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PROBLEMAS DE ANÁLISIS DEL DISCURSO

Alumno: Eugenio Tadayoshi Nakaya Zavala Torres

Profesor: Mtro. Juan Ángel León

Materia: Problemas de Análisis del discurso, 5to semestre.

ENSAYO

GENEALOGÍA

MICROFÍSICA DEL PODER

Nota preliminar: En el presente ensayo me propongo exponer de manera


resumida la propuesta filosófica de Michel Foucault con respecto a la Genealogía,
a su vez, pretendo señalar los puntos en los cuales los estudios del filósofo
francés parten, como el mismo indica, del proyecto genealógico expuesto por
Friedrich Nietzsche.

Ya desde el texto Las palabras y las cosas, Michel Foucault nos muestra su
proyecto: una arqueología del saber.
¿Qué es una arqueología del saber?

Es el estudio que pretende comprender los orígenes 1, las transformaciones y las


luchas2 que se dan en suelo en y sobre el cual se erigen los saberes.
Debe entenderse esto con propiedad: el aspecto fundamental del estudio de éste
filósofo es el aterrizar la reflexión en nuestra materialidad más cercana, es decir,
no sólo el geneálogo discurrirá sobre ideas tales como la justica o el estado, sino
que acercará su mirada a los muchos y variados aspectos de las relaciones
sociales que en su inmensidad y conjunto, forman un complejo cultural en cual
“justica” o “estado” tienen sentido en función de todas esas prácticas que les
contienen implícitamente, y viceversa.

Todo saber necesariamente está supeditado a la materialidad que le sustenta,


afirmo no sólo que es absurdo el pensar en un conocimiento “sin conocedor”, o
“impersonal”, u “objetivo” o bien “sin materialidad”, sino que todo saber, como nos
lo indica Foucault, posee una intima, intrincada y compleja ligación con los
aspectos materiales del lugar en el cual se generó.

Ejemplo concreto de lo anterior es la transición y cambios entre los siglos XVI y


XVII, aquí Foucault propone el no acabado término Episteme:

La Episteme del siglo XVI era la de la semejanza3. En el modo de


conceptualización de ese entonces, reinaba la tendencia a encontrar similitud
entre las cosas del mundo y, principalmente, el cuerpo del hombre.
El hecho de que durante el Renacimiento los arquitectos buscasen en la ciudad
perfecta, las cualidades de lo que concebían un hombre perfecto, o que la
criminalidad fuese vista como algo necesario de ser extirpado, al igual que un
miembro que se ha gangrenado, o que los médicos pensasen que la similitud
curaba, las nueces con forma de cerebro, que curaba los dolores de cabeza, son
ejemplos de saberes que a su vez estaban configurados y entrelazados con
detrminadas prácticas.
Sus divisiones son la Emulatio, que es la semejanza a distancia (la mente del
hombre y la mente de Dios); la Conveniencia que es una semejanza más cercana,

1
Como se da por entendido, origen, Ursprung se refiere a la compleja y azarosa configuración que se analiza
en los términos Erfindung, Herkunft y Entstehung. Véase Microfísica del poder, cap. 1, Nietzsche, la
Genealogía, la Historia.
2
Dichas transformaciones y luchas son incluidas en Entstehung, el no lugar del combate donde las posibles
“verdades” se enfrentan y se instauran las unas sobre las otras. Es traducido como emergencia, son los
primeros brotes de lo nuevo, lo que comienza a ser diferente, el cambio. Íbidem (Nietzsche, la Genelaogía, la
Historia).
3
A partir de éste punto me referiré al texto Las palabras y las cosas, de Michel Foucault.
como una cadena que une a todo; la Analogía, esto es, el antropoformismo (el ver
a las plantas como poseedoras de un cuerpo divisible como el cuerpo humano, y
la Simpatía, uniendo todo en balance junto con la Antipatía.

Las prácticas, pues, sustentan al discurso, al igual que el discurso fomenta a las
prácticas.

En cambio, la episteme del XVII fue la de la representación, es decir, ya no había


una relación directa entre las palabras y las cosas, sino que ahora mediaba la
representación, la preponderancia en la importancia del signo, no de la cosa.
De este modo podemos reflexionar sobre un Don Quijote que arremetía contra
aquellos altos objetos que en la distancia la semejanza mostraba como gigantes;
un hombre que arremete contra molinos porque le parecen gigantes es sin duda
considerado un loco. ¿Un loco? Sí, un loco, pero sólo en función de no participar
de la episteme establecida – sino de alguna otra-. Es decir, los actos de Don
Quijote, al no ir, sus prácticas y sus palabras, acorde con lo que la episteme
establecida indicaba, era, efectivamente, un loco.

¿Qué habría sido, como habría sido considerado y denominado si hubiese estado
en la época de los caballeros que tanto anhelaba?
Seguramente otra cosa, no un loco.

Otro interesante ejemplo, a modo de entrada, sobre como un saber está


sustentado en la práctica y viceversa es la carrera de Menelao contra Antíloco, en
la cual éste último hizo trampa. En consecuencia de ello Menelao le obliga a jurar
por los dioses que no hizo trampa. En la escena hay un esclavo: nosotros
hombres posmodernos pensaríamos que el testimonio de terceros es un factor
importante en la búsqueda de la verdad con respecto a un hecho, pero la episteme
de ese entonces no era la misma, el esclavo no importa, es un animal, entre
hombres griegos libres sólo podían mediar, ellos mismos o los dioses.
He aquí como un saber determinado, una verdad determinada surge a partir de
una práctica sin la cual él no podría haberse dado en primer lugar.

Cierto tipo de investigación, llevará a una “verdad” determinada; el juramento


también.

Algo que debo mencionar es el aparente carácter incompleto del concepto


Episteme, esto radica en que Foucault parece recargarse más en las cuestiones
conceptuales y como ellas sustentas las prácticas pero no tanto de como ocurre al
revés. Episteme es un concepto que se recarga y sostiene en el eje de lo
conceptual para sólo tener como apoyo a las prácticas.
A esto podría decírseme que la óptica que se enfoca más en lo conceptual que en
lo social y material es, ya desde un punto de vista foucaultiano, tan válida como
aquella que se enfoque en lo social y material, a lo que contestaría que es
precisamente la Genealogía lo que nos interesa aquí, esto es, tener una
perspectiva histórico-material de los sucesos, de los saberes, las técnicas y las
prácticas, no queremos caer en la ingenuidad metafísica del origen maravilloso4,
somos pensadores de la posmodernidad.

En textos como El orden del discurso5 Foucault comienza más y más a aguzar la
sutil mirada de su genealogía en lo material, lo social, en este caso, enfocándose
en la institución.
Aparece entonces el término Discurso de una manera más acabada en sentido
genealógico y más aterrizada a las cuestiones sociales y de prácticas:

El discurso es pues, un conjunto de procesos y fuerzas que confluyen, que


chocan, que combaten directamente y que también se excluyen, se abren y se
cierran la puerta; pero no debe pensarse en estas fuerzas como algo invisible y
solo medido por aparatos, estas fuerzas nos son ejercidas día a día:
La institución que exige en fecha y contenido producción escrita – heme aquí
sentado ante la técnica exigida por la tecnología moderna, la ley que
constantemente prescribe a nuestros actos, la tendencia creciente del
consumismo, las exigencias de las capas sociales menos favorecidas, la policía, la
vigilancia, etc. – todos éstos ejemplos de fuerzas que en un azaroso pero
económico “ordenamiento” conforman el discurso.

El discurso es un saber hablado y escrito que tiene dentro de sí y para sí,


aspectos que le sostienen y validan: el poder de la vigencia, de la antigüedad, de
la verosimilitud, la verdad científica, la verdad religiosa o la verdad filosófica; el
discurso establecido, sea cual fuere, puede poseer tendencias y rasgos parecidos
a través de los años, pero la verdad es que no hay “verdad objetiva”, ella depende
del discurso, ella ésta en el discurso y con él, se resignifica o cambia o es
descartada continuamente a través de innumerables luchas, victorias, derrotas,
heridas, y es alimentado por quienes le continúan y le retoman, hecho aún vigente
mientras las prácticas que le sustentan se mantengan, pero eventualmente
también por ello es escrutado y desarmado, dividido en sus partes y sometido a
juicio, se juzga su utilidad y su eficacia, se juzga que tan bien responde a las

4
Me refiero al término Wunderursprung, el origen maravilloso, la ignorancia del carácter de manufactura de
las esencias, de los valores. Íbidem.
5
A partir de éste punto me referiré al texto El orden del discurso, de Michel Fouacult.
necesidades que las circunstancias imponga, en fin, su vida o su muerte, sus
transformaciones vienen de “nosotros”, de las acciones humanas y de cómo se
mueve ordenada y desordenadamente el hormiguero del género humano, en el
mundo que, a propósito o no, crea para sí.

El que los discursos proliferen, el que haya acceso a discursos muy variados es
sin duda uno de los rasgos más característicos de nuestra época: dicha cantidad
trae consigo un problema de poder, de control.

Son tres los principales «sistemas de exclusión» que expone Michel Foucault en
dicho estudio: el «tabú del objeto»: es bien sabido que no podemos hablar de
muchas cosas pues es moral y socialmente mal visto, tampoco podemos hacerlo
en todas las circunstancias, en todos los lugares (la iglesia o el templo tendrán sus
prescripciones y reglas, el Dojo otras, la escuela, el hospital, la sala de velo
mortuorio), cada uno de ellos exige cierto comportamiento y disciplina, a su vez, el
puesto en el cual se encuentra el individuo determina muchas cosas (será muy
diferente las transgresiones que le son permitidas al alumno que las que le son a
un maestro), el discurso sobre la sexualidad es el mejor ejemplo, el más común,
que con frecuencia al ser liberado genera descontento o extrañeza o risa en los
circundantes, el discurso moral así lo torna.

Luego viene el «ritual de la circunstancia», aquel que tiene que ver con el espacio
en el cual cierta práctica es realizada. Es muy fácil darnos cuenta de este factor,
día a día lo presenciamos pues, de cuando en cuando ¡qué poca importancia tiene
que ver lo que se dice en comparación a dónde se dice!

Nosotros estudiantes universitarios vamos a escuchar las ponencias de diversos


catedráticos con cierto nivel académico, a veces no sabemos nada del tema, pero
el simple hecho de que hayan sido puestos ahí, en ese estrado frente a decenas o
cientos de personas, con respaldo de la universidad de la cual nosotros deseamos
tener respaldo (con un título), siendo mencionados por nuestros propios
catedráticos como eruditos o expertos en algún tema de importancia en nuestro
estudio, esto nos hace tomar sus discursos como grandes e iluminadas verdades,
como si lo que dijesen forzosamente hubiese de tener sentido y que, aunque no lo
captemos, debemos esforzarnos porque ese sentido está ahí, “ahí está” nos dice
la academia, y debemos entrenarnos y disciplinarnos en la lectura y la reflexión
encausada para poder acceder a ese desvelamiento y a esa verdad custodiada
por una puerta cuya llave sólo puede ceder la academia. Tal es el ritual de la
circunstancia, un lugar está compuesto de muchas fuerzas, micropoderes que le
determinan y que le hace ejercer sobre quienes ahí se encuentran, sus efectos.
Está también el «derecho exclusivo o privilegiado del que habla», el cual
encuentro muy ligado al anterior.
Pienso por ejemplo la visita de un papa, sus palabras son tomadas como algo de
suma relevancia por cierto grupo de la población, incluso figuran en las noticias
mundiales, más allá del ritual que circunda a tal persona, ritual que representa a la
iglesia católica con sus grandes y artísticos edificios que está diseñados para
imponer con su grandeza y empequeñecer por tanto al individuo, con su extendida
ideología, con su poder económico, es precisamente, en base a todo ello, el
nombramiento que tal institución le ha dado al sujeto, lo que le empodera y hace
una realidad el que nadie podría hablar como él, con dicho poder “prestado”
venido del respaldo de la institución y del nombramiento del que es objeto.

Por último está el más extendido de todos ellos: la «oposición entre razón y
locura»:

En la antigüedad la palabra del loco era objeto de extremismos, o no se le


escuchaba de plano, o se le tomaba como enunciadora de una verdad oculta, con
poderes extraños que vaticinaban el porvenir, comunicadora de una sabiduría más
allá de la gente común, tal es el caso de la figura del oráculo, de la Pitonisa en la
antigua Grecia, quien no era más que mediadora entre los mortales y la divinidad,
ella no era poseedora de la verdad, eran también el lugar y las circunstancias que
le rodeaban, religión, política, trance los factores que le embestían de ese modo.

Con ello, la oposición entre razón y locura, Foucault encuentra en la Grecia


antigua, entre los presocráticos y Platón, el parte aguas en la historia del discurso
de occidente, en los unos el discurso profetizaba el porvenir, contribuía incluso a
su realización, arrastraba a los hombres al torrente del destino, pero después a
partir de los muchos cambios que posibilitaron el surgimiento de la Filosofía como
práctica y forma de saber, la “verdad” ya no residía en lo que se hacía, sino en lo
que se decía (Sócrates razona y se resiste a aceptar todas las “verdades”), la
Gracia antigua y su Filosofía obsesionada por la demostración y la
argumentación, como quizá el germen del cientificismo de nuestra época, ambos
como ejemplos de nuestra constante «voluntad de verdad».

Pero, a decir verdad, ¡qué poco le interesa al hombre la “verdad”!, más bien le
interesa toda la luz, el juego de colores y los “reflectores” que alumbran su
discurso olvidando todas las sombras que yacen alrededor.
Expongo ahora un tercer texto de Foucault en el que el filósofo francés afina y
hace aún más meticuloso y pequeño su estudio Genealógico, dándole sin duda un
enfoque novedoso y que, a pesar de provenir y ser respuesta a una óptica
filosófico-histórica propuesta por Nietzsche, le excede.

En Vigilar y castigar6 Foucault asienta el objeto de estudio principal en su


propuesta: las prácticas. Ya no se tratará solamente de la historia de un concepto,
de una Arqueología sino que pretenderá rastrear los orígenes no sólo de los
conceptos, sino de las muchas prácticas que le sustentan y también, de la historia
de esas prácticas y los discursos que a su vez implicaron:

La nuestra en una época en la que se ejerce una política corpórea, es decir, el


poder se ejerce directamente sobre los cuerpos como medio, para llegar a las
almas.

Podría pensarse que nuestra época es más “civilizada” o más “humana” que
épocas que nos precedieron, las cuales fueron, a nuestros ojos, brutales, salvajes
y “barbáricas”, recordando cacerías de brujas, tortura de infieles, matanzas,
guerras, etc. Pero esta nuestra perspectiva moderna suavizada y sosegada no nos
viene de gratis, es producto de la transformación lenta y paulatina (a veces
violenta y veloz) del discurso establecido.

Por todas partes podemos observar en la actualidad cuerpos que son productos
de una variada serie de prácticas y técnicas: todo obrero, al estar sujeto a una
serie de lineamientos que indican cuando debe comer, cuando y como trabajar,
que le imponen laborar un cierto número de horas y asegurar una cierta cantidad y
calidad en la producción, prácticas que a su vez repercuten en cada aspecto de su
vida, en cuando debe dormir, a que actividades tendrá acceso fuera de su empleo;
podemos observar también a los obreros especializados, el maestro y más aún el
médico, el psicólogo o el psiquiatra, todos ellos a su vez, cuerpos que han sido
sometidos a una serie de prácticas organizadas y estructuradas en base a
técnicas, años y años en un aula de clases (pedagogía, psicología, sin mencionar
los muchos precedentes militares y de taller que conformaron las escuelas
modernas), otro ejemplo son los íconos del deporte moderno o bien los y las
modelos de pasarela y demás, todos ellos cuerpos que siguen lineamientos muy
específicos: estatura, complexión, tono muscular, rapidez, velocidad de reacción,

6
A partir de este punto me referiré al texto Vigilar y castigar.
resistencia al cansancio o bien color de piel, de cabello, de ojos y demás, todo ello
posibilitado por toda una rama de prácticas que, como pretendo recalcar
continuamente, están a su vez cimentadas en técnicas, métodos y ciencias.

La nuestra, nos dirá Foucault, es una época de micro política de los cuerpos, es
decir, el modo en el cual están configuradas, controladas y reguladas las muchas
fuerzas que se ejercen en la sociedad es una técnica exclusiva de control de la
corporeidad de cada individuo, y es sin duda, a pesar de que estudie
subjetividades, una teoría de control de masas.
Antaño se necesitaban grandes demostraciones y despliegues de poder para
mantener al pueblo controlado, en nuestra época las reglas han sido
introyectadas, valga la redundancia, dentro del individu, las muchas reglas que
éste debe seguir (esto se le ha impuesto aplicando técnicas a su cuerpo,
sometiéndole a prácticas) de modo que sea él mismo quien se dirija hacia el
rumbo que el orden establecido le indica, sin la necesidad de que estén tras de él
los gendarmes de la ley; es decir, en nuestra época se logra el control de las
subjetividades (con subjetividades me refiero a la tipología del hombre que ha
surgido con las prácticas en él aplicadas, tipologías expuestas por los saberes que
han surgido dadas las posibilidades materiales y conceptuales de dichas técnicas;
por ejemplo: el niño, el adolescente, el criminal, el desviado, el homosexual, el
psicópata, el soldado), retomo, se logra el control de las subjetividades a través de
“atravesar” el cuerpo del sujeto con reglas que le encauzan a pensar, sentir y
hacer lo establecido, una ortopedia social.

En Vigilar y castigar Foucault nos muestra las muchas prácticas de castigo


anteriores a la paulatina transformación de éstos.
Aparece la figura de Damiens, el regicida, como el mejor ejemplo de cómo la ley,
la prescripción y la prohibición estaban entendidas en relación al rey, - el rey,
legítimo por derecho divino y auspiciado por la institución estatal de la iglesia
católica y el papa, el rey, el dueño de todo. Si un delito era cometido, era entonces
una afrenta al mismísimo rey ya que todo es su propiedad; a su vez, el rey tiene el
poder y responsabilidad de vengar su propia persona y autoridad: debe hacer un
despliegue de su fuerza.
¿Cómo despliega el rey su fuerza?
Destroza de mil maneras el cuerpo de los infractores, y lo hace a través de toda
una serie de personajes empoderados y entrenados por instituciones, los
carceleros, los verdugos, ellos se encargan de destruir los cuerpos usando
numerosos aparatos y acciones. Pero el destruir el cuerpo no es el único factor a
considerar, también es necesario el mostrar a toda la población posible la
consecuencia de la transgresión de la ley, del rey; es necesario este despliegue
avasallador para que el vasallo se sujete temeroso, a las reglas establecidas.
Hay otro factor, el que concierne al modo de decidir qué pena corresponde a cada
individuo: en los siglos anteriores a la etapa de transición a la que nos referimos
(XVI-XIX) el Derecho se remitía al delito, es decir, solo tres simples factores eran
necesarios para poder dictaminar una sentencia: la ley, el acto y el juez. Sólo era
necesario cotejar el acto cometido con lo que la ley ordenara, para que se
ejerciese un poder con “verdad”, castigando la corporeidad del sujeto.

Todos éstos ejercicios, micro ejercicios, micro aplicaciones del poder a través de
la práctica eran en ese entonces sumamente peligrosos y costosos, es decir, por
ejemplo, pensemos en el patíbulo:
Si serán ahorcadas personas de una misma familia (recordemos que las familias
son muy grandes y están fuertemente conectadas sanguíneamente en los
pueblos) y el resto de sus parientes o bien amigos están presentes durante la
ejecución, si el verdugo comete algún error en cuanto al ordenamiento de la
sentencia y su aplicación, si los gritos de dolor de los individuos llega a enardecer
lo suficiente a la plebe, si se prende en otoño una pequeña mecha en el bosque:
puede darse una rebelión.
Una rebelión es sumamente costosa al ser controlada, muertes, tanto del pueblo
como de los soldados, destrucción material, paralización de la producción,
deserciones y demás, hacen que este tipo de técnicas y aplicaciones del poder
micro y macrofísicamente, simplemente no respondan con mucha eficacia a las
necesidades de control de individuos y de masas: simplemente no es económico.

Como ya he mencionado, durante los siglos XVI al XIX, una serie de prácticas
empezaron a ser impuestas en diversos lugares a lo largo de Europa, y de Francia
especialmente.
Comenzó a aplicarse toda una serie de lineamientos con respecto a lo militar:
medidas generales requeridas en los cuerpos, posturas precisas, movimientos
regulados por medidas exactas (como lo es el paso redoblado y otros movimientos
militares), cierta resistencia en el cuerpo, la velocidad y precisión con las que lleva
a cabo determinadas tareas, se aplica al individuo toda una serie de horarios que
le obligan a vivir de un modo determinado.
En los diversos talleres empezaron a ser aplicadas simplísimas prácticas para
mejorar la producción, como es un estricto horario de entrada, tiempo para comer,
etc. Reglamentos que indicaban una especie de aislamiento del individuo en
conjunto: los trabajadores tenían apenas el espacio necesario para sus labores, a
los cuatro lados estaban sus compañeros proletarios y sin embargo tenía
prohibido el hablar con ellos, todo en pos de la mejora de la producción. También
la disposición de los espacios y de la arquitectura se convirtió en una parte
fundamental de éstas pequeñas prácticas, el modo en el cual estaban
acomodadas las mesas de trabajo (como sería retomado en las escuelas de hoy
en día), alineadas, permitía de parte del encargado poder observar fácilmente a
todos y a la vez a cada uno y catalogar los diferentes aspectos de su labor y
actitud como trabajador (comienzan a surgir, con estas prácticas, saberes sobre el
hombre, tipos, categorías de hombres, una tipología, subjetividades) si éste es
obediente o disidente, si produce rápido o no, con calidad o no, si distrae a sus
compañeros, etc.

La constante aplicación de diferentes técnicas, así, de modo pequeño en cada


cuerpo llevo poco a poco a un perfeccionamiento de éstas, cada vez más, las
técnicas se afinaron para conseguir más y más sus objetivos: una mayor
producción, vigilancia amplia, división y categorización de los espacios y los
cuerpos, por tanto, conocimiento sobre los cuerpos (en función de lo que dichas
técnicas hacen “surgir”, es decir, que hacen apreciables al intelecto, que se dan al
saber). Posteriormente, estas técnicas, venidas de toda una variedad de lugares y
situaciones, fueron reapropiadas por otros sectores que no eran los cuales en
inicio les dieron uso (como antes mencioné, la escuela que tomo técnicas de los
talleres, de los monjes Gibelinos, etc. O bien las cárceles que se apropiaron de la
torre llamada panóptico7, proveniente de un zoológico, que comenzó a generar el
efecto de la vigilancia, en el cual los presos se sentían observados pero no sabían
si realmente lo estaban siendo o no; un modo de vigilancia sumamente barato y
efectivo).

Los saberes que surgieron a raíz de todo esto provocó, nos dice Foucault, una
forma de ejercer el poder más económica y sutil: se ejerce el poder, sí, en los
cuerpos, pero ya no entendiendo al cuerpo como el objetivo del castigo o de la
disciplina, es el alma lo que ahora se persigue.

Estas “almas” que no habrían existido si no hubiesen sido inventadas 8, si no


hubiesen sido creadas a través de las posibilidades que las técnicas dispusieron.
En la actualidad se posee un conocimiento de esas almas y en relación al alma
que es identificada en cada individuo, se le aplica una disciplina para que éste sea
conducido y normalizado, a modo de que encaje cual engranaje bien engrasado
en la maquina toda de la sociedad.

7
Véase Vigilar y castigar, Panoptismo. M. Foucault.
8
Véase Así habló Zaratustra, Del árbol de la montaña. Friedrich Nietzsche
Ahora ya no se destruyen los cuerpos, sino que a través de actos,
denominaciones, prácticas, se encadenan a las almas de modo que no
transgredan las normas.

A cada paso, microfísicamente nos son aplicadas reglas que doblan y moldean
nuestros cuerpos y nuestras almas (es decir, nos hacen surgir como
subjetividades) y que nos hacen tener los lineamientos de nuestra cultura
introyectados de un modo sumamente complejo e intrincado.

En conclusión reflexiono sobre si es realmente nuestra época significativamente


diferente que las pasadas, y respondo que en definitiva estamos en un ámbito de
prácticas, técnicas y ciencias tan complejas y tan trabajadas ya, tan afinadas, que
son aplicadas en prácticamente toda la población humana, con la globalización, (si
bien cada cultura ha tenido y tiene sus propias relaciones de poder) esto es algo
sin precedentes. Solo es posible en ésta época técnico-científica.

En efecto, somos el país de la civilización, el país de los retazos de colores.9

9
Véase Así habló Zaratustra, Del país de la cultura, F. Nietzsche.

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