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Postmodernidad y Conocimiento

[ INTRODUACCIÓN A LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES ]


Objetivos:

• Comprender el impacto de la postmodernidad en la crisis de los meta relatos, concretamente


la crisis de la verdad como noción epistemológica
• Comprender el significado de la globalización y su impacto en la epistemología

En uno de los capítulos iniciales de este curso señalamos que el conocimiento humano es un
fenómeno histórico que camina a la par de la historia y por lo tanto se halla condicionado por
las condiciones sociales y culturales de la humanidad. En síntesis, el conocimiento humano no es
un fenómeno autónomo: se halla condicionado por variables históricas, culturales, sociales, etc.
En esa dirección, la humanidad ha atravesado cambios significativos a lo largo del último siglo,
que señalan que el conocimiento ha padecido transformaciones definitivas que han cambiado a
la ciencia. En esa dirección consideraremos dos fenómenos a escala planetaria que han
transformado por completo el discurso de las ciencias: la post modernidad y la globalización.

POST MODERNIDAD COMO AGOTAMIENTO DEL DISCURSO DE LA MODERNIDAD

A lo largo de este curso hemos partido de una afirmación básica que ha guiado todas nuestras
discusiones: si la epistemología se halla ligada a un discurso sobre el conocimiento, se trata de
un conocimiento sobre la realidad o lo que es la realidad. En ese sentido, la discusión
epistemológica se encuentra ligada a un debate metafísico, o ligada al debate que aborda la
pregunta ¿qué es la realidad?

Ahora bien, adoptando una lectura materialista, como la que señalamos en el materialismo
histórico de Marx, que señala que la realidad se constituye a partir de la forma particular en la
cual el hombre reproduce sus condiciones materiales de existencia, podemos afirmar que a lo
largo de las últimas décadas del siglo XX se ha transformado por completo el sistema de
producción en el mundo; luego, se ha transformado por completo la realidad y, por supuesto, la
epistemología.

Se trata de cambios en la economía, que hoy día se encuentra afectada por la importancia de la
información y la tecnología en todos sus procesos, creando lo que denominamos una economía
basada en la información. Economía que, lejos del tránsito al que asistimos en el pasado entre
economía agraria e industrialización, ha permeado por completo la industria y el agro a través
de los flujos de información y tecnología. En ese sentido es una nueva economía que ha
transformado por completo la producción mundial en tanto ha disuelto las antiguas relaciones
entre tiempo y espacio haciendo que, una vez la cultura e instituciones dentro de la sociedad se
han acoplado a este nuevo paradigma productivo, el comercio mundial se vuelve netamente
financiero y los mercados de servicios se amplían, jugando un papel definitivo en la producción
mundial. Por lo tanto, se disuelven las relaciones productivas tradicionales, ahora sujetas de

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forma unitaria y en tiempo real a escala planetaria. Estamos en un mundo constituido a partir
del conocimiento como información.

Nos referimos a que la nueva economía informacional le dio más movilidad a los capitales,
otorgando más movilidad a las empresas, y de esa manera desregulando los mercados a una
velocidad sin precedentes. Se generó de esa manera una interdependencia entre los mercados
financieros que son susceptibles de operar ya las 24 horas del día, con un aumento del volumen,
de la velocidad y complejidad de las transacciones. Por supuesto este proceso ha sido paulatino,
pues significó necesariamente un acomodamiento de las relaciones productivas al interior de las
sociedades, iniciando por la transformación de empresas e industrias que comenzaron a
relacionarse a través de la investigación y producción en informática y telecomunicaciones, para
luego inundar el resto de los sectores productivos.

Precisamente en ese contexto informatizado es que hay que comprender el discurso de Jean
Francois Lyotard acerca de la postmodernidad: La condición postmoderna: informe sobre el
conocimiento, considerado por muchos el manifiesto del postmodernismo. Precisamente,
Lyotard se refiere a “la condición postmoderna” como al carácter que ha adoptado el
conocimiento una vez se ha agotado el discurso de la ilustración, y especialmente después de la
Segunda Guerra Mundial en las sociedades post-fordistas basadas en la información.

Para Lyotard la postmodernidad se caracteriza porque el conocimiento se ha transformado a


partir de la aparición de las innovaciones cibernéticas: computadoras, sistemas de
telecomunicaciones y de las diversas disciplinas asociadas del lenguaje y procesamiento de la
información, que han llegado a dominar la sociedad y la economía desde la Segunda Guerra
Mundial. Efectivamente la aparición de estas innovaciones cibernéticas ha transformado el
estatuto del conocimiento en términos de velocidad y democratización. Los nuevos dispositivos
tecnológicos han aumentado los flujos informativos haciendo de la información el paradigma
del conocimiento actual. No hay ya mucho espacio para la reflexión lenta y pausada, pues los
veloces ciclos de tránsito de la información han hecho del conocimiento lo actual, que entre
otras cosas será vigente por unos instantes mientras no se constituya un nuevo conocimiento
que como información desplace al anterior. Así mismo, si en el pasado podríamos hacer
referencias al conocimiento como un asunto de unas clases privilegiadas que podían acceder a
él, en la actualidad el conocimiento se ha democratizado gracias a los mecanismos cibernéticos;
se ha hecho accesible a un mayor número de personas a lo largo del planeta.

Ahora bien, es en ese contexto en donde Lyotard se pregunta por la legitimación del
conocimiento. Es decir, en un mundo que padece el flujo constante de informaciones que
provienen de todos lados, culturas, formas de vida y sectores, ¿cómo diferenciar el verdadero
conocimiento de lo que no lo es? Se trata de una pregunta de orden absolutamente
epistemológico: ¿cómo hacer para saber que lo que creemos que es conocimiento es
conocimiento y no es otra cosa?

A este respecto la posición de Lyotard es absolutamente lúcida. Sostiene el pensador que si la


sociedad hace uso de algún principio para legitimar el conocimiento del que dispone, para

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hacerlo legítimo, debe tratarse también un principio útil para legitimar la toma de decisiones en
la sociedad y el gobierno, así como en el ámbito de las leyes, la educación y muchos otros
elementos básicos de la sociedad. Luego, Lyotard señala que precisamente en la
postmodernidad se pone en tela de juicio el principio de legitimación del conocimiento, de la
acción, de las decisiones, etc. Se trata de un mundo sin fundamentos, el mundo de ausencia de
validez.

Precisamente en este contexto es que surge la idea de Lyotard de la Postmodernidad como una
crisis de los meta relatos que se erigieron en la modernidad. Por eso nos referimos a la post
modernidad como un agotamiento del discurso moderno. Los meta relatos son discursos que
fundamentan el sentido de la historia, de los principios, de la acción, del pensamiento, etc. En el
ámbito de la historia, por ejemplo, los meta relatos son prescripciones éticas y políticas de la
sociedad y de la historia como tal, señalando cuál es el sentido de la historia, hacia donde va,
etc. Por ejemplo, en las comprensiones de la historia de carácter cristiano se había concebido la
historia como una de salvación, es decir, bajo el metarrelato que señalaba que la humanidad
caminaba hacia la salvación divina a pesar de los desastres que pudiera estar atravesando. En
esa dirección el metarrelato de la salvación señalaba que los acontecimientos históricos tenían
un sentido hacia el cual apuntaban, que de una manera u otra los dotaba de significado.

En general, los meta relatos son principios universales que regulan la comprensión que tenemos
del mundo, de la realidad, de lo que consideramos verdad. Los meta relatos equivalen a los
principios mediante los cuales una sociedad fundamenta sus instituciones, su cultura, sus
creencias, etc. Uno de los ejemplos de estos meta relatos es la creencia moderna en la
posibilidad de liberación progresiva de la humanidad a través de la ciencia. Desde inicios de la
modernidad, la ciencia y el conocimiento se comprendieron como emancipadores y
generadores de progreso. Es decir, la sociedad concibió que el conocimiento nos llevaría
automáticamente a un progreso eminente. Ese es precisamente el meta relato que justificaba
que las sociedades orientaran sus esfuerzos en la promoción de la educación y la ciencia. No
obstante, la crisis se manifestó una vez notamos, después de la Segunda Guerra Mundial, que
uno de los países más prolíficos en la investigación, la promoción del conocimiento y la ciencia,
Alemania, había sido gestora de una de las barbaries más grandes en la historia de la
humanidad: el genocidio judío ocurrido en los campos de exterminio. El meta relato en mención
entró en crisis.

Otro ejemplo de meta relato ha sido la búsqueda de una filosofía universalmente válida para la
humanidad. Por supuesto, ante la emergencia de nuevas culturas y contextos sociales distintos,
la posibilidad de construir un pensamiento universalmente válido para todos los contextos entra
en crisis. En este contexto es que Lyotard afirma que a partir de la condición postmoderna que
hemos adoptado hemos perdido la capacidad de creer en los meta relatos. Luego, los meta
relatos que habían tenido la función de legitimar a las instituciones sociales, los valores éticos y
en últimas, la verdad, han perdido toda credibilidad.

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La pregunta es entonces ¿y ahora cómo legitimamos todos nuestros productos sociales si no
disponemos de meta relatos? Para Lyotard la respuesta está en el pensamiento del segundo
Wittgenstein, quien analiza cómo el lenguaje se pone en escena a partir de pequeñas formas de
vida o subgrupos en donde se establecen reglas de conducta lingüística a partir de formas de
vida concretas. Si hemos rechazado las grandes narrativas, lo que debemos hacer es retroceder
hacia las pequeñas narraciones. Recordemos lo que denominado en capítulos anteriores como
juegos de lenguaje. Para Wittgenstein se trata de contextos limitados en los que existen claras,
si no claramente definidas, las reglas para la comprensión y el comportamiento.

Ya no se trata de dar crédito total a un conjunto de teorías, ideas, o verdades, con la función
aparente de prescribir el comportamiento en todos los aspectos de la vida. Más bien, tenemos
un montón de pequeños contextos, de formas de vida, en los cuales encontramos reglas,
códigos, o ideas, en los cuales se dan los marcos de legitimación. Se pierde toda pretensión de
conocimiento absoluto: ahora el conocimiento debe ser útil, de manera limitada, a los contextos
donde se desarrolla y legitima.

La postmodernidad supone entonces la crisis de la universalización. La vida humana debe ser


comprendida entonces a partir de los contextos particulares en los que se desenvuelve. Luego,
en el ámbito de lo social, la vida humana debe ser leída en los contextos donde se desarrolla,
evitando siempre la necesidad de meta relatos que impositivamente juzguen las acciones, las
ideas, los hechos, los productos humanos. Esta es la naturaleza del vínculo social moderno.
Nuestra eficacia en todos los campos se evalúa en el contexto en el que se realiza.

Por lo tanto, lo que legitima el conocimiento de la condición posmoderna es el funcionamiento


de dicho conocimiento en ciertos contextos, o lo que permite a una persona realizar, en
determinadas funciones, cierta actividad. Este criterio, que llamaremos performatividad,
constituye para Lyotard la base del pensamiento y de la acción. Luego, en una sociedad
cibernética e informática, el conocimiento es legitimado por la forma capacidad que tiene el
conocimiento para ser eficaz, para reducir al mínimo el costo requerido para la tarea y a la vez
maximizar los resultados deseados. Este es un concepto intuitivamente atractivo de nuestra
sociedad actual. El conocimiento y la toma de decisiones ya no se basan en principios
abstractos, sino en lo efectivo que es a la consecución de los resultados deseados.

Ahora bien, como se puede notar aparece una consecuencia preocupante para el conocimiento
contemporáneo: la performatividad se desarrolla separada de cualquier tipo de preocupación
ética, importa sólo la utilidad y efectividad como criterio. Sin embargo, también es consciente
de que la unidad entre conocimiento y bien es otro de los meta relatos que han entrado en
crisis y que en el mundo contemporáneo ya no tienen lugar.

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LA GLOBALIZACIÓN COMO AGOTAMIENTO DE LA CATEGORÍA ESTADO-NACIÓN

Los estudios en las ciencias sociales adoptaron, en la modernidad, una dependencia del
concepto de Estado-Nación. Los estudios acerca de las identidades, las culturas y las distintas
sociedades, adoptaron el marco comprensivo del Estado para hablar de culturas nacionales,
identidades nacionales, etc. Nos referimos a que, en el marco de las ciencias sociales, un
fenómeno típicamente moderno como lo es el Estado – Nación sirvió de molde para
comprender a las distintas sociedades en términos de cultura, de identidad, historia, etc.

Sin embargo, una de las consecuencias más determinantes de lo que se ha denominado la


globalización ha sido precisamente el agotamiento de la categoría Estado-Nación como marco
de los estudios en las Ciencias Sociales. De esta manera, se ha generado un nuevo reto teórico
para la epistemología de las ciencias sociales, pues hoy se precisan nuevos conceptos para
delimitar el espacio social. Dicho problema se ha vislumbrado una vez diversos fenómenos han
quebrado el modelo de sociedad nacional-estatal, que antaño contenía todo el conjunto de
prácticas sociales como el mercado, la producción, la cultura, la historia, la educación, etc.

La globalización, al quebrar las fronteras del Estado – Nación, ha dado lugar a múltiples espacios
sociales nuevos que autores como Ulrich Beck han denominado transnacionales, pues quiebran
las delimitaciones tradicionalmente concebidas del espacio social de acción. Se trata de espacios
que aparecen ante la avalancha de migraciones a nivel mundial, el auge del sistema capitalista,

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la entrada en escena de las organizaciones transnacionales, la aparición y toma de consciencia
de riesgos mundiales, la globalización de las culturas locales, e incluso el auge de movimientos
de carácter cosmopolita que exceden las fronteras estatales.

La característica común de estos espacios transnacionales es que no se encuentran en un lugar


espacial concreto. En ellos la sociedad rompe los vínculos tradicionales con el espacio para estar
aquí y allá, lo cual quiere decir que la categoría espacio fuertemente delimitada ante la
preeminencia del territorio en los ordenes políticos estatales es quebrada en sus fronteras por
los espacios sociales entre naciones sin una ubicación específica.

¿Qué tipo de fenómenos ha suscitado la aparición de estos espacios transnacionales? La


discusión es abordada por Beck reconociendo dos explicaciones de lo que llamaríamos
globalización: la preeminencia de una lógica netamente economicista, o las explicaciones
multicausales que reconocen en la globalización un fenómeno resultante de procesos
sumamente complejos, irreductibles a una única categoría.

Immanuel Wallerstein, a través del concepto de sistema mundial, quiebra por completo la
categoría de Estado Nación para explicar fenómenos sociales, políticos y económicos. A su
modo de ver el auge del sistema capitalista ha eliminado el aislamiento de las sociedades y nos
ha introducido en una única translocalización dominada por las lógicas de la producción, la
oferta, la demanda y, en síntesis, el mercado. Por otra parte, sin agotar por completo el
concepto de Estado-Nación, teóricos como Rosenau, Gilpin y Held dan preminencia a los
procesos que ha atravesado la política internacional en tanto de un modelo estado céntrico
hemos pasado cada vez más a un reparto de poder policéntrico. Proceso que multiplica la
posibilidad de que surjan a nivel internacional nuevos actores sociales, políticos y económicos:
el surgimiento de actores transnacionales que no reducen su ámbito de acción a la esfera
económica.

Nos referimos al parecer de Rosenau a que la transnacionalidad se expresa en el surgimiento de


actores que afrontan o suscitan problemas del mismo carácter. Es decir, actores como el Banco
Mundial, la Iglesia católica, industrias multinacionales, transnacionales del crimen, etc., no sólo
tienen un campo de acción más allá de las fronteras de los Estados, pues lo hacen en la medida
que inciden o regulan en problemáticas o realidades que sobrepasan las fronteras nacionales.

Pensando esta realidad desde el concepto de sociedad de riesgo, se puede afirmar que han
surgido fenómenos como la crisis ecológica mundial que ponen en tela de juicio la sostenibilidad
de la humanidad, que al exceder las fronteras estatales propician la aparición de nuevos actores
sociales y políticos que inciden en realidades transnacionales, como la crisis ecológica. En
palabras de Held, la transnacionalidad ha escindido la autonomía de los estados, fragmentado la
soberanía y transformado las condiciones de decisión política.

Ahora bien, de ninguna manera el desarrollo del mercado mundial llevará a que las identidades
y las culturas entren en procesos de homogenización de carácter global, que disuelvan la
singularidad y la importancia de lo local. Pensarlo así sería contradecir la hipótesis que ya hemos

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afirmado en el sentido que la transnacionalización ha permitido el surgimiento de nuevos
actores sociales y políticos en el contexto global. La transnacionalización, antes que llevar a que
converjan la multiplicidad de contenidos y símbolos culturales hacia la univocidad, posee una
dialéctica propia que exalta lo local, llevándolo hacia un escenario global. Fenómeno que ha
conceptualizado Roland Robertson como glocalización, lo cual supone una relocalización de los
contextos locales en una escena global, sin que ello implique por supuesto el abandono de lo
local mismo. En síntesis, la dialéctica de las relaciones económicas del mercado a nivel global,
antes que anular la localidad de cada forma de vida y cultura, exalta y se adapta a dicha
localidad. En ese sentido se abren también escenarios y posibilidades para actores locales que
se fugan de las fronteras estatales.

Resulta importante elaborar una distinción conceptual entre varias nociones bajo las cuales se
ha caracterizado el fenómeno que genéricamente se ha denominado globalización:
transnacionalización y mundialización (variante del concepto de sistema mundial de
Wallerstein). El factor que permite la diferenciación entre los conceptos mencionados está
precisamente en el papel que va a representar en cada una de estas conceptualizaciones el
Estado-Nación. Efectivamente, desde la perspectiva de Wallerstein la globalización como
fenómeno de escala mundial es inevitable; más que estar regido por los procesos de
desregulación de mercados efectuados por cada Estado, se trata de una dinámica supraestatal
que se impone desde la lógica del capitalismo. Por otra parte, la transnacionalización hará
énfasis en la ampliación del campo social, sin que ello signifique la ausencia del Estado-Nación ni
mucho menos su desaparición. Como lo señalamos ya, la transnacionalización como concepto
complejo que pretende explicar la globalización desde diversos aspectos señala una dialéctica
entre lo local y lo global, entre el aquí y allá, que en vez de homogeneizar el mundo abre el
espacio para el reconocimiento de la diferencia desde lo global, ventaja que no se encuentra en
la concepción de Wallerstein en tanto su conceptualización de la globalización desde una
variante reducida a lo económico no acoge la complejidad del fenómeno social que se presencia
hoy en día.

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