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Liberalismo
El liberalismo como ideología nace inspirado en el individualismo, tiene sus raíces en la reforma
protestante del Siglo XVI, en las revoluciones inglesas del Siglo XVII y en la influencia de los
pensadores del Siglo XVII. Como expresión del pensamiento y acción debe ser caracterizada
para que incluya la diversidad y multiplicidad de ideas sin que se pierda su significación esencial
como ideología.
El liberalismo trata de la libertad política del ciudadano contra la opresión del Estado, es
la teoría y la práctica de la defensa a través del Estado constitucional de la libertad individual.1
La idea de libertad, se presenta como un valor político que se defiende a través de la afirmación
de que los hombres se suponen inicialmente en un estado de naturaleza con perfecta libertad
para decidir sus acciones, sin depender de la voluntad de otro hombre, la única finalidad por la
cual el Poder puede con pleno derecho ser ejercido sobre un miembro de la comunidad contra
su voluntad, es evitar que perjudique a los demás.
El liberalismo está caracterizado por una concepción positiva del hombre y de la
sociedad2. Esa concepción es:
Los griegos:
Los Sofistas sostenían que todos los hombres eran por naturaleza libres (negaban la esclavitud
natural). El significado inicial de libertad para los antiguos, especialmente Aristóteles, es la
libertad como auto-reglamentación (autonomía) o auto-gobierno. Pero en el famoso discurso
1
Historia del Liberalismo, Dr. Cesar Barradas pág. 1
2
Ídem, pág. 8
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del funeral de Pericles encontramos el germen de la idea de que hay una esfera personal o
particular que el Estado no debe invadir, esta es una idea central en el liberalismo.
Los romanos:
El derecho romano en sus inicios desarrolló una tradición de igualdad ante la ley, igualdad para
todos los ciudadanos. Ahora bien, es importante reconocer que la mayoría de las personas no
eran ciudadanos romanos. A Cicerón se debe la idea de que nuestra sociedad tiene que ser
gobernada por leyes y no por hombres (el reinado de ley). Lo ideal es que el juez sea simplemente
la voz de la ley. Estas ideas fueron reavivadas en los últimos años del renacimiento durante el
surgimiento de la Europa moderna.
Los cristianos:
La visión común es que el triunfo del cristianismo representó el eclipse de los ideales liberales
de tolerancia, amor de aprendizaje, etc. Hay un poco de verdad en esto; en la medida en que la
iglesia católica mostró (y todavía lo hace) hostilidad hacia algunos valores liberales, pero
tomando en cuenta que el cristianismo da primordial importancia a la salvación individual
(individualismo), el cristianismo puede ser concebido como una religión individualista. Más
importante en esta consideración; quizás, es la opinión cristiana de “igualdad original de todas
almas”. Además, hubo un impulso universalista en el cristianismo que no estaba presente en las
religiones de Grecia, Roma, y entre los judíos.
Liberalismo Político
El liberalismo político nace en las luchas contra las monarquías absolutistas y el símbolo de su
instauración es la revolución francesa de 1789, aunque en Inglaterra se había producido con
anterioridad un proceso que determinó la formación de instituciones liberales y en Estados
Unidos, la independencia americana marca el inicio de este sistema en el nuevo Continente. El
liberalismo político reivindica para el individuo su derecho a la libertad y a la igualdad en
contraposición con los principios de la monarquía que establecían privilegios transmitidos por
herencia de una ciase limitada que era la nobleza. De esta manera, la aparición del liberalismo
significa una revolución, un cambio radical, al abolir los privilegios de la nobleza y el derecho de
la monarquía a transmitir el poder por herencia.
¿Qué es la libertad?
La base del liberalismo es la conquista de la libertad del individuo. Y esa libertad fue definida a
partir de la ausencia de coacción. En este despertar de la humanidad de su largo sometimiento
a un pensamiento y a una moral única e impuesta coactivamente, los filósofos liberales vieron,
ante todo, la libertad en su aspecto “defensivo” frente al poder del Estado, pero pronto
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advirtieron que esa libertad no puede ser pasiva, sino que daba lugar a una actuación, surge así
la segunda forma de la libertad como posibilidad de participación en la vida política, en la
investigación científica y en la actividad económica.
Aunque haya dado lugar a reacciones muy contrapuestas, el liberalismo, como doctrina
política moderna, se ha centrado sistemáticamente en una única, por más que compleja, idea: la
defensa de la libertad en general y de las libertades del individuo contra los abusos del poder,
basada en una concepción de los individuos como actores racionales y autónomos, cada uno de
igual valor y por tanto merecedor de igual consideración.
La libertad del individuo está garantizada, frente a cualquier abuso, por una serie de
derechos que regulan todos los códigos; integridad personal y familiar, libertad religiosa y de
industria, protección de la propiedad. Y un derecho imprescindible de tipo social, libertad de
prensa, proclama de todas las revoluciones, porque sólo mediante la concurrencia de una prensa
libre se pueden expresar los partidos y decidir en elecciones los ciudadanos entre las varias
opciones que se les ofrece.
EL ESTADO DE NATURALEZA
3
John Locke fundador liberalismo político, pág. 2.
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sometido a las leyes de la obligación moral; más bien, el interés propio parece ser la regla que
guía el comportamiento ético de los sujetos. Existían opiniones opuestas entre sus mismos
creadores sobre el carácter histórico o de mera especulación que cabía otorgar a este concepto.
En el siglo XVII, Pufendorf, mantuvo que «nunca existió en realidad un estado de naturaleza,
excepto en forma alterada o parcial, como cuando unos hombres se unieron con otros para
formar un estado civil o un organismo semejante, pero conservaron una libertad natural contra
el resto de la humanidad»4 . Esta matización provocó con posterioridad la crítica de Adam
Smith; para éste, Pufendorf se equivocaba por la simple razón de que un estado semejante no
existió jamás. También Rousseau manifiesta con cautela que el estado de naturaleza «quizá no
haya existido»5.
El estado de naturaleza para estos autores es, en síntesis, la condición por la que hubieron
de pasar los hombres antes de llegar a la formación de la sociedad civil o política. Esta última
está adornada con los atributos por los que mayor aprecio ha sentido el pensamiento occidental
desde el siglo XVII: ejercicio de la autoridad, imperio del orden, jerarquía social, leyes positivas,
renuncia a la práctica de la violencia como fuente de resolución de los problemas internos y
dominio de la razón como fundamento último de las conductas humanas. Por el contrario, el
estado de naturaleza se consideraba una situación de la que era necesario escapar, bien por la
lucha de todos contra todos que en el mismo tenía lugar (Hobbes), bien por la situación de
amenaza e inseguridad colectiva que padecían sus integrantes (Locke). El paso de un estado a
otro parece haberse concebido como un acto de voluntarismo racionalista que llevaría al
contrato o pacto social y a la consiguiente instauración de una sociedad administrada por un
gobierno civil (a veces, un monarca absoluto).
4
PUFENDORF, S., The law of nature and nationes. N: York. Oceana Publications, 1964, p. 162, cit., en MEEK, R. L., Los orígenes de la ciencia
social. El desarrollo de la teoría de los cuatro estadios. Madrid. Siglo XXI, 1981, p. 18.
5
ROUSSEAU, JJ., Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres, en ROUSSEAU, JJ., Delcontrato social
Discursos. Madrid. Alianza, 1980, p.195
6
DUNN, J., La pensée politique de John Locke. Une présentation historique de la thése exposée dans les Deux traités du gouvernement.
París. PUF, 1991, pp. 106, 112, 119, 121, etc.
7
CASTILLA URBANO, F., «El indio americano en la filosofía política de John Locke», Revista de Indias, XLVI, 178 (1986), pp. 421-451, y «Una
teoría del origen y desarrollo de la sociedad: el estado de naturaleza en John Locke», en VEGAS, S., Dir., En torno al Segundo Tratado del
Gobierno Civil de John Locke. Alcalá de Henares. M.E.C.-C. E.P. de Alcalá, 1994, pp. 135-163.
8
Carlos Ospina, John Locke estado de naturaleza, Universidad de la Salle, Colombia, Bogotá.
9
Cortes Francisco, El contrato social liberal de John Locke, Universidad EAFIT, Colombia,2010
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Locke consideraba que originariamente los seres humanos vivían en paz, actuaban
libremente y tenían una actitud de mutua colaboración. La única ley que respetaban era la Ley
Natural, es decir, la idea de que nadie debe dañar a los demás. Locke entendía que la razón
humana es capaz de comprender esa Ley Natural básica y, por lo tanto, es necesario imponer su
cumplimiento.
Locke habla del estado de guerra, pero éste se da cuando uno quiere anularla libertad del otro,
por lo que lo hace distinto del estado de naturaleza. Locke define el estado de naturaleza así: “La
convivencia de los hombres conforme a la razón sin un superior común sobre la tierra con
autoridad para juzgar entre ellos, es propiamente el estado de naturaleza.”10
Si los hombres siguen la ley natural, entonces el estado de naturaleza es de paz, buena
voluntad, colaboración y preservación. Los individuos, en esa condición, eran sujetos libres y
gozaban del fruto de su trabajo, sin embargo, carecían de una autoridad que pudiese garantizar
ese derecho. El estado natural es un estado de libertad y de igualdad. Un estado donde los
hombres racionales sólo están limitados por la ley natural. “Para comprender rectamente el
poder político y deducirlo de su origen, debemos considerar el estado en que naturalmente se
hallan todos los hombres, y ése es un estado de perfecta libertad para ordenar sus actos y
disponer de sus posesiones y personas según lo estimen conveniente, dentro de los límites de la
ley de la naturaleza, sin pedir permiso ni depender de la voluntad de ningún otro hombre.”11
Como cada quien es independiente, en estado natural cada uno es juez, por lo que puede
hacer cumplir la ley de la naturaleza. ¿El hombre tiene un derecho y poder de castigar para
reparar y refrenar las acciones de un delincuente? Por eso escribe: “todo hombre tiene derecho
a castigar al ofensor y ser ejecutor de la ley de la naturaleza”. Más aún, Locke considera que
quien se desvía de la ley y de la recta norma se convierte en una “criatura nociva” y se declara en
guerra contra la humanidad, contra la comunidad de hombres racionales, y puede ser destruido
como una bestia salvaje14.
10
Ibídem, p. 40.
11
Ibídem, p. 30.
12
COHEN, Martín. Filosofía política. De Platón a Mao. Madrid. Cátedra, 2002, p. 91.
13
Ibídem, p. 32.
14
Ibídem, ps. 34-35.
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A todos Locke los ve como bestias salvajes, seres dañinos, levantados en contra del
género humano, que por este levantamiento han perdido todo derecho humano y no son más
que objetos por aniquilar.”15 Más adelante, dice Locke, que en estado de guerra que es un estado
de enemistad, uno puede matar a otro como si se tratase de un lobo o un león, porque tal hombre
no se halla bajo los lazos de la razón. ¿Cómo saber cuál de los dos está actuando fuera de la
razón? Sin embargo, luego de haber afirmado la existencia de derechos naturales como la
libertad, la vida y la propiedad, Locke habla de la esclavitud hasta el punto de justificarla.
Distingue entre la libertad natural del hombre y libertad del hombre en sociedad, en el
primer caso no está sometido a poder superior sobre la tierra, en el segundo caso está bajo el
poder establecido en una nación. Y viene Locke una vez más a invertir sus principios al sostener
que un sujeto por sus faltas puede someterse a otro como esclavo: “Es ésta la perfecta condición
de la esclavitud, la cual no es otra cosa que el estado de guerra continuado entre un conquistador
legítimo y un cautivo.” Eso le permite hablar de “poder despótico legítimo”, especialmente
referido al conquistador, bajo el cual sí se puede hablar de esclavitud legítima y el conquistador
tiene derecho a recibir un pago por los gastos ocasionados: “...el conquistador, si tiene causa
justa, posee un derecho despótico sobre las personas de todos los que realmente ayudaron y
concurrieron contra él, y el derecho de resarcirse por los daños y costo con el trabajo y las
haciendas de aquéllos, de manera que no agravie el derecho de ningún otro.“16
En el principio, los bienes son comunes. En el estado de naturaleza, la propiedad es res comunis,
pertenece a toda la humanidad. El propio Locke cita al Rey David: «Dios entregó la tierra a los
hijos de los hombres, se la dio en común al género humano». Con su teoría del estado de
naturaleza, Locke busca, entonces, aclarar que el derecho al poder político y su verdadero origen
tienen que ver directamente con el establecimiento de unas condiciones que hagan posible
preservar la propiedad.
15
HINKELAMMERT, Franz, El retorno del sujeto reprimido. Bogotá. Universidad nacional de Colombia, 2002, p.52. Capítulo 2 titulado “La
inversión de los derechos humanos: el caso de John Locke”.
16
Ibídem, p. 143.
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Locke señala que todo esfuerzo físico -trabajo- que se efectúe sobre la naturaleza -desde coger
un fruto, hasta construir un buque, pasando obviamente por labrar la tierra genera el derecho
de propiedad. La trascendencia del trabajo es tal que Locke indica que “de lo que existe en la
tierra, 9/10 son trabajo del hombre”. Pese a que estamos en los albores del S. XVIII, resulta
cuestionable lo expuesto teniendo en cuenta que existían zonas inexploradas y totalmente
desconocidas por los hombres. Sobre el continente americano, Locke anota que en este
continente existe poco “mejoramiento” del trabajo.
Así, pues, la propiedad privada se estableció por mandato divino, en el ejercicio del deber
de sobrevivir. Por el derecho natural, las personas adquieren propiedades: cada uno es dueño
de su persona y de todo lo que produzca, se apropie, recoja, etc. de la naturaleza: se crea, en
última instancia, la “auto propiedad” donde antes no había existido absolutamente nada. En
resumidas cuentas, el fundamento del derecho de propiedad es el trabajo humano: la
apropiación de bienes se produce contando con la autorización divina.
Como el trabajo es lo que permite apropiarse de los bienes de la naturaleza, en la teoría de Locke
-no negada por este-, la absoluta igualdad inicial generará que los hombres comiencen a
distinguirse: quien más trabaja, no cabe duda, tendrá más propiedades que los que lo hagan en
menor proporción. Así, el trabajo será el criterio objetivo a través del cual se establezcan las
diferencias sociales y económicas: todos nacen iguales y, con el trabajo, serán, en última
instancia, diferentes: habrá propietarios y no propietarios, empleadores y subordinados.
Para Locke, como hemos anotado, el hombre tiene autonomía, tiene derechos y deberes
propios que no pueden ser traspasados; más todavía, indica que el “único dueño” de la vida de
los hombres es Dios. No se puede, pues, “traspasar” aquello que no es de propiedad de los
hombres, únicamente de Dios. De allí que Locke no admita la esclavitud como una manera de
obtener bienes, como una manera de obtener propiedades, ni siquiera contando con el
consentimiento de las personas que enajenan sus servicios.
Ahora bien, el derecho a la propiedad tiene límites, no es que Locke «premie» con títulos de
propiedad a quienes trabajan desmedidamente ya que señala que el hombre solamente debe ser
propietario de lo que necesite, el exceso les pertenece a otros hombres. Todo lo que excede de
las necesidades del hombre, le pertenece a Dios, a los demás hombres. No se fomenta, entonces,
un derecho de propiedad desmedido e ilimitado como el sistema de Nozick; inclusive, más
adelante Locke indicará que si existe una acumulación indebida de bienes, los demás hombres
tienen derecho a apropiarse de tales bienes, aun cuando no hubieran contribuido a producirla.
La necesidad del dinero: el dinero, anota Locke, es un bien duradero que no se deteriora ni
pierde valor y permite intercambiar bienes útiles pero perecederos.
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El dinero nace por consentimiento de los hombres: el hombre utiliza la ficción del dinero
para «almacenar» bienes, para acumular propiedades perecibles. De este modo, como no existe
desperdicio de los bienes, no se atenta contra el mandato divino. Por ello, el empleo del dinero
es coherente con los límites al derecho de propiedad, es un «comportamiento justo o moral».
Locke no lo señala, expresamente, pero los hombres que no tienen propiedades pueden robar el
dinero a los propietarios, tal como sucede con los bienes perecederos.
En su Política, el uso original de un concepto como el de sociedad civil o sociedad política refería
a una asociación de individuos libres e iguales, aunque vinculados con una comunidad de
“ciudadanos” en el sentido de miembros de unas polis. Este concepto originario se encuentra
estrechamente vinculado con la virtud (el areté de los griegos), y ésta a su vez, con la noción de
interés general o el bien común.
El término griego para esta asociación es koinonía politiké, cuya traducción aproximada
para un lenguaje moderno podría ser “comunidad”, “asociación”, “sociedad política” o “sociedad
civil”.17 Cohen y Arato sostienen que “éste fue el término que los latinos tradujeron por societas
civilis”. No existe en Aristóteles o en la filosofía política antigua una distinción muy clara entre
lo político y lo social, diferencia que establecerá posteriormente la tradición latina con el término
societas.18
El uso del concepto de sociedad civil en el medioevo, al tener una relevancia menor,
simplemente se identificó al significado de res pública sin mayores distinciones con los
gobiernos, monarquías etc. De este modo, se impidió que se pudieran instalar la idea de sociedad
civil de un cuerpo de ciudadanos organizado. Esta noción tradicional de sociedad civil como
república se mantuvo durante el feudalismo, sin un desarrollo teórico mayor.
17
Aristóteles, La Política. Traducción de Natividad Massanés. Editorial Iberia, Barcelona, 1962.
18
Cohen, Jean y Arato, Andrew, Op. Cit. Pág. 113.
19
Cohen, Jean y Arato, Andrew, Pág. 115
20
Cohen, Jean y Arato, Andrew, Pág. 115
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Los teóricos políticos que plantean la existencia de un contrato social, pretenden dar cuenta del
orden social existente y justificar una forma más adecuada de gobierno a partir de una condición
anterior a la constitución de un Estado. En general, los teóricos del contractualismo postulan
que los individuos no constituían una sociedad en un momento inicial y son preexistentes al
Estado. De este modo, en el denominado “estado de naturaleza”, los individuos se encuentran
aislados unos de otros y poseen, fuera del Estado, plena libertad y sujeción a derechos naturales.
En esta condición anterior a la conformación de la sociedad los individuos se ven incentivados,
por diversos motivos según la propuesta de cada autor, a pactar, y establecer un contrato social.
El contrato social es un acuerdo realizado en el interior de un grupo por sus miembros. Es parte
de la idea de que todos los miembros de un grupo estén de acuerdo, por voluntad propia, en la
cual admiten la existencia de una autoridad, de unas normas morales y de unas leyes a las qué
someterse. Según Locke para poder vivir en paz y libre en la sociedad, los individuos deben de
renunciar a ciertos derechos naturales y en cambio de estos, tendrían derecho a la vida, la
libertad y la protección de sus propiedades, pero cuando las autoridades no respetan este
contrato, los individuos pueden rebelarse para cambiarlo.
Eso es lo que saca a los hombres de un estado de Naturaleza y los coloca dentro de una
sociedad civil, es decir, el hecho de establecer en este mundo un juez con autoridad para decidir
todas las disputas y reparar todos los daños que pueda sufrir un miembro cualquiera de la
misma. Ese juez es el poder legislativo, o lo son los magistrados que el mismo señale. Siempre
que encontremos a cierto número de hombres asociados entre sí, pero sin disponer de ese poder
decisivo a quien apelar, podemos decir que siguen viviendo en el Estado de Naturaleza.21
La sociedad civil
La Distribución de Poderes
21
Locke, John. Ensayo sobre el gobierno civil, Madrid 1980, par. 87-89
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Según Locke quien tiene en sus manos el Poder Legislativo o supremo de un Estado
hallase en la obligación de establecer jueces rectos e imparciales encargados de resolver
los litigios mediante aquellas leyes y empleara la fuerza de la comunidad dentro de la
misma únicamente para hacerlas ejecutar.23
- Poder Judicial, no lo menciona, ya que sus funciones pueden ser asumidas por el
poder Legislativo y que la existencia permanente de este mismo es innecesaria ya que las
leyes están destinadas a ser cumplidas y que para hacerlas solo se requiere escaso tiempo.
Disolución por causas externas: Cuando la sociedad que gobierna no pueda perdurar al
ser conquistado el Estado por un Estado enemigo.
Cuando un gobierno queda disuelto por cualquiera de estas causas la rebelión de los
súbditos queda justificada. Tenemos, pues, que lo que inicia y realmente constituye una sociedad
política cualquiera, no es otra cosa que el consentimiento de un número cualquiera de hombres
libres capaces de formar mayoría para unirse e integrarse dentro de semejante sociedad. Y eso,
y solamente eso, es lo que dio o podría dar principio a un gobierno legítimo.24
22
J. LOCKE: Ensayo..., cap. VI, pp88.
23
* J. LOCKE: Ensayo..., cap. IX, pp131
24
Locke, John. Ensayo sobre el gobierno civil, Madrid 1980, pág. 95.
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Dado que la única forma de igualdad, que no solo es compatible con la libertad tal como
es concebida por la doctrina liberal, sino que incluso es su fundamento, es la igualdad en la
libertad de los individuos, lo que significa que cada uno debe gozar de tanta libertad cuanto sea
compatible con la libertad ajena, o sea, con la libertad de los otros y, así, cada individuo puede
hacer todo aquello que no dañe la libertad de los demás.
De esta forma de igualdad, propia del Estado liberal, se da lugar a dos principios que han
figurado a lo largo de la historia del constitucionalismo moderno: el principio de la igualdad
frente a la ley (igualdad formal), interpretada como una forma específica de igualdad jurídica, y
el principio de la igualdad de derechos, que significa el disfrute equitativo, por parte de todos los
ciudadanos, sin discriminación alguna, de algunos derechos catalogados como fundamentales y
que se encuentran garantizados por la Constitución. La igualdad de derechos comprende la
igualdad y garantía de todos los derechos individuales enunciados en cada Carta constitucional,
derechos frente a los que todos los ciudadanos son iguales.
Según Bobbio (2008), no solo el liberalismo es compatible con la democracia, sino que
la democracia se concibe como el desarrollo natural del Estado liberal, pero con la condición de
que no se considere la democracia desde el punto de vista de su ideal igualitario, sino desde el
punto de vista de su fórmula política, es decir, la soberanía popular. Para Bobbio la única manera
de facilitar el ejercicio de la soberanía popular es mediante la atribución al mayor número de
ciudadanos del derecho de participar directa e indirectamente en la toma de decisiones
colectivas, es decir, la mayor extensión de los derechos políticos hasta el último límite del
sufragio universal, tanto masculino como femenino, salvo el límite de edad que, casi siempre,
hace referencia a la mayoría de edad.
Según Bobbio (2008), los ideales liberales y el método democrático se han entrelazado
de tal forma que, si es verdad que los derechos de libertad han sido la condición necesaria para
la correcta aplicación de las reglas del juego democrático, también es verdad que la democracia
se ha vuelto el instrumento principal de la defensa de los derechos de la libertad. En este sentido,
se parte del término liberalismo y de la idea del Estado liberal, Estado limitado, Estado
25
Liberalismo y Democracia en la Perspectiva de Norberto Bobbio
26
Historia del Liberalismo. Dr. César R. Barradas. Doctorado en Finanzas Públicas. Universidad Veracruzana.
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controlado y, así, Estado liberal constitucional, para luego llegar al concepto de Estado liberal-
democrático.
Durante esos convulsos años John Locke abordó otra de las grandes polémicas de la época: la
libertad religiosa. En 1667 su Ensayo sobre la tolerancia, donde defendía el derecho de los
puritanos a vivir libremente sus creencias sin ser molestados por las autoridades públicas, de
orientación anglicana.
En esta ocasión, en lugar de hacer uso de argumentos económicos -la pérdida de riqueza
que suponía la emigración de los puritanos con todas sus propiedades y negocios-, el autor se
centra en aspectos políticos. De esta manera, establecía los dos únicos motivos por los que a una
persona se le podía negar la libertad religiosa: el perjuicio de los derechos de otro individuo y el
atentado contra la existencia misma del Estado
La tolerancia
La libertad de consciencia debe ser una garantía individual o colectiva que se pueda ejercer desde
cualquier postura política o religiosa, por ello, es menester que no se les imponga la religión o la
política a los ciudadanos, mucho menos que se mezclen la una con la otra, porque de esta unión
pueden surgir grandes confusiones y arbitrariedades. El texto de Locke carta a la tolerancia es
bastante importante en esta materia.
27
(Gobierno de Medellín. 2011, p. 8)
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mundo. En definitiva, la solución radica en el reconocimiento del Estado como un ente secular
cuyo propósito no es velar por las creencias religiosas, sino que velar por la vida presente". 28
Locke solicita la separación del poder religioso y político, porque en la práctica existe una
fuerte contradicción entre sus finalidades, ya que la iglesia idealiza la vida, entre tanto que la
política trabaja sobre lo concreto, real, actual y todo aquello que requiere soluciones inmediatas
y no a futuro como las ofrecen las autoridades eclesiásticas. Por ello: "A nadie se le oculta la
diferencia y hasta la contradicción que se da entre lo que se piensa y lo que se practica. Sin llegar
al vicio de la hipocresía, la tensión entre lo ideal y lo real es algo muy humano y nos acompaña
generalmente desde el nacimiento hasta la muerte. La coherencia respecto de sí mismo a lo largo
de la vida es privilegio de no muchos. Para el resto, parece subsistir la apelación a la debilidad
de nuestras pasiones frente al mundo de la razón o de la fe".29
El autor señala la tensión existente entre el mundo de lo real, concreto y la fe, pues el
primero es en el ahora, el segundo en el después. Además de manifestar cierta hipocresía en la
religión de los eclesiásticos que someten a los hombres mediante doctrinas que no los dejan
pensar políticamente su realidad individual y social. Es necesario reconocer: El énfasis del
Ensayo es claramente en temas del Estado, no eclesiásticos, por ello la pregunta entre "tolerancia
o imposición" juega el rol principal a lo largo de este escrito, sugiriendo una preocupación más
por el Estado que por la Iglesia.
La carta de Locke es una preocupación por los asuntos políticos que siempre se dejaron
infiltrar del poder eclesiástico, por esta razón la dirección del gobierno se hallaba en una
continua contradicción, ya que una vez correspondía a las demandas sociales, otras esperaban
el auxilio del cielo o las pretendidas promesas de los grupos eclesiásticos que lo único que les
interesaba era sacar alguna partida económica en su unión con la política.
El estado
John Locke (1632-1704) reflexiona desde una Europa dominada por las monarquías absolutas.
Locke considera que, si bien el Estado debe mantener la seguridad, por ello no implica que pueda
violar la libertad y los derechos de las personas. Al igual que en el sistema de Hobbes los hombres
se reúnen para establecer un pacto en el que se someten al Estado. 31
Para Locke el “estado de naturaleza” no se caracteriza ni por el pesimismo de Hobbes ni
por el optimismo de Rousseau (“la bondad natural”). En el “estado de naturaleza” el ser humano
tiene unos derechos que proceden de la Ley Natural, pero también tiene el peligro de perderlos.
Los hombres que realizan el pacto no pueden entregarle sus derechos personales, sino
que el Estado deberá protegerlos y estos serán el límite a su actuación. La gran aportación de
Locke es el cambio de las funciones del Estado, que pasa de ser garante de seguridad a protector
de los derechos individuales. Como dijimos anteriormente el Estado encuentra su sentido y su
límite en los derechos de los individuos. Los derechos principales son la propiedad privada, la
tolerancia religiosa y de pensamiento, la libertad de movimiento, la libre empresa, etc. A estos
28
(Leónidas montes l. 2004, p. 149)
29
Julio Alvear Téllez. 2009, p. 653
30
John Locke, p. 7
31
La filosofía política de John Locke, p.3
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derechos se les conoce como los derechos liberales o de primera generación. Si un Estado viola
los derechos de las personas, ese Estado pierde su sentido, porque los derechos son
indisponibles e intangibles para el Estado, esto es, están fuera de su ámbito.
Pero la efectividad del pacto dependerá de la concreta configuración del Estado, por lo
que Locke propone la primera idea de una separación de poderes. Locke mantiene que los
poderes legislativo, ejecutivo y federativo (relaciones exteriores) no deben ser detentados ni por
la misma persona ni por el mismo órgano. La separación de poderes es una garantía institucional
para evitar el advenimiento del absolutismo y por tanto la creación de un régimen lesivo de los
derechos individuales.
Pero la efectividad del pacto dependerá de la concreta configuración del Estado, por lo
que Locke propone la primera idea de una separación de poderes. Locke mantiene que los
poderes legislativo, ejecutivo y federativo (relaciones exteriores) no deben ser detentados ni por
la misma persona ni por el mismo órgano. La separación de poderes es una garantía institucional
para evitar el advenimiento del absolutismo y por tanto la creación de un régimen lesivo de los
derechos individuales.32
La religión
El siglo XVII fue un siglo de guerras religiosas, y había muy pocos teóricos dispuestos a defender
la tolerancia como correcta en principio o viable en la práctica. En su demanda por tolerancia
religiosa Locke sostiene, en primer lugar, que ningún hombre tiene tanta sabiduría y
conocimiento como para que pueda dictar la religión a algún otro; en segundo lugar, que cada
individuo es un ser moral, responsable ante Dios, lo cual presupone la libertad; y, finalmente,
que ninguna compulsión que sea contraria a la voluntad del individuo puede asegurar más que
una conformidad externa.33
Se preocupa por las relaciones entre la Iglesia y el Estado y prescribe que debe tolerarse
cualquier postura religiosa que no perjudique los intereses fundamentales de la sociedad y el
Estado. Su intención es política más que religiosa, pues la finalidad de sus consideraciones no
es la salvación de las almas sino la protección del Estado, y se ha convertido en parte constitutiva
del pensamiento político moderno, ya que su propuesta más decisiva es la estricta separación
entre la Iglesia y el Estado.34
La intolerancia es típica del catolicismo y el Estado debe prohibir sólo aquellas doctrinas
que puedan alterar la paz y seguridad públicas o que tengan consecuencias antisociales. El
argumento de Locke era que la obligación católica de obedecer al Papa iba en contra del
reconocimiento de la autoridad legítima o de los gobernantes seculares. Como los católicos eran
súbditos del Papa, no podían ser ciudadanos de ningún otro Estado que no fuese Roma. Hay
otra idea que no debe ser tolerada, el ateísmo, pues al no creer en Dios se carece de principios
morales, pero “ni los paganos, ni los mahometanos, ni los judíos deberían ser excluidos de los
derechos civiles del Estado a causa de su religión”.35
Locke sugiere que puede haber más de una iglesia “verdadera”. Considera irracional
castigar a la gente por lo que cree, y por lo tanto el Estado no tiene por qué interferir con las
creencias. Esta era una doctrina muy radicalizada en la época, por los íntimos contactos que los
Estados, católicos o protestantes, tenían con las autoridades eclesiásticas. Pese a algunas
limitaciones, la Carta sobre la tolerancia implicó una fuerte condena a la intolerancia y la
consagración de la libertad religiosa, elementos indispensables en el proceso de constitución del
32
Ibídem, p. 11
33
El pensamiento político de John Locke y el surgimiento del liberalismo, p.65
34
Ibídem, p.66
35
ibídem, p. 54
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Estado democrático liberal. John Locke (1632-1704) reflexiona desde una Europa dominada por
las monarquías absolutas36.
Locke sugiere que puede haber más de una iglesia “verdadera”. Considera irracional
castigar a la gente por lo que cree, y por lo tanto el Estado no tiene por qué interferir con las
creencias. Esta era una doctrina muy radicalizada en la época, por los íntimos contactos que los
Estados, católicos o protestantes, tenían con las autoridades eclesiásticas. Pese a algunas
limitaciones, implicó una fuerte condena a la intolerancia y la consagración de la libertad
religiosa, elementos indispensables en el proceso de constitución del Estado democrático liberal.
Para Locke, la religión y la moral son dos ámbitos independientes, lo mismo que lo deben ser la
Iglesia y el Estado, según podemos apreciar en sus “Ensayos sobre el gobierno civil” y en su
“Carta sobre la tolerancia”.
Insiste en que la tarea del Estado debe limitarse a las cuestiones relacionadas con los
intereses civiles, y no debe inmiscuirse jamás en las cuestiones religiosas de los ciudadanos y
viceversa. En consecuencia, las asociaciones religiosas deben ser libres y la pertenencia a ellas
completamente voluntaria, sin que ninguna pueda gozar de ninguna preeminencia ante el
Estado. Por otra parte, en justa correspondencia, las actividades de estas deben limitarse a su
esfera propia, o sea, a los asuntos de culto y las creencias. Locke se opone, pues, al uso de la
religión como instrumento de poder. Perseguir, dice, a los que son contrarios a mi fe es
anticristiano, pues Dios no obliga a profesar religión, sólo la propone. Si las limitaciones
humanas nos hacen ignorar cuál es la verdadera religión, la solución no puede ser violentar a
nadie, sino dejar libertad de conciencia. Sin embargo, Locke era creyente y pensaba que aceptar
la existencia de Dios es un elemento importante para la convivencia social. También nos dice
que el cristianismo está teñido de racionalidad.
Bibliografía:
Locke, J. (Ed). (1689). Dos tratados sobre el gobierno civil. Londres, Inglaterra: Awnsham
Churchill.
García, M. A. (2002). John Locke: La división de poderes y la tradición democrática contemporánea.
Ciudad de México, México: Universidad Panamericana.
Montagut, E. (2017). La división de poderes de Locke y Montesquieu. Madrid, España: Nueva Tribuna.
Falcón, J. M. (s.f.). Algunas reflexiones en torno al pensamiento político de John Locke. Lima, Perú:
PUCP.
36
Ibídem, p.66
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ACTIVIDADES SESIÓN 11
1. Lee con atención los temas que se presentan y, luego, analiza los enfoques para responder el
cuadro de decisión desde una perspectiva ética y moral de los derechos y restricciones de la
persona.
Desde los enfoques presentados para “El estado natural es un estado de libertad y de
igualdad” para los ciudadanos, sustente los aspectos positivos o negativos en el ejercicio del
liberalismo.
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2. Desde los enfoques presentados para “La distribución de poderes. Tolerancia, Estado y
religión.” para los ciudadanos, sustente los aspectos positivos o negativos en el ejercicio del
liberalismo.
3. Redacte un texto argumentativo explicando si está a favor o en contra de “El estado natural
es un estado de libertad y de igualdad” que el liberalismo propone para una sociedad.
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4. Redacte textos argumentativos sobre: “El contrato social y la sociedad civil”, “Tolerancia,
Estado y religión”. Explique con razones en qué aspectos está a favor y en qué aspectos está
en contra.
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