En una clase, la maestra iba a explicar la evolución a niños de 10 y 11
años. Entonces le preguntó a un niño:
─Raúl, ¿ves ese árbol allí fuera? ─Sí, lo veo ─ ¿Ves el césped? ─Sí ─Mira hacia arriba y dime si puedes ver el cielo ─Sí, veo el cielo ─ ¿Ves a Dios? ─No ─Claro, no podemos ver a Dios porque no está ahí. Él no existe y por eso no lo vemos.
Un alumno que ya le había discutido a la profesora en otras ocasiones,
pide permiso para hacerle unas preguntas a su compañero. La maestra, contrariada, aceptó y el niño preguntó:
─Raúl, ¿ves la mesa de la maestra?
─Claro que sí. Ahí está. ─ ¿Ves a la profesora detrás de la mesa? ─Sí, la veo ─ ¿Le ves su cerebro? ─No ─Claro, no puedes verlo. Según lo que nos enseñó hoy: ¡ella no tiene cerebro!