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613-S01

MARZO 03, 2000

H. KENT BOWEN

RICHARD SQUIRE

SARAH VICKERS-WILLIS

HARRY WILSON

Una caída antes de levantarse: La historia de Jai


Jaikumar (A)
Parecía casi como si se hubiera atado un cordón alrededor de la parte superior de estos grandes picos más
allá del cual nadie podía ir. La verdad, por supuesto, radica en el hecho de que, a altitudes de 7. 500 metros y
más, los efectos de la baja presión atmosférica sobre el cuerpo humano son tan graves que el montañismo
realmente difícil es imposible y las consecuencias de una tormenta incluso leve pueden ser mortales, que
nada excepto las condiciones más perfectas de tiempo y nieve ofrecen la más leve posibilidad de éxito y que
en la última ronda del ascenso nadie está en condiciones de elegir su día. . .11
Eric Shipton, Upon that Mountain

UNA RÁPIDA CAÍDA


Estaba a 7.200 metros sobre el nivel del mar pero la luz estaba disminuyendo y por lo tanto Jai
Jaikumar sabía que tenía poco tiempo para admirar la escena. Eran las cuatro de la tarde de un día
de verano en 1966 y Jai, un estudiante de ingeniería del Instituto Indio de Tecnología, se encontraba
con uno de sus más cercanos compañeros de escalada en la cumbre de una montaña del Himalaya.
El ascenso final de ese día, que empezó en el campamento de montaña a las 2 a.m., había sido más
arduo y difícil de lo que ambos habían previsto. Originalmente habían establecido la 1 p.m. como
su "hora de regresar", el punto en el que las consideraciones de seguridad dictaban que los
escaladores debían abandonar su ascenso y regresar al campamento de montaña. Sin embargo, la
perspectiva de esperar unos días más para desafiar de nuevo la cumbre tenía poco atractivo para
Jai y su compañero. Los dos estaban sanos y tenían experiencia en escalar pese a su juventud, así
que cuando llegó la 1 p.m. había sido fácil tomar la decisión de seguir adelante. Ahora, en la cima,
su perseverancia se vio recompensada pero ambos estaban muy conscientes de que el tiempo
estaba en contra de ellos. Tras una breve celebración comenzaron su descenso.

En la débil luz marchaban peligrosamente al tener que buscar su camino a tientas, tocando con
cautela utilizando sus picos de hielo a fin de probar la superficie ante ellos mientras bajaban con
lentitud. Su descenso requería que siguieran una arista particularmente precaria donde el viento
había creado un bloque de hielo y nieve, llamado cornisa, que en ciertos puntos se extendía en el
aire más allá de la roca subyacente. Los escaladores no podían ver la estructura bajo una cornisa,

1Shipton, Eric. Upon That Mountain, publicado en The Six Mountatin-Travel Books. Londres: Diadem
Books Ltd., p.434.
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El caso de LACC número 613-S01 es la versión en español del caso de HBS número 600-047. Los casos de HBS se desarrollan únicamente para su
discusión en clase. No es el objetivo de los casos servir de avales, fuentes de datos primarios, o ejemplos de una administración buena o
deficiente.

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613-S01 Una caída antes de levantarse: La historia de Jai Jaikumar (A)

por lo que no eran capaces de determinar con cierta probabilidad hasta dónde se extendía desde la
roca o el peso que podía sostener. Reconociendo el peligro, Jai y su compañero desataron las
cuerdas que los unían. Ahora, si uno de ellos se caía, no arrastraría al otro a la muerte.
Mientras bajaban por la cresta, Jai iba adelante. Cuando estaba a punto de dar su siguiente paso
escuchó un ruido fuerte y explosivo. Instintivamente Jai saltó a un lado y su compañero saltó al
otro, en el momento en que la cornisa se rompía y caía bajo ellos. Jai aterrizó en una pendiente
empinada y aunque estaba contento de sentir tierra firme el terreno era tan inclinado que sus pies
se deslizaron y cayó de espaldas. En cuestión de segundos había tomado una gran velocidad,
derrapando a casi 60 kilómetros por hora por la empinada ladera de la montaña.

LA PASIÓN DE TODA UNA VIDA


Cuando era niño, Ramchandran (Jai) Jaikumar a menudo viajaba hacia el norte en su India natal
para dedicarse a su pasión por el montañismo. Tentado por la cadena de montañas más alta y más
romántica del mundo, el Himalaya, que forma la frontera norte del subcontinente, Jai se sintió
atraído por sus numerosas y altas cumbres. Él comentó más adelante que durante varios años pasó
casi cuatro meses al año en su "verdadera vocación" de escalador y ocho meses al año en su "tiempo
libre" como ingeniero.

Jai se había entrenado con montañistas expertos, y conocía el protocolo de una crisis. Al rodar
cuesta abajo en la montaña tras la estruendosa caída de la cornisa se deshizo de todo el equipo
innecesario para que los objetos punzantes como su hacha para el hielo no le rompieran su cuerpo.
Milagrosamente, se mantuvo consciente al eliminar capa tras capa, incluyendo su mochila llena de
provisiones. Hizo todo lo posible por orientar su rumbo, aunque no podía disminuir la velocidad
de su caída. Para evitar una colisión fatal con las grandes rocas que surgían desde abajo, Jai hizo
camino metiendo sus pies en la superficie de hielo y nieve. Confiaba en que los montículos de nieve
frenarían su carrera, solo para descubrir que él simplemente los perforaba. La fricción de su caída
comenzó a romper su ropa y a lacerar partes de su cuerpo que se frotaban contra la superficie
abrasiva de la montaña.

Finalmente, el terreno se niveló y Jai patinó hasta detenerse. Había perdido 900 metros
verticales de altura mientras se deslizaba más de una milla y media ladera abajo. Mientras yacía
semiinconsciente sabía que su traje de escalar, su única protección contra los elementos, se había
roto. Aparte de un pequeño paquete con unas cuantas barras de alimento, había perdido todos sus
suministros. Aunque su piel sangraba y estaba chamuscada y gran parte de su torso estaba
descubierto, el dolor se había embotado por el sobresalto y la confusión de la conmoción cerebral.
Al tratar de levantarse y caminar sintió mucho dolor en sus articulaciones de la cadera y en sus
pies. El uso constante de sus pies y piernas para frenar su rápido descenso había roto los arcos de
ambos pies y había dañado sus caderas.

Sabiendo que la continua exposición al frío extremo de la noche lo dejaría sin poder moverse, Jai
angustiosamente se irguió sobre sus pies. Al examinar su entorno, pronto llegó a la conclusión de
que ninguno de los equipos que se había quitado durante su descenso lo había seguido hasta este
lugar. Peor aún, su compañero de escalada no se veía por ninguna parte. Basándose en su propia
intuición de navegación y su escrutinio anterior de mapas de la zona, Jai supuso que se había
deslizado por la ladera de la montaña en el lado opuesto a donde estaba su campamento. Volver
sobre sus pasos no era una opción: el terreno y su estado lo hacían imposible. Reconoció que sus
posibilidades de supervivencia eran escasas a menos que pudiera caminar montaña abajo y
encontrar un refugio antes de perder el conocimiento o no poder caminar más. No tenía idea exacta
de dónde estaba ni a qué distancia se hallaba de la civilización.

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Una caída antes de levantarse: La historia de Jai Jaikumar (A) 613-S01

Inició un descenso que habría sido difícil aunque hubiera tenido el equipo adecuado y no
hubiera estado herido. Cuando tenía que descansar lo hacía de pie o apoyado en una roca, porque
intuía que si se sentaba sería incapaz de volver a levantarse. Caminó día y noche, lo que consideró
luego que debería haber sido una caminata de seis o siete horas le tomó 24 horas. Más tarde
describió la extrema soledad y la desesperación de esas 24 horas, su agonizante dolor físico
combinado con el inquietante conocimiento de que su amigo casi seguramente había muerto a
consecuencia de su propia caída.

De repente, Jai recobró el ánimo al escuchar el ladrido de un perro en la distancia. Él sabía que
un perro que ladraba era señal de vida humana en algún lugar. Pronto se encontró con un pequeño
valle, donde pudo oír débiles voces y el sonido de niños riendo. Su risa, según recordaría más
tarde, fue uno de los sonidos más dulces que alguien puede oír. Al avanzar para ver a los niños
entró en un claro con una pequeña cabaña modestamente ubicada en el centro. Abrumado por el
alivio y el agotamiento, Jai se desplomó mientras se acercaba.

LA LLEGADA DE UN EXTRAÑO
En un pequeño pueblo en el Himalaya, una pastora salió de su choza para investigar un ruido
que había oído en el exterior. Tirado a unos metros de distancia, inconsciente, estaba un extranjero,
cubierto de harapos, con botas gastadas y con manchas de sangre seca. La mujer exploró su entorno
pero no encontró nada más que fuera peculiar. El hombre parecía haber venido solo. Obviamente
estaba herido y ella supuso que no iba a durar mucho tiempo tirado en la fría intemperie. Se
inclinó, levantó al hombre y lo llevó adentro. Al limpiar sus raspones y tratar de hacerle beber agua
y comer, él revivió lo suficiente para estar consciente de su entorno.

Al despertar Jai se encontró con una pequeña mujer de unos cuarenta años que curaba sus
heridas, le ofrecía comida y agua y le hablaba en un idioma que él no entendía. Trató de levantarse
pero sus pies estaban hinchados y su cadera estaba demasiado débil para sostener su peso. Su dolor
era tan intenso que ni siquiera podía gatear. Durante las próximas horas, Jai no pudo hacer mucho
más que aceptar la comida y el agua que la mujer le ofrecía y tratar de comunicar a través de gestos
que debía seguir bajando la montaña para ponerse en contacto con el campamento situado en la
ladera opuesta. Sin embargo, ambos tenían claro que él no podía viajar en su estado actual.

La mujer sabía que ella sola no podía curarlo. Para sorpresa de Jai, ella le indicó por señas que
había decidido llevarlo por la montaña hasta el pueblo más cercano. Poniéndoselo sobre su espalda
lo sacó de la cabaña, caminó unos 500 metros y luego lo puso abajo. Bebió un poco de agua, obligó
a Jai a beber un poco y luego lo levantó de nuevo. De esta manera continuó, caminando unos
cuantos cientos de metros a la vez, durante tres días enteros. Finalmente, llegaron al pueblo más
cercano. La mujer buscó a los funcionarios de la aldea y entabló con ellos una acalorada
conversación hasta que accedieron a regañadientes a transportar a Jai a lomo de burro a un pueblo
más grande que tenía un hospital. La mujer se negó a dejar a Jai hasta que su viaje estuviera
asegurado y luego se negó a aceptar su oferta de pago por su amabilidad y generosidad. Parecía
satisfecha con saber que Jai estaría a salvo. Después, tras hacer un gesto de despedida se marchó.

Desde el pueblo, Jai viajó en burro durante dos días. Mientras cabalgaba, notó que el viaje en
burro era mucho más doloroso que el viaje en la espalda de la pastora. También comenzó a tener
una perspectiva más amplia de su situación, reconociendo la fragilidad de su vida y la forma en
que sus circunstancias personales podían cambiar drásticamente en un instante. Reflexionó sobre la
fuente de la generosidad de la pastora, una persona con la que ni siquiera podía mantener una

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conversación pero que lo había apoyado incondicionalmente.

Con estos pensamientos pesando en su alma, Jai finalmente llegó a un pueblo con un hospital y
fue entregado en los brazos de un asombrado médico. El médico rápidamente diagnosticó una
fractura de cadera y arcos rotos en ambos pies. Aunque las lesiones de Jai eran serias no eran
permanentes. Por desgracia, el compañero de escalada de Jai no había sido tan afortunado.
Confirmando sus peores sospechas, Jai se enteró de que su compañero seguía desaparecido y se
suponía que estaba muerto.

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