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DE LA VIDA RELIGIOSA
Émile Durkheim
1
En el mismo sentido, diremos que esas sociedades son primitivas y llamaremos
primitivo al hombre de esas sociedades. La expresión, sin duda, carece de preci-
sión, pero es difícilmente evitable y, por otra parte, carece de inconvenientes
cuando se tiene el cuidado de determinar su significación.
25
26 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
2
Esto no equivale a decir, sin duda, que falte todo lujo en los cultos primitivos.
Veremos, al contrario, que se encuentra, en toda religión, creencias y prácticas
que no apuntan a fines estrechamente utilitarios (lib. III, cap. IV, § 2). Pero ese
lujo es indispensable a la vida religiosa; depende de su misma esencia. Por otra
parte, es mucho más rudimentario en las regiones inferiores que en las otras, y
eso es lo que nos permitirá determinar mejor su razón de ser.
OBJETO DE LA INVESTIGACIÓN 33
ble y más difícil de recorrer para el espíritu. Esta obra será una
ilustración y una verificación de esta observación metodológi-
ca. Aquí se verá cómo, en las religiones primitivas, el hecho re-
ligioso aún lleva visible el sello de sus orígenes: nos hubiera
sido mucho más difícil inferirlos a partir de la sola considera-
ción de las religiones más desarrolladas.
El estudio que emprendemos es, pues, una manera de re-
tomar, pero en condiciones nuevas, el viejo problema del origen
de las religiones. Ciertamente si por origen, se entiende un
primer comienzo absoluto, la cuestión no tiene nada de cientí-
fica y debe descartarse resueltamente. No hay un instante ra-
dical en que la religión haya comenzado a existir y no se trata
de encontrar un atajo que nos permita transportamos allí con
el pensamiento. Como toda institución humana, la religión no
comienza en ninguna parte. Por eso, todas las especulaciones
de este tipo están justamente desacreditadas; no pueden con-
sistir más que en construcciones subjetivas y arbitrarias que no
contienen ningún tipo de control. Muy otro es el problema que
nos planteamos. Lo que querríamos es encontrar un medio de
discernir las causas, siempre presentes, de las que dependen
las formas más esenciales de pensamiento y de la práctica reli-
giosa. Ahora bien, por las razones que acaban de exponerse,
esas causas son tanto más fácilmente observables cuanto las
sociedades donde se las observa son menos complicadas. Es
por eso que tratamos de aproximarnos a los orígenes 3 . No es
que entendíamos atribuir a las religiones inferiores virtudes
particulares. Ellas son, al contrario, rudimentarias y groseras:
3
Se ve que damos a la palabra orígenes, como a la palabra primitivo, un sentido
absolutamente relativo. Por ella entendemos no un comienzo absoluto, sino el es-
tado social más simple que se conozca actualmente, aquél más allá del cual no
nos es posible remontarnos en el presente. Cuando hablemos de los orígenes, de
los comienzos de la historia o del pensamiento religioso, esas expresiones debe-
rán entenderse en ese sentido.
36 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
II
4
Decimos que el tiempo y el espacio son categorías porque en ellos no hay ningu-
na diferencia entre el papel que desempeñan estas nociones en la vida intelectual
y el que vuelve en las nociones de género o de causa (v. sobre este punto Hame-
lin, Essai sur les éléments principaux de la réprésentation, p. 63, 76, París, Al-
can, luego P.U.F).
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5
Ver en apoyo de esta aserción en Hubert y Mauss, Mélanges d'histoire religieuse
(Travaux de l’Année sociologique), el capítulo sobre “La représentation du temps
dans la religión” ( París, Alcan).
6
Aquí se ve toda la diferencia que hay entre el complejo de sensaciones de imáge-
nes que sirve para orientarnos en la duración y la categoría de tiempo. Las prime-
ras son el resumen de experiencias individuales que sólo son válidas para el indi-
viduo que las ha hecho. Al contrario, lo que expresa la categoría de tiempo, es un
tiempo común al grupo, es el tiempo social, si se puede hablar de este modo. Ella
misma es una verdadera institución social. Por eso es particular al hombre; el
animal no tiene representación de ese tipo.
Esta distinción entre la categoría de tiempo y las sensaciones correspondientes
podría hacerse igualmente a propósito del espacio, de la causa. Quizás ayudaría a
disipar ciertas confusiones que mantienen las controversias cuyo objeto son esas
cuestiones. Volveremos sobre ese punto en la conclusión de esta obra (§ 4).
7
Op. Cit., p. 75 y sig.
40 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
8
De otra manera, para explicar este acuerdo, habría que admitir que todos los indi-
viduos, en virtud de su constitución orgánico - psíquica, son afectados espontá-
neamente de la misma manera por las diferentes partes del espacio: lo cual es tan-
to más inverosímil cuanto que, por sí mismas, las diferentes regiones son afecti-
vamente indiferentes. Por otra parte, las divisiones del espacio cambian con las
sociedades; es la prueba de que no están fundadas exclusivamente en la naturale-
za congénita del hombre.
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9
Ver Durkheim y Mauss, “De quelques formes primitives de classification”, en
Année sociol., VI, p. 47 y sig.
*
En castellano en el original (N. de la T.).
10
Ibíd., p. 34 y sig.
11
Zuñi, “Creation Myths”, en 13th Rep. of the Bureau of Amer. Ethnology, p. 367 y
sig.
12
V. Hertz, “La prééminence de la main droite. Etude de polarité religieuse”, en
Rev. philos, diciembre 1909. Sobre este mismo problema de las relaciones entre
42 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
15
Hasta en la teoría de Spencer, las categorías están construidas con la experiencia
individual. La única diferencia que hay, en ese sentido, entre el empirismo ordi-
nario y el empirismo evolucionista, es que, según este último, los resultados de la
experiencia individual están consolidados por la herencia. Pero esta consolidación
no les añade nada esencial - no entra en su composición ningún elemento que no
tenga su origen en la experiencia del individuo. Por eso, en esta teoría, la necesi-
dad con la que las categorías se imponen actualmente a nosotros es producto de
una ilusión, de un prejuicio supersticioso, fuertemente arraigado en el organismo,
pero sin fundamento en la naturaleza de las cosas.
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16
Quizás podría asombrarse por el hecho de que no definimos el apriorismo por la
hipótesis de lo innato. Pero en realidad, esta concepción sólo desempeña en la
doctrina un papel secundario. Es un modo simplista de representarse la irreducti-
bilidad de los conocimientos racionales a los datos empíricos. Decir de los prime-
ros que son innatos no es más que una manera positiva de decir que no son un
producto de la experiencia tal como se la concibe ordinariamente.
17
Al menos, en la medida en que hay representaciones individuales y, en conse-
cuencia, íntegramente empíricas. Pero, de hecho, no hay verosímilmente lugar
donde esos dos tipos de elementos no se encuentren estrechamente unidos.
OBJETO DE LA INVESTIGACIÓN 47
18
No hay que entender, por otra parte, esta irreductibilidad en un sentido absoluto.
No queremos decir que no hay nada en las representaciones empíricas que anun-
cie las representaciones racionales, ni que no hay nada en el individuo que pueda
considerarse como el anuncio de la vida social. Si la experiencia fuera completa-
mente extraña a todo lo que es racional, la razón no podría aplicarse a ella; del
mismo modo, si la naturaleza psíquica del individuo fuera absolutamente refrac-
taria a la vida social, la sociedad sería imposible. Un análisis completo de las ca-
tegorías debería pues, investigar esos gérmenes de racionalidad hasta en la con-
ciencia individual. Por otra parte, tendremos ocasión de volver sobre este punto
en nuestra conclusión. Lo que queremos establecer aquí es que, entre esos gérme-
nes indistintos de razón y la razón propiamente dicha, hay una distancia compa-
rable a la que separa las propiedades de los elementos minerales con las que está
formado lo viviente y los atributos característicos de la vida, una vez que se ha
constituido.
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19
Se ha observado a menudo que las perturbaciones sociales tenían por efecto mul-
tiplicar las perturbaciones mentales. Es una prueba más de que la disciplina lógi-
ca es un aspecto particular de la disciplina social. La primera se relaja cuando la
segunda se debilita.
20
Hay analogía entre esta necesidad lógica y la obligación moral, pero no hay iden-
tidad, al menos actualmente. Hoy, la sociedad trata a los criminales de otro modo
50 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
que a los sujetos cuya sola inteligencia es anormal; es la prueba de que la autori-
dad atribuida a las normas lógicas y la que es inherente a las normas morales, a
pesar de importantes similitudes, no son de igual naturaleza. Son dos especies di-
ferentes de un mismo género. Sería interesante investigar en qué consiste y de
dónde proviene esta diferencia que verosímilmente no es primitiva, pues, durante
largo tiempo, la conciencia pública ha distinguido mal al alienado del delincuen-
te. Nos limitamos a indicar el problema. Se ve, por este ejemplo, la cantidad de
problemas que provoca el análisis de esas nociones que generalmente se cree que
son elementales y simples y que son, en realidad, de una complejidad extrema.
21
La cuestión se trata en la conclusión del libro.
OBJETO DE LA INVESTIGACIÓN 51
22
El racionalismo que es inmanente a una teoría sociológica del conocimiento, es
pues, intermediario entre el empirismo y el apriorismo clásico. Para el primero,
las categorías son construcciones puramente artificiales; para el segundo son, al
contrario, datos naturales; para nosotros, son, en un sentido, obras de arte, pero de
un arte que limita a la naturaleza con una perfección susceptible de crecer sin lí-
mites.
23
Por ejemplo, lo que está en la base de la categoría de tiempo es el ritmo de la vida
social; pero si hay un ritmo en la vida colectiva, puede estarse seguro de que hay
otro en la vida de lo individual, más generalmente, en la del universo. Solamente
que el primero es más marcado y más aparente que los otros. Del mismo modo,
veremos que la noción de género se ha formado sobre la de grupo humano. Pues
si los hombres forman grupos naturales, se puede presumir que existe, entre las
cosas, grupos a la vez análogos y diferentes. Estos grupos naturales de cosas son
los géneros y las especies.
Si son demasiado numerosos los espíritus para los que no puede atribuirse un ori-
gen social a las categorías sin quitarles todo valor especulativo, es que se cree
demasiado frecuentemente que la sociedad no es una cosa natural; de donde se
concluye que las representaciones que la expresan no expresan nada de la natura-
leza. Pero la conclusión no vale más de lo que vale el principio.
52 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
24
Por eso es legítimo comparar las categorías con los útiles; pues el útil, por su par-
te, es capital material acumulado. Por otra parte, entre las tres nociones de útil de
categoría y de institución, hay un estrecho parentesco.
OBJETO DE LA INVESTIGACIÓN 53
1
Ya habíamos tratado de definir el fenómeno religioso en un trabajo que ha publica-
do el Anné sociologique (t. III, p. 1 y sig.). La definición que de él hemos dado
entonces difiere, como se verá, de la que proponemos hoy. Explicamos, al fin de
este capítulo (p. 25, n. 68) las razones que nos han determinado a esas modifica-
ciones que no implican, por otra parte, ningún cambio esencial en la concepción
de los hechos.
55
56 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
simples así como los más recientes y los más refinados; pues
no tenemos ningún derecho ni ningún medio lógico de excluir
a unos para sólo retener a los otros. Para el que no ve en la re-
ligión más que una manifestación natural de la actividad
humana, todas las religiones son instructivas sin excepción de
ningún tipo; pues todas expresan al hombre a su manera y
pueden así ayudarnos a comprender mejor este aspecto de la
naturaleza. Hemos visto, por otra parte, qué lejos está el hecho
de que la mejor manera de estudiar la religión sea considerarla
preferentemente bajo la forma que presenta entre los pueblos
más civilizados 2 .
Pero para ayudar al espíritu a liberarse en esas concepcio-
nes usuales que, por su prestigio, pueden impedirle ver las co-
sas tales como son, conviene, antes de abordar el problema por
nuestra propia cuenta, examinar algunas de las definiciones
más corrientes en las que se han expresado esos prejuicios.
2
Ver más arriba, p. 9. No insistimos más sobre la necesidad de esas definiciones
previas ni sobre el método a seguir para proceder a ellas. Se verá su exposición en
nuestras Reglas del método sociológico y cf. El suicidio, Editorial Schapire, Bue-
nos Aires, 1965.
58 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
3
Premiers principes, trad. fr., pp. 38-39 (París, F. Alcan).
4
Introduction á la science des réligions, p. 17. Cf. Origine et développement de la
religion, p. 21.
5
El mismo espíritu se encuentra igualmente en la época escolástica, como lo testi-
monia la fórmula por la cual se define la filosofía de este período: Fides quaerens
intellectum.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 59
6
Introduction to the History of Religion, p. 15 y sig.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 63
7
Jevons, p. 23.
64 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
II
8
Ver más adelante, lib. tercero, cap. II.
9
Prolégomènes à l’histoire des religions, p. 34.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 65
10
La civilization primitive, I, p. 491.
11
Desde la primera edición del Golden Bough, I, pp. 30 32 (Edición en español: La
rama dorada, F. C. E., México).
12
Sobre todo Spencer y Gillen y hasta Preuss que llama mágicas a todas las fuerzas
religiosas no individualizadas.
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13
Burnouf, Introduction à l'histoire du bouddhisme indien, 2ª ed., p. 464. La ultima
palabra del texto significa que el budismo ni siquiera admite la existencia de una
Naturaleza eterna.
14
Barth, The Religions of India, p. 110.
15
Oldenberg, Le Bouddha, p. 51 (trad. fr., París, F. Alcan, luego P. U. F.).
16
Oldenberg, ibíd., pp. 214, 313. Cf. Kern, Histoire du bouddhisme dans l'Inde, I, p.
389 y sig.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 67
ese mundo del devenir donde vive y donde sufre; lo toma co-
mo un hecho 17 y todo su esfuerzo es para evadirse él. Por otra
parte, para esta obra de salvación, no puede contar más que
consigo mismo; él “no tiene ningún dios al que agradecer, del
mismo modo que, en el combate, no llama a ninguno en su
ayuda 18 “. En lugar de rogar, en el sentido usual de la palabra,
en lugar de volverse hacia un ser superior y de implorar su
asistencia, él se repliega sobre sí mismo y medita. Esto no
equivale a decir “que niega rotundamente la existencia de se-
res llamados Indra, Agni, Varuna 19 ; sino que estima que no les
debe nada y que nada tiene que hacer con ellos”, pues su po-
der sólo puede extenderse sobre los bienes de este mundo que,
para él, carece de valor. Es pues ateo en el sentido en que se
desinteresa de la cuestión de saber si hay dioses o no. Por otra
parte, aun cuando los hubiera y cualquiera que sea el poder de
que estuvieran dotados, el santo, el liberado, se estima supe-
rior a ellos; pues lo que constituye la dignidad de los seres, no
es la extensión de la acción que ejercen sobre las cosas, es ex-
clusivamente el grado de su avance en el camino de la salva-
ción 20 .
Es cierto que Buda, al menos en ciertas divisiones de la igle-
sia budista, ha terminado por considerase una especie de dios.
Tiene sus templos; ha llegado a ser objeto de un culto que, por
otra parte, es muy simple, pues se reduce esencialmente a la
ofrenda de algunas flores y a la adoración de reliquias o de
17
Oldenberg, p. 258; Barth, p. 110.
18
Oldenberg, P 314.
19
Barth, p. 109. “Tengo la íntima convicción - dice igualmente Burnouf - de que si
Sâkya no hubiera encontrado a su alrededor un Panteón todo poblado de los dio-
ses cuyos nombres he dado, no hubiera tenido ninguna necesidad de inventarlo”
(Introduction à l'histoire du bouddhisme indien, p. 119).
20
Burnouf, Op. cit., p. 117.
68 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
21
Kern, op. cit., I, p. 239.
22
“La creencia universalmente admitida en la India de que una gran santidad se
acompaña necesariamente de facultades sobrenaturales, es el único apoyo que él
(Sâkya) debía encontrar en los espíritus” (Burnouf, p. 119).
23
Burnouf, p. 120.
24
Burnouf, p. 107.
25
Burnouf, p. 302.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 69
26
Es lo que Kern explica en estos términos: “En cierto sentido, él es un hombre; en
cierto sentido, no es un hombre; en cierto sentido, no es ni uno ni el otro” (op.
cit., I, p. 290).
27
“La idea de que el jefe divino de la Comunidad no está ausente del medio de lo
suyos, sino que vive realmente entre ellos como su maestro y su rey, de tal modo
que el culto no es otra cosa que la expresión de la perpetuidad de esta vida co-
mún, esta idea es totalmente extraña a los budistas. Su maestro está en el Nirvana;
sus fieles le gritarían y él no podría oírlos” (Oldenberg, Le Bouddha, p. 368).
28
“La doctrina budista, en todos sus rasgos esenciales, podría existir, tal como existe
en realidad, y la noción de Buda serle totalmente extraña” (Oldenberg, p. 322). Y
lo que se dice del Buda histórico se aplica igualmente a todos los Budas mitológi-
cos.
70 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
29
Ver en el mismo sentido Max Müller, Natural Religion, pp. 103 y sig. y 190.
30
Op. cit., p. 146.
31
Barth, en Encyclopèdie des sciences religieuses, VI, p. 548.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 71
32
Le Bouddha, p. 51.
33
I, Sam., 21, 6.
34
Lev., XII.
72 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
35
Deuter., XXII, 10 y 11.
36
La religion védique, I, p. 122.
37
La religion védique, 133.
38
“Ningún texto - dice Bergaigne - testimonia mejor la conciencia de una acción
mágica del hombre sobre las aguas del cielo que el verso X, 32, 7, donde esta
creencia se expresa en términos generales, aplicables al hombre actual, tanto co-
mo a sus antepasados reales o mitológicos: El ignorante ha interrogado al sabio;
instruido por el sabio, actúa y éste es el provecho de la instrucción: él obtiene el
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 73
III
41
Sin hablar del sabio y del santo que practican estas verdades y que son sagrados
por esta razón.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 77
42
Esto no equivale a decir que esas relaciones no puedan tomar un carácter religio-
so. Pero no lo tienen necesariamente.
43
Schultze, Fétichismus, p. 129.
44
Se encontrarán ejemplos de esos en Frazer, La rama dorada, México, F.C.E.
78 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
45
La concepción según la cual lo profano se opone a lo sagrado como lo irracional a
lo racional, lo inteligible a lo misterioso, no es más que una de las formas bajo las
cuales se expresa esta oposición. Una vez constituida la ciencia, ha tomado un ca-
rácter profano, sobre todo respecto a las religiones cristianas; ha parecido, en
consecuencia, que no podía aplicarse a las cosas sagradas.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 79
46
Ver Frazer, “On some Ceremonies of the Central Australian Tribes”, en Austral-
asian Association for the Advancement of Science, 1901, p. 313 y sig. La concep-
ción es, por otra parte, de una extrema generalidad. En la India, la simple partici-
pación en el acto del sacrificio tiene los mismos efectos; el sacrificante, por el so-
lo hecho de que entra en el círculo de las cosas sagradas, cambia de personalidad
(ver Hubert y Mauss, “Essai sur le sacrifice”, en Année sociol., II, p. 101).
80 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
47
Ver lo que decimos de la iniciación, p. 43.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 81
48
Nosotros mismos mostraremos más adelante cómo, por ejemplo, ciertas especies
de cosas sagradas entre las cuales hay incompatibilidad se excluyen como lo sa-
grado excluye lo profano (lib. II, cap. I, § II).
82 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
49
Es el caso de ciertos ritos especiales o funerarios, por ejemplo.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 83
IV
50
Ver Spencer y Gillen, Native Tribes of Central Australia, p. 534 y sig.; Northern
Tribes of Central Australia, p. 463; Howitt, Native Tribes of S. E. Australia, pp.
359-361.
51
Ver Codrington, The Melanesians, cap. XII.
52
Ver Hubert, art. “Magia”, en Dictionnaire des Antiquités.
53
Por ejemplo, en Melanesia, el tindalo es un espíritu tanto religioso como mágico
(Codrington, pp. 125 y sig., 194 y sig.).
54
Ver Hubert y Mauss, “Théorie générale de la magie”, en Année sociologique, t.
VII, pp. 83-84.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 85
55
Por ejemplo, se profana la hostia en la misa negra.
56
Se da la espalda al altar o se gira alrededor del altar comenzando por la izquierda
en lugar de comenzar por la derecha.
57
Loc. cit., p. 19.
86 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
58
Sin duda, es raro que cada ceremonia no tenga su director en el momento en que
se celebra; hasta en las sociedades más groseramente organizadas, hay general-
mente hombres que la importancia de su papel social designa para ejercer una in-
fluencia directriz sobre la vida religiosa (por ejemplo, los jefes de los grupos lo-
cales en ciertas sociedades australianas). Pero esta atribución de funciones es aún
muy fluctuante.
59
En Atenas, los dioses a los cuales se dirige el culto doméstico no son más que
formas especializadas de los dioses de la ciudad (=HX9NLKVL9=HX9[MNHL9).
Del mismo modo, en el Medioevo, los patronos de las cofradías son los santos del
calendario.
60
Pues el nombre de Iglesia no se aplica de ordinario más que a un grupo cuyas
creencias comunes se vinculan a un círculo de cosas menos especiales.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 87
61
Hubert y Mauss, loc. cit., p. 18
88 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
62
Robertson Smith había mostrado ya que la magia se opone a la religión como lo
individual a lo social (The Religion of the Semites, 2ª ed., pp. 264-265). Por otra
parte, distinguiendo de ese modo la magia de la religión, nosotros no entendemos
establecer entre ellas una solución de continuidad. Las fronteras entre los dos
dominios son a menudo indecisas.
63
Codrington, en Trans. a Proc. Roy. Soc. of Victoria, XVI, p. 136.
64
Negrioli, Dei Genii preso i Romani.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 89
65
Es la conclusión a la que llega Spencer en sus Ecclesiastical Institutions (capítulo
XVI). Es también la de M. Sabatier, en su Esquisse d'une philosophie de la
religion d'apres la psychologie et l'histoire, y de toda la escuela a la que pertene-
ce.
90 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
66
Entre numerosos pueblos indios de América del Norte sobre todo.
67
Esta comprobación de hecho no resuelve, por otra parte, la cuestión de saber si la
religión exterior y pública no es más que el desarrollo de una religión interior y
personal que sería el hecho primitivo, o bien si, al contrario, la segunda no sería
la prolongación de la primera en el interior de las conciencias individua]es. El
problema será abordado directamente más adelante (lib. segundo, cap. V, § II. Cf.
el mismo libro, cap. VI y VII, § I.). Por ahora nos limitamos a observar que el
culto individual se presenta al observador como un elemento y una dependencia
del culto colectivo.
LIBRO PRIMERO: CUESTIONES PRELIMINARES 91
68
Nuestra definición presente se une en esto a la que hemos propuesto antaño en el
Année sociologique. En este último trabajo, definíamos exclusivamente las creen-
cias religiosas por su carácter obligatorio; pero esta obligación proviene eviden-
temente, y lo mostrábamos, del hecho de que esas creencias son cosa de un grupo
que las impone a sus miembros. Las dos definiciones se superponen pues en par-
te. Si creímos un deber proponer una nueva, es porque la primera era demasiado
formal y descuidaba demasiado completamente el contenido de las representacio-
nes religiosas. Se verá en las discusiones que seguirán, el interés que había allí en
poner pronto en evidencia lo que tiene de característico. Además, si ese carácter
imperativo es un rasgo bien distintivo de las creencias religiosas, comporta gra-
dos hasta el infinito; en consecuencia, hay casos en que no es fácilmente percep-
tible. De allí, las dificultades y molestias que se ahorran sustituyendo ese criterio
por el que empleamos arriba.
Conclusión
634
CONCLUSIÓN 635
pues no puede más que librar las fuerzas emotivas que están
en nosotros, no crearlas ni aumentarlas. Del hecho de que nos
representemos o un objeto como digno de ser amado y busca-
do, no se sigue que nos sintamos más fuertes; sino que es ne-
cesario que de este objeto se desprendan energías superiores a
aquellas de las cuales disponemos y, además, que tengamos
algún medio de hacerlas penetrar en nosotros y mezclarlas con
nuestra vida interior. Ahora bien, para esto, no basta que las
pensemos, sino que es indispensable que nos coloquemos en
su esfera de acción, que nos dirijamos hacia el lado por donde
podamos sentir mejor su influencia; en una palabra, es necesa-
rio que actuemos y que repitamos los actos que son así necesa-
rios, cada vez que es útil para renovar sus efectos. Se ve cómo,
desde ese punto de vista, este conjunto de actos regularmente
repetidos que constituye el culto cobra toda su importancia.
De hecho, cualquiera que haya realmente practicado una reli-
gión sabe bien que el culto es el que suscita esas impresiones
de alegría, de paz interior, de serenidad, de entusiasmo que
son, para el fiel, como la prueba experimental de sus creencias.
El culto no es simplemente un sistema de signos por los cuales
la fe se traduce hacia afuera, es la colección de medios por los
cuales ella se crea y se recrea periódicamente. Ya consista en
maniobras materiales o en operaciones mentales, es siempre él
el eficaz.
Todo nuestro estudio está basado sobre el postulado de que
ese sentimiento unánime de creencias de todos los tiempos no
puede ser puramente ilusorio. Como un reciente apologista de
la fe 1 , nosotros admitimos pues que las creencias religiosas se
basan sobre una experiencia específica cuyo valor demostrati-
vo, en un sentido, no es inferior al de las experiencias científi-
1
William James, The Varieties of Religious Experience.
638 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
2
James, op. cit. (p. 19 de la traducción francesa).
CONCLUSIÓN 639
3
Ver p. 238 y siguientes.
4
Una sola forma de la actividad social no ha sido todavía expresamente relacionada
con la religión: es la actividad económica. Sin embargo, ocurre que las técnicas
que derivan de la magia tienen, por ese mismo hecho, orígenes indirectamente re-
ligiosos. Además, el valor económico es una especie de poder, de eficacia, y sa-
bemos los orígenes religiosos de la idea de poder. La riqueza puede conferir po-
640 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
der mana; es porque ella lo tiene. De allí, se entrevé que la idea de valor econó-
mico y la de valor religioso no deben carecer de relaciones. Pero el problema de
saber cuál es la naturaleza de esas relaciones no ha sido estudiado aún.
5
Es por esta razón que Frazer y hasta Preuss ponen las fuerzas religiosas impersona-
les fuera o, a lo más, en el umbral de la religión, para relacionarlas con la magia.
CONCLUSIÓN 641
6
Boutroux, Science et religion, pp. 206-207.
CONCLUSIÓN 643
7
Ver p. 388 y sig. Cf. sobre este mismo problema nuestro artículo: "Représentations
individuelles et représentations collectives", en Revue de Métaphysique, mayo
1898.
648 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
II
III
8
William James, The Principies of Psychology, I, p. 464.
CONCLUSIÓN 661
9
Esta universalidad del concepto no debe confundirse con su generalidad: son cosas
muy diferentes. Lo que llamamos universalidad, es la propiedad que tiene el con-
cepto de ser comunicado a una pluralidad de espíritus, y aún, en principio, a todos
los espíritus; pues bien, esta comunicabilidad es totalmente independiente de su
grado de extensión. Un concepto que no se aplique más que a un solo objeto, cu-
ya extensión, por consiguiente, es mínima, puede ser universal en el sentido en
que es el mismo para todos los entendimientos: tal, el concepto de una divinidad.
10
Se objetará que a menudo, en el individuo, por el solo efecto de la repetición, se
fijan y se cristalizan maneras de actuar o de pensar bajo forma de hábitos que re-
sisten el cambio. Pero el hábito no es más que una tendencia a repetir automáti-
camente un acto o una idea, cada vez que las mismas circunstancias la despiertan;
esto no implica que la idea o el acto estén constituidos en estado de tipo ejempla-
res, propuestos o impuestos al espíritu o a la voluntad. Solamente cuando un tipo
662 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
de ese género está preestablecido, es decir, cuando una regla, una norma está ins-
tituida, puede o debe presumirse la acción social.
CONCLUSIÓN 663
por sus propias fuerzas, los efectos que ellas implican; es decir,
que se acordó a sí mismo el derecho de hacer conceptos. Así se
individualizó la facultad de concebir. Pero, para comprender
bien los orígenes de la función, hay que relacionarla con las
condiciones sociales de las que depende.
Se objetará que sólo mostramos el concepto en uno de sus
aspectos, que él no tiene únicamente por función asegurar la
concordancia mutua de los espíritus, sino también, y más aún,
su concordancia con la naturaleza de las cosas. Parece que sólo
tuviera su razón de ser con la condición de ser verdad, es de-
cir, objetivo, y que su impersonalidad debe no ser más que una
consecuencia de su objetividad. Los espíritus deberían comu-
nicarse en las cosas, pensadas lo más adecuadamente posible.
No negamos que la evolución conceptual se haga en parte en
ese sentido. El concepto que, primitivamente, se considera
verdadero porque es colectivo, tiende a hacerse colectivo sólo
con la condición de considerarse verdadero: le pedimos sus tí-
tulos antes de acordarle nuestro crédito. Pero, ante todo, no
hay que perder de vista que aún hoy la mayoría de los concep-
tos de los cuales nos servimos no están constituidos metódi-
camente; los tomamos del lenguaje, es decir, de la experiencia
común, sin que se hayan sometido a ninguna crítica previa.
Los conceptos científicamente elaborados y criticados son
siempre una minoría muy débil. Además, entre ellos y los que
obtienen toda su autoridad por el solo hecho de ser colectivos,
sólo hay diferencias de grado. Una representación colectiva,
porque es colectiva, ya presenta garantías de objetividad; pues
no es sin razón que ella ha podido generalizarse y mantenerse
con una persistencia suficiente. Si estuviera en desacuerdo con
la naturaleza de las cosas, no hubiera podido adquirir un ex-
tenso y prolongado imperio sobre los espíritus. En el fondo, lo
que constituye la confianza que inspiran los conceptos científi-
cos, es que son susceptibles de ser controlados metódicamente.
CONCLUSIÓN 667
11
Se ve cómo una representación dista de carecer de valor objetivo por el solo hecho
de tener un origen social.
668 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
12
Cf. p. 220.
13
Les fonctions mentales dans les societes inférieures, pp. 131-138.
14
Ibíd., p. 46.
CONCLUSIÓN 669
IV
15
Ver p. 22.
670 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
16
William James, Principies of Psychology, I, p. 134.
CONCLUSIÓN 671
17
Se habla a menudo del espacio y del tiempo como si no fueran más que la exten-
sión y la duración concretas, tal como puede sentirlas la conciencia individual,
pero empobrecidas por la abstracción. En realidad, son representaciones de un ti-
po completamente distinto, construidas con otros elementos, según un plan dife-
rente, y en vista de fines igualmente diferentes. La naturaleza de esas relaciones
no han sido estudiado aún.
18
En el fondo, concepto de totalidad, concepto de sociedad, concepto de divinidad
sólo son verosímilmente aspectos diferentes de una sola y misma noción.
CONCLUSIÓN 673
19
Ver Classifications primitives, loc. cit., p. 40 y siguientes.
674 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA