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La creciente demanda de alimentos ha obligado a los productores a mantener la calidad de sus ganados y
cultivos de la forma más eficiente posible. Esto puede suponer la utilización de plaguicidas. El uso de estos
productos en los cultivos comporta el riesgo de exponer a los consumidores a sustancias químicas nocivas a
través de los residuos que quedan tras la cría del animal o la elaboración del cultivo. La limitación de los
niveles máximos de estos residuos garantiza la inocuidad de los alimentos que se consumen.
El Comité del Codex sobre Residuos de Plaguicidas (CCPR) es el encargado de establecer los límites
máximos de residuos (LMR) fijados por el Codex para residuos de plaguicidas en alimentos específicos o en
grupos de alimentos o piensos que circulan en el comercio internacional.
Antes de que pueda establecerse un LMR del Codex, deben realizarse evaluaciones del riesgo para la salud
humana a fin de garantizar que el suministro de los alimentos sea seguro. Es responsabilidad de la Reunión
Conjunta FAO/OMS sobre Residuos de Plaguicidas (JMPR) examinar la debida información toxicológica y
datos obtenidos principalmente a partir de ensayos supervisados, que reflejen el uso del plaguicida aprobado
de conformidad con las buenas prácticas agrícolas. La JMPR lleva a cabo evaluaciones de riesgos dietéticos y
recomienda LMR específicos al Comité del Codex.
Para que una sustancia química o un producto se tomen en cuenta a efectos de su examen por parte de la
JMPR, dicha sustancia o producto deben ser primero señalados por un Estado Miembro al Grupo de trabajo
electrónico del CCPR sobre prioridades.
Métodos de muestreo
recomendados para la
CAC/GL 33-1999 determinación de residuos de CCPR 1999
plaguicidas a efectos del
cumplimiento de los LMR
¿Qué riesgos tienen para la salud los residuos de plaguicidas en los alimentos?
Los plaguicidas son productos químicos que se utilizan en la agricultura para proteger los cultivos contra
insectos, hongos, malezas y otras plagas. Además de usarse en la agricultura, se emplean para controlar
vectores de enfermedades tropicales, como los mosquitos, y así proteger la salud pública.
Sin embargo, los plaguicidas también son potencialmente tóxicos para los seres humanos. Pueden tener
efectos perjudiciales para la salud, por ejemplo, provocar cáncer o acarrear consecuencias para los
sistemas reproductivo, inmunitario o nervioso. Antes de que se autorice su uso, los plaguicidas deben
estudiarse a fin de determinar todos sus posibles efectos para la salud, y los resultados deben ser
analizados por expertos que evalúen cualquier riesgo que los productos puedan entrañar para las personas.
“Peligro” y “riesgo”: ¿cuál es la diferencia?
Los productos químicos peligrosos, como los plaguicidas, se pueden clasificar, según estudios científicos
de sus efectos potenciales para la salud, en cancerígenos (pueden provocar cáncer), neurotóxicos (pueden
dañar el cerebro) o teratógenos (pueden dañar al feto). Este proceso de clasificación, denominado
“identificación de los peligros” es el primer paso en la “evaluación de los riesgos”. Un ejemplo de
identificación de los peligros es la clasificación de las sustancias conforme a su carcinogenicidad para los
seres humanos realizada por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC), el
organismo de la OMS especializado en el cáncer.
El mismo producto químico puede tener efectos diferentes según la dosis, es decir, dependiendo de la
cantidad del producto a la que se expone una persona. También puede depender de la vía por la cual se
produce la exposición, por ejemplo, ingestión, inhalación o inyección.
¿Por qué tiene la OMS dos procesos bien definidos de “identificación de los peligros” y
“evaluación de los riesgos”?
La “identificación de los peligros” —en particular la clasificación de sustancias por su carcinogenicidad
realizada por el CIIC — es el primer paso en el proceso de “evaluación de los riesgos”. La clasificación de
un agente entre los que conllevan peligro cancerígeno es una indicación importante de que un determinado
nivel de exposición, por ejemplo, derivada del trabajo, el medio ambiente o los alimentos, podría
aumentar el riesgo de cáncer.
Con la evaluación de los riesgos provenientes de los residuos de plaguicidas en los alimentos, como la
efectuada por la Reunión Conjunta FAO/OMS sobre Residuos de Plaguicidas (JMPR), se establece un
nivel de ingesta seguro. Los gobiernos y los gestores internacionales de riesgos, como la Comisión del
Codex Alimentarius, utilizan la ingesta diaria admisible para establecer los límites máximos de residuos
de plaguicidas en los alimentos. Las autoridades nacionales se encargan de hacer cumplir estos límites
máximos para que la cantidad de plaguicidas a los que están expuestos los consumidores en los alimentos
que ingieren a lo largo de su vida no tenga efectos perjudiciales para su salud.
La identificación de los peligros realizada por el CIIC y la evaluación de los riesgos efectuada por la
JMPR son complementarias. Por ejemplo, el CIIC puede hallar, en estudios científicos, nuevas pruebas
sobre la carcinogenicidad de una sustancia química y, cuando es necesario, la JMPR evalúa o revalúa la
inocuidad de esa sustancia en la forma en que se la utilice en los alimentos.
Enlaces conexos
Residuos de plaguicidas
en los alimentos
19 de febrero de 2018
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Datos y cifras
Los plaguicidas se utilizan para proteger los cultivos de los insectos, las
malas hierbas, los hongos y otras plagas.
Pueden ser tóxicos para el ser humano y causar efectos tanto agudos
como crónicos sobre la salud, en función de la cantidad y del modo de
exposición.
Algunos de los plaguicidas más antiguos y baratos pueden permanecer
durante años en el suelo y el agua. Su uso en agricultura se ha
prohibido en los países desarrollados, pero se continúan utilizando en
muchos países en desarrollo.
La exposición a estos productos conlleva mayores riesgos para las
personas que entran en contacto con ellas en su trabajo, su domicilio o
su jardín.
Los plaguicidas son muy importantes para producir alimentos, ya que
mantienen o aumentan el rendimiento de las cosechas y el número de
ellas que se recogen por año en el mismo suelo, algo especialmente
importante en los países que sufren escasez de alimentos.
Para proteger a los consumidores de los efectos perjudiciales de los
plaguicidas, la OMS examina los datos científicos disponibles y
establece límites máximos de residuos que son aceptados a nivel
internacional.
En el mundo se utilizan más de 1000 plaguicidas para evitar que las plagas
estropeen o destruyan los alimentos. Cada plaguicida tiene propiedades y efectos
toxicológicos distintos.
Muchos de los plaguicidas más antiguos y baratos que ya no están protegidos por
patentes, como el diclorodifeniltricloroetano (DDT) y el lindano, pueden
permanecer durante años en el suelo y el agua. Estas sustancias han sido
prohibidas en los países signatarios del Convenio de Estocolmo de 2011, un
acuerdo internacional cuyo objetivo es eliminar o restringir la producción y la
utilización de contaminantes orgánicos persistentes.
hacer que se prohíban los plaguicidas más tóxicos para el ser humano y los
que permanecen durante más tiempo en el medio ambiente;
proteger la salud pública mediante el establecimiento de límites máximos de
residuos de los plaguicidas en los alimentos y el agua.
Prevención y control
Nadie debería estar expuesto a cantidades peligrosas de plaguicidas.
Los alimentos que se venden o donan (como los de la ayuda alimentaria) deben
cumplir con los reglamentos sobre plaguicidas, sobre todo con los límites máximos
de residuos. Las personas que cultivan para el autoconsumo deben seguir las
instrucciones de uso de los plaguicidas y protegerse con guantes y máscaras
siempre que sea necesario.
El uso de plaguicidas para producir alimentos, tanto para el consumo local como
para la exportación, debe cumplir con las prácticas agrícolas correctas con
independencia de la situación económica del país. Los agricultores no deben
aplicar más cantidades de estos productos que las necesarias para proteger sus
cultivos.
Respuesta de la OMS
La OMS, en colaboración con la FAO, se encarga de evaluar los riesgos de los
plaguicidas para el ser humano —ya sea por exposición directa o a través de los
residuos presentes en los alimentos— y de recomendar medidas de protección
adecuadas.