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uno
No digo nada nuevo al afirmar que los comportamientos musicales, los gestos musicales,
las especies musicales, es decir, los modelos musicales, actúan en tanto mecanismo
imperialista dentro del cual la imposición de esquemas culturales constituye un punto
central para el sometimiento de las áreas coloniales y también para la homogeneización de
esas áreas en procura de un mercado más consistente en pro de la estructura de poder
capitalista.
Obviamente, los pueblos suelen resistir en principio los modelos impuestos, y su reacción
primera es habitualmente rechazarlos. Aquí comienza uno de los aspectos complejos del
mecanismo dialéctico resultante:
La resistencia es pues una actitud noble, y un principio básico de ética humana, pero en el
mundo real existen trampas relacionadas con esta reacción primaria (no sólo al principio
del período colonial sino también en las etapas avanzadas de la colonización), y la
resistencia simple puede convertirse en un camino sin salida.
dos
Las trampas son aquí algo más que una costumbre establecida. Y la confusión es general no
sólo entre los conservadores sino entre los progresistas, o más precisamente en gente cuyas
actitudes e intenciones son progresistas en temas generales. Por lo tanto, podemos hablar de
progresistas y de izquierdistas sólo si las soluciones son realmente progresistas e
izquierdistas, pero debemos aceptar los adjetivos progresoide e izquierdoide para aquéllos
que creen estar pensando de ese modo pero que están de hecho pensando de un modo
históricamente contrario.
Otra trampa es el creer que es suficiente con ser activo sólo en el área de la música popular,
puesto que la música culta no constituye un producto cultural masivo. Esto significa en
realidad la no comprensión de la dinámica dentro de la cultura occidental, ya que la música
culta tiene - al menos hasta este pasaje al siglo XXI - un papel principal en la vanguardia
cultural, relacionado directamente con la médula del poder social real, y posee por lo tanto
un lugar de prestigio y poder dentro de la propia estructura musical, dado en especial que el
papel de apertura de caminos nuevos es normalmente reservado por los compositores de
música popular a sus colegas de la música culta. Y en consecuencia el poder imperialista
conserva su papel desde el momento que la referencia de lo nuevo para la música popular
colonial es sólo la música popular metropolitana (la cual recibe aquí y allá algunas ideas
nuevas de la música culta metropolitana), y casi nunca la música contemporánea culta de su
área cultural colonial (al margen de que ésta esté emancipada o no de sus modelos
metropolitanos).
tres
Los países del Primer Mundo reciben con cierta sonrisa y hasta quizás con gratitud a los
mejores intérpretes del Tercer Mundo de su música culta del Primer Mundo, intérpretes
fabricados con costos más baratos - como los científicos, como otros trabajadores útiles -
por y en los países coloniales. Gerald Moore, Claudio Arrau, Bruno Gelber, Daniel
Barenboim, Marta Argerich, Zubin Mehta, Kiri Te Kanawa, son sólo unos pocos ejemplos.
Todo les está permitido en la estructura cultural del Primer Mundo, excepto el usar sus
puestos para introducir contramodelos musicales extraeuropeos.
Al hacer cosas "nacionales" en el Tercer Mundo, las estructuras izquierdoides - al igual que
sus contrapartidas reaccionarias - acostumbran concentrar todo su esfuerzo en interpretar
cierto pasado colonial muerto, cadáveres vaciados de todas sus eventuales posibilidades
subversivas, y transformados de ese modo en una máscara grotesca de tal vacuidad.
cuatro
Parecería en principio que la conciencia de la otredad fuera el primer paso para una
verdadera resistencia en la situación colonial, y que la afirmación de los factores de otredad
fuera un arma importante para la resistencia en las colonias.
Así, el músico que ha optado por ser un resistente de la cultura no puede negar la cultura
colonial existente, en sus diferentes aspectos - desde los elementos metropolitanos más
"puros" hasta los más híbridos -, y - más aún - se ve obligado a estar al día respecto a las
novedades metropolitanas de último momento - ésas que, mientras tanto, podrán establecer
nuevas instancias de influencia -. Y sólo entonces, una vez dominados los recursos de
lenguaje metropolitanos, este músico podrá construír las propuestas de alteridad para la
música colonial mestiza.
cinco
Pero la otredad puede también volverse una fuente de posibilidades de sometimiento de las
áreas coloniales. Una otredad habitualmente robada de las culturas sometidas. En realidad,
esa vía de la otredad ha constituido un camino de permanente renovación de modelos
metropolitanos (desde la zarabanda hasta la polca, desde Debussy a través de Picasso hasta
Stockhausen y Cage) (o Abba, o Mano Negra). Al mismo tiempo, ha constituido una forma
de escape controlado de la propia población metropolitana, una otredad en tanto
transgresión controlada (el tango, el jazz, el rock, en la Europa del siglo XX), mientras otra
otredad - aún subestimada - ha sido utilizada como maquillaje para fines propagandísticos
(el principio de los Lecuona Cuban Boys impuesto a través de la BBC en África durante la
Segunda Guerra Mundial), e incluso una renovada otredad ha sido usada en los modelos
metropolitanos como apropiación cuidadosamente esterilizada de elementos transgresores
de las culturas sometidas (la World Music en este cambio de milenio).
Ponencia leída en el coloquio internacional sobre "Música e mundo da vida: alteridade e transgressão na
cultura do século XX" realizado en Cascais, Portugal, en diciembre de 1996.
Este artículo se encuentra también en el libro Hacer música en américa latina Ediciones Tacuabé,
Montevideo Uruguay, 2012