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La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los
apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la
verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación.
La transmisión del evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras:
oralmente: "los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones,
transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo
que el Espíritu Santo les enseñó" ( Apóstoles (credo) , discípulos y catecúmenos
(Hechos de los Apóstoles 2, 42) )
por escrito: "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el
mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo". ( Sagradas Escrituras (
Biblia), Santos Padres)
La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite lo que estos
recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo.
En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el
Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva.
Magisterio de la Iglesia
El Papa y los obispos tienen la autoridad y la gracia para conservar, predicar e interpretar la
Palabra de Dios. A esta tarea, exclusiva del Papa y los obispos, se le llama Magisterio de la
Iglesia.
La palabra Magisterio se deriva de la misión que tiene la Iglesia de ser Maestra de los hombres.
La Iglesia es la encargada de proteger a todo el Pueblo de Dios de las desviaciones y de los
fallos, y de garantizar una profesión sin error de la fe auténtica. El oficio del Magisterio está
encaminado a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la Verdad.
La Iglesia, por especial asistencia de Dios, es infalible, sin posibilidad de error en su enseñanza
cuando proclama solemne y universalmente la verdad en materia de fe y moral, ya que tiene
asegurada la presencia y asistencia del Espíritu Santo.
Esta infalibilidad se ejerce de varias maneras:
1. El Papa goza de esta infalibilidad cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles,
proclama en forma solemne y definitiva una verdad de fe o de moral. Entonces decimos que el
Papa habla ex-cathedra.
2. El Colegio episcopal, integrado por los obispos, también goza del carisma de infalibilidad
cuando ejerce su magisterio en unión con el Papa, sobre todo cuando participa en un concilio
ecuménico.
3. El carisma de infalibilidad también se ejerce cuando la Iglesia propone por medio de su
Magisterio supremo un dogma, algo que se debe aceptar como revelado por Dios para ser
creído. Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación
4. Cuando los obispos enseñan en comunión con el Papa, proponiendo enseñanzas que
conducen a un mejor entendimiento de la Revelación dentro del magisterio ordinario, no son
infalibles pero los fieles debemos adherirnos a sus enseñanzas con obediencia y docilidad.
El Sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del
mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el
Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora
de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar
las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo.
Cuando el Papa quiere tomar una decisión que abarca a toda la cristiandad - proclamar un
dogma, modificar la organización de la Iglesia o condenar una herejía -, puede convocar un
Concilio.
Los obispos del mundo entero son llamados a Roma (o a la ciudad que el Pontífice haya
escogido). Su presencia es obligatoria, salvo en caso de fuerza mayor. Los superiores de órdenes
religiosas, los abades generales, los prelados nullius ( es decir, que no tienen jurisdicción en una
diócesis propiamente dicha) y los cardenales son admitidos a participar en el Concilio o Sínodo
ecuménico. Tienen voz deliberativa.
Dogma
Es una verdad contundente, coherente y vinculada con las otras verdades de la revelación,
confirmada por el Magisterio de la Iglesia, que obliga a ser creída y aceptada por todos los
cristianos.
Se define un dogma, cuando la totalidad del Pueblo de Dios (fieles, sacerdotes y obispos) cree
con firmeza en una verdad esencial de nuestra fe, siempre y cuando el Magisterio de la Iglesia la
confirme, iluminado por el Espíritu Santo, como una verdad contundente, coherente y vinculada
con las otras verdades de la Revelación.
Algunos dogmas en los que creemos como verdad revelada por Dios son la Inmaculada
Concepción de María y la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Los dogmas son luces en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. Si tenemos una
vida recta, cercana a Dios, nuestro corazón y nuestra inteligencia estarán abiertos a aceptar estos
dogmas de fe y nos adherimos a ellos con gusto.
Se pueden presentar problemas nuevos y situaciones difíciles, pero la Iglesia siempre encontrará
una respuesta en su tesoro de sabiduría divina.
Cisma (del griego schisma, separación, división) es, en el lenguaje de la teología y el derecho
canónico, la ruptura de la unidad y unión eclesiásticas, ya sea el acto por el cual uno de los
fieles corta los vínculos que le unen a la organización social de la Iglesia y que le hacen
miembro del cuerpo místico de Cristo, o el estado de disociación o separación que resulta de
dicho acto. La mayoría de las veces un cisma está asociado con una herejia.
Una herejía es la oposición voluntaria a la autoridad de Dios depositada en Pedro, los Apóstoles
y sus sucesores, y lleva a la separación de los sacramentos de lo Iglesia. La herejía surge de un
juicio erróneo de la inteligencia.
Las herejías más importantes en la historia del cristianismo fueron:
1. Gnosticismo
Se impuso especialmente entre los siglos I y III, llegando a su máxima expansión en el
siglo II.
El nombre se debe a que los miembros de este movimiento afirmaban la existencia de
un tipo de conocimiento especial, superior al de los creyentes ordinarios y, superior a la
misma fe. Este conocimiento supuestamente conducía por sí mismo a la salvación.
2. Docetismo
El docetismo del griego dokein (= parecer) reducía la encarnación del Verbo a una mera
apariencia, un mero parecer humano de Cristo. Su cuerpo no sería un cuerpo real sino
una apariencia de cuerpo. Esta visión brota de una concepción pesimista de la carne y
de todo el mundo material propia del gnosticismo, del cual proviene esta herejía.
3. Maniqueísmo
Secta religiosa fundada por un Persa llamado Mani en el siglo III y que se extendió a
través del oriente llegando al Imperio Romano.
Los maniqueos eran duelistas y creían que había una eterna lucha entre dos principios
opuestos e irreductibles, el bien y el mal, que eran asociados a la luz y a la tinieblas y
posteriormente al Dios del Antiguo Testamento (mal) y del Nuevo Testamento (bien).
Para ellos Jesús era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia
alma.
4. Arrianismo
Propagó la idea de que Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por este como
punto de apoyo para su plan. Si el Padre ha creado al Hijo, el ser del Hijo tiene un
principio. Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a
negar su divinidad. Admitía la existencia de Dios que era único, eterno e
incomunicable. Cristo no es el Dios, es pura creatura aunque más excelsa que todas las
otras. También decían que el Espíritu Santo era una creatura, e incluso inferior al
Verbo.
Crítica: El Padre engendra al Hijo, es decir que le da vida en la misma naturaleza,
naturaleza divina. Del amor entre el Padre y el Hijo procede el Espíritu Santo, siendo
amor divino.
Santos Padres
Los Santos Padres son testigos privilegiados de la Tradición de la Iglesia. Sus escritos ofrecen
una riqueza cultural y apostólica, que hace de ellos los grandes maestros de la Iglesia de ayer, de
hoy y de siempre.
Los Padres de la Iglesia son los mas insignes pastores, generalmente obispos (no siempre), de la
Iglesia de los primeros siglos. Sus enseñanzas, en sentido colectivo, son consideradas por la
Iglesia como fundamento indispensable de la doctrina ortodoxa cristiana. Por su cercanía a los
Apóstoles nos presentan la correcta interpretación de las Sagradas Escrituras.
Los principales criterios para ser reconocido como Padre de la Iglesia:
antigüedad: haber vivido en los primeros siglos de la edad antigua
Ortodoxia: conocer y saber defender la recta doctrina, saber defender el credo
Apología: debían ser apologetas, es decir, defensores de la verdadera fe cristiana.
escritos
fama de santidad
San Agustin
San Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre en el año 354 en la ciudad de Tagaste, ubicada
al norte de África. Fue hijo de Patricio y de Santa Mónica, quien rezó durante varios años por la
conversión de su esposo y de su hijo.
Durante su juventud, se entregó a una vida libertina y cometió varios pecados de impureza.
Convivió con una mujer durante 14 años y ambos tuvieron un hijo llamado Adeodato, que
murió siendo joven.
También perteneció durante nueve años a la secta de los Maniqueos hasta que conoció a San
Ambrosio, cuyo testimonio le impresiona y le motiva a acercarse a Dios.
Algunos escritos de San Agustín fueron: “Confesiones”, “Ciudad de Dios”, “De Trinitate”,
“Genesis Litteram”
11- Tiempo:
Antes del cristianismo existía una concepción del tiempo cíclico (no tiene principio ni final).
Con la venida de Jesucristo, esta concepción de tiempo cambio a lineal es decir que empieza y
termina.El tiempo es una criatura de Dios.
En Confesiones de San Agustín, este afirma que sabe que es el tiempo, pero no puede explicarlo
cuando se lo preguntan.
En el libro 11 de confesiones el San Agustín define el tiempo como un conocimiento (luz) que
está en el alma, en el interior. Dios es luz y quería conocer sobre Él.
San Agustín decía que la verdad se ve bien y se conoce bien con la luz interior, le pide luz a dios
para poder hablarle al pueblo contra las herejias.
Afirma San Agustín que dios es belleza.
“Lo que es cierto, y que clara y patentemente se conoce, es que ni lo pasado es o existe, ni lo
futuro tampoco. Ni con propiedad se dice: “tres son los tiempos: pasado, presente y futuro”. Y
más propiamente acaso se diría: “Tres son los tiempos, presente de las cosas pasadas, presente
de las presentes y presente de las futuras”. Porque estas tres presencias tienen algún ser en mi
alma, y solamente las veo y percibo en ella. Lo presente de las cosas pasadas, es la actual
memoria o recuerdo de ellas; lo presente de las cosas presentes, es la actual consideración de
alguna cosa presente; y lo presente de las cosas futuras, es la actual expectación de ellas.
Esta cuestión del tiempo no cesó su discusión, ya que a fines del 1800 y principios del 1900,
Nietzsche, filósofo, cambió nuevamente la concepción lineal del tiempo, volviéndola a su
origen ciclico. En adelante, en la filosofía se habla de tiempo cíclico.
1- Concilio de Nicea (año 325).. Convocado por la autoridad del Papa San Silvestre y bajo la
ejecutoria del mismo emperador Constantino. Este Concilio condenó la herejía de Arrio que
negaba la divinidad de Jesucristo y su consustancialidad con el Padre. Formuló el "símbolo
niceno" o Credo.
««Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios,
nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios
verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»».
2- Concilio Primero de Constantinopla (año 381). En tiempo del Papa San Dámaso, se ocupó
de las herejías de los mecedonianos, eunomianos o anomeos. Se perfeccionó el símbolo niceno,
que por esto lo llamamos el credo "niceno-constantinopolitano".
3- Concilio de Éfeso (año 431). Convocado por el Papa San Celestino I y presidido por el
Patriarca Cirilo de Alejandría, ese Concilio condenó la herejía cristológica y mariológica de
Nestorio y proclamó la maternidad divina de María, La Theotokos. El símbolo de Efeso precisa
que las dos naturalezas, humana y divina de Cristo, están unidas sin confusión y por lo tanto
María es verdaderamente “Madre de Dios”.
4- Concilio de Calcedonia (año 451). Bajo la autoridad del Papa San León I el Magno, este
Concilio trató de las herejías de quienes negaban a Jesucristo las naturaleza divina o la humana
o las confundían.