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Las piedras de rayo

Las piedras de rayo (también conocidas como ceraunias o piedras de trueno) son piedras, generalmente
pulimentadas con forma puntiaguda y bifaces, que han sido interpretadas por muy diversas culturas como
objetos caídos del cielo. Ya sea por ser una especie de depósito o de solidificación dejada por los rayos
eléctricos al tocar tierra, ya sea porque el propio rayo llevaba consigo una piedra, ya sea porque el rayo es
una piedra (un meteorito). A veces se dice que penetra el la tierra y luego, como si fuese un ser animado,
pugna (incluso durante años) por desenterrarse y salir a la superficie.

En consonancia con este supuesto origen celeste se les atribuyen propiedades curativas y mágicas. Entre
ellas la de evitar las tormentas o sus perjuicios, curar enfermedades de animales domésticos y de seres
humanos, proteger frente al mal de ojo o frente a las mordeduras de serpientes y los peligros en general, o
propiciar la buena fortuna de su poseedor.

No obstante, pese a lo extraordinariamente difundida que está la mencionada creencia por todo el mundo,
la inmensa mayoría de ellas son en realidad o bien piedras que han adquirido esa forma por azar, o bien
lanzas, cuchillos, puntas de flecha o hachas fabricadas por los hombres de la edad de piedra (en el
paleolítico, el mesolítico o el neolítico).

Es cierto que la caída de un rayo sobre arenas o areniscas provoca la fusión de los granos de sílice hasta una
profundidad que puede llegar a ser de más de un metro en una zona muy estrecha, y que esa arena queda
por ello vitrificada en forma de unos tubos frágiles y quebradizos llamados fulguritas. Se trata de tubos de 2
a 50 mm de diámetro, a veces retorcidos o ramificados y con apariencia de raíz. Sin embargo estas
formaciones son muy diferentes a las piedras de rayo y no se confunden con ellas.

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