehung. Véase Microfísica del poder, cap. 1, Nietzsche, la
Genealogía, la Historia.
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Dichas transformaciones y luchas son incluidas en Entstehung, el no lugar del combate donde las posibles
“verdades” se enfrentan y se instauran las unas sobre las otras. Es traducido como emergencia, son los
primeros brotes de lo nuevo, lo que comienza a ser diferente, el cambio. Íbidem (Nietzsche, la Genelaogía, la
Historia).
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A partir de éste punto me referiré al texto Las palabras y las cosas, de Michel Foucault.
como una cadena que une a todo; la Analogía, esto es, el antropoformismo (el ver
a las plantas como poseedoras de un cuerpo divisible como el cuerpo humano, y
la Simpatía, uniendo todo en balance junto con la Antipatía.
Las prácticas, pues, sustentan al discurso, al igual que el discurso fomenta a las
prácticas.
¿Qué habría sido, como habría sido considerado y denominado si hubiese estado
en la época de los caballeros que tanto anhelaba?
Seguramente otra cosa, no un loco.
En textos como El orden del discurso5 Foucault comienza más y más a aguzar la
sutil mirada de su genealogía en lo material, lo social, en este caso, enfocándose
en la institución.
Aparece entonces el término Discurso de una manera más acabada en sentido
genealógico y más aterrizada a las cuestiones sociales y de prácticas:
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Me refiero al término Wunderursprung, el origen maravilloso, la ignorancia del carácter de manufactura de
las esencias, de los valores. Íbidem.
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A partir de éste punto me referiré al texto El orden del discurso, de Michel Fouacult.
necesidades que las circunstancias imponga, en fin, su vida o su muerte, sus
transformaciones vienen de “nosotros”, de las acciones humanas y de cómo se
mueve ordenada y desordenadamente el hormiguero del género humano, en el
mundo que, a propósito o no, crea para sí.
El que los discursos proliferen, el que haya acceso a discursos muy variados es
sin duda uno de los rasgos más característicos de nuestra época: dicha cantidad
trae consigo un problema de poder, de control.
Son tres los principales «sistemas de exclusión» que expone Michel Foucault en
dicho estudio: el «tabú del objeto»: es bien sabido que no podemos hablar de
muchas cosas pues es moral y socialmente mal visto, tampoco podemos hacerlo
en todas las circunstancias, en todos los lugares (la iglesia o el templo tendrán sus
prescripciones y reglas, el Dojo otras, la escuela, el hospital, la sala de velo
mortuorio), cada uno de ellos exige cierto comportamiento y disciplina, a su vez, el
puesto en el cual se encuentra el individuo determina muchas cosas (será muy
diferente las transgresiones que le son permitidas al alumno que las que le son a
un maestro), el discurso sobre la sexualidad es el mejor ejemplo, el más común,
que con frecuencia al ser liberado genera descontento o extrañeza o risa en los
circundantes, el discurso moral así lo torna.
Luego viene el «ritual de la circunstancia», aquel que tiene que ver con el espacio
en el cual cierta práctica es realizada. Es muy fácil darnos cuenta de este factor,
día a día lo presenciamos pues, de cuando en cuando ¡qué poca importancia tiene
que ver lo que se dice en comparación a dónde se dice!
Por último está el más extendido de todos ellos: la «oposición entre razón y
locura»:
Pero, a decir verdad, ¡qué poco le interesa al hombre la “verdad”!, más bien le
interesa toda la luz, el juego de colores y los “reflectores” que alumbran su
discurso olvidando todas las sombras que yacen alrededor.
Expongo ahora un tercer texto de Foucault en el que el filósofo francés afina y
hace aún más meticuloso y pequeño su estudio Genealógico, dándole sin duda un
enfoque novedoso y que, a pesar de provenir y ser respuesta a una óptica
filosófico-histórica propuesta por Nietzsche, le excede.
Podría pensarse que nuestra época es más “civilizada” o más “humana” que
épocas que nos precedieron, las cuales fueron, a nuestros ojos, brutales, salvajes
y “barbáricas”, recordando cacerías de brujas, tortura de infieles, matanzas,
guerras, etc. Pero esta nuestra perspectiva moderna suavizada y sosegada no nos
viene de gratis, es producto de la transformación lenta y paulatina (a veces
violenta y veloz) del discurso establecido.
Por todas partes podemos observar en la actualidad cuerpos que son productos
de una variada serie de prácticas y técnicas: todo obrero, al estar sujeto a una
serie de lineamientos que indican cuando debe comer, cuando y como trabajar,
que le imponen laborar un cierto número de horas y asegurar una cierta cantidad y
calidad en la producción, prácticas que a su vez repercuten en cada aspecto de su
vida, en cuando debe dormir, a que actividades tendrá acceso fuera de su empleo;
podemos observar también a los obreros especializados, el maestro y más aún el
médico, el psicólogo o el psiquiatra, todos ellos a su vez, cuerpos que han sido
sometidos a una serie de prácticas organizadas y estructuradas en base a
técnicas, años y años en un aula de clases (pedagogía, psicología, sin mencionar
los muchos precedentes militares y de taller que conformaron las escuelas
modernas), otro ejemplo son los íconos del deporte moderno o bien los y las
modelos de pasarela y demás, todos ellos cuerpos que siguen lineamientos muy
específicos: estatura, complexión, tono muscular, rapidez, velocidad de reacción,
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A partir de este punto me referiré al texto Vigilar y castigar.
resistencia al cansancio o bien color de piel, de cabello, de ojos y demás, todo ello
posibilitado por toda una rama de prácticas que, como pretendo recalcar
continuamente, están a su vez cimentadas en técnicas, métodos y ciencias.
La nuestra, nos dirá Foucault, es una época de micro política de los cuerpos, es
decir, el modo en el cual están configuradas, controladas y reguladas las muchas
fuerzas que se ejercen en la sociedad es una técnica exclusiva de control de la
corporeidad de cada individuo, y es sin duda, a pesar de que estudie
subjetividades, una teoría de control de masas.
Antaño se necesitaban grandes demostraciones y despliegues de poder para
mantener al pueblo controlado, en nuestra época las reglas han sido
introyectadas, valga la redundancia, dentro del individu, las muchas reglas que
éste debe seguir (esto se le ha impuesto aplicando técnicas a su cuerpo,
sometiéndole a prácticas) de modo que sea él mismo quien se dirija hacia el
rumbo que el orden establecido le indica, sin la necesidad de que estén tras de él
los gendarmes de la ley; es decir, en nuestra época se logra el control de las
subjetividades (con subjetividades me refiero a la tipología del hombre que ha
surgido con las prácticas en él aplicadas, tipologías expuestas por los saberes que
han surgido dadas las posibilidades materiales y conceptuales de dichas técnicas;
por ejemplo: el niño, el adolescente, el criminal, el desviado, el homosexual, el
psicópata, el soldado), retomo, se logra el control de las subjetividades a través de
“atravesar” el cuerpo del sujeto con reglas que le encauzan a pensar, sentir y
hacer lo establecido, una ortopedia social.
Todos éstos ejercicios, micro ejercicios, micro aplicaciones del poder a través de
la práctica eran en ese entonces sumamente peligrosos y costosos, es decir, por
ejemplo, pensemos en el patíbulo:
Si serán ahorcadas personas de una misma familia (recordemos que las familias
son muy grandes y están fuertemente conectadas sanguíneamente en los
pueblos) y el resto de sus parientes o bien amigos están presentes durante la
ejecución, si el verdugo comete algún error en cuanto al ordenamiento de la
sentencia y su aplicación, si los gritos de dolor de los individuos llega a enardecer
lo suficiente a la plebe, si se prende en otoño una pequeña mecha en el bosque:
puede darse una rebelión.
Una rebelión es sumamente costosa al ser controlada, muertes, tanto del pueblo
como de los soldados, destrucción material, paralización de la producción,
deserciones y demás, hacen que este tipo de técnicas y aplicaciones del poder
micro y macrofísicamente, simplemente no respondan con mucha eficacia a las
necesidades de control de individuos y de masas: simplemente no es económico.
Como ya he mencionado, durante los siglos XVI al XIX, una serie de prácticas
empezaron a ser impuestas en diversos lugares a lo largo de Europa, y de Francia
especialmente.
Comenzó a aplicarse toda una serie de lineamientos con respecto a lo militar:
medidas generales requeridas en los cuerpos, posturas precisas, movimientos
regulados por medidas exactas (como lo es el paso redoblado y otros movimientos
militares), cierta resistencia en el cuerpo, la velocidad y precisión con las que lleva
a cabo determinadas tareas, se aplica al individuo toda una serie de horarios que
le obligan a vivir de un modo determinado.
En los diversos talleres empezaron a ser aplicadas simplísimas prácticas para
mejorar la producción, como es un estricto horario de entrada, tiempo para comer,
etc. Reglamentos que indicaban una especie de aislamiento del individuo en
conjunto: los trabajadores tenían apenas el espacio necesario para sus labores, a
los cuatro lados estaban sus compañeros proletarios y sin embargo tenía
prohibido el hablar con ellos, todo en pos de la mejora de la producción. También
la disposición de los espacios y de la arquitectura se convirtió en una parte
fundamental de éstas pequeñas prácticas, el modo en el cual estaban
acomodadas las mesas de trabajo (como sería retomado en las escuelas de hoy
en día), alineadas, permitía de parte del encargado poder observar fácilmente a
todos y a la vez a cada uno y catalogar los diferentes aspectos de su labor y
actitud como trabajador (comienzan a surgir, con estas prácticas, saberes sobre el
hombre, tipos, categorías de hombres, una tipología, subjetividades) si éste es
obediente o disidente, si produce rápido o no, con calidad o no, si distrae a sus
compañeros, etc.
Los saberes que surgieron a raíz de todo esto provocó, nos dice Foucault, una
forma de ejercer el poder más económica y sutil: se ejerce el poder, sí, en los
cuerpos, pero ya no entendiendo al cuerpo como el objetivo del castigo o de la
disciplina, es el alma lo que ahora se persigue.
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Véase Vigilar y castigar, Panoptismo. M. Foucault.
8
Véase Así habló Zaratustra, Del árbol de la montaña. Friedrich Nietzsche
Ahora ya no se destruyen los cuerpos, sino que a través de actos,
denominaciones, prácticas, se encadenan a las almas de modo que no
transgredan las normas.
A cada paso, microfísicamente nos son aplicadas reglas que doblan y moldean
nuestros cuerpos y nuestras almas (es decir, nos hacen surgir como
subjetividades) y que nos hacen tener los lineamientos de nuestra cultura
introyectados de un modo sumamente complejo e intrincado.
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Véase Así habló Zaratustra, Del país de la cultura, F. Nietzsche.