Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. En Las variedades de la religión
hoy, Charles Taylor hace un profundo análisis de la concepción de «religión» que fuera
expuesta por el filósofo norteamericano William James. ¿Por qué? Porque éste filósofo
norteamericano dio indicios claros de perfilar y proponer una concepción religiosa que,
ciertamente, ha ido tomando cada más fuerza en nuestros días a partir de su formulación
hacia finales del s. XIX e inicios del XX, y cuya peculiar vigencia consiste en la adopción
1
Charles TAYLOR, Las variedades de la religión hoy, traducción de Ramón Vilà Vernis, Barcelona: Paidós
Editorial, 2003.
de formas nuevas que, aunque no fueran explícitamente asumidas ni contempladas por
James, han sido finalmente adoptadas como formas contemporáneas de religiosidad.2
Comencemos entonces por aclarar lo siguiente: ¿qué entiende William James por
«religión»? Ante todo, él ve la religión como algo que «experimentan» los individuos. De
hecho, James «distingue entre la experiencia religiosa viva, que es la del individuo, y la
vida religiosa, que es derivativa porque es algo adoptado por influencia de una comunidad
o de una Iglesia». Dicho brevemente, el filósofo norteamericano sostiene que «hay personas
que viven una experiencia religiosa poderosa y original, que luego se comunica a través de
algún tipo de institución; y dicha experiencia se transmite a otras personas, y éstas tienden a
vivirla de un modo más o menos imitativo». Aunque cabría reconocer que, según William
James, «en la transmisión tiende a perderse la fuerza y la intensidad del original, hasta que
todo se convierte en un “hábito gris”». Antes, pues, de ese supuesto “hábito gris” o
posterior imitación, se encuentra presente el motor fundacional, por así decirlo, de toda
religión: una experiencia religiosa individual.
2
Sobre todo en dos de sus libros: Las variedades de la experiencia religiosa y La voluntad de creer.
parece sólo ha contribuido a perder de vista la fuerza religiosa de gestación que está
presente, según James, en la experiencia religiosa de un solo individuo. Por decirlo en
pocas palabras, la Iglesia en tanto corporación o supuesta imitación comunitaria, sólo
tendría como único propósito el intentar comunicar –sin lograr nunca conseguirlo del todo–
la experiencia religiosa individual y fundacionalmente vivida.
Ahora bien, para William James, los sentimientos son únicamente individuales, ya
que éstos tienen su origen solamente en los individuos. La primacía de los sentimientos
proviene, siguiendo a James, de su capacidad para determinar la conducta. Y siendo él
precisamente un filósofo pragmatista, tal determinación constituye una cuestión del todo
crucial al quedar referida justamente al «cambio de conducta», es decir, a los efectos
visiblemente pragmáticos que le interesa resaltar y defender. ¿A qué nos conduce lo
anterior? En todo caso, a sostener peligrosamente la noción de «religión» como algo
meramente individual. Según sea la experiencia del individuo, así será entonces su religión
o, mejor dicho, su sentimiento religioso, su religiosidad. ¿Qué necesidad tendríamos
entonces de seguir un “hábito gris” o tradición –la Iglesia, por ejemplo–, que bien podría
ser sustituido por mi propia experiencia religiosa individual? Sin lugar a dudas, ¿no es esta
es una de las más importantes tendencias religiosas que se defienden y sostienen en los
tiempos presentes? La exaltación exacerbada de la individualidad, ha dado como resultado
la aparición reciente de múltiples expresiones de supuesta religiosidad. Incluso aquello
llamado «religión» parece hoy en día dirigirse cada vez más hacia formas diversificadas de
experiencia supuestamente espiritual.
Vinculación que nos conduce incluso a compartir no sólo los sufrimientos de los
demás, sino también sus alegrías y esperanzas, sus angustias y tristezas, o sea, su
humanidad. A diferencia entonces del espíritu contemporáneo del «humanismo devoto», el
catolicismo no aísla la experiencia religiosa de los individuos, sino que los estrecha y
unifica sacramentalmente en un mismo Cuerpo: la Iglesia. De esa Iglesia cuya máxima
experiencia religiosa consiste en la Presencia viva de su Dios y Señor. Presencia vinculante
que incluso ha hecho posible lo imposible: que nos amemos los unos a los otros como Él
mismo lo ha hecho y mandado, participando así de la infinita Devoción de Jesús, el Señor.
Devoción que se extiende asimismo a la auténtica adoración. Amén.