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DATOS

TEMA: COMO PREVENIR Y COMBATIR QUE LOS ADOLECENTES PUEDAN DELINQUIR

ALUMANA: ESCUDERO CACEDA CAMILA

GRADO: 3RO

SECCION:” B”

DOCENTE: CHRISTINA MATOS REYES

INS.EDUCATIVA: JULIO RAMON RIBEYRO

2018
Delincuencia juvenil

La delincuencia juvenil comprende, desde un punto de vista jurídico, a aquellos jóvenes mayores de
14 años y menores de 18 que realizan conductas tipificadas como delitos en el Código Penal, si bien
su responsabilidad es exigida por Ley de Responsabilidad Penal del Menor. En España, la
delincuencia juvenil ha descendido levemente desde el año 2010. La mayor parte de esta
delincuencia es cometida por varones, siendo el robo con fuerza en las cosas el delito más frecuente.
Además, se exponen en este trabajo teorías explicativas del fenómeno (la Teoría integradora del
potencial antisocial cognitivo de Farrington, la Taxonomía de Terrie Moffitt y el Modelo del Triple
Riesgo Delictivo de Santiago Redondo), los factores de riesgo y de protección, características
diferenciales entre la delincuencia juvenil masculina y la femenina y, por último, la influencia de los
medios de comunicación en la percepción que tiene la sociedad sobre la delincuencia juvenil.
La mayoría de los sistemas jurídicos, utilizan órganos judiciales ad hoc, como los tribunales de
menores, prevén determinadas especialidades procesales para su enjuiciamiento y cuentan con
medios coercitivos específicos para su represión, como los centros juveniles de detención.
Los delitos juveniles suelen recibir gran atención de los medios de comunicación y políticos. Esto es
así porque el nivel y los tipos de crímenes juveniles pueden ser utilizados por los analistas y los
medios como un indicador del estado general de la moral y el orden público en un país y, en
consecuencia, pueden ser fuente de alarma y de pánico moral.
Como la mayoría de los tipos de delitos, los crímenes cometidos por jóvenes se han incrementado
desde mediados del siglo XX. Existen múltiples teorías sobre las causas de los crímenes juveniles,
considerados especialmente importantes dentro de la criminología. Esto es así, porque el número de
crímenes cometidos crece enormemente entre los quince y los veinticinco años. En segundo lugar,
cualquier teoría sobre las causas de la delincuencia deberá considerar los crímenes juveniles, ya que
los criminales adultos probablemente habrán tenido un comienzo en la delincuencia cuando eran
jóvenes.
Por otra parte, otro posible origen de la delincuencia juvenil son problemas como la esquizofrenia,
trastornos conductistas/mentales, estrés postraumático, trastorno de conducta o trastorno bipolar.
CAUSAS POR LAS CUALES LOS ADOLECENTES
DELINQUEN

Entre los 9 y los 12 años, en el cuerpo humano comienza una revolución. El cerebro se transforma,
llenándose de nuevas conexiones que convierten a los niños en seres capaces de pensamiento
abstracto y con una capacidad de razonamiento y argumentación entre fascinante y temible. Con esas
nuevas habilidades comienzan a explorar su individualidad, a reconocer sus sentimientos y a regular
sus emociones.

La adolescencia es la etapa de la vida con mayor potencial, pero también presenta muchos riesgos,
especialmente para los chicos. Si durante la infancia, las causas de muerte más frecuentes son
comunes para niños y niñas, con las infecciones respiratorias y las diarreas a la cabeza, la situación
cambia a partir de los 10 años. Después de esa edad, para las chicas, los peligros siguen siendo los
mismos, pero las principales amenazas para los chicos son los accidentes de tráfico y el ahogamiento.
Más adelante, a partir de los 15, las complicaciones del embarazo y el suicidio se convierten en la
principal causa de muerte femenina, y los accidentes de circulación y la violencia interpersonal la
masculina. En todos los casos, la mortalidad masculina es mucho mayor.

Esta inclinación por la vida peligrosa tiene consecuencias, a veces para toda la vida. Los hombres son
los responsables de la mayoría de los delitos que se cometen. En particular, una pequeña fracción de
ellos, entre el 30% y el 40% de los condenados por delitos no relacionados con las drogas, concentran
gran parte de las infracciones. Delinquir es raro durante la edad adulta, pero es normal durante la
adolescencia. Según recuerda la investigadora de la Universidad Duke Terrie Moffitt en un
artículo que acaba de publicar en Nature Human Behaviour, más del 90% de los adolescentes
varones comete actos ilegales. Ese comportamiento antisocial, sin embargo, se corrige casi siempre
con el paso del tiempo.

La edad del crimen comienza entre los 8 y los 14 años, alcanza su cumbre entre los 15 y los 19 y se
acaba progresivamente entre los 20 y los 29. En esa etapa, cuenta Moffitt, se mezclan dos tipos de
jóvenes delincuentes. Una mayoría que solo lo será durante la adolescencia y una minoría que seguirá
siéndolo muchos años después. Uno de los estudios más recientes sobre este último grupo, que
estudió la trayectoria criminal de individuos con un gran número de condenas hasta los 51 años,
mostraba que, además de comenzar a delinquir antes, compartían una infancia marcada por los
abusos y la falta de atención por padres y cuidadores. Además, estos delincuentes crónicos suelen
cometer una mayor variedad de delitos y de mayor gravedad.

La edad del crimen comenzaría entre los 8 y los 14 años, alcanzaría su cumbre entre los 15 y los 19 y
se acaba progresivamente entre los 20 y los 29

En el artículo, que revisa el conocimiento acumulado sobre la materia desde 1993, trata de identificar
también quienes son esos pocos adolescentes que no se saltan la ley. Tratándose de una actividad tan
normal en los grupos de chicos de esta edad, Moffitt plantea que son algunos de los menos aceptados
en su entorno los que pasan la adolescencia sin delinquir. En estudios como el Dunedin, estos
adolescentes se describían a sí mismos como excesivamente controlados, faltos de confianza social y
tuvieron sus primeras experiencias sexuales más tarde que la media. Moffitt plantea que parte de
estos adolescentes pueden ser parcialmente excluidos durante esa edad, pero acaban teniendo más
éxito en la vida. En este sentido, la investigadora considera que, aunque sería deseable eliminar la
delincuencia también en esa etapa de la vida, duda que sea posible. “Los adolescentes son mucho más
motivados e inteligentes que nosotros los adultos”, afirma.
Este tipo de conocimiento podría tener aplicación práctica, por ejemplo, a la hora de identificar a los
distintos delincuentes juveniles. Habría que “distinguir los pocos que provienen de entornos
desfavorables y tienen mal pronóstico de los muchos que vienen de entornos normales y tienen buen
pronóstico”, señalan en el artículo. Después, proponen aplicar el sistema de justicia formal a unos
pocos adolescentes de mayor riesgo y otro tipo de enfoques no punitivos para la mayoría, evitando
medidas que podrían convertir en delincuentes crónicos a jóvenes que abandonarían el
comportamiento antisocial de forma natural. Para los primeros, sería necesario identificarlos desde
una edad muy temprana para aplicar intervenciones desde antes de ir a la escuela.

Si comparamos varones con mujeres, hay una gran diferencia en la prevalencia delictiva

“En la mayoría de los casos, los jóvenes van a dejar de delinquir de una forma natural por la
maduración cerebral que sucede entre los 18 y los 22 años, ayudados por la inserción en la vida adulta,
por la universidad, por un trabajo o por una pareja, muchos intereses que atraen al joven y son
incompatibles con una vida de infracción”, explica Santiago Redondo, profesor de criminología y
psicología de la Universidad de Barcelona. “En algunos casos, cuando se aplican medidas muy duras,
ese desistimiento se colapsa y esos jóvenes pueden ver prolongada su delincuencia”, añade.

En su revisión, Moffitt no se ocupa del comportamiento antisocial de las adolescentes, mucho más
infrecuente. “La situación con las chicas es distinta. Según la investigación, muy pocas chicas llegan
a convertirse en delincuentes a largo plazo, menos del 1%. Además, el comportamiento antisocial de
las chicas está más influido por la edad a la que alcanzan la pubertad y por los novios”, continúa. “Si
comparamos varones con mujeres, hay una gran diferencia en la prevalencia delictiva”, coincide
Redondo. “En delincuencia adulta en España, pero también internacionalmente, la prevalencia es que
por cada mujer adulta que comete delito, lo hacen 10 hombres”, prosigue”. “En el caso de los jóvenes,
por cada chica que participa en infracciones no tan graves, lo hacen 5 chicos. En chicas es más difícil
de conocer lo que sucede porque como hay menor prevalencia, hay menos datos”, concluye.

Según Redondo, “las razones en la diferencia de la participación delictiva son muy variadas, desde
elementos socioculturales que pueden favorecer una mayor agresividad en los varones, además de
elementos psicobiológicos, como la forma de reaccionar a las amenazas ambientales. La probabilidad
de reacción agresiva de un varón es muy superior y eso tiene que ver con la estructura
neuropsicológica, en parte por haber estado más expuesto a la testosterona durante las últimas
semanas de gestación”. Además, hay factores de oportunidad, que son mayores para los hombres que
para las mujeres. En la adolescencia, los varones propenden a explorar más el ambiente del barrio,
los grupos de chicos realizan mayores desplazamientos exponiéndose a circunstancias que se pueden
complicar”, indica. “Muchas veces se delinque por estar expuesto a una oportunidad”, remacha.

El trabajo de investigadores como Moffitt o Redondo trata de comprender los orígenes del
comportamiento antisocial y, aunque reconocen que no siempre es posible, aspiran a influir en la
creación de una justicia mejor para la sociedad y para individuos que pueden ver truncada su
existencia por decisiones erróneas difíciles de separar de una etapa de su vida.
FACTORES QUE INFLUYEN EN LA
DELINCUENCIA JUVENIL

La preocupación por entender y elaborar políticas públicas de prevención de la delincuencia ha


cobrado gran relevancia en numerosos países del mundo. Una de las variantes más preocupantes del
comportamiento delictivo es aquel protagonizado por jóvenes y menores de edad, ya que puede
acarrear consecuencias futuras negativas, tanto para ellos como para su entorno. En Chile se ha
podido observar un aumento progresivo en las aprehensiones de menores de 18 años por
participación en actividades delictivas.

Cómo prevenir comportamientos delictivos ha sido materia de gran debate, ya que los factores
asociados son usualmente complejos. La investigación nacional e internacional indica que el
desarrollo del comportamiento delictivo puede entenderse como producto del Inter juego de
numerosas variables sociales, familiares o individuales. El presente documento realiza una revisión
bibliográfica de la literatura nacional e intencional en materia de factores de riesgo y delincuencia
juvenil, para aportar a mejorar la calidad de la discusión acerca del desarrollo de una política pública
de prevención primaria y secundaria.

En este ensayo, se revisa la investigación en factores de riesgo asociados al desarrollo del


comportamiento delictivo en la literatura internacional desde la perspectiva del desarrollo
psicosocial, y cómo éste se relaciona con otros comportamientos de riesgo que se manifiestan
preferentemente en la etapa juvenil o adolescente.

Posteriormente, se exponen los antecedentes nacionales respecto de los factores de riesgo asociados
al desarrollo del comportamiento delictivo juvenil.

Finalmente, esperemos que el presente trabajo de investigación sea de gran ayuda y agrado para el
lector, y que pueda servir de material de apoyo para los futuros trabajos referentes a la delincuencia

Arnaldo Ferrari García

RESUMEN:

El ataque a la delincuencia juvenil pasa por soluciones o alternativas sociales. No bastan, y la


experiencia las confirma como claramente insuficientes, soluciones individuales que reclutan o
castiguen al delincuente juvenil. Este medio de defensa frente al delincuente por parte de la sociedad
provoca la continua reincidencia, convirtiendo al muchacho en una auténtica máquina de delinquir.

Uno de los factores que se une en multitud de ocasiones a este proceso es la presión social emanada
de un medio o unas condiciones de vida atosigante, el ambiente enrarecido del suburbio sin otras
alternativas culturales o la progresiva frustración a lo largo del desarrollo, que va generando unos
niveles de respuesta violenta imposibles de contener al llegar a la adolescencia.

Los modelos sociales, a veces presentados en la misma familia, constituyen así mismo otra importante
fuente de la delincuencia juvenil. No hay que olvidar lo susceptible que es el muchacho a la imitación
y a la influencia que está puede ejercer como método de afirmación personal, capaz de superar al
propio modelo.

Por otro lado las causas orgánicas se hallan inscritas en la anatomía del delincuente desde su
nacimiento. La herencia no siempre es decisiva, pero ejerce constantemente una influencia más o
menos favorable, confirmada por los muchos ejemplos ofrecidos por la misma familia. También se le
atribuye culpabilidad a las alteraciones física ó perturbaciones afectivas o de personalidad. Sin
embargo, parece más oportuno tener en cuenta el conjunto de los diversos factores que afectan a la
conducta del delincuente, y poner de relieve la interrelación de todas las fuerzas y condiciones,
internas y externas, que intervienen en su desarrollo.

Es evidente que la labor de rescatar a estos niños y adolescentes debe coordinar un buen número de
campos, para que de esta manera pueda disminuirse el problema. Entre ellos: Los centros de
formación de padres, los servicios de higiene mental, el club de ocio en el barrio y la asistencia por
medio de profesionales sociales como asistentes sociales, psicológicos, monitores de grupo, centros
excursionistas, enclavados dentro del ambiente donde el muchacho vive. Estos son elementos validos
cuyos resultados podrían ser satisfactorios, ya que nuestras sociedades urbanas no lo han puesto en
práctica.

Deben considerarse alternativas sociales que pasen por una labor sobre el entorno del delincuente y
una tarea positiva y eficaz de reinserción social.

Se debe realizar una labor preventiva que posibilite un mayor acceso a la cultura y al deporte en los
suburbios urbanos y que a la vez sea capaz de analizar la pobreza cultural del delincuente.

I.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA:

La delincuencia juvenil abunda en todas partes, sin distinción de núcleos sociales, ciudad o país, por
ello nuestra investigación estará orientada a definir las causas o fuentes que influyen o conllevan a un
joven a convertirse en delincuente.

El incremento de los jóvenes que ingresan a una banda cada día aumenta, y como consecuencia de
esto las bandas tienen un incremento, la televisión y parte de los medios de comunicación masiva,
influyen en los jóvenes, ya que imitan las culturas de jóvenes de países avanzados. Sumado a esto
problemas personales, familiares, sociales, económico, y sobre todo la falta de oportunidad a la
educación los jóvenes que están dispuestos a tentar contra su persona, consumiendo droga, alcohol,
cometer delitos mayores, menores, y sobre todo el daño moral que le causan a sus padres son grandes.
La gran cohesión existente, y que mantiene unida a estas bandas, suponen un estudio a fondo de
diversos factores como la búsqueda de comprensión, el sentirse apreciado, factores sociales,
psicológicos y naturales.

La perspectiva del riesgo psicosocial posibilita analizar tanto las características del entorno inmediato
o distante como las características personales que aumentan la probabilidad de que los jóvenes
manifiesten dificultades en su desarrollo. También permite estudiar el modo en que diversas
variables, (entre ellas la influencia de los pares, las características de la familia, la comunidad y la
cultura) interactúan con vulnerabilidades individuales (por ejemplo, las características cognitivas,
temperamentales), sensibilizando a las personas ante ciertos riesgos.

Debido a ello, este enfoque enfatiza la necesidad de analizar la forma en que diversos factores de
riesgo interactúan en la generación de fenómenos como la delincuencia protagonizada por jóvenes.
Este enfoque, además de poner en perspectiva la influencia conjunta de variables macrosociales e
individuales, rescata las capacidades de muchos jóvenes que, pese a las adversidades que enfrentan,
logran desarrollar trayectorias de vida que no manifiestan este tipo de problemas.

Es muy importante ser precavido en la materia, ya que conocer los factores de riesgo a los que se ve
expuesto un niño o joven no produce certeza total de que se vaya a alterar el desarrollo esperado del
joven; más bien ayuda a estimar la probabilidad de que esto ocurra. Considerar una probabilidad
como una certeza en materias de prevención social es un grave error, ya que se sabe que un niño o
joven puede coexistir con todos los factores de riesgo posibles, y, sin embargo, no externalizar
comportamientos de riesgo.

La criminalidad se conoce como la calidad o circunstancia que hace que una acción sea criminosa.
Como también el número de delitos o crímenes cometidos en un territorio y tiempo determinado.
A diario, podemos observar como adolescentes y hasta niños de muy poca edad delinquen, dando
alarde de violencia aparentemente gratuita e injustificada hacia los demás.

Los niños y adolescentes que incurren en hechos punibles se pueden distinguir en edades
comprendidas entre los 9 hasta los 17 años.

Son diversas las causas que conllevan a niños y adolescentes a inducirse en este mundo, pueden ser
orgánicas, fisiológicas, patológicas, influencia externa como en el medio que se desarrolla los
primeros años de su vida, carencia de afecto y atención por parte de los padres o simplemente mala
orientación.

Por otra parte, es importante saber acerca de las razones que conducen a estos jóvenes a actuar de tal
manera, hay quienes piensan que los jóvenes se revelan como una forma de llamar la atención o
sentirse importantes ante la sociedad, pero la realidad es que existen muchos factores de peso que
conllevan a los adolescentes a cometer actos vandálicos.

Los adolescentes que cometen actos fuera de los estatutos impuestos fuera de la sociedad es un
problema que se hace más inquietante cada día, las estadísticas indican cifras en constante
progresión. La edad de los jóvenes tiende a descender cada vez más y se incrementa hacia las
adolescentes.

A la luz de la criminología, los niños y adolescentes que están inmersos en el fenómeno de delinquir
ha aumentado en los últimos tiempos pasando a ser un problema que cada vez genera mayor
preocupación social, tanto por su incremento cuantitativo como su progresiva peligrosidad
cualitativa.
Como prevenir la delincuencia juvenil

PREVENCIÓN DE LA DELINCUENCIA JUVENIL La prevención de la delincuencia juvenil es parte


fundamental de la prevención del delito en la sociedad. Algunas posibles medidas a tener en cuenta
propuestas por UNICEF son:
-La prevención de la delincuencia juvenil es parte esencial de la prevención del delito en la sociedad.
-Para poder prevenir la delincuencia juvenil es necesario que toda la sociedad procure un buen
desarrollo de los adolescentes. Deberá reconocerse la necesidad y la importancia de aplicar una
política de prevención de la delincuencia.
-Nos debemos centrar en el bienestar de los jóvenes desde su primera infancia.
-Elaborar medidas que eviten criminalizar y penalizar al niño por una conducta que no causa graves
perjuicios a su desarrollo ni perjudica a los demás.

La familia es la unidad central encargada de la integración social del niño. Los gobiernos y la sociedad
deben tratar de preservar la integridad de la familia. La sociedad tiene la obligación de ayudar a la
familia a cuidar y proteger al niño y asegurar su bienestar físico y mental. Deberán prestarse servicios
apropiados acorde con sus necesidades.

Será necesaria una política que permita a los niños criarse en un ambiente familiar de estabilidad y
bienestar e incluir asistencia para resolver situaciones de inestabilidad o conflicto.

Habrá que establecer servicios y programas de carácter comunitario, que respondan a las
necesidades, problemas, intereses e inquietudes especiales de los jóvenes y ofrezcan, a ellos y a sus
familias, asesoramiento y orientación adecuados.

Es preciso reforzar medidas de apoyo comunitario a los jóvenes, incluido el establecimiento de


centros de desarrollo comunitario, instalaciones y servicios de recreo, a fin de hacer frente a los
problemas especiales de los menores expuestos a riesgo social, estableciendo servicios especiales para
brindar alojamiento adecuado a los jóvenes que no puedan seguir viviendo en sus hogares o que
carezcan de él.
En el Perú hay más de 1,700 menores recluidos
por robo, violación y homicidio
Penas más duras. En medio de este panorama, ha sido presentado un proyecto para endurecer las
sanciones a los infractores mayores de 16 años involucrados en sicariato, secuestro y otros crímenes
graves. Propuesta ha sido cuestionada por especialistas. Era el ‘arma secreta’ de una banda de sicarios.
Siempre estaba dispuesto a hacer un ‘trabajito’ a cambio de mil soles. Lo llaman ‘Cuchillo’. Tiene 17
años y el lunes fue detenido por la Policía cuando empuñaba una pistola, abastecida con diez balas.
Estaba en una calle de Ventanilla, esperando a su próxima víctima. ‘Cuchillo’, a quien le decomisaron
droga al momento de su captura, es ampliamente conocido por las autoridades. Se le acusa de haber
asesinado, el 13 de diciembre de 2017, a Alfredo Atencia Huamán. De ser hallado responsable de esta
infracción a la ley penal, podría recibir, como máximo, diez años. Todo por ser menor de edad. Abdul
Miranda, gerente de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad de Lima, reveló que en lo que va del
año se han intervenido 20 bandas que arrebatan celulares. Varios de los miembros de estas
organizaciones no llegaban a los 18 años. El incremento de la participación de adolescentes –y hasta
niños– en hechos violentos constituye uno de los problemas más graves que aquejan al país. Y ha sido
más visible con las capturas realizadas las últimas semanas. La mayoría de los infractores que se
encuentran recluidos es por estar involucrados en robo agravado, violación sexual, hurto y
homicidios. Son 1,752 internos por estas faltas, de un total de 2,099 reclusos a nivel nacional,
manifestó a Perú21 Julio Magán, gerente de Centros Juveniles de Rehabilitación del Poder Judicial.
Explicó que, a diferencia de los adultos, los adolescentes no cometen delitos sino infracciones a la ley
penal. Por ello, la sanción que les impone un juez se denomina medida socioeducativa, la que se puede
cumplir en régimen abierto –acude al Servicios de Orientación de Adolescentes (SOA) con sus
padres– o en régimen cerrado –internamiento en un Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación
(CJDR)–.Magán dio a conocer que de los 3,941 infractores, 2,099 se encuentran internados en los
nueve CJDR que hay en el país, entre ellos Mar Anguita, en Lima, y ex Floresta, en Trujillo, dos de los
más peligrosos y en los que continuamente se producen actos de violencia. El resto –1,842– es
atendido en 25 SOA (ver recuadro). La infracción más común es la de robo agravado, con un total de
1,584 menores involucrados. De ellos, 945 se encuentran internos. Le sigue hurto (661 casos y 203
internos), violación sexual (639 casos y 218 internos) y homicidio (204 casos y 183 internos). En este
último caso se encuentran los que integran bandas de sicarios.
Maneras de combatir la delincuencia juvenil

Cuando se trata de combatir los focos de delincuencia, las ideas e iniciativas no sólo tienen que estar
dirigidas a detener jóvenes y hacer redadas para marginarlos socialmente por su supuesta peligrosidad.
Se necesitan también propuestas que los ayude a insertarlos en la sociedad como ciudadanos normales.
También podemos buscar ideas que les impida fomentar o hacer nidos de delincuencia. Una de estas
tareas apunta a terminar con los sitios eriazos o edificios abandonados que son el lugar ideal para que
los delincuentes planifiquen, se oculten o los utilicen de guarida.
De esta manera vamos limpiando la ciudad, y sacando lugares que se convierten en un gran peligro
para los transeúntes.
Pero no debemos conformarnos sólo con arrasar con los sitios abandonados. Se pueden realizar otras
acciones que también apunten a terminar con grupos y pandillas que se dedican a delinquir.
La creación de parques y recintos de distracción como multibancas también ayudan a que los jóvenes
distraigan su atención en otras acciones más productivas. La realización de talleres, musicales,
artísticos y deportivos, son ideales para que, en forma grupal, los jóvenes puedan desarrollar sus
habilidades.
El ideal es que siempre tengan distracciones para mantenerse alejados de graves peligros como la droga
y la ejecución de delitos irremediablemente los lleva al mundo delictual.
No podemos descuidar el rol de padres, que es clave para que siempre puedan tener un consejo
oportuno, el apoyo en la crisis y sobre todo cariño, para que no pierdan su condición de hijos y que
necesitan ayuda hasta el fin de sus días.
Tenemos que trabajar en prevención y no por reacción, cuando ya está todo consumado, cuando los
jóvenes forman parte de pandillas o bandas e inmersos en la dependencia de la droga.
Si actuamos a tiempo, podemos cambiar esta tendencia de ver cada vez a más menores de edad
prontuarios, detenidos, citados a la Fiscalía y llenos de problemas.
Nuestra propuesta es combatir la delincuencia juvenil no con policías, sino con oportunidades, con
recintos recreativos, con orientaciones adecuadas, con afecto y con una mayor inversión de tiempo para
ellos. Con un poco de amor podremos rescatar a muchos jóvenes.
El incremento de delincuencia juvenil en estos
últimos anos
En los últimos cinco años, los actos delictivos cometidos entre jóvenes de 12 y 23 años han aumentado
al menos en 80%. Así lo informó la psicóloga forense, Silvia Rojas, basándose en los casos que ve
diariamente en la División de Escena del Delito de la Policía Nacional.

La especialista señaló que antes el número de detenciones era de 10 jóvenes al día, mientras que
ahora, esta cifra creció a 10 jóvenes por hora. Las causas de este preocupante crecimiento se
centran en los padres y la familia, asegura.

"Los jóvenes no nacen violentos. Esta actitud la adquieren por problemas familiares y porque buscan
refugio en los malos amigos y las drogas. Unos padres muy permisivos o rígidos forman hijos
rebeldes", dijo Rojas, quien además es docente en la Universidad César Vallejo.

Para la psicóloga, los padres deben actuar ante los hijos tan pronto observen conductas negativas y
rebeldes, como cuando los chicos no llegan a dormir, se escapan de la casa, empiezan a consumir
drogas, matan animales o roban. "Antes que gritarlos o golpearlos, los papás deben llevar a sus hijos
a un psicólogo para ver qué niveles de violencia hay en sus hijos", explicó.

Para evitar el incremento de las conductas, Rojas pidió que las autoridades atiendan los casos
de maltrato físico, psicológico violencia sexual al interior de las familias, pues en estos ambientes
crecen muchos de los futuros delincuentes juveniles.
Como enfrentar el problema de la delincuencia
juvenil
Este es el tercero de una serie de tres artículos sobre el tema de la delincuencia juvenil

Usualmente, adolescentes y adultos en conflicto con la ley son tratados de forma diferencial. Los
delitos cometidos por adolescentes son generalmente considerados como actos delictivos dentro de
un sistema de justicia juvenil que enfatiza la rehabilitación por sobre el castigo. Los adolescentes son
juzgados por tribunales especializados y una vez condenados son estrictamente separados de los
adultos privados de libertad. Los antecedentes penales de los adolescentes no se encuentran
disponibles para la justicia una vez superada la mayoría de edad. Investigaciones psicológicas
sustentan este tratamiento dual basándose en el argumento de que, si bien los adolescentes ya han
alcanzado el pleno desarrollo de su capacidad cognitiva, todavía se encuentran inmaduros desde el
punto de vista psicosocial (Steinberg 2009).

¿Cómo tratar entonces a los adolescentes infractores en un contexto, como el Uruguay, en donde son
los responsables de más del 25 por ciento de los homicidios y más del 40 por ciento de los delitos
violentos contra la propiedad? Luego de haber presentado y testeado un modelo que tiene un fuerte
poder explicativo (ver “El Dilema de la Delincuencia Juvenil” y “Un Incremento en la Delincuencia
Juvenil Compatible con los Incentivos”), vamos a utilizarlo para evaluar el impacto de medidas
alternativas en la lucha contra la delincuencia juvenil.

Incrementar el retorno de las actividades legales Existe amplio consenso en que la mejor manera de
combatir la delincuencia juvenil es a través de la educación. Una mayor formación de los adolescentes
permitiría aumentar el retorno y así hacer más atractivas a las actividades legales. De hecho, estudios
empíricos recientes documentan la existencia de una fuerte causalidad negativa entre educación y
delincuencia (Meghir et al. 2012; Machin et al. 2012). El modelo presentado en “El Dilema de la
Delincuencia Juvenil”, nos permite predecir cuál sería el efecto de una mejora sustantiva en la
educación—con el concomitante incremento en los salarios potenciales—sobre la reducción en la
delincuencia juvenil. De hecho, nuestras estimaciones establecen que si fuera posible lograr que la
calidad educativa en los contextos socioeconómicos desfavorables convergiera a la observada en los
contextos muy favorables, el retorno de las actividades legales se incrementaría sustancialmente y la
delincuencia juvenil se reduciría en el entorno del 40 por ciento.[1] De esta forma, las actividades
legales se volverían más atractivas para una gran parte de los adolescentes que hoy son tentados por
las actividades delictivas. Sin embargo, la mejora necesaria en los resultados educativos para alcanzar
este objetivo luce utópicas, por lo menos en el corto plazo en Uruguay. Si comparamos los resultados
de insuficiencia educativa entre contextos socioeconómicos—definido como el umbral de destrezas
mínimas para insertarse productivamente en el mercado de trabajo de acuerdo con las pruebas PISA
(Programme for International Student Assessment) administradas en más de 70 países por la
OECD—vemos que estas diferencias son alarmantes—12 por ciento de fracaso educativo en los
contexto más favorables contra 70 por ciento de fracaso en los desfavorables—y se han agudizado en
los últimos años. Por lo tanto, para enfrentar el problema de la delincuencia juvenil, tenemos que
considerar medidas alternativas que incrementen el costo esperado de las actividades delictivas.

Incrementar el costo de las actividades delictivas

La evidencia internacional sugiere que para disuadir a individuos con escasa valoración de las
consecuencias futuras de sus actos y baja percepción del riesgo—tal como lo son los adolescentes y
más aún bajo los efectos de las drogas—es más efectivo aumentar la certeza del castigo que la
magnitud de las penas una vez que el infractor ha sido detenido (Block y Gerety 1995; Grogger 1991).
Sin embargo, una mejora significativa de la probabilidad de aprehensión es una tarea sumamente
compleja que va mucho más allá del mero incremento en el número de efectivos policiales.

Una política alternativa para incrementar el costo de las actividades delictivas sería imponer penas
más severas a los adolescentes infractores. En este sentido una primera opción es modificar el
régimen adolescente. Esto implica revisar el Código de la Niñezyla Adolescencia, y asegurar, a través
de un efectivo monitoreo, la eliminación definitiva de las fugas de los centros de reclusión. De acuerdo
al modelo, si la probabilidad efectiva de aprehensión se incrementara del 6 al 10 por ciento—al
eliminar la arbitrariedad de los jueces en la decisión de iniciar o no el proceso judicial—, si la condena
promedio se incrementara de3 a6 meses, y se eliminara la probabilidad de escape de los centros de
reclusión, se generarían los incentivos necesarios para reducir la delincuencia juvenil en un 36 por
ciento. Alternativamente—tal como se hace en otros países—se podría considerar juzgar a los
adolescentes de entre 16 y 18 años de edad que cometieron delitos graves como si fueran adultos.
Tratar a los adolescentes como adultos implicaría aumentar la probabilidad efectiva de aprehensión
de 6 a10 por ciento, aplicarle las sanciones estipuladas para adultos: una condena promedio de 15
meses en cárceles de adultos, en lugar de 3 meses en centros de reclusión de adolescentes, y eliminar
la probabilidad de escape—ya que en las cárceles de adultos la probabilidad de escape es casi nula
mientras que en los centros de reclusión de adolescentes llegó a ser casi 40 por ciento. En este caso,
el modelo predice una reducción del 35 por ciento de la delincuencia juvenil. Estos resultados son
consistentes con la literatura empírica que sugiere que penas más severas disuaden a potenciales
delincuentes juveniles (Levitt 1998; Imai y Krishna 2004; Mocan y Rees 2005; Oka 2009;
Hjalmarsson 2009; Entoff 2011) y contradicen estudios previos que no encuentran evidencia de tal
efecto disuasorio (Singer y McDowall 1988; Jensen y Metsger 1994; Steiner et al. 2006).Sin embargo,
si miramos hacia el futuro, el hipotético caso de aplicarle las penas establecidas para adultos y
encarcelar a los adolescentes en establecimientos de mayores—lo que implicaría exponerlos a niveles
sustancialmente mayores de “escuela del crimen”—incrementaría las tasas de reincidencia una vez
que los adolescentes recuperen la libertad. Este resultado sugerido por el modelo se encuentra en
línea con la evidencia internacional que señala que juzgar y condenar a los adolescentes infractores
como adultos aumenta la probabilidad de reincidencia (Podkopacz y Feld 1995; Bishop et al. 1996;
Fagan 1996; Myers 2003). El hecho de que en la literatura todavía no exista consenso sobre la
efectividad de introducir penas más severas para reducir la delincuencia juvenil, se explica por los
incentivos contradictorios que se generan. Por un lado, las sanciones severas disuaden a potenciales
delincuentes, pero, por otro lado, los adolescentes recluidos generalmente incrementan sus
habilidades para delinquir y padecen grados significativos de estigmatización social que reducen las
posibilidades de una exitosa reinserción laboral. Para evitar estos efectos perversos, medidas
alternativas a la reclusión podrían ser consideradas. Una opción—que de acuerdo a Di Tella y
Schargrodsky (2010) ha llegado a reducir la reincidencia hasta en un 40 por ciento en Argentina—
sería la implantación de pulseras electrónicas de seguimiento. Bajo este sistema, se podría verificar si
los adolescentes infractores están violando una serie de condiciones preestablecidas, tales como
asistir a un establecimiento educativo o al lugar de trabajo mientras cumplen la condena. El ejemplo
extremo de internar a adolescentes infractores en cárceles de adultos —algo que no está en
consideración en Uruguay, pero que sí se aplica en algunos estados de Estados Unidos, por ejemplo—
es clave para entender la relevancia de la rehabilitación. Los efectos disuasorios derivados de
sanciones más severas son más que compensados por el incremento en los incentivos a la reincidencia
que se genera como resultado del estigma social y el desarrollo de habilidades para delinquir en los
centros de reclusión. En este sentido, el análisis sugiere que sin la debida rehabilitación el remedio se
podría volver peor que la enfermedad.

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