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PREDICA: San Marcos 12,38-44. Día de presentación 29.10.

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Una vez un mendigo que estaba sentado al lado de la calle vio a lo lejos
venir al rey. Pensó:
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- "Le voy a pedir ayuda, él es muy bueno me dará muchas monedas".
Cuando el rey pasó cerca, le dijo:
- "Majestad, ¿me podría, por favor, regalar una moneda?"
El rey le miró y le dijo:
- "¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?"

El mendigo extrañado le contesta: - "¡Pero, Majestad...yo no tengo


nada!".
El rey contestó:
- "¡Algo debes tener!... ¡Busca!".
Entre asombro y enojo, el mendigo buscó entre sus cosas y vio que
tenía una naranja, un pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la
naranja eran mucho para darlos, así que en medio de su enojo tomó 5
granos de arroz y se los dio al rey.
El Rey complacido, le dijo:
- "¡Ves como sí tenías!".
El rey le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz.
El mendigo dijo entonces:
- "Majestad... creo que por aquí tengo otras cosas...".
Pero el rey lo miró fijamente a los ojos y, con dulzura, le comentó:
- "Solamente de lo que me has dado de corazón, te puedo yo
dar".

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 12, 38-44


DIOS VE NUESTROS CORAZONES, SI APARENTAMOS O SOMOS
AUTENTICOS CRISTIANOS
El santo evangelio nos presenta dos situaciones opuestas, la falsa
religiosidad de los maestros de la ley, estos eran considerados expertos
y bien instruidos en la ley, pero en la práctica hacían lo contrario, se
aprovechaban de los demás, por eso Jesús a algunos los llamó
hipócritas, Dios nos invita amar a los demás y no aprovecharnos de
ellos, por eso el evangelio también nos presenta a la viuda que siendo
pobre, entrega todo lo que tenía para vivir.
Los maestros de la ley, se perdían en el deseo de cosechar alabanzas
para sí mismos, hacían grandes alardes de santidad, deseando
conseguir reconocimiento religioso y social, la levadura de los fariseos
es la hipocresía que contamina y envenena a la gente de la manera más
fatal, por eso Jesús nos dice que nos cuidemos de esa levadura, han
quedado como un ejemplo histórico de como la religión se puede usar
para promover el orgullo personal y la codicia.
Si somos honestos, tenemos que reconocer que esas mismas ansias que
ellos sentían por el elogio humano y el aplauso, existen hoy en día, nos
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conviene detenernos para reflexionar hasta qué punto ésta tentación se
puede haber introducido en nuestra propia vida o en nuestra forma de
practicar el cristianismo.
Cristianos de apariencias, cuando decimos lo correcto pero hacemos lo
incorrecto, se aparenta ser bondadosos y santos ante los hombres pero
en realidad se hace todo lo contrario, servimos en la Iglesia, en nuestros
grupos o movimientos, pero en nuestra familia, en nuestro trabajo,
nuestro testimonio deja mucho que desear, no se nos nota que seamos
auténticos cristianos, se imparte catequesis, se predica la Palabra de
Dios pero nos hace falta lo más importante, hacerlo vida en nuestra
vida.
Practicamos un cristianismo falso, cuando se justifica con razones
humanas el adulterio, el divorcio, cuando se aprovecha de los sencillos
con salarios injustos, decimos estar en contra del aborto y del
matrimonio homosexual, pero hay quienes les parece bien que haya
leyes que lo permitan, y que les hubiera gustado que se aprobaran,
leyes que están disfrazados, justificando que es por la vida y la familia
pero que en realidad criminalizan a las mujeres que tienen una pérdida
espontanea o accidental, se marginan a las personas con ideología de
género, todas estas cosas son por intereses, como auténticos cristianos
debemos denunciar las injusticias. Dice el profeta Isaías (5,20):

“¡Hay de los que llaman el mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad
por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por
amargo”

Ser auténticos cristianos, es no llamar al mal bien, que son


pensamientos propios del mundo, que ponen sus propios intereses
encima de los preceptos inalterables de Dios, la ley natural debe existir
pero como una participación en la sabiduría de Dios, es decir que las
leyes existirán de acuerdo a los preceptos de Dios.

Hoy hay modernos maestros de la ley que utilizan la religión como


medio de obtener sus propios beneficios, hoy se predica la doctrina de la
prosperidad, donde lo más importante es el progreso material, como
signo de la bendición divina. Para esto someten a sus fieles a un
constante desafío de entregar sus bienes, a cambio de beneficios
espirituales y materiales.
Cuando justificamos o somos indiferentes ante todas estas cosas, somos
cristianos de apariencias, porque nos da miedo denunciar el pecado y
anunciar el evangelio de Cristo
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Dios lo ve todo, sabe lo que hay en lo más profundo de nuestro corazón,
hoy nos invita a reflexionar, si estamos viviendo un cristianismo de
apariencias, es momento de hacer un cambio, es momento de empezar
a poner en práctica las enseñanzas de Jesús, Jesús nos amó mucho
más que a sí mismo, dando su vida por nosotros. Y nos invita a
hacer lo mismo, amando a los demás, entregarnos a servir a los más
indefensos, a los afligidos a los enfermos. El amor a Dios y el amor al
prójimo son inseparables.

Hoy el evangelio nos presenta el ejemplo de la viuda que siendo pobre


lo da todo, sus únicas dos monedas lo único que tenía para vivir. ¿Por
qué Jesús alaba a la viuda? ¿Por qué no alaba a la gente que daban en
cantidades? esto era en beneficio al templo.

Es porque Dios ve el Corazón, los que daban bastante, daban de lo que


les sobraba mientras la viuda dio lo único que tenía y lo dio de todo
corazón, porque confiaba en Dios, no se preocupaba por el día de
mañana porque sabía que Dios le iba a proveer.

Evidentemente no se trata de dar lo que a uno le sobra. Eso lo hace


cualquiera. Para eso no hace falta ser cristiano. El más avaro de los
hombres también puede comportase así, sin tener ni hacer mérito
alguno; pero nada de esto pide el Señor, ni le gusta. El Señor nos pide
amarnos los unos a los otros, como él nos ama. El que ama ha de estar
dispuesto a dar su vida por los demás. Ello implica, que será capaz de
dar aún aquello que necesita para vivir diariamente. Eso es lo que nos
cuesta entender. No queremos entenderlo, porque nos suena demasiado
duro, demasiado exigente.
Queremos a un Dios que se alegre con lo que vamos consiguiendo y
atesorando, y esto no es así. Y no es que las riquezas sean malas o que
ser rico sea malo. Lo malo es ser rico, atesorar, mientras otros no
tienen, mientras otros padecen hambre y sed. Porque la pobreza, el
hambre y la sed, son producto de la mala distribución, de una mala
organización, que favorece a los que más tienen, en desmedida de los
menos favorecidos y en la que todos tenemos alguna responsabilidad.
Entonces, mientras haya pobres, mientras haya hambre, mientras haya
seres humanos que sufren por la escasez y otros requieran varias vidas
para gastar su fortuna, el Señor seguirá exigiéndonos desprendimiento y
generosidad sin medida. ¡Tenemos que ser solidarios mientras estamos
en este mundo.

Sabiendo que nada de lo que podamos atesorar en esta vida nos será
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útil para la otra, que nada nos podremos llevar, qué sentido tiene
acumular riquezas. Hay que usar lo poco o mucho que tenemos para
abrirnos las puertas del cielo. Esto es, dar generosamente todo lo que
podemos, a los más necesitados, así ganaremos la vida eterna y
habremos hecho buen uso de todo cuanto pudimos recibir aquí.
Tengamos en cuenta que se trata de bienes pasajeros, de vida
transitoria… ¿Para qué acumularlos? Nuestro mayor tesoro debe ser el
amor, la gratitud, la alegría y el bienestar de nuestros hermanos.

Jesús nos dijo: Bienaventurados los pobres de Espíritu, porque de ellos


es el Reino de los cielos. “Ser pobre de espíritu significa aceptar la total
dependencia de la misericordia de Dios”. No tener nada, no ser nada
por sí mismo.

Sabemos que la pobreza de alma no es una cuestión del dinero o las


riquezas, sino una cuestión del corazón. El hecho de que no se posea
riquezas, no es de por sí una virtud. Podemos ser pobres materialmente
hablando, pero tener la actitud del rico porque lo poco que tenemos no
somos capaces de darlo, de compartirlo con los demás, Se puede
también - si bien raramente - poseer muchos bienes y tener la actitud
del pobre espiritual, ser generoso, de dar con el corazón.

Dios lo ve todo, ve nuestro corazón, seamos cristianos auténticos, el


falso cristianismo nos aleja de Dios y también de los hermanos, al
contrario, seamos fraternales, abramos nuestro corazón a los demás
como a Dios, Él sabe bien que nuestros bienes son bienes de familia, al
servicio de todos los miembros. El pobre no es una persona que no tiene
nada, sino uno que hace servir todo lo que tiene en beneficio de los
demás, se da cuenta de que es mejor dar que recibir. QUE ASÍ SEA.

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