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FACULTAD DE PSICOLOGÍA

Universidad de la República (UdelaR)

Las “Sociedades de Control” (Deleuze), casi 30 años después…


Estudiante: Alejandra Fleitas De Souza
Fecha: 03 de setiembre de 2018
Las “Sociedades de Control” (Deleuze), casi 30 años después…
En 1990, Deleuze presentaba las sociedades de control como una nueva forma de
dominación social que emergía a partir de las sociedades disciplinarias logrando
alcanzar las nuevas formas de subjetividades construidas por el sistema en la era
global. Según el autor, las sociedades de control –a diferencia de las sociedades
disciplinarias- modulaban sujetos en vez de moldearlos, siguiendo una lógica
empresarial en vez de fabril, en la que las personas ya no están encerradas sino
endeudadas (Deleuze, 1990). En la actualidad, puede apreciarse que las sociedades
de control no sustituyeron a las disciplinarias, sino que las complementan, para poder
alcanzar a las nuevas formas de ciudadanía resultantes de la era de la globalización
y el declive del Estado – Nación moderno.
Consideremos algunos conceptos centrales de la producción de subjetividad
moderna para poder identificar los cambios de la subjetividad post – moderna que
hicieron necesario “el control”. El proyecto de la Modernidad puso en juego
determinadas lógicas de relacionamiento entre el Estado, el Mercado y la Sociedad.
Esta forma de relacionamiento requería un determinado tipo de subjetividad: el
ciudadano. El moldeado disciplinar producía ciudadanía, o sea, “homogeneización de
la diversidad social, traducida en un sujeto de derechos individual y universal, que
tenía como referente de poder al Estado” (Montañez, 2013). En este sistema, el
Estado oficiaba como garante de los derechos humanos y era la unidad de medida
con la que contaba el Mercado para operar. Esta forma de producción de sujetos,
inscripta en el orden “instituyente – instituido”, lograba moldear las instancias
intrapsíquicas universales acorde al momento histórico de la Modernidad. En este
contexto, lo que “soy”, lo que “no soy”, lo que debo y no debo ser, no se configura a
partir del propio sistema deseante, sino de lo que la cultura de pertenencia define en
sus modos de producción de subjetividad (Bleichmar, 2006). Montañez (2013) se
expresa en términos similares: la subjetividad va más de los límites individuales, es
producida por las redes de interdependencia en las que está inmerso el sujeto y en
este contexto, la esfera pública (espacio definido por la relación entre el sujeto y el
Estado) se configura como espacio simbólico.
A fines del siglo XX, la era de la globalización hegemónica generó una tensión
dialéctica con el Estado Nación que devino en el debilitamiento de este último, y
consecuentemente, de sus instituciones disciplinarias (De Souza Santos, 2012). Esto
alteró las relaciones de poder entre las partes del trinomio Mercado, Estado y

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Sociedad, en favor del Mercado. Pero el espacio del mercado ya no se corresponde
con el territorio nacional, sino que es el espacio global de la empresa incorpórea de
alcance trasnacional. Entre otras consecuencias de la subordinación del Estado al
Mercado multinacional, se incluye su creciente influencia en la producción de
subjetividad. Esta ha pasado de estar cada vez menos determinada por las lógicas
estatales, a estar cada vez más dirigida por la lógica empresarial. El Mercado crea
sujetos a su medida: los ciudadanos han pasado a ser consumidores de tiempo
completo, sin territorio definido que los signifique. Este cambio, en determinados
contextos socio culturales, también puede caracterizarse por un pasaje de la
“negatividad” propia de las sociedades disciplinarias, menos visible en la sociedades
de control, a la “positividad” de las sociedades del rendimiento en que todo es posible,
casi nada es prohibido y se esfuma la extrañeza ante la alteridad (Han, 2012).
Si la crisis de las instituciones del Estado propician un “estallido” de la subjetividad,
dejando a los sujetos desamparados y ajenos a un proyecto histórico común
(Bleichmar, 2006); el Mercado ofrece llenar ese vacío con una saturación del Yo. Se
trata de construir una subjetividad que demanda constantemente goce inmediato, sin
proceso, sin historia, sin narración, sin extensión; que viene a ocupar la anterior
búsqueda de la felicidad como proyecto de vida. A este respecto, vale recordar que,
desde un modelo kantiano, la subjetividad implica categorías a priori –como tiempo y
espacio- que permiten al sujeto dar sentido a la realidad (Bleichmar, 2006). Ya se
mencionó los cambios que el Mercado global ha generado en la categoría espacial.
Respecto a la categoría tiempo, Laplanche (1999) explica que la temporalidad
subjetiva es determinada, junto con otros tres niveles, por el tiempo socio-histórico.
Lacan (1971) señala, por su parte, que la atribución de sentido es un movimiento
lógico ordenado temporalmente, que comprende lo percibido, a través de una
contrastación con el otro, para recién luego alcanzar el sujeto del aserto (el “je”). Sin
embargo, en este nuevo paradigma, donde el territorio nacional es sustituido por el
espacio virtual, el tiempo de las instituciones estatales es sustituido por el tiempo
virtual de la inmediatez, el imaginario ya no se corresponde con lo real, y no se
alcanza el tiempo del aserto; la atribución de sentido excede y satura al Yo con el
“todo lo puedo”, a la vez que lo vacía y lo torna insaciable.
A 30 años de las “sociedades de control” introducidas por Deleuze, podemos
apreciar que no se trata de un pasaje de un modelo a otro, sino de una superposición
de capas que no permite que nada ni nadie escape al dominio de quien ejerce el

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poder. Si sostenemos una mirada global, es posible ver que las sociedades de
soberanía, disciplinarias, de control y de rendimiento se superponen en distintas
partes del planeta, ajustándose a las circunstancias locales. También es posible
apreciar que los procesos descriptos no emergen de un día para el otro, sino que se
van ordenando, expandiendo y adquiriendo mayor o menos protagonismo de acuerdo
a las características del sujeto sobre el que se ejerce el poder. La reciente instalación
de regímenes extremistas han demostrado que las sociedades de soberanía no
habían muerto como forma de tecnología de poder. Los sociedades de rendimiento
tampoco son el último grito de la moda global: las mujeres del siglo XX incursionaron
abriendo el campo a este tipo de tecnologías de dominación interiorizando modelos
de “todo lo puedo” cuando hicieron coexistir el deber ser “buena madre”, “buena
esposa”, con la trabajadora que competía en el ámbito profesional a la par de los
hombres, satisfecha con la “autonomía” que le daba su propio sueldo. Estas mujeres
del siglo XX también fueron los cuerpos que inauguraron las “enfermedades”
neuronales (Han, 2012) al culpabilizarse por no poder rendir lo que su positividad les
exigía alcanzar.

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Referencias
Bleichmar, S. (2006) Estallido del yo, desmantelamiento de la subjetividad.
(Recuperado de: www.topia.com.ar/artículos/estallido-del-yo-
desmantelamiento-de-la-subjetividad)
Deleuze, G. (1999) Conversaciones: 1972-1990. Valencia: Pre – textos.
Laplanche, J. (1996). La prioridad del otro en psicoanálisis. Buenos Aires: Amorrortu.
Han, B. C. (2012) La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder Editorial.
Han, B. C. (2015). El aroma del tiempo: un ensayo filosófico sobre el arte de
demorarse.
Lacan, J. (1945). El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo
sofisma. Escritos II. Buenos Aires: Siglo veintiuno. (Recuperado de:
http://www.actividadhumana.com/articulos/Articulos_Portada/Lacan/lacan_texto
3.pdf)

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