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Arquidiócesis de Huancayo

«Vengan detrás de mi, dice el Señor


y los haré pescadores de hombres» Mc 1, 17

Rito para la Imposición de Alba


e Institución de Ministerios

Seminario Mayor “San Pío X”


Instaurare omnia in Christo
Procesión de entrada

Navetero Turiferario C. Auxiliar 1

Cruz Alta

Ceroferarios

Evangeliario

Seminaristas

Seminaristas a quienes se impondrá el Alba

Candidato a los ministerios C. Auxiliar 2

Presbíteros

Obispo Auxiliar

Arzobispo
Ceremoniero

Báculo Mitra

2
IMPOSICIÓN DE ALBA
E INSTITUCIÓN DE MINISTERIOS

Monición de entrada:
Queridos hermanos, bienvenidos a esta Celebración Eucarística; fiesta
de fe y de amor en la que el Señor se hace presente, vivo y Resucitado,
para darnos vida en abundancia a través de su Palabra y a través de su
Cuerpo y de su Sangre.
Nos hemos congregado en esta Celebración, donde se realizará la
bendición y entrega de albas a nuestros hermanos seminaristas del
Propedéutico y del 1er año de Filosofía, además de la institución de los
ministerios de lectorado y acolitado de los seminaristas del 3er año de
Teología.
Este, es un paso adelante en el proceso vocacional de estos
hermanos nuestros que, respondiendo a la llamada del Señor, quieren
consagrarse al servicio de Dios y de su Santa Iglesia.
Con alegría y esperanza, comencemos la Eucaristía poniendo sobre
el altar del Señor todos los deseos de nuestros corazones, invocando su
santo Nombre y glorificando su presencia real en medio de la comunidad
que lo alaba y bendice.

3
Ritos iniciales

Reunido el pueblo, el Arzobispo con los ministros va al altar, mientras se entona el canto
de entrada. Cuando llegan al altar, el Obispo con los ministros hacen la debida reverencia,
besa el altar y lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado el canto
de entrada, el Obispo y los fieles, de pie, se santiguan, mientras el Obispo dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

El pueblo responde:
Amén.

Saludo
El Obispo, extendiendo las manos, saluda al pueblo con la fórmula siguiente:

El Dios de la esperanza, que por la acción del Espíritu Santo nos


colma con su alegría y con su paz, permanezca siempre con todos
ustedes.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

Acto penitencial
Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios,
reconozcamos nuestros pecados.

Se hace una breve pausa en silencio.


Después, hacen todos en común la confesión de sus pecados:

Yo confieso ante Dios todopoderoso


y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Golpeándose el pecho, dicen:


Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

El Obispo concluye con la siguiente plegaria:

4
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros
pecados y nos lleve a la vida eterna.

El pueblo responde:
Amén.

Kyrie

Gloria

El obispo:
Oremos

Oración colecta

O
h, Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de tu pasión,
te pedimos nos concedas
venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de tu redención.
Tú que vives y reinas con el Padre
en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios
por los siglos de los siglos.

El pueblo responde:
Amén.

5
LITURGIA DE LA PALABRA

Monición a la primera lectura:


Esta primera lectura nos lleva a la Alianza del Sinaí, que es el origen y prototipo de todas
las demás alianzas que Dios (= Yahvé) sellará con su pueblo. Está claro que la iniciativa, -
según el autor sagrado-, parte de Dios mismo y viene comunicada por la mediación de
Moisés, y consiste, por parte del pueblo, en aceptar los mandatos y la voluntad de Dios. El
pueblo, liberado de la esclavitud faraónica, se compromete a ser fiel a Dios. Escuchamos
este relato de los orígenes de la historia de nuestra fe. Escuchemos

Primera lectura
Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros

Lectura del libro de Éxodo (24,3-8)

E
n aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había
dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:
«Haremos todo lo que dice el Señor.»

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó
temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las
doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al
Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad
de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el
altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz
al pueblo, el cual respondió: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo
obedeceremos.»

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la


sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos
mandatos.»

Palabra de Dios.

6
Salmo responsorial
Sal 115

R/. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

¿Cómo pagaré al Señor


todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.

Mucho le cuesta al Señor


la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,


invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

7
Monición a la segunda lectura:
Según el autor de la carta a los hebreos, la nueva Alianza ya no necesita de sacrificios. La
entrega y sacrificio de Cristo elimina los de la antigua Alianza. Y es que Cristo ha expiado,
-de una vez para siempre-, nuestras infidelidades y pecados, y nos ha hecho dignos y dignas
de ofrecer a Dios-Padre el nuevo culto, que nos hace herederos y herederas de la promesa.
Cristo mismo es el mediador en esta nueva situación. Acogemos esta reflexión.

Segunda Lectura
Cristo ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la
liberación eterna

Lectura de la carta a los Hebreos (9,11-15)

C
risto ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos.
Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por
manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa
sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha
entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la
liberación eterna.

Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas


de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles
la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del
Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá
purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto
del Dios vivo.

Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido


una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la
primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la
herencia eterna.

Palabra de Dios.

8
Monición al Evangelio:
El evangelista Marcos nos presenta, en este relato, a Jesús en la última cena con los suyos,
ofreciéndoles el signo por excelencia: es la institución de la EUCARISTÍA. Ésta constituye
la nueva Pascua (esto, es, la nueva fiesta de la liberación) y el nuevo culto, superando todas
las expresiones anteriores de culto. Por eso, cuando se come el Cuerpo y se bebe la Sangre
de Cristo, se comparte -desde dentro- su muerte y resurrección. Ésta es la NOVEDAD
absoluta. Nos abrimos al don que nos hace Jesús.

Aclamación antes del Evangelio Jn 6, 51

R. Aleluya, Aleluya
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor,
el que coma de este pan, vivirá para siempre.

Evangelio
Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos

Proclamación del santo evangelio según san Marcos (14,12-16.22-26)

E
l primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero
pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que
vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis
un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que
entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación
en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una
sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí
la cena.»
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo
que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una
copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les
dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os
aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba
el vino nuevo en el reino de Dios.»
Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.

9
INSTITUCIÓN DE MINISTERIOS Y ENTREGA DE ALBAS

El Obispo con mitra se acerca, si es necesario, a la sede preparada para la celebración, y se


hace la presentación de los candidatos.

PRESENTACIÓN DE CANDIDATOS

Monición:
En este momento, se llamará a nuestro hermano N., quien recibirá de manos de nuestro
pastor, Monseñor Pedro Ricardo Barreto, el ministerio de “Lectorado” y el ministerio de
“Acolitado”. Dichos ministerios, son para el servicio de la comunidad, en donde vivirá de
una manera más comprometida su servicio a la Palabra y al Altar, como una antesala a su
futuro ministerio sacerdotal.

El que recibirá los ministerios es llamado por el P. Rector de la siguiente manera:


Acérquese el (los) que va (van) a ser instituido(s) en los ministerios del
lectorado y Acolitado:

Inmediatamente lo nombra:
N.

El candidato responde:
Presente.

Se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia y después regresa a su lugar.

Homilía
Estando todos sentados, el Obispo hace la homilía.

10
RITO DE BENDICIÓN Y ENTREGA DE ALBAS

Monición: damos inicio al rito de bendición y entrega de albas. El P. José Francisco Montero
Sánchez, Rector del Seminario Mayor “San Pío X”, hará el llamado a los nuevos seminaristas
del año propedéutico y los que se incorporan al seminario en los estudios filosóficos y
teológicos, que recibirán sus albas.

El rector hace el llamado a los seminaristas que recibirán sus albas:


Acérquense los seminaristas que van a recibir el alba:

Seminaristas del año propedéutico, filosofía y teología (según relación).

Terminado el llamado de los nuevos seminaristas, el obispo hace la siguiente introducción.

Queridos seminaristas, en esta celebración de imposición de albas, qué


oportuno es tener en cuenta y meditar las profundas palabras del
apóstol san Pablo que nos exhorta a cambiar nuestro modo de ser y de
vivir para asemejarnos más a nuestro modelo, Jesucristo, diciéndonos:

“Despójense, en cuanto a su vida anterior, del hombre viejo que se


corrompe, siguiendo la seducción de las concupiscencias; renueven el
espíritu de su mente y revístanse del hombre nuevo, creado según Dios,
en la justicia y santidad de la verdad” (Ef 4, 22-24). Por eso, animados
por las palabras del apóstol participamos de esta bendición.

Se procede a la bendición de las albas. Se pondrá al centro del presbiterio y frente al obispo,
una mesa con las albas preparadas.

Monición: ahora, nuestro arzobispo, procederá a bendecir las albas que serán entregadas
a los nuevos seminaristas

Bendición de las albas

Obispo:
El señor esté con ustedes.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

Obispo:
Oremos:

11
S
eñor nuestro Jesucristo,
que para llevar a cabo la obra de nuestra redención,
tomaste la naturaleza humana
y te revestiste de nuestra misma carne,
bendice † estas albas que estos hijos tuyos desean recibir como señal
de su compromiso sacerdotal,
y en respuesta al llamado personal que tú les haces.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

El pueblo responde:
Amén.

Monición: seguidamente, nuestro arzobispo dialogará brevemente con los seminaristas.

Obispo:
Queridos seminaristas: ¿quieren libremente recibir esta alba que
acabamos de bendecir?

Seminaristas:
Sí, quiero.

Obispo:
Al recibir libre y voluntariamente esta vestimenta litúrgica, ¿quieren
revestirte de Cristo cambiando su vida?

Seminaristas:
Sí, quiero.

Obispo:
¿Quieren comprometerse seriamente al servicio de Dios y de los
hombres formándose lo mejor posible en el Seminario Mayor “San Pío
X” de la Arquidiócesis de Huancayo?

Seminaristas:
Sí, quiero.

Obispo:
Que este compromiso que han manifestado públicamente sea una
realidad con la ayuda del Señor y de la Santísima Virgen María.
Seminaristas:

12
Amén.

Entrega del alba

Monición: terminado el diálogo, nuestro arzobispo hará entrega a cada seminarista de su


alba.

El obispo entregará el alba a cada seminarista, si es posible, mencionando el nombre del


seminarista que lo recibe, y diciendo:

“N…N… recibe esta alba en señal de tu vocación al sacerdocio”.

Seminarista:
Amén.

Bendición de los seminaristas

Una vez revestidos con las albas, se colocan de rodillas formando un semicírculo para
recibir la bendición.

Monición: Ahora, nuestro arzobispo bendecirá a los nuevos seminaristas revestidos con sus
albas.

E
Obispo:
l Señor todopoderoso, por su Hijo Jesucristo,
nacido de la Virgen María,
derrame su bendición † sobre ustedes,
y alegre sus corazones con la esperanza
de llegar un día a participar del sacerdocio ministerial de Jesucristo,
Sumo y Eterno Sacerdote.
Que esta alba que han recibido
sea signo de su vocación,
y les invite a perseverar generosamente
en el llamado personal de Dios.
Por Jesucristo nuestro señor.

Seminaristas:
Amén.

13
Terminado el rito de la entrega de albas, se continúa con la institución de ministerios.

Monición: Ahora se procederá a la institución de ministerios de nuestro(s) hermano(s) N..

INSTITUCIÓN DE LECTORADO

Todos se levantan. El Obispo sin mitra, invita a los fieles a que oren, diciendo:
Pidamos, queridos hermanos, a Dios Padre que bendiga a este siervo
suyo, destinado al oficio de lector, para que, cumpliendo fielmente el
ministerio que se le confía, proclame a Jesucristo ante los hombres, y
de así gloria al Padre que está en el cielo.

Y todos oran en silencio durante un breve espacio de tiempo.

Después el Obispo prosigue:

O
h Dios, fuente de toda luz y origen de toda bondad!,
que nos enviaste a tu Hijo único, Palabra de vida,
para que revelará a los hombres
el misterio escondido de tu amor;
bendice † a este hermano nuestro,
elegido para el ministerio del lectorado;
concédele que, al meditar asiduamente tu Palabra,
se sienta penetrado y transformado por ella
y sepa anunciarla, con toda fidelidad, a sus hermanos.
Por Jesucristo nuestro Señor.

El pueblo responde:
Amén.

Entrega de la Palabra de Dios

R
El candidato se acerca al Obispo, que le entrega el libro de la Sagrada Escritura, diciendo:
ecibe el libro de la Sagrada Escritura
y transmite fielmente la Palabra de Dios,
para que sea cada día más viva y eficaz
en el corazón de los hombres.

El lector responde:
Amén.

14
INSTITUCIÓN DE ACOLITADO

El Obispo sin mitra, invita a los fieles a que oren, diciendo:


Pidamos, queridos hermanos, al Señor que se digne bendecir a este hijo
suyo, que él mismo ha elegido para el ministerio del acolitado y que le
dé su fuerza para que se mantenga con fidelidad en el servicio de la
Iglesia.

Y todos oran en silencio durante un breve espacio de tiempo.

P
Después el Obispo prosigue:
adre misericordioso,
que por medio de tu Hijo único
has dado a la Iglesia el Pan de Vida,
bendice † a este hermano nuestro,
elegido para el ministerio del acolitado;
que tu gracia, Señor, lo haga asiduo en el servicio del altar,
para que distribuyendo con fidelidad el Pan de Vida a sus hermanos,
y creciendo siempre en la fe y en la caridad,
contribuya a la edificación de tu Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor.

El pueblo responde:
Amén.

Entrega del cáliz y patena

El candidato se acerca al Obispo, que le entrega la patena con pan o el cáliz con vino,

R
diciendo:
ecibe esta patena con el pan
y este cáliz lleno de vino
para la celebración de la Eucaristía,
y vive de tal forma que seas digno de servir la mesa del Señor
y de la Iglesia.

El Acólito responde:
Amén.

15
LITURGIA EUCARÍSTICA
Prosigue la Misa como de costumbre.

Procesión de ofrendas

MONICIÓN PARA LAS OFRENDAS

Señor, nos acercamos a tu altar para entregarte a través de estas ofrendas, nuestras vidas
y nuestros esfuerzos y los anhelos que están cimentados en la esperanza de la vida eterna
que nos prometes en el pan y en el vino.

PAN: Padre de vida en esta ofrenda queremos conmemorar tu entrega corporal gesto de que
somos una iglesia en comunión con cristo

VINO: Recibe Padre esta ofrenda, recordando así la sangre del sacrificio de Jesucristo tu Hijo,
signo de amor y misericordia por nosotros tus hijos.

CIRIOS: Señor, esta luz representa tu propia vida en medio de nosotros. Ilumina nuestro
camino a recorrer. Que nuestras almas vivan eternamente encendidas en tu amor, que cada
uno de nosotros podamos así brillar en nuestros hogares. Te prometemos mantener siempre
encendida tu llama en nuestros corazones.

LAS FLORES: Te ofrecemos estas flores, Señor, como símbolo de vida, de unión, de alegría
y nuestro anhelo de vivir siempre en amor y amistad contigo.

Oración sobre las ofrendas

S
Eñor, concede propicio a tu Iglesia
los dones de la paz y la unidad,
místicamente representados
en los dones que hemos ofrecido.
Por Jesucristo nuestro Señor.

16
PREFACIO DE EUCARISTÍA II
LOS FRUTOS DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA

V. El Señor esté con ustedes.


R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.


R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.

El cual, en la última cena con los Apóstoles,


cuando iba a ofrecerse a ti como cordero sin mancha,
y tú lo aceptarías como el sacrificio de alabanza perfecta,
para perpetuar entre nosotros los efectos de su pasión salvadora,
nos dejó el memorial de su muerte y resurrección.

Con este sacramento, alimentas y santificas a tus fieles


para que, a los seres humanos que habitan un mismo mundo,
una misma fe los ilumine y un mismo amor los una.

Así pues, nos acercamos a tu mesa


para que, penetrados por la gracia de este admirable misterio,
nos vayas transformando en imagen de tu Hijo.

Por eso, Señor, todas tus criaturas,


en el cielo y en la tierra
te adoran proclamando tus alabanzas;
y también nosotros, junto con los ángeles,
te aclamamos por siempre, cantando.

Santo, Santo, Santo…

17
PREFACIO DE LOS SANTOS PASTORES
LOS SANTOS PASTORES SIGUEN PRESENTES EN LA IGLESIA

V. El Señor esté con ustedes.


R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.


R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.

Porque nos concedes la alegría


de celebrar hoy la fiesta de san N.
fortaleciendo a tu Iglesia
con el ejemplo de su vida,
instruyéndola con su palabra
y protegiéndola con su intercesión.

Por eso, con los ángeles y los santos,


te cantamos el himno de alabanza,
proclamando sin cesar:

Santo, Santo, Santo...

18
PLEGARIA EUCARISTICA III

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:


CP

S
anto eres en verdad, Padre,
y con razón te alaban todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:


CC

P
or eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,

Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente,
diciendo:
de manera que se conviertan
en el Cuerpo y † la Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,

Junta las manos.


que nos mandó celebrar estos misterios.

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse claramente y con
precisión, como lo requiere la naturaleza de las mismas palabras.

P
orque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:


tomó pan,
y dando gracias te bendijo,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.

19
TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.

Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora,


haciendo genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,

Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:


tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.
TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora, haciendo


genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:


CP
Éste es el Misterio de la fe.

O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.

Y el pueblo prosigue, aclamando:


Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

O bien:
CP
Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
20
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

O bien:
CP
Éste es el Misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros.

Y el pueblo prosigue, aclamando:


Salvador del mundo, sálvanos,
que nos has liberado por tu cruz y resurrección.

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:


CC

A
sí, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,


y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.

C1

Q ue él nos transforme en ofrenda permanente,


para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo San José
los apóstoles y los mártires,
San Pío X
y todos los santos,
por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.

21
C2

T
e pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
Puede hacer mención del Obispo Coadjutor o Auxiliar.

El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:


a mí, indigno siervo tuyo,
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario, dice:
a mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N., a mí, indigno siervo
tuyo,

al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,


y a todo el pueblo redimido por ti.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia


que has congregado en tu presencia.

Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,


a todos tus hijos dispersos por el mundo.
A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,

Junta las manos


por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes.

22
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice.
CP o CC

P
or Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama:
Amén.

23
RITO DE LA COMUNIÓN

Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas,
dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios,
digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:

O bien:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
con el Espíritu Santo que se nos ha dado;
movidos por ese Espíritu digamos con fe y esperanza:

O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía,
signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna,
oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:


Padre nuestro, que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Solo el sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:


Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.

24
Junta las manos.

El pueblo concluye la oración aclamando:


Tuyo es el Reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:


Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
«La paz les dejo, mi paz les doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados
sino la fe de tu Iglesia,
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.

Junta las manos.

Tú que vives y reinas


por los siglos de los siglos.

El pueblo responde:
Amén.

El sacerdote, vuelto hacia al pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:


La paz del Señor esté siempre con ustedes.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:


Démonos fraternalmente la paz

O bien:
Como hijos de Dios, intercambiemos ahora
un signo de comunión fraterna.

O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz,
démonos la paz como signo de reconciliación.

O bien:

25
En el Espíritu de Cristo resucitado,
démonos fraternalmente la paz.

Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz, de comunión y
de caridad. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.

Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena y pone una partícula dentro del
cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.

Mientras tanto se canta o se dice:


Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.

Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga. La última
vez se dice: danos la paz.

A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:


Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la Vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permita que me separe de ti.

O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre
no sea para mí un motivo de juicio y condenación,
sino que, por tu piedad
me sirva para defensa de alma y cuerpo,
y como remedio de salvación.

26
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevada
sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Y, juntamente con el pueblo, añade:


Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

El sacerdote, vuelto hacia el altar, dice en secreto:


El Cuerpo de Cristo me proteja para la Vida eterna.

Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.

Después toma cáliz, y dice en secreto:


La Sangre de Cristo me guarde para la Vida eterna.

Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.

Después toma la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan
consagrado a cada uno, sosteniéndolo un poco elevado y le dice:
El Cuerpo de Cristo.

El que va a comulgar responde:


Amén.

Y comulga.

El diácono, si distribuye la sagrada Comunión, lo realiza de la misma manera observan


los mismos ritos.

Si se comulga bajo las dos especies se observa el rito descrito en su lugar.

Cuando el sacerdote ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

Finalizada la Comunión, el sacerdote o el diácono, o el acólito, purifica la patena sobre el


cáliz y también el cáliz.

Mientras hace la purificación, el sacerdote dice en secreto:


Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,

27
y que el don que nos haces en esta vida
nos sirva para la vida eterna.

Oración después de la comunión

C
Oncédenos, Señor,
saciarnos del gozo eterno de tu divinidad,
anticipado en la recepción actual
de tu precioso Cuerpo y Sangre.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

28
RITO DE CONCLUSIÓN

En vez de la bendición acostumbrada, puede darse la siguiente.

Inclinen la cabeza para recibir la bendición.

El Obispo, con mitra, báculo y las manos extendidas sobre los ministros y el pueblo,
pronuncia la bendición:

C oncede a estos hijos tuyos, Señor,


con tu protección y tu gracia,
salud de alma y cuerpo,
perfecto amor a los hermanos
y una entrega total a tu servicio.

Todos:
Amén

El Obispo:

Q ue estos hijos tuyos, Señor,


puedan alegrarse siempre
de celebrar los misterios de su redención
y de recibir continuamente sus frutos.

Todos:
Amén

El Obispo:

Q ue el Dios de toda gracia,


que los ha llamado en Cristo,
los afiance y los conserve fuertes
y constantes en la fe.

Todos:
Amén

Y
El Obispo:
que a todos ustedes, aquí presentes,
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.

29
Todos:
Amén

Después de la bendición el diácono despide al pueblo con alguna de las fórmulas siguientes:

Podemos ir en paz.

O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza.
Podemos ir en paz.

O bien:
Glorifiquemos al Señor con nuestra vida.
Podemos ir en paz.

30
21 de Agosto

San Pío X
Solemnidad

Oración Colecta

S
eñor, Dios nuestro, que, para defender la fe la católica
e instaurar todas las cosas en Cristo,
colmaste al papa San Pío X,
de sabiduría divina y fortaleza apostólica;
concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina,
podamos alcanzar la recompensa eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas

A
cepta, Señor, nuestras ofrendas y concédenos
que, dóciles a las enseñanzas del papa San Pío X,
celebremos con dignidad estos santos misterios
y los recibamos con fe.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración después de la comunión

A
l celebrar la fiesta de San Pío X,
te rogamos, Señor, Dios nuestro,
que por la eficacia de esta eucaristía
seamos fuertes en la fe
y vivamos la unidad en el amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.

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BENDICIÓN SOLEMNE

El Obispo, con mitra, báculo y las manos extendidas sobre el pueblo, pronuncia la
bendición:

D
ios, nuestro Padre,
que nos ha congregado para celebrar hoy
la fiesta de san Pío X,
patrono de nuestro Seminario
les bendiga, les proteja y les confirme con su paz.

Todos:
Amén

El Obispo:

C
risto, el Señor,
que ha manifestado en San Pío X
la fuerza renovadora del misterio pascual,
los haga auténticos testigos de su evangelio.

Todos:
Amén

E
El Obispo:
l Espíritu Santo,
que en San Pío X,
nos ha ofrecido un ejemplo de caridad evangélica,
les conceda la gracia de acrecentar en la Iglesia
la verdadera comunión de fe y amor.

Todos:
Amén

Y
El Obispo:
la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.

Todos:
Amén

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