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LA PSICOTERAPIA HUMANISTA Y TRANSPERSONAL: ORIGENES Y CONCEPTOS

FUNDAMENTALES1. Ps Alex Kalawski; Ps. Paula Sepúlveda; Ps. Alejandro Celis

Como movimiento cultural, el Humanismo antecede en muchísimos años a la aparición de la psicología y es mucho
más amplio que ésta. La ciencia psicológica que conocemos como tal surge originalmente ligada a la Filosofía, y es
una de las diferentes expresiones del espíritu humanista propio del Renacimiento. Por su parte, la Psicología
Humanista -que es conocida también bajo otros nombres, como Tercera Fuerza, Movimiento del Potencial Humano y
Psicoterapia Experiencial, entre otros- emerge mucho tiempo después. Sus inicios se encuentran en los Estados Unidos,
en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Por entonces, surge un movimiento fundamentalmente académico
de discrepancia con los postulados del psicoanálisis y el conductismo. Más tarde, a partir de los años 60, el movimiento
toma auge y alcanza los ámbitos de la psicoterapia, el cambio personal y las búsquedas religiosas o de autodesarrollo.
Así, la Tercera Fuerza forma parte de un movimiento de contracultura mucho más amplio que buscaba romper con
lo establecido, rebelándose contra el conformismo y el materialismo que caracterizó a la generación que padeció la
Gran Depresión.

Los movimientos y terapias que se inscriben dentro de la Psicología Humanista quedan representados por una gran
cantidad de personas con posturas, lenguaje e incluso técnicas diferentes, siendo difícil plantear un modelo teórico
único en sus bases. Lo que los autores del movimiento Humanista comparten es un concepto del ser humano y su
desarrollo, una cierta forma de concebir y practicar la psicoterapia y una fuerte crítica hacia las teorías
psicológicas imperantes al momento de su gestación (Chacón y Winkler,1991; Kalawski, 1992).

La variedad de nombres que tomó la psicoterapia humanista no es azarosa, sino que es parte de la definición de un
movimiento semejante a la Hidra o "monstruo de muchas cabezas" cuyos orígenes son diversos. Detrás de esta
diversidad está la certeza de que los nombres son limitados para describir su espíritu, ya que una parte del espíritu
humanista es la resistencia a las definiciones explícitas y las descripciones lógicas.

Sin embargo, a pesar de esta multiplicidad, la psicoterapia humanista es una realidad coherente. A través de este
artículo, deseamos entregar a los lectores un marco de referencia que les permita situarse en un contexto más general
y comprender con mayor profundidad los aportes de los autores de los próximos capítulos.

INICIOS

Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, cuando el psicoanálisis gobernaba sin ningún contrapeso las prácticas
en psicoterapia y el conductismo era el rey indiscutido de la psicología académica, surge -liderada en su ordenamiento
teórico por Abraham Maslow- la psicología Humanista. Se la denomina también Tercera Fuerza, al considerársela en
sucesión al Psicoanálisis y al Conductismo.

En lo académico, la psicología Humanista comienza, como tal, a salir a la luz alrededor de los años 50, con conocidos
autores como Carl Rogers, Fritz Perls, Víktor Frankl, Rollo May, Aldous Huxley, Alan Watts y el ya mencionado
Maslow. Ya en esos años, ciertos psicoanalistas -llamados "culturalistas"- habían empezado a disentir del tronco más
ortodoxo del psicoanálisis. Entre estos autores se contaban Sullivan, Karen Horney y Erich Fromm (Suzuki, D.T. y
Fromm, E, 1964). Las rupturas con el psicoanálisis se habían iniciado con Carl G. Jung, Alfred Adler y,
posteriormente, Wilhelm Reich, gran precursor de las actuales terapias corporales. Adler es de los primeros autores
que enfatizan las variables sociales y también la dimensión de lo consciente. En cuanto a Jung, es considerado por la
psicología transpersonal como uno de sus primeros representantes-quizás junto con Víktor Frankl-: su interés por lo
trascendente es anterior al surgimiento del movimiento transpersonalista, y fue una de las causas principales de su
rompimiento con Freud.

A partir de los años 60, en los principales paises de Occidente comienza a observarse un fenómeno socio-cultural que
adquiere expresión en las artes, la educación, la filosofía, la política y la psicología. Es la época del amor libre, de

1
Capítulo 1 del libro Humanismo, Espiritualidad y Psicoterapia, de A. Celis (Ed.), Editorial Transformación, Santiago de Chile, 1996.
cambios en la relación hombre-mujer, del rechazo de los jóvenes a participar en la guerra de Vietnam, de protestas
estudiantiles, de reformas educacionales, en fin (Celis, A., 1990). Se vive, en Estados Unidos y algunos países de
Europa, un ambiente de búsqueda, de idealismo y revolución, que pretende restaurar el espíritu humanista del
Renacimiento al poner al hombre como centro de la preocupación humana.

Los acontecimientos desencadenados en la década de los sesenta son captados y se manifiestan en forma importante
en la psicología y en la psicoterapia. La psicoterapia Humanista surge como una verdadera revolución que responde
al pulso cultural de la época, y recoge las semillas plantadas en la década anterior. Su auge se manifiesta principalmente
en los Estados Unidos, y desde allí se difunde progresivamente a otros paises occidentales. El Movimiento del Potencial
Humano desborda, de muchas formas, los límites que hasta entonces demarcaban el quehacer en psicoterapia.

En primer término, como decíamos al comienzo de este artículo, sus propuestas se basan en un concepto diferente
del hombre. El postulado humanista afirma que dentro de cada persona está contenida la sabiduría necesaria para
alcanzar un estado de salud óptima; que todo ser humano tiene, dentro de sí, la capacidad de saber lo que necesita
para activar y realizar su potencial. Es lo que Rogers llamó valoración organísmica (Rogers, C.R., 1964), una
capacidad que tiene el organismo -la totalidad del ser humano: mente, cuerpo, emociones, espíritu-, como un todo,
de “valorar” cada experiencia como enriquecedora o no enriquecedora para sí, en ese momento particular. Este
reconocido autor rompe con el autoritarismo que es herencia del modelo médico y que regía hasta entonces la relación
paciente-terapeuta. Encontramos huellas de este revolucionario planteamiento en el campo de la educación en el
currículum conocido como educación personalizada. Con el correr del tiempo, éste será uno de los principios que
caracterizará más nítidamente al enfoque humanista en psicoterapia. Los terapeutas se concebirán a sí mismos como
compañeros o "comadrones" del proceso que está ocurriendo en sus pacientes, en lugar de sus causantes.

En concordancia con el supuesto de la sabiduría organísmica, los teóricos se abocan a la tarea de descubrir los
mecanismos mediante los cuales el potencial o sabiduría interna ha quedado alienada y, consecuentemente, la forma
a través de la cual el contacto pueda restablecerse. Este potencial, al ser descubierto y activado, es lo que permitiría
que las personas alcancen una calidad de vida más saludable, creativa y amorosa. La terapia Guestáltica postula como
su objetivo lograr en el paciente el libre funcionamiento, el que se produce espontáneamente una vez que los
obstáculos impuestos por el condicionamiento han sido removidos (Latner, J., 1994), tal como un río fluye libremente
cuando removemos los obstáculos que alteran y dificultan su curso.

Amén del concepto de valoración organísmica, otro concepto central es el de consciencia, término que tiene
diferentes acepciones. La más común es la de “consciencia moral”: por ejemplo, hablamos de que “nos remuerde la
consciencia” cuando hemos hecho algo indebido. Otra acepción es de tipo fisiológico: hablamos de mayor o menor
consciencia en términos de grados de activación de la corteza cerebral, que van desde el estado de coma hasta los
estados de alarma para luchar o huír. Una tercera acepción es la de “tener consciencia de”: es decir, darnos cuenta de
algo (be aware of). El término inglés awareness ha sido comúnmente traducido al español como “darse cuenta”, y alude
a la facultad -destacada especialmente por la línea Gestáltica- de vivenciar o percibir algo y ser, simultáneamente,
capaces de ser conscientes de estar vivenciando o percibiendo. La Gestalt trabaja fundamentalmente el desarrollo de
esta capacidad en las personas, puesto que establece una relación prácticamente lineal entre mayor consciencia (o
darse cuenta) y salud psicológica.

Finalmente, el misticismo -y en psicología, el enfoque Transpersonal- también entiende consciencia como la energía
Universal, la materia prima de todo lo existente y, por ende, también de nosotros los seres humanos. Los enfoques
místicos hablan, también, de niveles de consciencia: muy someramente, este concepto alude a que, dependiendo de
nuestro grado o nivel de awareness o darse cuenta, podemos experimentar una misma realidad de diferente forma; esta
percepción será más refinada y amplia y el estado subjetivo del receptor será más gratificante y saludable mientras más
elevado el nivel de consciencia.

Un tercer concepto central del Humanismo es el de responsabilidad, que alude a que, independientemente de nuestro
condicionamiento, de la situación externa, de las demás personas y de cualquier situación o evento externo, estamos
constantemente eligiendo nuestra forma de actuar o de reaccionar frente a esas realidades externas. Esto implica que
no estamos presos del condicionamiento, ni nadie ni nada nos puede obligar a actuar de un modo determinado o a
sentir algo determinado. La historia de Víktor Frankl en un campo de concentración (Frankl, V., 1984) nos demuestra
que tenemos algún grado de control sobre lo que nos pasa -lo que sentimos y cómo reaccionamos en una
determinada situación-. Y esto resulta ser muy importante, en la medida de que típicamente, el neurótico cree ser una
víctima de todo lo que le ocurre. Si la persona se hace responsable -es decir, dice “Tengo distintas opciones en esta
situación, y elijo libremente ésta”- adquiere un grado de libertad interna desconocido hasta entonces. Cuando nos
hacemos responsables de nosotros mismos, podemos además descubrir que nuestras actitudes moldean la vida que
llevamos a cada instante: la forma como enfrentamos cada situación, qué estamos queriendo de una situación
determinada y lo que finalmente obtenemos de esa situación (Celis, A., 1990).

El mismo Frankl expresa una concepción radical de la responsabilidad: El hombre está sujeto a condicionamientos, sean éstos
biológicos, psicológicos o sociales. Pero Frankl proclama la libertad como una cualidad exclusivamente humana, que permite superar todo
límite biológico, psicológico o ambiental. El hombre, por efecto de esta libertad, puede distanciarse de cualquier situación e incluso de sí
mismo; es capaz de escoger su actitud hacia sí mismo, porque es capaz de levantarse por encima de todo fenómeno condicionante. El hombre,
por la libertad de su voluntad, es "libre de...", lo cual le hace capaz de autodistanciamiento. Esta libertad, según Frankl, está
íntimamente ligada a la responsabilidad; de hecho, el hombre es libre de... y al mismo tiempo, "libre para...", porque el hombre es responsable
en cuanto a la realización de los valores (Bazzi, T. y Fizzotti, E., 1989).

Ilustraremos el concepto de responsabilidad a través de la psicoterapeuta Alyce Green -quien une su enfoque
Humanista-Transpersonal con sus técnicas de biofeedback-, quien así describe lo que hace: “Mostramos al paciente cómo
nuestros pensamientos y emociones impregnan el sistema nervioso y determinan nuestro estado de salud a través del sistema límbico,
hipotálamo, pituitaria, y destacamos que este proceso está ocurriendo todo el tiempo, ya sea con resultados beneficiosos o dañinos. Insistimos
en el hecho de que es natural para el cuerpo sanarse y estar bien, y que nuestras mentes pueden jugar un rol importante en crear y mantener
la salud. Discutimos la importancia de elegir: que nos es posible elegir retener un pensamiento o una emoción en lugar de otra. Son la
ansiedad, la ira, la frustración, la desesperanza retenida por largo tiempo las que conducen a la enfermedad psicosomática. Estar de buen
humor, amar y reírse nos llevan a un estado psicosomático saludable. Es a través de nuestra elección que nos desplazamos hacia la
enfermedad o el bienestar." (Green, A., en Grof, S., 1991).

En segundo término -además de un concepto diferente del hombre-, para el movimiento humanista el curar
enfermedades sólo es una parte de la potencialidad del trabajo clínico. Con el advenimiento de la psicoterapia
humanista, promover el desarrollo del ser humano constituye por primera vez una meta de la psicoterapia. Autores
como Abraham Maslow y Anthony Sutich -quienes echaron las bases teóricas de los postulados de la Psicología
Humanista- expresan que lo más característico de ella es la búsqueda y la activación del potencial que en el ser
humano existe, más allá del estar libre de la enfermedad.

Hasta el surgimiento de este movimiento, el Psicoanálisis había generado un abundante cuerpo de conocimiento y
técnicas de tratamiento que se originaban en la anormalidad psicológica: es decir, en las patologías afectivas y
conductuales. Quizás la diferencia más importante de la Tercera Fuerza con dicho movimiento, es que por primera
vez la ciencia de la conducta basa sus observaciones y desarrolla un modelo para definir al hombre sano o "realizado";
es decir, aquél que vive más en concordancia con su verdadero potencial. Es precisamente la búsqueda de esta
concordancia consigo mismo la meta fundamental del enfoque humanista.

Si bien el Conductismo no había enfatizado lo patológico, tampoco habla del hombre sano o realizado, ya que se
coloca en una postura "objetiva", sin pronunciarse sobre diferencias cualitativas que vayan más allá de lo adaptado o
desajustado.

En tercer término, el Humanismo también rompe el esquema prevaleciente de la psicoterapia, definida como una
relación individual basada fundamentalmente en un intercambio verbal entre un profesional "científico" y su paciente.
Un verdadero hito de vanguardia en la psicoterapia humanista lo marca Esalen, un centro residencial de educación
holística dirigida a adultos, creado en el espíritu de las enseñanzas de Aldous Huxley (Huxley, A., 1962). El Centro
sigue funcionando en la actualidad, y se encuentra ubicado en la costa oeste de California; fue allí donde Perls, el
conocido padre de la psicoterapia gestáltica (Perls, F., Hefferline, R. y Goodman, P., 1973; Perls, F., 1976) populariza
una forma de hacer terapia donde el presente y la percatación de uno mismo en ese presente es la fuente de donde
emerge la solución terapéutica. La biografía del paciente pierde completamente su importancia. La palabra es menos
importante que el lenguaje del cuerpo o del símbolo manifestado en el sueño. La confrontación en el aquí y ahora
con el personaje fantasma de la propia historia, la interacción entre las partes del cuerpo o del psiquismo, la
identificación con cada uno de los elementos y personajes del sueño y otras técnicas, reemplazan la enorme cantidad
de horas que el psicoanalista ocupaba en interpretación y elaboración de la historia personal.

El mismo Perls, Will Schutz (Schutz, W., 1967) y también Carl Rogers (Rogers, C.R., 1970) entre otros, hacen
populares los grupos de encuentro y las maratones. Un número considerable de "pacientes" se embarcan en ambas
modalidades, en variadas experiencias de transformación psicológica. En las maratones, la técnica de una sola gran
sesión -generalmente de todo un fin de semana- incorpora el elemento de intensidad y concentración como
herramienta de facilitación y potenciación del trabajo psicológico. Lejos queda el modelo tradicional, que define a la
psicoterapia como un proceso individual de duración variable y que termina sólo por la remisión del síntoma o el
abandono de la terapia por parte del paciente.

Asimismo, las técnicas no verbales comienzan a tomar su lugar en la psicoterapia. Algunos autores (Lowen, A. 1976;
Rolf, I., 1977; Orr, L. y Ray, S., 1977) desarrollan sus prácticas para el trabajo con el cuerpo como asiento del síntoma
y la actitud neurótica, algunos de ellos -especialmente Lowen- basados en las enseñanzas de Wilhelm Reich. Virginia
Satir (Satir, V., 1972) y nuevamente Perls incorporan técnicas dramáticas a la psicoterapia, y discípulos de los europeos
Assagioli (Assagioli, R., 1976) y Desoille (Desoille, R., 1975) utilizan la imaginación como un espacio equivalente a lo
real para la intervención psicológica.

En cuarto término, además de romper la estructura tradicional del setting y de cuestionar la necesidad del uso de la
palabra como vehículo de la intervención y del cambio terapéutico, la Tercera Fuerza amplía sustancialmente el
espectro de los artífices o terapeutas. Educadores, escritores, psicólogos sociales, masajistas, artistas de la plástica y la
música, terapeutas corporales, bailarines y místicos enriquecen la técnica terapéutica y empiezan a formar parte de los
nuevos agentes de cambio.

Un último elemento que ahonda la brecha con la terapia tradicional es aportado por las investigaciones de John Lilly
(Lilly, J., 1972) y Stanislav Grof (Grof, S., 1975), entre otros, quienes comienzan a utilizar sustancias psicotrópicas en
la exploración y el trabajo psicológico, precedidos por el ya mítico Timothy Leary. Quienes experimentan con estas
drogas -las que reciben diferentes nombres: psicodélicas, psicotrópicas o alucinógenas, e incluyen el LSD, la mescalina,
la psilocibina y el MDA entre las más importantes- descubren la existencia de realidades diferentes a la realidad
ordinaria, sin que se produzca la temida dependencia física característica de otras sustancias -especialmente, los
derivados de la amapola-. Uno de los pioneros en trabajar el potencial de autodescubrimiento de estas sustancias es
el literato Aldous Huxley, quien ensalzó sus propiedades (Huxley, A. 1962a, 1982) e incluso pidió ser inyectado con
LSD en sus últimas horas de vida, de modo de morir en forma enteramente consciente (Huxley, L., 1968). El hecho
de que la "realidad" no sea "la" única realidad (Ornstein, R.E., 1979) constituye un aspecto fundamental del espíritu
de la época: muchos llegan a establecer que el concepto de responsabilidad -el que, como ya dijimos, es central en la
psicoterapia Humanista- refleja el hecho de que somos también responsables por el tinte y la amplitud con el cual
vemos el panorama interno y externo (Celis, A., 1990, 1993).

La constatación de la imposibilidad del acceso directo a la realidad es un aspecto fundamental de otros desarrollos
importantes en las ciencias sociales y en la psicoterapia, que podríamos considerar parientes cercanos del enfoque
Humanista -tales como los aportes de Bateson, Watzlawick y Milton Erickson-, y que dan base a formas muy distintas
de entender la psicoterapia. Los biólogos chilenos Humberto Maturana y Fernando Varela han desarrollado una
aproximación epistemológica que permite entender no sólo las explicaciones científicas sino otros temas, como la
política, el amor, el juego o el patriarcado (Maturana, H., 1991; Maturana, H. y Verden-Zöller, G. 1993). Los aportes
del Dr. Maturana, desde una perspectiva que se aleja de los terapeutas humanistas clásicos, termina coincidiendo
finalmente con ellos.

A las innovaciones anteriores en relación con la terapia se agrega este nuevo elemento, que es un rompimiento mucho
más fundamental que los otros por su poder cuestionador de lo hasta entonces aceptado como relación, contexto y
alcance de la terapia. Este fenómeno constituye a su vez una de las matrices que da a luz un poco después a la Cuarta
Fuerza -o Psicología Transpersonal-.
FUNDAMENTOS DE LA PSICOLOGIA HUMANISTA

Como hemos dicho, existe una gran diversidad de grupos, terapeutas, escuelas, estilos y técnicas humanistas. Pero
detrás de todo ello subyace un espíritu común que le otorga unidad y que es a la vez fundamento de dicha diversidad
(Kalawski, A., 1992).

Este espíritu común se basa en la constatación de que en el hombre se manifiesta un desorden básico que consiste en
la separación de su verdadera naturaleza. Sin embargo, la naturaleza esencial estaría siempre presente, esperando
emerger y así restaurar el orden natural. Esta constatación se expresa en diversos énfasis y metas fundamentales, todos
interrelacionados entre sí, y que pueden ser enumerados para una mejor comprensión (Kalawski, A., op cit.). Estos
son:

1. Confianza en la Naturaleza y búsqueda de lo Natural.-

La naturaleza humana expresa una sabiduría mayor, que es la sabiduría del Universo. El ser humano -como expresión
de ella- debe encontrar su lugar en el mundo, viviendo en armonía con la totalidad de la que forma parte sin intentar
controlarla, dominarla o explotarla. En el campo de la psicoterapia, ello se expresa en que la actitud más importante
que los terapeutas intentan promover en ellos y en sus pacientes es una aceptación incondicional de lo que somos
para que en lugar de intentar ser lo que no somos nos permitamos ser cada vez más lo que sí somos.

2. Enfasis en la expresión de lo Personal y Unico en el desarrollo de la creatividad y la capacidad de juego.-

La Terapia Humanista considera como una de sus tareas fundamentales la de desarrollar en nosotros mismos y de
fomentar en los demás la actualización de la forma única que somos. Por ello, se tiene especial cuidado con los
conceptos de "normal" y "anormal". El objetivo es impedir patologizar la diversidad que es característica a los seres
humanos. Por otra parte, mediante el desarrollo de la capacidad creativa y de juego podemos explorar en nosotros
formas de expresión hasta ahora desconocidas -por haber ido quedando relegadas en favor de lo aceptado social y
culturalmente-, y así ampliar los límites que estrechan nuestra identidad condicionada por nuestra biografía. Esta
posición ofrece un contrapunto esencial a la tendencia uniformadora de la presión social, de la que la educación es
uno de sus máximos agentes.

3. Reconocimiento de las limitaciones de la Conciencia Normal.

Como se dijo anteriormente, la conciencia que hasta ahora había sido considerada como la "normal", comienza a ser
reconocida sólo como un estado de conciencia posible, cuya característica es la de filtrar, separar e inhibir el
conocimiento de lo potencialmente perceptible a una estrechísima franja de éste. La Psicología Humanista alienta,
entonces, la búsqueda y el cultivo de otros estados de conciencia hasta ahora descalificados por la psicología
tradicional, al considerárselos propios de estados de patología. Aquí, las religiones Orientales y las disciplinas
meditativas han significado un importante aporte a la exploración de los límites de la conciencia, y han formado parte
de la vertiente que nutre a la Psicología Transpersonal o Cuarta Fuerza (Naranjo, C. y Ornstein, R.E., 1971).

4. Trascendencia de la Identidad Personal Egoica y reconocimiento y aceptación de la Totalidad que somos.

La Terapia Humanista promueve la ampliación de los límites impuestos a la identidad, con el fin de incorporar y
reconocer como propias también aquellas partes que el proceso de socialización y adaptación han ido "desheredando"
en beneficio de las deseables. El objetivo de este proceso es el de favorecer la liberación de la enorme cantidad de
energía que queda cautiva al servicio de mecanismos de represión, negación o bloqueo, y que causa un drástico
empobrecimiento del verdadero potencial del ser humano.

5. Superación de la escisión Mente-Cuerpo. Reconocimiento de la comunicación con y desde el cuerpo.

Los últimos dos milenios de cultura judeo-cristiana han relegado al cuerpo a un plano secundario; los descubrimientos
científicos, por su parte, han contribuído a concebir el cuerpo como poco más que una maquinaria manipulable a
través de la tecnología. Esta actitud debe ser contrarrestada para alcanzar los planos humanos superiores del espíritu,
la mente y el pensamiento racional. La división mente-cuerpo ha alcanzado niveles críticos, los que tiñen nuestra
cultura de otra serie de polaridades alienantes, como sexo-espíritu, animal-humano, pecador-inocente, etc, y como
consecuencia de ello nuestra experiencia emocional se ha ido llenando de sentimientos tales como vergüenza y culpa
relativas a las funciones corporales.

Para el enfoque Humanista existe, por el contrario, una unidad fundamental mente-cuerpo. Nuestra alienación, por
lo tanto, también se expresa y puede ser modificada a través de tomar conciencia de nuestro cuerpo como una fuente
inagotable de información acerca de cómo somos, qué sentimos, e incluso qué nos acontece más allá de nuestra
conciencia.

6. Reequilibrio entre Polaridades y revalorización de lo Emocional, lo Intuitivo, lo Interno y el lenguaje del


hemisferio derecho.

Cada cultura define lo que es deseable y los marcos dentro de los cuales deben tener lugar las expresiones de sus
miembros. La nuestra, por ejemplo, favorece el desarrollo del hemisferio lógico/izquierdo, desalentando al mismo
tiempo la expresión del hemisferio intuitivo/derecho. Prioriza lo externo y lo manipulativo en desmedro de lo interno,
lo receptivo y lo contemplativo; lo analítico por sobre lo sintético, lo racional por sobre lo emocional, intuitivo o
analógico.

Por su parte, la terapia Humanista cultiva preferentemente el lenguaje del hemisferio derecho, a través del uso de
imágenes, analogías y metáforas, al considerarlo el lenguaje natural para expresar los contenidos propios del mundo
interno (Kalawski, A., 1978, 1992).

Este énfasis no pretende disminuir la importancia del otro lenguaje. De acuerdo con el espíritu Taoísta, el símbolo
yin-yang es una magnífica ilustración de la forma en que la psicología Humanista visualiza las polaridades:

cada una de ellas, si bien se halla separada de la otra, contiene la semilla del aparente contrario. Es así que, a
diferencia de como vemos en Occidente a las polaridades -como opuestos irreconciliables: mal/bien, Dios/Diablo,
etc- el Taoísmo las considera como aparentes opuestos que, si bien se diferencian, danzan y se complementan
armónicamente la una a la otra. Una ocupación importante de esta psicología es la integración armónica de las partes
o polaridades, las que se conciben como inherentes a la naturaleza humana. Tal integración no será de ninguna manera
una búsqueda de homogenización, sino que una aceptación y comprensión de todas nuestras facetas, de todo aquello
que somos: lo desconocido, lo olvidado, lo reprobado y aún lo vergonzoso.
7. La Mente Condicionada: obstáculo que debe ser sorteado.

Una polaridad que ha recibido especial atención es la de la mente vs emociones (o sensaciones). La terapia Guestáltica,
en particular, ha enfatizado la noción de reducir el énfasis que otorgamos en forma cotidiana a la mente condicionada.
La frase de Perls, “deja la mente y recobra tus sentidos” refleja esta actitud: pensamientos, racionalizaciones, juicios,
recuerdos, clichés, charlas acerca de las cosas, son contenidos de la conciencia que, según Perls, actúan como gatillos para
fijar los problemas, más que resolverlos.

La Psicología Humanista -en particular, la Gestalt- ha desarrollado técnicas semejantes a las prácticas tradicionales de
meditación conocidas en Oriente, con el fin de liberar a la mente de sus contenidos condicionados. Con prácticas
tales como el continuo de conciencia o continuum del darse cuenta -es decir, la permanencia fiel y alerta en todo lo que se
experimenta aquí y ahora- (Stevens, J., 1976) la persona ampliará sus márgenes de percepción habituales y estimulará
procesos creativos "organísmicos" que estaban sepultados bajo lo conocido. El continuo del darse cuenta se asemeja
a las prácticas tradicionales de meditación conocidas en Oriente, las que tienen la finalidad de liberar a la mente de sus
contenidos condicionados. Tanto el continuum como las técnicas de meditación son utilizadas indistintamente por
terapeutas Humanistas o Transpersonales, según su enfoque o el contexto al que se enfrenten.

8. Comunicación Personal YO-TU en la que se expresan y reconocen las perspectivas subjetivas en su


calidad de tales.

La Psicología Humanista asume que los seres humanos tienden a convertir lo que perciben, sienten, piensan o
recuerdan en lo que las cosas son. Esto crea una barrera comunicacional entre las personas, y también al interior de
ellas. Por lo tanto, la psicoterapia busca desarrollar la capacidad de comunicar las percepciones personales,
reconociéndolas como tales; y, al mismo tiempo, valorar y reconocer las del otro, aceptando su misma cualidad
subjetiva.

LA PSICOLOGIA TRANSPERSONAL

El gigantesco caldo de cultivo que fueron los años 60 permitió el florecimiento de una gran cantidad de formas de
terapia que se inspiraron en las mismas bases revolucionarias. Sin embargo, algunos años después la Asociación de
Psicología Humanista (A.H.P.) le quedó estrecha a muchos buscadores cuyas inquietudes eran más radicales (Celis, A.,
1990).

La apertura de Oriente permitió la toma de contacto con las enseñanzas de filósofos y pensadores desconocidos. G.
I. Gurdjieff es muchas veces mencionado como “el primer emisario de Oriente a Occidente”; su discípulo, P.
Ouspensky, le ayuda a divulgar su labor a través de libros mundialmente reconocidos, especialmente en Europa y
luego en USA; diversos maestros, como Paramahansa Yogananda, o del Budismo Zen como D.T. Suzuki, dictan
conferencias o emigran a los Estados Unidos, y un número indeterminado de otros maestros -principalmente hindúes-
son visitados por los buscadores en sus respectivas comunidades. Por otra parte, antiquísimos textos conteniendo
sabiduría china -como el I Ching y el Tao Te King-, o hindúes -como el Bhagavad Gita- son traducidos al inglés
y otros idiomas europeos, facilitándose así su acceso al público de Occidente.

Las enseñanzas de los Maestros orientales ofrecían modelos del funcionamiento psicológico completamente
desconocidos en el mundo de la ciencia occidental. Estas enseñanzas son conocidas hace miles de años en sus
respectivas tradiciones, y el origen de algunas de ellas se pierden en la nebulosa de los tiempos. Estos modelos
psicológicos incluyen conceptos tales como niveles de conciencia, niveles del ser, disolución de la identidad , ego y
esencia, mente, mecanicidad, totalidad, unidad cósmica, trascendencia, centros, chakras, energía, etc., y muchos de ellos
aluden a aspectos de la experiencia humana que escapan a los límites estrechos del condicionamiento individual y
cultural.

Sumado a lo anterior, las personas que se internaron en el camino de la meditación con técnicas traídas del Oriente,
que experimentaron con drogas psicodélicas o que se sometieron a las disciplinas dictadas por las enseñanzas de
diversas escuelas místicas tuvieron experiencias que abrieron un horizonte nuevo en el conocimiento, la investigación
y la exploración interior: vivencias y percepciones de trascendencia, unidad cósmica y otros fenómenos que
cuestionaban en lo esencial la creencia de que cada individuo se halla separado del resto. Tales experiencias habían
sido descritas siglos antes por religiones orientales como el Hinduísmo, el Budismo, el Taoísmo, el Zen, o la tradición
Sufi (Celis, A., 1990).

Ocurre entonces que, nuevamente liderados por Maslow en lo teórico, se funda la Asociación de Psicología Transpersonal.
Lo Transpersonal es aquello que se halla más allá (trans) del ego o lo condicionado (persona o "máscara"). Es decir,
quién o qué es el ser en lo esencial.

Actualmente, los principales expositores de esta línea dentro de la psicología académica son, -entre otros- Frances
Vaughan, Stanislav Grof, Charles Tart, Ken Wilber y el chileno-norteamericano, Dr. Claudio Naranjo. Este último
tiene gran importancia para nosotros, por ser un inspirador de paternidad reconocida por la mayor parte de los
terapeutas humanistas y transpersonales de nuestro país.

APORTES DEL MODELO TRANSPERSONAL

(1) El anhelo de sentido y de trascendencia.-

Junto con la búsqueda instintiva de seguridad y predictibilidad con que nuestro cuerpo, nuestra mente y emociones
parecen venir programadas, parece existir en el ser humano un afán por explorar, por aventurarse, por adentrarse en
lo desconocido. Una vida cómoda, segura y predecible no nos basta: como dice Octavio Paz, el Hombre tiene nostalgia
de infinito. Si bien esta tendencia no es enteramente consciente en los individuos -ni tampoco lo es la búsqueda religiosa-
, sí es una tendencia compartida la búsqueda de sentido en nuestra vida. Según Oscar Ichazo, este anhelo es la
expresión de la búsqueda espiritual en la psique humana. Tenemos entonces que es posible que en alguien que se
sienta enteramente ateo -al no identificarse con ninguna de las religiones establecidas- sigue estando presente este
deseo de hallar sentido y significación a su propia existencia, el que puede hallar en su trabajo, su relación de pareja o
algún propósito trascendente que le otorgue a su vida.

Una perspectiva similar -y con la cual los psicoterapeutas se hallan más familiarizados- es la de Víktor Frankl, creador
de la Logoterapia. Frankl define la Logoterapia como "la terapéutica mediante el Logos, mediante el sentido" (Frankl, V., 1982).
En otra publicación, señala: "La reflexión psicoterapéutica sobre el logos equivale a la reflexión sobre el sentido y sobre los valores.
La reflexión psicoterapéutica acerca de la existencia supone reflexión sobre la libertad y la responsabilidad" (Frankl, V., 1987). Frankl
está convencido de que hay siempre un sentido de la vida en cuya búsqueda va el hombre. Depende de él emprender
la realización de este significado. El hombre tiene la responsabilidad de dar la respuesta justa a una pregunta, de hallar
el significado justo de una situación. Por esto la consciencia es la gran guía, la guía más adaptada al comportamiento
del hombre; de hecho, es la capacidad intuitiva la que descubre el significado único y singular escondido en cada
situación (Bazzi, T. y Fizzotti, E., 1989).

(2) Un nuevo concepto de la neurosis: el eneagrama.-

En los Fundamentos de la Psicología Humanista, mencionábamos que en el hombre se manifiesta un desorden básico que
consiste en la separación de su verdadera naturaleza. La psicología transpersonal busca en los mitos, leyendas y relatos
más antiguos una explicación al sufrimiento de la humanidad y afirma que, de acuerdo con ellas, la caída es universal.
No son sólo los neuróticos o los psicóticos los enfermos. Salvo unas pocas almas "despiertas" el resto de los mortales
somos víctimas del sufrimiento; o, como enseña la tradición judeo-cristiana, portadores del pecado. El sufrimiento es
parte de la condición humana que no respeta categorías o clases de este mundo. Lo que nos hace diferentes son
nuestras circunstancias, nuestra historia y los determinantes constitucionales. La interacción de ello determina la forma
que eventualmente tomará nuestro intento de olvidar o disfrazar la pérdidad del ser. Ese disfraz es el carácter, la base
de la neurosis. Una implicancia muy relevante de este hecho es que las personas quedamos definidas en una condición
de igualdad -y por lo tanto, de humildad-; todos caminantes que vamos recorriendo distintas fases del camino. En
este camino, cualquiera puede ser maestro potencial de otro hermano.
Para la corriente humanista-transpersonal, la ausencia del amor verdadero es el canal que permite la perpetuación y la
transmisión de una generación a otra de este desorden. A causa de la experiencia amenazante del des-amor, el ser
verdadero se "oscurece" ("oscurecimiento óntico") y entonces, la persona oculta primero y luego olvida esa pérdida
de ser detrás de una estructura de carácter. La solución neurótica resultante dependió de la interacción de factores
constitucionales y situacionales.

El eneagrama es un mapa del carácter que describe nueve tipos de automatismos caracterológicos o "eneatipos".
Cada eneatipo se caracteriza por un defecto cognitivo o idea irracional específica (la fijación) y un defecto de naturaleza
emocional, también específico (la pasión).

El eneagrama es un modelo psicológico recibido de una escuela del Oriente medio cuyo origen data de miles de años.
Fue traído por primera vez a Occidente (y esta vez a Chile) por Oscar Ichazo, fundador del Instituto Arica (Ichazo,
O., 1972). Allí recibió la enseñanza el Dr. Claudio Naranjo, quien con el correr de los años se ha transformado en el
principal estudioso y difusor del Eneagrama (Naranjo, C., 1990, 1994, 1995).

Una importante característica y virtud de este sistema de tipificación de la personalidad consiste en que también es
una herramienta de trabajo que puede ayudar al buscador a trascender las limitaciones que le imponen sus
condicionamientos.

(3) Redimensión del trabajo psicoterapéutico. Nuevas metas, nuevas herramientas.-

Las escuelas psicológicas tradicionales basan sus premisas en los datos que son aportados por la observación,
medición, análisis y comparación de los fenómenos del psiquismo que son perceptibles. Estos fenómenos forman
parte de la personalidad. El centro de la personalidad es el ego o yo condicionado, que la psicología transpersonal
define como una parte del ser total que usurpa el lugar de la totalidad mediante la identificación selectiva. Las psicologías
tradicionales han dado un lugar central al estudio de la personalidad, y por lo común se considera que la salud está
vinculada estrechamente a una modificación de ella. La perspectiva transpersonal más cercana a las prácticas
meditativas budistas concibe a la personalidad como uno de los aspectos del ser, estimándose que la salud implica
principalmente un apartamiento de la identificación exclusiva con ella, más que su modificación.

Otras corrientes transpersonales -vinculadas, por ejemplo, al yoga o a la tradición sufi- consideran que la personalidad
debe ser modificada (ya que nunca podría disolverse) para que se sitúe en el lugar que le corresponde dentro de la
economía del ser, antes de que éste pueda ocuparse o realizar su naturaleza superior. El interés del movimiento
transpersonal se centra en aquellas fuerzas que están ocultas u "olvidadas" en el hombre corriente, así como en su
esencia o su naturaleza más profunda -la que nunca puede ser aniquilada, pero que sí resulta oscurecida por el ego-.

Hasta el advenimiento de la psicología transpersonal, el trabajo en el nivel psicológico era la meta de la psicoterapia.
A partir de entonces, la psicoterapia se ilumina de un espíritu que le da profundidad y sentido de trascendencia a la
exploración: un por qué o para qué, más allá de aminorar el sufrimiento inmediato. En palabras de C. Naranjo:
"Cualquiera que reconozca plenamente la esclavitud psicológica de las pasiones sentirá un deseo de liberación alentado por la intuición de
una libertad espiritual". El trabajo en el nivel psicológico puede homologarse a la reparación de una máquina dañada,
para que al ser restaurada quede en condiciones de permitir el contacto con lo trascendente. Para los transpersonalistas,
la meta del trabajo psicológico es básicamente el "despertar" a la conciencia superior. Ello significa alcanzar niveles
del ser que le darían unicidad, lo liberarían del sufrimiento, lo harían dueño de su voluntad y le permitirían el acceso
a una sabiduría infinita.

El buscador cuenta para ello con técnicas propias de la "vía purgativa" (técnicas gestálticas principalmente) y de la
"vía unitiva". Entre estas últimas tenemos técnicas de meditación, mantrams (sílabas sagradas provenientes de la
tradiciones hindúes y sufis), los psicocatalizadores, que serían las verdades divinas que hay debajo de cada fijación o
pasión (Ichazo, O., 1972) y las mudras o posiciones sagradas. Todas estas técnicas forman parte de esta "vía dulce" que
ayuda a transmutar la energía inferior en valores intrínsecos del ser.
Otra "herramienta" terapéutica incorporada al bagaje del terapeuta transpersonalista es el amor. Si el des-amor es
reconocido como la causa más importante- si no la única- del sufrimiento, no es de extrañar entonces que sea
insistentemente mencionada como una herramienta sanadora y restauradora del equilibrio organísmico. Se dice que
las personas que alcanzan una conciencia superior, experimentan una cualidad de amor compasivo hacia sus
semejantes. El Buda, Cristo y otros grandes maestros reconocidos por las tradiciones espirituales así lo atestiguan.
Puede decirse, entonces, que la introducción del amor en la psicoterapia actuará además como una señal que guiará y
acompañará al buscador en su camino.

(4) El reconocimiento del Maestro y el resurgimiento del antiguo chamán. El nuevo terapeuta.-

En Occidente tenemos al psicoterapeuta, y en Oriente tienen al Maestro. El Maestro es un ser que, por su calidad de
evolucionado, encarna la máxima aspiración del discípulo. Con su sabiduría, su nivel de conciencia, su amor, su
compasión y su energía, puede guiar al aprendiz por el camino de la iluminación. En general, las tradiciones orientales
plantean que, sin maestro y sin enseñanza, la iluminación es imposible. La devoción con que los discípulos orientales
tratan a sus Maestros es también un reflejo del reconocimiento que éste hace de la divinidad que hay en su Maestro.

Muchos occidentales han seguido los pasos de diversos Maestros, más allá del Maestro Jesús. Desde principios de este
siglo, cientos de miles de buscadores han seguido las enseñanzas de maestros ya fallecidos físicamente, como Buda,
Lao Tsé o Krishna; y también vivos, como G. I. Gurdjieff, Ramana Maharshi, Paramahansa Yogananda, Satyananda,
J. Krishnamurti, Chögyam Trungpa, Maharishi Mahesh Yogi, Gurú Maharaji, Oscar Ichazo o Bhagwan Shree
Rajneesh. En los últimos años, el Dr. Claudio Naranjo ha denominado "neo chamán" a un tipo de líder que reune en
sí mismo la condición de sabio, guía espiritual, terapeuta, sanador y educador.

(5) Descripción y exploración de la conciencia "superior".-

La psicología humanista -y también la transpersonal- aceptan la existencia de un amplio espectro de estados de


conciencia. La conciencia óptima se considera como un estado considerablemente más amplio que la conciencia
normal y potencialmente accesible por cualquiera que trabaje en ello seriamente. Existiría entonces un estado de
conciencia "superior" que posee todas las propiedades y potencialidades de los estados inferiores, más algunas
adicionales (Ornstein, R.E., 1975).

La implicancia más importante de este supuesto es que la realidad que percibimos refleja el nivel de conciencia de
quien la percibe; y, consecuentemente, no se puede explorar la realidad sin hacer al mismo tiempo una exploración de
nosotros mismos -no sólo porque somos, sino también porque creamos la realidad que exploramos- (Walsh y
Vaughan, 1980). La exploración puede ser realizada por el iniciado en técnicas meditativas, o bien por quien mediante
un profundo y disciplinado trabajo sobre su personalidad logra liberarla de automatismos y alcanza niveles de
conciencia cada vez más amplios y sutiles.

(6) La sabiduría es un don o una inspiración. Ella puede recibirse directamente o bien puede ser facilitada
al estar en contacto con un Maestro y someterse a la disciplina de su enseñanza.-

El conocimiento que Occidente valora es aquel que es adquirido fundamentalmente mediante el trabajo del hemisferio
izquierdo, en los centros de formación acreditados como tales por cada cultura. Oriente aporta un concepto de
conocimiento o sabiduría novedoso para esta parte del mundo. Aún cuando los grandes maestros orientales conocidos
en Occidente se caracterizan por un amplísimo nivel cultural y erudición en las más variadas gamas del saber, lo que
los define como sabios no es sólo ese tipo de conocimiento. Ouspensky, en su libro Psicología de la Posible Evolución del
Hombre (Ouspensky, P.D., 1954) describe el nivel de conciencia perfecta, que él denomina Conciencia Objetiva. El
hombre que lo alcanza conoce la verdad entera sobre todas las cosas, puede estudiar las cosas en sí mismas,
el mundo tal cual es. La persona que ha alcanzado este nivel de conciencia logra todo lo que un ser humano puede
alcanzar. Otras corrientes denominan "iluminación" a este estado. En este estado de conciencia superior se trascienden
las dicotomías usuales de la mente, accediendo así a un nivel de experiencias y conocimiento acerca de sí mismo y del
Universo imposibles de obtener en el estado de conciencia ordinaria (Walsh y Vaughan, 1980).
HISTORIA DEL MOVIMIENTO HUMANISTA-TRANSPERSONAL EN CHILE2

Por largos años, el movimiento de la Psicología Humanista y/o Transpersonal en Chile ha permanecido disperso en
grupos de trabajo, estudio y/o búsqueda interna, consultas terapéuticas o movimientos espirituales.

Intentaremos hacer algo de historia -en el entendido de que, en este contexto, nuestra recopilación no intenta ser final
ni acabada-. Existen lagunas en la historia de nuestra profesión en Chile que, aun cuando es reciente, depende de la
memoria y de la perspectiva de aquellos que la vivieron directamente.

Nos referiremos, en primer lugar, a las instituciones formales de enseñanza. El primer Director de la Escuela de
Psicología de la Universidad Católica de Chile fue el sacerdote Eduardo Rosales, quien es posteriormente reemplazado
por el también sacerdote Hernán Larraín, filósofo jesuíta con estudios en Alemania, quien asume la tarea de
reestructurar la Escuela. El padre Larraín había tenido contacto con Binswanger, con la fenomenología y con los
psicoanalistas culturalistas -especialmente Karen Horney-; trae al Dr. Candiani, quien formó la cátedra de psicoterapia
-con diferentes enfoques-. Candiani, a su vez, trae al psicólogo de nacionalidad venezolana Fernando Acuña Osorio
-psicoanalista-, quien desarrolla por primera vez en Chile la línea Centrada en el Cliente de Carl R. Rogers en 1955,
1956.

Mario Morales, quien era profesor en la Escuela de Psicología a principios de los 60 y que había conocido a Rogers a
través de libros traídos por Fernando Acuña, comienza a incorporar en sus clases de Orientación Vocacional las ideas de
consejería no-directiva de Rogers -enseñando, en realidad, las bases de la psicoterapia-. A inicios de los 70 se generan
los cursos experienciales de Técnicas no-directivas I y II para entregar herramientas de trabajo con grupos, en el ámbito
clínico y organizacional, los que también quedan a cargo de Mario Morales. Este incorpora en estos cursos las
enseñanzas de Truax y Carkhuff, seguidores de Rogers que tienen gran importancia por su trabajo en el entrenamiento
de las habilidades terapéuticas.

También se implementaron en esa época los cursos de Relaciones Humanas I, II y III, con el fin de formar facilitadores
de grupos en el enfoque Humanista; inicialmente, éstos estuvieron a cargo también de Mario Morales, quien después
incorporó a Rafael Estévez y a Cecilia Avendaño. En el año 1976, el profesor Morales incorpora el enfoque Rogeriano
en la educación -Perspectivas Rogerianas en la Educación-, en el Magister en Educación ofrecido por la Universidad
Católica.

En el enfoque Humanista netamente clínico, la Escuela de Psicología de la Universidad Católica contó en la década
de los 70 con Jaime Boetsch en la enseñanza de la psicoterapia centrada en el cliente. A partir de 1972, Alex Kalawski,
profesor del curso de Introducción a la Psicoterapia, crea los cursos de Psicoterapia Integral, en los que se entrega formación
en el enfoque Humanista mediante seminarios teóricos, grupos de encuentro y supervisión de pacientes tratados en
el Consultorio de la E.P.U.C. Se integran al equipo como ayudantes -y posteriormente como profesores- Hernán
Contreras, Virginia Espinosa, Frida Ringler, María Inés Winkler y Carlos Zalaquett y, en un tiempo posterior, Verónica
Bagladi.

Los profesores del equipo de Psicoterapia Integral dictan además otros cursos optativos, como Psicoterapia Gestáltica y
Técnicas de Imaginería en Psicoterapia; dirigen numerosas Tesis, dictan cursos de extensión, participan en Congresos y
escriben artículos. De esta manera crean, dentro de la psicología académica (y durante los años de la dictadura), un
espacio importante para la enseñanza y el desarrollo de las diversas corrientes de la psicología humanista.

Lola Hoffman y Claudio Naranjo son también un importante aporte extracurricular a profesores y alumnos de la
Escuela. Lola Hoffmann trabaja por su lado, creando lentamente un grupo masivo de seguidores de sus enseñanzas:
entre ellos, Soledad Gatica, Ruby Dussaillant, Virginia Espinosa, Marta Hermosilla y Viola Espínola. Lola y Claudio
se encuentran quizás por primera vez en el primer trabajo de este último: en el Servicio de Medicina Psicosomática

2
Agradecemos encarecidamente el tiempo que nos brindaron los psicólogos Manuel Poblete Badal y Mario Morales Vergara y el
psiquiatra Arturo Mardones para ayudarnos a establecer esta cronología de eventos.
del Hospital del Salvador, creado por el Dr. Torreblanca. Claudio aún no se recibía de médico, pero había hecho el
curso de Psiquiatría y había aprendido la técnica del ensueño dirigido de Desoille, que Lola Hoffman ya utilizaba -ella
había llegado a la Clínica un par de años antes que Claudio, habiendo aprendido en Europa este método-.

En la Universidad de Chile, Psicología era, hasta 1960, un Departamento dentro del Instituto Pedagógico, y el Jefe de
este Departamento era don Manuel Poblete Badal, quien había sido designado como tal por Resolución Nº5 del 16
de Noviembre de 1960, con firma del entonces Decano del Instituto, Eugenio González. A principios de 1961, el
Decano Eugenio González llama a Manuel Poblete y le informa de que un proyecto largamente aspirado está a las
puertas de convertirse en realidad: el Departamento de Psicología puede convertirse en la Escuela de Psicología, para
lo cual se requiere que él asuma la Dirección. Don Manuel pide reflexionar al respecto, pues sus proyectos incluían
un viaje de perfeccionamiento a Bélgica el año siguiente. Sin embargo, el Rector de la Universidad en ese tiempo, Juan
Gómez Millas, lo convoca y logra convencerle de que asuma el cargo. Fue así que, por Decreto 8928 del 8 de Agosto
de 1962, se nombró retroactivamente -desde Abril 1962- a Manuel Poblete Badal en el cargo de Director de la Escuela
de Psicología de la Universidad de Chile, con la firma de Patricio Barros Alemparte, Ministro de Educación de Jorge
Alessandri Rodríguez.

El Director Poblete llama entonces a su ex alumno, Héctor Fernández Provoste, por entonces recién titulado -Héctor
estudió Psicología siendo sexagenario- con el fin de organizar una cátedra de Técnicas de Tratamiento Psicológico. Héctor
Fernández organiza entonces su cátedra inspirado especialmente en Karen Horney -a quien conoce personalmente-
convocando a diversas otras personas.

En 1964 ocurren diversos problemas internos en la Universidad de Chile, y Manuel Poblete renuncia a la Dirección
de la Escuela de Psicología, cargo que asume el psiquiatra Gustavo Vilas, quien decide tomar una serie de medidas
que generan fricción con el alumnado. Un activo Centro de Alumnos de la Escuela -presidido por entonces por
Leonardo Villarroel- logra que se reestablezca como asignatura, en el currículum de la Escuela de Psicología, el ramo
de Técnicas de Tratamiento Psicológico. A mediados de los setenta, el Prof. Salvador Cifuentes G. inicia, dentro de
ese curso, una sección dedicada a la terapia de Carl Rogers. Su primer ayudante fue Leonardo Villarroel, a quien se
agregó posteriormente Gabriel Reyes. Desde 1976, este último fue el profesor titular de la Cátedra, con dos ayudantes:
Alberto Iturra y Alejandro Celis.

El profesor Reyes mantuvo este puesto hasta 1995, centrando sus contenidos en los desarrollos iniciales y recientes
del enfoque centrado en el cliente -ahora llamado Psicoterapia Experiencial, cuyo principal exponente es E.T. Gendlin-.
A fines de los setenta se incorpora a la docencia la Prof. Marta Nepomneschi, quien formó a varias generaciones de
estudiantes en el enfoque guestáltico. En 1979, tanto M. Nepomneschi como A. Iturra -y cantidad de otros profesores-
son despedidos por una Universidad intervenida por el régimen, la cual desde entonces y por muchos años dificulta
en extremo la realización de cualquier tipo de Taller o Curso con metodología experiencial.

Tanto Gabriel Reyes como Alejandro Celis fueron también despedidos, pero lograron revertir la medida. Desde sus
inicios como docente, este último intenta integrar las otras corrientes que conforman la <<Psicoterapia
Humanista>>, dirigiendo Tesis de Grado y Cursos que exploran las técnicas corporales y el enfoque Transpersonal.
Quizás el primer curso de este enfoque en una Universidad chilena fue un Taller de Psicología Transpersonal, dictado por
en el 2º semestre de 1977 por A. Celis, quien además dictó cursos de Gestalt, Meditación y técnicas de trabajo corporal
hasta su renuncia a la Universidad de Chile, en Marzo de 1985.

Los psicólogos comenzaron a reunirse como gremio en los sesenta. Antecedente del actual Colegio de Psicólogos de
Chile (A.G.) es la Asociación de Psicólogos de Chile, en la cual participaba gran cantidad de profesionales, y cuyo Primer
Presidente fue Emilio Gómez Sáez, y su Directiva estaba formada por don Luis León, Rogelio Benavente, Enrique
Valenzuela, Héctor Pauchard e Isidoro Neves. Recién el 9 de Diciembre de 1968 es publicado en el Diario Oficial la
constitución del Colegio de Psicólogos. El grupo de profesionales que había trabajado por esa causa nombra a Héctor
Fernández Provoste como su primer Presidente y socio Nº1, en reconocimiento a su facilitación de esta gestión -a
través de su profesión de abogado y sus contactos con el Senador Musalem-. El socio Nº2 y Vicepresidente fue Carlos
Descouvieres y el Nº3, Manuel Poblete. El resto de la primera Directiva del Colegio estuvo integrada por Salvador
Cifuentes, Juan Iturriaga, Vera Kardonsky, Jaime Oxley, Jorge Echeverría y Sergio Guzmán, y tuvieron su Sede en
Bellavista 185, casa de propiedad de Héctor Fernández.

En esos años, Héctor Fernández y su esposa Cristina Lorenzen generan paralelamente la Fundación Fernández-Lorenzen
o Instituto de Psicología Aplicada, el que con el tiempo se convertirá en alero para Oscar Ichazo, fundador del
Instituto Arica -ambas instituciones funcionaron igualmente en Bellavista 185-.

El interés por continuar el movimiento del desarrollo del potencial humano se expresa también en la creación del
Instituto de Antropología Médica, bajo el alero del destacado Profesor de Fisiología de la U. de Chile, el Dr. Hoffman
(marido de Lola). En este Instituto, la palabra Antropología es usada en su sentido más amplio, dando espacio a
diversas exploraciones en torno a lo humano. Así por ejemplo, se realizan exploraciones del potencial de desarrollo
personal del baile, a través de la Biodanza desarrollada por Rolando Toro, quien posteriormente va a Brasil, donde
funda un movimiento con numerosos seguidores.

En la Clínica Psiquiátrica de Santiago laboran a fines de los sesenta un grupo pionero de Psiquiatras -Adriana Schnake,
Arturo Mardones, Pedro Politzer, Rafael Vergara, María Cristina Delgado, Sonia Abovich y otros- quienes
posteriormente se ven influenciados por los contactos con el Dr. Claudio Naranjo, recién formado en Gestalt con
Fritz Perls en el Instituto Esalen de California.

Más adelante, Claudio organiza el grupo S.A.T. (abreviación de Seekers After Truth, Buscadores de la Verdad)3, con algunas
de estas mismas personas, más su propia madre, Lola Hoffmann, Albert Steinberg, Ximena Sepúlveda, Vilma Hänig,
Ruby Bindhof y otros. El proceso de trabajo con el S.A.T. -como es de suponer- influye profundamente la cualidad
del trabajo que se realiza en la Clínica Psiquiátrica en esos años. La incorporación posterior de los psiquiatras Héctor
Bazán y Jorge Sapiaín -ayudados por el trabajo previo de los demás- cataliza la creación del Hospital Diurno de la
Clínica, con una orientación marcada por estas influencias.

El Proceso Fischer-Hoffman también constituye un importante hito en las terapias que se realizaban en los setenta. El
creador de esta terapia -Bob Hoffman- fue popularizado por Claudio Naranjo, quien le ayuda a darle forma grupal.
Claudio incorpora al trabajo del SAT el Proceso del Fischer, en el cual los más conocidos especialistas de nuestro
medio formados en esos años -y quienes quizás más se dedicaron a ese trabajo, además del propio Hoffman- son
Arturo Mardones, Eleodoro Ortiz de Zárate, Armando Molina y Rafael Vergara.

El primer libro de Fritz Perls (Sueños y Existencia) en publicarse en el país sale a la calle en 1970, con el sello de Cuatro
Vientos Editorial cuyos socios fundadores fueron Adriana Schnake y Francisco Huneeus. A la fecha, esta Editorial
se ha convertido en la fuente más importante de libros ligados al movimiento Humanista en el país, habiendo
publicado decenas de volúmenes referidos a Gestalt, P.N.L., ecología, uso razonable de los recursos y cantidad de
otros temas.

En el ámbito místico, los sesenta y los setenta fueron pródigos en movimientos que buscaban recorrer sus propias
vías de desarrollo. J. Krishnamurti visitó Chile en varias ocasiones, así como Oscar Ichazo -quien formó el Instituto
Arica precisamente en esa ciudad del Norte-; paralelamente, la técnica de la Meditación Trascendental era enseñada a
cientos, a miles de personas que, de ese modo, tenían acceso al sabor de la técnica de trascendencia quizás más antigua.
También han estado presentes, desde muchos años atrás, las artes marciales orientales -y en ciertos casos, también el
espíritu original en que se basan-.

Se puede decir que, en el ámbito místico, los setenta estuvieron dominados por Silo (La Comunidad), el Gurú
Maharaji y el Instituto Arica; los ochenta, por el movimiento dirigido por el Maestro Bhagwan Shree Rajneesh; y al
parecer, los noventa tendrán el predominio del Budismo.

COMENTARIO FINAL

3
El Dr. Naranjo describe con mayor detalle los orígenes del grupo SAT en el Capítulo 8 (Nota del Editor).
Hemos revisado los orígenes y los conceptos fundamentales que están a la base de la Psicología Humanista y la
Psicología Transpersonal. A ambas se las conoce como Tercera y Cuarta Fuerza, respectivamente. Aunque sus teóricos
y seguidores las definan como movimientos diferentes, sus semejanzas son más notables que sus diferencias. A ambas
las une una concepción del hombre particular, y se caracterizan por buscar la integración armoniosa a través de una
expansión de los límites en que las psicologías tradicionales han circunscrito al ser.

A nuestro entender, la Tercera y Cuarta Fuerzas se presentan con una concatenación casi inevitable. Autores
vinculados a lo transpersonal -como Wilber (Wilber, K., 1982)- han planteado que la ciencia que hoy se conoce con
el nombre de psicología es la más antigua de las ciencias. Ha existido a través de los tiempos bajo diferentes nombres,
y se ha manifestado tanto en el arte como la religión. Para Ouspensky, la psicología es "el estudio de la posible
evolución del hombre". Con el concepto de evolución, la psicología transpersonal trae al espíritu e ilumina con él el
trabajo psicológico. La Tercera Fuerza, con su rebeldía respecto de los modelos rígidos y su apertura a nuevas
experiencias, prepara el terreno para que luego, gracias a la sincronía con hechos políticos y sociales de orden mundial,
se produzca un matrimonio de ideas y algo más entre Oriente y Occidente. Algunos autores ven en este proceso una
manifestación más de lo que estaría ocurriendo a todo nivel en la humanidad. Si los humanistas son los responsables
de la "democratización" de la psicoterapia, los transpersonalistas lo serían de su "espiritualización".

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