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1. Será castigado con las penas de prisión de tres a seis años, multa de seis a
veinticuatro meses e inhabilitación especial por tiempo de dos a seis años, la autoridad o
funcionario público que, en el ejercicio de sus funciones, cometa falsedad:
2. Será castigado con las mismas penas a las señaladas en el apartado anterior el
responsable de cualquier confesión religiosa que incurra en alguna de las conductas
descritas en los números anteriores, respecto de actos y documentos que puedan
producir efecto en el estado de las personas o en el orden civil.
Artículo 391.
La autoridad o funcionario público que por imprudencia grave incurriere en alguna de las
falsedades previstas en el artículo anterior o diere lugar a que otro las cometa, será
castigado con la pena de multa de seis a doce meses y suspensión de empleo o cargo
público por tiempo de seis meses a un año.
Artículo 392.
Artículo 393.
Artículo 394.
2. El que, a sabiendas de su falsedad, hiciere uso del despacho falso para perjudicar a
otro, será castigado con la pena inferior en grado a la señalada a los falsificadores.
El que, para perjudicar a otro, cometiere en documento privado alguna de las falsedades
previstas en los tres primeros números del apartado 1 del artículo 390, será castigado
con la pena de prisión de seis meses a dos años.
Artículo 396.
El facultativo que librare certificado falso será castigado con la pena de multa de tres a
doce meses.
Artículo 398.
La autoridad o funcionario público que librare certificación falsa será castigado con la
pena de suspensión de seis meses a dos años.
Artículo 399.
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN.
II. SOBRE LA EFICACIA PROBATORIA Y LA RELEVANCIA JURÍDICA.
III. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO.
IV. EN TORNO AL CONCEPTO DE FALSEDAD MATERIAL E IDEOLÓGICA.
V. LA SIMULACIÓN.
VI. DISTINCIÓN DE OTRAS FIGURAS DELICTIVAS.
VII. SENTENCIAS ORIGEN DE LA CONTROVERSIA Y POSTERIORES.
VIII. CONSIDERACIONES FINALES.
I. INTRODUCCIÓN
Entre los primeros Bacigalupo señala que los arts. 392 y 395 han eliminado la
posibilidad de sancionar las falsedades ideológicas cometidas por particular al
entender que el art. 390.3 carece de virtualidad para éstos.
En el segundo grupo señala Quintero Olivares que esta última modalidad reúne
aparentemente ingredientes de la falsedad ideológica y de la falsedad material,
pero su naturaleza es más próxima a la falsedad ideológica si por ella se
entiende una alteración consciente del hecho jurídico que se quiere probar
plasmada en un documento formalmente correcto.
Como falsedades documentales impropias que forman parte del tipo de otros
delitos, se encuentran en el CP diversas modalidades de estafa, la presentación
de datos falsos relativos al estado contable para lograr indebidamente la
declaración de quiebra, concurso de acreedores o suspensión de pagos del
art.261, las que el art. 305 llama instrumentales en el delito fiscal y que declara
exentas de responsabilidad cuando se produzca la regularización de la deuda
tributaria, el falseamiento de información en los delitos contra los recursos
naturales y el medio ambiente, el documento que incorpora la tasación de
bienes o cosas del art. 440, la presentación de documentos falsos en juicio, el
falseamiento de correspondencia o documentación legalmente calificada como
reservada o secreta en el delito relativo a la defensa nacional del art. 603.
Ante todo hay que tener en cuenta que el carácter de cada documento le otorga
un grado distinto de tutela, distinguiéndose por un lado los que emanan de una
autoridad o funcionario público de los demás y dentro de éstos los mercantiles -
si bien no están definidos- y los privados. Estos últimos sólo son objeto de
protección penal en el caso de que la falsedad se cometa con la finalidad de
perjudicar a otro.
La que entiende que es la seguridad del trafico jurídico en cuanto que sólo en la
medida en que el documento entra o está destinado a él, la falsedad tiene
relevancia penal, existiendo una corriente de esta formulación que liga el bien
jurídico con la función probatoria del documento, en la medida en que éste
además de estar destinado a entrar en el tráfico económico y jurídico también lo
está a cumplir un importante papel en la prueba de las relaciones jurídicas, en
las que es un medio privilegiado, para lo que ponen el acento en el valor
probatorio del documento. Sin embargo desde el momento en que la prueba no
es lo mismo que la relevancia jurídica habría que ponerlo en relación con este
ultimo concepto y entender que los delitos de falsedad documental tutelan los
documentos con relevancia jurídica.
Por otro lado no cabe desconocer que la existencia de distintos tipos del
falsedad puede dar lugar a que en unos supuestos el bien jurídico tenga unos
matices de los que otra modalidad carece. Así, si la falsedad en documento
privado sólo está castigada cuando se comete para perjudicar a otro, parece que
además de la seguridad del tráfico o la función probatoria del documento hay
otro bien jurídico protegido, generalmente de contenido patrimonial. Desde esta
perspectiva también se ha hablado del carácter pluriofensivo del delito de
falsedad.
Partiendo del momento en que se lleva a cabo la falsedad sería material toda la
realizada con posterioridad a la emisión del documento, aunque lo fuese por su
autor en cuanto que ya ha perdido la facultad de introducir modificaciones.
También en base al criterio de temporalidad, se ha tratado de distinguir entre el
diverso grado de veracidad a que está obligada una determinada persona en el
momento de la redacción del documento que es distinto según de quien se trate
y el deber de dejar inalterados los documentos existentes que corresponde a
todos por igual.
Sin embargo las distinción no es tan sencilla, siendo buena prueba de ello la
diversa consideración que tanto en el ámbito doctrinal como jurisprudencial
tiene el núm. segundo del art. 390.1 del CP.
V. LA SIMULACIÓN
No cabe duda de que la coincidencia del autor aparente con el autor real es
presupuesto de la autenticidad de un documento, de la misma forma que el
cuadro del pintor A es auténtico si fue pintado por él. Un documento que no
ha sido suscrito por quien en él se dice, necesariamente, es inauténtico. Ahora
bien, la autenticidad también puede hacer referencia al contenido; pensemos en
las marcas de los fieles contrastes que entran dentro del concepto de
documento del art. 26, su autenticidad no depende de quien las haya puesto
sino de que lo hayan sido en aquello que responde a su significado. En esta
consideración autenticidad equivaldría a veracidad.
Aparte del supuesto de las facturas falsas a que luego haré mención el TS ha
considerado que es simulación la creación de un documento mediante un
impreso en blanco, S 15-4-97; la falsificación de algunas firmas de un
documento, S 7-10-97; la estampación de la firma movido por el engaño, S 4-12-
98; la sustitución de la placa de matricula por otra de nueva confección, SS 9-12-
97, 14-4-00; la simulación de la firma del titular de la tarjeta de crédito sustraída
en el albarán que acreditaba la compra efectuada S 3-5-00; se hubiera cometido
si el acusado hubiese simulado que el cobro del precio por los servicios
prestados por la gestoría que él materialmente administraba se había efectuado
por otra persona, S 10-3-99; distinguiendo cuando las alteraciones de la verdad
se refieran exclusivamente a algunos de los extremos consignados en el
documento de cuando se refieren al documento en sí mismo, en el sentido de
que se confecciona deliberadamente con la finalidad de acreditar en el tráfico
una relación jurídica absolutamente inexistente, S 28-1-99, (en el supuesto
planteado se trataba de documentos que simulaban ser recibos emitidos por
unas aseguradoras cuando los acusados no tenían ninguna vinculación con
dichas sociedades); "cuando se habla de autenticidad se está refiriendo al
documento y no al contrato que representa", no siendo un caso de declaración
mendaz, sino "la confección de un documento inauténtico" cuando se atribuye
la declaración de voluntad a quien no la hizo, S 25-6-99; si en una letra de
cambio aparece la identidad de una persona como librado pero no está su firma,
no puede hablarse de simulación, S 4-3-00.
El art. 251.3 castiga como una modalidad del delito de estafa, el otorgar en
perjuicio de otro un contrato simulado. Se trata de la falsedad defraudatoria,
estafa documental o simulación de fraude que consiste en otorgar un contrato
documentado mediante un instrumento público o privado, fingido en cuanto
que pretende crear la apariencia de un negocio jurídico inexistente ( simulación
absoluta) o distinto del que se pretende realizar ( simulación relativa), -sea en el
objeto, en los sujetos o en alguno otro de sus elementos-, en perjuicio de un
tercero que no ha intervenido en él.
El delito especial propio del art. 290 CP tiene una manifiesta naturaleza falsaria
que por su amplitud comprende todas las conductas descritas en el art. 390,
incluida la simulación y el faltar a la verdad en la narración de los hechos,
resolviéndose el posible concurso de normas en cuanto a la simulación, por el
principio de especialidad, en favor del delito societario, mientras que cuando se
trata de faltar a la verdad no hay tal concurso pues el hecho sólo es típico como
delito societario, sin que exista la posibilidad de ámbitos comunes como
falsedad en documento público u oficial, puesto que lo que es público no puede
ser a la vez societario.
Son muchos los autores que desligan el bien jurídico protegido por este delito de
los apuntados al hablar de la falsedad del Titulo XVIII, así González Cusac señala
que tiene una naturaleza de tipo pluriofensivo por contemplar un delito de
lesión al derecho a obtener una información completa y veraz sobre la situación
jurídica y económica de la empresa y un delito de peligro respecto a intereses
patrimoniales. Para Martínez Bujan , además de la protección del patrimonio
concurre la vulneración de un bien jurídico diferente que habría de referirse a la
funcionalidad del documento en las relaciones jurídicas que merece una
protección reforzada cuando se ve afectado en el ámbito societario y va
asociado a la vulneración de otro bien jurídico, como es el patrimonio, mientras
que para Rodríguez Ramos dentro de la teoría de la superposición de bienes
jurídicos, es fundamental su función de protección del tráfico patrimonial
privado. En cambio Rodríguez Mourullo, que los considera delitos específicos de
falsedad documental, relaciona el bien jurídico protegido con el de las
falsedades genéricas, llegando a la conclusión de que en la figura del art. 290 la
veracidad no es el único bien jurídico lesionado, en cuanto que su comisión
exige, bien un peligro idóneo, bien un resultado lesivo patrimonial, por lo que la
falsedad se convertiría en un modo de ataque al patrimonio ajeno o a su
seguridad, siendo éstos los bienes jurídicos protegidos. Por último para García
Cantizano el bien jurídico protegido sigue siendo la funcionalidad del documento
en sus tres vertientes, pero como un tipo de peligro referido a la protección del
patrimonio de la sociedad.
Hemos dicho que se trata de un delito especial propio porque sus autores
necesariamente han de ser los administradores de hecho o de derecho de la
sociedad, además de quienes hayan sido validamente nombrados como tales
por la junta general, los nombrados de forma defectuosa que hayan adoptado
decisiones de gestión y también, quienes sin ningún tipo de nombramiento
hayan efectuado tales actos, incluso en forma de autoría mediata, lo que
planteará no pocos problemas de prueba.
La conducta llevada a cabo por los acusados según los hechos probados de la
sentencia, si éstos hubieran tenido la intención de causar un perjuicio
económico a la sociedad, a alguno de los socios o a un tercero - esto último no
se contenía en la declaración de hechos probados y el TS habla expresamente de
la falta de perjuicio-, hubiera constituido el delito de falsedad societaria.
Por último la STS 29-5-00 señala que la simulación a que se refiere el art. 390.1.2
CP es una simulación del documento no de la relación subyacente. En el caso el
certificado que se adjunta a los contratos era auténtico, pues quienes lo libraron
manifiestan en el escrito lo que querían expresar y no hay ninguna alteración,
suposición o simulación respecto a su voluntad documentada....cuestión distinta
es que el documento obviamente inveraz, mendaz y falso, contenga una
situación de antijuridicidad cuyo reproche penal se concreta en el engaño típico
de la estafa o en una responsabilidad civil, incluso, pues el documento firmado
supone la asunción de una deuda....en el apartado 2 en que se ha centrado la
discusión sobre el carácter material o ideológico de la falsedad, la modalidad
consiste en crear un documento de manera que induzca a error sobre su
autenticidad. En esta modalidad no hay un documento auténtico preexistente
que se altera, sino que se crea ex novo un documento que aparenta ser
auténtico. La cuestión debatida, si es una modalidad material o ideológica, se
centra en interpretar si la frase "de manera que induzca a error sobre su
autenticidad" se refiere a la propia realidad documental o al contenido
subyacente en el documento. En el primer supuesto se afirmaría una falsedad
material y en el segundo se incluiría también en el tipo la falsedad
ideológica ....Desde una interpretación del tipo acorde con el principio de
taxatividad, la acción típica del art. 390.1.2 es la que se realiza sobre el soporte
material, el documento, creándolo ex novo, de manera que el así creado induzca
a error sobre su existencia como documento.
En cuanto a las sentencias del TS que han sido objeto de la polémica, todas ellas
referidas a hechos cometidos durante la vigencia del CP anterior en el que no
existían los delitos societarios y habida cuenta de la amplitud del art. 290, es
posible que algunos de los hechos que han sido calificados como simulación
documental, cometidos una vez entrado en vigor el CP actual hubiesen sido
castigados por ese otro precepto y desde el momento en que en la ponencia del
acuerdo del pleno de la sala segunda al que he hecho mención al principio de mi
exposición se refiere a "la aplicación de otras figuras delictivas que cubren los
supuestos de mentiras documentadas" o cuando el voto particular emitido a la S
26-2-98 pone en relación la factura mendaz con las obligaciones contables, no es
aventurado pensar que la discusión en torno a la penalización de la falsedad
ideológica no va a centrarse en el delito de falsedad sino en otras figuras
delictivas, cuyo alcance a nivel doctrinal es muy amplio y que en el plano
jurisprudencial irá fijándose con el tiempo, en la medida en que al TS lleguen
recursos de casación por la indebida aplicación de uno de esos preceptos a los
que estamos aludiendo.