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I. INTRODUCCION:
La presente investigación se orienta a la determinación de los principales puntos
controvertidos que se pueden observar en la ejecución de los contratos de
asociación en participación y consorcio, en función a su recurrencia de uso entre
los que se dedican a los emprendimientos de construcción, particularmente en
sus matices jurídicos y tributarios. Como puede fácilmente constatarse, estas
modalidades contractuales han experimentado un particular apogeo en su
celebración en nuestro país, estimulado especialmente por la dinámica
económica que atraviesa el sector construcción. Los objetivos de este trabajo se
dirigen a la identificación del estado de la cuestión y problemática de la práctica
misma de este tipo de contratos y sus derivaciones tributarias, con el fin de
ofrecer a los interesados un pormenorizado vademécum en torno a los intereses
de la administración y las atingencias respecto de los contribuyentes frente a un
proceso de fiscalización.
1.- ANTECEDENTES:
La primera Ley de Sociedades Mercantiles en nuestro país, de 1966, reguló el
contrato de asociación en participación en sus artículos 398º al 406º, bajo la
forma legal de un contrato nominado y típico. Tal como hoy la tenemos en la
actual normatividad, se trataba de un contrato asociativo, en el cual las partes se
unían para alcanzar un fin común a todos, sin dar nacimiento a una persona
jurídica y sin afectar los intereses individuales de cada uno. Sin embargo sus
caracteres esenciales lo convertían en una figura contractual que no era
adecuada para los casos en que todos los contratantes deseaban actuar
abiertamente.
2.- DEFINICIÓN
Como ha quedado entendido líneas arriba, los Contratos de Asociación en
Participación pueden entenderse como aquellos por los cuales un empresario
denominado asociante, concede a una o más personas naturales o jurídicas,
llamadas asociados, una participación en los resultados de una o más empresas
o negocios específicos, a cambio de contribuciones o aportes en dinero, bienes
o servicios, sin que el contrato de lugar a la formación de una nueva persona
jurídica.
3.- CARACTERÍSTICAS.
A continuación las principales características[6]:
Sin embargo, en el supuesto que no hubiera pacto expreso entre las partes, se
regirán por lo dispuesto en el artículo 444º de la LGS, que establece lo siguiente:
- Los asociados participan en las pérdidas en la misma medida que hayan
pactado para las utilidades.
- Las pérdidas que afecten a los asociados no pueden superar el importe de sus
contribuciones a la asociación en participación.
1.- ANTECEDENTES.
La Ley General de Sociedades anterior no regulaba a los consorcios, pues
consideraba que el contrato de asociación en participación era lo suficientemente
amplio y dúctil como para englobar a todos o a la mayoría de lo contratos
asociativos, lo que en la práctica no ocurrió así.
Por ello, este sistema se fue abandonando, siendo reemplazado por contratos
innominados que eran verdaderos pactos asociativos en los cuales todas las
partes asumían las responsabilidad integral e inclusive, en la mayoría de los
casos, las gestión conjunta del negocio. Entre otras denominaciones, muchas
veces estos contratos fueron llamados “consorcios”.
Vale mencionar en este contexto, que la doctrina distingue hasta dos tipos de
contratos de tipo asociativo: en sentido lato y en sentido propio. Entre los
primeros se advierte un asociante y un asociado (o más); entre los segundos,
todos los intervinientes son asociados entre sí y no existe la figura del asociante.
“Es el contrato por el cual dos o más personas se asocian para participar en
forma activa y directa en un determinado negocio o empresa con el propósito de
obtener un beneficio económico, manteniendo cada una su propia autonomía.
Corresponde a cada miembro del consorcio realizar las actividades propias del
consorcio que se le encargan y aquéllas a que se ha comprometido. Al hacerlo,
debe coordinar con los otros miembros del consorcio conforme a los
procedimientos y mecanismos previstos en el contrato.”
Queda establecido por tanto, que este tipo de contrato no genera “un ente dotado
de personería jurídica distinta a la de sus partes intervinientes, las cuales
mantienen como tales su propia identidad y autonomía”[11].
3.- CARACTERÍSTICAS.
a) Es un contrato y no una sociedad comercial, porque carece de personalidad
jurídica, por lo que se considera que no existe la affectio societatis requerido,
pues eso se traduce en disposiciones tales como la responsabilidad a título
particular o la vinculación individual.
CONCLUSIONES