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CARTA DE MONSEÑOR LEFEBVRE A JUAN PABLO II

ECONE, 2 DE JUNIO DE 1988

SANTÍSIMO PADRE,

Los coloquios y conversaciones con el cardenal Ratzinger y sus


colaboradores, aunque hayan tenido lugar en una atmósfera de cortesía
y caridad, nos han convencido que aún no había llegado el momento de
una colaboración franca y eficaz.

En efecto, si todo cristiano está autorizado para pedir a las autoridades


competentes de la Iglesia que se proteja la Fe de su Bautismo, ¿qué
decir de los sacerdotes, de los religiosos y religiosas?

Es para guardar intacta la Fe de nuestro Bautismo que debimos


enfrentarnos al espíritu del Vaticano II y a las reformas por él
inspiradas.

El falso ecumenismo, que está en la base de todas las innovaciones del


Concilio, en la liturgia, en las nuevas relaciones de la Iglesia y el
mundo, en la concepción de la misma Iglesia, conduce a la Iglesia a su
ruina y a los católicos a la apostasía.

Radicalmente opuestos a esta destrucción de nuestra Fe y resueltos a


permanecer en la doctrina y en la disciplina tradicionales de la Iglesia,
especialmente en lo que concierne a la formación sacerdotal y a la vida
religiosa, experimentamos la necesidad absoluta de tener autoridades
eclesiásticas que compartan nuestras preocupaciones y nos ayuden a
precavernos contra el espíritu del Vaticano II y contra el espíritu de
Asís.

Por eso pedimos varios Obispos, elegidos en la Tradición, y la mayoría


de miembros en la Comisión Romana, con el fin de poder protegernos
contra todo compromiso.
Dado el rechazo de considerar nuestros pedidos, y siendo evidente
que el objetivo de esta reconciliación no es en absoluto el mismo para la
Santa Sede que para nosotros, creemos preferible esperar momentos
más propicios cuando Roma vuelva a la Tradición.

Por eso nosotros nos daremos, nosotros mismos, los medios para
proseguir la Obra que la Providencia nos ha confiado, asegurados,
por la carta de Su Eminencia el cardenal Ratzinger, fechada el 30 de
mayo, que la consagración episcopal no es contraria a la voluntad
de la Santa Sede, puesto que ella fue concedida para el 15 de agosto.

Continuaremos rezando para que la Roma moderna, infestada de


modernismo, vuelva a ser la Roma católica y reencuentre su Tradición
dos veces milenaria. Entonces, el problema de la reconciliación ya no
tendrá razón de ser y la Iglesia reencontrará una nueva juventud.

Dignáos recibir, Santísimo Padre, la expresión de mis sentimientos muy


respetuosos y filialmente devotos en Jesús y María.

Monseñor Marcel Lefebvre.

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