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UNIDAD 6 – PRIMERA PARTE

EL PRINCIPIO DE LEALTAD PROCESAL. FACULTADES DE LOS JUECES EN RESGUARDO DE LA BUENA


FE PROCESAL
El proceso tiene su propia razón de ser; el constituye el camino de las partes para argumentar sobre
sus pretensiones y fundamentos facticos y jurídicos ante el juez, que esta habilitado por la
comunidad para conducir el juicio y determinar que le corresponde en justicia y en derecho a cada
una de las partes. El proceso es algo jurídico y, por consiguiente, algo ético, contiene derechos y
deberes. Por lo tanto, no solo el Juez esta obligado éticamente a resolver con justicia y en derecho,
sino que toda etapa del proceso anterior a la sentencia incluye determinadas conductas de las
partes y del Juez exigibles moral y jurídicamente.
FACULTADES DE LOS JUECES EN RESGUARDO DE LA BUENA FE PROCESAL
La aplicación de las sanciones disciplinarias por los jueces a abogados y procuradores ante
inconductas de estos, suele ser considerada como impedimento de juzgamiento de tales conductas
por los tribunales disciplinarios, ya que el avocamiento de estos al conocimiento de la causa que dio
origen a esa falta, implicaría un doble juzgamiento y, en su caso, la imposibilidad de la aplicación de
una posible sanción en resguardo del principio “NON BIS IN IDEM”.
Asimismo, suele cuestionarse dentro de esa potestad disciplinaria de los jueces la de aplicar ciertas
sanciones –sobre todo suspensiones en el ejercicio profesional- entendiendo a la misma, como una
cuestion de ingerencia en la competencia delegada a los tribunales de disciplina, dentro de cuya
orbita se da el juzgamiento de las conductas desplegadas en el ejercicio de la profesión por
abogados y procuradores
Considero erróneas ambas conclusiones y entiendo que las facultades de los jueces en este sentido
no solo deben estar incorporadas a los códigos procesales, sino que además deben aparecer con
mayor solidez y ser completadas con prescripciones vigorosas que hacen al deber de buena fe
procesal y a las obligaciones impuestas a los abogados en el despliegue de su actividad dentro del
proceso puesto que son, en definitiva, los conductores del mismo por las partes que representan o
patrocinan, y todo ello sin perjuicio de la competencia que le cabe al tribunal disciplinario.
En primer termino, y para fertilizar esta postura, debe tenerse presente cual es el bien jurídico que
se pretende tutelar con el juzgamiento de la conducta disvaliosa.
Asi lo ha señalado ALBERTO SPOTA en su trabajo “Ejercicio del poder de policía sobre jueces y
abogados” al expresar que: “La capacidad por delegación de los colegios para juzgar las conductas
de los abogados en los litigios y fuera de ellos en el ámbito que la ley asi lo capacite, tiende a
proteger como bien jurídico, no solamente la conducta publica o con trascendencia publica del
abogado, sino además todo lo referido a la función que el abogado tiene como parte necesaria del
debido proceso legal que hace a la esencia del estado de derecho y entre nosotros se asienta,
fundamentalmente, en el art. 18 de la CN”.
Aquí esta, sin duda, el fundamento de la distinción: “Los bienes jurídicos tutelados son distintos” y
aunque la conducta sea la misma, a través de los tribunales disciplinarios se juzga la conducta de los
abogados desplegada tanto dentro como fuera del proceso, y sin perjuicio de las atribuciones del
juzgador.
Porque una cosa es faltar a los principios de buena fe y lealtad que deben observarse en todo
momento en el andamiaje procesal, a los fines de llevar al juez toda la verdad y colaborar con el en
la administración de la justicia y otra es que, como consecuencia de la inobservancia de esos
principios, se hayan transgredido a la vez los deberes y las normas disciplinarias y éticas
establecidas tanto en la ley de colegiación como en el código de ética.
Los campos deontológicos son distintos, pero sin embargo una misma conducta puede verse
subsumida en ambos. Es allí, entonces, cuando comienza a funcionar ambas competencias, sin que
el juzgamiento de la conducta incriminada por parte de uno (el juez) y otro órgano (el tribunal
disciplinario) sean excluyentes, por el contrario entiende que son concurrentes.
Es que el juez como director del proceso, no podrá dejar pasar por alto que el profesional vulnere
los principios procesales consagrados por la ley ritual, no solo porque asi esta dispuesto (arts. 46
inc. 2 y 47 Codigo procesal civil de Mendoza; arts. 35 y 45 CPCCN), sino porque en mas de una
ocasión el acto violatorio puede llegar a perjudicar al mismo juzgado en su tarea. Y es allí cuando
sus facultades disciplinarias deben ser ejercidas con rigor para evitar perjuicios a las partes y al
poder de administración de justicia en general, puesto que aquí se estaría vulnerando el proceso en
si y que, como ya dijéramos, es ese el bien jurídico que se persigue tutelar sancionando la conducta
disvaliosa. Esta, a su vez, puede tambien llegar a estar tipificada en la ley de colegiación o en el
código de ética y es allí cuando entra “en escena” el tribunal de disciplina, por ello es que los jueces,
estén obligados a cursar comunicación a ese cuerpo para que tome la intervención debida ante
determinadas circunstancias que se presenten (art. 54 ley 4976), y de hecho tambien lo hacen
cuando advierten una posible falta ética a los fines de que aquel se avoque a la investigacion de la
misma.

Esta conclusión se ve amparada por lo dispuesto por el art. 41 de la ley 4976 que reza “El ejercicio
del poder disciplinario no excluye las responsabilidades civil, penal y administrativa, ni la aplicación
de sanciones, que se encuentra deferida al poder judicial”. El texto es locuaz y una norma casi
idéntica tiene las leyes de colegiación en las distintas provincias (por ej. El art. 21 ley 5805 de
Cordoba; art. 24 de la ley 5177 mod., por ley 12277 de la Pcia. de Bs. As.; ART. 43 ley 23187 de la
Capital federal).
La posición asumda con firmes argumentos son la causa por la cual entiendo que las facultades
sancionarias de los jueces deben preservarse, no solo por lo aquí expuesto, sino tambien porque
habrá conductas procesales que solo implique una falta procesal y que no lleguen a configurar una
falta de ética, y si se cercenara de que el juez sancione la falta, la accion antijurídica quedaría
impune. Asi, el profesional que trata de obstruir el proceso con planteamientos improcedentes o
inoportunos, quizás despliega una conducta que no da lugar a la formación de un sumario
disciplinarios, y en este caso el juzgador deberá contar con la herramienta legal que le permita
aplicar la sanción –aunque esta sea leve- si es que fuera pertinente hacerlo.
Entonces, reconocidas sin hesitación las facultades disciplinarias de los jueces, la problemática pasa
por la extensión de esas facultades, o dicho de otro modo, frente a conductas procesales disvaliosas
cual es el grado de la prorrogativa en cuanto a la gravedad de la puncion.
Al principio del presente, señale el cuestionamiento de la facultad de los jueces de aplicar
suspensiones a los profesionales, pues es entendida como una facultad de competencia exclusiva y
excluyente de los tribunales de disciplina para aplicar este tipo de sanción atento a que afecta el
ejercicio de la profesión global (PINIOHILLAR, “Los abogados y la ética”, pag. 24), o que es una
sanción grave que afecta la libertad de trabajar como garantia constitucional (GUARINO ARIAS,
ALDO “Codigo procesal civil de mendoza” pag. 234).
Sin duda que suspender a un profesional en el ejercicio profesional es una sanción grave, como
asimismo lo es la de aplicar una detención –que a nivel profesional puede llegar a ser de hasta 10
dias y en la justicia nación de hasta 5- (art. 47, inc. 4 CPC de mendoza; art. 18 Ley de organización de
tribunales nacionales, texto ordenado por el art. 2 de ley 24289).
En definitiva el cuestionamiento viene por quien aplica “semejantes” sanciones.
Considero, sin mas, que es una cuestion de política legislativa que puede o no compartirse, pero
que estando legislada y otorgada la facultad a los jueces serán aplicada por ellos de acuerdo a su
discrecionalidad y que ante hechos graves podrán acudir a sanciones graves, por supuesto, e insisto,
siempre apelando a la discrecionalidad.
Grave es el hecho que comete el profesional que sustrae maliciosamente un expediente para luego
acusar la caducidad de instancia y beneficiarse el y la parte que patrocina o representa con su
declaración. Grave es el hecho de falsificar la firma del magistrado. Estos ejemplos de hechos
circunspectos no son mera hipótesis, sino acontecimientos efectivamente ocurridos en nuestra
practica tribunalicia y que sin duda requirieron serios castigos para tales inconductas, ya que
punciones menores como un apercibimiento, un llamado de atención, una advertencia, aparecen
como instrumentos débiles del juez para sancionarlas, en una total desproporcion de la pena frente
a la falta.
Asi, considero que es fundamental el papel que juega el principio de moralidad y que toda ley
procesal debe tener precisas sanciones a quienes lo violen, puesto que es un verdadero “deber” su
respeto y que posibles reformas a la ley procesal deben exponerlo enfáticamente. En la nota del art.
22 del actual código procesal civil de Mendoza, esta claramente expuesto el pensamiento de
PODETTI: “La legislación debe consagrar en forma expresa y con mayor extensión que la actual, la
vigencia de los principios morales en el proceso”.
Tanto en la época de los romanos, donde se exigia a las partes la declaración jurada de comportarse
con buena fe en al ámbito del proceso, como en el derecho indiano –La nueva recopilación y las
partida- se advierte la obligacion de su observancia y la posibilidad de aplicar correcciones
disciplinarias a abogados, litigantes y funcionarios ante las irrespetuosidades cometidas en las
audiencias y excesos vertidos en los escritos.
Es que en los tempos que vivimos, donde los valores que tienen que inspirar el ejercicio de la
profesión de los abogados se hayan trastocados como consecuencias de que tambien han mudado
los valores de la sociedad en general, no debemos por ello renunciar a lo que consideramos
“bueno”, “ético”, “respetable”, “probo”, sino que le debemos poner un freno a lo patético, para que
dejemos de quejarnos de que la justicia es lenta –entre otras quejas-, puesto que gran parte de la
culpa de que ello ocurra es de los abogados que faltan permanentemente a la buena fe procesal con
planteamientos dilatorios o que entorpecen el normal desarrollo del proceso, que no respetan al
tribunal, ni al colega.
La practica de la abogacía ha ido deteriorándose como consecuencia de ese cambio de valores, no
en vano el cumulo de causas disciplinarias ante el tribunal de ética ha aumentado geométricamente
en estos últimos años, lo cual es un fiel reflejo de ello. Se habla de “hombre light”: “…en el se dan
los siguientes ingredientes: pensamiento débil, convicciones sin firmeza, asepsia en sus
compromisos, indiferencia SUI GENERIS; su ideología es el pragmatismo, su norma de conducta la
vivencia social, lo que se lleva lo que esta de moda; su ética se fundamenta en la estadística,
sustituta de la consciencia; su moral repleta de neutralidad, falta de compromiso y subjetividad,
queda relegada a la intimidad, sin atreverse a salir en publico” (E. ROJAS, “El hombre light. Una vida
sin valores”, pag. 15) ¿Es el abogado actual ajeno a esta caracterización? ¿Encaja en ella por ser
producto de esa nueva sociedad? Infelizmente, la respuesta es afirmativa.
Por supuesto que lo aquí expuesto no debe considerarse una generalización, puesto que hay aun un
buen numero –que por suerte es mayoritario- de buenos abogados, que son tambien victima del
colega inescrupuloso, por lo que tambien en defensa de ellos y para dejar a salvo la honorabilidad
en el desempeño de su profesión, propugno que el principio moralizador se encuentre enfatizado y
que las obligaciones procesales impuestas a los abogados y que se hayan vinculadas a el, se
respondan a una mayor casuística, asi quienes lo vulneren serán diferenciados de quienes no lo
hagan, para evitar que seamos medidos todos los profesionales con la misma vara.
En definitiva y a modo de conclusión, la competencia en el juzgamiento en la conducta de los
abogados y procuradores en el ejercicio de la profesión tiene distintas ópticas y por ello los jueces,
en general, pueden sancionar al profesional que incurra en una falta procesal, del mismo modo que
el tribunal de ética podrá sancionarlo si existe una falta ética, el juez penal si cometio un delito y el
juez civil condenarlo a indemnizar los daños que esa misma conducta pudiera haber causado. De
allí, entonces que una de las atribuciones que tienen los juzgadores, cual es la de aplicar sanciones,
a los fines de defender el principio de la buena fe, de la lealtad y probidad, deben ser consideradas
fundamentales en todo proceso, siendo la competencia de los tribunales de disciplina concurrentes
con tales facultades.

UNIDAD 6 – SEGUNDA PARTE


CONDUCTAS INDEBIDAS DE LAS PARTES EN EL PROCESO

El proceso, como ha demostrado CHIOVENDA, no es algo de los particulares, sino que, al contrario,
es algo perteneciente al campo del derecho publico, se trata del ejercicio de una potestad publica.
Los particulares que actúan en el proceso tienen deberes y derechos para con las contrapartes y
para con el Juez, y es este el que debe velar para que no se viole el debido proceso, es decir, aquel
que encuentra su fundamento en la ética y además en el derecho. Asegurando al juez el debido
proceso, contribuye a la practica profesional “buena” de los abogados y, además, posibilita el
camino para su prudente resolucion.
Las partes pueden violar ese debido proceso, e incurren en tal supuesto en conductas procesales
indebidas. Concretamente son cinco: negligente, dilatoria, temeraria, maliciosa e irrespetuosa.
NEGLIGENTE. – Consiste en no satisfacer ciertas exigencias definidas por el derecho positivo y que
trae aparejada la frustración de actos procesales cuya realización se intentaba. Tales conductas no
trascienden a la contraparte ni le provocan un daño; el perjuicio directo lo padece la propia parte
negligente, no logrando la concreción de lo pretendido. La ética del abogado no aparece
desinteresada de este tipo de comportamiento, dado que exige que el profesional actue en
conocimiento de las normas jurídicas, y en la medida que nos encontremos con una capacitación
inadecuada o con una atención indebida a la causa encomendada, estaremos frente a una falta a
aquella ética.
El juez no puede permanecer al margen de este problema, puesto que el orden del proceso exige
que los pedimentos respondan a la fundamentación de hecho y derecho apropiada, y debe por
razones éticas aplicar la sanción que ha previsto el derecho positivo para estas conductas procesales
negligentes. Asi por ejemplo, se frustra una prueba por no reiterarla dentro del plazo previsto; se
desestima un pedido de nulidad por no expresar el perjuicio sufrido; etc.
DILATORIA. – El proceso debido tiene cierto ritmo y su conclusión es necesario que resulte
oportuna. Toda conducta que altere ese ritmo, prolongando el proceso mas de lo razonable, atenta
contra la seguridad jurídica que genera la sentencia judicial al definir equitativamente los derechos
y obligaciones de las partes, y además provoca una justicia tardia que por ser tal puede llegar a ser
injusta. Los elementos caracterizadores de esta conducta son: a) Afecta el tiempo del proceso mas
de lo razonable; b) Provoca un daño en la contraparte al ver demorada la atribución de lo “suyo”; c)
La conducta dilatoria carece de la intención de generar el resultado que efectivamente produce, y
esta característica es la que permite distinguirla de la maliciosa. Es cierto que dicha distinción es
sutil y que, además, no resulta fácil entrar a valorar intenciones, pero no hay dudas de que desde el
punto de vista teorico cabe una dilación maliciosa o dolosa y otra culposa o, incluso, de buena fe, y
esta distinción tiene importancia a los efectos de graduar la sanción de la parte que haya incurrido
en conducta procesal indebida.
TEMERARIA. – Procesalmente, es temerario aquel que afronta una aventura judicial sin haber
concretado previamente un análisis y valoración de sus posibilidades y fundamentos facticos y
jurídicos. La conducta temeraria es típicamente culposa; no revela un propósito de provocar daños,
pero este, sin embargo, acaece al iniciarse una accion o al contestarla apresuradamente sin la
debida prudencia. Mientras que en la conducta dilatoria no se pone en duda la razón de ser del
proceso, sino su extensión desmedida, en la temeraria no es problema el tiempo de el, sino el haber
dado luz una causa que no tenia el suficiente justificativo para ser, y que en consecuencia se
hubiese podido evitar, de realizar una ponderación apropiada del proceso que se iniciaba.
MALICIOSA. – Esta conducta se caracteriza por el dolo procesal, o sea, hay alguien que se sirve
conscientemente del proceso, utilizando los medios que este le brinda, para ocasionar un daño a la
contraparte. En la malicia hay una deliberada intención de emplear procesalmente hecho o
derechos falsos con vista a una sentencia favorable, o para postergar la decisión judicial o para en
definitiva provocar un daño económico o moral, aun a costa de perder la causa. Es decir que una de
las variedades de la malicia procesal es incurrir en la invocación de hechos falsos, pues por medio
de la mentira se pretende ilícitamente eludir el cumplimiento de una obligacion o de beneficiarse
con una derecho. En el proceso rige el deber de no mentir, mas que el de decir la verdad, pues
como señala Santo Tomas, “debe decirse que una cosa es callar la verdad y otro proponer la
falsedad. De las cuales la primera es permitida en algun caso. Pues nadie esta obligado a confesar
toda verdad, sino solo la que de el puede y debe requerir el juez según el orden del derecho”. Aquí
tambien, como en los casos anteriores, el juez al comprobar que la parte se ha servido del proceso
indebidamente, debe procurar la reparación del daño y además sancionar al responsable; el
proceso y el derecho es una cosa serie, como es la justicia y la seguridad que por el se intenta
brindar, y que constituyen su razón de ser.
IRRESPETUOSA. – La ética profesional lo exige, y el derecho positivo generalmente asi lo consagra,
que el estilo y forma de las actuaciones procesales satisfaga ciertos requisitos que impliquen
garantizar el debido respeto a la contraparte y al juez mismo. La conducta procesal irrespetuosa no
solo no favorece la solución del problema, sino que además normalmente termina agravándolo o
generando nuevos problemas. La litis no es un campo en donde rija el maquiavelismo de que todos
los medios son validos, pues el juez esta por encima de las partes y entre sus deberes aparece el de
exigir un comportamiento externo y lenguaje apropiado al caso, y a la seriedad mismo del proceso.
La irrespetuosidad carece de toda razón de ser, y solo fomenta las discordias; es por ello que la ética
del juez impone el deber de sancionar cualquier exceso en este terreno.
CONCURRENCIA DE FACULTADES DISCIPLINARIAS. DIVERSIDAD DE ORDENES NORMATIVOS
(LA EXPOSICION DEBERA SER ADAPTADA A LO DISPUESTO POR LAS NORMAS VIGENTES EN CADA
JURISDICCION).

La atribución, no solo como facultad o derecho, sino como deber de los tribunales, de poder
imponer sanciones disciplinarias en determinadas circunstancias a los litigantes, funcionarios y
partes, ha sido pacifica y tradicionalmente admitida. Emana del poder de policía inherente al Estado
y es ejercido por cada una de las ramas del gobierno, para el eficaz desenvolvimiento de sus
funciones especificas y el logro del cumplimiento de sus fines. El poder judicial no puede ser
excepción al principio de que toda facultad de gobierno debe estar dotada del poder o imperio
necesario para hacerla efectiva. Es una potestad connatural e irrenunciable, que la ejercita aun
cuando no estuviese expresamente reglamentada. Claro esta, no en forma arbitraria. Leyes
organicas, códigos de procedimientos y algunas leyes especiales la contemplan.
Las sanciones se imponen. Abarcan las injurias proferidas en juicios, los debordes apasionados, las
expresiones indecorosas u obscenas, el entorpecimiento de tramites y audiencias, el desorden,
ciertas desobediencias, temeridad y malicias procesales, etc. Las sanciones varian según leyes
organicas, códigos de procedimientos o de regulación de la profesión, contemplando el
apercibimiento o prevención o llamado de atención, la amonestación publica, multas y
suspensiones hasta ciertos limites. Es criterio aceptado que las faltas deben ser sancionadas por el
tribunal ante el cual se han cometido.
Los caracteres que definen el poder disciplinario judicial son: a) GENERAL. Lo ejercen todos los
tribunales, contra todos los que falten a la autoridad o decoro (y buena marcha de la justicia); b)
Limitado en el tipo y duración de las penalidades; c) Discrecional, en cuanto a la elección de la
sanción, pero motivada, apreciándolo con justicia y equidad. Pueden sumarse otras notas
distintivas: d) Recurrible, pues la discreción puede transformarse en arbitrariedad o animosidad,
puede no ser proporcionada y hasta afectar el derecho de defensa; e) Igualitario, pues no admite
excepciones ni inmunidades; f) Imperativo, se aplica de oficio y es un deber; tambien puede pedirlo
las partes; g) Especifico, respecto de las faltas cometidas en juicio.
En la provincia del chaco, el CPCC establece en el CAPITULO IV – DEBERES Y FACULTADES DE LOS
JUECES – ART. 48: Deberes: Son deberes de los jueces: 5) Dirigir el procedimiento, debiendo, dentro
de los limites expresamente establecidos en este código: …d) Prevenir y sancionar todo acto
contrario al deber de lealtad, probidad y buena fe; 6) Declarar la temeridad o malicia en que
incurrieren durante el proceso los litigantes o profesionales intervinientes; ART. 49: Facultades
disciplinarias: Para mantener el buen orden y decoro en los juicios, los jueces y Tribunales podrán:
1) Mandar que se teste toda fase injuriosa o redactada en términos indecorosos u ofensivos; y
aplicar las correcciones disciplinarias autorizadas por este código, ley organica y reglamento del
poder judicial, asi como la ley reglamentaria de las profesiones de abogado, procurador y demás
profesionales auxiliares de la administración de justica.
La LEY ORGANICA DEL PODER JUDICIAL DE LA PROVINCIA DEL CHACO determina ART. 9: Los jueces
deben velar para que las actividades judiciales se desarrollen dentro de un ambiente de orden y
respeto y reprimirán todas las infracciones que en este sentido incurran los abogados, escribanos,
procuradores, secretarios y demás auxiliares o particulares en las audiencias o en los escritos
presentados o dentro del recinto del Tribunal, mediante sanciones disciplinarias.
ART. 10: Las sanciones disciplinarias consistirán en prevenciones, apercibimientos, multas,
suspensiones o arresto, conforme a la naturaleza de la infraccion. La multa no excederá de 300
pesos cuando la infraccion se consume ante el Superior tribunal de justicia; de 100 pesos ante los
Jueces de primera instancia y de 25 pesos ante los jueces de paz.
ART. 11: En los casos de apercibimiento, multa o arresto, las sanciones serán registradas en un libro
especial, debiendo efectuarse las comunicaciones pertinentes al Superior tribunal de justicia. El que
hubiere sido posible por tercera vez de sanciones pecunarias será suspendido en el ejercicio de su
cargo o profesión por un termino que no exceda de tres meses. La suspensión deberá ser decretada
por el Superior tribunal de justicia.
ART. 12: Contra el auto que impusiere sanciones disciplinarias, las partes pueden deducir los
recursos de reposicion y apelación. Sin perjuicio de las sanciones, el juez debe testar frases
concebidas en términos ofensivos o inapropiados.
ART. 13: A los efectos de velar por el mantenimiento del orden en el recinto de los tribunales, los
jueces ejercerán las facultades inherentes al poder de policía en dicha materia. En los tribunales
colegiados, tal facultad será ejercida por el Presidente.
A su vez la provincia del Chaco, la Camara de diputados de la provincia del Chaco sanciona con
fuerza de ley Nº 2275 (antes ley 7524), EJERCICIO DE LA PROFESION DE ABOGADOS Y
PROCURADORES
ART. 5: Son deberes específicos de los abogados y procuradores, sin perjuicio de otros que se
señalan en leyes especiales, los siguientes: …c) Comportarse con lealtad, probidad y buena fe en el
desempeño profesional.
TITULO III
PODERES DISCIPLINARIOS
CAPITULO I
SANCIONES
ART. 18: Los abogados y procuradores matriculados quedaran sujetos a las sanciones disciplinarias
previstas en esta ley, por las siguientes causas:
a) Condena judicial por delito doloso, cuando el delito haya sido cometido con motivo u ocasión
del ejercicio de la profesión, y en general todas aquellas que comprendan la de inhabilitación
profesional
b) Violación de los deberes, prohibiciones y limitaciones establecidas por esta ley.
ART. 19: Sin perjuicio de lo establecido en otras disposiciones legales, las sanciones disciplinarias
que se podrán aplicar, serán las siguientes:
a) Llamado de atención
b) Apercibimiento
c) Multa, cuyo importe no podrá exceder de 20mil U.T
d) Suspension de hasta 2 años en la matricula
e) Exclusión de la matricula, que solo podrá aplicarse:
1. Por haber sido suspendido el imputado 3 o mas veces por un termino no menor de 30 dias en
cada ocasión en los últimos 3 años.
2. Por haber ejercido o ejecutado actos de la profesión durante el cumplimiento de alguna de las
sanciones disciplinarias
3. Por violación a las incompatibilidades previstas en el art. 7
4. Por haber sido condenado por la comisión de un delito doloso cometido con motivo u ocasión
del ejercicio de la profesión.
A los efectos de la publicación de las sanciones de este articulo, siempre se deberá tener en cuenta
los antecedentes del profesional denunciado. Todo conforme con lo estipulado con lo dispuesto en
el art. 35 de la presente ley.
CAPITULO II ORGANO COMPETENTE
ART. 20: En primera instancia y conforme el procedimiento que se fija en la presente ley, en la
primera circunscripción judicial de la provincia, oficiara como tribunal de Disciplina la Camara
Contencioso administrativa. En las restantes circunscripciones judiciales lo hara la Camara civil y
comercial que actua como alzada para la circunscripción judicial done se desempeña el profesional.
La instrucción estará a cargo del fiscal correspondiente, pudiendo actuar en forma conjunta como
acusador el promotor de la denuncia y/o el damnificado, ambos con las mismas facultades que el
primero. Como segunda instancia intervendrá la Sala contencioso administrativa del Superior
tribunal de justicia de la provincia.
CAPITULO III – TRIBUNAL DE DISCIPLINA
ART. 21: Es competencia del tribunal de disciplina:
a) Sustanciar los sumarios por violación a las normas contenidas en esta ley y las demás leyes que
determinan inhabilidades e incompatibilidades
b) Aplicar las sanciones para las que este facultado
c) Dictaminar, opinar o informar, cuando ello le sea requerido
d) Informar las sanciones al superior tribunal de justicia y a las entidades gremiales que nuclean a
los abogados y procuradores en las respectivas circunscripciones judiciales
e) Informar a requerimiento de la Superintendencia del superior tribunal de justicia y de las
entidades gremiales que nuclean a los abogados y procuradores, el estado de causas
sustanciadas y sus resultados
ART. 22: El tribunal de disciplina se desempeñara de conformidad con el procedimiento establecido
por el código de procedimientos administrativos, adecuando el procedimiento a los principios de
reducción de plazos procesales, impulso de oficio y un termino máximo de duración del proceso de
3 meses.
TITULO IV – PROCEDIMIENTO. PROMOCION DE LA DENUNCIA. REQUISITOS
ART. 23: La denuncia ante el tribunal de disciplina se deducira en lo que respecta a su forma, de
acuerdo con lo dispuesto para la demanda en el juicio de plena jurisdiccion, previsto en el TITULO II
de la ley 135-A. podrá ser hecha por el cliente, damnificado o su sucesor, cualquier persona con
interes legitimo, por las entidades profesionales de abogados y procuradores, o por el organismo
del Superior tribunal de justicia encargado de la matricula.
TRAMITE
ART. 24: Deducida la denuncia, el tribunal formara causa, entregando bajo constancia copia del
escrito al Fiscal de Camara y al profesional involucrado.
INFORME DE LA AUTORIDAD
ART. 25: Se dara intervención al superior tribunal de justicia a efectos de que presente un informe, a
través del organismo encargado de la matricula, acompañando en su caso la documentación que
estime pertinente, pudiendo formular observaciones y reparos a la denuncia.
DICTAMEN
ART. 26: Presentado el informe a que hace mención el articulo anterior, el tribunal dara vista de
esas piezas al Fiscal de cámara quien dictaminara sobre la denuncia, ofreciendo la prueba que
entiende pertinente para la dilucidación de los hechos objeto de la denuncia.
Del dictamen se correra vista al profesional involucrado, por el termino de 10 dias quien podrá
formular observaciones al mismo, debiendo ofrecer toda la prueba de la que intente valerse.
APERTURA A PRUEBA
ART. 27: El tribunal de disciplina, en el caso en que hayan sido ofrecidas pruebas, ordenara
inmediatamente que se produzcan las mismas en un plazo no inferior a los 15 dias.
INFORME DE VISTA DE CAUSA
ART. 28: Tanto el damnificado como el denunciante y el profesional involucrado podrán prestar
memoriales dentro del termino común de 10 dias, luego de producido el dictamen del fiscal de
cámara sobre el merito de la prueba.
SENTENCIA
ART. 29: La sentencia se dictara de acuerdo con lo dispuesto en el capitulo III del Titulo IV de la ley
135-A.
TITULO V – DISPOSICIONES COMUNES
ART. 30: Las acciones disciplinarias emergentes de esta ley prescribirán a los 2 años de producido el
hecho en que se funde su ejercicio o de dictada sentencia firme en sede penal.
ART. 31: Todas las resoluciones se notificaran por cedula en el domicilio legal constituido por el
profesional involucrado
ART. 32: Todas las resoluciones administrativas que causen estado aplicadas por el tribunal de
disciplina serán apelables con efecto suspensivo en el plazo de 10 dias hábiles de notificada la
respectiva resolucion. El tribunal de disciplina lo elevara en el termino de 5 dias a la Sala
contencioso administrativa del Superior tribunal de justicia, quien actuara como tribunal de alzada,
para control jurisdiccional

ART. 33: Contra las resoluciones de la Sala contencioso administrativa del superior tribunal de
justicia, solo se podrá interponer los recursos extraordinarios federales, los cuales por su sola
presentación suspenden el efecto de la resolucion.
ART. 34: Las sanciones aplicadas, una vez firme serán anotadas en el legajo correspondiente del
profesional sancionado. Asimismo deberán comunicarse las mismas a los denunciantes, a las
entidades profesionales con personería y a la caja forense del chaco. La renuncia a la inscripción en
la matricula no impedirá el juzgamiento del renunciante.
ART. 35: El abogado que haya sido excluido de la matricula podrá solicitar su rehabilitación, siempre
que hubieren transcurrido 2 años como minino del fallo disciplinario firme y cesado las
consecuencias de la condena penal si la hubo, de conformidad con lo establecido respecto de las
penas en el libro primero, titulo II del código penal argentino.
Transcurrido 5 años de la aplicación de las sanciones disciplinarias –excepto la exclusión de la
matricula-, y no habiendo el profesional cometido nuevas faltas ni haber sido sancionado
nuevamente, las sanciones impuestas serán borradas del legajo personal del profesional, todo ello
de conformidad con lo establecido respecto de las reincidencias en el Libro primero, titulo VIII del
CP.
ART. 36: En forma supletoria se aplicaran las normas del Codigo procesal civil y comercial y del
código contencioso administrativo, ambos de la provincia del chaco.

UNIDAD 7 – CONCEPTO DE PROFESION. PROFESIONES LIBERALES. DEBERES PROFESIONALES


GENERALES
LA ACTIVIDAD PROFESIONAL
Para iniciar el transito por el camino señalado, en primer termino, podemos decir que coincidimos
con aquellos que opinan que el significado de los términos constituye el primer paso para que el
interprete indague en la interpretación; y, en este sentido, ARIAS CAU al referirse a la nocion de
profesión “liberal” es de opinión que, las diversas aceptaciones o bien el cambio de sentido que
puede darle el jurista con referencia al termino coloquial o vulgar, necesariamente incide luego en
las proyecciones del termino.
Con el agregado de que existen vocablos que admiten diferentes significados; mientras que otros
son equivocos porque su significación induce a confusión.
Teniendo en cuentan estas precauciones, veamos la luz que nos brinda el diccionarios.
Asi, el vocablo “profesión”, ha sido calificado de “equivoco” por autores de la talla de ALTERINI y
LOPEZ CABANA, en virtud de que: “…ha sido traido a la ley desde el lenguaje no jurídico”.
Incluso, el diccionario de la Real academia española, en su tercera aceptación, dice que “profesión”
significa: “Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución”;
tambien: “El empleo, facultad u oficio que cada uno tiene y ejercer públicamente”.
Desde el punto de vista jurídico, ALOU STELLA MARIS expresa “profesión” comprende: “…toda
actividad desarrollada públicamente, de modo habitual y como principal fuente de ingresos”.
Por su parte MOSSET ITURRASPE al plantearse los interrogantes respecto a: “¿Quiénes son?”, y
sobre: “La necesidad de saber de quien hablamos”, el propio autor responde que “Se considera
profesional a la persona física que ejerce una profesión”. Es profesional aquel que “por profesión o
habito desempeña una actividad que constituye su principal fuente de ingresos.
Y profesión es sinónimo de ejercicio de una carrera, oficio, ciencia o arte.
Para la real academia española, profesión es “empleo, facultad u oficio que alguien ejercer y por la
que percibe una retribución”.
Esta diversidad de conceptos y opiniones han dado nacimiento a dos grandes clasificaciones o
criterios para entender en que consiste el termino “profesión”. Asi, encontramos un criterio
“amplio” que considera como tal a toda aquella actividad, exija o no titulo habilitante, que requiera
de conocimientos técnicos que hayan sido adquiridos en cualquier establecimiento educativo o de
hecho, que la misma sea realizada habitualmente y se presume onerosa; las restantes consideradas
como de criterio “restringido” o “estricto”, donde encontramos opiniones como la ofrecida por
TRIGO REPRESAS y LOPEZ MESA quienes dicen que: …reserva la expresión profesional para quienes
poseen un titulo universitario que avale el nivel técnico y de sabiduría y capacitación con que se
desempeñan en su especifica actividad, preferentemente intelectual cuyo ejercicio esta
simultáneamente vedado a quienes no tienen el respectivo titulo habilitante.
En este orden de ideas, la labor profesional, supone el cumplimiento de deberes específicos,
propios de cada actividad, y su inejecución genera, por lo tanto, infracciones típicas; y, en este
sentido, WEINGARTEN ha dicho:
“Un profesional se encuentra implicado en un sistema experto; la confianza que en el se deposita
reside no tanto en la persona en si misma del profesional, en sus cualidades especificas, sino mas
bien en su capacidad abstracta, en el conocimiento experto que aplica, algo que normalmente un
consumidor no puede verificar por si mismo. Este tipo de conocimiento ha desplazado a la
autoridad y el respaldo experiencial del saber tradicional, instituyendo reglas abstractas de
validación y legitimación.
De tal manera, la nocion de actividad profesional no queda confinada a la que realiza quien posee
un titulo universitario, y asi abarca a la de los no diplomados.
Estos conceptos dados anticipan la importancia de estudiar la cuestion, especialmente, en relacion
con la responsabilidad que conlleva el ejercicio de una actividad considerada como profesional;
empero, debemos profundizar en la cuestion conceptual, aun mas, por los motivos supra expuestos.
Entre las notas características que hacen al significado de “profesión” cabe mencionar las
siguientes: habitualidad, reglamentación, presunción de onerosidad, autonomía técnica y, en su
caso, sujeción a la colegiación, sumisión a normas éticas y sometimiento a potestades disciplinarias.
No es imprescindible el titulo profesional universitario.
Tampoco podemos dejar de recordar que, supra, ya hemos recurrido a la opinión de Alterini y Lopez
Cabana, quienes ha dicho (en jornadas y encuentros de derecho) que El adoptado en 1981 por las
Jornadas de Mercedes tuvo tres soportes:
a) La importancia o trascendencia de la actividad
b) Su dependencia de una habilitación conforme a la ley
c) Que esta (o debería estar) reglamentada
Esta nocion ha sido considerablemente extendida en el Encuentro de Santa Fe de 1988.
De manera que el concepto de profesional, en sentido amplio, supone la concurrencia de algunas
de estas notas distintivas en su desempeño: “habitualidad”, “reglamentación”, “habilitación”,
“presunción de onerosidad”, “autonomía técnica” y, en su caso sujeción a la colegiación, sumisión a
normas éticas y sometimiento a potestades disciplinarias. No es imprescindible el titulo profesional
universitario.
Los mismos autores, tambien, han dicho respecto de las notas distintivas del profesional que el
encuentro de Santa Fe, al caracterizar al profesional en sentido amplio, ha tomado en cuenta ciertas
notas distintivas que resultan del análisis del sistema jurídico.
Estas notas, cabe señalar, fueron propuestas a ese Encuentro en la ponencia de los autores
referenciados, publicada en 1988 en la revista Juridica Zeus de Rosario…
Su nomina es la siguiente:
a) HABITUALIDAD. La exigen el lenguaje natural, y el jurídico, al definir al comerciante
b) REGLAMENTACION. Como se ha visto supra, las Jornadas de Mercedes tambien pusieron el
acento en la reglamentabilidad de la actividad.
c) HABILITACION. Correlativamente, las mismas Jornadas de mercedes entendieron que el ejercicio
supone una habilitación previa
d) PRESUNCION DE ONEROSIDAD. Resulta hoy del CCyC (art. 1068; 1125; 1357; 1376)
e) AUTONOMIA TECNICA. Aun cuando promedie locación de servicios o relacion laboral, el
profesional solo tiene subordinación jurídica
f) SUJECION A COLEGIACIO. El profesional puede estar sujeto a colegiación obligatoria, lo cual el
caso del periodista –no obsta al art. 16 – libertad de asociación- del Pacto de San Jose de Costa
Rica (ley 23054 y rango que le asigna el art. 75 inc. 22 CN reformada en 1994), según ha sido
oportunamente resuelto por la Comision interamericana de Derechos humanos
g) SUMISION A NORMAS ETICAS. El ejercicio profesional exige, de ordinario, el respeto de normas
éticas, codificadas o no, que constituyen su deontología particular.
Empero, hay parte de la doctrina, tal el caso de Trigo y Mesa, quienes, con un criterio mas estricto,
opinan que reserva la expresión profesional para quienes poseen un titulo universitario que avale el
nivel técnico y de sabiduría y capacitación con que se desempeñan en su especifica actividad,
preferentemente intelectual, cuyo ejercicio esta simultáneamente vedado a quienes no tienen el
respectivo titulo habilitante.
Téngase presente que, el profesional, se obliga a prestar un servicio en base a sus conocimiento
científico o técnicos, mismos que deben ser merituados de acuerdo a las condiciones de las
personas, tiempo y lugar, actuando con la debida prudencia, cuidado y previsión.
Al respecto, GHERSI simplifica diciendo que “Cuando hablamos de “profesionales”, estamos
aludiendo a todos aquellos individuos que han obtenido un titulo universitario y que representan en
cada rama o saber científico una cualificación de áreas especificas”.
Asimismo, tampoco podemos dejar de considerar que, entre las definiciones volcadas, ya ha surgido
la diferencia con las denominadas profesiones “liberales”, lo que hace necesario su abordaje infra.
LA ACTIVIDAD PROFESIONAL LIBERAL
La real academia española que dice que se refiere al: “Dicho de un arte o de una profesión: que
ante todo requiere el ejercicio del intelecto”; y, es precisamente por este ultimo elemento que, para
aquellos que siguen la corriente mas estricta, es el aspecto que caracteriza el vocablo en virtud del
cual el profesional lleva adelante su “tarea intelectual”, en la que vuelca los conocimientos técnicos
conseguidos en la carrera universitaria y que, además, lo cualifican para llevar adelante su actividad,
pudiendo preferir entre diferentes opciones aquella que considere mas adecuada.
En lo que a los antecedentes históricos se refiere, IZQUIERDO TOLSADA recuerda que, en los albores
del derecho en roma, “profesión intelectual y profesión liberal venían a ser términos casi
sinónimos”; y dichas profesiones eran reservadas solo para los ciudadanos libres, frente a los
“labores” propias del esclavo, que consistían, fundamentalmente, en tareas manuales.
En cuanto a la idea de “liberal” como derivación de liberalidad o gratuidad, tenemos que tener en
cuenta una referencia histórica. En el antiguo derecho romano el trabajo intelectual nunca se
remuneraba ya que hacerlo constituia una deshonra, pues no era propio del hombre libre. No hay
que olvidar que los trabajos manuales eran efectuados por los esclavos, que se arrendaban al igual
que los bueyes y los instrumentos de labranza.
Sin embargo, en algunas ocasiones el beneficiario de la labor intelectual prestada, en señal de
reconocimiento o agradecimiento otorgaba una prestación o premio al honor que se le había
dispensado al poner a su servicio dicha tarea.
Asi nace el honorario, asociado pues con el honor y no con el dinero. Aun hoy se mantiene esa
división entre trabajo manual e intelectual y pervive la concepción romana bajo la forma de un
perjuicio que consiste en suponer que el primero es común a todos los individuos mientras que el
segundo es patrimonio exclusivo de una franja de la sociedad.
Como una primera aproximación, entonces, podemos considerar que en general se entiende por
“liberal” a toda aquella relacion autónoma, es decir, sin relacion de dependencia jurídica,
económico y/o técnica, que le permite al “profesional” opciones para elegir y decidir, en un caso
concreto, y según sus propios conocimientos adquiridos con base en el estudio o las reglas del arte
que ejerce habitualmente y que el profesional lleva adelante su tarea intelectual, conforme a los
conocimientos técnicos conseguidos en la carrera universitaria y, asimismo, según su propio
criterio, pudiendo, asi, preferir entre diferentes opciones aquella que considere mas adecuada.
En este orden de ideas, Trigo y Mesa coinciden en decir que es profesional liberal quien, poseyendo
un titulo que lo legitima en su actividad, ejerce libremente su profesión; o dicho de otra manera:
“…el que poseyendo titulo habilitante para ello, desempeña actividades intelectuales y lo hace de
forma autónoma”.
Abreviando, decimos entonces que el concepto de “profesión liberal” suele aludir a dos
características:
a. Se trata de oficios en los que predominan las destrezas intelectuales por sobre las manuales
b. Se ejerce “liberalmente”, es decir, sin subordinación por parte del prestador de servicios
respecto del cliente.
Sobre las características, Tanzi es de opinión que “Al definir el termino “profesional” se hace
hincapié en que se trata de un sector limitado pero cuya actividad presenta ciertas singularidades”:
a) Autonomía técnica, propia del saber especializado
b) Sujeción a normas éticas, sometimiento a un régimen disciplinario
c) Colegiación
Asimismo se ha desarrollado con precisión la temática del “experto frente al profano” señalando
que, en doctrina extranjera, es corriente tomar en cuanta la inferioridad de los profanos respecto
de los profesionales, quienes tienen una superioridad técnica considerable en las relaciones
contractuales.
De lo hasta aquí expuesto surge, que las actividades profesionales “simples” tiene las siguientes
coincidencias con las restantes profesiones “liberales”, a saber:
1. Habitualidad
2. Reglamentación
3. Habilitación
4. Presunción de onerosidad
5. Autonomía técnica
6. Sumisión a normas éticas
7. Se ejerce libremente
8. Predomina la actividad intelectual por sobre la manual
Es decir que, por una amplia mayoría de coincidencias, no tendría por que existir cuestionamientos
respecto a considerar que toda actividad profesional simple o liberal, indistintamente.
Sobre la cuestion, dice SPOTA que “Entiendo por profesiones regladas o liberales a aquellas que
exigen para habilitar su ejercicio la demostración, via prueba oficial y publica, de una determinada
capacitación”. Tales profesiones estan precedidas por estudios terciarios o universitarios. Estos
conocimientos estan estructurados en forma cientifica, metódica y pedagógica. Esto significa que es
menester contar con una muestra objetiva que evidencie la adquisición de determinados estudios o
conocimientos mediando control directo, o delegado del Estado, en instituciones publicas o
privadas. La abogacía, la medicina, veterinaria, ingeniería y odontología son, entre otras tantas,
profesiones regladas. No solo media poder de policía para acceder a esas profesiones, sino que
tambien para fiscalizar su ejercicio. Esto ultimo, puesto que el sano orden social manda que se
practique un efectivo control sobre el ejercicio de las profesiones liberales. Actividad que conviene,
para evitar la injerencia estatal, sea realizada por una entidad social constituida por los miembros
de la profesión a controlar.
GANDOLLA, simplifica la cuestion diciendo que “No podemos separar las tres características propias
de esta actividad: titulo universitario, habilitación o matricula del colegio pertinente y autonomía
intelectual”. Pero debemos puntualizar, en cuanto a esta ultima, que no refiere a si el trabajo se
ejerce en relacion de dependencia o no, sino que se relaciona con la tarea profesional que se
realiza, y la autonomía es la “intelectual”. Pudiendo agregarse que, además, son trabajadores que
siempre pueden optar por ejercer en forma independiente, aunque momentánea y
circunstancialmente no lo hagan.
CONCLUSIONES
Luego de este breve recorrido conceptual, histórico y normativo, podemos concluir que, solo hay
dos elementos que delimitan la diferencia entre una actividad profesional “simple” y una del tipo
considerado como “liberal”, siendo estos la necesidad de contar con titulo universitario y la sujeción
a una colegiación; es decir, contar con matricula otorgada por colegios profesionales reconocidos
oficialmente o autoridad facultada para ello.
La sola existencia de estos elementos, hace un diferencia notable al momento de elegir el marco
normativo aplicable, ante el supuesto de una accion por responsabilidad civil profesional.
En esta dirección, notese que un profesional liberal no es alcanzado por la ley de Defensa del
Consumidor (con la única excepción del art. 2 segundo párrafo, in fine, de la ley 24240)
Respecto del Codigo unificado, aquí tambien, el legislador ha tenido la intención de eximir de
algunas obligaciones y responsabilidades al profesional liberal; asi, podemos dirigirnos a la letra del
art. 320, referido a la contabilidad y estados contables, respecto de las cuales queda eximido de
cumplimiento; en tanto que, el art. 1768 exime de las responsabilidades emergentes por la
realización de actividades riesgosas, previstas en el art. 1757; además, esta sujeta a las reglas de las
obligaciones de hacer y, la responsabilidad es subjetiva, excepto que se haya comprometido un
resultado concreto.
DEBERES PROFESIONALES
Es bueno considerar ciertos deberes típicos en todo profesional. El secreto profesional es uno de
estos, este le dice al profesionista que no tiene derecho de divulgar información que le fue confiada
para poder llevar a cabo su labor, esto se hace con el fin de no perjudicar al cliente o para evitar
graves daños a terceros, el profesional tambien debe propiciar la asociación de los miembros de su
especialidad. La solidaridad es uno de los medios mas eficaces para incrementar la calidad del nivel
intelectual y moral de los asociados. En fin al profesional se le exige especialmente actuar de
acuerdo con la moral establecida, por tanto, debe evitar defender causas injustas, usar sus
conocimientos como instrumento de crimen y del vicio, producir artículos o dar servicios de mala
calidad, hacer presupuestos para su exclusivo beneficio, proporcionar falso informe, etc. Cuando un
profesional tiene una conducta honesta, dentro y fuera del ejercicio de su profesión, le atraerá
confianza y prestigio, lo cual no deja de ser un estimulo que lo impulsara con mas certeza en el
recto ejercicio de su carrera.
FUNCION DEL ABOGADO EN EL CAMPO JURIDICO
Este tema se refiere a las posibilidades que se le ofrecen a ese profesional para actuar en el campo
jurídico positivo y las consecuencias de esa actividad. Al respecto, puede distinguirse según
relacionemos el abogado con la norma ya dada, o bien planteemos la intervención profesional en
vista a la creación normativa.
Con relacion a la norma positiva dada:
Conectando esa norma jurídica vigente con la función del abogado, podemos clasificar los modos
jurídicos que le es factible asumir a este; son tres en total:
Interprete. – El primero que técnicamente y con orientacion practica desentraña el sentido de la
norma una vez promulgada es precisamente el abogado. La norma, como objeto cultural, necesita
ser precisada en sentido y alcance, pero esa tarea para que sea veraz, armonizada con el resto del
ordenamiento y justa, requiere conocimientos especiales, experiencia y una visión totalizadora del
sistema jurídico. Es decir que el prudente manejo de los diferentes métodos interpretativos desde
el gramatical, el sistematico, el teleológico, etc., con vista a poner en funcionamiento la disposicion
en cuestion, es una de las importantes funciones que cumple cotidianamente el abogado.
La normaes casi un cuerpo sin vida hasta que es tomada por el abogado, y es este el que le da un
soplo vital al ponerla en contacto con la realidad; hasta ese momento el derecho era algo estatico, y
a partir de ahí algo dinamico. Si el derecho tiene tres dimensiones, es precisamente el abogado el
que en gran medida completa el fenómeno jurídico al vincular prudentemente la norma con la
conducta, y para ello debe desentrañar previamente el sentido de aquella, o sea, de interpretarla.
En cuanto a la amplitud de significación que puede otorgársele a la norma, la interpretación es
literal cuando se ajusta estrictamente a su palabra, es extensiva cuando se le brinda la máxima
amplitud posible, o tambien restrictiva en los casos en que la significación se reduce a su minima
expresión. Como vemos, el abogado, al interpretar la norma, le va brindando tonos o modalidades
particulares.
Critica-valorativa. – Ademas de conocer el derecho positivo, el abogado debe someterlo a una
consideración valorativa o estimativa, tanto desde un punto de vista externo como del contenido.
Desde aquel angulo se interrogara sobre la validez formal de la norma en cuanto a si fue dictada por
el órgano competente y conforme al procedimiento establecido. En el otro punto de vista interesa
analizar la ordenación de conductas contenidas en la norma y averiguar si esa distribucion de
derecho y obligaciones se compatibiliza con las normas superiores hasta llegar a la Constitucion, y
para el caso de que las contradiga auspiciar la invalidación de la norma cuestionada. Pero tambien
esa estimación puede trascender los limites del derecho positivo y plantearse de que modo aquella
norma satisface los fines propios del derecho: justicia y seguridad jurídica; procurando, en
consecuencia, que la norma no solo sea legitima, sino tambien orientada teleológicamente en el
sentido indicado.
Es un derecho que busca ser menos formalista para preocuparse por ser mas justo, como el de los
tiempos presentes, las leyes y los jueces van otorgando a los abogados creciente espacio para
intentar que el derecho sea aplicado equitativamente.
Difusor. – El abogado es puente entre los sujetos de las fuentes formales del derecho y aquellos a
los que se dirigen las normas; pone en conexión el mundo técnico –juridico con el mundo jurídico
profano-. Asi el profesional da a conocer las regulaciones contenidas en las normas a sus
interesados de un modo que resulte accesible y procedente judicialmente, despoja al derecho de su
pureza técnica y lo traduce con un sentido casuístico a un nivel de comprensión masivo.
Las revistas especializadas o las publicaciones destinadas a difundir las normas satisfacen el
requisito de la publicidad, constitucionalmente exigible. Pero en realidad aquellas no trascienden el
ámbito de los estudios profesionales, y desde estos se cumple efectivamente la difusión del derecho
en un determinado orden de prioridades. Dado que la objetividad de la transmisión en ciertos
temas es prácticamente imposible, ese derecho que llega al conocimiento de los profanos lo hace
normalmente impregnado de las consideraciones, particulares o valoraciones que le ha impuesto,
consciente o inconscientemente, el abogado difusor.
La referida función de difusor que cumple el jurisperito contribuye a forjar aquella doctrina que a
nivel critico –valorativo expresa la sociedad respecto de las normas que mas directamente y
generalizadamente le llegan-.

Como fuente material pre-normativa.


Entendemos por fuente material del derecho los datos o elementos de naturaleza diversa, jurídica
y no jurídica, que tienen en cuenta los sujetos de las fuentes formales al crear las normas jurídicas. Y
estas fuentes pueden definirse como los distintos modos de formulación de las normas jurídicas; a
saber, son cuatro: LEY, COSTUMBRE, JURISPRUDENCIA Y ACTOS JURIDICOS; de donde las normas se
clasifican en legales, consuetudinarias, jurisprudenciales y conmutativas, respectivamente. Veamos
el funcionamiento de las señaladas fuentes en un ejemplo, en la ley que fija la edad para casarse el
legislador debio haber consultado a médicos, psicológicos, datos demográficos, derecho
comparado, etc., pues todos estos constituyen las fuentes materiales de aquella norma, que desde
el punto de vista de las fuentes formales es precisamente una ley.
En el derecho, el abogado asumen un rol dinamizador, y llegar a funcionar como un factor
posibilitador o generador de normas jurídicas, resultando ser causa eficiente de estas a las que
condiciona en su contenido. Pero el jurisperito, como fuente material, presenta una característica
que lo distingue de las restantes; efectivamente, mientras estas cumple el papel pasivamente, el
abogado puede iniciar el proceso que terminara con la nueva norma; no esta forzado a esperar que
los sujetos de las fuentes formales concurran a su análisis o estudio, sino que va hacia ellos
exigiendo o sugiriendo, directa o indirectamente, una creación normativa. Es por eso que interesa
ver en particular esa actividad del abogado en cuanto fuente material, con respecto a cada una de
las fuentes formales, y las iremos considerando según el grado de injerencia o participación decisiva
que tiene el profesional.

JURISPRUDENCIA. – Hay autores que han sobrevalorado esta fuente al punto de que solo
reconocen carácter jurídico a aquello que los jueces aplican en sus sentencias. Sin llegar a esa
exageración, es indudable que el derecho se nos revela en los fallos en términos de vigencia y de un
modo mas claro y preciso que en las normas generales, enriquecido precisamente con las
particularidades del caso.
Corresponde destacar que las decisiones jurisprudenciales existen generalmente como resultado de
las demandas y acciones que promueven los abogados, y los jueces fallan conforme se traba la litis,
estándole vedado ir mas alla de esta supliendo la actividad de las partes. Puede decirse que la
norma individualizada por el juez esta en gran medida atada o predeterminada por lo afirmado o
negado en el proceso; de alguna manera la sentencia ya esta hecha por el abogado de una de las
partes, y lo que hace el órgano de aplicación es una opción entre los argumentos y criterios de
distribucion de derechos y obligaciones enfrentados en el juicio, ratificando con la nota de su
autoridad jurigena el criterio normativo auspiciado por uno de los profesionales intervinientes.
El abogado traduce jurídicamente por ante el órgano de aplicación del derecho, la pretensión de su
poderdante, con lo que abre el juego al órgano de aplicación del derecho, y brinda la oportunidad
para que la jurisprudencia actue y se manifieste como fuente normal. Los jueces actúan por impulso
de los abogados, y puede concluirse que si es verdad que las leyes dicen lo que los jueces hacen
decir, puede agregarse que los jueces le hacen decir a las leyes aquello que una de las partes del
proceso dijo que la ley decía.
ACTOS JURIDICOS
Sin pretender ser demasiado técnicos ni precisos, a través de los actos jurídicos, las personas con
capacidad jurídica crean, dentro del margen legal establecido, normas jurídicas conmutativas de
alcance individual o general, según se apliquen a un numero determinado o indeterminado de
casos, por ejemplo, un boleto de compraventa y un convenio colectivo de trabajo, respectivamente.
Es normal que los sujetos que realizan el acto jurídico cuenten con asesoramiento profesional antes
y durante el mismo, conforme al grado de complejidad o importancia de los intereses
comprometidos, y asi el abogado traduce jurídicamente y respetando las previsiones legales, las
pretensiones de las partes; es decir que el contenido del acto o los intereses en juego lo suministran
los sujetos intervinientes, y la forma jurídica, el abogado encargado. Además, es habitual que la
participación del profesional alcance al contenido mismo del acto, llegando a funcionar en mas de
un caso como amigable componedor, conciliando los intereses enfrentados, y posibilitando el
dialogo fructífero que culmine con la suscripción de la norma jurídica conmutativa.
El reconocimiento del carácter de fuentes formales a los actos jurídicos implico que la teoría jurídica
admita la función de sujetos formales del derecho a las personas de derecho privado, con lo que se
robustecio el rol de fuente material que puede ejercer el abogado; pues aquellas cumplen con la
referida función por medio de profesionales, son estos los encargados de velar por la salud jurídica
de las personas, tratando de que sus derechos y obligaciones no se enfermen y se mantengan en
plenitud.
Contemporáneamente, se insiste en que la técnica legislativa debe recurrir a criterios amplios de
regulación, confiando en los jueces y en las personas jurídicas para que vayan dentro los limites de
la ley, contemplándola, enriqueciéndola y adaptándola; es decir, que ejerzan su función de sujetos
de fuente formal. Se funda esta orientacion en que resulta una pretensión utópica pensar que basta
la ley para lograr un orden jurídico eficaz, justo y seguro.
Consecuentemente, se termina por admitir a los abogados una tarea importante en ese espacio
legal, al estar encargados de preparar el “anteproyecto” de las sentencias judiciales e informar a los
particulares acerca de sus derechos y obligaciones, que en su ejercicio iran generando las normas
jurídicas correspondientes.
COSTUMBRE JURIDICA
La norma jurídica consuetudinaria, en virtud de su característica de no ser escrita y consistir en la
misma conducta que llega a tornarse obligatoria, presenta dificultades, fundamentalmente en
relacion con el conocimiento preciso de su contenido, como tambien en cuanto al momento en que
se ha constituido en verdadera fuente formal. En razón de ello, cuando la jurisprudencia aplica una
norma consuetudinaria esta, si bien regia como derecho positivo con anterioridad a esa
consagración y al nivel de la ley en el ordenamiento jurídico, gana no tanto entidad jurídica, sino
ciertos aspectos técnicos –formales, como por ejemplo: claridad, precisión y publicidad.
Corresponde al abogado lograr que el derecho consuetudinario obtenga esas ventajas técnico-
formales, pues el se encarga de invocarlo ante los tribunales en respaldo de sus demandas, y de esa
manera el juez puede llegar a consagrarlo en sus fallos.
LEY. – La entendemos en un sentido lato, comprensivo de la ley formal y ley material, o sea, abarca
toda norma jurídica general dictada mediante la palabra, sea por el poder específicamente
legislativo o cualquier otro órgano competente.
Esta fuente formal cuenta con plena capacidad de iniciativa, no participando el abogado en su inicio
concreto. Es que el Poder legislativo, adopta decisiones de tipo político mas que técnico-juridico,
pero aun aquellas requieren, a los fines de su validez, que se ajusten a la Constitucion, y este juicio
exige los conocimientos especializados que tiene aquel profesional.
Además, en esta fuente formal incluimos el amplio campo de las normas legisferantes dictadas por
el Poder ejecutivo o administrador, y será el abogado de la repartición publica que sanciona la
norma el encargado de armonizar la decisión con el resto del ordenamiento y de que cumpla con los
requisitos formales exigibles.
Tambien, en relacion con esta fuente, corresponde destacar al abogado como forjador de doctrina,
pues esta importante fuente material en sus orientaciones interpretativas, críticos-valorativa y
supletoria es elaborada por abogados que se preocupan por los aspectos practicos el derecho
positivo, y que influyen en mayor o menor medida en la formulación o variación de la ley.
Concluyamos este tema reafirmando el carácter inevitablemente ético de la profesión de abogado,
y destacando las posibilidades que diariamente se le ofrecen a este para perfeccionar directa o
indirectamente el derecho positivo, correspondiendo en consecuencia que los que cumplen estas
tareas abogadiles las asuman con vocación y conciencia de las características señaladas.

UNIDAD 8 – PRINCIPIOS DE INDEPENDENCIA Y LIBERTAD EN EL EJERCICIO DE LA ABOGACIA


INDEPENDENCIA DEL ABOGADO

 Garantizar el respeto por la voluntad individual de no estar atado a la voluntad de otros de


forma coercitiva.
 Refiere a la autodeterminación del profesional en orden a su conducta en el ejercicio de la
profesión
El abogado ejercerá su función con libertad e independencia sin otros limites que la ley y las
normas deontológicas.

 Consiste en una jurisdiccion autónoma de la plena soberanía de jueces y magistrados, sin


subordinación y sumisión
Significa que a la hora de decidir no puede recibir ni estar sujeto a instrucciones de terceros.
ASI MISMO DEBE SER LIBRE EN CUANTO A SU DIRECCION DEL ASUNTO.
EL ABOGADO DEBE EVITAR CUALQUIER INFLUENCIA EXTERNA QUE CONDICIONE SU ACTUAR
PROFESIONAL, INCLUSO SUS PROPIOS INTERESES.
“Ausencia de toda forma de injerencia, de interferencia, de vínculos y de presiones de cualquiera
que sean provenientes del exterior y que tiendan a influenciar, desviar o distorsionar la accion del
ente profesional para la consecución de sus fines institucionales y la actividad desempeñada por los
colegiados en el ejercicio de su profesión”.
La independencia tiene varias connotaciones que le diferencian del resto de principio de la
profesión de abogado:

Diferencia entre el principio de independencia y el principio de libertad profesional del abogado: la


independencia del abogado tiene una dimensión negativa al no permitir cualquier injerencia,
presión o presión exterior, en cambio, la libertad profesional tiene una dimensión positiva, por
cuanto otorga al abogado la autonomía plena en la toma de decisiones sobre la forma y el
contenido de su trabajo profesional.
Diferencia entre el principio de independencia y el principio de imparcialidad: el principio de
imparcialidad supone el deber de permanecer ajenos y externos a los intereses en conflicto,
característica que les compete a los jueces y tribunales; en cambio, los abogados no pueden ser
imparciales, sino que tienen que ser independientes y parciales actuando a favor de su cliente
defendiéndole con sujeción a los limites establecidos por las normas legales y deontológica.
El principio de independencia conlleva una serie de incompatibilidades para el abogado ejerciente:
 No podrá ejercer su profesión de abogado cuando se encuentre inmerso en una causa de
incompatibilidad
 No podrá mantener vínculos profesionales con cargos o profesiones incompatibles con su la
abogacía que impidan el correcto ejercicio de su profesión.
 No podrá desempeñar cargos o funciones publicas a la vez que ser abogado ejerciente.

El abogado a quien afecte alguna incompatibilidad deberá comunicarlo, sin excusa, a la junta de
gobierno del Colegio de abogados y tendrá que cesar inmediatamente de su cargo como abogado.
Si no renuncia por escrito a su profesión como abogado en el plazo de 30 dias se entenderá que se
ha dado de baja en dicha profesión inmediatamente. El cese de la profesión de abogado por estar
inmerso en una causa de incompatibilidad constituye una infraccion muy grave, con independencia
de las demás responsabilidades que le correspondan.
CAPITULO VII – DERIVACION A MEDIACION – CODIGO PROCESAL CIVIL Y COMERCIAL DE LA
PROVINCIA DEL CHACO. LEY 7950 ACTUAL 2559
ART. 322. – En cualquier estado de la causa anterior a la sentencia, las partes podrán acordar
derivar la controversia a proceso de mediación, en la forma y en los términos previstos en las leyes
de mediación vigentes en la Provincia y en la Nacion si correspondiere. En caso de arribarse a un
acuerdo, las partes deberán presentar el mismo firmado por ellas, por los mediadores intervinientes
y por sus abogados ante el Juez de la causa para su homologación, debiendo contemplar costos,
costas y honorarios.
Este se limitara a examinar que el acuerdo no contravenga las disposiciones legales ni contenga
causales de nulidad absoluta, en cuyo caso dictara resolucion desestimado el acuerdo y ordenando
la continuacion del juicio según su estado. Caso contrario, dara por concluido el proceso.
ACEPTACION DE CAUSAS CIVILES Y PENALES. DESARROLLO Y CESE DE LA RELACION. EL SECRETO
PROFESIONAL
El abogado –salvo que sea funcionario del ministerio publico- es libre de aceptar o no las causas que
se le presenten, sin que sea menester dar explicación de su decisión en una u otra hipótesis; la
aceptación de causas penales en ningun caso es contraria a la ética, ni aun en los casos de
“venganza, odio, cuestiones políticas”, etc., si alguien cometio un delito inspirado por alguna de
esas motivaciones espurias u otras afines y es imputado, ¿no tiene derecho de defensa alguno?
¿cae entonces el principio constitucional de inocencia consagrado implícitamente en el art. 18 de la
CN y en las provinciales, como el art. 18 de la constitución de salta?
¿Cuál es la finalidad de la asistencia técnica del abogado respecto del autor confeso de delitos
abominables, crímenes de lesa humanidad, violaciones seguidas de muerte, etc., o guiados por
motivos de discriminación, por precio, etc.?
En primer lugar, el abogado debe ser el celoso custodio del respeto de las garantías a un debido
proceso y de defensa en juicio de su cliente, y segundo, debe tratar de que el obtenga su absolución
o la pena menor o mas leve posible, dentro del marco del ordenamiento legal, y sin valerse de
pruebas fraudulentas u obtenidas ilegítimamente (“fruto del árbol envenenado”).
Sabido es que resulta propio de lo jurídico lo que es controversial, para llegar a la verdad se necesita
de un camino a recorrer mediante las alegaciones y pruebas, en un proceso nada es obvio ni
evidente. Hay casos penales donde pese a lo que “a priori” aparece indiscutible, luego llega a
comprobarse que el hecho no existio, o que no lo cometio el acusado o que existieron
circunstancias que conducen a modificar sustancialmente la calificación de un delito; y situación
muy distinta es que se pretenda iniciar, en el marco penal, una querella impulsada por venganza,
odio, cuestiones políticas, para presionar, etc., allí si corresponde no aceptar el caso, por analogía
de lo que sabemos respecto de las causas civiles.
Todas las partes que intervienen en un juicio, litigio o procesal judicial desean la obtención de
justicia a través del descubrimiento de la verdad o del mejor derecho y su correspondiente prueba
que lo acredite. No es licito de conciencia patrocinar una causa cuya injusticia es conocida y notoria
de ante mano y menos aun si es ilícita, de esta forma el abogado además de complice se convierte
en responsable de daños y perjuicios a terceros pues con seguridad ha debido mentir o recurrir a
fraudes o falsificación de documentos y falsos testimonio violando los deberes éticos elementales
de la profesión en su relacion con la verdad y la justicia que se persigue, se convierte en cooperador
formal, con otro ej.: no es licito aceptar el patrocinio de una declaración de nulidad de matrimonio
en un tribunal eclesiástico, si se sabe que el matrimonio es valido y que, para probar lo contrario,
van a utilizarse pruebas falsas, actuando de este modo el abogado viola completamente los deberes
éticos elementales respecto a la verdad y a la justicia. Las causas dudosas pueden ser aceptadas y
son las mas frecuentes al tratarse de conflictos de intereses particulares, contratos, cesiones, etc.
En defensa de la causa el abogado esta obligado a emplear solo los elementos de investigacion,
pruebas autorizados por la ley y la moral, si después de haber aceptado una causa dudosa, el
abogado descubre que es radicalmente injusta, ha de desistir y comunicárselo al cliente las causas
con escasa probabilidad de ganar, se le debe aclarar al cliente que no hay probabilidad de que
prospere; si el cliente insiste, el abogado debe en principio rechazar el encargo, otro caso, se puede
aceptar igual sabiendo que se perderá al final porque es una causa justa, no es licito en cambio
aceptar el encargo de una causa injusta, aunque no se pretenda registrarla para un proceso normal,
con el fin de utilizarla como arma para lograr una transacción favorable al cliente, especulando con
el medio del demandado inocente.
En la rama penal el abogado puede aceptar todas las causas exceptuando aquellas que son injustas,
planeadas por un querellante. Asi por ejemplo, un abogado no puede aceptar el patrocinio de una
querella por calumnias, cuando le consta que no existe tal supuesto y que el querellante actuo con
injusticia, venganza o motivos oscuros, por ejemplo, calumnias e injurias fundadas en intereses
políticos o económicos, el abogado puede, en cambio aceptar cualquier tipo de causa penal, en
defensa del reo, aunque sepa que este es culpable. “El principio rector en las causas criminales es
que el acusado tiene derecho a quedar exento de sanción mientras no se prueba con certeza moral
que la merece”, en consecuencia el abogado defensor, aunque sepa que el demandado cometio el
crimen del que se le acusa, puede legalmente echar mano de todos los recursos licitos y legales,
para evitar el veredicto de culpabilidad, sin mentir y sin utilizar testigos falsos o perjuros, el abogado
puede y debe utilizar todos los medios que la ley le concede, asi como todos los procedimientos que
su imaginación o inventiva le sugieran, para conseguir un veredicto de inocencia.
La razón es clara: precisamente en nombre del derecho natural, todo acusado tiene derecho a la
mas amplia defensa posible para de este modo impedir acusaciones o condenas injustas.
DESARROLLO Y CESE DE LA RELACION
El abogado siempre debe brindar al cliente seguridad, competencia, diligencia y honradez
profesional. No crearle falsas expectativas dándole la máxima información, trato igualitario,
fidelidad en el conocimiento de la causa y diligencia en la tramitación.
Es posible que el abogado experimente con frecuencia la tentación de servirse de su superioridad
técnica-juridica para escamotear alguna de esas dimensiones éticas. El fantasma real del legalismo
puede estar presente casi siempre. Pero sin embargo hacer que prevalezca lo jurídico por sobre lo
ético –en asuntos de importancia familiar o profesional del cliente- es ya un ataque a las normas
elementales de la deontología.
EL CESE DE LA RELACION
Los supuestos en que cesa la relacion y sus implicaciones deontológicas
1. Tiene lugar con la sentencia definitiva
2. Con el abandono de la causa por parte del cliente, en este caso el abogado no puede, con el
fraude o con informaciones falsas intentar persuadir a toda costa la continuidad del pleito, si por
el contrario, el abandono del cliente se hace de forma que puede resultar ofensiva para el honor
del abogado, este debe dar conocimiento al colegio, procurando su intervención
3. Con la transacción, conciliación
4. Desistimiento del abogado unilateralmente, con justa razón, por ej. Injusticia de la causa,
descubierta en un momento determinado, o con la acumulación de nuevas pruebas;
comportamiento irrespetuoso por parte del cliente; incompatibilidad sobrevenida (por ej. Que
el abogado se haya convertido en socio del cliente), este desistimiento debe efectuarse en
circunstancias favorables al cliente; con preaviso, para que se de tiempo a que busque un nuevo
letrado; con información detallada y completa al nuevo defensor; con el cumplimiento de los
remedios perentorios que estén pendientes (por ej. Interposición de un recurso antes de que
transcurra el plazo).
No es causa suficiente para el cese de la relacion, el agobio de trabajo excepto que se cause un
perjuicio cierto o probable al cliente, concordando una cierta compensación a favor del cliente
(reducción de honorarios).

La enfermedad grave es causa justa, para el cese como tambien una desgracia personal en el ámbito
de la familia, si eso trae consecuencias en el trabajo, no es causa justa el deseo de realizar un viaje,
o acudir a un congreso científico.
5. Por presentarse la necesidad de que el abogado intervenga como testigo en la causa, en la que
es representante de la parte
El secreto profesional es parte de la confianza que el cliente tiene con su abogado, es un deber y un
derecho fundamental de la profesión, comprenden las confidencias de sus clientes, sus adversarios,
sus colegas, y abarcan todos los hechos y documentos de los cuales se haya tenido noticias durante
el proceso sean propios o de elaboración compartida con otros abogados.
El secreto profesional del abogado constituye un deber y, a la vez, un derecho. Encuentra su
fundamento en el principio de la inviolabilidad de la persona humana, de su intimidad y en la vida
privada. Es, pues, el andamiaje necesario e indispensable de la libertad de expresión y comunicación
que debe existir entre el abogado defensor y el justiciable.
La reserva o silencio implica un imperativo insoslayable de carácter moral, ético y legal de
observancia rigurosa y estricta del secreto confiado. Es de su esencia.
Es, pues, en el orden normativo vigente, el de mayor jerarquía, habida cuenta de que se encuentra
en su cúspide jurídica (arts. 18, 75 inc. 22CN y demás disposiciones concordantes, en cuanto
garantiza el sagrado derecho de defensa, y tutela libertades y garantías individuales y
consecuentemente derechos constitucionales). El mejor secreto confiado es aquel que no se dice a
nadie; pertenece a la categoría de los derechos humanos básicos y esenciales, y asi ha sido
reconocido expresamente por pactos y convenciones internacionales, como tambien en
innumerables congresos nacionales y de la abogacía de todo el mundo.
En el congreso nacional de ética profesional, organizado por el colegio publico de abogados de la
capital federal se dijo: “El abogado debe respetar rigurosamente todo secreto profesional y
oponerse ante los jueces u otra autoridad al relevamiento del secreto profesional, negándose a
responder las preguntas que lo expongan a violarlo. Solo queda exceptuado:
a) Cuando se tratare de su propia defensa, en lo referido a: “salvo autorización fehaciente del
interesado”.
Tambien se aprobó la postura en el sentido de “propiciar la derogación del art. 244 del código
procesal penal de la nación (ley 23984) en lo que se refiere a la obligatoriedad de testimoniar, aun
cuando mediare autorización del cliente”.
Independientemente de ello, sostenemos que la ley adjetiva no puede estar por encima de la ley
material que ordena, precisamente, preservar el secreto profesional. Solo la conciencia del abogado
determinara en que circunstancias podrá hablar o callar definitiva.
El estado de derecho y la función social de la abogacía estan obligados a impulsar y propiciar
mecanismos que generen la absoluta y suficiente confianza de cualquier persona hacia su abogado
defensor, habida cuenta de que allí se encuentra en juego elementales principios y garantías
fundamentales protegidos no solo por la declaración universal de derechos humanos del 10 de
diciembre de 1948, sino tambien por pactos y convenciones internacionales de los cuales nuestro
país es signatario.
El secreto profesional es un mecanismo esencial e insustituible de la justica y el estado de derecho.
Constituye un pilar básico y forzoso del derecho de defensa, y requiere para su pleno ejercicio la
existencia de abogados libres e independientes, sin ninguna sujeción o subordinación jerarquica
tanto de los poderes públicos como privados.
Es necesario e indispensable, por lo tanto, garantizar la protección de la libertad y dignidad del
abogado haciendo efectiva la aplicación de la ley nacional 23187 (colegiación legal) toda vez que es
el abogado libre e independiente quien asegura el debido proceso legal y el acceso de los
ciudadanos a la justicia, en igualdad de condiciones y oportunidades.
TITULO I – ABOGADOS Y PROCURADORES – CAPITULO I
REQUISITOS PARA EL EJERCICIO PROFESIONAL
ART. 1. – El ejercicio de las profesiones de abogado y procurador en la provincia del chaco se regirá
por las prescripciones de la presente ley, por las normas especiales sobre la materia de los códigos
de procedimiento provinciales y demás leyes que no resulten derogadas por esta. La protección de
la libertad y dignidad de la profesión de abogados, forma parte de las finalidades de esta ley y
ninguna de sus disposiciones podrá entenderse en un sentido que los menoscabe o restrinja.
ART. 2- Para el ejercicio de las profesiones de abogados y procuradores ante los organismos
jurisdiccionales de la provincia será indispensable la inscripción ante el Superior tribunal de Justicia
de la provincia, que tendrá a su cargo el REGISTRO DE LA MATRICULA PROFESIONAL DE ABOGADOS
Y PROCURADORES.
ART. 3. – Para estar inscripto en los Registro de abogados y procuradores se requiere:
a) Poseer titulo habilitante expedido por universidad nacional, provincial o privada reconocida o
extranjera, debidamente revalidado por la autoridad competente.
a.1 Son títulos habilitantes para el ejercicio de la profesión de abogados:
1. de doctor en: Jurisprudencia o en derecho que lo habilite para esta profesión.
2. de abogado
a.2 son títulos habilitantes para el ejercicio de la profesión de procuradores:
1. de doctor en: Jurisprudencia o en derecho que lo habilite para esta profesión
2. de abogado
3. de procurador
b) Ser mayor de edad
c) Constituir domicilio legal en la provincia del Chaco y acreditar el domicilio real
d) Constituir domicilio electrónico conforme la reglamentación pertinente
e) Acreditar no encontrarse incurso en las inhabilidades previstas en el art. 9 de la presente ley
f) Abonar la suma equivalente a 1000 U.T al Superior tribunal de justicia, por única vez, quedando
prohibido el cobro de cualquier otro monto o arancel, en concepto de matricula, habilitación y/o
sostenimiento para ejercer la profesión.
Los abogados o procuradores matriculados en otras provincias y/o cuyo domicilio real se encuentre
fuera de la provincia, abonara una tasa diferenciada de 50mil U.T.
h) Prestar juramento ante el Presidente del Superior tribunal de justicia.
CAPITULO II
JERARQUIA DEL ABOGADO. DEBERES. DERECHOS Y FUNCIONES
ART. 4. – El abogado, en el ejercicio profesional, estará equiparado a los magistrados en cuanto a la
consideración y respeto que se le debe
ART. 5. – Son deberes especificos de los abogados y procuradores, sin perjuicio de otros que se
señalan en leyes especiales, los siguientes:
a) Observar fielmente la CN, los tratados incorporados en ella y las leyes nacionales que se dicten,
la constitución provincial y las leyes que se dicten en su consecuencia.
b) Observar con fidelidad el secreto profesional, conforme lo establece la ley nacional 24766 –de
confidencialidad-.
c) Comportarse con lealtad, probidad y buena fe en el desempeño profesional
d) Proceder con diligencia en la tramitación de los pleitos
e) Ejercer la representación conforme con lo estipulado por las normas que rigen el mandato en el
Codigo civil y en los códigos de procedimiento.
f) Comunicar al Superior tribunal de justicia todo cambio de domicilio real o legal que efectue,
como tambien la cesación o reanudación de sus actividades profesionales
ART. 6. – Son derechos y funciones específicos de los abogados, sin perjuicio de los acrodados por
otras disposiciones legales, los siguientes:
a) Evacuar consultas jurídicas, defender, patrocinar y/o representar, judicial o extrajudicialmente a
sus clientes; ejercer como árbitros y/o amigables componedores
b) Percibir una remuneración justa acorde a la labor realizada
c) Comunicarse libremente con sus clientes respecto de los intereses jurídicos de estos, cuando se
hallaren privados de libertad
CAPITULO III
INCOMPATIBILIDADES
ART. 7. – No podrá ejercer la profesión de abogados o procuradores:
a) El Gobernador, el Vicegobernador, los ministros, los secretarios y subsecretarios, el fiscal de
estado y el asesor de gobierno
b) Los magistrados, funcionarios y empleados de la administración de justicia nacional y provincial
y de las reparticiones auxiliares sobre las que tenga superintendencia al Superior tribunal de
justicia.
c) Los magistrados, funcionarios y empleados de los tribunales de faltas municipales
d) Los magistrados y funcionarios judiciales de cualquier jurisdiccion, jubilados o retirados como
tales. Esta incompatibilidad cesara automáticamente una vez transcurrido el termino de 3 años
de obtenido el beneficio previsional. El interesado deberá comunicarlo al Superior tribunal de
justicia, a fin de habilitar la pertinente matricula
e) Los escribanos de registro, los contadores públicos, martilleros y demás auxiliares de la justicia.
Se podrán ejercer sin embargo, simultáneamente las profesiones de procurador y abogado.
ART. 8. – La prohibición establecida en el articulo anterior no obstara para que las personas
comprendidas en los incs. A, b, c, y d del art. anterior, actúen en asuntos propios, en los de sus
conyuge, ascendientes y descendientes.
CAPITULO IV
INHABILIDADES
ART. 9. – No podrán ejercer la profesión de abogado o procurador en la jurisdiccion de la provincia
del chaco en los siguientes casos:
a) Los excluidos no rehabilitados en el ejercicio profesional, sea cual sea la jurisdiccion que lo haya
excluido
b) Los judicialmente declarados incapaces o inhábiles, según las normas del Codigo civil
c) Los condenados judicialmente a cualquier tipo de pena por delito doloso que le corresponda la
inhabilidad profesional y en la medida de la duración de las mismas, salvo la propia defensa
d) Los inhabilitados, conforme a los códigos y leyes de fondo
ART. 10. – Cuando un abogado o procurador inscripto en la matricula sea alcanzado por alguna de
las inhabilidades e incompatibilidades establecidas en los arts. 9 y 7 de la presente ley, el Superior
tribunal de justicia lo suspenderá en la matricula mientras dure la inhabilidad o incompatibilidad,
haciéndole saber a los tribunales inferiores esta circunstancia.
CAPITULO V
PROHIBICIONES
ART. 11. – Sin perjuicio de lo establecido en otras disposiciones legales, a los abogados y
procuradores le esta prohibido:
a) Representar, patrocinar, defender o asesorar simultaneas o sucesivamente, a personas que
tengan intereses contrarios en una cuestion litigiosa, ya sea en un proceso judicial o fuera de el,
ello según las previsiones sobre prevaricato del Libro segundo, TITULO XI, CAPITULO X DEL
CODIGO PENAL ARGENTINO
b) Ejercer la profesión en procesos en cuya tramitación hubiere intervenido anteriormente como
juez de cualquier instancia, Secretario, representante del Ministerio publico o asesor de
cualquiera de las dependencias del Estado
c) Autorizar el uso de su firma a terceras personas
d) Publicar avisos que induzcan a engaño u ofrecer ventajas que resulten violatorias de las leyes en
vigor o que atenten contra la ética profesional
e) Publicitar especialidades que el profesional no posee, asi como el ofrecimiento de servicios
especializados en áreas del derecho o especialidades que no se sustentan en titulo universitarios
f) Asegurar al cliente el éxito del pleito
g) Tener trato directo o indirecto con la contraparte, prescindiendo del profesional que la
represente, patrocine o defienda en juicio. Realizar actos que en forma deliberada perjudiquen
a sus clientes
CAPITULO VI
INVIOLABILIDAD DEL ESTUDIO PROFESIONAL
ART. 12. – Los abogados y procuradores gozan de la inviolabilidad de su estudio profesional, en
resguardo de la garantia constitucional de la defensa en juicio. El inmueble donde funcione el
estudio profesional solo podrá ser allanado por motivos ajenos al ejercicio de la defensa, por orden
judicial y previa comunicación fehaciente por parte del juez interviniente a la entidad gremial de
abogados a la que pertenezca. De no encontrarse asociado a ninguna entidad gramial, la
comunicación deberá dirigirse a la o las entidades gramiales con representación en la
circunscripción a la que pertenezca el estudio jurídico. En todos los casos, las entidades
profesionales deberán designar un miembro de su Comision Directiva para que este presente en el
procedimiento como veedor del mismo, controlando su legalidad y el respeto absoluto del
resguardo del secreto profesional. Sus opiniones deberán constar en las actas que se labren en la
oportunidad. El incumplimiento de este precepto hara el allanamiento absolutamente nulo e
insanable.
CAPITULO VII
PEDIDO DE INFORME. OBLIGATORIEDAD EN SU CONTESTACION
ART. 13. – Sin perjuicio de los derechos que se les acuerden en esta ley y en la restante legislación
vigente, es atribución de los abogados en el ejercicio de su función, recabar directamente de la
administración publica nacional, provincial o municipal, o de organismos privados, sociedades,
entidades o personas, informes, antecedentes y certificaciones sobre hechos concretos atinentes a
los asuntos en que intervengan. Estos pedidos deberán ser evacuados por los requeridos dentro del
termino de 20 dias. En caso de la existencia de impedimento o secreto en la información solicitada,
el requerido deberá informarla al abogado en forma inmediata, indicando la norma legal que
impone dicho impedimento. En las solicitudes que formulen, los abogados harán constar su
nombre, domicilio, la representación para la que actúan, caratula, proceso, causa o asunto en que
actúen, tribunal y secretaria o dependencia administrativa correspondiente, si existiere. Las
contestaciones podrán ser entregadas personalmente a los abogados o a quienes estos designen, o
bien remitirlas a su domicilio legal cuando asi lo requieran. El incumplimiento de lo dispuesto en
este articulo dara lugar a la imposición de una multa equivalente a 3000 U.T, que deberá ser
soportada en partes iguales por la entidad obligada a emitir el informe y por el funcionario
responsable de la misma, el monto recaudado tendrá como destino el fondo creado por el art. 38
de la presente ley.
CAPITULO VIII
REPRESENTACION DE PERSONAS DETENIDAS
ART. 14. – Establecese que en dependencias policiales, penitenciaras o de organismos de seguridad,
deberán proporcionar al abogado los informes que este requiera respecto de los motivos de
detención de cualquier persona y el nombre del Juez o Fiscal a cuyo cargo se hallara la causa. Dicho
informe deberá ser proporcionado por medio del funcionario de mayor jerarquía existente al
momento del requerimiento. No podrá establecerse horarios para evacuar tales pedidos, a cuyo
efecto se consideran hábiles las 24 horas del dia. La sola exhibición de credencial otorgada por el
Superior tribunal de justicia es requisito suficiente para acreditar la condición de abogado.
El incumplimiento de lo dispuesto dara lugar a la imposición de una multa equivalente a 3000 U.T,
que deberá ser soportado por partes iguales por la persona física responsable del mismo y por la
dependencia que incumpla con esta obligacion, el monto recaudado tendrá como destino el fondo
creado por el art. 38 de la presente ley.
TITULO II – CASOS ESPECIALES. SUSPENSION DE TERMINO.
CAPITULO I
PROTECCION DE LA MATERNIDAD
ART. 15. – Las profesionales abogadas y procuradoras tendrán derecho de pedir la suspensión de
termino de los procesos en que intervengan como únicas apoderadas en sus clientes, por un
termino de 45 dias corridos, el que podrá dividirse en dos periodos, anteriores o posteriores al
parto. Dicho derecho podrá ser ejercido comunicándolo en forma fehaciente al Tribunal, hasta 10
dias antes del inicio del termino, adjuntando los correspondientes certificados.
CAPITULO II
FALLECIMIENTO O GRAVE INCAPACIDAD

ART. 16. – En los casos de fallecimiento del conyuge o padres o hijos o hermanos de un profesional
abogado o procurador, los términos procesales se suspenderán por 5 dias hábiles, a partir de la
fecha del deceso, debiendo el interesado presentar ante el Tribunal las constancias respectivas
dentro de los 5 dias de ocurrido el hecho. En los casos de grave incapacidad del profesional, su
conyuge, padres o hijos o hermanos, los términos procesales se suspenderán por 5 dias; el
interesado deberá presentar ante el Tribunal las constancias respectivas, circunstancia que será
notificada a las demás partes del proceso mediante cedula por parte del Tribunal.
ART. 17. – Las notificaciones que se practiquen mientras dure la suspensión de términos de los arts.
15 y 16 se consideraran validas pero practicadas en dia inhábil, comenzando a correr los plazos
desde el primer dia hábil posterior a la finalización de los términos citados precedentemente.
TITULO III – PODERES DISCIPLINARIOS
CAPITULO I
SANCIONES
ART. 18. – Los abogados y procuradores matriculados quedaran sujetos a las sanciones disciplinarias
previstas en esta ley, por las siguientes causas:
a) Condena judicial por delito doloso, cuando el delito haya sido cometido con motivo u ocasión
del ejercicio de la profesión, y en general todas aquellas que comprendan la de inhabilitación
profesional
b) Violación de los deberes, prohibiciones y limitaciones establecidas por esta ley
ART. 19. – Sin perjuicio de lo establecido en otras disposiciones legales, las sanciones disciplinarias
que se podrán aplicar, serán las siguientes:
a) Llamado de atención
b) Apercibimiento
c) Multa, cuyo importe no podrá exceder de 20mil U.T
d) Suspension de hasta 2 años en la matricula
e) Exclusión de la matricula, que solo podrá aplicarse: 1. Por haber sido suspendido el imputado 3
o mas veces por un termino no menor de 30 dias en cada ocasión en los últimos 3 años.
2. por haber ejercido o ejecutado actos de la profesión durante el cumplimiento de alguna de las
sanciones disciplinarias. 3. Por violación a las incompatibilidades previstas en el art. 7. 4. Por haber
sido condenado por la comisión de un delito doloso cometido con motivo u ocasión del ejercicio de
la profesión. A los efectos de la aplicación de las sanciones de este articulo, siempre se deberá tener
en cuenta los antecedentes del profesional denunciado. Todo conforme con lo estipulado con lo
dispuesto en el art. 35 de la presente ley.
CAPITULO II
ORGANO COMPETENTE
ART. 20. – En primera instancia y conforme el procedimiento que se fija en la presente ley, en la
Primera Circunscripcion judicial de la provincia, oficiara como Tribunal de Disciplina la Camara
Contencioso administrativa. En las restantes Circunscripciones judiciales lo hara la Camara civil y
comercial que actua como alzada para la circunscipcion judicial donde se desempeña el profesional.
La instrucción estará a cargo del fiscal correspondiente, pudiendo actuar en forma conjunta como
acusador el promotor de la denuncia y/o el damnificado, ambos con las mismas facultades que el
primero. Como segunda instancia intervendrá la Sala contencioso administrativa del Superior
tribunal de justicia de la provincia.
CAPITULO III
TRIBUNAL DE DISCIPLINA
ART. 21. – Es competencia del tribunal de disciplina:
a) Sustanciar los sumarios por violación a las normas contenidas en esta ley y las demás leyes que
determinan inhabilidades e incompatibilidades
b) Aplicar las sanciones para las que este facultado
c) Dictaminar, opinar o informar, cuando ello le sea requerido
d) Informar las sanciones al Superior tribunal de justicia y a las entidades gremiales que nuclean a
los abogados y procuradores en las respectivas circunscripciones judiciales
e) Informar a requerimiento de la Superintendencia del Superior tribunal de justicia y de las
entidades gramiales que nuclean a los abogados y procuradores, el estado de causas
sustanciadas y sus resultados.
ART. 22. – El Tribunal de Disciplina se desempeñara de conformidad con el procedimiento
establecido por el Codigo de procedimientos administrativos, adecuando el procedimiento a los
principios de reducción de plazos procesales, impulso de oficio y un termino máximo de duración
del proceso de 3 meses.
TITULO IV – PROCEDIMIENTO
PROMOCION DE LA DENUNCIA. REQUISITOS
ART. 23. – La denuncia ante el Tribunal de disciplina se deducira en lo que respecta a su forma, de
acuerdo con lo dispuesto para la demanda en el juicio de plena jurisdiccion, previsto en el TITULO II
de la ley 135-A. Podra ser hecha por el cliente, damnificado o su sucesor, cualquier persona con
interes legitimo, por las entidades profesionales de abogados y procuradores, o por el organismo
del Superior tribunal de justicia encargado de la matricula.
TRAMITE
ART. 24. – Deducida la denuncia, el Tribunal formara causa, entregando bajo constancia copia del
escrito al Fiscal de Camara y al profesional involucrado.
INFORME DE LA AUTORIDAD
ART. 25. – Se dara intervención al Superior tribunal de justicia a efectos de que presente un
informe, a través del organismo encargo de la matricula, acompañado en su caso la documentación
que estime pertinente, pudiendo formular observaciones y reparos a la denuncia.
DICTAMEN
ART. 26.- Presentado el informe a que hace mención el articulo anterior, el Tribunal dara vista de
esas piezas al Fiscal de Camara quien dictaminara sobre la denuncia, formulando las conclusiones
legales acerca de la decisión que deba dictarse, ofreciendo la prueba que entiende pertinente para
la dilucidación de los hechos objeto de la denuncia.
Del dictamen se correra vista al profesional involucrado, por el termino de 10 dias quien podrá
formular observaciones al mismo, debiendo ofrecer toda la prueba de la que intente valerse.
APERTURA A PRUEBA
ART. 27. – El tribunal de disciplina, en el caso en que hayan sido ofrecidas pruebas, ordenara
inmediatamente que se produzcan las mismas en un plazo no inferior a los 15 dias.

INFORME DE VISTA DE CAUSA


ART. 28. – Tanto el damnificado como el denunciante y el profesional involucrado podrán presentar
memoriales dentro del termino común de 10 dias, luego de producido el dictamen del Fiscal de
cámara sobre el merito de la prueba.
SENTENCIA
ART. 29. – La sentencia se dictara de acuerdo con lo dispuesto en el CAPITULO III DEL TITULO IV DE
LA LEY 135-A.
TITULO V – DISPOSICIONES COMUNES
ART. 30. – Las acciones disciplinarias emergentes de esta ley prescribirán a los 2 años de producido
el hecho en que se funde su ejercicio o de dictada sentencia firme en sede penal.
ART. 31. – Todas las resoluciones se notificaran por cedula en el domicilio legal constituido por el
profesional involucrado
ART. 32. – Todas las resoluciones administrativas que causen estado aplicadas por el Tribunal de
disciplina serán apelables con efecto suspensivo en el plazo de 10 dias hábiles de notificada la
respectiva resolucion. El Tribunal de disciplina lo elevara en el termino de 5 dias a la Sala
Contencioso administrativa del Superior tribunal de justicia, quien actuara como Tribunal de Alzada,
para control jurisdiccional.
ART. 33. – Contra las resoluciones de la Sala contencioso administrativa del superior tribunal de
justicia, solo se podrán interponer los recursos extraordinarios federales, los cuales por su solo
presentación suspenden el efecto de la resolucion.
ART. 34. – Las sanciones aplicadas, una vez firmes serán anotadas en el legajo correspondiente del
profesional sancionado. Asimismo deberán comunicarse las mismas a los denunciantes, a las
entidades profesionales con personería y a la Caja Forense del Chaco. La renuncia a la inscripción en
la matricula no impedirá el juzgamiento del renunciante.
ART. 35. – El abogado que haya sido excluido de la matricula podrá solicitar su rehabilitación,
siempre que hubieren transcurrido 2 años como minimo del fallo disciplinario firme y cesado las
consecuencias de la condena penal si la hubo, de conformidad con lo establecido respecto de las
penas en el LIBRO PRIMERO, TITULO II DEL CODIGO PENAL ARGENTINO.
Transcurridos 5 años de la aplicación de las sanciones disciplinarias –excepto la exclusión de la
matricula-, y no habiendo el profesional cometido nuevas faltas ni haber sido sancionado
nuevamente, las sanciones impuestas serán borradas del legajo personal del profesional, todo ello
de conformidad con lo establecido respecto de las reincidencias en el LIBRO PRIMERO, TITULO VIII
DEL CODIGO PENAL ARGENTINO.
ART. 36. – En forma supletoria se aplicaran las normas del Codigo procesal civil y comercial y del
Codigo contencioso administrativo, ambos de la provincia del chaco.
TITULO VI – DISPOSICIONES GENERALES
CONOCIMIENTO DE LAS ASOCIACIONES PROFESIONALES
ART. 37. – Las asociaciones profesionales debidamente inscriptas, son instrumentos necesarios para
la formulación y realización de la actividad profesional en la provincia, y como tales actúan en
representación de sus asociados y profesionales abogados y procuradores de la provincia,
coadyuvando en la formulación de leyes relativas al ejercicio profesional, a la actividad judicial y en
general al rol preponderante de los profesionales del derecho en la sociedad.
A tal fin y conforme la existencia de diferentes asociaciones profesionales en la provincia, se
reconoce la existencia de las siguientes entidades profesionales: Colegios de Abogados y
procuradores de Resistencia (primera circunscripción); Consejo profesional de abogados y
procuradores de resistencia (Primera circunscripción); Colegios de abogados de presidencia roque
saenz peña (segunda circunscripción); Colegio de abogados de Villa angela (tercera circunscipcion);
Colegio de abogados de charata (cuarta circunscripción); Colegios de abogados de General san
Martin (quinta circunscripción); Colegio de abogados del Norte (Sexta circunscripción).
CAPITULO II
CREA FONDO DE SUSTENTO DE LAS ASOCIACIONES PROFESIONALES DE ABOGADOS Y
PROCURADORES
ART. 38. – El fondo se integrara de la siguiente manera:
a) Fondos generados por las tasas y/o multas establecidas en la presente ley
b) Con el 10% de los ingresos que se originen por aplicación del art. 3 de la ley 840-M, recursos
afectados al Poder judicial que fueran destinados a la remodelacion, reparación, ampliación,
mantenimiento o locación de bienes, excluyendo específicamente de esta suma el porcentaje
destinado al personal del poder judicial por el art. 6 de la ley 839-A – Autarquia del poder
judicial
c) Los restantes monto que por ley o reglamento se establezcan serán destinados al sostenimiento
y desarrollo de las asociaciones profesionales legalmente establecidas en cada circunscripción
judicial
Dichos fondos se distribuirán de la siguiente manera:
1. El 50% será dividido en partes iguales entre todas las asociaciones profesionales
2. El restante 50% se dividirá en forma proporcional, conforme la matricula de abogados y
procuradores registrados en cada una de ellas. A tal fin, el Superior tribunal de justicia de la
provincia como órgano rector de la matricula profesional, junto con las asociaciones
profesionales, establecera anualmente el porcentaje correspondiente a cada una de ellas,
discriminadas por circunscripción judicial y entidad profesional. En el caso de la Primera
circunscripción judicial, donde existe dos asociaciones profesionales reconocidas, el monto será
dividido y otorgado en partes iguales para cada una de ellas. Los fondos correspondientes a los
incs. 1 y 2 de este articulo serán transferidos en forma automática a cada asociación profesional,
dentro de los 30 dias hábiles de su percepción.
CAPITULO III
DISPOSICIONES TRANSITORIAS
ART. 39. – Las disposiciones del art. 7, inc. D de la presente ley entrara en vigencia a los 5 años de su
aplicación, las demás disposiciones de la presente ley entraran en vigencia a los 30 dias de su
publicación, siendo tambien aplicables a los casos en tramite.
ART. 40. – REGISTRESE Y COMUNIQUESE AL PODER EJECUTIVO

UNIDAD 9
EL PRINCIPIO DE COLEGIALIDAD. LA COLEGIACION OBLIGATORIA. SU CONSTITUCIONALIDAD

Es doctrina de la Corte suprema de justicia de la nación la que reconoce que la facultad de


reglamentar el ejercicio de las profesiones liberales no es contraria a los derechos constitucionales.
Tan es asi, que la cuestion es de aquellas que pueden considerarse insustanciales pese a su carácter
federal, y buena parte de los precedentes se ocupan con mas detalle de afirmar la existencia de tal
facultad, que de precisar su extensión y limites, en especial en relacion a los poderes del estado
nacional y las provincias que esta sentado, cabe considerar si la entidad creada por la ley tiene
formas de asociación civil o gramial, impropias de su carácter de persona de derecho publico a la
que es indispensable vincularse para el ejercicio de una profesión liberal en la capital federal, y si
resulta fruto de un empleo irrazonable del poder estatal de reglamentar el ejercicio de tales
profesiones.
Asi, se ha admitido la delegación en organismos profesionales del control del ejercicio regular de sus
labores y un régimen adecuado de disciplinas y se ha señalado que al margen del juicio que merezca
el sistema adoptado por el legislador, su razonabilidad esta avalada por el directo interes de sus
miembros en mantener el prestigio de su profesión, asi como porque cabe reconocerles autoridad
para vigilar la conducta ética en el ejercicio de aquella. Esta delegación ha alcanzado a muy diversos
aspectos del ejercicio de la profesión, tales como la determinación de la remuneración y la
percepción de aportes de terceros y de sus propios miembros, en proporción a los honorarios
recibidos con finalidades provisionales.
Sin duda, es una entidad o persona de derecho publico, con fines públicos, y tales fines son propios
del estado, pero este los transfiere a la entidad que crea, en ejercicio de la facultad de reglamentar
razonablemente las profesiones liberales. En el caso, se trata de la profesión de abogado como
auxiliar de la administración de justicia. Pero ¿Por qué el colegio no es una asociación? ¿Cuál es la
frontera nítida que deslinda lo que es una asociación, de las entidades que no son asociaciones?
Este es el punto que la doctrina esta llamada a esclarecer. Para German Bidart Campos, la frontera
no pasa por la naturaleza de derecho publico o privado y, por ende, no cabe decir que si la entidad
es de derecho publico no es una asociación, y si es de derecho privado si es una asociación.
Cabe preguntarse, ¿el colegio no es una asociación porque su origen emana de una decisión estatal,
es decir, porque no ha surgido de una creación libre y espontanea de los particulares? ¿no es una
asociación porque sus fines son públicos? (los de los partidos tambien lo son, al menos para algunos
autores); ¿no es una asociación porque quienes lo forman son únicamente los tres órganos que
según la ley lo componen (asamblea de delegados, consejo directivo y tribunal de disciplina), y no
los matriculados?; ¿no es una asociación porque entre los matriculados no hay vinculo societario?;
pero, ¿Cuál es la pauta que permite decir que no lo hay? ¿y porque no es una organización
“gremial”? ¿tampoco es una organización “profesional”? ¿Por qué? Algunos intentos aclaratorios se
dieron en el voto disidente de Sagarna y Casares, que cita extensamente Belluscio. Pero sin duda
hay muchos todavía por dilucidar en el plano doctrinario. El tema es, de por si, arduo y confuso, y
requiere alcanzar perfiles que diseñen mejor lo que es una asociación y lo que no lo es. Sobre todo
porque primero hay que saber con precisión cada cosa, luego que la corte reitera que el ingreso
compulsivo a una “asociación” resulta inconstitucional.
En cambio, no ofrece objeción todo cuanto se dice acerca de la razonabilidad de los fines asignados
al colegio, de las cargas publicas y los servicios personales, de la matriculación, del poder
disciplinario, de las formas participativas de consulta, de la función auxiliar de la justicia, de la
naturalidad del grupo profesional, etc., de ahí que la pregunta final sea esta: ¿basta la razonabilidad
de todo ese plexo para que sea constitucional la colegiación compulsiva? ¿seguiria siéndolo sobre la
base de aquellos fines y funciones aunque la doctrina llegara a decir (en oposicion a la corte) que el
colegio es una “asociación”?.
Restarían otras reflexiones acerca de la disidencia de SAGARNA y CASARES que cita el voto de
BELLUSCIO. La “naturalidad” del grupo socio-profesional que forman los abogados ¿difiere de la que
es propia de todos los que realizan una actividad análoga: maestros, bancarios, comerciantes,
empleados públicos, metalúrgicos, etc.? ¿y podria imponérseles la colegiación?, ¿y un partido
político no se forma tambien por afinidad de sus adherentes?
La doctrina de la corte suprema de justicia de la nación reconoce que la facultad de reglamentar el
ejercicio de las profesiones liberales no es contraria a los derechos constitucionales.
Se ha admitido la delegación en organismos profesionales del control del ejercicio regular de sus
laborales y un régimen adecuado de disciplinas y se ha señalado que mas alla del juicio que merezca
el sistema adoptado por el legislador, su razonabilidad esta avalada por el directo interes de sus
miembros en mantener el prestigio de su profesión, asi como porque cabe reconocerles autoridad
para vigilar la conducta ética en el ejercicio de aquella.
En torno a la inscripción obligatoria en la matricula profesional que la ley Nº 23187 ha confiado al
colegio publico de abogados de la capital federal, la CSJN (caso “Ferrari” de 1986) dijo que tal
obligacion no es inconstitucional porque no implica el ingreso compulsivo a una asociación. Si el
colegio fuera una asociación, y la incorporación a tal asociación fuera impuesta obligatoriamente
por la ley, el sistema pugnaría con la constitución.
El colegio es, para el fallo, otra cosa ¿Qué es entonces?
Sin duda, es una entidad o persona de derecho publico, con fines públicos, y tales fines son propios
del estado, pero este los transfiere a la entidad que crea, en ejercicio de la facultad de reglamentar
razonablemente las profesiones liberales. En el caso, se trata de la profesión de abogado como
auxiliar de la administración de justicia.
UNIDAD 10
ETICA DE JUECES Y FISCALES
INTRODUCCION
Hay una anecdota famosa que tiene como protagonistas a LEARMED HAND y a OLIVER HOLMES, dos
de los jueces mas influyentes en toda la historia de los Estados unidos. Al parecer, después de haber
almorzado juntos, HOLMES subio a su carruaje para trasladarse al tribunal, pero en seguida oyo
gritos de HAND que, en un arrebato de entusiasmo, había salido corriendo tras el coche y le
animaba asi: “¡Haga justicia, señor, haga justicia!”. HOLMES detuvo el carruaje y le espeto: “Ese no
es mi trabajo. Mi trabajo consiste en aplicar el derecho”. En otra ocasión, HOLMES escribió en una
carta: “Muchas veces he dicho a mis colegas en el tribunal que odio la justicia, lo que quiere decir
que, si alguien empieza a hablar de ella, se muy bien que por una u otra razón esta dejando de
pensar en términos jurídicos”.
Una persona lega en derecho consideraría por lo menos extraño que un juez que ha servido de
modelo a tantos jueces (y a tantos juristas) y no solo en su país, tuviera, sin embargo, una opinión
tan escéptica a propósito de la justicia. ¿Por qué esa actitud no les resulta, sin embargo, tan
chocante a los profesionales del derecho; a quienes participan en la administración de justicia
(como jueces, fiscales o abogados) o a quienes elaboran el pensamiento jurídico? La respuesta
breve que parece habría que dar a esta pregunta es que, si no todos, la inmensa mayoría o al menos
una buena parte de los juristas de un país como el nuestro son positivistas jurídicos, esto es,
asumen la tesis de la separación entre el derecho y la justicia (o la moral) y, en consecuencia, ven el
ejercicio de su profesión como una practica que no tiene que ver en sentido estricto con la justicia.
O, quizás muchas o la inmensa mayoría de las decisiones que ellos toman (o que promueven) las
consideran seguramente justas, pero simplemente porque se han producido siguiendo los cauces
señalados por el derecho. La justicia será, asi, algo que se plantea, si acaso, en el momento de crear
las normas (algo que atañe al legislador), pero no cuando se trata de aplicarlas e interpretarlas. El
oficio de juez, como diría HOLMES, consiste en aplicar el derecho (y, en ocasiones, en crearlo, pero
no abiertamente, sino de una manera que el llamaba “intersticial”; llenando los huecos dejados por
las normas) y no en promover una determinada concepción de la justicia y de la moral; una actitud,
esta ultima, que se habría visto reflejada en muchas de sus sentencias, como en el famoso caso
“Lochner”, en el que defendió (frente a la mayoría del tribunal) la constitucionalidad de una ley que
limitaba los horarios de trabajo en las tahonas del Estado de Nueva York, a pesar de que la medida –
de inspiración socialista- no parecía estar nada de acuerdo con sus concepciones política. Y otro
tanto habría que decir –o incluso mas- de las actuaciones de los fiscales, profesionales que no
raramente son definidos con expresiones como la de “guardianes de la legalidad” o alguna otra
semejante.
EL DEBATE EN TORSO AL POSITIVISO JURIDICO Y A LA RELACION ENTRE EL DERECHO Y LA MORAL
La cuestion reviste, una considerable complejidad y no es, por tanto, un tema que nos vayamos a
referir aquí con detalle. Solo se formularan, y de manera inevitablemente dogmatica, algunas tesis
sobre el particular que son importantes para encarar el tema que nos ocupa; esto es, el de la ética
de los fiscales. Son las siguientes:
a. No ser partidario del positivismo jurídico no significa pensar que existe algo asi como el derecho
natural, o sea, no supone negar que el derecho sea un fenómeno artificial, una creación
humana, un producto histórico y social. Cuando se plantea (al menos hoy) las cosas en términos
de una alternativa entre ser IUSNATURALISTA o IUSPOSITIVISTA, se estaría incurriendo en el
paralogismo de la falsa contraposición (paralogismo que, por cierto, se da con bastante
frecuencia en contextos jurídicos; seguramente cualquier lector de este texto tendrá algun
ejemplo que poner de ello).
b. No ser positivista (yo calificaría mi postura de pospositivista o constitucionalista- entendida esta
ultima expresión en el sentido de una teoría general del derecho-) no significa identificar el
derecho con la moral. Por supuesto, hay ciertas perspectivas desde las que tiene pleno sentido
efectuar ese distinción. Y en todo caso, aunque la argumentación jurídica contenga siempre un
fragmento de razonamiento moral, eso no quiere decir que el razonamiento jurídico y el moral
se confundan: el jurista (juez, fiscal o abogado) que construye una tesis jurídica utilizando
razones morales no se convierte por ello en un moralista. O sea, no debe –no puede-
argumentar para defender esa tesis de la misma manera que lo haría, por ejemplo, un filosofo
moral.
c. El derecho –esta es la tesis pospositivista o constitucionalista básica- no es solo un sistema de
normas establecidas autoritativamente, sino, además de eso (y sobre todo), una practica social
que persigue obtener ciertos fines y valores dentro de los limites fijados por el sistema (por los
materiales jurídicos). En el contexto de esa practica, el papel de la moral es considerable: por
ejemplo, a la hora de identificar que es lo que tal derecho establece propósito de tal cuestion, o
de motivar una decisión, de aportar en favor de ella argumentos de carácter justificativo.
El positivismo jurídico no es tanto una concepción falsa cuanto una concepción excesivamente
pobre de lo que es el derecho especialmente en el contexto de los Estados constitucionales,
consecuencia de esa pobreza teorica es que los juristas formados en esa cultura no estan en las
mejores condiciones para poder hacer frente a los problemas que les plantea la practica, la
experiencia jurídica. Asi, entre otras posibles deficiencias, el jurista de formación positivista no
cuenta con instrumentos adecuados para resolver problemas de interpretación (piénsese en una
concepción como la de KELSEN, que de a poco ha de servirle al operador del derecho); ignora casi
todo de lo que es la filosofía moral contemporánea, y tiene tambien ciertas dificultades para
comprender el sentido de la ética de los jueces o de los fiscales.
Veamos esto utlimo con un minimo detalle, y permítanme que haga referencia para ello a una
experiencia personal dice ATIENZA. Hacia mediados de los años 90 fui invitado a participar en
algunos foros, con jueces españoles y latinoamericanos, para discutir acerca de ética judicial. Como
se sabe, los primeros códigos de ética judicial surgieron en el mundo anglosajon en los años 70 del
siglo pasado y, progresivamente, el tema de la deontología profesional (la ética aplicada a la
conducta de los jueces o de los abogados, pero tambien a la de los médicos, los periodistas, los
empresarios..) fue cobrando importancia por diversas razones, entre las que se encuentran la
complejidad creciente de esas profesiones y la sensación de vivir en una época de crisis en la que
muchas cosas –incluyendo valores y normas de comportamiento- que hasta entonces parecían
indiscutibles habían dejado de serlo. La impresión que entonces tuve fue que los jueces
latinoamericanos mostraban, en general, un interes en la materia que era muy superior al de los
españoles; y, a su vez, que entre estos últimos quizá los mas escépticos respecto de las virtualidades
de la ética judicial eran los jueces progresistas.
La explicación no era difícil de encontrar; estos ultimos vinculaban el discurso sobre las virtudes
judiciales, sobre la moralidad del juez, etc., con el franquismo y, en general, con sistemas
autoritarios y antiliberales, enemigos de la independencia judicial, temian que la apelación a la
moral (a una moral teñida inevitablemente de religión) proporcionase un (indeseable) medio de
control ideologico de la profesión que facilitase, entre otras cosas, una (ilegitima) incursión en la
vida privada de los jueces. Cuando se profundizaba mas en el tema, las dos razones fundamentales
que daban para negar la ética judicial (o sea, para poner en duda que tuviera, por ejemplo, sentido
embarcarse en la tarea de elaborar un código de ética judicial) podrían resumirse asi: no es
necesaria y tampoco es posible.
La ética no es necesaria, porque tiende a decir lo que tiene que hacer el juez, en tanto lo que este
exclusivamente tiene que hacer es aplicar el derecho, y en esto consiste su moral: en seguir el
derecho.
Pero además es imposible, en el sentido de que no habría forma de saber lo que significa la ética
judicial, ya que cada juez tiene la suya y no hay criterios racionales que permitan optar en favor de
una o de otra. Como se ve, dos argumentos típicamente positivistas (sobre todo, el primero) y, en
mi opinión, equivocados.
Tampoco aquí voy a entrar en ningun detalle, sino que me limitare a señalar algunas referencias
importantes que, en mi opinión, plantean esos dos argumentos.
Sobre el primero de ellos, lo que cabe decir es que, aunque sea cierto que lo que tiene que hacer un
juez siempre es obedecer el derecho, ocurre que, por un lado, puede ser imposible saber en
ocasiones en qué ha de consistir esa obediencia si se prescinde de la moral, pues ¿cómo interpretar
sino los términos que aparecen en los materiales jurídicos y que tienen una carga explícita o
implícitamente moral? Por otro lado, la propia opción asumida por ese juez (discutible o no; esa es
otra cuestión) tiene un carácter inevitablemente moral: las razones que lo llevan a pensar que ha de
seguir siempre el derecho no pueden ser otra cosa que razones morales.
Y sobre el segundo de los argumentos, el que suscribe la tesis del escepticismo moral, la razón que
me parece de más peso en su contra, y para defender el objetivismo moral, aunque sea en un
sentido mínimo, puede sintetizarse así: el escepticismo moral es incompatible con la práctica
judicial y, en general, con las prácticas jurídicas del Estado constitucional. Si un juez fuera realmente
un escéptico en materia moral, entonces no podría propiamente fundamentar (motivar
adecuadamente) sus decisiones, puesto que, como antes decía, el razonamiento de carácter
justificativo incluye siempre un componente moral.
Esta es, seguramente, la razón de que los jueces (al igual que muchos ciudadanos) suelan incurrir
con bastante frecuencia en esta materia en contradicción pragmática; dicen ser escépticos,
relativistas morales, pero su propia práctica, su propio comportamiento, desmiente que lo sean.
Pues bien, lo que vale para los jueces vale también, mutatis mutandis, para los fiscales. También
ellos parecen ver (al menos, hasta hace poco tiempo), y quizá sobre todos los fiscales de
significación progresista, la moral, la deontología profesional, con bastantes dosis de escepticismo y
por razones semejantes a las de los jueces.
JOSÉ MARÍA MENA su planteamiento, al menos en buena parte, parece estar dirigido a mostrar que
las normas deontológicas que regulan el comportamiento de los fiscales establecen exigencias de
carácter corporativo (más o menos cuestionables en cuanto a su contenido), centradas en la idea
del honor (el honor de un grupo, de una profesión) y son, en cierto modo, una reliquia del pasado.
Así, en el actual contexto histórico democrático la exigibilidad de virtudes específicas debe quedar
reducida a las previsiones legales, excluyendo pautas de comportamiento privadas,
extraprofesionales.
La razón para pensar de esa manera es que el comportamiento de los fiscales (establecer qué es lo
correcto o incorrecto de sus actuaciones) no puede venir fijado por normas "extralegales" o
"infralegales", como denomina a las normas deontológicas, sino únicamente por el derecho, por
normas legales que, por lo demás, no tendrían que recurrir tampoco a "conceptos jurídicos
indeterminados". "Los deberes inherentes a la condición de fiscal, para ser auténticos deberes,
vinculantes y exigibles, deben estar descriptos en la ley.
No pueden ser otros que los otros que los descriptos en el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal,
arts. 48, 49 y 50 y disposición adicional primera de supletoriedad de la ley judicial, con una
enumeración que no cabe tener por exhaustiva, pero que contiene la única descripción normativa
de las virtudes corporativas exigibles a los fiscales fidelidad, prontitud, eficacia, dependencia
jerárquica, legalidad, imparcialidad, asiduidad profesional, deber de residencia, secreto
profesional".
Ver ley 4396 (913 B) LEY ORGANICA DEL MINISTERIOS PUBLICO DEL CHACO ´- TITULO PRIMERO
De manera que, cabría concluir, la ética fiscal no es, en sentido estricto, necesaria, puesto que esa
ética es precisamente la ya contenida en las normas jurídicas que regulan la profesión o sea, las
normas deontológicas serían las normas disciplinarias y las normas penales que fijan los supuestos
de las conductas ilicitas (y las correspondientes sanciones) en las que podrían incurrir los fiscales en
el ejercicio de su profesión.
Y por lo que se refiere a si es posible o no sostener que existen normas morales que se aplican a
una profesión (p.ej., a la de fiscal), MENA da una respuesta positiva, pero referida únicamente a las
normas de moral social –esto es, a las aceptadas por un determinado grupo social o por una
profesión-, y no entra en la cuestión de si habría o no normas morales justificadas referentes a
cómo debería comportarse un fiscal y que, naturalmente, puede que coincidan o que no (o que en
parte coincidan y en parte no) con las normas aceptadas o practicadas por el grupo en cuestión.
Esa misma idea (negativista, en el fondo) es la que se encuentra también en uno de los pocos
trabajos teóricos que se han escrito en nuestro país a propósito de la deontología del Ministerio
Fiscal. Muy al comienzo de él, la autora declara que "en el marco jurídico la deontología solo puede
referirse al deber ser de las normas del derecho" . Y, por si hubiera alguna duda en cuanto a cómo
interpretar la expresión anterior ("en el marco jurídico"), el último párrafo de su trabajo deja las
cosas claras a este respecto: "finalmente... y por poner un punto final, vuelvo al planteamiento
inicial, esto es, a la necesidad de reconsiderar las normas deontológicas del MF como verdaderas
normas jurídicas referidas a una sociedad contextualizada y que deben responder seriamente,
máxime en el caso del fiscal como representante público de los intereses sociales, generales y de
justicia, a un desarrollo saneado de la actuación judicial y a las exigencias neo-constitucionales –tal
es el único sentido inteligible de la exigencia deontológica de la moralidad del MF-".
Pero realmente no es así. Si uno quiere explicarse el auge que en los últimos tiempos ha cobrado la
ética aplicada a las profesiones (jurídicas y no jurídicas), con lo que se encuentra (y de ello ha
hablado ya JUSTINO ZAPATERO en este curso) no es con la exigencia de reglamentar jurídicamente
cierto tipo de comportamientos, sino de regularlos en una forma que no cabe dentro de los moldes,
digamos, del derecho oficial, porque no son propiamente reglamentaciones jurídicas, sino morales,
aunque sea frecuente hablar al respecto de "códigos". Y si no pueden consistir en reglamentaciones
propiamente jurídicas es porque con ellas no se trata (o no se trata solo) de deslindar la conducta
lícita de la ilícita, sino, fundamentalmente, de definir qué es lo que debe entenderse por excelencia
en la práctica de una profesión.
No se trata, dicho de otra manera, propiamente de establecer "prescripciones" (lo que VON
WRIGHT llamaba así normas que establecen que, dadas determinadas circunstancias, alguien puede
hacer, debe hacer o tiene prohibido hacer una determinada conducta, amenazándosele con una
sanción una consecuencia negativa- en caso de incumplimiento), sino de fijar 'normas ideales" (las
que definen qué es lo que hay que entender por un buen juez o un buen fiscal).
Es importante darse cuenta de esta diferencia entre prescripciones y normas ideales, para entender
el sentido de la deontología; esto es, de las normas éticas que se aplican a las profesiones. Pues hay,
por lo menos, dos aspectos en los que los dos tipos de normas mencionados difieren, dado que
regulan la conducta de manera distinta. Por un lado, la exigencia de ser un buen (en el sentido de
excelente) juez, fiscal o profesor rebasa, en algún as-pecto, la idea de lo meramente debido (lo que
puede ser regulado mediante prescripciones).
Yo no cumplo con los requisitos del concepto de buen profesor simplemente porque no infrinja
ninguna de las normas administrativas o de otro tipo (normas jurídicas) que se aplican a mi
conducta como profesor, de la misma manera que nadie es un buen juez o un buen fiscal (ni tiene
reputación de serlo) simplemente porque no haya cometido ninguna acción delictiva o merecedora
de alguna medida disciplinaria. Todos parecemos manejar alguna idea de lo que significa ser un
excelente profesor, o juez, o fiscal, que no se reduce a la del cumplimiento de las normas jurídicas
(prescripciones) que son aplicables a su conducta.
Naturalmente, para ser un excelente X hay que ser también un aceptable X, y eso explica con
facilidad que exista una zona más o menos amplia de solapamiento entre lo regulado por los
códigos éticos de, por ejemplo, los jueces o los fiscales y las normas jurídicas que disciplinan esas
profesiones.
Por otro lado, otra diferencia también de cierta significación es que no cumplir con las normas
ideales (con el ideal de buen profesor, buen fiscal, etc.) no puede llevar aparejadas las
consecuencias que conlleva la infracción de las prescripciones.
Entre otras cosas, porque parece bastante razonable pensar que suelen ser muy pocos los
miembros de una profesión que realizan de manera completa el ideal de aquélla, lo que, por cierto,
no supone que la plasmación más o menos normativa de la profesión carezca de sentido.
Lo tiene porque (o si) opera como una especie de ideal regulativo que cumple una función de
dirección y de justificación de las conductas.
Por supuesto (y me parece que este es el punto -sin duda, importante- de razón que hay que
conceder a los escépticos), es bien posible, y en ciertas circunstancias incluso probable, que de la
apelación a la moral se haga un uso puramente ideológico, interesado, y que la elaboración de
excelsos códigos deontológicos juegue en realidad el papel de embellecer falsamente la realidad (de
dificultar la crítica fundada a las profesiones). Ese falseamiento de la realidad se produce, por
ejemplo, cuando la elaboración de un código ético se presenta como la mejor medida para resolver
un problema que exigiría, sin duda, movilizar otros recursos que resultarían más eficaces para ello.
JUSTINO ZAPATERO trae muy oportunamente a colación una frase de SAVATER que no puede ser
más expresiva: "confiar la solución de todos los males de nuestra sociedad solo a la ética es como
pretender apagar incendios forestales con hisopos de agua bendita".
Si nos trasladamos al campo de las profesiones jurídicas, sin duda el mayor atentado contra la ética
es el fenómeno de la corrupción en la administración de justicia. Pues bien, la manera más eficaz de
combatirla (y sé que eso no es un problema -me refiero a la corrupción, no a las corruptelas- en
España, pero sí en muchos países latinoamericanos) no es sobre la base de prédicas morales o de
promulgar y difundir códigos deontológicos, sino introduciendo sanciones efectivas, llevando a cabo
cambios institucionales que garanticen la independencia de los jueces o la objetividad de los
fiscales, remunerando decentemente el ejercicio de esas profesiones, etcétera.
Y, desde luego, en el ámbito de nuestra cultura jurídica, hay muy buenas razones (todavía hoy) para
mantener cierta actitud de sospecha en relación con los promotores de las diversas éticas
profesionales. Una actitud de sospecha, por cierto, que entiendo también se tenga conmigo, puesto
que yo soy el primero en practicarla. Pongo un ejemplo de esto último.
Cuando se pretende conocer -o establecer- en qué consiste la ética de los jueces, de los fiscales, de
los médicos, de los abogados, de los empresarios o de los banqueros, es usual requerir el parecer de
los "expertos" en ética. La especialización creciente del saber hace que, cada vez más, estemos en
manos de los expertos, lo que, como ustedes saben muy bien, tiene una aplicación en el ámbito
procesal, en el que la prueba pericial se encuentra evidentemente en alza: en muchos casos son
efectivamente los expertos (médicos forenses, contables, etc.) los que juegan el papel determinante
en la resolución de los pleitos. Ahora bien, ¿quiénes son los expertos en ética?
Como es bien sabido, la ética es uno de los campos tradicionales de la filosofía, y un campo que
tiene su "réplica", por así decirlo, en el interior de la filosofía del derecho; supongo que la razón
para que yo esté aquí no es otra que la de suponer que tengo ciertos conocimientos de "experto"
en la materia.
Pues bien, hablando en términos muy generales, hay un par de clasificaciones que suelen hacerse
en el nivel de las teorías éticas y que me parecen relevantes para lo que aquí nos interesa: la
deontología de los fiscales, puesta en conexión con la de los jueces. La primera es la clasificación
que divide a las teorías de la ética en deontológicas y teleológicas.
Las primeras (como la concepción de KANT) consideran que lo "correcto" tiene cierta prioridad
sobre lo "bueno", lo que quiere decir que uno puede tener ciertos deberes, aunque su realización
no produzca buenas consecuencias (no persiga lo bueno); la idea que trata de captar esa
concepción es que hay deberes morales que son absolutos, en el sentido de que se tienen con
independencia de cuáles sean las consecuencias a las que pueda llevar su cumplimiento; pensemos,
por ejemplo, en el principio de dignidad humana: la razón para respetar la dignidad de otro no es el
beneficio que pueda obtenerse con ello, sino el convencimiento de que la dignidad es un valor
último.
El segundo tipo de teorías morales (como el utilitarismo de BENTHAM) invierte las cosas, las
prioridades: lo correcto está subordinado a lo bueno. Lo que uno debe hacer es aquello que
produzca las mejores consecuencias, como quiera que se entiendan las consecuencias, puesto que
hay muy diversas maneras de hacerlo; la fórmula de BENTHAM, como se sabe (pero sería solo una
de las posibles maneras de ser utilitarista), hace referencia al logro de la mayor felicidad para el
mayor número.
Pues bien, algo que podría resultar sorprendente, y que se desprende de lo anterior, es que
BENTHAM, el filósofo que suele ser citado como el introductor del término "deontología", no sería,
sin embargo, un deontologicista en ética; o sea. BENTHAM no es un partidario de la deontología en
el sentido técnico en el que hoy suele emplearse la expresión en la filosofía moral8. Pero esto no
debe tampoco pre-ocuparnos demasiado, pues no va más allá de constituir un simple problema de
ambigüedad; no siempre se entiende "deontológico" o "deontología" de la misma manera.
Cuando hoy se habla (en el plano de la ética prescriptiva o normativa) de deontología (o de código
deontológico), a lo que se hace referencia es a la ética aplicada a una determinada profesión, pero
el rótulo no nos dice nada sobre si esa ética (ese código ético) se inspira en una teoría de la moral
deontológica o teleológica. Y, en realidad, me parece que puede afirmarse, sin mucho temor a
equivocarse, que las éticas profesionales (y los correspondientes códigos deontológicos) recogen
principios tanto de carácter deontológico como teleológico o consecuencialista.
La otra distinción que nos importa es la que permite diferenciar las teorías normativistas de la ética
de las concepciones de la ética basadas en la virtud.
Las primeras tratarían de contestar a la pregunta de qué debe uno hacer para comportarse de
manera éticamente adecuada, cuáles son nuestros deberes éticos; por ejemplo, cumplir con el
imperativo categórico kantiano o realizar las acciones que produzcan la mayor felicidad para el
mayor número.
Las segundas tratan de contestar más bien a la pregunta de cómo construir una personalidad moral,
qué rasgos de carácter -qué virtudes- son los que debería esforzarse por adquirir el que aspira a
llevar una vida buena, una vida moral (un ejemplo notable de este tipo de concepción es la ética
aristotélica).
Ahora bien, tampoco esta contraposición hay por qué verla de manera excluyente, sino que
podríamos considerar que esas dos concepciones vienen a ser, en realidad, visiones distintas pero
complementarias de la ética. Es lo que parece ocurrir también en relación con la ética de los jueces
o de los fiscales; los jueces deben ser independientes y los fiscales imparciales y hay irtudes, como
el valor, la honestidad, etc., que, si se poseen, contribuyen efectiva-mente a que los jueces cumplan
con sus deberes de independencia y los fiscales con los de imparcialidad.
EL CASO DE LOS FISCALES
El modelo de construcción de la ética judicial, de un código deontológico para los jueces, puede ser
de interes para los fiscales, al menos por un par de razones: porque sin duda la ética judicial ha
alcanzado un mayor grado de desarrollo tanto teorico como practico, y porque se trata de dos
figuras afines. De manera que mucho de lo que es aplicable al comportamiento de los jueces se
podria extender, analógicamente, a los fiscales. Existe, sin embargo, una dificultad que no se puede
soslayar: la institución judicial tiene contornos mucho mejor definidos que la del Ministerio publico
y eso parece tener consecuencias importantes. Si es posible fijar (en un código deontológico) las
exigencias normativas que configuran la excelencia judicial, es porque pensamos que hay alguna
nocion básica y compartida de lo que será el “buen juez”. ¿Pero como construir el concepto del
“buen fiscal”, cuando resulta que lo que se entiende por fiscal o por Ministerio publico (las
funciones que se le confían) pueden variar considerablemente de un sistema jurídico a otro, e
incluso puede ocurrir, como en el caso del derecho ingles, que ni siquiera pueda decirse que exista
en puridad un Ministerio Fiscal? ¿tiene razón uno de los mayores estudiosos de la figura del fiscal
cuando, en un escrito reciente, la califica de “misteriosa institución”?.
El misterio, naturalmente, no consiste en que no sepamos (y no sepa muy bien el autor citado: Luis
MARIA DIEZ-PICAZO) lo que es un fiscal, cuales son sus funciones (incluyendo las diferencias que
pueden advertirse de un país a otro), como ha evolucionado la figura en diversos sistemas jurídicos,
etc.
El misterio, la dificultad, estriba en que parecen existir diversas maneras de concebir el Ministerio
fiscal, y una de ellas –el modelo estadounidense- parece estar ganando mucho terreno en los
últimos tiempos. Se plantea asi una especie de batalla jurídico-cultural que en España se centra
sobre todo en la cuestion de quien debe instruir: el juez o el fiscal. No es un debate, por cierto, solo
de dogmatica –de técnica- jurídica sino, de filosofía moral y política. Por eso, yo creo que casi todos
los participantes en el estarían de acuerdo en que (como lo ha sostenido aquí MENA ambas
opciones son constitucional y conceptualmente posibles, de manera que el debate estriba en
realidad en precisa cuales son los valores a los que se desea dar prioridad en la configuración del
proceso y hasta que punto se lograría satisfacer según que la instrucción se confiara a los jueces o a
los fiscales.
Y, si plantearamos asi las cosas, me parece que podria hablarse de un consenso bastante solido por
lo que hace a los valores a perseguir (los que deberían presidir el proceso penal: valores de tipo
garantista), mientras que las discrepancias se concentran mas bien en cuestiones de medios, de
carácter instrumental: que cambios institucionales habría que llevar a cabo para conseguir esos
fines.
Dicho de otra manera, parece indudable que en la cultura jurídica española (incluyendo, la de los
propios fiscales) la figura del Ministerio publico se ve como esencialmente afin a la del juez y alejada
en consecuencia de la del abogado, el abogado de parte. Lo cual, naturalmente, tiene
consecuencias de cierto relieve en el plano deontológico.
Por supuesto, nadie (cualquiera que sea el sistema jurídico del que parta) piensa que un fiscal deba
comportarse exactamente igual a un juez o un abogado. Claramente se trata de una figura distinta:
la del acusador publico. Pero que, en términos relativos, puede aproximarse mas a la del abogado
(el caso estadounidense), o a la del juez (el modelo de Europa continental y, en particular, el
italiano, en el que los fiscales se integran dentro de la magistratura). Y ello, como decía, tiene
consecuencias en el plano ético. Asi, en el contexto estadounidense, la ética del fiscal (que ocupa
regularmente un capitulo en cualquier manual de ética jurídica; esta es una materia a la que se
concede una considerable importancia academica) se centra mucho en la necesidad de subrayar las
diferencias entre el fiscal y el abogado de parte: se insiste, por ejemplo, en que el deber del fiscal es
el de hacer justicia (actuar de manera imparcial) y no el de lograr condenas (lo que, supongo, no
seria necesario subrayar en relacion con el fiscal español).
Y en ella cobra gran importancia, por ejemplo, la discusión a propósito de bajo que condiciones
debería un fiscal llevar adelante una acusación; si basta con que considere probable que el acusado
sea culpable, o si debería estar convencido de la culpabilidad “mas alla de toda duda razonable”
(como exigencia no solo para condenar, sino para perseguir penalmente a alguien).
Mientras que, en contexto como el español, los problemas deontológicos tienen mucho mas que
ver con la “dependencia jerarquica”; esto es, con un principio organizativo que, al menos
potencialmente, podrá plantear problemas éticos al fiscal que quisiera actuar con independencia de
criterio de manera que lo que se subraya en un caso es que los fiscales tienen que ser imparciales, a
diferencia de los abogados y, en el otro caso, que no son (¿no podrían serlo?) independientes, al
menos de la misma manera que lo son los jueces.
Sin embargo, a pesar de esas diferencias de acento, me parece que podria decirse que, cualquiera
que sea el modelo de fiscal del que se parta, lo que hace que cobre tanta importancia la ética de los
fiscales es el carácter discrecional del poder que, en uno u otro caso, caracteriza a la institución del
Ministerio publico: el poder de acusar. Sin duda, esa discrecionalidad es mas patente en el caso del
fiscal estadounidense, pero no deja de existir –ni mucho menos- en los fiscales de los sistemas de
derecho continental. En el caso español, como es bien sabido, el fiscal aparece definido en la
Constitucion y en su Estatuto organico como un órgano que actua en defensa de la legalidad y con
sujeción, en todo caso, al principio de legalidad. Pero, claro esta, si existe política criminal (que es lo
que justifica, que el fiscal general del Estado sea nombrado por el Ejecutivo) es porque se supone
que hay un margen de discrecionalidad a la hora de establecer prioridades sobre que delitos
perseguir y sobre como utilizar los recursos (escasos: insuficientes para perseguir eficazmente todos
los delitos) de los que se dispone.
Por eso, ninguna fiscal que se plantee con seriedad los aspectos éticos de su profesión puede
ignorar un hecho que parece irrebatible: la desproporcion existente entre los actos delictivos
cometidos y los efectivamente perseguidos y castigados.
De manera que el fiscal, por supuesto, tiene que esforzarse por defender la legalidad, pero no
puede escudarse en ella y pensar que asi ha resuelto todos los problemas éticos que le plantea el
ejercicio de su profesión. No puede sentirse justificado para hacer interpretaciones formalistas de
las normas que dejan de lado lo que tendría que ser el valor ultimo a perseguir en el ejercicio de su
profesión: garantizar los derecho de los individuos, y no solo los de carácter procesal, sino tambien
los de naturaleza sustantiva. Y para ello tendría que hacer, sin duda, un amplio uso de la equidad
que, en la celebre formulación de ARISTOTELES, es una adecuación de la ley a las circunstancias de
la realidad para evitar un resultado injusto: un castigo desproporcionado para algunos (para ciertos
delitos) y la impunidad para otros. Si se quiere decirlo de otra manera: el fiscal no puede (ni debe)
evitar cierto ejercicio de la discrecionalidad. Lo que le esta vedado es hacerlo de manera arbitraria.
Como es sabido –y nos recordó MIGUEL CARMONA en su exposición-, en España (a diferencia de lo
que ocurre ahora en muchos países europeos y americanos) no existe un código propio de ética
judicial. Sin embargo, en el año 2006 se aprobó, en la XIII Cumbre judicial iberoamericana, un código
modelo iberoamericano de ética judicial, en cuya elaboración participo activamente el Consejo
general del poder judicial y que, en algun sentido de la expresión, podríamos considerar “vigente”.
Merece la pena, prestarle alguna atención, porque podria ser una referencia de cierto interes, de
cara a elaborar un código de ética del ministerio fiscal o algun otro documento por el estilo.
El código consta de una (extensa) exposición de motivos y de casi un centenar de artículos divididos
en dos partes: en la primera se desarrollan los “principios de la ética judicial iberoamericana”
(independencia, imparcialidad, motivación, conocimiento y capacitación, justicia y equidad,
responsabilidad institucional, cortesía, integridad, transparencia, secreto profesional, prudencia,
diligencia y honestidad profesional), y la segunda esta dedicada a regular la Comision
iberoamericana de ética judicial.
Es importante subrayar que se trata de un código sin sanciones, pero no creo que por ello deba
considerárselo carente de eficacia. En realidad, las funciones que trata de cumplir son las de facilitar
a los jueces la reflexión sobre su propia practica, orientar esa practica al explicitar los criterios que la
guian (o que deberían guiarla) y facilitar a otros la critica justificada de la profesión. Lo que quiere
decir que los destinatarios de un código deontológico no son solo los miembros de una
determinada profesión. Si se piensa, por ejemplo, en los casos de actuaciones judiciales que, en los
últimos años, han sido objeto de polémica, no me parece exagerado afirmar que la opinión publica
podria haber encontrado en ese código una orientacion útil. Mas útil que limitar la discusión a si tal
determinada conducta de un juez esta o no prohibida por el derecho positivo. Repitámoslo una vez
mas: un código deontológico no es una alternativa al código penal o a las normas disciplinarias. Un
juez, al igual que un fiscal, puede actuar mal en el ejercicio de su profesión (o no de la mejor
manera posible), aunque no haya cometido un ilícito jurídico.
Pues bien, ese conjunto de principios podria suministrar seguramente un esquema útil de cara a
elaborar un código deontológico para los fiscales si bien, como es lógico, no se trataría tampoco de
seguirlo mecánicamente.
Puede que haya que introducir algun nuevo principio; desde luego, habrá que reinterpretar los
antes mencionados al aplicarlos a la conducta de los fiscales, y algo parecido a esto utlimo habría
que hacer tambien en relacion con las virtudes; las de los fiscales tendrían que ser, por asi decirlo,
mas “activas” que las de los jueces.
Pero, con todo, me parece que lo mas interesante no se encontraría tanto en el contenido, cuanto
en el método seguido para su elaboración. En líneas generales, podria decirse que se trato de
alcanzar una especie de “equilibrio reflexivo”, o sea, se procuro explicitar primero las pautas que los
profesionales consideraban adecuadas en relacion con cada uno de esos principios, para
confrontarlas luego con los criterios que cabrian obtener de una teoría ética justificada y proceder
entonces a un ajuste mutuo. En algun caso, un principio general de la ética tuvo que ser
“modulado” al aplicarlo a las circunstancias de la conducta profesional de los jueces, y en otras
ocasiones hubo de reconocerse que ciertas practicas mas o menos consagradas de la profesión no
eran justificadas desde un punto de vista ético.
A su vez, la articulación de cada uno de esos principios sigue una cierta lógica interna: se comienza
señalando su finalidad, lo que sirve de justificación para el principio en cuestion; se produce luego a
dar una definición del principio; se incluyen a continuacion algunas reglas especificas que resultan
significativas, y se termina señalando ciertas actitudes, ciertos rasgos de carácter o virtudes que
favorecen el cumplimiento del principio en cuestion. Creo que fue un método en líneas generales
acertado, pero que se mejoraría si se le incorporara un ingrediente mas: ejemplos de conflictos
éticos reales con una (o, varias) propuesta/s de solución. Al respecto hay una reciente iniciativa que
ha puesto en practica la Escuela judicial de Barcelona y que me parece de sumo interes: consiste en
confeccionar, como base para una posterior discusión, una serie de microrrelatos, a partir de
noticias de prensa, sentencias del Tribunal supremo o de la propia experiencia de los autores, en los
que se plantean problemas conectados con los distintos principios, valores o virtudes de la ética
judicial.
En fin, si ese elemento mas practico haya de formar parte de un código o debiera incorporarse en
algun otro tipo de documento, es una cuestion que no debe preocuparnos muchos.
CONCLUSIÓN. -Termino mi exposición con una reflexión a propósito de la anécdota con la que la
empecé. Mi admiración por el juez HOLMES es inmensa y no tengo ninguna duda de que en
muchísimos aspectos sigue siendo un modelo a seguir. Pero yo no lo seguiría en su crudo
positivismo. Me imagino, por eso, una escena en la que un fiscal experimentado acaba de comer
con un recién licenciado que quería conocer las interioridades de la carrera fiscal, de cara a
encaminar o no hacia ahí su futuro profesional. Cuando ya se han despedido y el fiscal está saliendo
del restaurante en dirección a su coche, el joven exclama en alta voz: "¡Siga haciendo justicia!". El
fiscal se da la vuelta y en tono reflexivo le dice: "No es fácil hacer justicia. Requiere mucho esfuerzo
y a veces estar dispuesto a aceptar algo más que incomodidades. La verdad es que casi siempre he
tenido muy claro cuál habría sido la decisión justa a tomar en el caso. Pero a veces hay obstáculos
insalvables; y no todo depende de uno... En fin, por lo menos estoy seguro de haber contribuido a
evitar algunas clamorosas injusticias". Que no es poco.

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