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El autor del rapto, fue Paris, hijo del rey de Troya, ciudad asiática ubicada a la entrada de

los Dardanelos. Este hecho ya había sido profetizado por los dioses, durante el banquete
de bodas que se celebró con motivo de la unión de la ninfa Tetis y el rey Peleo, donde
todos los dioses excepto la diosa de la discordia, Eris, fueron invitados.
El enojo de Eris se manifestó dejando una manzana de oro en la mesa destinada a “la más
hermosa”. Esta inscripción, que figuraba en la dorada fruta, motivó que la reclamaran para
sí, Afrodita, Atenea y Hera.

Paris, hijo del rey de Troya, fue designado para decidir a quien correspondía la manzana, y
se la entregó a Afrodita, que a cambio le había ofrecido el amor de la más bella de las
mujeres. Esa mujer fue Helena, objeto de su rapto, que tenía un celoso marido.

Menelao, esposo de Helena, y su soberbio hermano Agamenón, rey de Micenas, reunieron


a los príncipes griegos aliados (Esparta, Argos, Pilos, Creta, los beocios, el reino de Phtia,
en Tesalia, Itaca, Atenas y Salamina) conformando un ejército, que partió desde el puerto
de Aulida, ubicado entre Grecia y la isla Eubea. Si bien cada príncipe conservó su
autoridad, reconocieron el liderazgo de Agamenón, a quien a pesar de ser objeto de
críticas, se le siguió respetando.

Pero Agamenón abusó de su autoridad, tomando para sí una esclava de Aquiles, lo que
motivó el enojo de éste, quien se retiró del ejército griego.

La “Ilíada” comienza expresando que va a tratar sobre la cólera de Aquiles, refiriéndose a


este episodio.

Aquiles era hijo de la ninfa Tetis, una de las cincuenta hijas de Nereo, dios de las olas del
mar, y del rey Peleo, soberano de los Mirmidones, en el sur este de Tesalia (al enlace
entre esta ninfa y el rey ya nos hemos referido).

Sobre Aquiles, pesaba una terrible profecía, que auguraba que moriría en Troya, durante
su juventud. Gracias a las aguas milagrosas de la laguna Estigia, donde su madre lo bañó,
Aquiles adquirió invulnerabilidad, pero quedó fuera de esa protección su talón, lugar de
donde su madre los sujetó (esta leyenda no está descripta en la Ilíada sino por un poeta
del siglo I, llamado Estacio en su poema “Aquileida”).

Ante la decisión del héroe de abandonar a sus aliados, y el pedido que hace a su madre
de implorar a Zeus para que haga retroceder a los griegos, los troyanos al mando de
Héctor, avanzaron sobre el ejército de Agamenón, alzándose con la victoria.

Aquiles aceptó que Patroclo, su amigo, que lo había acompañado, enfrente a Héctor, pero
perece en el encuentro. Aquiles, decide él mismo enfrentar a Héctor, que se había
apoderado de su armadura.

Ayudado por las armas que le proveyó el propio Dios Vulcano, dio muerte a su enemigo,
con cuyo cadáver regresó al campamento. Narra luego Homero los funerales de Patroclo,
y en el último canto, el rescate del cadáver de Héctor, por parte de Príamo, padre del
troyano asesinado, quien convenció a Aquiles con súplicas, que le entregara el cadáver de
su hijo, para rendirle honores funerarios en Troya.

Aquiles fue muerto por Paris, según el poeta Estacio, de una flecha en su talón, versión
que es la más repetida popularmente.
En la Odisea se relata el viaje de Ulises, durante diez años, luego de la guerra de Troya,
que son contados haciendo referencia a veintiseis días, para reencontrarse con su hijo
Telémaco. En esta obra el autor presupone que los lectores ya conocen el desenlace de la
guerra de Troya

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