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HECTOR MEOÑO VINCENZI

SOCIOLOGIA Y EDUCACION
Breve ensayo de los nexos entre
la sociología y la educación.

imp. "La Tribuna"


SAN JOSE, COSTA RICA
19 4 3
HECTOR MEOÑO VINCENZI

SOCIOLOGIA Y EDUCACION
Breve ensayo de los nexos entre
la sociología y la. educación.

ÏJïîP. "La Tribuna"


SAN JOSE, COSTA RICA
1943
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E X O R D I O
w T A, este primer fruto de mi esfuerzo, con el sin-
I / cero deseo de contribuir, dentro de mis pocas
* facultades, al incremento del estudio de aquellos
problemas que hoy, y siempre, exigen la aten
ción decisiva de los hombres, sin distingos ni creen-
cias que obstaculicen la solución respectiva. En él no
hay doctrina ni un estilo determinado. No busco más
que dibujar, para mis compatriotas, algunos aspectos
del individualismo psicológico, ansiando, empeñosa-
mente, se comprendan mis propósitos. He tratado de
ser todo lo cloro que el tema requiere; si esta aspira-
ción no fué alcanzada, pido disculpas. Mi inquietud
juvenil tal vez ha derramado su vitalidad hasta llegar
al vértigo, pero al vértigo que produce el apasiona-
miento por lo SMIO y lo verdadero.
He creído que el abordar temas educativos y socio-
lógicos es de un interés capital. Por ello considero que
resulta deber trascendente de quien los analiza, actuar
con mesura; ante todo, con algún conocimiento positi-
vo de la materia. No pretendo vestirme con el título
de sociólogo ni de educador. Solamente quiero hacer
constar que, si uno trajina al vaivén de los pequeños
y grandes acontecimientos mundiales y si éstos son
objeto de la mirada escrutadora de los hombres, hay
que señalar posicionis y colores; han Que definir el
punió de vista personal y danie la preseutaciiin exlem.a
que tas circunstancias demanden. Ese mi anhelo. Aun-
que pobremente, creo no dejar dudas en cuanto a los
principios que sustento. Ellos son. resultado de la i.¡-pe-
riencia diaria. Que se me castigue la jornia, oiu se
desmenuce el contenido por no corresponder. en ciertos
inovu ntos, ati sentir de mis lectores; lo acepto de bue-
nas maneras. Pero que no se ponga en e n t r e d i c h o la
buena fe que vacio en mis líneas. Eis convicción mía. el
•sendero que me propongo demarcar.
En lo referente a las citas que hayo de J. ,/. Rou-
sseau, Spencer, Peslalozzi y Seniles, he de manifestar
que, si bien ellos pertenecieron c* épocas que en la ac-
tualidad se prnilen llamar clásicas, no por i-so sus n.i-io-
mas han perdido fuerza y lógica. Aun hoy, cien o dos-
cientos años después de haber dado a publicidad -us
»lá.rimus, tienen ellas tan estrecha relación con los vm-
vtmie tilos de nuestro siglo, que es imposible objetarlas
por arcaicas. Esos tipos enunciaron, para gloria del fu-
turo. )'a contemplarnos los efectos razonables de su
metodología. El individualismo psicológico se alarga roa
'mareada rapidez; el hombre continúa valorizándose me-
dianil una lucha sin cuartel, y él triunfará; lo asegu-
ro, fio con la certeza del que vaticina, pero si con la
espt ribazo del que por Jo menos, .superficialmente, cono-
ce los atribuios del sujeto que es nervio, R<I;ÓN !J ac-
ción.
Es mi. ensayo, por consiguiente, una síntesis del hi-
ño, del hombre y del estado.
EL AT'TUR.
ACTITUD AFIRMATIVA DEL SUJETO
RACIONAL
Como age r.te evolutivo del
orden h u m a n o , todo h o m b r e
debe e d u c a r s e y . . . e d u c a r .

L estudio crítico de los postulados que


E afectan, decisivamente, la conformación
espiritual, intelectual, moral etc., del niño,
es de una importancia que amerita la delicadeza
misma del asunto. Y debe de ser así por cuanto se
sabe, con propiedad, que el nivel social político
de una nación depende, en porcentaje sensible,
de la solidez cultural que alcanzan sus componen-
tes. Nuestra crítica, en síntesis, no pretende más
norte que el de contribuir, con el mejor de los
deseos, al esclarecimiento y subsiguiente elogio de
preceptos que a la hora se vislumbran en mar-
cha de victoria. Afirmamos, en consecuencia, la
necesidad de que la instrucción integral penetre,
no interesan sus movimientos paulatinos si son
robustos, en el afán evolutivo de nuestro siglo.
Es más: resulta que su adopción tiene que ser

— 7
también integral, dado que es el punto de partida
de aquélla. El paso es lento pero seguro. A ese
propósito noble'como el que más, han de dedicarse
los esfuerzos y cualidades de los hombres que,
por ventura, aprisionan el don de la inteligencia
positivamente creadora. No es de justos que, quien
pueda, se niegue a darse por entero a la causa
de la superación del númen individual, principio
del colectivo. Tampoco que, aun los menos capa-
ces para el efecto, no ofrenden, al mejoramiento
de Jas instituciones de misión preceptiva, su míni-
mo haber cultural. De entre todos habrá de salir,
en una exaltación de la fortaleza humana, un con-
junto de omnicios para coronar los axiomas de la
pedagogía auténtica, realista. ¿Es un llamado lo
que decimos? No. Solamente una insinuación. No
nos compete lo primero porque carecemos de au-
toridad ¿Lo segundo? Quién sabe. De todos mo-
dos queremos participar en las contiendas de
nuestra generación. Somos de los "menos capa-
ces" pero de una sinceridad a prueba.
Si en los actuales momentos la corriente ul-
tramaterialista que ha tomado posesión del mun-
do, obstruye la serenidad con que tienen que
abordarse los conflictos de la educación e instruc-
ción juveniles, todavía se perfilan elementos de
reciedumbre que, escondiéndose de la locura de
sus semejantes, rompen el conformismo que do-
mina y lanzan al presente el f r u t o de su empe-
ño. Por ello tales sujetos se agigantan en el co-
razón de los que analizan, en el aprecio de los que

8 —
si ciertamente no hacen gala de erudición; (éste
nuestro caso) siquiera auscultan, con rapidez, la?
posibilidades de los seres. Aquí la justificación de
nuestro enuncio. Que si la concupiscencia avanza
anegando y sujetando la personalidad, y las mu-
chas y aceptables proposiciones de ésta, quedan
baluartes en 'os que se aferra-, como última espe-
ranza, la ilusión por un universo asentado en lo
indestructible de la equidad.
Es vital, por ende, que todo individuo, ha-
ciendo una autocrítica de su estada en la tierra
logre intuir la manera de dominar al yo egoísta
para que se considere ligado, por vínculos de di-
vinidad, al resto de sus homogéneos.
El hombre no ha nacido para vivir encerrado
en el capricho de la inconsciencia. Nace y actúa
para que, en. un despliegue de su razón y de
su talento, estructure los pilares qüe han de trans^
formar al tipo humano, dentro de lo relativo de
la exclamación, en imagen de su Creador. Anhe-
lamos, fervorosamente, que ese despliegue de
virtudes cuaje en un acervo de concepciones de
múltiple cuño; en un encadenamiento de innova-
ciones que se pueda decir, con énfasis, ha llegado
el genio al umbral de lo sacrosanto. Aspiramos,
•—¿Quién lo discute?—, al entronque con la Sabi-
duría celestial de nuestro progenitor. Este es el
afán de lo s que, recogiendo la miseria espiritual
que nos invade, tratan de cambiarla, en sus co-
razones, por una riqueza sin comparación. Desdi-
chadamente el arcano teologal será impenetrable

— 9
hasta no se sabe cuándo. No obstante, a la pleni-
tud de Ja inteligencia habremos de dedicar lo má?.
cotizable de nuestra acción. Si disponemos de una
mente abierta a los giros negativos o afirmativos
no es por el simple hecho de determinarnos en el
carácter de cuerpos anímicos; es que, en especial,
se nos dotó, para la realización progresiva de nor-
mas que llevan en sí la marca tangible del super-
hombre. Disponemos de la entereza requerida pa-
ra el desplazamiento del furor negativo que en
diversas circunstancias nos abraza. Desgracia-
damente pocos son los hombres que se vanaglo-
rian del anudamiento absoluto de sus pasiones. Y
los que sí tienen el privilegio de imponerse a los
conciliábulos que internamente les mortifican, o
no sobresalen por modestia innata o el medio, a
disposición del prejuicio, les hunde en la diatriba
y el escarnio. Entonces el reconocimiento genuino
que hay que otorgar a los que derrumban el obs-
táculo, y sacan avante la pretensión que los man-
tiene en la vigilia de los mártires. De este
también la certeza del aforismo: "El mundo es de
los audaces". Pero de los audaces inteligentes
agregamos. Nunca de los brutos, de los ayunos,
del uso disciplinario que tutela el desenvolvi-
miento psicofísico del o los más humanos entre
le humano.
El ejemplo de los privilegiados del entendi-
miento es el que debe guiarnos en el vuelo poi
conquistar la meta reservada a lo s amantes del
saber. Si el ambiente asfixia en su incomprensión.

10
que el a'ma reduzca, con ímpetu de heleno, las
vallas del obscurantismo. Es indudable la poten-
cia que coadyuva, o mejor: condiciona la ascensión
del hombre. Latente o vistosa, ella es premio en
el devenir del ciudadano que taladra con esmero
buscando su puesto de combate. Sólo la contra-
dicen los carentes de voluntad, los que sucum-
ben en la molicie. '
El débil no soporta los ataques de la. adversi-
dad, medida universal de la contextura del ente.
El fuerte, el convencido de la bondad motor de
lo que sustenta, se revuelve, fogoso en su altura,
contra la presión del que ignora el rudimento del
avance dirigido a la atalaya que nos marcará el
Hacedor Supremo. E s del agente que razona ha-
cerse acreedor a la bienaventuranza ofrecida por
la escritura de médula suprasensible. Nada más
efectivo, para la cristalización de la promesa, que
el desvelarse por el ensanchamiento del intelecto
de la niñez; darle fondo y precisión a esa nebulo-
sa. incoherente en sí, que es .la edad del joven-
zuelo. Recordemos que el niño es susceptible de
cambios. Su cerebro, en desnudez primitiva, es
acogedor de impresiones que generalmente seña-
lan el derrotero de] porvenir. Si es su organismo
pensante» una masa de arcilla, amorfa en aspectos
y fines, que se modele en ella el conocimiento
que dignifica. Este es el horizonte a que tiene que
aspirar el maestro del día. Que no desvirtúe^ en
ningún bajo de su profesión, el lineaje perpendicu-
lar a que ha de tender el postulado de la ense-

— 11
ñanza. Siempre co n la mira puesta en lo factible
Transformando con entereza lo arcaico del mé-
todo. Adaptándose valerosamente a la fecha que
pide, en diversos casos, la remoción de casi toda
una fase histórica. Que no medre a la sombra de
favoritismos o complacencias. El mentor de so-
ciedades ha de enorgullecerse en la responsabili-
dad de su trabajo. Su pecunio máximo ha de re-
presentarlo el ascendiente en resípeto y persone-
ría que consigue a base de una probidad s i n m a n -
cha. Estar firme en la creencia de que su labor
se encamina por senderos de civilización no des-
mentida, por sitios en que se observe, con clari-
dad, el indicio de una arquitectura social y espi-
ritual de belleza sin paralelo. Enorme la carga,
trascendental lo que la compone. El maestro nece-
sita, en este "modus vivendi" escolar, del estoi-
cismo de Zenón. Pero no más que del estoisismo
en lo que él significa: impavidez en el sosteni-
miento del ideal. No del cuerpo doctrinario que
aquél propagara ardorosamente.
Hoy, más desarrollado el concepto del joven
en lo que atañe al orden práctico que rige al Uni-
verso, y debido esto a la intromisión de motivos
superficial o arteramente creados, se impone la
sagacidad de quien tiene en sus manos la prepa-
ración del soporte cultural. Porque hemos de ad-
mitir la precocidad del niño en la asimilación de
los asuntos que tocan, directamente, a su sensibi-
lidad emotiva. Su inquietud es agüijoneada de
continuo por el hechizo, a veces innegable, de lo

12
que le rodea. Se dice que ]a primera impresión
adquiere matices imborrables en el crecimiento
del muchacho; que en toda ocasión el gesto y ac-
titud mirados en la pantalla original de que dis-
pone el pupilo, ejerce proyecciones vividas e ine-
luctables en el curso de su existencia. Pues bien:
sí la atracción puramente material asienta su pre-
dominio en la actividad receptiva del niño, tanto
más difícil es el sometimiento de él al sistema ¡ns-
truccional a que pertenece, forzado, antinatural,
hermético. Desde luego ese es el origen de la di-
ficultad en que el maestro se haya para inculcar,
en sus alumnos, el enfocamiento de las premisa?
a que obedece. Si hay empirismo en el chico
lo hay el cuádruple en su educador, pero en éste
agravado por no fundarse en el proceso ordinario
que sigue el niño en su anatomía, ampliada de
seguido y en la explosión periódica de nuevas fa-
cultades. El preceptor batalla auxiliado de pro-
posiciones que no son correlativas a la naturaleza
del educando. El uno y e l ' o t r o han de variar ra-
dicalmente. Al niño corregirlo en razón del inte-
rés de su patria, que es él en su índole de sujeto
social. Al maestro amanerarlo en las variantes
del chicuelo, en las rutas de cuando en cuando
desesperantes, que toma hasta su formalización
como hombre.
Desarraigar la influencia de la costumbre es
itarea de idoneidad. En ello fracasan, por falta del
mencionado don, seres que, sí podrían figurar con
singulares perfiles en otro ramo, se dedican des-

13
graciadamente para la sociedad, a la escabrosa
faena de hacer, en el ^embrión molecular a su cus-
todia, al obrero, al agricultor, al comerciante, al
estadista del futuro. No se colige de lo anterior
que exigimos de¿ maestro la profundidad del eru-
dito. Lo que no s preocupa es que él o los que
tengan bajo su mando a los constituyentes de la
nación dinámica de más adelante, valoricen la idio-
sincrasia del panorama en que se mueven. Que
digan a sus conjuntos la obligación de dirigir el.
estudio por aquellos rumbos que otea la lógica del
minuto, estimularlos en la verificación de 1 0 que
integra sus vocaciones sanas y cuerdas; en resu-
men; conducirlos al montículo de la superioridad
a que se destinan los voceros del pensamiento.
Por esto Rousseau, en su obra "Emilio", interpre-
tada ¡sintética {pero , exactamente por F r a n -
cisco Vial (1), nos dice: "No sabemos nunca colo-
carnos al nivel de los niños; no entramos, en sus
ideas sino que les atribuímos las nuestras y, si-
guiendo siempre nuestros propios razonamientos,
con verdades eslabonadas sólo amontonamos en
sus cabezas extravagancias y errores". Nadie des-
cribe con tal viveza la situación de la pedagogía
de su época que es., con ligeras transmutaciones,
similar a la que pertenecemos.
Loable, desde todo punto de vista, el holocausto
anímico, *en no pocas circunstancias físico, y ello
(1).—Feo. Vial: "La D o c t r i n a E d u c a t i v a de J. J . R o u s s e -
por arrastre, del maestro, Su gestión en lo concer-
niente al climax cultural de la s sociedades, no
cuenta, raras excepciones, con un incentivo pal-
pable. E n la mayoría d e las incidencias a que está
ligado en su trajín, no recibe de ]a colectividad el
aplauso que tonifica y entusiasma para la prose-
cución. En diversas oportunidades, innoblemente,
se vilipendia el sentido de su programa en el auia.
Si innova, es el oficialismo su censor cruel y envi-
dioso. No se aceptan novedades que provengan de
la bajura; ellas deben elaborarse en los gabinetes
del que manda, del que en un noventa y cinco
por ciento de su "gestión" vegeta largo de las
necesidades de sus compatriotas, ignorante de las
bulliciones de su pueblo. Y si el preceptor no se
circunscribe más que a la firmeza del régimen
instruccional en boga, poniendo a su servicio bríos
y desinterés personal, se le holla con severidad de
parte de los enemigos de su J e f e superior. Al
ejecutar su apostolado no carece del epíteto que
muerde e introduce el dolor. Tampoco le faltan
las mofas de discípulos y padres en el apogeo del
troglodismo. Su lección es patíbulo. El patíbulo
que la noche forja al día, esa pugna eterna en que
oarticipan las tinieblas y la aurora sin nubes que
la cieguen. Ahora bien: si ello porta en sí el esco-
zor que radica en la impotencia del que no sabe
o saben, nos es indispensable aceptar algunas de
las frases que estos evacúan, por cuanto son re-
flejos de un realismo que pasma.
¿Por qué sostenemos tal criterio? Sencillamen-
— 15
te porque, en esos paraninfos que hormiguean,
hay maestros que envilecen la seriedad de su que-
hacer. Descarados y cínicos. Otros que, en si* nur
Jidad por valuar el instinto del muchacho, le ad-
judican u n cariz reñido con los más viables de
los axiomas que el individualismo natural infor-
ma. Se sumergen en la aridez del dogma y lu-
chan, tesoneramente, por convertir, a la simetría
del rebaño, la personalidad que se desboca en el
ansia de su manifestación singular; en el rasgo de
destacarse que es inmanente a la complexión del
hombre. Estas son las causas por las que se nos
ocurre justa la palabra de varios críticos. No tra-
tamos de velar lo que es cristalino. En toda orga-
nización por depurada que sea, abunda el micro-
bio que la corrompe. Peligroso que se desbande
porque sofoca la amplitud abstracta o concreta
del que renueva. Al expandirse sin nadie que lo
frene, si justificamos la detracción de que es víc-
tima el maestro y sus dirigentes.
Al decirnos Spencer que el fin primordial de la
educación es "enseñarnos a vivir la vida plena",
(1), se formalizó un principio que desde años
venía mortificando la. intuición de educadores e
instructores. Y decimos esto último porque lo que
se aplica a la educación es susceptible de apare-
jarlo a la instrucción. Aquella nos faculta para
el vivir sociable, para el estrechamiento de rela-
ciones legítimas, con la muchedumbre conocida o

( 1 ) — H . S p e n c e r : "Educación' I n t e l e c t u a l , M o ; a ] y F í s i c a "

1.6 -
anónima. La última nos eleva hacia una prepo-
tencia legal hasta un baluarte en que el hombre,
en la modestia que le brinda su mentalidad culti-
vada. percibe el quesjido de las masas y se decide
a su vindicación parcial o total, espiritual o física.
Esta, paira nosotros, es la primicia de la cultura.
La educación, por consiguiente, es el 'comienzo de
la sabiduría; la instrucción: ella en lo cabal (1).
Si ha sido factible para algunos el impreg-
narse de ideologías y doctrinas redentoras, que
sas hermanos, comunidad precisable. se benefi-
cien de su práctica que es "la vida plena". Sola-
mente el que sabe es incapaz de anegarse en el
absurdo de la egolatría v es él, no más, el que
puede domeñar los estallidos del subconsciente
atrabiliario, salvaje. El que conoce lo vano de 1;
ostentación se halla en_la plenitud de la gloria;
él n¿ es juguete de lo artificioso que tiene el glo-
bo ni juega con la desgracia'de los que de él pen-
den. Sabemos que uno de los privilegios del ins-
truido es '.a humildad que patentiza en los pro-
cederes. El conocimiento, por lo tanto, descubre
el objetivo de su decurso: enaltecer el confalón
de los caídos, de los desventurados en lo anímico
y en lo corpóreo.

( j ) — D a d a la c o s t u m b r e establecida e n ¡u a c t u a l i d a d
de c o n s i d e r a r la educación y la instrucción como
t é r m i n o s d e i d é r t i o o significado, y p a r a n o c o n f u n -
dir a riuesliios lectores jóvenes, er. lo sucesivo
t r a t a r e m o s en f o r m a i n d i s t i n t a a m b o s vocablos.
C> n o s p e r d o n e n los a c a d é m i c o s .
— 17
Si esos son los bastiones y afanes de la edu-
cación, démosle el apoyo de nuestro afecto y ad-
hesión incondicionales. Con esto contribuiremos,
lógicamente, a la hechura de una jerarquía del
intelecto que se nombrará: cúspide de la razón
teísta. No nos abstengamos de correr al .sosten:
miento de bases que nos han de separar, de los
que nos precedieron, por una lejanía de milenios
Eso sí no actuemos, es imperioso advertirlo, con la
premura que un falso raciocinio nos muestra. La
sujeción a las disciplinas del alma se manifestará
por la certeza de que son fecundas; no por la su-
gestión lisonjera del paralogismo. Mucho tiempo
demandamos al que se disciplina mentalmente
con la sinceridad de convertirse en adalid de los
que piensan. Enormes sedimentos, abandonados
por décadas de niebla y horror, tropiezan con los
que laboran en persecución de una era non plus
ultra; de una colectividad humana y humanitaria,
como la esbozara un Sócrates para los suyos y
un Cristo para nosotros. En ambas una corona de
cielo. Convenzámonos pues de los atributos que
revelan las teorías de avanzada y así procedamos
a la ascensión que en ella está la feliz cumbre
que Dios promete a sus hijos en la trayectoria te-
rrena: la cimera desde donde se divisa el reino da
lo empíreo, el umbral de inmortalidad bíblica que
atraviezan los que vibran al ritmo de io genero-
so, de lo sublime. A esto tiene que propender la
misión de! hombre, a "vivir la vida plena" de
Spencer.

•8 —
Volvamos. Aquel que bajo el influjo del re-
tórico o los ensueños de la quimera se substrae al
disernimiento y se reduce a la caza del imposi-
ble, es victimado por su propia superficialidad.
Penetremos en la entraña de lo que nos conmue-
ve. Midamos los alcances de su próximo desplie-
gue. Nos será dable bastantear el poder intrínse-
co de la figura que nos sugestiona. Sentados en
pedestales de granito hagamos el examen del
mundo. Así nos convendrá la experiencia que de
él provenga. Que el maestro estampe en el edu-
cando la afición a lo que le circunda, pero en lo
que eso tenga de superlativo. Nada de formalis-
mos ortodoxos que anulan al pequeño; ni el re-
cargo de asignaturas que más que alargar, estru-
jan y ridiculizan el destino al embotarse el cere-
bro. La -crudeza o el bienestar del segundo que
vive; iniciación del niño en las alternativas del
existir. No ilusionarlo con utopías; tampoco neu-
tralizarlo contándole, exagerando," la maldad de
sus congéneres. Sólo la VERDAD ha de relucir;
la verdad que es la glorificación de EL.
No nos contradecimos en nuestra tésis. Y por
no faltar los que creen que localizan confusiones
en este "discurso", decimos: es necesario el libe-
ralismo pedagógico. Lo aceptamos. Por eso nos
, desespera el conservatismo que detiene al vigor
latente de la escuela de hoy. Pero de ésto a] des-
plazamiento del molde preconizado por Jesús, en-
carnación del hombre-HOMBRE. hay una dife-
rencia incognoscible. Nos interesa exclusivamente

— 19
3a valorización continua del ser y ella no será,
palpable si no se endereza en emulación relativa,
cabe el adjetivo, del más perfecto de los hombres;
de] que es paradigma constante, hasta la consu-
mación. del universo y aún allende. No hemos
elogiado religiones ni sectas. Nos fundamos, sim-
plemente, en la ética del que le dió a los que ra-
zonan la plataforma de la coexistencia diáfana,
sin torrentes de sangre para enlodarla. Si recu-
rrimos a la Biblia, en cierta oportunidad, es de-
bido a que la apreciamos condigna al ensanche
horizontal y vertical de los conglomerados, de
Jos que lidian por desenredar los nudos que se
interponen a la dilucidación del misterio. Mien-
tra no topemos con el marasmo que otros le ad-
judican, sus vocablos serán a manera de pendo-
nes de las huestes que cercenan la oposición de
Jos necios y atrofiados. Mientras no se nos ofrezca,
con elocuencia insuperable, la falsedad de sus
principios, para nosotros constituirá el epítome
de las ansiedades del hombre. No deseamos, es
urgente anotarlo, la entronización de la enseñan-
za religiosa sin distingos en lo relacionado con la
fe de los escolares. Esto implicaría el absolutismo
de las ¡generalidades que. obstruyen. Que se di-
funda en los que voluntariamente quieran perci-
bir el caudal de la teología libre o sectaria; esto
no es de nuestra incumbencia, es decir, la defini-
ción de sus caracteres, pero a los que gustan de
la franqueza, allá va: preferimos la libre porque
libre será ej que la acoja. Tampoco prohijamos su

20
oficialismo dado lo que es el individuo en sí. El
nos garantiza en lo que sigue: el hombre intuye,
y nos parece acertada la dicción, el conocimien-
to de Dios. Lo siente en la periferia que l e en-
vuelve, en lo inconmensurable y armonioso de la
belleza natural, en la euritmia del cosmos, en la
precisión matemática de las eclosiones todas, en
la exactitud de las variantes astronómicas, en el
día y la noche; en colofón que maravilla: en la
contextura espiritual y material que lo acredita
como ser que es.
Al estar seguró el hombre de que piensa, de
que se califica él mismo en sus dones y sentidos,
de que su razón le permite caracterizarse, alza
sus ojos al infinito e imagina al Hacedor de su
complexión psíquica y corporal, y de lo que guar-
da contacto con sus órganos; al constructor de la
tierra y el espacio, de la flora y la fauna, de la
vida en suma.
Por esto no somos partidarios de la ense-
ñanza religiosa, uniforme. No es imprescindible
admitiendo el hombre, racionalmente, la omni-
presencia de un más allá. Y si la ciencia se enfila
en pos de la perfectibilidad, no es aceptable la
contraposición medular que afirman radica, en-
tre alma y materia, elementos de valía. Ellas se
complementan en el escudriño de la verdad; parra
nosotros: el encuentro con Dios, explicación de
todas las cosas. Aclaramos: ni el sensualismo mor-
boso de Locke ni el idealismo extremista de
Berkeley. Proclamamos el eclectisismo histórico
en 3o referente a medios. Adaptarnos a aquellos
regímenes que nos parezcan imbuidos de u n a
lógica irrefutable, es síntoma de redención por-
que la lógica nos remite a Dios. Nuestra pose en
el debate se ha clarificado. Esperamos éste sea
el juicio del estimable lector.
SEMIESCOLASTICOS
La t o n a l i d a d s u p e r a t i v a del
e d u c a d o r t i e n e q u e desper-
tar, e n el a l u m n o , u n a in-
q u i e t u d f e r v o r o s a p o r el i n -
finito.

N e¡ capítulo anterior nos fué posible


t r a t a r de un t e m a y, a u n q u e lo hici-
mos con a l g u n a p r o l i j i d a d , no p o r ello
cubrió la dimensión de n u e s t r a s disquisiciones.
En estas líneas nos e s f o r z a r e m o s en a g o t a r la
cuestión.
F o r m a l m e n t e nos asalta la idea de h a b e r
desnudado, ante el f a v o r de nuestros lectores,
la ansiedad y el entusiasmo que nos e m b a r g a .
Ecuación inexplicable p a r a muchos. P a r a d o j a
de simientes v e r t e b r a d a s en la seguridad de lo
que se d e m u e s t r a , decimos nosotros. D e j a m o s
escapar un soplo de e s p e r a n z a en lo concer-
niente al f u t u r o del orbe. Cuando todo p a r e c e
desmoronarse b a j o la p e s a d e z de lo incons-
ciente y lo yerto, f u l g u r a el destello de lo que
se asienta en ¡a robustez del espacio y del

— 23
t i e m p o : , el valor de i a vida. Así como la an-
siedad aniquila, el entusiasmo remueve los es-
combros p a r a edificar el t e m p l o de lo que se
considera digno y justo. La ecuación que nom-
b r a m o s posee r a í c e s que a diario se observan.
Esta es la causa por la que creímos indispensa
ble s o n d e a r l a .
La lucha es a r d u a . Se acrecienta al vai-
vén de los desidiosos, de los irresolutos. Por
eso a y u d a m o s a m i n a r el p u n t a l que los íecun-
diza. N u e s t r a r e f e r e n c i a se dirige, es obvio, a
los vicios que, en lo que obedece a los p r o g r a -
mas de la educación total, e j e r c i t a n los peda-
gogos del día; a ese hermetismo y a f e r r a m i e n t o
a conductos que, en lo arcaico de sus ponen-
cias, descalifican la m a g n i t u d del progreso
que es emblema o consigna de los entendimien -
tos de e n v e r g a d u r a . I n v e t e r a d o el preceptor e
inveterado el sistema.
Si Santo Tomás de Aquino organizó y dió
color a la filosofía escolástica, haciendo de
Aristóteles el f u n d a m e n t o de su preceptiva,
innegable es xjue lo hizo respondiendo, con sitó
privilegios bien p o n d e r a d o s , al p a n o r a m a que
el p r e r r e n a c i m i e n t o impuso. Pe.ro si éste pro-
p i a m e n t e dicho f u é la consagración de la liber-
t a d subjetiva y el divorcio del pasado claus-
t r a l , q u e d a r o n f l o t a n d o , como vestigios ame-
n a z a d o r e s y en discípulos pequeños de fibra,
analítica, rescollos de lo ido; c a s a m a t a s del
atraso que otrora p r o f e s a r a n los más con sin-
gular b e a t i t u d . Y así, f a s e t r a s fase, siglo trj.u

>A -
siglo, el escolasticismo ha hecho ostentación
de un poderío único. H a debilitado g r a n d e -
mente la afición del h o m b r e por las cosas de
su p e r s o n a l i d a d d i s p u e s t a . a lo voluminoso. Lo
ha e n t r e g a d o a lo turbio y p a r a l i z a d o r de su
doctrina, a la r é m o r a a que nos ligan las co-
rrientes imperialistas del medioevo. El maes-
tro, lacayo del sofisma y de la tradición nuga-
toria, no h a podido salvarse. Mucho menos ha
conquistado la salvación de quienes en él con-
f í a n . H a seguido la ejecución p r a g m á t i c a de
voces que, p r o n u n c i a d a s seiscientos años atrás,
aún r e s u e n a n con ecos que despiertan emocio-
nes y promueven el a b a n d e r a m i e n t o . T o d a v í a
escuchamos el ditirambo al cuerpo vetusto de
concepciones que f u e r o n y quieren ser. Se oye»
el cántico a la moral longeva que t r a t a de en-
f i l a r n o s en la procesión f a n t a s m a g ó r i c a de los
que la s e c u n d a n ' c o n s c i e n t e o inconscientemen-
te. Unos por lucro; los más p o r ignorancia. Así
se escucha, a t r a v é s del éter, la a l g a r a b í a de
tonos que desea imprimir e imprime, en la des-
orientación ambiental, la suya que vence fen
condiciones de descaro. Es un alma que en la
soberbia de f a l a c e s metempsícosis se desvela,
por r e e n c a r n a r en un ciclo que ya se e n f r e n t a
al comienzo del positivismo regulador, sabio.
Lo a c a b a m o s de d e c i r : cunde la desorientación.,
pero ella se acerca a la era, del trato amigable
y f r a n c o , sin eufemismos ni especuladores que
la desvaloricen en el consentimiento de los di-
rigentes de la intelectualidad, o sea que. por
la opinión f a v o r a b l e de ésta, se tergiversen los
b a r r u n t o s de un nuevo mundo, feliz, humani-
tario. Allí a r r i b a r á la b a r c a que. nos conduce.
T r e m e n d a es la presión de lo anacrónico.
A d m i r a b l e la resistencia de lo que nace. Aquél
se abona, por lo general, la predilección del
temeroso, del pusilánime que se oculta a los
e m b a t e s del descubrimiento veraz. El otro, ga-
llardo en el convencimiento de que es r e d u c t o
de lo dinámico, del e m p u j e de las comunida-
des h a c i a la e t a p a del esplendor. La concate-
nación de juicios que colman el libre juego de
los " c o n j u n t o s h u m a n o s " en su ansia de d a r s e
una existencia c u a j a d a de felicidades, nos está
alineando en la prosapia de lo hidalgo. Pero
esa libertad de opinión, rectificamos, no es de
índole total, Se singulariza en los conglomera-
dos que se e x p a n d e n al c o n j u r o de las transpo-
siciones cotidianas. Los otros, los más, no sal-
t a n la b a r r e r a de lo tradicional, de lo que sos-
tiene las posiciones, ya corrompidas, del ayer
negativo. Este es el yer^o del escolasticismo y
el de los que se ensimisman en materializarlo.
Podemos v i t u p e r a r , con largueza, el siste-
• Tíia instruccional vigente. Generación tras ge-
neración ha sucumbido por el desgaste inútil
de sus vitaminas. H a habido prodigalidad en
la adopción de a s i g n a t u r a s infecundas. Ya lo
d i j i m o s : domina la. simetría del rebaño. Al
muchacho, ávido de luz y diferenciación, se le
e n g o l f a en las peripecias uniformes del círculo.
Si él se hace acreedor a una atenta vigilancia

2 6 -•
de su maestro porque sus méritos se evidencian
relevantes, un llamado de atención p a r a q u e
siga el curso de sus Compañeros es lo más a
que se dispone quien lo dirige. La psicología,
base del p r e c e p t o r integral, no d e r r o c h a su
conveniencia en el minuto oportuno. Si el pu-
pilo sobresale en esta o a q u e l l a dirección, tie-
ne que prescindir de lo que le obsesiona y en-
c a j o n a r s e al toque de lo conventual. Lástima
el r e l a j a m i e n t o espiritual que política como
esa ocasiona.
El p r o f e s o r ha de e n c a r n a r lo completo.
De esto partirtios hacia el elogio de las medi-
das unipersonales en lo que a f e c t a al niño o
al adulto. Si completo es el p r o f e s o r , completo
debe ser el que estudia a su calor paternal. Si
el a l u m n o se p r e o c u p a por algo instintivo o cir-
cunstancial, si descubre f a c i l i d a d e s que le son
vocacionales, o producto del hechizo externo
qué de inmediato le asalta f o r z a n d o su reserva
en latencia, h a de estimulársele en la persecu-
ción de su fin. Con esto se le convierte en un.
entusiasta por lo nuevo, por lo que a t r a e en su
originalidad. Se robustece el a m o r a sus auto-
creaciones y se torna accesible a un t r a t o favo-
r a b l e con el resto de sus s e m e j a n t e s . Este niño,
percibiendo el beneplácito que p r o d u c e su con-
fec Clon, G6 t r a n s m u t a r á en sostén del progreso
cósmico. Si el maestro c o m p r e n d e e impulsa
sus pasiones no b a s t a r d a s , el dinamismo del
e d u c a n d o i n u n d a r á la jurisdicción de la masa,
de la comunidad o de la comunión que nos de-

- 27
finiera» magistralmente, Gurvitch ( 1 ) . Porque
es i n d u d a b l e la presencia de esos e s t r a t o s cla-
sificados, en la sociabilidad.
Se ha logrado entonces, m e r c e d al concur-
so de una idea y de un p e d a g o g o r e s p o n s a b l e
y lleno de fruición por los propósitos de aque-
lla, e n s a m b l a r un nuevo p u n t a l en los a n d a -
m i a j e s a c e r a d o s de la evolución. Así, corrien-
do sobre la p l a t a f o r m a de estos cánones, se
f a c i l i t a r á la obtención del destino n o m b r a d o
superbo. N u n c a con el auxilio de otros usos
No divagamos. No son ilusiones las que nos
impelen a sentar p l a z a como e m b o r r o n a d o r e s
de h o j a s de p a p e l . Lacónicamente, eso sí, es-
cribimos lo que b r o t a de nuestro a n d a r por el
laberinto de las teorías y de las prácticas.
En la escuela de hoy, seguimos, r a d i c a n
segmentos de a n t a ñ o . Con vigor no disimulado
se e y a c u l a n en los recipientes del día. Hay
adornos que ciegan y nos agobia el expresar-
lo. P o r doquier notamos a los exponentes d s
la p l é y a d e de " d o c t o s " que d e s t r u y e n la r e a -
leza de lo" afirmativo. Se gozan en la f a l a c i a
que sustentan y en la ramificación que extien-
den por los ámbitos a su custodia. El joven,
una vez satisfecho el período correspondiente,
no a b a r c a m á s pretensiones qiíe las de circuns-
cribirse a la ecolalia que le hacen a p r e n d e r ,
esto es: le da " r i e n d a s u e l t a " a la constancia
imitativa" que le f u é g r a b a d a en el aula. El
<1) G e o r g e G u r v i t c h : " L a s f o r m a s de la socíabi'.i'íj.«!".

28
a b a n d o n o o sustracción á la f é r u l a de ella y el
dedicarse a las disquisiciones que d e s v a n e c e n
ei espasmo, se ofrece, a sus ojos, c a r e n t e d e
significado vital. ¿No es de importancia el
brindar a los h o m b r e s comodidad y b l a n d u r a ?
¿Es que las multitudes tienen que v e g e t a r dé-
cada por d é c a d a én la inanición y en la obscu-
r i d a d ? Ello p a r e c e a s e g u r a r n o s la actitud d e
ios que d a n z a n al son de la a m a l g a m a escolás-
tica.
Craso error el de los gerentes m e n t a l e s •
que se ocupan en el practicismo de los d e s a t i -
nos del pretérito. Colaboran, sin rival, a aumen-
t a r el desquicio que enumeramos, cuando de-
berían solazarse en el robustecimiento del " a n -
t í d o t o " que se columbra p a r a m a n u f a c t u r a r el
e n g r a n a j e del coexistir venturoso. La enseñan-
za psicológica individual, p o r n a t u r a l e z a , es la
d e s i g n a d a p a r a a r r u m b a r a las sociedades.
Sí el niño, por ejemiple, resulta un dile-
t a n t e apasionado, désenle los medios que lo
r e f i n a r á n . ' Si m u e s t r a gusto y disposición p a r a
el cultivo manual o intelectual, el Estado h a
de auspiciar, en lo económico, el cariz del es-
tudio exigido; también g a r a n t i z a r el lapso que
su condición (psíquica racional d e m a n d e . . Por-
que es de suponer la v a r i e d a d de años que t a r -
d a r á n , m u c h a c h o s de la misma e d a d , en recibir
su diploma. Y es en el discernimiento de las
respectivas f a c u l t a d e s de sus alumnos en don-
de "se pone a p r u e b a " , y d u r a ciertamente, la
e n t e r e z a y p r o f u n d i d a d del mentor. Medirlos

— 29
en el g r a d o en que les a t r a i g a la literatura tLi-
na, la filosofía, la teología, las ciencias etc., es
empeño de corazones abiertos por su compene-
tración de los problemas del hombre. Pero sí
no d e j a m o s de a p r e c i a r la dificultad de la me-
dición a que nos referimos, v e r d a d es que el
maestro, >por su convivencia estrecha, diaria
con el educando, cuenta con un diapasón único
p a r a el cometiído. El, m e j o r que otros, se cer-
ciora de los motivos que sacuden la intuición
del infante. Poseyendo un récord de las carac-
terísticas que continuamente desenvuelve, lo
iniciará exitosamente en la comprensión det
orden que lo absorbe. De esta m a n e r a el indi-
vidualismo se crecerá, no en el aspecto disol-
vente en que se ha revelado hasta la f e c h a ,
sino en la interpretación verídica que le es
p e c u l i a r : bastión de las uniones instituciona-
les; comienzo y terminal de las c o m u n i d a d e s
que obran ipor la razón.
P a r a la práctica de nuestras ideas pues,
el estado tiene que echarse sobre sus espaldas
el costo ordinario y e x t r a o r d i n a r i o ; la refor-
ma h a de venir de arriba porque sólo este ex-
t r e m o a b u n d a en la posibilidad de hacerlo. Y
no sólo su costo m o n e t a r i o ; él debe crearla, en
todo rumbo, como obligación de mayor pronti-
tud en su t a r e a de acondicionamiento de los
que lo dignifican. Que la juventud se someta
a la volición que la p u n z a : que la voluntad del
s u j e t o se amplíe en la consecución de lo que Lj
f u e r z a internamente. Eso sí. e! estado tendrá
30
que s u p e r f i s c a l i z a r o m e j o r ; g o b e r n a r el desa-
rrollo de las vocaciones. En este sistema la pru-
dencia o c u p a r á sitio dominante. Como en todos
los que se a f a n a n por la innovación, los peli-
gros le acechan. Sus trillos d e n u n c i a n escepti-
cismos de m o n t a . Y no es p a r a menos si pen-
samos un segundo siquiera, en la p l u r a l i d a d de
contexturas morales y anímicas que pululan,
desorientadas, en la inmensidad de los conti-
nentes. D e j a r el desenvolvimiento absoluto del
homo sapiens a un autoanálisis, es a v e n t u r a r s e
a que el mal o las pasiones de estiércol, se es-
tiren en persecución del h o r r o r y la t r a g e d i a .
El h o m b r e posee g r a n d e s bienes; t a m b i é n f a -
bulosos abismos. E d u c a r a los primeros rele-
g a n d o a los segundos es e p o p e y a de s e m b l a n z a
épica. Contados son los hombres que ostentan
la aureola de su propio dominio en regalo al
bien. No permitamos que ellos d e s a p a r e z c a n
de la f a z de la tierra. Es n u e s t r a s a g r a d a obli-
gación, al contrario, f o m e n t a r sus legiones.
En lo que a t a ñ e al aspecto p u r a m e n t e fí-
sico, la escuela ha de p r o c u r a r la intensifica-
ción de él. La p e d a g o g í a actual sí ha obtenido,
en este asunto, un visible progreso a u n q u e ca-
ben castigos que pesan. Haciendo nuestras las
doctrinas de eminentes ipedagogos, clásicos y
modernísimos, consideramos p r e m a t u r o , en ni-
ños de siete u ocho años, la aplicación de pos-
tulados que p o r su esencia cerebral producen
una ataxia a veces incurable. Así como endil-
gamos aa aplauso al positivismo individual, lo
extendemos, simultáneamente, a la biología
hoy en auge. Es ineludible, en h o m e n a j e a la
p u r e z a de la r a z a h u m a n a , d a r al niño, en los
primeros tres o cuatro años de la edad que se
tilda escolar, un e n t r e n a m i e n t o corporal que lo
h a g a apto p a r a el d e s e m p e ñ o de sus labores
m a n u a l e s etc. Nosotros a d m i r a m o s el t r a b a j o
de Ja escuela semiescolástica en lo r e f e r e n t e al
punto de discusión ( 1 ) . Lo que nos p a r e c e dig-
no de castigo es su olvido de lo que f u n d a -
m e n t a a la e u g e n e s i a : el alimento. Las institu-
ciones escolares del pasado, todas, y m u c h a s
de nuestra era, un noventa p o r ciento, descui-
d a r o n y descuidan si no la salud directamente,
los medios o comestibles que son soporte d e
ella. No es el efecto lo que h a y que s u p r i m i r ;
es la causa que lo procrea. D a d a la actividad

(3). Semiescolástico llamamos n o s o t r o s al p e r í o d o


i n t e l e c t u a l q u e p a r t e de la R e v o l u c i ó n f r a n c e s a y liega
a los c o m i e n z o s del siglo veinte. Y le d a m o s ese califi-
cativo p o r q u e si cierto es q u e a q u e l m o v i m i e n t o de-
r r u m b ó las c o n q u i s t a s d e la E d a d Media, n o le f u é po-
sigle c a m b i a r , r á d i c a l m e n t e , los l i n e a m i e n t o s morales,
a n í m i c o s etc., consolidados d u r a n t e cientos d e años. T a n
es así q u e poco t i e m p o d e s p u é s d e la" caída d e L u i s X V I
se e n t r o n i z ó , con ¡a a y u d a d e m u c h o s q u e b r e g a r o n p o r
•la i m p l a n t a c i ó n del r é g i m e n r e p u b l i c a n o , el I m p e r i o
napoleónico. Ñi e s c o l a s t i c i s m o - f r e n é t i c o n i l i b e r a l i s m o
h u b o en la e d u c a c i ó n d e la época: f u é u n semiescolasti-
cismo, u n a mezcla d e p r e t é r i t o y p r e s e n t e lo que o b t u -
v o la s u p e r v i v e n c i a . P o r t a n t o , c r e e m o s n o caer e n
n i n g u n a f a l s e d a d al e s t a m p a r la d e n o m i n a c i ó n en cues-
tión.

i2 —
social que adherimos a nuestro enuncio docen-
te, la e n s e ñ a n z a h a de intervenir, sin a m b a g e s ,
en la vigorización de las jóvenes generaciones.
O j a l á , es convicción nuestra, la física a d q u i e r a
un vistoso absolutismo en el devenir de la in-
f a n c i a y precedido, sí, de la a d e c u a d a alimen-
tación que salva de la demencia y el oprobio
cívico, a la c i u d a d a n í a . Estamos seguros d e
que con un a p r e n d i z a j e sistemático de los dife-
rentes ejercicios musculares, la estirpe indo-
latina i r r a d i a r á competencias decisivas en los
t o r n e o s del cuerpo. El exorno fisiológico d e
n u e s t r a gente es encomiable. G r a n n ú m e r o ' d e
pueblos americanos se r e v e l a n orgullosos del
tipo que c ó n s e r v a n ; tipo atlètico y p e r s p i c a z ,
émulo de Apolo en sus dotaciones c a r n a l e s e
hijos preclaros de la M a d r e Sabiduría en su
apetencia de i n d a g a r , de saber... No f a l t a más,
p a r a su introducción en todos los países d e
América, que el interés de los Gobiernos (por
la robustez de lo anatómico, que es también
base de la elegancia del espíritu y de sus cuan-
tiosas creaciones.
La alimentación, r e d u c i d a y pobre en can-
tidad y calidad, no responde, en consecuencia,
al desgaste que s u f r e n los m u c h a c h o s al t e n e r -
los, d u r a n t e dos o t r e s m e d i a s horas, en demos-
traciones calisténicas que más que a j u s f a r , ener-
van las f i b r a s de sus ejecutores. Lo cuerdo en
estos p r o b l e m a s es que la administración pú-
blica, s a b e d o r a del m a t i z de su misión, conce-

— 33
da al a l u m n a d o que e n f l a q u e c e en la Indigencia-,
el sustento que lo coloque en igualdad de cir-
cunstancias p a r a lidiar. Es el pequeño el bene-
ficiado rectamente; el E s t a d o a la l a r g a . La
g r a v e d a d de esta situación no es p a r a escu-
d a r l a . En m u c h a s localidades contemplamos
columnas de chicuelos que, luego de un hora-
rio de dureza mental sin par, languidecen b a j o
la f é r u l a del t o r m e n t o físico. Si la nutrición es
a b u n d a n t e y rica en vitaminas, el cuerpo ren-
dirá el máximo de resistencia, y el alma, en la
t r a n q u i l i d a d y esplendidez de su órgano exter-
no, se a c e r c a r á irremisiblemente al cumpli-
miento de sus deberes. Quedamos, por lo tanto,
en que el "men sana in corpore s a n o " de los
latinos es de efectividad s o r p r e n d e n t e en su
cotejo con el hombre, con lo que éste es.
Si el cuerpo es endeble, la inteligencia,
si bien no se desvanece, se circunscribe a la
p o q u e d a d . Se e n m a r a ñ a su libertad de engen-
drar.
N u e s t r a posición, sostenemos, es concreta-
ble en la siguiente f ó r m u l a : alimento puro y
s o b r a d o ; consiguiente desarrollo material, des-
de la edad lectiva según el ordenamiento ac-
tual, (siete años) h a s t a los diez en que sí se
iprepara al niño p a r a un esfuerzo tenaz y va-
riado. De los once en a d e l a n t e imposición pau-
latina, de conformidad con la cadencia evolu-

34 -
tiva del joven, de las a s i g n a t u r a s que p a r a
S p e n c e r (1) son útiles y no simplemente a g r a -
d a b l e s ; de aquellas que convierten al educan-
do en un h o m b r e al servicio de la c o m u n i d a d ,
y no en parásito i m p r e g n a d o de conocimientos
abstractos, que se nulifica en el á g a p e , en la
conferencia, e n la reunión de amigos o de f a -
miliares p o r q u e no asimila la realidad de sus
íntimos, de su ambiente. Que se desplace d e
la instrucción la n e c e d a d , hoy p r e p o n d e r a n t e ,
del idioma extraño que d e p r i m e al m a t e r n a l ,
al que nos h a permitido e n c a u z a r n o s . Que
se d e j e p a r a los r a t o s de ocio y como un j u e g o
o m a l a b a r i s m o del desocupado, la confusión
de la lengua e x t r a n j e r a que se t r a t a de po-
seer. A n t e t o d o h a de h a b e r e s p o n t a n e i d a d .
Que se b o r r e n las impertinencias del r e c a r g o
de lucubraciones que constriñen la voluntad
del estudiante, en d e t r i m e n t o de lo que está
correlacionado con sus deseos intrínsecos.
Los idiomas exóticos.—Cuánta insistencia
en este a p a r t e — . Que se enseñen si así lo p i d e
el que estudia. Eso sí que se dé (preferencia al
conocimiento del propio porque con ello se en-
riquece nuestro léxico, y no el de otra nación
no española". Que c a d a país h a g a s a b o r e a r a
sus hijos la sonoridad de sus vocablos. P e r o

(1). H. S p e n c e r : " E d u c . I n t e l e c t u a l , Moral y F i s i c a " .

— 35
que j a m á s se i m p r u e b e al niño que f r a c a s a en
su examen lingüístico no nacional, (1)
La experiencia nos indica, e n f á t i c a m e n t e ,
lo a b s u r d o de los preceptos imperantes. En
nuestros campos y ciudades se pone de relieve
el efecto del m é t o d o : bachilleres, otrora ador-
mecidos en la e s p e r a n z a de la utopía, enfren-
t á n d o s e a la a g u d e z a del existir; t r a b a j a n d o
la t i e r r a con p a l a s y picos que ellos e s p e r a b a n
serían libros y plumas. Si se les hubiera espe-
cializado p a r a la l a b r a n z a de las f i n c a s no
o b j e t a r í a m o s el movimiento que en ellas se
verifica,. Lo criticable es que se les hizo o cre-
yó hacérseles idóneos p a r a que condicionaran
el a v a n c e de las a r t e s , de la ciencia, de los cien-
tos de modos -que crean la civilización y la
cultura.
P o r tanto, después de comenzados los pe-
ríodos de alimentación suficiente y plenitud
corporal, qué se principie la educación que el
pupilo a n s i a ; la qpe él aprecia ineludible p a r a
sus cálculos; la que, naciendo al i n f l u j o d e la
naturaleza, del niño es complemento de ella.
Así c o n t a r á el m u n d o con a g e n t e s de reconoci-

(1). Reconocemos, en los días q u e c o r r e n , la im-


p o r t a n c i a d e ! inglés. T i e n e q u e ser así dada la política
d e d e f e n s a c o n t i n e n t a l q u e r e a l i z a n los E s t a d o s U n i d o s
d e A m é r i c a , p e r o ello no es m o t i v o p a r a exigirlo d e s -
p r e c i a n d o , corno se h a c e a c t u a l m e n t e , la g r a n d e z a del
n u e s t r o . P o r esto decimos, con r e s p e c t o a ios i d i o m a s
e x t r a ñ o s , " q u e se e n s e ñ e n si así lo p i d e ei q u e estudia"..

•36 -
d a a p t i t u d p a r a el d e s e m p e ñ o de las r a m a s d e
la sabiduría. No h a b r á empirismo en las a c t u a -
ciones. I n v e r s a m e n t e : un positivismo cabal
será el g a l a r d ó n ofrecido a las comunidades
de vanguardia.*
El escolasticismo debe e s f u m a r s e (porque
el s e g u n d o que nos a f i a n z a es de tensión no
vista años a t r á s . Se r e q u i e r e pues, la g a l l a r d í a
y solidez del b r a z o como lo i m p o n d e r a b l e de
la inteligencia que o r g a n i z a d a surca en pos del
hombre-HOMBRE.
Que los maestros analicen y corroboren,
con sus quehaceres, la proposición que los H a -
dos s u p e r p o n e n en la angustia del m o m e n t o .
E l l a no es m á s que la asimilación de las misti-
ficaciones de espíritu y m a t e r i a que t r a n s f o r -
m a n al individuo en sér no animal, d e p e n d i e n -
te de u n a voluntad, de una intuición, de u n a
r a z ó n que d e s g a j a el c o r t i n a j e de lo esotérico
o misterioso. Y esa t o n a l i d a d s u p e r a t i v a q u e
tiene que distinguir al maestro* h a de t r a s p a -
sarse al interés del alumno apocado, como as-
p i r a c i ó n de su vida. Inculcar a m o r a las f u e n t e s
de lo cognoscible. He aquí la belleza de nues-
t r a ortodoxia. Que el niño, p e r p l e j o ante el
p a r a d i g m a de su mentor, se encierre en la de-
voción de las p a l a b r a s que lo f o r j a n : espíritu
y carne.
H e r m o s a la teoría. Aún m á s hermosa su
.tangibilidad. No somos ilusos en sostener lo
— 37
llano de su aplicación. Son muchos los vericue-
tos q u e se a l z a n en la consecución de sus a f a -
nes. N a d a más que la contundencia de un a l m a
f i r m e y la h i d a l g u í a del corazón socavarán el
reino de la d e j a d e z . Sólo la s e g u r i d a d en las
r e s e r v a s del h o m b r e l o g r a r á la demolición de
órdenes r e n u e n t e s al individualismo empren-
dedor, m o d e l a d o conforme a los atributos del
bien que p e n d e n de su génesis. Convivencia
s a l u d a b l e ; conexiones, entre la masa, garanti-
z a d a s por la sublimidad del h o m b r e i n t e g r a l .
Este nuestro anuncio.
Nosotros, por lo t a n t o , admitimos lo a r d u o
de su entronización. No nos embelesa la proso-
p o p e y a de sus axiomas; no ignoramos cuán
a b u l t a d a s y groseras son m u c h a s de las posi-
ciones t r a d i c i o n a l e s del h o m b r e . Es " e m p r e s a
de r o m a n o s " el d i e z m a r a los que personifican
lo inveterado. P e r o el h o m b r e superior sí ob-
t e n d r á el premio que merece su p r o p u e s t a de
una h u m a n i d a d r e l a c i o n a d a por vínculos de
afección, a salvo de cizaña e insidia. Y sí lo
conquistará quien propone, con sobrado dere-
cho los que contribuyen p r á c t i c a m e n t e y a des-
pecho de la animadversión del troglodita.
El semiescolasticismo ha recibido un gol<pe
letal. A g o n i z a n t e como está, d e j a entrever el
f a s t o que correspondió a su era, d e j a que los
de hoy contemplen la esplendidez a p a r a t o s a y
e x t e r n a que c e g a r a el raciocinio de los suyos

38 -•
Ya no eclipsa, desde luego, con la intensidad
del a y e r aunque, en la opacidad del que mue-
re, le q u e d a n bríos p a r a cerciorarse de las
"luces f a n t á s t i c a s " que l l a m a n la atención del
h o m b r e de los siglos XIX y XX. C o m p r e n d e
Ja divergencia de rumbos, la bifurcación del
sendero que i m p l a n t a r a , unilateral, p a r a solaz
del medioevo m á s que p a r a lo moderno. H a
podido ver el desdoblamiento de sus (principios
secos, desconectados del realismo m u n d a n o , y
cómo tira o brinca la evolución en su peregri-
n a j e hacia las regiones de Dios.
E n t r a m o s en el positivismo de los nexos,
en la i n t e r p e n e t r a c i ó n de conciencias que ela-
b o r a r á , p a r a g r a c i a del individuo, la suprema
conciencia estatal: justicia de y p a r a los hom-
bres. Fulgorosa y t r á g i c a a la vez, la presen-
tación del escolasticismo e.n el escenario de loa
que viven m a r c a ya, con evidencia que rego-
cija, el acto último que es el de la pendiente,
no e n d e r e z a b l e , del ocaso.
Así nuestras vicisitudes y nuestros place-
res sentirán, en la p e r i f e r i a social, la m a n o
que nos alivia o la risa f r a n c a que nos secun-
da. No más protervia ni traición. Tampoco an-
t i g ü e d a d e s eñ la institución que se edifique.
El sér h a de posarse sobre p e l d a ñ o s que le
inciten a la obra de contornos esenciales. No
m a l g a s t a r sus dones en s u p e r c h e r í a s que con-
ducen al oprobio. Ceder al mendigo el bálsamo

- 39
de su filosofía, de sus percepciones realistas.
Qtïe si hay dualismo en su proyección se des-
o j e de «lía o que, en conjunción singular, lo
resuma en el amor a los hombres, criaturas
susceptibles de mejora sin límite.

-íü - -
DE LOS PADRES EN SU RELACION
C O N EL HIJO

El p a d r e tiene q u e ser es-


pejo de atributos podero-
sos d a d o el c a r á c t e r imita-
tivo d e la niñez.

UCHO se ha escrito acerca de ia influen-


cia que en la vida del niño ejerce la cos-
tumbre familiar. Algunos dijeron que el.
muchacho es lo que el nivel medio ético del ho-
gar quiere que sea. Todos han evacuado pare-
ceres que convergen. No obstante, nos conside-
ramos obligados a insistir, tal vez pobremente
pero llenos de gusto y franqueza, en este aspec-
to del uso privativo de los padres. Y lo hace-
mos también porque si lo dicho se funda en ta
observación diaria, se nota, juntamente, el cariz
de orden público, estadual, que va adquiriendo
la relación de los progenitores con sus hijos. Se
sostiene, categóricamente, que el muchacho pa~

— 4L
tentiza en sus portes callejeros la e d u c a c i ó n re-
cibida en su casa. Cierto es, y de aquí que las
doctrinas referentes a la pedagogía contemporá-
nea forcejeen en abrir, .a los postulados que ali-
mentan, la norma del encierro; esa desidia que
ponen de manifiesto, en miles de c a s o s , los que
a más de engendrar, timonean.
Pues bien: poseídos del fondo de la gestión
glosaremos la metodología seguida por padres de
de uno y otro bando, esto es: reaccionarios y van-
guardistas.
Si como dijimos al comienzo de esta obra, ei
escenario primero en que se desenvuelve el jc-
vencito es d e ' consecuencias en la mayoría de
las veces indeleble, la tradición y primitivez de
sus padres-ensombrece el fanal que ilumina la
ruta de las conquistas de oro. Si al n i ñ 0 se le
vapulea porque exterioriza su. pensamiento; si
se le trata de amordazar porque discrepa, aún
instintivamente, de la tesis, defendida por sus
hermanos o cualesquiera de los que con él ha-
bitan, ese chicuelo, en el paroxismo del dolor
que le infunden, se transmutará en harapo de la
colectividad. Saibemos de ¡excepciones a .nues-
tro juicio pero, como tales, resulta]! inaprecia-
bles ante todo si es nuestro empeño criticar las
debilidades del mundo. Por ello sostenemos la
condición de harapo con que se identifica el q u e
anda en atmósferas que le repelen. Suya no es
la culpa. Ella radica en el ningún concepto que
•de sus responsabilidades posee el padre. Si así

42
no fuera, e] orgullo de éste y su vanidad de maes-
tro natural harían del niño sustento de las ver-
dades que se t i l d a n inconcusas.
El hogar, por ende, es de capital importan-
cía en la formación del hombre. Su actividad* no
puede estar limitada; su función es la de hacer
del joven ciudadano útil y honrado. Debe bus-
car, como base de su constitución, el acicalamien-
to no interrumpido de los que lo complementan
en su índole de prole. Grande y seria pues, la
misión encomendada a los jefes de familia. Ellos
están en el deber de preparar al niño para en-
frentarse a la crudeza de la vida, con la decisión
y convencimiento propios de los que se valori-
zan, a sí mismos, sostén del acervo intelectual
del universo. No se colige de esto, la frase es de-
cisiva, que el padre ha de acudir a represiones
o insinuaciones de médula cavernícola. Ha ha-
bido contundencia en nuestra exposición. El niño
h a de tener, en quien le procrea, un consejero,
un amigo, un hermano; que nunca mire en su
ascendiente la actitud del que está dispuesto a
pegarle porque de este o aquel conflicto salió mal
parado. No mejor es la iracundia de que nos dan
fe millones de padres al enterarse de una "dia-
blura" o "locura" de las que son comunes en el
ciento por ciento de los imberbes. Creemos, con
H. Spencer, (1) que el más ventajoso castigo a
que ha de someterse al chico, es el "natural", o

(3) H. Spencer: "Educ. Intelectual Morai y Física,"-

43
sea que reciba, en compensación por el desliz, sü
eíeeto ineludible. Por ejemplo: la suspensión, de
parte del padre, del habla cariñosa con que es-
tila regalar al niño. Este, al conocer las razones
que- compelieron a aquél para proceder así, sen-
tirá en el alma la dolencia del desprecio y evi-
tará, en lo sucesivo, la repetición de lo que abu-
ra lo desespera. Si es opuesto a la terminación
de sus estudios, señalarle sujetos que, por su tem-
peramento vagabundo, van de un lugar a otr ; j
mendigando la limosna; viajeros menesterosos
cuando podrían haberse convertido en elemento»
favorables a la sociedad. E n último caso, si su
refracción alcanza el grado de lo irreductible,
que se les introduzca el interés por un oficio que
los dignifique en la consecución de los medios de
subsistencia. Al niño que se quema ;¡i acercara?
a un fuego no hay que castigarlo. El efecto inva-
riable de su descuido o casualidad, la ampolla y
el aquejamiento que. le produce, es el más apto
de los correctivos a que tiene qye aspirar un pa-
dre de amplias miras. Si el muchacho rompe ur;
objeto de su propiedad, un juguete, el bulto que
alberga sus implementos de escuela etc., el pr: -
varíe de repuestos, aunque momentáneamente,
es de eficacia mucho más efectiva que la que «
saca por el puntapié y tantos de los mártir
corporales. Si de lo que se trata es de artícuí'N
de propiedad agena, el inducirle a su reposición.
en un tiempo prudencial, es lo aconsejable, no.s
•dice Spencer. En estos problemas si se jusi'Iu'i

i4 -
]a actitud del padre. No en el pisotear a su hijo,
en el flagelo montañez de que se sienten ufanos
multitud de "jefes de familia" que para nosotros,
concuerdan con ]a imbecilidad. Más que directo-
res resultan verdugos. El niño se espanta a la
sola amenaza de la vaina o la faja, y un retrai-
miento, en ocasiones radical, lo imposibilita para
la expansión de sus adorno s mentales.
Así, desde luego, nos acercamos a lo pri-
mordial de nuestro discurso: la sapiencia que
debe revelar el padre en sus relaciones con el
hijo, el padre de vanguardia, el que no se atie-
ne más que a] sentido común, no digamos que a
su cultura porque sería mucho pedir, para fijar
sus modales frente a su descendencia inmediata.
Apresar el albedrío de ésta es síntoma de des-
composición idéntica a la que nos precedió. Tam-
bién lo es el no descongestionar el cerebro del
muchacho que está lleno de humos y obscuridad
que lo conducen a la región del negativismo. Por
eso el padre, aun sin ser una notabilidad en eJ
orden espiritual intelectual, sí ha de hacer de-
rroche de cautela al t r a t a r de la corrección de su
hijo. Y la madre, con su influjo único e irresis-
tible, tiene que ayudar al buen resultado de nues-
tro principio. Con la miel que brota de sus ojos,
de sus manos, de su corazón, modelará sensible-
mente, él carácter de su retoño. Advertimos que
no debe extremar sus caricias. Ha de patentizar
aquellas que sean como acicates para la prepa-
ración del hijo. La miel en exceso y los repetidos-

45
mimos son de suyo inconvenientes. Ya observa
remos la consecuencia de la unificación del pa-
dre y la madre: las comunidades dispondrán de
.adalides del nuevo ordenamiento positivo idea-
lista.
El padre, por consiguiente, ha de petrificar-
se en lo relativo a los deseos limpios que alber-
ga para favor del niño, pero sí con la cautela ya
nombrada. La juventud, pues, tiene que desli-
zarse por cánones no alejados de la materia que
.la envuelve, y en ello es terminante la idiosin-
crasia de sus mayores. Hay que alumbrarle el
camino del honor y del decoro; de lo que única-
mente se conquista por una educación solidifica-
da en el realismo de los hombres. Y para que
esto sea así, obséquiese al joven la atracción que
lo domina y que quita vendas. Que no se diga se
yerguen insultantes los corifeos de la transfor-
mación. No. Es que los que establecen, para el
hombre, medios de profundidad reformadora, lo
hacen con el garbo que otorga el control de la
ciencia que profesan. No es que nosotros nos brin-
damos el adjetivo de corifeos. Solamente pedi-
mos, para los representantes de la pedagogía ac-
tual, la genuflexión de los que sí avalúan la bri-
llantez de sus teoremas; la aureola para los que
nos han servido de guías en Ja hilvanación de
las presentes líneas: Pestalozzi, Rousseau, Spen-
cer, etc., etc.
El hogar, insistimos, tiene la acción de la en-
señanza prístina. El ha de significar para los que

46 -•
se afectan con sus emanaciones y ven la estela
de su curso, el ejemplo de lo correcto, de lo ver-
dadero. Ya nos hemos referido, aunque suscin-
tamente, a la ejecutoria de los jefes de casa que
disponen de hijos. A pesar de esto, entendemos
no es prolijo lo que se externe a fin de dirimir
el punto. Siempre que se busque la exactitud en
los nexos que amarran a los hombres, no podrá
"haber cansancio ni displicencia. Porque si en algo
ha fulgurado un embolismo asfixiante, ha sido
en la vida matrimonial y sus adherencias de de-
recho humano. En estos casos, en los que la tra-
dición ha jugado y juega un papel dominante, no
'ha faltado la soberbia de incontables padres que,
con una conformación espiritual al garete, pin-
tan en el niño el estigma de la ambición bastar-
da que a ellos embarga: tres años, a lo sumo, de
escuela y el resto a la práctica de trabajos que
'embrutecen, por los burdos, el sensitivísimo de la
niñez. El egoísmo y altanería de esos padres, na-
turalmente, es una causa de] raquitismo mental
que por todas partes cunde. A su extirpación oja-
l á total han ¿fe entregarse los desveles del que
marcha al unísono de los tambores de la cultu-
ra occidental, de la cristiandad. Esto puede apre-
ciarse como un llamamiento al conjunto de in-
vestigadores del psiquismo; una invitación a los
que, hendiendo la bruma del conservatismo, for-
man los sostenes de ¡a relación diáfana entre el
padre y el 'hijo, entre éste y la escuela, pero que
; permanecen ocultos en su gabinete por miedo al

— 47
ptrblico o por extremada'modestia. Ha cíe adqui-
rir esto, lógicamente, los métodos de una empre-
sa d e altura, sin rodeos, sin más contemplación
que la tiene que guardar a ía diferencia de de-
licadezas inmanente a los jovencitos, porque los
que crean sistemas, desde luego, son hombres de
señaladas y variadas ansias.
La familia, vituperada sin tregua, por líderes
de facciones que no alientan más idealismo que
la eyeculación de ! a ponzoña, adquiere, en nues-
tro folleto, singular importancia. La justiprecia-
mos porque se sabe ella, es eje de la sociedad or-
ganizada, de las colectividades que, en oposición
al clan y a la. tribu, han venido sufriendo meta-
morfosis; sangrientas pero ubérrimas en productos
de calidad, de consistencia para nuestra civiliza-
ción.
Ese es el motivo que nos ha adentrado en la
explicación de Jos vínculos paternales y filiales.
Si el hogar es resumen de sublimidad, a despecho
de sus gratuitos y falsos oponentes, su afinidad
con la existencia escolar resulta indiscutible. Si
los dos principios se completan en la exaltación
de la pureza ética y pasión progresista en el mu-
chacho, tenemos que aceptar la indisolubilidad de
ellos. Su.s puntos de contacto semejan pirámides,
interminables en su ascensión a la Felicidad. No
hay ninguna heterogeneidad en sus atalayas.
Ambas se f u n d e n en la eminencia interpenetrada
de sus fluidos: fluidos de magetismo que nos en-
cumbran en la esperanza de lo infinito.

48 -•
Ha de ser categórica entonces, la simpatía
co n que el p&dre debe auscultar el alma de sus
Hijos. Cuanta más benevolencia revele en sus
normas, maytfr efectividad sacará de la sucesión
diaria del niño.
Hemos dicho todo lo relacionado con la acti-
tud del padre para con su prole. Nos parece haber
dejado, por lo menos, alguna duda Gil |ci mente de
nuestros lectores. Si no están dispuestos a acep-
tar en su integralidad nuestra tésis, esperamos que
siquiera, al evidenciar su consentimiento a una
parte de ella, miren con'cariño el resto. Verifica-
mos un esfuerzo ímprobo en este trabajo y si no
nos e s dable abordar absolutamente los varios
polos de la educación, en último caso nuestros vo-
cablos se ajustan a las realidades del segundo que
nos determina.
Queremos, sintetizando, que a la familia se la
mtronice en el sitial a que es acreedora. Si los
resultados de su contextura tienen una ramifica-
ción social, es indispensable que el Estado inter-
venga en la elevación de la ética que ha de ase-
gurarla. Por una campaña sostenida y general, la
nación, al través de su personalidad jurídica, el
Estado, podrá consolidar el r a m a j e de la verti-
calidad moral. Así será factible el integralismo
de la enseñanza y el padre y la madre, en combi-
nación con aquél, darán al hijo el rudimento de
sus actividades preescoláres. Condición "sine
q u a n ' n o n " de su conducta en el aula es la mez-
cla de lo doméstico y lo civil.

— 49
Repetimos: si el hermetismo "escolástico"
de que ya hablamos en el capítulo precedente ha
establecido la paralización intelectual de genera-
ciones a granel, en los tiempO s que corren lo ve-
mos desplomarse, no nos asusta su lentitud, tra-
yendo en su caída el cúmulo de errores, el montón
de sofismas que ennegreció el espacio de los siglos
XIV y XV, especialmente. Bastante se ha hedió;
más se, hará en un f u t u r o no lejano. Los hombres
ya alimentan afanes que los ennoblecen. Su s pen-
samientos se dirigen a la cosecución de posturas
que los hagan sobresalir; pero son posturas de
héroes y no de chauvinistas. Ellos quieren distan-
ciarse, definitivamente, del género bruto. Las
disquisiciones científicas que claman por el ajus-
tamiento de Jos seres de acuerdo con sus verda-
des, son indicios de la cercanía de otros albores.
Estos sí denudan, en su vigor, el cimiento de las
sociedades apetecidas: positivismo a prueba de
reaccionarios y extremistas de uno u otro bando.
El muchacho ha de recibir, en su existencia pri-
vada, el nivel mental espiritual de sus padres. Lo
ha de recibir no como herencia a la que debe fi-
delidad eterna: como génesis, nada más, de su pró-
xima ascensión en el mundo; como comienzo aní-
mico de sus trasposiciones. No será, en lo sucesivo
el objeto de los caprichos de su familia. Tendrá
participación primordial en las discusiones que !e
afecten directamente. Podrá, en suma, decidir de
su destino. Siempre bajo la égida de sus padres

50 —
a r r u m b a r á en pos de su determinismo histórico.
No más intolerancia que mina a] fuerte, al re-,
belde que destroza la hipocresía reinante y su cola
de inmundicias. El padre, educador supremo, tie-
ne que ser fautor de valimiento para el joven, es
decir: que no sólo en teoría ha de responder a
ese calificativo, sino'prácticamente también y en
cantidad que supere a aquella. Indudablemente
la educación, asentada sobre bases científicas^ se
acercará al pináculo de su esplendor. Conside-
rando al hombre en sus diversas manifestaciones
y los posibles a qua está expuesto, llegará a la
formación de lá escuela HUMANA, según el bri-
llante enuncio de Ramón T. Eli^ondo (1). Coti-
zando el impulso latentq que bulle en la mayoría
de los hombres y dándole la práctica de que es
merecedor, la humanidad, construirá así la era de
la interdependencia sana, más que esto: progresis-
ta y sin manchas. No se confunda la elucidación
que externamos. Al hablar de los impulsos laten-
tes nos referimos a los sublimes, al aspecto bueno
de la antinomia BIEN Y MAL. Para nosotros, lo
aseguramos con certeza, el mundo ha dominado los
preámbulos del' reajuste genérico y será la fami-
lia, Ja escuela y la moral quienes aguantarán la
canalización de las luchas entabladas por la aris-
tocracia de la mente, para lograr la depuración
de las instituciones de la hora, más que a la au-

( 1 ) . — R a m ó n T. E f t z c o d e "Socioto¿í a de Ja E d u c a c i ó n " .

— 51
toridad del sistema, habremos de otorgar nues-
t r a estima y aplausos, así como nuestra ayuda,
a los que ponen al descubierto las bendiciones
de ]a autodidaxia.

52 -•
AUTOPREPARACION
Kl i n d i v i d u o d e b e e m p e ñ a r -
se en la consecución, ojalá
plena, do su anhelo.

E L considerar analíticamente un t e m a
como este requiere, si no erudición, al
menos un tinte de claridad en lo que
a f e c t a a las posiciones que se a d o p t a n . En con-
secuencia, h a r e m o s lo imposible por vencer.
No nos son desconocidas las dificultades que
se e n t r e c r u z a n . Con voluntad y sinceridad nos
a r r i m a r e m o s al a f á n perseguido.
Los sistemas científicos tienen la v e n t a j a
de acoplar, en circunstancias corrientes o anor-
males, el objetivo que las estimula con el con-
senso público. Si no f u e r a así, el universo se
descarrilaría. Una ola de a n a r q u í a total h a r í a
del h o m b r e un ente desquiciado, sin más aspi-
raciones que las de socavar, contra la evidencia
d e su b u e n éxito, regímenes y constituciones.
P o r suerte, en la vida de los pueblos h a y pau-
sas que tonifican, intervalos que m a r c a n lo

— 53
a p r o p i a d o o inconveniente de las normas en
uso. Estos son los momentos que aprovechan
los tipos que la Providencia quiere modelado-
r e s de almas. P u e s b i e n : si el ipositivismo. psi-
cológico personal que hemos esbozado es segu-
ro vivirá en no l e j a n a f e c h a , aun a h o r a no se
debe sumir en olvido que el campo acciona!
d e ' l a . edhcación es el s u j e t o en sí, es d e c i r :
el agente unilateral, el hombre. Si las masas
asisten a espectáculos históricos que las retie-
nen embelesadas, a gestas militares, descubri-
mientos científicos, torneos filosofales etc.,
contemplan, f r e n t e o " t r a s bastidores", al cori-
feo respectivo. Uno e indivisible. Sea, que en
todos aquellos acontecimientos que implican
p a r a la h u m a n i d a d un período de transición
y el siguiente r e a j u s t e de derechos y deberes,
sobresale, como precursor y o r g a n i z a d o r , el
axioma del filósofo, la e s p a d a del militar soli-
viantado, el escrito incendiario del literato o
la f a c u n d i a t r e p i d a n t e del a g i t a d o r . P e r o es
un solo hombre, una sola razón la que da ma-
tices a t o d a una época. Así vemos que A l e j a n -
dro, en la antigüedad, domeñó inmensos terri-
torios cincelando en ellos la fisonomía que su
cultura embrionaria g u a r d a b a , h a s t a compro-
b a r que "la tierra calló en su (presencia". Julio
César en R o m a ; Maquiavelo en I t a l i a ; Zuin-
glio en S u i z a ; Lutero, K a n t , Hégel, Leibnitz,
Bismark en A l e m a n i a ; Huse y Jerónimo en
E s l o v a q u i a ; Descartes, Voltaire, Rousseau,

54 —
Napoleón en F r a n c i a ; Wellington, Bacon, Spen-
cer, Disraeli en I n g l a t e r r a ; Hitler, Mussolini,
Stalin y Roosevelt e n la a c t u a l i d a d , todos, a b a -
tes y clérigos, políticos, militares, filósofos por
miles, h a n e s t a m p a d o en su aldea, pueblo, ciu-
d a d o país, el concepto de vida que p r o f e s a r o n
y p r o f e s a n . De aquí sacamos en definitiva que
es el hombre, p e r s o n a l m e n t e , quien levanta los
a l t a r e s de la h u m a n i d a d . Es sólo él, en sus
inspiraciones o deseos racionales, el que alum-
b r a en la ascensión de l a especie. Dios ordena
y el h o m b r e e j e c u t a . P o r eso pues, t a m p o c o
obtendríamos la educación integral que nos
ocupa, si el adolescente no posee la cualidad
y decisión necesarias p a r a acometer el estudio
de lo que le r o d e a en lo intrínseco o extrínseco.
El hombre, en cualquier f a s e t r a n s f o r m a d o r a ,
es el que indica la cumbre a someter. Con sus
especulaciones y críticas, con sus idealismos y
soluciones practicistas da a las sociedades el
b a l u a r t e de sus creaciones de todo género.
La escuela de hoy, claro está, tiene que
a d a p t a r s e al método unipersonal que anuncian
los pedagogos de abolengo. P e r o antes h a de
conseguir que la j u v e n t u d se apasione en la
elucidación de los g r a n d e s p r o b l e m a s que man-
tienen en zozobra a las comunidades. P o r q u e
n a d a sacaremos en r e a l i d a d , si el elemento
h u m a n o (permanece a la deriva. Los nuevos
postulados educativos p u e d e n h a c e r ostenta-
ción de su verismo pero, si la importancia del

— 55
nivel cultural no representa n a d a o casi na;i*
en los sacrificios a que se llama al ser de iwy.
y en los que él mismo voluntariamente efectúa,
por a p a r t e , es preferible eliminarlos. P a r a n
negarnos, p a r a no a n i m a l i z a r nuestra comple-
xión de s u j e t o s pensantes y ipara clecir con Ma-
quiavelo: "ser hombre es ser l u c h a d o r " , aun-
que no en el f o n d o pesimista que él le a d j u d i c a
a su aforismo, más bien a g r e g a n d o n o s o t r u s :
l u c h a d o r racional, la pedagogía de nuestra ei".i
tiene que c r e a r , en la belleza de su preocupa-
ción genuina, -al s u p e r h o m b r e de Niet-zsche
( 1 ) . Este, p a r a nosotros, el esfuerzo de la ac-
tual y f u t u r a s generaciones. La participación
del p r o g r a m a educacional respectivo ha de
a p a r e c e r , — ¿quién lo d u d a ? , — t e r m i n a n t e .
Siendo el autodidacto como decimos, el
que se cultiva (porque siente " h a m b r e de sa-
b e r " , se considerará, en su t r a b a j o , doblemente
i m p u l s a d o : interna y e x t e r n a m e n t e . En lo pri-
m e r o : el señuelo que con él n a c e ; la vocación
que e m p u j a p a r a colmar su propósito. En lo
s e g u n d o : el provocado por el hechizo de la
ciencia. Ya Samuel Smiles, con la autoridad

fl>. "Asi hablaba Z a r a t u s t r a " . T r a n s i g i m o s cors N¡ !, t/.s-


che solo en su d e t e r m i n a c i ó n del s u p e r h o m b r e . e.< es-
cir: de calificativo S u p e r h o m b r e . No en las propcwa-
des q u e le a d j u d i c a , p o r q u e son g r a s e r a s , furibunda-
m e n t e m a t e r i a l i s t a s . Que c o n s t e asi.

56
que lograra, nos condujo a la percepción del
valor de la a u t o p r e p a r a c i ó n . Después de él, ta
experiencia diaria, la i n f o r m a c i ó n a j e n a que
se nos cuenta, el presenciar con nuestros ojos
y entendimiento los avances del que se instruye
a costa propia, nos revalida en los puntos des-
critos. No aceptamos, haciendo honor a nuestra
seguridad de reseñadores, compiladores pési-
mos si se quiere, el a r r a s t r e con que se deifica
a las " i d e a s g e n e r a l e s " . Ellas producen el en-
cierro dogmático a que ya nos referimos. Fo-
m e n t a n d o en sus p a r t i d a r i o s un f a n a t i s m o me-
diaval, ponen m u r a l l a s i n f r a n q u e a b l e s en el
desfile de los que r e f o r m a n . La psicología in-
dividual es la e n c a r g a d a de d e r r i b a r la plata-
f o r m a invariable, eterna. Q u e d a n d o f r a n c o el
paso a lo inconmensurable del espíritu, si será
dable, al (jue se disciplina por sí, e n g a r z a r s e
en las corrientes que progresan sin a m b a g e s ni
volteretas que a veces las anulan en su carre-
ra. La compatibilidad de la enseñanza oficial
con la extraoficial o conducta del " r a t a de
biblioteca" como v u l g a r m e n t e se distingue al
autodidacto, es evidente. Y en muchas oca-
siones de éste provienen métodos y comple-
mentos que a y u d a n en la depuración de la es-
cuela. Si esto ha sido v e r d a d en los dominios
d e la e n s e ñ a n z a colectiva, es de e s p e r a r que,
al conjuro del individualismo psicológico se
acreciente la condescendencia m u t u a de lo ofi-
cial y lo p a r t i c u l a r : de la enseñanza g u b e r n a -
m e n t a l y la personal.
— 57
El hombre, c r i a t u r a que piensa y obra (Des-
c a r t e s ) , es dado, por n a t u r a l e z a , al t r a b a j o fá-
cil. P r e f i e r e , en la mayoría de las ocasiones,
lo a b u n d a n t e ( c a n t i d a d ) a lo valioso (cali-
d a d ) . De aquí que un. noventa y cinco por cien-
to se a b a n d o n e al examen superficial. Esta es
la causa por la que en muchos círculos de ami-
gos o t e r t u l i a s de alguna base social, o i g a m o s
a los m á s haciendo derroche de p a l a b r a s que
no r e b a s a n el lindero de lo insípido. Si en la
salida p a r e c i e r a n s o r p r e n d e r n o s con adornos
morfológicos que destila su conversación, pues
h a b l a n de esto o lo otro, d e s g r a c i a d a m e n t e al
a b o r d a r con f u e r z a cualesquiera de los graves
asuntos que afligen a la h u m a n i d a d , fallan. Se
pone de manifiesto la incapacidad petulante
que los'asiste. En varios hombres también so-
bresale, al zambullirse en el m a r sin fondo a
que ellos mismos se remiten, la pasión de la
v e n g a n z a , consistente en humillar al que sí ha
podido, con a r g u m e n t o s de peso, desenmasca-
rarlos. Es v e r d a d que quien, sin c a d e n a s nor-
mativas como las de la escuela c e r r a d a y uni-
f o r m e que nos antecedió y que aún arraiga en
países de toda dimensión, (en apariencia) se
p r e p a r a m e j o r p a r a el torneo de las civiliza-
ciones. Si el que lee con a f á n de estudio no
siente la d u r e z a del maestro, la conminatoria,
que le m a r t i r i z a c o n t i n u a m e n t e porque no re-
suelve con prontitud algo de su repertorio u
horario, es más apto y más libre ipara interve-

58 —
nir, v e n t a j o s a m e n t e , en las cuestiones unidas
a lo cultural. Con espontaneidad sí se r e m o n t a
el individuo en busca de su destino.
H e m o s a t a c a d o al maestro corriente, al
que no está imbuido, p o r q u e es necio, o retró-
grado, de las novedades científicas y filosófi-
cas que van imprimiendo señales indelebles.
Ahora bien: el otro, el que sí asimila el dia-
pasón de su época, es p o r t a d o r del m e n s a j e
que a g l o m e r a , del verbo que catequiza por su
desnudez, por lo llano, p o r q u e resjponde a las
d e m a n d a s del segundo vivido. Este maestro,
que hombro a hombro p e l e a por la creación
a n u n c i a d a en las premisas que comulga, sí es
báculo del joven que se e n a m o r a , tal vez ro-
m á n t i c a m e n t e , de la s a b i d u r í a . Y al decir "ro-
m á n t i c a m e n t e " estamos en lo cierto. Hómbres
h a y que se e d u c a n o son educados por
" s p o r t " , p o r q u e e n c u e n t r a n romántico el dis-
p u t a r , solamente, sobre t e m a s de trascenden-
cia. A estos es ineludible dirigirlos y p a r a ello
nuestro p r e c e p t o r , p a r a éstos y p a r a los que
sí navegan en el b a j e l del (positivismo. Pero
p a r a los últimos, p a r a los que no hay más
horizonte que el m a r c a d o por la ascensión aún
no t e r m i n a d a del conocimiento, el m e n t o r que
delineamos es insuperable. P o r ello el auto-
didacto debe p r o c e d e r cautelosamente en la
escogencia de sus " p a d r e s espirituales". Un
mal discernimiento es seguro l e a n o n a d a r á
h a s t a consumirla por entero.

— 59
Si los libros lo electrizan, ha de empL-ur-
se con tacto ipara no permitir que ia ve !'!>>».-
dad o elegante dicción del autor lo fulmine::.
Su raciocinio, es lógico, tiene que div ersiíícar -
se p a r a d a r su real q u i l a t a j e a las atraccio»e>
que pasen ante su vista. El que sabe por pr o-
pia dedicación ha de j u z g a r , t e o r e m a s o per-
s o n a j e s centro de la obra, con la imparciali-
d a d que el sentido del hombre superior poseo.
Ayuno de m a l a s intenciones t e n d r á , comí.) pre-
sente a su estudio sincero, el acopio nunca
substituido de la legítima educación. Luego,
dignificado por sus creaciones originales, por
su percepción cabal de los acontecimientos que
mantienen en espectativa a los unos y en tu-
multo, a los otros, su instrucción se proyectar;!
en la limpieza del estrado, porque él lo ame-
r i t a ; en el periódico porque su pluma enar-
dece cuando el vilipendio del poderoso se in-
yecta en la m a n s e d u m b r e obligada del ipobre.
t a m b i é n p a r a descubrir si el peculado se en-
señorea en los salones del ministerio, del mu-
nicipio, del palacete. Su instrucción d e j a r á
secuelas que no p i z a r á n sino los buenos, los
nobles de alma, los g r a n d e s en sus concepcio-
nes. Desde la tribuna de la ciencia, de la filo-
sofía, de la metafísica, del arte etc., etc., alum-
b r a r á la senda de la tranquilidad y bienaven-
turanza humanas.
No concedemos supremacía al cultivador
de sí mismo. Lejos de nosotros tal nieta. Lo

60 —
que a d j u d i c a m o s a nuestro tipo es a d j u d i c a b l e ,
sin duda, a quienes d u r a n t e dieciocho o dieci-
nueve años se c a p a c i t a n a la s o m b r a de maes-
tros oficiales, es decir, que se perfeccionan en
la tutela de los regímenes pedagógicos corres-
pondientes. No (podríamos n e g a r nuestros jui-
cios ya, externados. El ditirambo que glosamos
en h o m e n a j e al autodidacto tiene otra c a u s a :
la de que, por costumbre, se desprecia al que
no ha logrado, por A o B, hacerse " l e n g u a s "
con un título. A nosotros, así lo hemos dicho
e n infinidad de oportunidades, nos e m b a r g a
la creencia de que no es un cartón quien dei-
f i c a al h o m b r e de saber. Es la inteligencia y
el encarrilamiento sano quienes hacen la supe-
rioridad del sujeto. Conocemos miles de ejem-
plos que nos ceden la razón. Y, en lo que a t a ñ e
a los profesionales, nos ha sido posible, en co-
y u n t u r a s a montones, enterarnos de cómo des-
h o n r a n el p e r g a m i n o que los ha licenciado. La
asimilación mecánica que ellos practican el día
de los exámenes, único quizá en que estudian,
los a r m a , m o m e n t á n e a m e n t e , p a r a el exacto dirj
mir de las tesis finalistas. A l c a n z a d o su an-
helo, en el momento no más da iprincipio el
estigma con que cubren a sus maestros, a su
colegio, a su p a t r i a . Una o dos h o r a s después
de r e n d i d a s las pruebas, esos "brillosos" acar-
tonados no p u e d e n describirnos uno solo de los
valores ecuménicos, o locales, que integraron
el m a y o r número de su p r o g r a m a en el recinto

— 61
••escolar. ..Samuel Smileg (1). dice, a es Le, respecto.;
"La teoría de que el éxito en los exámenes es
una p r u e b a de lo que el niño será después, es
f a l a z . Ya hemos visto que muchos de los hom-
bres más distinguidos f u e r o n h o l g a z a n e s ,v
n a d a precoces en la escuela". Hay un f u e r t e
realismo en su exclamación. Más a b a j o , (2)
a f i r m a . "Las distribuciones de premios y los
concursos estimulan sus e n e r g í a s ; y cuando
h a n " p a s a d o " y obtenido todo lo que ambicio-
n a b a n , ¿cuál es su condición a c t u a l ? Son fre-
c u e n t e m e n t e pobres c r i a t u r a s aniquiladas. Muy
pocos niños y niñas de los que g a n a n premio.-!
r e a l i z a n las promesas que habían hecho conce-
b i r " . Este escritor puso los " p u n t o s sobre las
íes".
' E n t i é n d a s e que no queremos g e n e r a l i z a r
porque de hacerlo, caeríamos en contradiccio-
nes que nos ridiculizarían. H a b l a m o s de los
muchos defectos que ostenta el sistema educa-
cional en boga en distintos países. Y dirigimos
n u e s t r a s sílabas en son de a l a b a n z a para el
autodidacto, porque él es mirado despectiva-
mente, p o r q u e se le esteriliza al no m o s t r a r la
propiedad de un título. La historia,,
inagotable en lecciones de todo colorido, nos

(1). S. Smiles: "Vida v T r a b a j o " . Págs. 354 y K.d'e.


Garnier Hnos. París.
(2) S. Smiles: "Vida y T r a b a j o " . Pág. 355. Edie. G a r n i e r
Hnos. París.

62 -•
i n f o r m a de que f u e r o n los no togados los cau-
santes de las t r a n s f o r m a c i o n e s de resonancia.
P o r eso sentimos deleite en la dedicatoria de
estas p á g i n a s a los que cosechan, ipor esfuer-
zo suyo, una posición m e d i a n a o envidiable;
a los que, b r e g a n d o contra la a l t a n e r í a de
plebeyos y aristócratas, (éstos por egoísmo y
aquellos por su incomprensión) hacen propios
los toneles g u a r d a d o r e s del tesoro que instru-
ye, que da civilización auténtica en l u g a r de
d i s f r a z a r l a o suprimirla.
El pulidor de sí mismo, entonces, dispone
de un h a b e r que lo clasifica entre los seres
útiles a la h u m a n i d a d , en especial: a su pa-
tria. Nosotros no suspiramos n a d a más que por
contribuir al riego de los postulados que hoy
se despliegan en "columnas de a b a n i c o " . Que
la educación y la instrucción s e . a l a r g u e n h a s t a
r o z a r los comienzos "de la divinidad, p o r q u e
con Von Wiesse a f i r m a m o s que "lo racional
linda por t o d a s p a r t e s con lo u l t r a r r a c i o n a l " .
Esto dicho por uno de los directores del positi-
vismo empírico.

— 63
SOCIOLOGIA Y EDUCACION
E l E s t a d o tiene q u e conver-
t i r s e en a u s p i c i a d o r decisi-
vo d e la educación i n t e g r a l .

C ON f r a n q u e z a decimos: comienza el
análisis de una f a s e de la cuestión que
nos ocupa, envolviéndonos algún te-
mor en lo que atañe- a sus resultados. P o r q u e
es indispensable saber que la p a r t e sociológica
de la educación a b a r c a direcciones si no con-
fusas, p o r lo menos difíciles de explicar exis-
tiendo, como existe, un a p i ñ a m i e n t o de r u m -
bos que h a n g r a b a d o en el raciocinio de los
c o n j u n t o s pensantes, los l l a m a d o s a h a c e r l o :
filósofos, políticos, científicos etc. No somos
"ri lo uno, ni los otros. Sí sentimos, a p e s a r de
ello, la obligación de t r a t a r lo que constituyó
la definición del nombre d e nuestro ensayo.
En los primeros capítulos h a b l a m o s de
asuntos que disponen de una correlación estre-
cha con nuestro propósito. A h o r a , en el p r e -

— 65
sente, nos dedicaremos a él de lleno. Bien o
mal, saldremos del laberinto en que la terque-
d a d de nuestra j u v e n t u d nos introdujo.
La sociología, o sea el conocimiento de las
relaciones e n t r e los hombres, entre éstos y el
Estado y la m a n e r a de que ellas se desenvuel-
van d e n t r o de conceptos que las purifiquen,
a l c a n z a , en los m o m e n t o s que p a s a n , una no-
toria superioridad sobre las otras f u e r z a s del
intelecto. No nos a l a r m a el que p a r a Comte la
sociología esté s u j e t a a dos i n t e r p r e t a c i o n e s :
estática y dinámica o positivista con una m a r -
c a d a acentuación filosófica. Y no nos sorpren-
de p o r q u e consideramos que la sociedad, en
su progresiva modulación, es dinámica. En sus
p a r a d a s o ciclos de prevención, estática. Tam-
poco el que Max W e b e r diga no corresponde
la sociología a ciencias n a t u r a l e s ni históricas.
Con éste p e l e a m o s la exclusión que f o r m u l a .
Es ciencia n a t u r a l p o r q u e lidia en su explica-
ción de los f e n ó m e n o s sociales, f e n ó m e n o s pu-
r a m e n t e f u n c i o n a l e s por su génesis: condicio-
nes orográficas, climatológicas; t e m p e r a m e n t o
o t a l a n t e personal y colectivo; i n f l u j o que so-
bre esto tienen las p r i m e r a s . Y ciencia histó-
rica p o r q u é el ayer, con sus experiencias raquí-
ticas o a b u n d a n t e s , obsequia al hoy el r a u d a l
de sus a r g u m e n t o s en pro o en contra. En las
dos se p a r a el h o m b r e con el anhelo de refor-
m a r o innovar el l i n e a j e tendido por sus ante-
pasados. Con S p a n n nos a t r a e la "superiori-

66 —
d a d a b s o l u t a " de la filosofía social. En todo
caso se d e m a n d a la participación del conoci-
miento subjetivo, del h o m b r e en su calidad de
sér que r a z o n a y concibe. Comte f u é explícito
en ello. Si bien no aceptó los principios de la
filosofía social p u r a , sí otorgó su consentimien-
to a la filosofía positivista que aprecia al su-
jeto en cuanto es, intuye, y a c t ú a . Si la socio-
logía, e.n consecuencia, es e x o r n a d a de tales
atributos, sus nexos con la educación deben
señalarse. Si el'la escudriña en el a f á n de cons-
t r u i r sociedades que se divorcien del pretérito
en lo que las p e r j u d i c a , sus vínculos con la
senda cultural de los pueblos h a n de merecer
sitio de honor en nuestra obrita. Somos, tpor
lógica, adictos a la sociología filosófica y cien-
tífica, esto es: a la c o m p e n e t r a c i ó n n a t u r a l del
espíritu y la m a t è r i a . A s e g u r a m o s que el hom-
bre no p u e d e sobrevivir a b r a z a d o e t e r n a m e n t e
al positivismo riguroso ni al idealismo metafisi-
co. Requiere del auxilio de ambos p a r a arros-
t r a r , con posibilidades h a l a g ü e ñ a s , los e m b a t e s
de su sino. Si es positivista a ciegas, se ve pre-
cisado a n e g a r f i n a l i d a d e s t r a s c e n d e n t e s ; un
algo suprasensible a que se dirige la estada
del h o m b r e en la t i e r r a , y t e r m i n a en la adop-
ción de un materialismo e n f e r m o por no t e n e r
más m i r a s que el hoy objetivo. Si es idealista
en. d e m a s í a , se a l e j a de sus s e m e j a n t e s p a r a
e n t r a r en la nebulosa de lo misterioso, de lo
que está vedado al interés mortal. Se desipoja

— 67
o cree d e s p o j a r s e de la carne que lo integra
p a r a h a c e r su enrolamiento en un misticismo
que lo destroza. Por eso admitimos, en el prag-
matismo del ser, la revelación dictatorial de tos-
dos principios: m a t e r i a y espíritu.
La sociedad universal (macrocosmo), y
el individuo (microcosmo), h a n incoado el
segundo g r a n evento de la sangre. De esta vez
(parece que el statu quo de la convivencia de
las clases y j e r a r q u í a s intelectuales y econó-
micas, se ha roto definitivamente. No valieron
las i m p r o n t a s "hechas con f u n d a m e n t o en pos-
t u l a d o s de célebres sociólogos y economistas.
El equilibrio terminó en una concentración de
poderíos que no vacilaron en l u c h a r por darle
cima a las (pretensiones que cada uno a l e n t a r a
y alienta. Los valores morales y estéticos que
nos d i j e r a M a r k o f , el conjunto de realizacio-
nes que nos legaron una civilización en apa-
riencia sólida, se ha desquiciado. Razón tuvo
este a u t o r al p r e g o n a r que en los "principios
de la moral u r b a n a , artificial e i n h u m a n a " , se
e n c u e n t r a el g é r m e n dé la decadencia con-
t e m p o r á n e a . Por desdicha al pesimismo cun-
de. Los cerebros se ofuscan al presenciar y
sentir el ciclón que a r r a s a centurias de sacri-
ficios. Las posiciones estabilizadas merced a
a r d u a s t a r e a s se liquidan en inmolación que
solo el Dante concibiera. Las m e d i a n í a s se su-
p e r p o n e n al j i n e t e a r intrigas que desconcier-
t a n p o r q u e son éstas la v a r a que mide para

68 —
o b s e q u i a r g a j e s . Una asfixia t r e m e n d a se va
a p o d e r a n d o de los que ni son mezquinos ni
son c a r n e r o s ; de los que sí pueden e n d e r e z a r
a sus s e m e j a n t e s en direcciones que los h a g a n
valer. P e r o es t a n pavorosa la inmundicia de
las circunstancias, que la hidalguía de miles
d e corazones p e r m a n e c e a r r i n c o n a d a , sin atre-
vérsela t o m a r p a r t e en un movimiento que com-
pela a las m u c h e d u m b r e s a volver a la juris-
dicción del h o m b r e v e r d a d e r a m e n t e hombre.
Cuando más u r g e la unidad de las almas, más
se distancian. Cuando las naciones solicitan e
imploran a sus hijos la unificación en sus vis-
l u m b r e s finales, más inconmovible a p a r e c e la
c i z a ñ a que corroe. Los instintos, sin ofro hori-
zonte que el de llenar sus estómagos, asesi-
n a n cuantos indicios de renovación o innova-
ción p r e t e n d e n g a n a r s e la estima de los con-
f u n d i d o s . Las pasiones de a r r a b a l se enorgu-
llecen de su potencia sin contras que las ame-
nacen de seguido. P o r esto se extienden ame-
nazantes y traidoras.
Todo el complejo materialista que f u é c a p a z
de concebir Carlos M a r x se d e r r a m a sobre les
que p r e c o n i z a n la eficacia de la combinación:
cuerpo-espíritu. Combinación evidente ella.
Los axiomas de la ideología f r o n d o s a , estimu-
l a d a por ansias que la sublimizan, enmudecen
a los gritos d e s a f o r a d o s de la chusma. El pre-
cepto que crea, el espiritualismo que e x t r a e
del yo los pilares de una era que establezca

— 69
los f u n d a m e n t o s de la h u m a n i d a d alegre, ri-
sueña en su " c o n f o r t " , se m u e s t r a f l o j o al re-
cibir la a f r e n t a del socialismo bolchevique.
Los c o n j u n t o s (élite) dirigentes palidecen al
e n c a r a r la solución de p r o b l e m a s sociales. En
s u m a : nuestra sociedad gesticula lastimosa-
m e n t e al sobrevenir la defunción del alma y
su secuela de valía en los campos de 1« cul-
t u r a . En p a r a d o j a terrible, debemos admitir
la culpabilidad de n u e s t r a civilización en el
d e s p e r t a r furioso de las capas " b a j a s " de la
comunidad de la hora. Marx 1q advirtió con-
c r e t a m e n t e : " L a sociedad burguesa ha c r e a d o
las a r m a s de su propia destrucción" ( 1 ) . E s t a
o t r o : "Desde su creación, los g r a n d e s Bancos,
e n g a l a n a d o s de títulos nacionales, no son otra,
cosa que asofliacioTias de espesculaldoijes pri-
vados que se' establecen al lado de los Gobier-
nos" ( 2 ) . Aquí se confirma el principio del
d e s b a r a j u s t e social, económico y político que
palpamos. Si h a y descaro en la p u g n a por el
i m p l a n t a m i e n t o del materialismo histórico que
no tiene razón lógica ni n a t u r a l de existir, in-
d u d a b l e m e n t e sí encontramos cierta veracidad
en las anteriores exclamaciones.
A su destrucción, claro está, deben endil-
garse los t r a b a j o s de la sociedad m o d e r n a . El
materialismo h a sido p r o c r e a d o por un desliz
(1) " M a n i f i e s t o C o m u n i s t a "
- (2) " E l C a p i t a l "

70 —
de los hombres. Que vuelvan ellos a la justicia
que ignoraron d u r a n t e decenios y se f o m e n t e
el e n g r a n a j e de una época positiva idealista.
P o r esto Y i e r k a n d t nos dice que la sociología
es: "Nada más que filosofía de la cultura y
para que ésta exista es imprescindible la exis-
tencia de la sociedad, del sujeto colectivo",;
t a m b i é n q u e : "El campo proipio de la sociolo-
gía es la conformación de la sociedad y de la
c u l t u r a " . Positivismo e idealismo se d a n la ma-
no como o r f e b r e s que son del movimiento todo
de las masas. V i e r k a n d t hace una m a g i s t r a l
interpretación de la vida del hombre. A su
práctica, entonces, es ineludible se dediquen
los exponentes de la f a s e que nos envuelve.
Marx negó al h o m b r e al n e g a r su espíritu; lo
negó en su c a p a c i d a d racional individual. Vier-
k a n d t lo glorifica por sus g r a n d e z a s c u l t u r a l e s
y civilizadoras. El primero d e s b a r a t ó los ci-
mientos del m u n d o activo, del que no es sino
por gracia de la mente y sus intuiciones, a pe-
sar de la a p a r i e n c i a externa. Ella es, p a r a bien
o p a r a mal, quien pone el acicate a la
actividad del cosmos y sus pobladores. El
segundo concede *a los asuntos de la co-
lectividad t o d a la proyección de la cul-
t u r a , o s e a : que ellos no se destacan m á s que
al t r a v é s de la psicología y de la espirituali-
d a d que es m o t o r y dirección. Si p a r a M a r x el
h o m b r e obedece por lo g e n e r a l al imperativo
económico, causa omnipotente de la super acti-

— 71
vidad m u n d a n a ; si p a r a él la fisiología adquie-
r e p r o p i e d a d e s i n c o n t r a r r e s t a b l e s por únicas,
con lo que r e l e g a la a p t i t u d o el alcance men-
tal individual, V i e r k a n d t beatifica los e m p u j e s
d e la cultura que brotan, n a t u r a l m e n t e , al so-
plo del espíritu. Este a u t o r acepta la f i n a l i d a d
colectiva del ente, pero no r e c h a z a .su imperio
como punto inicial del progreso.
Creemos en su decir. Si nuestra era se sin-
g u l a r i z a por la a v a l a n c h a de un crudo materia-
lismo ; si p a r a los corifeos de éste no h a y más
impulso que el hechizo de lo objetivo, de la
idea n a c i d a al llamado de lo corporal, irremi-
siblemente se nos coloca a la p a r de la anima-
lidad. E a líneas portentosas Alexis Markof
deshace la a l t a n e r í a de los necios, al a f i r m a r ,
en relación con el sofisma mecánico m a t e r i a l
d'e ellos, lo siguiente: "Si el m u n d o no es m á s
que uh caos regido por las f u e r z a s ciegas de
la m a t e r i a , es muy poco probable, por una p a r -
te, que el proceso histórico social conduzca a
un "modus vivendi" f r u t o del raciocinio h u m a -
no y, por otra, es imposible que exista algo
racional en un universo irracional y caótico " a
p r i o r i " . Su r e f u t a c i ó n nos lega a r m a s comple-
t a m e n t e invencibles. Así nos sentimos m á s se-
guros en la divulgación de nuestro criterio.
Si la m a t e r i a es origen y fin del ordena-
miento cósmico, si los actos volitivos no f u l g u -
r a n más que a la señal de lo externo, no hable-
mos de cultura p o r q u e ella no es sino en el

72 —
hombre, individualmente t r a t a d o . No h a y r a -
zón en d o n d e i m p e r a lo irracional nos dice
M a r k o f , y nuestra seguridad de que somos
H O M B R E S lo r a t i f i c a . Si los g r a n d e s socialis-
t a s marxistas h a n f o r m u l a d o los principios de
la h u m a n i d a d del m a ñ a n a , a s e n t a d a sobre
p l a t a f o r m a s de realismo indiscutible p a r a ellos,
¿cómo será dable su consecución si se d e s p l a z a
lo que h a sido su c a p a c i d a d g e n e r a t i v a ? ¿Por
qué r e n i e g a n del idealismo si ellos han ideado
el modelo del macrocosmo f u t u r o ? La soberbia
es f u e n t e de p r o f u n d o s males. Este es él caso
de los que, aun imbuidos de m á x i m a s espiri-
tualistas o metafísicas, ya que tienen certeza
d e su condición de seres h u m a n o s entendemos
nosotros, se sueltan en improperios y f a l s e d a -
d e s ; en a t a q u e s a sus protpios adornos que les
h a n permitido a g i g a n t a r s e en su esencia de
entes con voluntad, con pasiones, con concien-
cia de sus atributos no darwinianos.
Los positivistas materialistas, en síntesis,
a r a n t e r r e n o s que están b a j o sus pies, es decir,
q u e d a n en el " a i r e " al m i n a r lo que les sostie-
ne enhiestos de cuerpo y a l m a . Sus premisas
se e s f u m a n al ponerse en contradicción con lo
que las crea. Sus cálculos, al no f u n d a r s e en
lo que el s u j e t o es, chocan con la solidez de
las f u e r z a s que se a b r a z a n en la constitución
de él. No nos e m b a r c a m o s en simples especu-
laciones. La vida ordinaria, la del pobre como
la del rico, la de las clases sociales en suma,

— 73
da pábulo a nuestro grito. Por esto decimos
que la sociedad sin individuos es inadmisible,
ilógica; t a m b i é n el h o m b r e sin espíritu se nos
a n t o j a , en v e r d a d , inconcebible. De continuo
oímos p e r o r a t a s y leemos folletos y libros en
que se h a c e el elogio de las reservas m a t e r i a -
listas de los hombres; en toda esa literatura
p r o b a m o s la tendencia del siglo. La concupis-
cencia se abre d o m e ñ a n d o los hemisferios. Las
virtudes anímicas q u e d a n a la z a g a y las obje-
tivas se envanecen al contar con la fruición de
los más. El sentimiento bondadoso se encasti-
lla en el yo, sin o p o r t u n i d a d de expansión co-
lectiva. El heroísmo de los que creen y f e c u n -
dizan la idea de una m e t a " d i v i n a " como ga-
lardón al sufrimiento de las masas, es víctima
de i n j u r i a s y d e g r a d a c i o n e s . No h a y más labor
p a r a las especies vivientes que la de satisfacer
su necesidad de combustión* Riquezas, comi-
das o p í p a r a s . He allí la ilusión s u p r e m a de I a
época. Los conglomerados olvidan la cimera
que p u e d e m a r c a r su raciocinio; su conceipto
del universo y del h o m b r e se e n f a n g a en la
voluptuosidad de la r a m e r a que vende sus car-
nes, en la animación sospechosa de la p a n t a l l a
c i n e m a t o g r á f i c a , en los estruendos no coordi-
nados de la música a f r i c a n a , en el pavoneo
antiestético del baile o las d a n z a s a m b i g u a s
d e la f e c h a . Tenemos que a c e p t a r el criterio
de Gustavo Le Bon al decirnos que las masas
son incapaces de guiarse, que-no piensan, que
74 —
no proceden a impulsos de la conciencia sino
a los del minuto que c r u z a n . Este es el defecto
del h o m b r e colectivo. P a r a las multitudes no-
existe el m a ñ a n a ; sólo el presente. P o r eso
requieren de la energía del líder, del conductor
de pueblos que discierne. Sin é l m a r c h a n a la
deriva y m i e n t r a s no salgan de la trivialidad
que denotan, h a b r á dictadores ( 1 ) .
P u e s bien, si los agentes del alma y del
cuenpo r e n i e g a n de la veracidad de un pinácu-
lo s o b r e n a t u r a l ; si ellos ríen a la sola exposi-
ción de " p r e j u i c i o s " " f o m e n t a d o s d u r a n t e los
años del romanticismo del medioevo", nosotros
entristecemos al a n a l i z a r sus postulados de sor-
didez no limitada. Esto nos ofrece alguna ana-
(1) N o s o t r o s , al r e f e r i r n o s al c o n g l o m e r a d o , lo ha-
c e m o s c o n s i d e r a n d o q u e él es p o r o b r a del s u j e t o , p o r
.el " n ú m e r o " en síntesis. El c o n g l o m e r a d o es la totali-
dad de t i p o s r a c i o n a l e s o NO que, p o r la n a t u r a l e z a d e
su r e s p e c t i v a coexistencia, poseen r a s g o s q u e los her-
m a n a n . No o b s t a n t e , el sér p e r s o n a l d i f i e r e del colec-
tivo. La m o r a l i n d i v i d u a l v a r i a al mezclarse con la mul-
t i t u d . E l i n d i v i d u o se c o n v u l s i o n a al calor de la orgía
y del t u m u l t o . P i e r d e s-us p r i v i l e g i o s de e l e m e n t o q u e
r a z o n a p a r a s u s t e n t a r lo q u e D u r k h e i m d e f i n e "con-
ciencia colectiva" o " s é r s u p r e m o " . P o r esto decimos:
"los c o n g l o m e r a d o r o l v i d a n " como p o d r í a m o s decir: "los
h o m b r e s o l v i d a n " . E s t o d e n t r o del r e l a t i v i s m o y a ex-
plicado.
A d v e r t i m o s q u e el " s é r s u p r e m o " de D u r k h e i m
n o es todo lo g r a n d e q u e él cree; lo a c e p t a m o s p o r q u e
d e c u a l q u i e r modo, este sociólogo acepta un p o d e r q u e
h a c e y dirige.

— 75
logia con la vieja anécdota de Nerón, según
la cual éste, p a r a c a l m a r su ansia de troglodita,
ordenó a b r i e r a n las e n t r a ñ a s de su m a d r e pa-
r a e s t a r seguro del sitio en que ella lo había,
f e c u n d a d o . En nuestro caso no se m a t a a! espí-
ritu p a r a observar sus intimidades; se le ase-
sina porque al saberlo g e n e r a d o r de proposi-
ciones que cohiben la consumación salvaje del
hecho decididamente objetivo, el hombre no
soporta el escarnio consiguiente. Su orgullo, su
altisonancia, las varias afluencias del ambien-
te en que se a r r a s t r a , le i n f u n d e n una mega-
lomanía que, puesta al Iad o contrario al de los
dictados de su mente sana, lo hace languide-
cer, estéril en su delirio, m u c h a s veces. Y cuan-
do f r u c t i f i c a n , es ipara convertirse en .adalides
d e la m a l d a d .
No enaltecemos, es indispensable mani-
f e s t a r l o de nuevo, la preponderancia del idea-
lismo medieval; en otras f r a s e s hemos diluci-
d a d o nuestra tesis. Tampoco nos m a r e a la so
lución d o n a d a por el materialismo. Esto seria
c o n f u n d i r la f e que g u a r d a m o s a nuestro gé-
nero. Si las m a s a s no piensan por la a l g a r a b í a
del momento, por la superficialidad con que
todo lo miden, sí razona el hombre, criatura
d e sentidos y concepciones. A éste encomen-
d a m o s la misión de d e p u r a r s e , de perfeccio-
narse sin altos ni iplazos. Así, con una educa-
ción g e n e r a l i z a d a y seria, tal vez obtendría-
mos, en aquéllas, la prudencia y noción i n f a í r
76 —
ble que se a p o d e r a de los que estudian los in-
trincados asuntos de la sociedad.
La sociología, por lo t a n t o , está identifi-
c a d a con el g r a d o educacional de cualquier
nación. A pesar de ser una disciplina relativa-
m e n t e nueva, sus ramificaciones a b a r c a n ai
devenir de la. h u m a n i d a d . Y este devenir, p a r a
que sea todo lo p e r f e c t o a que aspiran los di-
rectores de esa corriente, h a de t e n e r su base
en la educación científico filosófica. Al niño
en e d a d escolar h a y que iniciarlo, a u n q u e so-
m e r a m e n t e , en los problemas a que ha de en-
f r e n t a r s e ya adulto. Imponerle de sus obliga-
ciones p a r a con su patria, de sus deberes ipara
con la sociedad a la que pertenece y p a r a con
la p e r i f e r i a universal d e n t r o de la que aquella
vive. Indicarle, p a r a un r e m e d o no importa
parcial, las gestas de sus m a y o r e s ; los actos
que h a n contribuido, efectivamente, a propul-
sar el e s t a n d a r d d e vida d e los que llevan so-
bre sus espaldas la p e s a d e z de la industria y
de la a g r i c u l t u r a ; del obrero que, inculto y
escuálido, clama ipor una redistribución de los
(pedestales económicos a c t u a l m e n t e en manos
de una sola clase. Inculcar, en el corazón del
niño, la nobleza de la t a r e a que tiene por guía
la felicidad de los desposeídos de los medios
de subsistencia m á s precarios. En r e s u m e n :
encarrilarlo por los dominios de la sociología,
p o r q u e es ésta" la que, por su i n t e g r i d a d , con-
t e m p l a la eficacia del m e d i c a m e n t o positivo

— 77
que ha de evacuar la (paz y la justicia por tan-
tos milenios ocultas. La Educación Cívica tiene
que ocupar dedicación p r e f e r e n t e . Con su auxi-
lio se f o r j a n los c a r a c t e r e s que condicionan la
m a r c h a r e g u l a r de las m u c h e d u m b r e s . Ella ha
de recibir el incremento a que es acreedor el
paso hacia adelante, sin retrocesos ni vaivenes.
Si p a r a D u r k h e i m "la solidaridad orgánica
constituida por la división social del t r a b a j o y
que es la base de las sociedades contemporá-
neas y única que d a r á a los seres la perfecti-
bilidad a n s i a d a " , es la m é d u l a de su doctrina,
(1) y si sólo merced a tal división es posible
" a l h o m b r e la compenetración de los proble-
m a s sociales y la solución a n h e l a d a " , h a y que
m o d e l a r , en el recipiente espiritual de la hora,
el interés de rigor, un interés decisivamente
práctico. Y p a r a ello n a d a m e j o r que la since-
r i d a d de los jóvenes, su decisión y su cariño
cuando hay causas que, como la nuestra, se
y e r g u e n p a r a h a c e r m á s llevadera la existen-
cia de los hombres.

(1) Se e n t i e n d e q u e la exclamación de D u r k h e i m
se r e f i e r e a los comienzos d e n u e s t r a sociedad moder-
n a , c o m i e n z o s d i g n o s de loas, ya q u e "la s o l i d a r i d a d
o r g á n i c a c o n s t i t u i d a p o r la división social del t r a b a j o
y q u e es la b a s e de las sociedades c o n t e m p o r á n e a s "
p o d r í a colocarnos en e n t r e d i c h o al criticar, como lo
h e m o s hecho, a l g u n o s o r d e n a m i e n t o s sociales y políti-
cos. P o r eso d e c i m o s q u e él m e n c i o n a el f u i l d a m e n t o y
n o su d e s a r r o l l o . E s t e lo condiciona al s o s t e n e r " q u e
d a r á a los s e r e s la p e r f e c t i b i l i d a d a n s i a d a " .

78 —
Las f u e n t e s de la educación actual son sen-
cillamente literarias materialistas. Resulta im-
practicable, d a d o su color, la introducción de
proposiciones que las v a r i a r á n . P a r a lograrlo
es inevitable la remoción de las leyes que los
. " a d m i r a d o r e s " y "propulsores" del positivismo
idealista h a n creado a su gusto. No m á s ensa-
ñ a m i e n t o con los progenitores de los sistemas
que a r r a n c a n del a l m a y a ella vuelven, des-
pues de t r a n s i t a r por las h e r e d a d e s de lo hu-
m a n o , acicalándolas con su p u r e z a .
La glorificación de lo material, e f e c t u a d a
ipor las escuelas de tipo nietzscMano, h a d e j a -
do huellas que no se b o r r a n . Al q u e b r a n t a r s e
el poder de la tradición que ennoblecía, no
hubo rrfás a f á n que el enriquecimiento del uti-
litarismo. Hoy lo vemos en t o d a su acritud. Las
emanaciones de lo tradicional que eran a ma-
n e r a de acrópolis del progreso, pero de lo tra-
dicional se entiende no opuesto a la novedad
de lo presente, es d e c i r : de la moral, de la psi-
quis, y del hecho positivo, tres r e a l i d a d e s que
a veces movían el ánimo de nuestros a n t e p a s a -
dos, f u e r o n d e s t r u i d a s a golpe de h e r e j í a . Así
presenciamos el dolor de los tiempos que ipa-
san. No sobresalen los que h a b l a n de una so-
ciedad sublimizada por la voluntad anímica.
Sólo aquellos que t r a f i c a n con la carne se ase-
g u r a n la s i m p a t í a de los pueblos. Brutal resul-
t a la a f i r m a c i ó n pero no menos p a t e n t e . Si a
Emilio D u r k h e i m le citamos a r r i b a porque nos
— 79
da un perfil a c e p t a b l e de la h u m a n i d a d mo-
d e r n a , lo r e f u t a m o s al sostener él que "la
creencia en Dios no es n a d a más que la auto-
divinización de la sociedad", a la que le ad-
j u n t a el calificativo de Ser Supremo". Con
su positivismo y el giro semimetafísico que le
a d j u d i c a , ya que al creer en un sér supremo
se sale de lo e x a c t a m e n t e m a t e r i a l a u n q u e sin
t o c a r los linderos del esplritualismo puro, le
dió un impulso t r e m e n d o a las divagaciones dü
los que sí desechan, en su ignorancia o ma-
la f e , la p r o p i e d a d de la r a z ó n que nos
eleva en todo rumbo. D u r k h e i m a c e p t a a
Dios, pero no al que ostenta la diade-
ma de lo celestial, arquitecto del cielo y de
la t i e r r a ; es un Dios de alcances humanos, es
"La Conciencia Colectiva" en suma. P o r esto
m a n t e n e m o s nuestro juicio de que él contri-
buyó, poderosamente, al m a r e m a g n u m social
político que nos a t e r r a . Admitimos la f u e r z a
viva de la colectividad. A su purificación de-
ben t e n d e r las acciones del h o m b r e p e r o des-
pués que éste se h a y a pulido. Eso sí: de esto
a que la "Conciencia Colectiva" disponga del
absolutismo que a sólo Dios incumbe, h a y una
distancia inconmensurable. Podemos conceder,
como m e d i d a transaccional, que el fin de la
sociedad está en Dios, p e r o no que ese fin sea
ella misma. Desde luego, p a r a estar c i e r t o s ' d e
los nexos que g u a r d a m o s con lo s o b r e n a t u r a l ,
h a y que a c e n t u a r el cultivo del h o m b r e , que

80 —
es f u n d a m e n t o del cultivo genérico, completo.
Las sociedades primitivas, se nos o b j e t a -
r á , de r e s u l t a r v e r d a d e r o nuestro juicio, rio
comprendieron, en ningún m o m e n t o de su tra-
yectoria, sus relaciones con lo ignoto, ni siquie-
r a . si ellas existían. A ello oiontestamos: no
racionalmente, p e r o por intuición, los h o m b r e s
de a n t a ñ o no d u d a r o n en p o r t a r , en su calidad
de h u m a n o s , el don de la divinidad, si bien
sin la clarividencia de hoy. En t o d o s sus actos,
instintivos o semipensados, en t o d a s sus poses
semilógicas o ilógicas, ellos se s a b í a n alenta-
dos por quien los determinó en su índole de
hombres. Lo que nosotros decimos, pues, es
que, p a r a cerciorarse del g r a n sentido de la
vida, p a r a v a l u a r sin equívocos n u e s t r a (pre-
sencia en el cosmos, la educación tiene que in-
tensificarse. C a d a individuo h a de r e a l i z a r
e s f u e r z o s que se revelan ímprobos. Y así, sa-
t u r a d o s de e s p e r a n z a en el significado vital
de n u e s t r a s luchas educacionales sociológicas;
m a n t e n i e n d o por la sociología un apego que
no desvanezca m á s que la m u e r t e , nos conver-
tiremos, p a r a las generaciones que nos suce-
dan, en i n t é r p r e t e s no falsos del legítimo obje-
to de la v i d a : h o n r a r , con la felicidad que brin-
d a la a r m o n í a entre los hombres, la a r m o n í a
que se a p o y a en la lealtad y en las concesiones
de "cualquier matiz, el n o m b r e de aquél que,
haciéndonos a su s e m e j a n z a , quiso p r o b a r los
quilates de un corazón de t i e r r a con virtudes

— 81
de .libertad, con pa^ío-nés cté odio y amor. An-
t e todo, con u n a r a z ó n c $ p a z de indicarnos
la senda del mál y d e l bieri; de lo negativo y
de lo positivo; de lo demoníaco y de lo sacro-
santo.
INDICE

Dedicatoria .. .. 3

Exordio . .. .. 5

Actitud afirmativa del sujeto racional.. 7

Semiescolásticos 23

De los padres en su relación con el hijo 41

Autopreparación. 53

Sociología y Educación.. 65
ERRATAS MAS VISIBLES
Pag. Linea Dice Léase

11 14 marcará marcara

15 29 estos evacúan éstos evacúan


16 19 si justificamos sí justificamos
17 2 legal hasta legal, hasta
18 28 atraviezan atraviesan
19 3 disernimiento discernimiento
21 31 eclectisismo eclecticismo

45 2 montañez montañés

47 19 por los burdos por lo burdos

50 11 cosecución consecución

51 28 más que Más que

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