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PRINCIPIOS RECTORES DE LA ACCIÓN PENAL

Montenegro (10/12/81). CSJN: Regla de exclusión probatoria. Hechos: Confesión obtenida en declaración
prestada en sede policial bajo apremios ilegales, sus dichos permitieron esclarecer un hecho ilícito que no había
sido denunciado. Así se ubicó un comercio de discos fonográficos cuya dueña admitió haber sido asaltada y
despojada. En el domicilio del acusado se comprobó que había allí guardados parte de los efectos robados, entre
ellos un anillo tipo alianza grabado -con iniciales y una fecha-, lo que concordaba con la declaración de la
damnificada. La Cámara de casación confirma la sentencia de primera instancia condenando al imputado a prisión,
fundada en una confesión obtenida a través de apremios ilegales que tenían por debidamente probados. Planteado el
recurso extraordinario, la cámara deniega por entender que solo plantea cuestiones de hecho y prueba y llega a
corte como recurso de queja. La Corte declara mal denegado el recurso extraordinario pero revoca la sentencia de
cámara, toda vez que resulta inconstitucional por vulnerar el art 18 en que “nadie puede declarar contra sí mismo
ni ser sometidos a tortura”. Si la cuestión de hecho, relativa a la existencia de coacción fue resuelta
afirmativamente por los jueces de Cámara, que coinciden en que la aplicación de la tortura fue decisiva para la
solución de la causa, corresponde revocar la sentencia condenatoria a la que se arribó como consecuencia de hechos
que se consideraron probados a través de una investigación basada en la confesión extrajudicial obtenida del reo,
mediante los apremios ilegales a que fuera sometido. Considerando 5°: “Que el acatamiento por parte de los
jueces de ese mandato constitucional no puede reducirse a disponer el procesamiento y castigo de los eventuales
responsables de los apremios, porque otorgar valor al resultado de su delito y apoyar sobre él una sentencia
judicial, no sólo es contradictorio con el reproche formulado, sino que compromete la buena administración de
justicia al pretender constituirla en beneficiaria del hecho ilícito”.

IMPARCIALIDAD

Llerena (17/05/05). CSJN: Imparcialidad. Llerena fue acusado de amenazas agravadas por el uso de arma.
Planteó recusación de la jueza del Juzgado Correccional fundada en la sospecha y temor de parcialidad, por haber
sido quien instruyó el caso (ordeno allanamiento, recopilo prueba, interrogo al acusado) y elevó la causa a juicio.
La Cámara rechazó el planteo por no estar comprendido como causal de impugnación. La Corte consideró inválido
el esquema por el cual, en materia correccional, el mimo juez investigador tiene a su cargo la etapa de juzgamiento
(hay que separar a quien acusa de quien juzga – conf. el modelo acusatorio de enjuiciamiento-, para proteger la
imparcialidad del juez y el derecho del acusado a ser oído por un tribunal imparcial. El Juez no debe tener
prejuicios ni intereses personales al juzgar. Se hace alusión al art. 4, inc. 2° de las REGLAS DE MALLORCA).
Asimismo, consideró que el rechazo de la recusación planeada, era equiparable a sentencia definitiva a los efectos
del recurso extraordinario. Los votos de Highton y Zaffaroni señalaron que la imparcialidad como valor podría
verse “desde dos puntos distintos, uno objetivo y uno subjetivo”. El primero, “ampara al justiciable cuando éste
puede temer la parcialidad del juez por hechos objetivos del procedimiento, sin cuestionar la personalidad, la
honorabilidad ni la labor particular del magistrado que se trate; mientras que el segundo involucra directamente
actitudes o intereses particulares del juzgador con el resultado del pleito”. En razón de ello, el imputado estaba
habilitado a considerar que el juez actuante “tiene un perjuicio sobre el tema a decidir, puesto que impulsó el
proceso para llegar a juicio, descartando hasta ese momento las hipótesis desincriminantes” (considerando 13 del
voto) Voto de Petracchi: “Quien eleva a juicio el caso tiene cierta certeza de la culpabilidad del acusado. Al
dictar sentencia, si lo absuelve, debería aceptar su error o aceptar que realizo su tarea deficientemente”.

Dieser (08/08/06). CSJN: La Corte declaró que viola las garantías constitucionales de imparcialidad y de doble
instancia que los mismos magistrados intervengan en la revisión del auto de procesamiento y posteriormente en la
revisión de la sentencia condenatoria. Hechos: La defensa de M. G. Dieser interpuso un recurso de
inconstitucionalidad contra la sentencia de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Venado Tuerto, que con el
voto de dos de los tres jueces que habían intervenido con anterioridad en el proceso (confirmando el procesamiento
y la prisión preventiva), confirmó la condena dictada por el Juez de primera instancia de Distrito en lo Penal de
Sentencia de la ciudad de Melincué. El recurso fue denegado y la defensa de la imputada interpuso un recurso de
queja que fue rechazada por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe. La defensa interpuso un
recurso extraordinario, argumentando que se habían afectado las garantías de imparcialidad y de doble instancia. El
recurso fue denegado y motivó la presentación de una queja. Decisión de la Corte: La Corte, haciendo suyos los
términos y conclusiones del dictamen del señor Procurador Fiscal, hizo lugar a la queja, declaró procedente el
recurso extraordinario y revocó la sentencia apelada. Manteniendo lo establecido en el precedente “Llerena”,
consideró que la revisión de una sentencia condenatoria por los mismos jueces que habían intervenido en la
apelación del auto de procesamiento, violaba la garantía de imparcialidad porque podía haberse afectado la
posibilidad de un reexamen de la condena sin prejuzgamiento del caso. Asimismo, sostuvo que violaba la garantía
de la doble instancia que exige que los magistrados que no conocieron anteriormente el hecho revisen las
decisiones del inferior (voto de los jueces Petracchi, Highton de Nolasco, Fayt, Maqueda, Zaffaroni y Argibay —
ésta última hizo su propio voto. El Dr. Lorenzetti no votó).

“Reglas de Mallorca” (Proyecto de reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la Justicia
Penal): “Los Tribunales deberán ser imparciales. Las legislaciones nacionales establecerán las causas de
abstención y recusación. Especialmente, no podrán formar parte del Tribunal quien haya intervenido
anteriormente, de cualquier modo, o en otra función o en otra instancia en la misma causa. Tampoco quienes
hayan participado en una decisión después anulada por un Tribunal Superior.” (art. 4°, inc. 2)

ROL MINISTERIO PÚBLICO

Quiroga (23/12/04). CSJN: La Corte Suprema de Justicia declaró la inconstitucionalidad del art. 348 del
Código Procesal Penal de la Nación, fundamentando la medida en la necesidad de asegurar la independencia
funcional del Ministerio Público Fiscal. La medida la tomó al hacer lugar al recurso interpuesto por el Ministerio
Público Fiscal, que había solicitado la nulidad de la resolución del juez de instrucción que, ante el pedido de
sobreseimiento por parte del fiscal, resolvió remitir el sumario al Fiscal General ante la Cámara de Apelaciones
para que apartara al Agente Fiscal y desinsaculara un nuevo representante del Ministerio Público. El Fiscal General
argumentó que el mentado artículo 348 había sido derogado tácitamente en virtud de lo dispuesto por el artículo
120 de la Constitución Nacional y los artículos 1 y 76 de la Ley Orgánica del Ministerio Público solicitando en
consecuencia la nulidad del auto por el que el juez elevó la causa en consulta y de todos los actos posteriores
practicados en su consecuencia. Arribada la queja a la Corte, el tribunal señaló que "aun cuando se pueda sostener
que los fiscales cumplen, materialmente, una función judicial, en tanto, al igual que los jueces, aspiran a que el
proceso finalice con una sentencia justa, lo hacen desde posiciones procesales diversas, y el ejercicio efectivo de la
misión que a cada uno de ellos le compete se excluye recíprocamente: ni el fiscal puede juzgar ni el juez puede
acusar" Por ello reafirmaron que el 120 de la Constitución Nacional en cuanto se refiere al Ministerio Publico
"supone no sólo independencia del Poder Ejecutivo, sino también del Poder Judicial, como correlato de una
concepción dentro de la cual sólo dicha independencia permite estructurar un procedimiento penal en el que las
garantías de la defensa en juicio y la imparcialidad del tribunal no estén en discusión" Añadieron al respecto que
el deber del Ministerio Público de actuar "en coordinación con las demás autoridades de la República" no puede
ser convertido en subordinación, a riesgo de neutralizar el sentido mismo de su existencia. En cuanto a la posición
sostenida por la cámara de casación, según la cual el Poder Judicial es el que debe "controlar" el ejercicio que de la
legalidad hace el Ministerio Público, es la que conduce, finalmente, a admitir la consecuencia extrema de que en el
debate la imputación provenga, en definitiva, del propio tribunal que debe juzgar sobre su admisibilidad,
advirtieron. De esta forma resolvieron que "la necesidad de asegurar la independencia funcional del Ministerio
Público Fiscal" consagrada en el art. 120 de la Constitución Nacional impone declarar la inconstitucionalidad del
art. 348, segundo párrafo, primera alternativa, del Código Procesal Penal de la Nación. La medida contó con los
votos de Enrique Santiago Petracchi - Augusto Cesar Belluscio (en disidencia)- Carlos S. Fayt (según su voto)-
Antonio Boggiano (según su voto)- Juan Carlos Maqueda (según su voto)- E. Raul Zaffaroni (según su voto) -
Elena I. Highton De Nolasco.

QUERELLA

Santillán (13/08/98). CSJN: Este fallo tuvo lugar con el nuevo CPPN, que incluye la figura del querellante
conjunto. En el debate, el Fiscal adquiere la certeza de que el imputado no es merecedor de la pena, por lo que pide
su absolución. Pero el querellante sigue con su postura acusatoria (persiste en la acusación). El juez de la causa,
siguiendo lo dicho por la Corte en el caso Tarifeño, establece que, al no haber mantenido la acusación, el actor
público (la fiscalía), se produce la deserción de la acción penal y debe absolverse al imputado. El querellante
recurre la sentencia ante la CNCP, la que confirma el fallo de primera instancia, por lo que vuelve a recurrir la
sentencia vía Recurso Extraordinario ante la CSJN. Decisorio: La Corte aduce que este caso es distinto
a Tarifeño por existir la figura del querellante particular, lo que amerita que, si el Fiscal NO acusa, exista la
posibilidad de que aquél continúe el contradictorio, requisito necesario para que se llegue a una decisión
jurisdiccional. “Ya que todo aquel a quien la ley reconoce personería para actuar en juicio en defensa de sus
derechos está amparado por la garantía del debido proceso legal consagrada en el art. 18 C.N., que asegura
el derecho a una sentencia fundada en juicio previo llevado en forma legal y la posibilidad de ocurrir ante algún
órgano jurisdiccional en procura de justicia….” En base a esto, el tribunal revoca la sentencia de casación y
sostiene que el querellante, en caso de que el Fiscal NO mantenga la acusación en el momento de realizar las
conclusiones, puede formular la suya en forma autónoma. Síntesis: El querellante particular se convierte en
querellante subsidiario (actúa en desmedro de la acción penal por parte del fiscal). Es un fenómeno por el cual se
convierte la acción penal pública en privada (privada o exclusiva). Conclusión: Si el fiscal NO acusa, el querellante
conjunto “puede” acusar.

Sabio (11/07/07). CSJN: El Tribunal Superior de Justicia de Neuquén decidió revocar la condena contra
los imputados Edgardo Alberto Sabio, Carlos W. Herrero, Nelson del Carmen Rivas y Daniel Enrique
Vita. En el proceso se le imputó “a los dos primeros, falsificación de documento privado en carácter de
autores, en concurso ideal con estafa procesal en grado de tentativa en carácter de partícipes primarios;
al siguiente, falsificación de documento privado en carácter de autor; y al último, uso de documento falso
en concurso ideal con estafa procesal en grado de tentativa, en carácter de autor”. El tribunal que
decidió condenarlos había desestimado la acusación del fiscal en la que solicitó la absolución de los
imputados, y en cambio, acogió la acusación de la parte querellante. El Máximo Tribunal de la Provincia
de Neuquén revocó la condena por entender que lo decidido en el Fallo “Santillán”, esto fue darle al
querellante autonomía en la acusación, había sido dictado por una composición de la Corte algo diferente
a la actual, por lo que no había seguridad de que tal decisión se siguiera manteniendo. El querellante
interpuso recurso extraordinario federal sosteniendo que el Superior Tribunal de Neuquén se había
apartado sin fundamento de la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre la posibilidad
del querellante de llevar adelante la acusación con independencia del Ministerio Público, tachando al
sobreseimiento de los imputados como un acto arbitrario. El Procurador Fiscal Eduardo Casal, dictaminó
a favor del recurrente, sosteniendo que no resultaba un argumento válido para apartarse de un precedente
de la Corte Suprema, la posibilidad o la mera especulación de que este pueda ser modificado por una
composición diferente a la que dictó dicho precedente. La Corte Suprema de Justicia de la Nación,
mediante el voto de los ministros Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Enrique Petracchi, Juan
Maqueda, E. Raúl Zaffaroni y Carmen Argibay, hicieron suyas las palabras del Procurador Fiscal,
dejando sin efecto la sentencia recurrida, y remitiendo los autos al Superior Tribunal de Neuquén, a fin de
que dicte un nuevo pronunciamiento. Carmen Argibay, en su voto, reafirmó especialmente la vigencia del
Fallo “Santillán”, a cuyos fundamentos y conclusiones se remitió. El Tribunal Superior de Justicia de la
Provincia, no podrá apartarse de lo resuelto por la Corte en el precedente en cuestión, a menos que de
fundamentos novedosos que conmuevan a la Corte de forma tal que ésta revea la doctrina.

Del’Olio (11/07/06). CSJN: El Tribunal Oral en lo Criminal N° 12 de Capital Federal condenó a Juan
Carlos Del'Olio a la pena de dos años de prisión en suspenso y costas, como coautor penalmente
responsable del delito de defraudación por administración fraudulenta. El fiscal había solicitado la libre
absolución del justiciable. La defensa interpuso recurso de casación, que fuera desestimado, porque la
sentencia condenatoria violó la garantía de la defensa en juicio y el debido proceso, pues se dictó sin
mediar acusación fiscal válida. Como la querella no respondió la vista que prevé el art. 346 del código
adjetivo en el momento procesal oportuno, el juez de instrucción le dio por decaído el derecho. Si bien
esta circunstancia no le imposibilitó ejercer los derechos procesales ulteriores, sí debió privarla de alegar
al concluir el debate, pues se trató de un acto que se orientó a integrar un reproche que, de su parte, no
había tenido lugar en tiempo apropiado. Decisorio: “… Tiene dicho esta Corte en el precedente ‘Santillán’…
que la exigencia de la acusación, como forma sustancial en todo proceso penal, salvaguarda la defensa en juicio
del justiciable, sin que tal requisito tenga otro alcance que el antes expuesto o contenga distingo alguno respecto
del carácter público o privado de quien la formula” “Que la decisión del juez de instrucción de dar por decaído el
derecho a responder la vista que prevé el art. 346 del Código Procesal aparejó la pérdida de los derechos
procesales vinculados al acto precluido. Si el particular ofendido no concretó objetivamente y subjetivamente su
pretensión, no podría integrar legítimamente una incriminación que no formuló previamente” “Que este aspecto
es decisivo para resolver el pleito en sentido adverso a la eficacia del fallo de condena, lo que permite descalificar
a la sentencia apelada como pronunciamiento jurisdiccional válido, pues al haberse dictado en las condiciones
señaladas resultó violatoria del derecho de defensa en juicio”.

Gostanián (30/05/06). CSJN: La sala 2ª de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional


Federal de la Capital Federal confirmó la decisión del juez de primera instancia que no hizo lugar a los planteos de
la defensa de Armando Gostanián, en la causa que se le siguió por enriquecimiento ilícito, en cuanto a la nulidad de
los actos realizados por la Oficina Anticorrupción, su apartamiento como querellante, y la declaración de
inconstitucionalidad del art. 13 ley 25233, del art. 2 y concs. decreto 102/1999, y del decreto 164/1999 . Contra ese
pronunciamiento se interpusieron recursos de casación e inconstitucionalidad, los que fueron rechazados por la sala
1ª de la Cámara Nacional de Casación Penal. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por su parte, rechazó los
argumentos expuestos por la defensa de Armando Gostanián sobre la supuesta inconstitucionalidad de las
facultades otorgadas a la Oficina Anticorrupción, al considerar que mientras ella no se arrogue la persecución
pública prescindiendo del fiscal, resulta constitucional. Los jueces Enrique Santiago Petracchi, Elena I. Highton de
Nolasco, Juan Carlos Maqueda, E. Raúl Zaffaroni, Ricardo Luis Lorenzetti y Carmen M. Argibay, integrantes de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, entendieron que la actuación de la Oficina Anticorrupción como
querellante es totalmente válida, ya que en ese rol representa al Ministerio de Justicia de la Nación. Por su parte,
aclararon los magistrados de la Corte, que si el fiscal decide la no prosecución de la persecución, la Oficina
Anticorrupción no puede tomar para sí el impulso del proceso, ya que significaría la intromisión de esta en
facultades y funciones propias del Ministerio Público Fiscal. La defensa de Gostanián, luego que sus argumentos
sean rechazados por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal y luego, mediante
un recurso de casación, por la Cámara Nacional de Casación Penal, interpuso recurso ante la Corte, con el objetivo
que esta dirima la supuesta controversia federal del caso. Afirmó la defensa, que la actuación de la Oficina
Anticorrupción es inconstitucional por violar las más íntimas y fundamentales garantías constitucionales.
Consideró que esta se arrogaba facultades judiciales en la investigación de los hechos de manera inquisitiva –
secreta e inaudita parte-, apartándolo del control del juez natural y violando el derecho de defensa y de ser oído.
Que la facultad de persecución penal de los delitos relacionados con la corrupción de los funcionarios públicos
desplaza la figura del Ministerio Público, ocupando el lugar del acusador una repartición inferior del Poder
Ejecutivo, quien no está facultado para desarrollar las tareas que le son propias al Ministerio Público. Habiéndose
excusado el Procurador General de la Nación, Estaban Righi, Luis Santiago Gozález Warcalde realizó el dictamen
fiscal correspondiente, valorando los argumentos expuestos por el recurrente. Citó lo expuesto por los órganos
jurisdiccionales anteriores. En este orden de ideas le recordó que el propio procedimiento penal admite que el
Estado ocupe el rol de querellante, siendo esta la función de la Oficina Anticorrupción en el proceso, no existe
inconstitucionalidad alguna, ya que en esa función está representando al Ministerio de Justicia de la Nación.
Dictaminó además, que tanto la investigación como las actuaciones preliminares realizadas por la Oficina
Anticorrupción no resultan violatorias de garantía constitucional alguna, ya que tanto la legislación, como la
doctrina penal –citó a Creus- admiten que ese tipo de diligencias sean realizadas en el ámbito administrativo,
siendo en todo caso reservado a la valoración del magistrado de la causa la viabilidad o no de lo traído a su
conocimiento. Aclaró así mismo, que la única manera en que la actuación de la Oficina Anticorrupción fuese
inconstitucional, sería en el hipotético caso que se arrogara la facultad estipulada en el artículo 13 de la Ley 25.233,
esto es “...asumir, en cualquier estado de la causa, el ejercicio directo de la acción pública, cuando los fiscales
competentes antes mencionados tuvieren un criterio contrario a la prosecución de la acción". Los magistrados de
la Corte hicieron suyos los argumentos expuestos por el Procurador, por lo que rechazaron el recurso intentado y
declararon inadmisible el recurso de inconstitucionalidad interpuesto.

Storchi (08/03/04). CCC: La Sala II de la Cámara de Casación Penal confirmó la condena a una guardavida y a
una profesora de natación de la piscina en la que, en 2001, murió ahogada Florencia Möller Rombolá, de 9 años.
Asimismo, declaró la nulidad de la condena impuesta por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 1 (TOC Nº 1) al
director de los gimnasios “Megatlón” y al encargado de colonia del club “All Boys”, en el que se produjo la
tragedia. El 12 de febrero del 2001, Florencia realizaba ejercicios de natación en la pileta del Club “All Boys”,
ubicado en Alvarez Jonte al 4100. El tribunal determinó que el ejercicio en el cual Florencia perdió la vida consistía
en introducirse en la parte profunda de la piscina y desplazarse hacia donde se encontraba la profesora María
Cecilia Privato, es decir 3 o 4 metros. “Una vez que llegaba a ella se debía dirigir hacia la escalera que se
encontraba a 1,40 metros de profundidad y así salir de la pileta. En esas circunstancias la niña se hundió y
permaneció sumergida, cerca de la escalera, entre 3 y 10 minutos, lo que determinó que aspirara una cantidad de
agua que le produjo la muerte”, completó el tribunal. El TOC Nº 1 condenó a Fernando Storchi, director de los
gimnasios “Megatlón”, a 4 años de prisión y 9 de inhabilitación especial; a Julio César Giraldo, coordinador de
colonia, a 3 años y medio de prisión y 7 de inhabilitación especial. En tanto, la profesora y la guardavidas fueron
condenadas a 3 años y 2 años y medio de prisión, respectivamente, en ambos casos en suspenso. Los cuatro
imputados fueron sindicados como responsables del delito de “homicidio culposo”. Los abogados de Storchi y
Giraldi plantearon ante la Cámara de Casación Penal que ambos habían llegado a juicio sin requisitoria fiscal y
solamente por impulso de la querella lo que significaba una afectación a su derecho de defensa en juicio. El
camarista Gustavo Mitchell, a cuyo voto adhirió Juan Rodríguez Basavilbaso, sostuvo que “no cabe duda que
como principio no corresponde dictar sentencia condenatoria si media, en el momento de la discusión final (art.
393 del C.P.P.N.), requerimiento absolutorio por parte del fiscal de juicio”. Pero agregó: “Empero ello, y como
bien advierten Navarro y Daray ‘será así, en tanto no haya mediado acusación del querellante en dicha
oportunidad (…)”. Citó los fallos “Santillán”, y “Del´Olio” de la Corte Suprema de Justicia. “Sostengo que la
parte querellante se encuentra legitimada, aun cuando el representante de la vindicta pública entendiese que no
existe mérito para llevar el caso a juicio (art. 346 del CPPN), a realizar en forma autónoma los actos necesarios
tendientes a lograr su elevación correspondiendo, por ende, a la judicatura expedirse al respecto”, expresó
Mitchel quien rechazó la nulidad planteada por la defensa de los imputados Storchi y Giraldi aunque votó a favor
de que se casen las condenas impuestas y se absuelva a ambos procesados. En otra línea, el camarista Guillermo
Yacobucci mencionó que “una de las actividades más específicas [del Ministerio Público] (…) es la de promover
la acción penal pública”. Sobre la situación del director de Megatlón, Yacobucci dijo que “aparece carente de
sustento constitucional, legal y racional, la afirmación respecto de Storchi en punto a que estaba dentro de su
competencia evitar cualquier peligro que pudiera acrecentar el riesgo que constituía la pileta”. “De ser así –
continuó- se tornaría inoperante todo tipo de organización y distribución de funciones legítimamente asignadas en
el ámbito empresario”. Voto de Bruzzone: “Cuando hay particular damnificado constituido en parte querellante y
éste impulsa la acción, sin perjuicio de la opinión del Ministerio Público Fiscal, corresponde a la querella, en
forma autónoma, impulsar los procedimientos al comienzo de un asunto (art. 180 del C.P.P.N.) y al finalizar la
instrucción (art. 346 del C.P.P.N.), con las pertinentes limitaciones”.

Bernstein (29/04/08). CSJN: En una causa por presunta evasión tributaria, el juez de instrucción sobreseyó al
imputado conforme al pedido formulado por el fiscal. La Cámara de Apelaciones revocó el sobreseimiento y
ordenó elevar la causa a juicio en virtud del requerimiento formulado por el querellante. La defensa interpuso
recursos de casación y de inconstitucionalidad. La Cámara de Casación Penal rechazó los recursos deducidos, por
cuanto en los procesos por delitos de acción pública, el requerimiento de elevación a juicio del querellante, basta
como acusación apta para producir la apertura del juicio propiamente dicho. Decisorio: “Que… la parte querellante
tiene derecho a que las acusaciones que formuló respecto de Jorge Héctor Bernstein, Ricardo Norberto Sandler y
María Claudia Alonso… tengan sustanciación en juicio y sean consideradas en una sentencia del tribunal
competente, tal como lo señalara la Corte Suprema de Justicia en el caso “Santillán, Francisco Agustín” del 13 de
Agosto de 1998, sin que ello implique que los representantes del Ministerio Público tengan que pronunciarse de
manera distinta de la que lo han hecho en su oportunidad propiciando el sobreseimiento”.

Fermín (22/07/08). CSJN: La Cámara de Apelaciones del Noroeste de la provincia del Chubut denegó el
recurso de casación interpuesto por la defensa de Mauricio Fermín, contra la resolución de esa cámara que revocó
el sobreseimiento del nombrado dispuesto por el juez de instrucción de la jurisdicción. Contra ese pronunciamiento
se interpuso queja por casación denegada, la que fue desestimada por el Superior Tribunal de Justicia de la
provincia aludida, lo que dio lugar a la articulación del recurso extraordinario federal, el que también desestimado
dio origen al recurso de queja. Dictamen del Procurador General de la Nación: “[…] la Cámara de Apelaciones
del Noroeste de la provincia del Chubut, revocó la resolución del juez de grado por la que se decidía el
sobreseimiento de Mauricio Fermín y declaró la inconstitucionalidad del artículo 306, segunda parte, del Código
Procesal Penal de la provincia del Chubut, en cuanto, por vía de consulta, sujetaría la decisión del juez de
instrucción ‘al concurso de voluntades sobreseyentes del procurador fiscal y del fiscal de cámara’”. “Bajo esa
óptica, el proceso habría quedado en condiciones tales que pondrían en duda la finalidad práctica de elevar a
juicio una causa en que no hay un ejercicio real de la acción por parte del ministerio público fiscal, habida cuenta
que se trata de un delito de acción pública”. “Asimismo, el único sostén de aquélla habría quedado suplido, en
esta etapa procesal, por la actuación del querellante adhesivo, habiéndose otorgado, en principio, un alcance
distinto a la doctrina que surge del precedente dictado por la Corte Nacional "Santillán"… porque es otra la
situación procesal- […]”. “Como surge del texto, el Procurador General y la misma Corte Suprema han puesto en
duda ‘la finalidad práctica de elevar a juicio una causa en que no hay ejercicio real de la acción por parte del
ministerio fiscal’, a la vez que han diferenciado esta situación –la relativa a la ausencia de requerimiento fiscal-
de la que motivó el precedente “Santillán”, esto es, el pedido de absolución del representante del Ministerio
Público en ocasión de los alegatos previstos en el art. 393 del Código Procesal Penal de la Nación. Esta distinción
permite conjeturar que la Corte daría a un caso como el que nos ocupa una solución diversa a la que postuló en el
citado precedente”.
INCOERCIBILIDAD DEL IMPUTADO / AUTOINCRIMINACIÓN / PRINCIPIO DE
INVIOLABILIDAD

Núñez (16/11/04). CSJN: Asistencia Técnica. La Cámara Quinta en lo Criminal de la ciudad de Córdoba
condenó a Ricardo Alberto Núñez a la pena de seis años de prisión por el delito de lesiones graves, declaración de
reincidencia y costas “…unificándola con lo que le restaba por cumplir de la pena de diez años de prisión que le
había impuesto la Cámara Novena del Crimen de esa ciudad el 13 de diciembre de 1993 (…) y revocación de la
libertad condicional que le había sido otorgada con fecha 8 de noviembre de 1999” (considerando 11). Contra tal
sentencia, el justiciable interpuso recurso de casación in forma pauperis en el que destacó a lo menos 6 puntos
diferentes que certificaban el erróneo camino lógico transitado por el juzgador en punto a la redefinición de su
propia responsabilidad penal. En efecto, en dicho escrito cuestionó la inobservancia de las reglas de la sana crítica
racional, la calificación jurídica asociada al hecho imputado, la falta de motivación de la sentencia en orden a la
concreta mensuración de la pena, la errónea aplicación del art. 58 del Código Penal y los equivocados parámetros
utilizados para la unificación de la pena (considerando 12). Corrida la vista de ley a los efectos de dotar de
fundamentación técnica a las manifestaciones articuladas por el encartado, la asesora letrada encargada de dicho
cometido “…prácticamente transcribió –en forma sintética- la presentación de Núñez antes referida (…). Aclaró
que ‘En lo que hace al sustento de los agravios expresados, aunque no compartiera el criterio del
expresador…solicito se haga lugar al recurso, por los motivos invocados y sin perjuicio de las razones que suplirá
el elevado criterio de V.E., cumpliendo con el deber que el cargo me impone, en resguardo del derecho de defensa
en juicio y del debido proceso amparado por el art. 18 de la Constitución Nacional…” (considerando 13). El
recurso fue declarado formalmente inadmisible por el Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba
sobre la base de la falta de fundamentación que gobernó la exégesis de toda la pieza procesal. Ello, con excepción
de un único agravio (aquél referido a los criterios utilizados a los efectos de la unificación de la pena) que, en
definitiva, fue rechazado en virtud “…de la interpretación asignada por el tribunal apelado a ese precepto de
derecho común…” (considerando 14). Ocurrido ello, Núñez dedujo un recurso extraordinario federal in forma
pauperis, tras lo cual intervino la asesora letrada con el objeto de cimentar jurídicamente dicha manifestación de
voluntad impugnativa. Sin embargo, la defensora del justiciable sólo se limitó a plantear en tal oportunidad “…la
arbitrariedad de la denegación de acceso a la instancia de casación por ‘excesivo rigor formal, en desmedro de la
verdad jurídica objetiva emergente de las circunstancias de la causa’, dejando a salvo su parecer en contrario…”
(considerando 10, destacado agregado). El día 14 de febrero de 2003 el Tribunal Superior de la Provincia de
Córdoba declaró inadmisible el remedio federal (considerando 3). Al momento de ser notificado de dicho rechazo –
esto es, el día 17 de febrero de 2003- Núñez manifestó in pauperis: “Apelo la resolución. Solicito audiencia”, tras
lo cual el tribunal cimero provincial “…dio intervención al asesor letrado (…) quien se entrevistó con aquél y se
comprometió a compulsar los autos principales para actuar de acuerdo a derecho (…) [pero] lo cierto es que no
existen constancias de que esa compulsa se haya hecho efectiva ni tampoco que esa defensa fundamentara un
recurso de hecho por denegación del remedio federal ante esta Corte Suprema” (considerando 6, destacado
agregado). Cabe agregar que el propio justiciable remitió a la Corte por vía epistolar una presentación en la cual
reiteró todos sus reparos a la sentencia condenatoria, tras lo cual intervino la Defensoría Oficial ante esa instancia
que, en su respectiva fundamentación técnica propició la declaración de admisibilidad del recurso “…junto con la
nulidad del auto que lo denegó, por haber carecido el interesado de una defensa eficaz que fundara debidamente
su reclamo” (considerando 1). En lo sustancial y pasando aquí por alto ciertas distinciones que no vienen al caso, la
mayoría de la Corte, luego de recordar que: a) “…en materia criminal, en la que se encuentran en juego los
derechos esenciales de la libertad y el honor, deben extremarse los recaudos que garanticen plenamente el
derecho de defensa (…) de modo tal que quien sufre el proceso penal ha de ser provisto de un adecuado
asesoramiento legal, al extremo de suplir su negligencia en la provisión de defensor asegurando, de ese modo, la
realidad de la defensa en juicio…” (considerando 7); b) “…los reclamos de quienes se encuentran privados de su
libertad, más allá de los reparos formales que pudieran merecer, deben ser considerados como una manifestación
de voluntad de interponer los recursos de ley, y que es obligación de los tribunales suministrar la debida asistencia
letrada que permita ejercer la defensa sustancial que corresponda…” (considerando 8); c) “…si bien no es
obligación de la asistencia técnica del imputado fundar pretensiones de su defendido que no aparezcan, a su
entender, mínimamente viables, ello no la releva de realizar un estudio serio de las cuestiones eventualmente aptas
para ser canalizadas por las vías procesales pertinentes, máxime porque se trata de una obligación que la
sociedad puso a su cargo (…) ya que no puede imputarse al procesado la inoperancia –a la que ha sido ajeno- de
la institución prevista para asegurar el ejercicio de su derecho constitucional, cuya titularidad ostenta
exclusivamente y cuya inobservancia puede acarrear responsabilidad al Estado Argentino” (considerando 9)
resolvió la presentación del justiciable como sigue. Así pues y en primer término adujo que ninguno de los
extremos mencionados anteriormente había sido mínimamente satisfecho en la especie. A renglón seguido destacó
que su intervención en modo alguno podía circunscribirse a las deficiencias advertidas en el procedimiento seguido
en la sustanciación de la apelación extraordinaria, pues “…la trasgresión a la defensa en juicio de Ricardo Alberto
Núñez que se refleja en esta instancia no es sino producto de la que se verificó en la etapa de casación local,
también caracterizada por una intervención meramente formal [de la asistencia técnica]…” (considerando 15).
Cabe aclarar que la Corte no se ha privado de ejercer una fuerte crítica respecto de la actitud desaprensiva de las
dependencias del poder judicial local que actuaron durante el proceso en punto a la situación de indefensión por la
cual atravesó el justiciable. En tal sentido, agregó el Máximo Tribunal que: a) la insuficiencia de asistencia técnica
registrada por Núñez debió haber sido corregida por las instancias locales (considerando 16); b) el rechazo, ora del
recurso de casación, ora del extraordinario federal por pretendidas razones formales trasuntó un excesivo rigor
ritual que poco se compadece con la situación de indefensión del procesado (considerandos 17 y 18) y con una
interpretación regular del llamado derecho al doble conforme (considerandos 21 y 22). Tras ello y como modo de
certificar la situación de minusvalía que aquejó a Núñez a lo largo de todo el proceso, la Corte expresó que: a) el
justiciable estuvo originariamente detenido por más de diez días sin comparecer ante el fiscal que solicitó su
detención (considerando 18); b) tampoco contó en ese ínterin con asistencia técnica letrada (ídem); c) su defensa
fue sustituida en varias oportunidades a lo largo de todo el proceso; d) se produjo prueba irreproducible sin que la
defensa fuera debidamente notificada; e) se rechazó la pretensión del lego dirigida a cuestionar el auto de prisión
preventiva sin reencauzarla jurídicamente; f) el defensor de confianza de Núñez que actuó en la etapa preliminar
“no ofreció prueba y renunció a su mandato 48 hs. hábiles antes de la audiencia de debate…” (considerando 20 in
fine). Tras ello fue designada una asesora letrada que al parecer no ofreció prueba alguna. Para concluir y luego de
afirmar que: “La condena no hizo sino acumular nuevos agravios basados en la insuficiencia de la prueba
incriminatoria para fundar su responsabilidad por el hecho y, a todo evento, la falta de fundamento en los criterios
mensurativos de la pena individual y única impuesta” (considerando 21 in fine). El Tribunal resolvió declarar la
nulidad de “todo lo actuado a partir del recurso de casación in forma pauperis (…), que deberá ser resuelto
después de que Ricardo Alberto Núñez haya recibido una efectiva y sustancial asistencia letrada de parte de su
defensor”. Por otro lado y a la par de solicitar que se arbitren los medios necesarios para determinar cuáles fueron
las circunstancias en “…que permaneció Ricardo Alberto Núñez privado de su libertad por espacio de más de diez
días sin contar con asistencia técnica letrada y sin comparecer ante la autoridad fiscal y/o judicial que había
solicitado su detención…” (considerando 22 in fine), la Corte “recomendó” “…que situaciones como las aquí
consideradas, que sólo concurren en detrimento de una eficaz administración de justicia, sean evitadas”
(considerando 22 in fine).

Baldivieso (20/04/10). CSJN: El Máximo Tribunal absolvió a una persona que había sido condenada en juicio
oral por transportar estupefacientes. El imputado había acudido a un hospital en donde le diagnosticaron una
obstrucción intestinal, por haber ingerido envolturas conteniendo clorhidrato de cocaína. En el hospital lo
intervinieron quirúrgicamente, donde le extrajeron trece cápsulas y otras tantas expulsó naturalmente. Todas ellas
fueron incautadas por personal policial, puesto sobre aviso por personal del centro de salud y utilizadas como
prueba en contra del imputado. En virtud de ello, el imputado fue condenado por el Tribunal Oral en lo Criminal
Federal de Salta a 4 años de cárcel, una multa de 226 pesos y la inhabilitación absoluta por el término de la
condena. Los hechos se habían iniciado en 2002, cuando esta persona ingresó en el hospital San Bernardo, de la
ciudad de Salta, donde se le diagnosticó una obstrucción intestinal producida por la “ingesta de elementos
extraños”. A raíz de ello fue operado y se le extrajeron las cápsulas que contenían clorhidrato de cocaína, que
fueron incautadas por la Policía, previo aviso de los médicos. Ante esto, la defensa del imputado sostuvo que “se
violó la garantía constitucional que protege contra la autoincriminación” ya que el imputado se dirigió al hospital
y “ante el riesgo que corría su salud, no pudo optar por otra alternativa, con lo cual la situación forzó una
conducta de autoincriminación”. Asimismo “el origen del procedimiento estaría viciado porque tendría su punto
de partida en la revelación ilegítima de un secreto profesional”. La Corte se remitió al plenario “Natividad Frías”,
dictado por la Cámara del Crimen en 1966, que había tratado la absolución de una mujer denunciada por los
médicos que le habían salvado la vida, porque había llegado al hospital en grave estado luego de un aborto
clandestino. El Máximo Tribunal entendió que el caso del hombre ingestado, que tuvo que concurrir al hospital
porque corría riesgo de vida, se asimilaba al del plenario “Natividad Frías”, ya que en ambos casos al requerir
atención médica no tuvieron más remedio que auto incriminarse. El voto mayoritario, que lleva la firma de Ricardo
Lorenzetti, Raúl Zaffaroni, Carlos Fayt y Juan Carlos Maqueda pondera el derecho a la confidencialidad que le
asiste a todo habitante de la Nación que requiera asistencia médica, aunque sea como consecuencia de una conducta
delictiva; frente al interés del Estado en la persecución del delito. “El procesado aquí también se hallaba en la
disyuntiva de morir o de afrontar un proceso y una pena, con el inhumano dilema: la muerte o la cárcel”,
explicaron los ministros. “El principio republicano de gobierno impide que el Estado persiga delitos valiéndose de
medios inmorales, como sería aprovecharse del inminente peligro de muerte que pesa sobre el procesado que
acude a la atención médica”, concluye el fallo. Elena Highton, Carmen Argibay y Enrique Petracchi, opinaron en
el mismo sentido, aunque según su voto. En línea con el criterio de la defensa, Argibay sostuvo que “además de no
encontrarse obligados a dar noticia a la policía, los médicos que atendieron a Baldivieso tenían prohibido hacerlo,
según la interpretación que se ha hecho anteriormente de las normas que reglamentan este aspecto de la vida
privada”. “Si a los médicos funcionarios públicos se les exige el deber de denunciar propio de todos los
funcionarios, entonces se produciría un efecto social discriminatorio entre las personas que tienen recursos para
acceder a la medicina privada y aquellas que sólo cuentan con la posibilidad que brindan los establecimientos
estatales: las primeras contarían con una protección de un secreto médico (y, por ende, de su salud) más amplio
que las segundas” concluyó.

Benítez (12/12/06). CSJN: Acusado por lesiones graves con arma. El imputado, junto con otra persona,
amenazó con un arma de fuego al denunciante del hecho e intentó dispararle a éste, aunque no logró atinarle, tras lo
cual se generó un forcejeo durante el cual se produjo un disparo que lastimó gravemente a la víctima. Dicha
circunstancia fue acreditada por la lectura de las declaraciones de la víctima, de un testigo presencial y de los
policías que intervinieron en el hecho, como así también por la lectura de las pericias balísticas. El imputado,
durante el juicio, afirmó en su defensa que en realidad fue la supuesta víctima la que lo apuntó a él y que él forcejeó
y se produjo el disparo que lo terminó hiriendo; por otra parte, adujo también que toda la instrucción se llevó a cabo
sin que él –principal imputado- tuviera intervención. Pese a estos planteos, el Tribunal lo condenó por el delito de
lesiones graves. Frente a ello, el imputado interpuso Recurso de casación, cuestionando la incorporación de la
prueba testimonial por lectura (conf. art. 391 CPPN), con motivo de no haber sido hallados, tanto los testigos como
el damnificado, durante la etapa del debate, lo que coartaba la oportunidad a la defensa de interrogarlos y
así controlar la prueba (conf. art. 18 CN; art. 8. 2. f CADH; art. 14. 3 PIDCP). La Cámara confirmó el decisorio del
TOC. Corte: Hace lugar a los planteos de la defensa y, si bien no cuestiona la incorporación por lectura de los
testimonios per se, sí cuestiona que toda la sentencia condenatoria se basara exclusivamente en la misma, sin que el
imputado haya podido controlar la prueba.

Gualtieri (11/08/09). CSJN: Antecedentes. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional


Federal dejó firme la resolución dictada por la magistrada de primera instancia que había ordenado a un mayor de
edad y presunto hijo de personas desaparecidas durante la última dictadura militar, comparecer al Hospital Durand
para someterse a la extracción de una muestra de sangre en el marco de la investigación en orden a un presunto
delito de lesa humanidad. Contra ese pronunciamiento, se interpuso recurso extraordinario. La mayoría de la Corte
Suprema revocó la sentencia. Los jueces Lorenzetti y Zaffaroni, por un lado, Los jueces Fayt y Petracchi, cada uno
en voto aparte, remitieron a sus respectivas opiniones en el precedente “Vázquez Ferrá”. La jueza Argibay lo hizo
por sus propios fundamentos. Los jueces Maqueda y Highton de Nolasco, en votos separados, expresaron su
opinión en disidencia. Estándar aplicado por la Corte. En primer término, los jueces Lorenzetti y Zaffaroni
consideraron que en la causa no se han agotado las posibilidades de obtener material genético por medios menos
lesivos que la intervención física sobre la víctima. A partir de ello, indicaron que el respeto al derecho a la verdad
de la presunta familia biológica no requiere necesariamente que la otra víctima (secuestrada) cargue con todas las
consecuencias emocionales y jurídicas del establecimiento de una nueva identidad formal o jurídica, sino que
bastará con que la familia biológica sea informada de la identidad y de ese modo se ponga fin a la búsqueda de
décadas y termine la comisión del delito, pues en caso que la prueba resultase indicadora del vínculo, la verdadera
identidad se hallará materialmente establecida y la supresión habrá cesado, sin que para ello tenga relevancia
alguna que la otra víctima la haga o no valer en derecho. Al respecto señalaron que cuando un principio colisiona
con otro de igual rango -en el caso, la autonomía de voluntad de la víctima presuntamente secuestrada y el derecho
a la verdad de los supuestos familiares biológicos-, la solución no es excluir uno desplazando al otro, sino ponderar
el peso de cada uno en el caso concreto, buscando una solución armónica. Finalmente, agregaron que la garantía
protegida en el caso de quien, siendo adulto, se niega a una extracción de sangre, es la autonomía en la esfera de la
individualidad personal protegida por el artículo 19 de la Constitución Nacional, y no se trata sólo del respeto de las
acciones realizadas en privado, sino del reconocimiento de un ámbito en el que cada individuo es soberano para
tomar decisiones libres sobre el estilo de vida que desea, razón por la cual decidieron dejar sin efecto lo resuelto.
Para la jueza Argibay, el derecho de cada persona a excluir interferencias o invasiones de terceros en su cuerpo es
un componente necesario de la vida privada en la que rige el principio de autonomía personal, por lo que este
ámbito debe entenderse incluido dentro del concepto de “vida privada” contenido en el artículo 12 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 11.2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y artículo 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y compartir, como mínimo, la
misma expectativa de reserva que los lugares expresamente mencionados en el texto del artículo 18 de la
Constitución Nacional. Señaló que la decisión de encuadrar constitucionalmente el derecho del recurrente a
oponerse a la extracción compulsiva de sangre dentro de la protección del artículo 18 de la Constitución Nacional
tiene una importante consecuencia que debe ser ponderada, pues dicha garantía admite que en ciertos supuestos el
Estado pueda interferir en distintos aspectos de la vida privada de una persona, posibilidad que está dada por la
necesaria intervención de un juez que deberá estimar si la medida es razonable, es decir, si tan grave interferencia
en los derechos individuales está justificada en orden a obtener los elementos de juicio imprescindibles para fallar
el caso. En su disidencia, la jueza Highton de Nolasco entendió que si se trató de determinar si es constitu-
cionalmente válido obligar al interesado, a ser objeto de una extracción de sangre para determinar su patrón
genético, era necesario encontrar un punto de equilibrio determinando de qué modo podía materializarse el derecho
a la verdad sin lesionar los derechos de persona alguna o bien, a costa de una mínima lesión de las garantías de
quienes son víctimas involuntarias de los hechos, sin observar que la medida en cuestión afectara derechos
fundamentales como la vida, la salud, o la integridad corporal, pues la extracción de unos pocos centímetros
cúbicos de sangre, realizada por medios médicos ordinarios, ocasionaría una perturbación ínfima frente a los
intereses superiores de resguardo de la libertad de los demás, de la defensa de la sociedad y la persecución del
crimen. En ese contexto, estimó que aquella resultaba adecuada a los fines indicados en la resolución apelada como
medio dotado de mayor identidad para arribar a la verdad material sin advertir que se afectara sustancialmente los
derechos invocados por el apelante. Al respecto, consideró que existían indicios suficientes que avalan la adopción
de la medida cuestionada, con inmediata vinculación con el objeto procesal materia de la causa; propios del proceso
de investigación penal e idóneos para alcanzar la verdad material de los hechos investigados y se traducían en una
intrusión mínima en el cuerpo de la víctima, realizándose con intervención de personal médico, en condiciones de
asepsia e higiene, y su efectiva concreción quedaría subordinada a la inexistencia de eventuales razones de salud
que, debido a su gravedad, pudieran obstaculizar momentáneamente su producción. Para el juez Maqueda, la
prohibición de autoincriminación del artículo 18 de la Constitución Nacional se refiere a las comunicaciones o
expresiones que provienen de la propia voluntad del imputado lo cual no incluye los casos en que cabe prescindir
de esa voluntad, entre los que se encuentran los supuestos en que la evidencia es de índole material, y lo que se
prohíbe en estos casos es la compulsión física o moral para obtener declaraciones emanadas del acusado mediante
la fuerza y no la exclusión de su cuerpo como evidencia material en un juicio. Agregó que la extracción de una
muestra de sangre del recurrente es meramente un procedimiento de obtención de una prueba en este tipo de
procesos y no puede asimilarse a una declaración testifical ni importa una comunicación autoincriminatoria cuando
el recurrente es precisamente la supuesta víctima del delito de sustracción de menores (artículo 146 del Código
Penal). De ese modo, entendió que en las condiciones dadas durante el proceso no se revelaban como una medida
que afecte los derechos invocados al existir indicios suficientes que justificaban la adopción de medidas propias del
proceso de investigación penal y que suponían una intrusión mínima en el cuerpo de la víctima con intervención de
personal médico, en condiciones de asepsia e higiene y siempre que no se invocaran serias y comprobadas razones
de salud que pudieran obstaculizar la adopción de la medida. Consideró que el balance entre los intereses de toda
persona a no sufrir invasiones a su privacidad y el interés estatal en la persecución penal necesitaba la ponderación
de los instrumentos escogidos y de los fines hacia los que se dirigía la específica medida de coerción dispuesta en la
causa. Para ello, se debía filtrar la medida a través de la necesidad, adecuación y proporcionalidad, y las normas
que confieren atribuciones a los jueces para disponer medidas de prueba debían entenderse razonablemente
dirigidas a la averiguación de los hechos presuntamente delictivos que constituyen el objeto sumarial y no otro.
Finalmente, sostuvo que a diferencia de lo resuelto en “Vázquez Ferrá” (Fallos: 326:3758), la medida cuestionada
resultaba la única alternativa capaz de dar respuesta a la cuestión debatida, lo que tornaba más necesaria su
producción.

FRUTO DEL ÁRBOL ENVENENADO / EXCLUSIÓN PROBATORIA

Fiorentino (27/11/84). CSJN: Allanamiento sin orden judicial. Valor del consentimiento. Necesidad de evaluar
el valor del consentimiento en cada caso particular (inexistencia de una regla abstracta). Regla de
exclusión. Hechos: Fiorentino, un menor de 19 años de edad, había sido detenido por una comisión policial
integrada por cuatro agentes en oportunidad en que ingresaba en compañía de su novia, en el hall de entrada de
edificio de departamentos en el que vivía junto con sus padres. Al ser interrogado por los oficiales había
reconocido, al parecer espontáneamente, ser poseedor de estupefacientes que guardaba para su consumo propio en
el dormitorio de su departamento. Haciendo uso de las llaves que Fiorentino tenía en su poder, los agentes
ingresaron junto con el detenido y su novia a la vivienda en cuestión. Al encontrarse con los padres del menor,
aquéllos les manifestaron – aunque sin exhibir identificación alguna – que eran miembros de la división
toxicomanía, que se quedaran tranquilos, pero que no podían presenciar el operativo que cumplirían en el
dormitorio del menor. Allí, en presencia de éste y de su novia, los oficiales de policía procedieron a secuestrar 5
cigarrillos de marihuana por cuya tenencia fue Fiorentino sometido a proceso. En ningún caso fue requerida orden
judicial. Fiorentino fue condenado en las instancias ordinarias. Su defensa acerca de que el allanamiento practicado
había sido ilegítimo por carecer de orden judicial previa, y que por tanto la prueba obtenida no podía ser utilizada
en su contra, fue desechada. La Cámara consideró que había mediado un consentimiento válido, prestado tanto por
el procesado como por sus padres. Según la Alzada, el consentimiento del menor Fiorentino debía inferirse del
hecho de que en ninguna oportunidad hubiese objetado los procedimientos cumplidos en su contra. Respecto del
consentimiento dado por los padres, dijo que: “si bien no había sido expreso, debían reconocerse que aquéllos
tampoco se opusieron pudiendo hacerlo… consintiendo así que la inspección se llevara a cabo en la habitación de
su hijo”. La defensa de Fiorentino interpuso recurso extraordinario, basado en la violación de la garantía que
consagra la inviolabilidad del domicilio. La Corte hizo lugar al recurso; comenzó señalando que el planteo de la
defensa conducía en definitiva a determinar el alcance de la referida garantía constitucional. Por tal razón,
concluyó que el agravio suscitaba cuestión federal. Dijo que aunque en rigor no resulta exigencia del art. 18 CN
que la orden de allanamiento emane de los jueces, el principio es que sólo ellos pueden autorizar esa medida, sin
perjuicio de algunos supuestos en que se reconoce a los funcionarios la posibilidad de obviar tal recaudo. A
continuación indicó que era claro que en este caso no se había configurado ninguna de las excepciones previstas en
el ordenamiento procesal para permitir un ingreso sin orden previa, ni tampoco ha mediado consentimiento válido
que permitiera la intromisión del personal policial en el domicilio del procesado. Ello, puesto que el permiso que
podría haber otorgado el menor Fiorentino carecería de efectos por las circunstancias en que fue prestado, esto es,
habiendo sido ya detenido e interrogado sorpresivamente. Con respecto al consentimiento de los padres, la Corte
descartó que el mismo pudiese ser prestado tácitamente, máxime cuando el ingreso al domicilio se había ya
consumado al momento en que aquéllos tomaron contacto con la comisión policial. En base a estos antecedentes, y
a la falta de extremos de necesidad que impidieran proceder de acuerdo a la ley recabando la pertinente orden
judicial, la Corte decretó la invalidez del registro domiciliario y del secuestro practicado en tales condiciones.
Declaró así procedente el recurso extraordinario, dejando sin efecto la sentencia condenatoria. Este fallo implicó la
aceptación por parte del Alto Tribunal de la regla de exclusión de prueba obtenida ilegalmente. Por otra parte, la
Corte analiza la determinación de las condiciones mínimas que debe reunir el consentimiento del interesado para
que quepa admitirlo, el cual dependerá de las circunstancias.

Rayford (13/05/86). CSJN: Allanamiento practicado sin orden judicial. Derechos de terceros. Valor del
consentimiento. “Teoría de los frutos del árbol venenoso”: Hechos: Rayford, un americano con escaso dominio del
idioma, había sido detenido por el delito de tenencia de estupefacientes. La sustancia había sido secuestrada de su
domicilio por personal policial, luego de que aquel “no opusiera reparos”. Los agentes habían actuado sin orden
judicial. Luego de ello, camino a la comisaría, Rayford entregó a la policía una tarjeta personal de quien le había
suministrado la droga: un menor “B”. En base a ese dato, fue también detenido este último. Otro menor de nombre
“L.S.”, proveedor a su vez de “B”, fue igualmente detenido. Ambos menores de edad confesaron su participación
en los eventos que culminaron en el suministro de Rayford de los estupefacientes. Rayford fue acusado por el delito
de tenencia, y los menores por el de suministro. Al momento de alegar, la defensa de Rayford cuestionó la validez
del allanamiento y secuestro de los estupefacientes. Al parecer, la defensa de los menores “B” y “L.S.” no
plantearon cuestión constitucional alguna. Los tres procesados fueron absueltos en primera instancia, sobre la base
de que el allanamiento que diera origen al proceso había sido ilegítimo, y que no estaba por ende acreditado el
cuerpo del delito. Apelado el pronunciamiento por el Fiscal, la Cámara revocó, sosteniendo la validez del
allanamiento, por haber mediado consentimiento del interesado. Los acusados fueron condenados a penas de
prisión en suspenso. Sólo la defensa del menor “B” interpuso recurso extraordinario. Basó su recurso en la
ilegalidad de los actos iniciales de la investigación –la entrada supuestamente ilegal en el domicilio de Rayford- lo
cual a su juicio debía determinar la nulidad de todo lo que fue su consecuencia. La Corte comenzó por analizar la
legitimación de “B” para impugnar los actos iniciales del procedimiento y afirmó que no era posible sostener que
la invalidez o validez de tales actos afectara sólo el interés del coprocesado Rayford, puesto que fue a partir de la
inspección realizada en el domicilio de Rayford que se desenvolvieron los distintos pasos de la pesquisa que
llevaron a la incriminación de “B”. Dado que, agregó la Corte, los acontecimientos sucedidos en el domicilio de
Rayford resultan indisolublemente relacionados con la situación del menor “B”, la garantía del debido proceso
que lo ampara lo legitima para perseguir la nulidad de dichas actuaciones. Una vez admitida la legitimación de
“B” para obtener la nulidad del secuestro inicial del estupefaciente, y admitida la inexistencia del alegado
consentimiento de Rayford (era extranjero, con escaso dominio del idioma) la Corte analizó la validez del resto de
la prueba que incriminaba a “B”: los dichos de Rayford, la entrega de la tarjeta personal con el nombre de “B”, la
confesión de éste y los testimonios del otro menor, “L.S.” Para ello, la Corte comenzó señalando que la regla es la
exclusión de cualquier medio probatorio obtenido de vías ilegítimas. Agregó que lo contrario implicaría
desconocer el derecho al debido proceso, al par que reiteró los fundamentos éticos de “Montenegro”. Luego dijo
que no obstante su categórica formulación, esta regla admite también el concurso de factores que pueden atenuar
los efectos derivados de una aplicación automática e irracional. Así, la Corte distinguió por un lado los elementos
materiales indebidamente obtenidos, los que, dada su “inmutabilidad”, por lo general perderán su valor de una vez
y para siempre. Otro tratamiento, en cambio, merecería la prueba que proviene directamente de las personas a
través de sus dichos, por hallarse ellas dotadas de voluntad autónoma. Para la exclusión de este tipo de evidencia,
se requerirá un vínculo más inmediato entre la ilegalidad y el testimonio que el exigido para descalificar la prueba
material. A los fines de analizar ese vínculo, señaló que resultaba ventajoso analizar la cadena causal de los actos,
con sujeción a las leyes de la lógica. Dijo, por último, que debía tenerse en cuenta la posibilidad de adquisición de
las evidencias por otras fuentes distintas que las que se tengan por ilegítimas. A la luz de todas esas
consideraciones, la Corte analizó la validez del resto de la prueba. Respecto de los dichos de Rayford incriminando
a “B”, y de la entrega de la tarjeta con el nombre de éste, el tribunal señaló que era posible aseverar que a la
individualización de “B” se había llegado como efecto exclusivo del procedimiento ilegítimo en el que se secuestró
el estupefaciente. La corte razonó entonces que de no haber sido por el medio ilegítimo, resultaba harto conjetural
suponer que Rayford hubiera incriminado a “B” espontáneamente. En base a ello concluyó que existe un nexo
directo entre el secuestro ilegítimo y la mención que Rayford trae de “B”, todo lo cual autoriza a descartar que sus
manifestaciones sean el fruto de una libre expresión de voluntad. Una vez resuelta la exclusión de esas evidencias,
la Corte señaló que igual suerte debía correr la confesión de “B” y las manifestaciones de “L.S.”, atento a que no
hubo varios cauces de investigación sino uno solo, cuya vertiente original estuvo viciada y contaminó todo su
curso. Interpreta que la regla de la exclusión encuentra raigambre constitucional en el derecho al debido proceso
(art. 18 CN) y analiza en qué medida la ilegitimidad inicial del procedimiento afecta la validez de los actos
subsiguientes (hasta qué punto el vicio de origen expande sus efectos nulificantes cuando existen hechos
concatenados). Enuncia dos excepciones a la aplicación de la regla de exclusión: 1º). El grado de libertad de quien
declara, cuando la prueba proviene directamente de sus dichos (Rayford involucra a B. dándole su tarjeta a la
policía). 2º). La posibilidad de adquisición de la evidencia por otras fuentes distintas de las que se tengan por
ilegítimas, siempre que consten en el sumario y no sean meramente hipotéticas o conjeturales. A la luz de las
circunstancias del caso, no puede considerarse que sean aplicables alguna de estas dos excepciones, con lo cual se
declara la nulidad de todo lo actuado.

Yemal (17/03/98). CSJN: Un funcionario de la DGI se había presentado ante un juez en lo penal económico,
solicitando una orden de allanamiento para un inmueble, donde funcionaría una empresa aparentemente sospechada
de evasión impositiva. La petición se basó, con exclusividad, en que “… la firma se dedica a la fabricación, venta
e importación principalmente de telas… (denin o jean), las que luego se enajenan sin la correspondiente factura de
venta. A su vez, las importaciones que realizan se efectúan a valores subfacturados”. Remarcó también que no se
realizaban los aportes sociales correspondientes a los trabajadores y que, “de averiguaciones oficiosas”, los dueños
tendrían cuentas bancarias en el exterior. Cabe resaltar, que el funcionario de la DGI no suministró ninguna
evidencia de por qué sospechaba que la empresa realizaba tales maniobras. La orden de allanamiento se ejecutó, sin
que el magistrado contara con ningún elemento adicional. La Sala B de la Cámara de Apelaciones en lo Penal
Económico declaró la nulidad de las órdenes de allanamiento por carecer de fundamentación. El fiscal de Cámara
dedujo recurso extraordinario. Decisorio de la Corte: “Que en sus escritos pertinentes, el funcionario de la DGI
que solicitó el allanamiento expuso las fundadas razones que justifican la petición, y que el juez la proveyó como
se solicita, por lo que el fallo apelado, al omitir todo comentario sobre aquella motivación, incurre en un excesivo
rigor ritual manifiesto que desnaturaliza el proceso al impedir el descubrimiento de la verdad real”. En resumen,
el fallo de la Cámara que anuló las órdenes de allanamiento por falta de fundamentación, es a su vez descalificable
por estar desprovisto –en la inteligencia de la Corte- de adecuada fundamentación.

Minaglia (04/09/07). CSJN: Hechos: En el marco de un procedimiento destinado a detectar posibles


infracciones a la ley 23737, una brigada policial que se encontraba realizando tareas de vigilancia frente a un
domicilio en el que se tenía conocimiento de que podría estar vendiéndose estupefacientes; advirtió la llegada de un
rodado del cual bajaron dos hombres que intercambiaron elementos con su ocupante para luego marcharse. El
personal policial los siguió y los detuvo, para luego requisar y secuestrar el vehículo donde encontró algunos
envoltorios con cocaína. Al ser trasladados a la seccional, uno de ellos manifestó “espontáneamente” otro domicilio
(tres departamentos), donde habrían comprado la cocaína y la dirección de quien sería su dueño. Sobre la base de
estas circunstancias, la autoridad policial solicitó al juez federal en turno una orden de allanamiento, con el fin de
individualizar y secuestrar estupefacientes y elementos probatorios e identificar a los responsables. El juez federal
hizo lugar al pedido de modo inmediato e indicó: “líbrense los órdenes de allanamiento requeridas contra los
domicilios indicados con el objeto de proceder al secuestro de sustancias y demás elementos en infracción a la ley
23737 y detención de los responsables”. Una vez producidos los allanamientos se obtuvo resultado positivo en
algunos de los departamentos denunciados y se detuvo a numerosas personas entre las cuales estaba el recurrente.

Planteo de la defensa: La defensa planteó la triple nulidad del allanamiento a través de las reglas de la exclusión
probatoria y la doctrina del fruto del árbol venenoso –“fruit of poisonous tree”-.Esta triple nulidad estaba dada por
la invalidez de las declaraciones realizadas en sede policial por uno de los imputados; el allanamiento con una
orden sin fundamentos; y el allanamiento en horario nocturno sin consentimiento de los moradores. El juez federal,
luego de que el expediente quedara traspapelado por el término de dos años, decidió dictar la absolución de los
imputados declarando la nulidad de todo lo actuado. Para ello se basó en la contradicción entre la indagatoria y los
dichos en sede policial, lo que según el magistrado, hace presumir que estas declaraciones no fueron obtenidas
libremente y por lo tanto toda la prueba de ella nacida es nula. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal
y Correccional Federal revocó esta decisión por medio de un recurso que había sido interpuesto por el Ministerio
Público Fiscal. Consideró que no había ninguna nulidad en el procedimiento. Esta decisión fue recurrida por la
defensa por intermedio de un recurso extraordinario federal. El procurador Fiscal, Eduardo Casal, dictaminó en
contra del recurso, recomendando rechazar el planteo esgrimido por el recurrente.

Los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Carmen Argibay y Carlos Fayt integraron la mayoría del
Tribunal y resolvieron de la siguiente manera:

1. Declaraciones en sede policial: Respecto a este tema procesal, entendieron que no debe ser analizado por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación. Dejaron firme de esta manera lo resuelto por el a quo, quien consideró que
los dichos de un arrestado son válidos aun cuando posteriormente declare en su indagatoria una versión diferente.
La minoría, constituida por E. Raúl Zaffaroni, Juan Maqueda y Enrique Petracchi, en este punto entendieron que la
no ratificación de sus dichos en sus supuestas “declaraciones espontáneas” ante la Policía, hace presumir que estas
no fueron obtenidas libremente del imputado, y por lo tanto no pueden ser tenidas en cuenta. Es decir, que
estuvieron de acuerdo con lo esgrimido por el juez de primera instancia cuya decisión fue revocada por la Cámara.
Petracchi, puntualmente, entendió que debía declararse la nulidad de todo lo actuado por medio de la invalidez de
los dichos del imputado que revelaron el domicilio en el cual se encontraba efectivamente la droga y el supuesto
traficante.

2. Allanamiento nocturno: La mayoría consideró que la cuestión no era propia de la instancia extraordinaria, ya que
se trata de la interpretación de una normativa procesal. Dieron así por válida la conclusión del a quo, que entendió
que el allanamiento había sido practicado con el consentimiento de los pobladores del inmueble. Ambos
magistrados recordaron los extremos del precedente “Fiorentino”, en el cual se declaró la nulidad de un
allanamiento practicado sin orden de allanamiento y con un supuesto consentimiento tácito de un joven que fue
inquirido por dos policías de civil que se dieron a conocer como tales y exigieron entrar al inmueble. “Allí agregó
que "aparece carente de lógica derivar la existencia de un supuesto consentimiento tácito por ausencia de
oposición expresa al registro, cuando ya se había consumado el ingreso de los extraños en la vivienda"
(considerando 6, de Fallos: 306:1752).”

3. Orden de allanamiento sin fundamentos: Por mayoría, la Corte entendió que no es necesario escribir los
fundamentos de la orden de allanamiento, ya que este no es un requisito constitucional. Es decir, que la garantía de
inviolabilidad del domicilio no se extiende a la forma en que debe realizarse la orden de allanamiento, sino
simplemente que exista. Explicaron que los fundamentos deben surgir del expediente, sin que sea necesario que el
juez los exprese por escrito. Mientras que haya un fundamento por algún procedimiento o actuación inserta en el
expediente, el allanamiento es válido.

Decisorio: La mayoría de los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó firme, por estos
fundamentos, la sentencia que dispuso la condena de Mauro Minaglia a la pena de cuatro años de prisión y multa
de $200.000.

Quaranta (31/08/10). CSJN: Por mayoría, la Corte Suprema declaró “la nulidad de todo lo actuado” en una
causa en la que un hombre había sido condenado por el delito de confabulación al considerar que “la orden de
intervención telefónica expedida” fue “contraria a la garantía consagrada en los artículos 18, 19 y 33 de la
Constitución Nacional”. Carlos Quaranta había sido condenado por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 a
la pena de 5 años de prisión y multa de diez mil pesos por resultar autor del delito de confabulación (art. 29 bis de
la ley 23.737), que prevé penas de entre uno y seis años. El fallo de la Corte recordó que la causa por la que
terminó imputado Quaranta se inició a partir de un llamado telefónico anónimo dirigido a la Superintendencia de
Drogas Peligrosas de la Policía Federal que señaló que una mujer que vivía en un domicilio sobre la calle
Venezuela, en la Ciudad de Buenos Aires, “se dedicaría al tráfico de estupefacientes, más precisamente a la
comercialización de troqueles de L.S.D. y anfetaminas”. Un juez ordenó la intervención telefónica pero tanto ésta
como “todo lo obrado en consecuencia” fueron anuladas por la Sala II de la Cámara Federal que consideró que
“no existían justificativos para llevar a cabo esa medida de coerción”. Sin embargo, la Cámara de Casación Penal
ratificó el accionar del juez de primera instancia. El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5 juzgó a Quaranta y
falló en el mismo sentido que la Cámara Federal pero el fiscal impugnó esa sentencia y volvió a impulsar la causa,
que, luego de una decena de idas y vueltas, finalmente llegó a la Corte por “presentación directa”. En el fallo,
suscripto el último día de agosto, los jueces supremos señalaron que “no obsta a la procedencia del remedio
intentado la circunstancia señalada por la Cámara Nacional de Casación Penal, relativa a la defectuosa
fundamentación del recurso” y añadieron que “el recurrente ha expresado agravios bastantes para alcanzar la
finalidad perseguida, toda vez que el escrito respectivo plantea de modo suficiente el problema y el agravio
constitucional que la decisión le causa”. Los ministros advirtieron que “los agravios planteados por el apelante
suscitan cuestión federal suficiente pues, aun cuando por lo general atañen a temas de hecho y de derecho
procesal conducen –sustancialmente- a determinar el alcance de la garantía de la inviolabilidad de las
comunicaciones, materia regida tanto por los artículos 18 y 19 de la Constitución Nacional como por instrumentos
internacionales de igual jerarquía, a lo que ha de adunarse que la resolución dictada ha sido contraria a los
derechos fundados en la inteligencia de esas normas”. El artículo 18 de la Constitución señala que “(...) el
domicilio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará
en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación (...)". El Máximo Tribunal
enfatizó que “tal derecho federal sólo es realizable de modo efectivo restringiendo ex ante las facultades de los
órganos administrativos para penetrar en él, sujetando la intromisión a la existencia de una orden judicial previa
debidamente fundamentada (…)”. Y subrayó: “Sólo en este sentido puede asegurarse que los jueces, como
custodios de esa garantía fundamental, constituyen una valla contra el ejercicio arbitrario de la coacción estatal,
pues, si su actuación sólo se limitara al control ex post, el agravio a la inviolabilidad de este derecho estaría ya
consumado de modo insusceptible de ser reparado, ya que la Constitución no se restringe a asegurar la reparación
sino la inviolabilidad misma”. En ese sentido, la Corte estableció que “una orden de registro sólo puede ser
válidamente dictada por un juez cuando median elementos objetivos idóneos para fundar una mínima sospecha
razonable”. Y sostuvo que “en el caso el juez no expresó (…) las razones por las cuales consideró procedente la
intervención telefónica dispuesta (…)”. El Máximo Tribunal concluyó: “Si el Estado pudiera entrometerse en el
secreto de las comunicaciones telefónicas a partir de ‘sospechas’ (…) el derecho reconocido constitucionalmente
resultaría –ciertamente- de poca o ninguna relevancia”. La mayoría para resolver en esta causa estuvo conformada
por el voto de los ministros Elena Highton de Nolasco, Carlos Fayt, Enrique Petracchi, Juan Carlos Maqueda y
Eugenio Raúl Zaffaroni. En disidencia, la ministra Carmen Argibay sostuvo que el recurso extraordinario era
“inadmisible”.

PRISIÓN PREVENTIVA

Ruy Barbará (10/11/03). CNCC. Sala I: El juez de grado decretó su procesamiento con prisión preventiva, por
considerarlo responsable del delito de asociación ilícita en carácter de organizador. Debido al recurso de apelación
interpuesto contra dicho pronunciamiento, este Tribunal, el 10 de octubre de 2001, con distinta integración,
resolvió en lo que respecta al nombrado, confirmar dicho pronunciamiento modificando a su favor la calificación
legal, encuadrando los hechos que se le atribuyen como constitutivos del delito de asociación ilícita en carácter de
miembro. Junto con el cambio de calificación legal, se revocó la resolución que había denegado su excarcelación, y
dicho derecho le fue concedido bajo la caución que prudencialmente habría de determinar el “a quo”. El juez de
grado estableció como caución una de tipo real, que fijó en la suma de $ 200.000, monto que ante la impugnación
de la defensa fue reducido por esta Sala, el 25 de octubre de ese año, a la suma $ 20.000, dinero éste que fue
depositado, recuperando su libertad en esa última fecha. Finalmente, el 8 de abril del corriente año, el Sr. juez de
grado, en base a la prueba reunida con posterioridad a su última intervención, decidió modificar la calificación
legal de los hechos atribuidos a Rodrigo Ruy Barbará, respecto de su intervención en la asociación ilícita,
cambiando la de “miembro” por la de “organizador”. Por ese motivo, decretó, nuevamente, auto de prisión
preventiva en contra del nombrado debido a la penalidad prevista para tal delito. De esta situación, y sin revocar o
realizar referencia a la excarcelación que viene gozando, su defensa presentó el pedido de exención de prisión que
debe ser ahora analizado. Decisorio: DECLARAR LA INCONSTITUCIONALIDAD de la interpretación realizada
por el a quo a del art. 316 del CPPN, en tanto considera las pautas que surgen de esa norma como iuris et de iure,
sin que se advierta objetivamente la concurrencia de los peligros procesales establecidos en el art. 280 del CPPN;
"El estado de inocencia, entendido de esta manera, acompaña a la persona durante toda su vida (Art. 18 C.N. y
Art. 14.2. PIDPC); luego las medidas de imposición y cautelares deben ser restrictivas y de acuerdo a los artículos
antes mencionados. De estas ideas básicas se deduce que el estado normal de una persona sometida a proceso,
antes de ser condenada, es la libre locomoción (Art. 14 C.N.), por consecuencia, la privación de libertad será
excepcional (Art. 280 C.P.P.N.)." "La libertad del imputado sólo puede restringirse, de acuerdo a las normas
constitucionales, cuando la libertad del imputado lleve a un peligro de la realización del proceso, o de la
aplicación de la ley sustantiva. Y esto se da cuando el imputado obstaculice el proceso, falsifique pruebas, no
comparezca al proceso, de modo que, como se dijo, se eluda tanto el proceso previo, como la sentencia, que está
amparado por la Constitución." "De todo ello se concluye que la privación de libertad sólo puede autorizarse
cuando sea imprescindible, y por lo tanto, no sustituible por ninguna otra medida de similar eficacia pero menos
gravosa, en cuanto a los fines del proceso." "La coerción personal del imputado presupone la existencia de
pruebas en su contra y la existencia de un peligro, que en caso de no imponerse la coerción, frustraría los fines del
proceso”. Estos requisitos son básicos para poder imponer la coerción personal. Así Roxin exige, como sus
presupuestos materiales:

1) La sospecha vehemente con respecto a la comisión del hecho punible, esto es, debe existir un alto grado de
probabilidad de que el imputado ha cometido el hecho y de que están presentes todos los presupuestos de la
punibilidad y de la perseguibilidad.

2) Debe existir un motivo específico de detención. Afirma que los motivos de detención son, en este sentido la fuga
o peligro de fuga, que comprende, la situación de cuando el imputado está prófugo o se mantiene oculto;

2.2. Cuando exista la presunción de que el imputado no se someterá al procedimiento penal, ni a la ejecución. Se
debe tener en cuenta la pena y la prueba en contra del imputado.

3) Peligro de entorpecimiento:

3.1. Que el imputado destruirá, modificará, ocultará, suprimirá o falseará medios de prueba.

3.2. Influirá de manera desleal en coimputados, testigos o peritos.

3.3. Inducirá a otros a realizar tales comportamientos. Y todo ello si comporta un peligro de que se dificultara la
investigación.

4. La gravedad del hecho.

5. El peligro de reiteración."

"En síntesis, la prisión preventiva sólo se ha de imponer cuando exista peligro de la frustración del proceso." "En
base a lo expuesto no hay posibilidad de aceptar límites a la libertad del imputado que tengan que ver sólo con las
escalas penales, tal como el codificador lo ha expresado de manera terminante en el Art. 316 C.P.P.N., expresión
sin duda del origen de este código procesal. Si se quiere entender este código de manera armónica con las
Convenciones de Derechos humanos, debe aceptarse que este artículo es inconstitucional cuando sea interpretado
iuris et de iure y por ende, sólo rige el Art. 319 C.P.P.N., en cuanto el tiempo de detención sea racional." "En esa
dirección fue interpretado por el Sr. juez de grado el Art. 316 del C.P.P.N., por lo cual deviene inconstitucional su
aplicación al caso concreto, toda vez que impuso la prisión preventiva del imputado sustentando su decisión
exclusivamente en la calificación de los hechos que le fueron atribuidos al nombrado, los que a su criterio,
impiden que el imputado transite el proceso en libertad." "De resultas de lo expuesto no es de aplicación el Art.
316 C.P.P.N., por estar en contra de los normado por la Constitución Nacional, debiendo en el caso regirse por el
Art. 319 C.P.P.N. En consecuencia de todo lo expuesto, corresponde declarar la inconstitucionalidad de la
interpretación del Art. 316 del C.P.P.N., revocándose la resolución apelada y la prisión preventiva dispuesta en
los autos principales." El criterio general es el que surge del art. 280 y las reglas de los arts. 316, 317 y
concordantes del CPPN debe interpretarse armónicamente con el principio de presunción de inocencia, es decir:
dichas reglas son siempre iuris tantum. A su vez, toda pauta que utilice criterios sustantivos también debe ser
descartada. Tal interpretación es la única posible para poder sostener la constitucionalidad de lo dispuesto en los
arts.316, 317 y concordantes del CPPN.-

Díaz Bessone (30/10/08). CNCP en pleno: Sobre inaplicabilidad de la ley. El 30 de octubre de 2008 la Cámara
Nacional de Casación Penal celebró el acuerdo Plenario Nº 13 en la causa "Díaz Bessone".

Resolución del plenario:


I-Declarar como doctrina plenaria: "No basta en materia de excarcelación o eximición de prisión para su
denegación la imposibilidad de futura condena de ejecución condicional, o que pudiere corresponderle al
imputado una pena privativa de la libertad superior a ocho años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.), sino que deben
valorarse en forma conjunta con otros parámetros tales como los establecidos en el art. 319 del ordenamiento
ritual a los fines de determinar la existencia de riesgo procesal".//- Art. 319. Restricciones. Podrá denegarse la
exención de prisión o excarcelación, respetándose el principio de inocencia y el artículo 2º de este Código, cuando
la objetiva y provisional valoración de las características del hecho, la posibilidad de la declaración de reincidencia,
las condiciones personales del imputado o si éste hubiere gozado de excarcelaciones anteriores, hicieren presumir,
fundadamente, que el mismo intentará eludir la acción de la justicia o entorpecer las investigaciones.

II- Principios Rectores: Equivale a señalar que como correlato de este estado de inocencia, surge el derecho de la
persona a gozar de libertad durante el proceso, que tiene jerarquía constitucional (Fallos: 314:451, considerando
2º). Sin embargo, "los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad
de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática (art. 32 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José de Costa Rica); y el derecho a la libertad durante el
proceso está condicionado a las leyes que reglamentan su ejercicio” (Fallos: 304:319, 1524). Resulta que, "si bien
es cierto que existe un derecho constitucional a la libertad durante el trámite del proceso penal no lo es menos que
ese derecho (como todos) no es absoluto; ello significa que los habitantes gozan de él, conforme las leyes que lo
reglamentan; el Estado puede reglamentarlo en función de una legítima finalidad: la de evitar que el individuo
sometido a proceso eluda la acción de la justicia, sea impidiendo u obstaculizando la investigación del hecho o no
cumpliendo la eventual pena que se imponga”. En este entendimiento, "el derecho de gozar de libertad hasta el
momento en que se dicte la sentencia de condena no constituye una salvaguardia contra el arresto, detención o
prisión preventiva, medidas cautelares éstas que cuentan con respaldo constitucional" (Fallos: 305:1022). El
respeto debido a la libertad individual –ha dicho la Corte- no puede excluir el legítimo derecho de la sociedad a
adoptar todas las medidas de precaución que sean necesarias no sólo para asegurar el éxito de la investigación sino
también para garantizar, en casos graves, que no se siga delinquiendo y que no se frustre la ejecución de la eventual
condena por la incomparecencia del reo. Ahora bien, en virtud de los Pactos Internacionales incorporados a la
Constitución Nacional (art. 75, inc. 22), "la prisión preventiva solo puede tener carácter excepcional de acuerdo
con las disposiciones de este Código, en los límites absolutamente indispensables para asegurar el descubrimiento
de la verdad y la aplicación de la ley”.

Bramajo (12/09/96). CSJN: Hechos. La Cámara en lo Criminal y Correccional, por su Sala IV, había otorgado
la excarcelación del imputado acusado del delito de homicidio calificado “criminis causae”, en concurso material
con el de robo doblemente agravado por haber sido cometido con armas, en poblado y en banda. La razón de la
excarcelación fue la estricta aplicación de las normas de la Ley 24.390, atento al plazo de encierro que llevaba el
imputado sin haberse aún dispuesto su juzgamiento. La libertad fue concedida bajo caución real, en razón de la
gravedad de los hechos imputados. Al hacer lugar a la excarcelación la Cámara había señalado que los plazos
fijados por la Ley 24.390 no resultaban irrazonables, habiendo sido establecidos por el propio legislador, sin que se
advierta fundamentalmente. El fiscal ante la Cámara interpuso contra esta decisión un recurso extraordinario para
ante la Corte Suprema, argumentando que la Ley en cuestión se encontraba en colisión con el Pacto de San José de
Costa Rica, al haber transformado la excarcelación en un beneficio automático ante el mero paso del tiempo, sin
importar la mayor o menor gravedad del delito imputado. Decisorio: “El recurso federal resulta procedente en la
medida en que se ha cuestionado una ley nacional (24.390) por ser contraria a un tratado internacional y la
decisión ha sido contraria al derecho fundado en la última (art. 14, inc. 3°, Ley 48), a lo que cabe agregar que la
resolución impugnada es equiparable a una sentencia definitiva, pues se trata de una cuestión que reviste
gravedad institucional, en tanto el criterio adoptado por el a quo compromete la administración de justicia al
afectar la forma de aplicación de la ley penal” (Considerando 5°). La Corte, dio la razón al fiscal, estableciendo
que los plazos de la Ley 24.390 no debían recibir una aplicación mecánica e indiscriminada, aislada del contexto de
la disposición que reglamenta. Señaló que hacer iría en contra del propósito de afianzar la justicia contenida en el
Preámbulo, pues no se arribaría a una decisión objetivamente justa en el caso concreto. La Corte citó además la
opinión de la Com. IDH, acerca de cómo entender el concepto de “plazo razonable” referido en el art. 7°, inc. 5°
de la CADH. Ello, en un caso donde esa Comisión debió armonizar dicha expresión con las normas pertinentes al
derecho a la excarcelación del Código de Procedimientos, anteriormente vigente en nuestro país. La conclusión de
la Comisión en ese caso fue que debía efectuarse entre los términos del Pacto de San José de Costa Rica y dichas
normas procesales una interpretación armónica, de manera de dejar librado al criterio del juez en qué casos se
estaba o no ante un plazo razonable. Sobre esta base la Corte concluyó que no resultaba admisible interpretar los
términos de la ley 24.390 como fijando plazos automáticos, sin valorar otras circunstancias. En igual sentido, dijo
que los términos de la referida ley debían ser armonizados con otros preceptos sobre excarcelación contenidos en el
CPPN (arts. 380 y 319) vinculados a las hipótesis en que es dable presumir que un imputado intentará eludir la
acción de la justicia. Todo ello a fin de determinar si la detención ha dejado de ser razonable. Por tal razón, la
resolución liberatoria del imputado fue revocada.

Napoli (22/12/98). CSJN: Hechos: La Corte resolvió que resultan inválidas las disposiciones legales que
declaran a ciertos delitos inexcarcelables. En ese caso la Corte analizó la validez de la ley 24.410 modificatoria del
CPPN en su art. 316, por la cual se declaró que los delitos de supresión del estado civil de las personas y
sustracción de menores (arts. 139, 139 bis y 146, CP) no serían nunca pasibles de los beneficios de la exención de
prisión y excarcelación. Una persona imputada del delito de supresión de identidad de un menor al que se le negó la
excarcelación con invocación de esa disposición, llevó su agravio a la Corte Suprema. En su recurso, planteó la
inconstitucionalidad de la referida norma procesal, por contraria a los principios de inocencia, igualdad y
razonabilidad. Decisorio: En un largo y muy fundado pronunciamiento, la Corte le dio la razón al apelante y
declaró la inconstitucionalidad de la ley 24.410. Por lo pronto, indicó que se estaba ante una sentencia equiparable
a definitiva, por afectar un derecho que requiere tutela inmediata. También dijo que correspondía habilitar la
instancia extraordinaria, al existir una relación directa e inmediata entre los derechos invocados y lo que fue
materia de decisión toda vez que se ha impugnado la validez constitucional de la norma aplicada para denegar el
beneficio excarcelatorio (conf. considerando 4°). En relación con el derecho federal en juego, la Corte afirmó que
el mismo tenía su fuente en el art. 18 de la CN en cuanto dispone que ningún habitante será penado sin juicio
previo, norma que establece el principio de que toda persona debe ser considerada y tratada como inocente de los
delitos que se le imputan hasta que en un juicio respetuoso del debido proceso se demuestre lo contrario mediante
una sentencia firme. Dicho principio fue luego definido en el fallo como el de presunción de inculpabilidad
(considerando 5°). En lo que es tal vez la parte más trascendente del fallo, la Corte mencionó que la potestad
legislativa para, con amplia latitud (…) establecer regímenes excarcelatorios diversos, sólo encuentra justificación
en tanto esté orientada a que la prisión preventiva (como medida de coerción procesal) conserve su fundamento de
evitar que se frustre la justicia, esto es, que el imputado eluda su acción o entorpezca las investigaciones
(considerando 7°). Sobre la base de este principio, el Alto Tribunal analizó entonces los supuestos en que el
legislador ha denegado tradicionalmente la posibilidad de excarcelación, y que se basan o bien en la alta pena
amenazada para el delito, o bien en la imposibilidad de que la condena resulte de ejecución condicional. A
continuación dijo entonces que la restricción de la libertad se funda en ambos casos en la posibilidad de que el
imputado eluda la acción de la justicia en las primeras etapas de la investigación (considerando 8°, in fine). Este
criterio, agregó, constituye una suerte de presunción de que así actuará el imputado que se encuentre en tales
condiciones, presunción creada por el legislador al fijar en abstracto el máximo de la pena considerada para cada
delito. La Corte pasó entonces en concreto a analizar la norma cuestionada, la cual, dijo, creaba una categoría de
delitos inexcarcelables sólo por la naturaleza del delito imputado, con independencia de su mayor o menor
penalidad. Así, concluyó que el legislador había recurrido a la prisión preventiva con fines intimidatorios o
disuasivos, lo cual significa el establecimiento por esa vía de agravaciones propias de la ley sustantiva
(considerando 15°, in fine). En igual sentido agregó que se había desvirtuado la naturaleza cautelar de la prisión
preventiva al convertirla en una verdadera pena anticipada, pues la aspiración social de que todos los culpables
reciban pena presupone, precisamente, que se haya establecido previamente esa calidad (considerando 16°). Sobre
estas bases, y con apoyo en la garantía de la igualdad, declaró inconstitucional la norma aplicada para denegar el
beneficio. Ello, puesto que priva (a la imputada) del régimen general de la excarcelación por la solo naturaleza del
delito y con prescindencia de si con ello se frustra la acción de la justicia (considerando 17°). Para concluir, la
Corte indicó que con este criterio se apartaba de otro precedente, en donde había señalado que ciertas normas
provinciales que negaban el beneficio de la excarcelación a los autores del hurto de ganado, no resultaban
descalificables desde la óptica constitucional.

Bayarri (30/10/08). CIDH: Antecedentes. La demanda de la Comisión Interamericana se relaciona con la


alegada detención ilegal y arbitraria del señor Juan Carlos Bayarri el 18 de noviembre de 1991 en la provincia de
Buenos Aires, sus supuestas torturas, prisión preventiva excesiva y subsiguiente denegación de justicia, en el marco
de un proceso penal seguido en su contra por la supuesta comisión de secuestros extorsivos reiterados. La Comisión
indicó que la persona mencionada había estado privada de su libertad por casi 13 años sobre la base de una
confesión que fue obtenida bajo tortura. No obstante que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional Federal consideró probada la tortura a la que fue sometido, transcurridos casi 16 años desde que
ocurrieran los hechos, el Estado argentino no había provisto de una respuesta judicial adecuada a la presunta
víctima respecto de la responsabilidad penal de los autores, ni lo había remediado de modo alguno por las
violaciones sufridas. En consecuencia, la Comisión solicitó a la Corte que determine si el Estado incumplió sus
obligaciones internacionales al incurrir en la violación de diversos artículos de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en perjuicio del damnificado. Asimismo, solicitó al Tribunal que ordenara al Estado la
adopción de determinadas medidas de reparación a favor de la presunta víctima y de sus familiares. Principales
normas involucradas Artículos 5 (Derecho a la Integridad Personal), 7 (Derecho a la Libertad Personal), 8
(Garantías Judiciales) y 25 (Protección Judicial) de la Convención Americana, en relación con la obligación general
de respetar los derechos humanos establecida en el artículo 1.1 de la Convención. Estándares aplicables. Privación
de la libertad – Garantías de los derechos de los detenidos. El artículo 7.5 de la Convención dispone, en su parte
inicial, que la detención de una persona debe ser sometida sin demora a revisión judicial. El control judicial sin
demora es una medida tendiente a evitar la arbitrariedad o ilegalidad de las detenciones, tomando en cuenta que en
un Estado de Derecho corresponde al juzgador garantizar los derechos del detenido, autorizar la adopción de
medidas cautelares o de coerción, cuando sea estrictamente necesario, y procurar, en general, que se trate al
inculpado de manera consecuente con la presunción de inocencia. El juez debe oír personalmente al detenido y
valorar todas las explicaciones que éste le proporcione, para decidir si procede la liberación o el mantenimiento de
la privación de libertad. Lo contrario equivaldría a despojar de toda efectividad el control judicial dispuesto en el
artículo 7.5 de la Convención. Para que constituya un verdadero mecanismo de control frente a detenciones ilegales
o arbitrarias, la revisión judicial debe realizarse sin demora y en forma tal que garantice el cumplimiento de la ley y
el goce efectivo de los derechos del detenido, tomando en cuenta la especial vulnerabilidad de aquél. El juez es
garante de los derechos de toda persona bajo custodia del Estado, por lo que le corresponde la tarea de prevenir o
hacer cesar las detenciones ilegales o arbitrarias y garantizar un trato conforme el principio de presunción de
inocencia. Prisión Preventiva – Razonabilidad El artículo 7.5 de la Convención Americana garantiza el derecho de
toda persona detenida en prisión preventiva a ser juzgada dentro de un plazo razonable o ser puesta en libertad, sin
perjuicio de que continúe el proceso. Este derecho impone límites temporales a la duración de la prisión preventiva,
y, en consecuencia, a las facultades del Estado para proteger los fines del proceso mediante este tipo de medida
cautelar. Cuando el plazo de la prisión preventiva sobrepasa lo razonable, el Estado podrá limitar la libertad del
imputado con otras medidas menos lesivas que aseguren su comparecencia al juicio, distintas a la privación de su
libertad mediante encarcelamiento. La prisión preventiva no debe prolongarse cuando no subsistan las razones que
motivaron la adopción de la medida cautelar. Son las autoridades nacionales las encargadas de valorar la
pertinencia o no del mantenimiento de las medidas cautelares que emiten conforme a su propio ordenamiento. Al
realizar esta tarea, deben ofrecer los fundamentos suficientes que permitan conocer los motivos por los cuales se
mantiene la restricción de la libertad, la cual, para que sea compatible con el artículo 7.3 de la Convención
Americana, debe estar fundada en la necesidad de asegurar que el detenido no impedirá el desarrollo eficiente de
las investigaciones ni eludirá la acción de la justicia. Las características personales del supuesto autor y la
gravedad del delito que se le imputa no son, por sí mismos, justificación suficiente de la prisión preventiva. El juez
no tiene que esperar hasta el momento de dictar sentencia absolutoria para que una persona detenida recupere su
libertad, sino que debe valorar periódicamente si las causas, necesidad y proporcionalidad de la medida se
mantienen, y si el plazo de la detención ha sobrepasado los límites que imponen la ley y la razón. En cualquier
momento en que aparezca que la prisión preventiva no satisface estas condiciones, deberá decretarse la libertad sin
perjuicio de que el proceso respectivo continúe. Tortura y Penas o Tratos Crueles – Prohibición de Ius Cogens La
tortura y las penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes están estrictamente prohibidos por el Derecho
Internacional de los Derechos Humanos. La prohibición absoluta de la tortura, tanto física como psicológica,
pertenece hoy día al dominio del jus cogens internacional. Se está frente a un acto constitutivo de tortura cuando el
maltrato sea: a) intencional; b) cause severos sufrimientos físicos o mentales, y c) se cometa con cualquier fin o
propósito, entre ellos, la investigación de delitos. De conformidad con el artículo 1.1 de la Convención Americana,
la obligación de garantizar los derechos reconocidos en los artículos 5.1 y 5.2 de la Convención Americana implica
el deber del Estado de investigar posibles actos de tortura u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes. Esta
obligación de investigar se ve reforzada por lo dispuesto en los artículos 1, 6 y 8 de la Convención Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura, de la que Argentina es Estado Parte, que obligan al Estado a tomar medidas
efectivas para prevenir y sancionar la tortura en el ámbito de su jurisdicción, así como a prevenir y sancionar otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Aun cuando la aplicación de tortura o tratos crueles, inhumanos o
degradantes no haya sido denunciada ante las autoridades competentes, en todo caso en que existan indicios de su
ocurrencia el Estado deberá iniciar de oficio y de inmediato una investigación imparcial, independiente y minuciosa
que permita determinar la naturaleza y el origen de las lesiones advertidas, identificar a los responsables e iniciar su
procesamiento. A las autoridades judiciales corresponde el deber de garantizar los derechos del detenido, lo que
implica la obtención y el aseguramiento de toda prueba que pueda acreditar los actos de tortura. El Estado debe
garantizar la independencia del personal médico y de salud encargado de examinar y prestar asistencia a los
detenidos de manera que puedan practicar libremente las evaluaciones médicas necesarias, respetando las normas
establecidas en la práctica de su profesión. Acceso a la Justicia – Tutela Judicial Efectiva. La denegación del
acceso a la justicia se relaciona con la efectividad de los recursos, en el sentido del artículo 25 de la Convención
Americana, ya que no es posible afirmar que un proceso penal en el cual el esclarecimiento de los hechos y la
determinación de la responsabilidad penal imputada se hace imposible por una demora injustificada, pueda ser
considerado como un recurso judicial efectivo. El derecho a la tutela judicial efectiva exige a los jueces que dirijan
el proceso en forma que eviten dilaciones y entorpecimientos indebidos que conduzcan a la impunidad, frustrando
así la debida protección judicial de los derechos humanos.

DETENCIÓN

Daray (22/12/94). CSJN: El conductor de un vehículo había sido interceptado en la vía pública por la policía,
ocasión en la que exhibió la documentación que lo habilitaba a circular regularmente. Pese a ello, fue llevado a una
dependencia policial en calidad de “invitado”. Allí, el imputado espontáneamente involucró a sus hijos en el delito
de contrabando. La Corte anuló la detención por haber estado ausentes los “indicios vehementes de culpabilidad”
que exige el art. 284 para las detenciones sin orden judicial. En esa oportunidad, se consideró que la policía carecía
de facultades para detener al imputado, por cuanto la referencia a la necesidad de un control ulterior del automóvil
no puede equipararse a los "indicios vehementes o semiplena prueba de culpabilidad" a que se refiere el art. 284,
inc. 3, del Código de Procedimientos en Materia Penal ni tampoco a los requisitos fijados por el art. 5°, inc. 1°, del
dec.-ley 333/58 ratificado por la ley 14.467 -en Detención y requisa personal sin orden judicial Boletín de
jurisprudencia en materia penal y procesal penal Nº 2 43 su antigua redacción-. En aquel caso lo decisivo fue que
las actuaciones policiales no explicaban cuáles habían sido las circunstancias que motivaron la detención.

Fernández Prieto (12/11/98). CSJN: El personal policial interceptó a los acusados, quienes se movilizaban en
un automóvil, por encontrarse en “actitud sospechosa”, sin explicarse en qué consistía ésta. Los hicieron descender,
requisaron el auto y encontraron un arma, proyectiles y marihuana. Fernández Prieto fue condenado por el delito de
transporte de estupefacientes. El voto mayoritario señaló que el caso no guardaba analogía con “Daray”, pues en el
caso anterior se imputaba la ilegitimidad de una detención so pretexto de realizar una mayor verificación de la
documentación del vehículo, mientras que en “Fernández Prieto”, lo que se sostenía era la nulidad de la requisa del
automóvil, de la cual derivó la detención de sus ocupantes. Parece que la mayoría del tribunal o bien entendió que
Fernández Prieto y sus acompañantes no estaban detenidos mientras que su auto era requisado, lo cual no se ajusta
a las constancias del caso, pues está claro que los imputados no podían en ese momento alejarse en libertad,
dejando a los oficiales solos en la realización del procedimiento, o bien que esa interceptación (momentánea
privación de la libertad) no torna aplicable la teoría de “Daray”, que parece reservada a detenciones “mayores” (que
es la tesis que propone García). La mayoría del tribunal convalidó el procedimiento acudiendo al precedente
norteamericano “Terry v. Ohio”, señalando que en ese precedente la Corte de los EE.UU. había establecido la
legitimidad de arrestos y requisas sin orden judicial que no tuvieran por base la existencia de “causa probable” sino
de “sospecha razonable”, que es un estándar inferior al de la causa probable. Continúa el voto mayoritario
señalando que para determinar si existe causa probable o sospecha razonable se deben considerar la “totalidad de
las circunstancias del caso”. En este orden de ideas, destaca como nota de relevancia para legitimar el
procedimiento, la “actitud sospechosa” de los requisados. La línea sostenida en “Fernández Prieto” marcó la
jurisprudencia posterior de la Corte en los casos “Tumbeiro”, “Monzón” y “Szmilowsky”.

Tumbeiro (03/10/02). CSJN: El imputado fue interceptado por personal policial a fin de ser identificado (art. 1º
Ley 23.950). Pese a acreditar su identidad, fue conducido por un móvil policial, a efectos de recabar sus
antecedentes. Mientras se obtenía ese informe, se detectó que dentro de un diario que el imputado llevaba, había
una bolsita con una sustancia que resultó ser cocaína. Ante ese hallazgo, se convocó a testigos, se labró el acta y se
procedió a su detención. La Corte revocó la sentencia absolutoria dictada por la CNCP, justificando la
interceptación del acusado a los fines de su identificación en el “nerviosismo puesto de manifiesto por Tumbeiro
ante la presencia del móvil policial y el hecho de que se trataba de una persona que por su comportamiento y
vestimenta no parecía de la zona, el cual, al ser consultado por la razón de su presencia en el lugar, hizo
referencia a la búsqueda de un material electrónico de repuesto, totalmente extraño a lo que podía obtenerse en
los comercios aledaños”. Concluyó que dicha “actitud sospechosa” fue ulteriormente corroborada con el hallazgo
de estupefacientes.

Monzón (12/02/02). CSJN: Las razones que llevaron al personal policial a interceptar al imputado en la entrada
del estacionamiento del Ferrocarril Mitre fueron que Monzón presentaba “cierto estado de nerviosismo”. Ante ello,
frente a la presencia de dos testigos, le solicitaron la exhibición de sus efectos personales, constatándose entre sus
pertenencias sustancias estupefacientes. Nuevamente con remisión a “Fernández Prieto” y a la doctrina de “Terry v.
Ohio” de la Corte estadounidense, la Corte consideró válido el procedimiento. Dijo así que la interceptación del
encartado para su identificación había sido válida y que su actitud sospechosa fue ulteriormente corroborada con el
hallazgo de efectos vinculados a la tenencia de estupefacientes.

Szilowsky (06/03/03). CSJN: Los hechos son muy similares a los del caso “Monzón”. La alegada justificación
para la interceptación del imputado en la vía pública en horas de la noche, oportunidad en la que se le secuestró
marihuana en su poder, fue que presentaba “un gran nerviosismo”. La Corte encontró nuevamente justificado el
procedimiento, juzgando como “razonable” la sospecha del funcionario policial actuante, sospecha que fue
ulteriormente corroborada con el hallazgo de efectos vinculados a la tenencia de estupefacientes.

Waltta (21/09/04). CSJN: Un día domingo, aproximadamente a las 02.45 hs., la policía de la ciudad de Rosario
se acerca a un grupo de jóvenes –una mujer y cuatro hombres de apellidos Muzzioli, Waltta, Calderón, Ferreyra y
Pérez- de entre 19 y 22 años que se encontraban sentados en el umbral de una vivienda sita en la intersección de las
calles Alberdi y Av. Roca de esa Ciudad. Estas personas, según los dichos de los agentes de prevención, se
encontraban “amparados por la penumbra de la noche” y en aparente actitud sospechosa, por lo cual se procede a
su identificación. Estos jóvenes manifestaron ser uno de profesión operario y otro changarín, en tanto que la mujer
y otro de ellos dijeron encontrarse desempleados; dieron también sus domicilios particulares. La circunstancia de
nocturnidad, así como la actitud sospechosa de estas personas resultaron ser, a entender de los agentes actuantes,
motivos suficientes para proceder a la requisa de los mismos en la cual se encontraron dos cigarrillos de marihuana,
practicándose luego su detención. Decisorio: “Que las normas que regulan el accionar de los funcionarios
policiales… conforman una razonable reglamentación de la garantía de debido proceso reconocida por el art. 18
de la CN.” “Que, por lo tanto, no es posible prescindir de los citados preceptos sin que medie debate y
declaración de inconstitucionalidad, y los agravios del apelante se circunscriben a la exégesis y aplicación de
aquéllos en virtud de las concretas particularidades de la causa, por lo que conducen al examen de cuestiones de
hecho, prueba y derecho procesal”. Se desestimó la queja, por considerarse inadmisible el recurso.

Peralta Cano (03/05/07). CSJN: La Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal rechazó el recurso de
casación en favor de Mauricio Esteban Peralta Cano, a quien el juez a cargo del Juzgado Federal de Primera
Instancia Nº 1 de Mendoza condenó a un mes de prisión en suspenso por posesión de marihuana. Según surge del
relato policial, el Cabo Rosales, alertado por una denuncia anónima sobre dos personas en actitud sospechosa,
concurrió a una intersección de calles en la localidad de Estanzuela, Godoy Cruz, Mendoza, detuvo a las personas y
en la comisaría se le secuestra a una de ellas 0,6 grs. de marihuana. La defensa planteo la nulidad de las detenciones
por falta de orden judicial y, en su defecto, por ausencia de los requisitos de urgencia, necesidad, causa razonable y
sospecha suficiente. La defensa indicó que se prescindió del testimonio del Cabo Campos, quien indicó que peralta
cano le dijo que la marihuana no era de él, que la encontró en la calle y añadió que uno de los policías tomo el
papel de testigo. La Cámara consideró que los requisitos de urgencia, necesidad, causa razonable y sospecha
suficiente existían en el presente caso por cuanto uno de los detenidos, al momento de su detención, presentaba un
destornillador visible en su mano, justificando la detención y posterior requisa en sede policial. La C.S. entendió
que la aprehensión del imputado, su traslado a la dependencia policial, la requisa y secuestro de la droga
supuestamente en su poder, carecen de los estándares mínimos y la calidad procesal exigida por las leyes del caso.
En primer lugar el proceso tuvo como única fuente, base y sustentación, la versión solitaria del policía Luis
Rosales. No consta en el legajo el secuestro del destornillador, la declaración del Cabo Campos siembra dudas
sobre si el imputado poseía la marihuana en cuestión. La posesión de un destornillador y una denuncia “anónima”
no configuran requisitos para una detención sin orden judicial. La C.S. Considera que en base a la doctrina en
materia de exclusión de prueba, cabe declarar que ni la detención, ni la requisa, ni los elementos secuestrados como
consecuencia, debieron haber dado origen a la instrucción de la causa.

Ciraolo (20/10/09). CSJN: La Cámara Nacional de Casación Penal rechazó un recurso de casación interpuesto
por la defensa. Dicha impugnación postulaba, entre otras cosas, la nulidad de la detención y requisa del imputado.
Contra esa sentencia se presentó un recurso extraordinario federal que fue declarado inadmisible. Por tal razón, se
presentó un recurso de queja. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, en mayoría, desestimó la queja. En
disidencia, los ministros Lorenzetti, Maqueda y Zaffaroni consideraron que correspondía revocar la sentencia
apelada. Los ministros entendieron que “…la detención y requisa que sufrió [el imputado] se apartó del marco
legal y en esas condiciones, es forzoso concluir que la misma ha sido dispuesta a extramuros del art. 18 de la
Constitución Nacional y del art. 7 de la Convención Americana”. Además, tuvieron en cuenta que “…el legislador
prescribió la existencia previa de determinadas circunstancias, que generen un grado de sospecha para llevar a
cabo la detención o la requisa corporal, tales como ‘indicios vehementes’, ‘circunstancias debidamente fundadas’
o ‘motivos para presumir’. […] De modo que, […] no hay dudas de que un policía no está autorizado a realizar
detenciones indiscriminadas”. A su vez, sostuvieron que “una vez que el agente de prevención se encuentra ante
alguna de esas hipótesis exigidas por la ley para proceder, es necesario que describa fundadamente cuáles son las
conductas u actos –en especial actitudes del imputado– que generaron sus sospechas. En efecto, si la autoridad
para llevar a cabo la requisa o la detención, conforme a la ley, es el Juez y sólo en casos excepcionales y de
urgencia las normas permiten delegarlo en la policía, la única forma de que luego el Juez pueda supervisar la
legitimidad de la actuación policial, es que estos funcionarios funden circunstanciadamente las razones del
procedimiento”.

Blanc (11/06/09) CNCP en pleno: La Cámara Nacional de Casación Penal en pleno dictaminó que en los
supuestos previstos por el artículo 215 del Código Procesal Penal es necesario el auto de procesamiento. La
mayoría de los camaristas dijeron que “quienes propician ‘la elevación a juicio sin el dictado del pertinente auto
de mérito se afilia en una corriente jurisprudencial minoritaria, que acudiendo a una interpretación literal del art.
215, prescinde en el proceso del auto cautelar reseñado, ello en franca violación al art. 346 del mismo que regula,
como presupuesto indispensable para acceder a las instancias del contradictorio, la existencia de un auto de
procesamiento firme”. Teniendo en cuenta que el artículo 346 del ordenamiento procesal indica que “cuando el
juez hubiere dispuesto el procesamiento del imputado y estimare completa la instrucción, correrá vista sucesiva a
la parte querellante y al agente fiscal” los magistrados argumentan que “da por implícito que la asistencia letrada
ha tenido la oportunidad de oponer excepciones y defensas que pudo estimar procedentes, entre las cuales no
puede descartarse el acceso a una segunda instancia revisora” por lo que “resulta necesario, independientemente
de que la investigación se encuentre delegada, la emisión del respectivo auto de procesamiento, requisito esencial
para acceder a la ulterior etapa de juicio”. Según la minoría, “la existencia de la investigación preparatoria del
juicio a cargo de un juez, que luego tiene que evaluar el mérito de su propia actividad, si bien no resulta per se
inconstitucional, constituye un procedimiento sumamente cuestionado desde el punto de vista de la imparcialidad
del juez” considerando además que “es la más adecuada a fin de asegurar la garantía de imparcialidad del juez y
acelerar la etapa de la instrucción”. Por lo que para quienes votaron en minoría “exigir que el control
jurisdiccional sobre la imputación se ejercite en una instancia anterior -a través del dictado de auto de
procesamiento- es, además de sobreabundante, contrario a los principios de celeridad y economía procesal”. No
obstante, la decisión tomada por la Cámara se fundó en que “si bien la necesidad de una mayor celeridad importa
a todas las partes intervinientes en el proceso y a la sociedad misma, tal interés no puede ir en desmedro de los
derechos del justiciable”, y agrega que “la omisión de un auto de procesamiento en las causas delegadas afecta
los principios de igualdad ante la ley y de igualdad de trato entre las partes del proceso”. Es por ello que el
plenario compuesto por los jueces Liliana E. Catucci, Eduardo R. Riggi, Guillermo J. Tragant, Angela E.Ledesma,
W. Gustavo Mitchell, Gustavo M. Hornos, Raúl R. Madueño, Juan C. Rodríguez Basavilbaso, AugustoDiez Ojeda,
Mariano González Palazzo, Guillermo Yacobucci, Luis M. García y Juan E. Fégoli resolvió que “en los supuestos
previstos por el art. 215 del Código Procesal Penal es necesario el auto de procesamiento” y en consecuencia
anuló la resolución que había dictado la Sala IV de la Cámara.

ACUSACIÓN

Tarifeño (28/12/89). CSJN: El policía Tarifeño fue condenado a un año y medio de inhabilitación absoluta por
los delitos de encubrimiento y abuso de autoridad. La defensa interpone en queja recurso federal ante la C.S. La
Corte expresó que, más allá de la imperfección de la apelación, la lectura de la causa pone al descubierto una gran
transgresión a las formas del debido proceso y, si bien las sentencias de la C.S. se limitan a lo peticionado, se
consideran de oficio cuestiones de orden público. La C.S. en reiteradas ocasiones ha manifestado que, en materia
criminal, la garantía consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional exige la observancia de las formas
sustanciales del juicio relativas a la acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces naturales. El en
presente caso, la Fiscalía -tras el debate, en la instancia de los alegatos- no acusó, correspondiendo anular la
sentencia recurrida. La acusación es una etapa básica del proceso penal. No es válida una condena dictada en
ausencia de acusación. La corte anula la condena dictada por el tribunal interviniente, por no haber acusación fiscal
en el debate, sino pedido de absolución (NO hubo pretensión punitiva).

Marcilese (18/08/02). CSJN: Aquí varía la postura de la corte tomada a partir de Tarifeño, considerando
acusación únicamente el requerimiento de elevación de juicio, no revistiendo los alegatos tal carácter
excluyente. Voto de Fayt: “Existiendo el principio de oficialidad y acusación fiscal en el requerimiento de
elevación a juicio, corresponde confirmar la sentencia”.
Mostaccio (17/02/04). CSJN: La Corte vuelve a la doctrina de Tarifeño, expresando que “Los jueces están
inhibidos de dictar sentencia condenatoria en ausencia de acusación”, por lo que el derecho de defensa se vería
afectado si los magistrados se arrobasen facultades acusatorias propias del MPF.

DEBATE

Cano (15/06/10). CSJN: “La cuestión planteada en la presente causa resulta sustancialmente análoga, mutatis
mutandi, a la examinada y resuelta el 17 de mayo de 2011 por el Tribunal en el precedente ‘Aráoz, Héctor José’, a
cuyos fundamentos y conclusiones, dado que son aplicables al sub lite” (considerando importante).

Olariaga (26/06/07). CSJN: El condenado solicitó la aplicación de la ley 24.390, mal llamada “ley del dos por
uno”, a fin de que se duplique los tres meses que la prisión preventiva se excedió del límite máximo de dos años. El
Tribunal Superior de Justicia de Córdoba rechazó el recurso interpuesto, aclarándole que la prisión preventiva se
había convertido en pena al momento de ser está confirmada por el tribunal que entendió en la casación,
cumpliendo así con la garantía de “doble conforme” o doble instancia. El reo interpuso recurso extraordinario
federal in pauperis expresando su voluntad de recurrir la decisión, agraviándose de la interpretación que el máximo
tribunal provincial realizó del límite de la prisión preventiva con la condena, y por ende de la limitación que ha
ejercido sobre su principio de inocencia. El abogado defensor del recurrente, adhirió a los dichos del detenido sin
profundizar en argumentaciones del tipo legal o jurisprudenciales para fundar adecuadamente un recurso ante el
máximo tribunal de la Nación. El Tribunal Superior rechazó el recurso extraordinario por defectos formales, ya que
no se mostraba adecuadamente fundado, incumpliendo así con los esenciales requisitos de admisibilidad del
remedio federal. El recurrente planteó así queja por recurso extraordinario denegado ante la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, elevando las actuaciones al tribunal nacional. El recurso fue fundamentado por la Defensora
General de la Nación, Stella Maris Martínez, quien entendió que el máximo tribunal de Córdoba debió haberle
provisto de una adecuada defensa advirtiendo la incompetencia de su abogado. La Defensora consideró que se
había vulnerado el derecho de defensa, recordándole a los jueces que dicho derecho es inalienable, provocando
vicios en el debido proceso. Señaló además que las razones expuestas por el condenado son correctas, ya que la
sentencia recién adquiere firmeza con la confirmación de la condena por parte de la Corte Suprema o el rechazo de
la queja por este mismo tribunal. Los jueces de la Corte Suprema, Carlos Fayt, Enrique Petracchi, Juan Maqueda y
Eugenio Zaffaroni, hicieron lugar al recurso presentado, y si bien no se expidieron de manera definitiva sobre el
asunto, asentaron su posición sobre la discusión. Consideraron que el Tribunal había confundido la suspensión de la
ejecución de una sentencia con la adquisición de firmeza de la decisión condenatoria. Expusieron que mientras el
sentenciado exprese su voluntad de continuar recurriendo, el fallo no ha pasado en autoridad de cosa juzgada.
Indicaron que ello recién ocurre cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación rechaza la queja por el recurso
extraordinario presentado, por lo que efectivamente se le debería al imputado computar doble el tiempo que
excedió de dos años su prisión preventiva. Consideraron grave la violación al derecho de defensa del condenado,
por lo que decidieron remitir el expediente al Tribunal Superior de la Provincia de Córdoba para que le den
asistencia técnica letrada adecuada y que modifiquen el plazo de la condena de acuerdo a las argumentaciones
expuestas por la Corte. En cambio, Elena Highton de Nolasco y Carmen Argibay decidieron votar en disidencia a
favor del rechazo de la queja por considerarla inadmisible en razón del artículo 280 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación.

CRITERIOS AMPLIO Y RESTRICTIVO DE LA PROBATION

Acosta (23/04/08). CSJN: La Corte Suprema dejó sin efecto la sentencia que denegaba el beneficio de la
probation (suspensión de juicio a prueba) al imputado de tenencia simple de estupefacientes. Los magistrados
entendieron que para conceder el beneficio previsto en el art. 76 bis (Suspensión del Juicio a Prueba-Probation), no
se debería considerar sólo los supuestos que prevén una pena de reclusión o prisión máxima de tres años, ya que se
estaría realizando una “interpretación irrazonable de la norma”. El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Santa
Fe no hizo lugar a la suspensión del juicio a prueba solicitada por el imputado, respecto de quien se había
formulado requerimiento de elevación a juicio por el delito de tenencia simple de estupefacientes. Los camaristas
sostuvieron que "al prever dicha figura en abstracto y en su máximo una pena de seis años de prisión, el beneficio
se torna improcedente, pues supera el límite de tres años de prisión que impone el art. 76 bis, 1 y 2 párrafos del
Código Penal”. También enfatizaron que en idéntico sentido, la Cámara Nacional de Casación Penal en un fallo
plenario, expresó que la pena sobre la que debe examinarse la procedencia del instituto previsto en el art. 76 bis y
subsiguientes del Código Penal, es la de reclusión o prisión cuyo máximo en abstracto no exceda de tres años. A
raíz del rechazo del recurso extraordinario, se presentó un recurso de queja, a través del cual la causa llegó a
conocimiento del Máximo Tribunal. La Corte comenzó manifestando que “la suspensión del juicio a prueba fue
denegada por considerar que la pena sobre la que debe examinarse la procedencia de este instituto es la de
reclusión o prisión cuyo máximo en abstracto no exceda de tres años. Para el apelante, por el contrario, el art. 76
bis comprende dos grupos de delitos, un primero que encierra a aquellos que tienen prevista una pena de reclusión
o prisión cuyo máximo no supera los tres años (párrafos 1 y 2), y un segundo que comprende a delitos “no
incluidos en el primer grupo” que, previendo la ley penal un máximo de pena superior a los tres años de privación
de libertad, permiten el dictado de una condena cuyo cumplimiento puede dejarse en suspenso de acuerdo al art.
26 del Código Penal”. Los magistrados entendieron que “para determinar la validez de una interpretación, debe
tenerse en cuenta que la primera fuente de exégesis de la ley es su letra, a la que no se le debe dar un sentido que
ponga en pugna sus disposiciones, sino el que las concilie y conduzca a una integral armonización de sus
preceptos.” No obstante, señalaron que “este propósito no puede ser obviado por los jueces con motivo de las
posibles imperfecciones técnicas en la redacción del texto legal, las que deben ser superadas en procura de una
aplicación racional, cuidando que la inteligencia que se le asigne no pueda llevar a la pérdida de un derecho.”
Agregaron que no debe dejarse de lado “el principio “pro homine” que impone privilegiar la interpretación legal
que más derechos acuerde al ser humano frente al poder estatal”. En tales condiciones, estimaron que cabía
concluir que “el criterio que limita el alcance del beneficio previsto en el art. 76 bis a los delitos que tienen
prevista una pena de reclusión o prisión cuyo máximo no supere los tres años, se funda en una comprensión
irrazonable de la norma que no armoniza con los principios enumerados, toda vez que consagra una
interpretación extensiva de la punibilidad que niega un derecho que la propia ley reconoce, otorgando una
indebida preeminencia a sus dos primeros párrafos sobre el cuarto al que deja totalmente inoperante”. En
consecuencia, hicieron lugar a la queja y dejaron sin efecto la sentencia apelada, mientras que ordenaron que los
autos volvieran al tribunal de origen para el dictado de un nuevo pronunciamiento. La decisión llevó la firma de los
ministros Ricardo Lorenzetti, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda y Raúl Zaffaroni, mientras que Elena Highton de
Nolasco y Enrique Petracchi votaron en disidencia. Juzgaron que el recurso extraordinario, cuya denegación había
derivado en sus intervenciones en la causa, era inadmisible, según lo estipulado en el artículo 280 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación.

Kosuta (17/08/99). CNCP en pleno: Dicho fallo plenario aplicó una política "literal" para interpretar el art. 76
bis del C.P., que en el 1er párrafo empieza diciendo: "El imputado de un delito de acción pública reprimido con
pena de reclusión o prisión cuyo máximo no exceda de tres años, podrá solicitar la suspensión del juicio a
prueba". Lo que la Cámara nacional de Casación Penal dijo en aquel fallo de 1999 era que, entonces, por todos los
delitos que tienen pena mayor a los tres años no podía pedirse la "suspensión del juicio a prueba"
o probation. Dicho decisorio aparecía, así, como una muy severa limitante que angost(ab)a muchísimo el repertorio
de causas en las que podía usarse la probation. Hay muchos "hechos" menores que, por el solo hecho de que la
pena en abstracto llega a una escala alta, quedan excluidos de la probation (p.ej., la estafa, con pena de hasta seis
años).

Góngora (23/04/13). CSJN: Antecedentes. La Cámara Federal de Casación Penal hizo lugar al recurso deducido
por la defensa de Gabriel Arnaldo Góngora y anuló el auto que rechazó la solicitud de suspensión del juicio a
prueba a su favor. Para así decidir, la mayoría invocó el criterio adoptado en una decisión de la misma sala en el
caso “Soto García, José María y otros” en el que cuanto sostuvo que la oposición del fiscaI a la suspensión del
juicio no tiene efecto vinculante, y que en caso de concurrir las condiciones de admisibilidad previstas en la ley el
juez deberá disponer la suspensión, a pesar del dictamen de aquél en sentido contrario. La Corte Suprema –por
mayoría- revocó lo resuelto. El Dr. Zaffaroni, en igual sentido, remitió al dictamen de la Procuración
General. Estándar aplicado por la Corte. El Tribunal consideró que la concesión de la suspensión del proceso a
prueba al imputado frustraría la posibilidad de dilucidar en ese estado procesal la existencia de hechos que prima
facie fueron calificados como de violencia contra la mujer, junto con la determinación de la responsabilidad de
quien fue imputado de cometerlos y de la sanción que, en su caso, podría corresponderle, sin poder obviarse que el
desarrollo del debate es de trascendencia capital a efectos de posibilitar que la víctima asuma la facultad de
comparecer para efectivizar el “acceso efectivo” al proceso (conf. art. 7, inc. f , de la “Convención Interamericana
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer” o “Convención do Belem do Pará”), de la
manera más amplia posible, en pos de hacer valer su pretensión sancionatoria, cuestión que no integra, en ninguna
forma, el marco legal sustantivo y procesal que regula la suspensión del proceso a prueba. En su voto, el juez
Zaffaroni señaló que la interpretación del a quo en el sentido de que la opinión del fiscal no tiene efecto vinculante
y que en caso de concurrir las condiciones de admisibilidad previstas en la ley el juez deberá disponer la suspensión
del juicio a prueba a pesar del dictamen de aquél en sentido contrario, no condice con la letra ni el espíritu del art.
76 bis del Código Penal, en cuyo trámite parlamentario se expresó que no basta el cumplimiento de condiciones
objetivas para ser merecedor del beneficio, sino que se requiere además una valoración subjetiva que deberá hacer
el agente fiscal -sobre circunstancias distintas a aquellas condiciones previas- sin cuya aprobación no podrá, en
ningún caso, concederse la suspensión del juicio.

JUICIO ABREVIADO

Arduino (22/03/05). CSJN: En el presente caso, el tribunal oral había condenado a persona en base a un
acuerdo de juicio abreviado. Frente a esta solución, el condenado, interpuso recurso in pauperis alegando la
invalidez del acuerdo por su carácter coactivo. El defensor fundó técnicamente el acuerdo, en discrepancia con el
planteo. La Cámara Federal de Casación Penal rechazo el recurso. Frente a esto, el condenado interpuso recurso
ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación alegando la nulidad del acuerdo de juicio abreviado. Decisorio: La
Corte Suprema de Justicia de la Nación, haciendo suyos los argumentos del Procurador, desestimó la queja
presentada. Para llegar a esta conclusión, el Procurador entendió que “…el sometimiento voluntario y sin reservas
expresas a un régimen jurídico, obsta a su ulterior impugnación con base constitucional (Fallos: 320:1985 y sus
citas), pues nadie puede ponerse en contradicción con sus propios actos, ejerciendo una conducta incompatible
con otra anterior, deliberada, jurídicamente relevante y plenamente eficaz (Fallos: 323:3765 y sus citas)”.
Asimismo, mantuvo que “…así como la voluntad del encausado es la que debe prevalecer para que una sentencia
condenatoria no quede firme por la sola conformidad del defensor, también es jurídicamente relevante para
decidir su acogimiento al régimen de juicio abreviado -que requiere ‘la conformidad del imputado’- cuando, como
en el caso, ella se ha prestado en forma reiterada, según los recaudos que establece el artículo 431 bis del Código
Procesal Penal, y no se ha acreditado ni invocado la existencia de elementos que permitan suponer que ha
mediado algún vicio de la voluntad”. Por otro lado, se señaló que “…permite hacer aplicación del principio según
el cual el plazo para deducir ese recurso debe computarse, en los casos de sentencia condenatoria en causa
criminal, a partir de la notificación personal al procesado, con el fin de que tal clase de sentencias no quede firme
por la sola conformidad del defensor…”. En ese sentido, se remarcó que el criterio que “…mejor se compadece
con el derecho a recurrir el fallo ante un tribunal superior que reconoce el artículo 81, inciso 21, apartado h), de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos” es el que entiende que “…el carácter técnico-jurídico de los
recursos de naturaleza extraordinaria no permite hacer excepción a la regla del artículo 42 del Reglamento para
la Justicia Nacional, en virtud de la cual era exigida aquella notificación personal durante la vigencia del régimen
procesal penal escrito (ley 2372), aun cuando se trate de un proceso cuya sentencia final fue notificada por lectura
al concluir el debate (art. 400 del Código Procesal Penal), pues la cuestión se refiere a los recursos interpuestos
por escrito contra ese pronunciamiento, de cuya resolución debe ser enterado el justiciable para asegurar la
debida conclusión del proceso”.

Romano (28/10/08). CSJN: Hechos: El Tribunal Oral en lo Criminal n° 25 de la Capital Federal aceptó el
acuerdo de juicio abreviado y condenó a Hugo Enrique Romano a la pena de cuatro años y diez meses de prisión
por considerarlo coautor de los delitos de robo calificado por haber sido cometido en poblado y en banda, reiterado
en dos oportunidades, en concurso real con privación ilegal de la libertad calificada (dos hechos, que también
concurren materialmente entre sí), en concurso real con asociación ilícita. En la misma resolución se revocó la
libertad condicional concedida el 18 de enero de 2000 en la causa n° 487/8 y se le impuso a Romano la pena única
de nueve años y cuatro meses de prisión, comprensiva de la anteriormente fijada y de la pena de cuatro años y seis
meses de prisión impuesta el 22 de diciembre de 1997 por el Tribunal Oral en lo Criminal n° 10 de la Capital
Federal en la causa citada, por los delitos de robo agravado por haber sido cometido en poblado y en banda, en
concurso ideal con privación ilegal de la libertad reiterado, en concurso real con robo calificado por haberse
perpetrado en poblado y en banda. Frente a ello, la defensa cuestionó dicha resolución por medio del recurso de
casación, y luego de queja, en razón de que el dictado de una pena única no había estado incluido en el acuerdo de
juicio abreviado aceptado por el tribunal. Alegó, asimismo, la violación del derecho de defensa en que incurrió el
tribunal, que optó por unificar la pena siguiendo el método más estricto posible (esto es, la suma aritmética de
ambas penas) sin dar fundamento alguno para hacerlo, sin considerar que la pena anterior ya se hallaba agotada y
sin escuchar previamente al imputado sobre dichos aspectos. Por su parte, la Sala I de la Cámara Nacional de
Casación Penal desestimó el recurso introducido, y ello motivó la interposición del recurso extraordinario, cuya
denegación dio origen a la queja. Decisorio: “…la interpretación del a quo, según la cual la exigencia de ‘pedido
de parte’ mencionada en el art. 58 del Código Penal, no alcanza a hipótesis como la planteada en autos, en la que
la unificación de penas debe ser declarada de oficio y en modo alguno autorizaba a sostener que para la defensa
era ‘previsible’ que el tribunal oral procediera como lo hizo, y que si nada alegó en esa dirección, ello es
atribuible ‘sólo a su conducta discrecional’” // “… el tribunal oral admitió el acuerdo previsto por el art. 431 bis,
del Código Procesal Penal de la Nación, en el cual el Ministerio Público ningún interés había manifestado sobre
el punto. En tales condiciones, la defensa bien pudo confiar en que el dictado de una pena única no se produciría o
que, al menos, ello no sucedería sin que mediara previa vista” // “… la lesión al derecho de defensa (…) se
vio agravada por la ausencia de toda motivación en la decisión del tribunal oral, que adoptó la más severa de las
interpretaciones posibles -al sumar ambas penas en forma aritmética-, sin apoyar su elección en ningún elemento
e impidiendo de este modo una impugnación eficiente en la instancia recursiva” // Las facultades de los
magistrados de graduar sanciones, NO los faculta para que “…determinen la consecuencia jurídica concreta que
corresponderá al condenado sin expresar siquiera mínimamente las razones por las que se aplica esa pena y no
cualquier otra dentro de las permitidas por el marco penal...”, puesto que ello es contrario al art. 18 de la CN, en
lo que se refiere al juicio previo. // Siendo que “… en el presente caso se llevó a cabo la cuestionada unificación
pese a que se encontraba extinguida la pena fijada en el pronunciamiento primigenio”, es dado concluir “… que
la sentencia unificatoria se apoya en una exégesis … que contradice lo dispuesto por el art. 16 del Código Penal
(en cuanto establece que la pena queda extinguida una vez transcurrido el término de la condena sin que la
libertad condicional haya sido revocada) y pretende dejar sin efecto una decisión anterior firme del juez de
ejecución que tuvo por operado el vencimiento de la pena impuesta en la causa n° 487/8, lo que configura un caso
de arbitrariedad que la descalifica como acto judicial”. Por lo expuesto, se dejó sin efecto el pronunciamiento
apelado.

Araoz (17/05/11). CSJN: En el marco de un acuerdo de juicio abreviado, el representante del Ministerio Público
Fiscal había solicitado una pena de cinco años por el delito de robo agravado por haber sido cometido mediante el
uso de arma de fuego cuya aptitud para el disparo no pudo tenerse por acreditada, en concurso real con la portación
de arma de fuego de uso civil condicional sin la debida autorización legal. El Tribunal Oral modificó la segunda
calificación asignada por la de tenencia ilegítima de arma de fuego de uso civil sin debida autorización y condenó a
la persona imputada a la misma pena. Para decidir de ese modo, sostuvo que el tipo seleccionado implicaba un
menor peligro para el bien jurídico tutelado. Contra esa decisión, el imputado interpuso un recurso in pauperis. La
Cámara Nacional de Casación Penal rechazó la impugnación. Entre sus argumentos, consideró que debido a la
conformidad prestada en el marco del juicio abreviado y ante la falta de modificación de la pena impuesta, no hubo
perjuicio o gravamen. Frente a esa resolución, la defensa interpuso un recurso extraordinario federal. Ante su
rechazo, presentó un recurso de queja. Decisorio: La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por mayoría, hizo
lugar a la impugnación y dejó sin efecto la sentencia. “[L]e asiste razón a la recurrente en cuanto a que, [ante el
cambio de la calificación], la motivación del monto de la pena no podía quedar inalterada, en la medida en que el
tribunal oral sostuvo expresamente que el tipo seleccionado representaba un menor peligro para el bien jurídico
‘seguridad pública’ […] que el que había sido acordado. En tales condiciones, mal podía entenderse, como lo hizo
el a quo, que no existía interés para el apelante ‘por haberse respetado los términos del acuerdo’”. “[L]os
agravios de la defensa relativos al derecho del imputado a que se revisen también las sentencias dictadas en el
marco del control jurisdiccional de los acuerdos del art. 431 bis tampoco podían ser desechados sobre la base de
que la sentencia había respetado los términos de dicho acuerdo. Pues, justamente, el reclamo se refería a que aun
en esos supuestos, la sentencia condenatoria debe estar debidamente motivada y que ello ha de poder ser
revisado”. “[E]n la sentencia apelada se ha omitido el tratamiento de las cuestiones que fueron planteadas ante la
alzada, y por lo tanto, no se ha dado debido cumplimiento a la revisión de la condena […] y se ha lesionado el
derecho de defensa del recurrente (art. 18, Constitución Nacional)” (voto de los ministros Lorenzetti, Fayt,
Petracchi, Maqueda y la ministra Highton de Nolasco).

L.M.G. (08/05/18). CSJN: Hechos: Una persona conducía su automóvil cuando chocó una moto con dos
personas a bordo. Una de ellas falleció y la otra sufrió lesiones graves. El conductor del vehículo, que no poseía
antecedentes penales, fue procesado por el delito de homicidio culposo en concurso real con lesiones graves
culposas. En etapa de juicio, solicitó que se le concediera la suspensión de juicio a prueba. El tribunal rechazó el
pedido. Entonces, suscribió un acuerdo de juicio abreviado. El representante del Ministerio Público Fiscal solicitó
la imposición de una pena a tres años de prisión de efectivo cumplimiento y la inhabilitación para conducir por el
término de diez años. El Tribunal Oral condenó al conductor en los términos requeridos. Contra esa decisión, el
imputado interpuso un recurso de casación in pauperis. Al fundamentar la impugnación, su defensa sostuvo que la
sentencia resultaba arbitraria, por no haber sido debidamente fundada. El Tribunal Oral declaró inadmisible el
recurso. Para decidir de esa manera, consideró que la admisión voluntaria del acuerdo de juicio abreviado por parte
del imputado obstaba a la admisibilidad de la impugnación. La defensa interpuso un recurso de queja ante la
Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional. La Sala de Turno declaró su inadmisibilidad,
entendió que la impugnación sólo guardaba relación con el modo de cumplimiento de la pena y que, en tal sentido,
carecía de debida fundamentación. Contra esa decisión, se interpuso un recurso extraordinario federal, cuyo
rechazo motivó la interposición de un recurso de queja. En dicha oportunidad, la defensa sostuvo que se había
desconocido el derecho de revisión de la condena y de la pena, previstos en el artículo 14, inciso 5, del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Decisorio: La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por mayoría,
hizo lugar al recurso de queja, declaró procedente el recurso extraordinario y dejó sin efecto la sentencia apelada.
Para decidir de ese modo, los ministros Lorenzetti, Maqueda y la ministra Highton de Nolasco consideraron que la
cuestión planteada resultaba sustancialmente análoga al precedente “Aráoz, Héctor José”. En este precedente, la
mayoría de la Corte Suprema de Justicia de la Nación había sostenido que “…los agravios de la defensa relativos
al derecho del imputado a que se revisen también las sentencias dictadas en el marco del control jurisdiccional de
los acuerdos del art. 431 bis tampoco podían ser desechados sobre la base de que la sentencia había respetado los
términos de dicho acuerdo. Pues, justamente, el reclamo se refería a que aun en esos supuestos, la sentencia
condenatoria debe estar debidamente motivada y que ello ha de poder ser revisado” (considerando 6º, ministros
Lorenzetti, Fayt, Petracchi, Maqueda y ministra Highton de Nolasco).

DERECHO A RECURRIR LA SENTENCIA

Giroldi (07/04/95). CSJN: Hechos: En el caso, se había debatido la validez del art. 459, inc. 2° del CPPN, que
habilita el recurso de casación contra la sentencia condenatoria “a más de tres años de prisión”. El imputado,
condenado a la pena de un mes de prisión en suspenso por el delito de tentativa de robo, buscó la revisión de su
condena en la Cámara de Casación, sosteniendo la inconstitucionalidad del art. 459 del CPPN. Dijo así su defensa
que la limitación en cuestión contrariaba lo dispuesto en el art. 8.2.h de la CADH, la cual otorga a toda persona
inculpada de delito el derecho “… de recurrir el fallo ante el juez o tribunal superior”. La Cámara de Casación, a
su turno, declaró inadmisible el recurso deducido ante ella con remisión al caso “Jáuregui”, donde la Corte había
resuelto que el requisito de la doble instancia judicial en materia penal quedaba satisfecho con la posibilidad de
interponer el recurso federal de la Ley 48, lo que implicaba dar satisfacción al derecho de recurrir ante un tribunal
superior. Ante ello, la defensa de Giroldi recurrió a la Corte. Decisorio: El Alto Tribunal empezó por recordar la
jerarquía constitucional del derecho invocado por la defensa de acuerdo a lo prescripto por el art. 75, inc. 22, párr.
2° de la CN (según la reforma del 1994), que incluyó a la Convención Americana sobre Derechos Humanos dentro
de los acuerdos internacionales con tal entidad. Indicó luego que con posterioridad al caso “Jáuregui” se había
producido una importante modificación en el régimen legal del recurso extraordinario, desde que ahora la Corte
está autorizada a rechazar recursos con la sola invocación del art. 280 del CPPN cuando las cuestiones planteadas
no resultan sustanciales o son consideradas, por la misma Corte, como carentes de relevancia. Por tal razón, dijo
entonces la Corte: “… el recurso extraordinario no constituye un remedio eficaz para la salvaguarda de la
garantía de la doble instancia que debe observarse dentro del marco del proceso penal como ‘garantía mínima’
para ‘toda persona inculpada de delito’ (conf. art. 8.2.h CADH)”. La declaración de inconstitucionalidad del
referido art. 459 del CPPN, concluyó el Alto Tribunal, aparecía entonces como la forma de respetar los derechos y
libertades establecidos por la CADH, en consonancia con las opiniones de la Corte Interamericana.

Herrera Ulloa (02/07/04). CIDH: Hechos probados. En 1999 el periodista Mauricio Herrera Ulloa fue
condenado penal y civilmente como consecuencia de haber publicado en el diario “La Nación”
diversos artículos que reproducían parcialmente información de algunos periódicos europeos referentes a supuestas
actividades ilícitas del señor Félix Prezedborski, quien en ese entonces era representante de Costa Rica ante la
Organización de Energía Atómica en Austria. Cuatro de los artículos publicados fueron objeto de dos querellas
interpuestas por el señor Przedborski, lo que dio lugar a la emisión de un fallo condenatorio, en el cual se declaró al
señor Herrera autor de cuatro delitos de publicación de ofensas en la modalidad de difamación, con sus respectivas
consecuencias penales y civiles. Derechos demandados: art. 13 (Derecho a la libertad de pensamiento y
expresión), 8 y 25 (Derecho a las garantías judiciales y protección judicial). Fundamentos: art. 13 (Derecho de
libertad de pensamiento y expresión) La Corte señala que el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión no
solo implica el derecho y la libertad de expresar su propio pensamiento, sino también el derecho y la libertad de
buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole. Es por ello que dicho derecho presenta una
dimensión individual referida a que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de manifestar su propio
pensamiento; y una dimensión social referida al derecho de recibir cualquier información y conocer la expresión
del pensamiento ajeno. En este sentido, incluye el derecho a utilizar cualquier medio apropiado para difundir el
pensamiento y hacerlo llegar al mayor número de destinatarios. En este sentido, la Corte sostiene que la expresión y
la difusión de pensamientos e ideas son indivisibles, de modo que una restricción de las posibilidades de
divulgación representa directamente un límite al derecho de expresarse libremente. Por otro lado, la Corte recuerda
que la libertad de pensamiento y expresión es un elemento fundamental sobre el cual se basa la existencia de una
sociedad democrática. Sostiene que es indispensable para la formación de la opinión pública, asimismo condición
para que los partidos políticos, sindicatos, y en general quien desee influir sobre la colectividad, pueda desarrollarse
plenamente. Así, es condición fundamental para que la comunidad pueda desarrollarse plenamente. La Corte,
además, explora el rol de los medios de comunicación y del periodismo en relación con la libertad de pensamiento
y de expresión, y sostiene que éstos juegan un rol esencial como vehículos para el ejercicio de la dimensión social
de la libertad de expresión en una sociedad democrática, por lo que es indispensable que recojan las más diversas
informaciones y opiniones. Dentro de este contexto, el periodismo es la manifestación primaria y principal de esta
libertad, y por esta razón fundamental, que los periodistas gocen de la protección y de la independencia necesarias
para realizar sus funciones a cabalidad. No obstante, el referido derecho tampoco tiene un contenido absoluto, y
puede ser objeto de restricciones, las cuales se manifiestan a través de la aplicación de responsabilidades ulteriores
por el ejercicio abusivo de este derecho, las cuales no deben de modo alguno limitar más allá de los estrictamente
necesario, el alcance pleno de la libertad de expresión y convertirse en un mecanismo directo o indirecto
de censura previa. Así, para poder determinar responsabilidades ulteriores es necesario que se cumplan
tres requisitos: a) deben estar expresamente fijadas por la ley; b) deben estar destinadas a proteger ya sea los
derechos o la reputación de los demás, o la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o moral
pública; y c) deben ser necesarias en una sociedad democrática. Artículos 8 y 25 (Derecho a las garantías
judiciales y protección judicial) La Corte sostiene que los Estados tienen la responsabilidad de consagrar
normativamente y de asegurar la debida aplicación de los recursos efectivos y las garantías del debido proceso legal
ante las autoridades competentes. Además, indica que el derecho de recurrir del fallo, no se satisface con la mera
existencia de un órgano de grado superior al que juzgó y condenó al inculpado, ante el que éste tenga o pueda tener
acceso. Para que haya una verdadera revisión de la sentencia, es preciso que el tribunal superior reúna
las características jurisdiccionales que lo legitiman para conocer del caso concreto. Asimismo, la Corte considera
que el derecho a ser juzgado por un juez o tribunal imparcial es una garantía fundamental del debido proceso. Es
decir, se debe garantizar que el juez o tribunal en el ejercicio de su función como juzgador cuente con la mayor
objetividad para enfrentar el juicio. Esto permite que los tribunales inspiren la confianza necesaria a las partes en el
caso, así como a los ciudadanos en una sociedad democrática. Puntos Resolutivos. Se decide admitir el
reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado por el Estado, y declara la violación del derecho a la
libertad de pensamiento y de expresión; así como el derecho a las garantías judiciales. Reparaciones 1. El Estado
debe dejar sin efecto la sentencia condenatoria impuesta al señor Herrera. 2. El Estado, dentro de un plazo
razonable, debe adecuar su ordenamiento jurídico interno a lo establecido en la Convención. 3. El Estado debe
pagar un monto de dinero al señor Herrera por concepto de indemnización de daños materiales, y de costos y
costas.

Casal (20/09/05). CSJN: Antecedentes. El Tribunal Oral en lo Criminal N° 5 condenó, por mayoría, a Matías
Eugenio Casal a la pena de cinco años de prisión como coautor penalmente responsable del delito de robo
calificado por el uso de armas, a raíz de lo cual la defensa del nombrado dedujo recurso de casación, invocando la
causal prevista en el art. 456, inc. 1º del Código Procesal Penal de la Nación. El rechazo del recurso interpuesto
provocó la presentación de la queja ante la Cámara Nacional de Casación Penal, la que corriera igual suerte. Contra
dicha resolución se dedujo recurso extraordinario. En la presentación federal el recurrente señaló entre otros
agravios, que la Cámara Nacional de Casación Penal, al rechazar el recurso de queja interpuesto, convalidó una
sentencia que, a su juicio, resulta arbitraria, vulnerando su derecho de defensa, así como su derecho a la revisión de
un fallo condenatorio ante un tribunal superior, previsto en la normativa internacional, incorporada a nuestra
Constitución Nacional en la reforma del año 1994 (arts. 8.2.h, Convención Americana sobre Derechos Humanos;
14.5, Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; 75, inc. 22, Constitución Nacional). La Corte dejó sin
efecto en distintos votos el pronunciamiento impugnado. Estándar aplicado por la Corte. En primer término, el
Tribunal reconoció la presencia de una cuestión federal suficiente al ponerse en debate el alcance otorgado al
derecho del imputado a recurrir la sentencia condenatoria consagrada por el art. 8.2.h de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y el art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que forman parte de
la Constitución Nacional, a partir de su inclusión en el art. 75, inc. 22 y si hallándose cuestionado el alcance de una
garantía de jerarquía de derecho internacional, cuya omisión en su consideración puede comprometer la
responsabilidad del Estado argentino frente al orden jurídico supranacional. Explicó que mientras el recurso
extraordinario responde al modelo de los jueces controladores de la legislación; el recurso de casación proviene del
modelo de legisladores controladores de las sentencias. Originariamente, la casación fue un típico recurso propio de
un Estado legal de derecho; el recurso extraordinario lo es, de un Estado constitucional de derecho. indicó que la
más fuerte y fundamental preocupación que revela el texto de nuestra Constitución Nacional es la de cuidar que por
sobre la ley ordinaria conserve siempre su imperio la ley constitucional; sólo secundariamente debe admitirse la
unificación interpretativa, en la medida en que la racionalidad republicana haga intolerable la arbitrariedad de
lesiones muy groseras a la igualdad o a la corrección de interpretaciones carentes de fundamento, pero resulta claro
que no es lo que movió centralmente a los constituyentes a la hora de diagramar el sistema judicial argentino.
Agregó que si bien la introducción de un modelo procesal menos incompatible con la Constitución Nacional -
casación limitada a las cuestiones de derecho- es ciertamente mucho mejor que el sostenimiento de otro
absolutamente incompatible con ella, no por ello configura todavía el que desde 1853 requiere nuestra Ley
Fundamental y que, además, debe en la actualidad cumplir con el requisito constitucional del derecho de recurrir
del fallo ante el juez o tribunal superior del art. 8.2. ap. h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y
del concordante art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Señaló que resulta claro que un
recurso que sólo habilitase la revisión de las cuestiones de derecho con el objetivo político único o preponderante
de unificar la interpretación de la ley, violaría lo dispuesto en la Convención Americana sobre Derechos Humanos
y el art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, o sea, que sería violatorio de la Constitución
Nacional, pero también es claro que en la letra del inc. 2° del art. 456 del Código Procesal Penal de la Nación, nada
impide otra interpretación. Manifestó que no existe razón legal ni obstáculo alguno en el texto mismo de la ley
procesal para excluir de la materia de casación el análisis de la aplicación de las reglas de la sana crítica en la valo-
ración de las pruebas en el caso concreto, o sea, para que el tribunal de casación revise la sentencia para establecer
si se aplicaron estas reglas y si esta aplicación fue correcta. Al respecto, los arts. 8.2.h de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos exigen la revisión de todo
aquello que no esté exclusivamente reservado a quienes hayan estado presentes como jueces en el juicio oral, que
es lo único que los jueces de casación no pueden valorar, no sólo porque cancelaría el principio de publicidad, sino
también porque directamente no lo conocen, o sea, que a su respecto rige un límite real de conocimiento; se trata
directamente de una limitación fáctica, impuesta por la naturaleza de las cosas, y que debe apreciarse en cada caso.
Entendió que no existe una incompatibilidad entre el juicio oral y la revisión amplia en casación. Ambos son
compatibles en la medida en que no se quiera magnificar el producto de la inmediación, es decir, en la medida en
que se realiza el máximo de esfuerzo revisor, o sea, en que se agote la revisión de lo que de hecho sea posible
revisar. Por otra parte, el concepto de diferenciación entre cuestiones de hecho y derecho, vicios in iudicando y
vicios in procedendo, vicios de la actividad y vicios del juicio, o cualquier otra clasificación diferencial sobre las
materias atendibles, ha deformado la práctica recursiva ante la Casación Nacional. Para cumplir con una verdadera
revisión en el recurso de casación, agregó que no debe atenderse a una distinción meramente formal en el nomen
iuris de las cuestiones expresadas en los agravios, como así tampoco de los incisos del art. 456 del Código Procesal
Penal de la Nación invocados para la procedencia del recurso, por el contrario, se deben contemplar y analizar los
motivos de manera complementaria, con independencia de su clasificación. Explicó que en materia de prueba, la
casación debe entender en todos los casos valorando tanto si se ha aplicado la sana crítica, como si sus principios se
aplicaron correctamente, en tanto que incumbe a la Corte entender sólo en los casos excepcionales en que
directamente no se haya aplicado la sana crítica. Explicó que la interpretación del art. 456 del Código Procesal
Penal de la Nación conforme a la teoría del máximo rendimiento, o sea, exigiendo que el tribunal competente en
materia de casación agote su capacidad revisora conforme a las posibilidades y particularidades de cada caso,
revisando todo lo que le sea posible revisar, archivando la impracticable distinción entre cuestiones de hecho y de
derecho, constituyéndolo en custodio de la correcta aplicación racional del método de reconstrucción histórica en el
caso concreto, tiene por resultado un entendimiento de la ley procesal penal vigente acorde con las exigencias de la
Constitución Nacional y es la que impone la jurisprudencia internacional. En su voto, la jueza Highton de Nolasco
sostuvo que el art. 456 del Código Procesal Penal de la Nación debe entenderse en el sentido de que habilita a una
revisión amplia de la sentencia, todo lo extensa que sea posible al máximo esfuerzo de revisión de los jueces de
casación, conforme a las posibilidades y constancias de cada caso particular y sin magnificar las cuestiones
reservadas a la inmediación, sólo inevitables por imperio de la oralidad conforme a la naturaleza de las cosas.
Agregó que de los antecedentes de los arts. 1 y 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos resulta
inequívocamente la obligación del Estado nacional argentino de reformar su legislación procesal penal de modo de
sustituir el recurso de casación -de carácter extraordinario y limitado- por un recurso ordinario que permita al
tribunal superior un examen integral de la decisión recurrible a través del amplio conocimiento de la causa, y cuyo
único límite estaría dado por aquello que surja de manera directa y excluyente de la inmediación y de cuyos
pormenores no existiera constancia adecuada. En tanto la adecuación del recurso de casación a los tratados
internacionales no se produzca, consideró que corresponde a la Corte -en ejercicio de sus atribuciones
constitucionales y legales, y en su carácter de órgano esencial del gobierno federal- adoptar las medidas de carácter
no legislativo tendientes a asegurar la aplicación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y a tal
efecto ha de interpretarse el recurso de casación penal con la mayor amplitud que el régimen procesal vigente
permite, o sea permitiendo la revisión integral de la sentencia recurrida con la sola excepción de la prueba recibida
oralmente y no registrada, dada la imposibilidad fáctica de hacerlo en ese caso. Para el juez Fayt, hasta 1994 era
discutible el alcance del art. 456 del Código Procesal Penal de la Nación, en tanto no se advertía la clara existencia
de obstáculos constitucionales para interpretar que ese dispositivo legal mantenía el recurso de casación en forma
tradicional u originaria, pero desde 1994 el art. 8.2.h de la Convención Americana y el art. 14.5 del Pacto
Internacional pasaron a configurar un imperativo constitucional (siempre que su contenido no resulte violatorio de
los principios de derecho público local establecidos en el art. 27 de la Constitución Nacional como manifestación
inequívoca de la soberanía estatal). Por su parte, la jueza Argibay entendió que debía dejarse sin efecto la sentencia
que rechazó el recurso de casación sustentándose en una particular interpretación y aplicación del art. 456 del
Código Procesal Penal de la Nación derivando una regla que no está contenida expresamente en la norma y que no
puede admitirse constitucionalmente ya que, mientras la garantía de doble instancia exige que se traten todos los
agravios propuestos por la defensa, cualquiera sea su contenido (hecho o derecho), la Cámara de Casación entendió
que dicha norma contiene una prohibición de examinar los aspectos fácticos de la sentencia.

Mohamed (23/11/02). CIDH: La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) declaró


internacionalmente responsable al Estado Argentina por no garantizar el “derecho a recurrir del fallo” de un
hombre que fue condenado en una causa donde murió una persona a raíz de un accidente vial. El fallo, cuya
sentencia fue dictada por el tribunal internacional el 23 de noviembre de 2002, fue notificado, no obstante, el 19 de
diciembre del mismo año. El caso fue presentado ante la Corte por parte de la CIDH (Comisión Interamericana de
Derechos Humanos) el 13 de abril del 2011. Los hechos sucedieron el 16 de marzo de 1992 cuando Mohamed, por
entonces, conductor de la línea 22 en la ciudad de Buenos Aries, atropelló a una mujer en la intersección de las
calles Av. Belgrano y Piedras, quien falleció a raíz de las lesiones. El colectivero fue acusado y juzgado por
homicidio culposo. En primera instancia fue sobreseído, mientras que en la instancia de apelación “fue condenado
y sentenciado a tres años de cárcel suspendida, y se le prohibió conducir por ocho años”, luego se le rechazó un
recurso extraordinario. La CorteIDH sostuvo, “inter alia”, que “debe ser garantizado a todo aquél que es
condenado, incluyendo a quien es condenado mediante una sentencia que revoca una decisión absolutoria”.
Asimismo estableció que “el ordenamiento jurídico aplicado al señor Mohamed no preveía ningún recurso penal
ordinario de impugnación de la sentencia condenatoria de segunda instancia, sino únicamente un recurso
extraordinario federal y un posterior recurso de queja”. “El referido recurso extraordinario no constituye un
medio de impugnación procesal penal y que las causales para la procedencia de dicho recurso están limitadas a la
revisión de cuestiones referidas a la validez de una ley, tratado, norma constitucional o a la arbitrariedad de una
sentencia, y excluye las cuestiones fácticas y probatorias, así como de derecho de naturaleza jurídica no
constitucional”. Asimismo, consignó que “el sistema procesal penal argentino aplicado al señor Mohamed no
garantizó normativamente un recurso ordinario accesible y eficaz que permitiera un examen de la sentencia
condenatoria contra el señor Mohamed, en los términos del artículo 8.2.h de la Convención Americana”.
Adicionalmente, el Tribunal concluyó que “el recurso extraordinario y el de queja no constituyeron en el caso
concreto recursos eficaces para garantizar el derecho a recurrir del fallo condenatorio”. Por ello, esto implicó
“un incumplimiento del Estado del deber general de adecuar su ordenamiento jurídico interno para asegurar la
realización del derecho a recurrir del fallo, así como de la obligación de respetar y garantizar los derechos”. La
CorteIDH ordenó a la Argentina a que indemnice con 60.539,42 dólares al hombre y que adopte “las medidas
necesarias para garantizar al señor Oscar Alberto Mohamed el derecho de recurrir del fallo condenatorio emitido
por la Sala Primera de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional el 22 de febrero de
1995”. Asimismo, propugnó porque se adopten las medidas necesarias para que los efectos jurídicos de la sentencia
“queden en suspenso hasta que se emita una decisión de fondo garantizando el derecho… a recurrir del fallo
condenatorio”.

O., D. H. (15/10/15). CSJN: Hechos: La Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal declaró mal
concedido el recurso que el Ministerio Público Fiscal dirigió contra la absolución dictada por el Juzgado Nacional
en lo Correccional Nº 2 en la causa en la que se le imputó a D.,H.O. la comisión de los delitos de desobediencia y
lesiones en perjuicio de quien había sido su pareja. Fundó su decisión en el hecho de que, en la discusión final del
debate, la fiscal interviniente solicitó la aplicación de una pena menor a tres años de privación de la libertad –ocho
meses de prisión– por lo que la sentencia absolutoria sería inimpugnable por la vía de la casación para esa parte
en virtud de la disposición del art. 458 inc. 1 del Código Procesal Penal de la Nación. Decisorio: La Corte dejó
sin efecto la sentencia y remitió en forma total al Dictamen de la PGN. Puntos salientes del Dictamen PGN:
“…cuando en un caso de violencia contra la mujer la parte acusadora impugna la sentencia de absolución
alegando, no un mero error en la valoración de la prueba, sino el vicio de arbitrariedad, no es posible desoír el
planteo –como lo ha hecho el a quo- mediante la sola aplicación de los límites formales del art. 458 del Código
Procesal Penal de la Nación, sin evaluar el mérito de la petición.” // “…es una parte importante de la obligación
internacional asumida para la eliminación de prácticas sociales discriminatorias, como las que se expresan en la
violencia de género, el asegurar que los procedimientos en los que se ventilan ataques discriminatorios sean
conducidos de modo que no se socave la confianza de los miembros del grupo discriminado en la capacidad y
disposición de las autoridades de protegerlos de la amenaza de violencia discriminatoria (conf. Corte IDH, Caso
González y otras [“Campo Algodonero”] vs. México - 16/11/2009)”.

RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD Y EXTRAORDINARIO FEDERAL

Di Nunzio (03/05/05). CSJN: La causa arribó a la Corte cuando el imputado se alzó contra el pronunciamiento
de la Sala I de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal de esta ciudad que confirmó la resolución
de primera instancia que no hizo lugar a la excarcelación de Pedro Duran Sáenz, y por eso la defensa dedujo
recurso extraordinario, cuyo rechazo dio origen a la presentación en queja ante el alto tribunal. Sin embargo, la
Corte destacó que siempre que se invoquen agravios de naturaleza federal que habiliten su competencia, por vía
extraordinaria en el ámbito de la justicia penal nacional conforme el ordenamiento procesal vigente, “éstos deben
ser tratados previamente por la Cámara Nacional de Casación Penal, en su carácter de tribunal intermedio,
constituyéndose de esta manera en tribunal superior de la causa para la justicia nacional en materia penal, a los
efectos del art. 14 de la Ley 48”. Ya que entienden que de esta forma, se estarían equiparando las situaciones
reguladas por el art. 14 de la Ley 48 (recurso extraordinario federal), y por el art. 6 de la Ley 4.055 (recurso
extraordinario en el ámbito de la justicia nacional), tomando un criterio común como elemento, que es el tribunal
de más alto rango en cada caso, previo a su ingreso en la Corte. Para las justicias provinciales, las cortes o los
superiores tribunales de provincia -independientemente del recurso con el que se acceda a ellos-, y en el ámbito de
la justicia penal nacional la Cámara Nacional de Casación Penal. En consecuencia, consideraron que el tribunal que
dictó la sentencia contra la que se dirige el recurso extraordinario en este caso, “no es el tribunal superior de la
causa, según el art. 14 de la Ley 48”. Sin perjuicio de ello, no escapó al juicio del tribunal, que la determinación
del tribunal superior de la causa en el ámbito de la justicia penal nacional no ha sido precedido por una
jurisprudencia uniforme, razón por la cual entienden que la aplicación en el tiempo del nuevo criterio asentado, ha
de ser presidida por una especial prudencia con el objeto de que los logros propuestos no se vean malogrados en ese
trance. Por ende, consideraron que correspondía aplicarlo a las “apelaciones federales dirigidas contra sentencias
notificadas con posterioridad a lo resuelto por el tribunal el 3 de mayo de 2005 en el expediente: D.199.XXXIX "Di
Nunzio, Beatriz Herminia s/excarcelación". Ello ha sido así ya que no pueden dejar de tener presente la situación a
la que se vería reducido el recurrente que apeló por el art. 14, tal como hasta este momento lo interpretaba el
tribunal conforme las reglas del precedente "Rizzo", que regulaba la materia hasta el dictado de “Di Nunzio”. Para
no contrariar el criterio sentado por la misma Corte, decidieron que correspondía remitir copia certificada de estas
actuaciones a la instancia de origen, para que la defensa -a quien, aclararon que ya se le ha garantizado el derecho
al recurso en la instancia de apelación-, pueda ejercer sus derechos y agravios federales involucrados mediante el
recurso correspondiente ante el tribunal intermedio. Para ello habilitaron los plazos pertinentes a partir de la
notificación de la radicación de los autos en la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal.
Concluyeron que “la intervención de la Cámara Nacional de Casación Penal en el sub examine (...), lejos de
constituir un obstáculo a las garantías del imputado en el proceso penal, importa el aseguramiento de su ejercicio
pleno”. Por último, destacaron que esta solución “además de garantizar al imputado una instancia más de
revisión, no dilata el tratamiento de la libertad del imputado, pues la denegatoria que se impugna, no tiene porqué
demorar más su trámite en el tribunal intermedio que en esta Corte”. Sino que entendieron que por el
contrario, “genera una posibilidad más de debate sobre la cuestión federal involucrada, donde la defensa puede
encontrar la reparación de su agravio”. Consecuentemente resolvieron desestimar la queja.

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