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UTOPÍA-CONTRA-UTOPÍA III MINERVA 15.10

la utopía
y sus opuestos
Terry Eagleton
Traducción Ana Useros

Hay algo extrañamente autorrefutativo en la idea de utopía. Como mana. Por definición, cualquier alienígena capaz de abducirnos no
sólo disponemos del lenguaje del presente para hablar de aquello es un alienígena.
que lo trasciende, siempre corremos el riego de clausurar nuestros Buena parte de esto, vale también para las utopías literarias de
imaginarios en el acto mismo de su articulación. La única auténtica los siglos xviii y xix. Lo que sorprende en la mayoría de estos tex-
alteridad sería aquella que no podemos pensar en absoluto. Toda tos, con algunas honrosas excepciones, es su absurda incapacidad
utopía es, por tanto, al mismo tiempo distopía, pues al tratar de li- para imaginar un mundo definitivamente diferente del suyo. Es
berarnos de los grilletes de la historia, no puede evitar recordarnos esto, y no las farragosas fantasías sobre otras tierras, lo que resulta
lo fuertemente que nos maniatan. más irreal en ellas. En el Account of an Expedition to the Interior of
Es algo que resulta obvio si se piensa en los abundantes relatos New Holland (1837), de Lady Mary Fox, los habitantes de la utopía
de abducciones alienígenas. Lo que hace que esas historias resul- han roto de manera tan tajante con las convenciones de la clase
ten tan sospechosas no es la exoticidad de los extraterrestres, sino media victoriana que celebran desenfadados buffets en lugar de
justamente lo contrario: el ridículo aire familiar de esas criaturas, cenas formales. En A Description of Millenium Hall (1778), de Sa-
su risible alienigenidad no alienígena, desmiente los tumultuosos rah Scott, la utopía es una mansión campestre de Cornualles, una
informes de sus víctimas. Aparte de uno o dos miembros de más, anodina égloga inglesa en la que mujeres enanas tocan el clave y
la ausencia de orejas, un olor desagradable o algunos centímetros cuidan los parterres. Para los ingleses, el orden social ideal exige
de altura añadida o sustraída, se parecen bastante a Bill Gates o a necesariamente un viejo huerto y un par de divisiones herbáceas.
Tony Blair. Su habla y sus cuerpos son grotescamente diferentes La sociedad ideal de Charles Ryecroft, en The Triumph of Woman
a los nuestros, excepto por el hecho de que tienen cuerpos y de (1848), es un régimen árido y de sólidos principios, hecho de pu-
que pueden hablar. Vuelan en naves que pueden atravesar agu- ddings integrales, dóciles artistas subvencionados por el estado y
jeros negros pero que inexplicablemente pierden el control en el un banco para cada persona en la iglesia. The Chronicles of Clover-
desierto de Nevada. nook (1846), de Douglas Jerrold, un cuento que muestra una muy
Los alienígenas son inconcebiblemente distintos a nosotros, peculiar emoción ante la perspectiva de los niños destrozando sus
puesto que aparentemente manejan estas naves con unos brazos pantalones cuando trepan a los manzanos, se entusiasma ante una
extremadamente cortos y hablan con voces monótonas y siniestras. sociedad imaginaria en la que aún hay impuestos, cárceles y pobre-
Estos seres que nos saludan desde civilizaciones tal vez millones za. The Capacity and Extent of Human Understanding (1745), de John
de años más avanzadas que la nuestra manifiestan, sin embargo, Kirby, nos presenta a un noble salvaje en su isla paradisíaca que
un interés lascivo por las dentaduras y los genitales humanos. Sus ha deducido más o menos toda la religión de la Inglaterra del siglo
mensajes para nuestro planeta se basan en banalidades nebulosas xviii, casi hasta los detalles de las parroquias campestres, simple-
sobre la paz mundial dignas de un secretario general de Naciones mente observando con atención el mundo natural que lo rodea.
Unidas, con el aliño de alguna vaga observación ecológica. Lo es- Todo esto alcanza su apogeo en Robinson Crusoe (1719), de Daniel
púreamente espeluznantes que resultan los extraterrestres cons- Defoe, en el que Crusoe se las apaña en un ambiente exóticamente
tituye un desolador testimonio de la penuria de la imaginación hu- familiar mediante el ejercicio de un muy enérgico e inglés sentido

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común. La novela nos permite así disfrutar más garbo. En lo que se refiere a Noticias de asuntos humanos mejorarán bastante es una
de los placeres de lo desconocido a la vez ninguna parte, cabe recordar la observación proposición eminentemente realista.
que desactiva y domestica su amenaza po- de Perry Anderson, que señalaba que se trata Para Marx, lo contrario de la utopía no
tencial. Para el lector del siglo xviii resulta de una de las escasísimas utopías socialistas era la fantasía patológica de una mera per-
reconfortante observar a Crusoe partiendo que, junto con su realización, retratan real- petuación del presente, sino lo que general-
madera y rodeando de estacas su propiedad, mente el proceso de cambio revolucionario. mente se denomina «crítica inmanente».
en cualquier lugar del mundo igual que si Buena parte de las utopías literarias an- Si tradicionalmente el marxismo se ha roto
estuviera en Surrey. teriores a la de Morris describen un mundo los cuernos contra la utopía no es porque re-
Algo similar puede decirse de Los viajes futuro que sólo querría habitar un maso- chace la idea de una sociedad radicalmente
de Gulliver (1726) de Jonathan Swift, donde quista vocacional. En su mayor parte son transfigurada, sino porque es hostil a la su-
el chiste es que las criaturas gigantescas o lugares inodoros, antiescépticos, intolera- posición de que un sociedad tal puede, por
microscópicas resultan ser mucho más pa- blemente sensatos y eficientes, en los que así decirlo, limitarse a caer en paracaídas
recidas a nosotros que lo que su apariencia los nativos parlotean durante horas sobre sobre el presente desde algún metafísi-
podría hacernos creer. Gulliver también las bondades de su sanidad y la originalidad co espacio exterior. No puede ocurrir que
domestica lo descabellado, como en su in- de su sistema electoral. A uno le recuerdan, todo lo que conocemos pegue un frenazo
dignada refutación de la acusación de que en resumen, las despectivas críticas de Marx repentino y algo inconcebiblemente dis-
ha practicado el sexo con una mujer de po- a los racionalistas utópicos de su época, cu- tinto asuma su lugar. Ni siquiera seríamos
cas pulgadas de altura. Los viajes de Gulliver yas especulaciones abstractas le propor- capaces de identificar en qué consistiría esa
es, entre otras cosas, una colleja tory a la cionaron un conveniente yunque sobre el diferencia, pues habríamos dejado atrás el
pretensión radical de que podría existir un que forjar sus propias reflexiones políticas. propio lenguaje necesario para describirla.
mundo significativamente distinto al que Marx se esforzó en señalar la futilidad de lo Si la noción de utopía tiene alguna fuerza es
conocemos. En resumen, no todas las uto- que se podría llamar el modo subjuntivo en como una forma de interrogar el presente
pías o las distopías pertenecen a la izquierda la política: las elucubraciones en plan «no que descerraje su lógica dominativa y per-
política, como ilustra bien la obra anónima sería genial si hubiera…», que cualquier mita vislumbrar, así, un pálido boceto de
Great Britain in 1841 or The Results of the Re- una alternativa que ya está implícita en él.
form Bill (1832). El narrador de este agitado Si hablar de utopía no es lógicamente in-
panfleto se duerme en 1831, se despierta Toda utopía es al mismo coherente o autoindulgente, entonces ten-
diez años después y se encuentra a su her- dríamos que ser capaces de señalar los tipos
mano inclinado sobre él con un aspecto cua- tiempo distopía, pues al de actividades y capacidades que pueden
renta años mayor, en lugar de los diez años tratar de liberarnos de prefigurarla. El auténtico pensamiento utó-
que pasaron desde la última vez que lo vio. pico se ocupa de aquellas codificaciones de
La causa de su envejecimiento prematuro es los grilletes de la histo- la lógica de un sistema que, extrapoladas en
la Reform Bill de 1832, que ha permitido al ria, no puede evitar re- cierta dirección, poseen el poder de desha-
estado confiscar la propiedad de su padre y cerlo. Al instalarse en esas contradicciones
lo ha forzado al exilio. El gobierno se ha apo- cordarnos lo fuertemen- o equivocaciones de un sistema, allí donde
derado igualmente de los fondos de las uni- te que nos maniatan. éste deja de ser idéntico consigo mismo,
versidades de Oxford y Cambridge; Inglate- permite que la no identidad se revele como
rra e Irlanda se han secesionado, el rey ha la imagen negativa de una positividad fu-
huido a Hanover, el populacho se ha alzado y intelectual progresista con tiempo libre tura. Si «crítica inmanente» es el nombre
lleva a cabo ejecuciones sumarias y la madre puede proponer justamente porque, en tradicional de esta operación, «deconstruc-
del narrador ha muerto con el corazón roto. último término, no están limitadas por los ción», en su sentido institucional más que
En gran parte de la ficción utópica, los hechos materiales. en el reductor sentido textual, es un sinó-
mundos alternativos son meras estrategias Pero para Marx, por supuesto, lo contra- nimo contemporáneo. Contemplada bajo
para sacar a relucir los trapos sucios del rio de la utopía no era ningún tipo de realis- este prisma, la utopía es lo que desmantela
mundo real. No se trata de ir a alguna otra mo pragmático. De hecho, nada podría ser la oposición entre un futuro que es mera-
parte, sino de emplear otro lugar como re- más ociosamente utópico. Hay dos tipos de mente accidental o suplementario del pre-
flejo de aquel en el que estamos. La mayoría idealistas visionarios: los que creen en una sente, y la sombría suposición posmoderna
de las utopías literarias son periodismo po- sociedad perfecta y los que creen que el fu- de que no hay ningún «afuera». Reconoce,
lítico encubierto, sus reinos ideales sirven al turo será bastante parecido al presente. Los por el contrario, que las fuerzas que podrían
objetivo de promocionar una obsesión pue- que verdaderamente tienen la cabeza en las romper el sistema también quiebran la opo-
blerina por el presente. Ningún otro tipo de nubes o enterrada en la arena son los ague- sición misma entre «dentro» y «fuera».
fantasía podría ser más provinciana y pro- rridos realistas que se comportan como si Algo así es, presumiblemente, lo que que-
saica. Esta forma literaria, aparentemente las galletas María y el Fondo Monetario In- ría decir el joven Marx cuando hablaba de la
la más honesta y abstracta, es también una ternacional fueran a seguir entre nosotros clase obrera como aquella que está «en» la
de las más tópicas y efímeras. Nada es más dentro de tres mil años. Semejante visión sociedad civil, pero no es «de» ella.
crudamente realista que su idealismo de al- es simplemente la inversión de Los Picapie- Los futuros transformados que no están
tas miras. Cuanto más urgentes y relevantes dra, donde el pasado más remoto es la vida de este modo anclados en el presente tien-
son estas ficciones para nuestras preocu- residencial americana más los dinosaurios. den a fetichizarse a gran velocidad. Necesi-
paciones políticas y, por tanto, cuanto más Perfectamente puede ocurrir que el futuro tamos imágenes de nuestro deseo, pero es
vívidas y potentes, menos utópicas se vuel- resulte especialmente desagradable, pero imprescindible evitar que esas imágenes
ven. Al final del siglo xix, tras el gran clásico negar que será muy diferente, al modo de nos hipnoticen y se interpongan en nuestro
de William Morris Noticias de ninguna parte las filosofadas posthistóricas, es una ofen- camino. Walter Benjamin entendió que la
(1891), la misión de proyectar un universo sa hacia ese mismo realismo del que habi- prohibición judía de elaborar y grabar imá-
alternativo pasó a manos de la ciencia fic- tualmente se enorgullecen dichos teóricos. genes de Dios era, entre otras cosas, la pro-
ción, que emprendió la tarea con mucho Afirmar que es altamente probable que los hibición de convertir el futuro en un fetiche

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que manipular como un tótem má- La mayoría de las utopías son reconciliar entre sí, a no ser que se
gico al servicio de los intereses del imagine que también las muertes
presente. Para Benjamin el Me- periodismo político encubierto, inútiles y las relaciones truncadas
sías podría entrar en la historia en sus reinos ideales sirven para se pueden trascender definitiva-
cualquier momento, lo que signi- mente de alguna forma.
ficaba que el futuro estaba perpe- promocionar una obsesión pue- Además, la abolición de los sis-
tuamente abierto. (También creía blerina por el presente. temas políticos opresores no dis-
que el Mesías lo transfiguraría todo minuye la tragedia de sus muertos y
haciendo sencillamente unos pe- de sus víctimas relegadas. Sea cual
queños ajustes). Proyectar el futuro puede ser un mero intento de sea el resultado histórico para sus descendientes, esa experiencia
controlarlo y manipularlo. Los verdaderos clarividentes de nues- permanece, por decirlo de alguna manera, absoluta e irreparable
tro tiempo son esos expertos contratados por el capitalismo para para las propias víctimas. Cuando Benjamin señala que es el re-
escrutar en las entrañas del sistema y asegurar a sus gobernantes cuerdo de los ancestros esclavizados, y no el sueño de los nietos
que sus beneficios estarán seguros durante otros veinte años. Pero liberados, lo que conduce a los hombres y a las mujeres a la revuel-
la construcción de futuros imaginarios es también una forma de ta, encuentra una forma de emplear o (en términos brechtianos)
derrotismo, pues puede terminar por absorber las energías que «refuncionalizar» a los propios muertos, convocando sus sombras
podrían haberse empleado en llevarlos a la práctica. Lo contrario al servicio del presente político mediante los rituales del luto y la
del vidente es el profeta que, al contrario de lo que se cree habi- rememoración. Para Benjamin, incluso la nostalgia puede ser una
tualmente, no se ocupa de predecir el futuro, sino sencillamente fuerza revolucionaria, de la misma forma que el consumo ostentoso
de alertar al presente de que, a no ser que cambie profundamente, de la burguesía podría, en un atrevido giro dialéctico, anticipar la
es probable que su porvenir sea sumamente desagradable. abundancia material de un futuro socialista. Pero nunca llega a ima-
Pero si el marxismo tiene poco que decir al respecto de la uto- ginar que tales refuncionamientos de los muertos pudieran, siquie-
pía, es también porque su tarea no es tanto imaginar un nuevo ra retrospectivamente, justificar las humillaciones que sufrieron.
orden social como desbloquear las contradicciones que impiden Si el marxismo resulta antiutópico, por tanto, es también por-
su aparición histórica. Visto bajo esta luz, el propio pensamiento que –excepto en los más salvajes y «cósmicos» vuelos de su fan-
marxista se enraíza en la época que busca superar, y será a su vez tasía– no se deja llevar por el sueño de una sociedad en la que todo
sobrepasado por aquello a lo que ayuda a traer al mundo. No ha- conflicto se habría evaporado. Por el contrario, una vez que algu-
brá radicales en la Nueva Jerusalén porque no habrá necesidad de nos de los conflictos cuidadosamente construidos se hayan resuel-
ellos. Tales fenómenos pertenecen al presente tanto como el len- to, podríamos ser capaces de identificar mejor cuáles son nuestras
guaje del patriarcado o la gestión de recursos humanos. Igualmen- verdaderas batallas. Una vez que hayamos dejado atrás el absurdo
te habría mucha menos compasión en una sociedad transformada, por el cual diferencias humanas en último término tan poco im-
puesto que habría mucho menos que compadecer. portantes como el género, la etnia o la identidad nacional han sido
Pero aunque ya no hubiera radicales políticos –si los socialistas, transformadas en terreno de batalla política por nuestros dirigen-
las feministas, los ecoguerrilleros y compañía fueran, afortunada- tes, seremos capaces de ver con nitidez y localizar lo que realmente
mente, un recuerdo pálido y antediluviano–, sin duda alguna aún nos divide. Si los socialistas pueden tener esperanzas razonables
quedaría tragedia, algo que descartan las corrientes más perfec- es, entre otras cosas, porque las contradicciones a las que se refie-
tibilistas del pensamiento utópico. Uno debería pensárselo bien ren son, a pesar de su centralidad y su formidable poder, asuntos
antes de expresar el deseo, aparentemente generoso y amable, de mucho más modestos y transitorios que, por ejemplo, la muerte,
vivir en un orden social que haya dejado atrás lo trágico. Pues no el sufrimiento físico o la humillación moral. Ni que decir tiene que
está en absoluto claro que se pueda arrancar de raíz la tragedia sin esto no equivale a sugerir que vayan a resolverse, sino únicamente
extirpar el sentido de los valores humanos de la que ésta depende. que caen dentro de la categoría de cosas que en principio podrían
La tragedia está profundamente entrelazada con nuestra libertad, resolverse. La «mala» utopía nos convence de desear lo improba-
nuestra capacidad de convivencia y nuestra autonomía y es com- ble y, así, como el neurótico, enfermar de anhelo; cuando la única
plicado ver cómo podría abolirse (como han propuesto las vetas auténtica imagen del futuro es, a la postre, el fracaso del presente.
más excesivas del utopismo) sin erradicarlas también a ellas. A En estos días escépticos y políticamente vapuleados, no está de
Herbert Marcuse le gustaba imaginar un futuro en el que los se- moda el pensamiento utópico. Pero hay una versión especialmen-
res humanos hubieran cambiado tanto que el mero acto de ofrecer te grotesca con la que comercia una determinada facción de los
violencia física los pusiera enfermos. Esperemos al menos que buhoneros del pensamiento posmoderno. Se tata de la enfermi-
esto no les impidiera también ejercer la cirugía. za fantasía de que ya no necesitamos mirar hacia el futuro porque
En su obra Modern Tragedy, Raymond Williams discute dos ti- el futuro ya está aquí, bajo la forma de una visión perversamente
pos de argumentación socialista-humanista contra las ideologías idealizada del presente capitalista. No es tanto que el futuro se pos-
ortodoxas de la tragedia. La primera, la argumentación «demo- ponga indefinidamente, como que ya se encuentra entre nosotros,
cratizante», es que la tragedia no debería considerarse un acon- quizá sin que lo reconozcamos aún como tal, bajo los ropajes de los
tecimiento excepcional, privilegiado, no debería ser la muerte de sujetos hedonistas y los circuitos libidinales del consumismo con-
una princesa o la caída de los héroes, sino parte de la textura de la temporáneo. Decretar el final de la historia es, en cierto sentido,
vida social ordinaria. Tragedia sería un accidente de tráfico, una desconvocar el futuro, declararlo cancelado por falta de interés;
relación rota, una muerte inútil. La pero puede verse igualmente como
segunda argumentación, la «poli- la proclama de que el futuro ya ha
tizante», afirma que la tragedia es Los que tienen la cabeza en las llegado, puesto que el único futuro
un fenómeno histórico, por ejem-
plo, la larga tragedia de la sociedad
nubes son los que se comportan del que seremos testigos será una
repetición del presente.
de clases, que implica la posibili- como si las galletas María y el Esto, sin duda alguna, implica
dad de su resolución. El problema una visión muy diferente del futu-
es que estos dos argumentos son
FMI fueran a seguir entre noso- ro de la que tenían los vanguardis-
extraordinariamente difíciles de tros dentro de tres mil años. tas revolucionarios de principios

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Picnic en New Harmony, Indiana, EE UU, ca. 1890

del siglo xx, quienes también creían que el Sin embargo, el escepticismo posmoder- mente a expensas de multiplicar sus puntos
futuro ya se encuentra en cierto modo entre no respecto a la utopía generalmente no se potenciales de ruptura.
nosotros, puesto que sólo algo literalmen- debe a que se piense que algún futuro ideal La mera idea de que hay algo grabado
te inexistente, el tiempo futuro, podría ser ya ha llegado. Más bien, la idea es que en en piedra acerca de esta montaña rusa sis-
una imagen adecuada de las transformacio- esta realidad capitalista global y aparente- témica es más bien risible, al igual que la
nes del presente. La palabra «futurista» mente inamovible, lo mejor que se puede suposición de que sus víctimas están ahora
nos sale ahora al encuentro como una ex- hacer es decorar nuestras celdas, alinear las tan lobotomizadas espiritualmente, son tan
presión común que significa, irónicamen- hamacas de cubierta del trasatlántico que se pasivas y dóciles que no alzarían una ceja
te, lo último de lo último. Funciona como hunde, ensanchar la extraña fisura, en este, aunque el advenimiento del segundo Mesías
una descripción del presente, no de aquello por otra parte, monolito sin junturas, por la ocurriera en el jardín de su casa. Puede que
que lo sucederá. En una época revoluciona- que un rayo vagabundo de libertad, ilustra- ésta sea la visión de algunos hastiados teóri-
ria, en cambio, es como si el presente sólo ción o gratificación pueda filtrarse. Esto, hay cos culturales, pero ciertamente no es la de
pudiera aprehenderse en su falta de iden- que decirlo, es hacer un inmensísimo cum- Whitehall o la Casa Blanca. Si existe alguna
tidad propia, en la forma en la que se bam- plido a uno de los sistemas más enfermiza- certeza moral es, sin duda, que la gente se
bolea al borde de alguna negación absoluta mente frágiles que la historia haya conocido levantará contra el sistema en el momen-
que lo inunda de sentido aunque lo prive nunca. Es confundir el formidable poder to en el que le resulte racional hacerlo. Es
de sustancia. El futuro, en la «pura» tem- del capitalismo con su estabilidad, es no decir, tan pronto como se vuelva tolerable-
poralidad de la modernidad, es sólo una entender que, en cierto sentido, el perma- mente claro que el sistema no tiene ya nada
forma de describir la falta de coincidencia nente desequilibrio del sistema capitalista para ellos; cuando los peligros e incomodi-
del presente consigo mismo, la forma en la es consecuencia precisamente de su vigor. dades de la desafección superen las escasas
que su verdad reside en su incesante auto- Cualquier forma de vida cuya dinámica esté recompensas del conformismo; cuando la
superación. Para Marx, de manera similar, dirigida a su universalización está abocada a pura apatía ya no sea materialmente posible;
la «verdad» del socialismo no radicaba en tropezar con su propia fuerza, pues cuanto cuando incluso una alternativa política os-
algún estado asentado del futuro, sino en la más prolifera, más frentes alimenta en los cura y no probada sea mejor que lo existen-
manera en la que un presente autodividi- que puede resultar vulnerable. Un sistema te; y cuando la ira ante la forma injusta en la
do está, incluso ahora, luchando por ir más que interviene en tantas regiones de la rea- que están siendo tratados sea más poderosa
allá de sí mismo. lidad diferentes extiende su dominio única- que el fatalismo y el miedo.

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Momentos así no ocurren a menudo, por la forma más constructiva. Y si esto puede o clamar que su función es ser no funcionales,
supuesto, puesto que lo racional es no rebe- no hacerse es algo enormemente confuso. Si al menos si se entiende «función» como
larse contra un sistema social, sean cuales el escepticismo político tiene alguna base es la abstracción de la particularidad de una
sean sus graves deficiencias, mientras sea esta, y no la fantasía de que el sistema capi- cosa en beneficio de un fin externo a ella.
aún capaz de proporcionarnos compensacio- talista es omnipotente o que la clase obrera Una de las intuiciones más valiosas de Marx
nes suficientes como para hacernos desistir nunca se preocupará por nada más que por (aunque de ninguna manera exclusiva de su
del riesgo y del laborioso trabajo de buscar la televisión por cable o que en diez años los obra) es que lo que llamamos moralidad es
una alternativa. Cuando ya no pueda hacerlo, últimos radicales se habrán convertido en justamente ese constante despliegue de po-
los hombres y las mujeres tomarán las calles, apoltronados socialdemócratas. tencias y capacidades creativas humanas,
tan seguro como que el día sigue a la noche. Se podría decir que lo más auténtica- no un lúgubre puñado de constricciones
Pero, aunque tomen las calles, perfectamen- mente utópico en el pensamiento de Marx acosadoras. En este sentido, por supuesto,
te puede ocurrir que no opten por el socia- es su desagrado por lo instrumental. Marx es un moralista totalmente tradicional, en la
lismo, quizá porque, en opinión de algunos sufre con la perspectiva de que lo que él de- estela de Aristóteles y en oposición a Kant.
comentaristas, los días de esa doctrina están nomina potencias y capacidades humanas Una de las muchas ironías del pensa-
estrictamente contados, así que no estará deban someterse a la árida racionalidad me- miento de Marx es, sin embargo, que para
a mano en la época en la que la revuelta se dios/fines, y busca un orden social en el que poder alcanzar una sociedad en la que se
produzca, si es que de hecho se produce. los hombres y las mujeres puedan ejercer relaje la garra de la razón instrumental,
Pero éste es también un terreno poco fértil esas potencias y capacidades como una fi- seguimos necesitando las más rigoristas
para el pesimismo político. Parece plausible nalidad placentera en sí misma. Nunca más formas de pensamiento y de acción instru-
que las ideas socialistas sobrevivan, dada su serán convocados para responder de ellas mental. Unos pocos hombres y mujeres, se-
tenacidad histórica y su relevancia política. ante el alto tribunal de la Historia, el Espíri- guramente, podrían intentar vivir ahora en
Y su supervivencia es importante al menos tu, el Deber, el Partido o la Unidad, sino que este estilo utópico y antiinstrumental. Pero
en un aspecto: sin ellas, sin algún tipo de vivirán como si sus energías fueran autole- como uno de ellos, Oscar Wilde, reconoció
organización y dirección socialista, mucha gitimadoras y autofundamentadoras, como con candidez, sólo podría ser una forma de
más gente resultará herida en períodos de sin duda lo eran para un humanista román- vida válida, y no ofensivamente privilegia-
desafección de masas de lo que de otro modo tico como Marx. Subrayar el valor de uso de da, si de alguna manera viniera a anticipar
sería el caso. Hay muchos argumentos que las personas, más que su valor de cambio, un orden social en el que esta forma de vida
pueden alegarse en contra de la mera anar- es otra manera de apuntar lo mismo. Para estuviera finalmente al alcance de todos. El
quía, y uno de los más pertinentes es que Marx, los seres humanos, en virtud del «ser tema del magnífico ensayo de Wilde, El alma
causa estragos humanos innecesariamente. de su especie», tienen algo parecido a una del hombre bajo el socialismo, es que la única
Si vamos a minimizar el coste humano de función, que consiste en ejercer sus poderes buena razón para ser un socialista es que no
dicha revuelta social, necesitamos alguna y facultades como fines sensuales en sí mis- te guste tener que trabajar y que aquellos,
idea sobre cómo canalizar esas energías de mos. Pero esto significa, en cierto modo, re- como el propio Wilde, lo suficientemente

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privilegiados como para no tener que tra- caba Walter Benjamin al extraer un episodio
bajar son, por tanto, «reminiscencias» de de la lucha de los desposeídos del continuum
un tiempo en el que el trabajo no ejercerá de la historia. Entre otras cosas, quería de-
un poder tan fetichista sobre todos noso- cir que deberíamos poner en suspenso mo-
tros. Es una reflexión tan necesaria como mentáneamente el fracaso histórico al que
malvada y autocomplaciente: simplemente ese acontecimiento realmente condujo, cri-
quédate todo el día en la cama y sé tu pro- barlo, por así decirlo, de sus consecuencias
pia sociedad comunista. De alguna manera nada triunfales para, de este modo, percibir
es preciso reconciliarla con los inevitables sus potencialidades implícitas.
procedimientos instrumentales necesarios Si esto es lo que significa pensar de ma-
para lograr el socialismo, un proceso en el nera no teleológica y no (como en algunos
que los medios parecen ir en contra de los caprichos posmodernos) la noción de que
fines. Puede que los que más fielmente se la historia es una cadena de aberraciones,
esfuerzan en alumbrar un nuevo orden so- entonces resulta evidente la fuerza de la
cial no sean las mejores imágenes de ese idea. Una potencia que no disminuye en
orden. ¿Qué ocurre si el proceso de traer- una época política en la que las probabi-
lo al mundo entra en contradicción con los lidades de éxito de la izquierda se han re-
propios valores que representa? ducido notablemente. Por supuesto, sería
El problema con los izquierdistas solía fatal emplear esta forma no instrumental,
ser que estaban tan ensimismados en los no teleológica, de pensamiento simple-
medios políticos que se arriesgaban a ol- mente para racionalizar nuestros fracasos.
vidar o incluso dejar de lado los fines a los Para Benjamin, la antiteleología está final-
que estos medios servían. Perfectamente mente al servicio del logro político, puesto
se puede sentir una pizca de nostalgia por que redimimos esos momentos dispersos
ese error hoy que lo común es más bien lo en la imaginación revolucionaria, conste-
contrario: una defensa arrebatadamente lándolos en un esquema que propone una
radical del placer, la jouissance y cosas se- alternativa a la imagen de la historia de los
mejantes como fines en sí mismos, y una gobernantes y que desempeña un papel en
clara renuencia a asumir la mucho más pro- la acción política del presente. Lo opuesto
saica tarea de preparar el terreno para que al triunfalismo insensible de nuestros go-
este placer no esté al alcance únicamente de bernantes no puede ser un culto escuálido y
unas pocas y escogidas almas privilegiadas. masoquista del fracaso. Lo que la izquierda
Ante este panorama, no estaría de más algu- esgrime contra el poder de la derecha no es
na dosis de instrumentalismo vulgar. Pero el fracaso, sino un concepto transfigurado
no hay razones para suponer que estas dos del poder. Pero así como las eras revolu-
dimensiones del socialismo, la utópica y la cionarias iluminan algunos tipos de valo-
instrumental, puedan unirse armoniosa- res socialistas que se oscurecen en tiempos
mente siempre y en todo lugar. En este res- menos afirmativos, lo contrario puede ser
pecto al menos, la izquierda ha sido siempre también cierto. Es posible que en los pe-
una amplia iglesia que reunía a los profetas ríodos políticos más áridos recuperemos lo
melenudos y a los atildados miembros de que se podría llamar el lado más kantiano
los comités, a los visionarios de ojos desen- del marxismo: el imperativo deontológi-
cajados y a los constructores de barricadas co por el que se hace lo que se considera
de manos encallecidas. No es realista supo- políticamente correcto incluso si es poco
ner que estos extremos puedan sintetizarse probable que de frutos políticos. ¿Quiénes
siempre en el mismo cuerpo. Blake y Rim- son, habría que preguntarse, esos socialis-
baud no eran buenos miembros de comité, tas de temporada que saltan eufóricamente
y no esperamos de James Larkin una ilumi- al carro de la política cuando avanza ale-
nación neoplatónica. gremente, sólo para bajarse en cuanto se
Hay un aspecto de esta tensión entre lo atasca? Aquellos hombres y mujeres que se
utópico y lo instrumental que ha pasado un enfrentaron a los pelotones de fusilamien-
tanto desapercibido, pero que es especial- to de Stalin con eslóganes revolucionarios
mente relevante para nuestra propia y la- en sus labios no estaban contemplando el
mentable situación política. Una de las for- éxito, al menos no para ellos mismos. En
mas más creativas de disenso del principio cierto sentido, su gesto tenía toda la futi-
instrumental ha sido una cierta fe izquier- lidad de un acte gratuit existencial; cierta-
dista en que, en el terreno político, se hace mente no iban a beneficiarse de él y, hasta
lo que haya que hacer con un cierto desdén donde ellos sabían, tampoco lo haría nadie
hacia el probable resultado histórico. Esto más. Pero, al despreciar lo instrumental de
se debe en buena parte a que es muy posible esa forma, esbozaban en el momento de su
que ese resultado histórico, dadas las fuer- muerte un gesto utópico que, hasta donde
zas a las que se enfrenta la izquierda, sea ellos sabían, únicamente podría ser fructí-
bastante desolador. Algo así, sin duda, bus- fero para los vivos.

Título original, «Utopia and its oposites», publicado en Socialist Register, 2000, pp. 31-40.

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